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Un gobierno de los pueblos...

LA NACIN Y LAS PROVINCIAS EN LA

INDEPENDENCIA DE CHILE
CIP - Editorial Historia Chilena

Cartes Montory, Armando.

Un gobiernos de los pueblos ... : la nacin y las provincias n la Independenca de Chile /


Armando Cartes Montory. r. ed.

Incluye bibliografia

1.- Chile Poltica y Gobiernos 1810-1823. 2.- Chile Historia Independenca,


1810-1818. I.- t.

CDD 23 320.983 2018 RCA2

Armando Cartes Montory. Historia Chilena http:/wwwhistoriachilena.cl Derechos


reservados ISBN (Rstico): 978-956-9080-26-5 ISBN (Tapa dura): 978-956-9080-27-2
Inscripcin Registro de Propiedad Intelectual N 239.041

Segunda edicin, marzo 2018 Diseo: Siegfried Obrist C. Impreso en Andros Impresores
Hecho en Chile/Printed in Chile

Ninguna parte de esta publicacin, incluido el diseo de la portada, puede ser reproducida,
almacenada o transmitida por ningn medio sin permiso previo del editor.
SEGUNDA EDICIN

Un gobierno de los pueblos... La nacin y las provincias en la Independencia de

Chile

Armando Cartes Montory

historia chilena

2018

SANTIAGO
A mi querida hda Elena, en modesta compensacin por tantas horas

sustraidas a su dulce compahla.


INDICE

Nota del autor 15


Prlogo a la presente edicin 19
Prlogo a la primera edicin 27
Introduccin 48
Viejos problemas, nuevas miradas 53
Una revisin pendiente 61
Nuestra aproximacin 70
Captulo I 77
El camino de los pueblos a la Nacin
Un mundo en revolucin 77
Victorias y derrotas del primer liberalismo 80
Rumbo a la nacin 89
Los espacios regionales americanos
en la transicin republicana 98
De provincias a pases 109
Chi/e, frtil provincia. . . 112
Captulo II 121
Chile en 1810 ires provincias o una nacin?
El imperio y las provincias 124
Un reino de ciudades 126
Provincias e intendencias 130
dChile tricntrico o Santiago desgranado? 138
De las sociedades regionales al Estado nacional 144
La emancipacin y las provincias perifricas 150
Captulo III 159
Las provincias chilenas entre el reino y la repblica
Santiago, cabeza del reino 159
Concepcin, la capital del sur 165
11
ARMANDO CARTES MONTORY

Coquimbo, la provincia emergente 1 7 1 Valdivia,


vencedora y vencida 17 7 Chilo, provincia insular
186 La Frontera en vsperas de 1810 197 Los mapuches y
la revolucin 213

Captulo IV 231 Junta o triunvirato: La lucha por la


representacin en la Patria Vieja La dispersin regional del poder en los albores del siglo
XIX 233 De federaciones y confederaciones 240
junta queremos? 247 Un Congreso prematuro
250 El proyecto de Constitucin de Juan Egafia 252
Bernardo OHiggins de federalista a unitario? 254 Un triunvirato
para un pais tricntrico 256 Carrera y la Junta Provincial de
Concepcin 258 La Convencin de 1812
262 El Reglamento Provisorio 264 Los eventos
posteriores 269

Capitulo V 273 Viejas provincias en una patria nueva


Chacabuco y la repblica absoluta 273 La sombra de Cdiz
281 Las tensiones de la divisin territorial 289 La poltica
provincial del Director OHiggins 293 La Constitucin de 1822
302 La abdicacin 306 El momento provincial
311

12
Un Gobierno de los Pueblos...

Captulo VI 325 La Frontera, una cuestin pendiente


Sociedad fronteriza y proyecto nacional 325 Arauco,
matriz retrica de Chile 345 La etnicidad de los smbolos
patrios 355 Arauco y los republicanos
367 La patria soberana y las tierras mapuches 369
Chilenos libres e iguales 377 Una `nacin de indios en
tierras chilenas 381 Brbaros o ciudadanos?
383

C onclusiones 399 Bibliografia


393

13
NOTA DEL AUTOR

En los pocos afios transcurridos desde la aparicin de este libro, un fenmeno interesante ha
ocurrido en el campo de la construccin de los Estados americanos, en el siglo XIX, en que
se sita este estudio. La historia de los espacios regionales, tantos afios ensombrecida por la
nacin y su desarrollo, emerge ahora como una temtica importante. As se observa en
publicaciones y congresos. No solo como mera historia regional, sino como parte de una
tensin fundamental a resolver en la conformacin de los nuevos Estados. El gran dilema
del siglo XIX hispanoamericano, en efecto, fue la cuestin de la distribucin regional del
poder. Caudillos y dictadores, disputas entre federales y unitarios, conflictos
interprovinciales y entre capitales y provincias son algunas de las manifestaciones de esta
disyuntiva central de aquel siglo. Contra la opinin generalizada, Chile no fue la excepcin.
Si bien tras una dcada de ensayos, asambleas, leyes federales y confederaciones de hecho,
se impone el centralismo unitario, no por eso el dilema provincial qued resuelto, como lo
demuestran las revoluciones liberalesregionales de 1851 y 1859. La historia y la ciencia
poltica han mostrado que los conflictos relativos a la distribucin del poder y los recursos
entre las ciudades o provincias capitales y las regiones perifricas, marcaron la configuracin
de los Estados modernos. Aunque he procurado evitar hacer lecturas o comparaciones con
el tiempo presente, estas resultan inevitables. Es as porque mi objeto de estudio es un
problema, ms que un momento histrico. La coyuntura en que se definieron las opciones
por el republicanismo, el centralismo y una forzada homogeneidad tnica y cultural. Es la
nacin chilena que, entre rebeliones, cooptaciones y alianzas, se fue conformando desde el
Estado, a lo largo de aquel siglo. Las lecturas actuales se manifiestan en mltiples episodios
contemporneos, en Chile y el extranjero, en que se expresa la problemtica provincial.
Baste pensar en el caso de Catalufia o Escocia, regiones que no ocultan sus propsitos
independentistas. En nuestro pas, no es ni ha sido el separatismo o el desconocimiento de
ia capitalidad de Santiago el eje del debate. Si la demanda recurrente, de las regiones, de
un ma-

15
yor autogobierno y participacin en la asignacin de los recursos. Son materias en las que el
pas muestra un atraso deplorable, comparado con sus vecinos o con organizaciones como
la OCDE, de la cual forma parte. Desde 2013 los Consejos Regionales son elegidos
directamente por los ciudadanos, pero la incidencia de este cuerpo en la decisin del gasto
pblico es muy limitada. Por fin en 2017 se ha modificado la Constitucin para elegir
directamente Gobernadores Regionales, pero no operai- hasta varios anos ms. Tampoco se
han definido sus atribuciones y recursos, lo que amenaza con dejarlos inermes. Una
necesaria ley de rentas regionales, ni siquiera ha ingresado como proyecto al Congreso
Nacional. A pesar de los dos siglos republicanos transcurridos, el pas todavia est lejos
del necesario equilibrio politico-administrativo entre la capital y las regiones. Es un tema
permanente en el debate poltico y surgi en forma recurrente en las bases para una nueva
Constitucin, que se construyeron a partir de los cabildos ciudadanos comunales,
provinciales y regionales. As se explican las lecturas actuales de este texto, que enuncian
sus resefiadores. El libro, en el afn de evitar los anacronismos que el mismo denuncia,
asumi una perspectiva a la vez regional e hispanoamericana. Aunque el tema es la
conformacin del Estado chileno, intentamos superar el marco nacional que ha constreffido
los estudios histricos, privndonos de claves explicativas que surgen de la experiencia
comparada y de procesos atlnticos o americanos, de los cuales la experiencia chilena no
fue ms que una manifestacin regional. Asimismo, la participacin de las provincias
chilenas, como escenario de los debates y combates del perodo, impulsando o resistiendo
el avance de la nacin y la repblica, adquiere protagonismo en este libro. Los actores
provinciales, incluidos los pueblos originarios que habitaban al sur del Biobo, se
movilizaron con lgicas propias, que hay que reconocer con una mirada desde dentro, a fin
de entender mejor el proceso a partir de los intereses de sus protagonistas. Es lo que el
libro intenta y forma parte de su originalidad. En esta segunda edicin no hemos
introducido mayores cambios. Tas provechosas discusiones que sostuvimos antes y
despus de su primera aparicin han confirmado nuestra visin, de la cual soy, por supuesto,
el

16
Un Gobierno de los Pueblos...

solo responsable. Por compartirme sus miradas debo siempre agradecer a Eduardo
Cavieres, quien gui el trabajo original de tesis doctoral, en la Universidad Catlica de
Valparaiso, mi segunda Alma Mater, en que se basa; tambin a Sergio Gonzlez, Eduardo
Posada-Carb, Hilda Sbato, Annick Lemprire, Jos Carlos Chiaramonte, Jorge Pinto y tantos
otros que, en sus respectivos, campos, me iluminaron con su dilogo inteligente y la luz de
sus propias reflexiones. Un solo cambio, muy notorio, incluye el presente texto: es el
subtitu lo, que ahora alude a La Macin y las provincias en la Independencia de Chile. Es
as pues el libro no trata verdaderamente de las relaciones provinciales, sino de la tensin
fundamental entre la nacin que emergia, en los albores de la repblica y las antiguas
provincias, con su identidad histrica y sus vocaciones productivas, sus redes familiares y su
poder social, sus cabildos y asambleas. Los espacios regionales de la vida colonial
sobrevivieron a las luchas de la independencia y plantearon una forma distinta de
territoriali7ar el poder y configurar el Estado; triunfante en los estados federales y fallida
en los pases como Chile, en que se entroniz el centralismo unitario. La tarea enorme de
construir identidades nacionales y Estados modernos, en pases que carecan siquiera de un
imaginario nacional, con malas comunicaciones y con un gobierno de baja penetracin y
densidad, tomaria un siglo entero. Se trata de cmo organizar Estados soberanos viables, en
un contexto posrevolucionario y basados en el paradigma republicano todavia en
configuracin. En este contexto, la tensin entre la capital, que aspiraba a hegemonizar el
poder y las provincias, fue un desafio principal que debieron abordar los jvenes pases.
Esta es, pues, la perspectiva de anlisis que estructura este libro. Con los riesgos y las
salvedades propias de extrapolar eventos histricos, creemos que, en especial en un pais
joven como Chile, un acercamiento profundo a las decisiones originales que conformaron
la estructura politicoadministrativa del pais, otorga herramientas para comprender mejor
el presente. Favorece tambin su evolucin hacia un modelo que se ajuste mejor a las
necesidades actuales. Nuevos tiempos requieren nuevas respuestas; que la historia ilumine
el camino del fortalecimiento regional.

17
PRLOGO A LA PRESENTE EDICIN

He vuelto a leer el libro de Armando Cartes Montory, Un gobierno de los pueblos, y


nuevamente llen de imgenes mi mente sobre esos anos de la temprana repblica.
Inevitablemente surgen esas extrai-las ideas sobre lo que pudo haber sido. Por que
Santiago y no Concepcin? y si la propuesta gaditana hubiese terminado por imponerse?
Que habria sido Amrica sin las reformas borbnicas? Pudo efectivamente haberse
impuesto otro centro regional de poder en torno a otra ciudad distinta a Santiago en este
territorio llamado Chile? Y si hubiese triunfado el federalismo en forma definitiva despus
de 1826? Hubo soberania plena del pueblo en la construccin de la repblica? Pudo Chile
haber tendo otros centros regionales allende los Andes? Seguiremos construyendo
falsificaciones histricas de OHiggins y Portales?

La historiografia chilena actual se atrever a deconstruir la Historia Patria? Un paso


importante en esa direccin es este libro.

Cartes Montory desmenuza la historiografia tradicional, nadie queda excluido de su anlisis


calmo, sereno, sin estridencias, pero criticamente certero. Adems no oculta su posicin,
sabemos desde donde escribe y conocemos a los sujetos con los que se identifica. En ese
sentido, es un historiador que escribe desde el margen, desde el borde, desde la regin. Es
una voz que exige ser escuchada despus de dos siglos de centralismo compulsivo. En este
libro, con estilo casi diplomtico, se ajusta cuentas con alguns de los ms ilustres
historiadores chilenos, especialmente ensayistas, cuyas tesis con el paso del tiempo han
sido notoriamente refutadas, pero a diferencia de lo que acontece en otras ciencias siguen
vigentes especialmente en los textos escolares. Entre otros, Barros Arana, Vicufia
Mackena, Julio Heise, Francisco Encina, Ricardo Krebs, Mario Gngora, Gonzalo Vial.

La discusin con Julio Pinto y Vernica Valdivia es de naturaleza terica, est ms centrada en
la eleccin del sujeto histrico de referencia. Me recuerda a una antigua disputa entre Sergio
Boisier y Jose Luis Coraggio, donde el primero reconoce una contradiccin territorial y,
por lo mismo, la existencia de un sujeto regional con identidad, en cambio, el segundo,
solo reconoce como principal la contradiccin de clases y el sujeto que de ella emerge,
donde el territorio tiene solo importancia como espacio banal. Obviamente, el profesor
Cartes Montory se apro-

19
ARMANDO CARTES MONFORY Un Gobierno de los
Pueblos...

xima ms la perspectiva terica de Boisier y los historiadores Pinto y Valdivia, a la de


Coraggio.

Similar es su discrepancia con Gabriel Salazar, quien contrapone a Santiago con las
provincias no como un conflicto entre el centro y la periferia,,,sino entre grupos sociales,
latifundistas y mercaderes santiaguinos versus artesanos y pequefios comerciantes
provincianos, es decir, es una contradiccin de clases ms que de territorios. Cartes Montory
apela a la importancia de historia y geografias regionales.

Tambin el profesor Cartes Montory reconoce el aporte de historiadores que desde hace
algunas dcadas vienen cuestionando la historia tradicional sobre el amanecer de Chile. Por
ejemplo, los que han discutido la supuesta excepcionalidad chilena en el contexto
latinoamericano sobre el origen del Estadonacin, aquellos que han reivindicado a los
vencidos en este proceso de construccin de la identidad y la sociedad nacionales, y sobre
todo a los que justifican la inminencia y eficiencia de un Estado centralizado. La mayora
son investigadores y ensayistas, que se han atrevido a pensar Chile desde otros ngulos y
perspectivas tericas. Entre elos, Alfredo JocelynHolt, Jos Bengoa, Jorge Pinto, Leonardo
Len, etc.

Lo que ocultan nuestras indagaciones sobre el pasado del pais podra asemejarse al
problema que enfrent Alicia (en el pais de las mara-

vilas), cuando la Oruga le pregunta por su identidad, y ella por haber

cambiado de tamafio varias veces no estaba segura de quin era en rea-

lidad. Sin embargo, estaba disconforme con su estatura. Quizs siempre

estaremos disconformes de los acontecimientos del pasado, pensando en el tamari del


territorio, en la riqueza de nuestras arcas fiscales, en la forma que elegimos nuestro
sistema de gobierno, etc. Al cabo, si nos preguntan por nuestra identidad, quizs al igual que
Alicia no podramos responder de manera sencilla, porque pensaramos en los chilotes y su
lealtad a la corona, en los penquistas y su federalismo, en los nortinos

por su incorporacin tardia al Estadonacin. Despus de haber conme-

morado el segundo centenario de la repblica, podramos afirmar que

hemos alcanzado nuestro tamafio definitivo? Alicia lo logr comiendo diversos trozos de la
seta que le hacan alcanzar tamafios absurdos, hasta Regar a su tamafio normal. Hemos
comido las setas necesarias y justas

para construir una identidad nacional claramente definida y compartida, donde todos se
vean y reconozcan en ella?
20
Prlogo

Armando Cartes Montory, nos dice que:

La imagen de nuestro pas, para los propios chilenos, se ha construido sobre la


autopercepcin de un pas homogneo y unitario. Ideal deseado en la etapa de organizacin de
la Repblica, esta visin fue promovida resueltamente a nivel central. La historiografia
clsica contribuy a esa mirada, enfatizando el rol fundacional del Santiago colonial y su
protagonismo poltico en la emancipacin. La educacin pblica, los ritos y los smbolos que
apoyaron la integracin poltica desde el plano cultural.

En definitiva, nos plantea que los hechos acaecidos entre el ltimo tercio del siglo
dieciocho y el primer tercio del siglo diecinueve permitieron la construccin de un
Estadonacin en Chile de carcter centralista, porque paralelamente emergi tambin una
ideologia que lo justificaba. Ideologia que impregn las pginas de la historia tradicional,
escrita desde el centro. Autores como Rogerio Haesbaert, sefialan que el territorio est
vinculado siempre con el poder y con el control de procesos sociales mediante el control
del espacio. por ello, no solo al inicio de las repblicas, sino tambin en la actualidad las
transgresiones que cuestionan la territoriali7acin que hace el Estadonacin, especialmente
en zonas de frontera, se relacionan con otros imaginarios y subjetividades, donde es posible
identificar a actores disidentes, como es el caso de grupos tnicos, elites econmicas y
gobiernos subnacionales, quienes propician otras voluntades de desterritorializacin. Por
tanto, esa imagen que critica Armando Cartes homogenizadora de la identidad nacional y
de un Estado unitario delata su fragilidad y perdida de densidad en la medida que nos
alejamos del centro, y tambin en la medida que temporalmente nos distanciamos de 1810.

Sin embargo, y esto es lo que le preocupa al profesor Cartes, esta idea homogenizadora
sigue presente en la historiografia actual. Por ejemplo, la historiadora chilena Isabel
Torres, invitada a contribuir en un Diccionario Poltico y Social del mundo
Iberoamericano, en la era de la revoluciones (1750-1850), sefiala: La voz nacin, la Nacin,
con el articulo definido, femenino del singular, expresa, en los primeros afios despus de
alcanzada la independencia, la idea de unidad. Esto se puede apreciar

Rogerio Haesbaert, El mito de la desterritorializacin. Del fim de los territorios a la


multiterriorialidad, (Mxico, Siglo XXI, 2011), p. 13.

21
ARMANDO CARTES MONTORY Un Gobierno de los
Pueblos...

en los distintos ensayos de constituciones polticas redactados entre 1820

y 1833.2 Una descripcin casi potica, pero acrlica.

Lo interesante es constatar que la homogenizacin cultural y la es-

tructura unitaria del Estadonacin no tienen una relacin directa con

la identitlad nacional, es decir, despus de doscientos mios de vida republicana ser chileno
expresa una diversidad cultural notoriamente reco-

nocible a lo largo del territorio, como si las regiones en el largo plazo han

terminado por ganar la batalla en contra de la metrpolis. Esa batalla

que se ha dado en el espacio de las ideas, las identidades, los valores y la cultura. En
cambio, la estructura administrativa, politica y econmica

que supuestamente ha permitido la unidad del Estado y de la nacin si-

gue imponindose como un traje mal cortado en un territorio que exige

otro ordenamiento politico, administrativo y econmico. En otras palabras, las regiones


doscientos anos despus siguen perdiendo las batallas en el campo del poder, pero panando
las batallas simblicas.

Armando Gastes es un transgresor, con pluma suave pero firme cuestiona una gran
cantidad de ideas que han Estado arraigadas en la

mentalidad nacional, muchas de ellas construidas por la historiogra-

fia oficial y, por lo mismo, al servicio del centro ganador: Santiago. Esa

hermana mayor como la calific Jos Miguel Carrera, que termin por imponerse a los otros
dos centros alternativos: Concepcin y La Se-

rena (Coquimbo). Cartes Montory les flama anomalias y vacos, utili-

zando un lenguaje cientfico para evitar, posiblemente, decir crudamente que encontr
mitos, falsedades o falsificaciones en la historiografia tra-

dicional sobre ese perodo. Entre esas anomalias est la notoria invisibilizacin de los
vencidos, sujetos que fueron protagonistas pero que terminaron siendo calificados como
sujetos sin estrategia ni geopolitica propias, actuando a contracorriente del sentido de la
historia, como I los indgenas, realistas y provincianos. Los mapuches, nos dice Cartes, se
llevaron la peor parte, en otras palabras, el peor estigma. En el plano ideolgico, el
liberalismo temprano, antiautoritario y anticentralista, ha-

bra de pagar un alto costo.

2 Isabel Torres, Chile. En: Diccionario Poltico y Social del mundo Iberoamericano, en la
eria

de la revoluciones (1750-1850) (Madrid, Fundacin Carolina, Sociedad Estatal de Con 1


memoraciones Culturales Centro de Estudios Polticos y Constitucionales, 2009), p. 899.

22
1ff

FPI

Prlogo

Armando Cartes cuestiona el momento de inflexin establecido por la historiografia


tradicional respecto de la independencia de Chile, destacando continuidades y procesos
que contradicen esas fechas que parecen a fuego. Por cierto, pone el acento en el
intencionado olvido del proyecto federal, como alternativo al unitario ganador. Sus dardos
apuntan con acierto hacia la figura de Francisco Encina, quien construye la idea del
carcter ancestral, natural e inmutable del unitarismo y la centralizacin chilenos. Es
evidente que no solo la historiografia contempornea y, sobre todo, las ciencias sociales se
han alejado y criticado profundamente las visiones esencialistas sobre las identidades y
estructuras de las sociedades. Con relacin a la identidad chilena, bastaria citar a Jorge
Larran3, para cuestionar ese esencialismo que tanto gusta a los especialistas en
identidades nacionales o locales.

En beneficio de esos autores que escribieron en el contexto del primer centenario, como
Nicols Palacios, Enrique Mac Iver o Francisco Encina, debemos decir que un socilogo de
la talla de Hernn Godoy Urza, public en 1976 un libro que fue ampliamente reconocido y
reservado: El carcter del chileno. Estudio preliminar y seleccin de ensayos, donde persiste
esa visin esencialista de la identidad del habitante de nuestro territorio. Este mismo autor,
el afio 1971, compila en un libro titulado La estructura social de Chile, destacando
autores del centenario como Encina, Letelier, Mac Iver, Venegas, Recabarren, Concha,
Orrego Luco, junto a otros ms modernos como Edwards Vives, Gngora, Vial Correa, Jara,
Villalobosjobet, Pinto Santa Cruz, Ahumada, Sunkel, etc. Godoy establece una
periodizacin con un enfoque supuestamente apartado del tradicional, rescatando como eje
explicativo el proceso de urbanizacin. Entonces el periodo entre 1750 y 1850, que
coincide con el estudiado por Armando Cartes, Hernn Godoy lo define como el ciclo de la
transicin ruralurbana. La conclusin es obvia: las fuerzas centrpetas del centro santiaguino,
sede del Estadonacin, concentrarn los flujos de bienes, personas e inversiones,
confirmando la idea del destino manifiesto del centralismo chileno.

He utilizado el concepto de destino manifiesto en el sentido que el centralismo y el


unitarismo son presentados como necesarios y eficientes, casi connaturales a nuestra
sociedad. Por tanto, la conclusin

Jorge Larrain, Identidad chilena. (Santiago, Editorial LOM, 2001)

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ARMANDO CARTES MONTORY Un Gobierno de los
Pueblos...

obvia seria que otro modelo de organizacin del Estadonacin podra ser catico. Tan
profunda es esta mirada, que un especialista en desarroHo regional, reconocido por su
pensamiento critico y progresista, Carlos de Mattos, afirma que la fragmentacin de las
estructuras decisorias de una entidad nacional puede nevar al agravamiento de situaciones
de ingobernabilidad; esto, si bien puede ser funcional a los procesos de reestructuracin del
capitalismo a escala mundial, tambin podra traducirse en la aparicin de nuevos problemas
desde el punto de vista de los intereses nacionales.4 Cmo podra extrariarnos la actitud
dubitativa y la conducta temerosa de los congresistas chilenos actuales frente a una
pequefla reforma a los gobiernos regionales que posibilitara la eleccin directa de la
primera autoridad regional? Con justa razn, Armando Cartes califica de ideolgica la
posicin centralista, porque est convencido de haber comprobado que Chile no siempre fue
centralizado ni se hizo totalmente desde el centro. Los espacios regionales tuvieron un
desarrollo ms bien paralelo, que luego convergi a partir de 1810. La importancia de este
punto es que rebate la tesis cannica segn la cual cualquier organizacin estatal no
centralizada seria contraria a la tradicin histrica y cultural del pais.

Dos siglos despus de iniciado el proceso de independencia en Chile, y del triunfo de centro
santiaguino, con la emergencia de un Estadonacin unitario, las voces que anuncian como en
estos dias la irremediable y necesaria descentralizacin parecen ecos que resuenan con
fuerza siempre decreciente. Las autoridades centrales y los historiadores tradicionales
esperan tranquilos el silencio. Sin embargo, libros como este seguirn resonando en
bibliotecas y salas de clases.

Es evidente que una vez consolidado el centro poltico y econmico de Chile, a comienzos
del siglo XIX, comenz una expansin de sus reas de influencia hasta abarcar todo el
territorio nacional; entonces las regiones tributaron a dicho centro generando una
estructura social/econmica territorialmente desigual, profundizando ano a ano esa brecha
entre el centro y las periferias, poniendo en riesgo la legitimidad democrtica del
Estadonacin. Por ello, los partidarios del centralismo y del

4 Carlos de Mattos, La descentralizacin, duna nueva panacea para impulsar el desarrollo


local?, Cuadernos de Economa, Vol. 10, N 14, 173-194, (Santiago, 1990), p. 190.

24
Prlogo

Estado unitario recurren siempre a las vetustas tradiciones y a las identidades esencialistas
para seguir justificando el Estado actual de las cosas.

Visto este desarrollo de los procesos descentra]i7adores en las principales regiones del
planeta, es extrario que la ideologia centralista en Chile persista y lo haga sobre la base de
una ptina cultural construida en las primeras dcadas de la Repblica.

El libro de Armando Cartes es mucho ms que una obra sobre lo acontecido en una poca
determinada en Chile, que podramos situar entre 1750-1850. Igualmente, serialar que es
un estudio sobre un proyecto federalista fallido seria insuficiente, como lo seria si
afirmamos que se trata de una discusin en torno a una nueva historiografia y critica a la
historiografia tradicional. Tampoco es una obra sobre tres centros de poder en pugna, donde
uno se transform en la regin ganadora e impuso sus trminos, incluyendo su interpretacin
de la Historia de Chile. Este libro es todo ello y ms, porque abre lineas de fuga en la
interpretacin sobre Chile y los chilenos.

Un gobierno de los pueblos es un libro que se leer no solo por mucho tiempo, sino que ser
consulta obligada en la comunidad historiogrfica sobre el papel de las provincias en el
surgimiento de Chile, y porque entrega pistas sobre las historias de los otros, de aquellos
que quedaron subsumidos bajo una identidad nacional homogeneizadora y dentro de un
Estado nacional unitario. Armando Cartes no cuestiona la institucionalidad nacional ni la
identidad chilena, solo levanta la voz para sefialar que las antiguas provincias y las
actuales regiones ofrecen una diversidad cultural que enriquece al pais, y nos recuerda que
no siempre Chile fue centralista y unitario.

Estamos frente a un historiador profesional, un investigador honesto, riguroso, y que


reconoce el lugar (epistemolgico) desde donde escribe. Le imagino consumiendo horas de
archivo, y sentado frente al computador como un tejedor ante un telar, cuya obra requiere
del entramado de miles de hilos finos para estar concluida... y siempre queda algo por
tejer.

Sergio Gonzlez Miranda Premio Nacional de Historia 2014.

Valle de Azapa, 25 de mayo de 2017.

25
ARMANDO CARTES MONTORY Un Gobierno de los
Pueblos...

BIBLIOGRAFIA CITADA:

Amilhat, AnneLaure (2016), Gentes y agentes, condiciones paradiplomticas de la creacin


de una frontera mvil; en Gonzlez, Sergio et. al. (editores) Relaciones transfronterizas y
paradiplomacia en Amrica Latina. RIL Editores, Santiago, 47-71.

Coraggio. J.L. (1989), Los trminos de la cuestin regional en Amrica Latina; en Coraggio,
J.L. et. al. (editores) La cuestin regional en Amrica Latina, Ediciones Ciudad, Quito, 9-46.

Cornago, N. (2013) Breviario de postestructuralismo para internacionalistas; en


http://www. academia.edu/2286259/Breviario_de_pos

Sanahuja J. y del Arenal C. (2016), Teoria de las relaciones internacionales. Editorial


Tecnos, Madrid.

De Manos, C. (1990), La descentralizacin, duna nueva panacea para impulsar el desarrollo


local?, Cuadernos de Economia, Vol. 10, N 14,173-194, Santiago.

Haesbaert, R. (2011), El mito de la desterritorializacin. Del fin de los territorios a la


multiterritwialidad, Ediciones Siglo XXI, Mxico.

Larran, J. (2001), Identidad chilena. Editorial LOM, Santiago.

Torres, I. (2009), Chile. En Diccionario Poltico y Social del mundo Iberoamericano, en la


era de la revoluciones (1750-1850), en Javier Fernndez Sebastin (Director), Fundacin
Carolina, Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales Centro de Estudios Politicos y
Constitucionales, Madrid.

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PRLOGO A LA PRIMERA EDICIN

DISCURSOS ILUSTRADOS Y POLTICAS REALES. LOS LIMITES

DE LA REPRESENTACIN DESDE LA BASE

EDUARDO CAVIERES E

Los anos de bicentenarios independentistas en Amrica Latina, algunos de los cuales an se


esperan y preparan, trajeron pocas reflexiones actualizadas sobre la historia, pero si una
abundante historiografia que intent observar los movimientos patriotas desde diversas y, a
veces, nuevas lecturas. A lo menos, habra que destacar, en primer lugar, unas miradas ms
completas sobre un fenmeno que termin siendo nacional, pero que en su gnesis puso en
estrecha relacin (como siempre lo estuvo) las orillas Atlntica y Pacfica del Imperio
espafiol, incluida, por cierto la propia Pennsula. En segundo lugar, volvieron a resurgir los
anlisis sobre las ideas y no tanto sobre la descripcin de unos procesos ya bastante
conocidos. En tercer lugar, y no menos importante, el problema de la organizacin politica
de los nuevos Estados encontr igualmente nuevas temticas, entre las cuales la
representacin de los individuos y de los pueblos ha ocupado un lugar principal. En este
Prlogo al trabajo de Armando Ganes M., Doctor en Historia por la P. Universidad Catlica
de Valparaso, recapturamos dichas temticas que estn precisamente presentes en la lectura
de este libro y, al mismo tiempo, introducimos los contextos generales en donde es posible
observar este intento por observar, en el caso de Chile, los esfuerzos regionales por
participar del proceso en relaciones ms armnicas y de mayor equidad con el centro
poltico. Todos sabemos que, finalmente, Santiago termin no slo centrando el poder poltico
y administrativo del pas, pero tambin pensndolo, y elo ha significado una permanente
tensin que en el presente actual forma parte de fuertes requerimientos por una
descentralizacin real y efectiva. Tener en cuenta estas relaciones entre provncias y el
Centro en plena poca de Independencia y organizacin republicana permite pensar los
problemas de las inequidades en las representaciones con mayores basamentos histricos.

27
ARMANDO CARTES MONTOW Un Gobierno de los
Pueblos...

Las ideas en circulacin: Desde Europa a Santiago de Chile.

Hubo influencias de las Cortes de Cdiz en Amrica Latina? Por cierto, las hubo, en
diferentes niveles o rangos. En Chile, pareciera que no: en 1816, cuando se restaura el
movimiento de Independencia, lo que se escribe en la poca es muy contrario a las Cortes
de Cdiz, porque en general se le visualiza como un intento ms de engafio a las Colonias
al tratar de reestablecer, con otras disposiciones y principios, la hegemonia tradicional de
los peninsulares sobre sus dominios. Como sea, no hubo procesos independientes, sino
paralelos. No podemos seguir observando fenmenos que transcurren en uno y otro lado
del Atlntico como respuestas propias y originales de cada orilla o en puras relaciones
causaefecto. Es ms cercano hablar sobre la circularidad de las causas y, en esos trminos, lo
que estaba ocurriendo en 1811, y en 1812, en Cdiz, ocurra tambin en Santiago y
viceversa. Lo que sucedia era una transformacin a nivel de la historia de las ideas para
adecuar los grandes ideales de la Ilustracin a un movimiento poltico ms definido. En todo
caso, no tenemos claridad sobre el momento en que el liberalismo puede autodefinirse
desprendindose de su base ilustrada. Para parte importante de la historiografia espafiola,
Cdiz representa el surgimiento del liberalismo europeo y se ha subrayado que, por primera
vez en 1812, se comienza a hablar concretamente sobre liberalismo. Se ha escrito que en
castellano lo que se define como liberalismo es la idea de libertad como soporte de un
movimiento social, poltico y cultural. La palabra liberalismo haba significado tanto el
principio poltico de la libertad como la virtud social de la liberalidad o generosidad.
Concentrar ambas discusiones de libertad y liberalidad en el calificativo de liberal, fue la
aportacin de lo que se conoci entonces como revolucin espafiola. En linea con las otras
revoluciones anteriores, la inglesa del siglo XVII y las americanas y francesas del siglo
XVIII, los protagonistas de la revolucin espafiola se definieron as mismos como liberales
frente a los serviles del absolutismo. La frmula se extendi y as el liberalismo se convirti en
el concepto para definir los cambios polticos que se desarrollaron a lo largo del siglo XIX
en los distintos pases oc-

28
Prlogo

cidentales. Problema no slo semntico, sino conceptual, de contenidos del concepto.


Cuando se produce la acefalia del poder monrquico se produjo todo lo dems. Tambin
pudo haberse producido esa acefalia sin las consecuencias conocidas. Por ello, el punto
central es pensar porqu pasaron las cosas que pasaron. Quizs la respuesta va porque desde
lo popular, y desde las ideas, se vena produciendo una serie de situaciones que
comenzaron a ser ideas fuerzas, las cuales no estaban slo en la pennsula, sino tambin en
Santiago de Chile, en las casas, en los libros y en las discusiones de vecinos como Ovalle
y otros a los cuales se les acus de conspiradores. A menudo pensamos que en ese pasado
las ideas se movilizaban muy lentamente. No siempre fue as: ms bien se trat de un
proceso bastante imperceptible para los ms. Por cierto, en la poca, Santiago era una aldea,
una aldea grande. Representaba proyectos ms que realidades y, en definitiva, no slo
desde lo econmico o social, sino tambin desde otras vertientes del poder colonial, era
periferia del Imperio. No obstante, ms all de sus fisonomas materiales (muy alejadas de
las metrpolis americanas), desde mediados del siglo XVIII, un crecimiento econmico
basado desde entonces en la industria del cobre, pero en general, en trminos del
comercio interprovincial, fue acompafiado de un proceso muy interesante, quizs poco
estudiado, de carcter cultural. En efecto, ya en 1738, con la fundacin de la Universidad de
San Felipe, an cuando muy relacionada a cuestiones econmicas y a la etapa de comienzos
de la consolidacin de una aristocracia mercantil, comenz a crecer un cierto ambiente
intelectual que dej tras si un interesante movimiento cultural. A fines del siglo XVIII, ms
especificamente, entre 1790 y 1800, en Santiago hubo cinco bibliotecas importantes, con
un promedio de

Ver, por ejemplo, Juan Sinisio Prez G., Las Cortes de Cdiz. El nacimiento de la nacin
liberal (1808-1814) (Madrid, Sntesis, 2007), pp. 21-22.

Ver, con ms detalle, Eduardo Cavieres, Educacin, elites y estrategias familiares. La


aristocracia mercantil santiaguina a fines del siglo XVIII y sus proyeccines a comienzos
del XIX; en Pilar Gonzalbo A., Familia y Educacin en Iberoamerica (Mxico DF, El
Colegio de Mxico, 1999), pp. 115-136.

29
ARMANDO CARTES MONTORY Un Gobierno de los
Pueblos...

246 volmenes cada una, promedio que despus de una drstica cad slo comenzar a
recuperarse en forma posterior a la dcada de 183

Entre esas fechas, 1790 y 1830, de un total de 23.959 libros existentel

en Santiago, segn un registro realizado a partir de inventarios de biel

nes, teftamentos, bibliotecas, etc., las temticas ms importantes fuerol

ai Religin (3.489), Derecho (1.763), Economia (1304), Historia (1275)

Ilustracin (318) y Filosofia (272). De sus propietarios, destacaban 1

bibliotecas de don Juan Enrique Rosales y de don Manuel de Salal

ambos insignes patriotas y miembros de la Primera Junta Nacional de

Gobierno. Es muy interesante destacar el trabajo de don Jos Gregori Cabrera, quin en
1771 fue designado para examinar las libreras d

los regulares jesuitas expulsos y para hacer la expurgacin de libros

doctrinas laxas, peligrosas a las costumbres, quietudy subordinacin de los pueblosl

Los jesuitas contaban con una biblioteca de 306 volmenes y 679 toJ

mos, pero en ese entonces, al parecer no tenan ttulos prohibidos. Er

cambio, a fines del mismo siglo, en la biblioteca de don Jos Antonio

de Rojas, se encontraban seis volmenes de DAlembert y tambin Lad Nueva Elosa de


Rousseau; en la biblioteca del abogado Joaquin Trucios

y Salas, del mismo autor, El Contrato Social.3

Jos Antonio de Rojas, entre algunos ms, puede ser considerado el caso paradigmtico de la
poca revolucionaria. En 1772 viaj a Espa-

fia en representacin de un hombre excepcional, don Jos Perfecto de

Salas, y para solicitar la dispensa real que le permitiera contraer matri-

monio con la hija de este, doria Mercedes de Salas. Deseaba obtener, adems, un hbito de
la Orden de Santiago y un puesto digno de su calidad y posicin social. Pasaron algunos
anos, y no obtuvo nada. Se enter de la designacin de su suegro como funcionario de la
Casa de

Contratacin en Cdiz, una expatriacin ms que un cargo honorfico, pero tuvo oportunidad de
conocer las obras de Feijo, de Descartes, de Newton. Conoci la Enciclopedia y supo del
concepto de Progreso. A su

3 Loreto Guerrero P., El libro y las transformaciones culturales en una comunidad de


lectores

(Tesis Mag., P. Universidad Catlica de Valparaso, Valparaso 2006), Tabla 14, p. 172

y pp. 56-59.

30
Prlogo

regreso a Santiago, traa consigo importantes obras consideradas peligrosas por la cultura
oficia1.4 Se necesitaban muchos? No necesariamente. Rojas y otros connotados vecinos
de la ciudad fueron procesados como conspiradores y escribieron su propia historia, pero, al
mismo tiempo, pusieron sus ideas, y sus libros a disposicin de otros. Entre elos, Jos
Miguel Infante, uno de sus sobrinos, abogado, procurador del Cabildo en 1810, conoci la
filosofia dei siglo XVIII y ello se tradujo en admiracin por Voltaire y Rousseau.5 Las
tertulias en la casa de Rojas y posteriormente la circulacin de ideas a travs de un pequei,
pero connotado grupo de vecinos (miembros de la elite local), contribuyeron a una
verdadera diseminacin que, para algunos, tenan orgenes intelectuales, pero para los ms,
eran simplemente verdades indiscutibles, especialmente si se trataba de derechos naturales
o, por extensin, de derechos civiles. La adecuacin e interpretacin de las bases centrales de
las ideas, tuvieron autoria intelectual slo europea, o slo espafiola? Las ideas tienen sus
orgenes, pero al mismo tiempo su propia historia y sus propias dinmicas. Lo que uni a
Santiago y a Cdiz, en un mismo tiempo, fueron las ideas y, a tal punto que, cuando en
1811 en Santiago se estaba discutiendo acerca de cules deban ser las formas de gobierno a
que haba que llegar, los debates y proyectos coincidan en lo medular con lo que
contemporneamente se comenzaba a debatir en Cdiz para llegar a la Constitucin de 1812.
No es que las ideas hayan ido desde Santiago a Cdiz; tampoco de que tuviesen autoria
intelectual en Cdiz: las ideas estaban; el asunto era cmo acometerias. Poco divulgado en
la historiografia chilena, est el hecho de que, en las Cortes de Cdiz, entre el importante
nmero de diputados americanos, hubo dos diputados chilenos. No eran precisamente
representantes de Chile o de Santiago. Uno de ellos, Fernndez de Leiva, el principal, lleg
a Cdiz en 1810 por la designacin hecha por el Cabildo de San-

4 Ver el interesante trabajo de Alejandra Guerra A., Pensar como no se debe: las ideas en
crisis. Conspiradores e ilustrados en Santiago de Chile, 1780-1810 (Tesis de doctorado, P.
Universidad Catlica de Valparaso, Valparaso 2011), pp. 83-89 y ss.

5 Domingo Santa Maria, Vila de don Jos Miguel Infante (Santiago, Miranda ed., 1902),
pp. 8- 1 2.

31
ARMANDO CARTES MONTOPX Un Gobierno de los
Pueblos...

tiago, del cual haba sido uno de sus secretarios, para representar al Rey las necesidades de
los vecinos locales y de sus disputas con el Goberna-

dor Garcia Carrasco. Este hombre, hijo de un importante comerciante

santiaguino, haba cumplido esas funciones como tambin lo hizo el

otro de-los diputados, don Manuel Riesco, hijo de otro interesante co-

merciante santiaguino que bab ido a Espafia, desde Buenos Aires, y que estando alli,
dadas las circunstancias politicas y la necesidad de las Cortes de tener una representacin
amplia, fueron sorteados y elegidos

como diputados. Podemos pensar que formacin liberal podan tener

estos hombres.

Fernndez de Leiva fue un abogado importante, Riesco un comer-

ciante que fue a Esparia a estudiar las regias dei comercio. Cuando se

leen sus participaciones, sobre todo las de Fernndez de Leiva, esto a fines de 1811, en las
comisiones sobre la Constitucin, sorprende el contenido de sus argumentos, conjunto de
ideas que siempre se piensan como estantes slo en Europa. Podemos dudar si ellos eran o
no liberales, y tanto, que en 1812, una vez que se promulga la Constitucin, Fernndez pide
se le reenvie a Amrica como Oidor de la Real Audiencia en Lima; era bastante fidelista y
bastante tradicional en trminos de

aceptar a la Corona. Mn as, en algunas de sus intervenciones subrayaba que:

Todos queremos a Fernando VII como Rey, no como hijo adoptivo de Bo-

naparte; y si esto ltimo sucediese, quedaria degradada esta Nacin heroica y

reducida a la clase de provincia... La Nacin no debe seguir a un Rey que no este libre en el
ejercicio de sus facultades... Por eso nuestras leyes han dispuesto que en el caso de llegar
el Rey al extremo furioso, se le pongan tutores, porque un loco no es capaz de hablar con
principio de razn... La Amrica, Serior, no quiere nada de los franceses, los despreciamos
todos; Bonaparte alli es tenido por un embustero, a quin nunca se debe dar crdito, an
cuando alguna vez diga verdad... As que, Serior, VM debe hacer con esta ocasin lo que
hizo ya e124 de septiembre; y as como entonces se declar nulo todo lo hecho en

Bayotas por faltar la libertad al Rey y el consentimiento de la Nacin, as ahora declare VM


del modo ms solenme que no reconocer ningn acto hecho por
el Rey, ni ninguna cosa que disponga, mientras que este rodeado de franceses.

32
Prlogo Agregaba: Cuando (Fernando) se presente entre nosotros, ver VM como Rena de
aplausos a este Congreso por haber sostenido sus derechos y los de la Nacin, pues slo un
Rey es respetable cuando reina sobre un pueblo libre... [Para ello, el establecer la
Constitucin] es una medida que evita las arbitrariedades de los Reyes cuando est formada
por principios liberales, y no suceda que los ecos de nuestra libertad se queden en los
limites de este corto recinto sin que pasen a las provincias. Hgase una Constitucin buena y
que ponga trabas a las voluntariedades del Rey, y entones el ms cruel de los hombres no
podr hacernos infelices.6

Materializando ideas: Sobre el Congreso ,Nacional

A comienzos de 1811, al momento en que Fernndez de Leiva defendia estos principios,


muchos hombres en Santiago, entre otros Jos Miguel Infante, el Procurador de su Cabildo,
haban tratado de impulsar Una de las tareas bsicas impuesta a la Primera Junta Nacional
de Gobierno de 1810, esto es que, en el ms mnimo tiempo, se convocara a la formacin de
un Congreso Nacional. Infante fue un abogado distinguido que en junio de 1810 lleg a
ocupar los cargos de Asesor y Procurador General del Cabildo santiaguino por renuncia
del anterior y por considerrsele sujeto de idoneidad y que desemperiar este cargo con la
actividad y celo que acostumbra.7 Como Procurador, con fecha 14 de agosto de 1810, su
primera gran intervencin se refiri a la conveniencia o no del reconocimiento al Supremo
Consejo de Regencia instalado en la metrpolis, para el una materia grave y delicada,
particularmente porque su profesin de abogado le obliga estrechamente a exponer con
libertad el derecho en todos los casos [en] que se le exige dictamen acerca de lo que en
este se dispone. En nada debe el hombre proceder ms libremente (dice un sabio

6 Sesiones de las Cortes de Cdiz, 30 de diciembre de 1810.

Cabildo de Santiago, sesin 15 junto 1810: se refiere a su nombramiento como Asesor,


previo paso al de Procurador, Cabildo de Santiago, sesin 27 julio de 1810.

33
ARMANDO CARTES MONTORY Un Gobierno de
los Pueblos...

autor regncola) que en dictaminar y suscribir. A esto mismo le compele

el cargo en que se halla constituido de pedir y reclamar los derechos dei. pueblo. Que
infamia no echara sobre si, si un punto se separase de la ley, con detrimento de ese mismo
pueblo? Sobre su parecer de que la

Suprerua Junta Central bab incumplido sus responsabilidades, legal y

legitimamente, indicaba:

Las leyes emanan Unicamente de la soberania y slo a ella toca el alterarias,

sin que a esto pueda tener derecho el unnime consentimiento de los pueblos:,

asentar lo contrario seria vulnerar los derechos de la Majestad.

En los mismos trminos, el Consejo de Regencia y la Junta Provincial de Cdiz no podan


transmitir lo que no tenan. Si la Suprema Junta carecia de legitimidad, ello tambin
aplicaba al Consejo de Regencia y, en el caso de la Suprema Junta de Sevilla, no obstante
haber sido reconocida y aclamada por muchos ms pueblos de la Metrpolis, no se jur en
los de Amrica. Sugeria se guardase la misma conducta que

se haba observado con la Suprema Junta de Sevilla, uniendo nuestras ideas como entonces
con los dems pueblos de la Nacin, cumpliendo sus encargos y redoblando nuestros
esfuerzos para auxiliarlos con , todo gnero de socorros que demuestren nuestra constante
adhesin a la causa de nuestro adorable Fernando.8 Ante los argumentos dei 1
Procurador, el Cabildo acord, se informase al Superior Gobierno que 1

por estas consideraciones se reconociese dicho Supremo Consejo de Re-

gencia mientras exista en la Pennsula, del modo que se ha reconocido por las dems
provincias de Espana, sin que se haga juramento, como

otras veces se ha hecho, reservadamente; y constando esto para la ma:

yor seguridad y defensa comn.9

El Cabildo acord, vistos los argumentos del Procurador, que la Junta Provisoria de
Gobierno se digne librar sus despachos circulares a todas

las provincias del reino para que suspendan la provisin de diputados,

nterin se les avisa oportunamente con las correspondientes instruccio-


8 Jos Miguel Infante, Informe como Procurador sobre Reconocimiento a la Suprema junta
Cen-

trai de Gobierno de Esparza, Cabildo de Santiago, sesin 14 agosto 1810.

9 Jos Miguel Infante, Informe como Procurador sobre Reconocimiento a la Suprema Junta
Cen-

trai de Gobierno de Espolia, Cabildo de Santiago, sesin 14 agosto 1810.

34
Prlogo

nes, hacindoles entender que las providencias libradas no tienen otro objeto que el
reconocimiento y obediencia que se ha ordenado...Que los diputados que se elijan hayan
de ser sujetos de buen juicio, acreditada probidad y patriotismo, para que con el mayor ceio
y desinters, mirando slo el bien comn, cumplan con el delicado e importante cargo que
se les confia. Lo que pensaba y ejecutaba Infante, lo haca en nombre de la defensa de las
libertades bsicas. Pero no slo era Infante, una serie de hombres pensaban en esos trminos
y, ms an, entre otros, don Juan Egafia. Nacido en Lima en octubre de 1768 y all recibi el
grado de Bachiller en Cnones y Leyes en septiembre de 1789. Al mes siguiente viaj a
Chile radicndose definitivamente. Estudi en la Universidad de San Felipe y obtuvo su
ttulo de Abogado en diciembre de 1791. En 1802 se le reconoci como catedrtico de la
misma Universidad y se desempefi como secretario del Tribunal de Minera. Dedicado a la
actividad minera propiamente tal, a la literatura y, por cierto, a la discusin de las nuevas
ideas junto a otros connotados ilustrados catlicos, en 1807, por labios de su hijo Mariano,
ley ante la Universidad el llamado Discurso sobre el amor de Ia patria, segn el cual
demostraba sus preocupaciones por las turbulencias europeas, su conformidad con las
relaciones de Chile con Espafia y algunas ideas sobre los valores ciudadanos. Deca:

Felizmente es Chile un conjunto de ciudadanos sensatos que conoce la felicidad de su


constitucin civil, y volviendo los ojos a todos los pueblos que ocupan el Universo, se
compara con ellos y reconoce que es al que menos cuesta este contrato social que
llamamos gobierno. Sin contribuciones, bajo la salvaguardia de una metrpoli que la cubre
en los peligros, ve nacer y morir sus ciudadanos en el seno de la tranquilidad y que esta
vida pacfica aumenta su poblacin, su industria y los recursos de su felicidad... 55.11

En medio de las incertidumbres contingentes y de algunos males internos, Egafia


bosquejaba una especie de ser y deber-ser del pueblo chileno y ya tena ideas republicanas
en mente cuando caracterizaba

Jos Miguel Infante, Informe como Procurador sobre Reconocimiento a la Suprema junta
Central de Gobierno de Esparza, Cabildo de Santiago, sesin 14 agosto 1810.

Juan Egaria, Discurso sobre el amor de la Patria;Juan Egaria, Antologia, edicin al


cuidado de Ral Silva Castro (Santiago Andrs Belo, 1969), p.145.

35
ARMANDO CARTES MONTORY Un Gobierno de los
Pueblos...

a Chile como un conjunto de ciudadanos sensatos y mencionaba los ras-

gos de su deberser: la virtud y el mrito como fuentes de legitimidad,

autoridad y convivencia ciudadana. Todo hombre de bien, explicaba,

contento con desempolar el ministerio que puso la patria a su cargo, no hace crecer

su autoridad sino por el nivel de su mrito. La ambicin del ciudadano no es el obtener


recompensas por sus servicios, sino que anhelar y buscar el reconocimiento pblico.
Valoraba tambin la opinin aunque esta deba

estar contenida en los limites de la jerarquia y de sus luces. Todos estos temas

seran desarrollados ms tarde en sus obras y funciones pblicas.12

Definiendo el Orden Pblico: La Constitucin Poltica.

Las convulsiones internas de 1810 le llevaron a desarrollar una posicin

ms efectiva y legalista en el estudio de las bases de un nuevo orden

pblico. Entonces escribi un Plan de Gobierno que present a la auto-

ridad en agosto de ese afio. Dentro de variados puntos destacables, lo que respecta a la
educacin era de mxima significacin: la obra de Chile debe ser un gran colegio de artes y
ciencias... impartiendo... una educacin civil y moral capaz de damos costumbres y carcter.
3 Propona, adems, una iniciativa chilena para Hamar a una conferencia

que organizara una federacin defensiva de las colonias americanas. Tal idea fue recogida
por Camilo Henrquez, que la expuso vagamente en su sermn de inauguracin del Congreso
de 1811. Segn el plan de Egafia, Chile deba gozar de plena autonomia, y estar
exteriormente asociado con los pueblos espalioles por medio de un congreso nacional.
Juan Egafia fue el autor del primer Proyecto de Constitucin en Chile. Mucho se discute
acerca de la influencia de la Revolucin Francesa. Ms bien, habra que pensar en el
conocimiento de la Constitucin francesa de 1791, no absolutamente revolucionaria y en
donde, ms

2Ivn Jak,sic, 1807: Juan Egarzay el discurso sobre el amor de la patria; Artes y Letras, El
Mercurio de Santiago, 9 septiembre 2007, E-13. Las cursivas en comillas en el texto
original.

3Raill Silva Castro, Egara en Ia Patria Vida, 1810-1814 (Santiago Andrs Bello, 1959), j
pp. 19-54.
36
Prlogo

bien, se trat de disminuir el poder real y hacer frente a situaciones bsicas del orden pblico
que se vena construyendo. Se buscaba que el nuevo sistema social se protegiera en contra
del despotismo real, del privilegio aristcrata y de la licencia popular. Por ello, se
restringan los poderes del Rey, se traspasaba el ejercicio de la soberania a la Asamblea
Nacional, unicameral, se reformaba la administracin y el gobierno local, la justicia y el
sistema judicial y se reorganizaba el sistema de financiamiento del Estado. Debe
recordarse que en 1791 an no haba republicanos declarados y todavia se estimaba una
institucionalidad moderada.4 As como la Constitucin francesa de 1791 estaba precedida
por las ideas centrales de la Declaracin de los derechos del hombre y el ciudadano, Egafia
escribi igualmente una Declaracin de los Derechos del Pueblo de Chile en que haca notar
que el derecho de los chilenos a darse una constitucin se asentaba en tres bases: las
circunstancias del momento, la inhabilidad politica de Fernando VII, y el derecho natural,
e imprescriptible a su felicidad que es dado al hombre. Fue escrita en 1811 o 1812 e
impresa en forma modificada, y ms patritica, en 1813 junto al texto completo del Proyecto
constitucional.

Dicho Proyecto se iniciaba con dos Ttulos preliminares Ramados De los derechos
individuales del ciudadano y Del orden y derechos sociales, tras lo cual se entraba en el
extenso articulado de desarrollo de las Leyes constitucionales reguladas por los
antecedentes principios, cuyo Ttulo 1 estaba referido a De las Supremas Magistraturas de
la Repblica, del gobierno, de la censura, de las juntas cvicas, del Procurador General; el
Ttulo 2, De la armoria de las tres supremas magistraturas en el sistema gubernativo; el
Ttulo 3, De los ciudadanos; Ttulo 4, De las facultades, atenciones, economia y elecciones
del gobierno, censura y juntas cvicas; Ttulo 5, De los Consejos, y Tribunales, y de la
Administracin de Justicia; Ttulo 6, De las contribuciones militares extraordinarias y su
tesorera; Ttulo 8, De las ciudades, villas, cabildos y sus atribuciones y privilegios; Ttulo 9,
De las propuestas para los empleos elegibles en

Ver, por ejemplo, George Rud, La Revolucinfrancesa [1988] (Buenos Aires, Vergara,
2004), pp. 115-128.

1 15 Simon Collier, Ideas y polticas de la Independencia chilena, 1808-1833


(Santiago Andrs

Belo, 1977, [1967]), p. 115.

37
ARMANDO CARTES MONTORY Un Gobierno de los
Pueblos...

Juntas; Ttulo 10, De los funcionarios pblicos; Ttulo 11, Del Institut

Nacional; Ttulo 12, Del estado eclesistico de la Repblica; Ttulo 1

Del aniversario de la Constitucin, mudanza de sus leyes y deberes dl la censura en una


revolucin

Si observamos la Constitucin francesa de 1791, junto con el Prembu-

lo, arrancaba con dos Ttulos generales: Disposiciones fundamentalesi

garantizadas por la Constitucin y De la Divisin del Reino y del es-

tado de los ciudadanos. Tanto en algunos de los principios generales,

como en los principios que iluminaban la estructura general, salvo el Cap. II de los
franceses, relativa a De la Realeza, de la Regencia y de

los ministros, el proyecto de Egafia estuvo evidentemente influido por la Constitucin


francesa dei 03 de septiembre de 1791. Son muchos los articulados en donde se coincide
en la idea y en el aspecto considerado y no pasa desapercibida la atencin dada a las
asambleas primarias y electorales galas y a las juntas cvicas en Chile, ambas desplegadas
a

travs de las respectivas naciones y territorios y ambas consideradas I

como base del ejercicio de la soberania popular.

Respecto a la ciudadana, la Constitucin francesa de 1791 en el Ttulo II, Art. 1, definia, en


esencia, que son ciudadanos franceses los

que han nacido en Francia de padre trances a lo cual se unan los na-

cidos en Francia de padre extranjero, nacidos en el extranjero de padre francs y han


prestado el juramento cvico, descendientes de france-

ses expatriados por causas religiosas, residentes extranjeros en Francia por ms de cinco
alos con inmuebles, matrimonio de francesa, con

establecimientos agrcola o comercial y con prestacin del juramento

cvico. Dicho Juramento expresaba: Uuro ser fiel a la Nacin, a la Ley

y al Rey y defender con todas mis fuerzas la Constitucin del Reino, decretada por la
Asamblea Nacional constituyente en los anos 1789,

1790 y 1791. En el Cap. I, seccin II, se definia la ciudadana activa:

Para ser ciudadano activo hace falta nacer o haberse hecho francs Tener

la edad de veinticinco anos cumplidos; Estar domiciliado en la ciudad o cantn

durante el tiempo determinado por la ley; pagar, en cualquier lugar del Reino,

una contribucin directa al menos igual al valor de tres jornadas de trabajo u

acreditarlo con recibo; no ser criado domstico; Estar inscrito en la municipa-

lidad de su domicilio en el registro de los guardias nacionales; haber prestado.

el juramento cvico.

38
Prlogo

En el caso del Proyecto chileno de 1811, El Tit. 3, Seccin 1, Arts. 65 y 66, declaraban ms
doctrinariamente la ciudadana:

La Constitucin declara por Ciudadanos, en cuanto a vivir bajo la proteccin de las leyes,
garantir su libertad, propiedad, seguridad, y disfrutar de los beneficios pblicos y sociales, a
cuantos habitantes contiene la Repblica, con tal que contribuyan con su persona, o bienes,
a las cargas y defensa del estado, se conformen y observen las leyes, costumbres y religin
del Pais, o tengan alguna garantia particular del Gobierno. Aun faltando estos requisitos
conservar toda la hospitalidad, beneficencia y derechos compatibles, a los que, sin un
delito se hallen en su territorio con tcito consentimiento de la Autoridades. Pero los
ciudadanos activos, en quienes la Constitucin reconoce la Soberania, que pueden
Unicamente elegir, o ser elegidos a los destinos que influyen en su Gobierno, Tribunales,
y administraciones que sefialar la Ley; son los que, teniendo, y habiendo cumplido los
requisitos propuestos por la misma ley, y siendo aprobados por la Censura, les declara el
Gobierno en clase de tales ciudadanos.

Todo hombre libre, natural o extranjero, que profese l Religin Catlica, y de razn de su
catecismo; que tenga instruccin en el breve compendio (que formar la Repblica) de las
leyes ms necesarias para la vida social; que sepa leer y escribir; que haya servido a su
Patria cumpliendo el mrito cvico (de que despus de hablar) de un modo aprobado por la
Censura, y cumplido el trmino necesario de disciplina militar; que tenga veinte y un anos;
y de quien informe la Censura que no ha desmerecido con algn delito o profanacin de las
costumbres, i que se haya rehabilitado; tiene derecho, y debe ser declarado Ciudadano
activo, con parte en la Soberania, y apto para todos los ministerios del Estado en que no
exija ms requisitos la ley.

Otro de los aspectos sobresalientes es el dedicado a la educacin. En el caso de la


Constitucin francesa de 1791, en el Ttulo I, correspondiente a las disposiciones
fundamentales garantizadas por la Constitucin, como derechos naturales y civiles, se
sefialaba que Se crear y organizar una Instruccin pblica comn a todos los ciudadanos,
gratuita en las partes de ensefianza indispensable para todos los hombres, y cuyos
establecimientos sern distribuidor gradualmente en relacin con la divisin del reino Egaa,
no quedaba atrs, pero, al mismo tiempo, haca notar, fuertemente, que su ilustracin no era la
racionlista secularizada de los franceses, sino una ilustracin catlica. En la seccin 3, del
captulo

L.

39
ARMANDO CARTES MONTORY Un Gobierno de los
Pueblos...i

segundo, Del orden y derechos sociales, seccin 3, De la educacinj costumbres, serialaba:

(36) Los gobiernos deben cuidar de la educacin, e instruccin pblica, como una de las
primeras condiciones del pacto social. Todos los Estados degeneran, y pereceu a
proporcin que se descuida la educacin, y faltan las costumbres que las sostienen, y dan
firmeza a los principios de cada Gobierno. En fuerza de esta conviccin, la ley se contraer
especialmente a dirigir la educacin, y las costumbres en todas las pocas de la vida del
Ciudadano; y para su ejecucin

se establece por principio activo el Tribunal de la Censura, como el mas augus-

to de los cuerpos permanentes; quien responder a la presente generacin, y a

todos los siglos, del depsito ms sagrado que le ha confiado la Patria.

(37) Todas las virtudes hacen feliz a un Estado; pero el fisico, y moral de cada

Pueblo, y los principies de su constitucin, exigen ms conato en sostener algunas


particularmente. Tales son en esta Repblica, el espritu de Fraternidad, y la mutua
generosidad en apreciar unos Ciudadanos las virtudes, y talentos

de otros: en radicar un genio laborioso, y dirigir el lujo de los particulares a la

felicidad pblica. Formando sobe todo como un carcter nacional, de la justi- ) cia,
moderacin, buena fue, respeto a la Religin, a las Magistraturas, y a los Padres. La ley
pondr siempre los premios de comodidad, y opinin al inmediato alcance de estas virtudes,
para transformarias en costumbres. Tambien proteger la industria sostenida de la
Agricultura, como principio, y manantial, de la riqueza nacional. En inteligencia que no
hay Ley til sin un principio de actividad, que cuide y sostenga el ejercicio, siendo esto ms
necesario en los

Pases donde se va formando el carcter, y donde algunas causas fisicas pueden

inclinar a la inercia.

Ms adelante, en el Ttulo II, Del Instituto Nacional, especificaba con

mucha mayor exactitud sus pensamientos respecto a la educacin. In

fluencias de Rousseau? Probablemente en parte, pero sin citarlo. Para l, la educacin era
instruccin, pero tambin moralidad. En la seccin 1, Del Instituto Nacional, su ensefanzay
pupilaje, art. 215, estableca con pren

cisin su pensamiento doctrinal, ilustrada, pero tambin confesional:


i

Se establecer en la Repblica un gran Instituto nacional para las ciencias, artes, oficios,
instruccin militar, Religin, ejercicios que den actividad, vigor, y salud, y cuanto pueda
formar el carcter fisico, y moral del Ciudadano. Este

ser el centro, y modelo de la educacin nacional, la gran obra de los princi-

pales cuidados de la Censura, y de la proteccin del Gobierno. Desde la ins- jj

truccin de las primeras letras, se hallarn alli clases para todas las ciencias,

40
F

Prlogo

facultades tiles a la razn y a las artes: se hallarn talleres de todos los oficios, cuya industria
sea ventajosa a la Repblica; y an en los que no permita la localidad o capacidad, por lo
menos se aprehendern alli las teorias, y elementos de aquella profesin, pasando despus los
pupilos a las fbricas, donde sern visitados, y cuidados por los Ministros del Instituto. No
solamente los pupilos, sino toda la juventud del territorio sern Ramados a las instrucciones
morales, ejercicios de salubridad, y milicias: a los certmenes, y concursos de emulacin
sobre las ciencias, artes y costumbres. En los Departamentos, Provincias y Ciudades se
establecern Institutos, que siguiendo proporcionalmente los modelos del principal, tengan
por lo menos instruccin para los primeros elementos de educacin fisica, politica, religiosa
y mortal, y para las artes ms tiles y necesarias.

Como se ha sefialado, este Proyecto de Constitucin fue escrito en 1811 y lo importante es


cmo Egafia fue capaz de recoger las principales ideas de la poca, en trminos modernos, a
pesar de ser un trnsito entre el Antiguo y Nuevo Rgimen, y no ms que aquello. ZUna
mente abierta? Sin duda, sin dejar de lado lo que consideraba esencial en trminos de sus
lealtades y ms profundas convicciones. Lo importante es que, un Proyecto de Constitucin,
escrito en 1811, en la periferia, ubicado en plena crisis monrquica, sin romper el pacto con
el Rey, se adelantaba a los acontecimientos y construa una estructura republicana cuyas
bases estaban en la estructura poltica de la Constitucin francesa de 1791. La Constitucin
de Cdiz, de 1812, no era ms liberal que esta y, por supuesto, estaba mucho ms dirigida al
control de la monarquia que a la formacin de unas nuevas relaciones sociales. De hecho,
definiciones esenciales sobre la constitucin de la nacin espafiola se expresan en trminos
muy precisos y aotados: La nacin espaliola es la reunin de todos los espatioles de ambos
hemisferios; La nacin espaliola es libre e independiente, y no es, ni puede .ser patrimonio
de ninguna familia, ni persona (Ttulo I, captulo I, Artculos 1 y 2). Su gobierno, es una
monarquia moderada hereditaria (captulo III, artculo 14) y son ciudadanos aquellos
espafioles que por ambas lineas traen su origen de los domnios espafioles de ambos
hemisferios y estn avecindados en cualquier pueblo de los mismos dominios {capitulo III,
artculo 18). Desde alli, an cuando no menos importante, vena un largo articulado que
compona una parte importante de la estructura central constitu-

41
ARMANDO CARTES MONTORY Un Gobierno de
los Pueblos...1

cional referida a las Juntas electorales desde la parroquia hasta las insl

tancias superiores. Una situacin semejante tambin a la Constituci:

francesa de 1791, an cuando no se pudiese aceptar tales influencias. EI

Ttulo IV, Del Rey, constitua igualmente otra de las partes importantel

bsicamente en cuanto a las restricciones a la autoridad real, quizs una, de los aportes
esenciales del texto, basicamente en trminos de que elld

significaba, al mismo tiempo, la defensa de las garantias individuales. El Proyecto de


Egaila de 1811 fue publicado, an cuando no ejecmi

tado, en 1813. Por cierto, ya era conocida la Constitucin de 1812, perd tambin el curso
de los acontecimientos relativos a las representaciones polticas de las Amricas y las
desigualdades que en la prctica diferenciaban, ms que acercaban, las posiciones entre la
pennsula y las re-

giones ya convulsionadas y ms orientadas hacia procesos independen

tistas. En la Declaracin de los derechos del Pueblo Chileno, reescrita

como prolegmeno a publicacin del texto no slo se serialaba que, El

pueblo de Chile, que por la primera vez de su existencia es llamado a

examinar sus derechos, sino adems se era explicito en serialar que, El nico remedio que
deba esperarse en un congreso general de la Monarquia, se ha frustrado por los agravios
inferidos a la Amrica, que no fue Ramada con una representacin proporcional ala de las
Provincias espariolas, y an, por la falta de representacin legal en muchas de estas que se
hallaban ocupadas de los franceses: convencido igualmente por la experiencia de todos los
siglos y naciones, que jams ha existido un Pueblo, que separado de su Metrpoli por la mitad
de la Tierra y de los Mares, pueda ser justa y oportunamente dirigido por ela en su
gobierno y economia anterior, y que para conseguir una dependencia servil respecto de
semejantes Pueblos, se hace como necesario al sistema adoptado hasta aqui, de aniquilar
todos los medios de su prosperidad, representacin politica y relaciones con los dems
Pueblos: desengariado absolutamente de que por los medios que toma la Esparia no queda
esperanza de una justa y tranquila reunin cie la nacin... y poniendo por Jueces a todos los
Pueblos de la tierra para que examinen si en la Constitucin de Cdiz ven remediado por
alguna ley las privaciones comerciales, industriales, y de proporcional influencia politica...
se persuade y declara este Pueblo, que por la irresistible fuerza de las circunstancias, y por
el derecho natural e imprescriptible que tienen todos los hombres a su felicidad, se halla
en el caso de formar una Constitucin que establezca slida y permanentemente su
Gobierno.

Proyecto de una Constitucin para el Estado de Chile que por disposicin del Alto Congreso
se es-,

42
r_

Prlogo

Las ideas ya eran realidad y, por ello mismo, las lejanas con Espana se acrecentaron. Si
bien es cierto, las discusiones nevadas en las Cortes de Cdiz fueron conocidas y
seguramente miradas con simpatia, la Constitucin de 1812 fue abiertamente soslayada o
mirada con desconfianza. Ahora s, abiertamente, en las mentes de algunos de los patriotas
si bien no resonaron los ecos de la Marsella, s estuvieron presentes, y muy presentes, las
imgenes y lecturas de la Asamblea de 1789 y de su Declaracin de los derechos
universales. Entre esos patriotas, personaje muy destacado fue Fray Camilo Henrquez.
Hombre de dos siglos, entre la revolucin francesa y el proceso poltico europeo. Impulsor y
redactor del primer peridico nacional, La Aurora de Chile, apoyado directamente por la
primera Junta de Gobierno de 1810 para disponer de la ilustracin popular de un modo
seguro, transmitiendo con el mayor escrpulo la verdad que slo decide la suerte de los
gobiernos. Versado en los ideales de la Ilustracin y en las ideas politicas de la revolucin
francesa, pero cuyos pensamientos estaban adornados de principios politicos, de religin,
talento y dems virtudes naturales y civiles.17 El peridico circul entre febrero de 1812 y
abril de 1813 y, entre sus diversos planteamientos, ideas, noticias, destac la redaccin y
publicacin de las nociones fundamentales sobre los derechos de los pueblos en donde no
slo hubo referencias a Aristteles, pero particularmente a Condorcet: Dando por supuesto
que en la alianza o pacto social hay dos actuantes fundamentales: el rey, monarca o
prncipe, y el Pueblo, procede a caracterizarlos, atribuyndoles derechos, obligaciones y
cualidades en su situacin respectiva.8 Las influencias ilustradas y las lecturas del
Contrato Social de Rousseau, parecieran ser fundamentales en el pensamiento de
Henrquez, pero tambin tuvo un sentido prctico que se denota en el conocimiento

cribi en el aio de 1811 y que hoy manda publicar el Supremo Gobierno...; (Santiago,
Imprenta del Gobierno, 1813), pp.4-5.

I7 Fernando Rivas, Camilo Henrquez, constructor de la cultura republicana chilena, en


Eduardo Cavieres (Ed.), Entre continuidades y cambios. Las Amricas en la transicin (s.
XVIII a XIX) (Valparaso, Eudeval, 2006), pp. 98-99.

18Kame1 Harire, Camilo Henriqeuz: anlisis literario y conceptual. A propsito de cinco


discursos publicados en La Aurora de Chile; en Eduardo Cavieres (ED), Entre
continuidades y cambios, p. 59.

43
Un Gobierno de los Pueblos...

exacto de la Declaracin de los Derechos del Hombre de 1789 y su prc

pia redaccin de dichos derechos que public en 1813.

El documento conclua en que Tales son en compendio los derech del hombre y del
ciudadano. La observancia y conservacin de est

derechos forma la libertad: donde no son respetados, reina la tirania.

El Catecismo seguia con un listado de preguntas y respuestas en t minos de formacin


ciudadana: que es lo que el buen patriota d tener en su corazn? El triunfo de la ley, la
salud pblica, la libe la prosperidad y la gloria de su patria. Otras preguntas se referan a
hombres que haba que apreciar y a quienes mirar con horror y lsti a una de las sefiales ms
claras de la libertad pblica (la imprenta); porque se haban eternizados los abusos del
antiguo rgimen; el c apreciar y conquistar la libertad.19

Buscando las explicaciones: Un gobierno de los pueblos

Las ideas anteriores formaron parte y base de los esfuerzos de diversa orientaciones y
objetivos que se extendieron en el tiempo avanzando en la bsqueda de una fisonomia
nacional que respondiera a las bases ins- titucionales de un Estado moderno en que se
armonizaran convenientemente los mbitos del Estado con los derechos de los ciudadanos y
una adecuada representacin poltica, tanto a nivel individual como en trminos sociales.
Sabemos lo sucedido: los resultados fueron orientndose hacia la supremacia del Estado
sobre sus representados y por la supremacia de Santiago sobre las provincias. En este
libro, Armando Cartes subraya la idea que la historiografia liberal decimonnica y
conservadora de corte portaliano, impuso la visin de la no gravitacin regional en la etapa de
conformacin del Estado nacional. Esta situacin, unida a la idea de excepcionalidad
chilena, conformaron un carcter centralista santiaguino de la historia del pas, no si() en el
perodo de Independencia, sino proyectado a travs del tiempo. En oposicin a ello, Cartes
piensa que fueron las provincias entre las

El Monitor Araucano, Ns 1 y 3, 02 y 10 diciembre 1813, pp.l-3 y 5-7.

44
Prlogo

Lies cuenta tambin a Santiago los actores fundamentales que protagonizaron el proceso
poltico en la temprana Repblica. En estos trminos, el libro se inscribe en una historiografia
regional que va sumando produccin consistente, pero muy lentamente. Se trata de un
esfuerzo notable para conocer en mejor forma lo acontecido fuera de Santiago, pero que
no ha podido cambiar los parmetros de una historia que sigue siendo fuertemente
condicionada por autoridades e instituciones santiaguinas. Las inquietudes respecto a la
descentralizacin politica y econmica actuales son tambin fruto de este proceso de discusin
que se ha visibilizado a travs de movimientos e intereses regionalistas. Las razones por las
cuales la historiografia regional no ha logrado plasmarse en una nueva forma de entender
la historia nacional tienen que ver con la falta de estudios sobre procesos continuos que
permitan equiparar la presencia de las provincias con el espacio, los tiempos, y la
poblacin santiaguina en la historia de Chile. Salvo la actividad econmica relacionada con la
explotacin cuprfera, en desarrofio progresivo desde mediados del siglo XVIII en adelante,
y con reales y significativos efectos sobre las arcas fiscales, la presencia regional se ha
producido a travs de individuos o a partir de fenmenos locales con repercusin nacional que
una vez extinguidos han posibilitado, una y otra vez, el control poltico e histrico de
Santiago. La razn es simple: el aparato de Estado no slo se construy desde una decisin de
rgimen poltico centra]i7ado, sino adems desde la materiali7acin de esa centralidad en un
control poltico, econmico, social y cultural con sede en Santiago. A lo largo de la
Amrica hispana, una de las discusiones ms importantes que tomaron los constructores de
los nuevos Estados nacionales estuvo relacionada precisamente con las controversias,
oposiciones e incluso enfrentamientos entre partidarios de la centralidad o el federalismo.
Cartes se ubica en esos contextos nacionales y busca partir desde el principio, es decir,
desde los propios debates y acciones respecto a la organizacin original del Estado en la
plena independencia. Obviamente, se trata de una opcin y de un inters que no busca
escribir una historia contraria a la oficial, pero que subraya que en historia, la construccin
de conocimiento es tambin debate y construccin de ideas que no necesariamente tienen un
solo punto de origen.

45
ARMANDO CARTES MONTORY Un Gobierno de los
Pueblos...

En el libro, entre otras, concurren dos propuestas fundamentales: en

lo general, que es necesario visualizar el problema sin provocar rompientes entre las
historias nacionales y la historia de la pennsula e in-

cluso europea. En lo particular, vuelta al tema central, las relaciones provinciales en la


independencia de Chile que llevan las miradas hacia lo externo a Santiago: desde
Concepcin con su pretensin autonmica

y su optimismo para enfrentar los eventos de 1810, a la postre excesivo;

desde La Serena en donde su Cabildo, en 1812, rechaza el proyecto de

reglamento provisorio que propone Carrera, por no resguardar sufi-

cientemente los intereses de la provincia y que, en 1817, es la primera

en solicitar que se declare la independencia. Ms an, a partir de 1818, resintiendo la carga


econmica, junto a Concepcin cuestionan las pre-

tensiones de Santiago y constituyen una Asamblea Provincial. Desde Valdivia, que ya en


1811, se declara en favor de la revolucin, pero que

desde entonces se aumenta su control desde Santiago.

En definitiva, desde otras perspectivas de anlisis, el libro recoge uno

de los problemas centrales del pasado y del presente. Entre la Indepen-

dencia y su bicentenario: el problema de la representacin en donde surgen tratamientos


interesantes de conceptos y proyectos claves como

el de la soberania de los pueblos. Cartes vuelve a retomar la existen-

cia de un proyecto confederai, en el contexto de la primera ala liberal, anticentralista y


antiautoritaria, que recorri Hispanoamrica, en la

primera fase de la revolucin y que tambin estuvo presente en Chile.

En este pas fracas (se dice que no era aplicable), pero muchas de sus

propuestas bsicas siguen presentes. Es necesario lograr un mayor reco-

nocimiento de la participacin regional en el proceso independentista y


constitutivo del nuevo Estado. Estn presentes la tradicin jurista de la lgica castellana de
cabildos y fueros y la directa participacin local de las familias notables. Los debates entre
municipalismo o regionalismo,

entre federacin o confederacin, entre estructura corporativa y poder

estatal, las apelaciones a patriotas, vecinos, cuerpos civiles o eclesisticos de regiones,


conforman material claves del pasado estudiado, pero, al

mismo tiempo, antecedentes muy vlidos para los problemas del presente. Efectivamente,
hubo participacin regional y tambin un proyec-

to nacional desde la regin; hubo discusin sobre problemas respecto

46
Prlogo

a la divisin territorial interna; sobre las polticas gubernamentales y constitucionales; sobre


la relacin Estadoprovincias y, finalmente, de acuerdo con la orientacin del eje poltico
SantiagoSur, sobre el tratamiento de la frontera que sabemos qued siempre como una
cuestin pendiente. Importante es separar la nocin de nacionalidad mapuche con la otra de
carcter criolla respecto a la posicin de la Araucana en la organizacin nacional. En el punto
ms lgido del proceso, el federalismo chileno sucumbi() sin retorno, pero dej interesantes
lecciones y legados. Parte de esas lecciones son las que se han tratado de recuperar.

47
INTRODUCCIN ,1

La independencia es, probablemente, el perodo ms estudiado de la historia de Chile. Cada


generacin de historiadores, con las sensibilidades propias de su tiempo, ha dado una mirada
particular a los anos de la transicin republicana. Como pocos temas, refleja la propia
historicidad de la historiografia. Pareciera que sobre la emancipacin poco hay ya de nuevo
que decir. Como ocurre con todo momento histrico fundamental, por supuesto que ello
no es as. En nuestra revisin del acervo documental y los estudios que se han acumulado con
los anos, a la luz de perspectivas contemporneas, detectamos varias anomalias y vacos. El
marco nacional que asume la enorme mayora de los trabajos, en primer trmino, me pareci
reduccionista y equivocado. Implicaba negar la perspectiva, a la vez hispanoamericana y
regional, con que los contemporneos vivieron los eventos. Lo anterior importaba un
anacronismo en un doble sentido: en cuanto las naciones, como la chilena, son el resultado
uno de los posibles y no el origen de un proceso que parte con un imperio, se pelea entre
virreinatos, capitanias y provincias y termina en pases independientes. Adems, porque la
historia parece mirarse desde el presente, marcado por una capital hipertrofiada y un pas
relativamente homogneo, una situacin muy distinta al Chile de 1810. En el tratamiento
de la independencia por la historiografia tradicional, cuestionamos, tambin, el sesgo poltico
de un relato centrado en la saga progresiva de los patriotas, mayoritariamente capitalinos,
en sus luchas por organizar un Estado nacin. Los dems actores provincianos, indgenas y
los mismos realistas figuran desdibujados como sujetos, sin estrategia ni geopolitica
propia, actuando a contracorriente del sentido de la historia. Los mapuches llevan la peor
parte, pues, en la relacin de los historiadores clsicos, obraran impulsados por el puro afn
de rapifia. Los mios transcurridos entre 1810 y 1823 son pletricos de eventos, proclamas
altisonantes, juntas y enfrentamientos armados. El estruendo de los ca-Umes silencia el
clamor, ms sutil pero ms constante, de los combates ideolgicos que subyacen al perodo.
En particular una doctrina, el primer liberalismo, con su fuerte sesgo antiautoritario y
anticentralista, no resulta claramente identificado como el impulso comn

48
Introduccin

que arrastra el carro de la independencia, el federalismo, el constitucionalismo y la repblica.


Es necesario reivindicarlo. Cuestionables resultan tambin las periodificaciones
tradicionales, construidas muy tempranamente por la historiografia y que luego se han
calcificado, dominando sin contrapeso. Es el caso de la idea de la independencia como un
tiempo eje, refundacional, que desconoce las continuidades coloniales; o de la batalla de
Maip como culminacin de la independencia, a pesar de la masiva y prolongada resistencia
posterior. Tambin el carcter sucesivo y no coetneo que se asignaba a los procesos de
independencia y construccin de Estado se nos figuraba como un error. La invisibilizacin
de los proyectos alternativos al del unitarismo centralizador triunfante constituye,
asimismo, una omisin insalvable. En particular del proyecto fallido de confederacin, que
identificamos, como expresin mxima de la bsqueda de un gobierno territorialmente
representativo. Este no se basa, como se suele repetir, en la mera imitacin deslumbrada del
federalismo norteamericano. Por el contrario, surge de las races profundas de la tradicin
foral de los cabildos y de la organizacin radial de las provincias chilenas, que trascendi a
la poca de la independencia. Es consistente, adems, con los desarrollos polticos paralelos
en los pases vecinos, no tan distintos de los nacionales en la primera poca de la revolucin.
Rechazamos, por lo mismo, el canon tan extendido en la historiografia patria, en torno al
carcter ancestral, natural e inmutable del unitarismo y la centralizacin chilenos,
promovido por Francisco Encina, entre varios otros. La falta de significacin nacional de
los eventos regionales, por otra parte, es una culpa compartida de la historiografia regional
y de la dsica. De la primera, por su carcter generalmente localista, con escaso desarrollo
metodolgico, ms bien cronstico; y de la clsica, que incluye a importantes autores
nacionales, pues si bien relata, no valoriza adecuadamente los sucesos perifricos. De lo
anterior se sigue la omisin de sujetos y actores relevantes, en la lgica de la poca y en la
realidad de los hechos. Nos referimos a las provincias, actuando como sujetos colectivos,
a travs de sus cabildos y asambleas, o a los indgenas, que obraban segn sus propias lgicas
tribales. Estos elementos y reflexiones nos condujeron a revisitar la independencia de
Chile, con una perspectiva dual. Una que considera los even-

49
ARMANDO CARTES MONTORY Un Gobierno de los
Pueblun

tos y los desarrollos ideolgicos hispanoamericanos y, simultneamena

los espacios y actores provinciales chilenos, incluyendo, por cierto, pr

cipalmente, la provincia de Santiago.

La conclusin, que ya puede intuirse, es que las provncias corri

tales fueron sujetos principales en la independencia y la organizacil

posterir del Estado en Chile. Ello a partir de las continuidades colo males de los
territorios y sus identidades y vocaciones productivas; as como de las lgicas regionales del
poder retrovertido a los pueblos,

partir del colapso del imperio espariol. No se trata, en todo caso, dl

1 asignarles mrito en el triunfo de los patriotas republicanos un objetiv

propio de una historiografia decimonnica, sino ms bien de asigna

a su participacin capacidad explicativa de la complejidad del proceso

sus discontinuidades y la singularidad del desenlace.

Trabajos previos sobre la regin centro sur de Chile, cruzados con la historia poltica de la
independencia, nos iluminaron sobre la importancia de las tenciones interprovinciales.
Constatamos entonces que tos dilemas y debates sobre la organizacin del poder comienzan
con la Pa Iria Vieja y fueron tanto o ms significativos que las cuestiones propias

del conflicto internacional por la emancipacin, en la configuracin del

Estadonacin que emerge. El itinerario emancipador de las naciones

vecinas, que pudimos observar desde el inicio del ciclo de los bicentena-

rios, en Quito, en 2009, nos ayud a comprender una poca convulsa,

en cuyas consecuencias todavia vivimos. Conocimos la magnitud de los j

conflictos entre Quito y Guayaquil, dialogando con Jaime Rodriguez.

El caso argentino, donde las tenciones provinciales desembocaron en la1 desintegracin


inicial y luego en la constitucin del estado federal, nos ilustr sobre las claves del proyecto
falido chileno. Sostuvimos al efecto una iluminadora conversacin con Jos Carlos
Chiaramonte, en Bue-

nos Aires, quien renov el estudio de la nacin, a partir del poder pro-

vincial. En Mxico aprendimos como las diputaciones propuestas por ell

liberalismo de la Constitucin espaiiola de Cdiz, fueron la base de uni

federalismo que termin salvando la unidad de la nacin. Los casos de

Charcas, Uruguay, Paraguay o Cartagena; regiones devenidas temporal

o definitivamente en pases soberanos, nos mostraron el camino para j

construir categorias de anlisis y extraer conclusiones generales. Luegc

en Esparia trabajamos con Manuel Chust, autor de estudios severos

sobre los aportes del liberalismo espailol. Con ! estudiamos la situacir

50
Introduccin

de las diputaciones y las discusiones federales en tiempos dei doceariismo gaditano; todo lo
cual, nuevamente, ensanch nuestra mirada. En el Archivo Nacional Histrico de Chile
revisamos los fondos de las intendencias de Concepcin,. Santiago y Coquimbo y sus
cabildos, el Ministerio dei Interior y el Archivo Fernndez Larran. Fue necesario a pesar de
que, adems de corresponder al perodo ms historiado, la independencia es tambin el que
cuenta con ms fuentes impresas. Es el caso de las Sesiones de los Cuerpos Legislativos,
los Archivos de Bernardo OHiggins y Jos Miguel Carrera, la prensa publicada por
Guillermo Feli Cruz, partes y epistolarios, entre muchos otros materiales. Lemos
prcticamente toda la historiografia dei perodo, con una mirada crtica, de manera que
mucha de ella, sobre todo la antigua, opera como fuente de nuestro trabajo para analizar
perspectivas, ms que para conocer los eventos. Sostuvimos dilogos muy enriquecedores
con numerosos especialistas nacionales, como Patrick Puigmal, Cristin Guerrero L.,
Leonardo Len, Gabriel Cid y, muy especialmente, Eduardo Cavieres. A todos agradezco
y, naturalmente, a ninguno culpo de mis inevitables yerros. A fin de superar las
omisiones que denunciamos, abordamos la

si-

tuacin de los principales espacios subnacionales en la poca de la independencia, como


Valdivia, Chilo, Coquimbo, Concepcin y el mismo Santiago. Con especial profundidad
indagamos en torno a la Frontera, a fin de miraria nacionalmente y en el marco de las
relaciones provinciales. Tratamos de entender las provincias desde dentro, es decir, en sus
propias lgicas y en su participacin o su resistencia en la construccin nacional. Buscamos
situarias en su contexto y tratarias como actores politicos, con agendas propias y
colectivas. Aspiramos a que se supere la falsa nocin de que fueron simples espectadores,
que se movan en base a arcasmos coloniales y sin una visin general dei proceso. L Los
principales hallazgos o conclusiones de nuestro trabajo, que no Rignifica que se trate de
ideal totalmente originales, se relacionan todos con el relevamiento dei rol de las
provincias como sujetos colectivos, ihnimados de su propia geopoltica, en el proceso de
construccin estatal, que terminaron marcando fuertemente. Desarrollamos, adems, la
nocin de la conformacin provincial del pas desde sus orgenes coloniales, que luego se
refleja en la independencia y la organizacin dei Estado. A travs de la revisin de la
constitucin de los espacios regionales

li_

51
ARMANDO CARTES MONTORY

Un Gobierno de los Pueblos..

en el tiempo, sus vocaciones productivas y sus identidades prepoliticas, probamos, en


alguna medida, que Chile no fue siempre centralizado ni se hizo totalmente desde el
centro. Los espacios regionales tuvieron un desarrollo ms bien paralelo, que luego
convergi() a partir de 1810.

