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El Rey Pescador & la Doncella sin Manos

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Comprendiendo la herida de la función de los sentimientos en las


psicologías femenina y masculina.

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Robert A. Johnson
Autor de “Él” y “Ella”

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[ CONTRATAPA ]

Es muy peligroso cuando en una cultura hay una herida que es tan común que casi nadie sabe que
allí hay un problema. Es lo que nos sucede actualmente con nuestra función de los sentimientos herida –
nuestra incapacidad para encontrar alegría, valoración y significado en la vida. Robert A. Johnson, el
celebrado autor de Él, Ella y Nosotros, retoma dos historias medievales y enseña cómo esta función de los
sentimientos se ha vuelto una víctima de nuestros tiempos modernos.

Johnson cuenta la historia del Rey Pescador Herido del Mito del Grial para ilustrar la ansiedad y
soledad que afligen al hombre. A través del cuento tradicional de la Doncella sin Manos, explica las
diferentes frustraciones de las mujeres y describe cómo esta disparidad en la forma en que sufrimos es
responsable de mucha de la tensión y de los malentendidos entre hombres y mujeres. Su intuitivo
análisis muestra que estas dos historias, creadas cientos de años atrás, son aún más relevantes en la
actualidad.

ROBERT A. JOHNSON, célebre orador y analista junguiano, es también el autor de Él, Ella,
Trabajo Interior, Éxtasis, Transformación y Adueñándote de tu propia sombra.

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Contenido

Introducción 3

El Rey Pescador 7

La Doncella sin manos 24

Conclusión 44

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Introducción

ESTE LIBRO TRATA de la herida en nuestra función de los sentimientos; probablemente la más
común y dolorosa que existe en nuestro mundo occidental. Es muy peligroso cuando en una cultura una
herida es tan común que casi nadie sabe que allí hay un problema. Existe un descontento general con
nuestra forma de vida, pero casi nadie sabe específicamente dónde buscar su origen.

Pensar es esa facultad fría que trae claridad y objetividad –pero que no brinda valoración; la
sensación describe el mundo físico –pero no brinda valoración; la intuición sugiere un amplio rango de
posibilidades –pero no brinda valoración. Sólo el sentimiento trae un sentido de valor y merecimiento;
de hecho es la función principal. Sin el sentimiento no hay juicio de valor. Perder la propia función de los
sentimientos es entonces perder una de las facultades humanas más preciosas, quizás aquella que nos
hace más humanos. Podremos entender el término sentimiento de manera más precisa si lo definimos
como la capacidad de valorar o de darle mérito a algo. Las personas que tienen una función de los
sentimientos finamente diferenciada traen con ellas gracia y bienestar; uno se siente valioso en su
presencia.

La función de los sentimientos es una víctima de nuestra forma moderna de vida. Intentar descubrir
la pérdida –o la herida– de esta facultad tan preciada es la tarea de este libro.

La herida en la función de los sentimientos es algo tan común en nuestro mundo occidental, que es
necesario alejarse completamente de esta civilización para lograr una comprensión profunda del
problema. América revela algunas de sus características específicas sólo cuando se la mira desde
Europa; nuestro mundo occidental revela algunos de sus secretos sólo cuando se mira desde oriente. No

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fue sino hasta que viví en la India por un tiempo que comencé a descubrir el grado de la herida en
nuestra función de los sentimientos.

El término sentimiento es en sí mismo ambiguo, una palabra huérfana. Su verdadero significado no


se ha diferenciado totalmente de su origen táctil. Deriva del verbo sentir en su sentido táctil. Utilizamos
la palabra sentimiento para describir muchos reinos sutiles. El acto de valorar no tiene un término digno
que lo defina y aún está atado por un cordón umbilical invisible al reino de la sensación. No es de
extrañar que un sentimiento fuerte esté ligado inconscientemente a un acto físico en el cual pensamos
que aquél debería expresarse. Por supuesto que uno puede expresar un sentimiento de manera sublime
a través de un acto físico, pero aquél no debería estar ligado inconscientemente al reino material.
Sentimiento es una de esas palabras maravillosas, terribles y ambiguas que contribuyen tanto a nuestra
confusión.

Está en marcha la erradicación de nuestro lenguaje de algunos de los grandes términos -tales como
Dios, libertad, democracia y amor- que se han vuelto tan globales en sus asociaciones que en la práctica
no significan nada. Sentimiento podría liderar la lista. No sé qué deberíamos poner en su lugar –quizás
una docena de palabras con un significado más diferenciado para cada uno de ellas- pero por lo menos
podríamos empezar de nuevo. Mi buen amigo John Sanford, un analista jungiano y pastor episcopal,
escandaliza a los que le preguntan si cree en Dios respondiéndoles: “¿Se refiere a Jaweh, Jehovah, el
Elohim o el Dios del Nuevo Testamento?”. Ser claros en nuestra pregunta es la mitad del camino para
conseguir una respuesta inteligente.

El Vocabulario de los Sentimientos

La primera dificultad que encontramos al discutir cualquier cosa concerniente a la función del
sentimiento es que no tenemos un vocabulario adecuado. Donde no hay terminología, no hay
consciencia. Un vocabulario muy pobre en cualquier tema es una admisión inmediata de que ese tema
es inferior o infravalorado en esa sociedad. El sánscrito tiene noventa y seis palabras para el amor; los
antiguos persas tenían ochenta; los griegos, tres y los ingleses sólo una. Ésto es un indicador de la
pobreza de consciencia o del énfasis que le damos al tremendamente importante reino de los
sentimientos. Los esquimales tienen treinta palabras para la nieve, porque tener la información exacta
acerca del elemento con el que viven tan íntimamente ligados es un tema de vida o muerte para ellos. Si
tuviésemos un vocabulario de treinta palabras para el amor y temas relacionados con los sentimientos,
seríamos inmediatamente más ricos e inteligentes en este elemento humano tan cercano a nuestro
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corazón. El esquimal moriría por torpeza si tuviera sólo una palabra para la nieve; estamos cerca de
morir de soledad porque sólo tenemos una palabra para el amor. De todos los idiomas de occidente,
puede que el inglés sea el que más carencias tiene en lo que se refiere a los sentimientos. Imaginen qué
expresión de riqueza si uno tuviera un vocablo específico para el amor de su padre, otra palabra para el
amor de su madre, otra para su camello (los persas se dan ese lujo); una para su amante ¡y otra
exclusivamente para el ocaso! Nuestro mundo se expandiría y se aclararía de manera inconmensurable
si tuviéramos esas herramientas.

Siempre es la función inferior, ya sea en un individuo o en una cultura, la que sufre esta pobreza. El
tesoro personal más grande se gana por la función superior, pero siempre a costa de la inferior. Los
mayores triunfos personales están siempre acompañados por las debilidades personales más grandes.
Como en el mundo anglo parlante el pensamiento es nuestra función superior (ésto es, el valor o ideal
que generalmente prevalece, aún cuando muchos individuos no estén conformes con ese patrón), de
ésto se deriva automáticamente que sentir es nuestra función inferior. Estas dos facultades tienden a
existir una a expensas de la otra. Si uno es fuerte en los sentimientos, es probable que sea inferior en el
pensamiento –y viceversa. Nuestra función superior nos ha dado la ciencia y el más alto estándar de
vida que el mundo haya conocido jamás –la envidia del Tercer mundo- pero a costa de empobrecer la
función de los sentimientos. Ésto está vívidamente demostrado por nuestro exiguo vocabulario relativo
a los sentimientos. Si tuviésemos un vocabulario tan expandido y exacto para los sentimientos como el
que tenemos para la ciencia y la tecnología, estaríamos bien encaminados hacia la calidez en las
relaciones y la generosidad de sentimientos.

Resulta instructivo examinar una cultura como la de la India para ver qué patrones han desarrollado.
Cuando se hace un viaje atravesando medio mundo, rápidamente se ve que tienen una riqueza de
vocabulario y una correspondiente consciencia en el reino de los sentimientos, pero sufren de una
pobreza apabullante en el conocimiento de los elementos prácticos de la ciencia, la política y el
planeamiento. Uno puede aprender mucho al observar una sociedad que tiene exactamente el patrón
opuesto de inferioridad y superioridad que el propio. Somos ricos donde ellos son pobres; ellos son ricos
donde nosotros somos pobres. Quedé sorprendido al enterarme que los japoneses no podían funcionar
usando su lengua nativa en la complejidad de la Segunda Guerra Mundial y se vieron forzados a usar el
inglés para algunas de las actividades que el idioma japonés (orientado hacia los sentimientos y las
sensaciones) no podía abarcar. Es gracioso escuchar las lenguas indias, tan orientadas hacia los
sentimientos, con el agregado de términos tales como “tensión de línea eléctrica”,” caja de fusibles” y

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“cable coaxil”. Nuestro propio lenguaje ha sido mejorado con términos prestados por el oriente, tales
como “Mandala”, “Yoga” y “Zen”. Cada lenguaje enriquece a su vecino empobrecido.

Una Evaluación Mítica de Nuestra Función Herida de los Sentimientos

Afortunadamente, tenemos en nuestra herencia dos mitos que superan el problema del lenguaje y
van directamente al corazón del dilema de los sentimientos. Éstos son el mito del Rey Pescador, que es
un fragmento del Mito del Grial, y el mito de la Doncella sin Manos. Estos dos grandes tesoros
culturales, uno del siglo doce y el otro de un período apenas posterior, nos hablan de la función herida
de los sentimientos. Uno es elocuente en su descripción de la masculinidad herida y el otro, de la
femineidad herida.1

Hombres y mujeres sufren de forma bastante diferente por la herida de su función de los
sentimientos, y mucha de la tensión y de la falta de comunicación entre los hombres y las mujeres surge
de esta diferencia. Hay muchos paralelos entre las heridas masculinas y femeninas, pero también hay
marcadas diferencias. Los dos mitos ilustran ésto de manera elocuente.

El siglo doce inició muchos de los problemas con los que luchamos hoy en día. Se ha dicho que los
vientos del siglo doce se han convertido en los torbellinos del siglo veinte. Por ende, podemos mirar
provechosamente los mapas de carretera de la civilización occidental, establecidos en el tiempo
formador de nuestro mundo moderno, para obtener una cierta perspectiva del laberinto en el que hoy
nos encontramos. La historia del Rey Pescador es más pertinente a nuestros días de lo que uno podría
imaginar al oír de ella por primera vez. La mayoría de los hombres son ahora reyes pescadores heridos, y
es importante ver cómo nos hacen sufrir esas heridas y de qué manera comenzaron. Estamos
profundamente en deuda con los bardos, artistas y contadores de historias, que conservaron esta
información a través de tiempos oscuros e hicieron que llegara a salvo hasta nosotros. Nos hace mucha
falta. Sólo los mitos o el arte pueden sostener un asunto tan profundo como el de los sentimientos.

Estamos examinando la herida tanto de hombres como de mujeres, y aunque el Rey Pescador se
refiere directamente a los hombres, es aplicable al lado masculino de las mujeres. De forma similar, la
Doncella sin Manos se refiere al lado femenino del hombre.

1
Me siento razonablemente “en casa” al discutir la dimensión masculina de este problema omnipresente, pero me embarco
en su dimensión femenina con cierto temor. Remito al lector al libro de Gertrude Nelson Aquí todos viven gratis [o libres, no
tengo el contexto para decidir] (Valentine, 1993), por su sabiduría femenina en esta dimensión de la herida.
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La historia del Rey Pescador es la crónica de esa parte nuestra que fue herida durante el gran
desarrollo en otras esferas que ocurrió en el siglo veinte. Ciencia, individualidad, un nuevo sentido de
libertad, romanticismo –todo ésto fue tomando un nuevo poder y definición en ese momento. Si no
hubiera ocurrido, nuestra cultura hubiera continuado siendo medieval y estaríamos en el estado
primitivo que prevalece en muchos lugares del Tercer mundo hoy en día. Fue una explosión maravillosa
de nuevas facultades humanas, pero pagamos un alto precio. La historia del Rey Pescador es la historia
de esa herida que recayó principalmente en la función de los sentimientos.

Primera Parte

EL REY PESCADOR

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ESCUCHEMOS AHORA LA historia del rey pescador y de cómo soportó las heridas de su tiempo.

LA HERIDA
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Érase una vez un joven príncipe adolescente que andaba errando en su traje de caballero, como era
el deber de todo mozo, cuando se tropezó en el bosque con un campamento sin nadie en los
alrededores. Ardía el fuego bajo la parrilla, y un salmón se asaba en el espetón. El príncipe era joven e
impulsivo; estaba hambriento, y el salmón olía tan bien que intentó tomar un poco para saciar su
hambre. El salmón estaba muy caliente y quemó sus dedos, provocando que lo tirara. Cuando puso los
dedos en su boca para calmar el ardor, se llevó a la misma un poco de salmón. Ésto lo hirió tan
seriamente que yació en agonía por el resto de su vida a excepción de sus últimos tres días.

Existen variaciones en la historia: algunos dicen que es herido en el muslo por probar el salmón;
otros, que uno de los dueños del campamento vuelve en ese momento, ve al intruso comiendo el
salmón y le dispara un flecha que le atraviesa los testículos; una flecha que no podía ni meterse ni
sacarse más. Otra historia cuenta de la herida hecha en el muslo por una espada envenenada. Todas
ellas concuerdan en que el joven príncipe está herido en la región generativa de su cuerpo.

La herida del rey pescador está en la parte del hombre que es masculina, generativa y creadora. Es
una herida íntimamente conectada con su función de los sentimientos y afecta todo sentido de valor en
su estructura psicológica. Éste es el precio que hemos pagado por el mundo frío, preciso, racional y
científico que hemos ganado a tan alto costo. Se nos ha entrenado en ese pensamiento objetivo y
científico, y el razonamiento desapasionado es posible sólo cuando se descartan los sentimientos.
Raramente diferenciamos los sentimientos de las emociones, y la mayoría de las personas no pueden
decir la diferencia.

La herida del rey pescador lo deja frío, y nunca más vuelve a sentir calidez. Es elocuente que la
expresión del argot para una persona sofisticada es “cool” (significa frío). Podemos morir de nuestra
“coolness”, que es una de las características del hombre que tiene la herida del rey pescador. Se siente
esta frialdad alrededor de la gente que está herida en sus sentimientos, y ellos parecen responder a la
calidez o las relaciones de una manera objetiva o desapasionada, que hace que todo sentimiento se
quede frío en el camino. Es como si esa persona fuera incapaz de ver por sobre su propia herida y
contactarse con otro a nivel humano. A menudo las mujeres están muy lastimadas por esta herida de
sus hombres, y con frecuencia tienen poco conocimiento acerca de lo que los molesta tan
profundamente. La herida de rey pescador en el muslo es un símbolo de nuestra dificultad en las
temáticas sexuales. Pero también representa la herida de otras funciones generativas: uno no puede
producir en el trabajo, se ha secado, o quizás tiene una falta calidez o de atención cuando la ternura
sería lo apropiado.

