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índice
A Gabriel Neftalí Corona Inda
A tí, que sientes el peso del papel entre los dedos LA DILIGENCIA DE FERMINA, 5
y que estás dispuesto a acompañarme...
ADVERTENCIA, 11
A tí Gaviota libre de libre vuelo,
LA HIJA DE LA NOCHE, 14

NOCHE CERO, 14

LA CARTA, 16

PRIMERA VISITA, 18

SEGUNDA VISITA, 18

LA TERCERA VISITA, 19

CUARTA VISITA, 20

ENCUENTRO, 21

Grimorio de la muerte LA ESPERA, 21


Gabriel Corona Ibarra Córdoba
DESDE EL PRINCIPIO, 22
Diseño e impresión: FRONTERAS, 25
G-3 Impresiones
TRECE VELAS, 26
©Gabriel Corona Ibarra Córdoba
BESTIARUM VOCABULUM, 27
REG. SEP-INDAUTOR XÓLOTL, 29
03-2009-062911462600-01
AMBYSTOMA MEXICANUM, 31
Primera edición 2010
Impreso en México LA PLUMA, 33

GATO NEGRO, 35
LOS GEMELOS, 35
Introducción
GRAZNIDO, 37

TLALLI,48
Escribo estas páginas empezando en el número cero; a manera de
EHECATL, 50 introducción, ya que después de haber leído el contenido del presente
occursus, me inspiraron el siguiente cuento:
TLEMAQUILIZTLI.51
La diligencia de Fermina
ATL.53

AUXILIO, AUXILIO AYÚDENME..., 54

TU NOMBRE, 55

DOBLE, 57 CAMINANDO tranquilamente por la gran avenida, embebido en


extraños pensamientos y aletargado en sendas epifanías,
¿DÓNDE ESTÁS?, 60 súbitamente me vi de regreso en la realidad; como pluma de ave
titánica sentí que algo me había caído en la cabeza.
TOCI, 62 Era una lámina de cartoncillo, con la figura de un anciano
LINDA GALLINA, 65 que sostenía una lámpara dentro de sus vestiduras, de barbas
blancas y mirada nostálgica, cuya inscripción era el número nueve
SENTIMIENTO, 65 romano. Miré hacia arriba, en dirección al balcón donde pudo
haber salido despedida; producto de algún influjo del ventarrón
MI CUENTO, 69 que acababa de pasar. Subí la escalera de caracol que me conduciría
hacia el lugar exacto. Era una escalinata frágil en la segunda planta
TEMPLO DE LA LUNA, 70 de un antiguo edificio destinado a la renta de oficinas. Todas las
DUALIDAD LUNAR, 71 puertas se veían en desuso y selladas por el tiempo, sin embargo,
la última se encontraba entreabierta.
LUNA NEGRA, 71 -Entra, la carta te eligió-, era la voz de un hombre
octogenario, que resonaba desde el fondo de la estancia, oscura.
En la negrura de la pieza, pude admirar tapices persas colgados
en las paredes, espadas de diferentes tamaños y nomenclaturas.
La oscuridad no se debía pro ¡viniente a estos colguijes sino al
crecimiento de plantas trepadoras <|iu- Imcía tiempo transgredían
el panecillo exterior y que, MIS i.im.is se habían metido a través de
las rendijas de las ventanas. I1',I lo lio .«• veía plagado de ellas.
Gabriel Corona Ibítrru El Grimorio de la muerte