La impol-tancia de este punto es que rebate la tesis cannica segn la cual cualquier
organizacin estatal no centralizada seria contraria a la

tradicin histrica y cultural del pais. En el plano cultural, revisamos el problema de si Chile
tenia una

identidad nacional previa a su independencia, aun embrionaria, o si, en

cambio, su identidad se construye desde el Estado, como parte del proceso de consolidacin
de la repblica. Concluimos que, aunque en Chi-

le convergieron identidades superpuestas, de tipo corporativo, tnico

territorial, tempranamente se erige una identidad poltica nacional, que

se consolidar con el tiempo. Esta explica, en buena medida, la rpic organizacin que alcanz
el Estado chileno, anticipndose a sus vec nos, pero tambin la futura centralizacin del poder
poltico y social.

La consideracin de la variable ideolgica del liberalismo, ya apun-

tada por Eduardo Cavieres, que impulsa la misma independencia y la

descentralizacin, es un eje central. Su corolario es la identificacin de un proyecto liberal y


antiautoritario como una idea fuerza con races

muy profundas en la estructura provincial de Chile, en sus cabildos y partidos. Una idea
muy consistente con la lgica de la poca, en que los

Estadosnacin y la representacin abstracta y no la distribucin re-

gional del poder eran la verdadera novedad. El proyecto confederal en

Chile, que identificamos, se levanta con fuerza ya desde la Patria Vieja.

Resultar finalmente fallido, por mltiples razones que veremos. Estaba

invisibilizado en la historiografia y hemos podido reconstituirlo a partir


de prcticas, textos y discursos. En definitiva, sugerimos la centralidad del problema de la
distribu-

cin territorial del poder, desde los albores mismos de la independencia.

Se trata de una cuestin ms dificil que la independencia y la propia

repblica, sobre las cuales se alcanza un ms rpido consenso, sin per-

juicio de las dificultades para materializado. El prisma nacionalista de la modernidad,


acotado siempre a las fronteras estatales, fue la fuerza que conduio la historia v la
historiografia de la construccin de los

Estadosnacin. La revisin que intentamos exige abordar el cruce ne-

cesario entre el mbito provincial y el hispanoamericano, caracterizadc

52
1

Introduccin

por la superposicin de identidades mltiples: americanas, nacionales, tnicas o regionales.


Una interseccin que es comn, curiosamente, a la poca de la crisis de las independencias
que estudiamos y a los tiempos posmodernos que vivimos. Las polmicas del presente
sobre nacin, etnia, constitucin o estructura regional del poder estatal, bien lo sabemos, no
estn determinadas, pero pueden iluminarse con los debates del pasado. Por lo mismo, nos
hemos propuesto revisar los paradigmas sobre los cuales se organiz la nacin. A dos siglos
de la dcada fundacional de la repblica, nos parece un ejercicio necesario.

Vidos problemas, nuevas miradas

Los pases americanos que surgieron de la crisis de la monarquia espatiola, en el primer


tercio del siglo XIX, debieron superar enormes dificultades para organizarse como
Estados independientes. Estas resultaban de que no constituan, para 1808, comunidades
nacionales con identidad politica propia y distintiva, buscando simplemente desligarse
de un control externo. Las sociedades implantadas en Amrica, por el contrario, luego de
tres siglos de dominacin espafiola, estaban profundamente imbricadas con su antigua
metrpolisjunto a la lengua y la religin, muchos otros elementos comunes, de ndole politica,
comercial, militar, social y, en trminos amplios, cultural, hacan impensable una
separacin tan rpida y violenta como la que finalmente se produjo.

El ciclo de las independencias americanas, que suele asociarse a camparias militares y a


tajantes proclamas, implic un proceso profundo de revolucin cultural, que toc a todos los
grupos e instituciones del Antiguo Rgimen. Se dio en el marco de una gran ola liberal que
recorria Occidente desde el siglo anterior, produciendo revoluciones en Francia, Estados
Unidos y Espafa, pero cuyas races pueden trazarse ms atrs n el tiempo y en la historia del
pensamiento. La ideologia liberal fija 1 marco de muchos de los debates que surgirn
tempranamente, en a lucha por las autonomias, luego por las independencias y, finalmen-

[e, por el establecimiento de repblicas constitucionales. La conducta

los discursos de los lideres politicos e intelectuales del momentos dan

53
ARMANDO CARTES MONTORY

Un Gobierno de los Pueblos...

cuenta de una rpida evolucin, influida por los eventos externos y los escritos que llegan de
los campos abiertos por la revolucin, en muchos lugares de Amrica y Europa. En el
estudio de la organizacin poltica de Chile, sin embargo, estos grandes desarrollos polticos
coetneos suelen estar ausentes. Se alimenta con ello la idea de una supuesta singularidad
chilena, que no es sino consecuencia de un estudio histrico que

no considera suficientemente los contextos ms amplios en que nuestra

revolucin deba forzosamente insertarse.20 Nos hemos propuesto revisar la poca de la


independencia del

tadonacin chileno, desde la perspectiva de las provincias que confor

maban el antiguo Reino. Su participacin activa en el proceso result.

justamente del carcter de los debates y las definiciones que exigia

construccin de una nacin independiente. Estos consistieron, en pr

mer lugar, en definir sobre quin deba recaer la soberania y cmo de-

Na ejercerse su representacin. Pues bien, las provincial disputaron

las antiguas sedes de los Virreinatos o a las Audiencias la titularidad

la soberania y el derecho a representar a los pueblos, en los naciente

Estados. Enseguida, fueron los mismos pueblos las antiguas eluda-

des o las provincias los que buscaron participar del poder pblico, ya

sea mediante congresos electivos o en juntas o triunviratos representa-

tivos, esto es, con base territorial. La lucha, a su vez, entre la nocin de

una ciudadana corporativa o estamentaria, por una parte, y la nueva

ciudadania individualizada, universal y abstracta que exigia la Nacin,

refleja los conflictos entre el antiguo y el nuevo orden. No eran me-

ras disquisiciones tericas. Estas tensiones tendran consecuencias muy


concretas sobre la distribucin fisica del poder pblico. Por ltimo, la

estructura unitaria o federal que deba adoptar el Estado, con cualquie-

ra de sus variantes, fue un arduo tema de debate, no slo en los breves

dias del ensayo federal de 1826, sino que por dos dcadas completas. Como se aprecia,
todas estas cuestiones nacin, representacin, federalismo y ciudadana, tienen en comn, tanto
la complejidad ideo-

lgica, como unas tremendas consecuencias prcticas. En todas ellas,

Vease Alfredo Jocelyn-Holt, dUn proyecto nacional exitoso? La supuesta excepcic

nalidad chilena, en Francisco Colom Gonzlez (ed.), Relatos de nacin. La construccin de

las identidades nacionales en el mundo hispnico (Madrid, Iberoamericana-Vervuert, 2005),

Tomo I, pp. 417-438.

54
Introduccin

adems, est presente el inters provincial. Su resolucin determin la forma en que finalmente
se organiz la repblica.21 De ah la utilidad, a nuestro juicio, de un estudio que aborde la
construccin politica de Chile, dando adecuada consideracin a los contextos ideolgicos
internacionales y a los actores regionales. Resulta necesario, en consecuencia, integrar
nuevos eventos y actores, as como descentrar el marco geogrfico, a fin de alcanzar una
visin ms plena y comprensiva. Es lo que intentamos en un trabajo sobre la primera fase de
la Patria Vieja, a nivel nacional, pero con una mirada desde aquende el Maule. Estaba
pendiente una aproximacin a la independencia, que considerara la situacin de zonas como
Coquimbo, Valdivia o la Araucana. Las fuerzas formidables puestas en movimiento por
las revoluciones atlnticas tocaron las bases mismas del imperio hispano, puesto que,
cuestionada la soberania real, quedaba en entredicho la autoridad de sus representantes, a
todo nivel. En definitiva, no hubo rincn al que no llegaran los ecos de la lucha. Los grupos
indgenas, los cabildos y, por supuesto, el clero, fueron atravesados por el conflicto y se
sumaron a los bandos en disputa. El estudio de esta poca de grandes transformaciones, se
ha renovado en las ltimas dcadas, superando las visiones heredadas del primer siglo de
vida independiente. Atrapadas en el proceso de construccin de identidades polticas
nacionales, aquellas abrazaron complacientes la Hamada historia de bronce, promoviendo
la creacin de un panten de hroes patrios y una visin esencialista de una supuesta nacin
preexistente, que realizaba su destino ya trazado, mediante la guerra contra el enemigo
espaliol. Los eventos ajenos al marco geogrfico del naciente Estadonacin eran parte de un
contexto externo, que no alteraba el curso de una historia propia y singular. En la
actualidad, sin desconocer los logros de erudicin de los autores clsicos y su capacidad de
construir una narrativa coherente del pasado, esta

21 Una mirada actual alas cuestiones de la nacin y el nacionalismo, en contextos a la vez


globales y binaciones, en: Eduardo Cavieres E y Ricardo Cicerchia, Introduccin.
(Re)conocimientos, identidades e historiografias. Argentina-Chile/Chile-Argentina,
Coordinadores Eduardo Cavieres E y Ricardo Cicerchia, Chile-Argentina, ArgentinaChile:
1820-2010, Desarrollos polticos, econmicos y culturales (Valparaso, UCV, U Mayor de
San Andrs, 2012), pp. 11-26.

55
ARMANDO CARTES MONTORY Un Gobierno de los
Pueblo

aproximacin nacionalista a las independencias ha evolucionado mltiples formas. En


primer trmino, se han intentado interpretaciones ms globale que integran las
independencias americanas con la crisis de los imperios atlntico, sin excluir a Estados
Unidos ni al imperio lusitano. Algunos, como John Lynch, han puesto el acento en las
reformas borbnicas, como factor que explica el malestar americano; otros, en las
dimensiones culturales de la revolucin, siguiendo las conocidas tesis de FranoisXavier
Guerra; o bien, como Jaime Rodriguez, en su vertiente politica.24 Ms recientemente,
Manuel Chust ha puesto de relieve el factor del liberalismo gaditano, como un desenlace
posible a la crisis imperial; aunque derrotado militarmente, su influencia se proyectar
sobre la poltica y el constitucionalismo americano por varias dcadas. Estas y otras
visiones, que ms que contradecirse se complementan, tienen la virtud de iluminar el
alcance hemisfrico y el comn denominador ideolgico que inspir al movimiento. La primera
ola liberal, en efecto, impuls, con xito desigual, temas como el republicanismo, el
federalismo, las garantias individuales, la representacin electoral y la eliminacin de los
privilegios. Cuestiones que tienen sus races en el siglo precedente y que dominan los
debates republicanos durante buena parte del XIX. De ah que la necesidad de estudiar las
independencias y la construccin de Estados en sus continuidades coloniales y no como
coyuntura sea tambin un aporte de la historiografia contempornea.

22 Vase, John Lynch, The Spanish American Revolutions 1808-1826, W W Norton &
Company, EE.UU, 1986; y, del mismo autor, John Lynch, Spanish Colonial Administra-

nel

tion, 1782-1810: the Intendant System in the Viceroyalp) of Rio de la Plata (Londres,
1958). 23 Vase, Franois-Xavier Guerra, Modernidade Independencias. Ensayos sobre las
revolucio

hispnicas (Mxico, Fondo de Cultura Econmica, 1992). 24 Jaime E. Rodrguez O., La


independencia de la Amrica Esparzola (Mxico, Fondo

Cultura Econmica, 1996), pp. 132-203, y, del mismo autor, La independencia de

Amrica Espafiola: Una reinterpretacin, Historia Mexicana, 42, N176 (enero-mar

1993), pp. 571-620.

25 Vase, Manuel Chust, La cuestin nacional americana en las Cortes de Cdiz (Mxico, III

de la UNAM-Fundacin HS, 1999); El liberalismo doceailista en el punto de mira:

entre mscaras y rostros, Revista de Adias, Vol. LXVIII, nm. 242 (2008), pp. 39-66; y

La notoria trascendencia del constitucionalismo doceafiista en las Amricas, Corts.


Anuario de Derecho Parlamentario N 26.

56
Introduccin

Las provincias, en el mbito americano y en la coyuntura de 1808, designaban de hecho los


espacios de poder de las ciudades principales y de sus oligarquias rectoras. La crisis del
imperio produjo la redistribucin fisica de la soberania entre los cabildos provinciales,
sefialando de inmediato el importante papel de las ciudades poderosas, como cabezas e
provincias y luego de estas mismas, como sujetos de la construccin estatal. Antonio
Annino, entre otros autores, ha estudiado las jurisdiciones superpuestas de ciudades y
autoridades borbnicas.26 Desde los rcabildos, primero, y luego desde las asambleas
provinciales, los vecinos se transforman en ciudadanos; la soberania se vuelve abstracta;
comienza el proceso de construccin de una identidad nacional y, entre conflictos y
consensos interprovinciales, se estructura el poder centralizado del Estado.27 La
conformacin del Estadonacin y la centralizacin del poder son dos desafios que debieron
enfrentar las repblicas americanas surgidas de los procesos de Independencia. Un gran
debate separa a quienes estiman que la Nacin precede al Estado, aunque fuese en estado
embrionario la Hamada nocin esencialista de la Nacin y los que estiman, por el contrario,
que esta habra surgido de un proceso deliberado y consciente de construccin politica e
ideolgica de Estado, impulsado desde el centro. Para el caso argentino, pero con mucha
influencia en Amrica, son importantes los estudios de Jos Carlos Chiaramonte, quien
concluye que la nacin es un concepto romntico, introducido desde el Estado. Un proyecto
politico ms o menos exitoso, pero con sombras y matices que resulta necesario estudiar,
para entender el Estado resultante y sus proyecciones.29 En Chile, a pesar de la conocida

26 Antonio Annino, Soberanias en lucha, en Franois-Xavier Guerra (editor), Inventando la


Nacin (Mxico, Fondo de Cultura Econmica, 2003).

27 Debates bien resumidos en la obra coordinada por Hilda Sbato, Ciudadania poltica y
formacin de las naciones: perspectivas histricas de Amrica Latina (Mxico, Fondo de
Cultura Econmica, 1999).

28 Las diversas perspectivas se muestran, de manera panormica, en: Pablo A. Chami,


Nacin, identidad e independencia, en Mitre, Levene y Chiaramonte (Buenos Aires,
Prometeo Libros, 2008).

Jos Carlos Chiaramonte, Ciudades, provincias, Estados: Orgenes de la Nacin argentina


(1800-1846) (Biblioteca del Pensamiento argentino, 1997).

57
ARMANDO CARTES MONTORY

Un Gobierno de los Pueblen

tesis de Mario Gngora que avala la precedencia del Estado sobre

nacin, parece imponerse la idea de una nacin previa, aunque I

contenido ms bien cultural o prepoltico.31

En el marco de la construccin de Estados, en la poca de las revolu-

ciones iridependentistas, es til tener a la vista las perspectivas de Oscar

Oszlak32, Horacio VzquezRia133 y, especialmente, de Hilda Sbato

sobre la ciudadania, que ya hemos referido. Sus estudios iluminan la

evolucin del concepto, desde la visin clsica de la participacin en la

bsqueda del bien comn, hasta la ciudadana liberal actual de los de-

rechos individuales, en funcin del inters propio. Segn Rosanvallon, que estudi el caso de
Francia, la ciudadana politica liberal supone

una ruptura completa con las visiones tradicionales del cuerpo polti-

co, ahora compuesto por individuos libres e iguales, lo que representa

un enorme desafio para sociedades tradicionales.34 En Amrica, sostiene FranoisXavier


Guerra, predominaba una concepcin corporativa y plural de la nacin, que haca ms difcil el
trnsito bacia las formas

3 Mario Gngora, Ensayo histrico sobre la nocin de Estado en Chile en los siglos XIX y XX,

(Santiago, Editorial Universitaria, 2003, 8 edicin). Esta tesis ha sido matizada por Alfredo
Jocelyn-Holt L., quien sostiene que, ms que el Estado, fue la oligarquia la que

model la nacin. (El peso de la noche, nuestrafrgil fortaleza histrica) (Santiago, Planeta/

Ariel, 1998).

31 Es la perspectiva de Gonzalo Vial La formacin de las nacionalidades hispanoamericanas


como causa de la independencia, Boletn de la Academia Chilena de la Historia, N 75
(1966), pp. 110-144. La cuestin de la identidad ha sido estudiada por Franois-Xavier
Guerra Las mutaciones de la identidad en la Amrica Hispnica,
en Franois-Xavier Guerra (editor), Inventando la Nacin (Mxico, Fondo de Cultura
Econmica, 2003) y otros autores, por ejemplo, coordinadoras Elda E. Gonzlez, Andrea
Reguera, Descubriendo la nacin en Amrica. Identidad, imaginarios, estereotipos sociales y
asociacionismo de los espartoles en Argentina, Brasil, Chile, Uruguai siglossiglos
XIX-XX (Buenos Aires, Editorial Biblos, 2010). Para el caso de Chile, hay buenos
trabajos de Jorge Larran Identidad chilena (Santiago, LOM Ediciones, 2001) y Brbara
Silva, Identidad y nacin entre dos siglos (Santiago, LOM ediciones, 2008).

32 scar Oszlak, La formacin del Estado argentino. Orden, progreso y organizacin nacional

(Buenos Aires, Ariel, 2012). Horacio Vzquez-Rial, La formacin del pas de los argentinos
(Buenos Aires, 1999).

34 Pierre Rosanvallon, Por una historia conceptual de lo poltico (Buenos Aires, Fondo de

Cultura Econmica, 2002).

58
Introduccin

modernas de representacin y soberania y se enfrentaba con las ideas vigentes entre los
liberales espaiioles.35 Correspondia a los reinos no al pueblo abstracto, sino a los pueblos
reasumir la soberania. As fracas el Estado centralizado en Buenos Aires, en la medida que
los pueblos reclamaron su autonomia. El proceso de construccin de los Estados
americanos comienza al cuestionarse la soberania real e iniciarse el camino hacia el
autogobierno.36 Surgen nuevos conceptos o bien se reinterpretan en nuevos sentidos
como soberania, ciudadano o nacin, que deben ser explicados de manera contextualizada,
para comprender correctamente los discursos politicos. En los ltimos anos, la historia
conceptual ha hecho buenos aportes, a partir de los trabajos de Quentin Skinner.37 En
Iberoamrica, ha sido muy provechoso el proyecto Iberconceptos, liderado por Javier
Fernndez Sebastin38, que ha tenido recepcin en Argentina y tambin en Chile.39 En aquel
pais, son tiles los trabajos de Noemi

35 Franois-Xavier Guerra, Modernidad e independencias, Ensayos sobre las revoluciones


hispnicas (FCE, Mapfre, 1992). Buenos estudios sobre representacin y la influencia del
doceafiismo espafiol en: Carmen Corona, Ivana Frasquet, Carmen Maria Fernndez (eds.),
Legitimidad soberanias, representacin: independencias y naciones en Iberoamrica
(Castelln, Universitat Jaume I, 2009).

36 Para una revisin del movimiento juntista en diversas regiones de Amrica: Manuel
Chust (Coordinador), 1808, La eclosin juntera en el mundo hispano (Mxico, Fondo de
Cultura Econmica, 2007).

37 Quentin Skinner, Lenguaje, poltica e historia (Buenos Aires, Universidad Nacional de


Quilmes, 2004).

38Javier Fernndez Sebastin (Director), Diccionario poltico y social del mundo


iberoamericano. La era de las revoluciones 1750-1850 (Iberconceptos 1) (Madrid,
Fundacin Carolina, 2009); y Javier Fernndez Sebastin y Javier Capelln de Miguel,
Lenguaje, tiempo modernidad. Ensayos de historia conceptual (Santiago, Globo Editores,
2011).

39 En el Diccionario Iberconceptos han participado historiadores chilenos como Dina


Escobar, Manuel Grate Chateau, Cristina Moyano, Alejandro San Francisco, Isabel Torres
D. y Marcos Fernndez L, entre otros. Un muy buen ejercicio de historia conceptual es:
Gabriel Cid, y Isabel Torres Dujisin, Conceptualizar la identidad: patria y nacin en el
vocabulario chileno del siglo XIX, enf Gabriel Cid, y Alejandro San Francisco, Naciny
Nacionalismo en Chile, siglo XIX (Santiago, Centro de Estudios Bicentenario, 2010), Vol
I., pp. 23-54.

59
AT~C) CR-TES MONTORY Un Gobierno de los
Pueblos...1

Goldman40, al igual que los textos notables de Chiaramonte sobre el

lenguaje politico41 y de Marcela Ternavasio, sobre la revalorizacin de

los procesos electorales.42 Ternavasio sostiene que la votacin tiene uri

contenido social; es ms que un simple fraude, a pesar de su imperfec-

cin en esta poca, pues implica incertidumbre en el desenlace, perdida

de la unanimidad, construccin de legitimidad y ampliacin de soberania, entre otros


elementos que resultan provechosos. Una de las fuerzas principales que se expresan con la
reestructuracin o alteracin del orden colonial, son las elites provinciales, estruc-

turadas con frecuencia en redes familiares. Su pugna o alianza con el poder central es un
factor clave en la conformacin final de la estructura de Estado. Sobre el rol de redes
familiares y su participacin en la construccin de la historia nacional son tiles los trabajos
de Balmori y Oppenheimer43, que promueven el paso de un enfoque individual a uno

colectivo, de elites, familias, clases y castas y, sobre todo de redes. Hay

una til recoleccin de fuentes chilenas en el artculo de Rafael Sagredo B., sobre Elites
chilenas del sigla XIX.44 El recurso a experiencias comparadas ayuda en la descripcin dei
contexto general y en la obtencin de una visin ms global de la problemtica. Se evita, as,
caer en las inter pretaciones nacionalistas, centralistas o hegemonizadoras, que han do
minado el debate de la construccin nacional, hasta dcadas recientes.,

4 Noemi Goldman (editora), Lenguajey revolucin. Conceptos polticos clave en el Ro de la

ta. 1780-1850 (Buenos Aires, Prometeo Ediciones, 2008); y Noemi Goldman y N

Souto, De los usos de los conceptos de `nacin y la formacin del espacio

el Rio de la Plata. (1810-1827), Secuencia, N37 (Mxico, 1997).

Jos Carlos Chiaramonte, Nacin y Estado en Iberoambica. El lenguaje poltico en tiempo]

las independencias (Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 2004), pp. 27-40. 42Marcela
Ternavasio, La revolucin del voto (Buenos Aires, Siglo XXI, 2002).

43 Diana Balmori and Robert Oppenheimer, Family Clusters: Generational Nu

ation in Nineteenth-Century Argentina and Chile, Comparative studies in Sociep)


History, Vol. 21, n 2 (apr. 1979), pp. 231-261.

44 Rafael Sagredo B., Elites chilenas del siglo XIX. Historiografia, Cuadernos de I

tona N16 (1996).

60
Introduccin

Una revisin pendiente

La participacin de las provincias, en un proceso autonmico aparentemente monopolizado


por las juntas y los grupos capitalinos, aparece muy disminuida en la historiografia patria.
Si bien hay monografias que abordan los eventos regionales, lo hacen con una perspectiva
de historia local, esto es, sin significarlos nacionalmente ni alterar el relato tradicional del
perodo.45 Se explica por diversas razones. En primer trmino, en la contribucin de la
historiografia del siglo XIX al relato nacional, las disensiones interprovinciales
contrariaban la visin de la independencia como una guerra patria contra sus enemigos
externos y, ms generalmente, la autoimagen de una supuesta excepcionalidad chilena, en
el concierto latinoamericano. Por otra parte, la actual hipertrofia demogrfica, politica y
econmica de muchas capitales americanas conduce, en un obvio anacronismo, a
sobreestimar su rol en la poca de la configuracin de los Estadosnacin. Estudios actuales
han contribuido a corregir esta distorsin en el caso de pases como Ecuador, Mxico o
Colombia.46 No ha sido todavia, por desgracia, el caso de Chile. Ms que una lectura
regionalista, aquellos trabajos se alimentan en una comprensin ms profunda del juego de
los poderes locales en la tradicin hispana y en el espacio colonial americano, as como de
los planteamientos escolsticos y de ius gentium vigentes en la poca. En el caso chileno,
se ha impuesto la visin, estimulada por la historiografia liberal decimonnica y la
conservadora de corte portaliano, de que los conflictos regionales no fueron
excesivamente gravitantes en

45 Por ejemplo, Hctor Enrique Daz Olivares, Coquimbo en el proceso emancipaor, Revista
Libertador Bernardo OHiggins, afio XIV, n 14 (1997); y Gabriel Guarda G., `La
Independencia y los eclesisticos en la periferia de Chile: Valdivia en: Marcial nchez
Gaete, Historia de la Iglesia en Chile. La iglesia en tiempos de la Independencia (Santia-

go, Editorial Universitaria, 2010), tomo II, pp. 87-133. Dicen Manuel Chust y Jos Antonio
Serrano: La nacin, su alumbramiento, ha

dejado de ser el nico referente para los historiadores. A ella se suman los procesos his-

tricos, los sujetos sociales y los grupos regionales ocluidos durante demasiado tiempo

Ipor el manto nacional. Surge el estudio de la regin, sus movimientos particulares, su

gnesis, y lo hace en muchas ocasiones desde parmetros antagnicos al nacionalismo


triunfante, casi siempre de la capital. Manuel Chust y Jos Antonio Serrano, (eds.)

ebates sobre las independencias iberoamericanas (Espana, Editores Ahila, 2007), pp. 18 y
19.

61
ARMANDO CARTES MONTORY Un Gobierno de los
Pueblos...

la etapa de la conformacin del Estado. Si bien se reconocen fuertes di-

ferencias iniciales, en los albores de la Patria Vieja y diversos episodios de intensa


confrontacin posterior, en general el prisma regional se ha omitido como clave explicativa
del temprano desarrollo republicano. Por el contrarie, aunque finalmente se consolid la
centralizacin no sin varias guerras civiles de por medio pensamos que Chile es un caso
paradigmtico de construccin provincial del Estado. Los ideales revolucionarios surgen con
fuerza politica y claridad ideolgica en los clanes patriotas del sur, en alianza con grupos
santiaguinos. Rpidamente se consolidan tres provincias, que sern los sujetos de la
construccin estatal, una vez superada la fase militar de la independencia y el gobierno de
OHiggins. Intendentes de las provincias de Concepcin y Coquimbo, como Ramn Freire y
Francisco Antonio Pinto D., ocuparn la primera magistratura. En varios momentos,
durante el perodo de los ensayos constitucionales (1823-30), las provincias se administran
autnomamente, por sus respectivas asambleas, sin que opere de facto el Estado central. Las
divisiones territoriales que se ensayan y los textos constitucionales que se proponen, en
fin, dan cuenta del intenso debate y la dispersin del poder, en esta etapa fundacional.
Sostenemos que una perspectiva regional de estos eventos,

liberada de los juicios cannicos de los historiadores clsicos, puede apor-

tar muchas luces a la comprensin del proceso de independencia patria.

El presente texto se inicia con la fragmentacin del poder imperial er

Amrica y su retroversin a las provincias, encabezadas por los cabildc

principales. Concluye con la consolidacin de la independencia, no

del Estado central, a la cada de OHiggins, que coincide con un impor-

tante momento provincial. Se estudian, naturalmente, las postrimeras del ,

perodo colonial y los incipientes procesos identitarios, para comprender

las sociedades regionales y su estructura de poder; en especial, la implantacin de las


intendencias, como una forma todavia imperfecta de admi-

nistracin de las provncias.

En las dcadas posteriores a 1830, luego de la entronizacin dei Estado centralizado, la


historiografia nacional, en general, priva de signi-

ficacin o derechamente omite las controversias interprovinciales, como


factores modeladores o explicativos. En razn del xito del Estado centra

y autoritario en provocar la expansin del territorio y el crecimiento ecc

nmico, sumados a las victorias militares de 1836-39, la historiografia

conservadora confiere el carcter de poca dorada al segundo tercio doe

62
Introduccin

siglo XIX. En las provincias, en tanto, cooptadas socialmente las elites regionales por la
oligarquia santiaguina y derrotadas militarmente, se instala luego el Estado centralizado
sin contrapeso. Desde el nivel central se nombran intendentes y rnunicipios, se divide el
territorio y se controlan los recursos y el presupuesto. Las grandes famlias comienzan su
xodo hacia Santiago, formando redes que les permiten participar, en adelante, del
creciente poder capitalino. La historiografia chilena de la independencia, por su parte, a
pesar de su reconocido desarrollo en el concierto latinoamericano, slo recientemente se ha
hecho cargo de las nuevas perspectivas. Como se sabe, aquella ha sido notable en la
recoleccin de fondos documentales y su publicacin, labor siempre provechosa, que permite
fundamentar adecuadamente trabajos renovadores. En el siglo XIX, la historiografia liberal,
rumada a las memorias histricas publicadas desde 1844 por la Universidad de Chile,
contribuyeron enormemente a plasmar la imagen histrica que el pas tiene de si mismo.47
Una visin panormica de todo el perodo hasta 1830, abundante en datos, aunque poco
interpretativa, es la Historia General de Chile (1884-1902), de Diego Barros Arana
(volmenes VIII a XV). Es una obra escrita con una perspectiva nacional y moderadamente
liberal, en la etapa de la organizacin del Estado y de consolidacin de la nacin chilena. De
ah que no releva ms bien al contrario ni significa la participacin regional, en el perodo que
nos ocupa. Lo mismo puede decirse de los trabajos de Miguel Luis48 y de Domingo
Amuntegui49 y de Benjamin Vicufa Mackenna, sobre la independencia y sobre Diego
Portales y su poca.

Vease, Alamiro de vila Martel, Los estudios histricos en los primeros anos de Chile
Independiente (Santiago, Prensas de la Universidad de Chile, 1947); y Marcela Yentzen,
Construccin de identidad nacional a travs de la narrativa de la Independencia: el caso
chileno (Santiago, Universidad ARCIS, 1996).

48 Miguel Luis y Gregorio Vctor Amuntegui, La Reconquista Esparzola (Santiago, Imp.


Lit. y Enc. Barcelona, 1912); La Crnica de 1810 (Santiago, Imprenta de la Repblica,
1876); La Dictadura de OHiggins (Santiago, Imprenta, litografia y Encuadernacin
Barcelona, 1914).

49 Domingo Amuntegui Solar, El nacimiento de una repblica (1808-1833) (Santiago,


Establecimientos Grficos Balcells, 1930); y Noticias inditas sobre don Juan Martnez de
Ratas (Santiago, Imprenta Cervantes, 1910).

Por ejemplo, Benjamin Vicufia Mackenna, La Guerra a Muerte (Santiago, Imprenta

lio

63
ARMANDO CARTES MONTORY

Un Gobierno de los Pueblos.1

Esta mirada de la historia podra sintetizarse excusando la excesiva i simplificacin en la


defmicin de la independencia como un momento

fundacional, con la Primera Junta como eptome; una mirada antihis-

pana y moderadamente anticlerical; que entiende la historia nacional

como una lucha progresiva para derrotar el monarquismo, consolidar el; orden y la
repblica, superar los provincialismos e incorporar y civilizar a los indigenas.51 En esta
poca, los objetivos de sumar a la plebe al sen.- timiento nacional, subordinar el poder
militar y ocupar efectivamente el territorio declarado -uti possidetis mediante como
propio, se cumplen

en buena medida: una verdadera edad de oro, segn hemos dicho, para

historiografia conservadora, mirada luego con nostalgia, desde el cor

vulso siglo )0(.52

En este siglo, la bibliografia sobre la independencia es abundant-

sima, reflejo del carcter germinal que se le atribuye al evento en

historia chilena y como un mandato a realizar por cada sensibilidad

cada generacin historiogrfica. Mencionaremos slo algunas obra

pues la bibliografia de la emancipacin ya ha sido acometida varia

veces.53 As, para las postrimeras de la Colonia, en el reino de Chile

Nacional, 1868); y El ostracismo del jeneral D. Bernardo OHiggins (Valparaso, Imprent,

Librera del Mercurio, 1860); y Don Diego Portale Obras Completas de B. Vicuik M. (S_

tiago, Ediciones Universidad de Chile, 1937).

51 Una lcida reflexin sobre el papel de la historiografia liberal, en especial sobre obra de
Miguel Luis Amuntegui, en:, Gertrude M. Yaeger, Sobrelleyar el pasad espafiol.
liberalismo latinoamericano y la carga de la historia colonial en el siglo XI)

El caso de Chile, en: Gabriel Cid y Alejandro San Francisco, Nacin y Nacionalismo
Chile, siglo XIX, Vol I., pp. 117-136.

52 Es la perspectiva que asumen los textos de Francisco Encina, como su biogra

de Portales o la propia Historia de Chile; y de Alberto Edwards, La Fronda aristocr

(Santiago, Editorial del Pacifico S.A., 1952) (1 ed. 1928). Vase Cristin Gazmu

R., La Historiografia chilena (1920-1970), tomo II (Santiago, Taurus, 2009), pp. 81-84;

de Renato Cristi y Ruiz Carlos, El pensamiento conservador en Chile, en Eduar

Deves, Jayier Pinedo y Rafael Sagredo, El peuenniento chileno en el siglo XX (Mxico D.1

Fondo de Cultura Econmica, 1999), pp. 81-106.

53 Gonzalo Vial C., Historiografia de la Independencia de Chile, Historia, Vol. (Sa

tiago,1965), pp. 165-190; y Nueva bibliografia sobre las causas de la Independenc


Nacional BACH N 63 (Santiago, 1960), pp. 288-300; Luis Moulian Emparanz
La independencia de Chile. Balance historiogrdfico, (Santiago, Factum ediciones, 1996); y
Ale

jandro San Francisco, La Independencia de Chile, en Manuel Chust y Jos Antor

64
i

Introduccin

son tiles Wadicin y Reforma en 181054 y El Comercio y la crisis colonial, ambas obras de
Sergio Villalobos; la primera resume bien los sucesos de aquel afio, equilibrando los
enfoques previos; la segunda describe el contexto econmico de los anos del proceso
emancipatorio, desestimando las visin tradicional del monopolio comercial espafiol como
causa de la independencia. En los aspectos politicos de las Intendencias y el gobierno
borbnico, pueden seguirse los trabajos de Fernando Campos, Historia Constitucional de
Chile,56 y La Intendencia de Concepcin;57 su Historia de Concepcin58 aunque no es una
obra de carcter interpretativo, entrega informacin sobre los clanes familiares y las
filiaciones politicas de las familias patricias y el clero. Las obras de Reinaldo Mufioz O.,
en especial El Seminario de Concepcin durante la Colonia y la Revolucin de la
Independencia (1572-1813), aportan interesantes datos, con base documental. En el siglo
XX, en general, si bien hay intentos renovadores, desde perspectivas diversas, el grueso de
la historiografia se concentra en los eventos y personajes de la independencia, en especial
en la figura del prcer Bernardo OHiggins. Miradas interpretativa distintas se identifican
en las obras de Alfredo JocelynHolt61, Hernn Ramrez

Serrano, Debates sobre las independencias nacionales (Espana, Editores Ahila, 2007), pp.
119-141.

Sergio Villalobos, Tradicin y reforma en 1810 (Santiago, RIL, 200 [1 ed. 1959]).

ss Sergio Villalobos, El comercio y la crisis colonial (Santiago, Editorial Universitaria,


1990, 2da. ed.).

Fernando Campos H., Historia Constitucional de Chile (Santiago, Editorial Jurdica de


Chile, 1992, 70 ed.).

57 Fernando Campos H., Funcionamiento de la Intendencia de Concepcin 1786-1810


(Quito, Corporacin de Estudios y Publicaciones, 1980).

m Fernando Campos H., Historia de Concepcin 1550-1.970 (Santiago, Editorial


Universitaria, 1989, 4 ed.).

59 Reinaldo Murioz O., El Seminario de Concepcin durante la Colonia y la Revolucin de la


Independencia (1572-1813) (Santiago, Imprenta San Jos, 1915).

60 Nos referimos a las biografias debidas a las plumas de Luis Valencia Avaria, Eugenio
Orrego, Sergio Fernndez, Fernando Campos y Alejandro Witker, entre muchas otras. Nos
remitimos a las bibliografias ya referidas.

Alfredo Jocelyn- Holt L., La independencia de Chile. Tradicin, modernizacin y mito (San-

Editorial Planeta/Ariel, 2001).


65
ARMANDO CARTES MONTORY Un Gobierno de los
Pueblos...

Necochea62, Luis Vitale63, Ricardo Donoso64, Simon Collier65, Gabriel

Salazar66 o el trabajo ms reciente de Eduardo Cavieres.67 JocelynHolt estudia la


independencia en el contexto de la modernidad y el liberalismouperspectiva que siguen
tambin estudios ms actuales, como los recopilados por Ivn Jaksic y Eduardo Posada
Carb68 y tambin por Javier Frnandez S.69 Hernn Ramrez sita la independencia en el
contexto de las revoluciones burguesas y de la teoria de la dependencia;

una perspectiva econmica es tambin la que asume Gabriel Salazar,

poniendo el nfasis en el conflicto entre los grupos de mercaderes

de productivistas.Jos Bengoa y, especialmente, Jorge Pinto introdu

cen, desde una perspectiva moderna, la cuestin mapuche, que result.

muy importante para la regin fronteriza del sur y en la perspectiva d

construir una nacin previamente no integrada, ni territorial ni tnica

mente.

62 Hernn Ramirez N., Antecedentes econmicos de la independencia de Chile (Santiago,


tonal Universitaria, 1959).

Luis Vitale, Interpretacin Marxista de la Historia de Chile. La Coloniay la revolucin de


1810

(Santiago, Prensa Latinoamericana S.A., 1972).

Ricardo Donoso, Las ideal polticas en Chile (Mxico, Fondo de Cultura Econmica,

1967, 2 ed.).

ss Simon Collier, Ideas and politics of Chilean independence 1808-1833 (Cambridge,


Cambridge at the University Press, 1967).

6 Gabriel Salazar, Construccin del Estado en Chile (1800-1837) (Santiago, Editorial


Sudamericana, 2005).

6 Eduardo Cavieres, Sobre la independencia de Chile. El fin del Antiguo Rgimen y los orge

de la representacin moderna (Valparaso, Programa de Estudios Iberoamericanos de


Pontificia Universidad Catlica de Valparaso, Ediciones Universitarias de Valparsi

y el Instituto de Estudios Latinoamericanos de la UAH, 2012).

68 Ivn Jaksic y Eduardo Posada Carb, Editores, Liberalismo y poder. Latinoamrica

siglo XIX (Santiago, Fondo de Cultura Econmica, 2011).

69 Javier Fernndez S., La Aurora de la Libertad. Los primeros liberalismos en el mundo


ibe

ricano (Madrid, Marcial Pons, 2012). 70 Jos Bengoa, Historia del pueblo mapuche
(Santiago, Ediciones Sur, 1996).

71 Jorge Pinto Rodriguez, La formacin del Estado y Ia nacin, y el pueblo mapuche (Sa go,
Centro de Investigaciones Barros Arana, 2003, 2 ed.). Vase, adems, Leuc

Len, OHiggins y la cuestin mapuche, 1817-1818 (Santiago, Akhilleus, 2011).

66
Introduccin

Una reflexin que pretenda apartarse de las miradas edificantes del siglo XIX, necesita
adentrarse en las complejidades de los actores y los intereses en juego. Aunque
tardiamente, as est ocurriendo en Chile con el bajo pueblo72, los militares73, el clero74 y,
segn decamos, con los indgenas. Tambin se ha revisitado la actuacin de los esparioles o,
ms bien, de los absolutistas, el bando vencido en la saga de la independencia.75 En anos
recientes, se han efectuado buenos estudios de historia conceptual, que hemos referido, e
historia de las ideas polificas, los cuales permiten evitar los anacronismos de lenguaje y
facili-

Por ejemplo, Leonardo Len, Ni patriotas ni realistas, el bgjo pueblo durante la


Independencia de Chile, 1810-1822 (Santiago, Centro de Investigaciones Diego Barros
Arana, 2012). Los trabajos de Julio Pinto y Vernica Valdivia Ortiz de Zrate, en especial
Chilenos todos? La construccin social de la nacin (1810-1840) (Santiago, LOM, 2009),
nos llevan a considerar la participacin de la plebe y el factor militar en la construccin de la
repblica.

Vase, Santiago Araneda Espinoza, La Patria Viga en el Bo-Bo, hechos militares (Chilln,
Cuadernos dei Biobo, 2011); Luis Valentin Ferrada Walker, La batalla de Maip
(Santiago, Centro de Estudios Bicentenario, 2010), entre otras obras recientes. Trabajos ms
antiguos son de Jorge Allendesalazar Arrau, Ejrcitd y Milicias en el Reino de Chile
(1737-1815), BACH, afio XXIX, n 66 (1962); Guillermo Arroyo, Historia de Chile.
Camparia de 1817-1818 (Santiago, Soc. Imprenta Litografia Barcelona, 1918); y
Fernando Campos Harriet, Los defensres del Rey (Santiago, Editorial Andrs Bello,

lnd

1958), con interesantes datos biogrficos de oficiales del bando realista, como Antonio
areja Jos Ordfiez, Clemente Lantafio Vicente Benavides, Gabino Ganza y Antoo
Quintanilla, entre varios otros.

Vase, Carlos Silva Cotapos, El clero chileno durante las guerras de la Independencia
(Sanago, Imprenta de San Jos, 1911); Fr. Alfonso Morales Ramrez, Los mercedarios en la
ependencia de Chile (Santiago, Universidad Catlica de Chile, 1958); y Lucrecia Enriuez, El
clero secular de Concepcin durante la revolucin e independencia chilena: propuesta de una
revisin historiogrfica del clero en la independencia de Chile, en Estudios sobre clero
iberoamericano, entre la independencia y el estado-nacin, 1 ed. Valentina Ayrolo
(compilador), (Argentina, CEPIHA, Facultad de Humanidades, Universidad Nacional de
Salta in Salta Capital, 2006). Un texto reciente, que rene valiosos trabajos sobre el tema, es
Marcial Snchez Gaete (Director), Historia de la Iglesia en Chile. La iglesia en tiempos de
la Independencia (Santiago, Editorial Universitaria, 2010), tomo II.

, 7 Cristin Guerrero Lira, La contrarrevolucin de la independencia de Chile (Santiago,


Centro

le Investigaciones Barros Arana, 2002); y Fernando Campos H., Los defensores del Rey
Santiago, Editorial Andrs Bello, 1958).

na Maria Stuven y Gabriel Cid, Debates republicanos (Santiago, Ediciones Universi-

67
ARMANDO CARTES MONTORY

Un Gobierno de los Pueblos...

tan una mejor comprensin de la mentalidad de la poca. Se basan en una exhaustiva revisin
de documentos y de prensa. Est pendiente, en cambio, si las fuentes lo permiten, la revisin
de las prcticas politicas.

Las provincias y el territorio en la organizacin de la Nacin han sido objeto de monografias


relativas a la representacin cartogrfica o a las primeras divisiones administrativas:78 Est
pendiente un estudio mayor sobre las prcticas electorales, como modo de representacin te-

rritorial, sin perjuicio de los trabajos seminales de Samuel Valenzuela.79 En particular,


cuestiones como la representacin provincial y la centralizacin territorial del poder, que se
han tratado erradamente bajo

el comn epteto de federalismo, requieren, en cambio, una revisir

desde el contexto americano o, ms bien, iberoamericano y a la luz

de perspectivas contemporneas. El federalismo propiamente tal, er

cambio, ha sido estudiado para el caso espatio180, las provincial hispa-

noamericanas8 y, por supuesto, Chile. dad Diego Portales, 2012-2013), vols. I y II.

Rafael Sagredo Baeza, La idea geogrfica de Chile en el siglo XIX, Map

N44 (1998), pp. 123-164.

78 Maria Carolina Sanhueza, La primera divisin politica-administrativa de Cl

1811-1826, Historia, N 41, vol. II (2008), 447-493.

79 Samuel Valenzuela, Democratizacin via reforma. la expansin del sufragio en Chile


(Buena

Aires, Ediciones del IDES, 1985).

8 Manuel Chust (ed.), Federalismo y cuestin federal en Esparza (Castelln, Espatia, Publica-

ciones de la Universitat Jaume I, 2004).

81 Para el caso de varios pases americanos, Vase Marcelo Carmagnani, compilador,

Federalismos norteamericanos, Mxico, Brasi4 Argentina (Mxico, Fondo de Cultura Econ-


mica, 1993). Adems, Nettie Lee Benson, La Diputacin Provincialy el federalismo mexicano

(Mxico, El Colegio de Mxico, 1955) (reed. 1994); y Washington Reyes Abadie, Adigas y el
federalismo en el Rio de la Plata (Buenos Aires, Hyspamerica Ediciones Argentina S.A.,
1986).

82 Joaquin Eribaum Thomas, El Federalismo en Chile, 1826-1827 (Santiago, Memoria de

Prueba, Escuela de Derecho Universidad Catlica de Chile, 1964); Sergio Martnez

Baeza, El Federalismo en Chile, Revista Chilena de Historia y Geografia, N 138 (1970),

pp. 104-133; y de Mario Quinzio E, tres artculos publicados en la Revista de Derech

de la Universidad de Concepcin: El Federalismo en IN 191, afio LX (ene-

ro- junio 1992); El Ensayo Federal chileno, N 192, afio LX (julio-diciembre 1992);
Bases y razones geogrficas e histricas del Federalismo en Chile, N 194, afio

68
r

Introduccin

Para los anos posteriores al perodo en estudio, til en cuanto mirada retrospectiva, que
coincidem con el gobierno de Joaqun Prieto, es til la maciza obra de Ramn Sotomayor
V.,83 y la ms interpretativa de Agustin Edwards. La bibliografia sobre Portales y el
perodo conservador, en todo caso, es amplisima.85 Trabajos modernos de valor
interpretativo son los de Alfredo JocelynHolt88, Ana Maria Stuven87 y Simon Collier.88
El primero resalta el papel de la oligarquia, ms que el de un Estado todavia dbil, en la
conformacin de la sociedad y el desarrollo institucional de Chile, en la primera parte del
siglo XIX; Stuven, por su parte, ha puesto el nfasis en la bsqueda del orden, como
objetivo de las elites; Collier, a su vez, complementa su obra clsica sobre Las ideal y la
poltica de la independencia chilena, con un agudo texto sobre el perodo llamado
conservador, en que muestra, con un enfoque renovado, como en la constante tensin entre
orden y libertad se forja la tradicin poltica nacional. Las fuentes chilenas para el presente
estudio se hallan en las colecciones documentales del perodo. Entre las impresas,
mencionemos las Sesiones de los Cuerpos Legislativos de Chile, la Coleccin de Antiguos
Peridicos, el Archivo Higgins, el Archivo del General Jos Miguel Carrera y la Coleccin
de Historiadores y de Documentos relativos a la Independencia de Chile. Tambin se han
publicado, en ediciones ms completas y recientes, los epistolarios

(julio-diciembre 1993). Ramn Sotomayor Valds, Historia de Chile bajo el gobierno del
General joaquin Prieto (4 tornos) (Santiago, Academia Chilena de la Historia, 1962).

84 Agustin Edwards, Cuatro presidentes de Chile (Valparaso, Sociedad Imprenta y


Litografia Universo, 1932), 2 tornos.

Al respecto, pueden revisarse dos estudios crticos: Simon Collier, El conservantismo


chileno 1830-1860. Temas e imgenes, Nueva Historia 7 (Londres, 1982); y Armando
Cartes M., Estadista en forma o falsificacin histrica? Diego Portales ante la historiografia
chilena, en Concepciny el Bicentenario (Concepcin, Departamento de Historia y Ciencias
Sociales Universidad de Concepcin, 2012).

%Alfredo Jocelyn-Holt Letelier, El peso de la noche, nuestrafrgilfortaleza histrica


(Santiago, Planeta/Ariel, 1998).

87 Ana Maria Stuven, La seduccin de un Orden (Santiago Ediciones UC, 2000).

Simon Collier, La construccin de una Repblica. Poltica e ideas (1830-1865) (Santiago,

liciones PUC, 2008).

69
ARMANDO CARTES MONTORY

Un Gobierno de los Pueblos...

cipacin. Las ires provincias histricas, Coquimbo, Santiago y Con-

cepcin, son el fruto de un largo proceso de conformacin poltica

geocultural. Chilo y Valdivia, por su parte, aunque tienen desarrollcl

semiindependientes, en razn del aislamiento fsico, tercian poderosal

mente en el desenlace de las guerras de independencia. La Frontera,

su vez, por sus singularidades tnicas, constituye un territorio nunca

namente integrado, cuyos habitantes, no obstante, influyen con fuer4

en la evolucin del reino y, luego, de la repblica.

Junta o triunvirato: La lucha por la representacin en la Patria Vida, el captj

lo cuarto, expresa la centralidad de la cuestin del reparto territorial de

poder en la primera fase de la independencia. La discusin en torno

si la soberania deba recaer en un pueblo abstracto la nacin o en los pueblos, es decir en las
provincias representadas por sus ciudades prin-

cipales, no era una simple querena terica; reflejaba, por el contrario,

los dos proyectos en disputa: la concentracin del poder estatal en la capital del reino como
ciudad principal, o bien su distribucin territorial a travs de un ejecutivo colegiado, esto es,
una junta representativa de las provincias y un Congreso integrado por diputados
mandatarios de

los partidos. El gobierno cuasiconfederal, que demandaban Coquimbo y Concepcin, se


expresa en sucesivos triunviratos, que aparecen como

la forma ms legtima de la representacin en el perodo. Arreglos de

..., .

contemdo constitucional en un pais todavia no mdepencliente como

la Convencin de las Provincias de 1812, el Proyecto de Juan Egaila de


1811 o el Reglamento Provisorio de Carrera, entre muchos otros documentos y prcticas de
la poca, dan cuenta de la fuerza de la alternativa

de una confederacin. Resultar temporalmente amagada por las dra-

mticas circunstancias de la guerra, que se pele mayormente en el st

y por la derrota de Rancagua.

El Captulo Quinto, rotulado Vidas provincial en una Patria Nueva, da

cuenta de los primeros intentos de organizar politica y constitucional-

mente la repblica, luego del nombramiento de Bernardo OHiggir

como Director Supremo y la Proclamacin de la Independencia en

Concepcin, en 1818. Tras un primer intento de reunir a representan-

tes provinciales para formar un gobierno, a instancias de Jos de So

Martn, le es ofrecida al mismo la repblica absoluta o la dictadur

por una asamblea de vecinos notables de la ciudad de Santiago, mas de

clima a favor de OHiggins. Superadas las urgencias de la guerra, sur


72
r

Introduccin

la demanda por la institucionalizacin del poder. En la mentalidad del Libertador,


originalmente partidario del federalismo, resulta evidente la evolucin hacia el
autoritarismo a la manera ilustrada, a consecuencia de su formacin y de los eventos
americanos, en especial del Ro de la Plata. Estos lo alejan de las formas federales, que
termina identificando con el desorden y la anarquia. Tras su cada, resurgen con fuerza las
demandas provinciales, las que conducen a la formacin de asambleas autnomas y a la
confederacin de facto. Es el fracaso del primer proyecto centralizador, provocado por la
eclosin liberal, antiautoritaria y anticentralista, que domin la opinin durante gran parte de
la dcada de 1820. La independencia no resuelve la situacin de los mapuches que habitan
al sur del BoBo, tampoco lo har la repblica configurada en la Carta de 1833. A esta etnia
se refiere el ltimo captulo, La Frontera, una cuestin pendiente. El problema se proyectar
durante todo el resto del siglo, marcando el avance del gobierno central en trminos de
ocupacin territorial y consolidacin de su proyecto nacional de homogeneizacin cultural. El
recurso retrico inicial a la pica araucana y su uso simblico en las luchas de independencia,
queda rpidamente atrs. El surgimiento de un panten patriota, el avance del discurso de la
barbarie y la incorporacin mayoritaria de los indgenas a las filas monrquicas, son los
factores principales que determinan su exclusin. Cuestiones como su pertenencia a la
nacionalidad chilena y el reconocimiento de derechos de ciudadana a los indgenas,
ofrecidos ya en tiempos de OHiggins, son temas que animan los debates constitucionales
del perodo. Es el territorio, no obstante, el tema ms relevante. El gobierno chileno de
inmediato lo reconoce como propio, pero tardar dcadas

en ocuparlo materialmente, instalando en l al Estado y sus dispositivos.

Ciudadana, nacionalidad y territorio mapuche son, en definitiva, problemas que no pueden


resolverse durante el perodo de organizacin e la repblica. El consenso republicano,
consistente en asimilar por la ducacin, la colonizacin y otros medios a los indgenas, no
alcanza a

Wurnplirse. Se trata, todavia, de una cuestin inacabada y abierta, que

gequiere nuevas respuestas, cumplidos dos siglos de vida independiente.

Nuestro objetivo central, en sintesis, es proponer una lectura regional

del proceso de construccin de Estado en Chile, en la etapa primera de

eind pendencia. En base a elementos como nacin y ciudadana, sor.

73
ARMANDO CARTES MONTORY

Un Gobierno de los Pueblos..

berana, pueblo e identidades, nuestra hiptesis central es que fueron las provincias
principalmente, la de Santiago los actores fundamentales que protagonizaron el proceso
poltico en la temprana repblica. Con ello, pretendemos aportar al debate de las
independencias, desde el caso chileno, considerando los aportes tericos de las nuevas
perspectivas analticas y enfoques de la historia poltica, en materia de conceptos,

ciudadana, soberania e historia regional. Tendremos a la vista, por st

potencial explicativo, las experiencias paralelas de otras naciones ame

ricanas. Intentaremos, en definitiva, una mirada original de la indeper

dencia, a partir de la actuacin de actores y fuerzas regionales.

74
Captulo I

El Camino de los pueblos a la nacin

La nacin, su alumbramiento, ha dejado de ser el nico referente para los historiadores. A


ella se suman los procesos histricos, los sujetos sociales y los grupos regionales ocluidos
durante demasiado tiempo por el manto nacional. Surge el estudio de la regin, sus
movimientos particulares, su gnesis, y lo hace en muchas ocasiones desde parmetros
antagnicos al nacionalismo triunfante, casi siempre de la capital.

Manuel Chust yiros Antonio Serrano, Debates sobre las

independencias iberoamericanas.
Proclamacin de la independencia, e128 de julio de 1821, en la Plaza Mayor de lima. leo
de Juan Lepiani, Roma, 1904.
CAPTULO I

EL CAMINO DE LOS PUEBLOS A LA NACIN

Un mundo en revolucin

El tiempo que cubre el ltimo tercio del siglo XVIII y el primero del siguiente, fue testigo
de las ms extraordinarias transformaciones en el mundo hispanoamericano. En el escaso
lapso de dieciocho anos, una vastsima monarquia, mediando guerras y un intenso debate
ideolgico, dio origen a una decena de pases independientes. Los desafios eran enormes.
Haba que sustituir al rey por unpueblo soberano, organizar una representacin nacional y
asegurarse jurisdiccin sobre sus.propios territorios. La conformacin de nuevos Estados,
asociados a una nacionalidad tambin en ciernes, era una tarea indita y muy compleja; de
manera que pasaran dcadas antes de que pudiera reconstituirse un orden relativamente
estable. Las dificultades no eran slo institucionales. Fue necesario construir una
identidad propia, nacional, a la vez cultural y poltica, que permitiera diferenciarse de los
dems reinos y dominios coloniales, que buscaban tambin convertirse en Estadosnacin, a
pesar de compartir una misma lengua y una herencia catlica e hispana.92 Se vivia una
cultura poltica nueva, inspirada en el ejemplo y las ideologias que promovan la Francia
revolucionaria y el federalismo norteamericano. Igualmente influyente fueron las
tradiciones forales de la pennsula, la escolstica y el liberalismo hispano de corte gaditano,
cuya influencia por fin se est reconociendo. Estas ideas, que invaden con fuerza los
territorios americanos, tensionaron la tradicional estructura de castas, corporativa y
oligrquica, que caracterizaba a las sociedades implantadas en Amrica. La monarquia
espafiola y los imperios atlnticos, para fines del siglo XVIII, mostraban ya mltiples
sefiales de agotamiento, en el campo econmico, cultural, poltico y militar. Puede
discutirse el impacto relativo de las causas la opresin imperial de los Borbones, la revolucin
ideolgica o la situacin europea, no as el inevitable avance de las

Patricio Daza, La produccin de la identidad Nacional Chilena, debates y perspectivas de


investigacin, Historia Crtica (Colombia, Universidad de Los Andes, 1999),

hl 3 - 22.

77
ARMANDO CARTES MONTORY

Un Gobierno de los Pueblos...

autonomias nacionales, gatillado en Espaila por la coyuntura critica de 1808, con la prisin
del rey Fernando VII. El resultado final, esto es, el surgimiento para 1825 de numerosos
Estadosnacin dotados de independencia plena, hoy se estima menos inexorable. Haba
otras opciones. Asi; el modelo gaditano propiciado por los liberales espatioles que
aprobaron la Carta de Cdiz de 1812, imaginaba una confederacin de naciones, espatiolas y
americanas, unidas bajo una monarquia constitucional. Una especie de Commonwealth
hispana. El avance de la insurgencia y la obstinacin absolutista de Fernando VII lo
hicierOn

imposible.

Retrato de Fernando VII con uniforme de capitn general, c.1814-1815, por Vicente Lpez
Portaria, Museo Nacional del Prado, Madrid.

El larvado conflicto que se vive antes de 1808, que se traduce en la difusin de doctrinas
escolsticas subversivas, logias secretas y la

93 Manuel Chust, Independencia, independencias y emancipaciones iberoamericanas:


debates y reflexiones, en Carmen Corona, Ivana Frasquet, Carmen Maria Fernndez (eds.),
Legitimidac4 soberanias, representacin: independencias y naciones en Iberoamrica
(Castelln, Universitat Jaume I, 2009), p. 152. Sobre esta tesis, Vase, adems, Manuel Chust
(coord.), Doceariismos, constituciones e independencias. La Constitucin de 1812y Amrica

(Madrid, Fundacin Mapfre, 2006); y Manuel Chust e Ivana Frasquet (eds.), La patria

no se hino sola. Las Revoluciones de Independencias iberoamericanas (Madrid, Silex,


2012).

78
Captulo I. El camino de los pueblos a la .1facin

actuacin de agentes de las potencias adnticas en los dominios americanos de la Corona,


estalla con la crisis monrquica de aquel ano. Si bien la mayora de los habitantes, entre las
diversas castas y territorios americanos, no alcanza a comprender el alcance de lo que
ocurre, ni estn preparados para abandonar su fidelidad al rey, hay diversos grupos
operando a ambos lados del oceano, para configurar el nuevo orden que imaginan. Los
peninsulares absolutistas, por supuesto, slo buscan preservar el reino hasta el esperado
regreso de Fernando VII. Los liberales moderados, reacios a someterse a Napolen, intentan
preservar la identidad y reconstituir la unidad de la monarquia, ahora en torno a una
Nacin, que rena a los esparioles de ambos hemisferios. Para ello, invitan a los americanos
a reunirse en Cortes, a fin de sentar, en condiciones de igualdad, las bases de la futura
reunin. El resultado es la Ramada Constitucin de Cdiz, de breve vigencia, pero cuya
influencia marcar decisivamente la evolucin politica y constitucional de la pennsula
espariola y el continente americano.94 En Amrica, mientras tanto, operan tambin los
patriotas o insurgentes segui-1 si seguimos la nomenclatura liberal americana o la espariola
cuya aspiracin era la autonomia, pero que pronto devino en la independencia plena. Fue
el liberalismo, con sus distintas variantes y vertientes en constante evolucin, la fuerza
impulsora de la revolucin de las ideas. Garantias individuales, repblica, diputaciones o
participacin electoral eran algunas de las arenas del combate. Otra fue la asignacin
territorial del poder, por largos anos contestada entre las metrpolis americanas, deseosas
de monopolizar el poder devuelto al pueblo, que deba fundirse en la emergente Nacin; y las
provincias, que se juzgaban custodias de un poder ms concreto que correspondia a los
pueblos, a los que decan representar. Una querella tan compleja y en algunas regiones
tan violenta como la que los enfrent a los absolutistas que resistian la emancipacin. De
esta forma, diferencias ideolgicas y de poder separaban a los grupos en pugna, que
finalmente se resolvieron por las armas.

Jos Luis Brey Blanco, Liberalismo, nacin y soberania en la Constitucin espatiola de 1812,
en Maria Isabel lvarez Vlez (Coord.), Las Cortes de Cdizy la Constitucin de 1812: la
primera revolucin liberal espatiola? (Madrid, Coleccin Bicentenario de las Cortes de
Cdiz, Cortes Generales, 2012), pp. 69-108.

79
ARMANDO CARIES MONTORY

Un Gobierno de los Pueblos...

En muchas regiones de Amrica y en la misma Esparia, el itinerario fue similar. A un


primer aire liberal las Patrias Viejas o Patrias Bobas y la breve vigencia de la Carta de
Cdiz le sigui la contrarrevolucin absolutista. La independencia triunfa militarmente y
comienza la nacin su propio camino de imposicin poltica y cultural. Es entonces
nuevamente el liberalismo, en Esparia y en Amrica, el viento que hincha las velas de la
nave de la modernidad. Hacia los anos treinta, sin embargo, con matices regionales, la
reaccin conservadora suspender la concrecin del ideario liberal. En algunos pases, como
Colombia o Argentina, se retomar a zancadas violentas; en Chile, en cambio, el
liberalismo avanza progresivamente, evolucionando desde el mbito doctrinal al
meramente econmico.95 Dominar el campo, para fines del siglo XIX.96 En el esquema
bosquejado, todos los debates de la primera mitad de aquel siglo se enmarcan en esta lucha,
a la vez ideolgi-

ca, poltica y militar.

Victorias y derrotas del primer liberalismo

La influencia del liberalismo en los procesos independentistas y de construccin de Estados


en Amrica, en el plano institucional y cultural, no ha sido valorada con justicia. Las razones
son varias. La propia ambigedad del concepto, atrapado en su propia historicidad y la
diversidad de vertientes que lo alimentaron, explica en parte la confusin. Tampoco hubo
un programa nico de accin, compartido por todos los lderes que empujaron los cambios.
Las diferencias aparecen como muy de fondo y se explican por dos tradiciones
intelectuales divergentes. El liberalismo britnico, en general, busc obtener la libertad a
travs de la limitacin del poder y puede ilustrarse con el modelo constitucional
norteamericano, basado en frenos y contrapesos. Era la concentracin del poder, ya sea en
el monarca o el Estado, la nocin que haba que

95 Eduardo Cavieres, Sobre la independencia de Chile. El fin del Antiguo R,gimen y los
origenes ,

de la representacin moderna, p. 361.

Para una revisin panormica de la evolucin ideolgica y la proyeccin politi; del liberalismo
en Amrica Latina, en diversos momentos del siglo XIX, Vase, Iv

Jaksic y Eduardo Posada Carb, (eds.), Liberalismo y poder. Latinoamrica en el siglo Xl

(Santiago, Fondo de Cultura Econmica, 2011).

80
Captulo I: El camino de los pueblos a la Nacin

combatir si se queria avanzar en la liberacin de la sociedad. Ideas que pueden conectarse


con la doctrina econmica de la mano invisible, esto es, de una ordenacin natural de los
intereses, que la intervencin estatal slo podia distorsionar. El extendido sentimiento
antiautoritario en Chile, durante la dcada de los mios veinte del siglo XIX, con su
rechazo al centralismo y a los ejecutivos fuertes, es expresin de este ideario. Una visin
distinta de la libertad se halla en el enfoque racionalista trances. Influido por los escritos
de Voltaire o Condorcet, concebia a aquela como el control racional del poder, antes que
su sola limitacin. El Estado, en esta perspectiva, en vez de oprimir a los individuos, los
liberaria de sus verdaderos enemigos, heredados del orden feudal: las elites privilegiadas y
los prerrogativas corporativas. Lejos de limitar al Estado, deba ponrselo al servicio de un
inters pblico racionalmente definido.97 As, un Estado fuerte y modernizador, a la manera
ilustrada, como podra calificarse la administracin de Bernardo OHiggins, responderia
tambin a una concrecin del ideario liberal. Estas expresiones aparentemente tan
contradictorias, casi antitticas, alojadas al interior de las tradiciones liberales nacionales
de cada pas, dan cuenta de la complejidad de la construccin de un concepto unvoco. Una
cuestin que caracteriz al liberalismo moderno, por oposicin a las sociedades antiguas, fue
la nocin de libertad individual y su relacin con la participacin poltica. La participacin habra
sido todo el sentido de la libertad para los antiguos. En el mundo moderno, caracterizado
por la proliferacin de los intereses privados, en cambio, la libertad se entendia como el
derecho del individuo a buscar la satisfaccin de sus deseos, ms que la bsqueda del bien
pblico. La participacin en el gobierno del Estado, a su vez, no estaba abierta a todos los
individuos, sino slo a los ciudadanos activos, en la conocida expresin del abate Sieys. La
eficacia de la asamblea legislativa el buen gobierno, en definitiva dependia de la
participacin de miembros competentes

para deliberar en nombre de la nacin.98 Esta nocin del voto limitado,

9 H. S. Jones, Las variedades del liberalismo europeo en el siglo XIX: perspectivas


britnicas y francesas, en Ivn Jaksic y Eduardo Posada Carb (editores), Liberalismo y
poder, p. 46.

98 H. S. Jones, Las variedades del liberalismo europeo, p. 55.

81
ARMANDO CARTES MONTORY

Un Gobierno de los Puebn

no universal, domin el campo liberal durante gran parte del siglo

aunque en permanente tensin con el principio democrtico.

Adicionalmente a ias \Tementes inglesa y irancesa, ei uamaao -priZ

mer liberalismo espariol fue tambin muy influyente en Amrica y er

la misma Europa. Su impacto aparecia negado, en aquel continentd

por el sentimiento antihispano provocado por las guerras de emancipa

cin; en general, su derrota poltica y militar, adems, tendi a reducir

cil la valorizacin de su influjo histrico. En la actualidad, ha sido rec

perado como factor ideolgico y politico relevante, en la plasmaci del desarrollo poltico y
el constitucionalismo de las nuevas repblic

americanas.99

Su contendo poltico equivale a lo que hoy se considera bsico 1

el republicanismo democrtico, esto es, libertades y garantias indil

duales y divisin de poderes, plasmadas en una constitucin escri Ms all de eso, signific una
visin nueva sobre la libertad individu y la igualdad politica, basada en una concepcin del
ser humano co centro de la vida social. Su corolario natural fue la soberania popula

y el gobierno representativo, que se reflejaron en la renovacin de las

instituciones polticas. Estos principios polticos, a partir de 1808, trans-

formaran radicalmente el mundo hispnico. Surgen de la combinacin de muchas fuentes


doctrinales y tradiciones culturales. Las principales,

para el liberalismo espafiol, que identifica Roberto Brefia, son la neoes-

colstica, el pactismo, el iusnaturalismo y el historicismo nacionalista.

99 En el rescate de los aportes del constitucionalismo gaditano y su proyecciOn ameri-


cana, son notorios los aportes de Manuel Chust, en mltiples trabajos; por ejemplo

El liberalismo doceaiiista en el punto de mira: entre mscaras y rostros, Revista

Indias, Vol. LXVIII, N. 242 (2008), pp. 39-66; La notoria trascendencia del constiti

cionalismo doceafiista en Las Amricas, Corts. Anuario de Derecho Parlamentario N 26

Manuel Chust Calero y Jos Antonio Serrano, Nueva Espana versus Mxico: historiografia y
propuestas de discusin sobre la Guerra de Independencia y el liberalismo

doceafiista, Revista Complutense de Historia de Amrica, Vol. 33 (2007), pp. 15-33; Manue

Chust y Jos Antonio Serrano, Debates sobre las independencias iberoamericanas (Espana,
ec

tores Ahila, 2007); Manuel Chust (ed.), Federalismo y cuestin federal en Esparza
(CastellOn

Espaila, Publicaciones de la Universitat Jaume I, 2004); Manuel Chust (Coordinador,


1808, La eclosinjuntera en el mundo hispano (Mxico, Fondo de Cultura Econmica, 2007

Roberto Breria, El primer liberalismo espariol y su proyeccin hispanoamer na, en Ivn


Jaksic y Eduardo Posada Carb, (eds), Liberalismo y poder, p. 70.

82
Captulo I: El camino de los pueblos a la Nacin

A estos elementos deben sumarse la influencia britnica y francesa. El catalizador, en todo


caso, que le otorga contenido poltico, es la guerra en contra de los franceses, vista en
Esparia como la propia guerra de independencia. Con planteamientos de origen tan diverso
se construy la ideologia poltica del doceaffismo espariol, as bautizado por la Carta de
Cdiz de 1812. La neoescolstica aport las nociones de radicacin del poder en el pueblo o la
comunidad, el cual pactadamente es transferido al monarca; la limitacin del poder real y el
derecho de rebelin. El historicismo nacionalista, a su vez, planteaba la historia en
trminos de una libertad perdida, que deba recobrarse. Se recupera la memoria de las
Cortes medievales, cuyas libertades, supuestamente, austrias y borbones haban reprimido
durante siglos. La tensin entre tradicin y reforma, propia de una poca de cambios, se
resolvia recurriendo a una historia maleable como factor legitimante, en la construccin de
un nuevo orden. As se edific el sustento jurdico poltico que dio pie a la transformacin
radical de la monarqua hispnica. La doctrina de la retroversin, en particular, conclua que
por la ausencia del rey Fernando VII, la soberania volvia al pueblo. Los argumentos
entremezclaban la neoescolstica, las leyes medievales, las de Inchas y el iusnaturalismo
moderno. Se impona la concepcin de la monarquia como un agregado de entidades
territoriales con el mismo estatus y, por lo tanto, con iguales derechos. Se trataba de un
argumento vlido en ambos hemisferios pues, para los sbditos americanos, las Indias tenan
el mismo rango que los dems reinos de la Corona espa-

As lo plantearon los diputados chilenos ante las Cortes de Cdiz, exigiendo una
representacin equivalente. El rechazo de la mayora europea, dice Jaime Eyzaguirre, activ
el fuego de la revolucin americana, llevndola del terreno constitucional al campo
separatista.102 De esta forma, la tradicin jurdica americana, dice Roberto Breria, abria
las puertas para pasar de la concepcin de la monarqua plural provincialismo, de aqui a
una defensa ms o menos decidida del au-

1 Enrique Matta Vial, El diputado de Chile en las Cortes de Cdiz, don Joaqun Fernndez de
Leiva, Revista Chilena de Historia y Geografia, N 37 (1920), pp. 307-340 y N 38 (1928),
pp. 56-77.

1 Jaime Eyzaguirre, Idearia y ruta de la emancipacin chilena (Santiago, Editorial


Universitaria, 2000), pp. 121 y 122.

83
ARMANDO CARTES MONTORY

Un Gobierno de los Pueblos.

tonomismo, para arribar finalmente, sin solucin de continuidad a (I

la independencia absoluta respecto de la pennsula.13

Al revisar la actuacin poltica concreta de muchos prceres amei

canos, surge de inmediato una paradoja. Si bien el ideario republicl

no se refleja nitidamente en el desarrollo politico y constitucional, e

avance es dificil y vacilante. Se explica por la tremenda complejida

que resulta de imponer principios e instituciones igualitarias, como SI sufragio universal,


en sociedades estratificadas y com masiva presencia

indgena. Por lo mismo, no es fcil identificar un frreo ncleo liberal en los distintos pases.
Ms bien se observa ambigedad y una evolucin en los discursos y prcticas polticas, que
obliga a matizar la filiacin al ideario liberal de los mismos prceres. La guerra primero y
luego la creciente anarquia que caracteriz los anos de la emancipacin, explican los
retrocesos y las vacilaciones. Resulta claro, en todo caso, que las cuestiones que
condicionan el desarrollo poltico latinoamericano y, en particular, el constitucionalismo,
son las disputas tipicamente liberales. Adquiere importancia, como aspiracin pblica, el
aseguramiento de las libertades y las garantias individuales.104 Los debates se desarrollan
en torno al eje centralismoautoritarismo, expresado en las facultades acordadas al
Ejecutivo y al Legislativo y la organizacin unitaria o federal del Estado. Los desenlaces se
explican, a veces, ms por pugnas

conceptuales al interior del liberalismo que por la esperable dicotomia

con tradiciones autoritarias. A la larga, los valores politicoinstituciona-

les del liberalismo terminarn por imponerse.

En Chile, las ideas liberales penetraron con fuerza, al punto que al :

glo XIX bien puede denominrsele el de la repblica o del liberalismc

Aun cuando en el XVIII el concepto de liberal indicaba la cualidad de

sujeto desprendido y generoso, y as sigui siendo en el siguiente, pror

to se comienza a desarrollar una semantizacin politica del conceptc Ello fue paralelo con
el avance de las ideas de libertad y de repblica
a partir de 1810, explican Moyano y San Francisco, que han estudiac

103 Roberto Breria, El primer liberalismo espariol y su proyeccin hispanoamell

na, en Ivn Jalcsic y Eduardo Posada Carb (eds.), Liberalismo y poder, p. 85. 104 Para una
revisin panormica del constitucionalismo en la regin, durante

poca, Vase, Antonio Annino y Marcela Ternavasio (coords.), El laboratorio consta

nal iberoamericano: 1807/1808-1830 (Madrid, Coleccin Estudios AHILA, 2006).

84
Captulo I: El camino de los pueblos a la Nacin

el trmino. As, la Aurora de Chile declara en su edicin inaugural, que naci para que
anunciase, y difundiese, [y] generalizase las ideas liberales.5

Inicialmente, en Chile fueron Ramados liberales todos los partida-

rios de la revolucin, en cuanto promovan la repblica, la separacin de poderes, el


gobierno representativo y las garantias individuales. De manera que equivalia a ser
patriota, en cuanto los realistas eran ms cercanos al absolutismo. Las divergencias se
produjeron, primero, por el rechazo de los liberales el autoritarismo de los
conservadores y, ms tarde, por la bsqueda de una mayor autonomia del Estado
respecto de la Iglesia, en que aquellos se empeflaron en las dcadas siguientes. Los
liberales, entonces, fueron asociados al exceso y la anarquia, a medida que se
configuraban posiciones ajenas al binomio original de patriotas y realistas. Esto explica
la disvaloracin que mostraron los patriotas por el imaginario liberal espafiol y su falta
de reconocimientos explcitos a los liberales peninsulares. Slo recientemente, explica
Eduardo Cavieres, quien ha estudiado bien el problema, se ha reconocido la contribucin
de Cdiz en el surgimiento del liberalismo y, especialmente, en su relacin con la cuestin de
la representacin.17 El desarrollo poltico concreto del pas aporta elementos que com-

I5 Aurora de Chile, Nociones fundamentales sobre los derechos de los pueblos, N 1,


13-11-1812. Vase Cristina Moyano y Alejandro San Francisco, liberalismo-Chile, en
Javier Fernndez Sebastin, Director, Diccionario poltico y social del mundo
iberoamericano. La era de las revoluciones 1750-1850 (Iberconceptos 1) (Madrid,
Fundacin Carolina, 2009), p. 757; y, de los mismos autores, El liberalismo en Chile en el
siglo XIX. La formacin del concepto, su trayectoria y sus dimensiones, en Javier Fernndez
S., La Aurora de la Libertad. Los primeros liberalismos en el mundo iberoamericano
(Madrid, Marcial

Pons, 2012), pp. 145-180.

Cristina Moyano y Alejandro San Francisco, Liberalismo-Chile, en Javier Fernndez


Sebastin, Director, Diccionario poltico y social del mundo iberoamericano. La era de las
revoluciones 1750-1850 (Iberconceptos 1) (Madrid, Fundacin Carolina, 2009, p. 759.

107 Eduardo Cavieres, Sobre la independencia de Chile. El fin del Antiguo Rgimeny los
orgenes de la representacin moderna, p. 107; y, del mismo autor, Independencia,
liberalismo y Estado. Chile y sus contextos. Problemas y perspectivas de anlisis, en Pedro
Prez H. e Inmaculada Simn Ruiz, (coords.), El liberalismo, la creacin de la ciudadana y
los Estados nacionales occidentales en el espacio atlntico, 1787-1880 (Bucaramanga,
Colombia Universidad Industrial de Santander, Coleccin Bicentenario y Espafia, Instituto
de Estudios Latinoamericanos, Universidad de Alcal, 2009).

85
ARMANDO CARTES MONTORY

Un Gobierno de los Pueblos...

plejizan el anlisis. Los grupos y numerosos personajes se mueven de ur

lado a otro del espectro, estimulados por las circunstancias polticas. El mismo OHiggins,
promotor del primer Congreso y del federalismo, re-

niega luego de ambos conceptos, sin abandonar por ello el campo liberal.

Algo similar puede decirse de Portales, quien parti() liberal moderado,

devino estanquero y termin como pelucn. No fueron los nicos. Re-

cordemos que el Congreso de 1826 se pronunci cari unanimemente por

el federalismo... y luego una gran mayora lo hizo en Sentido contrario,

transcurridos unos cuantos meses. La rpida evolucin de los eventos y la

falta de maduracin de los grupos y las ideal polticas explican la plasticidad de las facciones.

La falia de claridad doctrinaria lleva a Julio Heise a seiialar que los

pipiolos representaban un liberalismo agreste de tipo criollo, un simple progresismo; en


tanto que los pelucones slo encarnaban confusos sen-

timientos tradicionales, por razones ms bien afectivas y emocionales.

Ambas corrientes, hacia 1820, concluye, ms que filosofias, fueron un

sentimiento. Pipiolos y pelucones, en estado embrionario y sin categorias econmicas o


ideolgicas definidas, cambian su composicin fre-

cuentemente. Incurriendo en confusiones o en anacronismos, propios de un desarrollo


posterior, segn Heise, se ha filiado a los aliados de Ramn Freire como liberales y a sus
adversarios como pelucones. La oposicin, en verdad, ms que pelucona, era ohigginista y
entre los ms cercanos asesores de Freire se hallaba Mariano Egaiia, entre otros destacados
pelucones. Estos partieron antiautoritarios, propiciando por ello la cada de OHiggins y la
abrogacin de la Carta moralista de 1823; fueron luego federalistas en 1826. Slo con la
intervencin de Portales se unificarn devendrn autoritarios. Asegurada razonablemente la
independencia en Chile central, en efecto, sus consecuencias democrticas e igualitarias, ai,
amparo de la soberania popular, estuvieron al centro de un debate soste-i nido entre pocas
voces, casi todas provenientes de las familias poderosas

del comercio o del agro. Fueron unnimemente autoritarios con OHiggins, dice Heise, hasta
el ano 1820, antiautoritarios con Freire; fede, ralistas con Infante; partidarios de un
gobierno centralizado con Pinto,

y de nuevo autoritarios con Portales. Cuando parecia que se formarial

108 Julio Heise Gonzlez, Anos de formacin y aprendizaje poltico 1810-1833 (San tia

Editorial Universitaria, 1978), p. 83.

86
Captulo I: El comino de los pueblos a la Nacin

una conciencia partidaria, Portales la parali7, uniendo a la aristocracia. Desaparecieron


conservadores, ohigginistas, estanqueros y federalisptas. Prieto, Bulnes y Montt,
gobernaron sin partidos. Lo que la historia denomina Peluconismo no es un partido; es
toda la aristocracia chilena liunida en torno al gobierno. Con su triunfo quedaba atrs el
idealismo democrtico de la minoria reformista que impuls los principios liberaes durante
la dcada de los ensayos polticos. Durante los veinte anos en que se prolong el primer
impulso liberal, hasta 1830, no resulta evidente dividir en base a sus principios el
programa politico de pipiolos y pelucones. Desde luego no corresponde dividir el campo
entre republicanos y monarquistas, pues todo fueron pronto partidarios de la repblica. As
se destaca en el caso de OHiggins y tambin de Portales. Este fijaba igualmente distancia
de la monarquia y de la democracia y se pronunciaba por la repblica, la cual entendia
como un gobierno fuerte, centralizador, no liberal y con una participacin limitada.n An as,
se trata, en todo caso, de la repblica moderna, que incorpora la soberania popular y el
gobierno representativo, enmarcados en una constitucin poltica. Eran estos los elementos
compartidos del liberalismo chileno. La soberania, en estos mios, se debate entre la
concepcin antigua asociada a los pueblos y comunidades y la ms abstracta que recae en la
nacin. La representacin es vista como salvaguarda contra la tirania y base de la legitimidad
del gobierno. La constitucin es tambin un elemento necesario, tanto para los
conservadores como

109 OHiggins fue consistentemente republicano, a diferencia de varios otros prceres


americanos, an cuando hay quienes han controvertido este rasgo del prcer. Vase, Julio
Alemparte, Carrera y Freire, forjadores de la Repblica (Santiago, Editorial Nascimento,
1963), pp. 211-266.

110 As lo expone en su conocida carta a Jos M. Cea, en marzo de 1822: La democracia,


que tanto pregonan los ilusos, es un absurdo en los pases como los americanos, llenos de
vicios y donde los ciudadanos carecen de toda virtud, como es necesario para establecer
una verdadera Repblica. La Monarquia no es tampoco el ideal americano: salimos de una
terrible para volver a otra y que ganamos? La Repblica es el sistema que hay que adoptar;
pero sabe como yo la entiendo para estos pases? Un gobierno fuerte, centralizador; cuyos
hombres sean modelos de virtud y patriotismo, y asi enderezar a los ciudadanos por el
camino del orden y de las virtudes. Guando se

hayan moralizado, venga el gobierno completamente liberal, libre y lleno de ideales,


donde tengan parte todos los ciudadanos. (Epistolario Diego Portals, t. I, 1821-1832).

87
ARMANDO CARTES MONTORY

Un Gobierno de los Pueblos...

Juan Egaila, autor de la carta del 23, como para los liberales que promovieron la de 1828.
Las diferencias se sitan en los ejes del centralismo y el

autoritarismo y los alcances de las garantias y libertades. La participacin politica, en


cambio, con escacas excepciones, era vista por todos como res-

tringida, pues la libertad necesitaba de todavia inexistentes ciudadanos.

Muchos compartan la visin de Portales sobre el pueblo, expresada er

1822: Cuando se hayan moralizado, venga el gobierno completament,

liberal, libre y lleno de ideales, donde tengan parte todos los ciudadanos.

La dificultad de fondo, como bien ha sei-talado Ana Maria Stuven, radica en la paradoja de
la aceptacin de un sistema republicano propio de la modernidad ilustrada, en sociedades
que quieren conservar vnculos sociales tradicionales. Para la clase dirigente la libertad no
era un derecho absoluto, sino una concesin condicionada. La mantencin de un

orden social que no amenazara su poder como grupo social homogneo,

era clave en sus propuestas sobre la organizacin institucional del estado

republicano. Era esta una consideracin ms fuerte que cualquier dife-

rencia de tipo ideolgica.

Un balance del liberalismo temprano en Chile debe ser favorable. Ni como programa
politico ni como ideologia puede estimrsele una imposibilidad histrica. Por el contrario, a
pesar de las dificultades y las derrotas politicas y militares que experiment, su ideario
termin imponindose en los niveles ms amplios. A travs de la prensa, libros y panfletos,
perme a la opinin pblica, alcanzando a sectores sociales que excedieron con mucho a las
lites. La construccin nacional est impregnada de su legado combativo: impuls
constituciones, sistemas electorales, congresos y medios de prensa, al igual que en todo el
continente. Las luchas religiosas, la abolicin de la esclavitud y la lucha por los derechos
individuales llevan

su seio. Lo mismo puede decirse del discurso anticentralista y antiautori-

tario, que domin los debates polticos del Chile de 1820. En suma, dej

,.
un legado muy concreto, en trminos de instituciones y de cultura poliu-

Ana Maria Stuven V., Republicanismo y liberalismo en la primera mitad del si!1

XIX: hubo proyecto liberal en Chile?, en Manuel Loyola y Sergio Grez, compli

dores, Los proyectos nacionales en el pensamiento poltico y social chileno del siglo XIX
(Santil

Univ. Catlica Silva Henrquez, 2003), p. 11.

88
Captulo I: El camino de los pueblos a la Nacin

ca. Sin l, concluyen Jaksic y Posada Carb, no hay explicacin para el (icsarrollo de la
democracia en el continente.112

Rumbo a la nacin

El surgimiento de naciones modernas en Amrica, a partir del poder compartido por la


monarquia y las oligarquias locales, fue una complej a operacin, a la vez politica y
cultural, asociada a las independencias. El desenlace del proceso y la actual consolidacin
de la mayora de los Estadosnacin resultantes, ocultan las ambigedades y vacilaciones que
debieron superarse. La primera cuestin que se plantea es si exista un sentimiento nacional
previo a la emancipacin, cultural y territorial, en los futuros pases, que sirviera de causa
eficiente de la misma; o si bien aquel sentimiento fue construido con posterioridad,
desde el Estado independendizado, a fin de favorecer su legitimacin, mediante una
ideologia nacional transversal y compartida. La primera es la visin esencialista de la
nacin, entendida como algo natural

e inmutable, sostenida siguiendo a Carlos Barbe por los Ramados

primordialistas; y la segunda es la mirada modernista.113

Es indudable que en los Estados que surgen tras las independencias,

existen antecedentes prepoliticos o prenacionales, que configuran una identidad comn. En


Chile se han identificado en los escritos de los

jesuitas caiados y en otros textos ilustrados. Pero en la idea de nacin

hay algo nuevo, que no puede desprenderse si() de fuerzas dormidas, 1propias del
historicismo nacionalista. La nacin moderna, aclara Getllner, es la consecuencia de una
nueva forma de organizacin social, balada en una cultura altamente educada, hondamente
enraizada y

protegida por su propio Estado. Para ser efectivo, reelabora algunas

ide las culturas preexistentes y las vuelca en el marco de un Estado de

112 T;1..,,..1,....,..., dl

man. Jaum.L. y L:duttaltl1J L uaaua S.-U:111J, ./.,VG,L.Latft,y1.0V1.4../ F.

13 Carlos Barbe, Conflictos de identidad y supervivencia de los estados nacionaks. Italia,


Espana,

Francia y Argentina, Instituto de Relaciones Internacionales (La Plata, Universidad Na-


;ional de la Plata, 2000), p. 15. Aunque la distincin no es tajante, entre los primor-

Calistas podemos citar a Walker Connor, Adrian Hastings, Liah Greenfeld, Anthony

). Smith. Entre los modernistas hallamos a Ernest Gellner, Benedict Anderson, Eric

3bsbawm, y el mismo Carlos Barbe.

89
ARMANDO CARTES MONTORY

Un Gobierno de los Pueblos...

dimensiones viables.4 Aunque antes de la Revolucin Francesa haba

expresiones fugaces del sentimiento patrio, las naciones de ciudadanc

a gran escala no pueden nacer sino en la era de la industrializacin

la democracia.15

Benedict Anderson, en su obra clsica sobre el nacionalismo, define

la nacin como una comunidad poltica imaginada como inherer

temente limitada y soberana. Sus miembros no se, conocen entre pero en cada uno vive la
imagen de su comunin.116 La nacin

limitada en cuanto debe coexistir con otras y es soberana, pues surge cc

el ocaso de los reinos dinsticos, de manera que asume la titularida

del poder. Eric Hobsbawm, en su libro Naciones y nacionalismo desde 1;

por su parte, sei-laia la dificultad de definir la nacin, esto es, de descobrir un criterio
satisfactorio que permita decidir cul de las numero-

sas colectividades humanas debera etiquetarse de esta manera.17

palabra Nacin, afiade, aunque es de origen latino, aparece en la leni

castellana en el siglo XV, al igual que identidad, en tanto que nacionalid

surge en el siglo XVII. De manera que eran todos vocablos comune en el idioma
castellano mucho antes de las independencias latinoame

ricanas. Recin en 1884, sin embargo, ya muy avanzado el siglo XI

figura el trmino nacin con su acepcin de gobierno en el Diccionar

de la Real Academia Espafiola. La transicin lingstica del concept

desde el simple significado tnico al moderno, asociado a un territor

y un gobierno, es paralela a su evolucin poltica.


Ya desde la Revolucin Francesa, a fines del siglo XVIII, en toc

caso, con la Declaracin de Derechos de 1795, comienzan a asociar

las ideas de pueblo, Estado y nacin. Para entonces, sostiene Jos G-

los Chiaramonte, coexistan todavia dos acepciones del trmino nacii

lo que marca el perodo de las independencias iberoamericanas: ur

antigua, de races tnicas, lingsticas y culturales, que no implicai

el gobierno de un territorio y, en seguida, la nueva acepcin revoo

14 Ernest Gellner, Naciones y nacionalismo (Buenos Aires, Alianza, 1991), p. 1.

5 Anthony Smith, La identidad nacional (Madrid, Trama Editorial, 1997), p. 39.

16 Benedict Anderson, Comunidades Imaginadas. Reflexiones sobre el origen y la dl!,

nacionalismo (Mxico, Fondo de Cultura Econmica, 1993), p. 23.

