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La globalización

es de izquierda
Un enunciado antiimperialista

Como todo texto aprista, o como todo


buen texto aprista, escribo estas líneas en
respuesta a un fenómeno específico, y no
con la intención de señalar generalidades
y lugares comunes para los cuales nuestros respetados pero impopulares círculos académicos
son algo más que expertos. Evitaré, por esta razón, remitirme a un diagnóstico del país que
parta con alguna referencia a la “herencia colonial”, la “marginación del discurso social por las
élites”, o al bendito “consenso de Washington”. Si algo he aprendido en los años que llevo
informándome sobre temas sociales, políticos y económicos, es que tales generalidades se han
convertido rápidamente en los dogmas de las nuevas generaciones, callejones sin salida del
pensamiento, divisores ficticios de los peruanos entre los buenos y los desgraciados, y trampas
del off-side para quienes pretendan ver el país con ojos nuevos, con ideas frescas, y con teoría
renovada. No que sus conceptos estén errados, estimados colegas, pero realmente no calzan a
la complejidad de los fenómenos que pretendemos dominar.

Pero como sabemos, sería una necedad pensar que llego a tocar temas tan profundos como el
imperialismo, la democracia, y la política económica sin una fuerte carga histórica detrás.
Ciertamente son muy pocos los que tienen el talento de llegar a unas elecciones luego de decir
la misma cosa por 40 años y alegar que están proponiendo “el cambio” sólo porque van con
otro nombre. Al no contar con esa sombría aptitud, debo remitirme a la corriente política con
la que me identifico, y en mi caso, reivindicarla luego de tantos años de mezquindad, de
ponzoñosa oposición, y también de errores que han cometido algunos correligionarios. Para mi
suerte, el discurso político del siglo XXI es cada vez más cercano a las tesis esgrimidas a la largo
de la existencia del partido aprista, y aunque momentáneamente se carezca de la fuerza
mediática y el respaldo político para que en el Perú se hable de ideas tan simples como
Interamericanismo democrático sin imperio sin complejos, podemos ver que en la práctica las
viejas recetas de los grupos de izquierda totalitaria y derecha oligarca están quedando ya
rezagados y tienen que mimetizarse con nombres a veces risibles para que le sean viables en la
vía democrática.

Este ensayo está dedicado a un argumento bastante simple: la globalización, entendida como
el proceso resultante de los cambios tecnológicos en el campo de las comunicaciones y el flujo
de capitales, es perfectamente compatible con los conceptos defendidos por la izquierda
democrática latinoamericana, especialmente en la estrecha relación que hay entre un mundo
ultra comunicado como el que vivimos y la cerrada defensa por las libertades, la democracia, el
derecho a la información, y al fortalecimiento de capacidades para superar el hambre y la
miseria. Los movimientos sociales “antiglobalización” que han surgido en las últimas dos
décadas, no han aparecido en respuesta a este proceso de flujo de capitales e información,
sino al imperialismo económico promovido por ciertos grupos de poder que pensaron que

1
podían implantar políticas económicas
unilaterales en países que tienen vastos
sectores a los que no les beneficia. Así,
afirmo a lo largo de este mensaje que si
bien muchos hemos pasado mucho
tiempo pensando que la globalización era
“el nuevo imperialismo”, es más acertado
decir que la globalización es
precisamente el lado positivo y atractivo
de los flujos de capitales, mientras que el
imperialismo debe ser rechazado en
todas sus formas, incluyendo el
capitalismo de Estado promovido por
sectores retrógrados y resentidos que
viven buscando nuevas formas de incluir
sus viejas ideas en recetas de nombres
capciosos como el indigenismo sindical
boliviano, el bolivarianismo venezolano, y
el nacionalismo peruano.

Imperialismo y Antiimperialismo

No quisiera gastar más tiempo del debido analizando temas que ya han sido ampliamente
discutidos a pesar que se les da poca difusión en los sectores académicos que probablemente
tampoco quieran discutir lo que escribo en estas páginas. Sobre la evolución del concepto de
imperialismo en la teoría socioeconómica recomiendo la lectura de los ensayos Haya de la
Torre: pensamiento doctrinario de Juan Carlos Saravia1, y Haya de la Torre en su espacio y su
tiempo de Pedro Planas con Hugo Vallenas2, en donde se analiza y contextualiza debidamente
la evolución de los conceptos que manejamos los confesos seguidores de la izquierda
democrática. Para los fines de este ensayo, es importante poner en claro o recordar las
siguientes ideas-fuerza que se pueden encontrar en prácticamente toda la bibliografía aprista:

