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Artículos sobre temas eclesiales

José L. Caravias

Sumario:
Qué es una comunidad eclesial de base?
Pueblo y Biblia se encuentran
Comunidades cristianas y organizaciones populares
La Misión: La película y la historia
Leer la Biblia con ojos de pobre
Los animadores de comunidades
En busca de una nueva evangelización
Ecumenismo
Nuevos paradigmas y teología

“La Misión": La película y la historia


Cuenca, El Mercurio, 5 mayo 87
Como jesuita, y jesuita perteneciente a la "Provincia del Paraguay",
país n el que he pasado buena parte de mi vida, me he atraído
enormemente la película "La Misión". Al verla me he emocionado. De
nuevo me he sentido orgulloso de ser hermano de aquellos hombres que
hicieron realidad aquel sistema alternativo a las "encomiendas", llamado
"reducciones". Pero al mismo tiempo que me ha subyugado, me ha
decepcionado.
El trasfondo de la película y su ambiente en general responden a la realidad histórica. El
espectáculo y la sonoridad de la geografía donde se realizaron los hechos son auténticos y
magníficos, aunque parte de la película esta rodada en Colombia. Pero muchos de los
sucesos concretos no son más que una novela. Pienso que los mismos hechos históricos
podrían haber dado pie para algo mucho más sustancioso. Parece como si los productores
hubieran caído en la tentación de preferir el entretenimiento a la profundidad.
Comencemos por algunas puntualizaciones históricas. La película
hace una síntesis vivida en una sola generación de algo que sucedió a
través de casi dos siglos. La reducciones del Paraguay comenzaron
alrededor de 1580; y vivieron hasta 1768, año en el que el rey Carlos III
de España expulsó a los jesuitas de todos sus dominios. Llegaron a ser
treinta pueblos prósperos.
La zona de las cataratas del Yguazú no tuvo ningún papel relevante
en la marcha de las reducciones No es cierto que para ir a la parte alta
de las cataratas no hubieran más posibilidad que escalarlas; se puede
llegar por los francos con toda facilidad. Se trata sencillamente de un
ardid cinematográfico perfectamente aprovechado. Por eso es
inverosímil la escena con la que comienza la película: un jesuita atado a
dos troncos muere despeñándose cataratas abajo.

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El desarrollo de la parte final hace alusión a hechos sucedidos en
dos ocasiones distintas. El acontecimiento central se refiere a la
expulsión de los guaraníes de siete pueblos que España había cedido a
Portugal a 1750 en la zona más cercana al Brasil. Puesto que los
guaraníes no quisieron salir de sus pueblos. los dos ejércitos, unos 1700
españoles y portugueses en alianza única, se enfrentaron con los
guaraníes en batalla realizada en una localidad llamada Cayambe.
Murieron 1.311 indios y 152 fueron hechos prisioneros, mientras los
restantes huyeron a la cercana selva. En este acontecimiento los jesuitas
no tuvieron parte activa, aunque enseguida fueron acusados por ambas
partes de haberla tenido. En la actualidad aún se recuerda con
veneración en esta zona al cacique que dirigió la sublevación, a quien la
piedad popular brasileña ha santificado llamándolo São Sepé. Cuentan
que se presentó al ejército europeo al frente de su pueblo clamando:
“Alto ahí; esta tierra tiene dueño. Es de Dios y Dios nos la ha dado a
nosotros”. Antes del enfrentamiento los guaraníes escribieron
profusamente a España pidiendo que no se pusiera en práctica el
tratado. Se conservan cartas escritas por ellos mismos, en las que
defienden con sumo ardor su derecho a seguir gozando de esas tierras y
esos pueblos, que tanto trabajo les había costado poner en aquel grado
de progreso. Históricamente es sumamente interesante este período en
el que aquellos indígenas saben defender por todos los medios sus
tierras y su prosperidad, aún en contra de sus "protectores".
El otro hecho es la expulsión definitiva de los jesuitas, ocurrida
pocos años más tarde, en 1768. En ese momento no se dio ninguna
batalla entre indios y españoles. El mismo día se expulsó a todos los
jesuitas de América, y ellos, sin más remedio, obedecieron sumisamente.
Tras la expulsión, encomenderos y gobernantes, invadieron y se
apoderaron de todo, provocando así la ruina de las reducciones, que era
lo que se pretendía.
En aquellos tiempos las reducciones fueron visitadas por muy pocos obispos y aun
menos gobernadores; ciertamente por ningún cardenal. Viajar allá resultaba sumamente
dificultoso. En realidad fue un jesuita, llamado Lope Luis Altamirano, el que fue mandado
por los superiores a propósito del tratado de 1750, pero no con la orden de que sus
compañeros abandonaran las reducciones.
Uno de los historiadores jesuitas que ha asesorado la realización de
la película la ha calificado de "basura magnífica". Y de hecho, es
magnífica. Uno no puede dejar de dejarse subyugar por ella. El que me
lamente de sus deficiencias no quiere decir que no deje de volverla a
disfrutar varias veces. Es muy de alabar todo intento de volver a poner
sobre el tapiz las luchas históricas por la fe y la justicia en América
Latina. Aunque se trate de una novela vale la pena volver a rememorar
aquel ambiente, sobre todo cuando se realiza de una; forma tan
hermosa, en un ambiente geográfico tan sobrecogedor, arrullados con la
música de los sonidos de la selva tropical. Vale la pena verla, y desde ahí
seguir interesados en rememorar las largas luchas en las que han ido de
la mano la fe y la justicia.

-2-
El papel de los jesuitas de ayer y de hoy ha sido y debe ser "el
servicio de la fe y la promoción de la justicia".Son palabras del célebre
decreto 4 de la Congregación General de los jesuitas celebrada en 1975.
Ruego una oración para que así sea...

El Cuerpo de Cristo
Cuenca, El Mercurio, 23 junio 87
La fiesta del Corpus está muy arraigada en nuestras tradiciones. Pero quisiera ahondar
aún más en la tradición y remontarme a las alturas limpias de la vertiente de la que brotan
estas aguas.
Respetamos y honramos con toda sinceridad a la Eucaristía. Jesús sacramentado se lo
merece todo. Hasta le llamamos "Taita Amito". En su honor exhibimos las mejores flores,
los más dignos adornos, los mejores bordados. Gastamos a veces mucha plata en esta fiesta.
La Eucaristía se merece todo ello y mucho más.
Ciertamente en la Hostia Consagrada está presente Jesucristo "Este es mi Cuerpo" dijo él.
Se trata de un misterio de amor. Y un misterio que merece toda nuestra atención.
Pero lo que quizás muchas veces olvidamos es que Jesucristo no solamente está presente
en la Eucaristía. El dijo que estaba presente también en los hermanos, sin un techo digno
donde cobijarse, en los encarcelados. (Mat. 25,40-45) Cualquier servicio que le hacemos a
un niño, dice Jesús que es como si se lo hiciéramos a él (Mat. 8.5) Jesús está presente donde
hay dos o tres reunidos en su nombre (Mat. 18, 20) Y el que ofende a un hermano, ofende al
mismo Cristo (1 Cor. 8,12).
El mensaje de la Biblia hay que aceptarlo completo. Verdad es que Jesús está presente
en la Eucaristía y verdad también es que Jesús está presente en el prójimo. Son dos
presencias distintas, pero reales. Y no se puede despreciar a uno, sin despreciar al otro, pues
en los dos casos se trata del mismo Jesús. El que honra la presencia de Jesús en la
Eucaristía, ha de honrar también la presencia de Jesús en el prójimo, especialmente en los
más necesitados. Justamente la Eucaristía es alimento para poder ver y servir a Jesús en el
prójimo.
Por ello durante las fiestas del Corpus tendría que notarse un acercamiento efectivo a
todo el que necesite de nuestra ayuda. Es relativamente fácil creer que Jesús está presente en
la Eucaristía. Pero, cuesta mucho más creer que Jesús está presente en el prójimo. Y resulta
que la atención al prójimo es la medida de la fe. Un devoto del Corpus tendría que notarse
durante estos días de la octava en que es mucho más amable y servicial con los de su casa,
con sus vecinos, con sus compañeros de trabajo. Porque la devoción al Cuerpo de Cristo le
hacer ver que todas esas personas son también Cristo.
Los primeros cristianos celebraban la Eucaristía como expresión de "comunión", es
decir, de fraternidad. Era la alegría de compartir la misma mesa, la misma vida, los mismos
bienes. Pero cuando la "fracción de pan" se convertía en lo contrario de lo que significaba,
es decir, en una fuerte desigualdad, San Pablo lo fustiga duramente, indicando que "el que
come el Pan indignamente, peca contra el Cuerpo y la Sangre del Señor" (1 Cor 11.27).
En el Material Básico de Catequesis, aprobado recientemente por la Conferencia
Episcopal Ecuatoriana, se nos recuerda unas palabras de San Juan Crisóstomo que después
de tantos siglos nos pueden ser útiles también ahora. Dice el santo:

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“¿Quieres honrar el Cuerpo de Cristo? No lo abandones cuando se halla desnudo. No
le rindas honores aquí en el templo con telas de seda, para después abandonarlo fuera, donde
padece frío y desnudez. El Cuerpo de Cristo que está en el altar no necesita manteles, sino
almas puras; en cambio, el que está fuera necesita muchos cuidados. Por tanto, aprendamos
a honrar a Cristo como él quiere ser honrado" (En Camino hacia el Reino de Dios n° 855).
No se trata de ninguna novelería moderna. Juan Crisóstomo nació en el año 344.
En algunas comunidades campesinas he presenciado cómo entendían perfectamente
este mensaje trayendo el día del Corpus cantidad de ofrendas, que depositaban con toda fe
delante del altar, donde estaba el Santísimo expuesto. Al final del día los mismos dirigentes
de las comunidades, en ceremonia muy emotiva, todo lo que habían ofrecido a Jesús lo
repartían justamente a Jesús, presente en las personas más necesitadas de cada comunidad,
como enfermos y ancianos abandonados.

Leer la Biblia con ojos de pobre


Cuenca, El Mercurio, 19 nov. 87
Un paisaje o una pintura se pueden admirar de diversos puntos de
vista. Y se ven de una numera u otra según desde donde se miren. La
realidad política se juzga muy distintamente según el estrato social
desde el que se la mire. Se puede escribir historia considerándola desde
los opresores o desde los oprimidos... Se suele decir que todo se ve del
color del cristal con el que se mira.
De esta realidad no escapa la interpretación bíblica. Cierto que es
un libro que hay que interpretar desde la fe. Pero puesto que es un libro
a la vez divino y humano, nuestra interpretación depende mucho del
punto de vista humano con el que se le mire. Desgraciadamente ello es
muy claro, dadas la gran cantidad de interpretaciones tan diversas que
se han dado y se siguen dando a las palabras bíblicas. La proliferación
de sectas lo demuestra...
La inspiración divina de las Sagradas Escrituras de ninguna manera
nos dispensa del esfuerzo que hay que hacer para entender
honradamente sus palabras, tal como el Maestro divino quiere que sean
entendidas. De ninguna manera se trata de que cada uno interprete las
Escrituras según sus caprichos, ni sus conveniencias. Hay que partir de
la misma realidad de la que partió la inspiración divina. En caso
contrario, es fácil caer en el manoseo y tergiversación de la Palabra de
Dios.
Y una de las constataciones más claras en la formación de la Biblia
es que partió de una realidad de pobres y que toda ella está encaminada
hacia los pobres, desde los nómadas del desierto, los emigrantes, del
éxodo, los campesinos que se reparten la tierra según la necesidad de
cada familia, la predicación profética, la corriente de los "pobres de
Yavé" y la sabiduría popular de los libros sapienciales, hasta las
bienaventuranzas de Jesús y la vida de las comunidades del tiempo de
Pablo y los demás apóstoles. Se podría decir que toda la Biblia es como

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un camino que va llevando poco a poco a la cumbre de las
bienaventuranzas.
Al comienzo de este siglo estuvieron de moda aquellas "Historias
Sagradas", que en su mayoría son ejemplo de una visión de la Biblia
desde los poderosos. Eran, al estilo de nuestros manuales de Historia
Nacional, una selección de todo lo que sucedía a los personajes
poderosos. Pero en ellas había grandes lagunas de historia de la gente
sencilla. Se destacaban, por ejemplo, las narraciones de cómo José se
convirtió en alguien importante en Egipto y las magnificencias de
Salomón, pero se ignoraba por completo casos como el del campesino
Nabot o las críticas de Samuel a la monarquía. Muchas veces se ha
realizado una selección de textos para defender los puntos de vista de la
burguesía, y a esos textos se les ha aislado de su contexto histórico y del
lugar que ocupan en el proceso de revelación divina. Si en el mecanismo
complicado de una máquina se le saca una pieza del engranaje, esa
pieza ya no sirve para lo que fue fabricada; se la podrá usar quizás de
pisapapeles o para arrojársela a alguien en la cabeza; pero mientras no
esté colocada en su sitio, no servirá ya más para aquello para lo que fue
fabricada. Eso mismo hacemos cuando aislamos de su contexto histórico
algún pasaje bíblico y lo sacamos del puesto que ocupa en el proceso
progresivo de revelación. Y en este proceso, uno de los puntos
importantes es interpretar la Biblia desde el punto de vista de los
pobres, mirar la Biblia con ojos de pobre, pues así es como la miró y la
inspiró el mismo Dios... Esta es una de las garantías para no
equivocarnos en su interpretación.

El desafío de las sectas


Cuenca, El Mercurio, 25 enero y 2 febrero 88
I
Con frecuencia los católicos nos encontramos en la calle o en
nuestra casa a personas que vienen a proponernos que nos pasemos a
otra religión. Y ante este desafío casi nunca sabemos con claridad cómo
reaccionar. Por ello me ha perecido oportuno dedicar un par de artículos
a esclarecer este tema.
No hay que confundir a las sectas con las Iglesias históricas
protestantes. Es muy desorientador cuando confundimos las cosas y
hablamos indiscriminadamente de "sectas protestantes". Hay
ciertamente sectas de origen protestante, pero no todas son
protestantes, ni todos los protestantes son sectas. Aunque ciertamente
siempre hay el peligro de que algún grupo de alguna Iglesia, incluida la
católica, se transforme en secta. Existen además tipos muy diversos de
sectas, que hay que saber distinguir, algunas son cristianas, otras seudo
cristianas y hasta las hay claramente no cristianas.

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Las sectas son grupos desprendidos de la unidad de una Iglesia y
encerrados en sí mismos. Por eso una característica típica de ellos es la
parcialidad: quieren considerar el todo sólo desde una parte; el sectario
mira desde una sola perspectiva, con lo que se vuelve excluyente. Otra
característica es la simplificación; el sectario no es capaz de descubrir la
complejidad de las cosas, sino que ve un único aspecto de la realidad y
todo lo reduce a ese aspecto. Ellos destruyen la complejidad y la
totalidad del mensaje cristiano, pues absolutizan aspectos parciales de
él. Desprecian a todos los que no pertenecen a su grupo y rechazan todo
diálogo o relación ecuménica con otros grupos religiosos. Cada uno
piensa que fuera de su secta no hay salvación.
Interpretan la Biblia de un modo fundamentalista, reduccionista,
fragmentado y arbitrario. Seleccionan las citas aislándolas de su
contexto histórico y del lugar que ocupan en el proceso de revelación.
Las toman al pie de la letra, sin preocuparles la intención con que fueron
escritas. No les interesan las ciencias bíblicas como ayuda para
comprender mejor lo que Dios quiso revelar cuando se escribió el texto y
lo que quiere decirnos en la actualidad. Esperan que el mensaje le sea
revelado directamente por Dios a cada uno en particular. Así es como
con frecuencia sacan conclusiones descabelladas.
En algunas sectas el cristianismo no sufre sólo un reduccionismo,
sino una clara falsificación. Son las sectas seudo cristianas. En estos
casos el barniz cristiano es simplemente un fraude o un pretexto para
engañar.
Todo esto hace posible que las sectas sean fácilmente manipuladas
por todo tipo de ideologías y fuerzas políticas. Su reduccionismo y
fundamentalismo les hace muy vulnerables a la manipulación ideológica
y política normalmente de carácter alienante y opresor. Las seudo
cristianas en última instancia no son sino movimientos políticos de ultra-
derecha disfrazados de religión.
No es ahora el momento de analizar las causas del éxito de las
sectas. El principal caldo de cultivo es el estado de injusticia, explotación
y miseria en el que viven las grandes mayorías. Dentro de este ambiente
una causa importante es la ignorancia y la poca vivencia del cristianismo
por parte de los cristianos. Existe además toda una planificación y
utilización por parte de los grandes grupos de poder, que a partir de la
manipulación de la crisis actual y el sentido de culpa y de miedo en el
pueblo, llegan a mantenerle entretenido en actitudes pasivas de
resignación. Las sectas son provocadas frecuentemente por el poder
opresor para ocultar su crisis y para legitimar su reproducción. Buscan
matar el alma del pueblo, o sea, su cultura, su capacidad crítica y de
lucha, su sentido común, su creatividad, su potencial evangelizador... Su
carácter ideológico es opuesto a la esencia cultural de nuestro pueblo y
al despertar de su conciencia religiosa y política. Fomentan una
espiritualidad desencarnada de la vida, con un anuncio de salvación
escatologista que hace inútil todo compromiso histórico. Y abusan de la
experiencia emocional, fanatizando hasta atentar contra la salud mental,
que a veces lleva a las personas a un estado de enajenación.