-No temas a los gnomos que habitan en el techo- aquella -Sé tu nombre, desde hace mucho; de no saberlo, entonces
voz se tornaba cada vez más ronca. El aire era fresco, frío por habrías sido otro de los tantos equívocos visitantes-. De su pipa
algunos instantes. El piso estaba plagado de diminutos charcos, despedía un humo suave y denso, de tabaco aromático.
producto de las lluvias recientes, el lugar no tardaría en sucumbir, -¿De dónde viene tanto misterio, señor...?- él no me había
la construcción sí que era frágil. dicho su nombre.
-Si has podido cruzar la primera sala, entonces no te -Alfredo Corona, abogado- contestó muy digno. —Una mujer
preocupes, llegarás- bellísima ha venido desde muy lejos para dejarte un presente.
-Disculpe señor; ¿cómo es que se le ha caído este icono, si EHa, precisamente hoy, se encuentra indispuesta, por lo que ha
no hay lugar por donde arrojarlo? Las ventanas están decidido retirarse a descansar. Sin embargo, me ha dado
prácticamente tapizadas, todo está ennegrecido...- dije con la instrucciones estrictas sobre lo que he de entregarte.
voz entrecortada. En su mano derecha lucía un anillo cuyo grabado parecía
-La personas, y aún las cosas, estimado peregrino, si son ser el de la imagen de una rosa dentro de un triangulo invertido.
honestas no tienen porqué salir despedidas e infames por las El trato de este caballero me inspiró tanta confianza, que dejé de
ventanas; para ellas está la puerta-, un olor a tabaco empezaba a sentirme tenso. A la izquierda del escritorio se encontraba un
impregnar el ambiente. yelmo oxidado, coronado por un penacho de plumas apagadas y
Cuando por fin estuve a unos cuantos pasos del ser despintadas por el paso implacable de los siglos. En su interior
misterioso, de un tirón se encendieron varias velas a su alrededor. había una vela blanca que se quemaba lentamente.
Las flamas parecían salamandras bailarinas, que pendían de -Extraño artilugio, ¿no?- mi curiosidad crecía cada vez que
diminutos pabilos. En los muros podíase admirar extrañas admiraba los rincones y objetos que la luz de las velas me podía
inscripciones y dibujos ejecutados con gran maestría; un gallo ofrecer, el resto de la armadura se encontraba a mis espaldas. —
con la guadaña en sus patas, varias constelaciones, planetas y la Fue el regalo que un poderoso monarca obsequió a mis
palabra PERSEVERANCIA repetida en cada arista de la sala. antepasados, sin embargo, no es precisamente una investidura
-Muy bien que has podido traspasar todas las estancias, para la batalla terrenal. Este rey fue a su vez descendiente un
jovencito; habitualmente cuando alguien viene siempre hay poderoso mago y monarca egipcio; quien logró dominar por largos
impedimentos en alguna de ellas; de repente sienten una mano años el corazón de Europa. Se dice que, el metal con que está
huesuda tocándoles el hombro, o una voz de ultratumba hecha esta formidable armadura, hacía que su ocupante traspasara
susurrándoles palabras chocarreras; algunos sienten tanto frío que las barreras del tiempo y del espacio. ¿Quieres conocer a la dama
no hallan el valor suficiente para llegar hasta aquí. Lo peor es de la que te he hablado?, es fácil; sólo debes ponerte el yelmo y
( n.nulo Lis musas muertas, de rostros espectrales y cuencos oscuros sabrás de quién se trata.
cu lugar de ojos, salen del enramado y ¡ay de ellos!- era un anciano Decidido a romper con el velo del misterio que me envolvía
vestido de levita y corbata de vieja usanza, muy elegante. Había desde que entré a esa estancia, accedí valeroso. —Te guiaré-, dijo
sendos volúmenes escritos en una lengua antiquísima sobre su serenamente mi extraño amigo.
escritorio. -Debes apagar la vela con la yema de tus dedos, una vez
Alagado por tanta cortesía, me sentí en la obligación moral hecho esto, cerrarás los ojos...-
de presentarme: -Mi nombre es...- Me puse el yelmo, el anciano comcn/.ó a recitar oraciones
en una lengua desconocida; y lentamente sentí que mis ojos se
adormecían, entonces c ó m e m e - .1 noi.u que una luz platina
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Gabriel Corona Ibarra El Grimorio de la muerte