1- El principio básico del método de análisis político aprista es el reconocimiento de la


realidad cambiante, fundamentado en la teoría del espacio-tiempo-histórico, en la
cual se asume en todo momento la estrecha relación que existe entre las ideas y el
momento y lugar donde se plantean. En las sociedades avanzadas tecnológicamente,
los momentos históricos cambian más rápidamente de lo que se daban en sociedades
agrarias o de cazadores/recolectores, por lo cual es necesario repensar
constantemente las ideas para formularlas en la realidad existente.
2- El Imperialismo está definido como una forma particular de imponer intereses
extranjeros de un país desarrollado a uno subdesarrollado en el cual prima la fuerza

1
(Juan Carlos Saravia Ramos. 2006. Haya de la Torre: pensamiento doctrinario. En “Vida y Obra de Víctor
Raúl Haya de la Torre” Tomo-V. p 17-144. Lima
2
Pedro Planas, Hugo Vallenas. 2006. Haya de la torre en su espacio y su tiempo, En “Vida y Obra de
Víctor Raúl Haya de la Torre” T-I. p113-300. Lima

2
militar y la creación de enclaves de capital que no benefician a la población del país
subdesarrollado.
3- El APRA es un movimiento que ha nacido en contra de la imposición imperialista. En
sus inicios, esa imposición tenía el denominador común de una agresiva presencia
militar y empresarial estadounidense, orientada a estrangular la revolución mexicana
desde Panamá, América Central y el Caribe, lo cual provocó el plasmar como prioridad
del programa aprista la afrenta contra “el imperialismo yanqui”.
4- Al cabo de poco más de una década, la política internacional del Departamento de
Estado estadounidense cambió por la alternancia de presidencias y el nuevo contexto
mundial de la segunda guerra mundial. La política del “buen vecino” promovida por
Franklin Delano Roosevelt, que promovía la expansión de las clases medias en nuestro
continente, cambió dramáticamente las formas de presión que se ejercían,
convirtiéndose en una alternativa menos traumática que el capitalismo de Estado que
se empezó a ejecutar en Italia y Alemania por el nazifascismo y desde Moscú por el
comunismo. Hacia la década de los 40´s, el programa máximo del APRA empezó a leer
“contra todo imperialismo”
5- Desde 1928, Haya de la Torre ya había definido el imperialismo como “ambivalente”,
del cual hay que tomar lo positivo (la tecnología) y rechazar lo negativo (la presión
política negativa).
6- Con el paso del tiempo, se ha hecho cada vez más claro que las políticas imperialistas
pueden venir de cualquier forma en cualquier gobierno con
ambiciones hegemonistas y expansivas, incluyendo ahora
nuevas potencias como el Brasil, por lo cual los países
llamados subdesarrollados no podemos tener complejos
dogmáticos de negociar con cualquier potencia para lograr
obtener los beneficios que nos puedan brindar su tecnología y
sus capitales.

Los detalles de con quién negociar y en qué condiciones en el


año 2011 escapan ciertamente los alcances de este ensayo,
pero lo que me interesa que quede en claro es que no hay
razón alguna para pensar que el imperialismo tiene la bandera
de algún país o un sistema económico que los ampare; de
hecho se dan imposiciones imperialistas hacia países vecinos

La guerra, principal forma de de la teocracia Iraní, de la China comunista reformada, o de los


presión imperialista tan conocidos “círculos empresariales” ultra secretos que
hacen bestsellers para los fanáticos de la conspiración.

Los apristas, por décadas ya, hemos sido atacados por enfatizar la necesidad de negociar
frente a las potencias en búsqueda del progreso. Manuel Seoane, en vida el segundo hombre
más importante del aprismo y entre los diez peruanos más importantes del siglo XX, se dirigía
así al III Congreso del Partido Aprista en 1957:

“Nuestro movimiento no es un movimiento inerte, que se aferra a las palabras sonoras.