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La fe verdadera descubre al Dios de la vida, al Dios de los pobres, al
Dios de la justicia y la verdad, y todo ello es intolerable para un sistema
de muerte, de mentira y de injusticia. Por ello el poder opresor
divinizado tiene especial interés en controlar la conciencia religiosa del
pueblo y para ello fomenta las sectas, especialmente en nuestro
continente donde está en marcha un despertar religioso del pueblo.
En las sectas se mete a la gente en un camino sin salida; y eso es lo
que se pretende, que no encuentren salida para sus problemas. De la
misma miseria del pueblo surge una desesperanza y una búsqueda
trascendente, a la que responden falsamente estos movimientos
religiosos, manipulando la conciencia y bloqueando toda posibilidad de
una práctica de liberación.
Todo ello hace que las sectas no posean una teología coherente. Por
el hecho de utilizar sistemáticamente la manipulación y el engaño, no
han podido desarrollar una visión teórica y una síntesis teológica que les
dé consistencia y legitimidad. El fundamentalismo, que discurre por una
metafísica y una arquitectura irracional de citas bíblicas, les empobrece
tremendamente y destruye toda racionalidad teológica posible. La
noción de trascendencia tal como se da en muchos de estos
movimientos, hace que Dios se convierta en objeto de manipulación La
pérdida de la paternidad de Dios hace que resulte, con frecuencia,
objeto de temor. La certeza consoladora del Reino de Dios, que ya
comenzó, está ausente, siendo sustituida por la espera de una segunda
venida inminente en el tiempo. De ahí que el temor sustituya a la alegre
esperanza.
Además, ellos utilizan sistemáticamente el poder y los métodos del
gran capital. A veces son verdaderas transnacionales religiosas, que
manejan muchísimos millones de dólares, con sus centros en EE.UU. El
evangelio jamás podrá imponerse con el poder del dólar, sino por su
propia fuerza interior. Las sectas a veces utilizan técnicas puramente
comerciales para "vender" su mensaje y provocar una "conversión" que
asegure el consumo religioso. Para ello fomentan en los clientes el
sentimiento de culpa y de miedo para ablandarlo y provocarle el deseo
del consumo religioso. Por este método no se da un encuentro personal,
trascendente y gratuito con Dios: hay manipulación, pero jamás
crecimiento espiritual. El fervor que despiertan es vacío y
despersonalizante.
En el próximo artículo desarrollaremos la parte positiva para
enfrentar estos desafíos.

II
En un artículo anterior vimos los problemas internos de las sectas
religiosas. Ahora intentaremos conversar sobre la parte positiva para
enfrentar el desafío que nos presentan.
La única alternativa para responder a la invasión de las sectas es un
camino positivo y profundo de evangelización. Muy poco se gana con

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atacarlas directamente; a veces ello provoca más fanatismo, y en el
fondo se las fomenta, pues se hacen las víctimas.
Lo más positivo y eficaz es desarrollar una evangelización
profundamente bíblica y liberadora, centrada en Jesucristo y en la
vivencia de la comunidad. He escuchado decir a algunas personas que
entraron en una secta porque en ella encontraron la Biblia, a Jesucristo y
una vivencia comunitaria, cosas que nadie les había predicado antes. Y
en este punto ciertamente tenían razón. Se sentían, además, acogidos y
aceptados y participando de forma activa y creativa en el culto. Pero
cuando conocieron las Comunidades Eclesiales de Base, volvieron al
catolicismo porque reencontraron con más autenticidad a la Biblia, a
Jesús y a la comunidad.
Una formación bíblica profunda y sistemática, a partir de la fe del
pueblo, vivida en comunidad, es el mejor antídoto contra las sectas. Una
interpretación correcta de la Biblia requiere una lectura dentro de la
dinámica en que surgió: en el contexto comunitario, en la perspectiva
histórico-evolutiva y en la apertura de la consumación en Cristo. Todo
ello sin descuidar el debido equilibrio entre la dialéctica del rigor
exegético y la espontaneidad de la fe de los sencillos.
Como consecuencia del crecimiento de la fe se debe dar un
compromiso que enfrente seriamente los problemas del pueblo:
coherencia entre fe y compromiso por la justicia. Desde su vivencia
religiosa, deben poder asumir un compromiso socio-político
fundamental, sobre todo promoviendo y apoyando la organización
popular, sin descuidar la dimensión personal y familiar.
A los que están metidos de lleno en este proceso de comunidades y
organización a veces les hacen mella de nuevo los ataques de las sectas
contra la religiosidad, especialmente contra el culto a las imágenes
como idolátrico. En esta nueva crisis es necesario no quedarse en la
superficialidad de estos planteamientos, sino ayudarles a profundizar a
todos los niveles en las diferencias entre Dios y los ídolos.
También creo muy importante desarrollar una verdadera
espiritualidad, profunda y popular, que alcance a todas las dimensiones
de la vida y se manifieste en momentos de auténtica oración, tanto
personal como comunitaria. Las asambleas cristianas no deben
quedarse, en meras reflexiones dialogadas: en ellas tienen que darse
momentos de oración directa, en que el pueblo pueda verdaderamente
manifestar sus sentimientos religiosos, tanto de petición como de
agradecimiento y alabanza a Dios. Las comunidades cristianas deben
posibilitar una vivencia y maduración personalizada de la fe. Hay que
saber valorar la dimensión espiritual y trascendente de la experiencia de
Dios propia del pueblo.
Por supuesto que todo esto supone la puesta en marcha de
ministerios laicales. La formación sistemática de animadores bíblicos de
las comunidades es tarea prioritaria. Hay que poner los medios para que
el Evangelio sea accesible al pueblo pobre y sencillo y lo pueda proclama
y asumir por sí mismo.

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Insisto, como conclusión, que no se trata de tener una actitud
represiva contra las sectas, sino de responder positivamente como
Iglesias al desafío de la evangelización y al desafío de la conversión de la
misma Iglesia, en defensa de la fe y de la vida del pueblo. Además se
debe procurar reconocer y valorar lo bueno que haya en las sectas,
sobre todo lo que tengan de verdad sobre Dios y sobre el hombre.

Atrás, Satanás
Asunción, Noticias, 2 sept. 90
No, no se tratare ningún exorcismo, ni nada que suene a magia. Son palabras de Jesús,
dichas a Pedro, justo poco después de haberle dicho aquello de "sobre esta piedra edificaré
mi Iglesia". Lo encontramos en el Evangelio de Mateo, capitulo 17.
¿Por qué palabras tan duras dirigidas al-primer "Papa"? El "Vicario de Cristo", recién
nombrado, es amonestado seriamente por el mismo Cristo. Algo grave sucedió. ¿Qué fue?
Jesús estaba conversando sobre los graves sufrimientos que le iba a acarrear su forma
de hablar y actuar. Entonces Pedro intenta ingenuamente convencerle de que no debería ir
por camino tan peligroso. Y Jesús rechaza su consejo como algo demoníaco.
En la sociedad en la que vivía Jesús los pobres eran sistemáticamente despreciados
como malditos de Dios. Jesús, en cambio, les demuestra una cercanía amistosa muy
profunda, señal inequívoca de la predilección amorosa del Padre Dios Por ello las
autoridades religiosas de entonces se enojan tajantemente con Jesús, hasta el punto que
deciden eliminarlo El lo sabe. Pero se mantiene firme en su actitud. No le hacen mellas las
fuertes presiones de fariseos, saduceos y doctore de la ley. Y justo en medio de aquel
torbellino de presione viene Pedro a decirle que no debe meterse en camino d sufrimientos,
lo cual se reduce a invitarle a cambiar de actitud frente a los problemas de su tiempo.
Pedro aconseja a Jesús que no se meta en problemas. Jesús entiende que ese consejo,
aunque bien intencionado, le llevaría a ser infiel a su misión. El se siente llamado a
manifestar con su vida y su palabra el verdadero rostro de Dios, Padre bueno para con todos
sus hijos, que lo hizo todo para todos. Por eso opta decididamente por los marginados y
despreciados, justamente porque el Padre los quiere'. Y por ' ello también, el consejo de
Pedro era satánico, o sea, total mente contrario a los designios de Dios.
Ciertamente este Evangelio es un Evangelio molesto para todos los que tenemos algo
de autoridad en la Iglesia, sacerdotes, obispos y papa. Nos invita a reconocernos como
peca-. dores, capaces de llegar a realizar frente a Jesús el papel de Satanás. Como Pedro,
puede ser que a veces aconsejemos y vivamos actitudes radicalmente contrarias al mensaje y
las actitudes de Jesús. Y el pueblo creyente tiene todo el derecho a juzgarnos a la luz de su
certera fe en Dios.
Con este Evangelio molesto, Jesús da un golpe tremendo en contra del orgullo de la jerarquía
eclesiástica.

¿QUÉ ES UNA COMUNIDAD ECLESIAL DE BASE?


Asunción, Acción, nº 113

-9-
En diversas diócesis y parroquias paraguayas se ha optado por la formación de Comunidades
Eclesiales de Base. Muchos agentes de pastoral centran sus ideales en ellas. Se habla de ellas. Se
presume de que ya están en marcha...
¿Pero qué son las Comunidades Eclesiales de Base? Da la impresión de que se habla mucho
de ellas, pero no se tiene una idea muy exacta de lo que son y de cómo funcionan.
En primer lugar, hay que tener claro que no a todo tipo de comunidad se le puede catalogar
como Comunidad Eclesial de Base. Y al mismo tiempo, no es tan fácil precisar qué es una
Comunidad Eclesial de Base, ya que sus fronteras no son del todo precisas.
Durante una serie de años he sido parte de la secretaría latinoamericana de las CEBs; por ello
he asistido a diversos encuentros regionales y continentales. Por mi ocupación como formador
bíblico de animadores de CEBs, he dado cursillos prácticamente en todos los países de
Latinoamérica. Y, ante todo, he trabajado largamente en parroquias organizadas en esta línea.
A partir de mi experiencia, ampliamente dialogada, pretendo describir qué es lo que yo entiendo
por Comunidades Eclesiales de Base. No se trata de una definición. Ni, por supuesto, de nada
definitivo. Con sencillez quiero exponer mi experiencia, en éste y en varios nuevos artículos
sucesivos.
De ninguna manera propongo a las CEBs como la única forma posible de formar comunidades
cristianas. Las Comunidades Eclesiales de Base son una forma más de vivir hoy la fe cristiana en
comunidad, aunque creo que de una indudable eficiencia en medios populares.
Existen otros tipos muy valiosos de Comunidades Cristianas, a las que hay que apreciar y con
las que tenemos que formar Iglesia. Pero es importante saber distinguir la identidad de cada forma
de ser comunidad.
QUÉ NO ES CEB
Las CEBs no se identifican con los movimientos apostólicos especializados, tal como los hemos
conocido en los últimos decenios. No están formadas por sólo jóvenes o mayores, o por gente de tal
profesión, o de éste o del otro carisma concreto. No tienen ninguna congregación religiosa que les
imprima el carisma de su fundador. No existen tampoco fronteras claramente definidas con las que
definir el número de "asociados"; el método de entrar en las CEBs no es "inscribiéndose" en ellas o
firmando algún compromiso. No encontramos unos "estatutos" concretos que exigir. Ni cuotas que
pagar. Ni ceremonias o ritos especiales que cumplir. Ni siquiera algunos rezos concretos.
¿Qué son entonces? Parece como si se tratara de recoger un puñado de arena, que se nos
escapa entre los dedos de las manos. Pero no es así. Las Comunidades Eclesiales de Base tienen
su consistencia propia, en lo esencial, bien definida. Aunque no posean un libro de Reglas, sí tienen
un espíritu, una manera de ser, un estilo de vida, que las identifican con claridad. Veámoslo un
poco, por partes.
COMUNIDAD DE BASE
Las CEBs se edifican sobre cimientos de comunidades naturales. Se trata de personas que
viven en el mismo barrio urbano o en el mismo sector campesino, con problemas más o menos
comunes. Y, como comunidad natural que es, está formada por gente de diversa edad y actividad.
En esto se diferencian de los movimientos apostólicos, que agrupan a sus socios por edades,
actividad o profesión y cada uno puede ser que venga de un lugar distinto. Las CEBs se forman con
personas que viven en la misma "base".
Pero, además, la palabra "de base" se refiere a "gente popular". No es que se excluya por
principio a nadie en concreto. Pero el grupo predominante es de estrato popular; de forma que lo
popular, el estilo de ser del pueblo, sea la atmósfera que se respire. Es el pueblo creyente y humilde
que se organiza desde la fe.
Casi todos los miembros de una CEB se conocen mutuamente desde antes; son conscientes de
los fallos y las cualidades de cada familia y cada persona. El realismo del conocimiento mutuo y de
los problemas comunes, en un ambiente de confianza, ha de ser el clima que ponga en marcha y
haga crecer los valores populares de una CEB.
Esto no quiere decir que barrios de estratos no populares no puedan formar sus propias
comunidades cristianas, pero no serán CEBs, que, por definición, son "de base". Si alguna persona
de clase media-alta quiere participar de una CEB ha de adaptarse al ritmo de vida del pueblo y, por
supuesto, estar al servicio del pueblo.
COMUNIDAD DE CREYENTES

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Para formar una CEB no basta con poner en marcha los valores humanos de una comunidad
natural. Es necesaria la fe en Jesús, manifestada y vivida en común.
La fe cristiana es un valor maravilloso de gran parte de nuestro pueblo latinoamericano. Se trata
de una fe auténtica, pero muchas veces falta de cultivo y aun pisoteada. Pero ahí está esta semilla,
de excelente calidad, enterrada en buena tierra. Nuestro pueblo, a impulsos de su fe, es capaz de
grandes empresas, no importa a costa de qué sacrificios. La buena tierra popular, fecundada por la
semilla de la Buena Nueva de Jesús, en estrecha unión, son capaces de cosechas insospechadas.
Las CEBs, como un arado, remueven la tierra de la cultura popular y consiguen que la semilla de la
fe germine con vigor.
El pueblo siempre ha tenido una cultura propia y una profunda fe en Dios. Pero algunas veces,
por presiones externas, estas dos fuerzas se han frenado entre sí. Después del Concilio, la entrada
de la Biblia en el pueblo creo que ha sido el factor decisivo para juntar la vida y la fe del pueblo, los
dos mirando y empujando en el mismo sentido. La Palabra de Dios es como la lluvia que hace
poner en marcha la vida de la semilla enterrada en tierra reseca.
No es concebible una CEB sin Biblia. Las Comunidades Eclesiales de Base son el resultado de
una mezcla popular, profunda y armoniosa, de Vida, Fe y Biblia. La Palabra de Dios escuchada,
contada, dialogada y orada, es la columna vertebral de las CEBs. Es su vida. Es el espejo donde se
mira el pueblo para darse cuenta de sus valores y sus defectos. En las reuniones bíblicas cada
participante debe encontrarse consigo mismo, con su realidad ambiental y con su Dios, en íntima
unión.
En un próximo artículo hablaré más extensamente sobre el método y el espíritu con el que se ve
la Biblia en las CEBs.
COMUNIDAD ECLESIAL
Las Comunidades Eclesiales de Base no son una organización más de una parroquia. A veces,
cuando se habla de comenzar las CEBs, enseguida se las quiere ubicar en el organigrama
parroquial al mismo nivel que otras diversos tipos de organizaciones que están en marcha en ese
lugar. Y resulta que no encajan en ningún lado. Se les acusa que quieren hacer de todo. Es que
cada CEB pretende ser una pequeña parroquia, o mejor dicho, una célula integral de la parroquia a
la que pertenece. La unión de las Comunidades forman la parroquia, en unión con los movimientos
especializados.
Por eso, cuando están suficientemente maduras, las CEBs desarrollan dentro de su seno a
diversas actividades parroquiales, como catequesis de adultos y de niños, asistencia a enfermos y
necesitados, actividades comunitarias de diversos tipos, estudio y vivencia de la Biblia...
A su vez, los miembros de movimientos especializados de la parroquia se integran, viven y
desarrollan sus actividades dentro de su comunidad de base. Son necesarios los movimientos de
jóvenes, de mujeres, de profesionales, etc., pero ningún movimiento debe apartar a sus miembros
de las reuniones y actividades del propio barrio, o sea, de su comunidad. Más bien, los dirigentes de
cada movimiento deben ser los primeros que se comprometen en la buena marcha de su
comunidad.
Las CEBs quieren vivir en íntima relación y conexión con sus pastores y en fiel adhesión a la
Iglesia. Se sienten Iglesia universal y al mismo tiempo Iglesia pequeña. Su espíritu está muy lejos
del sectarismo. Demuestran riqueza y creatividad en su manera de ser y vivir la vocación de Iglesia
profética en medio del mundo.
Las CEBs pretenden responder evangélicamente a los problemas, buscando la conversión
personal y social. Denuncian las injusticias, desarrollan una labor concientizadora y proclaman
nuevos valores; critican la mentalidad consumista de nuestro tiempo y construyen un hombre nuevo
en una nueva sociedad.
Las Comunidades Eclesiales de Base son también una expresión alternativa frente al
autoritarismo clerical, el elitismo y la excesiva institucionalización de la Iglesia.
ACTIVIDADES DE LAS CEBs
Las Comunidades Eclesiales de Base no se han de detener ni sólo en la reflexión, ni sólo en la
acción. La rueda de la reflexión-acción ha de estar siempre en movimiento. Necesitamos reunirnos
para iluminar nuestra realidad con la Palabra de Dios compartida; y de esa luz nace la fuerza para
solucionar juntos algún problema concreto. Y cada acción, a su vez, exige reuniones comunitarias
de reflexión, en las que se evalúa, se ilumina de nuevo la realidad y nacen nuevas motivaciones
para la acción.