iluminaba la sala; abrí los ojos y vi que los rayos del sol entraban Me dirigí hacia la tercera sala, donde un día atrás había
por las ventanas, totalmente despejadas y libres de ramajes conversado con el anciano. Sólo se encontraba en el escritorio un
marchitos. libro viejo y carcomido, y encima de éste, una nota:
Se escuchaban pasos ligeros, era una mujer. Volví la mirada «Querido A...: he aquí la encomienda, nos veremos en la otra
y ahí estaba; una graciosa muchachita de grandes ojos y piel pálida, vida. A...C...».
cabello largo y de cuerpo delicado. Me miraba detenidamente: Entonces tomé el libro entre mis manos y lo abrí; estaba
-¿Se siente bien? Últimamente lo noto muy silencioso y en blanco. De entre sus páginas amarillentas cayó un delicado
letárgico, será mejor que vaya con un doctor-. No pude expresar pedazo de papel escrito con antigua caligrafía, de tinta quemada:
palabra alguna. De pronto, con una mirada picara, la mujer sonrió «Exprese aquí su amor hacia mí, y revívame. Fermina M. Julio
tiernamente: -Le tengo un regalo, para ver si alegra ése ánimo-, la veintiocho de mil ochocientos sesenta y cinco».
mujer corrió elegantemente para buscar el obsequio en cuestión. Palidecí. Era ella, definitivamente.
Entonces de súbito sentí un gran cansancio y caí desplomado Desde entonces, no he logrado conciliar el sueño, paso las
sobre el piso, escuché un grito estridente envuelto en llanto. noches en vela; sin saber la fórmula ni el cómo revivir a ese hermoso
Abrí los ojos y recobré la movilidad, estaba de regreso en la ángel, atrapado en las páginas amarillentas de éste libro.
sala del anciano. El encendió de nuevo la vela y colocó el yelmo
encima de ella. -¿Reconoció a esa mujer?-, preguntó el anciano
con las manos juntas y la mirada dubitativa. Alejandro Robles Barran
-La he visto, en sueños, sollozando; ella hace que despierte Tepic, octubre de 2009.
nostálgico y muchas veces, triste- respondí aturdido.
-¿Cómo es ella?-
-Tiene una mirada serena, casi triste; aún así noté que
perseguía el alegrarme con su marcha grácil; estuvo a punto de
hacerme un obsequio.-
-¡Entonces ella es precisamente la mujer en cuestión!-
De pronto el anciano se levantó y me dijo:
-Ven mañana a esta hora, ¿Qué día será? Viernes...-
- Veintiocho de julio-
-La puerta estará abierta, pasa con toda confianza, ahí verás
la diligencia que ésta mujer me ha designado entregarte-.
Salí de exabrupto, o mejor dicho, así fui despedido de aquel
lu^.ir. El resto del día estuve callado y pensativo; no pude dormir
ni toda la noche. A la mañana siguiente, emprendí la marcha
presurosamente. Olvidé por completo cualquier otro asunto y
me dirigí al lugar dónde había sido testigo de las visiones más
extrañas. Subí desesperadamente hasta la estancia y me encontré
con mayúscula sorpresa: el lugar estaba completamente vacío.
El Grimorio de la muerte

a sus más leves movimientos, en un sonido apagado y sordo; llegó a


tocar en mi casa, aproximadamente como a las nueve de la noche,
llamó a la puerta fuertemente, como desesperado; tocó con tres
grandes golpes, después como apresurado y inmediatamente de una
LA HIJA DE LA NOCHE breve pausa tocó tres veces más, para repetir la operación, a lo que
acudí para abrir la puerta.

Cual va siendo mi sorpresa al ver aquella silueta a contra luz


de la lámpara del alumbrado público, que detrás de la siniestra figura
resaltaba el aspecto mórbido de su estampa, figura inexpresiva, con
NOCHE CERO la piel demacrada, un ser delgado, con los ojos hundidos; que al
verme hablo con una voz que le nacía desde el fondo de la garganta,
aguardentosa, como si saliera de una gárgola en día de tormenta.

¿Es usted el señor Marih Kjurám Abí-Yah?