Tiene una relación con la realidad, que es cambiante. Debemos estar alertas respecto a
los cambios que van produciendo la tecnología en el mundo y los descubrimientos que

3
va realizando la ciencia… El capitalismo comprende que su supervivencia depende de su
capacidad de transformación, de la posibilidad de aumentar riquezas y, sobre los
nuevos márgenes ampliados, conceder mejores condiciones de vida a los empleados y
obreros que trabajan en él. Por eso el pueril desafío comunista ha sido rebasado por el
desarrollo capitalista… El pecado de Marx consiste en que formuló profecías sin
considerar el carácter dialécticamente cambiante de la realidad… La gente moderna no
anquilosada, comprende que están cambiando las condiciones tecnológicas… Sobre
estas bases nuevas, sobre esta posibilidad de crear riquezas mayores, se viene a
cumplir la profecía que Víctor Raúl lanzó en 1945: No se trata de quitar la riqueza a
quien la tiene, sino de crearla para quien no la tiene” 3

Esta actitud, que la venimos teniendo desde 1930 y no desde el gobierno de Alan García como
pretenden divulgar algunos separatistas, es lo que siempre hemos llamado antiimperialismo
constructivo, que es una posición divergente abiertamente de otros sectores que se hacen
llamar de izquierda pero que promovieron por décadas que el Perú sea un enclave de sus
financistas totalitarios soviéticos o chinos. Estos grupos, ahora con nuevos aires gracias a un
eficiente blanqueado con asesores extranjeros, promueven el revanchismo frente a algunas
potencias para beneficiar a otras con las que ellos trafican sus intereses, lo cual dista mucho de
ser en alguna forma antiimperialista, o de izquierda.

De esta manera, empezamos a ver


que el concepto de imperialismo
tiene en lo concreto un ámbito
bastante restringido a ciertas
políticas que se deciden en los
países desarrollados y las
multinacionales, y no a la
naturaleza propia del capitalismo
en general o de los países
desarrollados. No todo capitalismo
es imperialista. Mi ejemplo
favorito de actualidad es la política
estadounidense, la cual hace unos
años nada más empezó una
La agroindustria emplea cada vez a más peruanos, crece casi tan
rápido como las ONGs de financiamiento extranjeroexpansión imperialista en los
países petroleros de Oriente, sin
ningún otro motivo verificable que la extracción del petróleo iraquí que ha llevado a una
cruenta guerra sólo comparable con Vietnam. Y sin embargo, hemos sido testigos en los
últimos 24 meses de la mayor intervención estatal en las finanzas mundiales de los últimos 50
años por la decisión del Partido Demócrata y el presidente Obama al recortar el trato
inhumano al que se exponía al ciudadano norteamericano merced a la prepotencia
monopolista de las transnacionales farmacéuticas. Increíblemente, ¡en el mismo Estados

3
Seoane, Manuel. 2003. Informe presentado por Manuel Seoane el 30 de julio de 1957 ante el IV
Congreso Nacional del Partido Aprista Peruano. En Manuel Seoane: páginas escogidas; recopilación,
selección y notas por Eugenio Chang-Rodriguez. Lima, Fondo Editorial del Congreso del Perú. 482-484

4
Unidos se han aplicado políticas antiimperialistas mientras el Estado aún libra una guerra
imperialista!

El antiimperialismo, entonces, no es para nosotros una pose anti empresa ni una bandera
desfasada en el tiempo, sino un ejercicio constructivo para obtener los beneficios tecnológicos
y científicos del capitalismo de alto rango, que ha demostrado ser ampliamente efectivo en
producir tantos problemas como soluciones. Nuestro trabajo, como vanguardia del
Indoamericanismo, está en lograr tener un Estado y una sociedad que pueda encauzar ese
esfuerzo por obtener una democracia social sin explotación, sin resentimientos, y con futuro
promisorio al mismo tiempo que se defiende de la presión de aquellos capitales extranjeros
que, no cabe duda, utilizan sus influencias para reducir los beneficios que podamos lograr de
ellos.

Globalización democrática
A sabiendas de que el imperialismo
es un proceso ambivalente que trae
consigo la tecnología clave para el
progreso, también hace falta
entender el rol que este proceso
juega a nivel mundial. Con mayor
tecnología, mayor movilización,
mayor información, prácticamente
todo lo que hacemos y todo lo que
tocamos está influenciado por la
globalización, que ha incrementado
las relaciones humanas de tal forma
que es difícil pensar en política sin
tener en cuenta los eventos

La revolución democrática Egypcia se levantó frente al ocurriendo simultáneamente en


imperialismo usando las armas de la globalización otras partes del mundo.