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Estuve a punto borrar la última oración por ser fría y calculadora, cuando estoy hablando de un
sujeto cálido y vibrante; pero lo dejo como un ejemplo de la frialdad que puede entrar sigilosamente en
el pensamiento occidental ¡antes de que uno sepa lo que le ha sucedido! Es una blasfemia hablar sobre
lo apropiado de la ternura; ¡el idioma inglés fluye tan fácilmente hacia formas terribles! La poesía o las
canciones nos salvarían de esta frialdad, pero eso no es apropiado en este contexto.

La versión alemana de nuestra historia tiene una interpretación aún más violenta de la herida del
rey pescador. En el relato de Von Eschenbach acerca de la historia, se da una terrible colisión entre la
naturaleza de la luz y la oscuridad, que reverbera hacia nuestro tiempo con sus tensiones y violencia.

El joven príncipe –próximo a ser el rey pescador- cabalga un día con un estandarte en el que se lee
Amor en su asta. Ciertamente es así, porque él está en la búsqueda del Amor y preparado para darlo
todo por esta versión juvenil del esplendor de Dios. Pero pronto es desviado de su visión de Amor y
unión por la aparición de un caballero pagano recientemente llegado de Tierra Santa. Este hecho
contradictorio es el comienzo de la agonía del rey pescador, porque ¿quién puede lidiar con la
contradicción de que el elemento pagano venga de Tierra Santa? El joven rey pescador vuelve a su
entrenamiento heroico medieval: baja su jabalina y cabalga a toda velocidad para matar al caballero
pagano.

¡Qué transformación tan trágica ha ocurrido! El joven que en un momento era el campeón del
Amor, el principio de Amor, se transforma en un instante en una máquina de destrucción, lista para
matar a cualquier hombre porque estas son las costumbres de la caballerosidad y el modo heroico. No
conozco peor momento en la mitología, y el problema no es sino otra afirmación de esos terribles y
maravillosos momentos en nuestra historia psicológica tales como el del Jardín del Edén o el robo del
fuego de Prometeo.

En la versión alemana, el joven príncipe se llama Amfortas, que significa “aquel que no tiene poder”.
Casi siempre aquel que no tiene poder es el que alardea y es llevado hacia confrontaciones imprudentes
e innecesarias. Es posible que Amfortas haya sido llamado así porque heredó su poder sin haberlo
ganado con su propio esfuerzo. El poder de un título de nobleza que no ha sido ganado legítimamente
es impotente.2

El poder nunca se pierde, pero puede desviarse o extraviarse. Así que está dispuesto el escenario
para el gran drama cuando Amfortas, el impotente, enfrenta al caballero pagano, que tiene todo el
poder de su masculinidad natural e instintiva.

2
Estoy en deuda con Joseph Campbell por esta percepción.
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Los dos chocan provocando terribles heridas y destrucción. El caballero pagano muere y Amfortas es
castrado. La punta de la jabalina del caballero pagano queda incrustada en el muslo del joven y da
comienzo a la insoportable herida del rey pescador. Éste es descrito como muy enfermo para vivir pero
incapaz de morir. No ha sido formulada una mejor descripción de nuestra moderna estructura
neurótica.

El joven príncipe –próximo a ser rey- ahora se ha vuelto impotente, y la natural masculinidad de la
juventud ha desaparecido. La función de los sentimientos (bajo el estandarte del Amor) es ahora
impotente, y el hombre natural ha muerto. Cabe recordar cuando Gawain declaró ante el rey Arturo que
“se ha ganado todo por la lanza y todo se ha perdido por la espada”. El discernimiento –la lanza- ha
llevado a la masculinidad a su nivel más creativo; la fuerza bruta –la espada o jabalina- lo ha destruido
todo y dejó muerto al instinto y al joven príncipe impotente.

Más adelante en la historia, la punta de la jabalina del caballero pagano es retirada de la herida
abierta y se descubre que tiene grabada la palabra Grial. Joseph Campbell lo describe como el espíritu
-el Grial- llevado por el instinto –el caballero pagano. Se necesita un hombre de gran integridad para
comprender que el más alto logro de su naturaleza humana se consuma a través del poder de su
instinto. Si no fuera así no tendría el poder para ver evolucionar la más alta forma de masculinidad hacia
su punto más alto. Las formas más nobles del idealismo y del amor no tienen poder a menos que operen
con la bendición del instinto. Todo idealismo que no esté cimentado en el instinto está condenado a
fallar.

En otro nivel, nuestra historia nos cuenta que se cometió un terrible error cuando nuestra cultura
adoptó la visión de que el espíritu será alcanzado por la supresión de la naturaleza y el instinto. El
espíritu puede alcanzar sus alturas divinas sólo a través del poder de la naturaleza, que le provee la
fuerza para su realización.

Podemos avanzar con nuestro viaje espiritual sólo si comprendemos que los opuestos están
constantemente cerca el uno del otro. No se trata de que uno venza al otro, sino que de que cada uno
cumpla con su función. Sólo que muy a menudo el hombre cultural mata a su hombre natural, y la
naturaleza responde haciendo al hombre cultural impotente. ¿Qué declaración más precisa sobre
nuestro dilema moderno puede hacerse?

El joven príncipe, que pronto será el rey de su tierra, sufre tan severamente que es incapaz de
mantenerse erguido y de cumplir con su deber para con el reino, que se marchita bajo su negligencia.
Una sola cosa alivia su sufrimiento: se siente un poco mejor cuando pesca. Cuando está ocupado

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pescando en su bote en el foso que circunda su castillo, su sufrimiento disminuye. De otro modo, el
príncipe yace en su lecho dentro del castillo, sufriendo una terrible agonía. Ésto puede interpretarse
como que una persona herida encuentra la vida soportable sólo cuando está involucrada en algún
contacto con el inconsciente. La poesía, el arte, la enseñanza y la sanación son actividades que alivian la
herida del rey pescador. No sanan esa terrible lesión pero hacen que la vida sea soportable mientras se
transita el camino hacia la verdadera sanación.

La herida del rey pescador se ha de ver en el rostro de casi todos los hombres que caminan por la
calle; el dolor por la vida, la ansiedad, el terror, la soledad, la comisura de los labios hacia abajo –todo
ésto se resume en la herida del rey pescador.i

COMER EL SALMÓN

¡Qué curiosa herida es ésta! ¿Por qué un trozo de salmón debería producir una herida tan dolorosa?
¿Y por qué la herida debería estar específicamente en el muslo –la parte generativa y creativa de un
hombre?

El salmón es uno de los muchos símbolos de Cristo. Cristo es el pez, portador del esplendor de Dios
en la faz de la tierra. Un obispo usa la mitra, que tiene la forma de la cabeza de un pez, para indicar que
es el sucesor de Cristo. Un símbolo temprano del cristiano fue el del pez estilizado formado por dos
círculos que se superponen parcialmente. En esos días, uno podía dibujar la mitad de esa figura en el
polvo sin revelar lo que quería decir –un círculo era lo suficientemente inocente- a menos que otro
cristiano estuviera presente. El otro podría reconocer el símbolo, dibujar la otra mitad del pez y hacer
contacto con su camarada cristiano.

Un tratado copto muy viejo contiene una ilustración de Cristo en un bote atrapando un pez, que es
él mismo. Ésta es otra forma de describir la importancia del pez y su cercanía con lo inconsciente en
este proceso. Las historias alquímicas y coptas son muy afectas a hacer estas referencias circulares que
hablan del encuentro de uno mismo por uno mismo.

Por lo tanto, el salmón es Cristo, o el portador de Cristo, y llevarse un trozo de salmón a la boca es el
equivalente a tomar una Primera Comunión cuando uno no está listo todavía. Ésto es muy similar a
quebrar la inocencia del Jardín del Edén por comer la fruta prohibida. Como Adán, el joven príncipe
tomó algo que no le pertenecía o, en una interpretación más generosa, tomó algo antes de que pudiera
lidiar con ello. Y, como Adán, sintió una culpa tremenda y tuvo que cubrir sus muslos. Adán se fue con
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culpa y una hoja de higuera; el rey pescador tuvo que cargar con una herida abierta en el muslo. El rey
pescador es claramente un segundo Adán esperando el advenimiento de la consciencia.

Una doctrina budista señala que todo sufrimiento (un sufrimiento psicológico como el del rey
pescador) proviene de una experiencia del esplendor de Dios que es demasiado grandiosa como para
soportarla. Desde este modo de pensar, podría decirse que la herida del rey pescador resulta de la
naturaleza de Cristo en el salmón, demasiado grandiosa o demasiado temprana para que el joven
príncipe pudiera soportarla. “Demasiado grande” o “muy pronto” llevan directamente al sufrimiento. Un
primer contacto con Dios en una forma consciente, ciertamente se experimentará como una herida.

Como Gawain le dijo al Rey Arturo en la Mesa Redonda: “Lo hemos ganado todo por la lanza y
perdimos todo por la espada”. Ésto es decir que un valor alto y noble ha de ganarse a través del
discernimiento, sacrificio, sanación y el trabajo con la consciencia; pero todo se perderá por el poder y la
fuerza bruta representados por la espada. La lanza es el sanador; la espada es el asesino. Fue una lanza
la que traspasó el costado de Cristo en la cruz. Hasta el día de hoy, durante la misa en las iglesias
ortodoxas orientales, se parte la hostia perforándola con una lanza. Un enfoque preciso ganará el reino;
el poder y la fuerza bruta lo destrozarán. Si uno pudiera comprender la naturaleza de lanza redentora de
la masculinidad, y la espada de destrucción bruta de la misma, tendría las herramientas diferenciadas
necesarias para el viaje masculino.

En la actualidad, está de moda dejar que la masculinidad se exprese en sus aspectos más violentos y
brutales sin considerar las consecuencias. Pero hay una elección posible entre la brutalidad –siempre
destructiva- y el discernimiento -la esencia de la facultad masculina de la elección inteligente.

La función de los sentimientos y el sentido de valoración son los que padecen la herida del rey
pescador en la mayoría de los occidentales. Uno escucha a muchos hombres modernos quejarse de que
las circunstancias externas de su vida están mejor de lo que jamás han estado: dos autos en el garage,
horas de trabajo reducidas como nunca, vacaciones en lugares lejanos y exóticos –pero la vida ha
perdido su sabor. Ninguna cosa externa –un auto nuevo, mejores vacaciones, más dinero o una nueva
esposa- pueden aliviar la herida del rey pescador. Es una herida en la capacidad de sentir, y no puede
curarse en ningún otro nivel. Ningún objeto físico o pensamiento pueden reducir el sufrimiento y los
sentimientos heridos, o restaurar la capacidad generativa del rey pescador.

Cuando voy a la India, a menudo me siento perplejo al ver gente que tiene tan poco en un sentido
externo ¡pero a la vez tanta felicidad! O sólo tengo que manejar 48 kilómetros desde mi casa y cruzar la
frontera de Méjico para ver gente viviendo bajo la línea de la pobreza (en nuestros términos) que es

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más feliz que los afortunados americanos al norte de la frontera. Es como si hubiéramos conseguido la
más alta civilización técnica en la historia del mundo pero con el costo de perder las simples virtudes de
la alegría y la satisfacción. Aldous Huxley comentó una vez que hemos hecho del techo del deseo de
ayer el piso de las expectativas de hoy.

Una vez le pregunté a un amigo en la India si podía hablarme acerca del problema de la soledad, la
peor expresión de la función herida de los sentimientos... Me contestó que nunca había estado solo en
su vida, así que no tenía nada para decir sobre el tema. Ésta fue la respuesta más elocuente que nadie
haya podido dar jamás. He aquí un hombre ileso que no experimentaba ni soledad ni ansiedad como
compañeras constantes; tan comunes en occidente.

Ésto sólo puede ser entendido en los términos de la herida del rey pescador –cualquiera sea el
lenguaje que uno utilice para ello. El que esté muy herido en el muslo –en su función de los
sentimientos- nunca más será feliz con respecto a algo; el que esté menos herido, o como los
campesinos de los países del tercer mundo, libre de la culpa de la auto consciencia, tendrá tanta
felicidad que será la envidia secreta de toda sociedad complicada. ¿Qué persona educada no ha tenido
fantasías sobre un paraíso en las Islas del Sur o la nobleza de la vida campesina? Generalmente, cuanto
más inteligente y más educada es una persona, peor es la herida. El movimiento hippie en los 60´s fue
un intento serio de restituir nuestra situación de ilesos y de deshacerse de las heridas del rey pescador.
Falló porque uno no puede volver a un tiempo más simple, sino que sólo puede avanzar hacia la
sanación de la herida, que es la meta de nuestra historia.

El término rey pescador es apropiado, ya que el joven príncipe está muy asociado con el pescado:
primero es herido por un pescado (la toma ilícita de consciencia, llamada “el fruto del árbol prohibido”
en la historia de Adán y Eva); después, se siente en parte aliviado de su sufrimiento mientras pesca. En
este sentido, pescar es hacer el propio trabajo interior –trabajo con sueños, meditación, imaginación
activa, dibujo, música o poesía- cualquier forma de trabajo interno que sea enriquecedora para
nosotros. Aun cosas tan mundanas como la jardinería o sentir la “euforia del corredor” corresponden a
pescar en ese sentido, ya que lo ponen a uno en contacto con el mundo interior. Pescar es el único
bálsamo del rey pescador para su dolorosa herida.

Traduciendo todo ésto a términos más inmediatos, comer el salmón es tomar consciencia antes de
que uno sea lo suficientemente maduro para soportarlo. ¿Qué adolescente no se ha metido a los
tumbos (psicológicamente hablando) en el campamento de otro, tomando el poder o la autoridad que
no estaba capacitado aún para manejar, y no ha sufrido una derrota humillante que lo dejó con la herida
de espada o flecha del rey pescador? ¿Qué hombre joven no ha bravuconeado metiéndose en una tarea
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de adultos sólo para encontrar que no podía cumplirla? La humillación, la vergüenza y los sentimientos
de inferioridad engendrados por semejante empresa, provocan en él una herida del rey pescador y un
sufrimiento que es particularmente profundo y doloroso. Quizás fue un amorío descarado, o tratar de
escalar la cara escarpada de un precipicio, o un negocio en el que no fue lo suficientemente hábil para
manejarlo. Un hombre se tortura con estos recuerdos a las dos de la mañana.