La noche tiende su manto por los azules del cielo, dejando a su paso
un color profundo plagado de chispas, mientras la banca en que me —Si, ¿que se le ofrece?
encuentro sentado, cruje como anunciando la fatalidad de la vida.
Solo extendió su mano consumida, que sostenía un cilindro
Hoy en este parque, tan solitario, alejado de mi, en medio del de pergamino, y sin más palabras me entrego aquel paquete; cuando
bullicio de las gentes, tan sumido en mis pensamientos, en mis lo tuve entre mis manos; dio la vuelta y se alejó, sin mirar atrás,
sentimientos, tan vacio de todo y tan lleno de no sé que, tan separado perdiéndose al dar vuelta en la esquina de la acera, para no volver
de lo que soy, pensando que la muerte es algo fuera de mi ser, algo jamás.
mas allá de mi realidad; una alteridad última; algo que llega y nos
asesina arteramente, niña que esta simbolizada por un macabro
esqueleto blanco que empuña una larga guadaña; enemigo
apocalíptico, invisible, que se nos acerca como a traición para dar su
golpe mortal casi siempre certero, o dama engalanada que nos
acompaña en todo momento, que sensualmente no invita al final del
día a seguirla por los senderos de lo desconocido, ser inefable que
hasta los inmortales tiemblan al escuchar su nombre. Me pregunto
por qué pienso en esto, y llega a mi memoria aquel recuerdo.

Fue hace cuatro días cuando una persona vestida de negro, la


túnica de pesada lana le llegaba hasta los confines de su roce con el
suelo, solo amarrada a la cintura por un grueso cordón del mismo
color opaco, pero con muchas medallas colgando de entre su tejido,
de varios tamaños, unas doradas otras color azogado; que tintineaban

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El Grimorio de la muerte

Tiempo; para la decisión que se te pide, de lo contrario...

El Asesino, el enemigo!!!
LAGARTA Si has decidido seguir leyendo la presente misiva, será bajo tu
riesgo.

Hoy a las tres de la madrugada, hora en que las puertas del cielo se
abren de par en par y baja el arcángel Azrael a pasearse por el mundo; se
presentara un enviado de nuestra secta secreta, para medir tu valor, así
seguidamente se irán presentando algunos de nuestros protectores para
que las conozcas, el día 23 de junio en la noche de San Juan pasada Li
hora que marca el veinteavo segmento de la regla, período en el que se
abren de par en par las puertas intangibles del «otro lado del espejo
negro»: deberás esperamos en la encrucijada que forman las calles Mariano
Desde que recibí aquella carta, cuatro largos días en que no
Abasólo y Avenida México, en la segunda banca, vestido con algodón de
he dormido, en que las ideas se me han fragmentado, dando paso a
matiz negro para la ocasión, sin dinero en tus bolsillos, ni llaves viejas o
una serie de imágenes caóticas que recorren mis recuerdos, sin llevarme
cualquier otro aditamento, tus bolsas deberán estar vacías, tus pies descalzos,
a ninguna parte, en un vacio que se antoja superficial. Porque de
tu espíritu y alma preparada, tus ojos los vendaras tan pronto empiecen
hacerlo profundo me sumiría en la peor de las locuras.
a sonar las doce campanadas, esto es para que no seas tentado por las
Aquel paquete que me entrego el desconocido; consistía en: reinas cobrizas, las princesas en flor o las ninfas diamantinas cautivas de
los embrujos, brujerías o maldiciones de los faunos astados; que no te
Una vela de cera virgen, amarillenta, chorreada, con el pabilo devoren las culebras, o te chamusquen los dragones y salamandras, o se
ennegrecido por la acción de la combustión; con un olor acre o a torne tu pelo blancuzco, por mirar de frente a el jinete que hala las
panal, pegajosa. riendas del caballo azabache, de ojos centellantes de carmín. Animal que
galopa con herrajes de plata, mientras lanza destellos Selene de entre sus
Enrollada en un pergamino escrito con tinta escarlata salida pisadas, que se pierden entre la niebla que despide su nariz, o la desnudes
de criatura nocturna. de las hadas que salen de paseo a la luz de la Luna llena; seres féminas,
misteriosas; o los duendes y trolls que se escapan de sus grutas para recorrer
Se podía leer al principio una advertencia que rezaba más o
el elemento que los vio emerger mientras se cobijan en la oscuridad de la
menos así:
noche, entre los matorrales, solo se te permitirá llevar un pendiente de
Mi Amigo, Sin Otro Negocio; plata enforma de pentagrama con las cuatro letras del nombre inenarrable.