Algunos teóricos de la izquierda europeísta se han pasado las últimas dos décadas
argumentando que la globalización, por ser producto del capitalismo, es una afrenta
imperialista y que es fundamentalmente un juego de palabras para no hablar ya de los
imperialismos 4 . Eso no tiene ni pies ni cabeza. Para empezar, se puede decir que la
globalización empezó tan pronto como el hombre empezó a moverse alrededor de la tierra y
se empezó a reproducir; tarde o temprano, todos los humanos tenemos que tener algún tipo
de relación; el aislamiento no es una opción. La globalización no implica la sujeción a gobiernos
extranjeros, dado que en el mercado mundial se compite constantemente por los servicios que

4
Pierre Bordieu, uno de esos franceses a los que nuestros nostálgicos europeístas latinoamericanos
suelen citar mucho porque no tiene mucho que ofrecer en política más que una buena pluma y un
apellido que queda bien en los ensayos de posgrado, nos dice que “(la globalización) es la destrucción de
las bases económicas y sociales de los más preciados resultados culturales de la humanidad. La
autonomía de los mundos de producción cultural con respecto al mercado, el cual ha crecido
sostenidamente a costa de escritores, artistas, y científicos, se acrecienta peligrosamente” Bordieau,
Pierre. 1998. Acts of Resistance: Against the Tyrany of the Market. The New Press and Polity Press. P 37

5
se puedan ofrecer. Las multinacionales, con todos los reparos que debemos tener para tratar
con ellas, son de lejos la mejor opción para financiar proyectos de desarrollo en nuestras
tierras que no estén al alcance del Estado. Si algo hemos aprendido de Estados exitosos pero
diferentes como los de Europa nórdica o los tigres asiáticos es que hay grandes beneficios que
podemos obtener del acceso a mayor información y en la participación de los flujos de
capitales.

La globalización, como el fenómeno más importante de nuestra época, es también un


catalizador de las libertades y la democracia, ya que en un país en donde la información es
accesible por cada vez más gente, es imposible mantenerlos en la obscuridad por mucho
tiempo. Curiosamente, los detractores piensan exactamente lo contrario, es decir, que la
globalización promueve el pensamiento único y que amalgama a las masas en fieles servidores
imperialistas. Añaden también que la globalización impone una competencia desleal entre
economías desarrolladas y economías en vías de desarrollo. Lo único que puedo decir en
defensa, es que mientras Mao tuvo una revolución cultural para ponerle vendas en los ojos al
pueblo chino y aislarlo del progreso del mundo, la tecnología capitalista ha promovido más
discurso rebelde y contestatario en contra de las potencias comerciales y ha dado curso a más
argumentaciones contra las normas establecidas que cualquier emperador. Tal vez pueda
hablar solamente por mi generación, pero honestamente no creo que los reguetones
caribeños, el hip-hop urbano estadounidense, o el rock contra-cultura importado en cassettes
y CDs hayan creado muchos “ciudadanos serviles” en nuestro Perú. La música de los Beatles o
Bob Dylan, ingresada de contrabando por jóvenes turistas a la Unión Soviética, ¿fue un factor
de “alienación pro-imperialista” en ese cerrado sistema social? Todo lo contrario, pienso que la
incursión de tantas influencias ha producido espacios de libertad individual mayores que
promueven el progreso de las personas en vez de las aburridísimas marchas socialistas que han
cantado ciertos electos congresistas hasta el aburrimiento.

Y eso es fundamentalmente la izquierda democrática, buscar el pan común en medio de un


sistema que te deje ser libre para desarrollarte personalmente. Algunos políticos no muy
afines a nosotros que ahora se hacen llamar “socialdemócratas”, “progresistas de izquierda”, y
otras etiquetas afines, han luchado con vehemencia frente a esto, argumentando a diferentes
niveles por una versión demagógica del bien común en el que las palabras democracia y
libertad no están incluidas. Que quede bien claro para los que no lo están, no se puede ser de
izquierda sin defender la libertad de las personas, porque si se trata de simplemente
distribuir recursos o tener “más presencia del Estado”, pudiésemos tranquilamente ser
fascistas. La verdadera identidad de la izquierda está en aquellas políticas que promuevan la
democracia y mejoren las condiciones de las personas para desarrollarse con sus familias al
mismo tiempo que se respeta la individualidad de cada uno. La raíz de la izquierda democrática
no está en Marx, sino en la gran revolución democrática que empezó con la revolución
francesa y se asentó en nuestra tierra al fundarse la república.