Es trágico que muchos hombres modernos no escapen nunca de la herida del rey pescador y vivan
ansiosos y en inferioridad toda su vida.

EL SIGNIFICADO DE LA HERIDA

Uno se pregunta por qué es necesario que esa parte suya esté tan herida como retrata nuestra
historia. Pero muchas leyendas nos informan que debemos pagar un precio por la partida del Jardín del
Edén y el viaje hacia los reinos más altos de la consciencia. Una historia esquimal de chamanes nos da
una pista: “Los buenos espíritus necesitaban un nuevo chamán en una comunidad esquimal para
reemplazar al viejo, que había muerto. Eligieron a un adolescente para ser entrenado para ese rol. Lo
llevaron al inframundo y lo cortaron en pedazos hasta que ningún hueso se tocara con el otro. Entonces
vinieron los espíritus malignos y royeron toda la carne de los huesos expuestos. Cuando el futuro
chamán fue roído por completo y ninguno de sus huesos se tocaba con el otro, los buenos espíritus
volvieron, pusieron de vuelta todos los huesos en su lugar (teniendo mucho cuidado de no perder
ninguno, ya que el nuevo chamán se quedaría sin esa parte del cuerpo si algo se perdía), agregaron
carne sobre sus huesos reconstruidos y le dieron la bienvenida a la tribu como el nuevo chamán. Se
guardó un registro de todos los demonios que habían roído sus huesos, ya que el nuevo chamán tenía el
poder de curar las enfermedades causadas por esos demonios, y era incapaz de curar cualquier
enfermedad causada por un demonio que no hubiera estado presente en su desmembramiento”.

Es decir que la herida del rey pescador es la preparación para la consciencia (nuestra palabra
moderna para “poder chamánico”) y el sufrimiento es el entrenamiento para el futuro sanador o genio.
Cualquier cosa que no se haya experimentado en el entrenamiento-sufrimiento faltará también en su
futuro poder. Al elegir un sanador es importante saber qué es lo que ha experimentado y si tiene el
poder de sanar las enfermedades específicas que su paciente le presenta.

Éste es el origen de todo sanador, inventor, vidente, artista, maestro o creador con verdadero
poder. Cualquiera que se detenga a mitad de camino en el proceso es un fracaso trágico: un sanador

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que no experimenta la reintegración después del desmembramiento. Para aquel que ha sido muy herido
en la experiencia del rey pescador, este peligro es grande.

EL REINO DEL REY PESCADOR

Para llevar nuestra historia a sus dimensiones más recónditas, el rey es el gobernante de nuestro
dominio interno, y establece el carácter y el tono de nuestra vida. Si el rey (ésto es, el foco central de
nuestra personalidad) está herido, entonces toda la personalidad estará aquejada de problemas y no
habrá productividad. Como la parte generativa del rey pescador es la que está herida, es la parte
generativa de la personalidad la que estará dañada. La tierra del rey pescador es descrita como
improductiva –el ganado no se reproduce, los cultivos no crecen, los huertos no producen, las esposas
enviudan y los hombres están desesperados. Nos encontramos sin creatividad en todos los reinos. Un
hombre moderno se quejaría de que no tiene nuevas ideas, que está descompuesto, aburrido,
estancado, sin creatividad y deprimido. Si el rey está lastimado, la tierra es estéril.

Hemos visto que es nuestra función de los sentimientos la que le da un sentido de alegría,
merecimiento y significado a la vida. Puede parecer extraño que el significado de la vida deba estar en
manos de la función de los sentimientos más que en la propia capacidad de razonamiento, pero ésto es
así. Nadie ha tenido éxito en encontrar una razón para vivir a través del proceso de razonamiento. Carl
Jung habló de un paciente que creía que la vida era una enfermedad incurable con un pronóstico muy
malo. ¡No hay discusión racional contra ésto! Si fuera posible basar la propia vida en el razonamiento,
sólo requeriríamos de la inteligencia para dilucidar el significado de la vida. Pero es la función de los
sentimientos la que brinda significado y valoración. La vida es precaria cuando su significado más
profundo está en las manos de una facultad tan impredecible e indisciplinada como nuestro sentido
inferior colectivo.

¿Qué sucede cuando nuestra función de los sentimientos está herida y se vuelve oscura? Nuestra
historia nos cuenta, en sus términos míticos, que yacemos en una litera, gimiendo en agonía o teniendo
que pasar nuestro tiempo pescando para tener un respiro. Para la mitad de nuestra existencia, gran
cantidad de nuestro mundo de los sentimientos está herida. Hay otra perspectiva que nos brinda una
alarmante visión acerca de los sentimientos heridos. Cualquier cosa que se vuelve a guardar en el
inconsciente (como cuando el rey pescador tiró el salmón que acababa de tomar) cuando antes estuvo

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en la consciencia, se vuelve oscura y se transforma en un síntoma dentro de nuestra estructura
psicológica.

Lo que en un primer momento había sido una parte consciente de la propia filosofía o actitud,
puede al siguiente volverse un síntoma y tener un poder compulsivo sobre uno. Es comprensible que el
joven rey pescador haya tenido que tirar el salmón cuando estaba demasiado caliente y siendo él
demasiado joven para soportar su esplendor; pero comprensible o no, el resultado es que una nueva y
potencial visión se retira hacia el reino de los síntomas, y el rey pescador sufre una agonía casi continua
por muchos años.

Carl Jung comentó sobre ésto desde una perspectiva histórica; observó que cuando la humanidad
abandonó el panteón griego de los dioses (una expresión consciente y rica de nuestra estructura
interior), se volvió presa inmediatamente de la gran cantidad de síntomas que hoy nos caracterizan. Ya
no tenemos a Zeus, pero en su lugar tenemos dolores de cabeza. Ya no tenemos a Afrodita y su noble
reino femenino, pero tenemos desarreglos gástricos. Destronar algo de lo consciente hacia lo
inconsciente es disminuirlo llevándolo a la estatura de un síntoma. De ésto se deriva directamente que
la cura de cualquier síntoma psicológico requiere que hagamos consciente otra vez ese contenido y lo
hagamos pasar de compulsión a facultad. Uno nunca debería asumir un desarrollo interno a menos que
esté listo para verlo; no sea que ese desarrollo vuelva a caer en el inconsciente y lo deje a uno peor que
antes. El senador Byrd, ese venerable hombre del Sur, ante un argumento en el Senado al comienzo de
la Segunda Guerra Mundial de que un poquito de inflación no le haría mal a nadie, replicó lo siguiente:
“No existe tal cosa como un poquito de inflación, como tampoco puede haber un poquito de
embarazo”. Uno no debería tocar una nueva consciencia sin transitar todo el camino de su desarrollo.

La facultad (la nueva consciencia disponible para el rey pescador en la forma de un salmón) no
puede sino deslizarse fácilmente hacia lo inconsciente, e instantáneamente reaparecer como un
síntoma, la herida del rey pescador; entonces, la misma energía se experimenta ahora como
sufrimiento.

EL CASTILLO DEL GRIAL

Hasta aquí nuestra historia ha sido muy triste: la historia de un hombre superior, el joven príncipe y
futuro monarca del reino, que es herido de gravedad y exiliado al sufrimiento. Pero la mitología nunca
nos deja abandonados a nuestra propia suerte; no importa cuán oscuro pueda tornarse el relato, un

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verdadero mito nos conducirá fuera del dilema y nos ofrecerá la cura. El mito del Grial cumple con todo
ésto en magníficos términos, y nos da una de las más grandes visiones de sanación y plenitud que
podamos encontrar en cualquier mitología.

Carl Jung ha afirmado que el cristianismo es el mejor mapa de rutas para el alma occidental; el mito
del Grial usa ese profundo lenguaje para describir la sanación de la herida del rey pescador.

Encontramos que el castillo del rey pescador es el guardián del Santo Grial, la copa que utilizó Cristo
en la Última Cena. Todas las noches hay una maravillosa procesión en el castillo del rey pescador: una
bella damisela lleva la Patena, el plato que reemplazó al pan en la Última Cena; otra porta la lanza usada
para traspasar el costado de Cristo en la cruz; y otra más lleva el Grial, que brilla con una luz que
proviene de su interior y conduce la procesión a un punto culminante. Cada persona del entorno real del
castillo toma del Grial e instantáneamente recibe lo que desea, aún cuando el deseo no haya sido
articulado. Todos excepto el rey pescador, que yace en su lecho gimiendo con su herida sin sanar y con
el solaz de su pesca diaria. Él trata de recibir el alimento y la sanación del Santo Grial, pero a causa de su
herida, es incapaz de tomarlas.

Probablemente el peor dolor que pueda experimentarse es el sufrimiento auto infligido que no
tiene cura en el exterior. Estar cerca de algo bello o precioso pero ser incapaz de experimentarlo es la
más sutil forma de tortura posible. Vivir en prosperidad; poseer todo lo que uno soñó poseer; tener
éxito y más propiedades que los reyes de antaño, y sentir todo ésto como cenizas en la boca es el tipo
particular de sufrimiento existencial que padecen muchos hombres modernos. Ésto es elocuente en el
símbolo representado por el rey pescador, que siendo Señor del Grial y teniéndolo tan cerca es incapaz
de tocarlo. Una fortuna que no se puede disfrutar, un matrimonio en el que hay un abismo insalvable
entre las partes, un buen cuerpo que ya no puede sentir la subida de endorfinas que solía estremecerlo;
el sonido de los aplausos que ya no reconforta al actor: éstas son afirmaciones modernas de la peor de
todas las heridas, la del rey pescador.

En lo peor de mi propia herida del rey pescador, iba yo manejando hacia la casa de mis padres para
pasar la navidad cuando leí el anuncio de una función del Mesías de Haendel en la Grace´s Cathedral de
San Francisco a realizarse esa misma noche. Pospuse mi viaje por medio día para poder participar de
una de mis piezas musicales favoritas en la mejor ubicación posible. A los veinte minutos de comenzada
la función, me di cuenta de que yo era el rey pescador herido en el castillo del Grial, con el sufrimiento
insoportable de estar en presencia de la belleza pura pero incapaz de formar parte de ella. La herida del
rey pescador se interponía como una barrera entre mi persona y la música, y no podía soportar la
cercanía de algo tan valioso acompañada de la prohibición de tocarlo. Tuve que dejar la catedral y
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manejar en medio de la noche en mi aislamiento. La herida del rey pescador en mí era tan profunda en
ese tiempo que estaba separado de cualquier forma de belleza. No había una barrera externa entre la
belleza de la música y yo; pero mi propio sentido de alienación me hacía imposible participar de esa
belleza. Ningún sufrimiento es tan insoportable como la presencia de la belleza que no puede aceptarse.

LA SANACIÓN DE LA HERIDA DEL REY PESCADOR

Un verdadero mito siempre da indicaciones para resolver el problema que propone. Como toda gran
obra de arte, sigue un patrón de oscuridad que es redimida por la luz. Hasta ahora, la oscuridad de
nuestra historia es la desesperación y el aislamiento del rey pescador herido; un sufrimiento que en
nuestro tiempo ha alcanzado su pico máximo. ¿Y la redención de esta oscuridad? ¿Dónde está la cura
para un problema tan omnipresente?

La respuesta ha de encontrarse en el lugar más inesperado, en la torpeza de un tonto inocente que


tiene en su poder la posibilidad de liberar al sufriente rey pescador de su agonía.

La leyenda del tonto inocente que un día encontraría el camino hacia el castillo del Grial y le llevaría
la sanación al rey pescador había sido conocida por mucho tiempo en esa tierra asolada por la herida de
su rey. En su lenguaje sencillo, el mito promete que un día entrará al castillo del Grial un hombre joven
que, enteramente inocente de su gran misión, presenciará la magnífica procesión que se representa
cada noche y, si hace la pregunta pertinente, aliviará el sufrimiento del rey y erradicará la plaga de la
tierra.

¡Qué poder! ¡Y qué lugar inesperado para estar alojado!

Es Parsifal –no por casualidad su nombre significa “tonto inocente”- quien trae este poder sanador;
y ahora examinaremos su historia, que le ha otorgado tanto poder curativo.

Es humillante encontrar que el rey pescador herido está totalmente a merced de un tonto inocente
para que le traiga la preciada sanación de su sufrimiento. Ésto es decir que nuestra parte más profunda,
el rey, puede ser sanada sólo por una cualidad aniñada, inventiva, caprichosa y juvenil.

PARSIFAL
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Parsifal, nuestro tonto inocente, nació después de la muerte de su padre. Los héroes redentores
muy a menudo tienen una crianza difícil, y Parsifal obedece a este patrón por haber crecido sin padre y
por la pérdida de todos sus hermanos, que fueron asesinados antes de que él naciera. Su madre, Pena
del Corazón, había perdido a su esposo caballero y todos sus hijos por la tontería de la caballerosidad y
la costumbre de su tiempo de que todos los aristócratas debían pasar su tiempo en la caballería errante
y las batallas heroicas. Pena del Corazón, comprensiblemente, decidió ocultarle a Parsifal el origen de
su padre, y el joven creció sin saber nada de la herencia de caballerosidad que corría por sus venas. Su
madre lo mantenía en el jardín de la inocencia y lo vestía con una prenda casera de tela basta, que
simboliza su educación rústica. Pero un día él se encontró con una partida de cinco caballeros y su
inocencia se rompió. Debía seguir el patrón de sus ancestros y hacer su camino en el mundo heroico.

Parsifal tuvo muchas aventuras, y un día se vio a sí mismo llegando a la corte del Rey Arturo en
donde fue ordenado caballero. Encontró un excelente maestro, Gournemont, quién lo equipó para la
vida de un verdadero caballero. Pero aún él fue incapaz de convencer a Parsifal de abandonar ese
ridículo atuendo que su madre le había impuesto. Esta sencilla vestidura rústica hubo de jugar un papel
vital en la historia de Parsifal, cuando hubo un choque entre el traje y su tarea profética de formular la
pregunta redentora en el castillo del Grial. Podemos comprender mejor este simbolismo viendo al
atuendo casero como el complejo materno de Parsifal- esa tendencia innata de todo hombre a mirar
atrás y ser atrapado por un deseo infantil de la seguridad de la madre y de la infancia... Estar vestido en
esta tendencia regresiva es el peor impedimento para el poder redentor de la masculinidad. Es un
momento patético aquel en el que Parsifal defiende este atuendo casero hecho por su madre contra
todas las enseñanzas y ejemplos de su guía y sus compatriotas.