Urge leas esta carta Atentamente s.s.s.

En la intimidad de tu santuario; a la lux de la 13.44

Ret:.lajado, a las doce de la noche


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Gabriel Corona Ibarra El Grímorio de la muerte

Su voz dulce me tranquilizó, entonces me detuve en cada por entero en una luz tan brillante en el que perdí la vista no por
detalle de su rostro, para recorrer el resto de su figura: llevaba un ceguera, sino por aturdimiento.
tocado de plata, su cara era la de una virgen, su mirada profunda,
amorosa; sus labios carnosos, sensuales, provocativos, cual dos tersos BESTIARUM VOCABULUM4
pétalos de rosa; sus ropas brillaban en un azul añil con vivos dorados Comencé a sentir un libro entre mis manos, bastante grueso,
y rojos, al cuello le colgaba un dije de dos medias lunas encontradas, pesado, empolvado, viejo, con textura rugosa y aterciopelada en su
varios anillos poblaban sus dedos de marfil; el solo verla me daba un centro.
vuelco el corazón, ¿qué le pasaba a mis sentidos?, me estaba
enamorando locamente, ¿quién es esta mujer que causa desasosiego Con miedo, abrí los ojos, para mirar lo que en mis manos se
en mis entranasr. encontraba.

Observando a la damisela, advertí que su boca se movió; volvió Un compendio de bestias mitológicas estaba ante mis ojos;
a emitir tranquilizadores sonidos — me doy cuenta que estas acaricié el libro, me emocioné, que secretos podría develar al abrir
sintiendo.. .te conozco —. sus páginas; así que sin miramientos lo intente abrir, nada, no se
podía. Vi que a un lado de mi pierna derecha estaba un cuenco con
—Dicho esto el espejo se obscureció por completo y solo quede granos de sal gruesa, tome unos pocos con los dedos gordo, índice y
en medio de aquel cuarto sentado, nadie más me acompañaba. El medio, los lance por sobre mi hombro izquierdo, para ahuyentar a
gato se había ido, las velas ya no estaban, la mesa desapareció, la las fuerzas malignas que pudieran estar queriendo ver por sobre la
mujer me abandonó... coyuntura que se forma donde empieza mi brazo.
TRECE VELAS El libro cobró vida, levitó; se abrió por si solo en el capítulo
dedicado a las gárgolas.
En la oscuridad total en que me hallaba, a merced de las fuerzas
universales; negrura que fue tornada en luz, frente a mis ojos
Lo leí con detenimiento, cuando llegue al final del capítulo,
incrédulos; cobró vida una llama de color naranja con la forma de
me fue imposible dar vuelta a las hojas, el libro se cerró para petrificarse
una paloma, que en su aleteo dejaba ver fogonazos con una pátina
por completo, transformase en piedra andrógina.
carmín, mientras entonaba un canto angelical; cuando terminó de
cantar, dejo libre el espacio, apareciendo tras de sí un espejo. La
A mi diestra estaban un cincel y un martillo, los tome, y sin
m.irj.i continúo y fue entonces que se reflejó, mientras aparecía una
proferir palabra alguna, comencé a devastar la piedra negra, conforme
Kgunda paloma de fuego, que entonara la misma canción; el ciclo
volaban las lascas, fue emergiendo de su núcleo una gárgola, sus
11 ügko se íue repitiendo hasta que se formo un círculo de trece palomas
colmillos estaban afilados, igual que sus garras, sus ojos amenazantes,
ígneas, que al unísono cantaban aquella divinal canción.
la textura de su piel que dejaba entrever fuertes músculos, cuando la
Al terminar de súbito chocaron al centro, por encima de mi terminé por completo, deslicé mis decios sobre la superficie rugosa
cabeza; dando paso a las formas de una mujer algo epicúrea, que de su piel, la observé por un largo peí iodo, por arriba, por los costados,
descendió suavemente inflamada de pasión en color gules heráldico; enfrente, abajo, atrás y quiso pc-ncii.ii cu l.i profundidad de su
tocando con su dedo índice mi hombro derecho, el espacio se incendió abstracción.
4
Bestiario, es un compendio sobn- IICMÍ.I-. o í ' '-i '•

