Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
cuerda con que la ataba a aquel poste de madera – Si no te parece bien, podemos
- Como quieras – siguió Jim, y la terminó de atar. Se apartó del poste y se limpió
- Sí – asintió la niña – En cuanto lea la nota, llegará aquí hecho una furia. Él es así
de John.
amigo. Tal vez salga mal parado – la miró inquisitivo. La niña rió con ganas.
- Ya veremos – dijo.
- Oye, Elly, – un hombre del pueblo de edad avanzada se acercó a ellos – ¿estás
segura de que se puede confiar en este joven? – la niña asintió con energía –
***
John llegó a las cuatro de la tarde. Poco más de una hora después de que
abandonaran su casa dejando aquella nota. Mientras el librero andaba por mitad
de la calle, seguido por la mirada de los vecinos curiosos, Jim pudo observar la
- Lo que has leído – replicó Jim. Y giró la cabeza hacia un lado, señalándole el
- ¡Elly! – gritó el librero, y avanzó con rapidez hacia ella. Jim desenvainó su
espada para cortarle el paso. John se paró y miró el acero alarmado. Luego
- Creo habértelo dejado bastante claro en esa nota – dijo – Si quieres recuperarla
¿¡Y vosotros qué!? ¿¡Habéis decidido quedaros ahí mirando y sin hacer nada!? –
dijo airado. Los habitantes del pueblo se echaron hacia atrás, recelosos. John
- Será mejor que dejes de indignarte por la cobardía ajena, – empezó Jim – y que
mires por la tuya propia – sonrió – Acabo de retarte a un duelo. ¡Así que
poste.
lo miró divertido.
bolsillo de oro macizo. Lo abrió con gracia – ¿Cinco? ¿Diez minutos? – Jim
dorada se expandió por los lados, arremolinándose, hasta tomar la forma de un inmenso
espadón, todo de oro. John sostuvo el arma con ambas manos y detuvo su ataque sin
problemas. Jim lo miró perplejo desde arriba. El librero volvió a sonreír y lo apartó con
sorprendido:
librero se plantó ante él con gran velocidad, sosteniendo el mandoble con ambas
- Casi, ¡pero no! – informó justo antes de lanzarle un tajo. El pirata paró el rápido
La fuerza con la que golpeaba aquel mandoble era demasiado grande como para
frenarlo. El impacto del golpe hizo que Jim saliera disparado hacia atrás. El ataque lo
hizo deslizarse por el suelo con dureza. La espalda le quemaba con ardor cuando se
- Eres muy fuerte – le dijo aun jadeando – Un arma tan grande y pesada como esa,
y eres capaz de blandirla sin ningún esfuerzo – se puso en pie y se irguió espada
tuya – comentó – De hecho, puede que sea incluso menor – añadió – La razón
por la que puedo empuñar este arma no tiene que ver con mi fuerza, sino con mi
habilidad.
- Sí – asintió él – Y otra cosa que tal vez te interese saber – siguió – Deberías
quebrándose.
- ¿De qué hablas? – dijo él – Por muy pesada que sea, con una espada de oro es
imposible que quiebres el… – Jim miró sorprendido la hoja de su espada. Estaba
- Nunca juzgues un libro por su cubierta, Jim Golden – dijo el librero – Que mi
espada sea de oro no significa que tenga las mismas propiedades que el oro.
- ¿A qué te refieres?
de mi poder – sonrió.
En aquel momento, el combate se decidía a favor de aquel hombre. Jim lo tenía claro.
Pero no podía dejar que aquello le desmotivara. El joven pirata recordó las palabras que
siempre decía su capitán: “En una batalla, Jimbo, aquel que piense en la derrota, aunque
sólo sea por un momento, perderá. Cada combate es una lucha entre voluntades. El
combatiente que sepa imponer su propia voluntad frente a la del enemigo, decidirá la
batalla a su favor “. Jim se irguió en pie, y le dirigió a su rival una mirada desafiante:
persistiendo en atacarme con ese acero tan endeble, tu espada se quebrará – Jim
asintió.
