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Ciudad de Guatemala

6 de mayo 2011

Declaración final

Nosotras, aproximadamente setecientas mujeres académicas y activistas indígenas, afrodescendientes y


mestizas, de diversas identidades, desde distintas experiencias, territorios e historias hemos sido
convocadas bajo el signo de la mujer escriba, nuestra ancestra, emblema de la apropiación que las
mujeres hemos hecho del conocimiento y de la escritura, para validar la tradición oral que, en la cultura
patriarcal, nos ha sido históricamente expropiada. A esta tradición oral sumamos el conocimiento escrito
desde hace unos siglos, que sustenta las teorías feministas. Sin los primeros actos transgresores de las
mujeres por recuperar la palabra, y hacer suya la lectura y la escritura, no tendríamos los textos
inspiradores de nuestro pensar feminista.

Hemos reunido voluntades, compromiso e identificación desde y con la propuesta feminista en la


academia, en sinergia con el movimiento social feminista y de mujeres, y con las feministas en el sector
público. La identidad política feminista nos ha unido en este esfuerzo de encuentro académico, en un
espacio resignificado desde nosotras para pensar, reflexionar, debatir y crear nombrando a nuestras
ancestras académicas, las primeras graduadas universitarias en la región mesoamericana.

Hemos trabajado en un espacio amoroso para -desde una perspectiva holística- visualizarnos como seres
completas, para reconocer y validar nuestras capacidades creadoras, intelectuales, teóricas, hacedoras de
historia, constructoras de ciudadanía, sanadoras de cuerpos, mentes y espíritus, para reconocer nuestras
sexualidades.

Hemos dado cuenta, en estos tres días, de nuestros logros en la academia, de los factores que nos han
hecho avanzar, de las alianzas construidas, de los espacios creados, pero también de las dificultades, tanto
en el ámbito universitario como en todas las dimensiones de la vida social.

Hemos identificado las problemáticas que persisten en este sistema patriarcal, que aún limitan la libertad
y la autonomía de las mujeres: la violencia estructural, económica, física sexual, el feminicidio, la
violencia epistémica y simbólica. La negación de derechos, la impunidad y la descalificación de nuestras
capacidades intelectuales y nuestros saberes.

Hemos hecho este balance y nos vamos conscientes de los grandes retos que aún nos quedan, retos para
los cuales necesitamos fortalecernos, consolidar nuestras redes, reconocer la autoridad de nosotras y de las
otras, hemos tomado conciencia de que solas no podemos enfrentar los techos de cristal y los muros que
pretenden contener nuestras capacidades creadoras, nuestros derechos y nuestras aspiraciones.

Hemos hecho el balance de los estudios de género y feminismo, reconocido las propuestas
epistemológicas elaboradas desde las mujeres indígenas y afrodescendientes; visibilizado la problemática
de las mujeres migrantes, palpado el miedo que ellas viven día a día; hemos conocido los avances y retos
de las mujeres en y frente al Estado, en entornos de democracias amenazadas por la corrupción, el
narcotráfico, las actividades ilícitas y la fragilidad del estado de derecho. Varios son los indicadores de
esas amenazas: la criminalización de las luchas sociales, especialmente en el caso de las feministas
nicaragüenses; así como las prácticas represivas contra mujeres y hombres que denuncian los impactos de
los megaproyectos en Guatemala y en la región; con quienes nos solidarizamos.

Hacemos causa común con las feministas y el pueblo hondureño en resistencia, desde la solidaridad por
las personas asesinadas, torturadas, desaparecidas y violentadas, especialmente por las mujeres que han
sido víctimas de violación sexual. Pero también nos expresamos desde la denuncia, solicitando a la
instancia correspondiente en la Organización de Estados Americanos-OEA, que se garanticen los derechos
humanos de los y las hondureñas.

Desde este espacio manifestamos nuestra solidaridad y acompañamiento con la Marcha por la Paz y la
Justicia, convocada en México, que se suma a otras iniciativas para denunciar y rechazar la impunidad y
la militarización que está costando miles de vidas de jóvenes, mujeres, hombres, niñas y niños mexicanos;
pero cuyos efectos también alcanzan a cientos de personas migrantes centroamericanas que han sido
secuestradas, extorsionadas, e incluso asesinadas a su paso por territorio mexicano en pos de la
sobrevivencia en el norte.

Las feministas académicas no estamos desvinculadas de la realidad, no somos ajenas a la cotidianidad, ni


a las luchas sociales, porque nos desmarcamos de la pretendida neutralidad de la ciencia, porque
apostamos a crear otras epistemologías, a reconocer todos los saberes que nos conforman como
humanidad.

Hoy renovamos el pacto para continuar la lucha por la vida, por el buen vivir, en todos los espacios: desde
la casa hasta el Estado, en el trabajo, en las fábricas, en el campo, en la escuela y en las universidades. Así
como renombramos el espacio en el que nos encontramos estos días, nos comprometemos a renombrar,
repensar y recrear el mundo.

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