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No es aun el momento de desarrollar qué tipo de actividades puede tener una Comunidad
Eclesial de Base. El tema sería largo.
En artículos sucesivos prometo, Dios mediante, ir perfilando los trazos generales que he
comenzado a dibujar en este primer esbozo.

PUEBLO Y BIBLIA SE ENCUENTRAN


Asunción, Acción, nº 115
La fe, como semilla fecunda, vive dentro de esta madre tierra generosa que es el corazón del
pueblo latinoamericano. Pero la tierra que guarda esta preciosa semilla ha sido muchas veces
pisoteada; y la falta de riego la ha resecado demasiado.
El Concilio Vaticano II, Medellín y Puebla trajeron la bendición de una lluvia mansa y persistente,
que caló hondamente en las entrañas de gran parte del pueblo latinoamericano, esponjándole el
corazón. Y sus semillas más íntimas, al sentir la bendición divina de un clima y un ambiente
propicio, comenzaron a germinar con nueva fuerza.
En este proceso de cultivo, desde hace unos treinta años, está sucediendo en Latinoamérica
algo totalmente nuevo, nunca antes ocurrido en nuestro continente: Pueblo y Biblia se han en-
contrado directamente, y los dos, unidos, se han puesto a caminar. Es como el abrazo de dos viejos
amigos, largamente distanciados. El uno es para el otro.
Pero en Paraguay las botas de la dictadura se esforzaron en destrozar a patadas todo intento de
germinación de algo nuevo. Se conocen casos en los que se obligó a campesinos a punta de pistola
a quemar la Biblia, los documentos de Medellín y "Vivir como Hermanos". Eran documentos
"subversivos", "comunistas"...
Ahora, en este nuevo clima, de nuevo, pueblo, fe y Biblia se entremezclan en íntima unión, con
deseos de cosecha abundante. Crece el interés en conocer más a fondo la Palabra de Dios, de
modo que dé luz y fuerzas para enfrentar la dura realidad.
Pero la Biblia no es un cajón de sastre, en el que se puedan rebuscar retazos viejos para echar
remiendos; o un botiquín, al que se acude para curar heriditas o quizás alguna píldora mágica. No
es tampoco un recetario. Nitampoco un libro tan difícil, que sólo puede ser entendido por doctores.
Es sencillamente una herramienta de trabajo, de trabajo popular, pero que, como toda
herramienta, hay que saber manejarla, pues en caso contrario no se le saca fruto y aun puede ha-
cer daño.
Es relativamente fácil comenzar a usar la Biblia en ambientes populares; y hasta levantar un
entusiasmo inicial con ella. Pero a la larga la cuesta arriba se hace demasiado empinada y pesada.
Se acaba el primer entusiasmo un poco infantil; no se sabe a veces cómo seguir. Muchos quedan
estancados. Otros encauzan sus fervores por el camino del fanatismo fundamentalista. Algunos se
queman, y no quieren oir hablar más de Biblia. O se aburren, pues no les dice nada útil para sus
vidas...
Pero, sin duda alguna, en el Paraguay de hoy mucha gente quiere conocer más a fondo la
Biblia. Pero se quejan de que no encuentran quién les dé una mano de forma efectiva para
adelantar con seriedad en su formación bíblica. A veces, en medio de su dolor, sólo reciben
desprecios, golpes o frustraciones. Y es que, quizás, hay poca gente suficientemente preparada
para saber acompañar al pueblo con la debida seriedad y pedagogía.
MIRAR LA BIBLIA DESDE EL PUEBLO
La formación bíblica de nuestro pueblo es algo tan serio que no puede dejarse en manos de la
improvisación y el espontaneismo. Lo mismo que existe una sabiduría popular acerca de muchos
aspectos de la vida, también existe una sabiduría bíblica popular. Según Jesús, el Padre Dios hace
entender "estas cosas" a "la gente sencilla" (Mt 11,25). Pero ello no quiere decir que prometa su
ayuda a los que no hacen esfuerzos por prepararse. Hay que estudiar, orar y dialogar
comunitariamente para poder entender cada vez mejor lo que Dios quiere decirnos en cada pasaje

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de la Biblia. No podemos arriesgarnos a manusear la Palabra de Dios, haciéndole decir lo que
nunca quiso decir. Con todo respeto y sinceridad nos hemos de acercar a la Biblia. Y para tratarla
como se debe, hemos de usar todos los medios a nuestro alcance, tanto a nivel de fe, como de
ciencia y pedagogía.
Uno de los puntos claves en este proceso es aprender a ver la Biblia con ojos de pobre. Hay
"especialistas" que enseñan a mirar la Biblia desde el poder. Ellos son los "sabios", de los que
hablaba Jesús, que por siglos han prohibido a los pobres leer la Biblia, por "prudencia", no fuera a
ser que lo entendieran todo "al revés".
¡Pero ahora estamos descubriendo esa verdad tan antigua de que los pobres son capaces de
entender la Biblia mejor que los "sabios prudentes". Así dice Jesús que es la voluntad del Padre.
Pero ello no quiere decir que los pobres tengan que caminar solos. Ni que puedan decir cualquier
disparate que se les ocurra. Nos necesitamos mutuamente, "estudiosos" y pueblo, los dos juntos,
ahora más que nunca.
Dios se nos comunica siempre a través de la vida. Por eso es tan importante comenzar las
reuniones bíblicas dialogando sobre los problemas concretos que tiene cada grupo humano. Dios
vive en medio de nosotros, siempre dispuesto a darnos luces y ayudas concretas. Y esa fuerza
puede ser que nos la quiera dar a través de algún pasaje bíblico, dialogado y orado fraternalmente.
Desde el pueblo y sus problemas es desde donde de veras se conoce la realidad de una región
y de un país. Por eso el camino ideal para recibir la luz y la fuerza del Espíritu bíblico es a partir del
pueblo. Mejor aún, dentro de él. Por eso es tan importante usar folletos, libros y cursos bíblicos
realizados por personas que conocen bien al pueblo.
TENER EN CUENTA EL MARCO HISTORICO
Lo más importante es comprender lo que Dios nos dice a nosotros en nuestro tiempo. Ciencias
bíblicas, fe y vida han de ir siempre unidas para que la Biblia se convierta para nosotros en Palabra
Viva de Dios.
Pero para ello hemos de intentar comprender qué problemas concretos existían cuando se
escribió cada pasaje bíblico, para poder así entender qué mensaje les quería dar Dios entonces. Así
será más fácil sintonizar qué nos quiere decir Dios hoy a nosotros.
Pero si sacamos cada pasaje de su contexto histórico, será fácil desfigurar el mensaje de Dios y
hacerle decir lo que El de ninguna manera quiere decir.
Por eso es tan importante hacerse ayudar por personas que, además de conocer bien al pueblo
actual, conozcan también las circunstancias históricas del pueblo del tiempo de la Biblia.
LA PEDAGOGIA DE DIOS
Dios no se dio a conocer de una sola vez, sino poco a poco, según la capacidad de comprensión
de su pueblo. El es un gran pedagogo: un magnífico maestro. Como buen Padre, se adapta a la
manera de ser y proceder de sus hijos, y a partir de su realidad les va haciendo caminar hacia El.
Dios sabe de dónde parte y a dónde quiere llegar. Y en este caminar sabe ir lentamente al paso de
sus hijos, corrigiéndolos y animándolos. Por ello es tan importante conocer a quiénes y en qué mo-
mento de sus vidas dirigió cada palabra suya. Dios no es cuadriculado. Se adapta con amor y
respeto a cada circunstancia. Por eso no se pueden sacar recetas de sus Palabras. El no da
soluciones rigoristas, fijas para siempre al pie de la letra.
Para entender siquiera un poco la voluntad de Dios sobre algún problema importante de
nuestras vidas es necesario echar una ojeada a todo el proceso de revelación bíblica. La Biblia se
explica con la Biblia. No se puede sacar un texto bíblico de su ambiente histórico y del proceso de
revelación en el que se produjo. Todo está entrelazado entre sí, apoyado en la revelación anterior y
como base de los pasos que le siguen.
Nadie puede conocer a una persona si la mira sólo a través de un tubo estrecho. Vería
únicamente la nariz o un dedo. Sería injusto decir que esa persona es sólo nariz porque sólo eso ha
visto. Hay que mirar a la persona completa para poder decir que se la conoce. Lo mismo pasa con
la Biblia. Por una cita aislada no se puede decir que se conoce la voluntad de Dios. Hay que
aprender a contemplar el panorama hermoso de toda la perspectiva de la revelación bíblica.
JESUS ES EL CENTRO DE TODA LA BIBLIA
Otro punto importante que hay que tener muy en cuenta al usar la Biblia: Jesucristo es el centro
y la cumbre de la revelación. Toda la Biblia no es sino camino para llegar a Jesús. El es la
revelación plena del Padre. Todo va encaminado hacia El. No podemos perder nunca de vista esta

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meta. Si leemos, dialogamos o meditamos la Biblia, en último término no es sino para llegar a Jesús
y al Dios de Jesús, dejando de lado toda la multitud de ídolos que nos aprisionan. En Jesús se
encierra la meta de la humanidad nueva, la plenitud de los tiempos. El es Señor de la Creación y
Señor de la Historia. Él llegará a ser todo en todos.
Ojalá estas reflexiones nos puedan ayudar a entusiasmarnos cada vez más con la Biblia, a
estimularnos en su estudio y oración, y, sobre todo, a vivirla cada vez con más éxito dentro de
nuestras familias y comunidades.

COMUNIDADES CRISTIANAS Y ORGANIZACIONES POPULARES


Asunción, Acción, nº 118
¿Una Comunidad Eclesial de Base es lo mismo que una Organización Popular? ¿En qué se
diferencian? ¿Cómo deben relacionarse entre sí? ¿Tiene cada una su propia identidad?
A lo largo de Latinoamérica se presentan con frecuencia estas preguntas. El problema es
palpitante. La realidad de nuestro mundo es tan nueva, tan dura y tan compleja, que por todos lados
surgen nuevos tipos de organización del pueblo, tanto a escala religiosa, como sindical y política.
Hay nuevos enfoques, nuevos tanteos y, por consiguiente, nuevos problemas.
Lo peor que se puede hacer ante los nuevos desafíos es asustarse, como pasó con las Ligas
Agrarias Cristianas. Pues el miedo oscurece la vista y atonta la creatividad. Si hay prejuicios, la
reacción suele ser de freno, retroceso y encerramiento. Ante los nuevos problemas, no se trata de
buscar víctimas a quienes echarle la culpa, sino de seguir adelante, encauzando la creatividad.
LAS DOS GRANDES FUERZAS POPULARES
El pueblo latinoamericano es creyente y oprimido. Su fe y su hambre de justicia son sus dos
grandes fuerzas interiores. Los deseos de agradar a Dios y de conseguir justicia son capaces de
llevarle a acciones heroicas.
Con cierta frecuencia, fe y justicia han sido dos fuerzas opuestas entre sí, que se han anulado la
una a la otra. Me refiero a ese enfoque, tan frecuente en ambientes tradicionales, de una fe
conformista y alienada, alejada del mensaje bíblico. Pero después de la entrada de la Biblia en los
medios populares, cada vez más, fe y justicia van caminando juntas.
El despertar de la fe promueve nuevos movimientos religiosos. El despertar de la dignidad
humano pone en marcha organizaciones populares de nuevo estilo. Comunidades y organizaciones
son dos fuerzas que con frecuencia viven divorciadas. A veces van juntas, pero sin respetarse las
unas a las otras. En algunos sitios están consiguiendo coordinarse con respeto.
Intentemos reflexionar un poco sobre el modo de ser de las Comunidades Eclesiales de Base
(CEBs) y de las Organizaciones Populares (OP). Qué es lo típico de cada una y cómo debiera ser
su interrelación. No se trata de nada definitivo, sino de pistas de diálogo, lejos de los frenos del
fanatismo y los prejuicios.
En Paraguay hay pocas CEBs u OP maduras, y tienen poca relación entre sí; pero hay muchas
en proceso de formación. Pero será interesante comenzar a preocuparnos del problema. Por ahora
prescindimos de los Partidos Políticos. Abordaremos el tema en otro artículo.

SIMILITUDES Y DIFERENCIAS ENTRE CEBs Y OP


CEBs y OP tienen características comunes. Las dos están formadas por personas
pertenecientes a sectores populares con problemas comunes, pues generalmente viven cerca unos
de otros. Sus miembros son de diversas edades y diversos partidos políticos. Su estructura interna
suele ser bastante democrática y participativa. Parten de problemas reales que pretenden
solucionar. Su metodología suele ser de reflexión-acción.
Las CEBs tienen además como específico: Todos sus miembros son católicos, con deseos de
ser consecuentes con su fe. Iluminan sus problemas a la luz de la Biblia. Son una organización de
Iglesia. Buscan vivir y transmitir los valores del Reino de Dios, luchando por un mundo más justo y
fraterno. Su campo de acción básico es la parroquia. Confrontan su vida con la persona y el

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proyecto de Jesús. Se reunen para compartir y celebrar litúrgicamente su fe en Jesús y su
compromiso: su vida, sus dolores y sus triunfos.
Las OP tienen como específico, además de lo común dicho arriba: No dependen de la Iglesia:
entran en ellas creyentes y no creyentes y sus celebraciones son de tipo civil. Sus criterios de
acción son las mismas necesidades comunes de sus miembros. Buscan trabajar juntos para
mejorar su situación y defender ante el Estado o patrón los intereses de los sectores populares. Su
campo de acción normal es el barrio y a veces el gremio.
DIFICULTADES DE FUNCIONAMIENTO
Puesto que se trata de nuevas experiencias, no es de extrañar que surjan dificultades en el
desarrollo y relacionamiento de CEBs y OP. Aclaremos algunos de estos problemas. Puede que
hayan muchos más...
Las CEBs no deben limitarse a funcionar como una organización popular de cristianos. Su fin no
es luchar exclusivamente por el agua del barrio, mejoramiento de calles, hacer escuelas o
comercializar los productos básicos. Pueden hacer de todo esto, pero no son sólo eso. Peor aún es
cuando se constituyen en poder paralelo o contrario a las organizaciones populares; aunque no por
ello deben perder una actitud crítica constructiva.
Por el otro lado, las comunidades no pueden encerrarse en espacios de reflexión, sin ningún tipo
de acción comunitaria; ello sería caer en un espiritualismo desencarnado. Ni limitarse tampoco a
realizar la acción sólo en organizaciones de base. Las comunidades tienen sus propios servicios y
trabajos comunitarios, tanto de ayuda mutua entre sus miembros, como de solidaridad con
personas o instituciones fuera de la comunidad.
Por su parte, las organizaciones populares no deben actuar nunca como si fueran una institución
religiosa. Se da en ellas con cierta frecuencia una manipulación de la fe. Así pierden su identidad y
cierran la puerta a personas de otra religión o de otra ideología.
Ni la comunidad ni la organización pueden depender la una de la otra. Ninguna es un apéndice
de la otra. En este caso se cortan su libertad mutuamente y, de hecho, se frena la unión de los
pobres.
Otro error es considerar a la comunidad cristiana como un trampolín para saltar al compromiso
social o político. Según van madurando sus miembros, se van incorporando a las filas de una
organización. Así se debilitan las comunidades, por la pérdida de sus hermanos más preparados. Y
se divorcian dos espacios que deben ser complementarios.
Las OP, a veces, debido a sus prejuicios, desconfían demasiado de los movimientos de Iglesia.
Quizás han tenido experiencias negativas, pero no por eso pueden despreciar de antemano los
valores que les pueden aportar los cristianos auténticos.
En resumen: ni prejuicios, ni manipulación, sino respeto y coordinación complementaria,
desarrollando cada uno su identidad.
COMPLEMENTARIEDAD DE CEBs Y OP
Puesto que fe y hambre de justicia están íntimamente unidos en lo más profundo del ser del
pueblo latinoamericano, CEBs Y OP deben aprender a respetarse y ayudarse mutuamente. Pienso
que prescindir del aspecto religioso o del aspecto organizativo es una grave falta de respeto a la
forma de ser del pueblo.