- Que “tu espada sea de oro no implica que tenga las mismas propiedades que el
- Te diré algo sobre las espadas – le cortó Jim – El material del que están
material con el que fue forjada – agarró con firmeza su arma – Es decir, que si
mi voluntad logra ser más afilada que la tuya, – se preparó para atacar – ¡cortaré
El pirata se lanzó decidido contra John. El librero alzó su arma para parar aquel tajo
descendente. Las espadas entrechocaron ruidosamente. Jim sintió el filo de su rival más
frágil, y empleó toda su fuerza en abrirse paso a través de él. La espada de acero cortó el
mandoble dorado como un cuchillo caliente la mantequilla. John tuvo que echarse a un
juraría que su ataque no había tenido toda la fuerza que deseaba darle. Entonces
lo comprendió.
sonriente.
caracterizaba.
- Como bien has dicho antes, tu fuerza no es superior a la mía – dijo – Pero aun
así, manejas con soltura un arma que yo difícilmente podría levantar del suelo –
que estoy en lo cierto – siguió Jim, sonriendo otra vez – Al esgrimirla, la haces
liviana, para poder manejarla con soltura. Y es justo a la hora de dar el golpe,
cuando restableces su peso, con el fin de darle una mayor fuerza a tus
embargo, cuando te toca defenderte, estás en desventaja, porque tienes que hacer
sonrisa.
cuenta de lo fundamental – el pirata lo miró sin saber que decir. El espadón del
- ¿Era eso a lo que te referías? – inquirió Jim más aliviado – Ya me imaginaba que
dijo – La primera vez lograste parar mi golpe porque ataqué sin pensarme bien
las cosas. Pero ahora que conozco tu debilidad, ¡cortaré tu espada sin importar
las veces que la repares! – se lanzó hacia él decidido. John lo aguardó sonriente.
Jim embistió con una estocada, que el librero supo ver y desviar con su espada. El
hombre aprovechó el descuido del pirata para agarrarle el brazo con el que sostenía el
arma:
- Te dije que tuvieras cuidado de tu espada – dijo. Y acercó la mano libre al plano
de la hoja.
Nada más ver como los dedos de John tocaban el acero, Jim se libró de su presa y se
echó hacia atrás. Comprobó jadeante el estado de su arma. La hoja parecía estar
húmeda. El pirata pasó dos dedos por ella y vio cómo se manchaban de un líquido de
- Vaya, parece que has sabido verlo venir a tiempo – dijo este sonriente – Un poco
- Así es – afirmó el otro – Permíteme que te saque del error en el que te hallabas –
peso, dureza… Puedo cambiar las propiedades de cualquier material que pase
- Entiendo – dijo Jim – No solo eres capaz de darle forma a ese reloj tuyo, sino
- Así es – corroboró John – Ahora que lo entiendes, será mejor que te des por
- ¿Crees que semejante gilipollez va a hacer que me eche para atrás? – dijo – Esto
no terminará hasta que uno de los dos pierda – agarró la espada con firmeza – ¡Y
Jim se abalanzó de nuevo hacia el librero. John le aguardó pacientemente. Las espadas
combate parejo, pero el pirata era capaz de llevarlo a su terreno. Si bien las intenciones
de John eran frenarle en seco para echarle mano a su espada e inutilizarla, Jim podía
percibir con total claridad las acometidas de su rival y evitarlas si se concentraba en oír
la voz de sus movimientos. Aprovechó una apertura de su oponente para entrar con
todo. John logró parar el golpe a duras penas, pero su espadón cedió con facilidad y Jim
volvió a cortar a través de él. El librero se echó hacia atrás para recuperar la distancia
defiendes.
entiendo que pretendes conseguir con todo esto – siguió – ¿Te salvamos la vida,
y ahora nos sales con estas? – el pirata le miraba divertido – ¡Está claro que los
- ¿¡Y tú, qué pretendes!? – le increpó – ¿¡Quedarte aquí dejando pasar el tiempo y
- ¿¡Qué no sé nada!? – inquirió John divertido – Creo que sé bastantes más cosas
- ¡¡No sabes nada!! – repitió Jim – ¡No sabes nada porque no has visto nada! ¡¡Te
limitas a creer en aquello que lees, y cierras los ojos a la hora de ver el mundo!!