Parsifal había alcanzado la suficiente masculinidad para ser un caballero errante, y lo encontramos
conduciendo su caballo una noche justo antes del amanecer. No hay lugar donde pernoctar, y enfrenta
el solitario y frío prospecto de dormir en el bosque sin un refugio.

Pero justo cuando se había resignado a este propósito, se encuentra con un lago en el que hay un
pescador solitario en un pequeño bote. Saluda al pescador - que no es otro que el rey pescador pasando
su tiempo en la única cosa que le brinda algún alivio a su sufrimiento- y le pregunta si hay algún lugar
donde pasar la noche. El pescador le responde que no hay una vivienda en 50 kilómetros a la redonda. Y
luego, contradiciendo su declaración, el pescador invita a Parsifal a su propia casa. “Sólo baja por el
camino un trecho, dobla a la izquierda, cruza el puente levadizo y serás mi invitado por esta noche”. Este
simple grupo de indicaciones es tan poderoso que deberíamos memorizarlo profundamente en nuestro
inconsciente, ya que será la fórmula para encontrar el camino de salida de la herida del rey pescador

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cuando se esté apretado por el sufrimiento. Y también deberíamos tomar nota de que es el sufriente
rey pescador el que ofrece la primera directiva para su propia curación.

Primero el rey pescador dice que no hay viviendas en 50 kilómetros a la redonda; mitológicamente
es una manera de decir que no haya nada en este mundo tridimensional que nos ayude a nivel práctico.
Pero entonces continúa diciendo que si se siguen instrucciones específicas hay un lugar confortable y
seguro no muy lejos de allí. Estas instrucciones dicen que hay que bajar por el camino –cualquiera sea el
camino en el que estemos involucrados en este momento- , doblar a la izquierda, que es como si
dijéramos ir hacia el inconsciente o el mundo de la imaginación o la fantasía; cruzar el puente levadizo –
la división entre nuestro mundo consciente y el mundo interno de la imaginación- y estaremos en el
castillo del Grial, el lugar milagroso de sanación.

¡Qué promesa contenida en un set de instrucciones tan simple! Aquí está la fórmula para la
redención de su rey sufriente, tal como fue prometido en el viejo mito conocido por los moradores del
castillo del Grial. Y es igualmente efectiva para el rey pescador sufriente que reside en el pecho de casi
todo hombre moderno.

Parsifal sigue las instrucciones: baja un trecho por el camino, dobla a la izquierda y cruza el puente
levadizo, que se cierra con un chasquido en el momento en que lo cruza, rozando los cascos traseros de
su caballo. Ésto casi lo hace caer de la silla, pero sobrevive a esta prueba de equilibrio y fuerza. Muchos
jóvenes llegan hasta ahí: alcanzan el puente levadizo de su sanación, sólo para ser arrojados de su
caballo por esta prueba.

Parsifal es bien recibido en el castillo de Grial, y lo conducen a la imponente procesión que ocurre
todas las noches. Allí observa en silencio cómo el milagro del Grial le brinda sanación a todos los
presentes –excepto al rey pescador, que es incapaz de formar parte del milagro.

Como cada detalle de un mito es importante y ningún suceso, por más insignificante que sea, carece
de significado, se nos enseña que cada noche en nuestro interior tenemos la visión sanadora de nuestra
vida. La sanación nunca está lejos – ni en distancia ni en tiempo; sólo bajando un trecho del camino y
doblando a la izquierda encontramos que el gran drama de la sanación sucede ¡cada noche de nuestra
vida!

Pero hay un detalle que, en este punto de la historia, nos separa de la sanación del rey pescador. Se
ha cumplido con todo para la profetizada sanación del rey –excepto por un detalle. Parsifal no hace la
pregunta prescrita: “¿A quién sirve el Grial?” Ésto es, no participa de la experiencia de manera
consciente. A causa de su falla, la gran procesión llega a su fin como en las incontables noches
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anteriores, y el rey pescador continúa siendo incapaz de beber del Grial sanador y permanece sufriendo
en su lecho.

¡Qué drama tan terrible! ¿Es verdad que todos los jóvenes llegan tan cerca de la redención de sus
sufrimientos y no hacen la pregunta esencial que terminaría con la alienación de sus vidas? Sí; ésta es
prácticamente la historia psicológica de todos los hombres modernos. En la mitad de su adolescencia se
les ofrece una visión del significado de su vida, pero no pueden encontrar la fuerza de consciencia
necesaria para aceptarla. Inevitablemente, el primer encuentro falla. ¿Quién puede soportar tener la
primera –o la centésima- visión de la belleza? Pero luego, después de haber hecho nuestro trabajo en el
mundo, un encuentro maduro nos trae la consciencia –la pregunta-, que es la sanación.

¿Por qué? ¿Cuál es la muda prohibición que impide que Parsifal formule la pregunta que le daría
una membresía en el castillo del Grial y al sufriente rey pescador la sanación? Parsifal toma los regalos
de la consciencia pero falla en responder con un acto personal de consciencia.

Aún cuando no pude encontrar mención de ello en cualquiera de los mitos, pienso que lo que aliena
a Parsifal y lo enmudece en el momento crítico es su incapacidad de librarse del atuendo casero hecho
por su madre (su complejo materno). Quizás la redención no puede llegar tan temprano y el gran drama
de nuestra vida no estaría completo si Parsifal hubiera experimentado conscientemente una visión tan
grandiosa demasiado pronto en su vida.

Parsifal pasa la noche en el castillo del Grial; a la mañana siguiente se levanta y no encuentra a
nadie, así que ensilla su caballo, cruza el puente levadizo y vuelve al mundo ordinario del tiempo y del
espacio.

El mito nos cuenta que pasa los siguientes veinte años ocupado en la agotadora tarea de rescatar
bellas damas, luchar contra dragones, liberar castillos sitiados y ayudar a los pobres –todas esas
experiencias masculinas que ocurren entre la juventud temprana y la mediana edad { median edad:
aprox. entre los 45 y los 64 años. Fuente: Encyclopedia Britannica Online }, en la que tenemos una
segunda oportunidad de visitar el castillo del Grial. El destino es amable, y permite que, en dos
oportunidades en nuestra vida, el velo que separa la consciencia de la inconsciencia se haga más fino.
Una de ellas sucede en la mitad de la adolescencia, cuando se nos permite graciosamente tener una
gran visión; y la otra en la mitad de nuestra existencia, cuando tenemos una segunda oportunidad para
tomar contacto con nuestra vida de visionarios, si es que nos hemos ganado el derecho. El castillo del
Grial está al alcance de la mano todas las noches de nuestra vida y puede ser experimentado en
cualquier momento; pero es más fácil de alcanzar en estos dos momentos críticos de nuestra vida.

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En la historia de Parsifal se narra la vida de un hombre en la mitad de su vida; se describen todas las
doncellas, dragones y las nobles hazañas que llenan la mitad de la vida de un hombre, hasta que lo
encontramos otra vez en un momento en el que es capaz de llegar al castillo del Grial.

Nos encontramos con un Parsifal de mediana edad; harto, exhausto y cansado de la travesía
heroica. Las hermosas doncellas habían perdido su encanto, y los dragones ya no le inspiraban acciones
heroicas. Parsifal había agotado la actividad que ocupó su juventud y ésta se había secado. Pero durante
todas estas actividades había dejado atrás el atuendo casero hecho por su madre, y ahora es libre de
llevar al castillo su masculinidad intacta.

Un día Parsifal cabalgaba pesadamente cuando un grupo de peregrinos lo desafía diciéndole: “¿Por
qué estás vestido con tu armadura en el día de la muerte de Nuestro Señor? ¿Acaso no sabes que es
Viernes Santo?” No, Parsifal no sabe que es Viernes Santo y le importan muy poco esas cosas. Pero los
peregrinos lo convencen de que se saque su armadura y se vaya a confesar con ellos a una ermita
cercana. El viejo ermitaño es severo con él y le describe todos sus pecados y errores. El peor de estos
errores es no haber formulado la apremiante pregunta en el castillo del Grial, que hubiera redimido al
sufriente rey pescador. Parsifal comprende el panorama de su vida, e instantáneamente se siente
llamado al principal deber de la misma: sanar al doliente rey pescador. El viejo ermitaño le da las
siguientes instrucciones: “Baja un trecho por el camino, dobla a la izquierda, cruza el puente levadizo…”
¡Las mismas instrucciones de veinte años atrás! Es verdad: el castillo del Grial nunca está más lejos que
bajando un corto trecho por el camino para luego doblar a la izquierda; pero sólo cuando un hombre
está en su mejor momento –ya sea por ingenuidad en su juventud o por haberse ganado el derecho en
su mediana edad- es capaz de ver este hecho sublime. La Iglesia Católica nos muestra esto mismo en su
formulación medieval cuando dice que la Gracia de Dios está siempre disponible, pero es el hombre el
que debe pedir por ella antes de que se haga efectiva.

Parsifal regresa fácilmente al castillo y se encuentra en el gran salón con la procesión divina ante él.
Esta vez hace la pregunta crucial: “¿A quién sirve el Grial?” e instantáneamente se le hace consciente de
la respuesta: “El Grial sirve al Rey del Grial”. Recién ahora se nos informa de que en el castillo del Grial
vive un viejo rey que nunca se ha dejado ver pero que es el centro del castillo y su gran poder. Por esta
simple pregunta y su igualmente simple respuesta, Parsifal es informado acerca del secreto más grande
de la vida de un hombre. Descubrimos que el Rey del Grial –una descripción finamente enmascarada de
Dios- está tan cerca como lo estuvo el castillo del Grial.

El significado de la vida no está en la búsqueda del propio poder o del progreso personal, sino que
yace en el servicio de aquel que es más grande que uno mismo. Carl Jung hizo esta aseveración en
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términos modernos cuando dijo que el significado de la vida es reubicar el centro de gravedad de la
personalidad llevándolo del ego al Ser. Si se le preguntara sobre el significado de la vida, la mayoría de
las personas respondería que es para servirse a sí mismas –a sus planes del ego y sus implicaciones. La
revelación del castillo del Grial es que la vida sirve a algo más grande que uno mismo.

Reubicar el centro del universo desde el ego al Ser requiere una revolución copernicana. Y ésta es
tan dolorosa para nuestra personalidad como lo fue la revolución copernicana para la historia.

Hay un detalle alentador en esta historia: Parsifal sólo necesitó hacer la pregunta; no se le pidió que
la contestara. Una vez que se hace la pregunta, la respuesta viene de una fuente más grande que su
caudal de sabiduría personal.

El momento en que Parsifal hace la pregunta decisiva (ésto es, permite la consciencia), el rey
pescador herido se levanta de su lecho de sufrimiento y recupera milagrosamente la salud y la fuerza. El
reino entero se regocija con el retorno de su fuerte rey, y comienza una nueva etapa de alegría y vida.

El rey pescador sanado muere tres días después. Éste es un extraño final para esta parte de la
historia, pero puede entenderse como que nuestra parte herida puede ser dejada atrás cuando ya
cumplió su función en el desarrollo del hombre maduro. Parsifal es el héroe maduro y el sufrimiento del
rey pescador ya no hace falta.

Nuestra historia nos ha mostrado la sanación de la función herida de los sentimientos en un


lenguaje mitológico, y es probable que la transformación real de nuestra vida sea menos dramática y no
sólo un momento glorioso; aún así, la fórmula es válida.

LA FUNCIÓN RESTAURADA DE LOS SENTIMIENTOS

Podemos preguntarnos por qué todo lo anterior está asociado a la función de los sentimientos. Es
así específicamente en nuestra cultura, aunque en otras circunstancias podría ser otra la facultad que,
estando herida, sufre por los tradicionales veinte años y es sanada por la acción heroica de un hombre
inteligente. Como en nuestra cultura la función de los sentimientos es la que está muy descuidada y
lastimada, en nuestra experiencia este drama recae en esa facultad.

Debemos estar agradecidos con la mitología del siglo doce (cuando mucho de nuestro mundo
moderno estaba comenzando) por su definición de esta herida y su curación final.

24
Segunda Parte

25
LA DONCELLA SIN MANOS

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HASTA AQUÍ HEMOS EXAMINADO la función herida de los sentimientos desde el punto de vista de
un hombre. Explorar la experiencia femenina en este reino es encontrar muchos paralelos exactos y
algunas diferencias asombrosas. El hombre sufre la herida principalmente en su facultad generativa –ya
sea directamente en su actividad sexual o indirectamente en su incapacidad de crear en formas más
sutiles. La mujer sufre de la misma incapacidad en su facultad generativa o creativa cuando su función
de los sentimientos está herida. Pero esta herida aparece en su incapacidad de hacer, y no sorprende
encontrar en nuestro mito de la herida femenina que son sus manos las que están dañadas. El gran
lamento de la mujer herida es: “¿Qué puedo hacer? ¡Me siento tan inútil, mediocre e inferior en este
mundo que pone a las mujeres en la pila de la basura cuando se terminan la etapa del noviazgo y la
crianza de los hijos!” A menudo ésto se acompaña con una amarga hostilidad hacia los hombres que, en
su actitud masculina y chauvinista, mantienen a la mujer en actividades que no son sino mediocres. En
sus mil variedades, el grito femenino es: “¿Qué puedo hacer?”

Existen pocas buenas historias de mujeres que nos den una mayor comprensión del reino femenino;
parece que la mayoría, o han sido contadas por hombres o son acerca de ellos, y hay una cortina que
cubre los misterios femeninos. Éste no es sino otro ejemplo del dominio de los valores patriarcales en
nuestra historia reciente. Pero afortunadamente hay tres o cuatro buenas historias femeninas;
tomaremos una para guiarnos en nuestra investigación.

El mito de la doncella sin manos es la representación más elocuente que tenemos de la herida de la
función de los sentimientos tal como la experimentan las mujeres. Es como si estuviera dirigida
precisamente a la mujer moderna, y como todo los buenos mitos, establece el problema y prescribe su
solución.

Como en el mito del Grial, esta historia viene de un tiempo en la historia europea en el que nuestras
actitudes actuales se estaban formulando en esos profundos lugares en los que la inconsciencia
colectiva genera el próximo paso en su evolución. En toda Europa aparecieron muchas versiones de
ella, lo que muestra la universalidad de la experiencia. Agradezcamos las ideas esclarecedoras de esta
historia.