Duela a quien le duela, el único político peruano que ha explorado el proceso dual de la
globalización con claridad en los últimos treinta años es el presidente Alan García, quien nunca
se redujo a las explicaciones simplistas de la izquierda internacional y condenar a la
globalización como el nuevo imperialismo. En vez, su trabajo doctrinario Modernidad y Política

6
en el siglo XXI: globalización con justicia social (2003) sintetiza el argumento de la siguiente
manera:

El modo de producción global es una realidad. No es una solución ni un problema en sí


mismo. Como todo sistema de la historia humana plantea contradicciones y
dominación, pero también enormes posibilidades y energías. Y ante ese mundo nuevo,
tecnológico y político que se inicia, la democracia social debe afirmarse. Ello no
significa seguir conceptos como la Tercera Vía europea, sino mantener la esencia
revolucionaria y latinoamericana de sus grandes lealtades por la justicia y la libertad 5

En ese sentido, es una incoherencia plantear cerrar los mercados externos como una bandera
de izquierda, dado que monopolizar las relaciones económicas entre un grupo de empresarios
nacionales que no cuentan con el capital o la tecnología necesaria para el desarrollo resultaría
inevitablemente en el aplastamiento de nuestra economía por los países vecinos que sí optan
por tratar con el capital. Lo que no parecen entender los ideólogos de la teoría de los
“mercados internos” y de la “economía nacional de mercado” es que nuestra realidad actual
nos dice que la globalización va a continuar ellos quieran o no, y si no la aprovechamos
insertándonos en el modo de producción global vamos a sucumbir frente a la gran revolución
mundial que se desenvuelve frente a nuestros ojos. Ello implica, obviamente, la diversificación
de nuestra producción y la inversión del Estado en infraestructura y capacidades, que es la
única forma de erradicar la pobreza y lograr el bienestar de la democracia social. La otra
opción, que es usar el dinero del Estado en distribución superficial para crear la ilusión de
progreso, ya la hemos vivido, con consecuencias terribles, y no nos ha librado de mantenernos
como un país primario-exportador.

De esta manera, la globalización democrática se


convierte en una verdadera bandera de lucha frente
a los repetidores de lemas extranjeros que tanto
abundan en nuestro país. Inclusive los más
chauvinistas patrioteros provenientes del confuso
discurso etnocacerista ahora han adoptado el
discurso de culpar al “modelo neoliberal” por todos
los males del país. Lo real es que a pesar de haber
sido efectivos al imponer su discurso revanchista a
grandes sectores del país, las cifras no mienten
cuando se advierte que no sólo la pobreza se ha
reducido, sino que la desigualdad ha empezado a
disminuirse, y que en las acciones concretas, todos
están de acuerdo con muchas cosas que han pasado
en los últimos años. Sería mucho pedirles a personas
financiadas por organismos internacionales europeos
El imperialismo petrolero también tiene los y estadounidenses que abandonen sus puestos de
días contados
batalla, pero sí podemos señalar sus incongruencias y

5
García, Alan. 2003. Modernidad y Polític@ en el siglo XXI: globalización con justicia social. Editorial
Matices E.I.R.L. Miraflores. P 16

7
forzarlos a dar opinión frente a lo avanzado. Allí se verá si su mezquindad puede más que la
estadística.

En la batalla de las ideas, ya hemos ganado


De lo visto hasta ahora se desprenden ciertos cargos desde la oposición que me parecen
dignos contestar.

Por un lado, se nos acusa de no ser fieles al antiimperialismo constructivo y ser los defensores
del “capitalismo salvaje” al que teóricamente viviríamos subyugados. Obviamente, la gran
mayoría de estas objeciones nos la hacen desde un mensaje de twitter que mandan desde su
blackberry o interrumpidos por una llamada de celular a su iphone con el cual coordinan el
próximo paro regional “por la defensa de recursos” que curiosamente termina siempre
arreglado bajo la mesa luego de que la autoridad local afiance su posición de poder, la ONG
respectiva asegure su financiamiento extranjero, y los dirigentes sindicales se perfilen
progresivamente como líderes regionales bien remunerados. En los casos más extremos, la
hipocresía y la irresponsabilidad de los acusadores los termina juntando con elementos
violentistas que terminan fuera de control y exponen las terribles deficiencias de nuestro
Estado para el control de manifestaciones manipuladas.

