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Colegio San Esteban Diácono

Departamento de Pastoral
7º Básico

¿De dónde viene la palabra TEMPLO?

Maqueta del destruido templo


de Jerusalén.

La palabra templo viene del latín templum ‘recinto sagrado’, griego τέμενος -
del verbo τέμνειν que significa ‘cortar’, ‘recortar’. Es un recinto reservado para los
dioses, recortado, separado, aislado. Este espacio delimitado es sagrado (sanctus)
y, por tanto, inviolable. Sanctus viene del verbo sancire ‘delimitar’, ‘establecer’,
‘acotar’.

En su origen, el término templum no designaba la “casa de Dios”, sino un


distrito sagrado que correspondía a un sector determinado y desde el que se
observaba el cielo a la búsqueda de signos que sirvieran de base para hacer un
augurio. El sector delimitado en el cielo se llamaba también templum.

Más tarde comenzaron los romanos a construir los santuarios para los
dioses en esos recintos sagrados. De ahí pasó el nombre templum de significar un
sector delimitado y sagrado a el edificio dedicado a los dioses. Los romanos no
decidían nada sin consultar a los augures (sacerdotes). Cuando se construía un
edificio público, lugar sagrado o se fundaba una nueva ciudad, había que hacer una
in-auguración. Inaugurare (‘inaugurar’) era consultar a los augures para saber si el
lugar que se iba a abrir al culto o al servicio público era un lugar favorable o
nefasto.

Los romanos tenían otra palabra para


templo y era fanum ‘lugar sagrado’, el
santuario de la divinidad. De ahí viene
fanaticus, servidor del santuario. Por la
actitud exaltada y el afán de sacralizar todos
los aspectos de la realidad, el fanaticus
adquirió ese sentido peyorativo que aún hoy
tiene. Todo lo que cae fuera del recinto
sagrado es profanus.

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En Egipto, el templo no era sólo el lugar de culto, donde moraba la divinidad,


sino también era una imagen del todo el universo. El templo estaba construido
siguiendo un plan “caído del cielo”. Por eso cada parte del templo tenía un
simbolismo especial, un simbolismo de carácter cosmológico. Los ritos que se hacían
en el tempo estaban destinados a mantener el cosmos en movimiento, a garantizar
el orden del universo y el curso regular de los astros, para evitar que sobreviniera
el caos. El templo era una reproducción del cosmos, un reflejo cósmico: lo de arriba
y lo de abajo se correspondían. También era centro de administración, archivo
documental, biblioteca de todo el saber. Por lo tanto, el templo no era solo un lugar
sagrado, un centro cósmico, sino que era el lugar donde se guardaba todo el saber
tradicional y arcano (“Casa de la vida”), esencial para la supervivencia de la
sociedad.

En Israel, el templo de Jerusalén estaba en el Monte del Templo (en


hebreo, Har Habayt), lugar del Primero y Segundo Templo. Este templo fue
destruido tres veces. En él se guardaba el Arca de la Alianza.

En el Cristianismo, la palabra templo ha sido sustituida por la de Iglesia (del


griego ἐκκλησία, comunidad de los fieles). Según San Pablo (1 Cor 3, 16-17), el
cuerpo físico de la cada persona es un templo y es santo: “¿No saben que son
templo de Dios, y que el espíritu de Dios habita en ustedes? Si alguno destruye el
templo de Dios, Dios le aniquilará. Porque el templo de Dios es santo, y ese templo
son ustedes”.

Mientras que muchas


sectas cristianas y las iglesias
protestantes reformadas a
partir del siglo XVI usan el
término templo para designar
el lugar de culto, la Iglesia
Católica evitó siempre esta
palabra para evitar la
asociación con el Templo de
Jerusalén. Sin embargo,
actualmente se ha vuelto a
ocupar esta palabra con su
significado original.

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