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Manifiesto
27/06/2010
El objetivo es uno solo: lograr un inmenso pacto nacional en contra del disparate.
No hay problema. Usted puede ponerse una camisa roja o una camisa amarillo pollito.
Como más le guste. Como se lo pida el cuerpo.
No importa. Todas las diferencias son bienvenidas, eso sí, siempre y cuando exista un
mínimo de sindéresis, de congruencia. De eso se trata. Este país está pidiendo a gritos
que dos y dos sean cuatro.
El sinsentido es la noticia de cada día. Vea y escuche usted a Aristóbulo Istúriz, por
ejemplo, diciendo que tienen pruebas "en inglés" sobre la falta de soberanía de la
oposición: "Sabemos que está dirigida desde fuera", denunció esta semana.
Es insólito. En caso de que fuera cierto, y de que todo aquel que cuestione al
Gobierno -incluyendo a Maza Zavala, a los obreros de Guayana, a Margarita López
Maya o a Domingo Alberto Rangel, por citar nombres diversos- estuviera dateado por
la CIA, ¿cómo es posible que el funcionario de un gobierno que se reconoce
directamente asesorado por Cuba, incluso en temas militares, intente descalificar a
alguien, acusándolo de estar asesorado por el extranjero? Ni de vaina. De eso se trata.
Dile no al disparate.
Otro ejemplo: Diego Arria danzando por el mundo, lanzando desafíos, proponiéndole
al Presidente que le acepte una hacienda como regalo pero que, a cambio, le devuelva
el país a los venezolanos. ¿De qué habla? ¿En qué historia vive? ¿Qué parte de la
realidad hay que traducirle? Es asombroso que no sepa, que no intuya o que ni
siquiera sospeche, la percepción que tiene de él gran parte de los venezolanos
mayores de 40 años. La imagen de Arria sigue siendo un emblema de la Venezuela
corrupta que todos queríamos borrar en 1998 ¿Cómo se presenta ahora así, como un
simple ciudadano que viene de la nada? No. Tampoco califica. No te dejes ganar por
la desesperación política. Dile no al disparate.
A mí me gusta algo así como Movimiento Nacional Contra la Loquetera. Pero quizás
le falte sonoridad. Se necesita expresar nítidamente una idea tan sencilla: no somos
los heroicos hijos de Bolívar. No aspiramos a liberar el planeta. No deseamos más
paraísos revolucionarios... Ya sólo queremos un poco de sentido común. Esa es
nuestra única utopía.