17 Eric Hobsbawn, Nacionesy Nacionalismos desde 1789 (Buenos Aires, Ed. Crtica,
p. 13.

90
Captulo I. El camino de los pueblos a la Nacin

cionaria, que radicaba ahora en la nacin la soberania real.118

Una e indivisible a partir de la independencia, esta nacin se volvi() excluyente de la


legitimidad de otras entidades naturales, como los pueblos, para actuar como soberanos.
Sostena, de esta forma, los afanes centralizadores de los conductores capitalinos del
proceso de construccin nacional. Definidos los alcances polticos de las nuevas naciones,
resulta difi-

cil de explicar su temprano surgimiento en el continente americano, mucho antes que en la


mayor parte de Europa. Regiones que haban estado por siglos sometidas a la autoridad del
monarca espariol, bajo un mismo idioma y religin, ahora reivindicaban una nacionalidad
distintitiva y singular. El problema en Amrica Espariola, deca bien

FranoisXavier Guerra, no consistia en la formacin de Estados a partir de nacionalidades


diferentes, sino en como construir `naciones separadas a partir de una misma
`nacionalidad hispnica.119 e:Cmo se explica que los criollos, una oligarquia que se
ensefloreaba sobre grandes masas de indgenas y de campesinos, los llamasen ahora con-

nacionales y los estimasen sus iguales? A priori, parece dificil compren-

er que el subcontinente halla podido fraccionarse en tantos Estados y

amar a los esparioles sus enemigos.

La independencia misma podra entenderse por razones econmi-

s, ideolgicas y politicas, relacionadas con el monopolio y el control

perial, el deseo de autonomia o las ideas liberalizadoras de distinto

uno. Estos factores no bastan, sin embargo, para explicar la transi-

[(Sn poltica y el sentimiento nacional que viabilizaron a pases como

ile, Ecuador o Mxico. Ms relevante habra sido el hecho de que

da una de las repblicas sudamericanas fuese, en su origen, una uni-

d administrativa colonial, ms conectada con los puertos de Esparia

Jos Carlos Chiaramonte, Araciny Estado en Iberoamrica. El lenguaje poltico en tiempos de

independencias (Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 2004), pp. 27-40. V, Noemi


Dldman, y Nora Souto, De los usos de los conceptos de nacin y la formacin del pacio
politico en el Rio de la Plata (1810-1827), Secuencia, N 37 (Mxico, 1997).
ILa situacin de la Amrica hispnica representaba la ruptura de un conjunto poli-

plural dotado, sin embargo, de una gran homogeneidad cultural. Franois-Xavier

berra, Las mutaciones de la identidad en la Amric Hispnica, en Franois-Xa-

KGuerra (editor), Inventando la Nacin (Mxico, Fondo de Cultura Econmica, 2003),

1187.

91
ARMANDO CARTES MONTORY

Un Gobierno de los Pueblos...

que entre si. Las caractersticas regionales, es decir, elementos geoculturales, influyeron en
la formacin de lo que Eric Hobsbawm llama `protonacionalismo para describir el
antecedente de las naciones. Se refiere a los lazos preexistentes que podran movilizar
sentimientos de pertenericia colectiva y que podran funcionar para armonizar con estados
y naciones modernas. Entre estos, sefiala el territorio, la lengua, la etnicidad, la cultura, la
religin y el ms decisivo la conciencia de pertenecer o de haber pertenecido a una entidad
poltica duradera.120 El protonacionalismo, apoyado por smbolos y liturgias republicanas,
movilizaba los sentimientos existentes de comunidad, hasta encauzarlos en la ruta hacia el
Estado nacin moderno. El caso argentino es muy ilustrativo. Las Provincias del Plata
tempranamente se organizan en juntas y se levantan en armas contra Espana. Hay una
indiscutible identidad criolla, liberal, surgida en los grandes espacios abiertos de las
pampas y el puerto de Buenos Aires, que condicionan a la sociedad que se forma en la
futura repblica federal. La nacin argentina, no obstante, tarda mucho en cuajar y ha dado
lugar a debates, que prueban la polisemia y complejidad de la nacin, en los tiempos de la
organizacin de los Estados. La historiografia tradicional, representada por Bartolom Mitre o
Vicente Fidel Lpez, afirman que la nacin argentina nace con la revolucin (1810) o incluso
es anterior a ese acontecimiento. Dicha interpretacin proyecta su vigencia a lo largo del
siglo )0(.121 En las ltimas dcadas, se ha impuesto una visin distinta, segn la cual las
naciones seran construcciones artificiales. El replanteo de la historiografia argentina
reconoce su origen en dos investigaciones claves: el libro de Oscar Oszlak, La formacin
del Estado argentino. Orden, progreso y organizacin nacional, publicado a mediados de
los anos 80122 y el libro de Jos Carlos Chiaramonte, Ciudades, Pro-

vincias, Estados: orgenes de la nacin argentina (18001846). En mltiples

~w

Captulo I. El camino de los pueblos a la Nacin

1 Eric Hobsbawn, Naciones y Nacionalismos desde 1789, pp. 55 y ss.

121 Pablo A. Chami, Xacin, identidad e independencia, en Mitre, Levene y Chiaramonte


(Buen

Aires, Prometeo Libros, 2008), p. 36.

122 Oscar Oszlak, La formacin del Estado argentino. Orden, progreso y organizacin na

(Buenos Aires, Ariel, 2012) y, del mismo autor, Para una historia de la formacin del
argentino (Buenos Aires, Editorial Planeta, 2007). 123 Jos Carlos Chiaramonte, Ciudades,
provincias, Estados: Orgenes de la Nacin ar,

trabajos posteriores, el ltimo autor ha difundido estas ideas. En una obra posterior,
Araciny Estado en Iberoamrica. El lenguaje poltico en tiempos de las Independencias, se
propuso reconstruir lo que significaron aquellos conceptos para las elites que lideraron las
independencias iberoamericanas.125 Historiza las distintas acepciones que tuvo el trmino
nacin, durante el siglo XVIII y la primera mitad del siglo XIX. Concluye que, si bien
aparece en un primer momento en su acepcin tnica y cultural, desvinculada del concepto de
Estado, entendido como comunidad politica, progresivamente se estableci una sinonimia
entre los dos conceptos, prevaleciendo el de Estado. Su fundamento se encontraria en el
iusnaturlismo y el derecho de gentes, como fuente de legitimacin, por tratarse de una
creencia bsica compartida. Sus elementos centrales fueron la indivisibilidad y la
retroversin de la soberania y el contractualismo. Para Chiaramonte, la nacionalidad
argentina es el punto de negada de un proceso basado en identidades articuladas a partir
de las ciudades repartidas por el territorio virreinal; muy en linea con las interpretaciones
del Imperio Espafiol, ms que como un Estado, un conglomerado de culturas, de
jurisdicciones y de regiones. La forma identitaria primaria en que se reconocan los
habitantes de las extensas posesiones de Espafia en Amrica
era aquella que les trazaba un vinculo de pertenen-

(1800-1846) (Buenos Aires, Biblioteca del Pensamiento argentino, I, 1997).

1 Por ejemplo, Jos Carlos Chiaramonte, Estado y poder regional: constitucin y naturaleza
de los poderes regionales, cap. V, en Historia General de Amrica Latina, vol. VI, La
construccin de las naciones latinoamericanas (Ediciones Unesco/Editorial Trotta, 1999);
La formacin de los Estados Nacionales en Iberoamrica, Boletn del Instituto de Historia
Argentina y Americana, Tercera Serie, n 15 (1997); Jos C. Chiaramonte, y Nora Souto, De
la ciudad a la Nacin. Organizacin poltica en la Argentina (Buenos Aires, Capital
Intelectual, 2010); y La cuestin regional en el proceso de gestacin del estado nacional
argentino. Algunos problemas de interpretacin, en Marco Palacios (compilador), La
unidad nacional en Amrica Latina. Del regionalismo a la nacionalidad (Mxico, El Colegio
de Mxico, 1983).

Jos Carlos Chiaramonte, Nacin y Estado en Iberoamrica. El lenguaje poltico en tiempos

de las indeperidencias (Buenos Aires, Ed. Sudamericana, 2004). Una ilustrativa reserva en

arfo Gluck, Nacin y Estado en Iberoamrica. El lenguaje poltico en tiempos de

Independencias, por Jos Carlos Chiaramonte, Historia Constitucional, N 6 (2005)

J://hc.rediris.es/06/index.html (2011).

c7

93
ARMANDO CARTES MONTORY

Un Gobierno de los Pueblo.s..

cia a una ciudad. Por la propia dinmica revolucionaria, la provincia

habra sucedido a la ciudad como matriz identitaria primordial. Surgi

as, con los Estados provinciales, una forma de identidad no slo pre

via a la nacional, sino alternativa a ella. El autor lleva este argumentc

hasta sul ltimas consecuencias, al establecer la existencia de un mc

mento confederal, que tuvo lugar cuando las 12 13 provincias que

entre 1820 y 1853 se repartieron el territorio de las Provincias Unida

conformaron estados soberanos de pleno derecho. El Estado centra

en consecuencia, procederia de los Estadosprovinciales, en lugar

proceder estos de la subdivisin centrfuga de un Estado central pr

existente. Esas Provincias Estado, insina Chiaramonte, pudierc

constituir una alternativa al desarrollo politico y constitucional que

nalmente imprimi al Estado argentino su carcter excesivamente cer

tralizado. Pero an en el caso argentino, ms larga y profundament

dividido que Chile por los intereses provinciales, haba un germen

identidad politica transregional y transmunicipal. De otra forma, cor

cluye Myers, no se explicaria porque respondieron los representante

de las distintas ciudades del interior, en 1810, a la convocatoria lanzac

por la antigua capital virreinal.126

La nacin en Chile, por su parte, evoluciona politica y conceptua

mente, con el avance de las ideas revolucionarias. En la colonia,

trmino refiere ms bien a una comunidad cultural, que permite tinguir el Chile criollo de
los pueblos originarios. Para el trato con e

se designaban Comisarios de Naciones y se organizaban parlamentc

El abate Juan Ignacio de Mofina, en su Compendio de la Historia Civil

Reino de Chile (1795), se refiere a las naciones salvajes, las cuales

dividen en tres naciones pueblos, que son los Araucanos, los Cunchos

los Huillichies y afiade que, en virtud de su lengua comn, parece qu en los primeros
tiempos no se hubiese establecido en Chile ms qu

una sola naciOn.1

126 Vease, Jorge Myers, Una cuestin de identidades. La bsqueda de los origer

la Nacin Argentina y sus aporias: Jose Carlos Chiaramonte y su libro Ciudades, i

cias, Estados: Orgenes de la Nacin Argentina (1800-1846) (reserva), http://foroiberoid

cervantesvirtual.com/resenias/data/37.pdf (2011), p. 9.

127 Juan Ignacio Mofina, Compendio de la htoria geogrfica, natural) civil del Reyno de I

(Primera Parte, Santiago, Biblioteca del Bicentenario, 2000) (edicin facsimilar


94
Captulo I. El camino de los pueblos a la Nacin

Despus de 1810, la nacin se politiza semnticamente, para refle-

jar las nociones emergentes de patriotismo, patria o pueblo y se utiliza

como herramienta de transformacin politica.128 La Carta de Cdiz, en 1812, consolida la


nacin moderna y sus ntidos ecos llegan con la Patria Nueva.129 La Constitucin de 1822,
en efecto, reafirma el nuevo contenido del trmino, parafraseando casi la Carta gaditana.

CONSTITUCIO

POLITICA

DE LA MONARQUI.

ESPANOLA..

PD0111t/LGADA EDI CAD

512;~

Constitucin Poltica promulgada en Cdiz, en 1812.

La nacin chilena, dice el artculo primero, es la unin de todos los

lenos; en ella reside esencialmente la soberania, cuyo ejercicio dele-

conforme con esta constitucin; a continuacin identifica al pais

incipado con la nacin: La nacin chilena es libre e independiente

monarquia espatiola y de cualquier otra potencia. Estos concep-

se reiterarn en las constituciones de 1823 y 1828. En la ltima,

obstante, reflejo de las complejidades de un Chile porfiadamente

ltitnico y multicultural, hay grandes debates, que luego veremos,

)re la cuestin de la unidad de la nacin, versus la pluralidad que

en Madrid, en 1788), p. 12.

abei Torres, Nacin-Chile, en Javier Fernndez Sebastin, Director, Diccionario

co y social del mundo iberoamericano, p. 894.


itonio Fernndez Garcia, editor, La Constitucin de Cdiz (1812) (Madrid, Editorial

Lia, 2010).

95
ARMANDO CARTES MONTORY

Un Gobierno de los Pueblos...

representan los pueblos indgenas. Ya antes, en la administracin

Ramn Freire, se haba decretado reemplazar la voz patria por Chile, er

todos los actos civiles y militares, a fin de nacionalizar cuanto ms

pueda los sentimientos de los chilenos. Se trataba de configurar ur

nueva identidad politica, extendiendo la de los patriotas vencedores

todos los habitantes del nuevo Estado nacional)

En relacin al origen del sentimiento patrio, en Chile ha primac

la visin tradicional, que concibe el proceso de independencia como

consecuencia poltica de la progresiva toma de conciencia naciona

en las colonias. Es la visin de Gonzalo y tambin de Ricar

Krebs. Para este, a fines de la Colonia los habitantes cultos estaban cor

vencidos de la belleza y feracidad de Chile, como un pais casi Uni(

e incomparable, perfectamente individualizado, distinto de otros pa

ses americanos o europeos, si bien advierte que era un sentimient carente de proyeccin
terica y, por cierto, de todo significado poli

tico.132 Es un elemento presente en los cronistas, en especial en lc

jesuitas exiliados, pero tambin en intelectuales de formacin ilustraC

como Juan Egafa, quien sostenia que el carcter nacional chileno

hallaba influido por factores geogrficos, como el clima y la extensii

del territorio.33 En cualquier caso, sostiene Krebs, cualesquiera sea

los factores que incidieron en la independencia y a pesar de las riva

dades regionales, en el momento de iniciarse el proceso emancipator


el chileno tena ya una cierta conciencia de su ser individual. Hal

1 Vase, Conceptualizar la identidad: patria y nacin en el vocabulario chileno

siglo XIX, Gabriel Cid y Isabel Torres Dujisin, en Gabriel Cid y Alejandro

Francisco, Nacin y Nacionalismo en Chile, siglo XIX (Santiago, Centro de Estudios Bi

centenario, 2010), Vol I., pp. 23-51.

131 Gonzalo Vial Correa, La formacin de las nacionalidades hispanoamericanas como


causa de la independencia, Boletn de la Academia Chilena de la Historia, N 75 (1966),
pp. 110-144.

132 Ricardo Krebs, Orgenes de la Conciencia Nacional chilena, en Gabriel Cid y


Alejandro San Francisco (editores), Nacin y Nacionalismo en Chile, siglo XIX, Vol I, p. 7;
y, del mismo autor, Identidad chilena (Santiago, Centro de Estudios Bicentenario, 2008).

ani133 Mario Gngora, El pensamiento utpico en el pensamiento de Juan Eg

Mario Gngora, Estudio de historia de las ideas y de historia social (Valparaso, Edi

Universitarias de Valparaso, 1980), pp. 207-230.


96

~
r

Captulo I: El camino de los pueblos a la Nacin

un sentimiento patrio que iba ms all de los estrechos limites de la patria pequei-ia y que
abarcaba todo el territorio en que hasta entonces se haba desarrollado la historia de Chile,
comprendiendo este espacio geogrfico como una unidad. 134 Una voz disidente, de
mucha influencia, es la afirmacin de Mario Gngora, contenida en su conocido ensayo,
segn la cual el Estado hizo la nacin.1 Aunque se aparta de la visin tradicional, tiene un
punto en comn, en cuanto vincula el anlisis de la identidad y la nacin dentro de la lgica de
la instauracin y consolidacin politica e institucional del Estado. Ms recientemente, se ha
controvertido la idea de una temprana identificacin con el Estado, desde la perspectiva de
los sectores populares. Estos habran participado mayoritariamente, en la guerra de
independencia, en el bando realista o mediante levas obligatorias. La intensidad de la
desercin y la resistencia seran prueba del desafecto a la causa de la emancipacin.137 Es la
tesis de Julio Pinto y Vernica Valdivia.138 Slo para la Guerra con la Confederacin, hacia
1836, habra de germinar un sentido de identidad patritica en el bajo pueblo.39 Es
dudoso, en todo caso, que la resistencia a participar en la lucha armada pruebe la
existencia o inexistencia de un sentimiento nacional, pues la desercin es importante
siempre que se opera con ejrcitos milicianos, en condiciones tan precavias como las que
asolaban las provincial del sur, escenario de la guerra, en la Patria Vieja y la Patria Nueva.
Adems, los que se batan por el rey, en especial en el segundo perodo, crean

134 Ricardo Krebs, Orgenes, p. 21. 1 Mario Gngora, Ensayo histrico.. 13 Gabriel Cid y
Alejandro San Francisco (editores), Nacin y Nacionalismo en Chile, siglo

XIX , pp. XV, vol I.

37 Leonardo Len, Ni patriotas ni realistas, el bafo pueblo durante la Independencia de


Chile,

910-1822 (Santiago, Centro de Investigaciones Diego Barros Arana, 2012).

Julio Pinto Vallejo y Vernica Valdivia Ortiz de Zrate, Chilenos todos? La construccin

al de la nacin (1810-1840) (Santiago, LOM, 2009).

) Gabriel Cid y Alejandro San Francisco, Naciny Nacionalismo en Chile, siglo XIX, Vol.

, p. XVIII. Idea que debe ser matizada con aproximaciones ms actuales, como las

sarrolladas por el mismo Gabriel Cid en su libro La Guerra contra la Confederacin.

;Mario nacionalista y memoria colectiva en el siglo XIX chileno (Santiago, Ediciones Uni-

ersidad Diego Portales, 2011).


97
ARMANDO CARTES MONTORY Un Gobierno de las
Pilo

to1~

4~

estar hacindolo por la patria, frente a un ejrcito insurgente o invaso Si es efectivo que la
incorporacin de la plebe a la comunidad nacional en esta etapa, slo se realiz desde una
dimensin simblica y cultural, no poltica ni ciudadana.140 Queda la duda si podia haberse
obrado de otra forma. En definitiva, en Chile, aunque coexistan identidades mltiples,
como en toda Iberoamrica, haba un ms marcado sentido nacional, que facilit la
construccin estatal. Pronto se habl del pueblo chileno. A finales del siglo XVIII, segn
FranoisXavier Guerra, slo dos reinos americanos podan equipararse con los peninsulares.
Chile era uno y se deba a su aislamiento geogrfico y a Ia cohesin de una poblacin reducida
y homognea.141 A una nacin germinada tempranamente se sum el impulso deliberado de
los idelogos de la revolucin, obrando luego desde el Estado, una vez instalados en el
gobierno.142 La nacin unitaria fue un argumento recurrente en las disputas por la
centralizacin del poder; finalmente se impondra, como nica e indi-

visible, en la Carta de 1833.

Los espacios regionales americanos en la transicin republicana

Durante los siglos coloniales, las regiones americanas fueron configu-

rando una estructura econmica y social peculiar, as como una identi-

dad propia, favorecida por las dificiles comunicaciones y el aislamiento.

Normalmente, las relaciones eran ms cercanas con los funcionarios

imperiales en Amrica, que con las autoridades de la pennsula. El Vi-

rreinato o la Capitania General representaban la realidad del poder

4 Julio Pinto Vallejo y Vernica Valdivia Ortiz de Zrate, Chilenos todos? La construcc,

social de la nacin, pp. 41-50.

141 Franois-Xavier Guerra, Las mutaciones de la identidad en la Amrica Hispnica, en


Franois-Xavier Guerra (editor), Inventando la Nacin (Mxico, Fondo de Cultu-

ra Econmica, 2003), p. 191.


142 Vase, Alfredo Jocelyn-Holt, dUn proyecto nacional exitoso? La supuesta exc

cionalidad chilena y, de Alejandro San Francisco, La excepcin honrosa de paz

estabilidad, de orden y libertad. La autoimagen poltica de Chile en el siglo XIX,

Gabriel Cid y Alejandro San Francisco (editores), Nacin y Nacionalismo en Chile, XIX,
Vol I, pp. 55-84.

98
~I

Captulo I. El camino de los pueblos a la Aracin

Para vastas provincias. Las grandes transformaciones del perodo tardo colonial, como las
reformas borbnicas o las independencias, fueron enfrentadas por los sbditos americanos
desde su particular situacin tnica, regional o social. Por estas razones, un enfoque
provincial de los procesos, en base a la situacin de los espacios regionales, otorga una
perspectiva til de anlisis. Pasemos revista, por ende, a la situacin de los dominios
sudamericanos en la transicin republicana. Resultar evidente que las cuestiones
interprovinciales y la reasignacin del poder entre las capitales y las provincias, revisten
tanta o mayor gravedad que la lucha por la independencia de la metrpoli hispana. Con la
desintegracin del poder espafiol, surge la cuestin de la reconfiguracin del poder estatal. Los
antiguos virreinatos y las audiencias intentan sustituir el poder imperial, en un doble
proceso de fragmentacin y metropolizacin. Otras provincias, en cambio, sintindose
sojuzgadas, vieron la emancipacin como una oportunidad de obtener autonomia o, a lo
menos, una participacin equitativa en el proyecto de construccin de un nuevo Estado
nacional. Las independencias no representaron una verdadera ruptura en la evolucin
socioeconmica de las futuras naciones. Fueron, ms bien, el catalizador de una evolucin
de la cultura politica, compuesta de continuidades coloniales y diferencias provinciales, que
explican la estructura geopolitica que finalmente adoptaron los antiguos dominios. Estas
persistencias y diferencias, sobre las que se fundan los actuales Estados, se proyectan, en
muchos casos, hasta el presente. Durante siglos, las posesiones espafiolas en Amrica
formaron parte de una monarquia universal, es decir, una especie de confederacin de
reinos y territorios dispersos en varios continentes. Si bien la subyugacin era tambin poltica
y militar, la verdad es que, durante la mayor parte del Antiguo Rgimen, la monarquia
espafiola no mantuvo un ejrcito regular en Amrica, ni tuvo los recursos para dominar el
Nuevo Mundo por la fuerza. La lealtad de los pueblos de la regin fue, en buena medida,
producto de una cultura politica compartida y de lazos sociales y econmicos? Los
funcionarios imperiales se involucraban en actividades comerciales y se relacionaban
socialmente con las

143 Jaime E. Rodriguez O., La revolucin poltica durante la independencia. El reino de


Quito 1808-1812 (Quito, Corporacin Editora Nacional, 2006), pp. 35 y 36.

99
ARMANDO CARTES MONTORY

Un Gobierno de los Pueblos...

familiar patricias a1 punto que, en la prctica, cumplian un rol de me-

diacin entre la Corona y los intereses locales. En forma creciente, las

plazas funcionarias eran llenadas con criollos y en sus mismas regiones

Para la dcada de 1760, la mayora de los oidores de las audiencias de

Lima, Santiago y Mxico eran hispanocriollos, conectados por lazc

de amistad o de inters con la lite de los terratenientes, as que la vent

de cargos dio lugar a una especie de representacin crUla.

Hacia 1750, sin embargo, las cosas empezaron a cambiar y el gobier-

no imperial comenz a reafirmar su autoridad. La participacin criolla

se redujo en la iglesia y, en la administracin, los ms altos puestos se

reservaron para los europeos. Acab la venta de cargos de la audiencia

y los criollos no fueron ya designados en sus zonas de origen.145 Fue,

entonces, slo en forma tardia, durante el reinado de Carlos III (17Y.

1788), que la corona intent centralizar la monarquia. Son las Hamada

reformas borbnicas, en virtud de las cuales se establecieron intendencias, nuevos tributos y


una serie de otras medidas modernizadoras, ten-

dientes a crear un verdadero imperio con Esparia como su metrpoli.

absolutismo ilustrado fortaleci la posicin del Estado a expensas de la

sociedad criolla dominante. En todas partes, los americanos se oponiar.

a las innovaciones, que las elites lugarerias interpretaban como un ata-

que a los intereses locales.

La historiografia suele sefialar a estas reformas como causa media-


ta de las revoluciones independentistas. No si() en razn de la mayor

opresin que habran supuesto, sino que tambin, paradjicamente,

a causa de su xito en generar mayor crecimiento, modernidad, consciencia de si y


expectativas de bienestar entre los americanos. La im-

posicin del absolutismo como causa de la emancipacin, por lo dems

John Lynch, Los orgenes de la independencia americana, en Leslie Bethell, Hisl

tona de Amrica Latina, La Indepenekncia, Cambridge University Press (Barcelona, Edito

rial Crtica, 1991), Vol. 5, p. 21.

15 Entre 1751 y 1808, de 206 nombramientos en las audiencias americanas, slo 61

(23%) recayeron sobre criollos.

146 Magnus Akorner, La reorganizacin imperial en Hispanoamrica. 1760-18101

Iberoromansk (Asociacin Hispania), Vol. IV, N1 (Estocolmo, Biblioteca e Institu

de estudios Ibero-Americanos de la Escuda de Ciencias Econmicas de Estocolmj


1969), p. 19.

100
111

Captulo 1. El camino de los pueblos a la Aracin

fue una idea introducida por los mismos criollos, para legitimar los gobiernos autnomos
que se instalaron durante la crisis de la monarqua hispnica. Ms tarde fue retomada y
reforzada por las historiografias patrias, durante la segunda mitad del siglo XIX. Hace
algunas dcadas, la tesis de John Lynch sobre el neoimperialismo, a partir de estudios
sobre el caso argentino, llev a retomar este argumento como explicacin de las
independencias.147 ltimamente, no obstante, ha sido cuestionado por estudios empricos,
que demuestran que las reformas carofinas fueron ms permeables de lo que se creia) Las
tesis basadas en la evolucin de la cultura poltica, como la que plantea FranoisXavier
Guerra, parecen haberse impuesto.49 En la misma lnea, Jaime Rodrguez, revisando los
estudios sobre la independencia de Hispanoamrica, concluye que esta no haba sido un
movimiento anticolonialista, sino parte de una revolucin poltica del mundo hispano y de la
disolucin de la monarqua espafiola.15 Para 1808, por lo dems, las reformas borbnicas no
haban sido implementadas por completo; de manera que los dirigentes criollos an
mantenan un grado significativo de autonomia y control sobre sus regiones. El paradigma
absolutista ha sido tambin cuestionado en el plano municipal. Segn Federica Morelli, en la
poca que va de las reformas borbnicas a la crisis de la monarqua espafiola, tiene lugar un
proceso de refuerzo y de consolidacin poltica de los cabildos americanos. Es, dice
Morelli, la victoria de los cuerpos intermedios del Antiguo Rgimen sobre el Estado
moderno.m Es su constitucin histrica colonial

147 John Lynch, Spanish Colonial Administration, 1782-1810: the Intendant System in the
Viceroya10, of Rio de la Plata (Londres, 1958).

148 Manuel Chust y Jos Antonio Serrano, (eds.), Debates sobre las independencias
iberoamericanas (Espana, Ahila, 2007), p. 19. 149 Vase, Franois-Xavier Guerra,
Modernidad e Independencias. Ensayos sobre las revoluciones hispnicas (Mxico, Fondo de
Cultura Econmica, 1992).

150 Jaime Rodriguez, La independencia de la Amrica Espafiola: Una reinterpretacin,


Historia Mexicana, 42, N176 (1993), pp. 571-620.

15 Federica Morelli, Entre el antiguo y el Nuevo Rgimen: el triunfo de los cuerpos


intermedios. El Caso de la Audiencia de Quito, 1765-1830, Procesos, N 21, (2004), pp. 90
y 91. Vase, adernas, Joaquim Gabaldn Mrquez, El municpio, raiz de la repblica (Caracas,
Academia Nacional de Historia, 1977).

101
ARMANDO CARTES MONTORY Un Gobierno de los
Pueblos...

la que explica su papel durante el liberalismo espatiol y el perodo re-

publicano. La revisin de la interpretacin tradicional, conduce a una

relectura de importantes episodios de la historia americana. As, John Fisher, por ejemplo,
que estudi el establecimiento de las intendencias en el Pedi a finales del siglo XVIII,
interpret los levantamientos dei Cuzco de 1780 y los de inicios del XIX, como rebeliones
anticentralistas que no se oponan al control espariol, sino de Lima.152 El regionalismo
provincial, ms que el nacionalismo peruano, era la fuerza que impulsaba la dinmica poltica
de esos anos. Fisher propona no confundir regionalismo anticentralista con posturas
contrarias al vinculo colonial con Espaiia.153 Aun cuando es evidente que, para la
poblacin, estar contra el poder espaiiol y contra Lima era la misma cosa, puesto que
Lima era a la vez un enclave del imperio espariol y cabeza del virreinato. Hacia 1810, los
sbditos americanos aspiraban a la igualdad y la autonomia, ms que a la independencia. Era
tambin el anhelo de las provincias y regiones. En aquellos lugares en que las capitales del
reino se arrogaron el derecho a representarlo enteramente, hubo enconadas reacciones. As
ocurri en el Reino de Quito, en Venezuela, Nueva Granada, Rio de la Plata o en Chile. Las
capitales de provincia afirmaron su derecho a representar a los pueblos de su zona. En el
actual Ecuador, Popayn, Cuenca, Guayaquil y otras capitales de provincia rechazaron el
movimiento quiterio, tanto en defensa de los derechos del monarca, cuanto en defensa del
principio segn el cual si() la capital de una provincia tena el derecho de representar a toda
la regin. Por las mismas razones, la mayora de las principales capitales de provincia de la
capitania general de Venezuela crearon sus propias juntas, que

152 Vase, John Fisher, El Per borbnico 1750-1824 (Lima, IEP, 2000).

153 Carlos Contreras, La independencia del Pedi. Balance de la historiografia cor]

tempornea, en Manuel Chust y Jos Antonio Serrano, (eds.), Debates sobre las
independencias iberoamericanas (Espana, Ahila, 2007), p. 109. Del mismo autor, con
Marcos

Gueto, Vase, Historia del Pedi contemporneo (Lima, IEP, 2009, 4ta ed.).

154 Vase, Jaime E. Rodriguez O., La independencia de la Amrica Espagola, pp. 132-203.

(Mxico, Fondo de Cultura Econmica, 1996), y del mismo autor, La revolucin polti

p. 33.

102
Captulo I: El camino de los pueblos a la Aracin

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rla vista de las numerosas criticas a los libertadores, Maria Luisa Soux stiene, en fin, que
al parecer Bolivia se independiz ms de Argentina de Pedi que de la misma Espaila.156
En muchas regiones ocurri algo similar; veamos algunos ejemos.157 En el Ecuador del
siglo XIX, como en otras partes de Sudamrica, la regionalizacin es una clave principal para
entender su historia. La Real Audiencia de Quito de fines de la Colonia distinguia tres
regiones. Estas tenan por centros neurlgicos a Quito, Cuenca y Guayaquil y presentaban
marcadas diferencias tnicas, geogrficas, econmicas y sociales, las cuales determinaron las
relaciones interprovinciales y con el mundo exterior. Cuando se forma la junta de Quito,
en los albores de la revolucin, la capital fue incapaz de convencer a las otras provincias de
seguir sus pasos. Se inici, as, una guerra civil en el reino, que duraria hasta finales de
1812. Segn hemos visto, Guayaquil no estaba en contra de la revolucin quitefia, sino slo
de la pretensin albergada por la ciudad capital de representar al Reino entero.158 En 1822,
la regin lleg a ser una parte subordinada de la Repblica de Colombia. Ocho anos ms tarde,
los dirigentes del antiguo Reino de Quito se retiraron de la unin y proclamaron la
independencia de la nacin ecuatoriana. Desde el nacimiento del nuevo Estado se
manifestaron los equilibrios y diferencias: en la delimitacin territorial y la organizacin
departamental fijadas por el Congreso Grancolombiano de 1824; en la constitucin de un
Consejo de Gobierno, formado por los Gober-

155 David Bushnell, La independencia de la Amrica del Sur espariola, en Leslie Bethell,
Historia de Amrica Latina, La Independencia, vol. 5, Cambridge University Press
(Barcelona Editorial Critica, 1991), p 15. 156Juan Marchena Fernndez, Los procesos de
independencia en los pases andinos: Ecuador y Bolivia, en: Manuel Chust, y Jos Antonio
Serrano, (eds.), Debates sobre las independencias iberoamericana.s, p. 198.

157 Una exposicin ms detallada de los casos de Guayaquil, Charcas y las provin-

cias argentinas, en: Armando Cartes M., Liberadas o reconquistadas? Guayaquil, Charcas
y las provncias de las pampas, ante el proceso de metropolizacin de Lima,

Colombia y Buenos Aires (1760-1840), Revista Electrnica Alma Histrica, VoI, 2012.

158 Rodriguez, La revolucin poltica, pp. 129, 169 y 191. Sobre la independencia
ecuatoriana, Vase, Demetrio Ramos Prez, Entre el Platay Bogot, cuatro claves de la
emancipacin ecuatoriana (Madrid, Ediciones Cultura hispnica, 1978).

103
ARMANDO CARTES MONTORY

Un Gobierno de los Pueblos..,

nadores de Cuenca, Guayaquil y el Presidente y, especialmente, en

mantencin de un sistema de representacin poltica eminentement

regional.159 La regionalizacin marca la vida poltica ecuatoriana, en

siglo XIX y explica las permanentes crisis del Estado en constitucir en especial para la
fase 1830-1859. Gener un vaco de capacidad esta

tal, al concentrar a las fracciones en la lucha por el control del gobiernc

con prescindencia del inters general. Durante todo el siglo, a partir

la separacin de la Gran Colombia, la atomizacin del poder poltico

profundiz todavia ms, acentuando los conflictos regionales.

La antigua audiencia andina de Charcas, por su parte, estuvo en tensin permanente con las
cabeceras virreinales, a las que sucesivamente

estuvo adscrita. Pese a la riqueza que le daba ser la dueria del Potos, estuvo siempre
sometida a un poder vecino, vicario del peninsular. Su posicin a horcajadas de los Andes,
con un pie en el Pacfico y otro en el Atlntico, convirti a Charcas en el epicentro de un
forceje() geopoltico

entre Lima y Buenos Aires.16 Cuando lleg la hora de la emancipacin,

ambas capitales aspiraron a convertirse en potencias regionales suda-

mericanas. La rivalidad entre las elites de Charcas y Buenos Aires, en

especial, se remontaba a la creacin del Virreinato, en 1776, que los po-

tosinos consideraban como un mecanismo de succin de sus riquezas y

una amenaza permanente a sus seculares prerrogativas.16 Se explica, as, porque, desde el
comienzo del proceso emancipador, las quejas se dirigen contra la jurisdiccin virreinal
antes que contra la metrpolis.1 Las reformas borbnicas haban impactado ms a los
territorios que

contaban con mayor poblacin indgena, como es el caso de Charcas.

159 Rafael Quintero Lpez, El Estado terrateniente del Ecuador (1809-1895), en J.


P. Deler y Y. Saint-Geours, Estados y Naciones en los Andes, Hacia una historia
comparativa, 2 (Lima, Instituto de Estudios Peruanos, Instituto Francs de Estudios
Andinos, 1986), pp. 401 y 403.

160 Para los afins de dependencia peruana de Charcas, Vase, Franklin Pease G. Y., Del

Tawantisuyu a la Historia del Per (Lima, Pontificia Universidad Catlica del Per, 1989).
16 Jos Luis Roca, Ni con Lima ni con Buenos Aires. La formacin de un Estado nacional en

Charcas (Bolivia, Plural editores, 2007), pp. 20, 24 y 199.

162 As,,

la principal reivindicacin del Plan de Gobierno de la Junta Tuitiva de la Paz, de

julio de 1809, era no enviar ms numerario a Buenos Aires, a la vez que prodamaba

su lealtad a Fernando VII.

104
Captulo I: El camino de los pueblos a la Nacin

La articulacin previa con la sierra y el espacio peruano se vio disloca-

da por iniciativas fiscales como la implantacin de aduanas. Diversas medidas


administrativas redujeron la autonomia de las comunidades indgenas y aumentaron el
descontento popular, dando lugar a sublevaciones indgenas que abarcaron desde el Cusco a
Chuquisaca.63

Con estos elementos de trasfondo, el Alto Pedi enfrenta la crisis im-

perial. En las Cortes reunidas en Cdiz, los intereses de las sedes virreinales de Mxico,
Bogot o Lima no fueron los mismos que los de las Reales Audiencias de Quito, Panam o
Charcas. Los representantes americanos de provincias y audiencias, buscaron asegurarse
alguna forma de autogobierno. Charcas, con la desintegracin del imperio espafi ol, optaria
por ser duefla de su destino. Entre la pequefia minoria de los habitantes con consciencia
poltica, predominaba el sentimiento de constituir una repblica separada. Cuando en agosto
de 18251a asamblea altoperuana convocada por Sucre declar la plena independencia,
Bolvar y los rioplatenses aceptaron la decisin. Comienza, as, Bolivia un camino propio,
plagado de graves conflictos y de desafios, muchos todavia pendientes, como la cuestin de
su plurinacionalidad.164 Ms al este, pocas regiones de Amrica sufrieron cambios tan
dramticos, durante el siglo XVIII, como el territorio de la actual Argentina. Para 1700, era
apenas un conjunto de ciudades salpicadas en el desierto: Santiago del Estero, Crdoba,
Salta, Mendoza, Corrientes, Santa Fe, unidas por inciertos caminos, dibujados apenas en
una tierra extensa. Fue la creacin del Virreinato, resuelta en 1776, lo que dio unidad
poltica a una amplia regin. A las gobernaciones de Buenos Aires y el Paraguay se agreg
toda la extensin que caa bajo la jurisdiccin de la Audiencia de Charcas, con el Tucumn,
Potos y Santa Cruz de la Sierra y se hizo cabeza del Virreinato a la ciudad de Buenos
Aires. Se creaba con ello un nuevo mbito poltico, incluyendo a zonas que antes se
orientaban hacia el Per. El virreinato se caracteriz por su heterogeneidad y por un rpido
crecimiento demogrfico y econmico,

163 Eduardo Araya y Maria Luisa Soux, Independencia y formaciones nacionales, en:
Eduardo Cavieres (editor), ChileBolivia, Bolivia Chile: 1820-1930 (Ediciones
Universitarias de Valparaso, 2008), p. 14.

164 Vase, Gonzalo Vargas Rivas, Los desafios dei Estado plurinacional boliviano, http://
www.constituyentesoberana.org.

105
ARMANDO CARTES MONTORY Un Gobierno de los
Pueblos..

en especial en la zona rioplatense. A finales del siglo, Buenos Aires, TI

en 1744 tena poco ms de 10 mil habitantes, llega a tener 40

Apenas unos pocos anos despus de la creacin del virreinato, la reparticin del territorio en
siete intendencias y una superintendencia

general, en 1782, dinamiz nuevamente la regin.166 El gobernador in-

tendente, suprema autoridad regional, asumi, como fun:ionario ejecu-

tivo, los ramos de hacienda, guerra, justicia y policia. Las nuevas unidades administrativas
y politicas pronto acuriarian cierto espritu localista. Los habitantes de las provincias, ante
el hecho de su subordinacin a Buenos Aires, forjaron identidad y una incipiente
conciencia politica. El reformismo liberal de los Borbones, a su vez, contribuy a formar
una conciencia emancipadora y revolucionaria. La burguesia criolla se hizo liberal con
fervor, porque el liberalismo ofreca, a la vez, solucin a los problemas ms inmediatos y una
doctrina inspiradora para los espritus ms audaces.167 El comercio se vio estimulado por
la supresin de algunas trabas que pesaban sobre el. Con el Reglamento del Comercio
Libre, de 1778, al que siguieron luego otras medidas parciales, el trfico con los puertos
esparioles y coloniales adquiri mayor intensidad.168 Todas estas circunstancias
contribuyeron notablemente a transformar el Rio de la Plata en una colonia de cierta
importancia. Los criollos crecieron rpidamente en cantidad y constituyeron el compacto
ncleo de la masa colonial y an de la clase acomodada. Los animaba un espritu progresista
y antiaristocrtico, en razn de las peculiares condiciones en las que se desarroll la
colonizacin espaliola en la regin rioplatense: una sociedad

165 Jos Luis Romero, Las ideas polticas en Argentina (Buenos Aires, Fondo de Cultura

Econmica, 1992), p. 50.

166 Fueron Buenos Aires, Asuncin del Paraguay, Salta, Crdoba, Santa Cruz de 1

Sierra, La Paz, la Plata y Potos.

167 Para una mirada actual del liberalismo argentino en la poca en estudio, Va

estudio de Paula Afonso y Marcela Ternavasio, Liberalismo y ensayos polticos g

siglo XIX argentino, en Ivn Jaksic y Eduardo Posada Carb, (eds.), Liberalismo) j

Latinoamrica en el siglo XIX.

168 Vase, Miron Burgin, Aspectos econmicos del Federalismo Argentino (Buenos Air
ciones Solar, 1982). Enfatiza el conflicto existente entre los diferentes intereses

micos regionales. Vase, adems, de Sergio Villalobos, Comercio y Contrabando ,

de la Plata y Chile (Buenos Aires, Editorial Eudeba, 1986).

106
!r

Captulo 1: El camino de los pueblos a la .1facin

ms igualitaria, en una zona desprovista de plata u oro; sin una gran poblacin indgena, ni
inicialmente esclavos, lo cual exigi un intenso trabajo de los propios colonos; un puerto
influyente que conectaba el territorio con las potencias europeas y permitia el comercio
directo con ellas; y un espritu democrtico que residia en los cabildos. Son las
caractersticas que atribuye Mitre a la nacin argentina, en su Historia de Belgrano y que
explicaran su actitud en 1810, as como las bases de su identidad como nacin.69 El
gobierno de Buenos Aires, despus de aquel afio, sigui como un rgimen de hecho, como
una continuacin del orden virreinal, como un fruto de la revolucin.17 El resto del pas le
resto cada vez ms su apoyo hasta que, principios de 1820, el ejrcito de las provincias
litorales lo disolvi por las armas. En adelante, dice Romero, las Provincias Unidas, seran
un conjunto de provincias desunidas. Las provincias perifricas, por su parte, Uruguay,
Paraguay y la misma Bolivia, rechazaron cualquier asociacin y buscaron sus propias
soluciones polticas. Su xito en constituirse como Estado fue consecuencia de su
aislamiento detrs de rios, desiertos o montarias y de la incapacidad de Buenos Aires de
subyugarlos militarmente. Pero la razn de fondo, dice John Lynch, es que sus intereses
solo podan resolverse con autodeterminacin.12 En Buenos Aires, tal como haba ocurrido en
Caracas, en Santiago de Chile o en Mxico, en 1808, la legitimidad de la ciudad capital
para formar un gobierno autnomo fue impugnada, al no haber participado suficientemente
los otros pueblos del territorio. Segn la invocada doctrina de la reasuncin de la soberania,
todos los pueblos

Gabriel di Meglio, La guerra de independencia en la historiografia argentina, en:

Manuel Chust y Jos Antonio Serrano, Debates sobre las independencias iberoamericana.5
pp. 30 y 31. La Historia de Bekrano, cuya cuarta edicin ampliada es de 1887, sumada a
los

tres volmenes de la Historia de San Martn (1887).

10 Jos Luis Romero, Lar ideas polticas, p. 93. 1 Para el caso uruguayo, Vase, Eugenio
Petit Munoz, Migas. Federalismo y soberana

Jniversidad de la Repblica, Uruguay); respecto a Paraguay, vase, Flix de Azara,

welipcin e historia del Paraguay y del Rio de la Plata (Buenos Aires, 1943) y de Edberto

car Acevedo, La intendencia del Paraguay en el Virreinato del Rio de la Plata (Buenos
Aires,

adad Argentina, 1996).

John Lynch, 77ze Spanish Amaican Revolutions 1808-1826 (EE.UU., W W Norton &
apany, 1986), p. 89.

107
ARMANDO CARTES MONTORY

Un Gobierno de los Pueblos...

eran sujetos morales en igualdad de derechos. En el caso rioplatense,

primera etapa del conflicto qued rapidamente atrs, cuando los dipu-

tados de las ciudades del interior forzaron su incorporacin a la Junt de Gobierno. De


inmediato se dibujaron las dos tendencias principale

que, posteriormente, conduciran a la formacin de los partidos unita-

rio y federal. En Buenos Aires se afirm la disposicin organizar

Estado centralizado con los restos del dominio hispano, fundado en

dogma de la indivisibilidad de la soberania. En los dems pueblos

en cambio, fue creciendo la tendencia a una confederacin, incluso er

aquellas ciudades que inicialmente parecan haber estado dispuestas

aceptar un Estado centralizado, con Buenos Aires como capital, a con-

dicin de un estatuto de cierta autonomia.

Desde 1820 hasta principios de 1826 no existi() un gobierno nacio-

nal. Las provincias ordenaron sus vidas segn sus tendencias espont-

neas. Buenos Aires intent nevar a la prctica la poltica de progreso y modernizacin, que
alentaban los grupos liberales; las dems provincias, por su parte, salvo excepciones,
perpetuaron sus modos de vida tradicionales. Tras una breve unin frente a la amenaza
externa de la guerra con Brasil, la Constitucin centralista que se proyect en 1826

promovi la resistencia y el gobierno nacional volvi() a desaparecer.

La organizacin definitiva del Estado nacional argentino slo se

logra con la Constitucin de 1853.174 Las dos caras del pas, la urba-

na y la rural, la civilizacin y barbarie, en palabras de Sarmiento, por fin confluan. Urquiza


logr que esa nacin esencial, preexistente, que haba vislumbrado Mitre, se plasmara en la
Constitucin de 1853,

federal pero representativa, progresista sin olvido de las tradiciones y equidistante de los
intereses de Buenos Aires y del interior.175 La pre-

173 Jos Carlos Chiaramonte, En torno a los orgenes de la nacin argentina, en Marcello
Carmagnani, Alicia Hernndez Chvez y Ruggiero Romano, coordinado

res, Para una Historia de Amrica H. Los Nudos (Mxico, Fondo de Cultura Econmic

1999), p. 297.

174 Sobre el desarrollo constitucional, en esta etapa, Vase, de Beatriz Bosch, I

organizacin constitucional, la Confederacin Argentina y el Estado de Buenos Air

(1852-1861), en Academia Nacional de la Historia, Nueva Historia de la Nacin Ar

gentina, tomo IT.; la configuracin de la repblica independiente (1810- c.1914) (Buenos


Aires,

Editorial Planeta, 2000). 5 Jose Luis Romero, La experiencia, p. 95.

108
Captulo I: El camino de los pueblos a la Nacin

sidencia de los provincianos Domingo Faustino Sarmiento y Nicols Avellaneda, que


culmina en 1880, simboliza la progresiva conquista de Buenos Aires por las provincias.
En ese afio, la capital se federaliza y los mecanismos administrativos e institucionales del
nuevo Estado comienzan a ponerse en funcionamiento.176 Surge, as, el Estado argentino
moderno, bajo la premisa, nunca plenamente cumplida, de la equidad interprovincial y del
equilibrio con el nivel central. Revisada la situacin de mltiples provincias americanas, que
luego se agruparon en los actuales pases, no sin vacilaciones y dificultades, queda clara
la importancia de las querellas provinciales en la configuracin de los Estados. El
debilitamiento econmico y la deslegitimacin poltica de las antiguas unidades
administrativas coloniales, en razn de la crisis imperial y las guerras de independencia,
conspir contra su continuidad. El federalismo, en alguns casos, fue la forma de acercar o
mantener unidos a virreinatos que, de otra manera, se habran fragmentado
irremediablemente. Concluyamos, en definitiva, que la reconfiguracin del mundo hispano,
ms all de la emancipacin, no puede explicarse al margen de las tensiones
interprovinciales. Aunque Chile tuvo un resultado singular, vivi un proceso semejante al
de sus vecinos.

De provncias a pases

Las provincias y regiones americanas se configuraron, social y geoeconmicamente, en el


tiempo largo de la colonia, con tal fuerza, que muchas sobreviven a la coyuntura crtica
de la independencia y se proyectan, porfiadamente, en los Estados republicanos. En las
independencias, las singularidades locales o provinciales, en la expresin de Mnica
Quijada, fueron ya elementos recurrentes. Surge el concepto de patria a diversas escalas
geogrficas, para finalmente fijarse, con ayuda de smbolos, fiestas y efemrides, en el nivel
de los incipientes Estados. No era la nica opcin posible, ni la ms probable, en las
postrimeras coloniales.1 Luego de las independencias, los Estados nacio-

176 Para estos anos de la historia argentina, Vase, Tulio Halpern Donghi, Proyecto y
construccin de una Nacin (1846-1880) (Buenos Aires, Emec editores, 2007).

Juan Marchena Fernndez, Los procesos de independencia..., p. 163. Vase,

Gabriel Cid, y Isabel Torres Dujisin, Conceptualizar la identidad: patria y nacin en el

109
ARMANDO CARTES MONTORY

Un Gobierno de los Pueblos..1

nales se embarcan en la tarea de construir una nacin homognea, el

minando la superposicin de identidades culturales, que caracterizai

a gran parte del mundo colonial. 8

Es difcil sintetizar la poltica hispanoamericana, durante el medio siglo que.sigui a la


independencia. La composicin tnica nos permite avanzar una caracterizacin: los pases
andinos, como Bolivia, Pedi y

Ecuador, con mucha poblacin indgena solo parcialmente asimilada

a la cultura hispnica dominante, eran en general menos propensos a participar activamente


en politica.179 Asimismo, los pases alejados de la costa, privados de ingresos aduaneros,
tuvieron menos estabilidad

poltica que los que coritaban con poblacin y recursos en esa zona. En este sentido, las
guerras de independencia produjeron impactos econmicos y demogrficos dispares. Junto
con espafioles y criollos realistas, del territorio salieron capitales en metlico; los ganados
se diezmaron y se redujo la agricultura. Se afectaron, tambin, las rentas fiscales, en
forma de impuestos y monopolios. Lo anterior dio lugar a Estados nacionales dbiles, sin
ejrcitos suficientes para controlar a las provncias,

que tenan sus propias milicias, muchas veces manejadas por los terra-

tenientes. La supervivencia de los gobiernos y su pretendida legitimidad sola depender de


su capacidad militar. La tendencia general, en Sudamrica, en la primera dcada inde-

pendiente, fue a la centralizacin y la constitucin de gobiernos fuertes.

Fue una exigencia de la guerra, pero tambin una forma de mejorar el

crdito nacional, frente a las potencial europeas y alcanzar el reconocimiento diplomtico.


Fue tambin la manera de evitar la anarquia, de

vocabulario chileno del siglo XIX, en: Gabriel Cid y Alejandro San Francisco, Na,

y Nacionalismo en Chile, sigla XIX, vol I., pp. 23-54.

178 Vase, Franois-Xavier Guerra, Las mutaciones de la identidad en la Amric

Hispnica, en Franois-Xavier Guerra (editor), Inventando la Nacin (Mxico, Fond


de Cultura Econmica, 2003).

19 Frank Safford, Politica, ideologia y sociedad, en Leslie Bethell, Historia de At;

Latina, Amrica Latina independiente 1820-1870, Vol. 6 (Barcelona, Cambridge Univer

Press, Editorial Critica, 1991), p. 42. En el mismo sentido, Jos del Pozo, segn el

las diferencias tnicas contribuan a la inestabilidad (Historia de Amrica Latina y del

ribe 1825-2001, Santiago, LOM, 2002, p. 46).

HO
Captulo I: El comino de los pueblos a la Aracin

ah que la centralizacin se acentu sobre todo entre 1826 y 1845.18 En este contexto, la
situacin argentina constituye una excepcin local, que se explica por las peculiaridades que
hemos examinado. Los nuevos pases que surgen de las independencias, an antes de
consolidar la nacin, la paz interior o las fronteras, debieron tomar decisiones claves para la
orientacin de su vida futura. En busca del orden y de la identidad, haba que reconfigurar el
Estado colonial y construir una nacin. A nivel politico, se planteaban muchas
interrogantes: Que

tipo de gobierno adoptar? COmo distribuir territorialmente el poder,

concentrarlo o compartirlo con las provincias? En sociedades pluritnicas y pluriculturales


quienes deban ser considerados ciudadanos? Las

respuestas no deban buscarse en el vaco, pues los nuevos pases no se formaron de manera
arbitraria: reflejaban divisiones territoriales, instituciones, tradiciones y prcticas del pasado.

El camino hacia el autogobierno comienza a construirse varias de-

cadas antes de 1800. Es el reflejo de una evolucin social y cultural,

que atraviesa todo el mundo occidental. Las reformas borbnicas, segn pone de manifiesto la
ms moderna historiografia, rompen un consenso central: la organizacin pactista, negociada,
del poder, entre las elites locales y la monarqua.181 Desintegrado el poder imperial, este
se recompone no a partir de un Estado preexistente, sino de la mano de la nica base
sociopolitica legtima de la poca: la ciudadprovincia. A partir de ellas, se construyen
alianzas y proyectos nacionales y se levanta la organizacin polticoestatal. Esta recoge
mltiples elementos de la

herencia colonial y de la misma administracin borbnica.

Al margen de las estructuras politicas formales, las ciudades capi-

tales, con su natural concentracin de poder poltico, que influye en el desemperio econmico
pblico y privado, tienen una inercia centrpeta, que con los anos cambi el cuadro de los
Estados que estudiamos.

is De hecho, todas las constituciones de la poca, a excepcin de la mexicana, establecieron


funcionarios provinciales designados desde el poder central, con el nombre de
intendentes, prefectos o gobernadores.

Una revisin de las actuales tendencias historiogrficas, en materia de independencia y


construccin de nacin, puede leerse en Jorge Gelman, Director, Argentina, Crisis imperial e
independencia (Lima, Taurus, 2010); y en Julio Pinto Vallejo y Vernica Valdivia Ortiz de
Zrate, Chilenos todos?.
111
ARMANDO CARTES MONTORY

Un Gobierno de los Pueblos...

Las capitales nacionales han terminado cooptando socialmente a buena parte de las elites
provinciales, hasta alcanzar una gravitacin mayor a la que proporcionalmente a su
poblacin les corresponde. Para el Centenario de las repblicas, la centralidad de Buenos
Aires, Quito o La Paz se haba acentuado intensamente y no dej de aumentar en las dcadas
siguientes. Es innegable, por lo dems, que la pertenencia a una unidad politica mayor crea
realidades, sobre todo cuando es apoyada por la deliberada voluntad estatal de
homogeneizar y construir identidad nacional. En los ltimos mios, sin embargo, con la
decadencia del Estadonacin y la recuperacin de las identidades regionales, tnicas y
socioculturales, en especial en el caso boliviano, pero tambin en Ecuador, la tendencia
expuesta puede alterarse. Asistimos, en efecto, a una revisin y, quizs, a una reversin, del
camino que conduce de las provincias al Estadonacin. En muchas provincias americanas,
puede sostenerse que, hoy por hoy, conviven la identidad natural o de origen y la
identidad imaginada, que propicia el Estado nacional. Desde el punto de vista de los
actuales Estados que heredaron al imperio espafiol, su tarea integradora qued tambin
incompleta y ya parece que no podr completarse. Transitamos o ms bien regresamos de un
paradigma que valora la integracin y la homogeneidad, bacia otro que reconoce las
singularidades regionales.

Chile, frtil provincia...

El estudio de la independencia chilena, con las provincias como protagonistas y sujetos de


la construccin estatal, exige revisar, en forma pre-

via, el polismico concepto de provincia, en el lenguaje de los tiempos

de la transicin republicana, en relacin a su sentido geogrfico y st contenido poltico. En el


catlogo de las divisiones fisicas y polticas, er

efecto, la provincia es, probablemente, unos de los conceptos cargadc

de mayor ambigedad. Surgido en la Roma clsica, la provincia

victa, despus de vencidaera el territorio que, normalmente por con-

quista, se incorporaba al imperio. Parti como una fraccin geogrfica

para terminar designando un territorio politicoadministrativo. El pr

pio continente americano figura como Provincia inventa per mandatuj

Captulo I. El camino de los pueblos a la Nacin

Regis Castelli, en el globo y mapa del mundo que realiz famoso cart-
grafo Martin Waldseemller, en 1507.182 En decenas de planos posteriores y en el gran
poema pico de Ercilla Chile como un todo aparece como una provincia. Tambin sus
fracciones: el abate Juan Ignacio Mofina, a fines del perodo colonial, sefialaba que el
Chile propio, o sea el espacio de tierra situado entre el mar y los Andes, se divide
politicamente en dos partes, en el pas que habitan los Espafioles, y en el que poseen
todavia los Indios. El primero, agrega, se divide en trece provincias, que a continuacin
lista, con su extensin aproximada, su capital y principales rios y puertos. La provincia de
Santiago figura como una ms, pero aclara que en ella est la ciudad homnima, que es
capital de todo el Reyno. Finalmente, afiada que la parte de Chile, que se puede llamar
con propiedad Provincia Espagola, es un angosto distrito que se extiende por lo largo de la
costa desde el desierto de Atcama hasta las islas de Chiloe.55184 En el lenguaje
administrativo hispano colonial, la voz se empleaba para designar territorios de variada
naturaleza. El Diccionario de Autoridades (1737), que corresponde a la primera edicin del
Diccionario de la Real Academia Espaiola, intento asociar el territorio a la funcin
administrativa. Consign que Provincia es la parte de un Reino y Estado, que se suele
gobernar en nombre del Prncipe, por un ministro que se llama gobernador; eludiendo, dice
Chiaramonte, precisar que dase de divisin poltica o administrativa le correspondia, ms all
de su pertenencia a un ente superior. La Ordenanza de Intendentes de

182 Beln Rivera Novo y Luisa Martn-Meras, Cuatro siglos de cartografia en Amrica
(Editorial Mapfre, Madrid), p. 107.
I Por ejemplo, el atlas del cartgrafo holands Cornelius Wytfliet (1597), denominado
Descnjttionis Ptolemaicae argumentum, incluye el mapa Chile Provincia Amplissima.
Igualmente, el mapa Desdipcin de la Provincia de Chile figura en la obra Hechos de los
castellanos

en 7ierra Firme e islas del Mar Ocano, publicado por Antonio de Herrera, en 1601.

Vase, Jos Gonzlez Leiva, Historia de la cartografia de Chile, en La cartografia

iberoamericana (Barcelona, Institut Cartografic de Catalunya, 2000), pp. 157 y 158.

I 84 T.. T 4 1. _I _7 I I . I L1 n 1719.

Juan ignaciu iviouna, uompenazo ae ta azstona geograiwa, naturaty cum aet neyno ae unue
(Santiago, Biblioteca del Bicentenario, 2000) (edicin facsimilar de la pub. en Madrid, en
1788), Vol. I, pp. 9-15.

Vase, Jos Carlos Chiaramonte, Estado y poder regional: constitucin y natura-

L de los poderes regionales, Historia General de Amrica Latina, vol. VI, La construccin

112

113
ARMANDO CARTES MONTORY

Un Gobierno de los Pueblos..

1782, para el Rio de La Plata, que tambin se aplic en Chile, intent acotar el concepto,
sefialando que provincia designaba el territorio

demarcacin de cada Intendencia, y que las antiguas provincias seria

en adelante Ramadas partidos.

Chili provincia amplissima, Cornelius Wytfliet, 1597.

La ambigiledad puede deberse a uno de los rasgos caractersticos

la ocupacin hispana en Amrica. La sociedad se organiz politicame

te en municipios. La ciudad, incluso a principios del siglo XIX, se,

siendo la unidad politica de base y, en el imaginario politico, el m2

ideal de vida para el hombre que vive en sociedad. Los poblador

ejercan en ellas sus derechos de vecinos, a la manera de una peque

ria repblica, pues contaban con territorio y un gobierno propio,

cabildo, sus instituciones basadas en el derecho castellano y una or

nizacin eclesistica.186 En la prctica, en las ciudades, vilas y pua

de Amrica, las familias poderosas solian controlar la vida pbli

de las naciones latinoamericanas (Ediciones Unesco/Editorial Trotta, 1999), pp. 145

186 Franois-Xavier Guerra, Las mutaciones de la identidad en la Amrica HisF

ca, en Franois-Xavier Guerra (editor), Inventando la Aracin (Mxico, Fondo ded

ra Econmica, 2003), p. 190.

114
r

Captulo I: El camino de los pueblos a la Nacin

existi, en cambio, una estructura intermedia entre las ciudades y el reino, que fuera
verdaderamente slida. Las gobernaciones tuvieron, en general, un carcter administrativo y
las intendencias, que debieron cumplir ese rol, aparecen muy tardiamente. La inexistencia
de provincias con capacidad de representacin politica explica la ambigedad de su funcin y
del concepto mismo en la Colonia y durante las independencias. En las postrimeras
coloniales, ya en plena crisis imperial, la Constitucin de Cdiz estableci diputaciones
provinciales. Con ello, dice Manuel Chust, no slo cre un ente politicoadministrativo para
gobernar, administrar, explotar y defender el poder territorial sino que comport una
unificacin del territorio en funcin del concepto provincia.,),187 Se procuraba superar, as, la
dispersin territorial caracterstica del Antiguo Rgimen, en virreinatos, intendencias,
provincias o -reinos, complicada an ms por la jurisdiccin eclesistica y la militar. De esta
forma, a partir de sus asambleas y diputaciones, las provincias comen-

zaban a constituirse en entes politicos. Mientras en pases como Mexi-

co, segn demostr Nettie Lee Benson, promovieron el establecimiento de diputaciones


provinciales, que fueron la base del futuro federalismo; en la mayor parte de
Hispanoamrica finalmente no prevalecieron.188 Fue el caso de Chile, donde las
asambleas fueron actores importantes

la dcada de 1820, para luego ser sustituidas por autoridades desig-

idas desde el nivel central.

Hacia 1810, coincidente con el empoderamiento que vivan los es-

Idos regionales, la provincia se resemantiza, adquiriendo el concepto

claro contendo politico. Mientras Camilo Henrquez sostiene, en

tecto, en La Aurora de Chile, que un pueblo que depende de una me-

emoli no figura entre las naciones; no es ms que una provincia,189 en

armei Chust Calero, El liberalismo docearlista en el punto de mira: entre msca-

y rostros, Revista de Indias, Vol. LXVIII, N. 242 (2008), p. 48.

ilettie Lee Benson, La Diputacin Provincialy elfederalismo mexicano (Mxico, El Colegio

exico, 1955) (reed. 1994).

Ffiade, en otra parte, el fraile, la siguiente invocacin, que confirma la dicotomia:


provincias, pudiendo ser potencias, y contraer . alianz as con la dignidad, y

stad que corresponde a una nacin. (Camilo Henrquez, Aspectos de las

-mias revolucionadas de Amrica, La Aurora de Chile, Santiago, 27 de agosto de

115
ARMANDO CARTES MONTORY

Un Gobierno de los Pueblos...

diversos lugares de Hispanoamrica, segn Chiaramonte, se Ramaria

muchas veces provincia a una soberania independiente, como ocurri

en la actual Venezuela o en el Rio de La Plata.9 Frente a los conflictc

desatados entre el unitarismo y el federalismo de los provncias,

le cifie una connotacin peyorativa. En adelante, el provincialismo.

asociado al liberalismo extremo o a la anarquia, ser tachado de fuer

centrfuga, destructora, en el lenguaje de los conservadores y los autc

ritarios. Posteriormente, cuando las antiguas metrpolis americar

triunfan en su empei() de imponer Estados centralizados, su hegemc

na, extendida a lo social y cultural, reservar la voz `provincianisr

aura tilrlar la rviefir-irlarl rld. la crirla -mira] Cl rir. lac f.111CICIPC TY1F.Y1(11PC
192

1.0 C.A AAAA.A.CAA ACA A LAO AA.A. V A ,A.A4 A lAl ALAJ ACAN -A
LAMA.AA.A.,Al A A Al,A. AV A

En la actualidad, la provincia ha pasado a ser slo una fraccin

territorio estatal, hasta identificarse con el espacio regional. Despojac de cualquier


pretensin soberana, ha perdido casi todo su contenid

politico. La patria, en cambio, ha tenido mejor fortuna. A la ambig

dad inicial, que la relacionaba con lo local, lo nacional e, incluso,

americano, le sigui una clara asociacin con el espacio fsico y politic

del Estado nacional. Por lo mismo, el estudio de la historia patria des

las provincias exige tomar ciertos resguardos metodolgicos. De par da, es evidente que los
marcos puramente administrativos o geogrfic

resultan insuficientes. Para la Amrica colonial esto es especialmer


1812). Vase, Conceptualizar la identidad: patria y nacin en el vocabulario chile

del siglo XIX, Gabriel Cid e Isabel Torres Dujisin, en Gabriel Cid y Alejandro :

Francisco, Nacin y Nacionalismo en Chile, siglo XIX, Vol I, pp. 32 y 41.

9 Jos Carlos Chiaramonte, Estado y poder regional: constitucin y naturaleza

los poderes regionales, en Historia General de Amrica Latina, vol. V1, La construccin d

raciones latinoamericanas (Ediciones Unesco/Editorial Trotta, 1999), p. 145.

191 Veasejose Carlos Chiaramonte, La cuestin regional en el proceso de gesta

del Estado nacional argentino. Algunos problemas de interpretacin, en Marco ]

lacios (compilador), La unidad nacional en Amrica Latina. Del regionalismo a la nacion

(Mxico, El Colegio de Mxico, 1983); y, del mismo autor, Constitucin de las 1

vincias y el poder local. Las bases econmicas, sociales y politicas del poder
region

en Historia General de Amrica Latina, vol. VI, La construccin de las naciones latinoame

1820-1870.

192 Situacin bien representada en las crnicas costumbristas de Jos Joaqun Va

Jotabeche, El provinciano en Santiago (Santiago, Editora Santiago, 1966).

116
Captulo I: El camino de los pueblos a la Nacin

vlido, si se considera la ausencia de estructuras administrativas provinciales fuertes, en razn


de la tardia instalacin de las intendencias. Son, ms bien, los circuitos y la estructura
econmica los que definen las regiones y la jerarquia urbana de las ciudades que las
encabezan. Recordemos que la economia colonial latinoamericana era bsicamente
regionalizada. El enfoque regional es til, no obstante, si se reconoce, como sefiala
Manuel Mifio, que en el mbito del territorio nacional existen procesos histricos particulares
con dinmica propia, correspondientes a sociedades con caractersticas socioeconmicas y
culturales de ndole tambin particulares.193 Estas sociedades regionales, relacionadas
entre s, forman la nacin, sin por elo abdicar de sus propios valores ni renunciar a una
memoria colectiva con la que se identifican, que es consecuencia de un proceso histrico
individual. Esta indefinicin de la provincia y, por afiadidura, de lo regional, ha afectado a
la misma historiografia. El concepto histrico de lo regional, en efecto, tiende a ampliarse o
contraerse segn lo que intentamos observar, transformando su definicin en un problema en s
mismo. Generalmente se le asocia con un tiempo de estudio y unos tipos de produccin y
circulacin vinculadas a las condiciones fsicas del territorio194, de manera que la nocin
resulta variable y elusiva. La propia tipologia que distingue entre historia local e historia
naonal, por lo dems, es funcionala la necesidad especfica de legitimar nocin de Estados
nacionales, preferentemente republicanos. Estos se tribuyeron la nocin de patria, antes
asociada a espacios subnacionaes, a los que quitaron protagonismo como objetos de estudio
histrico. El orden previo devino una prehistoria de la historia patria, equiparada ahora a lo
nacional y se tendi a historiar desde la independencia.95

Esta historia nueva, de pases y Ordenes politicos igualmente nuevos,

http:

Manuel Mitio Grijalva, Existe la historia regional?, Historia Mexicana, vol. LI,

. 4, p. 883.

Eduardo Cavieres E, Prlogo a la obra de Juan Cceres Murioz, Poder rural y es-

lura social, Colchagua, 1760-1860 (Valparaso, Universidad Catlica de Valparaso,

7), P. 11.

Francisco U. Zuluaga R., Unas Gotas: Reflexiones sobre la historia local, en

//historiayespacio.univalle.edu.co/TEXTOS/27/2705.PDF (junio 2011), p. 8.

117
ARMANDO CARTES MONTORY

Un Gobierno de los Pueblos.

desdibuja las continuidades de las estructuras sociales y econmicas

1 ^II,: 1 I=Lel 7. 1.,n +1^,111, [1:1,:/-11, 1,/,144-;,,,I0 .17 d-,111-1,,,A1PQ 1.-....es


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y iQ.a L1 0.1131lal_111%...3 y Lua xic Dal

particular, desconoce el protagonismo de las provincias y los espac

regionales, en la conformacin de las sociedades que integraron luep

las naciones.197

El caso de Chile no ha sido ajeno a esta polisemia, pues a sus provin-

cias se le aplican todas las variantes coloniales. El reino completo, desde una perspectiva
politicoadministrativa, era todo una sola provincia; las provincias luego se asociaron a las
regiones histricas, segn su ubicacin geogrfica y su vocacin productiva; ms tarde se
identificai] con las intendencias, divisin que se mantiene en las primeras constituciones
republicanas. Existe, en todo caso, una relacin de mutuo estimulo

entre las ciudades fundacionales chilenas, segn veremos, su estructura

poltica y social y la economia de la provincia circundante. Es el auge

econmico y la vida administrativa y militar, en definitiva, lo que explica su desarrollo e


influencia, en el mbito de sus respectivos trminos.

El pais entero resulta, finalmente, tanto del agregado de sus provincias, como de los
elementos polticosculturales comunes que han ido fluyendo, desde la creacin de la repblica,
desde y bacia la provincia capital.

196 Pablo Aravena Nufiez, Memorialismo, historiograflay Poltica. El consumo del parado
en 1

poca sin historia (Concepin, Ediciones Escaparate, 2009), p. 19.

197 Armando Cartes M., Bo-Bo, Bibliografia Histrica Regional (Santiago, DIBAM-Ur
versidad de Concepcin, 2014).

118
Captulo II Chile en 1810: e-P.es provincias o una nacin? Las ciudades de Coquimbo y
Concepcin no son muy inferiores en ~afio a Santiago; y se dice que sus vecinos, por su
continuo trato con extranjeros, y mejores fuentes de informacin, son ms entendidos que
los de Santiago.

Teodorico Bland, Desaipcin econmica y poltica de Chile

en el ck 1818.

En realidad, como elementos polticos capaces de cierta accin, slo existan en Chile la
sociedad aristocrtica de Santiago y el Ejrcito, cuyos jefes ms experimentados y
aguerridos estaban vinculados a Concepcin. El resto del pas era materia inerte, ganado
humano.

Alberto Edwards, La Fronda Aristocrtica, 1928.


Le Chili, Didier Robert de Vaugondy, Paris, 1749. Plano de Chile del connotado ca

tgrafo francs Vaugondy, que muestra el territorio del Chile histrico, dividido 1

dos provincias, Chili e Imperial, ms el territorio insular de Chiloe (Coleccin del auto
CAPTULO II CHILE EN 1810: TRES PROVINCIAS O UNA NACIN?

El colapso de la monarquia espafiola, en 1808, encuentra a las provincias y reinos


americanos en medio de un proceso de construccin de identidad y cambio cultural.
En todas partes, aunque con diferencias regionales, haba una conciencia creciente
del carcter nico del propio territorio, de su belleza y recursos. La progresiva
disposicin de la elite criolla, adems, para asumir algn nivel de cogobierno con los
oficiales imperiales, era una actitud generalizada. La crisis de legitimidad que
provoc la ausencia del rey, se extendi tambin a la legislacin y a las autoridades que lo
representaban en Amrica. Se inaugur, entonces, un intenso debate sobre el titular
de la soberania, el origen del poder y quin deba ejercerlo, a lo menos de forma
provisoria. La respuesta se busc recurriendo, entre otras fuentes y autoridades, a los
derechos forales espafioles y las Partidas, las doctrinas de los neoescolsticos, los
escritos de los filsofos ilustrados franceses y espafioles y el derecho de gentes. Se invoc,
adems, el ejemplo de temprana organizacin republicana y prosperidad econmica de
los Estados Unidos. En los reinos, virreinatos y provincias americanos se adoptaron
soluciones diversas, segn su propia conformacin y la correlacin de furzas internas. En
general, sin embargo, puede caracterizarse la reaccin local como provisional y
evolutiva, basada en el principio de la retroversin del poder al pueblo, en virtud de la
ausencia del monarca. As se explican las juntas constituidas a lo largo del continente,
a partir de 1809.

Una constante de la respuesta americana a la crisis imperial es el

conflicto entre las ciudadesprovincias que eran sede de audiencias o de virreyes y


gobernadores, por asumir la primada y por ende la capitalidad de los Estados en formacin,
frente a las ciudades menores, que aspiraban a mantener niveles de autonomia o,
derechamente, al separatismo. Esta contienda comienza muy tempranamente y cruza
toda la Independencia y la poca de la organizacin de los Estados. Los grandes debates de
aquel tiempo unitarismo vs. federalismo; repblica vs. monarquia o autoritarismo vs.
liberalismo estn marcados por este trance. Si bien, en general, se prolongan hasta
mediados del siglo

121
ARMANDO CARTES MONTORY Un Gobierno de
los Pueblos..,

XIX, en todas partes sus efectos politicos, econmicos y culturales

proyectan hasta el presente; de ah que sea justo hablar de un proces

inacabado de construccin de Estados.

La manera en que se resolvi la cuestin en cada regin dependi de varias factores.


Normalmente termin prevaleciendo la divisin colonial: las audiencias y virreinatos
devinieron en pases, aglutinando a sus antiguas provincias. Las excepciones, como fueron
los casos de Paraguay o Uruguay, esto es, provincias que formaron luego Estados
independientes, se explican por la distancia y los accidentes geogrficos, o la debilidad
econmica y militar de las antiguas metrpolis para

someterlas.

El caso de Chile fue aparentemente distinto. El pais no se vio desgarrado por largas guerras
civiles ni fue el poder atomizado entre caudillos regionales. Esta excepcionalidad chilena
ha sido destacada suficiente-

mente y es, salvo episodios espordicos pero muy violentos en general

vlida para el perodo posterior a 1830.198 No se ajusta ala realidad, en cambio, para la
independencia y el proceso de construccin de Estado

que le sigui. Ya es evidente, en efecto, que la emancipacin fue una

larga guerra civil, en que se cruzaron lealtades e identidades monr-

quicas, territoriales, religiosas y tnicas, as como intereses corporativos

y estamentales.199 La evolucin de los eventos externos y la efervescencia ideolgica, adems,


hacen dificil caracterizaria. Slo al imponerse, finalmente, los valores republicanos, desde
el mismo Estado naciente se iniciar un proceso de construccin de identidad poltica y
cultural nacional, que termina por homogeneizar y superar buena parte de las antiguas
diferencias. En el proceso de configuracin dei poder central y la estructura dei Estado,
que se prolonga por dos dcadas, se vivieron enormes tensiones regionales. Fueron
consecuencia de muchos factores. En primer trmino, la geografia extendida y las
dificultades de comunicacin impidieron una relacin constante, de cualquier tipo. La plcida
existencia agrcola

de la regin central, adems, era muy distinta a la identidad fronteriza

198 Vase, Maurice Zeitlin, The Civil Wars in Chile (or the bourgeois revolutions that nevo
z
(Estados Unidos, Princeton University Press, 1984).

199 Leonardo Len, OHiggins y la cuestin mapuche, 1817-1818 (Santiago, AldulA

2011).

122
Captulo 11: Chile en 1810 7-i-es provncias o una nacin?

y militar que desarroll el sur; a la vez diferente de la actividad crecientemente minera del
norte. En un sentido econmico, social y an poltico, la conformacin histrica de las
provincias, fue ms bien paralela que conjunta o derivada de la accin del centro. Iniciado
el proceso de emancipacin, las elites provinciales del sur, orgullosas y militarmente
fuertes, aunque debilitadas econmicamente; y las del norte, estimuladas por un rpido
crecimiento demogrfico y econmico, participaron activamente en los debates sobre la
forma que deba asumir el naciente Estado y la distribucin regional del poder. La capital no
tena, todavia, la fuerza politica, econmica o militar para imponer una alternativa, por lo
que la negociacin y el compromiso se hacan necesarios. Despus de 1810, el proceso de
larga duracin, casi natural, de construccin de una identidad cultural comn, que se vena
desarrollando, es desplazado por la imposicin deliberada de una identidad nacional, de
contenido poltico, desde el Estado. As se explica el porque, a pesar de sus diferencias, las
provincias descartan de plano el separatismo y postulan inicialmente la confederacin. Ms
adelante, el xito del proyecto homogeneizador de la identidad nacional, impulsado desde
la capital, facilita la consolidacin de su propia hegemonia. En el presente captulo
revisaremos los efectos polticos y econmicos de las reformas borbnicas, en relacin a las
provincias en la transicin republicana. Estudiamos, asimismo, la cuestin de las identidades
polticas y culturales, como factor explicativo de los proyectos autonomistas y los
conflictos de la poca en estudio; y analizamos las bases geopoliticas de la conformacin del
Reino de Chile, desde Coquimbo a Chilo, a

Las liturgias republicanas, que coadyuvaron en este proceso, se han estudiado en


diversos planos, tales como las fiestas, la msica, los smbolos, la guerra, la cultura e,
incluso, los funerales. Vase, por ejemplo, Rafael Pedemonte, Los acordes de la patria.
Msica y nacin en el siglo XIX chileno (Santiago, Globo Editores, 2008); Paulina Peralta,
/Chile tiene fresta.; el origen dei 18 de septiembre (1810-1837); Ana Maria Stuven, La
seduccin

de un ordem Las elites y la construccin de Chile en las polmicas culturaks y polticas del
siglo XIX (Santiago, Ediciones Universidad Catlica de Chile, 2000); Luis Valencia Avaria,
Las banderas de Chile, BACH, N 63, 1960, pp. 14-44, y, del mismo autor, Smbolos
Patrios (Santiago, Gabriela Mistral, 1974); Gabriel Cid, La Guerra contra la
Confederacin. Imaginaria nacionalistay memoria colectiva en el siglo XIX chileno, y
Carmen Mc Evoy (editora), Los

Funerales Republicanos en Amrica del Sur: Tradicin, Rituat y Nacin 1832-1896 (Santiago,

Centro de Estudios Bicentenario e Instituto de Historia Pontificia Universidad Cai&

ijEa de Chile, 2006).

123
~DO CARTES MONTORY

Un Gobierno de los Pueblos...

Captulo II Chile en 1810 Ves provincias o una nacin?

travs de ciudades y provincias que se integran en la repblica naciente. As podr entenderse


luego su participacin como sujetos en la organi-

zacin del Estado republicano, pues fue desde sus cabildos, partidos y

asambleas que se erigi, entre 1810 y 1830, una nueva legitimidad, se

plantearon frmulas polticas y an se acord el uso de la fuerza militar. Estos elementos nos
permiten comprender la manera en que los espacios regionales enfrentaron la crisis
monrquica y la construccin de una nacin nueva. Los conflictos interprovinciales, en
definitiva, explican en grau me-1 dida, el difcil proceso de organizacin del Estado en
Chile y su desenlace. La historiografia tradicional, sin embargo, al calificarlos de
localismos, o regionalismos, o bien al centrarse en la fallida experiencia del federalismo
de 1826, que no fue una aspiracin generalizada de las provincias, incurre en un error
fundamental. Consiste en estimar que la temprana consolidacin de un Estado viable en
Chile, antes que en los pases vecinos, se debi a la mera superacin de las pretensiones
provinciales. Sostenemos, en cambio, que fue el compromiso entre todas las provincias,
incluida, por supuesto, la de Santiago, lo que permiti crear e imponer un Estado nacional
dotado de un gobierno eficaz, con jurisdiccin sobre todo el territorio.

El Imperio y las provincias

En la etapa previa a 1810, la carncia de entes representativos supraprovinciales, como


asambleas o cortes, transforma a las provincias en espacios dependientes de las ciudades
principales. A diferencia de la concepcin actual, que define la soberania ms bien por los
limites territoriales, en una poca de poco conocimiento geogrfico y menor poblacin, aquella
se definia por el poder de las ciudades. De manera radial, por consiguiente, las
ciudadesprovincias desplegaban su autoridad y competan por extender o mantener sus
reas de influencia. Ilustra este fenmeno, en Chile, a modo ejemplar, la temprana oposicin
de Santiago a la fundacin de Quillota o de Valparaso, contrariando la poltica de fundacin
de ciudades, por no ver reducidos sus trminos.

Las identidades, naturalmente, siguen la misma sucesin. La pri

ra pertenencia es a una villa o ciudad, luego, a su ciudadprovinCJ

124

finalmente al reino y a la monarqua. Se suman a estas las identidades estamentales y


corporativas, como la etnia, el clero o un gremio, pero son las identidades territoriales las
ms importantes. En las ciudades principales, normalmente las capitales de los reinos y las
provincias, los vecinos se organizan ante la ausencia del rey, piden juntas e impulsan
instancias de autogobierno y autonomia. As ocurre por doquier: en Caracas, Buenos Aires,
Quito y tambin en Chile. Es llamativo, sin embargo, que no se acta en nombre de la
intendencia o del virrey; por el contrario, se invoca al rey, como justificacin final, pero
se obra en nombre del pueblo. Ms bien, de los pueblos de las provincias o las ciudades,
recuperndose, as, la lgica plural preborbnica y municipal que caracteriz a la Amrica
colonial. En Amrica no pudo organizarse una representacin territorial en Cortes u otra
estructura asmblearia; los criollos debieron conformarse con la via municipal. Esto dio
caractersticas propias al poder poltico y social de las elites y su relacin con la Corona.
Desde luego les garantiz una cierta autonomia poltica, de hecho y de derecho, en razn de
los fueros y privilegios municipales. Se desarroll una representacin, que Annino llama de
Antiguo Rgimen, es decir, corporativa, no asambicaria y jerrquicamente estructurada en el
grupo y en el territorio.202 Si bien no haba una representacin electiva de base territorial lo
que Chile intentaria obtener, en 1811, con la convocatoria a un Congreso Nacional Ias
provincias eran representadas por su ciudad cabecera, incluso frente a la Corona. El
mismo derecho asista a la ciudad capital o a la capital virreinal respecto del reino o del
virreinato. As se entiende su lucha posterior por la autonomia o el predominio, tras los
eventos de 1808. La complejidad y violencia del traspaso de soberania de la monarqua a
las ciudadesprovincias y luego a los Estados, en buena parte se explica porque la
abdicacin real destruye toda legitimidad, abriendo paso a la dispersin del poder. Este debe
ser reconstruido aun
_

14.

20 Franois-Xavier Guerra, Las mutaciones de la identidad en la Amrica Hispni-

a, en Francois-Xavier Guerra (editor). Inventando la .Nacin. ou. 195 v 205.

tonio Annino, Soberanias en lucha, en Franois-Xavier Guerra, (editor), In-

la Nacin, p. 159.

125
ARMANDO CARTES MONTORY

Un Gobierno de los Pueblos.:,

reconquistado por los antiguos centros. Mientras la Amrica port

guesa logr mantener la unidad, apoyada en la continuidad politica qu

aport el Imperio, la Amrica hispana se desmembr en once Estac

que para 1903 ya eran dieciocho.

Un reino de ciudades

En Chile, como en pocas regiones de Amrica, resulta notable la mar ra en que las ciudades
y las provincial originales son claves para ente

der la evolucin del pas. En el siglo XVI, que corresponde a los ai

iniciales de reconocimiento y conquista, la fundacin de ciudades era 1

forma de ocupar el territorio y establecer divisiones en la Gobernaci

de Chile. El control del reino se intent mediante la creacin de ciuc des y su poblamiento,
las que eran dotadas de lurisdiccin y trminc en nombre del Rey. Conquistar era fundar y as
lo entendia Pedro Valdivia, quien tena por gran mrito su labor fundadora.23

A las ciudades ms antiguas, Santiago (1541), Concepcin (15.

y La Serena (1544), en especial a las primeras, se les asign un exter

territorio. A Santiago del Nuevo Extremo le correspondieron unas 8

lguas, desde el valle del rio Copiap hasta el rio Maule, que luego

restringi en el norte al rio Choapa, para asignar territorio a La Serer

Inicialmente, hacia el este cubria la provincia del Tucumn, en ci,

leguas de ancho, que luego se asignaron a esta ciudad y GobernaciC

As lo dispus() Valdivia, a pesar de la peticin en contrario del proa

dor del Cabildo de Santiago, que pretendia que solamente se intitula

villa y est sujeta a la jurisdiccin real de esta ciudad...4 Poco ante


203 En carta al Emperador Carlos V, en octubre de 1550, se describe a si mismo er

tos trminos: He poblado e pobl la cibdad en este fuerte, y he formado Cabilda.]

ticia e Regimiento e repartido solares e los caciques entre vecinos que han de que

a su sustentacin, e cmo la intitul la cibdad de la Concebcin, e fundla a los o

de otubre deste presente ano de quinientos e cincuenta (...) haber sido Goberna

en su real nombre, para gobernar sus vasallos..., y Capitn para los animar

guerra, jumtrico (geomtrico) en trazar y poblar, alarife en hacer acequias y

aguas...y en fin, poblador, criador, sustentador, conquistador y descubndor... (Ca,

de don Pedro de Valdivia que tratan del descubrimiento y Conquista de Ia Nueva


Extremadura, tonal Andrs Bello, 1991).

204 Maria Teresa Cobos, La divisin poltico administrativa de Chile, 1541-1811 (Valpa
126
Captulo Chile en 1810 ires provincias o una nacin?

el mismo Valdivia bab prolongado la extensin de Santiago hasta el rio Itata, ante un
requerimiento del Cabildo, decisin que pronto se revirti. Unos anos ms tarde, adems, la
intencin de fundar otras poblaciones, como Quillota y Valparaso, fracasaron por la
resistencia del ayuntamiento de Santiago, temeroso de que se redujese su jurisdiccin y se
le sustrajese vecindario. No obstante, las fundaciones de Mendoza, San Juan de la
Frontera y San Luis de la Punta, allende la cordillera, le restaran territorio. Lo mismo
ocurri con la fundacin de Concepcin, a orillas del mar, en 1550, que fij su deslinde norte
en el rio Maule, restando diez leguas a Santiago. Concepcin, a su vez, perdi territorio con
las creaciones de Chilln (1580) y Santa Cruz de Coya (Millapoa, 1595). Como se aprecia,
las ciudades eran celosas de sus trminos y prerrogativas. Surge, de esta manera, en la
forma de ciudades, la divisin del espacio tradicional, el cual, en el caso de la capital y de
Concepcin, por su especializacin econmica y sus respectivas vocaciones administrativas y
militares, va conformando las regiones naturales de Chile. El predominio de una
produccin acendia su identidad, como ocurre con el gran espacio cerealistico tradicional
del valle central chileno, especialmente desde comienzos del siglo XVIII, que ha estudiado
Marcello Carmagnani. La misma especializacin productiva permite distinguir
claramente, junto a aquela, alas regiones de La Serena, con inclinaciones hacia la minera; y
de Concepcin, ms orientada hacia la ganadera.205 Con los afies, se desarroll una mayor
complementariedad interregional, pero sin que las sociedades regionales perdieran del todo
su fisonoma.206 Las ciudades, entonces y luego las divisiones provinciales

Universidad Catlica de Valparaso), p. 18.

Vase, Marcelo Carmagnani, Les mcanismes de la vie conomique dans une socit colonia Le
Chili (1680-1830) (Paris, S.E.V.P.E.N., 1973).