– dijo – ¡Pues yo te voy a enseñar algo que desconoces acerca de los piratas!
dijo – ¡He visto a multitud de piratas! – puntualizó – Y todos sois iguales. ¡No
- Pues déjame decirte, – empezó Jim – como pirata que soy, algo que desconoces
acerca de mí – se preparó para atacar una vez más – ¡Que no pienso parar hasta
conseguir lo que quiero! – se lanzó hacia él. John paró su embate. Las espadas
cara.
avance – ¿¡Y qué es lo que quiere una escoria como tú!? – preguntó.
Algo cambió en la mirada de John y la fuerza con la que sostenía su arma disminuyó.
Jim puso todo el peso del cuerpo en su espada y desarmó al librero con un movimiento
de ayuda a nadie!! – fue a golpearlo de nuevo, pero John apoyó los pies en su
puñetazo.
- ¿¡De qué coño vas!? – le increpó – ¿¡Primero secuestras a Elly y ahora quieres
antes de que le diera un nuevo puñetazo, Jim le agarró ambos brazos y le asestó
- ¡¡Mírala, imbécil!! – le cortó señalando a la cría con el dedo. John la miró, y Jim
- John, – dijo con una voz lastimera – ¡ya basta! ¡¡No quiero que os peleéis más!!
- Elly… – el librero miraba a la muchacha sin saber qué hacer. Jim le dirigió una
El pirata avanzó con pasos firmes hasta el poste de madera y desató a la niña. Esta salió
- Mira que hacer llorar así a una niña pequeña – le increpó al librero – Por mucho
que te idolatre, ella sufre al verte pelear, ¿sabes? – dijo – Sufre cuando intentas
protegerla. Porque si te hacen daño defendiéndola, piensa que es culpa suya, por
- Del mismo modo, – dijo – también se culpa de que te quedes aquí. Sabe que ella
es la causa por la cual no te atreves a dejar esta isla – explicó – Y si bien le duele
quedarse sola, más le duele el ver como echas a perder tu ambición por ella.
- Elly, ¿es eso cierto? – preguntó. La niña lo miró entre lágrimas y asintió.
balbuceaba las palabras llorosa – yo quiero lo mejor para ti. Además, – lo miró
John miró a la multitud con detenimiento. Los habitantes del pueblo, poco a poco, se
- Todas las buenas historias, – dijo – nacen gracias a hombres y mujeres que, pese
a tener que llevar a cabo un importante sacrificio con ello, reúnen el valor
suficiente como para dejar atrás sus hogares y echarse a la mar – explicó – Para
bien o para mal, ahora te toca a ti realizar ese sacrificio – dijo mirando a la niña.
El librero apoyó las manos en los hombros de Elly, y la miró con seriedad:
- Elly, – dijo – ¿tú que dices? ¿Qué crees que debería hacer? – la niña lo miró
sonriente.
- ¡Tonto! – le increpó – Siempre me cuentas las mismas historias para dormir, ¡y
te vayas de aquí en busca de una historia decente – dijo – ¡Tu propia historia!
El librero se puso en pie y observó a Jim con seriedad. El pirata sonrió satisfecho:
- Veo que por fin has entrado en razón – dijo mientras le extendía la mano en
señal amistosa.
boca.
equilibrar la balanza – dijo mientras le extendía una mano para que se levantara
del suelo. Jim lo miró extrañado y luego cogió la mano que le ofrecía, divertido.
- ¿Entonces vas a dejar la isla? – inquirió – ¿Vas a navegar por tu propia cuenta? –
- Claro que no, capullo – contestó John, y le dirigió una sonrisa – Voy a navegar
contigo.
“One Place”, una obra de Andrés Jesús Jiménez Atahonero. Fanfic original basado en la obra “One
Piece” del mangaka Eiichiro Oda. Hecho por fan para fans