Durante el gobierno de Alberto Fujimori, donde se privatizaba todo lo que se podía y se


compraba la receta neoliberal en un régimen deformado autocráticamente, nunca se dieron
protestas mayores de este tipo. Los ideólogos y activistas del anti capitalismo parecen
funcionar mejor cuando se arman mesas de negociación y los procesos de concesión son
abiertos, pero no cuando se hacían en la sala del Servicio de Inteligencia o cuando salir a las
calles no los ponía en los medios de comunicación. En la práctica, la mayoría de detractores de
la globalización se benefician de ella tanto como el resto, y sus arrebatos e histerias tienen
mucha más carga política caricaturesca que teoría económica. A la hora de la verdad, cuando
los apasionamientos cesan, la única plataforma seria que tienen nuestros detractores son las
malas formas ante un pedido legítimo del pueblo que pide consensuar en el que
lamentablemente no hemos tenido la suficiente fuerza política para negociar. Esa es la tarea
histórica que se traduce en la necesidad de partidos políticos para que la democracia funcione,
y estamos en deuda, pero no nos convierte de ninguna forma en defensores del liberalismo
ciego.

Por otro lado, se advierte que la economía se maneja en base a un “modelo” implantado por el
fujimorismo y que el único mérito que tenemos es “continuarlo”. De eso tenemos un poco más
de culpa, porque nuestros líderes han tenido por años un discurso en defensa del “sistema”
cómo si se pudiese reducir la complejidad de los flujos de la economía y la sociedad a algunas
cuantas variables y un único “modelo”. La verdad es que tiene muy poco rigor hablar de
economía en base a moldes y “modelos”, dado que en la realidad ésta es negociada
constantemente y se abren nuevas oportunidades que continuamente desdibujan la presencia
de un “sistema único”. Ya muchos estudiosos y estudiantes nos hemos preguntado: ¿en donde
existe el “libre mercado”? Ciertamente todas las potencias salvaguardan productos y
condicionan sus relaciones comerciales; basta ver el régimen arancelario taiwanés o
estadounidense para darse cuenta de que no existe tal cosa como el libre mercado, lo que
existe es la economía de mercado en donde siempre existirán restricciones y deberes que hay

8
que cumplir, pero nunca liberalismo total. Ni que hablar de preguntarnos en donde existe el
comunismo, o un comunismo que funcione.

Así, es una torpeza propia de algunos sectores de la izquierda “mayo del 68” seguir repitiendo
las diatribas contra “el pensamiento único neoliberal”, especialmente luego de la crisis
financiera capitalista de los últimos años, comparable en términos ideológicos sólo con la caída
del muro de Berlín. En el Perú, ya nadie o casi nadie está defendiendo la desaparición del
Estado, la implantación de una anarquía comercial, o en el otro extremo la estatización de los
recursos para la implantación de un capitalismo de Estado. Lo práctico y realista no es adoptar
un modelo estereotipado sino lograr un camino propio y acorde con los progresos del mundo
contemporáneo.

En el otro sector, encontramos a una


derecha confusa y poco atractiva con la cual
simpatizan una gran cantidad de tecnócratas
pero que nunca representan una verdadera
opción ideológica. Repiten frases aisladas y
razonamientos incompletos. Como los ciegos
políticos que son, se continúan plegando a
fórmulas autoritarias militaristas como lo
hicieron tantas veces durante el siglo XX y
ahora con el fujimorismo que abiertamente
desdeña la democracia les resuelve una vez
más su problema de falta de conexión con el Algunos, no se arrepienten
pueblo. De ellos, hay poco que decir
mientras no participen integralmente en la democracia; es decir, formen un partido o una
corriente de opinión con argumentos más o menos serios. Por lo pronto son uno o varios
conglomerados de intereses particulares que tienen suficiente dinero para ganar elecciones de
vez en cuando, lo cual no estimula ni favorece a la democracia.

Cuando los discursos terminan, los peruanos buscan en su mayoría que el mismo progreso
que ha reducido en veinte puntos la pobreza estos últimos años y ha ocasionado que existan
nuevos polos de crecimiento en la costa y partes de la sierra llegue a todavía más gente, y que
suceda sin desorden, ni demagogia, ni muertes en las protestas. No caigamos en triunfalismos
que nos hacen parecer soberbios, pero tampoco caigamos en el juego de los que vienen
diciéndole a mi generación que el Perú siempre va a estar peor. Eso es aprismo, eso es
antiimperialismo constructivo, eso es globalización democrática, eso es seguir la doctrina de
Haya de la Torre.

En conclusión, necesitamos de un gran partido revolucionario que funcione como el ejército


civil que encauce a la población a tomar la globalización por las astas mediante la educación y
la mediación de sus intereses. Sin eso, ningún gobierno podrá solucionar los problemas del
país. Los apristas somos los únicos llamados a ser ese partido, pongámonos a trabajar.

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