E A. Encina, refirindose a los anos previos a la independencia, sostiene: El proio desarrollo


histrico diferenci sicolgicamente los ncleos sociales de Santiago y oncepcin. Como
consecuencias de su lejana del teatro de la guerra de Arauco, el rimero tom un carcter ms
civil; predominaron en l las actividades econmicas bre las militares... En el segundo,
prevaleci el espritu militar con sus caractersti... A esta oposicin de temperamentos y
caracteres se afiadi el recuerdo muy vivo que los antiguos gobernadores haban residido
casi siempre en el Sur, y el hecho que si Santiago era la capital del Reino, Concepcin era
su metrpoli militar. Co-

127
ARMANDO CARTES MONTORY Un Gobierno de los
Pueblos...

dan cuenta del origen y la vocacin productiva del territorio, que man-

tiene los rasgos del paisaje productivo colonial. Las demarcaciones de

las provincial, dice Maria Carolina Sanhueza, sus extensiones y juris-

dicciones correspondieron a las mismas vigentes en 1810, primando la

costumbre y tradicin administrativa colonial.207 De esta forma,

tres regiones originales en que se estructur el reino sobreviven a las pri-

meras divisiones polticoadministrativas y se proyectan a la Repblica

Las otras ciudades fundadas dentro del mismo siglo XVI, que alcan-

zan a una decena, no obtuvieron grandes extensiones, ya que la tierra haba sido concedida
a los vecinos de las primeras; pero cada fundacin necesariamente implic asignarles, al
menos, su sitio y su entorno. La excepcin la constituyeron los pueblos establecidos al sur
del BoBo, que fueron ms bien enclaves, marcados por accidentes geogrficos.
Mantuvieron una existencia precaria, constantemente acosados por los indgenas y con una
poblacin escasa. Desde los cabildos que hacan de cabeza de la jurisdiccin, a lo menos
tericamente, se atendia el territorio. Esta funcin le correspondia al tenente de gobernador,
inicialmente y, desde que la Real Audiencia de Concepcin entr en funciones (1567), al
corregidor y justicia mayor, originado en los mismos cabildos. Fueron doce las ciudades
chilenas cabeza de corregimiento, entre La Serena y Castro, incluyendo Mendoza. De
estas, nueve se hallaban de Chilln al sur. Santiago ya se titulaba

quimbo, en cambio, era cabecera de un ncleo social cuyas modalidades no calzaban


exactamente con las de la sociedad santiaguina... Aunque ambas sociedades tenan
acentuado espritu civil, se diferenciaban en el tipo de vida, ms sencillo y patriarcal en La
Serena, ms ostentoso y rastacuero en Santiago. En el terreno econmico, Coquimbo haba
nevado durante la Colonia una vida lnguida y pobre, limitada a la explotacin de sus
estrechos valles regados, casi exclusivamente para subvenir a sus cortas necesidades
alimentarias; a la pesca del congrio y, en los ltimos tiempos, a la explotacin de minas de
cobre, que dejaban una modesta utilidad. No es, pues, extrailo que, a pesar de su
aislamiento, de la diversidad del medio fisico y de las distintas modalidades sicolgicas de
su poblacin no hubiera desenvuelto un vigoroso espritu regional opuesto a Santiago.
(Historia de Chile, Santiago, Ediciones Ercilla, tomo XVII, pp. 170-172). En los anos
siguientes a la independencia, sin embargo, la devastacin del sur y la nueva riqueza del
norte, extremaran sus percepciones y antagonismos con la capital.

207 Maria Carolina Sanhueza, La primera divisin poltico-administrativa de Chil


p. 453.

128
r

Captulo IZ Chile en 1810 li-es provincias o una nacin?

cabeza y fundamento de la gobernacin.3,208 Quedaron reducidas a seis, para 1602, luego


del repliegue que sigui al desastre de Curalaba. San Bartolom de Chilln, fundada en 1580,
seria la ltima a la que se concedi() territorio y trminos, esto es, ciudades completas en base
principio de localidad y vecindad, equiparables a los distritos que luego se establecern.209
En adelante surgen partidos rurales, sin sede permanente de autoridades, que en la prctica
reducen los trminos de las primeras ciudades. Surgen, as, Aconcagua, Quillota, Colchagua
y Maule, Melipilla y, ms tardiamente, Cauquenes, escindido del corregimiento de Maule.
Los distritos nacen por la incapacidd de corregidores y cabildos de controlar un vasto
territorio, con una poblacin dispersa, en especial aquellos ms alejados o con
complejidades especficas, como las faenas mineras. Varios se crearon por un simple
decreto de nombramiento del titular en el oficio, en virtud del cual se declaraba un rea
eximida de los trminos de la ciudad a que haban estado sujetas. Aunque algunas
creaciones se plantean en trminos provisorios, provocaron enrgicas protestas del
ayuntamiento de Santiago, que represent al ejecutivo el perjuicio que se haca a la ciudad,
al desconocer su jurisdiccin especial, ordinaria y perpetua, y fundada en el derecho comn,
aparte de estar expresamente aprobada por la persona del Rey, sobre el territorio. La
jurisdiccin eclesistica contribua tambin al orgullo de las primeras ciudades. El
corregimiento de Cuyo dependi() del obispado de Santiago hasta 1808 y Chilo del de
Concepcin, incluso despus que el control poltico y militar del archipilago pasara al
virreinato. Era evidente que las ciudades, en especial Santiago, sentan que como tales les
correspondia gobernar en sus trminos, incluso ms all de sus capa-

ecidades reales y contra el parecer del Gobernador. Las provincias, poli-

ticamente concretadas en tres intendencias, heredaran su sentimiento de supremacia y la


autoimpuesta misin de participar en el gobierno del reino.

!Maria Teresa Cobos, La administracin poltico administrativa de Chile, p. 21. Vase,


Reinaldo Mufioz Olave, Chilln, sus findacionei y reconstrucciones (Santiago, Im-

Mie de San Jos, 1921); y Marcial Pedrero Leal, Chilln Vido, capital del reino y cuna de

ia (Concepcin, Editorial Pencopolitana Ltda., 2008).

129
ARMANDO CARTES MONTORY Un Gobierno de los
Pueblos1

Provincias e intendencias

Las provncias y regiones americanas se configuraron, social y geoe

conmicamente, en el tiempo largo de la colonia, con tal fuerza que

muchas obreviven a la coyuntura critica de la independencia y se proyectan en los Estados


republicanos. Luego de las independencias, los Estados nacionales se embarcan en la tarea
de construir una nacin homognea, eliminando la superposicin de identidades culturales,
que caracterizaba a gran parte del mundo colonial. El concepto de patria,

por ejemplo, que se utilizaba a diversas escalas geogrficas en la Colo-

nia, se domicilia finalmente, con aguda de smbolos, fiestas y efemrides.

en el nivel de los incipientes Estados. No era la nica opcin posible, ni

siquiera la ms probable, en las postrimeras coloniales.

Tradicionalmente, los funcionarios imperiales se involucraban en ac-

tividades comerciales y se relacionaban socialmente con las familias pa-

tricias al punto que, en la prctica, cumplan un rol de mediacin entro

la Corona y los intereses locales. Hacia 1750, sin embargo, el gobiern

imperial comenz a reafirmar su autoridad. Los ms altos cargos s,

reservaron para los europeos y acab la venta de cargos de la audiencia. Fue, entones, slo
en forma tardia, durante el reinado de Carlos III (1759-1788), que la corona intent
centralizar la monarquia. Son las Ramadas reformas borbnicas, a que ya nos hemos
referido, en virtud de las cuales se crearon intendencias, nuevos tributos y una serie de
otras medidas modernizadoras, tendientes a crear un verdadero imprio, con Espaiia como
su metrpoli. Aunque su impacto se ha relativizado en los ltimos anos, ya que las reformas
estuvieron en prctica poco tiempo y sin la severidad que antes se les atribua, se sostiene
que rompen un consenso central: la organizacin pactista, negociada, del poder, entre las
elites locales y la monarquia. La recomposicin del poder imperial, a partir de 1808, no se
aborda desde un supuesto Estado nacional preexistente, sino de la mano de la nica base
sociopolitica legtima de la poca: la ciudad-provincia. Desde esta, se construyen alianzas y
proyectos nacionales y se levanta la organizacin politicoestatal. Estos colectivos recogen
mltiples elementos de la herencia colonial y de la administracin borbnica. En particular, la
descentralizacin de las estructuras polticas de la primera
etapa de la repblica, ha sido relacionada con la introduccin del

130

siste-
Captulo II: Chile en 1810 Tres provincias o una nacin?

a de intendencias efectuada en el periodo colonial.

La intendencia, que fue la reforma central en el proyecto de construccin de un nuevo tipo


de Estado, produjo una redistribucin del poder y, en todo caso, contribuy a reducir el
prestigio de audiencias y virreyes. Para muchas provincias, como ocurri en Salta, Santa
Cruz de la Sierra o Crdoba, la instalacin de la intendencia signific la catalizacin de una
identidad poltica y una vigorizacin econmica, que tendria luego consecuencias. En
definitiva, medidas adoptadas para recentrali7ar o recapturar el poder terminaron por
atomizarlo, pero tambin dieron lugar a nuevos espacios y nuevos centros.210

En anos recientes, el anlisis de las intendencias y los municipios en

el siglo XVIII, as como la utilidad de las reformas en la dinamizacin

le nuevos espacios regionales, ha nevado a revisar el modelo de monarpia absolutista y


centralizadora. Las articulaciones e interdependen-

ias entre la esfera estatal y la privada fueron ms complejas, en especial

reas perifricas, como la Amrica Espariola, donde la integracin

le las elites locales en el tejido politicoadministrativo resultaba necesa-

ia para la supervivencia de la misma monarquia. Estos y otros debates

in nevado a cuestionar los limites del paradigma absolutista en el caso

Dice Mrner: Es muy dificil evaluar la contribucin del sistema intendentario porque se le
permiti muy poco tiempo. Indudablemente aumentaron los ingresos

Idel Estado, pero se debera quizs esto ms al adelanto econmico que a las mejoras fiscales?
(...) Por otro lado, se ha sefialado que la introduccin del nuevo sistema de

administracin tuvo un efecto corrosivo. El prestigio de los virreyes y de las audiencias fue
el que sali perjudicado. Siendo esto as, el nuevo sistema habra tenido el efecto, lejos de lo
previsto, de preparar el camino de la IRElependencia. Vase, Magnus Mrner, La
reorganizacin imperial en Hispanoamrica. 1760-1810, lberoromanskt (Asociacin
Hispania), Vol. IV, N1 (Estocolmo, Biblioteca e Instituto de estudios Ibe-

sAmericanos de la Escuela de Ciencias Econmicas de Estocolmo, 1969), p. 18.

131
ARMANDO CARTES MONTORY

Un Gobierno de los Pueblos...

hispanoamericano.21 Sus conclusiones se proyectan hacia las indepen,

dencias y abren espacio a lecturas regionales.212 Las intendencias chilenas deben


examinarse no slo desde el punto de vista institucional, sino desde la perspectiva de las
sociedades subnacionales que cobijaron. Ya hemos visto que sus orgenes remotos estn en
las ciudades fundacionales de Chile y sus trminos. Su carcter natural se refuerza por la
geografia y la especializacin productiva. Para el siglo XVIII, su identidad econmica ya est
definida, de manera que la intendencia no crea, sino que cataliza una identidad y refuerza
su administracin. Es necesario revisar su desarrollo, en razn de la continuidad de
importantes elementos del sistema colonial, en las estructuras polticas, sociales y
econmicas del pas. Se ha discutido si las Intendencias, en la prctica, en contrario a sus
objetivos de obtener mayor control sobre los territorios americanos, anticiparon las
independencias. Eu todas partes donde se instalaron, los intendentes compiten con los
aristcratas de viejo curo y su misin es contrarrestar el poder local y reducir su estatura
poltica. Fue el camino para construir otro tipo de Estado, ai promover un control estricto
de las estructuras econmicas: se crea la Contadura Mayor, la Aduana, el Tribunal de
Comercio, el de Mineria y la Casa de Moneda.213 Junto con

21 As, John Fisher, segn ya vimos, quien estudi el establecimiento de las intendencias en el
Per a finales del siglo XVIII, interpret los levantamientos del Cuzco de 1780 y los de
inicios dei XIX, como rebeliones anticentralistas que no se oponan ai control espanol, sino
de Lima (Vase, John Fisher, El Per borbnico 1750-1824, IEP, Lima, 2000). El tema ha
sido estudiado para el caso chileno, por Jacques A. Barbier (Elites and cadres in Bourbon
Chile, Hispanic American Historical Review 52 (agosto 1972; pp. 416-435).

212 Roto el consenso historiogrfico en torno a las independencias, dicen Chust y rrano,
emergen los sujetos sociales y los grupos regionales ocluidos durante de:

siado tiempo por el manto nacional. (Manuel Chust y Jos Antonio Serrano, Deb,

sobre las independencias iberoamericanas, editores Ahila, Espana, 2007. Una revisin de L

actuales tendencias historiogrficas, en materia de independencia y construccin

nacin, puede leerse en Jorge Gelman, Director, Argentina, Crisis imperial e indep,

(Lima, Taurus, 2010); y en _Julio Pinto Vallejo y Vernica Valdivia Ortiz de Zral

Chilenos todos? La construccin social de la nacin (1810-1840) (Santiago, LOM, 2009)

213 Vase, Mara Teresa Cobos, El rgimen de Intendencias en el Reino de


Fase de Implantacin 1786-1787, Revista Chilena de Historia dei Derecho (Valpai

1975), pp. 85 a 106.

132

raso, _; ,. -

1!!

111

Captulo II- Chile en 1810 Tres provincial o una nacin?

la reforma del Estado, Ias intendencias fueron la respuesta imperial a la necesidad de


desarrollar los territorios. Senalaba, en efecto, el Bando del presidente Benavides del 14
de junio de 1786, por el cual se declara el establecimiento de las intendencias en el reino
de Chile, que su objeto
era: ...que sus pueblos se gobiernen en paz yjusticia, que se adelante
su polica, y promueva el aumento de Ia agricultura y comercio, que se ejecute la industria,
se favorezca la minera y ltimamente que se mejore el inmediato mando de estos dominios,
su buen orden, felicidad y concierto en todos los ramos por medio de Ias Intendencias de
Ejrcito y Provincia.214

Tareas que aparecen todas muy modernas y propias del ethos ilustrado. Aunque operaron
slo durante veinticuatro anos, en algunos casos, como fue el de la provincia de Concepcin,
generaron un germen de autogobierno e identidad.215 Segn Cobos, contribuyeron a
ahondar las diferencias existentes entre algunas provincias, Ias cuales quedan bajo
lajurisdiccin de un funcionario (intendente) casi con tanto poder como el del gobernador
del Reino, cuyo mejor ejemplo es Concepcin. Sin embargo, la misma autora, mirando los
hechos desde la perspectiva de 1830, afirma que durante los primeros anos de la
organizacin del Estado, la continuidad de estos espacios administrativos colabor a la paz
social. Se pregunta, en efecto, si ano contribuiran Ias intendencias y sus promotores a que
no se produjera un quiebre institucional y social en los perodos iniciales de la
Repblica?.216 Lo nico que resulta indudable es que son Ias provincias, actuando como
colectivos a travs de sus lites y ciudades principales, actores centrales de una larga
transicin, la que conduce desde el Estado borbnico ai Estado en forma de la tercera dcada
republicana.

Revisemos brevemente su instalacin yjurisdiccin. Mediante auto

creto de 24 de diciembre de 1785 y sendos oficios de 14 y 30 de enero

iente, dirigidos a ia presidencia del reino de Chile, el Virrey del

r dispuso la instauracin de dos Intendencias de Ejrcito y Provin-

Arch. Nac., R.A., vol. 571, fjs. 24 a 26 vta.

Vase, Fernando Campos Harriet, Funcionamiento de la Intendencia de Concepcin 1786-

O (Quito,,Corporacin de Estudios y Publicaciones, 1980).

arfa Teresa Cobos, El rgimen , p. 86.

133
ARMANDO CARTES MONTORY

Un Gobierno de los Pueblos...

cia, la de Santiago, en rango de General y la de Concepcin. La pri-

mera extendia su jurisdiccin desde el despoblado de Atacama, hasta el ro Maule e


incorporaba el gobierno polticomilitar de Valparaso. La segunda, la Intendencia de
Concepcin, se extendia desde el ro Maule hasta la frOntera indgena e inclua los gobiernos
polticomilitares de Juan Fernndez y Valdivia. El archipilago de Chilo sigui dependiendo
del virreinato peruano en lo poltico y militar, aunque del obispado

de Concepcin en lo eclesistico.2

Durante los mios de vigencia de las intendencias coloniales, las nueve subdelegaciones de
Santiago fueron incrementadas a catorce; en Concepcin pasaron de seis a nueve. Su
administracin qued a cargo de subdelegados de gobernador intendente, pero manteniendo
en sus puestos, en forma provisional y con este nuevo ttulo, a los corregidores de los
partidos. Se regan por la Ordenanza de Intendentes del Rio de la Plata. La intendencia de
Coquimbo surge tardiamente, como obra del Primer Congreso Nacional, el 23 de
septiembre de 1811, acogiendo la propuesta de los representantes de La Serena.218 Qued
a cargo de un gobernador poltico y militar, que deba rendir cuenta al Congreso de sus
acciones. Su creacin perseguia fines econmicos y defensivos y se bas en los partidos de
Copiap, Huasco y Coquimbo. Sus limites eran imprecisos. Segn Cobos, por antecedentes
de mediados del siglo XVIII, el deslinde norte del partido de Copiap corria por una lnea
imaginaria de oriente o poniente, situada alrededor de los 25 latitud sur. El deslinde
meridional de la nueva provincia seria el rio Choapa,

limite sur del partido de Coquimbo.

217 A partir de 1784 Chilo goz del estatus de Intendencia; en 17891a Corona espa

la convirti al archipilago en gobierno politico militar dependiente del Virreinato

Pedi, hasta su incorporacin efectiva, en 1826, a la Repblica de Chile. (Maria Ter

Lobos, El rgimen, pp. 33 y 34).

218Vakntn Letelier, Sesiones de los Cuerpos Legislativos de Chile (en adelante, SCL) (Sa
go, Imp. Cervantes), Vol. I, pp. 92 y 93.

134
Captulo II: Chile en 1810 iTivs provincias o una nacin?

\,

Escudo de la Intendencia de Coquimbo. La nueva provincia correspondia a un antiguo


proyecto elaborado

por los mineros del Norte Chico, que hasta entonces no haba tenido una acogida favorable
por parte de la autoridad politica. Una primera iniciativa, que no fructific, planteaba
transformar la circunscripcin de Coquimbo y Copiap en un gobierno poltico militar, como
lo eran Juan Fernndez, Valparaso y Valdivia, con miras a fortificar el litoral nortino.
Posteriormente, en el ano 1800, un conjunto de vecinos de la ciudad de la Serena, propuso
al Gobernador que se le otorgara la calidad de Intendencia y el rango de Obispado a la
zona. Se perseguia con ello estimular la inversin y el desarrollo de las actividades minera
y comercial. La discusin se prolonga por toda la dcada, sin resultados positivos, en razn de
lo cual, en 1808, el Cabildo de la Serena, decidi elevar una solicitud, ya no a una
autoridad en Chile, sino directamente al Rey, con el mismo propsito de que autorizara el
establecimiento de una Intendencia y de un Obispado en Coquimbo, nuevamente sin

1e3

resultados.219 De estas peticiones, Ulises Crcamo desprende que, ya n esta poca, los
habitantes del Norte Chico mantenan una clara ercepcin geogrfica de su espacio as como
una marcada conciencia

Se encuentra transcrita como anexo documental en el trabajo de Cobos y lleva por pgrafe
Solicitud del Cabildo de la Serena al Rey, para que se establezca la Intendencia de
Coquimbo y se erija un Obispado, afio 1808, Maria Teresa Cobos, El rgimen, pp.
127-134.

135
ARMANDO CARTES MONTORY Un Gobierno de los
Pueblos..

territorial, lo que les ayudara posteriormente, a la formacin de una verdadera identidad


regional.2 En todo caso, marcan el ingreso y la

participacin creciente de Coquimbo en los debates nacionales.

La regonfiguracin de la divisin politicoadministrativa del pas no fue una prioridad de las


nuevas autoridades republicanas. Se explica en razn del escaso conocimiento geogrfico
existente, la dificil situacin econmica y las circunstancias de la guerra no concluida. La
primera divisin, segn ha establecido Maria Carolina Sanhueza, entre 1811 y 1823,
correspondi a una simple enumeracin de las provincias existentes, en total continuidad con
la organizacin administrativa colonial

y de las intendencias del siglo XVIII, a las que se les suma Coquimbo.22

Los primeros textos y proyectos constitucionales dividieron el territorio con fines de


representacin poltica, ms que de administracin pblica. As, el proyecto de Constitucin
para el Estado de Chile, elaborado por Juan Egafia, por encargo del Congreso de
1811, ya insinuaba la idea moderna de Chile como una repblica formada por un
cuerpo abstracto de ciudadanos, nica e indivisible (art. 28). Propona una divisin
provisoria en tres departamentos, dependientes del gobierno soberano, basada en las
tres provincias histricas (art. 173). Estas tendran un gobierno poltico y militar, pero
dirigidos por la capital Santiago, para lo cual se distinguia esta provincia del
gobierno central radicado en su ciudad principal.222 La continuidad colonial es
evidente, en cuanto a mantener la divisin en tres provincias, tanto en el reglamento
constitucional de 1812223 como en la Constitucin de 1818.224 Nada se avanz, sin
embargo, res-

Ulises Crcamo Sirguiado, Mineros y Minera en el Norte Chico: La Transicin (Univers

dad de Chile, Tesis para optar al Grado de Magister en Historia, 2004), p. 6.

221 Maria Carolina Sanhueza, La primera divisin politico-administrativa de Ch

p. 453. 222 SCL, Vol. I, p. 212.

223 Este plantea, implicitamente, la distribucin en tres provincias, a propsito i

configuracin del Senado. Seilala, en efecto, que el Senado ser representativ

rrespondiendo dosa cada una de las provincias de Concepcin y Coquimbo, y

la de Santiago (artculo dcimo). SCL, Vol. I, p. 259.

224 De manera formal, dispone su articulo primero, que el Estado de Chile se 1


dividido por ahora en tres provincias: la capital, Concepcin y Coquimbo.

136
Captulo II: Chile en 1810 ires provncias o una nacin?

pecto a la defmicin de fronteras ni jurisdicciones, hasta 1823. Slo en materia de poblacin,


el acuerdo del Congreso de 1811 de levantar un censo de los habitantes de cada provincia,
expresa un nimo de obtener un conocimiento que sustentara la representacin poltica. Unos
meses despus, Jos Miguel Carrera invoca el argumento de la ignorancia de la distribucin
de la poblacin, para deslegitimar el Primer Congreso Nacional y justificar su intempestiva
clausura.225 Las capitales provinciales tampoco se definieron formalmente. Aparece
insinuada, no obstante, en la Carta de 1818, la capitalidad de Santiago sobre su provincia y
el pas entero, lo que jams se controvirti. A la ciudad de Concepcin, a su vez, naturalmente
le correspondi encabezar la provincia homnima, por su condicin de cabeza de la
intendencia y por su histrica funcin de centro poltico, militar y administrativo de la regin
sur. En la provincia de Coquimbo, haba sido La Serena quien pidi la constitucin de la
nueva provincia o de una intendencia, peticin atada a su voluntad de constituirse en capital
provincial. La Carta de 1822 abole temporalmente las intendencias y las sustituye por
departamentos, siguiendo la influencia francesa (artculo 142), 1 nomenclatura que
persiste en la Constitucin de 1823. Si bien esta divi-

de el territorio en gobiernos departamentales y otras unidades menores, cuyo gobernador


seria designado por el Director Supremo, sujeta su duracin a la censura de la provincia
(art. 191). De manera que las provincias, como una realidad material dotadas de poder
social y legitimidad histrica, no desaparecen. Reemergern, por el contrario, en los mios
siguientes con mayor fuerza.

raEn el Manifiesto a los pueblos, expone: Para que se convenza el reino entero de justicia
con que Santiago se revolvi en dos de este diciembre hasta suspender el 11 ercicio de la
ltima corporacin de su gobierno, es preciso desnudarse absolutamen-

de todas las ideas halagefias, sorprendedoras que puede sembrar el partido i la cabala. (...)
Un cuerpo nulo desde el plan de su instalacin no podia corresponder en sus obras sino con
vicios intolerables. Los pueblos elijieron diputados antes de contar el nmero de sus
habitantes i antes de saber el de los que les correspondan. As es que un campo de cuatro
ranchos tuvo tanta representacin como el vecindario mas numeroso i estos, en otra parte,
excedieron el coto lejitimo de su aumento respectivo. Cometi Chile los mismos vicios de
que procede la nulidad de las cortes espafiolas...

Vol. I pp. 197 y 198).

137
ARMANDO CARTES MONTORY

Un Gobierno de los Pueblol

Chile tricntrico o Santiago desgranado?

Hay dos visiones sobre la gnesis de Chile como pueblo, que ilustra

dos maneras de entender la historia del pais. En la primera, que es

tradicion0 y hegemnica, el pas nace con la fundacin de Santiago, ei

febrero de 1541. Surge alll la sociedad hispanocriolla, que es a la ve

el baluarte de la implantacin cultural hispnica y base de una socieda nueva. Tras algunas
vicisitudes iniciales, la ciudad pronto se asienta co

firmeza, favorecida por su clima, el comercio con el Per y la paz ql

pudo disfrutar. Desde el valle del Mapocho salieron las expedicione

que fundaron Concepcin y las ciudades del sur, La Serena dos veces

y las cuyanas de Mendoza, San Juan y San Luis. Se sentia Hamada a ser

cabeza y fundamento de la gobernacin, como haba apuntado si

cabildo. En diversas ocasiones, debi ser refugio de los habitantes dei

sur, que huian de las sublevaciones, como ocurri en 1554, 1598 y 1655, por serialar
algunas coyunturas; o con ocasin de desastres naturales. Muchos abandonaban sus
encomiendas, estancias, siembras y panados, en favor de la seguridad que
tempranamente ofreca la capital del reino,

favorecida comercialmente por Lima.226 Como capital, era residencia del gobernador, de
las familias nobles y los oficiales de caballera. Todas las Ordenes religiosas mantenan all
presencia. Era sede, en fin, de la Universidad, el consulado, la Casa de Moneda y otras
importantes

instituciones coloniales.

As nace el doble estereotipo, en la expresin de Armando de

Ramn, historiador dei Santiago urbano, de que la ciudad era sostene-


dora de la conquista y lugar de refugio, recreo y descanso para quien la visitara; el
arquetipo o paradigma de la tranquilidad y paz, el lugar

226Ya en 1594, una real provisin promulgada en Lima liber de derechos de almojarifazgo a
los productos de la tierra enviados desde Chile, con la intencin de asegurar l permanencia
del reino. La directiva intensific el trfico comercial, proporcionando a Santiago una
prosperidad modesta, pero suficiente para afianzarla como centro de la colonizacin. Para
de Ramn, era esta una obvia selai de que las autoridades del Virreinato haban resuelto
apoyar a la ciudad de Santiago y abandonar su suerte a las dems. (Armando de Ramn,
Santiago de Chile. Historia de una sociedad urbana, Santiago, Ed. Catalonia, 2007, p.
41).

138
Capitulo II Chile en 1810 7i-es provincias o una nacin?

ms seguro del Reino.227 Para esta visin, el reino entero era obra de antiago, como si se
hubiese desgranado de el.

Otra forma de concebir a un Chile que todavia no era tal, es a par-

lu tir de la Frontera como el crisol de la raza chilena. En la conviven-

cia fronteriza de tres siglos, en torno a la raya del BoBo, tiene lugar n intenso intercambio
tnico, cultural y econmico, que se reconoce como la matriz de un pueblo original. La
Frontera, que era vista desde

!Santiago como la lnea de guerra, el desafio o el conflicto a resolver, adquiere una


centralidad distinta, desde esta perspectiva. Las ms extensas pginas de los cronistas, la
poesia pica de Ercilla o Pedro de Ofia, los trabajos de los misioneros; los afanes de
mapuches y soldados, tuvieron por epicentro y escenario la regin allende el Maule. Sede
de la Audiencia por breves anos, pero de un obispado desde el siglo XVI en adelante y
asiento del gobernador durante largas temporadas, la provincia era consciente de su valer.
Nuevamente, como un sino trgico que revive la Conquista, durante las guerras de
Independencia la mayor parte de los combates tienen lugar en esta regin, que sufri una
gran destruccin. Los lideres republicanos, para animar a la lucha, promueven una
identificacin retrica con los hroes de la pica araucana. Habr banderas y escudos con su
efigie; una Logia Lautarina y un buque Lautaro en la Escuadra. Correctamente, pues,
sugiere E X. Guerra que, en Chile, la identidad criolla estaba en gran parte fundada en su
carcter de frontera de guerra contra los indios hostiles.228 La identificacin de la resistencia
fronteriza como lo propiamente chileno, en lucha comn con los criollos contra Ia tirania
espafola, refuerza esta nocin de la Frontera como matriz de la nacionalidad. Para
principios del siglo XIX, estas vivencias histricas distintas tenan consecuencias muy
concretas. Ambas ciudadesprovincias vieron, en los sucesos de 1810, una oportunidad.

Armando de Ramn, Santiago de Chile, p. 34. . 228 Franois-Xavier Guerra, Las


mutaciones de la identidad en la Amrica Hispnica, p. 212.

139
ARMANDO CARTES MONTORY

Un Gobierno de los Pueblosl

Emblema del buque Araucano de la Armada de Chile.

En el caso de Santiago, para reafirmar su predominio; en el caso de Concepcin, de


consolidar la autonomia, que le daba su condicin de intendencia y la fuerza militar.229 La
unidad del reino y la capitalidad de Santiago no estaban en juego. Aunque haba elementos
comunes, que eran el germen de una futura nacionalidad poltica compartida, las dis-

tancias geogrficas, cuestiones tnicas y otras variables, diferenciaban a dos sociedades


regionales. Benjamin Vicuria Mackenna, en su obra

La Guerra a Muerte, investigada in situ y cuya primera edicin aparece en

1868, grafica este sentimiento:

Dos Reinos diferentes, apartados, cari hostiles. Uno de esos reinos era Chile, el nombre
tradicional de las Comarcas del Maipo al Aconcagua, y se extenda desde el Maule al
Paposo. El otro reino era el fuerte de Penco, el reino de la espada, como Santiago lo era de
la toga y la cogulla. Y tan cierto era esto que los antiguos pobladores de la raya fronteriza,
como se observar en todos los documentos oficiales del presente libro, llamaron siempre
Chile Unicamente al pri-

9E1 ejrcito de la frontera, prcticamente el nico del reino en la poca, era sostenido, desde
1604, por un situado anual que se pagaba por las reales cajas del Pedi, de 120.000
ducados, que luego se elev a 212.000. Fue la base de la economia de la Frontera.

140
Capitulo 11: Chile en 1810 Tres provincias o una nacin?

mero de aquellos territorios; y as continanlo llamando las gentes de aquellas

Comarcas que obedecen, sin apercibirse de ello, a una tradicin inevitable. La provincia de
Coquimbo, en cambio, haba mantenido una existencia lnguida, hasta avanzado el siglo
XVIII. Es la poca en que la agricultura de autoabastecimiento empieza a ser reemplazada
por la minera, atrayendo una mayor poblacin. Su principal ciudad, La Serena, conservaba
la fisonoma que haba tendo en los siglos coloniales. Semiaislada por la dificultad de las
comunicaciones, sin grandes horizontes agrcolas, comerciales ni mineros, se mantiene
replegada sobre si misma, conservando y desenvolviendo un alma propia.231 Su escaso
desarrollo provoca el juicio crtico del gobernador Ambrosio OHiggins, quien la recorri en
1789:

Desde la primera visita que di a esa ciudad, no pude reconocer sin admiracin que, siendo la
ms antigua despus de la capital del Reino, se bailara tan , atrasada en vecindad y
edificios, que no se encontraban sino muy pocas casas regularmente construirias y las
dems, incluidas las de la plaza, enteramente adas y con solares sin tapiar.232

El auge minero favorecer el desarrollo urbano, aunque en forma limitada, a partir de 1800.
Ya durante el siglo XVIII, el cobre fue uno de los productos ms demandados por la
Corona, para la fundicin de armas de artillera, accesorios y monedas. Asimismo, la
demanda creciente del Virreinato del Pedi impact la produccin, dinamizando la economia
regional, lo que contribuy a la formacin de una sociedad particular.

230 Benjamin Vicuria Mackenna, La Guerra a Muerte (Buenos Aires, Editorial Francisco
de Aguirre, 1972), p. XLIV

231 flector Enrique Daz Olivares, Coquimbo en el proceso emancipador, Revista


Libertador Bernardo OHiggins, afio XIV, N 14 (1997) p. 91. Sobre la evolucin colonial
de La Serena, Vase, Domingo Amuntegui Solar, El Cabildo de La Serena 1678-1800
(Santiago, Imprenta Universo, 1928); y Manuel Concha, Crnica de la Serena. Desde su
fillidacin a nuestros dias. 1549-1870 (Santiago, Editorial Universitaria, 1979).

232 Ms. Medina, Vol. 257, fjs. 311 y ss., cit. por Eduardo Cavieres y Hernn Corts,
Historia regional y estructuras socio-econmicas tradicionales: la sociedad agrcola minera
de la Serena en el s. XVIII, en: M. Orellana y J. G. Murioz, El agro colonial (Santiago,
1992), p. 98.

141
ARMANDO CARTES MONTORY

Un Gobierno de los Pueb4ffi

Emblema del buque Araucano de la Armada de Chile.

En el caso de Santiago, para reafirmar su predominio; en el caso de Concepcin, de


consolidar la autonomia, que le daba su condicin de intendencia y la fuerza militar.229 La
unidad del reino y la capitalidad de Santiago no estaban en juego. Aunque bab elementos
comunes, que eran el germen de una futura nacionalidad poltica compartida, las distancias
geogrficas, cuestiones tnicas y otras variables, diferenciaban a dos sociedades regionales.
Benjamin Vicufia Mackenna, en su obra La Guerra a Muerte, investigada in situ y cuya
primera edicin aparece en

1868, grafica este sentimiento:

Dos Reinos diferentes, apartados, casi hostiles. Uno de esos reinos era Chile, el nombre
tradicional de las Comarcas del Maipo al Aconcagua, y se extendia

desde el Maule al Paposo. El otro reino era el fuerte de Penco, el reino de la es-

pada, como Santiago lo era de la toga y la cogulla. Y tan cierto era esto que los antiguos
pobladores de la raya fronteriza, como se observar en todos los documentos oficiales del
presente libro, llamaron siempre Chile Unicamente al pri-

229 El ejrcito de la frontera, prcticamente el nico del reino en la poca, era soste

nido, desde 1604, por un situado anual que se pagaba por las reales cajas del Pedi,

de 120.000 ducados, que luego se elev a 212.000. Fue la base de la economia de la

Frontera.

140
Captulo H: Chile en 1810 iTies provincias o una nacin?

mero de aquellos territorios; y as continanlo llamando las gentes de aquellas Comarcas


que obedecen, sin apercibirse de ello, a una tradicin inevitable23.

La provincia de Coquimbo, en cambio, haba mantenido una existencia lnguida, hasta


avanzado el siglo XVIII. Es la poca en que la agricultura de autoabastecimiento empieza a
ser reemplazada por la minera, atrayendo una mayor poblacin. Su principal ciudad, La
Serena, conservaba la fisonoma que haba tendo en los siglos coloniales. Semiaislada por
la dificultad de las comunicaciones, sin grandes horizontes agrcolas, comerciales ni
mineros, se mantiene replegada sobre si misma, conservando y desenvolviendo un alma
propia.231 Su escaso desarrollo provoca el juicio crtico del gobernador Ambrosio
OHiggins, quien la recorri en 1789:

Desde la primera visita que di a esa ciudad, no pude reconocer sin admiracin que, siendo la
ms antigua despus de la capital dei Reino, se bailara tan atrasada en vecindad y edificios,
que no se encontraban sino muy pocas casas regularmente construidas y las dems,
incluidas las de la plaza, enteramente cadas y con solares sin tapiar.232

El auge minero favorecer el desarrollo urbano, aunque en forma limitada, a partir de 1800.
Ya durante el siglo XVIII, el cobre fue uno de los productos ms demandados por la
Corona, para la fundicin de armas de artillera, accesorios y monedas. Asimismo, la
demanda creciente del Virreinato del Per impact la produccin, dinamizando la economia
regional, lo que contribuy a la formacin de una sociedad particular.

230 Benjamin Vicuila Mackenna, La Guerra a Muerte (Buenos Aires, Editorial Francisco
de Aguirre, 1972), p. XLIV 231 Flector Enrique Daz Olivares, Coquimbo en el proceso
emancipador, Revista Libertador Bernardo OHiggins, alio XIV N 14 (1997) p. 91. Sobre
la evolucin colonial de La Serena, Vase, Domingo Amuntegui Solar, El Cabildo de La
Serena 1678-1800 (Santiago, Imprenta Universo, 1928); y Manuel Concha, Crnica de la
Serena. Desde su

fundacin a nuestros dias. 1549-1870 (Santiago, Editorial Universitaria, 1979).

22Ms. Medina, Vol. 257, fjs. 311 y ss., cit. por Eduardo Cavieres y Hernn Cortes, Historia
regional y estructuras socio-econmicas tradicionales: la sociedad agrcola minera de la
Serena en el s. XVIII, en: M. raiana y J. G. Mufloz, El agro colonial (Santiago, 1992), p.
98.

141 ...
ARMANDO CARTES MONTORY

Un Gobierno de los Pueblos..

A raiz de las distancias y otros factores, Coquimbo, no jug un rol relevante en la gestacin
de la Primera Junta Nacional de Gobierno ni en las pugnas de poder iniciales de la
independencia.233 Su actividad

minera, no obstante, en constante expansin, fue fundamental en el

fmanciamiento de las guerras de emancipacin y en la consolidacin de la nueva Repblica.


El descubrimiento del mineral de plata en Agua Amarga, en 1811, en efecto, aunque se
agot a los ocho anos de explotacin, permiti costear en buena parte el esfuerzo blico. Vicufia
Mackenna le llam por ello el nervio central del proceso independentista.234 Ms adelante, el
gobierno de OHiggins, agobiado por enormes dificultades econmicas, debi nuevamente
recurrir a la produccin minera del Norte Chico. As, en marzo de 1817, se aplicaron a los
mineros prestamos forzosos por un monto de 400 mil pesos, equivalentes a la mitad del
presupuesto anual del gobierno. En la regin, este auge dio lugar a la formacin de un
importante grupo de empresarios mineros, que adquirieron conciencia territorial

y, superando ia mera contingencia, sostuvieron opimones muy avan-

zadas. Su actuacin impulsa el regionalismo militante que caracteriza a la provincia durante


buena parte del siglo XIX, en busca de mej ores condiciones materiales para las
actividades productivas regionales, as como de participacin politica en el Estado que se
organizaba. Ya desde fines del perodo colonial, la zona se vena estructurando como un
verdadero espacio regional, con signos de un dinamismo creciente, no slo en las
actividades econmicas, sino tambin en las de carcter poltico y administrativo. Recordemos
que, en varias ocasiones haba solicitado 1 instalacin de una intendencia e incluso de un
obispado. A comienzo

233 No puede omitirse, sin embargo, que fue Copiap el primer pueblo en pedir una

declaracin forma de la independencia y soberania nacional, a primero de diciembr

de 1817, mostrando as sus inclinaciones politicas por la patria. Dice Sayago: Impa

ti el Cabildo de Copiap su circular de fecha 15 de noviembre para que se convoca

a todo el vecindario con el objeto de solicitar el Supremo Gobierno que se hicier

cuanto antes la declaracin oficial y solemne de la soberania e independencia del

tado chileno. (Carlos Maria Sayago, Historia de Copiap, Buenos Aires, Ed. Francisc

de Aguirre, 1973).
234 Wase, de Benjamin Vicufia Mackenna, El libro de la plata (Santiago, Imprenta Cer

vantes, 1882) y, del mismo autor, El libro del Cobre y el Carbn de piedra en Chile (Santia

Imprenta Cervantes, 1883).

142
Capitulo II: Chile en 1810 ires provincias a una nacin?

del siglo XIX, dice Ulises Crcamo, el Norte Chico representaba una verdadera zona de
frontera septentrional debido a sus particulares condiciones geogrficas. Esto condujo a un
desarrollo histrico original y diverso del denominado Chile tradicional, que representaba
la zona comprendida entre Santiago y Concepcin.235 El incremento de la produccin
agrcola, la expansin minera y el creciente comercio con Santiago, estimularon el aumento
de la poblacin, lo que contribuy a consolidar su estructura econmicoespacial y le permiti
financiar la administracin.236 Para fines de la primera dcada republicana, los nortinos ya
no slo elevan peticiones puntuales, sino que elaboran verdaderas estrategias de desarrollo.
Estas incluyen, segn Crcamo, el fortalecimiento de las instituciones pblicas, la discusin
acerca de los beneficios y perjuicios que involucraba la aplicacin de algunas medidas
gubernamentales, la inversin en actividades complementarias, y la bsqueda de mejoras
tecnolgicas. Esta actividad de las elites nortinas anticipa el rol que jugar el empresariado
minero, a pesar de su aislamiento geogrfico, en los debates politicos a partir de 1820.

lk En definitiva, al desencadenarse los eventos de 1810, el territorio nacional se


estructuraba en tres grandes reas regionales, perfectamente lidefinidas en su conformacin
geogrfica y su vocacin productiva: el norte minero; el centro y el sur, ambos orientados a
la produccin agropecuaria. Esta especializacin, el aislamiento y dificultad de las
comunicaciones y la vida fronteriza, haban dado lugar a desarrollos paralelos, que se
traducen en tres sociedades, con diferencias tnicas, sociales y Lculturales marcadas. Las
ciudades ms importantes, para 1818 refiejaPban todavia el ethos de sus propios territorios.
As las veia el norteamericano Teodorico Bland, que vivi en el pas aquel mismo afio;
posiblemente mal informado, pero honesto en su percepcin: Las ciudades de Coquimbo y
Concepcin no son muy inferiores en tamari() a Santiago;

y se dice que sus vecinos, por su continuo trato con extranjeros, y mejores fuentes de
informacin, son ms entendidos que los de Santiago.237

235 1 T1:__ ____ _ _ z _ c

l-44.11;a1110, ivime-rasy Ivizneria, p. J.

236 X7, T1 1 r r. r7 r 1 > ar -1-1 7 vrrrrr

v case Jorge rimo noariguez, La pootacion aei Jvorte utnco en et s. A via .i..,a. aerena,
)80). .

reodorico Bland, Descripcin econmica y poltica de Chile en el afio de 1818,

ales de la Universidad de Chile, r Serie, Vol. 4 (1926), pp. 952-953.

143
ARMANDO CARTES MONTORY

Un Gobierno de los Pueblos...

La Repblica, obrando a veces en forma inconsciente y espontnea y, en otras, de manera


deliberada, mediante smbolos, rituales, decretos y actuaciones administrativas, fundiria
esas diferencias en una sola nacin: el Chile que conocemos. ste es producto, en buena
medida, de la aglutinacin de sus provincias originales.

De las sociedades regionales al Estado nacional

En el espacio que se extiende desde Atacama a Chilo se sita el Chile

tradicional, sin perjuicio de las discontinuidades tnicas y lingsticas que persistieron por
largos perodos. Con la excepcin del archipilago chilote, el territorio se identifica con las
tres provincias histricas, que hemos bosquejado. En ellas, se incubaron las identidades
culturales mltiples, de tipo tnico, religioso o estamental, que fueron caractersticas del
Antiguo Rgimen y de la Monarquia hispana. Sostenemos que fueron dos las ms fuertes y
que, en el especial caso de Chile, ayudaron a configurar tempranamente la Nacin. La
primera es de orden institucional y corresponde a la pertenencia al Reino de Chile; la
segunda es territorial, ligada a lo local y a la provincia.238 En cuanto a la primera, se
trata de una lealtad construida a travs de tres siglos, que involucraba a la figura del Rey, a
la religin catlica y a las autoridades que lo representaban. Iba unida a una conciencia
territorial, que aunque imprecisa en sus limites, se radicaba claramente en el espacio
histrico ya resefiado del Chile tradicional. Por este

pas, entendido en el sentido geocultural de una sociedad en un espacio geogrfico


determinado, con ciertas prcticas compartidas y un pa-

sado comn, aunque fuere mtico, haban desarrollado los criollos ur

gran afeccin. Los testimonios ms recurridos de este temprano amor

al terrutio se deben a los jesuitas exiliados, como el padre Lacunza239,

el abate Mofina o Felipe Gmez de Vidaurre. Tambin intelectuale

2 Sobre las identidades superpuestas y su articulacin, Vase, Franois-Xavier 1

rra, Las mutaciones de la identidad en la Amrica Hispnica, p. 188 y ss.

239 En las Cartas Chilenas de Lacunza se encuentra su conocido lamento: Slo

lo que es Chile los que lo han perdido (carta de 9 de octubre de 1788, editadas 1

Ral Silva Castro, Santiago, 1954).


144
Captulo II: Chile en 1810 Wes provindas o una nacin?

ilustrados, como Manuel de Salas240, produjeron textos que grafican este sentirniento. En
sus escritos y otros elementos fundan autores como Ricardo Krebs241 o Gonzalo Via1242
la nocin de una nacionalidad embrionaria, previa o preexistente al surgimiento del Estado
republicano. Si bien las nociones esencialistas de la nacin han sido rechazadas por los
estudiosos actuales de la construccin del Estado y la nacin, por tratarse de una idea propia
del romanticismo europeo, no apficable al tiempo de las independencias ni a los espacios
americanos243, Chile aparece como un caso distinto y ms dudoso. El pas parece
exceptuarse de la idea de una nacin construida artificialmente desde el Estado, una vez
que este se instala, superada la independencia y la etapa primera de la organizacin estatal.
La homogeneidad racial y cultural del pais, con la salvedad de la regin que el Estado

240 Deda Salas: El reino de Chile (es) sin contradiccin el ms frtil de Amrica y el ms
adecuado para la humana felicidad... En el espacio, desde Atacama hasta la Concepcin,
que es la parte ocupada por los espafioles, jams truena ni graniza, con unas estaciones
regladas que rarsima vez se alteran, sembrado de minas de todos los metales conocidos,
con salinas abundantes, pastos copiosos regados de muchos arroyos, manantiales y rios...
(Escritos de don Manuel de Salas y documentos relativos a l y su

familia (Santiago, Imprenta Cervantes, 1910, Tomo I, p. 253).

Ricardo Krebs, Orgenes de la Conciencia nacional chilena, en Gabriel Cid y

dejandro San Francisco, Naciny Nacionalismo en Chile, siglo XIX, vol I, pp. 3-22.

2Vease, Gonzalo Vial Correa, La formacin de las nacionalidades hispanoamerica-

como causa de la independencia, Boletn de la Academia Chilena de la Historia, N75

(1966), pp. 110-144.

43 Po 1 Ne., L-se4 CIE; am...rnnrIto rri-

you,

io de poner la nacionalidad y la nacin en los comienzos de la independencia, en

ar de advertir su carcter de resultado de un generalmente largo proceso por ela

)ierto, ha ido unido al olvido, como ya apuntamos, de que la nocin de nacionalidad

Ictiende ms tarde, como efecto de la difusin del Romanticismo... (Estado y po-

regional, pp. 147 y 148). Vase, adems, del mismo autor, La cuestin regional

el proceso de gestacin del estado nacional argentino. Algunos problemas de in-


pretacin, en Marco Palacios (compilador), La unidad nacional en Amrica Latina. Del

alismo a la nacionalidad (Mxico, El Colegio de Mxico, 1983); Ciudades, provincias,

os: Orgenes de la Nacin argentina (1800-1846) (Biblioteca del Pensamiento argenti-

, I, 1997); Maciny Estado en lberoamrica. El lenguaje poltico en tiempos de las


independencias

enos Aires, Ed. Sudamericana, 2004) y de Pablo A. Chami, Nacin, identidad e inde-

en Mitre, Levene y Chiaramonte (Buenos Aires, Prometeo Libros, 2008).

145
ARMANDO CARTES MONTORY

Un Gobierno de los Pueblos...

no controlaba al sur del BoBo y el escaso territorio, provocaron que

ms pronto se asumiera la pertenencia a un reino; sentimiento que luego

es heredado, con todas sus complejidades, por el Estado de Chile. Este aborda el desafio
de homogeneizar la nacin, dotndola de un contendo

ms politicoy abstracto, cargado de simbolismos republicanos. Los sUb-

ditos y vecinos pasan a ser ciudadanos de una nacin abstracta y, por un decreto del
Director Supremo OHiggins, todos los habitantes, incluso los araucanos, en adelante
seran chilenos. Si bien se ha impuesto la tesis de Gngora, que plantea la construccin de
nacin desde el Estado, en la

cual contribuy la educacin pblica, el pasado militar e incluso la histo-

riografia, hay que hacer una salvedad importante.245 Consiste en serialar

que en Chile existia ya una identidad prenacional o, si se quiere, prepoli-

fica, que favoreci la integracin nacional en un solo Estado.

Pruebas al efecto hay varias. Aunque hubo ambigiiedades, antes que en los pases vecinos,
publicistas como Camilo Henrquez hablaron de

nacin y pueblo2 en singular. Significaban con ello, a la vez, un

244 Guerra lo atribuye a su aislamiento geogrfico y por la cohesin de una poblacin reducida
y homognea (Tas mutaciones de la identiclad, p. 192). Simon Colher, de manera similar,
sostiene que la rpida consolidacin de un poder central, en los anos iniciales de la
Revolucin, se debe a la homogeneidad del grupo social que lider el proceso, con pocas

excepciones, as como al limitado territorio en que se desarroll. (Simon Collier, Ideas and

politics of Chilean independence 1808-1833, Cambridge, Cambridge at the University


Press,

1967, p. 7). 245 Wase Mario Gngora, Ensayo histrico.

246 Estribe, Henrquez, en efecto: Est pues escrito, oh pueblo, que fueseis libres y vent

sos por la influencia de una constitucin vigorosa y un cdigo de leyes sabias, que tuvie
un tiempo de esplendor y de grandeza, que ocupaseis un lugar ilustre en la historia

mundo, y que se dijese algn clio la Republica, la potencia de Chile, la majestad del puei

chileno... (cit. por Ricardo Donoso, Las ideal polticas en Chile (Buenos Aires, Eudeba, 197

p. 39). Sobre la nocin de pueblo, Vase, el concepto de pueblo, en Chile, por Marcos ]

nndez Labb, en: Javier Fernndez Sebastin, Director, Diccionario poltico y social del I

iberoamericano. La era de las revoluciones 1750-1850 (lberconceptos 1) (Madrid,


Fundacin Caroli

2009), pp. 1163-1175.

247 Sobre la nocin de patria y nacin, para esta poca, Vase el ilustrativo estue

Conceptualizar la identidad: patria y nacin en el vocabulario chileno del


XIX, de Gabriel Cid e Isabel Torres Dujisin, en Gabriel Cid y Alejandro San Fr.

cisco, Naciny Nacionalismo en Chile siglo XIX, Vol 1., pp. 23-51.

146
r

Captulo IL Chile en 1810 Tirs provncias o una nacin?

sentimiento de pertenecer y una voluntad de construir un solo pas. En los momentos ms


lgidos de las disputas interprovinciales, durante la Patria Vieja, no se habl jams de
separatismos.248 Fueron, en fin, los mismos lideres regionales, que haban sido todos
intendentes de las provincias extremas, como Freire, Prieto, Pinto y el mismo OHiggins,
quienes promovieron la construccin de un pas unido y an centralizado, frente a la amenaza
de la disolucin y el anarquismo. Todos estos factores muestran la temprana configuracin
de la nacin cultural chilena. A la repblica slo le qued continuar su proceso de integracin y
amalgamiento y darle un contendo politico. Junto a esta temprana identidad nacional,
coexistia en Chile una de base territorial. Se refiere a la pertenencia a un espacio regional
y a una ciudad o villa. Es evidente que esta tiene contenidos culturales y afectivos muy
concretos, pero tambin es politica. El poder, en efecto, lo ejercan las autoridades
municipales, que solian controlar las familias notables, en la expresin de Bobbio, de
manera que ejercan tambin el poder social.248 El cabildo corresponde a una antigua
estructura de poder espafiol, que recuper su fuerza y legitimidad a partir de la crisis de
1808. Recordemos que, adicionalmente, las ciudades originales tenan extensos trminos, de
manera que se comportaban como ciudadesprovincias, en un contexto en que las
autoridades imperiales se hallaban desautorizadas por la vacatio regis que provoc la
abdicacin de Fernando VII.

Un elemento adicional, que suele desconocerse, pero que resulta evi-

:nte del nfasis que hemos puesto en la descripcin de los espacios

.gionales, es la cuestin de las vocaciones productivas y los circuitos

As, en el Manifiesto de la Junta Provincial de Concepcin a los partidos de su de-

pendencia, dictado al constituirse la Junta el 5 de septiembre de 1811, se afirma: El pueblo


de Concepcin declara por sospechosos de la patria y a la sagrada causa que sostiene a los
que intenten o promuevan la divisin o independencia de las provincias del reino, las unas
respecto de las otras. (SCL, Vol. I, p. 364).

Entendemos por notables, siguiendo a Norberto Bobbio, a grupos que detentaban el poder
poltico e influencia en el medio en que vivan, no tanto por sus cualidades carismticas,
morales e intelectuales, sino ms bien como resultado de su slida base econmico-social la
que, a la vez, se reforzaba politicaMente por apoyos interesados y clientelares. (Diccionario
de Poltica, Mxico, Siglo XXI, 1991, p. 1065 y siguientes, citado por Juan Cceres, Poder
ruraly estructura social, p. 27).

147
ARMANDO CARTES MONTORY Gobierno de los Pueblos...

de distribucin. La escala que sugieren las ciudades provincia es con-

sistente con la naturaleza y extensin de las economias regionales. No existan todavia


mercados nacionales unificados, ni siquiera de alcance regional.25 Aunque actualmente se
han valorizado los circuitos interprovincialp y las exportaciones regionales, estos no alteran
la nocin de que, normahnente, la vida econmica se desarrollaba al interior de las
regiones, en una lgica de autoabastecimiento. En consecuencia, las sociedades provinciales
eran los espacios naturales donde se desarrollaba la vida poltica, social y econmica, en
especial desde la instauracin de las intendencias. En el mundo hispanoamericano, ya
hemos visto como las ciudades provincias rpidamente se transforman en los sujetos de la
construccin estatal, tras la desintegracin del Imperio. Las ciudades principales luchan por
reconstituir su antiguo poder, ahora bajo la forma de Estados nacionales. En general lo
logran, aunque con importantes disensiones y tras largos conflictos, como es el caso de
Charcas (Bolivia) y la provincia oriental del Uruguay, que se resisten con xito a seguir
unidas al antiguo Virreinato de la Plata. Fracasan, en cambio, los intentos de agrupaciones
ms amplias, como la Federacin Centroamericana o la Gran Colombia. Algunas provincias
se declaran temporalmente independientes, como Cartagena de Indias, para finalmente
anexarse a Estados mayores. Lo nico comiam en estas experiencias, es la fuerte afeccin e
identidad que las provincias despiertan, tanto as que determinan, en algunos casos, la
afiliacin al bando realista o republicano de los habitantes o de las provincias mismas. En
Chile, como hemos sostenido, estas disensiones fueron tambin muy significativas, al
punto que influyeron en las guerras de independencia y, sobre todo, en la configuracin que
el Estado nacional final-

25 Sei-laia, sobre este punto, Chiaramonte: en caso alguno existia una economia nacional ni
un mercado interno unificado entre lo que seran las futuras naciones iberoamericanas. Lo
caracterstico era la existencia de espacios econmicos reducidos, ni siquiera lo que hoy
podramos Hamar regionales, generalmente compuestos por una ciudad dominante, sede de
un grupo de mercaderes que controlaban el comercio y la produccin, y su hinterland rural,
y una vida social de similares dimensiones. (...) los lazos de dominacin econmica y social
se tejan en el mbito local, y esto se correspondera con la emergencia de las autonomias
locales que produjo el proceso de las

independencia (Estado y poder regional, pp. 150 y 151).

148
Captulo II: Chile en 1810 iWes provincias o una nacin?

mente asumi. Seguir observadores extranjeros, contemporneos a los hechos, como H. M.


Brackenridge251, las disensiones interprovinciales decidieron al Virrey del Per a
emprender la camparia contra Chile y explicaran el fracaso militar patriota en la Patria
Vieja. Las diferencias entre las sociedades regionales emergen, con meridiana claridad, de
la reseria que realizaremos de cada una de ellas. Anticipemos que la capital se sentia
naturalmente Ramada a gobernar el pais, como heredera de la antigua gobernacin; la
provincia del sur habia desarrollado una identidad de frontera, marcada por el orgullo y
la fuerza militar; el norte, cada dia ms rico y poblado, consciente de su valer, quiere
participar de forma activa en la construccin del nuevo Estado. Lo anterior explica el porque,
apenas culmina el gobierno autoritario de OHiggins, cuando ya no pudo contener a los
surefros, que se levantan contra l y se superan las urgencias de la guerra en el Per, se
retoman con grau fuerza los debates interprovinciales. Estos se caracterizan por asambleas
con jurisdiccin provincial, incluida la de Santiago, intendentes que asumen la primera
magistratura y una persistente discusin sobre la dispersin territorial del poder, en la forma
de federalismo o confederacin. Es decir, cuestiones propias de provincias que pugnan
por construir un Estado nico, pero que salvaguarde sus intereses. Luego del triunfo de
Lircay, que lleva al poder a los pelucones con el apoyo del ohigginismo penquista, el
consenso interprovincial, expresado en la figura de Joaqun Prieto en la primera
magistratura y Diego Portales como el principal ministro, afirma el poder del Estado
centra1.252 Puede ste ahora abocarse a consolidar la nacin cultural y la nacin politica,
desde un Estado que, en buena medida, es expresin de continuidades coloniales. Lo
manifiesta la propia Constitucin Poltica de Chile, aprobada en 1833, la cual dispone que la
Repblica de Chile es nica e indivisible (art. 3) y luego ariade que su territorio se divide
en provincias (art. 115). En el plano sociocultural, las caractersticas de una poblacin
altamente mestizada y de un territorio delimitado naturalmente, favorecie-

251 Vase H. M. Brackenridge, Viaje a Amrica del Sur (Buenos Aires, Hyspamrica
Ediciones Argentina, 2006).

252 Vase, aime Etchepare Jensen y Mario E. Valds Urrutia, Bandos y actividad politica en
Chile: 1823-1830, Revista Libertador Bernardo OHiggins, afio XII, n 12 (1995).

149
ARMANDO CARTES MONTORY

Un Gobierno de los Pueblos..,

ron una temprana construccin de identidad cultural, acotada al reinc

de Chile, que luego hereda la Repblica y que favorece su rpida con-

solidacin. Antes que en otras regiones de Amrica, los pueblos de Chile

organizaron un Congreso Nacional, a fim de sustituir la legitimidad del

monarca de derecho divino, por la soberania del pueblo. Pero Chile si()

podia constituir un solo pueblo si el poder emanaba de la representacin nacional con base
territorial. He ah la razn de un Congreso, con las

caractersticas que tuvo: diputados elegidos por cabildos y partidos; ciu-

dadesprovincias en conflicto al duplicar Santiago su representacin;

y la creacin por el mismo Congreso de la Intendencia de Coquimbo.

Guando fracasa y se interrumpe, luego, el trnsito bacia la representacin por la guerra y la


anarquia, las provincias o los pueblos- instalan sus propias asambleas electivas,
mostrando su decisin de ser actores en el nuevo Estado que se organiza. En definitiva,
durante los anos de transicin de la Colonia a la Repblica, coexisten las identidades
provinciales y una incipiente identidad nacional. Tras las dos dcadas siguientes a 1810, el
Estado central logra monopolizar la identidad politica, encarnada en la ciudadana
abstracta y en el gobierno representativo de todos los chilenos. Se consolida, de esta
forma, la nacin chilena. Subsisten, sin embargo, las identidades naturales y originales, que
nos vinculan a sociedades regionales, cuya diversidad y riqueza excede el estrecho mbito
de la ciudadana poltica.

La emancipacin y las provincias perifricas

El estudio de la evolucin de las provincias, as como de las ciudades fundacionales y sus


trminos, ilumina una perspectiva nueva de la conformacin histrica de Chile. Una que se
aparta de la nocin de un Chile desgranado desde la capital, por su condicin de fundadora y
que apunta, ms bien, al desarrollo paralelo que tuvieron las sociedades provinciales en el
tiempo. Esta mirada nos habla de espacios regionales con identidades propias,
determinadas por su peculiar geografia, la carencia de buenos caminos, sus vocaciones
productivas y otras consideraciones tnicas, sociales y culturales. Ninguno de los rasgos
sefialados, ni siquiera la per-

cepcin de las distancias, debido al progreso de las comunicaciones, se


mantiene hasta el presente. Por lo mismo, no resulta fcil advertir la

150
Captulo IL Chile en 1810 Ti-es provncias o una nacin?

profundidad de la brecha que separaba estas regiones entre s, para los contemporneos,
bacia fines del perodo colonial. Esta diferencia, material y cultural, marc un desarrollo
paralelo, que slo se ve forzado a converger en virtud de los eventos dramticos de 1810.
Derivacin de lo expuesto es la impresin extendida, ms andada en la historiografia que en
la historia, de la poca participacin de las provincias en la independencia nacional. Entre
sus mltiples causas hay que mencionar, en primer trmino, el sentido politico con que
escribieron los historiadores liberales del siglo XIX. En su afn de negar valor al pasado
colonial, definieron la independencia como un momento fundacional y, luego, relataron el
progreso y los desencuentros de los republicanos capitalinos, en su gesta por constituir a
Chile en una sola Nacin. No es sorprendente, entonces, que, para varios de elos, la
historia prcticamente termine con el triunfo de Portales. Ocurre con Diego Barros Arana
y, segn veremos, tambin con Claudio Gay. Los eventos del resto del pas aparecen como
perifricos, desligados del acontecer nacional y con poca capacidad de definirlo. Los
actores regionales no comprenden la pica lucha en que est empefada la patria y la resisten
intilmente. Luego de Maip, la historia ya est concluida, en sentido hegeliano y slo falta
pacificar a los que no se conforman con su inevitable desenlace. Las dimensiones de la
resistencia al proyecto independentista, en trminos geogrficos, demogrficos y temporales,
no bastan para alterar el destino manifiesto de la nacin chilena. Esta visin, quizs
justificable en la poca en que la historiografia jug el rol de un dispositivo politico, junto a
smbolos, constituciones y ritos, para configurar un ethos republicano compartido, con el
advenimiento del siglo XX deba devenir obsoleta. Por desgracia, ocurri todo lo contrario.
Alberto Edwards, en La Fronda Aristocrtica, uno de los ensayos ms influyentes del
imaginario intelectual chileno, sostiene lo siguiente: Al iniciarse la revolucin de la
Independencia, el Reino de Chile era de todas las colorias espaflolas, la de ms compacta
unidad geogrfica y social.253 Expresin que descarta, de plano, la diversidad tnica y
regional del pas, lo que finalmente se traduce en que las dife-

zss Alberto Edwards Vives, La Fronda aristocrtica (Santiago, Editorial del Pacfico S.A.,
1952 [1928] ), pp. 21-23.

151
ARMANDO CARTES MONTORY

Un Gobierno de los Pueblos..

ron una temprana construccin de identidad cultural, acotada al reinc

de Chile, que luego hereda la Repblica y que favorece su rpida cor.

solidacin. Antes que en otras regiones de Amrica, los pueblos de Chile

organizaron un Congreso Nacional, a fin de sustituir la legitimidad de

monarca de derecho divino, por la soberania del pueblo. Pero Chile slc

podia constituir un solo pueblo si el poder emanaba de la representacir

nacional con base territorial. He ah la razn de un Congreso, con la

caractersticas que tuvo: diputados elegidos por cabildos y partidos; ciu-

dadesprovincias en conflicto duplicar Santiago su representacir

y la creacin por el mismo Congreso de la Intendencia de Coquimbo.

Cuando fracasa y se interrumpe, luego, el trnsito bacia la representa-

cin por la guerra y la anarquia, las provincias o /os pueblos instala

sus propias asambleas electivas, mostrando su decisin de ser actores en

el nuevo Estado que se organiza. En definitiva, durante los anos de transicin de la Colonia
a la

blica, coexisten las identidades provinciales y una incipiente identidad nacional. Tras las
dos dcadas siguientes a 1810, el Estado central logra monopolizar la identidad poltica,
encarnada en la ciudadana abstracta y en el gobierno representativo de todos los chilenos.
Se consolida, de esta forma, la nacin chilena. Subsisten, sin embargo, las identidades
naturales y originales, que nos vinculan a sociedades regionales, cuya diversidad y riqueza
excede el estrecho mbito de la ciudadana politica.

La emancipacin y las provncias perifricas

El estudio de la evolucin de las provincias, as como de las ciudades fundacionales y sus


trminos, ilumina una perspectiva nueva de la conformacin histrica de Chile. Una que se
aparta de la nocin de un Chile desgranado desde la capital, por su condicin de fundadora y
que apunta, ms bien, al desarrollo paralelo que tuvieron las sociedades provinciales en el
tiempo. Esta mirada nos habla de espacios regionales con identidades propias,
determinadas por su peculiar geografia, la carencia de buenos caminos, sus vocaciones
productivas y otras consideraciones tnicas, sociales y culturales. Ninguno de los rasgos
serialados, ni siquiera la percepcin de las distancias, debido al progreso de las
comunicaciones, se mantiene hasta el presente. Por lo mismo, no resulta fcil advertir la

150
Captulo II: Chile en 1810 Ti-es provincial o una nacin?

profundidad de la brecha que separaba estas regiones entre si, para los contemporneos,
hacia fines del perodo colonial. Esta diferencia, material y cultural, =m un desarrollo
paralelo, que slo se ve forzado a converger en virtud de los eventos dramticos de 1810.
Derivacin de lo expuesto es la impresin extendida, ms andada en la historiografia que en
la historia, de la poca participacin de las provincias en la independencia nacional. Entre
sus mltiples causas hay que mencionar, en primer trmino, el sentido poltico con que
escribieron los historiadores liberales del siglo XIX. En su afn de negar valor al pasado
colonial, definieron la independencia como un momento fundacional y, luego, relataron el
progreso y los desencuentros de los republicanos capitalinos, en su gesta por constituir a
Chile en una sola Nacin. No es sorprendente, entonces, que, para varios de elos, la
historia prcticamente termine con el triunfo de Portales. Ocurre con Diego Barros Arana
y, segUn veremos, tambin con Claudio Gay. Los eventos del resto del pas aparecen como
perifricos, desligados del acontecer nacional y con poca capacidad de defmirlo. Los
actores regionales no comprenden la pica lucha en que est empefiada la patria y la resisten
intilmente. Luego de Maip, la historia ya est concluida, en sentido hegeliano y si() falta
pacificar a los que no se conforman con su inevitable desenlace. Las dimensiones de la
resistencia al proyecto independentista, en trminos geogrficos, demogrficos

y temporales, no bastan para alterar el destino manifiesto de la nacin chilena. Esta visin,
quizs justificable en la poca en que la historiografia jug el rol de un dispositivo politico,
junto a smbolos, constituciones y ritos, para configurar un ethos republicano compartido,
con el advenimiento del siglo XX deba devenir obsoleta. Por desgracia, ocurri todo lo
contrario. Alberto Edwards, en La Fronda Aristocrtica, uno de los ensayos ms influyentes
del imaginario intelectual chileno, sostiene lo siguiente: Al iniciarse la revolucin de la
Independencia, el Reino de Chile era de todas las colonias espafiolas, la de ms compacta
unidad geogrfica y social.253 Expresin que descarta, de plano, la diversidad tnica y
regional del pas, lo que finalmente se traduce en que las dife-

253 Alberto Edwards Vives, La Fronda aristocrtica (Santiago, Editorial del Pacfico S.A.,
1952 [1928]), pp. 21-23.

151
ARMANDO CARTES MONTORY

Un Gobierno de los Pueblos...

rencias seran anomalias a corregir, sin trascendencia politica. Menciona, a continuacin, las
tres provincias histricas Santiago, Concepcin y Coquimbo y su situacin demogrfica, pero
advierte, refirindose a la segunda, que su inferioridad social y econmica respecto de
Santiago era mucho ms acentuada todavia. Con Valdivia y Chilo es todavia ms duro,
sentenciando que nada podian significar politicamente. Santiago, en cambio, era la nica
poblacin de Chile, digna de Ilamarse ciudad. Reunia Santiago, afiade, en su seno casi todo
lo que podia significar influencia social, tradiciones de cultura y experiencia
administrativa; expresiones que slo podian halagar a la elite capitalima desde la cual y para
la cual escriba. Para Edwards, Concepcin y La Serena eran poco ms que aldeas, an cuando
reconoca una cierta influencia a la primera, como metrpoli militar de Chile. Con La
Serena, en cambio, fue menos generoso. Realista en la independencia, dice, su liberalismo
posterior estuvo marcado por la soberbia lugarefa. En definitiva, slo la sociedad aristocrtica
de Santiago y el

Ejrcito eran elementos polticos capaces de cierta accin; el resto del

pas era materia inerte, ganado humano.

Estas expresiones, a pesar de la audacia de sus formas, que agradaba a la declinante


oligarquia (La Fronda apareci en 1928, reuniendo publicaciones previas), en razn de su
feble base histrica, deban tener corta vida.254 Paradjicamente, no fue as. De mano de la
pluma del historiador Francisco A. Encina, igualmente rotunda y con mayor autoridad
sobre la historia, se proyectan nitidamente sobre la historiografia del siglo XX. El
historiador fue ms influido por Edwards de lo que estaba dispuesto a reconocer.255 A
travs de las pginas de su

254 As, con total distanciamento de los hechos, plantea el conflicto entre Santiago y
Concepcin, en 1812, como la lucha ente el civilismo y la espada, entre la aristocracia y la
dictadura; en circunstancias de que fue el sur, liderado por Martnez de Rozas, el que
asumi la defensa del Congreso y las instituciones, cuando aquel fue clausurado, en un
ambiente de creciente militarizacin y caudillismo, encabezado por Jos Miguel Carrera.
Sobre Edwards y su obra, vase, Cristin Gazmuri, Edwards y la Fronda Aristocrtica,
Historia n 37, Vol. I (2004), pp. 61-95; Perspectiva de Alberto Edwards, que rene trabajos
de Ignacia Alamos, Mariana Aylwin, Sofia Correa, Cristian Gazmuri y Juan Carlos
Gonzlez (Santiago, Editorial Aconcagua, 1976); y Ral Silva

Castro, Don Alberto Edwards, Revista Chilena de Historia y Geografia, n 78 (1933).

255 Vase Francisco A. Encina, Portales (Santiago, Editorial Nascimento, 1964, 2 ed.).

Tomo I, p. 13.

152
Captulo II: Chile en 1810 ires provindas o una nacin?

Historia de Chile, entra al imaginario nacional la visin de unas provincias espectadoras de


las operaciones polticas que inaugura la Junta de Gobierno de 1810. Aclaramos que no
afirmamos que se desconozca que las provincias hayan participado en la contienda seria
imposible si se recuerda, por ejemplo, que los valdivianos fueron triunfadores en

Rancagua, los penquistas organizaron su propia Junta y los mapuches se sumaron a los
bandos en disputa se trata de que no habran sido parte de la conduccin global del proceso,
ni decisivos en su desenlace. Una visin reduccionista que relega a la historia lugarefia,
esto es, sin significacin nacional, a los eventos provincianos. En esta mirada y usando los
mismos ejemplos, los valdivianos y chilotes eran soldados que integraban el ejrcito realista,
no provincias en armas que celebraban cada derrota patriota como un triunfo propio.
Personajes como Ramn Freire o Joaqun Prieto venan de Concepcin y no representaban a
estas provincias, desconociendo que haban sido elegidos intendente por su Asamblea
Provincial. Y los indgenas, que pelearon en intrincadas alianzas basadas en la geopolitica
de su sociedad tribal, aparecen como motivados slo por el afn de pillaje y saqueo, sin
lgica politica ni consecuencia en su actuar. Esta es la perspectiva que debe ser superada, ms
all del mero enriquecimiento de la relacin documental de los hechos. Ya lo denunciaba
Gabriel Guarda, en 1953, sin que hasta la fecha se corrija: A1 tratar la historia de la
independencia de Chile ha sido comn en nuestros historiadores, centrar la actividad del
movimiento exclusivamente en Santiago y Concepcin. Junto con negar la participacin de
las dems provincias y con restarle consecuencias a los hechos ocurridos en ellas, se ha
negado a afirmar como norma consagrada que mal podan influir en el desarrollo de los
sucesos estando pobladas por un mnimo de habitantes, sumidos en una total ignorancia,
carentes de un concepto definido acerca de lo que era emancipacin y, en fin, de medios
efectivos para hacer trascender sus ideas.256

Se refiere luego a los eventos valdivianos y a sus oficiales, que seran el terror de las armas
de la patria y llegaran a denotar el propio en Rancagua, en su intento de situarlos,
revalorizndolos, en el contexto

256 Gabriel Guarda, Historia de Valdivia, p. 213.

153
ARMANDO CARTES MONTORY

Un Gobierno de los Pueblo

mayor de la independencia nacional.257 Un mayor involucramiento de 1,

valdivianos en los eventos nacionales, concluye Guarda, probablemente, ha.

bra terminado mejor para las armas de la patria. No fue as. En vez de habrsele permitido
intervenir en el desarrollo de los sucesos, dada

la calidad e ilustracin de muchos de sus habitantes, se pretendi() aprovechar

la adhesin de Valdivia en los principios del proceso emancipador, como una solucin
utilitaria a los particulares problemas de la capital y as, en vez de socorrer y alentar a los
que lo haban hecho posible, se les ofici un proyecto desatinado que exigia todo de ellos sin
ningn aliciente en recompensa, haciendo despertar, desde el nacimiento de nuestra
Repblica el descontento entre la capital y las provincias, provocado por el excesivo
centralismo de la primera, que como veremos, desde entonces empez a ejercitarse con
grave perjuicio de la nacin.258

Lo mismo puede decirse de otros espacios subnacionales. La larga resis-

tencia chilota y la menos regular, pero ms extensa todavia de la Frontera y el bandidaje


cordillerano, por ejemplo, deben hacernos reflexionar sobre aspectos como la
periodificacin tradicional de la emancipacin chilena. Cabe sostener que la guerra de
independencia fue coetnea y no previa, por tanto a la Ramada poca de organizacin de la
repblica. La porcin del territorio y de la poblacin que resisti la consolidacin militar y
poltica del nuevo Estado es muy significativa. No se trata simplemente de los estertores de
una guerra ya ganada en la batalla de Maip, sino la serial de algo ms profundo: que la
nacin en ciernes taxi() mucho ms en calar en las masas y en los espacios regionales de lo
que generalmente se admite, lo que explica la resistencia armada que se extiende por casi
dos dcadas. Las armas chilotas ceden en 1826, resistiendo mucho ms all de lo esperable;
falta todavia saber cuando ceden tambin las conciencias y las lealtades intimas, a

favor de la nacin chilena.

2 No comentan en seguida nuestros historiadores, dice, tratar el caso particular de

Valdivia, que la prdida de esta ciudad con todos sus equipos fue en gran parte obra de los
gobernantes de Chile y mientras ms adelante se cuidan de resaltar y culpar al realismo de
la plaza, olvidan que ella fue entregada con sus militares, de fervientes convicciones
patriotas y duerios de un cuantioso armamento estratgico, directamente a las manos
realistas por medio de un plan organizado y fomentado por el propio don Jos Miguel
Carrera, que gobernaba en Santiago, transformndola desde entonces y hasta 1820 en el
principal arsenal realista y el ms fuerte baluarte de la reaccin antipatriota.
8 Gabriel Guarda, Historia de Valdivia, p. 214.

154
Captulo II: Chile en 1810 iTi-es provncias o una nacin?

F La consideracin de las provincias como sujetos y las historias regionales, escritas con
mtodo moderno, aportar una comprensin nueva. La regin se est constituyendo, en si misma,
en una categoria histrica dotada de una gran potencialidad explicativa. Sin la carga
ideolgica o poltica de la nacin, sin misin trascendente o limites estrictos, la caracteriza la
plasticidad que resulta de su constante interaccin con el entorno, a partir de conexiones
geogrficas, econmicas, culturales o histricas. Su estudio nos aporta, en palabras de
Guillermo Feli C., la otra faz que no consideran las historias generales y cuyas
conclusiones posibles son insospechadas. La historia de la centrali7acin de la capital, dice,
se desvirtuaria en lo econmico y comercial por lo menos hasta mediados del siglo XIX. Se
veria que las ciudades tuvieron vida propia en su existencia esencialmente agrcola, en las
que prosper una ingente riqueza que el sistema colonial dej florecer libre y
espontneamente, mientras que durante la Repblica el centralismo poltico, por una y otra
causa, y la motivacin de impuestos en lo econmico, principalmente, fue estragando
aquella riqueza. En fin, diversos fenmenos demogrficos, econmicos o culturales se
explicaran mejor, concluye Feli, si se abre el campo cada vez ms nuevo a una
interpretacin de lo que fue la realidad chilena en el pasado, que no es la que arrojan las
historias generales.259 El estudio de la situacin de las provincias y su participacin en
tiempos de la independencia exige el desarrollo de una historiografia regional menos
localista, que dialogue mejor con los eventos generales. Al mismo tiempo, se hace
necesaria una historiografia que considere, pero, sobre todo, valorice adecuadamente los
eventos regionales, a fin de constituir una historia verdaderamente nacional.

259 Guillermo Feli Cruz, Prlogo, en Historia de Valdivia, de Gabriel Guarda, p.

155
Capitulo III Las provincias chilenas entre el reino y la repblica

En vez de habrsele permitido intervenir en el desarrollo de los sucesos, dada la calidad e


ilustracin de muchos de sus habitantes, se pretendi aprovechar la adhesin de Valdivia en
los principios del proceso emancipador, como una solucin utilitaria a los particulares
problemas de la capital (...) haciendo despertar, desde el nacimiento de nuestra Repblica el
descontento entre la capital y las provincias, provocado por el excesivo centralismo de la
primera, que como veremos, desde entonces empez a ejercitarse con grave perjuicio de
la nacin.

Gabriel Guarda, Historia de Voldivia, 1953.

Las ciudades tuvieron vida propia en su existencia esencialmente agrcola, en las que
prosper una ingente riqueza que el sistema colonial dej florecer libre y espontneamente,
mientras que durante la Repblica el centralismo politico, por una y otra causa, y la
motivacin de impuestos en lo econmico, principalmente, fue estragando aquella riqueza.

Guillermo FeliU Cruz, 1953.

~~114.,1
Escudo nacional de 1M9. La columna representa el rbol de la libertad y las lias las
provincial de Santiago, Coquimbo y Concepcin. Estuvo vigente hasta Peta& del retrato de
Bernardo OHiggins Director Supremo, por Jos Gil de ( 1821).
CAPITULO III LAS PROVINCIAS CHILENAS ENTRE EL REINO Y LA REPBLICA

iras Ires provincias histricas, Coquimbo, Santiago y Concepcin, que

en conjunto conformaron el Chile tradicional, son el fruto de un largo proceso de


desenvolvimiento politico y geocultural. Chilo y Valdivia, por su parte, tuvieron
desarrollos semiindependientes, en razn del aislamiento fisico y sus vnculos directos con
la Corona y el Virreinato del Pedi. La Frontera, por sus peculiaridades tnicas, constituye un
territorio nunca plenamente integrado, pero cuyos habitantes y sucesos influyeron
fuertemente en la evolucin del reino y, luego, de la repblica. Aunque las tres regiones
australes mencionadas formaron parte de la provncia de Concepcin, las trataremos como
provncias distintas. Daremos, a continuacin una mirada panormica a estos espacios
subnacionales del reino de Chile, en la vspera de la transicin republicana, como escenario
de los cambios polticos que significaron la construccin del Estado. Su constitucin histrica y
su situacin, en vsperas del proceso de emancipacin, entregan claves para comprender su
actuacin ante los eventos que siguieron a 1810. Tras la aparente homogeneidad, se ocultan
importantes diferencias regionales, producto de tres siglos de desarrollos paralelos, que
requieren una mirada en particular.

Santiago, la cabeza del reino

Cuando se intenta justificar la relativamente rpida reorganizacin polticoadministrativa de


Chile, en comparacin a sus vecinos, luego de la Independencia, se avanzan diversas
razones. Parece ser que lo acotado del territorio bajo dominio hispano criollo, que no
superaba los mil kilmetros de longitud ms algunos enclaves, como Valdivia y Chilo y la
poca relevancia de factores raciales, fueran dos importantes claves explicativas.260 La
riqueza minera, despus de 1830, permiti al ejecutivo financiar la administracin y controlar
los levantamientos. A lo anterior, deben sumarse varios elementos de orden cultural. El
poblamiento, se suele recordar, se inici desde el centro y desde ah se

260 Simon Collier, Ideas and politics of Chilean Independence 1808-1833, p. 7.

159
ARMANDO CARTES MONTORY

Un Gobierno de los Pueblos...

administr el pas, lgica que, una vez reinstaurada, permiti reponer orden colonial, ahora en
clave republicana. Fue la misin, autoatrib da y no controvertida, de la provincia capital.

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w,

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Santiago de Chile, siglo XVI.

La provincia de Santiago, que se extendia desde Choapa ai Maule, para mediados del siglo
XVII temia algo ms de tres mil vecinos.

La mitad residia en la ciudad capital, que tena entonces unos cinco] mil habitantes, de
todas las condiciones raciales. Estos antecedentes

permiten cuestionar, segn Armando de Ramn, la afirmacin de un Chile rurali7ado.261 La


estabilidad de que haba gozado la ciudad, luego de las vicisitudes iniciales, las positivas
condiciones naturales del valle de Santiago y su centralidad administrativa contribuyeron
a promover su poblamiento. Otro factor distintivo, es el predominio de los hispanocriolios
y una disminuida poblacin indgena, proveniente la mayo

Armando de Ramn, Historia de Santiago, p. 79.


Captulo IIL Las provincias chilenas entre el reino y la repblica

parte de la zona central o de paz.262 Lo anterior representa una clara diferencia con la
composicin tnica de la regin sur. A principios del siglo XVIII la poblacin urbana de
Santiago haba aumentado a unos 12 mil habitantes. En esa centuria se instala su
preeminencia socioeconmica sobre el resto del reino. Merced a una importante inmigracin
espafrola, se consolida una comunidad de mercaderes enriquecidos, que adquieren ttulos
de Castilla y fundan mayorazgos para legitimar su posicin econmica. Al mismo tiempo,
surge una sociedad burguesa, en sus usos y costumbres, que asoma lentamente a la
modernidad. El bajo pueblo, en tanto, se amontonaba en las barriadas de la Chimba y la
Cafiada.263 Muy crtico de sus costumbres, Vicuria Mackenna sefiala que se dedicaban
casi exclusivamente a la triste exhibicin de sus vicios, la ebriedad de las chinganas, las
juegos de naipes de los garitos (...) El San Lunes naci en la colonia, y de esa suerte qued
consagrada la vagancia despires de la disipacin.264 Consideraba, no obstante, que haba
habido progreso en el disciplinamiento social durante el primer medio siglo republicano.
Durante el siglo XVIII, la capital resultaba cada vez ms atractiva para los habitantes del
reino. Para Gmez de Vidaurre, jesuita exilado nacido en Concepcin, se deba a la
concentracin de caudales y de

262 La poblacin, segn los libros del Sagrario de Santiago, entre 1681-1695, era de raza
espaiiola en un 56% y slo un 14% indgena; el resto era de origen africano (negros, mulatos,
zambos y pardos).

2 Sobre la ciudad de Santiago, en especial el perodo colonial, Vase, Ricardo Latcham,


Estampas del Nuevo Extremo. Antologia de Santiago. 1541-1941 (Santiago, Ed,
Nascimento, 1941); Vicente Grez, La vida santiaguina (Santiago, Imprenta Gutenberg,
1879); Luis Thayer Ojeda, Santiago de Chile, Origen del nombre de sus calles (Santiago,
Imprenta Guillermo Miranda, 1904); y Benjamin Vicufia Mackenna, Historia crtica y
social de la ciudad de Santiago desde sufiwzdacin hasta nuestros dias (Valparaso,
Imprenta de El Mercurio, 1869), dos volmenes.

264 Criticaba tambin la ociosidad del pueblo y los largos feriados, hasta completar la
mitad del afio: Adems de los cien dias de descanso que representaban los cincuenta y dos
domingos del afio y sus san lunes, que eran de precepto por el vicio, no se contaban menos
de diecisiete dias de rigorosa guarda, fuera de los siete de semana santa, de los ocho del
octavario de corpus, de los tres de carnaval y pascua chalilones y sancochados, y, por ltimo,
de los cinco que corran desde la Natividad al dia de afio nuevo, que hacan cincuenta dias
ms de inevitable vagancia y ociosidad. Benjamin Vicuila Mackenna, Historia critica,
social de la ciudad de Santiago, tomo II, pp. 532, 533 y 535.

161
ARMANDO CARTES MONTORY

Un Gobierno de los Pueblos...

ttulos de Castilla en la ciudad; la abundancia de monasterios, obra

pias y colegios, incluyendo una Universidad. A todo elo se sumaba

presencia de rganos de gobierno y administracin econmica, como ] Audiencia y la Casa de


Moneda.

Dificilmente se encontrar ciudad que sea ms abundante de todas las cosas necesarias para
pasar la vida cmoda como la Ciudad de Santiago, concluye,

porque a ms de lo que ofrecen sus campirias, e todas partes concurren a traer lo mejor para
venderlos en ella.265

Para 1800, la ciudad haba alcanzado un tamario muy superior a cualquiera otra del reino,
si bien era bastante modesto, para los estndares europeos. Si en 1748, cuando la visitaron
Jorge Juan y Antonio de Ulloa, media 15,5 cuadras de este a oeste y 7 3/4 cuadras de norte
a sur; sin considerar las barriadas al sur de la Cariada, que conformaban un vasto
suburbio266, a fines de siglo, segn Thaddaeus Haenke, la ciudad haba triplicado sus
anteriores limites, en razn de los grandes arrabales de la Cariada y la Chimba.267 La
poblacin, naturalmente, tambin haba crecido, alcanzando unos cuarenta mil habitantes.268
De esta cifra, de Ramn estima a unos 30 mil como poblacin urbana. Unificando la
poblacin mestiza con la blanca y la de mulatos con negros, podra estimarse, segn el censo
referido, que alrededor de un 80% de la poblacin tiende bacia el grupo blanco, un 10%
bacia el indgena y una magnitud similar bacia el negroide. Estas cifras ilustran el
resultado de

265 Felipe Gmez de Vidaurre, Historia geogrfica, naturaly civil del Reino de Chile
(Santiag

Imprenta Ercilla, 1889).

266 Vase, Antonio de Ulloa, y Jorge Juan, Viaje a la Amrica meridional (Madrid, Edicio-

nes de Andrs Saumell Llad, 2000), vol. II, pp. 260-265.

267 Vase Thaddaeus Peregrinus Haenke, Descripcin del Reyno de Chile (Santiago,
Editorial Nascimento, 1942). Ya est establecido, en todo caso, que el texto no fue escrito
por Haenke, sino que por los miembros cientficos de la expedicin Malaspina Jos Espinoza
y Felipe Bauz. As lo aclar en 1944 Gualterio Looser, en un trabajo publicado en la Revista
Chilena de Historia Geografia.

268 Datos precisos slo existen a partir del censo de 1779, que comprendi a todo el
Obispado de Santiago. Para el corregimiento homnimo, se estim en 40.607 habitantes, de
los cuales un 52,49% eran espafioles, un 15,43% mestizos, un 13,43%, indios y un
18,64%, mulatos y negros.