Aunque gran parte de la historia gira en torno a los hombres, no sólo ellos sino que también la
masculinidad son descritos como el villano. Ciertamente, tenemos una larga historia de supeditación de
las mujeres al dominio de los hombres. Pero el problema es igualmente difícil en la tiranía que el lado
masculino de una mujer ejerce sobre su femineidad a menudo indefensa. Marion Woodman dijo una
vez en una de nuestras conferencias conjuntas que la animosidad en una mujer (el componente
masculino en su psicología) ¡puede ser tan tiránica como cualquier hombre!
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EL PACTO CON EL DIABLO

La historia de la doncella sin manos comienza con un molinero que ha estado moliendo granos para
la aldea por más tiempo del que cualquiera pueda recordar. Trabaja duro, haciendo girar la rueda del
molino a mano y transformando los granos naturales en un producto civilizado, la harina. Éste es un
trabajo honesto, y el molinero contribuye a la vida del la aldea con su fuerza natural o utilizando
ocasionalmente la ayuda de un animal para girar la rueda. Éste es un proceso laborioso, limitado por la
fuerza del molinero o de su animal. Ha sido así por más tiempo del que cualquiera pueda recordar.
“Ganarás el pan con el sudor de tu frente” es la ley bíblica en este nivel cultural.

Un día aparece el diablo y dice: “Por un precio (toda oferta satánica comienza de esta forma) te
mostraré cómo moler tu grano con mucho menos esfuerzo y con mayor rapidez”. El molinero queda
intrigado, y hace un pacto con el diablo. Ciertamente, algo que lleva menos trabajo y logra una mayor
producción está más allá de cualquier reproche. Pero ¿y el precio? Aquello que está detrás del molino. El
molinero presume que el diablo se refiere al árbol viejo que está detrás del molino, algo de poco valor y
un precio muy bajo por una mejora tan considerable en su vida.

Así que el diablo, utilizando su habilidad mecánica, conecta el molino a una noria para que la fuerza
del riachuelo que corre al lado del molino haga girar la piedra sin esfuerzo. Ahora el molino funciona con
una capacidad mejorada; en verdad gira sin esfuerzo y produce varias veces más harina de lo que
produjo alguna vez. El molinero está encantado; su esposa está ocupada con la ganancia extra del
molino, y él está viendo qué hacer con su tiempo libre. Más fácil, más rápido, más, es la gran seducción
para la mente moderna. La hija del molinero no se preocupa por estas cosas y continúa con su vida
inocente.

El molinero está tan complacido con su reciente vida en expansión que, convenientemente, se ha
olvidado de que hay un precio que pagar, y se sorprende cuando un tiempo después aparece otra vez el
diablo para reclamar su pago. El molinero va con él hacia el viejo árbol detrás del molino, pero queda
horrorizado al descubrir que su hija está allí parada y que el diablo la reclama como su pago. Está
desolado, pero no quiere renunciar a su floreciente molino, así que le entrega su hija al diablo. Éste le
corta las manos y se las lleva. Otra versión del relato dice que el diablo reclama como pago las manos de
la esposa del molinero, pero la vieja mujer, demasiado astuta para semejante trato, acuerda que es su
hija la que debe perder sus manos. En todas las versiones de la historia, la hija no pone objeción.

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¡Ha ocurrido algo terrible! Se ha ganado un adelanto mecánico a expensas de lo joven femenino. El
hombre moderno hace este pacto muchas veces al día. Compramos un adelanto práctico a costa de un
valor sentimental cada vez que dejamos de ir al gimnasio o a un campamento de fin de semana, o
acordamos en pasar más tiempo en la autopista rumbo al trabajo a cambio de alguna meta práctica.
Éste es el pacto del molinero, y son legión. Está tan arraigado en nuestra mentalidad que no lo vemos
como un pacto con el diablo en su forma moderna. Al igual que el molinero, que se olvidó que había que
pagar un precio por el incremento en la eficiencia de su molino, nosotros pensamos que podemos
conseguir avances prácticos sin ningún costo. Este engaño es tan común en nuestra mentalidad
moderna que los supermercados están llenos de su lenguaje: dos por el precio de uno, un segundo
artículo por sólo un centavo, uno más por el mismo precio o un producto rebajado de $7.99 a $4.99…No
nos sentimos satisfechos en nuestros intercambios cotidianos hasta que hayamos obtenido algo por
nada. Las dimensiones externas de esta situación en el mercado no son peligrosas, pero se está a un
paso del mundo interior de los sentimientos y la valoración. La lógica exterior silencia fácilmente a los
sentimientos internos. Muchas veces en el día renunciamos a algún valor sentimental, intercambiándolo
por una ventaja exterior.

El molinero es el primer mecánico del mundo moderno; es el primero en hacer que un riachuelo
trabaje por él, y paga un precio catastrófico en la forma de las manos de su hija. Pertenecemos a una
larga línea de molineros, y la infección es profunda. En nuestra vida moderna, muchas veces al día lo
femenino joven paga el precio de una amputación más, cuando hacemos un trato con el diablo y
creemos que podemos conseguir algo por nada. Podemos dar vuelta el proverbio y decir que cuando
uno obtiene algo por nada, es muy probable que consiga nada por algo del mundo de los sentimientos.
Esta “nada” es la fuente de mucho del vacío que es tan característico de nuestra era.

Todas las cosas del mundo son regalos gratuitos de la naturaleza –el aire, la luz del sol, la comida, la
alegría- y pueden ser disfrutados sin culpa o herida. Convertir estos bienes naturales en mercancías, en
un mercado dominado por el dinero, es una de las trampas del diablo. Esta mecanización
(psicológicamente hablando) nos hiere en nuestro centro y termina en una gran destrucción de nuestra
función de los sentimientos. Sólo una confusión de niveles podría causar semejantes estragos.

Podemos describir este dilema como un contraste entre el complejo materno y el arquetipo
materno. El complejo materno es esa parte regresiva de nuestra psicología que quiere volver a un nivel
anterior de adaptación y ser cuidado por una madre que lo da todo y no requiere ningún esfuerzo por
parte de uno. El complejo materno es el arte de obtener algo por nada a través de una regresión de la
consciencia. El arquetipo materno es la recompensa de la naturaleza, que nos da nuestra vida y todo lo

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que necesitamos para ella, y que es el legado de cada uno de nosotros por el simple hecho de estar
vivos. Este arquetipo es el arte de vivir pacíficamente con los beneficios de la naturaleza, que es pura
dadivosidad y se encuentra en la ecología del orden natural.

Que el complejo materno –que es puro veneno- o el arquetipo materno –que es oro puro-
gobiernen nuestra vida es enteramente una cuestión de actitud. Si vamos por la vida viendo cuánto
podemos conseguir con el menor esfuerzo o costo, entonces estamos en las garras del complejo
materno. Si en cambio somos conscientes de la belleza y magnificencia de la vida, estamos
experimentando el arquetipo materno. Lo que está en juego en esta diferenciación son los valores
femeninos específicos de regresión o valorización.

Las mujeres son mucho más sabias en ese sentido; pocas mujeres harían una elección tan torpe y
devastadora como la del molinero. Pero nuestra sociedad dominada por lo masculino ha tomado
muchas decisiones como esa, y tenemos un enorme legado de adelantos mecánicos que están siendo
pagados con una pérdida de sentimientos. Llevar a casa una oferta del supermercado no está mal
-adoro una buena oferta. Pero conseguir una oferta a expensas de un valor interno es extremadamente
peligroso. Obtener afecto de una persona sin dar nuestra parte en la relación es un trato con el diablo. Si
queremos relaciones pero no damos nuestra parte en la relación, es un pacto con el diablo en su peor
forma. Comprar comodidad material a costa de valores sentimentales es un pacto con el diablo.

Para que haya un cirujano altamente entrenado haciendo guardia cuando yo vaya al hospital de
emergencias por una apendicitis repentina, alguien tuvo que pasar interminables horas en la facultad y
haciendo las prácticas para obtener esta habilidad. Alguien tuvo que dejar una parte de su juventud y
espontaneidad para que mi mundo físico esté salvaguardado. Éste es un trato justo pero también uno
muy serio. La demanda de lujo que indirectamente nos cuesta la mayor parte de nuestro tiempo libre no
es fácil de conciliar. La demanda de experiencias sexuales por fuera del marco de las relaciones, tanto en
un hombre como en una mujer, acarrea un costo terrible que es pagado por lo femenino. ¡El pacto con
el diablo aparece en tantas formas!

¿Y quién paga la cuenta por este trato? Generalmente no es lo femenino maduro, la mujer del
molinero –porque ella está demasiado endurecida y es demasiado astuta como para aceptar semejante
precio- sino lo femenino joven, lo más tierno de nuestros sentimientos. Quien paga el precio es a
menudo nuestra vida sentimental, de la que somos inconscientes. Enojos, depresión, un sentimiento
generalizado de malestar– ésto es nuestro femenino joven. Aceptar el pacto del diablo es uno de los
males más despreciables que se pueden cometer en el mundo psicológico. Por otra parte, conocer los

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tratos con el demonio que se nos ofrecen muchas, muchas veces por día en nuestro mundo moderno es
empezar a salvaguardar a la hija joven, lo femenino tierno.

Nos enfrentamos frecuentemente con el trato del demonio cuando planeamos la estructura de
nuestro día. ¿Con cuántas cosas podemos llenarlo? ¿Cuánto puedo conseguir a un precio mínimo?
¿Cuántas veces en el día los sentimientos (las manos de la hija) ocupan un segundo lugar detrás de la
practicidad? ¿Cuántos días transcurren sin música, el gimnasio o una caminata al atardecer? ¿Cuántas
vacaciones son arruinadas a medias porque la energía se gastó en una docena de pactos con el diablo
antes de que uno llegue a su destino?

Podemos encontrar este drama en muchos niveles diferentes. A menudo el precio de semejante
trato está grabado en el rostro de la esposa de un hombre o, con mucha más frecuencia, en la confianza
en sí misma de su hija. O puede que resida en la parte más profunda de la vida sentimental del
molinero, el centro de su sentido de valor y significado.

Buscar un chivo expiatorio es la forma favorita de no resolver el problema del pacto con el diablo.
Este arte innoble consiste en culpar a una persona o situación de aquello de lo que uno es responsable,
para luego desterrar a ese otro al olvido (cosa justificable en la propia mente). Cada comunidad
pequeña, como el personal de una oficina, una iglesia o un club existe en parte gracias al mecanismo del
chivo expiatorio. Un grupo de personas elegirá inconscientemente a un desafortunado individuo y
pondrá la culpa de la comunidad sobre él. Hagan el experimento de examinar algún grupo pequeño en
el que estén involucrados, y observen cómo mantienen el respeto a sí mismos al menospreciar a uno de
sus integrantes. Cada barrio tiene su chivo expiatorio; cada oficina, su relegado; cada iglesia, su paria;
cada familia, su oveja negra.

A escala mundial, encontramos chivos expiatorios en términos de razas, nacionalidades y color.

El alcohólico hace uno de los peores pactos con el diablo: intercambia su sufrimiento por un olvido
pagado por su esposa, o más a menudo, por su hija, en su olvido como persona. La sensación de ser
nada que siente a menudo una mujer es, frecuentemente, la sensación de ser nada causada por un
personaje como el molinero cerca de ella. La hija de un alcohólico generalmente es una doncella sin
manos. Está aterrorizada y es incompetente, no puede con la vida, y tiene un insoportable sentimiento
de inferioridad. Sus primeras palabras ante un nuevo desafío son: “No puedo”. Todo ésto es el resultado
directo de estar “manca”, como lo define nuestra historia. Puede que ésto haya sido hecho sin su
permiso, si es que le ocurrió a temprana edad; o pudo haber ocurrido con su permiso si la fuerza de una
decisión familiar estaba detrás de todo. El hecho de que tanto el molinero como su esposa hayan

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acordado en hacer de su hija un chivo expiatorio es uno de los cargos terribles de la humanidad. Es
terrible tener que enfrentar las alternativas de perder las manos o perder la familia.

Podemos encontrar un ejemplo evidente de ésto en la historia reciente de Etiopía. La vieja Liga de
las Naciones miró para otro lado cuando Haile Selassie señaló la destrucción de su país. El resto del
mundo –como un padre y una madre a gran escala- acordó por defecto con este pacto con el diablo.

El hombre que falla en cumplir con el rol de padre con sus hijos, aun cuando tenga un éxito brillante
en su vida, hará que sus hijas salgan al mundo como doncellas sin manos.

El nivel interno de este drama es mucho más sutil y difícil de rastrear. Es la herida en la estructura
más profunda de los sentimientos del hombre. Se manifiesta como mal humor, un sentimiento de
inutilidad e incompetencia y una erosión de los valores y del significado de la vida. Vender lo femenino
joven es perder la dimensión más preciada de la vida de un hombre y su sentido de significación en el
mundo. Éste es un tema serio y está más cerca de casa de lo que creemos, hasta que el hombre
comience a explorar su “doncella sin manos” interior. Sentimientos heridos, dolor, soledad, inutilidad –
son las doncellas sin manos dentro de un hombre. No hay ninguna acción heroica que pueda devolverle
el significado de la vida si su tierno valor femenino del sentimiento está dañado.

LAS ARTIMAÑAS DE LA MÁQUINA

La palabra griega mechane, que es el origen del término máquina así como también la raíz de
maquinación, tiene una connotación muy seria. Su raíz significa engañar, y todo lo relacionado con ello
tiene un carácter oscuro. Los sueños que tienen que ver con objetos mecánicos que fallan en su
propósito a menudo sirven de alerta para el soñador, mostrándole a él o ella que están usando
dispositivos o actitudes indignos de su mejor naturaleza. Es común que los objetos mecánicos no
funcionen bien en los sueños de aquellos que son capaces de una consciencia elevada. En sus sueños, un
viaje en avión no se completa o el automóvil no los lleva a destino. Recuerdo el sueño que un joven
tenía todas las noches en el que un gran jet comercial con su capacidad completa despegaba con un
poderoso estruendo, sólo para chocar justo después de pasar el final de la pista. Soñó con ésto casi
todas las noches de su vida durante meses. Como era una persona superior, podemos interpretar que
este sueño repetido significa que no podría arreglárselas en la vida con una actitud mecánica o artificial.
Sus esfuerzos para conseguir una forma de vida egoísta, que eran básicamente artimañas (mecánicas
según el sentido de la palabra que usamos aquí), no estaban funcionando. Su naturaleza superior no

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permitiría una adaptación barata a la vida, no importa cuán sofisticada o ingeniosa pudiera ser. Cuando
comprendió este principio y abandonó su actitud egocéntrica hacia la vida, ya no fue necesario que sus
sueños lo confrontaran con el accidente aéreo todas las noches.