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Gabriel Corona Ibarra El Grimorio de la muerte

Corrió el tiempo, sería un minuto, serian las horas, poco XÓLOTL


importaba, aquel demonio menor estaba ahí mirándome desde su
lapidaria mirada, algo me quería decir. La multitud gritaba enardecida, los alaridos se elevaban como
Continúe viendo a la bestia, para comulgar con su silencio anunciando una muerte macabra, serian soltados los perros de guerra;
pétreo, fiíe entonces cuando pensé, en el libro decía que se podría los Alanos; traídos de la península ibérica.
conjurar la piedra, lanzarle un hechizo, para darle vida a la roca,
despertar los señoríos que durante milenios la diosa había depositado En el centro de aquel patio, un indio semidesnudo, sentía
en sus entrañas y poder contar con la protección de la gárgola. flaquear sus fuerzas, miraba alrededor, veía a sus verdugos con las
gargantas abiertas, y de entre los dientes correr hilos de baba gruesa;
La lectura fue rápida, solo una vez.. .si leí una invocación en el solo estaba armado con un garrote, sabía lo que pasaría, el
latín antiguo especial para este caso; pero no la recordaba. aperreamiento, se enfrentaría a dios Xólotl, su mente divagaba entre
luchar por su vida o entregarse a su venerado Dios, inmolándose en
Recordé vagamente algunas palabras en latín, asimismo que su honor.
entre mis pertenencias traía una pequeña piedra de rayo.
Vio que de unas jaulas de palos retorcidos, dejaron salir a cuatro
Coloqué la piedra de rayo en lo profundo de la garganta de la monstruos con las orejas cortadas al ras de su testa, de un porte
gárgola. esbelto, musculoso y enormes, con las centellas fulgurantes amarillas,
plagadas de hilos sanguíneos, la lengua salía cual víbora amenazante,
Invoqué su poder, y comencé a conjurar por siete veces las de la que colgaba una masa viscosa, oscura caverna flanqueada por
siguientes palabras: una hilera de cuchillos blanquecinos y maloliente, ladrido estremecedor
y demoniaco.
Vibratus ab cethere fulgor ¡apis vita!!!
La hora estaba marcada, era entregarse o luchar.
No pasaba nada, entonces tome saliva con mi dedo índice
derecho y coloque un símbolo sobre la frente de la gárgola, le di un Los perros bermejos se abalanzaron sin temor alguno, saltando
poco de pólvora fuerte, que gargareó a destajo. dispuestos a matar, el indígena los recibió a palos, el instinto pudo
más que sus creencias, ataco a los perros sin misericordia: el dios dejo
Por segunda y por tercera vez repetí siete veces las palabras en de ser, el dios había muerto, el estaba entregado a sobrevivir.
latín, siempre sosteniendo la gárgola entre mis manos, sin despegarle Un perro logro apoderarse de la mantequilla suave, los peroneos
los influjos magnéticos que fluían de mis ojos a los suyos. se desgarraron entre sus afilados colmillos, la sangre brotó, los animales
se excitaron, la comida estaba ofreciendo su mejor aroma, los invitaba
Mas que hechizando aquella mole de granito, el hechizado inevitablemente al festín.
estaba siendo yo, creando un lazo mágico entre aquel ser y mi espíritu,
una amistad eterna; fue entonces que la gárgola parpadeó, El dolor fue agudo, cayendo de rodillas, no por que estuviera
regresándome la mirada altiva. Un guardia nacía entre mis manos. orando; la rodilla se ¡ncnisió en la J>,IMV;I y el polvo, el garrote voló
decidido a la cabeza ¡ncriisi.ul.i cu MI pinna.