162
Captulo III: Las provncias chilenas entre el reino y la repblica

n proceso de larga duracin, desde mediados del siglo XVII, segn el ual la poblacin chilena
inicia un movimiento al alza, pero que en la rctica significa que la poblacin mestizoblanca
aumenta y la indgena se estagna.269 Hacia fines de la dcada de 1810, la poblacin de
Santiago nuevamente se duplica.27 En un siglo, la poblacin urbana se habra cua-

druplicado, marcando un distanciamiento con la provincia del sur, que

sufri varias sublevaciones y dos terremotos con salida de mar (1730

1 1 1 1 !`I

y 1 /31). rstos eventos provocaron ei tramam ae uoncepcion, proceso

que dur ms de una dcada, frenando su desarrollo y estimulando la

emigracin.2 El crecimiento de la capital se ve estimulado, ms tarde, hpor el alto nmero de


refugiados, que provocaron las guerras de eman!cipacin.272

En vsperas de la emancipacin, Santiago era la ciudad ms importante y prestigiosa del pas.


Prosperaba notablemente, segn Carvallo y Goyeneche, por ser centro del trfico, su
temperamento benigno y contar con abundancia de todo lo necesario para la vida y regalo
de sus habitantes.273 Se haba activado ya, en opinin de Armando de Ramn, un crculo
vicioso de atraccin de capitales, poblacin y comer-

2 De la Cuadra: Censo de la Capitania General de Chile en 1777, Boletn de la Academia


Chilena de la Historia, (1940), p. 59.

270 Sobre la ciudad de Santiago en los anos de la emancipacin y la temprana repbli-

ca, Vase, Feli Cruz, Guillermo, Santiago a comienzos del siglo XIX Crnicas de los viajeros,

Ed. Santiago Andrs Belo, 2001; Jotabeche, El provinciano en Santiago (Santiago de Chile,
Editora Santiago, 1966); Jos Zapiola, Recuerdos de treinta Mios (1810-1840). Primera
Parte: Santiago, Imprenta de El Independiente, 1872, Segunda Parte: Imprenta de El
Independiente, 1874; Carlos Stuardo Ortiz y Juan Eyzaguirre, Santiago, Contribuyentes,
autoridade.5 etc. 1817-1819 (Santiago, Ed. de la Academia Chilena de la Historia, 1952);
y Jos Toribio Medina, Actas del Cabildo de Santiago durante el perodo llamado de la
Patria Vida (Buenos Aires, Fondo Histrico y Bibliogrfico Jos Toribio Medina, 1960).

271 Vase, Leonardo Mazzei de Grazia, y Amoldo Pacheco, El traslado de la ciudad de


Concepcin (Concepcin, Editorial Anibal Pinto S.A., 1985).

272 Vase, Leonardo Len, La otra Guerra de la Independencia: el xodo patriota de Penco,
1817-1818, Estudios Coloniales 3 (Santiago, Universidad Nacional Andrs Belo, 2004),
pp. 349-368.
273 V, Vicente Carvallo Goyeneche, Descripcin histrico-geogrfica del reino de Chile
(Santiago, Imprenta de la Libreria del Mercurio, 1875).

163
ARMANDO CARTES MONTORY

Un Gobierno de los Pueblos...

cio imposible de interrumpir y que ha durado hasta nuestros dias.274 Las vicisitudes de la
independencia, finalmente fortalecieron la posicin

de la provincia capital frente a todas las dems, en especial aquellas que

fueron escenario de la guerra.

Cuando.se anuncian los eventos dramticos de 1810, los vecinos notables se distribuyen
entre los bandos en conflicto: absolutistas o realistas y partidarios de la autonomia o la
emancipacin. Otra disputa se insina muy tempranamente, consistente en la divisin regional
del podei; en torno a la cual se alinean los patricios de las familias principales. En las
diversas etapas del largo camino a la independencia plena, lucharn por imponer la primada
de la ciudad principal sobre el Estadonacin en ciernes. Para afirmar la opcin de un
gobierno autnomo, se fortalece el cabildo, duplicando el nmero de sus regidores y se
promueven conflictos entre el gobernador y la Audiencia, mientras se instalan las redes
conspirativas en las principales villas. Cuando llega el 18 de septiembre de 1810, que
constituye un verdadero golpe blanco o incruento, emisarios de la Junta parten nimbo a
los pueblos, donde sus aliados, tomando por sorpresa o copando a los realistas, consiguen
la lealtad de las villas y ciudades del reino. La Junta deba formarse en Santiago, pues su
misin era suplantar la legitimidad del monarca, representado por el gobernador, por la de
la Junta, que reunia tambin la del pueblo, encarnado por el cabildo y los principales
vecinos. Para todos resultaba evidente, sin embargo, que n haba legitimidad posible sin la
participacin de los pueblos de las provincias, de ah que la Junta se estableciera como
provisoria. La misma Junta, presionada por las provincias, decide luego convocar a un
Congreso Nacional, dotado de mayor representacin territorial. La formacin, ms tarde, de
juntas representativas, esto es, con participacin de Coquimbo y Concepcin, refleja la lgica
provincial que anim las primeras tentativas de formar un gobierno nacional. El grupo
santiaguino trabaj intensamente por consolidar en la capital el poder que abandonaba el
Gobernador. Duplic el nmero de sus regidores, segn dijimos y, luego, duplic ilegalmente
su representacin en el Congreso, llevndola de 6 a 12 diputados. Esta circunstancia,
sumado al carcter mayoritariamente moderado o, derechamente, realis-

274 Armando de Ramn, Historia de Santiago, p. 93.

164
Capitulo III: Las provincias chilenas entre el reino y la repblica

ta de sus representantes, frustr el avance institucional de la revolucin, ante el rechazo de


las provincias. Los conflictos por la centralizacin del poder, en tiempos de Jos Miguel
Carrera, marcan la independencia chilena, hacindola fracasar inicialmente. El problema se
extiende durante la Hamada poca de organizacin de la Repblica. Finalmente, la provincia
central se impondr, en los mios siguientes al triunfo pelucn en Lircay, a pesar de los
estertores dolorosos de dos revoluciones ms, en 1851 y 1859. A nivel simblico, ocurre
algo similar, al celebrarse como dia de la emancipacin el de la creacin de la Primera Junta
Nacional de Gobierno de 1810, desechando otras posibles fechas o eventos. Aclaremos que
slo se acord asi en tiempos de Portales, cuando se consolida la centralizacin.275
Historiogrficamente, no ha sido distinto: el estudio de la poca se centra en las acciones de
la Primerajunta y en torno al alio de

su instalacin, se fijan las periodificaciones de la historia patria.

Concepcin, la capital del sur

Cien leguas ms al sur, Concepcin, la capital militar del reino, a comienzos de 1800 podia
dar cuenta de una existencia mucho ms azarosa. Desde su fundacin, debi soportar
constantes embates, en su funcin de cabeza de la penetracin hispana hacia allende el BoBo.
Sede eclesistica y domicilio de los gobernadores durante largas temporadas; un feraz y
extenso territorio y la presencia de importantes familias la haca sentirse acreedora de un
gran destino. La guerra y los cataclismos entorpecieron, sin embargo su desarrollo. El siglo
XVII todavia fue complejo para la provincia entera, en razn de la guerra y la inseguridad.
El siguiente, ms pacfico, fue mucho ms favorable, en virtud de la creacin de la Intendencia
y la fundacin de varios pueblos, como Los Angeles, Quirihue, Rere, La Florida, San
Carlos, Parral, Linares y Cauquenes; al punto de que un historiador eclesistico lo llam de
resurreccin y nueva vida.276 En el ltimo tercio de este siglo, la economia

275 Vase, Paulina Peralta, /Chile tiene festa!, el origen del 18 de septiembre (18101837)
(Santiago, LOM, 2007).

276 Reinaldo Mutioz Olave, El Seminario de Concepcin durante la Coloniay la Revolucin


de la

165
ARMANDO CARTES MONTORY

Un Gobierno de los Pueblo,

de la provincia increment su produccin triguera y las exportaciones

agropecuarias.27 La poblacin tambin aument, lo que favoreci la

formacin de un mercado interno. Las relaciones fronterizas se estabi-j

lizaron, permitiendo el desarrollo de un comercio en beneficio mutuo

entre hispariocriollos e indgenas.

~iill~

ffil

Concepcin desde el cerro de la Plvora, por Jos del Pozo, 1790.

La suspensin del situado, en la segunda mitad del XVIII, oblig a la regin a reducir sus
importaciones y la estimul a exportar. Asume, entonces, el rol de proveedora subsidiaria
de bienes agrcolas para el

mercado peruano, con lo que si bien su dependencia aumenta, logra de-

sarrollar una estructura productiva de comercio exterior.278 Esto trans-

forma a la economia de Concepcin en competidora con la de Santiago.

Progresivamente, sin embargo, sufre una reduccin de su autonomia, a

Independencia (Santiago, Imprenta San Jos, 1915), pp. 277 y 278.

27 Vase, Amoldo Pacheco Silva, Los comerciantes de Concepcin, 1800-1820

Revista de Historia, vol. 9-10 (Universidad de Concepcin, 1999-2000), pp. 191-256.

278 Marcelo Carmagnani, Les mcanismes de la vie conomique dans une socit coloniale:
Chili (1680- 183 O) (Paris, S.E.V.P.E.N., 1973), pp. 117 y 181.

166
r

Captulo III Las provindas chilenas entre el reino y la repblica

causa del tratamiento privilegiado acordado a (Santiago) por la demanda peruana, que
termina por privar a la economia de Concepcin de toda posibilidad de competir.279 Esto
se observa a nivel de circuitos de comercializacin y tambin de fletes y agentes econmicos.
En definitiva, se vuelve una economia complementaria. En el espacio fronterizo, que
representaba el difuso limite sur de la Intendencia de Concepcin, se desarrollaron
interesantes circuitos comerciales entre la economia indgena y la hispanocriolla. La
renovacin historiogrfica de las ltimas dcadas ha revelado la existencia de un nivel de
produccin e intercambio relevante.280 Se han identificado un mbito de comercio a nivel
local, alrededor de las comunidades indgenas y las haciendas fronterizas; otro que involucr
a la Araucana y a las Pampas y un tercero que conect a toda la Frontera con el resto del
Imperio.28 Este intercambio, sin iluda, impact la magnitud del comercio regional, el cual se
cuadruplic durante el siglo XVIII. El desarrollo de la economia regional, que hemos
bosquejado, es importante no slo desde una perspectiva material. Constituye tambin el
sustento de la pretensin autonmica de la provincia y explica el op-

279 Marcello Carmagnani, Les mcanismes , p. 111.

2 Entre los trabajos que reflejan una nueva comprensin de la economia fronteriza, que
favoreci a Concepcin, pueden mencionarse: Leonardo Len, Patricio Herrera, Luis Carlos
Parentini, y Sergio Villalobos, Araucana: La fiontera mestiza, siglo XIX (Santiago, LOM,
2004); de Sergio Villalobos, Vida fronteriza en la Araucana (Santiago, Editorial Andrs
Bello, 1995); Villalobos, Zapater, Aldunate, Mndez, Bascufin, Relaciones fronterizas en la
Araucana (Santiago, Ediciones UC, 1982); Patricia Cerda-Hegerl, Fronteras del Sun La
Regin del Bio Bio y la Araucana chilena 1604-1883 (Temuco, Ediciones Universidad de
la Frontera); Jorge Pinto Rodriguez, Modernizacin, Inmigracin y Mundo Indgena (Temuco,
Universidad de la Frontera, 1998); Leonardo Len, Maloqueros y conchavadores en
Araucana y las Pampas 1700-1800 (Temuco, Ediciones Universidad de la Frontera,
1991).

281 Jorge Pinto Rodriguez, Modernizacin, p. 157. Segn el informe de Ojeda, de 1793, el
comercio activo de los pehuenches con los espafioles consistia en sal, ponchos, plumajes,
bateas, canastos, pellejos, anil, abalorios y alguna mercera (Juan de Ojeda, Descripcin de
la Frontera de Chile, Revista Chilena de Historia y Geografia, N 136, (Santiago, 1968),
pp. 38-72).

167
ARMANDO CARTES MONTORY

Un Gobierno de los Pueblos..

timismo con que enfrent los eventos de 1810, que a la postre se mostrl

excesivo.282 A pesar de la condicin fronteriza de Concepcin, hubo un desa-

rrollo cultural que permiti preparar a sus elites, tanto patriotas como monarquistas, para
los debates politicoideolgicos que caracterizaron la emancipacin. Operaron, en efecto,
mltiples centros de ensefianza, repartidos por la provincia. Los conventos regulares
sostuvieron varios establecimientos, donde educaron a novicios y a alumnos seglares, al
punto que puede afirmarse que el siglo XVIII sefiala un auge de la educacin secundaria en
Concepcin,283 afirmacin que es vlida para otras localidades de la provincia.284 Los ms
notables fueron el Seminario de Concepcin;285 la Universidad Pencopolitana, que funcion
en Penco desde 1724, otorgando grados acadmicos, hasta que la devast

el maremoto de 1751; y el Colegio de Naturales de Chilln, regentado

por los jesuitas y luego por los franciscanos.286 Lo aprovecharon indge

nas y las familias de Chilln, pues tuvo una seccin especial para hijc

de las grandes familias criollas. Finalmente, no menos relevante fue

282 Vase, Armando Cartes M., Auge econmico y autonomia provincial. El caso ,

Concepcin en Chile, II Congreso Latinoamericano de Historia Econmica (Mxico, 201(

283 Fernando Campos Harriet, La cultura y la educacin en la Regin del Bio Bio

en Varios Autores, La Regin del Bo-Bo, V jornadas Territoriales (Santiago, Instituto

Investigaciones del Patrimonio Territorial de Chile, Coleccin Terra Nostra n I{

1990), p. 31. As, los agustinos, establecieron en 1710 una casa de estudios para

candidatos, abrieron al pblico sus aulas de primeras letras, de Filosofia y Teolog

los franciscanos abrieron escuda desde principios del siglo y colegio desde 1772; 1

mercedarios tuvieron aulas en Concepcin; y los dominicanos fundaron princip

del siglo XVIII una casa de estudios para sus novicios.

284 De hecho, los jesuitas mantuvieron estudios en Chilln, Rere, Arauco, Valdiv
Castro y Achao. Algunos clrigos seculares fundaron escuelas en Parral, Los ngele

Concepcin y Linares.

285 Reinaldo Murioz Olave, El Seminario de Concepcin durante la Coloniay la Revolucin


de 1

Independencia (1572-1813) (Santiago, Imprenta San Jose, 1915).

286 Vase, Roberto Lagos, Historia de las misiones del Colegio de Chilln (Barcelona,
Herede

ros de Juan Gill, 1908); Misioneros del Colegio de Chilln, Colegio Propaganda Fade
(Santia

Coleccin de Historiadores, 1915); y, para el perodo de la emancipacin, Jaime


lenzuela Mrquez, Los franciscanos de Chilln y la Independencia, Historia, N

vol. 1 (Santiago, 2005).

168
Captulo III. Las provincias chilenas entre el reino y la repblica

carrera militar, a la que se unan desde muy jvenes numerosas personas [ de distintas
condiciones sociales. Hubo famlias vinculadas por varias generaciones al ejrcito real,
lo que constituye tambin, evidentemente, un factor identitario.287 A principios del
siglo XIX, la regin era consciente de su valer. Confiaba en su potencial econmico y
buscaba estimular el intercambio directo con Buenos Aires, por Antuco y con Lima,
por Talcahuano. Lo conseguiria con la libertad de comercio decretada por la
Primera junta de Gobierno. Su numerosa poblacin indgena y mestiza, definia en
gran medida el carcter fronterizo de la existencia cotidiana. La condicin martima, que
daba lugar a la visita frecuente de decenas de naves inglesas, francesas y
norteamericanas, promovia una sociedad ms abierta e informada y, en vsperas de la
revolucin, la introduccin de las ideas subversivas. La dominaba una elite diversa,
compuesta por miembros del estamento militar, comerciante y terrateniente, pero
unida por vnculos de familia. El sentimiento realista era mayoritario, en especial en
el bajo pueblo; existia, sin embargo, un ncleo fuertemente comprometido con los
proyectos autonmicos, agrupado en clanes familiares.288 Haba desarrollado un
cierta identidad poltica, con ms fuerza a partir del establecimiento de la Intendencia,
en 1786, tan bien servida por hombres como Ambrosio OHiggins, Francisco de Mata
Linares y, aunque en calidad de suplente, el mismo Juan Martnez de Rozas. El
separatismo era la consigna de unos pocos, como Bernardo OHiggins, quien se
desplazaba entre Chilln y Concepcin y su hacienda de Las Canteras, captando
adherentes y esperando el momento para actuar. Cuando se produce la coyuntura de
1810, el grupo patriota brega por la construccin de un gobierno nacional, en el cual la
provincia participe y goce, a su vez, de una cierta autonomia. La emancipacin y la
organizacin dei Estado chileno fueron siempre vistos, por los republicanos del sur, cdmo
una oportunidad de construir un gobierno

nacional representativo, es decir, con participacin provincial.

87 Sergio Vergara Quiroz, Historia Social del Ejrcito de Chile (Santiago, Universidad de

Chile, 1993), Vol. 1.

Vase, Fernando Campos, Historia de Concepcin, P. 165; y el Prlogo de Zenn

Jrrutia Infante a la obra de Gustavo Opazo Maturana. Familias del Antiguo Obispado de

Concepcin, 1551-1900 (Santiago, Editorial Zamorano y Capern, 1957), p. XIV

169
ARMANDO CARTES MONTORY

Un Gobierno de los Pueblos...

Cuando las noticias de Espafia y la propia efervescencia en el Reino de Chile anticiparon


la pronta ocurrencia de sucesos dramticos, los patriotas surerios, en alianza con los
santiaguinos, deciden obrar desde la capital. Hacia all se dirige, acompariando al
gobernador Francisco A. Garcia Carrasco, en 1808, Juan Martnez de Rozas, resuelto a
crear las condiciones para la implantacin de un gobierno autnomo. En Concepcin, actuaba
el intendente Luis de Alava, celoso defensor de la causa del rey, de manera que los
patriotas deban actuar de manera encubierta. Rozas y su grupo contienen los impetus blicos
de los complotados del sur. Despliegan su estrategia juntista desde la capital, al principio
con muy buen xito, pues logran dos objetivos caros a la provincia surdia: la libertad de
comercio y la instalacin de un Congreso Nacional, en el cual ocupan un tercio de los
escanos. Rozas, recordemos, adems, preside de hecho la Junta, por su capacidad y como
lider de los larraines, ante la inoperancia del Presidente Mateo de Toro y Zambrano.
Posteriormente, la voluntad de Jos Miguel Carrera de imponerse sobre Concepcin, en
nombre de Santiago, su hermana mayor, segn deca, se realiza a un precio altsimo. Tan
elevado, que implica la perdida de Valdivia y del mismo Concepcin, con sus fuerzas
militares, a la causa realista; en definitiva, conducir a la derrota de la Patria Vieja. La
fase blica de la independencia, tras el desembarco de la expedicin de Antonio Pareja, en
marzo de 1813, se pelea fundamentalmente en la provincia surdia, a un enorme costo en
vidas humanas, destruccin y saqueo de ciudades y haciendas y la paralizacin de toda
actividad productiva. La prolongacin del conflicto por dos dcadas, causar un

rezago irremontable de su economia, agravado luego por el terremoto de 1835. A pesar de


ello, la provincia continuar defendiendo sus pre-

rrogativas, tensionando el proceso de organizacin de la repblica, has

ta 1830. En Lircay, el acuerdo de estanqueros y ohigginistas, entre ellos muchos surefos,


que coloca al penquista Joaquin Prieto en el gobierno y a Diego Portales en el poder, zanja
la cuestin. En los anos siguientes,

el xodo de famlias notables penquistas a Santiago, fenmeno comn a

todas las provncias, ir consolidando la hegemonia politica, econmica y social de la capital.

Captulo III: Las provincias chilenas entre el reino y la repblica

Coquimbo, la provincia emergente

La regin del Norte. Chico tuvo un desarrollo ms tardio, a pesar de la temprana fundacin de
su ciudad principal, La Serena (1544). Para mediados del siglo XVIII sus pobladores
eran mineros y agricultores y practicaban, en general, una agricultura de subsistencia, en
los valles frtiles regados por los ros.289 La produccin no superaba las 40 mil fanegas de
trigo, el mismo nmero de arrobas de vino y cantidades menores de aguardiente y cebada. La
produccin agrcola y los animales que se mataban unas 3 mil cabezas de ganado mayor y
unas 20 mil cabras se destinaban al consumo en el partido y en el colindante de El
Huasco.29 Las exportaciones eran reducidas. Se destinaban a Lima unas 2 mil arrobas de
vino y alguns quintales de congrio seco. El gobierno se ejerca por el Subdelegado,
nombrado por el Gobernador del Reino. Sus 23 diputaciones estaban a cargo de un
Teniente o Diputado.

Guanta, Valle de Coquimbo, por Claudio Gay.

170

&tones

Vase, Sergio Villalobos R., Ocupacin de tierras marginales en el Norte Chico

proceso temprano, Cuadernos de Historia, N33 (Santiago, 1983), pp. 63-78.

Sobre este partido, Vase de Luis Joaqun Morales Ocaranza, Historia del Huasco

(La Serena, Universidad de Chile, 1981); y de Oriel Alvarez Hidalgo, Huasco de cobre
iap, Universidad de Atacama, Talleres Grficos de la Universidad de Atacama,

; del mismo autor, Freirina, una historia (Copiap, Miranda y Compariia Impre-

1992).

171
ARMANDO CARTES MONTORY

Un Gobierno de los Pueblos..

Se trataba de una provincia ms bien ruralizada. Las villas ms importantes eran Copiap,
Vallenar e Illapel.291 La Serena, la principal ciudad, tuvo una existencia modesta. Le cost
mucho recuperarse del impacto que le provoc su destruccin por el ingls Sharp, en 1680.

Muchos vecinos se retiraron a sus haciendas y las propiedades pasaron a cumplir


funciones no urbanas, tales como el cultivo de quintas o bien como garantias hipotecarias.
La vocacin agrcola de la regin, con sus circuitos de comercializacin muy limitados, y
luego la minera, cuyas exportaciones tambin se controlaban externamente, contribuyeron
a la falta de voluntad de concentrar en La Serena la riqueza material de la regin. Estos
factores, entre otros, frustraron las posibilidades de

La Serena del siglo XVIII de transformarse en el gran centro urba-

no del Norte Chico. En la primera mitad de ese siglo, segn deduce Mario Gngora,
estudiando el padrn de 1738, La Serena se distin-

guia de otras ciudades chilenas de la poca, debido a la supervivenc

de elementos sefioriales, en particular la encomienda, que implicai

mantener un alto nmero de indios tributarios.292 Otros factores cara tersticos de su


economia fueron la existencia de estancos y trapicher poderosos, la utilizacin de mano de
obra esclava y la conformacin

la fortuna local en base a minas de plata, fundiciones, mofinos de cobr

virias, mofinos de grano, trapiches, chacras suburbanas y estancias.

El siglo XVIII habra sido el de los distribuidores, de los comercia

tes, del crdito y del endeudamiento. Segn Cavieres, el crdito en pa

ticular devino un factor gravitante en la economia serenense, en tor

al cual giraron la minera y las habilitaciones mineras: la agricultura,

comercio, el remate del diezmo y el crdito de la Iglesia, proveniente

291 Sobre Copiap, vase el libro de J. Broll C., y J. Pinto R., Copiap en el s.

H (Valparaso, Instituto de Estudios Humansticos, Impresos Serrano, Garcia y

1988), y en especial el captulo de J. Pinto, Un mercado interior en Chile colonial:


corregimiento de Copiap a fines del s. XVIII, pp. 103-126; y, del mismo autor, 1

la huella de los parasos artificiales, mineros y campesinos de Copiap, 1700-185

Proposiciones, 20, pp. 232-247 (Santiago, Ediciones Sur, 1991).

292 Wase Mario Gngora, Urban Social Stratification in Colonial Chile, The Hispan-

ic American Historical Review, vol. 55, N3 (1975).

293 Eduardo Cavieres y Hernn Corts, Historia regional y estructuras socio-ecc

micas tradicionales: la sociedad agrcola minera de la Serena en el s. XVIII, er

Orellana y J. G. Mufioz,. El agro colonial (Santiago, 1992), pp. 81-99.

172
Captulo 1H Lis provincias chilenas entre el reino y la repblica

censos y capellanas.294 El comerciante actuaba en los centros de produccin, en la gran


propiedad y el Cabildo local. El comercio impuesto en los trapiches y centros mineros,
con grandes mrgenes en el nino y otros alcoholes, explican el desarrollo de la actividad. El
salario indgena era ms bien nominal y no le permitia incorporarse al mercado.298 Un
sector peculiar, el de los arrieros, testimonia, a su vez, la intensidad del trfico regional,
pero tambin la poca capacidad de capitalizacin interna de la villa y, por ende, la pobreza
de la vida material.296 Antes del auge minero, la economia de la provincia era bastante
simple. Exportaba metales preciosos y cobre e importaba alimentos, ropas y unos pocos
bienes de capital, empleados la mayora en las faenas mineras.297 Existan cuatro espacios
menores, segn Jorge Pinto, articulados entre si por la minera: las villas, las haciendas, las
faenas mineras y las planicies costeras. Una fuerte presin por la mano de obra y la
precariedad era el signo distintivo de la situacin de los trabajadores.298 En la segunda
mitad del siglo XVIII, a partir de adecuaciones econOmicosociales que ha apuntado
Carmagnani, la regin comienza a encaminarse desde un mercado colonial hacia otro ms
marcadamente capitalista. Fueron surgiendo trapiches, fundiciones y talleres de cobre,
cuya produccin era embarcada en Coquimbo con destino al Callao.299

294 Eduardo Cavieres, La Serena en el siglo XVIII, las dimensiones del poder local en una
sociedad regional (Valparaso, Ediciones Universidad Catlica de Valparaso, 1993), p. 204.

295Vease Marcello Carmagnani, El salariado minero en Chile colonial, Su desarrollo en


una sociedad proainciaL el Norte Chico 1690-1800 (Santiago, 1963).

296 Eduardo Cavieres y Hernn Corts, Historia regional y estructuras socio-econmicas


tradicionales: la sociedad agrcola minera de la Serena en el s. XVIII, p. 91.

Luz Maria Mndez, exportacin minera en la macrorregin minera del norte de Chile en la
transicin de la colonia a la Repblica. 1800-1840, en Resmenes de Ponencias (Argentina, V
Congreso argentino-chileno de Estudios Histricos e Integracin Cultural, Universidad
Nacional de San Juan, abril de 2003) y, de la misma autora, La exportacin minera en
Chile, 1800-1840. Un estudio de historia econmica y social en la transicin de la Colonia
a la Repblica (Santiago, Editorial Universitaria, 2004).

jui gc 1 any out. ucL, iras ia 1111C1121. UC IUS parasos anule iiues, M111CTUS y
campe-

Vos de Copiap, 1700-1850, Proposiciones, 20 (Santiago, Ediciones Sur, 1991), p.102.

lig F1 a 1 -1 -1-11_1- _ n^...1 A . w4-!

+-a IVIIICIILU Lie ia al,UVILlaU Ne IlallalJa C11 uiaitw lie ia 1tca1 twaurustracion ae

afia, establecida en 1787, reemplazada, a partir de 1801, por el Tribunal de Mineria.

1
173
ARMANDO CARTES MONTORY

Un Gobierno de los Pueblos...

La Serena se expandi hacia aquel puerto, generndose tambin peque-

rias artesanas en cobre, que se enviaban a Santiago y un cierto desarrollo urbano. Se


construyen la capilla de San Miguel de la Chimba y el hospital

de San Juan de Dios. Socialmente, sin embargo, no era posible romper la hegemonia
social, econmica y jurdica implantada por los grandes propietarios. El grupo aristocrtico
se mantenia en base a mecanismos de dominacin social tradicionales, tales como la
propiedad de la tierra y las vinculaciones matrimoniales; la proliferacin de pequefios
predios no

lograba alterar el predominio y control social ejercido por la gran propie-

dad. Los pequerios productores actuaban tambin como peones o

quilins, o se endeudaban a los grandes hacendados, en razn del tama

de los predios o la falta de semilla y herramientas agrcolas.

POBLACION. DE IA PROVIJVCIA DE COQUIMBO, 1778-1835 DEPARTAMENTOS

AROS EA NASERESERE- CCBloUrM-


ELQUI VALLE COMBARBAL
ILLAPEL TOIAL
2.780 800 1.606 9.658
1.888 5.000 21.732
1778
1813 7.050 1.592 5.085 15.393
4.224 13.640 46.948
1832 10.321 2.229 4.688 25.757
5.459 18.217 66.671
12.799 2.500 8.506 25.007
8.500 18.435 75.747
1835
Fuente: Carlos Keller, El norte chico en la poca de la formacin de la Reptlo

ca, Revista Chilena de Historia y Geografia, N 123 (Santiago, 1954-1955).

Vase, de Luz Maria Mndez, La politica minera de Chile 1770-1818, en Revista 1

Historia, Afio VII, Vol. 7 (Concepcin, Universidad de Concepcin, 1997), pp. 49

y, de la misma autora, Instituciones y problemas de la Mineria en Chile 1787-1826,


Edicion(

de la Universidad de Chile (Santiago, Editorial Universitaria, 1979).

300Juan Galdames, La Serena y su evolucin urbana, Revista Chilena de Historia y

grafia, N132 (Santiago, 1964), pp. 162-164.

1 Eduardo Cavieres y Hernn Corts, Historia regional y estructuras socio-eco

micas tradicionales: la sociedad agrcola minera de la Serena en el s. XVIII, p.

Vase, Ximena Vega, Constitucin de la gran propiedad agraria en el Partido

Coquimbo. Un estudio socio-econmico a travs de la familia Cortes-Monroy,

1817 (Memoria de Grado, Universidad de la Serena, 1987).

174
Captulo 1H Las provindas chilenas entre el reino y la repblica

La poblacin en toda la provincia, para 1810, no superaba las 50 mil personas; no obstante,
se haba duplicado en 40 mios, dando cuenta del auge minero.302 El aumento se explica,
en buena medida, por la inmigracin, lo que explica la masculinidad elevada que aparece en
el censo de 1813.303 La evolucin de la villa de La Serena, en particular, fue lenta y se
caracteriz por la pobreza material y el predominio de funciones econmicas tradicionales
en su entorno. A pesar de ia precariedad, se anticipaba el auge que la caracterizaria en el
siglo siguiente. Para comienzos dei siglo XIX, ya la regin contaba con alrededor de 165
minas en explotacin, de las cuales 67 eran aurferas, 35 argentferas, 61 cuprferas y las
restantes de azogue.304 La riqueza minera trajo el desarrollo urbano. As, el mineral de
Agua Amarga, en virtud del flujo de capital y de poblacin que promovi, hizo posible la
consolidacin territorial de Vallenar. El 20 de octubre de 1812, el Gobierno decret la
creacin de su cabildo, el que se instal en abril del afio siguiente. El autogobierno favoreci
el fomento de la minera y del comercio local. En esos aflos, una coyuntura crtica lleva a
incrementar los vnculos econmicos con la provincia de Santiago. El fuerte estancamiento
de los precios de los minerales provoc una recesin, que se extendi a la actividad
agropecuaria. La situacin caus una descapitalizacin ace-

Sobre el punto, vase el Censo de 1813, levantado por don Juan Egafia de orden de la junta

gobierno (Santiago, Biblioteca Nacional, Imprenta Chile, 1953). Jorge Pinto R. ha

studiado La poblacin del ,Norte Chico en el s. XVIII (La Serena, 1980), as como la del siglo

ecedente, en La poblacin del Norte Chico en el siglo XVII (Coquimbo, Talleres Grficos

Jniversidad del Norte, 1980).

Muestra un excedente de 582 mujeres, el cual resulta verosmil, en opinin de

los Keller, si se estiman los riesgos propios de la actividad en la pesca y las minas,

lado al hecho de que muchos jvenes se incorporaron a las fuerzas militares que

aban al sur del Maule. Carlos Keller, El norte chico en la poca de la formacin

Repblica, Revista Chilena de Historia y Geografia,N 123 (Santiago, 1954-1955),

ses Crcamo Sirguiado, Mineros y Minera en el Norte Chico: La Transicin (Univer-

l de Chile, Tesis para optar al Grado de Magister en Historia, 2004), p. 11. Para

siguientes, vase, Rodrigo Quinteros Mancilla, El comercio minero y los

bales comerciantes exportadores de Copiap 1818-1832, Seminario de tesis


Facultad de Filosofia y Humanidades, Departamento de Ciencias Histri-

, Universidad de Chile, 2001). Vase, de Jorge Pinto, Las minas de azogue de Punitaqui

crena, 1981).

175
ARMANDO CARTES MONTORY

Un Gobierno de los Pueblos...

lerada, poniendo en peligro, incluso, segn Crcamo, la consolidacin territorial del Norte
Chico.305 Se busc, entonces, como una solucin a la falta de capital, la creacin en Santiago
de sociedades por acciones, de manera de atraer a sujetos acaudalados y de arrogante
espritu a invertir en la.minera de la zona. Esta medida tuvo el doble efecto de promover
un aumento de las relaciones comerciales del norte con la capital del Reino, pero tambin
la subordinacin econmica de la produccin minera. La libertad de comercio, decretada con
presin de los mineros por la primera Junta de Gobierno306, habra favorecido sus
intereses, ya que les permitia ampliar su mercado externo y disminuir sus costos de
insumos importados. El individualismo inicial de los mineros, haba impedido cualquier
forma de organizacin ajena a las comunidades productivas. Con los anos, sin embargo,
fueron adquiriendo conciencia de su peso econmico y comenzaron a cohesionarse en torno
a sus intereses colectivos. Enunciaron planteamientos de orden ms poltico, como la
solicitud de una intendencia, para estimular la actividad extractiva y proveer a la defensa
del territorio costero. El ciclo de auge minero, que tiene lugar de manera coetnea con la
independencia, tiene gran trascendencia poltica. A nivel nacional, contribuye a financiar las
primeras camparias del bando patriota, as como eventos especficos, como la segunda
expedicin de Freire a Chilo. Ms tarde, el mineral de Chariarcillo, descubierto en 1832,
soport en gran parte el peso de la economia nacional y fue clave en la estabilidad de los
gobiernos decenales. A nivel local, la nueva riqueza impulsa el poblamiento de la
provincia norteria y la complejizacin de su sociedad y sus pretensiones polticas. En 1812,
el cabildo de La Serena rechaza el proyecto de Reglamento Provisorio que propone
Carrera, por considerar que no resguarda suficientemente los intereses de la provincia. En
1817, fueron los primeros en pedir que se declarara la indepen-

305 Jorge Pinto, Las minas de azogue de Punitaqui , p. 16.

306 Vase, Carmen Cariola, y Osvaldo Sunkel, Un siglo de historia econmica de Chile,
1830-1930 (Santiago, Editorial Universitaria, 1991).

307 Miguel Varas Velsquez, El Reglamento Constitucional de 1812, Nuevos documentos,


en Revista Chilena de Historia y Geografia, t. XIV (1915), pp. 107-41.

176
F

Captulo III: Las provindas chilences entre el reino y la repblica

dencia.308 Durante los afios siguientes a 1818, los riortefos resintieron la pesada carga
que significaron las guerras de inclependencia sobre la economia local y cuestionaron, en
alianza con Cor-Icepcin, las pretensiones centralizadoras de la provincia central.
Constituida ya su Asamblea Provincial, la provincia devendr un importante actor politico
en las contiendas relativas a la organizacin de la repblica. Haban salido indemnes y en
buen pie econmico del proceso de emancipacin. Se haba configurado una identidad
regional, en un territorio ms poblado y mejor administrado que otrora. Se hallaban
preparados y dispuestos a integrarse a un proyecto republicano, con una ins1vable
condicin: que se respetasen sus pretensiones de autonomia y participacin en el nuevo
Estado nacional.

Valdivia, vencedora, vencida

Al igual que ocurra en otros espacios regionales, la provincia de Valdivia en los siglos
coloniales se caracterizo por el aislamiento del centro del pas. Se afiaden, en su caso, dos
elementos adicionales: el marcado carcter militar de la plaza y sus intensas relaciones con
lima, la capital del virreinato. Desde su repoblamiento, en efecto, en 1645, que da lugar a
la creacin del Gobierno de Valdivia, queda sujeta en todo al Virrey del Per. La reposicin
de la plaza haba sido hechura de los virreyes, segn el padre Diego de Rosales, lo que
explica los fuertes y continuados vnculos. Aunque en breves perodos es cedida su
administracin a los Capitanes Generales de Chile, como ocurri en tiempo del Gobernador
Amat, sigue siendo el gobernador de Valdivia de designacin real, limitndose, de esta
forma, las intervenciones del Gobernador del Reino. No puede olvidarse que las defensas
de la plaza, Ultimamente, tenan una importancia estratgica de alcance continental. La
dependencia virreinal no fue slo politica y militar. Tambin se manifiesta en el plano
econmico, expresado en el Situado, que finan-

8 Hctor Enrique Daz Olivares, Coquimbo en el proceso emancipador, Revista Libertador


Bernardo OHiggins, afio XIV, N 14 (1997).

309 Vase, Juan Luis Ossa Santa Cruz, La actividad politica de Francisco Antonio Pinto
1823-1828: notas para una revisin biogrfica, Historia, N 40. Vol. I (2007), pp. 91-128.

177
ARMANDO CARTES MONTORY

Un Gobierno de los Pueblos...

Capitulo III: Las provincias chilenas entre el reino y la repblica

cia la tropa y la oficialidad, dinamizando el comercio y la economia

regional. La sociedad misma mantiene relaciones familiares y culturales

con Lima, a donde se dirigen los hijos de las familias principales para

completar su educacin. Estos vnculos contribuyen a explicar la actituc

fidelista que luego adoptar la provincia ante los eventos de 1810. Est

se mantendr hasta 1820, poca en que la ciudad es agregada a la rep-

blica, tras su captura por Lord Cochrane.

Valdivia, por R. A. Phillipi, c. 1852.

Hasta avanzado el siglo XIX, fueron Valdivia y Chilo los ncleos de colonizacin ms
australes. El primero se situaba, ms o menos entre los 38 y 41 grados de latitud y limitaba
al norte con el rio Imperial y al sur con el Maipu, el cual lo separaba de Chilo, antes de la
creacin de la provincia de Llanquihue. Su jurisdiccin, que comenzaba en el mar, bacia el
este cruzaba la cordillera y se extendia al lago Nahuelhuapi. Osorno, recordemos, habia
sido despoblado y slo se reinstaura a fines dei siglo XVIII, de manera que Valdivia
constituy el principal ncleo urbano. Basado en mltiples documentos, el arquitecto e
historiador Gabriel Guarda ha podido reconstituiria como una ciudad de doble recinto
murado, flanqueado de baluartes, fosos y puentes levadizos, coro-

nado desde 1774 por dos torreones de cal y ladrillo, obra del finge

Garland, levantndose, intramuros, la sede de los gobernadores o palacio, cuarteles para 700
hombres, hospital y crcel. Contaba tambin con Cajas Reales, Veeduria y Contadura;
Cabildo, almacenes y oficinas pblicas y recoba. Cinco iglesias, a lo menos, se hallaban en
pie para 1790: la Mayor; la Compaffia, heredada en 1767 por los franciscanos; San Juan
de Dios, Santa Teresa y la de la Casa de Ejercicios.m Haba

tambin escuelas para espafioles e indgenas, entre las que destacaban

las Aulas Reales de Gramtica, servida por un oficial de la Guarnicin.

La economia era representada por las estancias, que provean al

ejrcito. En la ciudad, operaban hacia 1790 veinticuatro tiendas de comercio. Durante todo el
siglo XVIII mantuvo Valdivia una industria

de astilleros, en que se construyeron barcos, canoas y embarcaciones

menores. La abundancia de buenas maderas favoreci su explotacin en forma de tablas y,


tambin, de elaboradas tallas. Notables fueron,

adems, las fbricas de ladrillo y teja.311 Todo lo cual, contrariamente a lo que se piensa,
dio cierta holgura a la ciudad, mucho antes de los dias de la inmigracin alemana. Durante
los siglos coloniales la poblacin se mantuvo relativamente estable. Era de dos mil almas
en 1712; diezmada por la viruela, no superaria las tres mil personas durante todo ese siglo.
La refundacin de Osorno con vecinos valdivianos represent una sangria. La mayora
residia en el campo, dedicada a las labores agrcolas; en la ciudad, la guarnicin constitua el
grueso de los habitantes. El vecindario lo componan 200 familias. La provincia comprenda
una numerosa poblacin Originaria, la que para 1770 se estimaba en unos 15.000 indgenas,
dis-

Vase, Gabriel Guarda, Cuatro siglos de evolucin urbana. Valdivia 1552-1910 (Valdivia,

kiversidad Austral de Chile, Instituto de Arquitectura y Urbanismo, 2009). El autor


prolfico investigador de la zona de Valdivia y sus mltiples trabajos, que citaremos
sta parte, resultan indispensables para comprender el desarrollo de la regin en si

y en su relacin con el reino y luego la repblica chilena.

kprovechando la abundancia de yacimientos de greda, la fbrica comienza a fun-

en 1765. En 1770 se cocan mensualmente ms de 400 mil teias; en tanto que

Castillo de Niebla bab una fbrica de ladrillos. Vase, Fernando Guarda, His-

Valdivia (Imprenta Cultura, 1953), p. 146; y, del mismo autor, La economia de

Austral antes de la colonizacin alemana 1645-1850, Historia (Santiago, 1971),

, pp. 205-342.

178

179
ARMANDO CARTES MONTORY

Un Gobierno de los Pueblos..,

tribuidos en 16 reducciones.312 La guarnicin de Valdivia, por su parte,91

rondaba en torno a las mil plazas y se aumentaba con levas reclutada

en Peri], o en Chile, en caso de peligro de invasin. La construccin

fortificaciones, destinadas a repeler ataques de fuerzas europeas, regue ria muclia mano de
obra, la que se remiti de presidios de Lima, Quit

y otros lugares. Concepcin y Santiago fueron el punto de origen de

mayora de los inmigrados del mismo reino de Chile.313 El colapso de la

fuerzas realistas, para 1817, hace crecer exponencialmente la poblaciC

de la ciudad, con los emigrados y refugiados del centro del pais.

El cabildo, de tanta figuracin en otras ciudades de Chile, tuvo

Valdivia un desarrollo desigual. A un par de afins de la refundacin se 1

recrea, en 1647, pero tiene muy corta vida. Recin en 1794, en tiempc

del presidente Quijada, se pide que la Plaza se declare por ciudad y

forme Cabildo, proponindose, por el fiscal de la Audiencia, una plant

de dos alcaides ordinarios, dos regidores, Procurador General y Escr

bano. Sus funciones recin se regularizan en 1808. Su jurisdiccin

extendia a la Plaza y cinco leguas en contorno en lo civil y criminal. St

miembros deban probar nobleza de sangre.314 Tuvo gran ascendient

en los prolegmenos de la revolucin, en 1809, como tambin en temprana repblica, poca


asolada por graves crisis polticas. En der pos de acefalia del mando, como ocurri en
1821, emputiarn las var

algunos de los mismos que lo hacen en 1809. El Cabildo, entonces,

Guarda, devenido en el portavoz del grupo patriota, se constituye


3 Vase, Gabriel Guarda, Formacin de la sociedad Valdiviana BACH, N 47 (Sa

tiago, 1952), N 47, pp. 75-90.

31 El nmero de presidiarios remitidos anualmente, durante el siglo XVIII, segn co signa


Gabriel Guarda, flucta entre un mximo de 320, en 1776, y un mnimo de 1 r,

registrado a1 afio siguiente. 1.761 individuos habran vendo entre 1645 y 1820, de

cuales 313 fueronespafoles nacidos en la pennsula, las islas Baleares, las Canarias

las posesiones de frica. De Concepcin vinieron 69 y de Santiago, 67. Gabriel Guar-

da, La sociedad en Chile austral antes de la colonizacin alemana, 1645-1845 (Ed.


Universic

catlica de Chile, 2006), pp. 38 y 40. Vase, Alejandroj. Wagner Seguei, Fortifica,cio,

histricas de Valdivia (Santiago, Ediciones Universidad San Sebastin, 2010).

314 V, Gabriel Guarda, El gobierno de Valdivia: (1645 1820) (Santiago, BACH, 1974),
Na 88, pp. 117 162.

180
Captulo III: Las provindas chilenas entre el reino y la repblica

en el mejor exponente de su calidad, sus responsabilidades ciudadanas, madurez y


capacidad polifica.315 Por tratarse de una plaza castrense de manera principal,
muchas funciones son detentadas por militares. Los civiles tenan acceso, no
obstante, a los codiciados puestos de oficiales de la Real Hacienda, notarias y
escribanas pblicas. El gremio del comercio, segn un informe de 1790, contaba 24
mercaderes con tienda abierta, quienes mantienen un apoderado habilitado en la
capital. El clero tena tambin significativa presencia. La Vicaria Fornea de Valdivia,
con rango de Archiprestazgo, al igual que la oficina de la Real Hacienda, desde su
ereccin dependia del Obispado de Concepcin. La intencin de crear un obispado,
para suplir a las necesidades de la poblacin militar de la apartada provincia, se
posterga por razones econmicas. En 1734, el Consejo de Indias se decide por la
alternativa de nombrar un coadjutor.316 Varias Ordenes religiosas tuvieron casa en
Valdivia, entre ellos, los franciscanos y agustinos, Regados ambos en 1645, con la
refundacin; y los hospitalarios y mercedarios. El nmero de religiosos era de 14 en
1775, duplicndose para 1790.317 La gran mayora eran franciscanos, que servan de
capellanes de los castillos. Los ms destacados, sin duda, hasta su expulsin en 1767,
fueron los jesuitas, que mantuvieron cuatro misiones en San Jos, Toltn Bajo, Toltn
Alto y Nahuel Huapi, un colegio de estudios superiores, una Casa de Ejercicios, otra
de Recogidas y una escuda para los indgenas, junto a su casa en la ciudad de
Valdivia.318 Fue notable, a la par que su labor pastoral, el buen manejo de sus
haciendas y talleres, en que explotaban la agricultura, harina y cal.319

35 Gabriel Guarda, La sociedad en Chile austral, p. 26.

316 Gabriel Guarda, En torno ala eleccin de un obispado en Valdivia a mediados del siglo
XVIII, BACH, N 60 (Santiago, 1959), pp. 154 157.

317 nr)., 7C1. 401 rn /12R

k,U1.11CLUUlla IVICLytil, VGCLOG y T.11, 13 M.M.,.

318 Gabriel Guarda, La sociedad en Chile austral, p. 30. Vase, Guillermo Bravo Acevedo,
Setores de la tierra... Los empresarios jesuitas en la sociedad colonial (Santiago, Coleccin
Diumce 5, 2005).

319Vase, Guillermo Mendoza, y otros, Reserza histrica de las haciendas jesuitas en la


provincia de Chile (siglo XVII y XVIII) (Chilln, Tesis Instituto Profesional de Chilln, 1985);

LRaUl Ernesto Snchez Andaur, La empresa econmica jesuita en el Obispado de Concepcin

file) 1610-1767 (Santiago, Tesis doctoral Universidad de Chile, 2009).

181
ARMANDO CARTES MONTORY

Un Gobierno de los Pueblos...1

Los prolegmenos en Chile y Espalia de los eventos de 1810, se conocieron en Valdivia en


forma ms o menos tardia e incompleta. En 1809 los vecinos principales haban ofrecido
donativos para financiar la campai-ia contra Napolen; a fines del mismo ,ano nombraron
incluso un diputgdo para las Cortes de Cdiz. A pesar dei receio dei gobernador Alberto
Eagar, tenente coronel de origen irlands, se festej en la ciudad la instalacin de la junta de
gobierno en Santiago. Se coste un baile por toda la oficialidad, informa el gobernador, y
algunos particulares en el cuarto de Banderas, se representaron varias loas y otras
piececitas todas manifestativas de una alegria sin exemplo, por la instalacin de la Exma.
Junta; hubo magnficos refrescos para todos cuantos caban en dicho cuarto y otros
contiguos, y en los 4 ngulos de la plaza haba 4 tinas de ponche que se iban cebando segn
se iban secando por el concurso de toda la tropa, pueblo e indios; en la noche siguiente,
que tambin estuvo iluminada toda la Plaza, vinieron con varios instrumentos a mi casa, la
Oficialidad y personas visibles, y despus de beber refrescos salimos todos juntos tocando
y cantando por las calles hasta las 2 de la marrana. En Osorno, la celebracin fue similar,
con una quantiosa iluminacin en el Fuerte de esta colonia y a su imitacin en todas las
casas de los vecinos principales y mayor parte de ella, acompafiada de una salva pausada
de quince tiros de calin cada noche, msica por todas las calles, caxas y repiques de
campanas y quanta diversin fue posible.32 Huelga decir que la celebracin no se hallaba
motivada por un sentimiento autonomista generalizado, sino porque se pensaba, por la
oficialidad y los principales vecinos, que con la junta se resguardaba el reino, en ausencia
dei monarca. El pueblo compartia el sentimiento monarquista y, por supuesto,
aprovechaba la oportunidad de festejar y celebrar. El fidelismo de los valdivianos fue un
sentimiento constante y muy mayoritario. Tempranamente, adems, se formaron bandos.
Como

caracterstica propia de una sociedad aislada, marcada por el pruri

nobiliario, sin madurez ideolgica y cruzada por redes familiares, s

gieron grupos o clanes muy unidos y, a la vez, polarizados. En ocasion

es la adhesin a estas banderas, ms que una postura definida frente

IIIP

Captulo III: Los provincias chilenas entre el reino y la repblica

los eventos, lo que determina sus lealtades y afiliaciones, en particular durante los anos de
organizacin de la repblica. As, en octubre de 1810, el Gobernador Eagar indicaba al
Virrey Abascal, que slo tena tres consejeros, sin poder contar con otros, atendidas las
relaciones de sangre y afinidad que hay entre los oficiales de este Batalln, Cabildo y
paisanaje.32 Unos meses despus, valientemente, un grupo de vecinos cercanos a Fray
Camilo Henrquez, quien, desde Santiago informaba y motivaba a sus parientes y allegados
en el sur, decidi pasar a la accin. El primero de noviembre de 1811 apresan al gobernador
Eagar y toman el poder para las armas de la patria. La permanencia de Valdivia en el
bando patriota, no obstante, no duraria mucho, en parte consecuencia de dos iniciativas
surgidas en la capital. El plan de defensa del reino elaborado por Juan Mackenna, en
primer trmino, que fue entregado al cabildo de Santiago el 14 de diciembre de 1810,
consideraba la supresin de la dotacin militar y su traslado.322 Esta medida importaba, en
la prctica, la runa de la ciudad y sus vecinos, cuya economia y existencia misma giraba
en torno al ejrcito. Una profunda decepcin, nefasta para la causa patriota, recorri la
provincia al conocerse la noticia. Hasta los ms enardecidos patriotas, dice Guarda:

de inmediato notaron el nimbo exclusivista que tomaria la capital a travs de la poltica de


sus gobernantes; aquellas medidas dignas de aplauso, como la apertura de los puertos al
libre comercio extranjero, decretada por la primera junta de Santiago, lejos de rendir
resultados inmediatos, parecieron simples

323

LVa J111111116 Ulla. Ll CLJUUlaal.111...14. I lal.

Ms contrario todavia a las aspiraciones de los partidarios de la inde-


pendencia, serian las graves controversias entre el partido de Jos Miguel

320 Min. Int. Intend. Vald. Tomo I, fjs. 37 v. y 27, cit. en Guarda, G., Historia de Valdiz

p. 214.

Entre los patriotas, por ejemplo, los parientes de Camilo Henrquez lideran el ncleo
independentista. Son figuras principales su tio Gregorio Henrquez y Santilln; su cufiado.
Vicente Gmez: Diego Prez de Arce. marido de su hermana Melchora:

[avier Castelblanco, casado con Transito Henrquez de la Guarda, y el primo de sta,

e de la Guarda. Tambin sus primos Agero Henrquez (Guarda, Chile Austral, p.

3).

V, Coleccin de Historiadores y de Documentos relativos a la Independencia de Chile, tomo


XLI. Gabriel Guarda, Historia de Valdivia, p. 226.

182

183
ARMANDO CARTES MONTORY

Un Gobierno de los Pueblo s...

Carrera y los penquistas, liderados por Juan Martnez de Rozas. Valdivia formaba parte de
la jurisdiccin de Concepcin y Carrera estaba decidido a privar, a cualquier precio, a aquella
provincia del apoyo de la plaza. Cuando alent alli un movimiento a favor de Santiago, los
partidarios del antigu-o rgimen aprovecharon la circunstancia para retomar el poder.
Carrera, en efecto, envi como agente a un connotado vecino, Pedro Asenjo y Pinuer, quien
soliviant los nimos indecisos. Ofreci recursos que no podia enviar Concepcin, como el
situado remitido e12 de marzo de 1812 a bordo de la fragata Nu,eva Limefria;325 y
obtuvo el apoyo de la oficialidad. El 16 de marzo se consum la contrarrevolucin, pasando
la plaza a manos de los realistas. El acta oficial de las ceremonias, redactada por el
mismo Asenjo, sefialaba que, formada la tropa en la plaza y reunido el pueblo, ste grit lleno
de alegria: Viva el Rey Fernando Sptimo; Viva la Suprema Regencia Espafiola; Viva el
Excelentsimo Sefior Presidente de la Capital don Jose Miguel Carrera; y mueran los
desleales. Muy pronto el Consejo de Guerra percibira el error. El 26 de junio de 1812
acord separarse de la dependencia del reino de Chile hasta que ste reconociera al Supremo
Consejo de Regencia y a las dems autoridades que designaren las Cortes Soberanas. Ms
grave an, declar someterse y agregarse sin excepcin ni reserva alguna, al reino del Pedi, con
entera dependencia a su Excmo. Sefior Virrey y dems superiores Tribunales de Justicia,
Hacienda y Guerra.327 A continuacin reconoci como autoridad inmediata la del
Comandante de Chilo y procedi a nombrar una junta. Los eventos de aquel dia, en
definitiva, dafiaron irremediablemente la causa independentista, entregando las fuerzas y
armamentos de

la plaza a la expedicin restauradora de Pareja. Para Barros Arana, 1

contrarrevolucin de Valdivia fue un error fatal de los que la estimular

e iba a tener consecuencias mucho ms funestas que todo lo que poc

pensar los mismos que la condenaron.328

324 Carlos Guarda, Evolucin social) poltica de la provincia de Valdivia durante la Indepen

de Chile a partir del estudio biogrfico y prosopogrfico de Jaime de la Guarda, Seminario


de tt.

(Osorno, Universidad de los Lagos, 2008), p. 58. 325 Archivo dei general Jos Miguel
Carrera, Volumen III, p. 403. 326 Aurora de Chile N 21, jueves 2 de julio de 1812. El
destacado es nuestro. 327 Gabriel Guarda, Historia de Valdivia, p. 235. 328 Diego
Barros Arana, Historia General de Chile, Volumen VIII, p. 548.

184
Captulo III: Las provincias chilenas entre el reino y la repblica

Valdivia deviene, a partir de entonces, un potente foco de resistencia, apoyado por Chilo y
las huestes de Arauco. As, el Cabildo de Santiago alude, en abril de 1813, a las
circunstancias tan crticas y peligrosas en que se halla amenazada la patria y el Reino por
los enemigos invasores de Valdivia y Chilo. Estos resultarn triunfadores en la Patria
Vieja. Slo con la participacin masiva de las tropas extranjeras del Ejrcito de los Andes
pudo consolidarse la independencia, despus de 1817. El ejrcito de la capital, solo, sostiene
Gabriel Guarda, habra sido incapaz de detener en 1818 al del sur, como no haba sido
capaz de hacerlo cuatro anos antes, cuando aguei consum la citada restauracin.329 Las
guerras de independencia, como ocurri en todo el sur, empobrecieron a Valdivia y
dislocaron la economia y la sociedad entera.33 La recaudacin tributaria se redujo a un
tercio de la correspondiente al perodo espao1; algo similar ocurre con la cultura y la
educacin pblica. El largo conflicto fue sostenido con las tropas y el patrimonio de los
habitantes de las provincias australes, ms algunos auxilios del Peru. La sangria de recursos
se vuelve un torrente en 1820, cuando la ciudad es saqueada tras la toma de sus fortalezas.
Con el rtulo de presas de guerra, son vaciados los establecimientos pblicos, particulares y
eclesisticos, de todo aquello que pudiese parecer de algn valor. La incertidumbre se
prolonga por una dcada ms, lapso en el que se suceden cinco revoluciones y dieciocho
cambios en el mando de la provincia, entre ellos, cuatro Juntas, surgidas de tumultos
populares o de la multiforme Asamblea Provincial.332 Puede concluirse, con toda
propiedad, que al igual que Concepcin y Chilo, Valdivia pag un altisimo precio, en trminos
materiales y humanos, por la independencia de Chile. Poco de lo cual ha sido reconocido,
por hallarse en el lado

equivocado del conflicto.

329 r, -1- _2 -1 Cl T --- r

xaunel k_Tuarua, 1a soczeaaa, p. 01.

33 Vase, Carrerio L., La regin austral en la primera mitad del siglo XIX, Revista Lder
(Departamento de Ciencias Sociales, Universidad de Los Lagos, 1996), Afio 2, N 2 y 3.

31 t_ /- r T7 I l 1 ,7 1 nrn\

V Case, lTi:1011e1 k.xuarua, La toma ae vatawza ILIQ. Llg-zag, liGabriel Guarda, La


sociedad, pp. 64 y 65.

185
ARMANDO CARTES MONTORY

Un Gobierno de los Pueblos...

Chilo, provincia insular

Como pocas regiones, Chilo refleja la forma compleja y diversa en que la crisis de la
monarquia fue enfrentada en los dominios americanos. Aunque adquiri mayor centralidad
cuando la amenaza de invasiones inglesas por el Cabo de Hornos se hizo inminente, fue
siempre un extremo recndito del imperio. Pobre y desamparado, se pens incluso en
deshabitarlo, trasladando su poblacin a las ruivas de Osorno. Su situacin estratgica oblig a
fortificarlo, a un alto costo, para evitar que se transformara en base de operacin de
escuadras enemigas. A la postre, sin embargo, a pesar de la pobreza y el aislamiento,
Chilo se transformaria en el ms fiero defensor de la corona, cuya cada en 1826, posterior
incluso a Ayacucho, marca el fin del dominio espariol en Sudamrica.

178 Plaza de San Carlos de Chilo, por Claudio Gay, 1835.

Hoy es un lugar comn sostener que las independencias americana fueron, en buena
medida, guerras civiles. Pues bien, en Chile, las pri- ,

meras camparias militares pueden caracterizarse como enfrentamientc

entre chilenos y chilotes. El brigadier Antonio Pareja, enviado del virrey

lleg al archipilago, en enero de 1813, con unos cuantos oficiales, 50

186
Capitulo Ilk Las provincial chilenas entre el reino y la repblica

mil pesos en dinero y 50 soldados veteranos que deban hacer el papel de instructores; antes
de dos meses sali de ah acompailado de un ejrcito. Dos batallones de infantera, con ms
de mil hombres y una brigada de ocho piezas de artillera con 120 soldados para su
servicio, salieron de la isla, decir de Barros Arana.333 Si bien la cifra puede discutirse,
es evidente que la contribucin de Chilo a las armas reales fue importantsima, en varias
fases de la contienda. COmo se conform la provincia chilota? Que explica la lealtad
irreductible de aguei espacio insular a la metrpolis lejana? Segn el abate Juan Ignacio
Mofina, fueron los huilliches, antiguos habitantes de la regin, quienes dieron su nombre a
Chilo, el cual significaria provincia de Chile. Tan dudosa como esta etimologia que
Barros Arana califica de antojadiza334 es su pertenencia efectiva al pas, al menos en el
ltimo siglo colonial. En 1767 pasci a depender juridicamente del virreinato del Pedi y as
continuaba, de hecho, en 1810. No fue incorporada a la repblica hasta 1826, tras varias
expediciones de conquista falida. Hubo incluso un intendente de la isla, Francisco
Hurtado, quien pretendi() que se le reconociera como una provincia ultramarina, no sujeta
al virreinato ni al reino de Chile, sin otra dependencia que la del rey mismo. La autonomia
que pretendi el intendente Hurtado fue apoyada por la poblacin, a pesar de su precariedad
o, ms bien, a causa de ella. El archipielago vivia del comercio de la madera, la salazn de
carne de cerdo y la fabricacin de jamones; ponchos comunes y tejidos de lana, que se
intercambiaban malamente por efectos trados del Per.335 Con Tino cultivado en la isla se
fabricaban telas, que tambin se exportaban. El cultivo de tabaco, en cambio, fue prohibido
en 1781. Segn el navegante Moraleda, el producto se daba muy bien, hasta que por

333Diego Barros Arana, Las Campadas de Chilo (1820-1826), en Historia general de la

[ epblica de Chile (1810-1831), por Benjamin Vicufia Mackenna, tomo V (Santiago,

afael Jover, editor, 1882), p. 44.

Diego Barros Arana, Las Campanas de Chilo (1820-1826), p. 29.

Jorge Schwarzenberg y Arturo Mutizabal, Monografia Geogrfica e Histrica del Archilago


de Chilo (Concepcin, Archivo Cientfico de Chile, 1926), p. 197. Anualmente e exportaban
unas 200 mil tablas de alerce y de otras maderas, 12 mil jamones, mil onchos comunes,
hasta 200 barricas de tocino, hasta 60 quintales de pescado seco y

!hasta 40 mil desardinas en salmuera.

187
ARMANDO CARTES MONTORY

Un Gobierno de los Pueblos...

orden real se les quemaron las cosechas, destruyeron las siembras

aniquilaron las semillas de este genero.336 El comercio slo se realizaba

en los meses de verano, poca en la que llegaban unas pocas naves des-

de Lima. Una feria se instalaba en San Carlos de Ancud. En general, el

intercambio era muy desigual, en perjuicio de los chilotes. Hasta el siglo XIX, el
poblamiento y la agricultura se reducan

sector costero; el interior permanecia casi inexplorado. No haba ca-

minos en la Isla Grande, salvo el de tablones que comunic a Castro con San Carlos de
Ancud. La comunicacin terrestre con Valdivia recin se inaugura en 1788, aunque de
manera muy precaria, por las dificul-

tades geogrficas, como las quebradas y los rios y la resistencia de los indgenas a permitir
el trnsito. Con el concurso del gobernador de la plaza de Valdivia, Mariano Pusterla y de
Chilo, Francisco Caros, se intent la compleja obra de unir por tierra las dos localidades. A
fines

de octubre de ese afio, Pusterla envi desde Valdivia al tenente Pablo Asenjo con unos
doce hombres de tropa y algunos indgenas. Abriendo caminos, bordeando la costa y
atravesando los rios en balsa pudieron

llegar a su destino.338

En materia de poblacin es difcil encontrar cifras confiables.339 Se-

gn el empadronamiento del afio 1789, la poblacin del archipilago era de 26.689


habitantes. Pareciera que fue disminuyendo. En 1713, haba 59.000 habitantes; en 1772, 32
mil y en 1789 eran todavia menos. Una emigracin constante, estimulada por la pobreza
reinante, explica

en parte la magra demografa.34 Slo las ciudades principales crecan.

336 Exploraciones geogrficas e hidrogrficas de Jos de Moraleda i Montero (Santiago de


Chile,

Imprenta Nacional, 1888).

3 Sobre Chilo en el siglo XVIII, vase Vicente Carvallo Goyeneche, Descripcin his-
trico-geogrfica del reino de Chile, en Coleccin de Historiadores y documentos relativos a
la Historia Nacional, tomo X (Santiago, Imprenta de la Libreria del Mercurio, 1876),

pp. 203- 209.

338Jorge Schwarzenberg y Arturo Mutizabal, Monografia Geogrfica e Histrica dei


Archipilago de Chilo, p. 186.

339Un buen estudio de la evolucin demogrfica de Chilo, en distintas pocas y segin


diversas fuentes, en: Rodolfo Urbina Burgos, La periferia meridional Indiana. Chilo en el

siglo XVIII (Valparaiso, Ediciones Universitarias de Valparaiso, 1983), pp. 39-47. 340
Segn Francisco Cavada, la poblacin de Chilo en 1779 era de 23.447 hombres;

188
Capitulo III: Las provindos chilenas entre el reino y la repblica

San Carlos de Ancud, que en 1774 tena 462 habitantes, los triplic

para 1786, negando a contar con 1.245, que vivan en 200 casas. En

1789, la poblacin total se distribua en 15.072 espafioles y mestizos

y 11.617 indgenas, que habitaban en Chilo, islas adyacentes y tierra firmes. Se cree que al
concluir la primera dcada del siglo XIX, el ar-

chipilago albergaba 40 mil almas?

La hacienda pblica dependia de los oficiales reales de Penco. En la

prctica, sin embargo, no haba comunicacin martima ni terrestre entre ambas regiones, de
manera que todo deba hacerse a travs de Lima. As, en el afio de 1767, los oficiales de
Concepcin se quejaron ante el capitn general del reino por cuanto haca 27 anos que no se
les remitia cuenta alguna.342 Ello conduca a que los gobernadores de Chilo y las
autoridades locales, como el cabildo de Castro y los corregidores, desarrollaran una gran
autonomia. El ejrcito, las ayudas a las misiones y los oficiales reales se financiaban con el
situado, que vena de Lima y cuyo monto alcanzaba a cuarenta mil pesos, cifra que luego
se acrecent. Sola venir convertido en efectos por los comerciantes de esa ciudad, lo que
perjudicaba a los islefios. En la realidad, no obstante, como tambin ocurri en el resto de la
Capitania, no llegaba con regularidad. Era anual, pero sola arribar con dos o tres anos de
retraso. En 1736 naufrag la nave que traa el situado correspondiente a varios anos. Otro
ingreso de la real hacienda era la media anata, esto es, el derecho que deban pagar los
encomenderos, el cual se mantuvo hasta 1782, ano en que se extinguieron las
encomiendas. Sola pagarse tambin en efectos, como tablas de alerce, por la escasez de
numerario en la provincia, hasta que en 1749 se empez a exigir en dinero. Los indgenas
tributaban 5 pesos por persona, enterados en efectos de su industria, como jamones o
tejidos de lana, aunque costaba mucho cobrarles y la recaudacin era escasa. En 1767,
cuando se cumplian doscientos anos de la fundacin de Castro, es nombrado gobernador de
la isla al capitn de dragones Carlos de Beranger. El nombramiento de un militar
experimentado en las

12 mil eran espatioles (Chiloy los chiloks Santiago, 1914, p. 27). 341n; rha.s f1ft9n_
/.124F1

GO (1/ Ga LU./ ao M/ .W4 (a v<,/ <vG. Fl. w.

342 Carlos Olgun, Instituciones polticas y administrativas de Chilo en el siglo XVIII


(Santiago, Editorial Jurdica de Chile, 1970), pp. 83 y 84.

189
ARMANDO CARTES MONTORY

Un Gobierno de los Pueblos...fi

guerras europeas y que ya haba sido gobernador de Huancavelica, re-

fleja la creciente preocupacin de la corona por la seguridad del archipielago. Beranger se


ocup de fortificar la isla y traslad forzadamente el pueblo de San Antonio de Chacao al
sitio que hoy ocupa la ciudad

de Ancud, para lo cual no trepid en quemar la iglesia local. Escribi

una descripcin que resulta muy til para conocer el estado de la isla, en 1773, en que la
denomina el antemural de la Amrica Meridional,

por su importancia defensiva? Sefiala que por vivir la poblacin di-

seminada por las costas, no hay ms caminos que las mismas orillas

del mar, que slo se pueden utilizar en vaciante, porque la plena mar

lo impide. En toda la provincia no haba ms que cuatro poblaciones, pero no todas


formales por la dispersin de los habitantes. Eran Castro, San Carlos, Chacao y Calbuco.
Slo la de Castro merecia el nombre

de ciudad. Tena una iglesia parroquial, convento de Nuestra Sefiora

de la Merced, de San Francisco de Ass y un colegio de misioneros re-

coletos con 15 sacerdotes y dos legos.3 Las iglesias, los conventos y los

colegios, el edificio del cabildo y las casas particulares eran de madera, la mayor parte
cubiertas con paja. El vecindario de la ciudad de Castro era numeroso, aunque repartido y
disperso. Los ms distinguidos de sus habitantes, segn Beranger, eran los encomenderos
descendientes de

los primeros fundadores y de los moradores de Osorno, que se haba

refugiado en Chilo despus de la destruccin de esa ciudad.

Del punto de vista eclesistico, la regin dependia del obispado de Concepcin. El


archipilago inclua slo tres curatos, en Castro, Chacao y Calbuco, pero con numerosas
capinas, que en el caso de Castro ascendan a 50. El de Chacao contaba con 15, ms la
Iglesia Matriz. Calbuco tena slo 11 capillas, ms su propia iglesia. Los feligreses de
Castro, Chacao y Calbuco eran, respectivamente, 6.387, 3.025 y 1.215, repartidos en
10.627 esparioles y mestizos, y 8.372 indgenas. Los jesuitas desarrollaban una importante
labor misionera, que fue continuada
luego por los franciscanos, tras la expulsin de los primeros en 1767.

343 Nicols Anrique R., Relacin geogrfica de la provincia de Chilo por don Carlos de
Beranger

(Santiago, 1893). Jorge Schwarzenberg y Arturo Mutizabal, Monografia Geogrfica e


Histrica dei Archipi-

lago de Chilo, pp. 190, 191 y 192.

345 Fernando Enrique Arriagada Corts, Reorganizacin de las misiones fianciscanas en


Arai

190
Capitulo III: Las provindas chilenas entre el reino y la repblica

La fuerza militar de la provincia de Chilo, por su parte, por el afio de 1782, era de apenas
393 hombres346, pero debe considerarse que siempre fue importante la organizacin de
milicias.

Durante los anos de la dependencia del virreinato dei Per, hubo constantes quejas de los
comerciantes y los indgenas, sobre las dificultades de obtener justicia de la Real Audiencia
de Lima, debido a su lejana. Se acord entonces, por real orden de 1 de octubre de 1780,
solicitar al virrey dei Per el reintegro dei gobierno de Chilo al de Chile. Aunque la orden se
envi incluso a Santiago y a Concepcin, la isla sigui de hecho dependiendo dei virrey hasta
la independencia. La autoridad mxima de la isla era el gobernador, quien tema a su
cargo las fuerzas armadas de la provincia, administraba las cajas reales, perseguia los
tributos que deban pagar indgenas y encomenderos y ejerca el real patronato. Su autoridad
se extendia a todos los aspectos dei gobierno y la administracin de la provincia. La lejana
incrementaba, de hecho, sus facultades: podia ejecutar cualquier acto (y) realizar
nombramientos con la certeza de que no habra un pronunciamiento sobre ello sino a la
vuelta de un par de afos.347 El gobernador como tal, adems, tuvo frecuentes querellas con
el cabildo de Castro, que reunia a los vecinos y encomenderos ms importantes. Aguei
residia en Chacao y luego en Ancud, por lo que sus visitas a la principal ciudad eran
infrecuentes. Dice Olgun que el gobernador era tenido por un forastero, que consideraba a
la provincia como el primer escalafn de su carrera. Si intentaba evitar los abusos con los
indgenas o regular el comercio encontraba la resistencia de los encomenderos y podia ser
acusado a Lima.348 El cabildo de Castro, en cambio, integrado por los vecinos
principales, tuvo fuerte influencia en los asuntos del archipilago. Lo componan dos
alcaides ordinarios y seis regidores, entre quienes haba dos con el ttulo de alcaides de la
santa hermandad. Junto a los primeros, estaban encargados de la admi-

r cana y Chilo (Santiago, Publicaciones del Archivo Franciscano, 1993).

348 Jorge Schwarzenberg y Arturo Mutizabal, Monografia Geogrfica e Histrica del


Archipilago de Chilo, p. 198.

347 Carlos Olgun, Instituciones polticas y administrativas de Chilo en el siglo XVIII, p. 68.
348 Carlos Olgun, Instituciones polticas y administrativas de Chilo en el siglo XVIII, 74.

191
ARMANDO CARIES MONTORY Un Gobierno de los
Pueblos..

nistracin de justicia.349 El cabildo promovi la construccin de naves y de caminos, la


instalacin de una escribana y otros oficios pblicos y, llegado el caso, resisti() providencias
reales e inst por que se sometiera a juicio de residencia a los gobernadores. Cuamclo las
reformas borbnicas previeron la instalacin de intendencias en Amrica, se acord erigir como
tal a Chilo. Ello ocurri en 1784, designndose desde Esparja al tenente coronel Francisco
Hurtado como primer intendente. El oficial estim que, proviniendo su ttulo y las
instrucciones recibidas directamente de Espatia, devena el archipilago en una provincia
ultramarina, sin ms dependencia que la del rey. Con su gobierno, dice Urbina, solidarizan
los caciques, la tropa veterana, las milicias, el cabildo eclesistico y secular, todos los cuales
hacen sus representaciones ante el rey.35 El gobernadorintendente, quien se haba
pronunciado originalmente por la dependencia de Lima, opt luego por plantear
derechamente la desligazn de Chilo del Virreinato o de la Capitania General de Chile, en
osados trminos y sin descartar el uso de las armas. El virrey, con esto, se convence de la
inconveniencia del sistema de intendencias, pues disminuyen la autoridad y respeto que
se deben a los virreyes, al punto que los habitantes terminan reconociendo en sus
respectivos intendentes un juez revestido de todas las facultades y jurisdiccin sobre los
cuatro ramos de justicia, policia, hacienda y guerra.35 Huancavelica y Chilo, para el
Virrey, son los casos ms graves, pues alln de las autoridades hispanas. caes se le
consideraba ma de intendencias, puesento de intendencias y la necesidad de su extincifi es
donde abiertamente han disputado las facultades del Superior Gobierno. Los graves
conflictos suscitados con el virrey del Per determinaron el arresto de Hurtado y su remisin
a Lima. A fin de evitar nuevas insubordinaciones, amparadas por la lejania, aquel pidi a la
Corte designar a Chilo como un gobierno militar. Las atribuciones fiscales y las
jurisdiccionales mercantiles pasaran, respectivamente, a los oficiales

349 Diego Barros Arana, Las Campanas de Chilo (1820-1826), p. 34 350 Rodolfo Urbina
Burgos, La periferia meridional Indiana. Chilo en el siglo XVIII, p. 35.

351RepresentaciOn del virrey Croix al Rey. Lima, 16-Mayo-1789. AGI. Lima, 11j

cit. en Rodolfo Urbina Burgos, La periferia meridional Indiana. Chilo en el siglo XVIII, p.

192
ii

Captulo III: Las provincias chilenas entre el reino y la repblica

reales y a un comerciante, despojndose de las mismas al gobernador.352 Los tributos


seran ahora percibidos por el oficial real y las causas comerciales vistas por un comerciante
y no por los gobernadores. El 24 de junio de 1789 la corona aprobaba estas medidas,
instruyendo en tal sentido al nuevo intendente Pedro Canaveral. Quedaban, as,
restringidas las atribuciones acostumbradas de los gobernadores. Hasta mediados del siglo
XVIII la situacin tradicional de Chilo era la de una posesin ms de la corona. Se pens
incluso en su despoblamiento, pues se le consideraba un despilfarro de recursos econmicos
y militares. La guerra con Inglaterra, que estall en 1739, cambi la visin de las autoridades
hispanas. Una escuadra, de la cual una parte compuesta de 6 naves, al mando del
almirante George Anson, entr al Pacfico por el Cabo de Hornos. Es conocido el episodio
del naufragio de la fragata Wager, al sur de Chiloe. Sus sobrevivientes, entre ellos John
Byron, fueron conducidos a la isla y luego a Santiago.353 Los informes de esta expedicin,
encomiando a la Isla Grande como base de operaciones para aduefiarse del comercio,
llevaron a las autoridades a artillar la isla, nombrar autoridades militares competentes y
explorar el archipilago, a fin de proveer a una mejor defensa y evitar que se instalara algn
puesto ingls en las islas del sur.354 Lentamente, adems, a partir de 1700, se empez a
utilizar cada vez ms la ruta del Cabo de Hornos, en desmedro de la del istmo de Panam.
Durante el primer tercio de ese siglo hubo una abundante presencia francesa, animada por
el afn de contrabando, que gener un interesante corriente migratoria.355 Lo anterior llev
a estimular los preparativos militares. El virrey Amat plante al rey la necesidad de
fortificar el puerto de Ancud, que tena salida directa al Pacfico y de nombrar un
gobernador ms avezado. El rey acogi la idea, pasando el archipilago a depender del Per.
Se nombra gobernador a Carlos Beranger y con l se refuerzan las defen-

352Ms. Medina, t. 207, N 5183.

353John Byron, El naufiagio de la fragata Wager (Santiago, Empresa Editora Zig-Zag


S.A., 1955).

3 Ms. Medina, t. 194, N 4566.

355 -1 Ti7__ 77 ,_7 n r,

V CAJU, rci vetem rranceses en et mar aet our nununiu lig-Zag, 1964); y Armando
Cartes M., Franceses en el pas del Bio-Bio (Concepcin,

rama Impresores, 2004).

193
ARMANDO CARTES MONTORY

`Un Gobierno de los Pueblos...

sas de la isla. El gobernador compartia la visin del virrey, pues sefial en su informe
de 1773, que toda nacin que poseyere esta provincia le resultaria ventajosa,
conquistaria el comercio de este continente (...) y se liaria duefio de toda Amrica.
Los afio; coloniales pasaron, sin embargo, y, como en Valdivia, jamas ocurri el
temido ataque. Cuando Rega 1810, los islefios poca noticia tuvieron de los eventos de
Chile, la provincia central del reino. Las autoridades de la pennsula y del Per
trataron, con bastante xito, de mantener en reserva los movimientos revolucionarios.
Por eso cuando, en el verano de 1813, una flotilla de cinco naves arrib a la isla, las
fuerzas locales se aprestaron a la defensa contra los enemigos de la corona. Pero no
haca falta. Se trataba de la escuadra al mando dei brigadier Antonio Pareja, que por
encargo del virrey del Per Fernando Abascal deba someter al gobierno
revolucionario. Traa 50 mil en dinero, unos pocos oficiales y 50 soldados veteranos
que deban hacer el papel de instructores del ejrcito que se formaria en Chlo. Logr
plenamente el objetivo de levantar un contingente numeroso, de ms de 1.300
hombres, con el cual se hizo a la vela.356 Aquela provincia pobre, mal poblada,
dice Barros Arana, sustrada al calor y a las pasiones del movimiento revolucionario
de la poca, hizo entonces mucho ms que lo que se podia esperar de ella. Reuni ms de
200 mil pesos y en menos de un afio puso sobre las armas la vigsima parte de su
poblacin.357 El mismo gobernador Ignacio Justis se sumaba a la expedicin, que
zarpara el 1 de marzo. Iba rombo a Valdivia, a culminar sus aprestos militares, para
dirigirse en seguida a San Vicente, donde lega el 26 de marzo de 1813, dando
comienzo a la guerra. La provincia qued agotada tras la partida de la expedicin y las
familias de los soldados en total desamparo. Los chilotes se batieron lealmente y
con valor, pero afioraban volver a su isla, para socorrer a sus ta/ninas y velar por las
cosechas. Se les

356 Las cifras, en todo caso, parecen haber sido menores, ascendiendo a 761 soldados
(Archivo Nacional de Chile, Fondo de Guerra Vol. 8). Los cuadros con el contingente
salido de Chilo, con distincin de batallones veteranos y de milicias fueron publicados por
Alejandro Orellana C., en El desembarco de los chilotes en Chile. San Vicente, 1813
(agosto 2013).

357 Diego Barros Arana, Las Camparias de Chilo, p. 19.

194
Captulo III: Las provncias chilenas entre el reino y la repblica

haba prometido recompensas y una victoria rpida, lo que no pudo cumplirse. El


gobernador Justis regresa a la provincia sureria en junio de 1813, con el fin de reunir ms
agudas y refuerzos. En septiembre del mismo afio llegaban los emisarios del coronel Juan
Francisco Snchez y, en seguida, el bergantn Potrillo, a cuyo bordo viajaba el sargento
mayor Ramn Jimnez Navia, enviado por el virrey a reclutar 600 hombres. Otra vez fue
desafiada la lealtad monrquica y los extenuados recursos de los islerios.358 Luego del
triunfo realista en Rancagua, que cierra el primer ciclo separatista, los batallones chilotes
fueron dejados a su suerte y sus quejas desatendidas, a pesar de los reclamos del propio
gobernador. Chilo sufra los embates del estancamiento del comercio, la falta de brazos
para la agricultura y de naves, para transportar la madera y otros productos a los
mercados. El situado tambin se haba suspendido. Las camparias haban significado la
muerte de 800 esparioles islerios, segn representaba, en 1816, el cabildo de Castro al
Rey.359 Este escenario deplorable se completaba con el regreso de los mutilados y
heridos. Cuando era inminente la invasin del Ejrcito de los Andes, en el verano de 1817,
se pens en Valdivia que un importante contingente ingresara por sus pasos cordilleranos.
El gobernador Justis nuevamente reuni tropas, an al costo de dejar desprotegida la
provincia y desatendida la agricultura. Agobiado el gobernador, renuncia y es reemplazado
por Antonio de Quintanilla, personaje singular que mantendra alta la enseria hispana ms
tiempo que ninguno en Amrica.88 No es del caso

358 Pedro J. Barrientos D., Historia de Chilo, Ancud, 1948, p. 111.

359 Representacin del Cabildo de Castro Rey. Castro, 19 de noviembre de 1719 (sic)
AGI, Chile, 468; en Rodolfo Urbina Burgos, La periferia meridional Indiana. Chilo en el
siglo XVIII, p. 46.

3 Antonio Quintanilla es autor de unos Apuntes sobre la Guerra de Chile, referidos a las
campafias de la Patria Vieja (Coleccin de Historiadores y Documentos relativos a la
Independencia de Chile, Vol. IV, Santiago, 1857, pp. 161-236) y de una autobiografia,
publicada recin en 1952, en que aborda tambin las camparias de Chilo: Mariscal de
Campo Antonio de Quintanilla, autobiografia (Santiago, Ediciones AUC, 1952). Una breve
biografia de Quintanilla en Campos Harriet, Fernando, Los defensores del Re.); Santiago,
Editorial Andrs Belo, 1958. Otros antecedentes en Jos Toribio Medina, Para la biografia
de don Antonio de Quintanilla, en Estudios histricos, biogrficos, crticos, bibliogrficos
sobre

la independencia de Chile (Santiago, Fondo Histrico y Bibliogrfico Jose Toribio Medina,


1965); antes editado en Santiago, Imprenta Cervantes, 1926.

195
ARMANDO CARTES MONTORY Un Gobierno de los
Pueblos..,

relatar las incursiones infructuosas de Cochrane y Miller y luego las dos camparias que
encabezara Ramn Freire, siendo Director Supremo, en 1824 y 1826, hasta lograr la
sumisin de la isla. Consignemos, si, que en esta larga resistencia es siempre notable la
proverbial fidelidad de la isla al rey, a pesar de la ingratitud de la corona y contra toda
esperanza. La importancia de Chilo, para el Estado naciente y los separatistas
americanos, es ms bien estratgica que politica. Por su posicin geogrfica, podia ahora
constituir una base de aprovisionamiento para una eventual expedicin de reconquista.
Diversas expediciones armadas en corso por Quintanilla, adems, como la del buque Puig,
de 18 cartones, tripulado por oficiales realistas fugados de Buenos Aires, amenazaban
las costas chilenas.361 El propio Director Supremo Ramn Freire debi abandonar
temporalmente el mando para encabezar la expedicin. Simn Bolivar, en fin, elevado a
Protector del Pedi, advierte que recobrar la isla para el antiguo virreinato, si Chile no la
somete prontamente. El monarquismo chilote admite varias lecturas y observaciones.
Desde ya ilustra los diferentes ritmos, niveles de informacin y actitudes frente a las nuevas
ideal y los eventos, que adoptaron los espacios regionales del naciente Estadonacin chileno.
La existencia del archipilago haba transcurrido cari al margen de los nexos sociales y
econmicos que vinculaban a las provincias perifricas con el Chile central. Politicamente,
segn hemos visto, dependi del virreinato, en el medio siglo previo a la emancipacin.
Aunque la hacienda pblica y las cuestiones eclesisticas dependan de los oficiales y el
obispado de Concepcin, las malas comunicaciones prcticamente lo impedan. Todo lo
anterior fue configurando un cuadro de aislamiento que impuls la autonomia. As se
manifiesta tanto en la relacin del cabildo de Castro con el gobernador, como en la relacin de
este con las autoridades virreinales y de la Capitania General de Chile. Como en otras
regiones americanas, el establecimiento de intendencias, con autoridades ms empoderadas y
designadas directamente por el monarca lejano, favoreci la formacin de una
autoconciencia local y una identidad politica. En Chilo, el sentimiento fue compartido por
vecinos, soldados y an por los eclesisticos y una porcin de indgenas

61 Jorge Schwarzenberg y Arturo Mutizabal, Monografia Geogrfica e Histrica dei


Archipilago de Chdo, p. 210.

196
Captulo IIL Las provincial chilenas entre el reino y la repblica

y mestizos. Cuando las ideas separatistas formaron gobierno y trataron de tomar el control
del pas, mediante el juramento de fidelidad a la Primera Junta, los chilotes claramente se
situaron en la vereda contraria. Es indudable que el aislamiento, la relacin ms directa con
Lima y la pennsula y el influjo de los eclesisticos influyeron en la opcin poltica de los
islefos. Hay otro factor, comn a otros espacios regionales, que explica su resistencia al
proyecto republicano. La monarquia aseguraba un orden legitimante y la designacin de
algunas autoridades, que frecuentemente eran cooptadas por las elites locales. No seria el
caso si se imponia el separatismo. La centralizacin del poder que, con toda probabilidad
intentaran los revolucionarios triunfantes, atentaria contra el kalbedro que se ejerca en los
espacios subnacionales. As lo presintieron

imbin los mapuches y no se equivocaron.

La Frontera en visperas de 1810

La regin de Araucana formaba parte de la provincia de Concepcin, no obstante, al igual


que Valdivia, tena caractersticas que exigen un tratamiento separado. Si bien las
parcialidades mapuches actuaron, a menudo, en connivencia con los ncleos patriotas y
realistas de Santiago y Concepcin, tuvieron intereses especficos, que condicionaron sus
filiaciones y su conducta. La Frontera se movilizaba con lgicas propias y no puede
asimilarse a la situacin de la porcin hispanocriolla de la provinda de Concepcin, a pesar de
estar tan fuertemente relacionada con ella, en trminos espadales, econmicos, personales y
polticos. De ah que para entender el rol que jug en la temprana repblica debamos
estudiarla especialmente. Los trabajos ms clsicos sobre el tema, como los de Vicufia
Mackenna362 y de Toms Guevara363, ayudan a fijar los eventos y la magnitud de la
conflagracin, no as las implicancias polticas para el Estado en ciernes. Menos

362 Benjamin Vicufa Mackenna, La Guerra a Muerte (Santiago, Imprenta Nacional,


1868). De poca igualmente temprana datar los Estudios histricos sobre Vicente Benavides
y las campanas del sur 1818-1822, de Diego Barros Arana (Santiago, Julio Belin y Cia.,

1850).

363 Toms Guevara, Los araucanos en la revolucin de la Independencia, Anales de la


Universidad de Chile (Santiago, Imprenta Cervantes, 1911).

197
ARMANDO CARTES MONTORY

Un Gobierno de los Pueblos...

todavia registran ias dificultades que implicaba para el proyecto de una na1 cin
homognea y centralizada la resistencia de una porcin tan importante del pas. Cuestiones
como la incorporacin del espacio fronterizo a Chile y de sus habitantes a la ciudadana y la
nacin chilena, provocaron arduos debates. Estos se mezclan, curiosamente, con el uso
simblico y retrico de referentes indgenas en los emblemas y discursos republicanos.
Parece necesario, en consecuencia, mirar la independencia desde allende el BoBo, en
relacin a Ires puntos: la manera en que la Araucana influy poltica, militar y discursivamente
en la conformacin republicana; la percepcin de los sucesos por sus habitantes y su
participacin en elos; y, finalmente, de que

manera estos eventos transformaron el espacio fronterizo.

Chozas de Pehuenches, por Csar Famin, 1839.