Una vez soñé que había encontrado el camino a la Jerusalén Celestial. Me metía de un salto en mi
pequeño Ford 1936 (el primer auto que tuve; siempre un auto especial en la vida de una persona).
Cuando llegaba a la cima del largo y sinuoso camino, el guardián de la puerta de la Jerusalén Celestial
me decía que no se permitían autos allí, y que tenía que bajar manejando y volver a subir la montaña a
pie. Entonces sería admitido en el Jardín del Paraíso. Manejé de vuelta por la montaña, abandoné el
auto y la volví a subir, y entonces pude entrar a la Jerusalén Celestial. Desde entonces he estado
trabajando para deshacerme de la artimaña interior, representada por el auto en mi sueño. Tal artificio
es la peor forma posible de aislarse de la iluminación o la Jerusalén Celestial. Yo la llamo “mi mentalidad
Ford 1936”.

Uno tras otro, varios filósofos nos han aconsejado desprendernos de la mayor parte de nuestros
artefactos mecánicos para que nuestra vida espiritual pueda ser más rica. Thoreau y Walden Pond;
Mahatma Gandhi con su rueca; Rousseau con su idealización del hombre primitivo; el mundo hippie con
su intento de volver a una forma de vivir simple –todos éstos son intentos de evitar la artimaña interna
disminuyendo las dimensiones mecánicas de la vida exterior. Es cierto que el nuestro es un modo de
vida demasiado complejo y que necesita ser reevaluado, pero lo más letal es esta forma interna de
artificiosidad. Podemos abandonar todos nuestros autos, computadoras y aviones como nos aconsejan
los defensores de la simplicidad, pero aún conservaremos la artimaña interna que es la fuente
verdadera del infame pacto con el diablo. No es necesario dejar de lado las cosas lo materiales para
evitar al demonio; pero sí lo es abandonar nuestra lucha indigna por obtener algo por nada.

Toda artimaña exige un castigo pesado. Cuando el molinero acepta las artimañas del diablo, sin
darse cuenta también acepta el precio del mismo. Cada vez que engañen, psicológicamente hablando,
amputarán las manos de su función más tierna, la de los sentimientos; un precio demasiado grande para
cualquier ventaja exterior.

No hay nada malo en la dimensión material de nuestros dispositivos mecánicos, que son la envidia
del resto del mundo. He oído decir que los electrodomésticos de una casa promedio son el equivalente
de los veintisiete sirvientes que se empleaban en el siglo pasado sólo para hacer las tareas
rudimentarias. No está mal tener un auto, una computadora, un avión y la gran cantidad de cosas que
tenemos alrededor y que son de ayuda para nuestra vida; pero una visión mecánica de la misma es
incorrecta y tiene como precio los sentimientos. Si un exceso de “cosas” en nuestra vida está minando
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nuestra paz, es la actitud la incorrecta y no los sentimientos. La artimaña como actitud siempre
involucra el obtener algo y rehusarse a pagar el precio por ello a nivel humano y directo. Los molinos
son fantásticos; el incremento en la producción es excelente; el nuevo poder es maravilloso; pero si se
obtienen sin una participación directa y consciente en el proceso, tienen en sí un precio que a la larga
será insoportable.

Funcionarios de la ciudad de Nueva York descubrieron que la mayoría de los escolares de ciertos
guetos, casi totalmente rodeados por un mundo de concreto, no sabían de dónde venía la leche. Con la
ayuda de los atentos directivos de una empresa láctea, construyeron un minúsculo tambo portátil con
una vaca, que iba a cada escuela y mostraba cómo se alimenta el animal, cómo se ordeña, el
embotellado, etc. La leche significó algo más para esos chicos después de ésto y no fue más sólo algo
que sacaban de la heladera del supermercado. Éste es un ejemplo inocente y simple, pero ilustra cómo
nuestra cultura está en peligro en varios niveles a causa de la mecanización de nuestra vida.
Recientemente atravesé en auto la tierra de los amish en el Medio Oeste y vi sus granjas –que se
distinguen inmediatamente por su ausencia de postes de electricidad o de teléfono- y me encontré con
las pequeñas calesas negras tiradas por caballos que son su único medio de transporte. No usan
motores, tractores, lámparas eléctricas, surtidores o teléfonos. Ésto es una observación estricta de un
hecho interior, pero actuado a un nivel exterior. Si las personas observaran sus tendencias mecánicas
(artimañas) en un nivel interior tan cuidadosamente como los amish observan su forma de vida
aparentemente simple, se evitaría mucho sufrimiento en el mundo de los sentimientos. Me sentí
complacido al ver las costumbres de los amish, pero intuí que no estaban menos sujetos a las artimañas
internas que nosotros. Si sólo tuviéramos que sacar los postes de la electricidad y adoptar las pequeñas
calesas negras como forma de transporte, ése sería un precio pequeño por aliviar nuestra herida
moderna en los sentimientos; pero me parece que poco tiene que ver con el tema. Sería atacar
exteriormente un problema virulento cuando está en el interior de nuestra naturaleza. La solución
correcta en un nivel equivocado es totalmente ineficaz.

En los países musulmanes, la parte vieja de sus ciudades se llama medina o lugar sagrado. En esta
sección de la ciudad no se permiten autos, motores o maquinarias a motor, ya que perturbarían la
espiritualidad del centro de la urbe. Cuando estuve en la medina de Fez, en Marruecos, me paré en el
centro de la misma y observé con gran cuidado las caras de la gente que vivía allí, para ver si había
tranquilidad en ellas. Predeciblemente, vi que habían tratado de dar una solución externa a un
problema interno, y que sus vidas no eran más pacíficas que las de las ciudades modernas. Como los
amish, trataron un problema interior de una manera exterior. Es nuestra tarea tratar de descubrir

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nuestra mecanización de la vida en sus dimensiones internas, ya que es allí donde se ha hecho el daño.
Una historia hindú nos cuenta sobre este asunto:

Un hombre sagrado se sentaba todas las mañanas debajo de un árbol de baniano y daba lecciones
de desprendimiento basadas en el Gita a una pequeña audiencia de discípulos. Entre ellos estaba el rey
de esas tierras, que se sentaba como cualquier otro en el piso frente al gran maestro. También había un
sunyasin (un mendigo sagrado que vive en la pobreza) cuyas únicas posesiones eran un taparrabos de
repuesto, que colgaba en la pared para secarse, y media calavera, que era su recipiente para las
limosnas.

Un día el sunyasin se quejó irritado ante el gran maestro, diciéndole que era injusto que el hombre
sagrado tratara con la misma deferencia al rey, que vivía en el lujo, que a él, que lo había dejado todo
excepto su taparrabos de repuesto, que colgaba de la pared para secarse. El gran maestro no dijo nada.
(Es costumbre de esa clase de maestros responder indirectamente a una pregunta a través de algo que
pasará en las próximas horas o días).

Al día siguiente, el pequeño grupo estaba sentado a los pies del gran maestro cuando vino un
mensajero y susurró urgentes novedades al oído del rey. Éste no se movió ni quitó su atención del
maestro. Pronto vino otro mensajero con noticias aún más urgentes. Cuando vino el tercer mensajero
todos vieron claramente que las noticias eran acerca de un gran incendio que se propagaba hacia el
castillo real, que estaba cruzando el río sobre la montaña. Aún otro mensajero vino y gritó que el palacio
real estaba en peligro de incendiarse. Todos podían ver ahora las llamas mientras llegaban al palacio; en
un lapso increíblemente corto, el palacio fue enteramente consumido por las llamas.

El gran maestro continuaba con su disertación sobre el Gita, y el rey no flaqueó en su atención.

Pronto, el olor del humo llegó al pequeño grupo; luego el chisporroteo del fuego; luego los árboles
que los rodeaban se encendieron.

Cuando el pequeño grupo ya podía sentir el calor del fuego que se aproximaba, el sunyasin explotó
de ansiedad y se lanzó contra la pared para tomar su taparrabos de repuesto, que estaba colgado allí
para secarse. Al instante, el humo se disipó y allí estaba el palacio en todo su sereno esplendor en la
montaña contigua, sin ningún fuego a la vista. El sunyasin volvió al pequeño grupo de discípulos; su
rostro expresando una muda interrogación. “¿Y ahora quién está apegado a sus posesiones?”, preguntó
el hombre sagrado.

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El gran maestro le había preparado al sunyasin un ejemplo vívido de que las posesiones físicas poco
tienen que ver con el desprendimiento. El rey, con todas sus posesiones, estaba menos comprometido
con las artimañas que el sunyasin, que hacía de su ascetismo un espectáculo. Es mucho más importante
la actitud en el mundo interior que cualquier alteración mecánica o material en el exterior.

Puede que un rey esté desapegado de sus posesiones y un asceta que no posee nada puede estar
asolado por su mundo mecánico. Lo crucial es la actitud, no la cantidad de propiedades o de objetos
mecánicos que poseemos.

No estamos hablando de las cosas tangibles de nuestra vida sino de las actitudes mecánicas que
sostenemos y de las artimañas que provocan en nosotros. Los aparatos mecánicos están aparentemente
justificados –no podría haber una cultura sin ellos- pero agarrarse psicológicamente a algo sin pagar su
precio es una artimaña interna que tiene un precio muy alto. Éste es el pacto con el diablo.

PAGANDO EL PRECIO DEL DIABLO

El molinero (lo masculino) obtiene el beneficio del pacto con el diablo mientras que su joven hija (lo
femenino) paga el precio. Es obvio que no se puede avanzar en la civilización sin algún acuerdo de esa
clase; argumentar que la civilización estaría mejor conservando el molino movido a mano es caer en el
error de Mahatma Gandhi y Thoreau. Pero si hacemos un pacto, debemos ser totalmente conscientes
de sus términos. Un avance en la eficiencia mecánica siempre tiene un costo a nivel de los sentimientos.
Lo menos que podemos hacer es ser conscientes y pagar el precio de la manera más inteligente posible.
Pagar inteligentemente este precio es ser conscientes de lo que hemos hecho y de lo que hemos
acordado. Especialmente significa ser responsables de nuestro propio pacto y no endilgarle el precio a
un chivo expiatorio o, inconscientemente, al mundo femenino de los valores, estados de ánimo y
sentido de valía en nuestro interior. Un pacto consciente conserva su dignidad y validez, mientras que
un pacto inconsciente crea gran cantidad de síntomas y sufrimiento sin sentido. La forma actual de
pagar el precio es muy poco inteligente, y una gran parte de las mujeres siente que los hombres de
alguna manera las han traicionado. El molino funciona más rápido, pero la hija se quedó sin manos.

Examinándolo más de cerca, este pacto es tan doloroso para el hombre como para la mujer, ya que
a menudo las tiernas cualidades interiores del hombre relacionadas con los sentimientos son las que
pagan el precio. Es más difícil para el hombre ser consciente de su naturaleza interior, porque lo que
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está herido es su femenino joven –la parte más tierna y sensible de esta naturaleza. Prácticamente todo
en los sentimientos de un hombre, el sentido de merecimiento, el sentido de valoración y los estados
de ánimo son femeninos. Herir lo femenino interior en un hombre es herir toda su vida sentimental [“
sentimental “como “relativo a los sentimientos” ] y su sentido de valía. Como la parte femenina del
hombre a menudo está menos desarrollada que su masculinidad, esta parte sensible de su naturaleza es
frecuentemente ignorada y descuidada. ¡La mayoría de los hombres ni siquiera es consciente de que su
lado femenino es el guardián de todo lo que es tierno y precioso en su vida! Ésto significa que es esa
parte ingenua, sensible y en gran parte desconocida del hombre la que paga el pato. Es normal que
muchos hombres paguen el precio del diablo de sentirse infelices, tensos o ansiosos sin saber qué les ha
pasado. Es lo femenino joven en su herida inarticulada: la hija del molinero.

Tanto si el drama se desarrolla en el interior de una mujer como si se representa en la parte interior
femenina de un hombre, la historia es bastante similar. Si es el drama de una mujer, sus valores
femeninos serán traicionados por un hombre real (tal vez su padre), por la cultura patriarcal que la
rodea o por las propias cualidades masculinas dominantes en su interior. Si es un hombre el que sufre
por este comercio insensibilizante, puede que esté dominado por un tirano en el mundo exterior o por
un drama privado en su psicología.

Podemos compadecernos de Nehru3, que quedó atrapado entre las arcaicas enseñanzas de su
mentor Mahatma Gandhi, que abogaba por conservar a la India como una sociedad simple y rural; y las
necesidades de la segunda nación más grande del mundo que trataba de salir de sus características
medievales. El pacto que la India acordó no está funcionando; los intentos colectivos no son la mejor
aproximación para resolver este problema tan difícil. Soy más optimista con respecto a lo que puede
hacer un individuo inteligente, que es capaz de poner en juego una conciencia más aguda que con
respecto a lo que se encuentra en cualquier pesado movimiento colectivo. Cuando se le preguntaba al
dr. Jung “¿Lo lograremos?”, él siempre respondía: “Si una cantidad suficiente de personas hace su
trabajo interno”. Parece que no hay soluciones colectivas al problema de los sentimientos heridos, sólo
individuos lo suficientemente valientes como para tomar personalmente el problema. Éste es el nuevo
heroísmo.

ENTRANDO AL BOSQUE

3
Primer ministro de la India después de su independencia en 1947.
37
Afortunadamente, los mitos no sólo hacen un diagnóstico sino que también prescriben una cura. Un
mito real siempre provee una sanación para el enfermo al que describe. La sanación de la doncella sin
manos es muy curiosa y no tan fácilmente comprensible para nuestra moderna y extrovertida
mentalidad.

Por algún tiempo la doncella sin manos se contentaba con su situación y no se quejaba. Después de
todo, ahora había suficiente dinero para tener sirvientes en la casa, y ella no tenía que hacer nada que
pudiera requerir el uso de sus manos. La inconsciencia de una familia a menudo cuida muy bien a sus
miembros heridos –más que nada desde un sentimiento de culpa por saber, inconscientemente, el
origen de la herida. Cuando la hija se queja porque no puede hacer nada, la madre le responde que no
tiene que hacerlo. La hija acepta esta explicación por algún tiempo. La función de los sentimientos;
especialmente en su forma joven e ingenua, es particularmente vulnerable a argumentos como éste.
“Bueno, ¿y para qué necesito manos si ya está todo resuelto?”

La vida familiar continúa pero la hija se vuelve cada vez más infeliz, retraída y angustiada. Su vida
servida mecánicamente es cada vez menos aceptable para ella. Finalmente, comienza a llorar sin poder
parar.

Entonces sucede algo maravilloso: la sabiduría innata de la hija, que es tan profunda que nadie
puede quitársela, sale a la superficie y prescribe una cura específica para su herida femenina. Se va sola
al bosque.