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Pero esta relación no es nada fácil. No está claro aún cómo debe ser. ¿De forma coyuntural o
permanente, individual o colectiva? ¿Cómo garantizar la identidad y la autonomía de cada una?
¿Qué puede aportar de bueno la una a la otra? ¿Cómo se realiza todo esto en la práctica concreta
de cada día?
A la luz de la fe cristiana, está claro que los miembros de las comunidades deben participar en la
construcción de una sociedad más justa y fraterna. Cada uno debe comprometerse a fondo, según
su capacidad, en una organización popular; participar como ciudadanos, pero también como
cristianos. No para "cristianizar" la organización en la que militen, sino para hacer los aportes de
esperanza, fraternidad, reconciliación y demás características propias de la fe. Con su vida
testifican la presencia de Dios; hacen presente la luz y la fuerza de la fe, sin necesidad de hablar de
ello. En las CEBs se alimenta y se celebra la fe; en las OP se demuestra la fe en silencio.
Pero no basta con el compromiso personal. En algunos casos es preciso un compromiso
colectivo entre CEBs y OP. Se puede dar una acción conjunta en actividades específicas, como
marchas, protestas, fiestas, recaudación de fondos o cosas por el estilo. O una lucha coordinada
contra alguna injusticia, como desalojos, por ejemplo. O trabajos conjuntos tipo minga.
Las Comunidades pueden aportar a las organizaciones el fermento transformador de los valores
evangélicos para la liberación integral del hombre y de la sociedad. Y las organizaciones aportan a
las comunidades su pragmatismo, sus objetivos concretos: el aterrizaje en la realidad; y la
coordinación efectiva con otra mucha gente.
Pero todo esto sin confundir metodologías y objetivos propios. La relación debe ser de
organización a organización, respetándose mutuamente y sin perder cada uno su identidad.
Conocerse, estimarse, evaluar con sinceridad todo trabajo conjunto...
Las CEBs deben poner especial interés en la formación socio-política de sus miembros. Y, para
no crear confusiones, una misma persona no debe ocupar puesto de dirigencia al mismo tiempo en
CEBs y en OP o Partidos Políticos.
Con estos movimientos populares en marcha se comienza a construir una nueva sociedad desde
las bases. Los cauces de participación y representatividad del pueblo se van asentando y tejiéndose
lentamente desde abajo. Así se está fortaleciendo el poder alternativo del pueblo, como sujeto que
construye su propia historia.

LOS ANIMADORES DE COMUNIDADES


Asunción, Acción, nº 119
En esta serie de artículos, que pretenden ayudar a implementar la opción por las Comunidades
Eclesiales de Base, realizada en muchas diócesis y parroquias, vamos a reflexionar hoy sobre el
papel del "animador".

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Como lo dice la palabra, su oficio es "animar" la marcha de la comunidad, ayudarle a que crezca
la vida en ella. Debe ayudar a crear el ambiente propicio para que todos crezcan como personas y
como comunidad, tanto en su fe como en sus trabajos.
No es que el animador deba sentirse responsable él solo de todo esto, sino en íntima
colaboración con todos sus hermanos de comunidad.
Lo que no es un animador
Quizás detectando la parte negativa podamos comenzar a entender un poco mejor lo que debe
ser un animador de Comunidades. Estamos tan acostumbrados a soportar "jefes" mandones, que
con frecuencia queremos imitarlos. Y ello no funciona en las Comunidades. Las destroza...
No se debe confundir el trabajo del animador con el de un dirigente o presidente de una
organización. El animador no tiene que hacer nada en nombre de los demás, sino sólo ayudarles a
que cada uno cumpla su misión. El no representa a nadie; estimula a que cada hermano haga lo
que tiene que hacer. De ninguna manera está para fomentar la pasividad, la timidez o la falta de
creatividad de otros.
Su oficio no es ser voz de los que no tienen voz, sino lograr que hablen los que nunca han
hablado. El buen animador estimula permanentemente hacia un diálogo enriquecedor, en el que
pueda entrar el mayor número de personas.
No aplasta rebeldías, sino que busca un sincero crecimiento en conciencia crítica. Su misión es
de servicio y no de dirección. No está para mandar, sino para escuchar. El no tiene la última
palabra. En ningún caso debe manipular al grupo...
Jamás un auténtico animador de Comunidades puede despreciar el aporte de un hermano.
Menos aún mandarle callar o burlarse de él. El papel de dirigente orgulloso, que se cree superior a
los demás, es el polo opuesto a la vocación de servicio del animador.
Animador de la dignificación humana
El animador de las Comunidades de Base está al servicio de la dignificación humana. Cada
persona tiene características propias, dignas de ser respetadas y cultivadas.
En primer lugar, cada uno tiene sus propias ideas, dignas de ser escuchadas. Por ello el
animador ha de saber escuchar y hacer escuchar a cada miembro de la comunidad. El sabe que
Dios se manifiesta a través de los hermanos. Cada uno puede ser portador de algo de Dios. El
Espíritu puede que esté hablando a través de él. Es muy importante que el animador aprenda a ir
recogiendo el aporte de cada hermano, de forma que sea estimado como insustituible el aporte de
cada uno. La palabra de cada uno es el ladrillo que él aporta a la búsqueda comunitaria de la
voluntad de Dios en medio de su realidad.
El animador auténtico ayuda al crecimiento de las personas. Para ello, nada mejor que respetar
y sentirse respetado; así irá creciendo una fraternidad palpable y concreta. Debe conocer el nombre
de todos los miembros de su comunidad, su trabajo, sus proyectos, sus dificultades; compartir sus
alegrías y solidarizarse con sus problemas.
Contrario a todo esto sería un animador chismoso, burlón o despreciador. O el que piensa que
siempre ha de tener él la última palabra.
Animador de la fe en Jesús
Puesto que la fe en Jesús y su Palabra es el eje de la vida de las Comunidades, el papel
primordial del animador es justamente el de ayudar a crecer y madurar la fe.
En este crecimiento de la fe la Biblia es el instrumento básico. Por ello los animadores deben
prepararse debidamente para poder poner cada pasaje bíblico al nivel de sus comunidades.
Animador de trabajos comunitarios
Las CEBs deben lograr la unión profunda entre fe y vida. El análisis crítico de la realidad

EN BUSCA DE UNA NUEVA EVANGELIZACIÓN

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Asunción, Acción,
Las Comunidades Eclesiales de Base buscan y están poniendo en marcha un nuevo tipo de
evangelización. No es la única forma de evangelizar hoy, pero sí una forma auténtica de
evangelizar…
"Evangelio" es una palabra griega que significa "Buena Nueva". En la Biblia esta palabra aparece
aplicada a un contexto religioso en el Segundo Isaías en tiempo del destierro de Babilonia y
especialmente en boca de Jesús. Realicemos un recorrido rápido por estos dos ambientes
históricos, con el fin de aclarar la Evangelización que pretenden realizar las CEBs.
La Buena Nueva del segundo Isaías
Después de varios decenios de vivir desterrados en Babilonia, los jóvenes nacidos allá se sentían
abandonados por Dios. Pensaban que Yavé había repudiado para siempre a su antiguo pueblo,
enojado irremisiblemente contra él por las muchas injusticias cometidas anteriormente por los
poderosos de Judá.
Oigamos sus quejas en textos de la época: "Yavé no nos mira ya" (Is 41,27). "Yavé nos ha
abandonado; el Señor se ha olvidado de mí" (49,14). "Se han secado nuestros huesos. Se perdió
nuestra esperanza. El fin ha llegado para nosotros" (Ez 37,11). "Yavé no nos quiere..." (Dt 1,27).
"Dios ya no está en medio de nosotros..." (Dt 31,17).
Dudan, además, los desterrados de que Yavé pueda liberarlos de las manos poderosas del dios
Marduk de Babilonia. Yavé es un Dios insignificante frente al poderío del imperio que aplastaba por
entonces al mundo. ¡El imperio era mucho más poderoso que aquel puñado de extranjeros
esclavizados!
Los jóvenes nacidos en Babilonia protestan, además, porque ellos están sufriendo las
consecuencias de los pecados de sus padres: "Los padres comieron uvas verdes y los hijos tienen
los dientes destemplados" (Ez 18,1). Ellos no tienen nada que ver con las infidelidades de sus
antepasados. ¡Están sufriendo inocentemente culpas ajenas!
Ante esta realidad de desánimo sin horizontes, el joven Isaías, nacido en el destierro, siente que
tiene una muy buena noticia que dar a sus compatriotas: Dios no se ha olvidado de ellos, ni los
rechaza, sino que los invita de nuevo a volver a su tierra y ser su pueblo elegido. Isaías junior
presenta a Yavé cariñosamente cercano, y al mismo tiempo lleno de sabiduría y poder. Dios ya les
ha perdonado sus infidelidades, puesto que ellos se han reconocido pecadores y se han humillado
ante él. Ahora Yavé se les presenta sólo para consolarlos y animarlos. ¡Ya han sufrido bastante!
Ante aquel pueblo, tan hundido y desanimado, las palabras del joven Isaías suena a una total
Buena Nueva: ¡No es verdad que Dios les ha abandonado! ¡Yavé es mucho más poderoso que el
Marduk babilónico! Los ídolos de Babilonia son nada, incapaces de salvar a nadie. Pero Yavé los
quiere como una madre, como un padrino rico y poderoso, capaz de sacarles de todos sus aprietos.
Escuchemos las palabras de Yavé en boca de Isaías: "No temas nada, pues yo estoy contigo; no
mires con desconfianza, pues yo soy tu Dios, y yo te doy fuerzas; yo soy tu auxilio y con mi mano
victoriosa te sostendré... No temas, raza de Jacob, más indefensa que un gusano. Yo vengo en tu
ayuda, dice Yavé. El Santo de Israel es tu padrino (go´el)" (Is 41,10.14). "¿Puede una mujer
olvidarse del niño que cría, o dejar de querer al hijo de sus entrañas? Pues aunque se encontrara
alguna que lo pudiera olvidar, ¡yo nunca me olvidaría de ti!" (49,15). "A mis ojos vales mucho más
que Egipto... Yo te aprecio y te amo mucho; a cambio tuyo entrego muchedumbres..." (43, 4).
Esta es la Buena Nueva básica entregada a aquel pueblo hundido en el más cruel de los
desánimos. Es la hermosa noticia de que Dios los quiere y los puede liberar de sus terribles
esclavitudes. La Buena Noticia de un Dios cercano para querer y fuerte para liberar a los
despreciados y oprimidos.
La Buena Nueva de Jesús
En tiempo de Jesús la realidad del pueblo era muy dura también. Los impuestos de Roma y de
Jerusalén crujían al pueblo. Campesinos que por ello habían perdidos sus tierras pululaban
mendigando por todas partes. Como fruto de una cruel explotación y marginación, la anemia, la
suciedad y multitud de enfermedades contagiosas reinaban por doquier. Los fariseos predicaban
que el empobrecimiento y la enfermedad eran signos visibles de la Justicia del Todopoderoso. Ser
pobre y ser pecador llegó a considerarse como una misma cosa. Por eso los pobres tenían que
soportar de continuo una predicación que insistía en que ellos eran malditos de Dios, incapaces de
entrar en su Reino. Para ellos no había salvación posible.

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Ante esta miseria física, sicológica y religiosa, Jesús se presenta cercano, cariñoso, dispuesto
siempre a ayudar. A los despreciados de su época Jesús los llama bienaventurados y les promete la
entrada en el Reino de Dios.
Entonces se miraba mal a los que se dedicaban a curar a los enfermos. Puesto que la
enfermedad era considerada como castigo, no era bien visto que alguien se pusiera a cambiar la
"voluntad" de Dios. Lo cual era terrible para los enfermos. Además de los sufrimientos propios de
cada enfermedad, sufrían además el dolor de sentirse condenados por Dios y despreciados por los
creyentes en ese Dios. Pero Jesús, en contra de la mentalidad de su época, se dedica a cuidar y
curar con cariño a los enfermos. Se mezcla con la gente despreciada de su época.. Tanto, que las
autoridades le acusan de comer y beber con "pecadores". ¡Esto sí que era una Buena noticia,
totalmente Nueva para esos "pecadores"!
La Buena Noticia de Jesús era ante todo la de un Dios cercano y cariñoso, como lo es un buen
papá para con sus hijos pequeños: "Abbá" le llamaba él. Un Padre insobornablemente bueno para
con todos sus hijos, "que hace llover sobre buenos y pecadores". Un Dios que organiza una gran
fiesta cuando encuentra al hijo perdido; que sabe pagar bien al obrero de última hora; que se alegra
cuando alguien es curado en sábado.
El Dios de Jesús quiere a todos sus hijos por igual, pero de una manera especial a los
despreciados y empobrecidos. Es el Dios que ha dado a todos sus hijos la misma dignidad y lo ha
hecho todo para todos. El Padre que comparte los dolores de sus hijos, y con ello les llena de
consuelo; y que además es poderoso para sacarles de sus dificultades, y así les colma de
esperanza: el Dios de todo consuelo y de toda esperanza. Y, justamente porque es amor, es
exigente: nada le puede ofender más que el desprecio o el despojo a un hijo suyo; y no perdona al
que no perdona a un hijo suyo. Por eso, su deseo más profundo para con sus hijos es el respeto, el
servicio, el compartir mutuo: el vivir como hermanos, hijos todos de un mismo Padre.
La Buena Noticia de las CEBs
Las Comunidades Eclesiales de Base quieren ser una experiencia de vida cristiana compartida
entre pobres. Parten de la unión profunda de fe y vida popular. Y esa fe quiere ser explícitamente la
fe en el Dios de Jesús, a la luz de la Palabra.
Las Comunidades que se reducen a planteamientos meramente sociales, sin preocuparse del
crecimiento de la fe en Jesús, son como semillas a las que se les corta el germen; traicionan lo más
íntimo de su identidad, arruinando así su futuro.
Lo más característico de las CEBs es justamente su fe creciente en el Dios encarnado, metido
en lo más profundo de nuestra realidad. En las Comunidades de Base debe imperar el respeto a la
dignidad de cada persona; cada hijo de Dios tiene que poder decir su palabra y aportar su ayuda,
todos con algo que aportar. En las Comunidades debe vivirse también el compartir: que cada uno
ponga al servicio de los demás lo que es y lo que tiene. Todo ello nacido e impulsado por la fe
común en un Dios que es Padre siempre bueno para con todos, que se goza en el respeto y la
ayuda mutua de sus hijos.
En las auténticas Comunidades Cristianas los más indefensos deben sentirse protegidos; los
débiles, fortalecidos; los despreciados, acogidos con respeto. Los inútiles tienen que sentirse útiles
y los enfermos, aliviados. Los empobrecidos, los oprimidos, los aplastados, tienen que encontrar en
sus Comunidades la claridad y la fortaleza necesarias para poder seguir luchando por la vida justa a
la que les da derecho el Padre Dios.
Las Comunidades son un espacio abierto, grande como amplio es el Corazón de Dios, sin
alambrados con púas de fanatismo. En ellas se aprende a gustar de horizontes largos, en los que
se explaya la vista sin obstáculos. Creyendo en el Dios de Jesús no es posible despreciar a nadie,
ni negarse a colaborar con todo el que busca justicia, respeto, libertad y verdad.
Esta es la Buena Nueva de las Comunidades Eclesiales de Base. Es el aporte que ellas quieren
dar a nuestro mundo: la fe explícita y concreta en un Dios que se goza en el bien de sus hijos, que
es bueno para con todos y que lo ha hecho todo para todos. Viviendo como hijos de ese Padre Dios
es como se testimonia que se cree en él.

