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Versos y oraciones de caminante [I] está dividido en tres secciones -que siguen a
unas palabras iniciales en prosa-: “Prologuillos”, con poemas numerados del I al
XIII, el primero de los cuales, en el que están compendiados los rasgos métricos y
temáticos de esta poesía inicial de León Felipe -“Nadie fue ayer, / ni va hoy, / ni
irá mañana / hacia Dios / por este mismo camino / que yo voy. / Para cada hombre
guarda / un rayo nuevo de luz el sol... / y un camino virgen / Dios.”-, ha sido objeto
de un espléndido comentario por parte de Marina Mayoral [1]; “Versos y oraciones
de caminante”, con poemas numerados del I al XXXVIII; y “Dos madrigales”, sin
numerar. En total, cincuenta y tres poemas, algunos de los cuales -de la sección
segunda, fundamentalmente- gozan ya de una amplia popularidad; como el número
III, titulado “Como tú...” (Así es mi vida, / piedra, / como tú; como tú, / piedra
pequeña. [...]); o el número IV, “Romero sólo...” (Ser en la vida / romero, / romero
sólo que cruza / siempre por caminos nuevos; [...]); y, por supuesto, el número V,
que va a ser objeto de nuestra atención, titulado “Vencidos” (Por la manchega
llanura / se vuelve a ver la figura / de Don Quijote pasar... [...]). ¡Y qué decir del
número VI, transido de esencias juanramonianas, (y titulado “La higuera
maldita”: ... Y vino la noche callando... / y vino serena / y desnuda, / sin la túnica
negra, / y hermosa, / como la amada que se espera, [...]), en el que con las llanuras
altas de Castilla en el trasfondo, nos da las claves de su quehacer poético!
El poema “Vencidos” -al que Joan Manuel Serrat puso música e incluyó como
cierre de su LP “Meditarráneo” [2]- no puede ser considerado como una alegoría
de la derrota, el desamparo, el desasosiego y la amargura que el exilio -tras la
Guerra Civil- supone, precisamente porque se escribía hacia 1920; si bien el
deslizamiento de la significación de sus versos, a la vista de los acontecimientos
históricos posteriores, le confiere un profundo sentido, tanto más cuanto que el
poeta León Felipe, en lucha continua contra las adversidades de la vida, se
identifica con ese “caballero del honor” que simboliza el hidalgo manchego. Es
muy posible que esta composición tuviera sus antecedentes en poemas escritos
durante su permanencia en la cárcel de Santander, en donde una lectura reposada
de El Quijote caló muy hondo en su personalidad.
La referencia de los versos 10-11 del poema de León Felipe (que allá “quedó su
ventura” / en la playa de Barcino, frente al mar...) remite al comienzo del capítulo
LXVI de la Segunda Parte de El Quijote; en el que puede leerse:
Al salir de Barcelona, volvió don Quijote a mirar el sitio donde había caído
y dijo:
—¡Aquí fue Troya [a']! ¡Aquí mi desdicha, y no mi cobardía, se llevó mis
alcanzadas glorias, aquí usó la fortuna conmigo de sus vueltas y revueltas,
aquí se escurecieron mis hazañas, aquí finalmente cayó mi ventura para jamás
levantarse!
Oyendo lo cual Sancho, dijo:
—Tan de valientes corazones es, señor mío, tener sufrimiento en las
desgracias como alegría en las prosperidades [b']; y esto lo juzgo por mí
mismo, que si cuando era gobernador estaba alegre, agora que soy escudero
de a pie no estoy triste, porque he oído decir que esta que llaman por ahí
Fortuna es una mujer borracha y antojadiza, y sobre todo ciega, y, así, no vee
lo que hace, ni sabe a quién derriba ni a quién ensalza.
—Muy filósofo estás, Sancho —respondió don Quijote—, muy a lo discreto
hablas. No sé quién te lo enseña. Lo que te sé decir es que no hay fortuna en
el mundo, ni las cosas que en él suceden, buenas o malas que sean, vienen
acaso, sino por particular providencia de los cielos, y de aquí viene lo que
suele decirse: que cada uno es artífice de su ventura [c']. [...] [4]
Una nueva referencia a la obra cervantina contienen los versos 30-31, cuando
León Felipe afirma: “y llévame a ser contigo / pastor...”. La decisión de Don
Quijote de hacerse pastor la relata Cervantes en el capítulo LXVII de la Segunda
Parte de El Quijote. Al no poder seguir imitando el modelo de vida de los héroes
de la novela caballeresca, el hidalgo manchego opta por convertirse en uno de esos
idealizados pastores que consagró literariamente la novela pastoril renacentista:
Puede resultar de interés aproximarse con más detalle a los aspectos métricos del
texto, uno de los escasos poemas del libro en el que León Felipe emplea la rima
consonante. [6] En cuanto al número de sílabas de los versos, de los 34 que
componen el poema, 25 son octosílabos -de ellos, 7 agudos: los versos 1, 3, 8, 14,
20, 26 y 34-; 6, hexadecasílabos: los versos 4-5 y 16 a 19; y un solo verso
dodecasílabo -el 11-, tetrasílabo -el 25- y trisílabo -el 31-. Y con respecto a las
estrofas, este es el convencional agrupamiento de los versos, en razón de los
espacios en blanco señalados por el autor:
[1] Marina Mayoral: Análisis de textos. Madrid, editorial Gredos, 1973; segunda
edición ampliada, de 1982; págs. 128-134. Biblioteca Universitaria Gredos.
Manuales, I, núm. 11.
Notas.
Notas.
[a'] ¡Aquí fue Troya!. ¡Aquí se acabó mi gloria! Cfr. Virgilio, Eneida, III, 10-11.
(“Llorando dejó las costas de la patria y sus puertos / y los llanos donde un día se
alzó Troya.”: Litora cum patriae lacrimans portusque relinquo / et campos ubi
Troia fuit”).
[b'] Tan de valientes corazones es, señor mío, tener sufrimiento en las desgracias
como alegría en las prosperidades. Cfr. Horacio, Odas, II,III, versos 1-4.
(“Acuérdate de mantener serena la mente en los momentos difíciles; así como en
los favorables sosegada y lejos de la alegría desbordante.”: Aequam memento
rebus in arduis / servare mentem, non secus in bonis / ab insolenti
temperatam / laetitia.
[c'] Cada uno es artífice de su ventura. Frase de Claudio Apio el Ciego: Faber est
suae quisque fortunae (esto es: “El hombre labra su propia fortuna”).
Notas.
[6] León Felipe hace también uso de la rima consonante en los poemas I -“Nadie
pasó...”- y XIV -que se inicia con el verso “Yo no sé cómo soy...”-, así como en
dos estrofas del poema VIII -“Como aquella nube blanca...”.