Las heridas femeninas son casi siempre curadas por permanecer quietos. Un hombre, o el lado
masculino de una mujer, a menudo tienen que tomar una postura aparentemente heroica ante sus
problemas. Nuestra mitología está llena de hombres heroicos que montan su caballo blanco y van
galopando para realizar sus hazañas, que es su forma de tratar con los males de la vida. Todos somos
conscientes del ideal masculino de heroísmo, que ha sido arraigado en nosotros desde los tiempos
medievales hasta la actualidad –desde los caballeros de la Mesa Redonda del Rey Arturo hasta Viaje a
las Estrellas (Star Trek). Pero el genio femenino es completamente lo opuesto. Cuando una mujer es
consciente de su problema, la sanación llega espontáneamente desde las profundidades de su
naturaleza. La soledad es el equivalente femenino de la acción heroica masculina.

La tarea heroica masculina es tomar su espada y su lanza y cargar con todo su poder contra el
enemigo. El enemigo es tan oscuro y está tan perfectamente identificado con el mal que nunca se duda
de su carácter satánico. Casi toda nuestra cultura patriarcal está basada en esta dicotomía del bien y el
mal. No hay nada más emocionante para una mente medieval que reconocer el mal, bajar la visera y la

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lanza y cargar contra él con toda su energía y poder. Pelear por el bien contra el mal es la esencia de la
naturaleza heroica del hombre.

Pero la mente medieval está disminuyendo en presencia de la consciencia moderna,


particularmente con el impacto de la ciencia de esta era.

La forma heroica de la mujer está basada en un punto de vista sobre la realidad completamente
diferente. Cuando lo femenino se enfrenta con un conflicto, está en su naturaleza intentar descubrir las
fuerzas opuestas que han colisionado y ponerle fin a la batalla ilusoria entre ellas. El hombre quiere
asegurarse el triunfo del bien sobre el mal; la mujer quiere disminuir la oposición entre los dos. Él pelea;
ella reconcilia. Más precisamente, éstas son las formas masculina y femenina que podemos encontrar
en un hombre o en una mujer.

John Sanford nos cuenta una historia de la época medieval que resulta significativa: “Los teólogos de
la época estaban consternados por un dilema que no podían resolver con su afilado discernimiento
masculino. Parece que un sacerdote muy corto de vista había visto un grupo de pingüinos en un viaje a
las lejanas regiones del sur y, pensando que eran personas a causa de su miopía, les dio una bendición.
Por esta bendición ¿los pingüinos recibieron un alma? ¡Un dilema insoluble! Existía la amenaza de un
cisma por causa de un problema tan serio, pero nadie podía encontrar una solución. Alguien pensó en
presentarle el problema a Santa Teresa, quien inmediatamente encontró una solución factible: ‘Denles
almas’, replicó, ‘pero pequeñas’”. La capacidad femenina de encontrar un camino entre opuestos en
conflicto tiene una cualidad heroica que escapa al pensamiento de “blanco o negro” de los teólogos.

La doncella sin manos escucha su sabiduría más recóndita, va al bosque y se queda quieta. Hay un
alivio inmediato en ésto, ya que hay menos soledad en estar solos que en estar en relaciones falsas. Ella
tiene hambre, está lastimada por las zarzas, indefensa sin sus manos. Pero está en su hogar, en su
mundo femenino del bosque. Aquí está el poder innato de la femineidad interna.

ENCONTRANDO EL JARDÍN DEL REY

Por casualidad –excepto que no hay casualidades en el mundo mitológico- la doncella se topa con
un jardín. Cualquier mujer que ejercite el don femenino de la quietud encontrará su camino hacia el
jardín, el más femenino de todos los símbolos, el centro de su ser. Más aún, es el jardín del rey; ella ha
encontrado su camino al Ser, ese centro que existe más allá del tiempo y del espacio y que no está
herido por ningún infortunio humano.
39
La joven tiene que atravesar un pantano en su camino hacia el jardín del rey; ésto representa las
dificultades del viaje en soledad. Este pasaje no es seguro, y muchos mueren de desesperación en el
camino. Una mujer tiene que conservar la fe y aguantar o desaparecerá en el pantano solitario. Nuestra
doncella sin manos pudo soportarlo y, con la ayuda de un ángel entró al fin en el jardín del rey.

En el jardín hay un peral, muy apreciado por el rey, que tiene cada una de sus peras etiquetada y
numerada. ¡Qué símbolo maravilloso del mundo patriarcal, en donde todo está catalogado y numerado!
Si le preguntaran a la mentalidad masculina, que vive una vida tan ordenada, respondería que no se
puede llevar adelante un reino sobre otra base. Es verdad; pero ¿a qué costo mecánico?

La doncella sin manos tiene mucho hambre a causa de su deambular solitario por el pantano, más
cuando no tiene manos para ayudarse. Se las arregla para comer una de las peras sin la ayuda de sus
manos y, de este modo, le es posible vivir. ¿Peras? ¿Qué subyace en este símbolo tan extraño? Si la
manzana nos hirió en el Jardín del Edén, ¿es ésta la redención de esa herida a través de algo muy similar
pero lo suficientemente diferente como para ser curativo? La pera lleva mucho tiempo siendo el
símbolo de la Virgen María, y es una forma muy femenina. Como fue una acción masculina (del diablo y
del molinero) la que le costó a la doncella sus manos, es comprensible que un objeto muy femenino
provoque la sanación de la misma. La doncella come una pera por día y de esta manera sobrevive.

El jardinero del rey se da cuenta de que desaparece una pera por día, y se lo informa al rey. El
monarca, que es un hombre amable y justo, se esconde y espera para ver qué está pasando con sus
amadas peras. Ambos contemplan la patética visión de la doncella sin manos llegando temprano en la
mañana por la única pera del día; el rey se enamora instantáneamente de ella. Es común que una mujer
que ha de ser la consorte de un rey tenga grandes dificultades en relaciones de menor envergadura.
Todo el sufrimiento de la doncella sin manos se aclara, y comenzamos a ver que toda esa mala fortuna
ha sido el mecanismo a través del cual ella podría encontrarse con el rey. Es decir, a veces en nuestra
vida nos va muy mal a nivel personal para poder ser llevados a un nivel más profundo en donde lo mejor
puede suceder.

¡Qué evolución tan maravillosa de los hechos! La herida fatídica provocada a la doncella sin manos
por una fuente masculina confundida, ha sido aliviada por la misma fatídica cualidad de una forma
femenina. Si una mujer lastimada puede conservar la fe en que encontrará en soledad el poder curativo
de lo femenino, entonces lo hará; como si fuera un milagro, encontrará su camino hacia la sanación
femenina. Ésto parece extraño para nuestra forma de pensar moderna y patriarcal, pero es la única cura
que puede redimir la herida masculina en una mujer. Ningún artefacto masculino tiene el más mínimo
efecto en este tipo específico de herida.
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MANOS DE PLATA: EL REGALO DEL REY

El rey lleva a la doncella sin manos a casa y la hace su reina. Ella le dice llorando que es imposible ser
una reina sin manos. El rey le asegura que tendrá todo hecho para ella y que no necesitará manos para
nada. ¡Aquí aparece la lógica masculina que es tan difícil de refutar! La voz masculina de la realidad
ofrece el mismo argumento ¡una y otra vez! Aún cuando esta vez proviene del rey, es la misma lógica
masculina.

Pero es muy embarazoso tener una reina sin manos. Es cierto que ella tiene sirvientes y que no
necesita trabajar, pero hay ciertas acciones femeninas y gráciles que se esperan de una reina y que no
pueden hacerse sin manos. Entonces, el rey llama a sus magos y les ordena que creen manos de plata
para ajustarlas en los brazos de la doncella; y la nueva reina es presentada a la corte con sus manos de
plata. Es el deleite de la corte, y los adorables ademanes de sus manos de plata son el comentario de
todo el reino.

¿Manos de plata? ¿Qué es lo que ha hecho ahora este rey generoso y gentil? Sin quererlo proveyó
las peras que salvaron la vida de la doncella sin manos, y ahora le provee manos de plata, haciéndola
respetable y famosa por su gracia plateada. Pero fíjense que uno de los regalos es natural, y el otro
artificial. ¿Se desprende de ésto que la solución masculina al problema femenino es siempre artificial o
peor, más engañosa? ¡Ciertamente ésta es la artimaña más refinada! ¿Ésto es un eco del hecho de que
fue una artimaña masculina la que le costó a la doncella la pérdida de sus manos en primer lugar?
Tenemos ahora más artimañas masculinas, representadas por los magos que intentan una reparación.
Pero es sólo una reparación artificial, aún cuando funcione bien por un tiempo.

Convencer a las mujeres de que tener manos de plata es una gran virtud no es un rasgo admirable
de los hombres. A menudo el hombre está demasiado dispuesto a conservar a la mujer en un estado de
tener las manos de plata, en tanto que es él mismo el que determina el carácter de estas manos.
Podemos hablar de una jaula dorada –que sigue siendo una jaula, no importa cuán dorada pueda ser.
Éste es otro ejemplo de dominación, que podrá ser plata esterlina pero no deja de ser una existencia
artificial para la mujer.

Una nota terrible en esta parte de la historia es la artificialidad. Casi sin excepción, una doncella sin
manos recurre a una femineidad artificial para reparar la pérdida de su femineidad natural. Aprende los
modales, las costumbres y la gracia de la femineidad aprendida, que es tan quebradiza y metálica como

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el juego de té de plata alrededor del cual ella preside sus reuniones. Por un tiempo se complace con
ésto. El reino entero la llena de cumplidos y le rinde tributo por la gracia emanada de sus manos de
plata, que constituye un buen sustituto de la femineidad de carne y hueso. A menudo una función
artificial es más apreciada que la natural. Pero es sólo un sustituto y no conlleva ningún valor humano.

Muchos de nuestros modales, entrenamiento y gracia provienen de las manos de plata. Con
frecuencia es lo que predomina de lo femenino en toda una sociedad. Pensamos que nos las arreglamos
bien con esta forma de relacionarnos, hasta que un día nos despertamos con el hambre terrible y la
soledad que resultan de las manos de plata. No hay soledad tan profunda como la que éstas provocan.
Es la peor, ya que está muy bien encubierta por un valor artificial, más altamente apreciado que las
cualidades humanas.

Una vez estaba dando una conferencia sobre esta historia en uno de los más refinados hoteles de
Norteamérica. Habiendo hablado recientemente del asunto, comencé a buscar la cualidad de las manos
de plata en este entorno aristocrático. En ningún lugar del país me habían servido tan cuidadosamente.
¡Pero todo el personal de servicio era de la más exquisita plata forjada! Venía directamente desde una
escuela que preparaba a sus alumnos para servir con manos de plata –plata esterlina, en este caso.
Todos, excepto un robusto muchacho irlandés que hizo contacto humano conmigo por encima de la
mesa de desayuno. ¡Era demasiado genuino como para haber absorbido la educación recibida! Su uso
de manos reales me dio permiso para usar las mías, y tuvimos un intercambio cálido y humano. La
mayoría de los encuentros que precedieron a éste durante el fin de semana habían sido
cuidadosamente labrados en plata –tanto en los que me rodeaban como en mi persona. Al tenerlo
fresco por haber estado hablando del tema, fui consciente en ese gran hotel de la diferencia entre las
manos de plata y las humanas. Toda mi vida había conocido inconscientemente esta diferencia –como
cualquier otra persona- pero fue necesaria la mejor plata posible para mostrarme la inconfundible
diferencia entre las manos de plata y las humanas.

El primer efecto que se percibe en una atmósfera de manos de plata es que produce un terrible
aislamiento. Ser tocado de esta forma es estar aislado; y respondemos inconscientemente de la misma
manera mecánica, metálica y carente de relación. Las manos de plata son la muerte de todo aspecto
femenino de las relaciones. El metal nunca será un sustituto adecuado para lo humano. Aún en su
mejor expresión, la plata es fría.

Una historia de Ray Bradbury, contada y vuelta a contar y que finalmente aparece narrada con
algunas alteraciones por un cuentista en la India, relata el espantoso resultado de tener las manos de
plata: “Es el año 2500, y la robótica ha devenido en un arte refinado. Una mujer desea librarse de su
42
matrimonio pero sin herir a su esposo. La robótica le ofrece una salida para este dilema. Hace construir
un robot de sí misma e intenta ponerlo en su lugar sin que su esposo se entere. A último momento,
aparece una pequeña dificultad: parece que a los humanos les late el corazón mientras que los robots
emiten un zumbido de 60 ciclos. Entonces programa al robot para que grabe el latido de su esposo y lo
incorpore a su ser. Así no habrá ninguna posibilidad de que su esposo se entere. El robot es introducido
en el matrimonio; se dirige hacia el esposo para obtener la grabación que necesita del latido del corazón
-¡y encuentra un zumbido de 60 ciclos en él!” Ésta es una historia terrible acerca de la mentalidad de las
manos de plata llevada al extremo.

LLORAR Y ENTRAR OTRA VEZ AL BOSQUE

A su debido momento, la reina tuvo un niño, y todo iba bien gracias a todos los sirvientes que lo
cuidaban. Pero inexplicablemente, un día la reina comienza a llorar y no puede dejar de hacerlo. Quiere
cuidar a su bebé con sus propias manos. El rey, con su inimitable lógica masculina, trata de convencerla
de que no necesita hacer nada, ya que todo pueden hacerlo los sirvientes. Pero esta vez no prevalece la
lógica, y las lágrimas se derraman sin parar.

Ésto tiene un paralelo histórico, al principio divertido pero, pensándolo bien, insoportablemente
triste. María Antonieta, reina de Luis XVI, tomó consciencia de la vida de manos de plata que estaba
llevando. Probablemente no se haya vivido una vida más acartonada y amanerada que la de las cortes
de la monarquía francesa, y la pobre reina estaba atrapada en una ronda interminable de artificialidad.
Había belleza, gracia, dignidad y riqueza por doquier; pero todo ésto a expensas de la ordinaria y
terrenal humanidad. María Antonieta decidió traer a su vida algo relacionado con lo campesino y
terrenal, así que ordenó que construyeran un establo en Versalles. Fueron contratados los mejores
arquitectos del reino, y se construyó una obra maestra. Aún puede verse en Versalles este establo
exquisito. Las vacas más finas fueron importadas de Suiza y la reina fue con sus damas, esperando
realizar el primer ordeñe. Éste pudo ser su contacto con la femineidad terrenal. Pero a último momento
decidió que era demasiado desorden y esfuerzo, e instruyó a sus sirvientes para que ordeñaran las
vacas. La reina había llegado muy lejos en su desafío a su existencia esterlina; pero a último momento
perdió su inspiración y sólo añadió otro poco de plata a su entorno. ¿Quién sabe? Quizás el curso
trágico de la monarquía francesa podría haber sido alterado si la reina hubiera consentido ordeñar una
vaca. Si el principio femenino pudiera conservar su conexión con la tierra (mano), los excesos
estratosféricos del mundo masculino y patriarcal podrían ser evitados. En Inglaterra, nuestro término

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grounded (como se usa en la terminología relacionada con la electricidad) [grounded: conectado a
tierra] se expresa como earthed [Earth: Tierra]. Ambos son elocuentes.