IGLESIA Y DERECHO DE PROPIEDAD

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Asunción, Hoy, 17 al 20 febrero 94

I. "No entrometer a Dios en latifundios”


Estamos viendo que algunas personas recurren a eso de lo "sagrado" del derecho de propiedad
para justificar y defender sus fortunas... Con ello se pretende entrometer a Dios en sus latifundios, y
así, con esa bendición tan sagrada, defenderse mejor de las miradas de los "envidiosos"... Y a ello
no hay derecho. Pulula por doquier una campaña de defensa a ultranza del derecho de propiedad
.limitado. Al reclamo de tierras para trabajar por parte de los sin-tierra, ellos lo tildan de sectarismo,
ideas trasnochadas, extremistas y cosas por el estilo.
Puesto que se insiste en la sacralidad de la propiedad privada, en si es pecado o no tomar
tierras ajenas y aun algunos se intentan apoyar en argumentos religiosos para defender todo tipo
de propiedad privada, me parece útil hacer un recorrido por la Doctrina Social de la Iglesia respecto
al derecho de propiedad.
En artículos sucesivos les invito a asomamos a tres momentos históricos de la Iglesia: Los
primeros siglos, Santo Tomás y los Papas actuales. Daré como un espigueo de citas respecto al
derecho de propiedad. Con ello pretendo ayudar a aclarar desde el punto de vista cristiano este
problema, tan debatido en nuestra realidad actual.
En los comienzos del cristianismo. los primeros santos, a quienes se les conoce con el
nombre de Santos Padres, fueron trazando, con rasgos enérgicos y muy precisos, la base del recto
planteamiento del problema de la propiedad.
La época en la que hablan y escriben estos santos es una época epicúrea y escéptica, con
estructuras económico-sociales de privilegios y opresiones, consideradas como lo natural y lo único
posible. Imperaba, sin controversias, el derecho romano, que consagraba la propiedad privada
como un derecho absoluto y sin límites. Oficialmente cada propietario podía disponer de sus bienes
con plena libertad, en su propio provecho exclusivo. Podía usar y abusar a su antojo, sin limitación
alguna.
En este ambiente de derecho romano, que domina a la sociedad aun hasta nuestros días, los
primeros santos cristianos se levantaron en su contra con toda claridad y valentía.
Ellos insisten en que Dios ha creado los bienes materiales para todos sus hijos. Y por ello
nadie tiene derecho a acumularlos de forma que prive a alguien de lo necesario para poder vivir
dignamente. Piensan que la tierra y todos sus bienes pertenecen a Dios. El la entregó a los
hombres para bien y utilidad de todos. Nosotros no somos dueños, sino administradores de los
bienes creados por Dios. Para los Santos Padres, si hay pobres y ricos, es porque no se cumple la
voluntad de Dios; y ello es preciso denunciarlo.
Veamos algunas palabras concretas de estos santos de los primeros tiempos. Las citas
concretas se pueden comprobar en cualquier libro especializado en la materia.
La "Didajé" o "Doctrina de los doce apóstoles" es el documento más venerable de la
antigüedad cristiana, escrito probablemente a finales del siglo primero después de Cristo. En él, al
condenar la avaricia, se insiste en que no se considere a la propiedad como algo exclusivo, pues
debe estar al servicio de todos: "No rechazarás al necesitado, sino que comunicarás en todo con tu
hermano y nada dirás que es tuyo propio. Pues si se comunican ustedes en los bienes inmortales,
¿cuánto más en los mortales?"
San Clemente de Alejandría es el iniciador de estudios de un carácter más doctrinal y
científico. Sostiene, contra quienes lo negaban, la licitud de la propiedad, pero siempre con una
dimensión social, pues las riquezas no son un bien en sí, sino medios e instrumentos para poder
vivir dignamente.
En su obra "Pedagogo", instrucción en la religión cristiana, compuesta a principios del siglo
III, afirma: "Dios dispuso nuestra naturaleza para la comunión, empenzando El mismo por repartir
de lo suyo... y haciendo todas las cosas para todos. Todas son, pues, comunes y no reclamen más
para sí los ricos. Eso de 'tengo y me sobra, ¿por qué no he de disfrutarlo?' no es ni humano ni
social. Más lindo es aquello de: "tengo, ¿por qué no repartirlo a los necesitados?"... Sé que Dios
nos ha dado la facultad del uso, pero en los límites de lo necesario. Es absurdo que uno viva en la
abundancia, mientras los demás están en la indigencia".

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San Basilio. En el siglo IV este santo desentraña, quizás como nadie antes lo había hecho,
el carácter social y comunitario de las riquezas.
"El rico dice: "¿Qué error cometo por guardar lo que me pertenece?"
Pero cuáles son los bienes que en realidad te pertenecen? Te pareces a un hombre que fue
al teatro y quería impedir que entraran los demás. Quería asistir él solo al espectáculo. Asilos ricos
se han apoderado de los bienes que por naturaleza son comunitarios. Como los ocupan primero, se
creen dueños de ellos...".
San Basilio llama directamente ladrón al que rehúsa compartir sus bienes con el necesitado.
"¿Acaso no eres avaro y ladrón cuando te apropias de lo que has recibido como administrador? ¿Es
que se va a llamar ladrón a quien desnuda al que está vestido, y va a haber que dar otro nombre al
que no viste al desnudo, pudiendo hacerlo? Al hambriento le pertenece el pan que guardas. Al
hombre desnudo le pertenece la ropa que amontonas en tu armario... La plata que guardas
enterrada es del necesitado. A tantos haces injusticia, a cuantos puedes proveer".
"¿Qué responderás al juez, tú que revistes las paredes y no vistes al hombre; tú que adornas
los caballos y desairas a tu hermano en harapos; tú que dejas pudrir el trigo y no alimentas a los
hambrientos; tú que entierras el oro y desprecias al que se angustia por la estrechez?"

II. Santos Padres frente a la propiedad


En el artículo anterior hemos visto la opinión de los santos de la Iglesia en sus comienzos
históricos. Seguimos el camino emprendido viendo la opinión a este respecto en los Santos Padres
a partir del siglo IV. Con ello seguimos auscultando el pensamiento cristiano respecto a la
propiedad, buscándolo en sus mismas fuentes.
San Juan Crisóstomo es el representante quizás más sobresaliente de la doctrina social de
los Padres de la Iglesia. Murió en el exilio, víctima de su libertad en predicar contra los abusos del
dinero y del poder.
Dice él: "Al principio, Dios no creó ricos ni pobres. No mostró tesoros en cantidad a unos,
impidiendo que los otros lo encontraran. Al contrario, dio a todos la misma tierra para cultivarla. Si
realmente la tierra es de todos, ¿cómo es posible que tengas tantas hectáreas y que tu prójimo no
tenga nada?
“Lo que pertenece al Señor pertenece a todos... ¿Quieres decirme cómo te has enriquecido?
¿De quién recibiste esta riqueza? ¿La has heredado? Y tu padre y abuelo ¿de quién la recibieron?
Así podemos continuar hasta el principio. Pero tú no has conseguido demostrar que tu riqueza sea
justa. No se puede negar que todo comenzó con una injusticia".
Dice él que los ricos avaros "alimentan perros, onagros, osos y otras clases de fieras,
mientras dejan que el hombre se muera de hambre. Estiman en más el animal extraño que al de su
propia especie. Tienen en menos al de su propia familia, que a la que no es ni les toca nada".
Lo peor, según este santo, es que estas injusticias las perpetran gente que se llama cristiana.
"No digas: me es imposible mirar a los demás; pues, si eres cristiano, lo imposible es no hacerlo...
No ultrajes a , Dios. Si dices que el sol no puede alumbrar, lo ultrajas. Si dices que el cristiano no
puede servir, ultrajas a Dios y le haces mentiroso".
San Ambrosio. Este abogado romano convertido al cristianismo, con gran experiencia
política y jurídica, hizo una viva elaboración de los aspectos sociales de la justicia a la luz de!
mensaje de Cristo, acentuando especialmente el carácter comunitario de la propiedad.
Tiene un libro completo dedicado al campesino Nabot, del que se habla en la Biblia en 1
Reyes, 21. En él desarrolla el lema de los latifundios. Conozcamos un poco sus palabras:
"La historia de Nabot, vieja ya en el tiempo, en la práctica es de todos los días. ¿Qué rico no
ambiciona diariamente lo ajeno? ¿Cuál de los magnates no pretende arrebatar al pobre su parcela y
expulsarlo de !a tierra de sus antepasados? ¿Quién se contenta con lo suyo?... No es Nabot el
único pobre asesinado; todos los días se repite su sacrificio; todos los días se mata al pobre...
¿Hasta dónde, ricos, van a estirar su codicia insensata? ¿Son ustedes, acaso, los únicos habitantes
de la tierra?... ¿Por qué reclaman para ustedes solos la posesión del mundo? La tierra fue creada
en común para todos, ricos y pobres. ¿Por qué ustedes los ricos se atribuyen el derecho exclusivo

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del suelo?... Tienen como injuria el que un pobre tenga algo... Para todos fue creado el mundo, que
unos pocos ricos se esfuerzan por acaparar...".
"¿Porqué, rico, desprecias al pobre? ¿No has sido concebido y has nacido como él?...
Ustedes, los ricos, se enorgullecen del tamaño de sus palacios. Deberían avergonzarse.
Revisten sus paredes y despiden a los pobres... El pueblo tiene hambre, y ustedes cierran
sus graneros. El pueblo clama, y ustedes presumen de sus joyas. Desdichado el que tiene medios
para librar tantas vidas de la muerte y rehúsa hacerlo. Con las piedras preciosas de un solo anillo de
ustedes se podría salvar la vida de mucha gente".
La conclusión de este jurista convertido es tajante: "El Señor nuestro Dios quiso que esta
tierra sea posesión común de todos los hombres. Sus frutos deben servir para todos. La avaricia es
la que ha engendrado el reparto de las propiedades... La naturaleza engendró el derecho común; el
uso estableció el derecho privado".
San Agustín. Con él alcanza su máximo esplendor la doctrina social de los Padres de la
Iglesia. Afirma él que todo lo que no sea necesario para vivir dignamente es aje no y, por
consiguiente, hay que entregarlo a su propio dueño, que es el necesitado. "Quizás adquiriste
injustamente lo que tienes; quizás eso mismo -el tenerlo- es injusto; porque tu tienes y el otro no; tú
abundas y el otro está en la penuria".
"Mide tu necesidad por la del pobre, pues los dos son iguales; no finjas necesidades
exquisitas...Los bienes superfluos de los ricos, son los bienes necesarios de los pobres.... Es como
un fraude no dar lo superfluo al indigente... No desprecies a nuestro Dios necesitado en el pobre".
"Tal vez dices ¿a mí qué me importa? ¿He de darle yo de mi dinero para que no sufra? Si te
responde esto tu corazón, no habita en ti la caridad del Padre. Si no habita en ti la caridad del
Padre, no eres nacido de Dios. ¿Cómo te podrás gloriar de ser cristiano? Tienes el nombre, pero no
tienes los hechos".
San Cirilo de Alejandría, ya en el siglo V, dice: "El que reserva y acumula insaciablemente,
acaba con un montón de gusanos en las manos...". "La riqueza retenida sólo para una persona es
riqueza inicua".
San Gregorio Magno, a finales del siglo VI, afirma:
"Debemos darnos cuenta de que la tierra es común a todos. Por tanto, no son inocentes los
que reclaman sólo para ellos lo que es un don de Dios para todos. Los que no reparten, lo que
tienen, son causa de la crueldad y muerte de sus prójimos, ya que todos los días matan a-cuantos
mueren de hambre, en cuanto les niegan socorro, acumulando riquezas para sí mismos. Cuando
damos a los pobres lo que necesitan, les estamos devolviendo una deuda de justicia, más que
realizando una obra de misericordia".
Los Santos Padres, o sea, los primeros santos del Cristianismo, afirman, pues, con claridad
que Dios es el dueño. absoluto de todas las cosas y él ha destinado todos los bienes de la tierra
para todos y cada uno de sus hijos. Por ello todos los seres humanos tienen un derecho
fundamental y solidario sobre el conjunto de dichos bienes.
Ellos admiten la propiedad privada. Pero bajo ningún aspecto en sentido absoluto ni
'individualista. Para ellos el derecho de propiedad privada está fuertemente condicionado por su
índole comunitaria. Lo que pide el derecho natural es que todos los bienes de la tierra sirvan par el
uso común de todos y lleguen efectivamente a todos y cada uno de los hombres y mujeres de este
mundo.
Además, ellos limitan la propiedad a lo necesario para poder vivir dignamente. Por ello
consideran antihumano y anticristiano el vivir en la abundancia mientras la mayoría padece
necesidad. Y consecuentemente ven como fruto de un despojo la acumulación de riquezas; y
califican de "injusto" y "ladrón" a quien retiene como propio más de lo necesario para vivir
dignamente. Dará los necesitados lo que honradamente sobra no es mera obra de caridad o de
misericordia, sino estricto deber de justicia; es restituir lo robado a sus propios dueños.
A los poderosos estas ideas les parecerían absurdas e impracticables. Pero así pensaban los
santos de los primeros siglos del cristianismo... Y ese mismo camino ha recorrido repetidas veces la
Iglesia, como veremos en nuevos artículos.

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III. Santo Tomás y el derecho de propiedad
A veces se recurre a Santo Tomás de Aquino (s. XIII) para justificar el derecho al uso y al
abuso de la propiedad. Su doctrina ciertamente es muy importante. Pero no hay nada en ella que dé
pie para justificar la acumulación de la propiedad en manos de unos pocos.
El mismo se plantea la pregunta de si el hombre puede tener propiedad privada. Su respuesta
es:' "Compete al hombre respecto a los bienes exteriores el uso o disfrute de los mismos y en
cuanto a esto no debe tener el hombre las cosas exteriores como propias, sino como comunes, de
modo que fácilmente dé participación en ellas a los otros cuando las necesitasen...".
Según Tomás, la propiedad privada no va contra el derecho natural, justamente porque todos
necesitamos poseer ciertos bienes para poder vivir dignamente. Por ello, el que tiene más de lo
necesario ha de estar dispuesto a compartirlo con quien se halle en necesidad. Y puesto que el
derecho humano no puede estar en contra del derecho divino, nadie puede refugiarse en el derecho
de propiedad para dejar sin nada a otras personas. Tan evidente es esto para Tomás que llega a
afirmar: "En la necesidad, todas las cosas son comunes".
Por eso concluye así: "El usar de las cosas ajenas tomadas ocultamente en caso de extrema
necesidad hace nuestro lo que tomamos para sustentar nuestra propia vida. En el caso de una
necesidad semejante también se pueden tomar clandestinamente las cosas ajenas para socorrer al
prójimo indigente".
Por consiguiente, según Santo Tomás, el que tiene propiedades de más debe ayudar al que
no tiene ningún tipo de propiedad, para que así pueda vivir dignamente. Pero si no consigue lo
necesario para vivir, el pobre puede apoderarse de lo que necesite, sin que ello se pueda considerar
como robo. Y los demás hermanos le deben ayudar en esta tarea.
Estos principios de Santo Tomás de Aquino llevan a un concepto de propiedad muy distinto
del que elaboró el derecho romano en términos rígidamente exclusivistas y que tanta influencia
ejerció en las modernas legislaciones posnapoleónicas, incluida la paraguaya.
A la luz de estos principios tomistas habría que reflexionar hoy sobre los derechos de los
campesinos sin tierra, que la necesitan vitalmente para cubrir sus necesidades más elementales,
mientras otros tienen tierras superfluas destinadas a la especulación. Lo mismo hay que decir
respecto a los sin-techo, que pululan por los bañados buscando un rincón donde poder sobrevivir.
Según Santo Tomás no se puede llamar robo a la ocupación de tierras baldías por parte de
personas que tienen extrema necesidad de ellas..., ya que Dios hadado como don la tierra para que
la disfruten todos sus hijos. Nadie puede apoyarse en el "derecho de propiedad" para dejar a otros
seres humanos sin ningún tipo de propiedad.
Si la doctrina del doctor máximo de la Iglesia es tan claraen este punto del derecho de
propiedad, ¿por qué, entonces, existen actualmente cristianos que defienden como sagrado el
derecho de propiedad absoluto? Sencillamente porque viven hoy con un siglo de atrasó. La doctrina
de la Iglesia en ese punto ha sido siempre constante menos a comienzos del siglo pasado, donde,
debido a circunstancias históricas muy difíciles, se obscurecieron sus principios.
Hasta mediados del siglo XVIII los moralistas siguieron sustancialmente fieles a la doctrina
tomista sobre la propiedad. Pero desde esa fecha se empieza a advertir una confusión, que llega a
su cumbre en la primera mitad del siglo XIX. En el siglo pasado la Iglesia se encontró entre dos
fuegos. Por un lado, la ideología liberal individualista, que enarbolaba el principio del derecho de
propiedad con alcance absoluto. Por otro lado, va tomando cuerpo y fuerza el socialismo,
especialmente el de inspiración marxista, que se declara ateo y enemigo de la propiedad privada.
Ante estos dos fuegos, más asustada por el segundo, la Iglesia se puso en actitud de defensa.
Los teólogos se mostraron propensos a aceptar el capitalismo de la época y el consiguiente
dominio individualista y exclusivo de la propiedad privada, sin precisar convenientemente su sentido
y sus límites. Se estancan en discusiones juridicistas, dejando fuera de su ángulo de visión los
problemas concretos del pueblo y los campesinos. Hacen sus reflexiones desde Europa y para
Europa, desde el poder económico y para el poder económico. Así se llega a dar una cuasi
identificación entre propiedad y dominio individual de los bienes materiales. Y se da por bueno el
orden establecido, sin cuestionarse el sentido de la propiedad y de sus formas.
El profesor Luigi Taparelli (1793-1862) fue el ideólogo que hizo entrar en amplios sectores de
la Iglesia la doctrina de que el derecho de propiedad es de derecho natural. El papa León XIII fue
discípulo suyo y reflejó este parecer en sus primeras actuaciones. Pero al final de su vida fue

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cambiando de opinión y en su encíclica Rerum Novarum dio ya otro enfoque distinto al problema. Y
a partir de él sigue toda una serie de papas que en carrera ascendente van volviendo al concepto
bíblico tradicional de derecho de propiedad para todos, con un acento cada vez más marcadamente
social.