El surgimiento de pases en Amrica, implic abordar la compleja tarea de crear gobiernos


nacionales y superar contingencias blicas. Er Chile, an cuando no hubo una verdadera
revolucin social o econmica en esta poca, el trnsito republicano import un profundo cambio
cultural. Utilizando medios como la imprenta y la prensa, recin inaugurada en 1812; con
una fe excesiva en la Constitucin y las leyes; promoviendo, en fin, la educacin y los
smbolos patrios, los revolucionados de 1810 intentaron dar forma a un pas nuevo. Las
consignas fueron la soberania popular, la repblica y la construccin de una patria comn
para un pueblo anheladamente unido y homogneo. No todos, por cierto, participaban de
este ambicioso proyecto de pas.

Que papel jug la Frontera en este proyecto? Tradicionalmente se repite que los araucanos
estuvieron con el rey, como se sostena respec-

198
Captulo III: Las provincias chilenas entre el reino y la repblica

to a los penquistas o ai clero. La situacin es bastante ms compleja. Un anlisis ms detenido


obliga a reconocer que la cuestin mapuche, cruzada por los debates sobre territorio,
nacionalidad y ciudadana del naciente pas, tensiona el proyecto republicano de constituir
una nacin centralizada. Este no se condeca con la diversidad tnica, que se albergaba al sur
del BioBio, un territorio que rompia la continuidad geogrfica, cultural y lingstica del
Estado y que se resisti a la asimilacin; que valoraba los antiguos acuerdos, celaba de su
autonomia y donde persistan las antiguas formas de relacin.

En las ltimas dcadas, los estudios sobre la Araucana asumen la lgica de que el deslinde
que separ el mundo mapuche del hispano criollo, durante los dos ltimos siglos coloniales,
fue ms una zona de intercambio econmico y asimilacin cultural, que un limite
infranqueable. La Hamada antropologia de las fronteras contradice la idea de un pueblo
y una guerra salvaje e inmutable.364 Aunque el concepto adolece todavia de una
polisemia que requiere esclarecimiento, resulta til para sustentar estudios antropolgicos y
etnohistricos. Los estudios de frontera tienen larga data; a partir del trabajo pionero de
Frederick Jackson Turner, The Significance of the Frontier in American History (1893),
sobre la expansin norteamericana hacia el Oeste y su impacto en la formacin del carcter
nacional.365 En el caso chileno, han ocurrido interacciones fronterizas, de larga data, en
diversos espacios subnacionales: primero en la zona central, luego en el norte y la
Patagonia. La ms caracterstica, sin duda, es la que se extendi entre el Maule y el
Reloncav. Se trata de una dimensin central de la historia chilena, que explica mentalidades
y diferencias regionales, pero que no ha sido explorada suficientemente. Las
consecuencias del silencio historiogrfico de los espacios fronterizos internos han sido
denunciadas por Sergio Villalobos, con tajante claridad:

364 Vase, Rolf Foerster G., y Jorge Vergara, Relaciones intertnicas o relaciones
fronterizas? Revista de Historia Indkena, N 1 (1996); Sergio Villalobos, Los pehuenches en
la vidafronteriza (Santiago, Ediciones Universidad Catlica de Chile, 1989) y, del mismo
autor, El avance de la historia fronteriza, Revista de Historia Indgena, N 2 (1997).

365 Sobre Turner y los estudios fronterizos, v. de L. Douglas Taylor, El desarrollo histrico
del concepto de frontera, en De historia e historiografia de las fronteras (Mxico, Colegio
de la Frontera Norte, 1996), y Richard Hofstadter, Los historiadores progresistas (Turner,
Bearc4 Parrington) (Buenos Aires, Paids, 1970).

199
ARMANDO CARTES MONTORY

Un Gobierno de los Pueblos...

El rasgo fronterizo ha tenido en Chile una influencia muy marcada, que no hemos
percibido porque hemos vivido preocupados de una historia capitalina, oficial y
aristocrtica. Pero desde el momento en que fijamos la atencin en las regiones histricas, se
capta la intensidad del quehacer fronterizo, sus orienta-

ciones sucesiyas y su influencia en la vida nacional.366

En el caso de la Frontera del BoBo, habra sucedido lo espera-

ble, en el encuentro de larga duracin entre dos pueblos con grandes diferencias culturales.
Al enfrentamiento blico le sigue una compenetracin progresiva, que da origen a un
mestizaje tnico y cultural muy profundo. El espacio fronterizo que surge se caracteriza por
la violencia y la cjesorganizacin social y su resultado es la formacin de una
institucionalidad y una mentalidad propias, que no se adapta de manera fcil al orden
homogneo que promueve el Estado y el gobierno central. A medida que se instalan en el
territorio mapuche las instituciones republicanas, se producen transformaciones
socioculturales, que se explican mejor con la perspectiva de la alteridad propia de una
relacin fronteri-

za.367 As, escribiendo sobre la Alta Frontera y desde ella el angelino Ral Morris, expresa:

Debemos asumir este pasado y conocer este especial estilo de vida que imper en la
frontera, lo que a nuestro juicio hace ms fuerte el sentimiento de chilenidad y regionalidad.
Los ancestros tnicos de la poblacin, espafiolesindigenas, el sentimiento de hidalgua de los
espalioles, el amor a la libertad de los araucanos, el sincretismo cultural, todo elo nos
identifica y nos hace diferentes por nuestro particular entorno, por la interrelacin tnica, por
contar con una historia propia aunque poco conocida y por vivir por muchos anos lejos del
poder central, contando en cierto modo con una libertad de accin que otras provincias no
tuvieron. Estamos en ventaja frente a la cultura mimtica que amenaza el mundo368.

366 Sergio

Tres siglos y medio de vida fronteriza, en Sergio Villalobos y

otros., Relaciones fionterizas en la Araucana (Santiago, Ediciones UC, 1982), p. 15.

367 Una mirada moderna de la frontera sur, desde la etnografia, en Jos Manuel Zavala
Cepeda, Los mapuches del siglo XVIII (Temuco, Ediciones Universidad Catlica de
Temuco, 2011, 2 ed.), pp. 95-106. 368 Ral Morris von Bennewitz, Notas sobre la Alta
Frontera del Bo-Bo (Los ngeles, Impresos Helvetia, 2001), p. 11.

200
Captulo III: Las provincias chilenas entre el reino y la repblica

En definitiva, para una comprensin adecuada del proceso de organizacin de la Repblica,


resulta ineludible analizar la situacin de la frontera araucana desde sus propias lgicas. Ello
slo es posible superando la retrica idealizadora de la primera poca y el discurso de la
barbarie que la remplaza, avanzando el siglo XIX. Se trata de reconocer a la Frontera en si
misma, pero tambin en su intervencin en la gestacin, ya no de un reino, sino de una nacin
y una repblica. Al sur del BoBo se extenda una vasta regin, cuya evolucin, a lo largo de
los siglos coloniales, le haba dado caractersticas propias. Hasta 1598, durante el primer
medio siglo de ocupacin hispana, concit gran inters por la aparente abundancia de oro y de
poblacin indgena que all existia, necesaria para extraerlo. El conquistador Pedro de
Valdivia abandon su encomienda en Santiago y se asign amplios terrenos en torno al
BoBo; fund varias ciudades, orden explorar el territorio e incluso planific establecer la
capital de Chile al sur del gran ro.369 Subestimo, para su desgracia, la resistencia indgena,
dispers excesivamente sus escasas fuerzas en las nuevas poblaciones y hall, as, la muerte
a manos de los lafkenches, en el verano de 1553. Culminando el mismo siglo, una gran
sublevacin arras con todas las ciudades que fundara, con excepcin de Concepcin y de
Valdivia, situadas ambas cerca del mar. Fue el llamado desastre de Curalaba, que
signific, prcticamente, el despueble hispano de la regin situada al sur del rio BoBo, que
devena ahora en frontera entre ambos pueblos. La politica de guerra defensiva370 y
mltiples parlamentos posteriores, como el de Quilln, as lo estableceran.371

Sobre estos sucesos, Vase, Crescente Errzuriz, Pedro de Valdivia (Santiago, Imprenta
Cervantes, 1911); Mario Valds Urrutia, El patrimonio de Pedro de Valdivia en Chile,
Ediciones de la Revista del Libertador Bernardo OHiggins (1993); Gerardo Larrain Valds,
Pedro de Valdivia. Biografia (Santiago, Editorial Luxemburgo, 2001); Jaime Eyzaguirre,
Ventura de Pedro de Valdivia (Santiago, Ministerio de Educacin Pblica, 1953); Cartas de
don Pedro de Valdivia que tratan del descublirniento y Conquista de la Nueva
Extremadura (Editorial Andrs Belo, 1991); y de Jernimo Vivar, Crnica de los Reinos de
Chile, Edicin de Angel Barral Gmez (Espana, Editorial Dastin, 2001).

3 Vase, Horacio Zapater Equioz, La bsqueda de la paz en la guerra de Arauco: el padre


Luis de Valdivia (Santiago, Editorial Andrs Bello, 1992).-

371 Jos Bengoa, El tratado de Quilln (Santiago, Catalonia, 2007). Esta obra, publicada
como apndice del libro Historia de los antiguos mapuches del sur, del mismo autor (San-

201
ARMANDO CARTES MONTORY

Un Gobierno de los Pueblos...

La guerra cruelisima y feroz se mantendra por otro medio siglo, lu

ta ms o menos la gran sublevacin de 1654. Entonces algo comenz

cambiar. Junto con el reconocimiento de la imposibilidad de someter a

la regin con las escasas fuerzas que conformaban las huestes hispaw

el eje de laeconomia del reino se desplaz al norte de la raya del Bc

Bio. En cuanto al conflicto blico, la extensa regin que se prolongaba

naturalmente hasta el Reloncavi, cubierta en parte por selvas impene-

trables, albergaba una poblacin difcil de calcular, pero que, en todc

caso, no era inferior a 200 mil personas;372 demasiada para el ejrcito hispano criollo,
distribuido en precarios fuertes y pueblos a lo largo de la

Tire-r~ra rwer. 1-tryrrip.al-ta a rtrir-ir-ii-sirse eirrlda YVT lac 1 Rnfl anlaaa e


373

A 1,../11.1A-.... (.4 X. V A., 1WJ .1

Una victoria militar decisiva resultaba ilusoria. Comenzando el siglo XVI, el oro se
agotaba y el frtil Valle Cen-

trai era mirado ahora con inters. La inmensa produccin de plata que

emanaba de Potos dinamiz la economia del cono sur americano, ge-

nerando una creciente demanda de cereales, sebos, cueros y cordoba-

nes. El reino podia articularse con la metrpolis ya no a travs del oro, sino de estos
productos. Era posible, pues, dice Jorge Pinto, abandonar la conquista de la Araucana, sin
poner en peligro la estabilidad de la

tiago, Catalonia, 2007), plantea la tesis de que aquel tratado dividi el territorio

del futuro Chile en dos partes, estableciendo la frontera en el Bo-Bo. En virtud de esto,
llega a la conclusin, a nuestro juicio forzada, de que los mapuche pudieron vivir
independientes durante doscientos cuarenta anos, hasta 1881; en tanto que, sin esta divisin
los indgenas habran durado apenas unas dcadas ms y posiblemente
habran sido liquidados fisicamente.

372 Jorge Pinto apunta que la poblacin de la Frontera pudo oscilar entre los 130 mil
habitantes hacia 1720 y 220 mil en 1800, una poblacin no muy inferior ala del Valle
Central (Jorge Pinto Rodriguez, Produccin e intercambio en un espacio fronterizo.
Araucania y pampas en el siglo XVIII, en Jorge Silva R. y Antonio Escobar O. (eds.),

Mercados indgenas en Mxico, Chile y Argentina, Mxico, Centro de Investigaciones y Estu-

dios Superiores en Antropologia Social, 2000), p. 160. Toms Guevara, por su parte, para
1800, la estima en unos 230 mil habitantes, desde el Bo-Bo al Reloncav y desde

el mar a la cordillera (Los araucanos en la revolucin de la Independencia, p. 224).

373 EMGE, Historia del Ejrcito de Chile (Santiago, EMGE, 1980), Tomo I, p. 83. Vase,

adems, Juan Eduardo Vargas, Financiamiento del Ejrcito de Chile en el siglo XVII, Aparta-

do Revista Historia (Santiago, 1984); Sergio Vergara Quiroz, Historia Social


del Ejrcito de

Chile,. Vol. 1 (Santiago, 1993).

202
Capitulo Las provincias chilenas entre el reino y la repblica

colonia.374 Este abandono, concluye, habra permitido el surgimiento del espacio


fronterizo y una mejor convivencia entre hispanocriollos y mapuches. Termina, de esta
forma, la fase ms dura de la guerra, que en adelante se mantendr intermitente, pero muy
mitigada por la creciente interrelacin cultural, tnica y econmica entre las dos sociedades
que coexisten ai sur del BoBo. Aunque es difcil establecer periodificaciones rgidas en
procesos complejos y no lineales, es evidente que surge en adelante una situacin nueva.
Con todo, los actores locales, en especial los ligados al comercio fronterizo, convienen
tcitamente en mantener la apariencia de la guerra desatada, a fin de continuar recibiendo
el aporte del Real Situado, savia que impulsa una incipiente economia monetaria y el
aporte de moneda metlica, tan caro a los mapuches. Sergio Villalobos, iniciador de la
perspectiva fronteriza de la guerra de Arauco, habla de la existencia de un aparataje
ficticio e interesado posterior a 1662.375 El planteamiento central de esta corriente
consiste en que se puede distinguir entre una primera etapa claramente blica (1536-1655)
y una segunda caracterizada por la convivencia semipacfica (1655-1883), en la que los
contactos fronterizos y las instituciones de frontera sustituyeron paulatinamente a la guerra
de conquista y al contacto violento.376 De ah que lo que interesaria seria estudiar las
prcticas de aculturacin y asimilacin en ese espacio, de dimensiones dinmicas y evolutivas;
en especial las relaciones de convivencia, intercambio poltico y mestizacin.7 En los afios
recientes, advirtamos, esta perspectiva, que puede

374 Jorge Pinto R., La Araucana, 1750-1850. Un mundo fronterizo en Chile a fines de la
Colonia y comienzos de la Repblica, en Jorge Pinto Rodrguez, Modernizacin, Inmigracin
y Mundo Indgena (Temuco, Ediciones Universidad de la Frontera, 1998), p. 13.

375 Sergio Villalobos, Vida fronteriza en la Araucana (Santiago, Editorial Andrs Bello,
1995), p. 209. Es importante, en esta mirada, el texto pionero de Sergio Villalobos, Carlos
Aldunate, Horacio Zapater, Luz Maria Mndez y Carlos Bascufian, Relaciones Fronterizas
en la Araucana (Santiago, Ediciones UC, 1982). 376 Vctor Daz Gajardo,
Disciplinamiento, Miedo y Control Social,
disciplinamiento-miedo-control-social/disciplinamiento-miedo-control-social.shtml (mayo
2011)

377 Para esta perspectiva, es relevante el estudio de fenmenos tales como la araucanizacin
de las pampas, los espacios de sociabilidad, el comercio o la guerra y los tipos

203
ARMANDO CARTES MONTORY

Un Gobierno de los Pueblos..

Regar a plantear la desaparicin del pueblo mapuche a travs del mesti zaje, ha recibido
fuertes crticas.378

La Alta Frontera, en particular, cuya capital era Los Angeles, es u buen ejemplo de una
sociedad fronteriza. Ha sido estudiada por el an gelino Ral Morris, quien afirma: durante
el siglo XIX. fue muy dific. lograr que los habitantes de la Alta Frontera, pudieran
obedecer I

leyes del Gobierno Central; para ellos la nica autoridad que acatab o le reconocan valor
era allefe Militar, Gobernador de la Provincia, resto no contaba. La zona se encontraba
conectada con el oriente la Argentina actual, al igual que con los indgenas. La identidad
del hombre fronterizo se consolida en el siglo XIX, no existan fronteras que nos separaran
de la regin trasandina, nuestro pasado regional estuvo estrechamente relacionado con el
Neuqun y con el sur de la Provincia de Mendoza. Siempre existi una relacin comercial con
los Pehuenches que habitualmente reciban sueldo del Gobierno de Chile.379

Si bien a lo ancho de la Araucana la inseguridad es constante y hay varias sublevaciones


significativas, como las de 1723 y 1769380, hacia mediados del siglo XVIII ya se ha
instalado una nueva forma de relacin, basada en el inters mutuo. Jos Perfecto de Salas,
quien atraviesa la Araucana hasta Valdivia en 1749, as lo consigna en un largo informe. El
captulo MI alude al estado de espritu de la poblacin aborigen. Contiene observaciones
reveladoras de los intereses poderosos que existan en torno a la ficcin de la posibilidad del
levantamiento del pueblo araucano, dice Ricardo Donoso, siendo que en realidad vivia

fronterizos. Se utilizan con provecho metodologias innovadoras, como el rescate de

testimonios y relatos orales, el estudio de los linajes y la revisin de la prensa peridica

de las urbes fronterizas.

378 Buenos aportes se han efectuado desde el campo de disciplinas como la ant

pologa, la lingstica o la etnohistoria. Vase, por ejemplo, Guillaume Boccara,

vencedores. Historia del pueblo mapuche en la poca colonial (Santiago, Ocho Libros Edito

2009), Tom D. Dillehay, Monumentos, imperios y resistencia en los Andes (Santiago, Ocho
1

bros, 2011); y Margarita Alvarado, Pedro Mege, y Christian Bez, Mapuche. Fotogrq,

siglo XIX y XX Construccin y montaje de un imaginario (Santiago, Editorial Pehun, 379


Ral Morris von Bennewitz, Notas sobre la Alta Frontera del Bio Bio, pp. 8 y 11.
sao Han sido bien estudiadas por Holdenis Casanova: Las rebeliones araucall

XV/// (Temuco, Ediciones Universidad de la Frontera, 1989).

204
Captulo IIL Las provincial chilenas entre el reino y la repblica

pacificamente, entregado activamente a un comercio lucrativo.381 El siguiente prrafo,


debido a la pluma de Salas, es ilustrativo de la situacin que observara, al cruzar la regin
por los llanos:

...toda la vida se ha ponderado en informes, papeles, historias y proyectos, la fiera


obstinacin de los indios, por cuya razn se ha formado tan alto concepto y firme persuasin
que si no fuera la vigilancia con que este ejrcito est a la mira de las operaciones del
enemigo, serviria todo el Reino de infeliz despojo de sus iras, y as les parece a todos, y me
parecia a mi, cuando miraba desde lejos este abultado cuerpo, que le ha dado parte de la
verdad de lo acaecido en siglos parados, parte la ficcin que ha introducido el temor, de los
que no les han comunicado, y parte la malignidad de los que se interesan en mantener
esta patrafia, porque conocen que descubierto el velo al engario, cesaran por consiguiente
innumerables utilidades de oficios, empleos, sueldos, entretenimientos y ocupaciones; y lo
que no es menos, cesara el grueso comercio que se hace con elos de ponchos, vacas,
caballos, vinos, armas, fierros y otras innumerables especies, las cuales tienen ms cuenta a
sus introductores mientras se cirie ms la Frontera, y se estrechan lo pasos del clebre rio
Bobo que les sirve de barrera. (...) Pero en la realidad, en todo lo que ha corrido del siglo
presente, ni los indios se han levantado, ni hecha hostilidad alguna, a excepcin del afio de
23, que mirado con imparcialidad y haciendo justicia, ms fue una justa repulsa de la
violencia e inhumanidad con que les oprimen los espafioles, que formal sublevacin de la
tierra.382

El comercio de conchavos, la inmigracin espontnea y el mestizaje van originando tipos


humanos y relaciones sociales propias del proceso de aculturacin a que dan lugar las zonas
fronterizas.383 El activo intercambio supera el nivel local y conecta a la Araucana con las
Pampas, dando lugar a circuitos comerciales que involucran al mundo mapuche con los
hispanocriollos.384 Se entreteje una complementariedad econmica que tiene por actores a
las haciendas fronterizas, los fuertes, los

Po Ricardo Donoso, Un letrado del sigla XVIII, el doctor Jos Penfecto de Salas (Buenos
Aires,

Universidad de Buenos Aires, 1963), volumen I, p. 105.

Ricardo Donoso, Un letrado del sido XVIII, p. 119.

1 Vase, Leonardo Len, Patricio Herrera, Luis Carlos Parentini y Sergio Villalobos,

traucana: La fi-ontera mestiza, siglo XIX (Santiago, LOM, 2004).

4 Tema muy bien estudiado por Leonardo Len, ai su obra Maloqueros y conchavadores

!Araucana y las Pampas 1700-1800 (Temuco, Ediciones Universidad de la Frontera,

)1).
205
ARMANDO CARTES MONTORY

`Un Gobierno de los Pueblos...

mercaderes, los caciques productores de ponchos y aquellos grupos que atraviesan la


cordillera en busca de ganado.385 La magnitud y frecuen-

cia del intercambio son dificiles de cuantificar, en razn de un carcter informal o,


derechamente, clandestino.386 Inclua sal, vino, ponchos, y

tambin mercancias de origen europeo, que se transaban a todo lo largc

de la Frontera y por los boquetes corclilleranos ubicados de Curic al sur.387 Es evidente,


en todo caso, que este contacto intertnico gener una red de intereses y lealtades. Esta
contribuye a explicar la supervivencia del espacio fronterizo a las reformas borbnicas, as
como su

resistencia posterior a los cambios que amenazaba la independencia. Cmo era la sociedad
mapuche, que enfrentaba la penetracin his-

panocriolla y de que manera fue evolucionando? Esta dividia el territc

rio en grandes extensiones, denominadas mapu o butalmapu. Se situaban

entre los rios BoBo y Bueno, ms uno al norte y otro al sur de esos rios. Siguiendo una
direccin de mar a cordillera, se denominaban La-

vquen-mapu, Lelvunmapu, Inapire-mapu, Pire-mapu y Huilliche-mapu. Se sub-

dividan a su vez en aillarehues, y estos en rehues. Los separaban limites

naturales, como valles, rios o cordilleras. Su unidad cultural se fundaba

en la etnia y, sobre todo, en la lengua. El mapudungu se hablaba en toc

la Frontera e incluso en las pampas trasandinas.388

385 Segn Jos Bengoa, bacia el siglo XVIII, en la sociedad indgena de la Fronter;

surgieron unidades productivas de alguna magnitud, en el rubro de los textiles (Va

Historia del pueblo mapucl% Santiago, Ediciones Sur, 1988).

386 Si bien, segn Marcello Carmagnani, el intercambio interior en la provincia

Concepcin, en la que se inclua la Araucana, se cuadruplic en el siglo XVIII, 1


alcanzar unos 140 mil pesos en los primeros mios del siglo XIX, estos datos :

cuenta el comercio fronterizo, pues ste no paga los tributos que sirven de ba

clculos (Marcelo Carmagnani, Les mcanismes de la vie conomique dans une socit c

Le Chili 1680- 183 O), Paris, S.E.V.P.E.N., 1973, pp. 177-183).

387 El visitador Juan de Ojeda, quien recorri la frontera en 1793, por encargo (

bernador Ambrosio OHiggins, comentaba que el comercio activo de los pehue

con los espatioles consistia en sal, ponchos, plumajes, bateas, canastos, pellejc

abalorios y alguna merceria (Descripcin de la Frontera de Chile, Juan de

Revista Chilena de Historiay Geografia, N 136 (Santiago. 1968), pp. 38-72). Ojeda

su informe en 1803, el que fue publicado por Nicols Anrique en la Biblioteca 1


Hidrogrfica de Chile (segunda serie, Santiago, 1908).

388 Vase, Jos Manuel Zavala Cepeda, Los mapuches del siglo XVIII, y 1\ilio

206
1-1111.1.1.1.11Captulo HL- Las provincial chilenas entre el reino y la repblica

Ms all de la lengua y de un acervo cultural comn, haba entre los grupos indgenas
profundas diferencias. El Walmapu o territorio mapuche, que inclua porciones de los
actuales Chile y Argentina, ha dicho un autor, a pesar de sus rasgos de homogeneidad y de
continuidad, no constitua una identidad nacional nica, sino que era, ms bien, el territorio
de varios pueblosnaciones.389 Se trataba de comunidades dispersas que habitaban un
amplio espacio. Uno de los factores principales de su diferenciacin, estribaba en la relacin
con la sociedad hispanocriolla y las autoridades del reino. Por centrarse nuestro trabajo en
la situacin de esta etnia frente a la constitucin del Estadonacin, hemos optado por hablar
genericamente de pueblo mapuche, haciendo

las distinciones necesarias cuando resulte indispensable. Los diversos lof procuraban
mantener su autonomia, en el marco de los grandes butalmapus. Los lonkos regan sobre
sus familias extendidas y establecan alianzas polticas o militares, que les permitieran
extender su poder. Estaban sujetos a los consejos de caciques, encabezados por el
Nidollonko, cuya influencia se extenda a nivel regional. Esta estructura no se acomoda a la
forma piramidal de un Estado tradicional, pero tampoco corresponde a unidades separadas
como tribus; ms bien se presenta, dice el historiador mapuche Pablo Mariman, como con-

untos en interseccin. Una gobernabilidad ms extendida que con-

ntrada, basada en unidades territoriales (Wichan mapu), que podan

unirse como un cuerpo, aunque sin presentar una cabeza aparente. Los mios de paz
permitieron a diversas zonas de la Frontera alcanzar

cierto bienestar material. As lo consignan los testimonios de los via-

de los siglos XVIII y XIX. Mariman destaca que ninguno relata

brunas o plagas, sino que al revs, comodidades alimenticias y de

y Fernando Torrejn, La Regin del Bo- Bo, un espacio, una historia (Universidad de
3ncepcin, Eula, 1993), pp. 8 y 10.

9 Leonardo Len, OHigginsy la cuestin mapuche, 1817-1818, p. 30.

Leonardo Len, OHiggins y la cuestin mapuche, 1817-1818, p. 29.

Pablo Mariman Quemenado, Los Mapuche antes de la conquista militar chile-

gentina, en Pablo Mariman, Sergio Caniuqueo, Jos Millaln y Rodrigo Levil,

Winka. .! Cuatro ensayos de historia nacional mapuchey un eplogo sobre elfitturo (San-

, LOM, 2006), p. 66.


207
ARMANDO CARTES MON oRY

Un Gobierno de los Pueblos..,

abrigo.392 Es el caso de Domeyko, quien recorre la Araucania en 1845 y describe a sus


habitantes, no sin cierto dejo romntico:

Cualquier viajero que se limite a observar el trato interior del indio chileno, su bienestar
fisico y Ias comodidades de que goza, su juicio y su buen sentido, su cordura y su
hospitalidad afable, no lo tomar por cierto por un salvaje ni brbaro; antes, por el contrario,
lo consideraria aventajado a algunos pueblos del mundo cristiano.393

Es evidente que lenta, pero inevitablemente, los mapuches haban abandonado su condicin
de recolectores, por una economa basada en la carne y los textiles, interdependiente del
mundo espanol. Haban incorporado animales domsticos, trigo y otros cereales.
Desarrollaron,

asimismo, una industria dei metal plata y el cuero; ambos elementos

circularon como medios apreciados para el intercambio.394

La vida en la frontera transcurra, por lo dems, en un clima de

relativa tranquilidad y progreso. As lo constataron numerosos viaje-

ros.395 Transcurridos tres siglos desde el inicio de la ocupacin hispana,

Captulo III: Las provincias chilenas entre el reinoy ia repblica

312 Pablo Mariman, Sergio Caniuqueo, Jos Milaln y Rodrigo Levil, Escucha, Winka...!
Cuatro ensayos de historia nacional mapuchey un eplogo sobre elfuturo , p. 55.

393 Ignacio Domeyko, Araucana y sus Habitantes (Santiago, Editorial Francisco de


Aguirre, 1997), p. 78. Vase, Armando Cartes M., Literatura de viajes y proyecto civi-

lizatorio: a propsito de Domeyko en la Araucana, en Bicentenario, Revista de Chile y


Amrica, Vol. 10 (2 semestre, 2011). Entre los muchos viajeros que recorrieron la Araucana,
pueden mencionarse, por ejemplo, Robert Fitz-Roy (Narrative of the sureyin$ aoyages of
his majestys ships Adventure and Beagle between the years 1826 and 1836 (Londres,
1839);. Allen E Gardiner (A visit to the indians of the frontiers of Chili, London, R.B.
Seeley

and W Burnside. 18411 v Edmond Reuel Smith (Los araucanos o notas sobre una gira je
tuada entre las tribus indgenas de Chile Meridional, Santiago, Imprenta Universitaria,
1914

Una relacin comentada de viajeros dei siglo XVIII y XIX, en: Armando (-

Viajeros ilustrados en tierra mapuche, Actas V jornadas de Historia Naval y Mc

Valparaso, 2010 y en el libro, dei mismo autor, Viajeros en tierras mapuches (Tome tonal
AI Aire Libro, 2013).

394 Pablo Mariman Quemenado, Los Mapuche, p. 81.

sss Luego que una disciplina bien ordenada en nuestras fronteras, -dice Aleia

Malaspina, quien recorri la rezin, durante su viaje por la Amrica dei Sul, rc

entre 1789y1 794- les ha asegurado (...) dei pacfico sistema que eu el dia se ha

Y _ - u11
Ii

la Frontera haba devenido un verdadero microcosmos, sobre la base de grupos autnomos,


de conflictos, intercambios y alianzas. Los parlamentos reducan las fricciones y facilitaban
las comunicaciones y el comercio. Aunque nunca los compromisos eran respetados
totalmente y deban renovarse peridicamente, estos encuentros eran altamente valorados
por ambas partes, se preparaban con esmero y solan convocar a numerosos loncos y
guerreros.396 Al de Negrete, por ejemplo, celebrado en 1793, a orillas dei Duqueco,
asistieron el Gobernador Ambrosio Higgins, el Intendente de Concepcin, los alcaides y
regidores diputados por el cabildo de Concepcin, entre otras autoridades, secundadas por
66 oficiales y 1.500 soldados de lnea. Por los indgenas concurrieron 187 caciques, 16
capitanes ancianos, 77 capitanejos, 11 mensajeros y 2.380 mocetones o acompanantes.397
En la ocasin, se acord establecer trato y comercio con los mapuches, exceptuando armas y
caballos. Se convino en reabrir los caminos a Valdivia, sin necesidad de permiso de los
caciques. Se acept restablecer ias misiones abandonadas con la expulsin de los jesutas y se
plante la reapertura de ias plazas fuertes antiguas, especialmente la de Tucapel o Cafiete.
Crea el

obernador que estos acuerdos daran prosperidad a la provincia de

han dado todas las senales de sumisin y de amistad que pudiesen combinar

su Iibertad moral, se han estrechado con alguns de nuestros capitanes de armas,

o no abusasen de su imaginaria autoridad. Han condescendido a un comercio

roco; nos han hechos repetidas veces jueces de sus pequenas desaveniencias; fi.ente,
abandonando casi de un todo su vida militar, se han inclinado ms y ms

agricultura y probablemente lo apercibe el aumento de su poblacin (Examen

politico del pas comprendido entre Chilo y Coquimbo, en Rafael Sagredo Baeza Y Jos
Ignacio Gonzlez Leiva, La Expedicin Malaspina en la frontera austral del Imperio
&panol Santiago, Editorial Universitaria, 2004, p. 557).

Sobre los parlamentos, su funcin y organizacin, puede verse: Luz Maria Mn-

dt7, La organizacin de los parlamentos de indios en el siglo XVIIP. En: Sergio

lobos, Carlos Aldunate, Horacio Zapater, L. Mndez y C. Bascunan, Relaciones

zas en la Araucana (Santiago, Ediciones Universidad Catlica de Chile, 1982),

107-171; Pablo Mariman Quemenado (compilador), Parlamento y territorio mapuche

ncepcin, Ediciones Escaparate, 2002); yJos Manuel Zavala Cepeda, Los mapuches
?o x VIR, pp. 141-167. cardo Donoso, El Marqus de Osorno don Ambrosio OHiggins
1720-1801 (Santiago,

cacioues de la Universidad de Chile, 1941), p. 237.

209
ARMANDO CARTES MONTORY

Un Gobierno de los Pueblos...

Concepcin, cuyos vecinos geman por ia prohibicin dei comerciai

con los indios.398

Para finales dei siglo XVIII, el estado de cosas en la Frontera estaba

claro para Ias autoridades. Los circuitos comerciales intertnicos eran un instrumento idneo
para mantener la paz y favorecer los intereses imperiales. Al punto de que Jorge Pinto
llega a sostener que fueron el mecanismo de que se valian las autoridades hispanocriollas
y los agentes no indgenas de la vida econmica para extraer del mundo indgena los
excedentes, que en el Per y en Mxico obtenan corregidores y alcaides mayores.399
Constituyeron, por lo mismo, una estrategia propiciada por Ambrosio Higgins, desde ias
diversas posiciones que ocupara en la administracin dei reino. Emulando el decreto de
Libre Comercio de 1778, promulg en Concepcin el 14 de marzo de 1796, siendo ya
gobernador, el Reglamento de Libre Comercio con los Indios, que dispona amplia libertad
para comerciar por ias distintas plazas fronterizas. Previa autorizacin del Rey, se daba con
ello cumplimiento a los acuerdos dei Parlamento de Negrete, celebrado tres anos antes.40
La misma eficacia de la articulacin de la economia fronteriza a los circuitos no indgenas
favoreci su supervivencia, cuando ias reformas

borbnicas sacudieron la administracin y la economa de las colonii

americanas.401 Ya desde mediados dei siglo XVIII, siguiendo los pos

lados mercantilistas, se vena promoviendo el intercambio. As fluye d,

informe dei fiscal Salas, a que nos hemos referido.402 E1 espritu de los tiempos,
representado por informes y misiones cientficas, por la crea-

cin dei Virreinato de Buenos Aires y de la propia Intendencia de Con-

398 Ricardo Donoso, El Marqus de Osorno don Ambrosio OHiggins 1720-1801. pp. 238

239. 399 Jorge Pinto R., Laformacin dei Estado, p. 59. 400 Ricardo Donoso, El Marqus
de Osorno, p. 240.

401 Sobre el impacto de las reformas borbnicas en la Frontera, Vase, Jorge

formacin dei Estado, pp. 56-63.

402 Incluso los parlamentos servan a los propsitos de este ingente comercio

Salas, innumerables indios (...) concurren ala noticia dei parlamento, en f


menos se trata que de sublevacin y levantamiento, porque los indios ja

pensado, y slo se logra un gran repartimiento y compra de porcin cc

ponchos, con los que salen muy ufanos (Ricardo Donoso, Un letrados, 1

1:1

Captulo III Las provincias chilenas entre el reinoy la repblica

cepcin, alcanz, pero sin trastocar todava el espacio fronterizo, que lleg casi intacto a 1810.
La ausencia de un mercado propiamente tal

y de agentes imperiales adecuados, permiti a la Araucana y las Pam-

sortear el impacto de Ias reformas. Habran primado los intereses

cales.

A inicios de la repblica, las tierras mapuche se miraban todavia con


desinters. Tradicionalmente se sostiene que, mientras en la Colonia la
atencin se centr en los habitantes, como fuerza de trabajo para la minera y Ias haciendas, las
ambiciones republicanas se orientan a las tierras. Se mezclan la aspiracin de someterlas a la
soberana dei paciente pas, con el afn de aprovechamiento econmico de un vasto territorio.
As se vislumbraba ya en la Patria Vieja. Juan Mackenna, en su conocido plan de defensa de
noviembre de 1810, haba expresado la necesidad de poner trmino a la perjudicial
independencia de los indios, lo que podra ejecutar un cuerpo de milcias, contra la promesa
dei Gobierno de algunas tierras, pero senalaba que el momento no era oportuno y que
deban evitarse padecimientos innecesarios.403 Camilo Henrquez, por su parte, se refiri ai
anhelo de la Frontera como ...un espacio de cuatro mil leguas cuadradas, bello y
prodigiosamente fecundo, poblndose de hombres tiles bajo los auspcios de la razn y de un
Gobierno

sto e iluminado... 404 Tales apetencias iran aumentando en intensi-

;iene, en efecto, Juan Mackenna: Inmediato a Concepcin entra a la mar el )bo, que forma
la lnea divisoria o frontera de los indios brbaros (...) los exprecuerpos de milicias han dicho
repetidas ocasiones que slo necesitan licencia,

Ia promesa dei Gobierno de algunas tierras para hacer a su costa la conquista

el pas habitado por dichos naturales. No dudamos que bien dirigidos la ve-

pero, aunque es evidente cuan perjudicial es ai reino ia independencia de

estamos lejos de insinuar se admita semejante propuesta: demasiado han los infelices
indgenas; se deben reducir s, pero segn los preceptos de

ta religin y principios de la sagrada humanidad. Esta no es poca de tratar

cante proyecto, ha de ser obra de una profunda paz... (Coleccin de Historiadores

tos relativos a la Independencia de Chile, tomo XLI).

or Martnez, Memoria histrica sobre la revolucin de Chile desde el

mando VII hasta 1814 (Santiago de Chile, Ediciones de la Biblioteca

), tomo I, p. 158.

210

211
ARMANDO CARTES MONTORY

Un Gobierno de los PueblosT

dad, hasta producirse la franca ocupacin, como politica pblica y cc

apoyo militar, a partir de la dcada de 1860.45

En sntesis, en vsperas de 1810 al sur del BoBo se haba estr

turado un mundo fronterizo, caracterizado por la conjuncin de

pueblos originalmente muy diversos. A nivel tnico, econmico y cl

tural, factor en que debe incluirse la lengua y la organizacin poltica

tres siglos en comn dieron lugar a un complejo mestizaje, en diver

planos. Si bien convivan grupos con diversos grados de aculturaciC

y se sucedan episodios violentos, la situacin, en general, haba evo-

lucionado hacia una coexistencia pacfica. No haba, tampoco, fuer

suficientes para someter a los indgenas. La prioridad era mantener

calma en la Frontera, el intercambio y la seguridad de las costas. Lo anterior explica la


reinstauracin, a partir de 1817, de la politica de

parlamentos y la mantencin de la frontera virtual del BoBo. El ei,

de la economia nacional, para esta poca, se radicaba en el norte

nero y la agricultura del Valle Central. La interdependencia econmic

con las redes indgenas del sur, representada por el comercio de cuer

ponchos y otros productos, que se conectaban con el Chile tradiciona

favoreci la supervivencia de la sociedad fronteriza. La situacin, alguna manera, convena a


todos los actores regionales, lo que expl

su estabilidad. As se comprende, tambin, la enconada resistencia

provoc la amenaza de su alteracin.

405 El afn por anexar las tierras meridionales, a fin de consolidar el Estado centi
do, generalmente se sita a mediados del siglo. Para Paulina Peralta, sin emba

actitud es posible de identificar desde los albores del proyecto nacional repu

acentundose a partir de la dcada de 1820. (Paulina Peralta C., Ni por

ni por la fuerza. El fallido intento del Estado nacional por incorporar a los

mapuche y pehuenche (1810-1835), Revista de Historia Social y de las Mentalid

XIII, Vol. I, 2009, p. 59). En cualquier caso, para mediados de siglo, sur

cuestin de la soberania, era evidente que se ambicionaban las tierras, por su

econmico: El porvenir industrial de Chile sostenia El Mercurio en su ec

24 de mayo de 1859 se encuentra, a no dudarlo, en la regin del Sur, no hacia el Norte ms


que ridos desiertos (...) Natural es, que las miradas de la

se dirijan bacia esa parte (el sur), la ms rica y extensa del territorio. (Cit. por
ria Gallardo P., Hroes indmitos, brbaros y ciudadanos chilenos: el discL

el indio en la construccin de la identidad nacional, Revista de Historia In

Universidad de Chile, p. 132).

212
Captulo III: Las provincial chilenas entre el reino y la repblica

Todo cambiaria, de manera no lineal y paulatina, pero inexorable, luego de 1810.


Superada la transitoria dislocacin que produjo la dcada ms violenta de la independencia
(1813-1824), los circuitos y formas de relacin coloniales se reconstituyeron. Mediante
parlamentos y alianzas pudo proyectarse el mundo fronterizo tradicional hasta mediados
del siglo, poca en que comienza a desintegrarse para siempre.

Los mapuches y la revolucin

La participacin mapuche en la independencia ha sido objeto de interpretaciones variadas.


Es un tema que demuestra, como pocos, la propia historicidad de la historiografia. En el
siglo XIX, los historiadores dsicos, con naturales matices, compartieron cuatro premisas.
En primer trmino, la percepcin de los araucanos como un solo pueblo; las posibles
distinciones si() se fundaban en criterios territoriales o en rivalidades intertribales. En
seguida, los mapuches fueron vistos, con pocas

xcepciones, como aliados de los realistas; situacin que a los patriotas e la primera hora les
resultaba incomprensible y que ms tarde traera

onsecuencias.406 Haba tambin consenso en considerarlos animados

lor el afn de saqueo y pillaje, aprovechando la dislocacin de los me-

sismos de control que provoc la guerra.407 Finalmente, la violencia

Los patriotas e intelectuales que sostenan la causa de la Independencia, dice Fer-

rido Casanueva, no olvidarn jams esa alianza, a su juicio contra natura, argumen-

recurrente que ser esgrimido a lo largo del siglo XIX en contra de los mapuche

la clase dirigente para justificar su poltica indigenista. (Fernando Casanueva,

natos en tierras buenas. Visin y concepcin del mapuche segn las elites

siglo XIX, en Jorge Pinto Rodriguez, Modernizacin, Inmigracin y Mundo

Iemuco, Ediciones Universidad de la Frontera, 1998, p. 62). Vase, Miguel

; Amuntegui, La Crnica de 1810, Vol I., p. 10.

cribe Benjamin Vicuila Mackenna: Aringuna diplomacia, excepto la del boi-irl., impera

lnimo (La Guerra a Muerte). Para 6, los araucanos fueron realistas por el afn de

ar e incendiar pueblos, sin ideales ni principios. La historiografia tradicional,


entada por autores como Barros Arana, Vicutia Mackenna, los hermanos Amu-

, Medina, Donoso o Heise, segn ha estudiado Eduardo Tllez, como tambin

nservadora y prohispnica del siglo XX -Encina, Eyzaguirre, Campos Harriet, han reiterado
la interpretacin reducida al pillaje y las venganzas de sangre

riotivaciones del accionar aborigen. Incluso autores asociados a lineas criticas

foras Gngora, Collierjocelyn-Holt, Vitale o Jobet icurriran en similar

91S_
ARMANDO CARTES MONTORY

Un Gobierno de los Pueblos..

desatada en el sur despus de Maip, fue estimada como un conflictc

local, los estertores de una guerra ya ganada, despus de aquella grani

batalla. El foco, a partir de entonces, estaba puesto en el Per.

Menos acuerdo ha habido, en cambio, en la tasacin del impacto de

la intervencin mapuche en el conflicto en el sura Las visiones varii

desde el desdn o la franca invisibilizacin, hasta el reconocimiento

los mapuches como actores decisivos para el desenlace de la guerra

En el primer caso se hallan autores antiguos y modernos. Miguel Li

Amuntegui, en La crnica de 1810 (1876), sostenia:

La raza indgena contribuy solo secundariamente a la realizacin de la inc

pendencia, (...) (esta) fue el resultado de una lucha tremenda, no precisamer

entre la raza espailola i la indiana, entre los vencedores i los vencidos, sino i

tre dos porciones de la raza conquistadora, entre los individuos de una misr

familia (...) Los que alzaron la bandera de esa justisima i gloriosa rebelin 1

fueron ni mouiscas, ni peruanos, ni aztecas, ni siquiera araucanos (...) Un

gran porcin de la raza indgena presenci aquella contienda sangrienta de

dominadores extranjeros sin querer intervenir en ella. Es cierto que muc

de los indgenas combatieron al lado de los independientes; pero tambin lo o

que otros muchos pelearon al de los realistas. La revolucin de 1810, co

cluye, debe considerarse en rigor una diferencia promovida por los esparic

i ventilada entre ellos.

Similares conceptos se encuentran en autores posteriores, de ma


ms o menos implcita. As ocurre, v. gr., en sendos trabajos de

reduccionismo, segn constata con asombro el mismo autor. Vase, Eduardo

Lgaro, El arauco patriota y el arauco realista durante la emancipacin. Ur

tesis, en Alejandro Bancalari Mofina, Mauricio Rojas Gmez, Mario Valdes 1

y Jos Manuel Ventura Rojas, editores, Concepcin y el Bicentenario, miradas a su

republicana (Concepcin, Departamento de Ciencias Histricas y Sociales, Univ

de Concepcin, 2012).

48 Miguel Luis Amuntegui, La Crnica de 1810 (Santiago, Imprenta de la 1876), Tomo I,


pp. 4 y 5.

214
Capitulo IIL Las provincias chilenas entre el reino y la repblica

briel Salazar409 y Gonzalo Vial+10, que incurren en el extremo de no mencionar a los


mapuches en la narracin de los hechos del perodo. Un cronista contemporneo a los
mismos, no obstante, y muy bien informado sobre el mundo fronterizo, pues residi all 19
anos, ofrece una perspectiva distinta. Melchor Martnez, en efecto, apunta que tan
importante fue el apoyo de los indgenas al ejrcito realista, que el resultado de la
contrarevolucin araucana proporcion al ejrcito real la posesin de Valdivia, Chilo y Lima, y
la amistad y adhesin de los gentiles araucanos, mudando el aspecto de la guerra, de tal
modo, que los patriotas quedaban casi bloqueados en Concepcin.55411 Un siglo ms
tarde, Toms Guevara, quien escribi desde Temuco y consultando la memoria de las
antiguas famlias mapuches, sefiala: Ntese que desde 1813 hasta este afio las fuerzas
indgenas superaban a las realistas de un modo notable; por cada diez de estos formaban
ciento de aquellos. La guerra era de araucanos ms que de esparzoles.2 El historiador
Barros Arana, por su parte, mantuvo una posicin

critica sobre la participacin de las huestes mapuches en la guerra. Sus intereses y el bando
que adoptaron eran condicionados por el botn y los codiciados regalos que se les
prometan. Reconoce, eso si, que su adhesin era de importancia suma en esta guerra; y que
su involucramiento fue fundamental para el desenlace de ciertos episodios, como la cada
de los fuertes de Santa Juana y Nacimiento, despus de 1813 y con elo la perdida para los
patriotas de toda la porcin del territorio que stuvo sometida a su dominacin al otro lado del
BoBo.413 En una

Labriel Salazar, Construccin del Estado en Chile (1800-1837) (Santiago, Editorial Sud-

rericana, 2005).

Cotizai Vial Correa, Chile, cinco sigla de Historia (Santiago, Editorial Zig-Zag, 2009),
tomo I.

melchor Martnez, recoleto franciscano originario de Burgos, fue ordenado sacerdote

1 el Colegio Propaganda Fide de Chilln, a los 24 mios. Entr luego territorio arauca-

ii donde permaneci casi dos dcadas al servicio de las misiones. Ali tuvo oportunidad

cer las costumbres y la lengua mapuche. Escribi una pequeria obra titulada La

s. creencias y costumbres de los araucanos en Chile. Fue publicada en Buenos Aires, con

ormativa introduccin de Ricardo Donoso (Buenos Aires, Sociedad Argentina

opologa, 1944).

Guevara, Los araucanos, p. 260. El destacado es nuestro.


rros Arana, Historia General de Chile (Santiago, 1888), tomo IX, p. 169.

215
ARMANDO CARTES MONTORY

Un Gobierno de los Pueblos...

obra temprana sobre Vicente Benavides valora la adhesin a la patria de los angolinos
como decisiva, al punto que gracias a ella y a las divisio-

nes entre los indgenas, es que aquella guerra se pudo concluir con tan

cortos recursos.414 En la Historia General, sin embargo, su obra mayor

escrita cuatro dcadas ms tarde, se suma a las visiones de su tiemp

estableciendo que tal ayuda fue tardia, discontinua e interesada.415

Las interpretaciones tradicionales, que hemos expuesto, centradas

en la violencia y en el carcter local de los eventos, han sido rectifi cadas, en anos
recientes, con la incorporacin de perspectivas nuevas

Estas se centran en la consideracin de las guerras en Arauco com,

una resistencia de los actores fronterizos a los cambios; en particular

la instalacin de un Estado nacional que amenazaba con desarticul,

su autonomia y las antiguas formas de relacin. Esta mirada incorpo: inevitablemente, la


cuestin de la Frontera a la temtica de la orga:

zaciOn de la Kepblica; de ahi que sea necesano introducirse en estc

debates. En forma previa, revisaremos los intentos de ambos bandos

sumar a los mapuches a sus banderas, a travs de parlamentos, proc

mas y ofertas de apoyo militar en los conflictos intertribales. Son

mentos que ilustran la centralidad de la Frontera y de sus habitantes

el proceso emancipador durante toda la Patria Vieja y tambin lue

de C hacabuco.

Los parlamentos, en particular, fueron utilizados de manera recurre:

te. Haban mostrado su eficacia, como mecanismo de apaciguamieni


en el perodo colomal. (.,tomo estrategia de negociacin y relacin, se

acomodaban a la tradicin espariola, en su carcter de imperio mul

nacional, tanto como a prcticas ancestrales mapuches.416 Sin entrar

414 Diego Barros Arana, Estudios histricos sobre Vicente Benavidesy las camparias del
sur 1818-11

p. 19. Se trata del primer trabajo de Barros, escrito a los veiaste alos de edad.

45 Wase, Historia General de Chile, tomo XI. El tratamiento de Barros Arana de la 1

ticipacin mapuche en la guerra de independencia ha sido estudiado por E. Tale

ei trabajo ya citado sobre El Arauco patriota y el Arauco Realista..., p. 129.

416 ...Los mapuches haban sido los genuinos arquitectos de la poltica de parla

tos, escribe Leonardo Len, modalidad institucional que tiene sus races ms pr

das en la sociedad tribal. El coyan (parlamento), el butacoyan (Parlamento


Gener

el trawun (pada o reunin), no fueron importados a la frontera por los europeos,

que fueron proyectados desde el Gulumapu hacia la sociedad fronteriza en un ,

tante esfuerzo por forjar la paz (Leonardo Len, OHigginsy la cuestin mapuche,

216
Captulo III Las provincias chilenas entre el reino y la repblica

debate actual sobre su significacin poltica o la lectura posiblemente

anacrnica de conceptos como nacin o Estado, es indudable que contri-

buyeron a dar gobernabilidad a la Frontera durante doscientos afios.4

Resultaba natural, por lo mismo, que se recurriera a este mecanismo

de convergencia por los grupos cuyos intereses se cruzaban en aquella hora: patriotas,
provincianos y realistas. De esta forma, se sucedieron,

entre 1811 y 1825, varias parlas, que concluyeron con la reconstitucin de las relaciones
fronterizas, una vez superada la coyuntura ms critica de la emancipacin.

Los acercamientos entre mapuches y los primeros republicanos se

inician en Concepcin, en octubre de 1811. La junta Provincial constituida en esa ciudad el


dia 5 del mes anterior, encabezada por Juan Martnez de Rozas, necesitaba consolidar el
apoyo de los indgenas a las nuevas instituciones.418 Se despacharon emisarios a las
reducciones de los caciques amigos y e124 de octubre, dia fijado para el parlamento,
marcharon por las calles de Concepcin 13 caciques y cerca de 400 mocetones.419 Fueron
recibidos con salvas de artillera y una vistosa parada militar de todas las tropas de la
guarnicin. Segn el fragmento de una carta de Luis de la Cruz, publicada en Buenos Aires,
en La Gaceta de

27 de diciembre de 1811, el parlamento fue aparatoso y se celebr en

t17r

ase, en el mismo sentido, Jimena Pichinal Huenchuleo, Los parlamentos hispao-Mapuche


como escenario de negociacin simblico poltico durante la colona,, en Nahuelpan et all...,
TA IN- RIM RIPA RAKIZUAMEL~V, Historia, colonialismo resistencia desde el pas
Mapuche (Temuco, Ediciones Comunidad de Historia Mapuche, 012.

Vase, adicionalmente, sobre los parlamentos coloniales, Leonardo Len, El parmento de


Tapihue, 1774 (Santiago, Ediciones Ntram, 1993) y, del mismo autor, Par-

lamentos y renegados la frontera mapuche, 1760-1780, Revista Fronteras de la Historia

(Bogot, 2006), pp. 83-114; Luz Maria Mndez, La organizacin de los par-

entos de indios durante el siglo XVIII, Horacio Zapater, Parlamentos de paz

la Guerra de Arauco, 1612-1626, en Sergio Villalobos y otros, Araucana. Temas de


pp. 47-82; y Jos Zavala, Lenvers de la frontire du royaume du Chili. Le

des traits de paix hispano-mapuches du XVIIIe sicle, Historie de LAmrique Latine

(Nanterre, 1998), pp. 185-208.

Sobre la Junta Provincial de Concepcin, su origen y funcionamiento, Vase, Ar.

do Cartes, Concepcin contra Chile, pp. 211-244.

irloms Guevara, Los araucanos, p. 238.

217
ARMANDO CARTES MONTORY

Un Gobierno de los Pueblos...1

la localidad de San Pedro, frente a Concepcin, al otro lado del rio. Er

el palacio del Gobernador se les explic, por medio de los intrpretes,

causa del cambio de gobierno. Los indgenas declararon que celebraba las irmoNTaciones
y que deseando cooperar a su sostenimiento, estaba prontos a enviar un contingente de
seis mil guerreros para defender

nuevo gobierno, sin ms pago que los vveres necesarios para su mante

nimiento.42

El 21 de diciembre del afio siguiente se celebr, en la Plaza de Arau-

co, un parlamento con los caciques y gobernadores del Butalmapu de

costa. Lo presidi el coronel Pedro Jos Benavente, Intendente de Con-

cepcin, acompariado de Jos de Millacura, Gobernador de la Reduccir.

de Arauco y del Obispo de Concepcin Antonio Navarro, entre ot

autoridades. De parte de los indgenas asisti un gran nmero de gemi

de armas y cincuenta jefes, entre Gobernadores y Caciques. Informa

Aurora de Chile:

Estos hombres libres reconocieran la Autoridad central de la Patria; y ha-

bindoles expuestos el Intendente las medidas que haban de adoptarse para la

comia). defensa, y las miras y designios de Gobierno, prometieron prestar una

cooperacin activa y enrgica. Se prest juramento ante el Ser Supremo de cumplir fielmente
las promesas; y despus de proclamar todos Viva la unin:

Vivan los Araucanos: mueran los enemigos, se disolvi la Junta con la salva

acostumbrada.421

En enero del afio 1813, cuando ya parecia inminente un ataque rea-


lista promovido desde el Pedi, se celebr una nueva Junta, esta vez en la

Plaza de Los Angeles, cabeza de la Alta Frontera. Participaron los In-

dios, u hombres libres de los Llanos, de Angol y de la Costa. La reur

la haban pedido los Caciques de los Manos y Angol, para cortar de

las desavenencias y robos. Se acord sellar una nueva alianza entre

Butalmapus y se convino que la Reduccin que inquietase a los der

seria aniquilada por todas juntas. En el parlamento, concluye la rela

de la Aurora, sereconoci la autoridad del Gobierno central de Cl

asistieron como 63 Caciques.422

420 Diego Barros Arana, Historia General de Chile, tomo VIII, p.


. 421 Aurora de Chile, N6 (Jueves 11 de Febrero de 1813). 422 Aurora de Chile, N6
(Jueves 11 de Febrero de 1813)..
Captulo III: I- a s provincial chilenas entre el reino y la repblica

Estas acciones eran insuficientes, no obstante, para alterar las anti-

guas lealtades, profundamente arraigadas en vastos sectores de la Fron-

tera. A las cuales se sumaban prcticas tradicionales, como los caciques a sueldo del erario
real, la accin de comisarios y lenguaraces y los beneficios propios del comercio fronterizo.
Tampoco bastaba el ascendiente sobre los indgenas de hombres como Luis de la Cruz,
Gaspar Ruiz, Manuel Bulnes, Andrs de Alczar o del mismo Bernardo OHiggins. Estos
lideres de la revolucin, dice Guevara, cometieron un grave error descuidando desde el
principio la propaganda entre los araucanos, el trato amistoso i cordial con ellos, en
especial al dejar a sus espaldas una poderosa mquina de guerra que perteneca a los
realistas. La

desatencin de los pagos y del orden fronterizo, que origin el proceso revolucionario,
convenci a los indgenas de que el sistema patriota se derrumbara y sus sostenedores
sufriran consecuencias i represalias terribles.423

Por estas consideraciones, a fines de 1813, varios grupos costinos so-

licitaron una conferencia con el jefe realista Juan Francisco Snchez. Se

convino que, cuando fuese necesario, prestaran su cooperacin armada

que dejaran traficar sin dificultad por sus tierras a los partidarios del ey, los que
dispondran de pasaportes. Reuniones menos concurridas

solemnes, pero con los mismos objetos, se realizaron en las inmedia-

iones de otras plazas y fuertes de la Frontera, arbitradas por el cacique

)bernador Millacura. Operaban as los viejos dispositivos de relacin

mteriza.

Para las autoridades virreinales, resultaba evidente la importancia contar con sus aliados
indgenas. Apenas desembarca en Arauco la

)edicin que encabezaba Gabino Ganza, a principios de 1814, con-

ca de inmediato a un parlamento en aquella plaza. Seguia con ello

strucciones precisas del virrey Joaqun de la Pezuela. El encuentro

lugar e13 de febrero. Frente a los costinos, que se hallaban forma-


Ganza despleg sus fuerzas y los exhort personalmente a man-

cr invariables su adhesin al rey y su determinacin.424 Producida

stauracin monrquica, luego de la derrota patriota de Rancagua,

consigna Guevara, basado en Informes dados al autor por descendientes de

es de esa poca.

Guevara, Los araucanos, pp. 239, 241, 251 y 252.

219
ARMANDO CARTES MONTORY

Un Gobierno de los Pueblos..

Captulo III Las provincias chilenas entre el reinoy la repblica

los realistas reconstituyeron sus redes fronterizas y reclutaron a varios caciques para
reforzar sus apoyos. El jefe espafiolJos Ordfiez, entonces intendnte de Concepcin, celebr,
en 1816, un nuevo parlamento, para precaver la presencia de agentes patriotas en el
espacio surefio. El encuentro tuvo lugar en Los Angeles, en diciembre de aquel ano y a l
concurrieron miles de mapuches de las diferentes regiones dei Gulumapu. Durante toda la
Mamada Patria Nueva, a partir de 1817, los patriotas intentaron fortalecer sus vnculos con
los caciques. Curiosamente, en los planes continentales para liberar Sudamrica,
propiciados por Francisco de Miranda, con apoyo ingls, ya estaban considerados.42 La
tarea no era fcil, pues los mapuches y gran parte de la sociedad regional no miraron con
simpatia el proceso emancipador. Mientras que los lideres politicos queran incorporarlos a
un proyecto de nacin, la gran famlia chilena que se estaba formando, los comandantes
republicanos buscaban el apoyo militar de los butalmapus para engrosar sus fuerzas. Para
los realistas, en cambio, se trataba de revitalizar los lazos previos, garantizando las
cuestiones que eran claves para los mapuches: el reconocimiento de la autoridad de los
lonkos sobre sus respectivas comunidades, la autonomia territorial y las ventajas tributarias
que otorg la monarquia ai Gulumapu.426 De esa forma, podran afianzar su antigua
alianza politica y militar, contra los enemigos de la corona. Los lonkos,

425 Entre los diversos planes trazados por los revolucionarios, se halla el Plan Maitland,
recin descubierto en 1981 en Escocia. Su objeto era la captura de Buenos Aires y Chile,
para luego cruzar los Andes y emancipar Per y Quito. Fue propuesto en

1800 por Thomas Maitland ai gobierno ingls de Wiffiam Pitt el joven y guarda gra

des semejanzas con el seguido por Jos de San Martn, a partir de 1817, por lo que

ha planteado -no sin fundamentos- que se habria inspirado en l. El Plan contempla

una etapa chilena: en su versin definitiva, propona que una fuerza deba partir 1

Botany Bay, con nimbo directo a la bania de Concepcin y, en connivencia con

indgenas, aniquilar el gobierno espafol de ia provncia; para luego abrir una r

comunicacin con Ias fuerzas de Buenos Aires. Para ejecutar el plan, era neces

un perfecto entendimiento con los mapuches, de nuevo desde Buenos Aires, cc

condicin previa e indispensable para el xito de la estrategia. As lo conclua su ar

despus de leer concienzudamente los diarios de viaje del explorador francs Cc


La Perouse, quien haba visitado la baha de Concepcin, por dos meses, en 1

(Vase, Rodolfo H. Terragno, Maitlandy San Martn, Buenos Aires, Uriiversidad Na

nal de Quilmes Ediciones, tercera edicin, 2001). 426 Leonardo Len, OHigginsy la cuestin
mapuche, p. 39.

220

- Uem

1.

ca,
por su parte, perseguan restaurar la vigencia del protocolo fronterizo, a travs de los
parlamentos y, de acuerdo a los prcticas del admapu, asegurar su supremaca en los
conflictos intertribales. Para ello, deban elegir con cuidado sus aliados winkas, frente al
cambiante escenario de la guerra. Como se ve, sus dilemas eran tanto militares como
polticos. Despus de la batalla de Chacabuco, en febrero de 1817, los espafoles se
atrincheran en Talcahuano, a esperar refuerzos de Lima y con el fin de aprovechar los
recursos y apoyos de la regin sur.427 Bernardo OHiggins, siendo ya Director ,Supremo,
encabeza la campana e instala en Perales, frente al Morro, su campamento para el largo
sitio. De esta poca, la historiografia tradicionalmente destaca ciertas medidas de
gobierno del Libertador, como la eliminacin de los ttulos de nobleza, la creacin de la Orden
al Mrito y, sobre todo, la proclamacin de la independencia, sobre un tambor, en aquel
precario campamento. Ese lluvioso invierno del 17, sin embargo, fue tambin uno de
intensa actividad militar. Hubo dursimas incursiones hacia la regin costera de los
lafkenches y acciones de inteligencia y sabotaje; OHiggins hizo, incluso, desocupar toda la
costa, desde Tom a la Boca del Itata, hasta diez leguas tierra adentro, para evitar que se
remitieran auxilios a los realistas, para impedir el apoyo a los sitiados.428 Hacia el sur, la
actividad militar y poltica se orientaba naturalmente hacia los mapuches. Desde
Concepcin, OHiggins, gran conocedor de las lgicas fronterizas, remiti una proclama, en
mayo del 17 y luego, en agosto, Ias bases de un posible acuerdo. Estos documentos
buscaban atraer a los indgenas a las filas de la patria, poniendo fin a su colaboracin con
los realistas; olvidar las rencillas e incorporarlos como hermanos al pro-

to de nacin que se eriga. No llegaban, sin embargo, a reconocerles

[tonoma territorial y se centraban, ms bien, en el pasado heroico y

a idea abstracta de libertad. El primero denunciaba el prximo fim

resistencia espanola y los instaba a tomar partido por la patria o

las consecuencias. Con los espanoles atrincherados en El Morro,

ve evitar el apoyo de la poblacin, en especial el que podan reci-

Isidro Maza, La rebelin de los vencidos de Chacabuco y Maip, Revista de Regionales, N 6


(Mendoza, 1990), pp. 9-67.

ia Chilena de la Historia, Archivo de don Bernardo OHigins (Ed. Universidad

1970), tomo XXVIII, pp. 68-70.

221
ARMANDO CARTES MONTORY

Un Gobierno de los

bir de Arauco y del sur del BoBo. As, la proclama, signada el 19 mayo en el Cuartel
General de Concepcin, expone en parte:

Habitantes de Arauco:

Al dirigiros la palabra me es imprescindible recordar con respeto las glorias de

la nacin heroica de quien trais vuestro origen y denominacin. Los arauca-

nos han sido el lustre de la Amrica, combatiendo por su libertad, y vosotros

no debis empanar ese timbre. ()

Vosotros formis una preciosa porcin de Chile, y estoy seguro que no abana

naris vuestro suelo por fugar en pos de unos hombres que nada tienen soI

el, sino el deseo de esclavizarle y hacerse felices a costa de la servidumbre de

moradores. (...) Elegido los dulces bienes de la Libertad y de la Paz, si abra

de buena fe nuestras banderas, o la muerte y devastacin de vuestro territorio

si continuis unidos a las de los tiranos. La patria va a premiar vuestra lealtad (

castigar ejemplarmente vuestra ingratitud. Decidios. Calculad vuestra suer

por cuya prosperidad trabaja vuestro paisano y verdadero amigo.429

La propuesta, por su parte, perseguia el objetivo urgente de ha

cesar las hostilidades, en especial con los laftenches y permitir el reg

de los realistas que se haban internado en la Araucana. Ofreca el 1

Mn de los excesos cometidos y respeto a la autonomia y autoridac

los lonkos. Sus disposiciones son interesantes:

Animado del justo deseo de atajar las calamidades de una guerra destruc

que nos ha expuesto la malicia y ferocidad de nuestros enemigos los espa


de restablecer la armonia y cimentar una paz perpetua con nuestros herr

los caciques y sus sbditos de todos los Butalmapus y reducciones, v

mente con aquellos que seducidos por los esdavos de Esparia, han

intentado abrir guerra contra nosotros, he acordado a nombre de la

Chilena fijar por bases preliminares los artculos siguientes:

Habr una paz eterna y duradera entre este Gobierno y sus sbditos

las Naciones que habitan desde la otra Banda del Bobo hasta los cor

la Tierra.

429 Bernardo OHiggins. Proclama a los habitantes de Arauco, Cuartel

Concepcin, 19 de mayo de 1817. En: Academia Chilena de la Historia, ,

Bernardo OHiggins (Santiago de Chile, Editorial Nascimento, 1947), tomo

222
r

Captulo III: Las pnovincias chilenas entre el reino y la repblica

Se guardar un olvido perpetuo de cuanto haya sucedido durante el tiempo de las


hostilidades.

()

Declaro perdn, y el ms solemne indulto a los Espailoles, Chilenos y a toda clase de


hombres que por servir a las miras ambiciosas del Rey de Espafia, haya promovido la
guerra y hostilizado de cualquier modo a los hijos de la Patria. Pueden los tales volver
libremente a nosotros, bajo la firme protesta de que sus personas y bienes gozando de toda
seguridad y libertad a la sombra del Gobierno.

En fe de lo cual firmo los presentes artculos, signados con el Sello del Estado y
refrendados por mi Secretario de la Guerra, en la Plaza de Concepcin, a 3 de agosto de
1817, Bernardo OHiggins.43

El documento fue comunicado al lonko Dumulevi de Angol y a los costinos, pero no


alcanz los efectos esperados. A pesar de ello, haba en el cuestiones de fondo, que vale la
pena notar, como el reconocimiento de la autoridad de los lonkos o el tratamiento afectuoso
e igualitario a los indgenas. Lo ms notable es la propuesta de paz eterna y duradera entre
este Gobierno y sus sbditos con todas las Naciones que habitan desde la otra Banda del
BoBo hasta los confines de la Tierra. La alteridad que insinua entre la Nacin Chilena que
representa y las Naciones de allende el gran rio, denotan un reconocimiento a su
identidad y autonomia. Debe entenderse, en todo caso, en el contexto de las circunstancias
dramticas de su redaccin. As los mapuches apa-

Irecan como un tercer actor, que no deba confundir sus intereses con

de sus antiguos dominadores; se trataba de lograr su neutralidad en

. hora. Ya vendria el tiempo de incorporarlos a la patria.

Se insina, de esta forma, la politica del naciente pas hacia los ma-

Un reconocimiento hacia su autonomia y diferencias, ms el

leio de incorporarlos, de manera gradual, al Chile republicano. En

rdo OHiggins, Artculos de Paz pecha por el Director Supremo a los mapuches, signados

Sello del Estado, y rffrendados por mi Secretario de la Guerra, en la Plaza de Concepcin, a

) de 1817, Archivo Nacional, Ministerio de Guerra, Vol. 27, fojas 12-13 v. El


rue documento ha sido dado a conocer y puesto en valor por Leonardo Len,

:to, ya citado, OHiggins y la cuestin mapuche.

do Len, Los OHiggins y la cuestin mapuche, 1763-1825, Revista Qin-

3 (Chilln, septiembre 2010), p. 83.

223
ARMANDO CARTES MONTORY

Un Gobierno de los Puebb

estos temas, la visin de OHiggins era clara y realista. Haba herec

de su padre, alto funcionario de un imperio plurinacional y buen ar

de pelauenches y mapuches, la comprensin de las complejidades

cas de la sociedad indgena. Don Ambrosio, en efecto, luego de recor

la Tierra, baba propuesto a la corona, en 1767, un plan de ocupac

basado en el reconocimiento de la autonomia de las tribus del sur, priN,

legiando la comn defensa contra una posible invasin inglesa o franc

sa.432 Medio siglo despus, las circunstancias y las soluciones se le a

recan muy similares a su hijo Bernardo. ste tenia redes y afectos

los indgenas, forjados desde su infancia en el Colegio de Naturales 1

Chilln y luego reforzados en los doce mios que pas administrando

hacienda de Las Canteras. Se proyectaran hasta su partida al exibo

an ms an. No obstante sus activas gestiones, en 1817 la Arauc

estaba todavia muy lejos de pacificarse y de abandonar las filas dei

Durante los afos del gobierno de Bernardo OHiggins, la guer

el sur continu intensamente. Cubri la regin entera, a travs de

frentes. Vicente Benavides y su ejrcito irregular se movia por

territorio;434 cuando cae, Manuel Pic contina la camparia.

4 Publicado en Aurelio Gonzlez, El Gobernador OHiggins (Santiago, Editor

siana, 1980).

4 En vsperas de partir OHiggins al exibo, el cacique Conoepan, reconc

acciones y los sentimientos favorables, de l y de su padre, hacia el pueblo


ofreca el asilo del Estado Araucano en caso que fuera necesario (Holder

va, Entre la ideologia y la realidad: la inclusin de los mapuches en la naci

(1810-1830), Revista de Historia Indgena N4, 9-48, Santiago, 2000, p. 28).

fue acompariado por dos flanas pehuenches, del linaje del toqui Leviant de ] gran aliado
de su padre (Leonardo Len, Los OHiggins y la cuestin

1763-1825, ya citado, p. 81).

434 Sobre Benavides, Vase, Manuel Ramrez Espndola, y Eduardo Tel

Vicente Benavides: Reaccin y Devocin en el seno de la Post-Independ

ricana, Revista de Historia, N 15 (Concepcin, 2005), pp. 31-42, inter

que estudia al personaje con buenas fuentes y perspectivas modernas;

Arana. Estudios histricos sobre Vicente Benavides v las cambafas del sur 1818-1822

Julio Belin, 1850); y Fernando Campos Harriet, Los defensores del Rey (S

rial Andrs Bello, 1958), pp. 121-127. Incluso existe una novela, por,,
denominada Gaspar Ruiz (Santiago, Editorial LOM, 2005), inspirada

de Benavides, del cual el escritor de oriffen polaco se inform a trav

marino ingls Basil Hall.


Capitulo HL Las provincias chilenas entre el reino y la repblica

cheira luchaban en la cordillera y pasaban con frecuencia al otro lado, alcanzando hasta
Mendoza. En la costa, el cura de Rere Antonio Ferreb encabezaba las montoneras. Algunos
hacendados, una fraccin del pueblo y la mayora del clero y de los indgenas apoyaban
todavia la causa realista, que se mezclaba con el bandolerismo social y las montoneras; de
ah la enorme dificultad de derrotar esta generalizada resistencia.435 La situacin se
agravaba por la hambruna que asolaba al sur y el enorme esfuerzo que haca el gobierno
central para sostener la camparia en el Pedi. Luego de la abdicacin de OHiggins, la
administracin del pas se disloca an ms, bajo el mando de Ramn Freire, atenazado por los
conflictos interprovinciales y las dificultades financieras. En ese contexto,

parecia necesario llegar a un acuerdo con los butalmapus, que suspendiera las
hostilidades.

Con este fin, se celebraron dos tratados o parlamentos, en trminos muy

s, a instancias de Freire, buen conocedor de la Frontera. El primem

lebr en Yumbel, el 12 de diciembre del afio 1823436 y el segundo en

iue, el 7 de enero de 1825.437 Ambos fueron encabezados y firmados

el Teniente Coronel Pedro Barnachea, Comandante de la Alta Frontera

ado de la Ciudad de Los Angeles, y autorizado, el segundo, por el

..nte de la Provincia de Concepcin Juan de Dios Rivera. Por los inch,

la convocatoria fue amplia, pues concurrieron a Yumbel los embaja-

; de los cuatro Butalmapus, Lafken, Angol, Ritlayco y Pehuen Mapu;

me, por su parte, asisti Francisco Mariluan, Gobernador de 14

Tones. Se trataron diversos temas, centrados en la pacificacin, el

del comercio, el reconocimiento de la dudadania a los mapuches

3nes relativas al trfico de personas y misioneros y el intercambio

3s. Aunque se reinstaura la linea divisoria en el BioBio y se

cin aparece muy bien descrita en Eduardo Cavieres, Desplazando el esce-

araucanos en el proceso de independencia de Chile, Studia histrica. Historia


27 (2009), pp. 75-98.

rito de Yumbel, Tratados de Unin, formado por Pedro Barnechea, teriel, comandante del
tercer escuadrn de dragones de la plaza de Los nde la Alta Frontera. Yumbel 12.12.1823.
(Archivo Nacional, Ministerio

, Vol. 136.

iones se hallan transcritas en: Pablo Mariman Quemenado (compila-

oy tenitorio mapuche, pp. 103-109.


ARMANDO CARTES MONTORY

Un Gobierno de los Pueblos...n

dispone mantener en orden los fuertes y fortificadas las piezas existentes

(Tapihue, artculo 20), en ambos tratados se plantea ya la incorporacin

los mapuches a la familia chilena. As lo acepta Mariluan, como ante

lo hicieran los fiizol Lonkos o caciques principales de los butalmapus de

cordillera, el Rano, la costa y el sur:

1 Convencidos ambos jefes de las grandes ventajas de hacernos una sol;

familia, ya para oponernos a los enemigos de nuestro pas, ya para aument

y solidar en comercio, y hacer cesar del todo los males que han afligido a

Repblica en catorce anos de consecutiva guerra ha venido D. Francisco Ma

luan como autorizado por todos los Caciques en unirse en opinin y derecho

a la gran familia chilena.

Las clificiles circunstancias que atravesaba el gobierno central, suma

ala incapacidad de consolidar el dominio del sur, han nevado a sostener (

los acuerdos con los indgenas eran puramente tcticos. Habran perseg

ganar tiempo y restar aliados a los realistas, hasta que fuere posible la de

ta militar y la ocupacin fsica de la Araucania. Es posible que as fuera,1

hay elementos para plantearse una lectura diferente. En esos anos,

quienes no crean en la legitimidad de incorporar el territorio mapuc

Estado chileno, ni sus habitantes a la ciudadania, sin su consentimiento. ,

qued en evidencia, por ejemplo, al discutirse en el Congreso los ar

respectivos de la Carta de 1828.4 Profundizaremos luego estos puntos.

el caso de las Provincias Unidas del Plata, hermana mayor para


de la revolucin chilena, los indgenas haban participado en las pr

asambleas y se les haban reconocido diversos derechos civiles y de

pacin politica.4 En Chile, por lo dems, gobernaba Ramn Freire, ;

438Vase, Holdenis Casanova, Entre la ideologia y la realidad: la inclusin puches en la


nacin chilena (1810-1830), Revista de Historia Indgena, 1\14, 2000), p. 9-48.

439 Asijuan Jos Castelli, representante oficial de la Junta de Buenos Aires,

los indgenas nortefios de la mita y el tributo y declar su total igualdad frei

de los ciudadanos del antiguo Virreinato, en una ceremonia realizada

preincaicas de Tiawanaku, e125 de mayo de 1811. Se estableci, ade

Intendencia se elegida un Representante de los Indios con igual c

tacin que los dems Diputados. (Isabel Hernndez, Autonomia o pueblo mapuche en Chile y
Argentina, Santiago, CEPAL, 2003, p. 91)
226

ciud,
Captulo III: Las provincias chilenas entre el reino y la repblica

derado de las demandas provincianas de participacin y autonomia. No era impensable,


entonces, que las ofertas de inclusin poltica y reconocimiento de fronteras y potestades
fueren sinceras. Por lo dems, es lo que de hecho ocurri, al reinstalarse el pacto fronterizo
por un breve lapso. Con los parlamentos de Yumbel y de Tapihue, en efecto, se restableca
la frontera tradicional aunque permeable y ambigua del rio BoBo. La ciudadana se extendi
a los mapuches con el goce de las gracias y privilegios correspondientes y con las
obligaciones respectivas (Tapihue, articulo 3). La perspectiva misma de una confederacin
no era impensable, en los dias del Acta de Unin de las Provincias. Con un mirada tnica,
Pablo Mariman se pregunta: Cmo y por que se frustr un intento legitimo de concebir la
convivencia en la gobernabilidad a partir de una multipolaridad de poderes
(CoquimboSantiagoConcepcinWallmapu, por ejemplo) al estilo de lo que pudo haber sido
una confederacin de naciones?440 En las dificiles circunstancias del pais, estos
parlamentos pueden entenderse como

una forma de ganar tiempo, pero tambin como un reconocimiento profundo y sincero a una
nacin. gor que no pensar, concluye, en el caso de

Mapuche (...) que si tenan mecanismos participativos y sociales para de-

sus posiciones, que era posible la fraternidad sincera y corporativa bajo

E concepto de aliados hermanos, invistiendo a estos representantes como

itados?. Desde la vereda mapuche, no era una alternativa descabella-

. Una alianza de esta clase habra permitido a alguns grupos, en especial

ms occidentalizados y cercanos a los lideres patriotas, como los abaji-

acuerdo reciprocamente satisfactorio. Elo habra asegurado a los

es linajes y loncos relaciones con el ejrcito chileno, dice la historiadora

Casanova, el resguardo de sus vidas, familias y bienes en especial

)rtante riqueza ganadera, particularmente vulnerable a los asaltos o

de la agrupaciones enemigas y, sobre todo, una posicin preemi-

ante una eventual ocupacin de la Araucana por el nuevo Estado.442

Mariman Quemenado, La Repblica y los Mapuche: 1819-1828, en Na-

IN FIJKE XIPA RAKIZUAMELUWN, Historie, colonialismo y resistencia desde


(Temuco, Ediciones Comunidad de Historia Mapuche, 2012), p. 67.

San Quemenado, La Repblica y los Mapuche: 1819-1828, p. 82.

lenis Casanova, Entre la ideologia y la realidad, pp. 34 y 35.

227
ARMANDO CARTES MONTORY

Un Gobierno de los Pueblos..

Las cosas se dieron de manera distinta. Se restauraron los dispositivos fronterizos,


como los parlamentos y las misiones; y se asegur nuevamente el comercio, en
beneficio de ambos lados de la raya del BoBo, todo lo cual trajo lentamente la calma
a la regin. Quedaron atrs, tambin, los primeros intentos patriotas de integrar social y
politicamente, pero respetando su autonomia, a los habitantes del Walmapu a la joven
repblica. Los intereses

econmicos en juego y las diferencias culturales, en sentido amplio, lo ha-

can, por entonces, impracticable. En las dcadas siguientes, con el desplome

de los mecanismos fronterizos, la incorporacin de la Frontera a la Nacin

chilena se vuelve inevitable.

228
Captulo IV

junta o triunvirato: La lucha por la representacin en la Patria

Veja

`La voluntad general de los pueblos es el nico sostn de n sistema nuevo. No puede sin
tirania obligarse a su adopin, y esta no se consigue si los mismos pueblos y cada dividuo
no tienen una confianza entera e inmediata en os directores de su obra. Para or de Chile a
favor de quien a confiesa, el mejor medio es que tenga un gobierno repre-

Tentativo. Para ello se ha dividido el reino en tres provincias,

ir cada una debe nombrar un vocal a la Junta. La del man-

Fdo de V.S. an no lo tiene propietario, y si ninguno de los

ombrados acepta, es preciso proceder a nueva eleccin. El 4ue envie V.S. es el que debe
mandar, y el gobierno le tiene

rada su silla.

Miguel Carrera a la Junta Provincial de Concepcin, Santiago, abre 4 de 1811.


Retrato de Jos Miguel Carrera (1 7 85-1 82 1), por

Francisco Javier Mandiola


CAPTULO IV JUNTA O TRIUNVIRATO: LA LUCHA POR LA REPRESENTACIN
EN LA PATRIA VIEJA

perodo de la Patria Vieja se le asocia con la Junta de septiembre de 1810, como primer
gobierno nacional y al Congreso de 1811 como primer ejercicio, semifallido, de
representacin territorial. Es tambin la poca de los debates y la promocin de los valores
republicanos, a travs de la naciente prensa. Las cuestiones sobre la estructura que deba
asumir el incipiente Estado parecen reservadas a una poca posterior, al tiempo de los
ensayos constitucional es, en la expresin de Julio Heise, que comenzara luego de la
abdicacin de OHiggins. En la Patria Vieja, en cambio, la reconfiguracin del Estado habria
sido una cuestin poco considerada. La excepcin seria el Reglamento Constitucional de
1812, hecho aprobar por Jos Miguel Carrera, en un intento por institu-

cionalizar su poder, pero que en el fondo ocultaba su autocracia.

Estimamos, por el contrario, que en los albores republicanos se die-

ron debates muy intensos sobre el punto, que fueron luego silenciados

por la guerra y la restauracin monrquica. Muchos se plantearon,

,rnpranamente, el problema de la asignacin del poder pblico, en un

ntual pas nuevo e independiente. Fue una preocupacin de los pa-

lotas ms avanzados, pero tambin de los moderados y an de los rea-

s, quienes se representaban la posibilidad del desplome definitivo de

. monarquia. La posible aesmtegracion dei empeno proaujo, ae inme-

to, arduas discusiones tericas, pero tambin situaciones prcticas,

requeran rpida respuesta.

Jos ocuparemos del problema relativo al paradigma con que deba

erarse y ejercerse el poder politico en un potencial Chile indepen-

La disyuntiva era la concentracin del poder en la capital, como

principal y heredera del poder imperial; o bien su dispersin

las provincias, representadas por sus propios cabildos y asambleas,

ie siempre reunidos en el Estado de Chile, gobernado por un eje-


triunviral. Quienes propiciaban una evolucin profunda de las

iones, en efecto, pueden aglutinarse en estas dos ideas fuerza

ivas, aunque todavia no claramente definidas ni consistentes.

consistia en reconstituir el poder soberano bajo la frula

231
ARMANDO CARTES MONTORY

Un Gobierno de los Pueblos...

de la aristocracia santiaguina, reunida en ei cabildo de Santiago, cor

representante de la ciudad principal del reino. Sus miembros influ)

ron sobre las diversas Juntas y luego se movilizaron para controlar

Congreso. Jos Miguel Carrera, quien habla en nombre de Sant

como la hermana mayor, sostiene luego este predicamento, que log

imponer temporalmente.

Frente a este grupo, hay otra idea que sostiene la soberania de

pueblos, como herederos del dominio de los cabildos sobre sus trr

nos y como titulares, a travs de sus ciudadanos, del poder que ha

retrovertido al pueblo por la prisin del monarca. Se postulan eject

vos triunvirales, con miembros elegidos por las asambleas provincia

y congresos territorialmente representativos. Esta corriente se alimer

tambin, como otra vertiente, de los vientos federalistas que soplan

de el norte, con el ejemplo norteamericano y la accin de sus agentes.

bien los defensores de ambos predicamentos declaran su lealtad al

no cuestionan la unidad del reino y utilizan los nuevos cdigos rer

blicanos, los separa una visin distinta sobre el reparto del poder, en el

Estado que surgia. El segundo planteamiento, que llamaremos confede

ral, es vencido en esta primera hora y lo ser, a su tiempo, en el Est

nacional que finalmente se consolida. Sus conceptos se han diluic

confunden en la nutrida y dispareja historia constitucional del

de organizacin republicana. Reconocerlos, en su fuente ideol


su expresin politica es til, no obstante, para entender los det

conflictos de la poca.

La revisin de la prensa, los textos constitucionales y los deba

gislativos, permiten visualizar y delimitar los contornos del idearic

federal. Los hechos coetneos en otras regiones de Amrica,

relativamente conocidos por la elite que impulsaba los cambios,

tra el carcter continental de este impulso descentralizador. Nos I

que, para el perodo en estudio y en el caso chileno, no se ha est

suficientemente.

De esta forma, planteamos como hiptesis la existencia de

yecto confederal, en el contexto de la primera ola liberal, antice

y antiautoritaria, que recorri() Hispanoamrica, en la primera

la revolucin. No se trata, como es natural en la poca, de

maduro ni consolidado; sus defensores muestran muchos cruc


lgicos y politicos. Ms que un grupo organizado, se traia

232
r

Captulo IV junta o triunvirato: La lucha por la representacin en la Patria ruja

fuerza que permea a muchos actores del perodo y que se proyectar, con matices y
circunstancias diversas, por varias dcadas. Estimamos que la revisin de este proyecto
fallido, entendido como un fenmeno histrico en Chile y no como la simple transferencia
de una doctrina extranjera, contribuye a explicar la evolucin poltica en la Patria Vieja.

La das persin regional del poder en los albores del siglo XIX

La imagen de nuestro pais, para los propios chilenos, se ha construido sobre la


autopercepcin de un pais homogneo y unitario. Ideal de-

seado en la etapa de organizacin de la Repblica, esta visin fue promovida resueltamente


desde el nivel central. La historiografia clsica contribuy a esta mirada, enfatizando el rol
fundacional del Santiago

31onial y su protagonismo politico en la emancipacin. La educacin

pblica, los ritos y los smbolos apoyaron la integracin politica desde

lano cultural. A nivel social, el prestigio ascendente de la capital,

DVOCO la emulacin y la migracin de las elites provincianas, atradas

Dr la creciente concentracin de poder poltico y econmico en el cen-

geogrfico del Chile histrico, que se extendia de Copiap a la Fron-

La disonancia que resultaba de la diversidad y la discontinuidad

rfica del pais o de Ias diferencias tnicas, lingsticas o culturales,

descartada como parte de un problema a superar, para alcanzar la

Ida unidad nacional.

nos situamos en los albores del siglo XIX, se nos aparece un cuadro

crente. Los tres espacios geogrficos que finalmente conformaron el

haban tenido desarrollos paralelos, determinados por sus vocacio-

luctivas y sus respectivos centros de poder. El Estado central en

les, no tenia la capacidad para controlar efectivamente el territorio.


i una gran porcin del norte y del sur, ni siquiera tenha presencia. El

minero era una sociedad tradicional, que haca su vida en torno

Rafael Pedemonte, Los acordes de la patria. Msica y nacin en el sido XIX chileno

, Globo Editores, 2008); Luis Valencia Avaria, Las banderas de Chile BACH 63

14-44. Luis Valencia Avaria, Smbolos Patrios (Santiago, Gabriela Mistral,

Soublette, La Estrella de Chile (Valparaso, Ediciones Universitarias de

4); y Paulina Peralta, /Chile tiene fiesta!, el origen dei 18 de septiembre (1810-

, LOM, 2007).

233
ARMANDO CARTES MONTORY

Lin Gobierno de los Pueblos...

a los valles productivos, con escasa comunicacin con la capital.4

el BoBo y ms al sur, por su parte, una sociedad fronteriza, mestiza militarizada, lindaba
con regiones en que la presencia hispanocriolla er

escasa.

445

GROGRAPIIICAL, STATINTICAL, AND DISTOIIICAL MAP DE CDU.

f!1 S 1

Mapa de 1820, que ilustra el llamado Chile histrico, por Henry Charle

& Isaac Lea, Philadelphia, 1823 (coleccin del autor).

Si bien las reformas borbnicas apuntaron a fortalecer la presei

imperial en los territorios americanos, el escaso tiempo de su impler

tacin file insuficiente para alterar la situacin en las provincias p cas. En Coquimbo, a pesar
de las peticiones del cabildo ala COT

Intendencia slo se establecer en 1811, como obra del Primeri

Carlos Keller, El norte chico en la poca de la formacin de la Repblica Chilena de Historia


y Geografia, N 123 (Santiago, 1954-1955).