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Gabriel Corona Ibarra El Grimorio de la muerte

El golpe fue contundente, el perro se desplomo sin vida a su AMBYSTOMA M E X I C A N U M '


lado. La vida le volvió al cuerpo, se animó, un enemigo menos, solo
quedaban tres, regreso con mayor ímpetu a la batalla, estaba decidido En este día de luna llena, justo en que cumplo cincuenta y
a salir con vida de aquella empresa. dos años, recuerdo que la muerte se acercaba, acechaba por entre los
rincones, se escondía en cada esquina en la que daría vuelta, para
Entonces el conquistador venido de Extremadura, dejo escapar observarme detrás de cada puerta, asomarse cual francotirador por
su voz, desde lo poblado de su rostro barbado. cada ventana; sentía lo gélido de su mirar, como caminaba a lo largo
de mi espina dorsal, el sueño se esfumaba, llevaba días sin dormir, tal
—Que falible método de tortura es este, solo una pequeña vez semanas, que importaba si podía esconderme de la muerte, ganarle
herida; y una de las bestias muertas; quiero a ese indígena muerto, la delantera y que no me encontrara.
haz algo.
Esto es gracioso, jugando a las escondidillas con el Ángel de la
Su interlocutor; hombre menudo, vasallo de aquel señorón; muerte.
pero con algo de poder por estos lares, algo nervioso dijo — Suelten
a Amadís, para emperrar a ese indio insolente —. Pero tengo la idea de haberle ganado, hoy llega el libro que
encargué al tendero de la librería de esotérico, «los diosesprehispánicos,
El encargado de las jaulas en su desesperación por obedecer a mitos y ritos».
su patrón, choco contra ellas, dejando escapar a seis perros más, entre
dogos, lebreles y un Ixcuinda negro y pelón. Al menos eso era lo que —El asustadizo quídam, caminaba por las calles de la ciudad,
alcanzaba a ver el indio. Poco le importaron los perros al hombre que con cuidados extremos, al llegar a las esquinas, y antes de cruzar la
dignamente confrontaba a la muerte, se hincó, vio directamente al calle, miraba tres veces en cada dirección, se persignaba y corría
perro calvo, y sin titubeos comenzó a rezar. La jauría se amontonó a apresurado hasta la siguiente acera.
su alrededor...
Supuestamente ya a salvo, revisaba la cuadra que se extendía
El dolor cesó, el indio abrió los ojos impresionado, quería saber frente a él, los edificios, las casas, si las paredes no estaban agrietadas,
que estaba pasando, entonces fue recibido por la lamida del animal si no había algún gato negro cerca o perro que le atacara, cuando
bermejo al que le diera muerte, se paró, y vio alrededor, estaba a la estaba totalmente seguro continuaba su camino, con pasos lentos,
orilla de un río, su única compañía era el canino, el cual lo miraba protegiéndose lo más posible.
sin parpadear un poco, echado en sus patas traseras y dejando colgada
su lengua, aquel animal que momentos antes era el peor de los Por fin llego a la librería esotérica.
monstruos, se transformo en dócil.
—Hola como está, ya tengo el libro que encargo, llegó
Al otro lado del río había unas personas; empezó a reconocer justamente hace una hora, permítame traérselo.
que varios familiares y amigos... lo venían a recibir, torno al xólatl-
itzcuintli del cuello y juntos cruzaron la corriente por última vez. —Está bien, aquí le espero.

5
Ajolote.

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Grimorío de la Muerte
se imprimió el mes de febrero de 2010
en los talleres gráficos de
G-3 Impresiones
Av. Insurgentes 366 Ote. Tepic, Nayarit

Este libro es el No, de 50.

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