IV. Los Papas actuales y el derecho de propiedad


Cuando León XIII llegó al papado (1878) reinaba por doquier la figura burguesa del derecho
de propiedad privada con carácter absoluto e ilimitado. Y en aquel ambiente, la Iglesia, como
reacción contra el socialismo naciente, se dejó inficionar por el concepto de que la propiedad es
sagrada aún" en el caso de ser ilimitada. Pero el nuevo Papa forcejeó al final de su vida para dejar
un camino abierto hacia el futuro cuando afirmaba en su encíclica Renun Novarum que hay que
procurar "que sean muchísimos los propietarios".
Cuarenta años más tarde. Pío XI insistía en que se deben evitar las gravísimas
desigualdades existentes "entre unos pocos fabulosamente ricos y la multitud innumerable de los
necesitados".
Pío XII, pocos años después, remacha aquello de "propiedad para todos":
"La Iglesia se opone a la acumulación de bienes en manos de relativamente pocos súper-ricos,
mientras que amplios sectores del pueblo están condenados a un pauperismo y a una condición
económica indigna de seres humanos".
El Vaticano II (1965) plantea con claridad la función social de la propiedad: "A la autoridad
pública toca impedir que se abuse de la propiedad privada en contra del bien común. La misma"
propiedad privada tiene, por su misma naturaleza, una índole social cuyo fundamento reside en el
destino común de los bienes".
"En muchas regiones económicamente menos desarrolladas existen posesiones rurales
extensas y aún extensísimas mediocremente cultivadas o reservadas sin cultivo para especular con
ellas, mientras que la mayor parte de la población carece de tierras o posee sólo parcelas
irrisorias..." Para remediar este mal, el Concilio agrega a continuación:
"Son, pues, necesarias las reformas que tengan por fin... el reparto de las propiedades
insuficientemente cultivadas en favor de quienes sean capaces de hacerlas valer. En este caso
deben asegurárseles los elementos y servicios' indispensables..."
Juan Pablo II, en su discurso de Oaxaca (México, 1979), tuvo palabras claves sobre el
derecho de propiedad:
"La Iglesia defiende, sí, el legítimo derecho a la propiedad privada, pero enseña con no
menos claridad que sobre toda propiedad privada grava siempre una hipoteca social, para que los
bienes sirvan al destino general que Dios les ha dado. Y si el bien común lo exige, no hay que dudar
ante la misma expropiación, hecha en la debida forma".
En su discurso a los participantes de la conferencia mundial para la reforma agraria (julio 79),
les dijo que "en el estado actual de las cosas, dentro de cada país tiene que preverse una reforma
agraria que implique una reorganización de la propiedad de la tierra y la asignación del suelo
productivo a los campesinos de forma estable y con disfrute directo...”
Y en su discurso en Recife en 1980: "La tierra es un don de Dios, don que El hizo a todos los
seres humanos... No es lícito, portante, porque no es conforme con el designio de Dios, usar este
don de modo tal que sus beneficios favorezcan sólo a unos pocos, dejando a los otros, inmensa
mayoría, excluidos. Más grave es aún el desequilibrio y más insultante la injusticia que trae consigo,
cuando esa inmensa mayoría se ve condenada por eso mismo a una situación de escasez, de
pobreza y de marginación...".
"El mismo derecho de propiedad, de suyo legítimo, debe, en una visión cristiana del mundo,
cumplir con su función y observar su finalidad social. Así, en el uso de los bienes poseídos, el
destino general que Dios les dio y las exigencias del bien común han de prevalecer sobre las
ventajas, comodidades y, a veces, incluso necesidades no primarias de origen privado".
En su encíclica Centesimus Annus, de hace pocos años, se insiste en el carácter del derecho
de propiedad. "Dios ha dado la tierra a todo el género humano para que ella sustente a todos sus

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habitantes, sin excluir a nadie ni privilegiar a ninguno. He aquí, pues, la raíz primera del destino
universal de los bienes de la tierra" (No 31).
Por ello afirma que la posesión de la tierra "resulta ilegítima cuando no es valorada o sirve
para impedir el trabajo de los demás (No 43). "No se puede disponer arbitrariamente de la tierra
sometiéndola sin reservas... como si no tuviera una fisonomía propia y un destino anterior dados por
Dios, y que el hombre puede desarrollar ciertamente, pero no debe traicionar" (N° 37).
En su visita al Brasil, en octubre de 1991, ha vuelto el Papa con insistencia sobre el mismo
tema. Dijo en San Luis:
"Los bienes de este mundo fueron creados por Dios para provecho de todos. La propiedad
privada, importante y necesaria, incluso la de la tierra, debe estar al servicio de esa finalidad
original, y de ningún modo impedirla... Es misión del Estado asegurar un sistema justo de
distribución de las tierras, y a la vez garantizar el derecho de todos a que se reconozca tanto su
capacidad como el rendimiento de su propio trabajo”.
Y en Cuiabá: "El emigrante sueña con una parcela de tierra donde establecerse, ya sea en el
campo, ya en la ciudad. Pero es muy difícil que la encuentre. O porque el emigrante no posee
condiciones técnicas o financieras para comenzar una nueva vida; o porque los grandes latifundios,
a veces improductivos, no le permiten tener acceso a la tierra para trabajarla. Así, el emigrante
entra en un círculo vicioso de difícil solución".
Hace poco, en su mensaje de Cuaresma de 1992, titulado "Llamados a compartir la mesa de
la creación", comienza diciendo que "la creación e' para todos", pues Dios "invita a todos sin
excepción... a la mesa de la creación". Por eso se queja de que "la tierra con todos sus bienes... en
muchos aspectos está todavía, por desgracia, en manos de unas minorías... Resulta doloroso
constatar cuántos millones que dan excluidos de la mesa de la creación".
Refiriéndose a Latinoamérica dice "Cinco siglos de presencia del Evangelio en aquel continente
no han logrado aún una equitativa distribución de los bienes de la tierra; y ello es particularmente
doloroso... La situación de estos hermanos nuestros clama la justicia del Señor. Por consiguiente,
se ha de promover una generosa y audaz reforma de las estructuras económicas y de las políticas
agrarias, que aseguren el bienestar y las condiciones necesarias para un legítimo ejercicio de los
derechos humanos de los grupos indígenas y de las grandes masas de campesinos que con tanta
frecuencia se han visto injustamente tratados... Debemos esforzamos con todo empeño y sin
dilaciones para que ocupen el puesto que les corresponde en la mesa común de la creación".
Hemos hecho un rápido recorrido por la doctrina social de la Iglesia acerca de la propiedad. Y
creemos que queda claro que, desde el punto de vista cristiano, de ninguna manera el derecho de
propiedad justifica la acumulación de bienes mientras existan otros hijos de Dios a los que les falta
lo necesario para vivir dignamente. La propiedad es sagrada en la medida en que alcanza para
todos. Pero la propiedad acaparadora no tiene nada de sagrada: es maldita.
Si pretendemos seguir llamándonos cristianos no hay más remedio que cambiar de
mentalidad y demostrarlo en nuevas actitudes, creativas y audaces, con el fin de que los bienes de
la creación lleguen eficazmente a todos los seres humanos. En caso contrario, no nos atrevemos a
manipular la fe cristiana para justificar mentalidades y realidades que no tienen nada que ver con el
mensaje de Jesucristo y la doctrina social de la Iglesia.

ECUMENISMO
Asunción, Última Hora, 20 nov. 99
El fanatismo y la intolerancia pululan por doquier. En dirección contraria, soplan vientos de
democracia y ecumenismo. Las dos capas de aire normalmente se superponen, a alturas diferentes
y distancia tolerante. Pero con frecuencia se rozan chisporroteantes las dos fuerzas. Y a veces
chocan con fanática violencia. En estos tiempos de tensiones, de chispas y de choques, creo que
será bueno intentar aclararnos un poco qué es y qué no es ecumenismo.
Ecumenismo es un "movimiento de aproximación y de convivencia de las grandes religiones".
Cada una se desarrolla con sinceridad, respeta de corazón a las demás y colabora con ellas en
diversos campos religiosos y sociales. No se trata de mezclarlo todo, sino de ser con autenticidad lo

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que se es y dejar ser a los demás; ser cada uno consecuente con su fe, y proclamarla con claridad,
pero sin despreciar a nadie.
El ecumenismo se desarrolla, desde lo más cercano hacia fuera, en círculos concéntricos.
El primer círculo ecuménico se desarrolla entre los que creemos en Cristo. Dice el Concilio
Vaticano II: " En este movimiento de unidad, llamado ecuménico, participan los que invocan al Dios
Trino y confiesan a Jesucristo como Señor y Salvador... Ante un mundo roto y deseoso de unidad
es necesario proclamar con gozo y fe firme que Dios es comunión, Padre, Hijo y Espíritu Santo,
unidad en la distinción, el cual llama a todos los hombres a que participen de la misma comunión
trinitaria".
La fe en la Trinidad, manifestada en Cristo, nos impulsa a los cristianos a ser ecuménicos.
Creemos en un Dios que no se encierra en la unicidad de una sola persona, rígida, uniforme y
dictatorial. Dios se manifiesta en la fecundidad de una familia formada por tres personas distintas,
que se respetan en su diversidad y se complementan en un amor perfecto.
"Entre la Iglesia católica y las otras Iglesias y Comunidades eclesiales existe un esfuerzo de
comunión que tiene su raíz en el Bautismo administrado en cada una de ellas". El bautismo es la
puerta de entrada al ecumenismo. La fe en Jesús y en el Dios de Jesús debe ser la fuerza que nos
obligue a mantenernos unidos, a pesar de las diferencias que nos separan a las Iglesias cristianas.
Y el esfuerzo de mantenernos en este movimiento de aproximación y convivencia "se alimenta
mediante la oración, el diálogo y la acción común", especialmente en el compromiso con los
pobres, ya que todos confesamos que Jesús vive en ellos.
Un segundo círculo ecuménico se extiende al pueblo judío. "En la historia de la salvación es
evidente nuestra especial relación con el pueblo judío. De ese pueblo nació Jesús, quien dio
comienzo a su Iglesia dentro de la Nación judía. Gran parte de la Sagrada Escritura que los
cristianos leemos como palabra de Dios, constituye un patrimonio espiritual común con los judíos"
(Ecclesia in América, 50). Superando nuestros escandalosos errores históricos, debemos expresar
una profunda estima por el pueblo judío, de forma que lleguemos alguna vez a ser "bendición los
unos para los otros". Compartimos con ellos muchos ideales y esperanzas: "la Ley y los profetas".
Es mucho más lo que nos une que lo que nos separa.
En un tercer círculo están los musulmanes, que, "como los cristianos y los judíos, llaman a
Abraham, padre suyo. Este hecho debe asegurar que en toda América estas tres comunidades
vivan armónicamente y trabajen juntas por el bien común" (Ecclesia in América, 51).
En el cuarto círculo entran todas las religiones y todos los hombres y mujeres de buena
voluntad. "Los católicos rechazan como extraña al espíritu de Cristo toda discriminación o
persecución contra las personas por motivos de raza, color, condición de vida o religión... Las
personas de creencias diversas deben sentirse movidas, precisamente por su adhesión a las
mismas, a trabajar juntas por la paz y la justicia" (Id).
"Trabajar juntos por la paz y la justicia", he aquí el alimento y primera meta del ecumenismo.
Ha dicho el Papa hace unos días en Nueva Delhi: "El mundo sólo se transformará si los
hombres y mujeres de buena voluntad y de todas las naciones aceptan de verdad que el único
camino posible para la familia humana es el camino de la paz, el respeto mutuo, la comprensión y el
amor, y la solidaridad con quienes la necesitan".
Las meras discusiones ideológicas jamás nos unirán. Este "mundo roto" nos espolea a
aprender a respetarnos y darnos las manos, sin fanatismos ni rencores. Ante la actual invasión
creciente de materialismo, drogas y sexo sin freno, miseria creciente de la mayoría y "pinzas" cada
vez más sofisticadas de engaño y opresión, todos los que creemos en Dios, bajo el nombre que
sea, estamos obligados a inyectar espíritu en este cuerpo, tan gravemente enfermo. En medio de
esta asfixia religiosa y este caos ético, necesitamos el aire fresco de la fe, fe en el Dios de la vida,
de la luz, del crecimiento y el respeto.
Las semillas del Dios del amor están activamente presentes en todas las culturas y religiones
del mundo. Y en todos los que viven en honda con Dios, secundando su acción constructiva de
fraternidad.
Dios no es fanático, ni cuadriculado. Donde hay respeto, justicia y crecimiento en humanidad,
ahí está él presente. No le importa cómo lo llamen. Lo importante es vivir consecuentemente con
esta fe …

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NUEVOS PARADIGMAS Y TEOLOGÍA

Asunción, Acción, nº 207, sept. 2000

1. NUEVOS PARADIGMAS

En pequeños artículos sucesivos voy a intentar ir resumiendo artículos


actuales acerca del tema de nuevos paradigmas y teología. Para ello me
apoyo principalmente en Pedro Trigo, un jesuita venezolano, cuyas
palabras uso con la libertad de la amistad.
Empecemos por ver cuáles son algunos de estos nuevos paradigmas.

1 Mundialización del Occidente


La novedad más obvia de esta época es la mundialización del
Occidente supradesarrollado, que ha penetrado hasta el último rincón
del planeta, configurándolo en función de sus intereses y marginando de
su dinamismo a lo que no le interesa. Por medio del avasallamiento y la
fascinación, triunfa por completo su sistema, que campea en solitario sin
que exista ningún contendor que le haga sombra ni pueda medirse con
él.

2. Simultaneidad virtual
La novedad más cotidiana es que el espacio ya no es función del
tiempo, puesto que existe la simultaneidad virtual. La política, el
deporte, la guerra, el arte, la vida "íntima" de los famosos, son ofrecidos
al consumo masivo como espectáculos. Los grandes accionan, y los
pequeños los ven y los aplauden o vituperan, pero los incluyen en sus
vidas y en cierto modo giran a su alrededor.
Los que están arriba viven la simultaneidad como interlocución,
tanto para llevar proyectos conjuntos de investigación, como para la
toma de decisiones económicas o políticas con todos los datos a la
mano, incluso mancomunadamente. Su horizonte vital es toda la tierra,
no sólo para invertir o para pasar unas vacaciones o para rodearse de
objetos o consumir productos de cualquier sitio, sino incluso para vivir.

3. Ver la tierra desde fuera


La novedad más apasionante es la salida de la tierra, la llegada a
otros planetas, la orbitación, la apertura al espacio intergaláctico. Desde
la sensación de que habitábamos en un disco plano que flotaba sobre las
aguas, a la comprobación de la forma esférica de la tierra y más aún su
circunnavegación que equivalía a tomarle la medida, y posteriormente,
casi ayer, al vuelo a vista de pájaro de los aviones, se ha pasado a ver la
tierra desde fuera, a verla como estábamos acostumbrados a ver a los
otros planetas. Quien puede ver la silueta de la tierra no pertenece a ella
del mismo modo que el que vive pegado a su suelo.

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Muy pocos han orbitado la tierra y han tenido estas emociones. Pero
virtualmente son millones los que desde la intimidad de sus casas han
podido experimentar parecidas sensaciones. Y esas imágenes se
proyectan en múltiples ocasiones y generan un imaginario
absolutamente nuevo. Y la ciencia ficción prosigue imaginativamente la
exploración del espacio y de la vida social y los conflictos humanos a los
que podría dar lugar.

4. La tierra como sujeto del que la humanidad forma parte


La novedad más entrañable de esta época que se abre es la
percepción de la tierra como un sistema de sistemas autorregulado, es
decir, como un verdadero sujeto, como un ser viviente que no sólo
contiene vivientes sino que los engendra y nutre. La tierra se nos
aparece como un animal formidable, lleno de energía y perfección, pero
a la vez muy sensible y vulnerable. La destrucción de especies vivas, la
tala salvaje de bosques y el envenenamiento del aire y del agua son
hechos sistemáticos innegables.