445 Vase, Patricia Cerda-Hegerl, Fronteras del Sur. La Regin del Bio Bio y la Ar

lena 1604-1883 (Temuco, Ediciones Universidad de la Frontera); y de Gr

Cruz, Concepcin a fines del siglo XVIII (RCHHG, 1920), n 35.


Captulo IV junta o triunvirato: La lucha por la representacin en la Patria Vida

so Nacional. En Concepcin, aunque creada en 1786 con la potente figura de Ambrosio


OHiggins como primer Intendente, en la prctica, en vez de centralizar, sirvi para
contrapesar el poder santiaguino y catalizar una incipiente identidad poltica provincial.
En el resto del continente, segn hemos visto, la situacin no era muy distinta. Contrariando
la visin tradicional de una nacin preexistente, autores modernos sostienen que las naciones
y sus identidades politicas sucedieron a la creacin de pases en el siglo XIX, impulsadas
desde los nuevos Estados.448 Antes de elos, convivan dos centros de poder: los virreinatos
y gobernaciones, por una parte, y las ciudades prin-

cipales, con sus zonas de influencia, por otra. Aunque con frecuencia

coincidieron, como ocurri con Buenos Aires, Lima o Caracas, no fue este siempre el caso.
As, la antigua Audiencia de Charcas, por ejemplo, pugnaba ms por liberarse de Lima o
Buenos Aires, que de la corona

)afiola;449 la ciudad de Cartagena declar su independencia plena45

en el Rio de la Plata, dos provincias, Paraguay y el actual Uruguay,

laron hasta emanciparse plenamente.45

Valentn Letelier, Seciones de los Cuerpos Legislativos de Chile (en adelante, SCL) (Santia-

Cervantes), Vol. I, pp. 92 y 93.

se, Fernando Campos Harriet, Funcionamiento de la Intendencia de Concepcin 1786-

/ (Quito, Corporacin de Estudios y Publicaciones, 1980).

Carlos Chiaramonte, Estado y poder regional: constitucin y naturaleza de

eres regionales, cap. V en Historia General de Amrica Latina, vol. VI, La cons-

[ de las naciones latinoamericanas (Ediciones Unesco/Editorial Trona, 1999),

1 y 149.

Jos Luis Roca, Ni con Lima ni con Buenos Aires. Laformacin de un Estado nacional

i. (Bolivia, Plural editores, 2007).

L informaba La Aurora de Chile, enterndose con ello la opinin ilustrada de la

una provincia americana se bab rebelado sangrientamente, obteniendo


lenda: La Gazeta Real de Londres refiere que los habitantes de la pro-

ita Martha declararon la guerra a Cartagena por que no reconoca la

E Gobierno de Cdiz: que se han dado muchos combates en las filias del

falena, en las que se han construido muchas fortificaciones: que se ha

ma sangre, y que despus de una alternativa de sucesos ya prsperos,

Cartagena se ha declarado independiente, y erigido en Repblica por el

unnime de todos los ciudadanos (N 25, Jueves 30 de Julio de 1812).

uruguayo, Vase, Eugenio Petit Mutioz, Artigas. Federalismo y sobera-


ARMANDO CARTES MONTORY

`Un Gobierno de los Pueblos.

Armas del Estado de Cartagena, 1812.

De esta forma, debemos entender que lo que haba en Amrica e

centros regionales de poder, encabezados por las ciudades principales, cuyos vecinos
notables dominaban el territorio circundante, a travs de encomiendas, haciendas y sus
inquilinos. La economia regional, el poder social y el control poltico seguan esta
estructura radial, en que el Estado tema una muy dbil presencia. Este fenmeno, que
resulta evidente para el caso de las provncias Unidas o de la Gran Colombia, fue
transversal a toda Amrica. Chile no fue ajeno a este fenmeno de dispersin regional del
poder. El poder econmico y social y, en buena medida, la autoridad poltica, se estructur
en torno a tres centros urbanos, desde los orgenes colonia-

les. A la ciudad de Santiago se le fijaron trminos desde el rio Copi hasta el Maule, que
luego se restringieron al Choapa, con la creaci La Serena; al sur del Maule, a la ciudad de
Concepcin y sus vecin le asign el territorio que iba desde aquel rio hasta la difusa Fronte
Durante dos siglos y medio, a partir de estos centros urbanos con poca conexin entre s,
se desenvolvi la vida colonial. Cada cual

na (Uruguay, Universidad de la Repblica); respecto a Paraguay, v, Flix de Descripcin e


historia del Paraguay y del Rio de la Plata (Buenos Aires, 1943) y de Oscar Acevedo, La
intendencia del Paraguay en el Virreinato del Rio de la Plata (Buen Ciudad Argentina,
1996).

452 Maria Teresa Cobos, La divisin poltico administrativa de Chile, 1541-1811 (y~

Universidad Catlica de Valparaso), p. 18.

236
Capitulo IV junta o triunvirato: La lucha por la representacin en la Patria Vida

acentuando su vocacin: incipientemente minera, en el norte; cerealistica en el centro y


agropecuaria en el sur.453 Corregidores, cabildos y vecinos rincipales, ms que las
autoridades centrales del reino o el lej ano moarca, representaban para los habitantes la
cotidianeidad del poder. Esta ra la situacin de las provincias incluida Santiago cuando
ocurren los ventos de 1810, intempestivamente apresurados por la prisin del rey. En la
Patria Vieja, estos debates se -entremezclan con los ya conocilios del perodo, relativos a la
construccin de una repblica de ciudaanos. Es una poca fundacional, de verdadera revolucin
ideolgica y ambio cultural en las elites, que ir permeando a las capas medias y opulares
en los anos siguientes. En esos cuatro anos, dice Rad. Silva

astro, se ensayan nuevas instituciones, en medio de las convulsiones de una transicin de


extraordinaria brusquedad. Su estudio es indispensable para comprender lo que habra de
venir, es decir, la nacin tal como hoy se entiende. Todas las que podramos Hamar
instituciones nacionales, como el Estado poltico formal, el erario nacional, la opinin
pblica o los partidos polticos, concluye Silva Castro, nacen en la Patria Vieja o se
disefian en su seno, embrionarias y toscas.454 Tambin la demanda de un gobierno
representativo, anadamos, constituido con participacin de los pueblos de las provincias.

El cuadro general provocado por los eventos de la pennsula, planteaba

los republicanos chilenos enormes dificultades, en la tarea de construir

nueva nacin. En primer trmino, debieron enfrentar la cuestin de

legitimidad del poder, que deba pasar del monarca al pueblo y del

io a la nacin, soslayando el argumento del origen divino de la auto-

real. En segundo lugar, el ejercicio del poder por el pueblo, segim

cdigos republicanos, planteaba el problema de la imposicin de la

Jdad propia de ciudadanos en una sociedad estratificada y carente

preparacin para el ejercicio democrtico. Estos desarrollos deban

, adems, en un contexto de disensiones de familia, entre carrerinos

es; graves dificultades econmicas y, a partir de 1813, un conflicto

), a la vez civil y externo.

e, Marcello Carmagnani, Les mcanismes de la vie conomique dans une socit colonia-

1 (J odU-1 diU) (1-ans, V.F.L.N., 1973).


1 Silva Castro, Egafia en la Patria Vida 1810-1814 (Santiago, Editorial Andrs

pp. 13 y 14.

237
ARMANDO CARTES MONTORY

Un Gobierno de los Pueblos

La cuestin provincial, por su parte, planteaba varios problemas adi-

cionales; tanto en el plano doctrinario, como en el prtico de la distribucin.territorial del


poder poltico en el nuevo orden republicano. La lgica castellana de los cabildos y los
fueros, importada a Amrica con xito, se ajustaba a la administracin radial de los territorios
por cuerpos colegiados integrados por miembros de las famlias notables.5 Los pueblos
componan el reino y, mediatamente, un imperio que,

recordemos, se caracterizaba por su carcter multicultural. Aunque los cabildos fueron


perdiendo peso durante el siglo XVIII, lo que motiv

su abandono por las elites, lo recuperan con fuerza durante la crisis im-

perial de principios del siglo siguiente. La lgica cabildante y colegiada

de estos cuerpos se ajustaba bien a una poca de confusin ideolgica

convulsin politica.

Las elites criollas, ansiosas de incrementar su poderio, negocian cor

el imperio o con sus provisorios sucesores desde los cabildos y lues

desde juntas gubernativas. Estas buscan reunir la soberania real, qu

representa el Gobernador, la autoridad religiosa y militar, con el pode

social que encarnan los vecinos principales. La Junta que se constituy

en Santiago el 18 de septiembre de 1810, ilustra bien el punto. El

bernador Toro y Zambrano entrega el bastn de mando y es eleg

presidente de la Junta; el obispo es incorporado, pero muere antes

llegar a Chile; varios larraines ocupan un lugar y tambin I,

de la Carrera, cabeza de la otra familia importante de la socie

santiaguina. A Juan Martnez de Rozas, ausente de Santiago et.

la Junta se constituye, pero quien en la prctica luego la presic


le reserva un lugar por diversos mritos y consideraciones: experic

administrativa y claridad ideolgica; prestigio y riqueza de familia, 1

era yerno de Jos Urrutia Mendiburu, uno de los hombres ms ric

reino y, quizs lo ms importante, sus relaciones con el Rio de la :

sus redes familiares y politicas con la provincia de Concepcin,

se concentraba un tercio de la poblacin y el grueso del ejrcito.

4 Franois-Xavier Guerra, Las mutaciones de la identidad en la Ain. ca, en Franois-Xavier


Guerra (editor), Inventando la Nacin, p. 191.

456 Sobre Rozas y su actuacin en la Patria Vieja, Vase, Gonzalo .11.,ubje

Martnez de Rozas, 1759-1813 (Imprenta Cervantes, 1890); Zomba..


Capitulo IV junta o triunvirato: La lucha por la representacin en la Patria Vida

Los eventos y debates del perodo dejan huellas indelebles en los patriotas. Desde la Aurora
de Chile y otros peridicos se promueve la soberania del pueblo y las virtudes de la
ciudadana. La imprenta, la biblioteca y el Instituto Nacional, establecidos en esos mios
febriles, encarnan el afn educativo y moralizador propio de los ilustrados. En fin, una
bandera y una escarapela patriota anuncian un sentimiento incipiente de identidad poltica.
Aunque aparentemente vencidos en Rancagua, algo cambia en los nuevos republicanos de
forma irreversible. La autonomia provisoria de la primera poca se trocar pronto en
aspiracin a la independencia plena. El desafio, en esta fase de la revolucin, era construir
una nacin, dando soberania al pueblo, con las complejidades propias de la inex-

periencia y la carencia de virtudes republicanas. El Estado, cuyos engranajes


administrativos ya operaban con cierta regularidad, sufre las

rbulencias reformadoras de los revolucionarios. Los cambios pro-

icidos en los ltimos anos coloniales y desde 1810 hacan necesario

serie de ajustes en el gobierno y el reparto del poder: entre criollos

ninsulares, entre las elites regionales y las centrales y, sobre todo, en-

quienes promovan los cambios y ejercan una autoridad creciente,

ite a aquellos cuyo poder se dilua, al menos temporalmente. lbdos

procesos requeran una transformacin politica, cuyo desenlace

Ge podia predecir.

, don juan Martnez de Rocas (Imp. Ercilla, 1894); Manuel Martinez Lavn, Biogra-

Martnez de Rozas (Santiago, Imprenta Albin, 1894); Domingo Amuntegui

inditas sobre don Juan Martinez de Rozas, Imprenta Cervantes, 1910; Ar-

heco Silva, El aporte de la elite intelectual al proceso de 1810: la figura de

nez de Rozas, Revista de Historia, Universidad de Concepcin, vol. 8, alio

43-63; Moore, M., Vida del Dr. D. Juan Martnez de Rozas, Revista de

Geografia, n 39, 40 y 41 (Santiago, 1920-1921); D. Amuntegui, Don Juan

de Rozas, Anales de la Universidad de Chile, serie 2, tomo III (1925); Juan


ente, Un Mendocino Abanderado de la Emancipacin Chilena (Mendoza, Talleres

lo dAccurzio, 1940).

ipcin de la adniinistracin prerrevolucionaria y su dislocacin, en: An-

c, Portales y la administracin indiana, en Bernardino Bravo Lira,

ales. El hombre y su obra. La consolidacin dei gobierno civil (Santiago, Edito-

Chile, 1989), pp. 117-146.

U2CI
ARMANDO CARTES MONTORY

Un Gobierno de los Pueblos...

La lucha por la organizacin de un gobierno nacional, en particular,

era cruzada por todos los debates del perodo. De ah que surgieran ejecutivos colegiados y
provisorios, fuertes conflictos regionales y cues-

tiones de familia. Era esperable en un pais que recin estaba plasmando

su voluntad de ser. La dispersin territorial del poder es un factor que,

especialmente, condicion la estructura del gobierno patriota y del mis

mo Estado. Las instituciones y las prcticas politicas, que comenzaba

a configurarse, estn marcadas por las tensiones provinciales. Se confor-

ma, as, el mayor dilema de Chile en la Patria Vieja: la constitucin un gobierno


representativo, que fuese a la vez legtimo y eficaz.

De federaciones y confederaciones

La participacin provincial en la organizacin de los nuevos Estado

en la Amrica hispana, aparece oscurecida por cuestiones conceptuale

no suficientemente esclarecidas. Estas han conducido, en la prctica,

mirar con condescendencia las autonomias locales y los proyectos

derativos, como expresivos de la inmadurez de los pueblos y de la

bilidad inicial del Estado republicano. Es necesario, en consecuenc

desenredar la madeja conceptual, para entender lo que estaba en jue

en la perspectiva de los contemporneos.

, 1 1 c,

.nn ocasiones se nania ae municipausmo- o regionalismo , se

si el alcance es local o provincial, para referirse a las tendencias

trfugas de las provincias. Esta concepcin, sin embargo, supone


Estado preexistente, lo cual, para casos como el de la actual Argent

Puede resultar una falacia.458 La expresin regionalismo, al refer

una fraccin de un todo, oculta que muchas ciudades provinci2

zaban de niveles importantes de autonomia. Algunas de ellas

ejercieron una incipiente soberania, antes de fundirse en los act

pases latinoamericanos.459

458 Vase, Jos C. Chiaramonte, y Nora Souto, De la ciudad a la Nacin. Organiza tica en
la Argentina (Buenos Aires, Capital Intelectual, 2010 y, del mismo autor,

provincias, Estados: Origenes de la Nacin argentina (1800-1846) (Biblioteca del Pensa

argentino, I, 1997).

459 Jos Carlos Chiaramonte, El federalismo argentino en la primera mita

XIX, en: Marcello Carmagnani, compilador, Federalismos latinoamericanos, M:


Captulo IV junta o triunvirato: La lucha por la representacin en la Patria Vida

La voz federalismo, como sistema de organizacin estatal, se ha utilizado de manera


ambigua, para comprender cualquier forma de autogobierno subnacional. Su expresin
moderna ms reconocida, sin duda, se halla en la Constitucin norteamericana de 1787. Su
desarrollo casi contemporneo a los eventos chilenos, lo transforman en un fenmeno
histrico y evolutivo, un paradigma en construccin, sin perjuicio de su sistematizacin
doctrinaria. En esencia, implica que el poder estatal se distribuye en dos niveles
superpuestos, el central o federal y el propio de los estados o provincias. Ambos ejercen
parte de la soberania directamente sobre los ciudadanos.46 Lo ltimo permite distinguirlo
de la confederacin, forma menos profundizada de unin, en la cual se unen estados o
provincias, pero reteniendo el ejercicio directo del poder soberano sobre el pueblo. Fue
tambin el caso de Estados Unidos, en virtud de los artculos de confederacin de 1781, que
luego fueron superados por la Constitucin de Filadelfia, al revelarse las clificultades que
originaba un Estado federal demasiado debi1.461

Sobre la confederacin se citaban experiencias en el mundo antiguo

en Europa, por nuestros primeros publicistas. La federacin, en cam-

io, claramente se conoca a partir del ejemplo norteamericano, muy

indida, al punto que la Aurora de Chile la describe glosando la Consti-

acin de aquel pais. La referencia constante, en esta poca, al sistema

)litico norteamericano, tiene muchas causas, tales como el ejemplo de

isperidad de ese pas, la accin deliberada de sus agentes diplomti-

o comerciales y la influencia doctrinaria de los escritores y pensado-

de esa nacin. Sus autoridades, por lo dems, propiciaban la emu-

cin, aunque sin comprometer sus intereses.462 Se omite, no obstante,

ntina (Mxico, Fondo de Cultura Econmica, 1993).

bre el federalismo y la separacin de poderes, en el sistema constitucional nortea-

Vase, Daniel A. Farber, Wiliam Eskridge Jr., y Philip P. Frickey, Cases and

1 on Constitutional Lazer Themes and materiais for the Constitutions third centug) (St.
Paul,

, West Publising Co., 1993), pp. 773-1026.


Carlos Chiaramonte, El federalismo argentino en la primera mitad del siglo

, p. 773.

Unidos negociaba la compra a Espalla de la Florida, de manera que no que-

Dar su posicin hasta que se concretara la venta. A partir de entonces asume

I ms activa de promocin de sus relaciones con las nuevas repblicas.


ARMANDO CARTES MONTORY

Un Gobierno de los Pueblos...1

en esta enumeracin tradicional, un factor muy relevante para los con-

temporneos. Nos referimos a la manera en que la divisin horizont

de las potestades pblicas, en dos niveles, se acomodaba a la estructi

provincial heredada del Chile indiano. En ste, las ciudades, a travs

sus cabildos y vecinos principales, ejercan una porcin significativa

poder. As ocurria ya con los intendentes y los mismos cabildos. Luq_

la Junta Provincial de Concepcin, establecida en septiembre de I{

se reserv la autoridad, por ejemplo, de asignar empleos civiles y milit,

res; competencia que le es ratificada por la Convencin de 1812, susc

ta entre las provncias de Concepcin y Santiago, aunque no ratificad

En esta perspectiva, la consideracin de la federacin o la confec

racin como una alternativa para la naciente repblica, resultaba na

ral. Esto explica la manera recurrente en que se le invocar, por

dcadas, a partir de 1810. Guando se estudia el federalismo en por el contrario, se le seriala


como contrario a la tradicin geog

e histrica del pais, reduciendo el anlisis a la fallida experienc

1826. Esta visin critica al federalismo se centra en la asociacin

desgobierno existente durante la Ramada anarquia (1823-1K

sido reforzada por la historiografia conservadora, comprometi(

el Estado centralizador, que promovia Diego Portales. Se inst

firmeza en el imaginario chileno con la Historia de Chile de Franci!

Encina, obra que ha alcanzado una gran difusin y mltiples edic El autor, sin entrar en
mayores consideraciones de tipo cultural
nmico, descarta las diferencias provinciales como simples ma

ciones de la envidia de Concepcin al modesto bienestar de Sa

en tanto que diferenciaba a La Serena de Santiago, por el est

sencillo y patriarcal de la primera, en relacin al ms ost

rastacuero de la segunda. Sobre la inviabilidad del federalisr

Chile, es todavia ms duro. Junto con las razones histricas y

cas, aparentemente demasiado obvias para que se detenga a

las con alguna profundidad, atribuye el federalismo a los des,

Jos Miguel Infante y al cerebro aymar (sic) de su mentor I

Aniceto Padilla.

463 Francisco A. Encina Armanet, Historia de Chile (Santiago, Ediciones.i

XVII, p. 171.

242
r

Captulo IV Junta o triunvirato: La lucha por la representacin en la Patria Vida

Ledos desde el presente chileno, relativamente homogneo e integrado, estos textos parecen
justificados, a lo que ciertamente contribuye la pluma desenfadada y la poderosa
capacidad de evocacin de Encina. No reflejan, sin embargo, los diversos ethos
provinciales que se haban incubado en Coquimbo, Concepcin y Santiago. Lo que si es
efectivo es que, para 1820, slo estas regiones del pas reunan las condiciones econmicas,
polticas y culturales necesarias para sostener una adrninis-

tracin propia.

En otro sentido, relacionado con el liberalismo de la primera hora, ieden tambin


explicasse las tendencias federalistas. Aquel movimien-

que impulso los ideales republicanos de nacin, sufragio y derechos

files, fue esencialmente antiautoritario y anticentralista.464 Como una

ola, sacudi las instituciones del Antiguo Rgimen y aliment los

ates de la Patria Vieja. Sus excesos, en trminos de atomizacin del

ler, elecciones de prrocos o democracia directa, en un pueblo toda-

cc 1 1 ,

sin luces m -viam:Les , causo mgopernaomaaa y trajo su aespresu-

La resaca de aquella ola, que tambin recorri Amrica, restaur

norte de la mquina, en la expresin de Portales y nos dej la Mica autoritaria. A partir de


1810, tanto la independencia como el

ismo haban luchado por imponerse. Ambos eran hijos del pri-

.nalismo e igualmente ajenos a la tradicin chilena. Mientras

lcipacin logr consolidarse, el federalismo, en cambio, qued

ipo de los vencidos. Sus estertores, en todo caso, se prolongarn

dcadas; Infante, desde las pginas de su peridico El Valdi-

21, lo promover hasta su muerte.466


senso se construy en torno a la voluntad de construir una

en sentido moderno, representativa por oposicin a la mosic y Eduardo Posada Carb,


Editores, Liberalismo y poder: Latinoamrica en el

Fondo de Cultura Econmica, 2011).

Stuven V, Republicanismo y liberalismo en la primera mitad del siglo

proyecto liberal en Chile?, en: Manuel Loyola, y Sergio Grez, compila-

dos nacionales en el pensamiento poltico y social chileno del sido XIX (Santiago,

I Silva Henrquez, 2003).

ita Maria, Don Jos Miguel Infante, Biblioteca de Autores Chilenos, Edit. iranda, Santiago,
1902). Fragmentos de aquel peridico han sido pu-

eban Valenzuela Van Treek. Infante .v el Wildivinno Federal (Santiam. Edi-

Bolivariana, 2008).

243
Un Gobierno de los Pueblos

ARMANDO CARTES MONTORY

- - pee democrtica. Esta fue ob-

narqua; no as en cuanto a quc jetada por OHiggins, Egaria o Portales, entre otras
importantes figuras

polticas e intelectuales, por no ajustarse al estado evolutivo del pueblo chileno..De manera
que los republicanos chilenos fueron liberales, en cuanto aspiraban a un Estado con
instituciones que garantizaran un control del poder, pero pocos crean en la concesin de
amplios derechos, a una poblacin no preparada a ejercerlos. Por eso abogaron por la
mantencin del poder social en manos del grupo aristocrtico que lo haba detentado
tradicionalmente. Todos crean en un fuerte componente moral en la vida pblica (las
virtudes) y en el efecto moralizador de la religin que compartan. As fue hasta mediados
del siglo XIX, momento en que estos consensos comienzan a resquebrajarse. La
centralizaciOn se estim necesaria para organizar un Estado viable. Deba reconstruirse la
administracin indiana, ya no realista e hispnica, sino que republicana y centralizada en la
capital. Por oposicin, el regionalismo es considerado parte de un falido proyecto liberal.
As,

1 i-nnra_ se ha ledo desde la

la lucha provincial por ei _ historiografia progresista del siglo XX, como un conflicto
social. Luis

. ,._ A do bi fli dnrin de Chile, hablaba de la re-

Vitale, en su Interpretacion mu mau&

f Gabriel Salazar lla

belin de las provincias. avias

, A _ i -.1,1ne (1 R99-1823r y trata los 2

al proceso revomeon ue - siguientes como un proceso revolucionario y


contrarrevolcionario. er

- 1 artesanos y pequerios

Las provncias encarnanan a Iva _

V tifundistas que
nor onosicin a los granaes

-omitaasoCia

en Santiago. Si bien hay algo de ver aaa cii ,. pntrahan ,^mnva de-

la reabiaaG Lu...- I

cin de grupos e intereses, no siemplu - _

4Y-,

_- de 4

1810.

mostramos para el caso de Uoncepcion, ell Ia uvy

roximac

alineamientos ideolgicos, pensamos, predonen a una ap

_ _ T nirospfundas razones cultura

sesgada al campo socioeLuilo.,,,. r___ 3


ti

7 Vase, Luis Vitale, Interpretacin Marxista de la Historia de Chile. La Coloniay

de 1810 (Santiago, Prensa Latinoamericana S.A., 1972), pp 89-133.

nnn 0971 (CantlaQ0, Edit0

468 Gabriel Salazar, Construccin del Estado en Chile (1uvu-1cm

americana, 2005), pp 1J1-5 13.

469 Armando Cartes Montory, Concepcin contra Chile. Consensos y

Egnidios Bicentenario, 2C

tensiones

la Patria Vida (1808-1811) (banuagu,

y89.

33lir ...

20d

Captulo IV junta o triunvirato: La lucha por la representacin en la Patria Vida

histricas y geogrficas en que se funda el regionalismo, as como una lectura ms atenta del
influjo del liberalismo en la poca en estudio, nos llaman a promover una mirada ms
amplia y comprensiva.

Era factible un proyecto federal, en cualquier modalidad, en 1810? La distribucin de


competencias y la articulacin de potestades entre dos niveles territoriales, uno central y
otro estatal o provincial, es esencial a un modelo federal. Su instalacin importa
complejidades administrativas y equilibrios de poder, que no resultan fciles de organizar.
De ah que sean escasos los Estados exitosos en implantarlo y frecuentes, a su vez, los que
exhiben un acusado centralismo, bajo la fachada nominal del federalismo. En Amrica
Latina, hasta este dia, hay varios ejemplos. Una masa crtica de ciudadanos instruidos y
dispuestos a asumir responsabilidades pblicas, as como recursos para sostener una doble
administracin, son las claves de su adecuada implementacin, en pases de mayor desarrollo
relativo. Nada de esto existia en Chile a principios del siglo XIX, como en el resto de las
naciones americanas. Si exhiba el reino, en cambio, una diversidad geogrfica, econmica y
cultural, en sus tres provncias histricas, que originaba un clamor por participacin poltica
desde su identidad territorial. Las elites del sur as lo asu

rninn .
uui porativamente y tambin, a partir de 1820, las

la provincia AP

ienomeno que se proyectara con fuerza rante buena n2rte (IA ei NI-TV

11LA.

En pases como Brasil .

_ u juego tuerzas centrpetas y centrfugas, posterg por largosmultneo de

os mla definicin

delala estructura estatal. En Mxico, la federa cin ner.;,-;A

1,1,:a_

ro v aguimuar

.maa, amenazada por el regionalismo, al derrumbarse el viejo orn novohispano. La


independ en ri 2
nacia necesauna serie de ajustes entre las elites regionales y la nacional, pues los nbios
que se produierr. _ .

yla nacional, pues los que se -

In r- vil en esos anos crticos requeran una transfor-

politica. Las 2nleinn,n,.

uxicrnas, actemas, tomentaron tambin

iacion SMO55 estimulado por la guerra de Indenendenc; 470 P.-, -1

argaen till

, se na advertido que frente a Ias _ - - del anr;

derecho autnomo de los pueblos, la nocin de fede10 rio Bebe

vincularse a tenmenos de disociac:

:in

(11e C:ar

iiilxico F inagnani, compilador, Federalismos latinoamericanos, Mxico, Brasil, Argen-

, ondo de Cultura Econmica, 1993), p. 15.

244

245
ARMANDO CARTES MONTORY

Un Gobierno de los Pueblos...

politica, sino que al contrario, a procesos de unificacin. La federacini

en efecto, era una forma de unir provincias autnomas en un pacto nal

cional.47 En ambos pases, la mayor extensin geogrfica, la diversidad

de actores y sus recursos, tanto como las peculiaridades de sus resped

tivos procesos, culminaron en la opcin por el federalismo. No fue este

el caso de Chile, justamente por las razones inversas: la homogeneidac

de las elites, el corto nmero de actores y el espacio limitado en que

se dieron los eventos el Chile tradicional facilit los consensos.

forma del pas, que coloca naturalmente al centro a la provincia capita

a la cual convergen los recursos y los sujetos provinciales, contribuy

consolidar la estructura centralizada.

Las circunstancias concretas, adems, en que se desarroll el trnsit

republicano chileno, contribuyeron a su opcin unitaria. Mientras el su

fue escenario de la mayor parte de los combates, vio despoblado

rritorio y destruida su economia por la guerra, en el centro, en car

rpidamente se alcanz una relativa normalidad. Questiones de cr(

y capitales, administracin del presupuesto fiscal e impuestos, p( tieron al centro,


nuevamente, beneficiarse del desarrollo minero

norte. Socialmente, se produjo pronto un fenmeno de cooptacin,

atrajo a las lites provinciales. Las violentas disputas interprovinc

en fin, en que se revolvan los pases vecinos, disuadi a las elites

tre ellos al mismo OHiggins de la inconveniencia de dar cabida


pretensiones regionales._

Es probable que de haberse dado una evolucin ms progres

consensuada del proceso de organizacin estatal, en el marco

Congreso u otro cuerpo similar, hubiera podido alcanzarse una

yor descentralizacin regional del poder. Las circunstancias criticas i

la guerra lo hicieron imposible. No puede saberse si la brecha madurez cvica y debilidad


econmica hubiera podido superar

le corresponde a la historia especularlo. Lo que si es evidente

en los inicios del proceso, con los actores y sus recursos intactc

chos instaron con fuerza por la instalacin de una organizacin de

confederal. Sus ideas, aunque no prevalecieron, fueron indudable

consideradas por los intelectuales y los lderes polticos de la

47 Jos Carlos Chiaramonte, El federalismo argentino en la primera rnitad

XIX; en: Marcello Carmagnani, compilador, Federalismos latinoarneriiano.s, p


246
Captulo IY Junta o triunvirato: La lucha por la representacin en la Patria Vieja

iodo ejemplar, as lo muestran, las juntas cvicas que propone Juan

iria o el ejecutivo triunviral, con representacin provincial, que Ca-

ira se ve obligado a ofrecer.

Revisemos, a continuacin, los eventos y textos politicos del perodo,

hablan de la prevalencia de una idea de reparto regional del poder.

Junta queremos?

Los meses previos a septiembre de 1810 estuvieron marcados por el debate sobre la
instalacin de una Junta. El ejemplo espatiol y el ms cercano del Rio de la Plata, que
organiza la suya en mayo, impulsaban al grupo republicano.472 En un contexto tan
convulso, se mezclan motivaciones y justificaciones diversas, sujetas luego a la dinmica de
los

eventos. Unos creen efectivamente estar salvaguardando los derechos

del rey prisionero; aunque nadie lo expresa abiertamente todavia, otros

persiguen el autogobierno y an la independencia. La mayora del gru-

criollo, en todo caso, que se sita en el bando moderado, espera

)tener las ventajas derivadas de una mayor autonomia y del progreso

gnmico del reino.

Tempranamente se suscita la cuestin de la legitimidad que sosten-

r al gobierno que se instaura. La doctrina de la retroversin del poder

1 pueblo, en ausencia del monarca, es la ms recurrida. Se le ha asocia-

a los jesuitas altoperuanos y a los derechos forales espafioles, aunque

tradicin es ms larga y extendida. Otro grupo de los nuevos repu-

Zos recurre, en cambio, a los conceptos de soberania popular, di-

idos por las revoluciones francesa y norteamericana. En la versin

)usseau, se promovia la idea de un pacto social, en desmedro de


lea ms antigua del pacto de sujecin. Cualquiera fuese la doctrina

ecida, surge con fuerza el problema de la distribucin territorial de

)testades pblicas. Hasta la constitucin de la Junta, el cabildo de

haba conducido el proceso, comportndose, en la expresin

Alamiro de vila, Influencia de la Revolucin de Mayo en la revolucin

t de 1810. Trabaios v nmunicarinnia n 9 (1-,a Plata_ Arcrentina_ Univ. Nacional

...,

A, 1960).

247
ARMANDO CARTES MONTORY

Un Gobierno de los Pueblos...

de Amuntegui, como si fuese un Congreso.473 Despus de septiembr

eso ya no seria posible.

La reasuncin del poder por el pueblo, planteaba el problema de definir quin seria este
nuevo depositario de la soberania. En la lgica del Antiguo Rgimen que todavia imperaba,
se le entendia como un conjunto orgnico con estructura corporativa. En las ciudades y los
cabildos se hallaban los actores del poder estatal; por lo mismo, no haba un solo pueblo,
sino tantos como jurisdicciones municipales dominaban el territorio. Recordemos que los
trminos de las ciudades se extendan radialmente en forma extensa. No se impona, todavia,
el concepto de Rousseau de un pueblo abstracto encarnado en la nacin, segn la concepcin
democrtica moderna. En trminos prcticos, significaba que no habra gobierno legtimo si no
se consideraba la voluntad de los pueblos. Los patriotas de la primera hora operaron
desde Santiago y su cabildo, aprovechando la posicin de Martnez de Rozas como asesor del
gobernador. La junta que organizan, siguiendo la lgica corporativa, considera los intereses
militares, religiosos y de familia. Constituida la Junta, obtienen de manera casi forzada el
apoyo de la Audiencia y, mediante emisarios y agentes locales, se aseguran el
reconocimiento en todo el territorio. La Junta fue un indudable avance para los patriotas, en
cuanto favoreci su lucha por el control del reino, obrando ahora desde dentro del
gobierno. Sent las bases, adems, para la construccin de un pueblo soberano, como cuerpo
poltico sobre el cual organizar la naciente repblica. Su establecimiento, sin embargo,
produjo tambin dificultades.

Previamente a su instalacin, los patriotas obraban unidos frente el

poder real, representado por un gobernador muy impopular. Ahora se separaban en dos
cuerpos, el cabildo de Santiago y la Junta, cuyos inte-

reses y visiones no siempre coincidan. Esa disonancia no debe menospreciarse. En las


provincias del Rio de la Plata, por ejemplo, llev a la

disolucin de los cabildos.474 En Chile, el cabildo maniobr para controlar la Junta y luego el
Congreso, con resultados desiguales, pero que

43Miguel Luis Amuntegui, La Crnica de 1810 (Santiago, Imprenta de la RepI

1876), Tomo I, p. 210.

474 Jos Carlos Chiaramonte, El federalismo argentino en la primera mit:

XIX.

Captulo IV junta o triunvirato: La lucha por la representacin en la Patria Vid a


iguraban un inevitable conflicto. Aunque la Junta, adems, se atribua

la legitimidad del poder real, representada por el bastn de mando que entregara el
Gobernador Toro y Zambrano, al asumir la presidencia

simblica del mismo cuerpo, ello ya no era suficiente. La doctrina de la retroversin del
poder al pueblo o, ms bien, a los pueblos exigia el consentimiento del mismo, algo que la
Junta, constituida entre cuatrocientos vecinos de Santiago especialmente invitados, no
podia acreditar. De ah su carcter doblemente provisoria, en cuanto a los derechos del
monarca temporalmente ausente y a la anuencia de los vecinos del reino, que integraban la
nacin.475 El carcter colegiado de la Junta refleja, a su vez, las lgicas propias del Antiguo
Rgimen, que subsistieron largo tiempo. Cuando se busc encarnar el poder poltico de los
criollos, resultaba natural recurrir al ejemplo de los cabildos, que representan el poder
social de los vecinos de una urbe proyectada sobre sus trminos. As bab ocurrido en
Espana y tambin en Quito o Buenos Aires.4 Ejecutivos colegiados fueron una figura
recurrente en Chile hasta avanzada la dcada de los veinte. El primer Director Supremo,
Francisco de la Lastra, asume en 1814, al modo romano, por las necesidades de la guerra.
Si bien Bernardo OHiggins gobern con poderes ilimitados durante los primeros tres anos,
tambin se explica por las circunstancias blicas. No habr presidente de Chile hasta 1826.
En esta forma, la Primera Junta de Gobierno, ingente logro de los patriotas, al cabo de
unos meses queda superada y se disuelve sin que voz alguna se levante para lamentarlo.
La opcin de un ejecutivo
colegiado, con todo, se mantiene vital, pero unida en adelante a la demanda de
representacin provincial.

enata, en efecto, el Acta de instalacin de la Junta Gubernativa: ...resolvieron que

vgase seis vocales que fitesen interinos mientras se convocavany llegavan los Diputados de
todas

)rovincias de Chile para organizar lo que devia regir en lo subsesivo.

Iease, Jaime E. Rodriguez O., La revolucin poltica durante la independencia. El reino de

1808-1812 (Quito, Corporacin Editora Nacional, 2006), y Federica Morelli,

antiguo y el Nuevo Rgimen: el triunfo de los cuerpos intermedios. El Caso

riencia de Quito, 1765-1830, Procesos, n 21 (II semestre, 2004), pp. 89 a 114.

, Oscar Oszlak, Para una historia de lafirmacin del Estado argentino (Buenos Aires,.

Planeta, 2007) y Jos Luis Romero, Len ideal polticas en Argentina (Buenos Ai-

de Cultura Econmica, 1992).

249
ARMANDO CARTES MONTORY

Un Gobierno de los Puebi

Un Congreso prematuro 11

Las lites patriotas del sur, reunidas en clanes familiares, sostenan avanzado ideario. Como
muchos criollos, vean en los eventos de 1

palia la posibilidad de asumir un mayor control del reino y mejorar

situacin. El cambio poltico era la oportunidad de realizar incipient

ideales republicanos e ilustrados. A diferencia de los santiaguinos,

embargo, aspiraban a construir un gobierno representativo, en senti

territorial, compuesto por un congreso, al modo norteamericano y

ejecutiva colegiado. Apostaban tambin a asegurar un espacio de at

noma en el territorio de la antigua provncia de Concepcin.

En una primera etapa, se movilizaron desde dentro del nclec

triota, con relativo xito. Su mayor lder en esta poca, Juan Mar

de Rozas, oper desde Santiago, como asesor del gobernador

Carrasco, segn dijimos y luego como miembro de la Junta. Obtu

la declaratoria de la libertad de comercio y la convocatoria a un cc

greso nacional, dos caros objetivos para el grupo penquista. El pr

ro aseguraba el comercio libre al puerto de Talcahuano, desde dor

pensaban abrir rutas por Antuco y las pampas hasta Buenos Air

segundo favorecia la representacin territorial, muy conveniente a

provincia que posea un tercio de la poblacin. Efectivamente, cepcin de Maule a Osorno


obtuvo 12 de 36 diputados en la

posicin inicial de los distritos. Se abria con eIlo la posibilidad de

evolucin progresiva hacia un gobierno nacional, de eleccin popL


con representacin provincial.

En la prematura instalacin del Congreso, influy sin duda, la vi

de OHiggins, adquirida en sus viajes y lecturas, pero tambin

tertulias penquistas de la familia Prieto. Alli solian concurrir nc

mericanos que llegaban al cercano puerto de Talcahuano y per

can largas temporadas. Angel Prieto defendi como abogado a

Arnaldo Hevel; la fragata Grampus, en que tena inferes, ha

apresada en Talcahuano, en noviembre de 1803 y su carga decor

Este sueco nacionalizado norteamericano fue un verdadero ar

sistema republicano. En esas veladas, OHiggins aprendi, en la

v el testimonio vivo de los bostonienses, como les llamaba

250
Captulo IV Junta o triunvirato: La lucha por la representacin en la Patria Vi4a

Martinez, los beneficios del rgimen republicano y federa1.478 Seria l quien luego
impusiera a Rozas la misin de obtener de la Junta la con-

vocatoria a un Congreso, a imitacin de aquel que se reuniera en Fila-

en 1787, an a sabiendas de los errores pueriles que sin duda

cometeran.479

Las dificultades, en efecto, comenzaron an antes de que el Con-

aso se reuniese. Vulnerando el reglamento electoral aprobado por

Junta, que slo le concedia seis diputados, Santiago eligi doce. Lo

itetior produjo el doble efecto de constituir en el Congreso una ma-

na realista o moderada, a la vez que desequilibraba las relaciones

terprovinciales. Luego de protestas constantes, los surerios, de mayo-

radical, abandonan el Congreso, frustrando la estrategia primitiva

cooperacin y avance progresivo del sistema. Rozas se dirige a

mcepciOn, donde se constituye, e15 de septiembre de 1811, una Junta

wincial y juntas locales, resueltas a defender los intereses provinciales

impulsar la revolucin. Emergia ya el liderazgo de Jos Miguel Ca-

1, sinceramente patriota, pero ms caudillista y menos institucional

el propiciado por el Congreso.

,n diciembre de 1811, Carrera clausura el Congreso. Para justificar-

seriala la falta de un censo adecuado de las provncias, lo que daba

a una representacin distorsionada. Curiosamente, es el mismo

lento que OHiggins invocar para no considerar un Congreso en

)nstitucin que hace aprobar en 1818. Ya en 1812, en el Convenio


iado con Concepcin en nombre de la Junta, a que luego nos refe-

)s, se aceptaba que la reapertura del Congreso deba postergarse

dictacin de una Constitucin permanente, una vez declarada

,pendencia. La representacin con base territorial, sin embargo,

aba instalada y no podia soslayarse. El mismo Carrera, en el Re-

no Provisorio de 1812, ofrece, seguramente con poca intencin

la reunin de un Congreso de Representantes. La junta

convocar una vez ms a un Congreso, pero la reunin y an la

de los diputados de varios partidos no pudo realizarse. En esta

hor Martnez, Memoria Histrica sobre la Revolucin de Chile (Valparaso, marzo

P. 13 y 14.

OHiggins ai-1Jan Mackenna, fechada en Canteras (05.01.1811). Archivo

10 I. p. 68.

251
ARMANDO CARTES MONTORY

Un Gobierno de los Pueblos... 5

etapa, aunque se sentia vivamente la necesidad de legitimar el poder pblico a travs de una
representacin territorial, haba tambin reparos. La dispersin dei poder y la formacin de
facciones, en mitad de la guerr, aparecia como inconveniente e impracticable.

El proyecto de Constitucin de juan Egana

A las pocas semanas de funcionamiento dei Congreso, ste encarga a una comisin la
preparacin de un proyecto de Constitucin para el Estado de Chile. Quien efectivamente
persevera y ejecuta la tarea es Juan Egana. El documento, aunque recin se publica dos
anos despus, da cuenta de la ambigedad de la cuestin de los ciudadanos y la nacin
abstracta, versus la participacin de las provncias, en la radicacin de la soberana y el poder
en el Estado que se organizaba. Las dos ideas fuerza que hemos identificado y que marcan
los debates dei perodo.480 Afirma, en efecto, que La repblica de Chile es una e
indivisible. Luego anade, cruzando la lgica individualista dei ciudadano con la soberana de
Ias provncias: En ninguna ciudad, provincia o lugar, hay ciuda-

danos particulares. Ningn individuo, asociacin o provincia partis

podr hacer peticiones a las magistraturas a nombre dei pueblo gen,

si no tiene esta facultad por la Constitucin (art. 28). La sobe:

se hace residir plenaria y radicalmente, en el cuerpo de ciudadanos, una aparente nacin


abstracta, pero que para representar la repblica se organiza en cuerpos colegiados, las
juntas cvicas. Estas son el

Congreso en que la nacin reserva todo el lleno de su soberana; por

consiguiente, su autoridad es suprema, y sin ulteriores recursos

48). No forman, sin embargo, un cuerpo permanente. Hay una

Cvica Gubernativa, que es nica, para la resolucin de los negocio

dei Estado y Juntas Cvicas Generales (art. 50). Los miembros

primera, se preocupa de aclarar el. texto, residen en la capital (1

ordinariamente debe residir el gobierno, y los dems cuerpos rep:

tantes de la repblica) por evitar las demoras que seran preci:

perjuicio de los negocios pblicos (art. 55).


480 Proyecto de Constitucin para el Estado de Chile, compuesto por don Juan Egaui, in

Comisin nombrada con este objeto por el congreso de 1811, y publicado en 1813 por

Junta de Gobierno, SCL, tomo I, pp. 212 y ss.

252

nnItft ftt

T f.

Captulo IV Junta o triunvirato: La lucha por la representacin en la Patria Vida

El gobierno ya se insina como un triunvirato, pues se compone de tres indivduos, el


presidente y dos cnsules (art. 41). No adscriben, todava, a las tres provncias histricas y se
cuida de dejar instalado el gobierno en Santiago. Siguiendo la lgica roussoniana de l
voluntad general, que rechaza los partidos o facciones, se senala que los candidatos no
deben contar con stos, sino con su mrito, o con la voluntad generalsima (art. 51). El
presidente nomenclatura que tempranamente reaparece aqu, tras la disolucin de la
Audiencia y los cnsules,
seran propuestos en una terna y elegidos por las juntas generales. Para que los que no
residieran en la capital o sus inmediaciones no quedaran privados del derecho de sufragio
en las juntas, podan dar su poder a otros consultores que all vivieran o en sus cercanias.
Los cabildos de las provincias deban proponer al gobierno los sujetos que, va sea en su
provincia o en otras, reputen por dignos de ser ciudadanos consultores. Curiosamente, la
mitad, a lo menos, de estos propuestos deban ser de otras provincias. Lo anterior denota
un intento ingenuo de evitar la formacin de partidos provinciales, que se perciban como
perjudiciales. El estado poltico de la repblica se divida por ahora en tres departamentos,
dependientes del gobierno soberano, conservando, eso s, la ms estrecha dependencia de
las delegaciones provinciales con la soberania, sin perjuicio dei buen orden (art. 173). En
otras palabras, deba considerarse a los representantes provinciales, pero no hasta el punto
de arriesgar el poder soberano del gobierno central. Los tres departamentos seran
Santiago, Concepcin y Coquimbo, por aho-

repite el texto, insistiendo en el carcter provisorio de ia divisin

tonal. En los dos ltimos habra un gobierno politico, militar,

usanza de las antiguas intendencias, en tanto que Santiago seria dei gobierno soberano,
secundado por su propio intendente de

cia, sin perjuicio de las facultades de los cabildos. Anticipando el

smo de las juntas provinciales, que Concepcin establecer en

lembre de 1811, la Constitucin prevea su formacin en la cabece-

cada provincia. Deba integraria eljefe de ia provincia, el cura de

cera, o el obispo si lo hubiese, los dos alcaides y otros funciona-

;i Se procuraba el control poltico dei territorio, en consonancia

tradicional dispersin geogrfica dei poder.

253
ARMANDO CATES MONTORY ” Un Gobierno de los
Pueblos...’

etapa, aunque se sentia vivamente la necesidad de legitimar el pode

pblico a travs de una representacin territorial, haba tambin repa

ros. La dispersin del poder y la formacin de facciones, en mitad de

guerra, aparecia como inconveniente e impracticable.

El proyecto de Constitucin de yuan Egaria

A las pocas semanas de funcionamiento del Congreso, este encarga

una comisin la preparacin de un proyecto de Constitucin para Estado de Chile. Quien


efectivamente persevera y ejecuta la tarea

Juan Egaria. El documento, aunque recin se publica dos anos despues

da cuenta de la ambigedad de la cuestin de los ciudadanos y la nacin

abstracta, versus la participacin de las provincial, en la radicacin

la soberania y el poder en el Estado que se organizaba. Las dos ide

fuerza que hemos identificado y que marcan los debates del perodo.

Afirma, en efecto, que ” La repblica de Chile es una e indivisible” . Lue-

go afiade, cruzando la lgica individualista del ciudadano con la sobera

nia de las provincias: ” En ninguna ciudad, provincia o lugar, hay ciuda

danos particulares. Ningn indivduo, asociacin o provincia particular,

podr hacer peticiones a las magistraturas a nombre del pueblo general, si no tiene
esta facultad por la Constitucin” (art. 28). La soberania se hace residir ” plenaria y
radicalmente” , en el cuerpo de ciudadanos, una aparente nacin abstracta, pero que
para representar la repblica se organiza en cuerpos colegiados, las ” juntas cvicas” .
Estas son ” el

Congreso en que la nacin reserva todo el Reno de su soberania; por consiguiente, su


autoridad es suprema, y sin ulteriores recursos” (art. 48). No forman, sin embargo, un
cuerpo permanente. Hay una Junta Cvica Gubernativa, que es nica, ” para la resolucin de
los negocios
del Estado” y Juntas Cvicas Generales (art. 50). Los miembros de la primera, se preocupa
de aclarar el texto, ” residen en la capital (donde ordinariamente debe residir el gobierno,
y los dems cuerpos represen-

tantes de la repblica) por evitar las demoras que seran precisas con

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pci juitau uc 1UN negutatm puunt...ob JJ).

4” Proyecto de Constitucin para el Estado de Chile, compuesto por don Juan Egala,
miembro de la

Comisin nombrada con este objeto por el migres() de 1811, y publicado en 1813 por orden
de

Junta de Gobierno, SCL, tomo I, pp. 212 y ss.

252
Captulo IV junta o triunvirato: La lucha por la representacin en la Patria Vida

rEl gobierno ya se insina como un triunvirato, pues se compone de tres individuos, el


presidente y dos cOnsules (art. 41). No adscriben, todavia, a las tres provincias histricas y
se cuida de dejar instalado el gobierno en Santiago. Siguiendo la lgica roussoniana de l
voluntad general, que rechaza los partidos o facciones, se sefiala que los candidatos no
deben contar con estos, ” sino con su mrito, o con la voluntad generalisima” (art. 51). El
presidente nomenclatura que tempranamente reaparece aqui, tras la disolucin de la
Audiencia y los cOnsules, seran

lkr

propuestos en una terna y elegidos por las juntas generales.

Para que los que no residieran en la capital o sus inmediaciones no quedaran privados dei
derecho de sufragio en las juntas, podan dar P su poder a otros consultores que all
vivieran o en sus cercanias. Los cabildos de las provincias deban proponer al gobierno los
sujetos que, ya sea en su provincia o en otras, reputen por dignos de ser ciudadanos
consultores. Curiosamente, la mitad, a lo menos, de estos propuestos deban ser de otras
provincias. Lo anterior denota un intento ingenuo de evitar la formacin de partidos
provinciales, que se perciban como perjudiciales. El ” estado poltico de la repblica” se
dividia ” por ahora” en tres departamentos, dependientes dei gobierno soberano,
conservando, eso si, ” la ms estrecha dependencia de las delegaciones provinciales con
la soberania” , sin perjuicio dei buen orden (art. 173). En otras palabras, deba considerarse
a los representantes provinciales, pero no hasta el punto de arriesgar el poder soberano dei
gobierno central. Los tres departamentos seran Santiago, Concepcin y Coquimbo, ” por
ahora” , repite el texto, insistiendo en el carcter provisorio de la divisin territorial. En los
dos ltimos habra ” un gobierno poltico, militar” , a la usanza de las antiguas intendencias,
en tanto que Santiago seria sede dei gobierno soberano, secundado por su propio
intendente de provincia, sin perjuicio de las facultades de los cabildos. Anticipando el
mecanismo de las juntas provinciales, que Concepcin establecer en septiembre de 1811, la
Constitucin prevea su formacin en la cabecera de cada provincia. Deba integraria el jefe de
la provincia, el cura de la cabecera, o el obispo si lo hubiese, los dos alcaides y otros
funcionarios. As se procuraba el control poltico dei territorio, en consonancia con la
tradicional dispersin geogrfica dei poder.

253
ARMANDO CARTES MONTORY

” Un Gobierno de los Pueblos...1

Las solemnidades previstas para la promulgacin de la Constitucin,

que deba publicarse en la cabecera de las provincias, reafirman la lgica provincial de la


representacin, a la cual no es posible sustraerse. En especial en la jura de los diputados, a
pesar de las disposiciones que buscan atemgerarla. Cada diputado deba pronunciar la
siguiente frmula: ” La provincia de N., por mi representacin, iyo personalmente juramos
a la presencia del Ser Supremo, i prometemos, con la vida i honor de sus habitantes, a la
repblica soberana que guardaremos, defenderemos i obedeceremos la Constitucin
presente.” Desde las ciudades, organizadas en juntas cvicas generales, se estructuraba el
poder estatal. De acuerdo al proyecto de Constitucin, aquellas ciudades o villas que
tuvieran un instituto educativo, una fbrica o un puerto tenan derecho a establecer su junta.
Las provincias entonces existentes tendran ” derecho de junta y sufragio interino” (art.
192). Otras podran formarse si establecan tales institutos, incluso recurriendo a un parcial
apoyo de la tesorera de la repblica. Se dotaba, as, de un rgano poltico de base territorial a
las villas y ciudades y, radialmente, al rea circundante. Operaban todavia, como se
aprecia, en el proyecto de Egafia, las lgicas corporativas del Antiguo Rgimen. Se
imaginaba una repblica de vilas encabezadas por juntas electoras, antes que de ciudadanos
y de sufragio universal.

Bernardo O’ Higgins de federalista a unitario.;

Por ms que se relativice el papel de los personajes en los procesYhistricos, es imposible


sustraerse a la figura de O’ Higgins, su accin y su ideario, si aspiramos a una comprensin
cabal de las luchas de in-

dependencia. En la dcada previa a 1810, fue un activo promotor del

separatismo y los ideales ilustrados, honrando un compromiso asumi

do en Europa, con la logia de Cdiz y con su maestro Miranda.” ’

desplazaba entre su casa de Chilln, su fundo de las Canteras, la villa

de Los Angeles y las tertulias de sus amigos de Concepcin. Mantena

correspondencia con activistas de Santiago y Buenos Aires. En ms

1111~. ” mai

lei aiSe I,.

481 ” Influencia del maestro sobre el discpulo: el papel de Miranda y O’ Higgins en


singularidad del caso chileno.y de su gobernabilidad” , Christian Ghymers, en: Semi,

rio Internacional Francisco de Miranda y Bernardo O’ Higgins en la emancipacin


hispanoamerici

(Santiago, 2003).

254

Capitulo IV junta o triunvirato: La lucha por la representacin en la Patria Vida

una ocasin estuvo a punto de caer preso por sus actividades. Cuando lleg la hora de la
revolucin, era natural que asumiera un liderazgo. Ya haba sido subdelegado del Laja,
alcaide de Chilln y regidor en Los Angeles, sin aceptar jams nombramiento de los
espafioles, segn deca, cuando fue elegido unnimemente y por adamacin diputado por la
ltima vila, para el Primer Congreso Nacional. A estos cargos de connotacin local, debe
afiadirse el de intendente de Concepcin, conferido por la Junta Gubernativa, en marzo de
1814. Como representante angelino ante el Congreso, en la lgica del Antiguo Rgimen del
mandato imperativo, elabor ingenuamente una lista de peticiones locales, que el Congreso
jams discutiria.482 En fin, por sus amistades con los Prieto y con Luis de la Cruz, quienes
viajaron a Buenos Aires por Antuco en 1806, buscando potenciar el desarrollo econmico
de la provincia, podemos presumir en el, inicialmente, una lgica regional. Esta siempre
debi convivir, en todo caso, con su visin americanista, que le comprometia a llevar
adelante
un plan continental. En esta temprana poca, ve en el federalismo el camino para Chile.
Personalmente tradujo y luego distribuy la Constitucin norteamericana.483 La experiencia
exitosa de prosperidad de la repblica del norte lo seduce. Parece, adems, una buena forma
de dar salda a las tensiones provinciales y de distribuir justamente el poder. En las clusulas
del convenio de 1812, a que nos referiremos, que personalmente negoci, ha quedado
plasmado su pensamiento a1 respecto. Con los anos, va matizando su visin, pero todavia
en 1819 parece adherir al modelo federal. Consultado por W.G.D. Worthington, el
representante de Estados Unidos, si pensaba instalar una especie de monarquia, contesta,
sin vacilar, que Chile se proponia un sistema republicano federar” ,

(r,

dil~h

482 E1 documento est publicado en el tomo I del Archivo O’ Higgins, pp. 149 y 150;
proviene de la Coleccin de manuscritos de don Diego Barros Arana, vol. 3. Vase, Fernando
Arrau Corominas, El diputado Bernardo O’ Higgins en el Congreso de 1811 (Santiago,
Ediciones Biblioteca del Congreso Nacional de Chile, 2009).

” En carta a Jos Maria Benavente, de fecha 13 de febrero de 1811, mostrando su


conocimiento, citaba textualmente el artculo 30 de la Constitucin de Estados Unidos,
referido a las elecciones de representantes y al derecho a voto (Archivo O’ Higgins,

l’ onlo I, pp. 162-164).

Fernando Durn V, ” Ideas politics de Bernardo O’ Higgins” , Revista Atenea N 38

ncepcin, Universidad de Concepcin, Segundo Semestre 1978), p. 193.

255
7

9~

ARMANDO CARTES MONTORY ” Un Gobierno de los


Pueblos

pero eso si, evitando copiar el sistema federal de Estados Unidos.” ’ En los anos
siguientes, el espectculo de la descomposicin politica y las guerras intestinas de las
provincial trasandinas, le lleva a revisar su juicio.486 As, propondr en la Constitucin de
1822, siguiendo el modelo trances, la divisin del pas en departamentos, para asegurar un
mayor control politica” ’ Luego de su abdicacin, con un criterio a la vez progresista y
autoritario, propio de su formacin ilustrada, se persuade de

la necesidad de un gobierno fuerte y unitario, en esa hora, en razn de

las condiciones morales y la situacin general del pais.

Un triunvirato para un pas tricntrico

En aquel tiempo y en una sociedad estratificada como la chilena de la poca, era difcil
pensar en establecer autoridades elegidas popularmente. De ah que la institucin de
ejecutivos colegiados lleva a la cuestin de la lgica de su integracin, esto es, cmo se
designaban y a quin representaban. Lo mismo ocurra con la incorporacin orgnica del
poder regional al gobierno central. En el antiguo reino de Chile, la autoridad se
centralizaba, tradicionalmente, en los oficiales reales. Estos, encabezados por el
Gobernador y la Audiencia, solan ser cooptados por las principales familias santiaguinas,
en especial antes de las reformas borbnicas.488 A partir de 1811, la incorporacin de la
incipiente burguesia minera del norte y de la aristocracia militar del sur

4S5 Teodorico Bland, ” Descripcin Econmica y Poltica de Chile en el Afio de 1818” ,


traduccin de Domingo Amuntegui Solar, Anales de la Universidad de Chile, 2da. Serie,

4 Trimestre, Afio IV, Establecimientos Grficos ” Balcells & Co.” , Santiago de Chile,

1926.

486 En carta a Miguel Zafiartu, refirindose a la situacin trasandina, sostiene:

posible que se hayan vuelto locos esos hombres? Tengo entendido que si ese fana

federal (impracticable en todos los tiempos y mucho ms en el estado presente),

desaparece luego, restableciendo la unidad del gobierno, fijar el tirano espafiol


cetro en esas provincial dislocadas e inundadas por la barbarie ms desenfrenada”

(cit. en Fernando Durn V, ” Ideas politicas de Bernardo O’ Higgins” , Atenea).

487 Maria Carolina Sanhueza, ” La primera divisin politica-administrativa de


1811-1826” , Revista Historia, n 41, vol. II (julio-diciembre 2008), p. 458.

488 Wasejacques A. Barbier, ” Elites and Cadres in Bourbon Chile,” Hispanic Ar

Historical Review, 52 (Aug. 1972).

’ 256
Captulo IV junta o triunvirato: La lucha por la representacin en la Patria Vida

ya no podia esquivarse. Este es uno de los descalabros que provoca la repblica y que
tomar dos dcadas superar. En la primera junta, constituida en septiembre de 1810,
operaron las lgicas corporativas tradicionales, cuidndose slo de excluir al grupo realista.
Los surefios staban implicitamente representados por Juan Martnez de Rozas, quien tema
diversos ttulos para asumir una vocalia. Luego de asumir en la prctica la presidencia, logra
eficazmente y ” contra la oposicin violenta de la mayora de la junta” , segn anota
O’ Higgins489 los objetivos de los surefios, esto es, la libertad de comercio y la
convocatoria a un Congreso. El tercio de diputados que correspondera al sur, se ve
disminuido, segn hemos visto, por la duplicacin por Santiago del nmero de sus
representantes; situacin que tensiona enormemente a ese primer parlamento y genera
protestas constantes. Pronto la cuestin provincial se hace explicita. Surge, en agosto de
1811, la idea de generar una Junta Ejecutiva, compuesta de tres miembros, para el despacho
ms eficiente de los asuntos administrativos. El Congreso, desconociendo la lgica de la
separacin de poderes, asigna a este ente muy pocas facultades.499 Ello se comprende, en
todo caso, pues se ha desprendido del mismo Congreso y debe a este su poder y

En la designacin de los vocales se plantea la cuestin provincial.

Manuel de Salas, diputado por Itata, plante que al estar Chile ” dividi-

en dos grandes provincias, administradas con cierta independencia

5.cproca” , desde el establecimiento de la Intendencia, en 1785, ” de-

)ian respetarse los derechos adquiridos” por la provincia de Concep-

:in, dando a esta una conveniente representacin en el Poder Ejecuti-

vo. Propona que dos vocales fueran elegidos por los treinta diputados

la provincia de Santiago y el tercero por los doce diputados de la pro-

rocia de Concepcin. Agustin Vial, diputado de Valparaso, del grupo

ldical, apoy la proposicin y la llev todavia ms lejos. Recordando el

itiguo proyecto de crear una tercera provincia, con la denominacin

Coquimbo, en los distritos del norte, propuso que los diputados de

sos partidos, eligieran un vocal en forma separada, al igual que Con-

pcin y Santiago.

’ 9 Archivo O’ Higgins, tomo I, p. 68.


Diego Barros Arana, Historia General de Chile, tomo VIII, pp. 269 y 270.

257
ARMANDO CARTES MONTORY ” Un Gobierno de
los Pueblos..

La mayora del Congreso, de tendencia moderada, rechaz el meca

nismo propuesto, el cual habra permitido, en la prctica, la incorpc

racin de Martnez de Rozas a la Junta. Tanto su radicalidad como

investidura provincial provocaban escozor. Se lleg, incluso, a ofrecer

los penquistas cualquier representante que no fuese Rozas, pero estos lc

rechazaron. Se produce, as, el quiebre del Congreso, abandonando lc

radicales sus asientos. La mayora realista y moderada impone la fuerza

de su nmero y designa a los tres integrantes de la junta ejecutiva. Nc

minalmente, a lo. menos, se sentir obligada a nombrar a uno por cac

provincia. Con la disolucin de esta Junta por Carrera, que es reempla

zada por la que l presidiria, desaparece el primer ejecutivo ” represer

tativo” de las provincial; no as la necesidad de respetar, aunque fues

retricamente, una distribucin territorial del poder. La legitimidad de

gobierno, en esta poca, est asociada a la idea de la representack

provincial, en un ejecutivo triunviral.

Carrera y la Junta Provincial de Concepcin

En el golpe de estado del 15 de noviembre de 1811, Jos Miguel Carrera obtuvo del
Congreso la concesin de sendos grados militares para sus hermanos, as como el mando de
los principales cuerpos armados de la capital.49’ Tena ya la fuerza para asumir la
dictadura en Santiago. Sabia, sin embargo, que su poder no duraria si no neutralizaba a los
surefios, que apoyaban al Congreso que l planeaba clausurar. De ah que constituyera una
nueva Junta, con l a la cabeza, pero que consideraba sendos representantes por las
provincias del norte y del sur. El acuerdo del Cabildo Abierto reunido en Santiago el 16
de noviembre, a instancias de Carrera, reconoce la necesidad de la representacin regional
como base de la legitimidad del poder. Expresa, en efecto, el acta respectiva: ” 1 Que
debiendo ser el poder ejecutivo representativo, se nombren por vocales, de la parte
meridional, a don Juan Martnez de Rozas; por la del centro, a don Jos Miguel Carrera; por
la parte septentrional, a don Jos Gaspar Marn.” 492 Rozas rechaz la designacin, por temor
a ser aprehendido en cuanto negara a Santiago y porque ya veia

491 SCL, tomo I, pp. 187 y 190. 492 SCL, tomo I, p. 187.

258
Captulo IV Junta o triunvirato: La lucha por la representacin en la Patria Vija

fracasada la estrategia de operar desde la capital para la construccin de un gobierno


representativo. El mismo Carrera as lo reconoce en

su Diario.493 Por Concepcin asumi, finalmente, Bernardo O’ Higgins, aunque con


muchas reticencias, en forma provisoria y con consulta a su provincia. 11111 Copado el
poder por la fraccin patriota encabezada por Carrera, es interesante que surge con fuerza,
con la incorporacin de Coquimbo, la lgica triprovincial como base del poder, que
subsistiria por dos dcadas. La invitacin a Rozas, a su vez, con nimo de arrestarlo a pesar
del comn patriotismo, revela las pretensiones hegemnicas de Carrera y la provincia
central. En el manifiesto en que Jos Miguel Carrera justifica la disolucin del Congreso,
asume la representacin de Santiago, como provincia, frente a sus ” hermanas” , que en
conjunto conforman el reino. Prueba que estas provincias, como colectivos, eran
estimadas como los sujetos del proceso de organizacin de Estado. Su intencin era validar
el gobierno desde y por la provincia central, en razn de la ” justicia” y buenos propsitos
de sus integrantes. As, comienza su justificacin seflalando: ” ...Santiago presenta a una
disertacin racional el plan de sus obras. No se prevenga el espritu con odio, i la reflexin
decidir el acierto” . Se refiere luego a la clausura del Congreso: ” ... Sus provincias iban
infeliz e inocentemente a su mina. Pero Santiago, a quien nada desvela como la felicidad
general e individual de sus hermanos, hizo reflejar el dia dos de diciembre el lucero de la
justicia i de la razn sobre los derechos de la patria” . Asumido el poder en la capital,
necesita ahora sumar a las provincias en apoyo del sistema y del gobierno central:

” Fue extraordinaria la generalidad de los vivas, i sin excepcin el contento pblico. Tuvo
ventaja notable el partido del buen sistema. Santiago reposa

en el lleno de su tranquilidad; i solo le falta uniformar las ideas de las dems

provincias del reino, para que, como hermanas, le ayuden en esta empresa y lleguen juntas
al cabo de la obra.” 494

3 Rozas, dice Carrera, ” trat de hacer representativo el Gobierno Superior y gestion

Dbre el particular al Congreso” (Diario del Brigadier General Jos Miguel Carrera
Verdugo

ersin facsimilar) (Santiago, Edimpres, 1986), tomo I, p. 14.

4Manifiesto de don Jos Miguel Carrera, en 4 de diciembre de 1811, en el atai justifica la

del Congreso, SCL, tomo I, pp. 197-199.

259
ARMANDO CARTES MONTORY

” Un Gobierno de los Pueblos...’

Rozas, mientras tanto, haba optado por marchar al sur y reconsti-

tuir el poder regional, en defensa de las instituciones representativas y de los intereses


provinciales. En septiembre, en una numerosa asamblea a que concurrieron los principales
vecinos, se instai() la Junta Provincial

de ConcepciOn.495 Desde alli enfrentaria el perodo ms lgido de las

tensiones civiles.

La estrategia de Carrera, en cuanto a incorporar representantes provinciales a un gobierno


nominalmente colegiado, queda pronto supe-

rada. Las fuerzas del sur se movilizan en defensa del Congreso y de

modelo de representacin territorial. As lo hacen saber en un oficic

dirigido por la Junta Provincial de Concepcin a la Junta de Gobiernc que preside Carrera.
Oponen la capital a los habitantes de las provinci

y rechazan el atentado contra las instituciones representativas:

” Se ha credo acaso en esa capital que los habitantes de las provincias son hom-

bres sin derechos que deben ceder ciegamente a la rabia de sus facciones i a lc

caprichos de la ambicin; mas este es un enggio.

Los pueblos ya piensan; los pueblos saben medir, pesar i estimar la tendencia

la justicia, la importancia, el mrito de las acciones i sucesos; i, alejados de

humo i de los prestijios de las pasiones i partidos, juzgan con imparcialidad

con desinteres. Es verdad que ellos sufren los males de la patria mientras que

son llevaderos, antes de resolverse a hacerse justicia por si mismos” 496.

A estas alturas, para los surefos era inaceptable la constitucin de

un gobierno sin representacin provincial, como el hecho de habrsele

designado un vocal sin consultarlos:


” La provincia de la Concepcin, que nada mas desea que la tranquilidad i el orden, tan
interesante a los progresos del sistema, solo se convino en el nom bramiento de vocal que
hizo por ella ese vecindario (Santiago), sin que tuviesj ni sus poderes ni su representacin...
para evitar los males de la divisin i d la anarquia” .

495 La Junta qued formada por cinco vocales, presididos por Pedro Jos Benavente, e
integrada adems por Luis de la Cruz, Rozas, Bernardo Vergara y Manuel Vsquez de
Novoa. ’ Acta de los acuerdos del vecindario de Concepcin, reunido en Cabildo Abierto en
5 de septiembre de 1811” , SCL, tomo I, p. 79.

496

U.L. tomo I, p. 205.

260
Captulo IV junta o triunvirato: La lucha por la representacin en la Patria Vieja De la
misma manera, resultaba imprescindible la subordinacin de

fuerza armada al poder civil, reflejado en el Congreso.497 Concluan

declarando, sin ambages, su voluntad de marchar militarmente bacia

Santiago, de ser necesario. Carrera levanta regimientos, desplaza tropas

y cierra la frontera del Maule. Simultneamente, para panar tiempo, despliega una
estrategia de negociacin, nombrando a O’ Higgins como su representante. La buena fe del
angelino y sus relaciones en el sur le permiten Regar a un buen entendimiento con la
provincia de Concepcin, representada por el abogado Manuel Vsquez de Novoa. Alcan-

zan un compromiso, que se conoce como la Convencin de 1812.

La Convencin refleja la situacin del reino en esa hora, que se re-

sume en la existencia de dos ncleos de poder. Es una pieza notable

para el estudio de la evolucin de las ideas polticas, en la temprana repblica, pero que no ha
trascendido por el fracaso de la negociacin interprovincial en que se gestara.498 Es una
especie de constitucin provisoria, pues se pronuncia sobre el origen del poder y su ejercicio,
asignando a las provncias el carcter de sujetos de la construccin estatal. Consignemos que,
de manera notable, la libertad de imprenta, una de las ms ardientes aspiraciones de la
poca, figura por primera vez en esta convencin.499 Conviene conocer su contendo, pues
manifiesta un avanzado ideario, propio de los dos surefios que lo redactaron y de su

icleo de apoyo.

” Poda hacerse con legalidad, se preguntan, lo que no se hacia con libertad?

podian tenerla, ni el pueblo, ni las autoridades en medio de las bayonetas i de

mechas de los cafiones? Poda haberla en las deliberaciones que emanaban de peticiones
de la fuerza armada? Las tropas son esencialmente obedientes, i no

deliberan sino en union de la masa jeneral de los ciudadanos. Desde que se separan un

punto de este principio, ya se constituyen en formal rebelin, i el insulto que hagan a

1 representacin nacional, lo hacen menos a las personas de los representantes que a

> provincias que representan” (...) ” La capital, sin la unin i fuerza de las provincias,

in cuando este de acuerdo, no es omnipotente i, para conocerlo, no se necesita de


acho estudio.”

1 La Hamada Convencin de 1812 o Captulos de avenencia entre Santiago y Concepcin, de


13

enero de ese afio, puede leerse en Melchor Martnez, Memoria histrica sobre la Revo-

n de Chile, tomo II, pp. 57-59.

’ Alberto Cumming, ” El Reglamento Constitucional de 1812” , Revista Chilena de His-

zy Geografia, t. V, N 9 (1913), p. 227.

261
ARMANDO CARTES MONTORY ” Un Gobierno de los
Puebb

La Convencin de 1812

Hallndose el ejrcito del sur y el ejrcito ” de observacin” que levantl Carrera en la frontera
del Maule, durante el verano de 1812, se produjo

una tensa negociacin, que concluy con la firma de un documento,

por los plenipotenciarios de ambas provincias.

A la negociacin, que se produjo en Concepcin y se firm all el 12 de enero, concurri por


esta provincia el licenciado Manuel Vsquez

de Novoa, vocal, a su vez, de la Junta de Concepcin. Bernardo O’ Hi-

ggins, segn dijimos, como ” Vocal del Poder Ejecutivo” , acept representar a Carrera. En
los mismos dias, este remitia a su padre Ignacio

Carrera, a quien nombrara Comandante del Ejrcito de Observacin situado en Talca, 20 mil
pesos, ” dos pitos, dos tambores” , seis mil balas, dos quintales de plvora y ” mil lanzas y
dos mil machetones” . Se ve que

tena poca confianza en el resultado pacfico de las negociaciones. Las dos partes
coincidian en los objetivos del acuerdo, que eran res-

taurar la fraternidad entre las provncias y asegurar la marcha del ” sis-

tema” , es decir, del proceso revolucionario. Con avanzada claridad, el documento


sostenia: ” En ningn evento se reconocern las Cortes, la Regencia o cualquier otro
Gobierno que se instituya en Espaila” , salvo el improbable regreso de Fernando VII. Y an
en este caso se sostendra siempre la libertad de comercio, la provisin de empleos por
naturales del pas y se tomaran las providencias para que el pas no quedara expuesto
” como en lo pasado” , a los horrores del despotismo y la arbitrariedad. Perdida la Esparia
a las armas francesas, a todo trance se declararia la independencia. Notable afirmacin, por
primera vez contenida en documentos pblicos de esta importancia... an cuando se acord
mantenerla reservada por el momento. Con una mirada moderna, se haca residir la
” Autoridad Suprema” , esto es, la soberania, en el ” pueblo chileno” , entendido como
uno solo; afirmacin que luego se condiciona al respeto de las prerrogativas provinciales.
Contradiciendo, en efecto, la nocin abstracta de la soberania popular radicada en la Nacin,
el artculo 16 sefiala que el pueblo de cada Provincia la tiene en su propio territorio. Su
corolario natural y

rotundo es que ninguna Provincia ” tiene derecho para exigir de la otra sumisiones y
deferencias perjudiciales, hijas de la tirania” . He aqui la
soberania de los pueblos.

262
Captulo IV Junta o triunvirato: La lucha por la representacin en la Patria Vida

La Convencin iba an ms all, en la consideracin de las Provincias como sujetos de la


construccin estatal. Justificaba su unin en la mutua conveniencia y reconoca el derecho a
defensa de la provincia que fuere atacada. En tal caso, se estableca el derecho a solicitar
auxlios: una clusula seguramente impuesta por los penquistas, pensando en un eventual
apoyo de Buenos Aires. Si llegase el punto de declararse una guerra entre las provincias,
deca el convenio, revelando el nivel que haban alcanzado las tensiones, se procederia
” por el orden, estilo y pasos preliminares que prescribe el Derecho de Gentes, y han
adoptado las naciones cultas de Europa” . Esta referencia al Derecho Internacional de la
poca es muy interesante, pues alimenta las tesis que sostienen que las provincias
resultantes de la desintegracin del imperio espafiol operaban como verdaderos Estados
independientes.50 As obraban, en la prctica, varias provincias trasandinas, firmando
tratados y nombrando plenipotenciarios e incluso una de ellas, Jujuy, declar su
independencia plena.” ’ Si bien la Convencin reafirmaba la unidad del naciente pais, sus
disposiciones contienen el germen de una organizacin confederal. La reinstalacin de un
Congreso quedaba postergada hasta la dictacin de una Constitucin permanente. ” En el
entretanto, dice el artculo cuarto, el Gobierno del Reino ser provisional y representativo
en todo sentido, y se compondr de Ires Vocales que elegirn y nombrarn el uno la
Provincia de Santiago, el otro la de Concepcin, y el tercero la de Coquimbo...” En la
misma lgica confederativa, los Vocales seran elegidos poria Asamblea de todos los
partidos de cada provincia, reunida en las respectivas capitales. A falta de Congreso, los
pueblos de las provincias podran nombrar procuradores ante el Gobierno central, o bien
hacer representaciones por medio de las Junta subalternas, o de los Cabildos. Quedaba
pendiente resolver sobre el establecimiento de un ” Senado provisional permanente” , pero
que en todo caso deba componerse de seis individuos nombrados por las tres provincias, a
razn de dos por cada una.

Soo Antonio Annino, ” Soberanias en lucha” , en: Franois-Xavier Guerra (editor),


Inventando la Nacin, p. 163.

501 Jos Carlos Chiaramonte, ” El federalismo argentino en la primera mitad

del siglo XIX” .

263
ARMANDO CARTES MONTORY ” Un Gobierno de
los Pueblos..

puestos, tratados, aumento de tropas, entre otras importantes materias, requeriran su


acuerdo. El gobierno provisional, que presidia Carrera, slo seria reconocido hasta que se
eligieran los vocales de las provincias. Concepin, en cambio, hasta la dictacin de la futura
Constitucin en el evento de la plena independencia retendra la capacidad de proveer los
empleos civiles y militares de la provincia; para, luego de aprobada aquella, recogerse a las
atribuciones propias de las Intendencias. Como se aprecia, el Acuerdo adoleca de las
dualidades propias de una poca de cambios. Afirmaba la soberania popular, pero radicada
en los pueblos de las provincias. El poder correspondia a las antiguas ciudadesprovincias,
a travs de los representantes elegidos por cada una, que conformaran la Junta Provisoria y
el Senado. Se plasmaba un Estado confederado, al modo de los artculos de confederacin
norteamericanos de 1781. El acuerdo fue rpidamente ratificado por la Junta Provincial
penquista. Carrera, en cambio, aunquejams lo hizo formalmente, en definitiva rechaz el
documento, pues implicaba limitar sus potestades. En su firme voluntad de reconstituir el
poder estatal en torno a la ciudad principal, no vacil en aliarse con los moderados y an con
las familias realistas, con un alto costo para la revolucin. Aunque esta proposicin no
prosper, es indicativa del estado de las ideas, en 1812. La hegemonia de Carrera, primero,
luego las circunstancias de la guerra y despus la restauracin monrquica, postergarn las
aspiraciones regionales. Deber pasar ms de una dcada antes que las provincias se hallen en
una posicin equivalente.

El Reglamento Provisorio

A mediados del afio doce, producida la cada de Rozas, Jos Miguel Carrera se convenci de
la necesidad de avanzar hacia la institucionalizacin de su poder, mediante la dictacin de un
texto poltico. Fue el Reglamento Constitucional Provisorio, vigente desde octubre de 1812
hasta e16 de octubre del afio siguiente. Fue elaborado por una comisin especial, designada
por la Junta Provisional de Gobierno, a partir de un proyecto presentado por Agustn
viaLso2

502 ” Ya es improrrogable la expectacin en que se ha mantenido el reino por tres

264
Captulo IV Junta o triunvirato: La lucha por la representacin en la Patria Vida

En los dias previos ala confeccin del documento, el cnsul norteamerica-

no Joel R. Poinsett, que haba desarrollado una fuerte cercania con Carrera,

propuso un texto, inspirado en la Constitucin norteamericana. El proyecto, que Silva


Castro considera ” abiertamente ajeno a la realidad nacional” ,503 lleva por epgrafe
” Cdigo Constitucional de Ias Provincias Unidas de Chile” . Propone una estructura propia
de un pas de composicin federal, como se revela en su propio ttulo?” ’ Sefialaba que el
Congreso Nacional estaria integrado por Consejeros y Senadores, elegidos en el tiempo,
lugar y mtodo que cada Provinda Unida prescribiese. Lo anterior implicaba que cada
Provinda tendra su propia Constitudn, al modo norteamericano. Diversas disposiciones
ratificaban la estructura federal que se propona. La comisin redactora decidi no
considerado por el momento y trabajar su propio pro-

yecto. Aquel mostr, no obstante, la asimilacin de los ideales republicanos con los
federales, idea que seguiria gravitando en los meses siguientes. Para Silva Castro, la
influencia de Poinsett en la historia constitucional de Chile, ms bien consiste ” en haber
convencido a Carrera. de que jurar una constitucin equivalia a mostrar a Chile
independiente de la corona de Espafia ante las dems nadones.” ”

El Reglamento Provisorio, que finalmente se aprobara, es conocido por

plantear notorias innovaciones, pero de manera oblicua. As ocurre con la declaracin de


que el Rey es Fernando VII, a cuya nombre gobernara la Junta Superior Gubernativa,
establecida en la capital, sin que se acepten Ordenes vendas del exterior. Graves
dificultades, asimismo, produjo al se?talar la catlica como la religin del Estado, pero
omitiendo el adjetivo de ” romana” , esto es, la sumisin al Papa.

y se sienten a cada momento los funestos efectos de la incertidumbre politica...” , sefiala


el decreto de la Junta que crea la Comisin, publicado en La Aurora de Chile, edicin de 20
de agosto de 1812. Los avatares de la redaccin y aprobacin del documento y la nmina
anna de quienes intervinieron en su redaccin y revisin pueden leerse en la obra de Sergio
Carrasco Delgado, Gnesis y vigencia de los textos constitucionales chilenos (Santiago,
Editorial Jurdica de Chile, 1983, 2 ed.), pp. 15-19.

503

Ral Silva Castro, Egana en la Patria Vig.a, p. 72.

`504

El proyecto fue dado a conocer recin en 1926, en la obra La primera misin de los

Estado s Unidos de Norte Amrica en Chile, del William Miller Collier, entones Embajador
de los Estados Unidos ante la Moneda,y Guillermo.FeliU Cruz (Santiago, Imprenta
Cervantes, 1926).

. 505D_o -e ,^1 n _II 17: 7A

ikaui .uva asou, ngana ert ca rama vzga, p.

265
ARMANDO CARIES MONTORY ” Un Gobierno de los
Pueblos.

El ejecutivo estaria a cargo de una, junta de Ires miembros, elegidos por Ires mios, para la
cual desde ya se reconocan por ” el pueblo de Chile” los entones gobernantes, con
Carrera ala cabeza, en razn de su ” patriotismo y virtudes” . Tas provincias no estarian
orgnicamente representadas en la junta, pero si en el senado que se formaria. Compuesto
de siete miembros, ” el Senado, dice el Reglamerito, ser representativo, correspondiendo
dos a cada una de las provincias de Concepcin y Coquimbo, y Ires ala de Santiago” . Su
dictamen era obligatorio slo en ” los grandes negocios que interesen a la seguridad de la
patria” , expresin vaga cuya interpretacin quedaba entregada al arbitrio del lder de la
junta. Para su aprobacin, se levant una suscripcin en la capital, que dio lugar a
reprochables violencias contra los reacios a apoyarla. Luego se remitiria a las provincias y
partidos para su firma y sancin. La Circular de la Junta conminaba a las autoridades
provinciales a convocar a todas las personas dignas de consideracin de la provincia, a
exponer ” con plena libertad, cuanto crean convenir a solidar la igualdad de los otros, la
unidad indivisible de los pueblos, y la felicidad pblica e individual.” ” El texto anunciaba
que no se observaria ” hasta que los pueblos hayan manifestado sus ulteriores
resoluciones de un modo ms solemne” . En la prctica, sin embargo, ni la aprobacin o
siquiera la opinin de los pueblos se consultaron seriamente, pues el Reglamento dice
Melchor Martnez, se jur en Santiago cuando recin se reciba en Concepcin, ” sin esperar el
consentimiento ni parecer de la mitad dei Reino.’ 507 En efecto, el Reglamento fue
suscrito en la capital por 315 individuos, segn la lista que aparece entre los documentos de
Jos Miguel Carrera. Fueron luego comunicados a las provncias para que aprobaran o
modificaran este, el nombramiento del Senado, de la Junta Gubernativa y

56 Circular a las autoridades provinciales sobre el Reglamento Constitucional de 14 de


noviembre de 1812, suscrito por los vocales Prado, Portales y Carrera.

507Melchor Martnez, tomo II, pp. 98-101. Se pregunta el cronista: ” Que libertad dejis a
los pueblos para que lo modifiquen, o no lo adopten cuando ya les intimis que lo ha jurado
el Supremo Gobierno con las corporaciones, funcionarios, y que los militares han jurado
sostenerlo? Supongamos que la provincia de Concepcin no lo quiera recibir ni jurar en la
forma que lo proporias; en este caso, le amenazis con las armas que han jurado sostenerlo
y declaris la guerra civil, o consentis en que aquella

provincia no est sujeta a la Constitucin” . El mismo concluye: ” Claro est el contra-

dictorio choque con que se quita la libertad a los pueblos, el valor a la Constitucir, el velo
oscuro a la hipocresa de los gobernantes” .

266
r-

Captulo IV junta o triunvirato: La lucha por la representacin en la Patria Kg’ a

de los secretarios de Estado. Concepcin y Coquimbo protestaron de dicha promulgacin en


sendos cabildos abiertos. Dice Miguel Varas que sobre estas protestas no hay noticias en
ninguno de los historiadores chilenos, ” lo cual es realmente extraio” , por encontrarse los
documentos en la Biblioteca Nacional.” Coquimbo no acept el reglamento
constitucional, manifestando que suspendia el juramento de uno de sus artculos y protest
de otros. Esta protesta tuvo lugar en la ciudad de la Serena el 1 de mayo de 1813, en la
reunin celebrada con el objeto de proceder a la eleccin de oficios concejiles y a jurar la
Constitucin. Se repararon los artculos que reconocan la Junta existente; los que establecan
un Senado y el que determinaba lo que se entiende por negocios graves. Pedan para la Junta
una eleccin por las provincias en igualdad de condiciones que la capital; y proponan como
medio para evitar los empates resultantes de ser pares el nmero de Senadores, que un
miembro del Ejecutivo, designado por sorteo, los decida y resuelva.509 Tas provincias,
como se aprecia, razonaban sobre la base de Ires provincias iguales en derechos, que como
tales deban tener una representacin equivalente en el ejecutivo y en el Senado. El
Reglamento, en definitiva, que no requiri verdaderamente la opinin ciudadana ni siquiera
de Santiago para aprobarse, no se tradujo en la eleccin popular de autoridades. Slo
perseguia otorgar visos de legitimidad a la administradn de Carrera. Tuvo, no obstante, el
valor de asegurar el orden en el ejercicio del gobierno, cuando comenzaron las campafias
militares. Aunque el Senado fue integrado por personas competentes y de buen criterio, no
fue efectivamente representativo.510 En el sur haban resuelto intentar que as lo fuera. En
efecto, reunido el vecindario de Concepcin el 6 de diciembre de 1813, acord: ” Que
siendo de naturaleza del actual sistema, y previnindose por el reglamento provisorio de
Chile que el gobier-

588 Miguel Varas Velsquez, ” El Reglamento Constitucional de 1812, Nuevos docu-

mentos” , Revista Chilena de Historia y Geografia, t. XIV (1915), p. 133.

509 1\ __I -%7 - - (.1.-,o1-;11,:esnn.1 A . 1 SI 1 9 Anrm

VelablIUGG, , I ta., -av,u-

mentos” , p.136.

510 Fueron elegidos senadores, en la subscripcin que se abri en el Tribunal del Consulado,
Pedro Vivar y Avim., que fue su primer presidente, fray Camilo Henrquez, secretario,
Juan Egatia, Francisco Ruiz Taglejose Nicols de la Cerda, Manuel Araos

`Gaspar Marn.

267
ARMANDO CARTES MONTORY

” Un Gobierno de los Pueblos...

no superior sea representativo en todo sentido, correspondiendo de los

vocales, uno a cada provincia de Santiago, Concepcin y Coquimbo, sienc

suplentes los representantes (actuales) en cuyo concepto se suscribi dic

constituctn por esta provincia, se nombra por ella vocal en propiedad pa

dicho supremo gobierno del Reino al ciudadano presbtero don Julin Ur

be” . Seguidamente, dispuso: ” Que concurriendo igual fundamento y dis

sicin para el Senado se nombra desde luego senadores y por esta provinc

a los ciudadanos don Francisco Tagle y don Anselmo de la Cruz, vecinos (

la ciudad de Santiago, a quienes se les remitir testimonio de este acuer

que por la premura del tiempo, servir asimismo de poder en forma.” ’ ”

cibidos estos pliegos en Santiago, la Junta consulta al Senado como obrar,

que contesta e15 de enero de 1814, en estos trminos: ” El Senado responc a la consulta
sobre elecciones de Concepcin, que rigurosamente es nula 1

eleccin, pero que no conviene desairar los votos de aquella pmvincia, y c se admitan el
vocal y los senadores, hasta la convocatoria del Congreso.”

Tas circunstancias del gobierno se hacan cada vez ms dramticas.