Las lágrimas son una forma maravillosa de volver a un reino más simple y obtener una nueva
oportunidad ante una misión fallida. Nos rodeamos con el océano salino del que originalmente surgimos
y somos refrescados por ese mundo salado.

La reina llora sus lágrimas saladas, y no la consuelan ni los cumplidos ni sus sirvientes ni los buenos
deseos de los que la rodean. Las manos de plata nunca proveerán una relación, y todas las mujeres lo
saben desde la profundidad de su instinto femenino. Reinos enteros pueden prosperar en la
artificialidad de las manos de plata, pero ninguna mujer real se contentará con esta situación. La reina,
entonces, arrastra con sus lágrimas una forma de vida que no funciona. Hace uso de su sabiduría
femenina, el instinto que está en cada mujer, y se lleva a su hijo a la soledad del bosque. Tal como
anteriormente se había salvado de su padre destructivo, ahora se salva del más sutil pero no menos
peligroso dominio del rey.

No es fácil ver a simple vista que el peligro del rey no es menor para una mujer que el peligro del
padre. El rey ha sido tan amable, ha rescatado a la doncella sin manos de su vagabundeo y le ha dado
tanto; el regalo más grande fue el de las manos de plata. Pero estos regalos no son menos peligrosos
que la herida que su padre le causó por su pacto con el demonio. Estar atrapada en las manos de plata
no es menos aislante que estar incapacitada por tener las manos cortadas. Por si acaso, es peor, ya que
no es tan obvio. Muchas mujeres están atrapadas en su forma de vida de plata esterlina y nunca se
enteran de que esa es la causa de su llanto.

Recuerdo una película que vi hace muchos años atrás, en donde hay una escena de una ladrón
asaltando a una pareja en su Cadillac en el desierto. Es el encuentro de un mundo rudo con un mundo
plateado. La mujer se da cuenta del hecho de que ha estado viviendo como una prisionera en su
existencia de Cadillac, y de repente le ruega al ladrón que la lleve a su mundo. Quiere cambiar las manos
de plata por una existencia bohemia. Por supuesto que ésto será como saltar de la sartén al fuego, y no
una solución. Pero la película retrata de manera genial el momento de su toma de consciencia acerca de
su existencia de manos de plata. De pronto los Cadillacs parecen enormemente inferiores al mundo
rudo –pero real- que ha irrumpido en su vida. Mucha gente nunca se despierta de la esterilidad de su
existencia esterlina. La mayoría de las veces ésta es una experiencia femenina, pero puede ser igual de
poderosa para los valores femeninos internos de un hombre.

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Cuando un hombre se despierta de la condición de manos de plata de su femenino interior (su
función de los sentimientos) sucede algo similar que con la experiencia de la mujer. Él ya ha aprendido
su “pacto con el diablo” de los sentimientos –diciendo y haciendo lo correcto; rosas en los aniversarios,
frases ingeniosas y promesas infinitas que deslumbran a las mujeres: todas las gentilezas propias de la
distinción y aristocracia. Todas estas cosas son válidas y valiosas, mas no si provienen de las manos de
plata. Si él continúa desarrollándose, llega el día en el que se dará cuenta que lo que ha estado dando
son productos de sus manos de plata desde la naturaleza de sus sentimientos ¡y de que ha estado
engañando a todos a su alrededor! Es un momento doloroso aquél en el que nos damos cuenta de que
hemos estado dando a este mundo un producto mecánico, y de que hay muy poco sentimiento real en
él. Para sanar su artificialidad en los sentimientos, el interior femenino del hombre debe atravesar un
proceso muy similar al de la mujer.

La reina ha comprendido instintivamente que la soledad es mejor que una relación falsa –aún
cuando sea de plata esterlina- y se refugia en la sanación femenina más grande: la soledad. Vive en el
bosque con su bebé y se las arregla para vivir alimentándose de la manera más simple posible. No
sucede nada, lo cual es suficiente para aterrorizar a cualquier persona moderna. Pero esa clase de nada
es una acumulación o almacenamiento de energía sanadora.

El rey está desesperado por haberla perdido, porque ama verdaderamente a su reina; pero su amor
es demasiado parcial y ha sido como una prisión para ella, aunque fuera una prisión esterlina.

Almacenar energía es genial. Aunque no tengamos idea del uso que le daremos, tener una reserva
de energía acumulada es tener poder que nos respalde. En estos tiempos modernos, vivimos con
nuestra energía psíquica de la misma forma que con nuestro dinero: hipotecados hasta la próxima
década. La mayoría de los hombres modernos están exhaustos casi todo el tiempo y nunca alcanzan un
equilibrio de energía; ni que hablar de tener una reserva de energía que los respalde. Sin esta reserva,
no podemos encontrar ninguna oportunidad nueva.

Tan pronto como la reina se ha bañado en las sales de baño reconstituyentes de las lágrimas y ha
reunido una reserva de energía, sucede algo maravilloso. El milagro comienza con una emergencia –
como tantas otras cosas maravillosas- cuando su bebé se cae en un arroyo y corre peligro de ahogarse si
no es rescatado inmediatamente. La reina clama por sus sirvientes para que la ayuden –a tal punto ha
sido adoctrinada en la mentalidad de las manos de plata- pero, por supuesto, ningún sirviente aparece.
Entonces, en un momento sublime de fuerza (quizás gracias a la energía acumulada), hunde sus inútiles
manos de plata en el arroyo para rescatar a su hijo. Y cuando lo saca del agua ¡milagro! –el bebé está a
salvo y sus manos se han vuelto de carne y hueso otra vez.
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¡Qué momento maravilloso! ¡Qué sanación sublime! ¿Acaso fue la zambullida de sus manos en las
aguas sanadoras lo que efectuó la curación –tal como lo hicieron las lágrimas anteriormente? ¿O lo que
la sanó fue simplemente el paso del tiempo y el largo y doloroso proceso de soledad? ¿O fue la irrupción
repentina del amor y la devoción por su hijo? En cualquiera de los casos, la sanación es una maravilla de
la evolución interior y la fe de una mujer capaz de seguir su propio camino femenino.

LA NUEVA FEMINEIDAD

La agudeza de nuestra historia nos brinda tanto el diagnóstico como la receta para curar este drama
oscuro que sufre gran parte de las mujeres modernas en nuestros tiempos iluminados. El mundo
patriarcal nos ha prodigado el más alto estándar de vida jamás conocido: maravillas mecánicas; una
magia desconocida para las generaciones anteriores; aviones 747, computadoras, teléfonos, la
televisión, el transporte global –cosas que ningún rey o emperador conoció hace cien años atrás. Pero
nuestra historia nos muestra el costo de este pacto y nos da algunas pistas acerca de la soledad y el
sufrimiento sutil que acarreamos. La soledad curativa y las lágrimas sanadoras nos llegan
automáticamente –porque la naturaleza es consciente de nuestro sufrimiento- pero no los ponemos en
el lugar correcto ni reconocemos su valor curativo. Todos los síntomas son una sanación, pero sólo si los
escuchamos y respondemos a ellos.

Como en todas las historias y mitos, el valor más grande del relato de la doncella sin manos está en
sus dimensiones interiores. Su sabiduría es aplicable a las cualidades masculinas y femeninas que están
en lo profundo de nuestro interior, tanto si somos hombre como mujer. La doncella sin manos es tan
importante para lo femenino interior de un hombre como lo es para el carácter primario de una mujer.
Las lágrimas no son necesariamente una efusión de lágrimas visibles, sino que pueden ser ese dolor sutil
muy profundo dentro de una mujer u hombre. Entrar al bosque no significa romper dramáticamente un
matrimonio o un ampuloso movimiento exterior; es mejor hacerlo a través de un cambio de actitud o
una experiencia personal silenciosa que puede que no sea visible inmediatamente para el observador
exterior.

La sanación para cualquier persona reside en escuchar la herencia invaluable de nuestras historias, y
encontrar una traducción contemporánea de sus prescripciones aplicable a sus circunstancias
inmediatas.

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CONCLUSIÓN

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COMO NUESTROS DOS MITOS SON de épocas lejanas, se refieren a lo que vendría en nuestra
sociedad. Brindan un pronóstico ajustado; no se necesita ser un genio para ver la herida en
hombres y mujeres en nuestra sociedad actual. Son pocos los hombres que se salvan de la herida
del Rey Pescador; es quizás la dolencia más persistente de nuestro tiempo. Las mujeres están
enojadas con su estatus en la sociedad moderna y luchan para encontrar un final para su
sufrimiento.
¿Cuál es la perspectiva para esta evolución de la consciencia? Ese raro producto de la
civilización –la consciencia- parece ser siempre el resultado del sufrimiento. ¿Qué es lo que se
desprende de esta forma particular de sufrimiento?
La primera tarea es tomar al sufrimiento como un evento interior. En tanto que culpemos a
alguien en el exterior o responsabilicemos a alguna institución de nuestro problema, la
posibilidad de aprender o mejorar nuestra consciencia es mínima.
Si un hombre es capaz de encontrar al Parsifal en su interior, hacerse responsable de él y de
entretejer ese proceso evolutivo con su vida consciente, entonces puede encontrar el camino
hacia el castillo del Grial. Después de todo, sólo está bajando por el camino un trecho, a la
izquierda y cruzando el puente levadizo…Su deber principal es hacer la pregunta necesaria. Es un

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gran estímulo el hecho de que sólo necesite hacer la pregunta; no tiene que ser lo
suficientemente sabio o poderoso para responderla.
Del mismo modo, una mujer que se ve atrapada en el drama del pacto con el diablo –
personal o cultural- puede encontrar su camino femenino a través del bosque de la soledad y
descubrir su propia y genuina humanidad.
Tales personas –hombre o mujer- tendrán características específicas. Él o ella tendrán una
personalidad con una estructura de los sentimientos genuina, e inspirarán una respuesta similar
en cualquier persona que encuentren. Se sabe inmediatamente si la respuesta de otra persona
es sólo pura cortesía o si es sentida desde el corazón y un regalo desde lo profundo de su ser.
Esas personas son sanadores, y dejan un brillo dorado a su paso aún en las circunstancias más
ordinarias. Una persona que se sana es automáticamente un sanador. Y su fuerza es la más
grande de todas, por haber atravesado tiempos oscuros y haber traído soluciones conscientes
como un regalo para el mundo.

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i
Nota

1. Puede aprenderse mucho de la comparación de nuestro ideal heroico occidental con la visión india del mismo
tema. Nuestro ideal occidental, con el que crecí y del que no conocí otra alternativa hasta que viajé a oriente, es hacer
un viaje heroico a través de la vida. Lo que mejor retrata esto último es el caballero medieval, engalanado en su
armadura, yelmo y visera; espada en mano, jabalina siempre lista, esperando que alguien lo desafíe a un duelo entre
caballeros. Encontrar malhechores y traspasarlos con su espada de la rectitud era el deber heroico de todo caballero.
En especial los dragones eran sus enemigos, y los cuentos medievales narran innumerables historias acerca del
grandioso caballero luchando contra un dragón que tiene a una hermosa doncella bajo su tiranía.
Los torneos eran el deleite más grande del caballero medieval, que pasaba mucho de su tiempo en esta forma
estilizada de pelea. Si más tarde el caballero partía en la búsqueda solitaria de una hermosa doncella o del santo Grial,
y se encontraba con otro caballero, se bajaban las viseras, se nivelaban las jabalinas y ambos se enfrentaban en un
combate mortal. Cada uno de ellos presumía que estaba luchando del lado del bien absoluto, y su vida no era un
precio demasiado alto que pagar para este noble combate. En síntesis, casi todo el transcurso de la vida estaba
dedicado al bien combatiendo al mal.
El oriente encontró una actitud muy diferente frente a los conflictos de la vida. Su ideal era buscar la causa del
antagonismo y reducir la tensión entre los opuestos beligerantes. Comenzaban con el supuesto básico de que nada
tiene una carga de energía a menos que esté en polaridad con su opuesto. De esta premisa se deriva –gentilmente-
que si uno reduce una de las dos polaridades en conflicto, la otra disminuye instantáneamente y al mismo grado. El
conflicto y la hostilidad pueden entonces ser reducidos por cualquiera de las dos partes involucradas si una reduce la
vehemencia de su propio punto de vista.
Nuestra postura heroica, vista desde los ojos de un filósofo oriental podría parecer la fórmula para incrementar la
hostilidad y producir un antagonismo en constante ascenso.
En nuestra historia, el joven príncipe –que pronto será el rey pescador- sigue el ideal heroico e inmediatamente
se ve envuelto en una batalla que no puede ser sino destructiva para ambas partes. Ésta es la tragedia y la
profundidad casi irresoluble de nuestra función de los sentimientos herida, que resulta una carga muy dolorosa para
el mundo occidental.
La leyenda de San Jorge y el dragón resulta un comentario interesante sobre el ideal heroico. En la Edad Media,
los cruzados ingleses encontraron en una de sus cruzadas el mito de San Jorge, la alteraron a su gusto y la llevaron de
vuelta a casa como el epítome del valor inglés. La forma original del mito es la siguiente: San Jorge encuentra un
dragón y entra en un combate mortal con él. En poco tiempo los tres combatientes –Jorge, su caballo y el dragón-
resultan mortalmente heridos. Los tres yacen desangrándose en el suelo. Por casualidad, San Jorge había caído bajo
un naranjo (algunos dicen que era un árbol de limas) y casualmente un pájaro picotea una naranja y hace un agujero
directamente sobre su boca. Una gota de jugo de naranja cae dentro de la boca de San Jorge y lo revive. Éste levanta
con nueva fuerza, arranca una naranja, exprime el jugo dentro de la boca de su caballo y ambos se levantan sanos y
fuertes. Nadie pone jugo en la boca del dragón. La naranja ha sido por mucho tiempo un símbolo de consciencia por
su similitud en forma y color con el sol.
Esta visión de la disposición de energías antagónicas representa una actitud más madura y realista que nuestro
tradicional y medieval triunfo del bien sobre el mal.

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