5. Producir seres vivos, incluidos los humanos


Sin embargo la novedad más radical tiene que ver con la genética,
que está descifrando los códigos genéticos de los seres vivos, incluidos
los humanos. Este descubrimiento entraña la capacidad de producirlos
artificialmente y de perfeccionarlos o degradarlos. La vida no deja de ser
un misterio porque se estén inventariando sus códigos. Pero lo es de un
modo distinto, y sobre todo cambia la relación con ese misterio. Ya que
se lo puede secundar o profanar de un modo mucho más íntimo.
Lo que está en juego es si nos inclinaremos por la vertiente positiva
de la ingeniería genética que busca únicamente corregir desperfectos y
optimizar lo que existe, o si nos abocaremos a la construcción de
monstruos.
Lo paradójico y aun contradictorio de esta novedad tan decisiva y
trascendente es que su modo de producción es privado. Decisiones que
incumben a la humanidad de un modo tan radical se toman en
laboratorios de empresas privadas. Eso implicaría que la suerte de la
humanidad estaría en función de los intereses particulares de muy pocas
personas.

6. Concentración del saber, el dinero y el poder en poquísimas


manos
Esto pone al descubierto la novedad más peligrosa, que es la
concentración de saber, riqueza y poder en un número muy reducido de
países y en muy pocas personas dentro de ellos. En realidad el sujeto de
esta figura histórica son las compañías trasnacionales. Ellas han logrado
mediatizar casi completamente a las instancias políticas. Eso significa
que lo público queda reducido a la mínima expresión y que lo decisivo se
juega privadamente. Así es como la democracia está cada vez más vacía
de contenido.
Es necesario un ente mundial que pueda dictar políticas acordes con
esta realidad, un ente que representara realmente a la humanidad en su
conjunto y que se hiciera cargo de los requerimientos de la vida en el

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planeta. Para que ese ente cumpliera a cabalidad su cometido sería
preciso el concurso de una opinión pública no mediatizada, informada y
responsable. Sería imprescindible que los científicos y técnicos pudieran
tener una voz propia, y que multitud de organizaciones de interés social
terciaran en la discusión haciendo valer sus observaciones y propuestas.
Y tendrían que existir Estados verdaderamente representativos de sus
respectivos pueblos, gestores de su futuro.

2. DOS REACCIONES ANTE LOS PARADIGMAS ACTUALES

Los inmensos avances modernos progresan en un ambiente caótico


de individualismo: quienes toman las decisiones no son entidades
representativas, sino un grupo mínimo de grandes compañías
trasnacionales. El resultado es una humanidad profundamente dividida y
perturbada. Este modo de producción reinante, a la vez que globaliza
sus producciones, somete, empobrece y aun excluye a la mayoría de las
personas. Ha roto el equilibrio de la tierra y ha herido el corazón de la
humanidad...
Se dan dos reacciones opuestas ante este traumatizante y
mortífero trastorno universal.
La primera reacción es de encerramiento en agrupaciones
fuertes que den sentido y cohesión, generalmente centradas en
religiones fundamentalistas, intentando llenar los vacíos de
insatisfacción dejados por las multinacionales. Sus devotos principales
son los que nada tienen para ofertar en el mercado, ni para comprar en
él. Su fundamentalismo, como índice de su insatisfacción, va en
aumento y, aunque se lo pretenda minimizar ignorándolo y
satanizándolo, es una característica típica de esta época.
La otra reacción busca una alternativa superadora, incorporando
una serie de bienes culturales de la modernidad, pero
complementándolos y corrigiendo sus carencias y absolutizaciones. Esta
reacción se expresa en la cultura de la democracia, la de los derechos
humanos y la de la vida.
La cultura de la democracia se basa en la superación de la
cultura centrada en el individuo, construyendo una cultura dialógica, que
parte del reconocimiento del otro y el establecimiento de un campo de
interacciones que dé lugar a cuerpos sociales internamente
diferenciados y mutuamente referidos.
La cultura de los derechos humanos incluye el reconocimiento
de los respectivos deberes y la puesta en marcha de procesos para
validarlos progresivamente. Se trata de procesos complejos y
polifacéticos, en búsqueda de caminos reales y no meras declaraciones
de principios. La piedra de toque de que se trata de veras de derechos
humanos, y no sólo de unos pocos, es que los pobres sean los sujetos
privilegiados de esos derechos. Esto significa la tendencia real a la
inclusión, que es una tendencia frontalmente opuesta a la dirección
insolidaria que prevalece en la figura histórica actual.
Esto es más claro aún si tomamos en cuenta la cultura de la vida.
La tierra no resiste la terrible presión depredadora y suicida a la que la

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estamos sometiendo. La cultura de la vida no tiene que ver con la
adoración al cuerpo y a la juventud, que son más bien expresiones de la
absolutización del individuo. Vivir es inseparablemente convivir: recibir y
dar vida.
En la lógica del mercado el punto de vista absoluto en los
intercambios es el beneficio del propio sujeto. En la lógica de la cultura
de la vida la realización del individuo está en la plenitud de las
relaciones en el seno del conjunto. A nivel estrictamente humano estas
relaciones toman la forma de la reciprocidad de dones.
Como el sistema de la vida es limitado, la participación exige una
gran creatividad para que quepamos todos. Desde la pertenencia a ese
nosotros que es la humanidad y la vida, la realización personal arranca
de experimentar cada uno la vida en la polifonía de dimensiones y
ritmos; toma la forma de la simpatía y de la compasión, por las que uno
disfruta de que otros vivan y se duele de lo que hay de menoscabo en
otras vidas; y contribuye con su imaginación creadora y con su trabajo a
crear configuraciones en las que la vida pueda tener más posibilidades
para el conjunto y más calidad para cada uno.
Es claro que la cultura de la democracia, la de los derechos
humanos y la de la vida son tres aspectos de una única cultura. El
respeto a todo lo que existe, y más en particular a todos los seres vivos,
tiene su punto máximo de aplicación e intensidad en el respeto a cada
uno de los seres humanos por el hecho de serlo. Si no se acepta en la
práctica el carácter no utilitario de cada ser humano, y por tanto no se
renuncia a instrumentalizarlo para mis objetivos privados, nunca
llegaremos a respetar a los demás seres vivos.
Al colocar en primer lugar al ser humano de carne y hueso, incluida
su condición de ser vivo y su pertenencia a la tierra, pero no menos su
capacidad de palabra, su reconocimiento, su apertura ilimitada, se abre
la dimensión rigurosa de misterio, de trascendencia. Y aflora la religión,
no ya en su vertiente fundamentalista, sino como religación
personalizadora que acaba en la donación de sí mismo.
El afloramiento de la razón simbólica y de la religación religiosa no
fundamentalista habría que entenderlo como la coronación de esa
cultura que se manifiesta como de la vida, de la democracia y de los
derechos humanos. Esta cultura es ciertamente alternativa a la figura
histórica vigente.
Ambas reacciones, la reactiva de encerramiento y la superadora,
forman parte integral de esta época, de su complejidad y de sus
posibilidades humanizadoras.

3. ¿QUIÉNES SON LOS RESPONSABLES


DE LA TÉCNICA DEL FUTURO?

Hoy en día, la técnica está en capacidad de convertir a toda


la tierra en un Edén o de envenenarla y volverla inhabitable...
Está en camino de desplazar colonias humanas en el espacio. Puede
en cierto modo independizarse de la tierra, no sólo porque puede crear
microclimas como los de la tierra, sino también porque puede producir

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naturaleza viva como hábitat y como alimento. Su acción productora
llega hasta la posibilidad cercana de producir seres humanos, y
naturalmente la de engendrar monstruos también.
Estas capacidades de la acción humana, hasta hace poco
insospechadas, renuevan por completo el imaginario humano, que se
puebla de mundos de fantasía, pero más todavía de pesadillas de
guerras galácticas, de inviernos atómicos y de todo tipo de monstruos. El
ser humano ha liberado fuerzas colosales que no sabe si será capaz de
controlar, tanto desde el punto de vista técnico como de sus deseos y de
su voluntad de poder. Esta época se inicia, pues, con unas posibilidades
inéditas, gracias al avance de la ciencia y de la técnica.
La tremenda incógnita es quién es el responsable de tantas
posibilidades. Por un lado, los científicos que conciben y experimentan;
por otro, los técnicos que diseñan, producen y controlan los aparatos;
pero además están los que aportan las sumas astronómicas que son
necesarias para estos procesos complejos y costosos.
Los científicos tienen una relativa autonomía, pues suyas son las
ideas y sin ellas de nada sirve todo el dinero del mundo. Pero en el modo
de producción actual, en el que la propiedad privada es un principio
absoluto, quienes financian a los cerebros y a los técnicos son en
definitiva quienes se pueden considerar como los dueños de los
inventos. Al principio del proceso eran los Estados quienes comandaban
el proceso y todavía en gran parte es así; pero cada vez más son las
grandes empresas trasnacionales las que en combinación con las
universidades, casi siempre privadas, establecen las reglas de juego.
¿Qué capacidad de decisión tiene la humanidad respecto de la
dirección que hayan de seguir estas acciones técnicas? ¿Qué grado de
información posee la humanidad respecto de lo que está en juego? Estos
dilemas no están resueltos, por lo que se acentúa el lado riesgoso de
esta nueva oportunidad histórica. Pues esta comunidad científica no es
precisamente la élite filosófica que según Platón tendría que regir la
República. Mucho menos lo es el colectivo de los plutócratas.
Los científicos, y más aún sus finacistas, viven en mundos
exclusivos, alejados del común de los mortales, en muchos casos
completamente indiferentes a la suerte de las mayorías y al futuro de la
humanidad. Son los primeros propagandistas y practicantes del
individualismo ambiental, y por tanto su vida es privada y sus productos
están ofrecidos en el mercado para todo el que quiera pagar su precio.
Tal vez las cosas son más complejas en la comunidad científica.
Pero eso no significa que ella como tal admita obligaciones vinculantes,
sino que una minoría significativa sí lo ve y procura obrar
consecuentemente; pero sin que eso signifique que se cambian las
reglas de juego.
El eje del paradigma actual pasa por el desfase entre las
posibilidades casi ilimitadas de la acción técnica y el sujeto que las
financia y proyecta. El problema es que ese sujeto no se asume como el
sujeto concreto que es, ligado a la tierra y a la humanidad, portador de
una historia y responsable de un futuro, sino que se autoentiende como
un ser autónomo, que diseña su propio paradigma y lo realiza
independientemente de los demás y de lo demás. En este desfase está

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el drama de nuestra época, y en los intentos de resolverlo
integradoramente está la esperanza y la oportunidad que ella brinda.
Actualmente la humanidad tiene posibilidades técnicas y culturales
para concebirse como un verdadero cuerpo social con unidad de acción,
que respete la autonomía personal y fomente la variedad de culturas,
como un todo, que discierna y actúe democráticamente. Pero esta
posibilidad real exige transformaciones muy profundas, pues la figura
histórica actual está estructurada sobre la dominancia de empresas
privadas trasnacionalizadas en un ambiente de individualismo
competitivo. Este esquema provoca una tremenda movilidad que ha de
ser positivamente valorada y conservada cuanto sea posible; pero
engendra también crecientemente exclusión y alienación. Por eso la
alternativa no es anarquía liberal o planificación centralizada, sino una
democracia mundial, coordinada con democracias regionales y locales.
Si entendemos por paradigma a la constelación de convicciones,
valores y técnicas compartidas por una figura histórica, tenemos que
decir que el paradigma en ciernes pasa por esta elección que aún no
está decidida. Estos son los elementos en juego; pero todavía no es
posible pronosticar por dónde nos enrumbaremos...

4. PARADIGMAS Y SIGNOS DE LOS TIEMPOS


Asunción, Acción, octubre 2000
No es fácil establecer un paradigma cuando se abre una época. Lo que
caduca, lo que perdura, las salidas en falso y los brotes que contienen
savia nueva, se presentan inextricablemente unidos.
Quienes disponen de gran capacidad instalada tienen el impulso de
cambiar para no cambiar y etiquetan de nuevas sus antiguas ofertas
maquilladas. Y los que sienten malestar, ensayan nuevas experiencias y
modos de vida; pero simultáneamente experimentan la incertidumbre
del futuro y son proclives a buscar seguridades en el pasado o en
instituciones fundamentalistas.
Para comprender estas crisis los cristianos no tenemos más datos
de los que dispone cualquier otro contemporáneo. Pero como cristianos
podemos añadir algo de luz a la realidad que vivimos.
Las novedades de esta época son para nosotros nuevos "signos de
los tiempos", que debemos elevarlos a concepto teológico, de modo que
las respuestas que ya no sirven sean desplazadas por presentaciones
entendibles por nuestro mundo. He acá algunos de estos nuevos
desafíos:

1. Valorización de la desacralización
En la actualidad resalta la temática creatural. Ya no es sostenible la
explotación irracional e irresponsable de la naturaleza. Hoy en día se
busca el reconocimiento del misterio que late en la naturaleza y en todo
lo real.
La devastación de la naturaleza encontró su caldo de cultivo en la
cultura cristiana, que no sólo desdivinizó a lo no humano (seres y
fuerzas, materia y energía) sino que lo desacralizó de raíz, profanándolo.
La desdivinización ha de ser positivamente valorada, pero no así la
desacralización. Hay que distinguir entre la secularidad como autonomía

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de la humanidad respecto de instituciones sacralizadas, sean políticas,
sociales o religiosas, y la independencia de los individuos o de las
distintas esferas de la vida. La autonomía respecto de las instituciones
es un logro irrenunciable, que refrendó el concilio Vaticano II.
Cuestiones sobre las que habría que trabajar en este campo:
¿Sacralidad como divinización o sacralidad como bendición de Dios?
¿Qué implica la veneración de la tierra? El intento cada vez más tenaz de
hallar la fórmula del universo ¿es la pretensión de arrancarle a Dios su
secreto para destronarlo? ¿O hay que concebirlo más bien como el arduo
aprendizaje para proseguir responsablemente la creación como misión
encomendada por Dios?
El esfuerzo por explicar el mundo ha sido planteado frecuentemente
en la catequesis cristiana como algo antidivino. Es ya hora de hacer
justicia al designio divino interpretando sensatamente los textos de la
Escritura, de modo que no se empuje a los científicos y a la humanidad a
la apostasía, sino que se les anuncie el designio divino de hacerlos
colaboradores suyos en la obra creadora. Es responsabilidad de la
teología plantear estos interrogantes de tal modo que los implicados se
sientan motivados y atraídos por el designio divino como buena nueva
para ellos.

2. Una única tierra y una sola humanidad:


Si quienes deciden sobre la tierra, la vida y la humanidad son unos
pocos individuos y grupos que se autoentienden como privados, el
resultado será la alienación propia, la monstruización de la humanidad,
el envenenamiento de la tierra y la exclusión e instrumentalización de
las mayorías. Es el paradigma de Babel, resultado de vivir sin Dios, es
decir, irresponsablemente, sin justicia y sin verdad.
Frente a esta dirección irresponsable, asentamos que Dios nos ha
creado creadores, pero como terrenos, como pertenecientes a la única
tierra y a la única humanidad.
Puesto que Dios ha hecho al ser humano creador, no se alarma
nunca de sus conquistas; todo lo contrario: se alegra de ellas. Tampoco
quiere que unos pueblos no se entiendan con otros; su designio es que
la creatividad humana tenga como sujeto a la familia de todos los
pueblos, unidos por un destino común. Dios no quiere la creatividad para
gloria de unos pocos que reducen a los demás a la condición de
hormigas, pero tampoco quiere la mera dispersión y el desconocimiento
mutuo y menos aún la discordia. Quiere que respetemos la pluralidad de
culturas, pero no absolutizadas, sino como caminos que arbitra cada
colectividad para constituirse en humana.
Puesto que la humanidad ha recibido de Dios la misión de comandar
la evolución creadora, sus decisiones tienen una trascendencia cada vez
mayor, principalmente ahora que tiene capacidad técnica para producir
una neonaturaleza y para perfeccionar a los seres humanos e incluso
para producirlos. Por ello la teología de la acción humana cobra una
relevancia primordial.
La paradoja actual consiste en que algunos seres humanos llegan a
la mayoría de edad en cuanto a capacidades científico-técnicas en el
momento en que desconocen en la práctica su propia realidad humana.

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Quienes pueden tomar decisiones trascendentes carecen de criterios
adecuados para tomarlas… ¿Qué significa en estas circunstancias una
concepción absolutizada de la propiedad privada? En nombre de los
derechos de la propiedad intelectual ¿pueden privatizarse, por ejemplo,
los códigos genéticos de los seres vivos y del ser humano?

3. Importancia de la ética
Es trascendente la importancia actual de la ética, como una posición
primordial ante la vida, ante las construcciones sociales, ante los demás,
ante nosotros mismos. La ética como filosofía primera.
Por esto pululan los libros de ética, los cursos y discusiones en torno
a la ética y sobre todo la preocupación ética. Pues no sólo estamos en
trance de recrear el mundo que poblamos, sino de recrear a la propia
especie humana a imagen de los sueños, de la voluntad de poder e
incluso de las pesadillas de los poderosos. Y, sin embargo, la gente
tiende a rehuir no sólo culpabilizaciones neuróticas, sino la más
elemental responsabilidad de su actos. El criterio es sentirse bien, o
llegar a la búsqueda de una armonía. Pero el individualismo corta los
puentes hacia los demás.
Las corporaciones se escudan en la inextricable complejidad del
mercado para no tener que responder ante posibles efectos colaterales
de sus medidas, que en la mayor parte de los casos son efectos ciertos
ya sabidos de antemano. Eufemismos como la flexibilización del
mercado de trabajo esconden la tragedia de la sobreexplotación y
desprotección de millones de seres humanos.
Pero esa política y tantas otras que causan efectos devastadores en
los que están en desventaja, que son la mayoría, son consideradas como
costo social que se paga con toda frialdad. Es decir, que se sacrifica a la
mayoría para que el capital maximice sus ganancias, y sin embargo
pareciera que nadie es responsable de nada.
Quienes sacrifican con total insensibilidad a otros sin reconocerlo,
con la misma indiferencia desertizan zonas enormes del plantea o
envenenan la atmósfera o el agua o fabricarán monstruos.
En este ambiente el cuestionamiento profético provoca burlas o
indiferencia. No hay nada más inactual que proclamar que la vida cae
bajo el juicio de Dios.
¿Hay que ceder a este ambiente? ¿Cómo expresar que esta
dirección insolidaria configura una situación de pecado porque quita de
mil modos vida, niega la fraternidad y aliena y deshumaniza a quienes
crean y siguen estas reglas de juego? ¿Cómo comprender el llamado
evangélico a la conversión? Es fundamental enfrentarse a estas
preguntas.

5. JESÚS PARADIGMA DE HUMANIDAD

Los cristianos no poseemos, ni menos aún controlamos, toda la


verdad. Aunque para nosotros sí tiene sentido hablar de verdad.
Creemos que lo que existe ha sido creado con sabiduría. Más aún
confesamos que el Espíritu, en cuanto dinamismo de creación, alienta en

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todo lo creado y particularmente en cada uno de los seres humanos y en
la humanidad como punta de lanza de la evolución creadora. Creemos
que en toda realización de bienes civilizatorios y culturales están
actuantes la Palabra y el Espíritu de Dios.
Desde esta perspectiva dialogante y ecuménica, los cristianos
confesamos que la Palabra se encarnó en Jesús de Nazaret. Él en su vida
nos reveló el designio de Dios sobre la creación y la humanidad. No vino
como un héroe civilizatorio. Él es uno más de la humanidad, que en las
coordenadas de una cultura y un tiempo determinados se fue haciendo
tan plenamente humano, que podemos decir que hacernos humanos es
seguir a Jesús, realizando en nuestra situación lo equivalente de lo que
él hizo en la suya. En este sentido es modelo de humanidad para todas
las culturas y épocas.
Sin embargo Jesús fue condenado "oficialmente". Su muerte nos
advierte que las religiones, los gobiernos y las culturas son terriblemente
ambivalentes: son canales imprescindibles para preservar lo adquirido
por las colectividades humanas; pero tienen también una irresistible
propensión a absolutizarse; y el resultado es que causan víctimas
inocentes.
La muerte de Jesús a manos de los representantes oficiales hace ver
que no toda luz que ilumina a los seres humanos es la luz de la vida; que
hay otra luz engañosa, que en realidad son tinieblas que oprimen la
verdad y distorsionan la realidad. Hace ver también que el Espíritu de
vida no es el único que mueve a los seres humanos y a los grupos
sociales; que hay impulsos hacia el poder y la arrogancia, que producen
exclusión, opresión y muerte.
Los cristianos creemos que Dios resucitó a Jesús, y con ello acreditó
su vida como modelo de humanidad. Pero Él no nos sustituye ni nos
condena a repetirlo. Él nos atrae con la fuerza de su belleza, el peso de
su verdad, la energía de su vida, el dinamismo de su amor. Su
humanidad es tan plena que se torna en un manantial del que todos
podemos beber inagotablemente.
Su Espíritu nos habilita para ser humanos como él. En eso consiste
radicalmente su salvación. Sobre cada uno de los seres humanos
derramó su Espíritu que nos capacita para hacer en nuestra época, en
nuestra cultura y en nuestra situación lo equivalente a lo que él hizo en
la suya. No se trata de imitarlo sino de seguirlo. Lo que no es posible
realizar sino creativamente.
Ello nos exige una encarnación solidaria en la humanidad. Nos llama
a participar en el trabajo fatigoso y compartido de crear posibilidades
técnicas y culturales de vida humana. Pero el modelo de Jesús sólo sirve
de criterio para discernir a los modelos propuestos cuando se lo evoca
desde dentro. Si no se comprenden los paradigmas actuales es
imposible interpretarlos desde el modelo de Jesús.
Los científicos y sus financistas no se sienten parte de la humanidad
como un todo. Por lo general desprecian al común de los mortales. Por
eso su tentación es no transformarla de modo que desarrolle sus más
altas posibilidades, sino dejarla de lado y caminar en busca del
superhombre fabricándolo. Y quien tiene en su horizonte la fabricación

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de superhombres también está pensando en fabricar subhombres a su
servicio.
En estas condiciones, en que unos desprecian al ser humano y los
más, desorientados o abrumados, no sienten interés o no tienen
energías para plantearse el sentido de su propia humanidad, es de vital
importancia ofrecer a la humanidad una genuina trascendencia humana
que dé sentido y felicidad sus vidas, y oriente a los científicos hacia
metas por encima de cualquier superhombre, sin el desprecio elitista
que supone su búsqueda.
Jesús, convincentemente presentado como modelo de humanidad,
nos hace ver dónde se sitúa la verdadera trascendencia humana y
dónde no hay que buscarla. Su vida enseña que la verdadera
trascendencia humana se da en la existencia auténtica, que se expresa
como fidelidad que brota de un amor creativo.
El modelo de Jesús, que trasciende las culturas y las épocas, debe
ser propuesto en cada tiempo y para cada figura histórica. Hoy tiene que
aparecer claro que, siendo una figura única que viene de las
profundidades de la historia, él va delante y hacia él vamos todos por un
camino ecuménico de vida.
En la propuesta de Jesús entramos todos. Pero su propuesta tiene
como privilegiados a los despreciados y excluidos. Esta dirección vital es
frontalmente opuesta a la del orden social en el que vivió y no menos al
actual. Ése es su camino: el único que conduce a la vida. Él no tiene
poder para imponerse; en él sólo hay verdad que convence, belleza que
atrae, bien que irradia. Ésa es la sustancia de su humanidad. Seguirlo es
proseguir su camino: hacer en nuestra época el equivalente de lo que él
hizo en la suya.

6. IGLESIA SOLIDARIA CON LOS EXCLUIDOS

Todos navegamos en la única barca de la humanidad. Y en ella se


embarcó también Jesús.
Ninguna religión concreta es barca única de salvación. La Iglesia de
Jesús es sacramento de salvación en cuanto mantiene operantes los
cuatro sacramentos que revelan la presencia activa de su Señor. Su
primer sacramento son los pobres. Sólo desde ellos se abren los otros
tres: Desde la solidaridad con los pobres se abre la Palabra de Dios y se
edifica la comunidad. Y esta comunidad, abierta a la Palabra y solidaria
con los pobres, es el sujeto de la Cena del Señor, la Eucaristía.
Una Iglesia que se niega a desinstalar su talante occidental no es
universal. Es una Iglesia que, en términos paulinos, judaiza, es decir,
impone cargas indebidas; sustituye el paradigma de Jesús por dogmas,
normas y ritos, con lo que deja de ser "buena nueva" para todos.
No es Iglesia de Cristo si no se presenta como Iglesia de los pobres,
sino como una institución más del orden establecido. Sólo una Iglesia
abierta a todas las culturas desde el privilegio de los pobres es en
verdad "experta en humanidad", que equivale a decir "sirvienta de la
humanidad", absolutamente ajena, como su Maestro, a todo ejercicio de
poder.

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La Iglesia y la teología están llamadas a capacitarse para leer los
signos de los tiempos desde una relación fraterna con los pobres con
Espíritu, los que escuchan la bienaventuranza de Jesús, le dan crédito y
le abren su corazón. Los pobres con Espíritu son lugar privilegiado de
gracia y de luz. Son el corazón de la Iglesia y del mundo.
Relacionarse establemente con ellos es el mayor don que Dios le
puede dar a uno. La situación actual de los pobres es lamentable desde
todo punto de vista. La miseria causa muerte y deshumaniza. Pero
donde se materializa el pecado del mundo sobreabunda la gracia.
Para que surjan y se consoliden pobres evangélicos es
imprescindible la alianza de profesionales que ingresen a su mundo
solidariamente. De esta alianza entre gente popular y gente no popular
saldrá la alternativa superadora de las estructuras actuales. Es acá
donde habrán de trasvasarse sus bienes civilizatorios y culturales y
refundirse con los bienes espirituales y culturales nacidos o preservados
en la externidad del sistema o en su periferia despreciada. También de
ella saldrá la renovación de la Iglesia y de la teología.
Esta propuesta puede sonar a paradoja lindante con la necedad. Así
la tuvo que vivir en su tiempo Pablo de Tarso, esmeradamente formado
con un maestro famoso. Él pensaba antes de su conversión que la gente
que seguía a Jesús pertenecía a esos malditos que no entienden la Ley.
Por eso se admiró tanto de que la mayor parte de la comunidad de
Corinto estaba formada por los despreciados de su sociedad, y sin
embargo, por la docilidad al Espíritu, habían llegado a ser personas
sabiamente responsables, llenas de iniciativas.
Hoy, que el saber técnico abre posibilidades inéditas a la
humanidad ¿qué pueden ofrecer los pobres, aunque tengan Espíritu?
Dos cosas complementarias: Presentan su necesidad de ayuda eficaz
que, además de remediarlos a ellos, humanice a los supradesarrollados.
Y para hacer deseable esta ayuda, ofrecen su lucha por la vida, su
pertenencia a la vida, lo que hay en ellos de vida eterna que vence
diariamente a la muerte a la que se les condena por falta de recursos,
por abandono y por desprecio.
Desde este perfil puede la Iglesia dialogar de un modo abierto y
coherente con las demás religiones y colaborar con ellas sinceramente,
ya que es evidente que el contenido de la salvación desborda
absolutamente a la Iglesia. Y por eso, después de la venida de Jesús y
del establecimiento de la Iglesia como su sacramento, conservan las
religiones su función como caminos de salvación. En primer lugar porque
Jesús desborda absolutamente a la Iglesia (Lc 9,49-50;10,23) y además
porque su mediación y su gracia se extienden a toda la humanidad y a
toda la creación (Ef 1,10; Col 1,13-20).
Esto no significa que Jesús no deba ser propuesto. Por el contrario,
debe ser presentado como modelo de humanidad que atrae a todos
hacia sí. Pero el resultado de la evangelización no es necesariamente
que Jesús sea seguido en su Iglesia: puede también ser seguido en otras
tradiciones religiosas o puede ser seguido implícitamente al vivir en
docilidad a su Espíritu una existencia auténtica.
Si Dios quiere a la Iglesia como sacramento de salvación, quiere que
a todos los pueblos se anuncie el evangelio y que en todos ellos haya

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discípulos; lo que no equivale a que todos los seres humanos entren a la
Iglesia.
Esta Iglesia, sacramento de salvación y por eso misionera,
ecuménica, constitutivamente abierta y dialogante, es un signo más de
los tiempos actuales.

7. LA GLORIA DE LOS PODEROSOS Y LA GLORIA DE DIOS

Si, desde la fe, somos capaces de descifrar los signos de nuestra


época, el rostro eterno de Dios se nos presenta como nuevo.
Un aspecto crucial de hoy día es el modo como comprendemos la
trascendencia de Dios y nos situamos ante ella. Dios no es nada que
podamos observar, concebir o sentir. Pero los cielos y la tierra están
colmados de su gloria. Su Espíritu mueve la evolución creadora y su
Palabra convierte el caos en cosmos. Y de un modo particular su gloria
reluce en el ser humano, que vive para vivir esta vida recibida de Dios y
con frecuencia es negada por estructuras sociales. Si tenemos la mirada
limpia, libre de egoísmos, podemos contemplar como nueva la gloria de
Dios.
Hoy los medios de comunicación nos presentan de un modo
rutilante o aplastante la gloria de los magnates, la de las estrellas de la
pantalla, del deporte o la canción; nos presentan con gran impacto la
gloria de la ciencia y de la técnica, con artefactos increíbles que pueden
destruir en segundos instalaciones militares, complejos industriales,
ciudades o miles de vidas humanas. Todo esto se nos presenta no como
gloria de los seres humanos sino de las grandes potencias, de las
grandes empresas, de los famosos. En estas condiciones ¿cómo
contemplar la gloria de Dios?
La Biblia no tiene ningún problema en contemplar la gloria de Dios
en el ser humano. "Lo coronaste (dice) de gloria y dignidad, le diste el
mando de tus obras, todo lo sometiste bajo sus pies" (Sal 8,6-7). Al ser
humano ha constituido Dios su lugarteniente en la creación, su socio,
para que conserve la creación y la haga crecer hasta la perfección.
Dios no se entristece ni se inquieta por el poder de la humanidad.
Lo que le duele es que lo ejerza irresponsablemente, es decir, no para
preservar y consumar esta creación, sino para destruirla. Él se alegra de
que la humanidad asuma su condición creadora. Lo que le duele es que
haya seres humanos que quieran fabricar seres humanos prepotentes
como ellos se imaginan que es Dios; le duele porque entonces no
producen vida sino extravío, fatuidad y muerte.
¿Y qué hace Dios ante los intentos en ciernes de fabricar
superhombres y subhombres? Una respuesta de la Biblia podría ser que
"el Señor se burla de ellos " (Sal 2,4). Él da lugar. No como quien se
retira resentido a su gloria para hacer valer su autosuficiencia y
condenarnos a su abandono, sino sufriendo el mal uso de las energías
descubiertas, por la alienación y la muerte que producen. Frente a la
prepotencia de los que se creen dioses, Dios se nos revela
sorprendentemente como debilidad, como íntimamente afectado por ese
mal uso de la libertad creadora. Por una parte su amor se duele de la
alienación de los que violentando la creación, excluyen y quitan vida. Por

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otra parte él en su Hijo está en las víctimas, más aún es una víctima
más. ¡Hasta ese punto Dios ha echado su suerte con nosotros!
Pero ese Dios que sufre, ¿es un Dios impotente, incapaz de salvar?
Es el Dios que resucita a las víctimas. No es el Dios de los dioses y el
Señor de los señores, el que corona, sacralizándolas, las jerarquías
sociales, sino el que da el ser a lo que parece tan debilitado que para los
triunfadores carece de ser; y resucita a lo que parece haber perdido
todas sus potencialidades de tal manera que no se cuenta con él (Rom
4,17-25). Da vida, pues, a los que carecen de vida o han sido privados de
ella.
Y para los que no son víctimas ¿qué posibilidad hay de anudar con
Dios? "Mirarán al que atravesaron" (Jn 19,37). Tienen que reconocer la
dignidad de las víctimas y por tanto su responsabilidad, su pecado. Si
reconocen la gloria de Dios en el Crucificado y en los crucificados, van a
ser atraídos por él y por ellos, y socorriéndolos van a alcanzar también
ellos la vida eterna, van a vivir la vida de los hijos de Dios, lo van a
conocer a él desde dentro, van a sentir una alegría que nada podrá
quitar.
El camino del conocimiento de Dios es el camino que conduce a la
fraternidad desde las víctimas (cf. Jr 22,16; Os 6,6). Ése es el punto
desde el que es dable contemplar la gloria de Dios en lo que existe,
particularmente en el pobre que vive y en el científico que descubre
caminos para sanar la vida y perfeccionarla.
La verdadera trascendencia divina no hay que buscarla, pues, fuera
de lo humano. El misterio que define a Dios, y a sus hijos, es la
misericordia: ése es el nombre de Dios y también el nombre humano por
excelencia. Y con la misericordia, el perdón y el amor a los enemigos y la
gracia generosa. Y todo esto, desde la libertad de obrar desde nosotros
mismos, desde el centro de nuestro corazón, con un amor que se realiza
en la verdad, como belleza y gozo.

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