Senado haba abierto sus sesiones el 1 de noviembre de 1812. En la

sin del 13 de abril siguiente le toc resolver sobre una cuestin central: la

integracin de la Junta, por la partida de Carrera a la camparia del sur. El Senado la


reemplaz por una nueva compuesta por Jos Miguel Infante, Agustn de Eyzaguirre y
Francisco Antonio Prez, como presidente de aque11a. Tambin intervino el Senado en forma
decisiva ” para asistir gobierno en el importante trance de reducir a la impotencia a la
familia Carrera” , medida que fue precipitada por el fracas() del sitio de Chilln y que se
adopt por resolucin de 8 de octubre.513 La junta de corporaciones que se reuni en
Santiago, para sancionar esta grave medida, acord tambin la convocatoria a un ” congreso
general del Estado” , que se proyectaba abrir en el mes de enero siguiente. Las
circunstancias de la guerra finalmente impidieron la eleccin de diputados en varios
partidos y la reunin del organismo. En definitiva, en este primer Reglamento, la
composicin de la Junta y del Senado, en el diserio y en la realidad, fue decidora del estado
de cosas. Refle-

5” Miguel Varas Velsquez, ” El Reglamento Constitucional del afio 12” , pp. 1

133. 512 Ral Silva Castro, Egaria en la Patria Vida, p. 68. 513Ral Silva Castro, Egaiia
en la Patria Vida, pp. 65 y 66.

268
Captulo IV junta o triunvirato: La lucha por la representacin en la Pair Via

, a la vez, la necesidad y la falta de voluntad de considerar en el gobierno a

pueblos de las provindas.

Los eventos posteriores

El cierre del Congreso de 1811 haba inaugurado un perodo de fuerte tensin con la
Junta de Concepcin, la que fue conjurada, temporalmente, por las negociaciones de
la Convencin entre las provindas. Carrera finalmente se impone, mediante un golpe
contra Rozas, precedido del sofocamiento econmico de Concepdn. La invasin
encabezada por Antonio Pareja, en marzo de 1813, suspende las tensiones
interprovinciales y agudiza las diferencias entre monarquistas y republicanos. La
guerra, que se pelea casi totalmente entre el Maule y la Frontera, causa graves
estragos, postergando las disensiones provindales. A medida que avanza la guerra,
crece la figura de Bernardo O’ Higgins, como jefe militar y en la opinin de la Junta.
Luego de El Roble, en octubre de 1813, se resuelve nombrarlo Comandante en Jefe
del Ejrcito. A fin de reforzar su liderazgo, en marzo siguiente la Junta tambin lo
designa Intendente de Concepcin. La derrota patriota en Rancagua, en octubre del
afio siguiente, a la que sigue la restauradn temporal de la monarquia, pone trmino
ala Ramada Patria Vieja. Las diferencias de partido se vuelven ya irreconciliables. Se
reproducen ms all de la cordillera, cuando llegan los dias de la derrota, el exibo y la
restauradn monrquica. Como es sabido, en el campamento de El Plumerillo, en
Mendoza y en su viaje a Buenos Aires, O’ Higgins estrecha sus vnculos con los
lideres de la revolucin trasandina. Se compromete con el plan de invadir Chile y
luego continuar por mar al Pedi, que cumplir porfiadamente. Organiz una
Escuaclra, al prelo de postergar la camparia del sur, lo que finalmente traera

su ruma, ai quedar la regin abandonada a la hambruna y a una guerra cruel. Sus coterrneos
y sus antiguos aliados terminaran precipitando su abdicacin.

Para entonces, las ideas politicas y la opinin o el sentir del pueblo ilus-

trado han evolucionado en un doble sentido. Por una parte, comienza a consolidarse la
idea, impulsada por el centro, de la nacin chilena como un

cuerpo poltico, abstracto e indisoluble, al modo roussoniano; por la

1, resurgen con fuerza ” los pueblos” , reunidos en Asambleas Provinciales,

)/no los sujetos dela construccin estatal. La abdicacin de O’ Higgins abre

269
ARMANDO CARTES MONTORY

” Un Gobierno de los Pueb

un nuevo ciclo de tensiones interprovinciales, bajo el influjo contradict

de doctrinas ya sostenidas en la Patria Vieja.

Con el fin de esta poca, quedar atrs los primeros intentos de const

una repblica autnoma. Se haban iniciado con una junta provisiona

reino, qwe pronto es seguida por la bsqueda de la representacin territc

primero a travs de un Congreso y luego en una Junta con vocales pr

ciales. Si no opera en la prctica la divisin regional del poder, al menc

persistencia retrica de la invocacin a las provincias prueba que aquella (

una base necesaria de la legitimacin politica. Ya el Acta de la primera Ju

de Gobierno, en efecto, radica la soberania en los pueblos de las provinc

De esta forma, se insina en la constitucin de la nacin chilena una lg

confederai. Es el legado falido de la Patria Vieja.

El liberalismo de la primera poca, con su mirada antiautoritaria, pr

cia la descentralizacin. Sumado a las lgicas coloniales de centros rac

de poder y a las pretensiones regionales, que renacen con mpetu, desc

norte y el sur, despus de la cada de O’ Higgins, explica la fuerza y 1a i

sistencia de la idea confederai. Con los alos, la incapacidad de orga

un gobierno viable y el ejemplo de las guerras intestinas que vivieron va

naciones americanas, en especial los casos colombiano y argentino, hicieron

perder prestigio a las ideas liberales. A pesar de ello, de manera recur

resurge la demanda por el cogobierno provincial; al punto que las coes

ciones y proyectos del perodo le dan cabida a lo menos parcial.


Una nacin abstracta y centralizada o una asociacin de ” pueblos”

bildos o provincias), dirigida por un ejecutivo colegiado y representat

fueron las dos opciones extremas que se barajaron durante la Patria Ve

Nadie plante la divisin en soberanias regionales ni la alternativa cont

esto es, la omisin de la representacin provincial. Una confederacin pueblos, como


alternativa para Chile, tenia una base geoeconmica en

provincias y se correspondia con la cultura poltica radial de los cabilc

La asimetria de poder y recursos entre provincias y las circunstancias de

guerra, la tornaron inviable. Tampoco hubo un ncleo activo que la pror

viera de manera resuelta; pronto las lealtades polticas se centraron en lc

binomios patriotasrealistas y larrainescarreristas. Pes ms, en el des

lace final del perodo, la gravitacin histrica de la capital del reino. Por ] circunstancias
reservadas, pudo reconstituir y an profundizar la hegemor

que ejerca desde tiempos coloniales.


27O
L., Captulo V

Kg’ as provincias en una patria nueva

” Si el vecindario de la capital no tomaba en la cuestin la parte que le correspondia, los


ejrcitos de las provincias entraran en la ciudad tambor batiente y banderas desplegadas, y
como vencedores dictaran las condiciones del nuevo pacto social, organizando el estado
segim su conveniencia y capricho. Era preciso evitar a toda costa esa vergenza, era
indispensable atender a que no fuera ajada la dignidad de la capital de Chile” .

Miguel Luis Amuntegui, La Dictadura de O’ Higgins, 1882.


Sesin

im de las Cortes de Cdiz, por Juan

Glvez,
CAPTULO V VIEJAS PROVINCIAS EN UNA PATRIA NUEVA

Chacabuco y ” la repblica absoluta”

En estos tiempos se conmemora la camparia del Ejrcito de los Andes, ligue culmina en la
batalla de Chacabuco, en febrero de 1817. Se reconstituye la ruta, se celebra su prolija
preparacin y la brillante victoria que la corona. La magnitud de la proeza blica suele
opacar la reflexin ’ sobre la complejidad politica del momento y las definiciones que
dermandaba la inminente formacin de un gobierno independiente.

La invasin por el centro del pas abri a los vencederos de Chacabuco el camino a Santiago.
El desafio del Ejrcito de los Andes consistia en asumir el control militar y poltico del
territorio, para continuar luego la camparia en el Pedi. Contrariaba, no obstante, el plan de
Bernardo O’ Higgins de atacar por los extremos, a finde controlar la zona sur, la que se
mantuvo, durante todo su gobierno y an despus, a merced del monarquismo. Aunque
estaba aparentemente resuelto, desde Buenos Aires, que

O’ Higgins asumira el mando supremo, su designacin no fue sanciona-

da por las provincias, como sensatamente propuso el general San Martini sino solo por un
cabildo abierto de doscientos vecinos de Santiago. Este vicio de origen le pesaria durante
su gobierno y en la hora de la

abdicacin, producida a impulso de los mismos provincianos.

Repasemos los eventos previos. La Patria Vieja haba inaugurado

primer ciclo de intensa evolucin ideolgica y ensayos polticos, en-

)rpecido por los eventos militares que desencaden el desembarco de

expedicin de Antonio Pareja, en marzo de 1813. Se tradujo en la

stauracin de varias juntas colegiadas y un fallido Primer Congreso

zional, al cual le sigui el gobierno de Jos Miguel Carrera. Este,

ltrariando su carcter, se vio constreilido a proclamar su adhesin al

,ierno representativo de las tres provincias514 y a proclamar un Re-

sio Asi lo expone, en nota dirigida a la Junta Provincial de Concepcin, en diciembre

de I 8 1 1 : ” La voluntad general de los pueblos es el nico sostn de un sistema nuevo.

) puede sin tirania obligarse a su adopcin, y sta no se’ consigue si los mismos pue-
; y cada individuo no tienen una confianza entera e inmediata en los directores de

bra. Para c de Chile a favor de quien la confiesa, el mejor medio es que tenga un

273
ARMANDO CARTES MONTORY ” Un Gobierno de los
Pueblos.

glamento Provisorio que organizara el ejercicio del poder, mediante lutai

junta y un senado de siete miembros, integrado por representantes de Coquimbo, Santiago


y Concepcin. El Reglamento, como se sabe, slo rigi algunos meses, varias disposiciones
fueron rechazadas por las provincias y, en la prctica, Carrera gobern sin contrapeso de la
junta que el mismo nominara. No obstante lo anterior, la estructura que propone y el
rgimen al cual, retricamente, declara adscribir, muestra el estado de las ideas y las
relaciones de poder, durante sus dias de gobierno: no haba legitimidad posible sin
ejecutivos colegiados ni participacin provincial. Ms tarde, la junta que lo reemplaza,
buscando dar un cauce institucional a la revolucin, intent, infructuosamente, convocar a
un Congreso, el cual nunca logr reunirse, por las circunstancias de la guerra.515 Hubo,
empero, avances notorios, en esta etapa temprana de la revolucin. Surgieron nociones como
la soberania del pueblo o de ” los pueblos” y se prodam la necesidad de organizar un
gobierno autnomo y representativo, junto a una constitucin, que asegurara derechos y
libertades, aunque fuese provisoria. Con los anos, pasado el interregno de la restauracin
monrquica, estos anhelos derivarian en una constitucin en forma, la independencia plena y
la repblica. Pero nada de eso estaba claro cuando las tropas descendian bacia Santiago,
luego de C hacabuco. Con el triunfo patriota comenzaba a quedar atrs la Hamada
Restauracin Monrquica, durante la cual se haba restablecido con dureza el mando real.516
Se designaron obispos, jefes militares y otros altos fun-

11111 gobierno representativo. Para ello se ha dividido el reino en tres provincias, y cada
una debe nom-

brar un vocal a la junta. La del mando de V.S. an no lo tiene propietario, y si ningunc

de los nombrados acepta, es preciso proceder a nueva eleccin. El que envie V.S. es (

que debe mandar, y el gobierno le tiene preparada su silla. Dios guarde a V.S. muchos

alos. Santiago, diciembre 4 de 1811. Jos Miguel Carrera. Manuel Javier Rodrguez,

secretario. Sefiores de la junta provincial de Concepcin” (el destacado es nuestro).

Vase, Barros Arana, Historia General de Chile, tomo VIII, p. 365.

515 Vase, Miguel Varas Velsquez, ” La convocatoria y el reglamento de elecciones de 3


de Noviembre de 1813” , Revista Chilena de Historia’ Geografia, t. X, nm. 14 1914,

pp. 256-93.

516 La visin tradicional del perodo, inaugurada por los hermanos Miguel Luis y Gre

gorio Vctor Amuntegui (” La reconquista espariola” , Anales de la Universidad de Ch


274

ffl

-~111Pelenn

- ~IA
1

Captulo V. Viajas provncias en una patria nueva

narios leales a la Corona. Durante este tiempo, las provincias fueron bernadas por
intendentes, que procuraron restituir el antiguo orden, que no era fcil, pues las ideas
insurgentes ya se haban infiltrado. Los cipales patriotas fueron desterrados. En el centro
del pas, muy didido es el episodio del destierro a Juan Fernndez de los principales eres de
la revolucin.5” Menos conocidas son las incidencias ocurri* en Concepcin, donde ms de
300 patriotas fueron confinados a isla Quiriquina, en condiciones misrrimas; la misma
Catedral de la dad sirvi de prisin. Coquimbo, por su parte, que no fue escenario la guerra,
tuvo mejor suerte.518 Reconstituido el orden monrquico, los patriotas principales deben
’ grar, son relegados o se sustraen de la vida pblica. La revolucin sumerge, pero no se
detiene. En casas y clubes privados de las prinales ciudades chilenas; en Mendoza y en
Buenos Aires, se discuten s pasos a seguir, una vez consumada la aflorada incursin
militar. Berdo O’ Higgins, incorporado a la Logia, cercano a las autoridades la futura
capital argentina, participa en los debates, afirmado en la ’ stad sincera que le une al
general San Martn. Aunque los prepativos blicos ocupan los mayores desvelos, todos estn
conscientes de que la forma en que se desarrolle la camparia determinar el rgimen de
control politico que se establezca en el pas. O’ Higgins, segn serialamos, es partidario de
atacar por el norte y el sur. Haba que ocupar primero las provincias de Concepcin y
Coquimbo, para luego, en un movimiento de tenazas, caer sobre Santiago. En el ” Plan de
camparia para atacar, destruir y exterminar a los enemigos usurpadores de Chile” , escrito
por su propia mano, seriala en trminos casi profticos:

1851, tomo VIII) y seguida por muchos autores posteriores, sefia1a que la dura represin
espaflola habra masificado el sentimiento emancipador. Ha sido cuestionada, ms
modernamente, con buenos fundamentos, por Cristin Guerrero L. (La contrarrevolucin de
la independencia de Chile (Santiago, Centro de Investigaciones Barros Arana, 2002), pp.
13-19.

517 Vase, Benjamin Vicufia M., Juan Fernndez (Santiago, Rafael Jover, 1883); y Juan
Egafia, El chileno consolado en los presidios (Londres, Imprenta Espafiola de M. Calero,
1826). 518 Vase, Flector Enrique Daz Olivares, ” Coquimbo en el proceso
emancipador” , Revista Libertador Bernardo O’ Higgins.

275
1ONTORY

” Un Gobierno de los Pueblos.

” La provincia de Concepcin ha sido el teatro de la guerra en los alos pasad

y por esta razn no puede estar muy sobrada de recursos, pero las fronter

abundan de elos y se conservan menos aniquilados. Es esencial la entrada

posesin de esta provincia, con preferencia a la de Santiago, primeramer porque es la ms


guerrera, tiene ms de ocho mil hombres de milicias de cal

llera, capaces de empresa cuando bien guiados, y puede ella contar con m

de seis mil indios que son aficionados a la guerra. En segundo lugar, porque corta la
retirada del ejrcito de Santiago a Valdivia y Chilo siendo innegable que si se tomase a
Santiago primero (...) el ejrcito enemigo se retiraria a los ltimos puntos referidos, de donde
seria muy dificil arrojado, abriran su correspondencia con Lima y en el invierno, que no
pueden con facilidad ser bloqueados los puertos, seran socorridos adems de los arbitrios
que presenta Chilo, tanto de viveres como de reclutas...” 519

El Plan sefialaba, con todo detalle, las acciones a seguir, mostrando gran conocimiento del
terreno y sentido tctico. La invasin, como se sabe, se realiz finalmente por el centro, como
parte de un plan mayor, que implicaba continuar por mar bacia Lima. Ya en el gobierno,
O’ Higgins lo sigui fielmente y con tozudez extrema, a pesar del escaso apoyo material que
obtuvo de las Provncias Unidas, sumidas por entonces en la anarquia.52 La estrategia de
tomar primero Santiago y seguir, tan pronto fuera posible, al Per, ha sido cuestionada.
” Por que O’ Higgins y San Martn, se pregunta Julio Alemparte, no enviaron a Freire los
recursos, tantas veces pedidos, para concluir la guerra del Sur y apoderarse de Chilo,
asuntos de evidente inters patrio, siendo que hubo medios para organizar la Expedicin
Libertadora del Per?” Haber terminado primero la guerra de la independencia de Chile le
parece lo justo, sin que el argumento de acabar con el foco realista del Per lo convenza,
pues la experiencia de las sucesivas expediciones de Pareja,

(1,141,-s- 1,1 Irrrsara,:-A A..-.e.rrm,nr rl ir 521

N.J aiii a y ValJ1.1U U.1,111l/JL.1. alJall la Ul Sl.1.13,1CL ICL Zlilla, J111.

519” Plan de camparia para atacar, destruir y exterminar a los enemigos usurpador

Chile” , Archivo O’ Higgins, tomo VII, 1950, pp. 64-79.

520 Sobre los planes de Francisco de Miranda, los ingleses y los rioplatenses, para g

derarse de Chile y el Pedi, Vase, Rodolfo H. Terragno, Maillandy San Martn (Buer
Aires, Universidad Nacional de Quilmes Ediciones, tercera edicin, 2001).ccccc

” 1 Julio Alemparte, Carrera y Freire, Jogadores de la Repblica (Santiago, Editorial


Nasci mento, 1963), p. 322. 11

276
Captulo V Vidas provncias en una patria nueva

Sobre estas alternativas contrafactuales, no nos es dado especular.

Pero si pueden sefialarse dos consecuencias muy concretas de la estrategia seguida: la


camparia del Pedi, result trgica en trminos humanos y financieros522 y la postergacin del
sur prolong la guerra y la hambruna en la regin. En la prctica, durante todo el gobierno de
O’ Higgins slo dos provincias, Santiago y Coquimbo, estuvieron bajo control patriota.
Lo cual determin, finalmente, la cada del propio Libertador. Es evidente que la primera
preocupacin, al ocupar Santiago, fue la continuacin de la camparia. Era necesario tambin
establecer un gobierno que pudiese asegurar la paz interior, en las zonas liberadas. El
cabildo, a fin de precaverse de los desrdenes que podia provocar el vaco de poder y el
ingreso de las tropas, nombr provisoriamente al intendente de Santiago Francisco Ruiz
Tagle, ” Gobernador poltico interino del Reino de Chile” . Jos de San Martn pidi, por
bando, a los vecinos que se reuniesen, a efectos de nombrar tres electores por las provincias
de Santiago, Concepcin y Coquimbo. Con esta solicitud, dirigida a formar un gobierno
provisorio, pero legtimo, comenzaba la Patria Nueva.523 No se cumpli el designio del
general en jefe. Reunidos apenas cien vecinos en la sala capitular, seriala el acta
respectiva, ” todos a una voz y por aclamacin dijeron no haber necesidad nombrar
electores y que su unnime voluntad era la de que fuese gobernador del reino, con
omnmoda facultad, el serior general en jefe don Jos San Martn.” 524 Una comisin de
vecinos, portando un documento suscrito por el Gobernador interino Ruiz Tagle,
comunica a aquel su designacin. La nota seriala: ” Es incumbencia de V. E. designar el
sistema de gobierno que observar: si la dictadura que es el que ms conviene en estos
momentos, o si la repblica absoluta, todo lo cual deber comunicarme V.E. para anunciarlo
al pueblo libre...” .525 El prcer, no obstante, no acept, pues se sentia comprometido con la
continuacin del plan americano, que le exigia seguir

’ Segn Gonzalo Bulnes, implic la prdida de tres mil hombres, de los tres mil cua-

trocientos que integraban la Expedicin Libertadora y una enorme deuda al Estado, cercana
a los 460.000 pesos.

523 Guillermo Feli Cruz, ” La Eleccin de O’ Higgins para Director Supremo de Chile” ,
Revista Chilena de Historia y Geografia, tomo XXIII, N 27 (Santiago, 1917).

524 Archivo O’ Higgins, tomo VII, p. 159. 525 Archivo O’ Higgins, p. 160.

277
ARMANDO CARTES MONTORY

” Un Gobierno de los Pueblos..,

al Per. Propuso, en su lugar, el nombre de Bernardo O’ Higgins, cuy

fama se haba extendido en los combates de la Patria Vieja y tuvo ur

destacada actuacin en Chacabuco. Al dia siguiente, reunido otra vez

pueblo” por la renuncia del general en jefe de los Andes, aclam por

rector interino al brigadier Bernardo O’ Higgins. En virtud de este acue

do, suscrito por unos doscientos vecinos, el 16 de febrero de 1817, asur

el cargo de ” Director Supremo interino del pueblo libre chileno.” 5” El Director tom
rpidas medidas para consolidar su posicin.

corporaciones, a su orden, concurrieron a palacio y prestaron el juramer.

to de fidelidad. Emiti() una proclama ” a los pueblos” , comunicando

designacin, acompailada de las actas pertinentes. Pedia que se reconc

ciese su investidura, otorgada por ” el pueblo de esta capital, en uso libr

de sus inalienables derechos para darse la forma de gobierno que le se

ms anlogo, y por la voluntad interpretativa de las dems provincial que, en

apurado conflicto de la acefalia del gobierno, no ha podido suplirse

un modo ms solemne...” Para Valencia Avaria, el Libertador asur

el poder ” con plenitud legtima de autoridad” y su ascensin al poder fu

celebrada en el reino core ” alborozo unnime” . Se conservan muchas nc

tas que as lo acreditan.527 Para Alemparte, en cambio, el nombramient

fue impuesta por el Gobierno de Buenos Aires y aceptado despus por

cabildo abierto en la capital; situacin que resultaba natural tras el triur

en Chacabuco del Ejrcito de los Andes.528 A decir verdad, en las circur


tancias del momento, dice Amuntegui, resultaba complejo consulta

” la voluntad de la nacin de una manera ms legtima y formal” . Ya lc

5” La copia impreca que se conserva del acta no condene las firmas y dice que ” hay

doscientas diez firmas de vecinos patriotas” . En la copia de la toma de razn constan 187,
incluyendo nombres repetidos y otros de personas que no se hallaban en Santia-

go. Archivo O’ Higgins, p. 164.

527 Luis Valencia A., O’ Higgins, el buen gertio de Amrica (Santiago, Editorial
Universitaria,

1980), P. 222.

528Alemparte, Julio, Carrera y Freire, forjadores de la Repblica, p. 149. Juan Florencio


Tenada, Ministro de Guerra del gabinete de Buenos Aires, escribe a O’ Higgins, en ene-

ro de 1817: ” Mi caro y antiguo amigo, acabo de firmar la orden capitn general (San
Martn) para que luego que pise el territorio de Chile sea usted nombrado Presidente de l,
con entera y absoluta independencia de este gobierno.” , vase, Coleccin de Historiadores
y documentos relativos a la Independencia de Chile, tomo XII, p. 218.

278
Captulo V Vielas provindas en una patria nueva

pueblos iran ratificando lo obrado, a medida que los realistas se fueran

retirando.529 Fue O’ Higgins impuesto por una potencia extranjera, o bien su eleccin
reflej el sentir mayoritario dei pueblo chileno? Esta no es, curiosamente, la cuestin de
fondo, pues, siendo indudable que su nombre fue sugerido por los rioplatenses, su amplio
prestigio hubiera conducido igualmente a su eleccin. El problema radica en la legitimidad
dei proceso. Consciente de la situacin, San Martn haba pedido la designacin de electores
provinciales, probablemente, para llegar al mismo resultado. Pero no se cumpli su
predicamento, lo que terminaria siendo muy perjudicial. ” La opinin de doscientos diez
padres de familia, dice Amuntegui, no es la opinin de un pueblo” . Aunque se recibieron
numerosas notas de parabienes, de cabildos y particulares, todo fue insuficiente para
suplir la carencia de ratificacin por las provincias o sus delegados. La elevacin dei director
se deba ” al apoyo de un ejrcito perteneciente a una nacin extranjera, aunque hermana, ms
bien que a un acto espontneo de sus conciudadanos” . Situacin que los adversarios polticos,
” desde los primeros tiempos, hicieron servir en provecho suyo” .53 O’ Higgins,
durante todo su gobierno, intent superaria, mediante la convocatoria a un congreso y la
dictacin de dos constituciones, con xito relativo. Las provincias que no lo ratificaron
terminaran por hacerlo abdicar. El 28 de enero de 1823, en efecto, los vecinos de Santiago
slo apuraron un inevitable derrocamiento, en el afn de no entregar el poder a un
representante de las provincias, que adems comandaba un ejrcito. Escribe Amuntegui:

” Si el vecindario de la capital no tomaba en la cuestin la parte que le correspondia, los


ejrcitos de las provincias entraran en la ciudad tambor batiente y banderas desplegadas, y
como vencedores dictaran las condiciones dei nuevo pacto social, organizando el estado
segn su conveniencia y capricho. Era preciso evitar a toda costa esa vergenza, era
indispensable atender a que no fuera ajada la dignidad de la capital de Chile” .53’

529Miguel Luis Amuntegui, La Dictadura de O’ Higgins (Santiago, Imprenta, Litografia


y Encuadernacin. Barcelona, 1914), p. 136.

” Miguel Luis Amuntegui, La Dictadura de O’ Higgins, p. 137. 53t Miguel Luis


Amuntegui, La Dictadura de O’ Higgins, pp. 435 y 436.

279
ARMANDO CARTES MONTORY

” Un Gobierno de los Pueblo

Todo fue en vano, pues Freire finalmente desconoci a la Junta q’ UM

se organiz con este propsito y puso a O’ Higgins en arresto. En defini-

tiva, sea que el Director haya asumido el poder en virtud del acuerdo de

una asamblea de vecinos, o bien por la simple ejecucin de un acuerdo

adoptad meses antes en Buenos Aires, como serialan sus detractores, este origen ilegtimo
le pesaria al tiempo de su abdicacin. En esa hora

suprema, intent negar al vecindario de Santiago el derecho de exigir-

le la renuncia, pues bab recibido su investidura de la representacin nacional y no podia,


por lo mismo, ser removido por el vecindario de la sola capital. Entonces, el gobernador
intendente de Santiago Jos Maria

de Guzmn, le espet:

” Es cierto, sefior, que vuestra Excelencia es director de toda la repblica y

que aqui no se encuentra sino el pueblo de Santiago; pero yo tuve la honra de concurrir a
la reunin popular que nombr a Vuestra Excelencia supremo

director, y esa reunin se hizo solo del pueblo de Santiago y con un nmero de

personas mucho ms limitado que el presente” .

Transcurridos casi seis mios exactos desde su nombramiento, enfrentado ahora a una
asamblea ms numerosa que la que le entreg el po-

der, aquel vicio de origen se le presentaba nuevamente. Por una dcada exacta, desde que la
guerra comenzar a azotar el pas, con la campafia de Antonio Pareja de 1813, las disputas
provinciales haban quedado

relegadas, frente a la necesidad urgente de la defensa militar. Entonces,

el pas se fraccion entre separatistas y monrquicos. En 1823, apenas se supera la


contingencia externa, el tema central de la organizacin del

poder retoma su centralidad.

Mientras O’ Higgins gobern, en efecto, su autoritarismo y la continuacin de la guerra, a lo


que debe ariadirse su origen provincial, que

contuvo, durante buen tiempo, a las elites civiles y militares del sur,

favorecieron la parcial postergacin de los anhelos de organizacin definitiva del Estado y ei


establecimiento de un rgimen de mayor libertad y participacin politica. A partir de su
cada, las demandas renaceran

con mayor fuerza, animadas por los aires liberales y la influencia fede-

ralista, de un lado y, no menos relevante, por las crecientes exigencias

provinciales.

280
Captulo V Fujas provncias en una patria nueva

Nada de esto se conoca seis anos antes, cuando, en febrero de 1817, en medio de vtores y
aclamaciones, el Libertador asuma el poder. Naturalmente, no escapaba a su mente
reflexiva la magnitud de los desafios que enfrentaria. Para dimensionarlos, hay que ampliar
la mirada ms all de la pequena urbe que lo proclamaba Director Supremo y contemplar
los tumultosos eventos de la pennsula o el Ro de la Plata. Anos dificiles, por lo dems,
haban transcurrido desde los inicios de la revolucin y sus convicciones haban
evolucionado. Lo marcaba, tambin, su propia biografia. Revisemos, para comprender sus
opciones, el escenario que se desplegaba ms all de las fronteras del incipiente Estado
chileno.

La sombra de Cdiz

La construccin de Estados independientes signific abordar, en toda Amrica, cuestiones


similares sobre nacin, representacin y ciudadana. Con argumentos extrados de fuentes muy
diversas, como los derechos forales espafoles, el liberalismo ingls y trances, la escolstica o
la experiencia constitucional norteamericana, se debati el camino a seguir, frente al
aparente desmoronamiento de la corona espafiola. Las Cortes de Cdiz fueron el escenario
de arduas discusiones, que enfrentaron a liberales y absolutistas, peninsulares y americanos,
en la bsqueda de un ordenamiento nuevo dei mundo hispanoamericano. El resultado fue la
Constitucin de Cdiz, sancionada en la pennsula el 19 de marzo de 1812. Su vigencia fue
muy breve. Un decreto de 4 de mayo de 1814 disolvi las Cortes, frustrando el camino
autonomista de los americanos. Vuelto al poder, Fernando VII derog el rgimen
constitucional y restaur el absolutismo. En el lugar de los jefes polticos de las provincias
fueron repuestos los Capitanes generales, las Audiencias y la Chancillera. Los intendentes
recuperaron sus atribuciones, en especial en materia de hacienda y, en el nivel local, los
alcaides constitucionales fueron obligados a dimitir y sustituidos por corregidores y

alcaides mayores, propios dei Antiguo Rgimen.

El fracaso de la via autonmica, esto es, de la posibilidad de una mo-

narqua constitucional, que reuniese a las provincias americanas y las peninsulares, oblig a
optar por las vias extremas de la restauracin del

281
ARMANDO CARTES MONTORY

” Un Gobierno de los Pueblos.

absolutismo o la independencia. El inicio de la fase militar del conflic

en Amrica, ha oscurecido la profundidad de los lidias ideolgicas,

incitara el proceso constituyente de Cdiz. Estas continuaron sin treg

influyendo en el proceso poltico constitucional de los incipientes Est.

dos. As i se ha reconocido, en tiempos ms o menos recientes, a pa

de los trabajos seminales de Nettie Lee Benson532, y los textos de Ja

me Rodrguez533, Antonio Annino534, FranoisXavier Guerra535, Br

Hamnett536 y Timothy Anna537, entre otros, claves en las historiogra

americanas, especialmente de Mxico, Ecuador, Per y Centroam

ca. La revalorizacin del doceanismo espano” , como una poca y

ideario autnticamente revolucionario, queda manifiesta en la amr

historiografia de Manuel Chust.538

Aunque tenuemente =m los debates de 1812 y el reglamento

rrerino, el peso de su influencia se siente luego de Chacabuco, cuar

es necesario definir las bases de la fundacin republicana. Para los ser

ratistas chilenos de 1817, ya no se trataba de optar entre alternativas ,

una autonomia graduada, sino de organizar un Estado independier

La Carta de Cdiz haba anticipado los debates que emergeran

532 Nettie Lee Benson, La Diputacin Provincial y el federalismo mexicano (Mxico, El

gio de Mxico, 1955) (reeditado 1994).

533 Vase, Jaime E. Rodriguez O., La independencia de la Amrica Esparzola, pp. 132

(Mxico, Fondo de Cultura Econmica, 1996). 534 Antonio Annino, Historia de las
elecciones en Iberoamrica, Siglo XIX (Mxico, Fon

Cultura Econmica, 1995); y, con Marcela Ternavasio (coords.), El laboratorio

tucional iberoamaicano: 1807/1808-1830 (Madrid, Coleccin Estudios ANILA, 2C

5” Franois-Xavier Guerra, Modernidad e Independencias. Ensayos sobre las revoluciones


)

nicas (Mxico, Fondo de Cultura Econmica, 1992); y, del mismo, como autor y t

Inventando la Nacin (Mxico, Fondo de Cultura Econmica, 2003).

536 Brian Hamnett, Revolucin y contrarrevolucin en Mxico y el Per: liberalismo, re,

separatismo, 1800-1824 (Mxico, Fondo de Cultura Econmica, 1978).

” 7 Timothy E. Anna, Espaiia y la independencia de Amrica (Mxico D.E, Fondo de

ra Econmica, 1986).

538 Por ejemplo, Manuel Chust Calero, ” La notoria trascendencia del constitucio
lismo doceatlista en Las Amricas” , Corts. Anuario de Derecho Parlamentario N

Manuel Chust Calero }Jos Antonio Serrano, ” Nueva Espaiia versus Mxico: histo

grafia y propuestas de discusin sobre la Guerra de Independencia y el Liber

doceariista” , Revista Complutense de Historia de Amrica 2007, vol. 33, pp. 15-33, p. 27

282
Pr-

Captulo V Vidas provncias en una patria nueva

fuerza, sobre la distribucin del poder estatal y la estructura de las nuevas instituciones.
Separacin de poderes, elecciones, diputaciones y garantias individuales alcanzaron un
temprano consenso discursivo, pero evidenciaron, a la vez, una creciente renuencia
prctica. Son los temas que debieron enfrentar los organizadores del Chile independiente
de 1818.

A principios de la dcada, la idea del poder retrovertido a los pueblos surgia con fuerza,
como una derivacin natural de la ausencia del rey. En todas las ciudades donde se
reunieron los vecinos y formaron juntas de gobiernos, la doctrina invocada fue la
misma.539 Tambin en Santiago, donde el procurador del Cabildo, Jos Miguel Infante,
efectu una representacin, que el Cabildo hizo suya, elevndola a la Junta por acuerdo del
14 de diciembre de 1810, en la que expone:

” Es constante que, devuelto a los pueblos el derecho de soberania por la muerte civil del
monarca, deben estos, usando del arbitrio generalmente recibido, elegir sus representantes
para que, unidos en un congreso general, determinen la clase de gobierno que haya de
regir mientras el soberano se restituya al trono...5,540

Era todavia la doctrina predominante, cuando lleg la hora de proclamar la independencia, lo


que O’ Higgins hara ” autorizado por los

pueblos” y ” en nombre de ellos” . Para esta poca, no obstante, las dificultades de una
representacin corporativa, de Antiguo Rgimen, con

epresentantes que respondan a sus provncias y no a la nacin abs-

racta, comenzaban a hacerse evidentes. Para O’ Higgins, que naci a

vida republicana como diputado de Los Angeles, en enero de 1811,

lpefiado en cumplir el mandato imperativo de ese partido, el tema era

specialmente conocido y complejo.

La provincia bab devenido en una categoria politica, organizada en

)1-no a una junta o diputacin provincial electiva o, a lo menos, repre-

Jos Carlos Chiaramonte, ” Estado y poder regional: constitucin y naturaleza

los poderes regionales” , cap. V, en Historia General de Amrica Latina, vol. VI, ” La

onstruccin de las naciones latinoamericanas” (Ediciones Unesco/Editorial Trotta,


999), p.152.

tomo I, p. 7.

283
ARMANDO CARTES MONTORY

” Un Gobierno el, los Pueblos..

sentativa. Esta tradicin se enfrenta a la idea de representacin naciona

oposicin que animar los debates de la segunda dcada republicana

Las constituciones del gobierno de O’ Higgins y las posteriores reflejan

ambigedad serialada. Si bien rinden carta de republicanismo, al hacer-

se cargo de- la soberania popular como base de la representacin y se su-

jetan a la formal autoridad de la ley, limitan fuertemente la participacin

popular y provincial, consagrando, de hecho, la autocracia. La sombra del federalismo,


por otra parte, que se asociaba al re-

publicanismo antimonrquico, en Cdiz haba sido muy resistida. El modelo gaditano


planteaba una monarquia constitucional, por lo que chocaba con los ejemplos existentes,
Estados Unidos y la Confederacin Helvtica, que eran repblicas. Se desconfiaba, asimismo,
de las diputaciones provinciales, porque podan derivar en un federalismo, como
efectivamente ocurri en Mxico. El ’ provincianismo’ , entendido como la primada del
inters local sobre el general de la nacin, fue tambin rechazado por los propios americanos.
Era inevitable, sin embargo, que el autonomismo se asilase en diputaciones y juntas
provinciales, aunque con razones diversas. Para los liberales peninsulares, la centralizacin
permitia combatir el poder feudal, eliminando privilegios y fueros. Para los americanos,
en cambio, las autonomias provinciales permitan imponerse al poder de virreyes y
gobernadores. De esta forma, el diputado chileno ante las Cortes, Fernndez de Leiva era
partidario del poder provincial.” ’ Como miembro de la comisin de Constitucin, propuso
tambin la inclusin de Cuzco y de Quito; a Chile, sin embargo, lo concebia como una sola
provincia.

Fue la visin predominante en O’ Higgins y su entorno. As lo sefialO al agente especial del


Presidente de los Estados Unidos, William G. D. Worthington, quien arrib a Chile en
febrero de 1818. Trab amistad

541 Vease, Paula Caffarena B, ” Las cortes de Cdiz y Chile: encuentros y desencuentros

a partid de sus diputados Joaquin Fernndez de Leiva y Miguel Riesco” , Historia 396,
Vol. 2 (Viria del Mar, 2012); Enrique Mata Vial, El diputado de Chile en las cortes de Cdiz
(Santiago, Imprenta Universitaria, 1920); y Eduardo Cavieres, Sobre la independencia de
Chile. El fin del Antiguo Rgimeny los orgenes de la representacin moderna (Valparaso,
Programa de Estudios Iberoamericanos de la Pontificia Universidad Catlica de Valparaso,
Ediciones Universitarias de Valparaso y el Instituto de Estudios Latinoamericanos de la
UAH, 2012), pp. 68 a 81.
284
Captulo ” V Vidas provincias en una patria nueva

con el Director Supremo y, al despedirse, este le manifest que su plan era instaurar en
Chile ” una Repblica Confederada con Buenos Aires y el Per, una vez que este ltimo
estuviese emancipado.” 542 Para entonces, ya haba abandonado sus ideas federales. As lo
consigna otro representante norteamericanojeremas Robinson, en Chile de 1818 a 1823:
” Se Rama libertad en estos pueblos Unicamente a la independencia de Espafia, y a
todos lo que quieren un gobierno representativo y liberal se los tilda de anarquistas y
federalistas, palabras que son oprobiosas en Amrica.” 543 O’ Higgins, descorazonado por
la desastrosa situacin trasandina?” , entendia ya que el federalismo era sinnimo de anarquia,
de atomizacin del poder y de debilidad frente a los enemigos externos. Era una visin muy
extendida en el perodo de la organizacin de los Estados.545 Fue compartida por muchos
lideres americanosm, como Simn Bolivar, quien, en la Carta de Jamaica, Rama al
federalismo, de manera eufemstica, un rgimen ” demasiado perfecto” , queriendo
significar que no era apto para el estado de desarrollo de los pueblos hispanoamericanos.

’ Eugenio Pereira Salas, ” La Misin Worthington en Chile” , Revista Chilena de Historia


y Geografia, Tomo LXXX; n 88 (Santiago, 1936), pp. 95 y 96.

543 Eugenio Pereira Salas, jeremias Robinson, agente norteamericano en Chile


(1818-1823) (Santiago, Imprenta Universitaria, 1937), p. 33.

5” Vase, Ricardo Levene, La anarquia del ano 20, Unin de editores latinos S.R.L.

(Buenos Aires, 1954).

545 Claudio Gay, comentando la exigencia de Rozas y su grupo de contar con un


representante de Concepcin en el gobierno nacional, sostiene que ” tena la desventaja
de dar origen a ideas de federalismo, de donde no podan menos de surgir guerras
civiles.” (Claudio Gay, Historia, tomo V, pp. 212 y 213).

546 Chiaramonte lo ilustra con el caso del movimiento confederacionista liderado por

me Artigas, en la banda oriental del Rio de la Plata. Es posible que tradujera un

proyecto de transicin gradual hacia un Estado federal, ” pero la condena de la postura de


Artigas haba relegado la palabra federalismo al mbito de lo demonaco y, vinculndola a la
tambin furiosa demonizacin de la figura del caudillo oriental, asoci federalismo con
anarquia, desterrndolo as, con transitorias excepciones, del escenario politico bonaerense
durante la mayor parte de la primera dcada revolulieionaria” . (Jos Carlos Chiaramonte,
Ciudades, provncias Estados: Origens de la Nacin

argentina (1800-1846), Biblioteca del Pensamiento argentino, I, 1997, pp. 157 y 158).

/ase, adems, Washington Reyes Abadie, Artigas y el federalismo en el Ro de la Plata

Buenos Aires, Hyspamerica Ediciones Argentina S.A., 1986).


285
ARMANDO CARTES MONTORY

” Un Gobierno de los Pueb

Consideraba O’ Higgins que, en Chile, la fuerza de las tender

centralistas era mayor que en otras regiones hispanoamericanas.

menos, no estaban las condiciones para desintegrar el pas. Una y

vez, en efecto, en momentos de gran tensin, se bab reiterado la

luntadunitaria. Lo expres la Junta de Concepcin, en 1811’ y lue

lo recoge la Convencin de 1812, en medio de las disputas interprc

ciales. Lo mismo ocurre en 1823, a1 suscribirse el Acta, de Unin de

Provincias, donde se reitera que ” el Estado de Chile es uno e indivisibli

dirigido por un solo Gobierno y una sola legislacin” , a pesar de hallarse las provincias
extremas reunidas en sendas asambleas representativas, a un paso de establecer la
confederacin.5” Vinculado al tema del federalismo y de la retroversin del poder a los
pueblos, que ya hemos anali7ado, se sita el tema del poder municipal. Los cabildos, por su
carcter colegiado, eran base de una representacin corporativa criolla, que favorecia la
deliberacin. Jugaron, por lo mismo, un importante papel en las disputas previas a la
emancipacin. Producida esta, devinieron en un problema, para quienes pretendan
construir un poder nacional abstracto y centralizado. Los cabildos encarnaban una politica
asamblearia, jerrquicamente estructurada, con fueros y privilegios.549 Defendan, adems,
el mandato imperativo, esto es, el derecho de mandar instrucciones a sus diputados, contra
la nocin moderna de la representacin. An en ausencia de asambleas territoriales o
diputaciones, los cabildos de las ciudades principales se arrogaban la representacin virtual
de una provincia.55

547 El ’ Acta de los acverdos del vecindario de Concepcin, reunido en Cabildo Abier

en 5 de septiembre de 1811” , seriala que ” El pueblo de Concepcin declara por

pechosos de la patria y a la sagrada causa que sostiene a los que intenten o promue

la divisin o independencia de las provincial del reino, las unas respecto de las ot

Los considera igualmente como reos de lesa nacin y de lesa sociedad, y encarga a 1

junta que promueva por todos los medios posibles la unin i fraternidad de todos 1

habitantes de esta sociedad i partidos” . (SCL, tomo I, p. 79). 548 Reglamento Orgdnico y
Acta de Unin del Pueblo de Chile, 30 de marzo de 1823. 549 Antonio Annino,
” Soberanias en lucha” , p. 170. 550 Antonio Annino, ” Soberanias en lucha” , p. 159.

286
Captulo V Vid as provincias en una patria nueva

El establecimiento de legislaturas signific entrar en pugna con los

antiguos municipios, que se arrogaban una funcin poltica. El Estado de Buenos


Aires, por ejemplo, fue ms all que ninguno, al suprimir, en 1821, los dos
ayuntamientos existentes en su territorio, medida que seria imitada en otras
provincias hasta la desaparicin del ltimo ayuntamiento rioplatense, el de la ciudad de
Jujuy, en 1834.551 El lenguaje gaditano de diputaciones y comunas, a su vez, fue la
referencia obligada de las asambleas provinciales, los Congresos constituyentes de los
estados americanos, a partir de 1823-1824 y de las primeras legislaturas. Al menos
entre 1821 y 1835, dice Chust, ” el liberalismo gaditano se convirti en el referente
doctrinal de las elites regionales para guiar el proceso de construccin estatal.” ’ ”
En Chile, los cabildos de las ciudades principales, en los anos previos a la declaracin
de la independencia, fueron actores importantes. El de Coquimbo, por ejemplo, rechaz
parcialmente el Reglamento Provisorio de Carrera y, posteriormente, luego de la cada
de las autoridades espanolas, fue el pueblo de Copiap el primero que solicit, el 1 de
diciembre de 1817, una declaracin formal respecto de la soberania naciona1;553 el de
Concepcin, organiz su propia Junta Provincial; el de Santiago fue todavia ms lejos, al
arrogarse, en varios momentos, la representacin del reino entero. Producida la
emancipacin, los cabildos de las provincias perifricas, continan su evolucin politica,
segn el modelo gaditano de las diputaciones, hasta constituir asambleas provinciales.
Durante toda la dcada de 1820, son sujetos principales de la organizacin republicana.
Participan en la abdicacin forzada de O’ Higgins; nombran intendentes que luego
ejercern el mando supremo, como Manuel Bulnes, Joaquin

531Jose Carlos Chiaramonte, ” Estado y poder regional: constitucin y naturaleza de los


poderes regionales” , cap. V, en Historia General de Amrica Latina, vol. VI, La
construccin de las naciones latinoamericanas (Ediciones Unesco/Editorial Trotta, 1999),
p.157.

” ui ui._ - .4

...V1c1.11UC1 uuuSa va.cau, La IlUCIallb11111 ltUlceuum.a. cu Cl pl.!~ lle 11111a.


WILL G 111.231,0.-

ras y rostros” , Revista de Indias, Vol. LXVIII, nm. 242 (2008), p. 52.

’ 2” Imparti el Cabildo de Copiap su circular de fecha 15 de noviembre, para que


convocase a todo el vecindario con el objeto de solicitar el Supremo Gobierno que se
hiciera cuanto antes la declaracin oficial y solemne de la soberania e independencia

del estado chileno” . (Carlos Maria Sayago Moreno, Historia de Copiap, Santiago, Edi-

tonal Francisco de Aguirre, 1997, p. 281).

287
ARMANDO CARTES MONTORY

” Un Gobierno de los Pueb

Prieto, Ramn Freire o Francisco Antonio Pinto; y tercian, en

todos los debates sobre rgimen de gobierno y proceso constituyer

Se establecen en Concepcin y Coquimbo y luego, forzada por Fr,

tambin en la provincia de Santiago, la cual anhelaba concentr

gobierno en la capital.555 Se produce, entonces, un momento confec de hecho, luego de la


autodisolucin del Congreso de 1824, pero el

opta finalmente por mantener su estructura unitaria y centralize

Inspirada por la Carta de Cdiz, la Constitucin de 1828 las incor

y, muy posteriormente, tambin la de 1925, como eco de una ant

aspiracin, pero que permanecer con carcter meramente progr

tico. Curiosamente hoy en dia, con la instauracin de consejos regior

les electivos popularmente, parecen estarse reconstituyendo. En su administracin,


O’ Higgins debi lidiar contra el poder

munal, transformado luego en asambleas provinciales, en las ciudac

principales. Fue uno de los grandes desafios de su administracin,

bien la historiogra fia ha centrado el anlisis en las constituciones y 1

congresos, ms que en las dinmicas provinciales que debi enfrent:

Para contenerlas mantuvo, durante el mayor tiempo, cercania con

intendentes, que luego guiso reemplazar por Delegados Directoria

Al final, cuando las protestas se volvieron incontenibles, un intende

554 Pedro Domnguez, Asambleas provinciales (Santiago, Imprenta del Instituto de So


Mudos, 1902).

5” Ha quedado buen registro de las comunicaciones y relaciones de las asambleas tre si y


con el poder central, en diversos volmenes que custodia el Archivo Nacio Histrico:
Asamblea Provincial de Coquimbo (Municipalidad de Coquimbo), Ofic. Enviados por la
Asamblea Provincial de Coquimbo, 1825-1828; Asamblea Pro ciai de Coquimbo
(Municipalidad de Coquimbo); Actas de la Asamblea Provincial Coquimbo, 1825-1848;
Asamblea Provincial de Coquimbo (Municipalidad de quimbo) Oficios Enviados a la
Intendencia de Coquimbo, 1829-1832; Municipali de Concepcin, Actas Municipales,
1782-1824; Municipalidad de Concepcin, Ac Municipales, 1825-1834.

556 Extremando el anlisis, dice Chiaramonte que, en este punto, ” Ias provincia

cluso la de Santiago, se convirtieron en Estados independientes ai organizar sus bleas


locales para encargarse del gobierno y la administracin, sin sometimie

ninguna autoridad central Coquimbo y Concepcin proclamaron que no acepta

una constitucin que no fuese sometida previamente a sus consentimiento.” 1

monte, ” Estado y poder regional...” , p.192

288
Captulo V. Varjas provncias en una patria nueva

que era a la vez general del ejrcito del sur, encabez la oposicin que puso trmino a su
gobierno. La estructura provincial del pas planteaba una nueva interrogante al Director
Supremo O’ Higgins. En un tiempo de profundas transformaciones, las subdivisiones de
los territorios de los nuevos Estados, sus limites y capitales, fueron tambin una cuestin
conflictiva. En Cdiz se acord que el futuro Estadonacin se compondra de provincias,
como unidades administrativas. Para evitar la proliferacin de provincias en el espacio
americano y, con ello, el peligro del federalismo y las reivindicaciones locales, se opt por
el centralismo y la definicin de mbitos territoriales enormes. La duda quedaba planteada
en torno a qu territorios se consideraban provincias y con qu criterios. Los americanos
protestaron fuertemente, levando a que el tema quedara

postergado en la Constitucin.557 El artculo 11 dispuso que se hara una

divisin ms conveniente del territorio espariol, por una ley constitucional, ” luego que las
circunstancias politicas de la Nacin lo permitan.” 558 Posteriormente a la aprobacin de la
Constitucin, el 23 de junio de

1813, se decretaba la Instruccin para el gobierno econmico y poltico

le las provincias. En todo caso, dada la dificultad politica del tema, Ias

icultades persistieron. Es que no se trataba meramente de subdividir

ritorios por razones de eficacia administrativa; la cuestin de fondo

la radicacin de la soberania y la territorializacin del poder. En

le, las dificultades seran todavia mayores.

Las tensiones de la divisin territorial

La modernizacin que sigui a la Revolucin francesa, condujo a plan-

tear una nueva divisin, que evitara los males e insuficiencias del Anti . -

Rgimen. Jurisdicciones superpuestas de orden judicial, tributario

eclesistico, desconocimiento de la geografia, dimensiones irregula-

; todo deba modificarse para dar paso a un fraccionamiento ms forme, que favoreciera la
administracin y la unidad nacional. Un

r Manuel Chust Calero, ” La cuestin federal en el primer liberalismo doceariista” ,

stancia, afio III, N 9 (2006).


’ Antonio Fernndez Garcia, editor, La Constitucin de Cdiz (1812) (Madrid, Editorial

lia, 2010).

289
ARMANDO CARTES MONTORY ” Un Gobierno de los
Puebb

orden idealmente concebido, pero que, inevitablemente choc con

preexistente, histrico y geogrfico, lo que hizo necesario un ejercicic

complementacin y adaptacin a un espacio rea1.559

El desafio de la representacin polticoadministrativa moderna,’

nivel territorial, consiste en poder reflejar la voluntad cvica a travs

procesos electorales, que garanticen igualdad y participacin, por ur

parte, asegurando, a la vez, la presencia de la administracin central

todo el territorio nacional. El objetivo es conciliar los intereses locale

con los nacionales, a fin de que el poder central opere como un factc

de unin nacional. Una adecuada divisin y la distribucin equilibrac del poder, se


consideraban claves para la legitimidad del gobierno y

prosperidad de la nacin. Una nueva divisin administrativa del pais, que deba intentarse

Chile, no era tarea fcil. Por su carcter politico y evolutivo, particir

de la historicidad que imponen los acontecimientos y las realidades sc

ciales. Hacia 1810, se mantenan en Chile las tres provincias histrica

devenidas en tres intendencias, luego que el Congreso de 1811 reco

nociera tambin esta categoria a Coquimbo. Por las circunstancias

la guerra y las diferencias provinciales, nada se intent hasta 1818.

diferencia de Francia, la modificacin de la divisin poltico administr

tiva, fue muy posterior a la transformacin del rgimen politico y, por

peso de las regiones histricas, demor largo tiempo en asentarse.

primeros ensayos constitucionales se limitaron a reproducir las divisiones coloniales, en


especial el sistema de intendencias del siglo XVIII. El proyecto de Egafia de 1811, que
nunca rigi y el reglamento Provisorio de Carrera, de 1812, as lo consignaron, de manera
tcita, para efectos de establecer la representatividad provincial de la Junta o el Senado.
Considerando tambin la necesidad de fijar mejor la representacin, se

11T1 ,4.1” 1 A r14. TN/411,J /” .;111, 1 Q 1 .2 560

L4.1.1 1111 J

La primera Constitucin de O’ Higgins, en 1818, no fue mucho

all, con dos observaciones: confirm la capitalidad de Santiago y

provisionalidad de la divisin territorial: ” El Estado de Chile se ha

559 Vase el interesante trabajo de Maria Carolina Sanhueza, ” La primera divisi

politica-administrativa de Chile 1811-1826” , Revista Historia, n 41, vol. II (julio-1

ciembre 2008), p. 449. 560 Archivo Nacional, Censo de 1813 (Santiago, Imprenta Chile,
1953).

290
Captulo V V.z. as provncias en una patria nueva

dividido por ahora en tres provincias: la capital, Concepcin y Coquimbo” (Captulo IV, art.
10). No sefial las capitales provinciales ni los limites, gero era evidente que continuaban
vigentes las provincias histricas. Ya ganado para la causa de la nacin y renegando de su
opcin original por el gobierno regionalmente representativo, en la carta de 1822
O’ Higgins plantea una centralizacin profunda. El articulo 142 declara abolidas las
intendencias y las reemplaza por departamentos, a la manera francesa. Aunque su nmero es
indeterminado y la reforma nunca llega a operar, refleja su voluntad centralizadora. Los
intendentes, en efecto, son ahora reemplazados por Delegados Directoriales, nombrados
” por el Poder Ejecutivo de acuerdo con el Legislativo” , en cuya conformacin, en todo
caso, el Director Supremo haba intervenido directamente. Los Delegados ” de fuera”
tendran tratamiento de &Pioria, en tanto que el de la capital de Seitora Ilustre, sefialando
una jerarquia, que por ahora no tena otras consecuencias. Les corresponderia presidir
sobre los cabildos, sefialando con ello el fin de la autonomia de esos cuerpos intermedios;
en trminos muy similares a lo que ocurrir, una dcada ms tarde, con la Carta de 1833.
Recin en 1823, con la suscripcin del Acta de Unin de las Provincias, se plantea el
compromiso de una divisin del pas en seis provincias, asegurando la representacin de las
regiones.561 Tardaria bastante en concretarse, a pesar de la conciencia que existia sobre la
necesidad administrativa de una divisin ms prctica del territorio. Los conflictos
provinciales, que dieron lugar a diversos congresos y proyectos constitucionales,
dificultaban el acuerdo en torno a una fragmentacin mayor. Se buscaba asegurar la
equidad y proporcionalidad de los territorios,

a la vez que la viabilidad econmica para sostener su administracin. En pocas de un


funcionamiento muy irregular del Congreso Nacional, las asambleas provinciales
asumieron un importante rol, como ex-

presin del liberalismo anticentralista que prim en los anos veinte. Se

pensaba que un mayor fraccionamiento y la implantacin de cuerpos representativos


electivos favoreceria la transparencia y una efectiva fis-

calizacin de las autoridades regionales.

El proceso de configuracin de una divisin polticoadministrativa

moderna se completa en 1826, en el marco de las leyes federales. Fue

cta de Unin, arts. 24 y 25.

291
ARMANDO CARTES MONTORY

” Un Gobierno de los Pueblos.

decretado por el Consejo Directorial que oper en ausencia del Dir

tor Supremo Ramn Freire, quien encabezaba la campana de Chi’ ,

Se bas en el Proyecto de Reglamento provisorio para administracin de las pro,

cias de 1825. Si bien la Constitucin federal que consolidaria la nue,

estructura estatal nunca lleg a aprobarse, la subdivisin propuesta proyect a la Carta de


1828 y de ah a la longeva Constitucin que

sucedi. La primera estableci ocho provincias, serialndolas nominal

vamente (art. 2), en tanto que la Carta de 1833 mantuvo la divisin

provincias, pero entrego a la ley la indicacin de su nombre y nmero (art. 115). Se


esperaba que la nueva estructura apagase ” el fuego de los celos y rivalidades recprocas de
los pueblos” , en palabras del Director Supremo, lo que en buena medida ocurri. En parte se
debi a que, aun cuando el territorio se fragmento en unidades de menor tamafio, la divisin
acordada, en la prctica, respetaba los limites tradicionales. Los rios Choapa y Maule, en
efecto, que otrora separaron a Coquimbo y Concepcin de Santiago, ahora deslindaran a la
primera provincia de Aconcagua y a las de Colchagua y Maule, respectivamente. La
sombra de las antiguas intendencias, robustecida por la fuerza de la costumbre y los
accidentes geogrficos, seguia presente. De hecho, la provincia de Coquimbo no tuvo
variaciones. Santiago se fracciono en tres provincias Aconcagua, Santiago y Colchagua y
Concepcin en dos, con la creacin de la de Maule. ” En cuestin de limites internos, por
tanto, bien dice M. Carolina Sanhueza, no hay ruptura en el proceso, pues ms que variar
las lneas de demarcacin, las antiguas circunscripciones fueron fragmentando continuamente
sus superficies con el paso del tiempo.” 562 Efectivamente, dos dcadas ms tarde, con la
creacin de Nuble (1848) y Arauco (1852), Concepcin, veria severamente reducido su
antiguo territorio y, de paso, su preeminencia politica. Proceso que se vio reforzado,
durante la vigencia de la Carta de 1833, con la imposicin del gobernador como ” jefe
superior” de las municipalidades del departamento respectivo (art. 127) y del intendente
provincial como agente ” natural e inmediato” del presidente de la repblica ( art.1 1 6).

.~`

uu,- I

562 Sanhueza, Maria Carolina, ” La primem: divisin politicaadministrativa de Chili


1811-1826” , p. 490.

Captulo ” V Vidas provincias en una patria nueva

determinacin de las ciudades capitales de las provncias fue una

estin fuertemente controvertida. Ello no resultaba solamente de nsideraciones derivadas


del orgullo o la tradicin. Cualquiera fuera

rgimen de descentralizacin que se estableciera, en especial si se

plantaba el federalismo, las ciudades cabeceras seran la sede de la

ministracin y de las asambleas provinciales. El natural inters en

venir el principal centro poltico origin conflictos. As, Chilln plan-

erigirse en capital de la provincia de Concepcin y Talca segregarse

de Colchagua, para devenir cabeza de una nueva provincia. Estas di-

ficultades se sumaron a la incapacidad material de sostener una administracin, en tiempos


de profunda crisis econmica. Fueron factores centrales en el
fracaso del federalismo, la mxima aspiracin liberal. Por curiosa coincidencia, ocurra en los
mismos dias en que se consolidaba, con la captura de Chilo, su mayor logro: la
independencia.

La poltica provincial del Director O’ Higgins

Elevado al cargo de Director Supremo ” por el pueblo de la capital” y ” la voluntad


interpretativa de las dems provincias” , segn consigna en una proclama a los pueblos,
O’ Higgins comienza su gobierno en dificiles circunstancias. Una ” dictadura clsica” 563
para autores modernos y tambin para otros antiguos, como refleja la obra homnima de
Miguel Luis Amuntegui, calificativo que posteriormente el autor, sin embargo, se
encarga de matizar.564 Si su gobierno tuvo tal carcter ha sido controvertido; las obras de
Julio Heise, ” O’ Higgins” , forjador de una tradicin democrtica565, o de Eugenio
Orrego, El espritu constitucional de la adminis-

292

:;

” ’ Manuel Chust, ” Independencia, independencias y emancipaciones iberoamericanas:


debatesy reflexiones” , en: Carmen Corona, Ivana Frasquet, Carmen Maria Fernndez (eds.),
Legitimidad, soberanias, representacin: independencias y naciones en Iberoamrica
(Castelln, Universitat Jaume I, 2009).

ssa La dictadura de O’ Higgins, de Amuntegui, fue presentada como memoria a la


Universidad de Chile en 1853. En una segunda edicin, aparecida en 1914, el mismo autor
explica: ” El argumento principal de este libro es la historia de las tentativas que hizo sin
fruto el Capitn General D. Bernardo O’ Higgins para establecer en Chile la dictadura” .
” 5 Julio Heise, Gonzlez, ” O’ Higgins” , forjador de una tradicin democrtica (Santiago de
Chile, Talleres de Artesania Grfica, 1975).

293
ARMANDO CARTES MONTORY

” Un Gobierno de los Puebtl

tracin O’ Hig,gins566, entre varias otras, han resaltado el republicanisrn

del Libertador.567 Sus renuncios habran sido, como el mismo sefiala

la hora de la abdicacin, ” consecuencia de las azarosas circunstancia

en que he ejercido el mando” .

Lo que resulta indudable es el carcter ilustrado de su administracin, traza que el Director


heredara de su padre, matizada con elemen-

tos liberales, como la libertad de prensa y el fomento de la educacin.

La guerra del sur y los ingentes esfuerzos que implic la formacin de

la Escuadra libertadora no le permitieron hacer ms. Fuese o no dicta-

dura, lo cierto es que implant un gobierno centralizado y concentradc

en la figura del Director, con una fuerte impronta militar, basada en la

condicin de ” brigadier de los ejrcitos de la patria” , que soba invocar.

Todavia no estaban los tiempos para declarar la Repblica, slc

la independencia. Fue el mismo O’ Higgins, en efecto, quien desde el

campamento en los Morrillos de Perales, en los dias previos al fallidc

asalto a El Morro de Talcahuano y, ante la inminencia del desembarco

de las fuerzas de Mariano Osorio, declar la independencia de Chile.

Luego la proclam en la Plaza de Armas de Concepcin, el 1 de clero

de 1818, frente a las fuerzas formadas en cuadro. De inmediato parte

norte, en un penoso xodo al cual tambin se suma la poblacin patric

ta, llevando consigo todo lo que pudiera ser til al enemigo.568

El documento era muy claro sobre la voluntad de independenc


no as sobre la forma de gobierno que asumira569 parafraseaba a

566 Eugenio Orrego Vicufia, El espritu constitucional de la administracin O’ Higgins


(Santiall

go, Imprenta Cervantes, 1924).

567 Vase, Fernando Corominas, El diputado Bernardo O’ Higgins en el Congreso de


18111

I (Santiago, Ediciones Biblioteca dei Congreso Nacional de Chile, 2009); Christian

Ghymers H., editor, Seminario Internacional Francisco de Miranda y Bernardo


O’ Higgins en la emancipacin hispanoamericana (Santiago, Instituto O’ Higginiano de
Chile, 2003); y Luis

Valencia Avaria, Bernardo O’ Higgins, el buen genio de Amrica (Santiago, Editorial


Univer-

sitaria, 1980).

568 Al pasar por Talca, el 12 de febrero, primer aniversario de Chacabuco, jura el

impreso de la Proclamacin, el mismo dia en que en Santiago, el penquista Luis de la Cruz


proclamaba el texto y tomaba juramento a las corporaciones en la Plaza de
Santiago.

569 Sefialaba, en efecto, que Chile pasaba a formar ” un Estado libre, independient

soberano (...) con plena aptitud de adoptar la forma de Gobierno que ms conver

294
.

Captulo V Vigas provncias en una patria nueva

Constitucin de Cdiz, postergando la decisin para un momento posterior? 0 mostraba con


ello devaneos monarquistas, como sefialan sus detractores, a pesar del fuerte
republicanismo que tradicionalmente se atribuye al prcer? En el hecho, dejaba tambin
abierta la cuestin de si se establecera un gobierno unitario o federal, pues las convicciones
del prcer, en esta materia, por esos dias comenzaban a cambiar radicalmente. Es indudable
que su compromiso con la independencia plena es muy temprano; lo concreta apenas las
condiciones politicas lo hacen factible e, incluso, necesario. Su afiliacin al rgimen
republicano ha sido tambin reconocida, aunque no sin controversia. Al momento de
declarar la independencia evita pronunciarse derechamente por la repblica. Sus
constituciones se refieren al Estado y no a la Repblica de Chile, expresin que si utilizar, en
cambio, en mltiples documentos de gobierno. En todo caso, pocos niegan que fue el ms
republicano de los grandes prceres sudamericanos. Sus opciones en cuanto al rgimen
interior son menos evidentes. Resultan, indudablemente, influenciadas por las
circunstancias que vive y observa en Chile y los pases vecinos, que luchan por constituir
Estados viables, en medio de la anarquia. Pesan en el la actitud autoritaria e ilustrada,
que heredara de su padre Ambrosio, el pragmatismo de su carcter y el ambiente militar en
que se desenvuelve. Se inicia en la vida pblica como gran promotor de los congresos
electivos, influido, seguramente, por los norteamericanos que residen en Concepcin y
promueven la constitucin poltica de su prspera pa-

tria.” En varias ocasiones, se pronuncia por el federalismo o por regmenes confederales,


que incorporaran a las naciones del cono sur. Para

1820, segim hemos visto, ya se ha decepcionado profundamente de un

federalismo que, en forma creciente, se asocia al anarquismo y el desgobierno. En


entrevista con los agentes norteamericanos Jeremias Ro-

binson y Teodorico Bland, menciona las experiencias falidas de Mxico y el congreso de


Anahuac, de Venezuela y el Rio de la Plata. Posterga proyectos de congresos o asambleas
para momentos de mayor tranquili-

a sus intereses” .

Vase, Sergio Rodriguez Rautcher, Influencia de los Estados Unidos en el proceso de la

lependencia de Chile 1776-1824 (Santiago, Estado Mayor General del Ejrcito, 1984).

295
ARMANDO CARTES MONTORY

” Un Gobierno de los Pueb

dad. Estos congresos, dice a Bland, ” resultan en la prctica muy pelig

sos. Es fcil al enemigo sacar partido de ellos, provocando discusior

rivalidades y fomentando el espritu de intriga.” 571

Otro norteamericano, William Worthington, agente especial pa

Buenos. Aires, Chile y Per, pretendi convencerle que adoptase

instituciones de su pais, en particular el rgimen federal. Pero aungt

O’ Higgins guard silencio, no haba posibilidad de que acogiera su

planteamientos, segim Valencia Avaria, pues era justo ” lo que combata

el gobernante, los regionalismos que se esforzaba por aplastar.” 5’ 2

prioridad estaba puesta en la guerra del Per y la situacin militar

las provincias, todo lo cual requeria un estricto control del gobierr

interior.

A pocos meses de asumir el mando, hallndose O’ Higgins en el st

en el sitio de El Morro, le es remitido el llamado Plan de Hacienda

Administracin Pblica. Fue elaborado por el Ministro Contador de

Tesoreria General Rafael Correa de Saa, por encargo del Secretario

Hacienda Hiplito Villegas, en funciones desde el 2 de junio de 181:

El objetivo del documento, calificado por Jaime Eyzaguirre como ” e

primer ensayo de un cdigo de rgimen interior, de un estatuto adr

nistrativo y hasta de una constitucin politica” , era dar una estructur

racional y estable al aparato pblico.573 Con este fin, reglamenta cor

minuciosidad los organismos encargados del control de los ingresos.


La plenitud del poder se entrega al Supremo Director ” nombrac

por la libre voluntad de los pueblos” , aunque sin especificarse la forr

concreta en que se realizar su eleccin. Remitindose a la Ordenanz

de Intendentes de los Borbones, el Plan consigna la existencia de estc

funcionarios para las provncias. Dedica un captulo a las ” Intender

cias” , en que se sefiala que las de Concepcin y Santiago tendrn

primera instancia el conocimiento de las cuatro causas, Justicia, Polic

571 Eugenio Pereira Salas, Ia misin Bland en Chile (Santiago, Imprenta Universit,

1936), p. 18. 5” Luis Valencia A., O’ Higgin,5 p. 313.

5” Cooperaron tambin en su redaccin el mismo Juan Egafia Villegas, y Gregor

Argomedo. Fue aprobado en septiembre por el Director interino Hilarin de la Da

y remitido a O’ Higgins al sur para su ratificacin o reforma (Archivo O’ Higgins, To

VIII, p. X).
296
Captulo Viejas provncias en una patria nueva

Hacienda y Guerra, en los trminos prevenidos en el Cdigo de Intendentes. Sefiala que ” el


intendente de la provincia metrpoli lo ser tambin general y de l dependern los dems” (art.
105 y ss.), estableciendo una jerarquia que, por ahora, no tendr consecuencias concretas.
Regula, en general, una serie de materias, como ” los pasaportes para viajar a lo interior
de Chile” , que quedan a cargo de los intendentes, pero sin innovar en cuanto a las
atribuciones de estos funcionarios.574 Es la continuidad de la administracin colonial que
caracteriza a los primeros tiempos republicanos. Meses despus, presionado por una
naciente oposicin y consciente de la insuficiente legitimidad de su nombramiento,
O’ Higgins promueve la dictacin de la Constitucin Provisoria de 1818. Quien exigiera a
Martnez de Rozas la formacin de un Congreso Nacional, al tiempo de asumir este su lugar
en la Primera Junta de Gobierno, al punto de amenazar con restarle su apoyo si no lo
conseguia, ahora aparecia reacio a las asambleas electivas. Haba una razn prctica, que
derivaba del estado de guerra y que era real, pues todavia el afio siguiente Concepcin
aparecia como una ” provincia enemiga” que se deba amnistiar.575 La experiencia del
Primer Congreso, adems, no alentaba las asambleas, en la visin del Director, por ” los
fatales resultados de la divisin que engendr entre las provincias el Congreso anterior, a
pesar de que sus vocales fueron nombrados en medio de una paz deliciosa” . Hubo
todavia ms elementos, que pesaron en su nimo: el trgico ejemplo de las Provincias del
Plata, consumidas en la anarquia; su propio carcter; y las facciones que ya comenzaban a
formarse, en fin, lo convencieron de la impracticabilidad de cualquier ejercicio
democrtico. De ah que

574 El ” 1111,-, A Wa-1;,..2” ws;ornes

nau uc iiacaciiva y Luk., 1.11.111,0,

tomo VIII del Archivo O’ Higgins, pp. 403 y ss.

575 En febrero de 1819, el Senado Conservador acuerda decretar una amnistia para los
habitantes de la provincia de Concepcin, a fui de reparar en lo posible los pasados males
de la guerra: ” El Supremo Gobierno, con acuerdo del Senado, declara a todas las
provincias i habitantes que comprende la Intendencia de Concepcin restituidos a la unin
poltica i moral del Estado chileno i, por consiguiente, que existe la mas completa i sincera
amnistia i olvido general de cuando haya precedido sobre opiniones polticas hasta la poca
de la restitucin de estas provincias” . (Senado Conservador, sesin 21, ordinaria, en 5 de
febrero de 1819), Sesiones de los Cuerpos Legislativos (Santia-

go, Imprenta Cervantes, 1886), tomo II, p. 262.

297
ARMANDO CARTES MONTORY

” Un Gobierno de los Puebb

prefiri, antes que convocar a una asamblea, constituir una comisi

redactora del proyecto’ , que luego sometera al pueblo:

” Yo hubiera celebrado, indic en el prembulo de la Constitucin, con el ma_ yor


regecijo, el poder convocar a aquel cuerpo constituyente, en vez de dar la comisin
referida; pero no permitindolo las circunstancias actuales, me vi precisado a
conformarme con hacer el bien posible. Un Congreso Nacional no puede componerse
sino de los diputados de todos los pueblos, y por ahora seria un delirio mandar a
aquellos pueblos que eligiesen sus diputados, cuando aun se halla la provincia de
Penco, que tiene la mitad de la poblacin de Chile, bajo el influjo de los enemigos. La
nulidad seria el carcter ms notable de aquel cuerpo constituyente, que se formase
sobre un cimiento de agravios inferidos a la mitad de la Nacin. La rivalidad de las
provincial se seguiria por nico resultado de las sesiones del Congreso. El desorden, en
fin, y la guerra civil, tal vez, seran los frutos de una congregacin extempornea.” 5”

Para legitimaria, recurri entonces al mecanismo de la suscripciOn,1 que ya empleara con


xito Napolen a su regreso de Elba, abriendo registros en las principales ciudades y villas,
para que se pronunciaran los ciudadanos. Por supuesto que result aprobada fcilmente.
Aunque deficiente en cuanto a tcnica legislativa, la Carta oper hasta 1822, e incluso ms
all, cuando se declar la nulidad de la que el Director propuso este afio. La dictacin de la
Constitucin no bab, sido una iniciativa espontnea dei gobernante. La muerte de los Carrera
provoc un gran revuelo

en Santiago. Se reuni un cabildo abierto, el cual exigi al Director;

entre otros puntos, formar una junta directorial, en la cual le acor.

pariasen dos vocales, la participacin del cabildo en el nombramier.

de los ministros de Estado, la instalacin de un congreso nacional y

promulgacin de una constitucin.578 O’ Higgins se compromen en

tonces a convocar un congreso y dictar una constitucin, pero no anta

de realizar un censo poblacional para dirimir la representacin. ler

eller

2c, _.:

`:’ -,
Sus miembros fueron Manuel de Salas, Francisco Antonio Perez, Joaquin Ganda

llas, Jos Ignacio Cienfuegos, Jos Maria Villarreal y Lorenzo Jos de Villaln.

;77 cm 1 _1_ ..L.1;,.., ri Cs en 10

- rroyecto ae L,onsutucion provisora para ei nsiauu uc l.+1111e agosto de 1818,


sancionado y jurado solemnemente e123 de octubre dei mismo

578 Archivo del Senado, tomo II, p. 94.

576

Captulo V Vidas provincias en una patria nueva

fundarnentales reparos contra las asambleas, que expres por boca de su ministro
Irisarri.579 Mientras tanto, propondra una carta provisional, lo que efectivamente cumpli.
La Carta de 1818 mantuvo provisoriamente la divisin territorial histrica en tres provincias,
sefialando a Santiago como la capital. Probablemente, contrariaba el nimo del Director
Supremo, quien de seguro ya preferia la figura de intendentes designados. En la prctica, en
todo caso, los intendentes en servicio, como Juan de Dios Rivera en Concepcin, contaban
con su confianza.
A partir de ahora, por su participacin en la designacin de asesores y secretarios de los
tenentes de gobernador, no sujetos a la jurisdiccin del intendente, podra ejercer una
autoridad adicional en los espacios provinciales, realizando su ideal de gobierno
centrali7ado. El Director Supremo, segn la Carta, ejercera el Poder Ejecutivo en todo el
territorio y ya estaba elegido. En lo sucesivo, la eleccin deba hacerse ” sobre el libre
consentimiento de las provincias” (Ttulo IV, Art.

” 9 En la Gaceta Ministerial de 23 de mayo expone con mayor franqueza su pensamiento,


con la pluma de Irrisarri: ” Quiz habr entre nosotros, deca, algn imprudente que

siera ver en lugar de este decreto la convocatoria del congreso para que marrana

io se empezasen a formar las leyes que deben reg-ir eternamente a todas nuestras

eraciones; pero el Supremo Director del Estado, nico responsable en el dia de la

te de Chile, est muy distante de comprometer a su patria y de corresponder mal

1 confianza pblica por dar Busto a los imprudentes. No deben haberse borrado de

aemoria de los chilenos los males que nos trajo aquel cuerpo que en 1811 con el

ibre de congreso slo sirvi para introducir la discordia entre los particulares, para er nacer
la guerra civil entre las provncias y para producir de su mismo exterminio

aespotismo ms cruel que jams sufri otra nacin de la tierra. El congreso fue la

sa de la usurpacin de los Carrera. l mismo fomentaba en su seno los partidos_ cedieron al


fin en provecho de unos terceros que castigaron atrozmente el crimen lendo en su favor. l
mismo, en fin, dispuso todas las cosas para que encontrasen

espaiioles en Concepcin un parado demasiado fuerte contra nuestra libertad.

Lies desgracis, por los mismos orincioios. se han experimentado en Mxico. en

. = idinamarca (Nueva Granada), en Cartagena en Caracas” .


Conclua atribuyendo

cOrinesr,

litacin y

,cluaa uc LUUUS iu uc paina; LAOS cougicsos, uma uc ia pie-

del espritu de partido, han abierto al enemigo comn el camino de sus

y el de nuestras runas. Debemos, pues, ser prudentes con el escarmiento en


eza ornn; :o] -1- 4 -1 1 -__..

y 11C LIJUON 11.1J csiauus quc se VICIOU cii IIUGSLIUN Unutuiw..a.u-

(Cit. Dor pico, Rarrnc Arana Flictnrin nonarn1 rio Chao tryrnrh YT n 37Q1

- - -..., r

298

299
ARMANDO CARIES MONTORY ” Un Gobierno de los
Pueblos..

1), en base a un reglamento todavia inexistente, pero que deba basal

en la lgica corporativa de cabildos y provincias y no todavia en la mi

moderna de un cuerpo abstracto de ciudadanos, reunidos en la inc

piente nacin. La capital y todas las ciudades y villas del Estado, ” lueg

que el Senado de acuerdo con el Director lo tengan por conveniente” ,

deberan elegir sus Gobernadores, Tenientes y Cabildos, con excepcin

de los Gobernadores militares de Valparaso, Talcahuano y Valdivia

que seran de designacin del Director (Captulo V).

As lo serialaba el texto de la Constitucin. Pero como ha ocurrido

en varios casos anteriores y posteriores a ella, los derechos polticos re

conocidos en la carta de 1818 tuvieron una muy limitada vigencia efec

tiva. El Senado, si bien mostr alguna independencia y en general fue

respetado, era nombrado por el Director Supremo. La eleccin popula

de cabildos y gobernadores locales, que prevea la Constitucin, nun-

ca tuvo lugar. El Director Supremo, con acuerdo del Senado, designC

a los segundos, permitiendo, eso si, a los pueblos que se presentara

quejas contra las autoridades. El abuso de las representaciones, origi-

nadas muchas veces en querellas locales, condujo a eliminar incluso esa

posibilidad, por un senadoconsulto de 1819. A pesar de este poder ca

ilimitado, los desmanes y violencias de la autoridad fueron infrecuentes

lo que Barros Arana atribuye a la moderacin del Director O’ Higgir

y al prestigio local y espritu pblico de los vecinos que desemperiaba


los cargos.58

La Constitucin prevea una duracin de tres mios para los intenden-

tes, pero no se haba cumplido. El Senado manifest, en sesin de 3

septiembre de 1821, que los intendentes de provincias y los tenentes gc

bernadores deban durar ese plazo, haciendo presente que corresponc

elegirlos por votacin popular, con excepcin de los gobernadores de las plazas militares de
Talcahuano, Valparaso y Valdivia. Sugeria, en razn de las dificultades polticas del
momento, que los cabildos, como ” padres de los pueblos” , propusieran ” tres individuos
americanos chilenos, arraigados y vecinos del lugar” , para que entre ellos designare uno a
su arbitrio el Director.581 Concepcin deba exceptuarse de la eleccin de intendente

5” Diego Barros Arana, Historia General de Chile, tomo XIII, p. 499.

581 Senado Conservador, Sesin 381, de 3 de septiembre de 1821, SCL, tomo V, pp

285 y 286.

300

,AM
Captulo V Vidas provincial en una patria nueva

por las circunstancias de la guerra. Pasaron seis meses sin que el Director se pronunciara
sobre estas propuestas. En marzo siguiente, el Senado decidi dar un paso ms audaz. Declar
cumplidos los plazos de los intendentes y gobernadores que excedan los tres anos y negada
la hora de proceder a la eleccin popular de los mismos. ” Hallndose felizmente todas las
provincias y pueblos libres de enemigos interiores y exteriores” , representaba el Senado
al Director, era negada la hora de comenzar a gustar ” el dulce fruto de la libertad” . Dos
veces ms insisti, con respetuosa energia, el senado en sus representaciones.582 El Director
Supremo, convencido de que las elecciones excitaran las pasiones locales, provocando la
anarquia, no dio respuesta. La convocatoria por el Director a una convencin constituyente,
en mayo de 1822, sin participacin del Senado, determin su disolucin, poniendo trmino a
sus contestaciones con el Ejecutivo. En relacin a los cabildos, el Gobierno les manifest su
respeto, pero procur evitar que se involucraran en la politica nacional. Sus funciones
deberan concentrarse en el fomento del ” adelantamiento de la poblacin, industria,
educacin de la juventud, hospicios, hospitales y cuanto sea interesante al beneficio pblico” ;
para lo cual les correspondia la recaudacin y depsito de los propios de las ciudades y
villas. Concentrada la suma del poder en el Ejecutivo y sus representantes, la idea es que
los cabildos, poco a poco, abandonaran su rol poltico en procura de una representacin
nacional de las provincias en cuanto tales, para reducirse a las tareas propias de la
administracin comunal. En las provincias del Rio de la Plata, recordemos, se lleg a suprimir
a los cabildos, a fin de sustraerlos de la vida politica. Los eventos, para desgracia del
Director, marcharon en el sentido inverso. Los cabildos de las ciudades principales, La
Serena y Concepcin, conformaron asambleas provinciales, segn el modelo gaditano,
reforzando la representacin orgnica de las elites regionales. A su tiempo, incluso

5” ” Si felizmente nos hallbamos libres de enemigos exteriores e interiores, dice el


Senado, era necesario hacer gustar a los pueblos el dulce fruto de la libertad, ordenando
que, conforme a lo prevenido en el artculo 1, capitulo 5, titulo 4 de nuestra Constitucin
provisoria, se procediera en la capital i en todas las ciudades i vilas del Estado a la eleccin
popular de sus gobernadores i sus tenientes, esperando solo S.E. la conformidad en esta
determinacin para metodizar el reglamento que ha de circularse, de cuya medida resultar la
mayor unin i tranquilidad de los pueblos” . Senado Conservador, Sesin 435, de 15 de abril
de 1822, SCL, tomo V, pp. 608 y 609.

301
ARMANDO CARTES MONTORY ” Un Gobierno de los
Puebh

Santiago esta.bleceria su propia asamblea, forzado por las circunstancias.

Los smbolos republicanos reflejaban este estado de cosas. Afianzac

la independencia, el gobierno de O’ Higgins consagra un nuevo escuda

conocido como el Escudo de la Transicin, aprobado por el Senado el 23

de septiembre de 1819. Se compone de una columna clrica al centro, en

un fondo azul. Sobre un letrero que dice ” Libertad” , aparece ” una estrell

de cinco puntas representante de la provincia de Santiago, presentndos,

a los lados de la columna otras dos estrellas iguales por Concepcin y Cc

quimbo, orlado todo de ramas de laurel... ” .583 Bajo ese escudo se luch 1

organizar la repblica. Ias estrellas simbolizan, en consecuencia, a un pa

surgido de la unin de tres provincias, que ahora constituiran la nacin.5

Las provincias histricas, Santiago, Concepcin y Coquimbo reciban

emancipacin con expectativas algo diferentes. La primera aspiraba a re-

constituir el poder real en la capital, como ciudad principal del reino y sede

del gobernador; las otras dos, por su parte, queran construir un gobiernc

nacional representativo de las . provincias, en el poder legislativo y oj2

tambin en el ejecutivo, para lo cual presionaron por la formacin de go-

biernos colegiados y estructuras estatales descentralizadas. La sustitucin de

este escudo por el actual, en 1834, con su estrella solitaria, que represent

la nacin ” una e indivisible” que por entonces impona la Carta de 1833]

refleja el desenlace de la lucha por la organizacin de la repblica.

La Constitucin de 1822 Lejanas ya las circunstancias que justificaron la concentracin del


poder
en el Director, el pueblo noble empez a presionar para obtener su insti-

tucionalizacin. Hemos visto como el Senado plante con moderacir

pero con firmeza, la necesidad de avanzar hacia autoridades electiA

O’ Higgins propuso entonces un segundo texto constitucional. Para

redaccin convoc a una Convencin de representantes, cuya elecci

fue amarada por el mismo Director, para asegurarse la lealtad de

comisionados. El proyecto, en todo caso, fue ms bien obra del Minist

583 Senado Conservador, Sesin 123, de 23 de septiembre de 1819, SCL, tomo III,

228.

584 Miguel Luis Amuntegui, Los precursores de la Independencia de Chile, Vol.111 ( Sai
1tia

Encuadernacin Barcelona), pp. 587-590.

302
Captulo V Fujas provincias en una patria nueva

Rodriguez Aldea, muy odiado en la poca por amplios sectores, lo que contribuy a su
desprestigio. Siguiendo el modelo gaditano, declaraba la nacin como ” la unin de todos
los chilenos” , poniendo el nfasis en una definicin amplia e incluyente de chilenos, ms
que en el territorio. Propona la divisin del territorio en ocho departamentos, segn hemos
visto, utilizando la nomenclatura impuesta en Francia por la revolucin. La divisin buscaba
racionalizar la administracin, evitando la superposicin de jurisdicciones y, por la via de
atomizar el territorio, reducir los ” provincialismos” de las regiones perifricas. Las
nuevas unidades territoriales, ” de ficcin cartogrfica, dice Gabriel Salazar, despertaron
de inmediato la sospecha de los pueblos, cuya autonomia no tena que ver con una figura
cartogrfica, sino con una comunidad viviente.” 585 Barros Arana, en cambio, reflejando
la visin contraria al provincialismo, califica la divisin en departamentos de ” razonable y
conveniente” . La segmentacin tradicional en tres provincias, por el contrario, generaba
” celos y rivalidades” y ” tendia a mantener cierta separacin entre los hijos de la familia
chilena.” 586 Como la Constitucin finalmente no pudo regir, tampoco oper la divisin, la
que seria, sin embargo, propuesta nuevamente en varias ocasiones: en el Acta de Unin de
las Provincias, luego por el Congreso de 1825 y, finalmente, por la ley federal de 30 de
agosto de 1826, la que fue aprobada y sobrevivi cuando ese rgimen perdi su escasa
vigencia. Con todo, hay que tener presente que, an dividido en ms provincias, estas
todavia reflejaban la divisin histrica tripartita del Chile tradicional. El proceso
constituyente provoc el descontento de las elites santiaguinas y provincianas. En vez de
elegir el Congreso Nacional, que de-

)ia suplantar la Carta del 18 por una definitiva, segn aquella haba

lunciado, O’ Higgins convoc por su propia autoridad a una conven-

.in preparatoria. Ignoraba el texto constitucional y propio Senado.

afrentado a su creciente resistencia, fue todavia ms lejos, excluyendo

Gabriel Salazar, Construccin del Estado en Chile (1800-1837) (Santiago, Editorial Sud-

nericana, 2005), p.169. La aprobacin de la constitucin, dice Barros A., provoc

an molestia en el sur: ” El comn de las gentes no veia en la Constitucin otra cosa

ue la divisin de la provincia de Concepcin en departamentos, para quitarle su an-

Lia y tradicional importancia” . (Historia General, tomo XIII, p. 359).

)iego Barros Arana, Historia General, tomo XIII, p. 326.

303
AxL DO CARTEs MowroRY

” Un Gobierno de los Pueblo,

ai cabildo y la aristocracia de la capital. Dispuso, en efecto, que cada

cabildo elegira un diputado, el cual deba ser oriundo o vecino dei lugar que les elega. De
esta forma, comenta Valencia Avaria, ” la exclusin de la dirigencia santiaguina fue
apabullante” y, ai equipararse a los demo pueblos, ” la prepotencia metropolitana fue as
desbaratada.” 587 Lo an. tenor, provoc un fuerte rechazo en los afectados, pero, por accin
de la propaganda y otros eventos, no logr tampoco la simpatia de los provia. cianos. El
Director hizo nombrar, en cada partido, a sus candidatos, por lo que en la prctica, la
eleccin de convencionales no fue ms que un simulacro. Freire, quien, como intendente de
Concepcin aval el procedimiento, lo denunciaria ms tarde como una de las justificaciones
de su levantamiento en armas. Hay que tener presente, sin embargo, que la

intervencin electoral era una prctica habitual yio fue por varias dca.

das ms. Los nombrados, adems, fueron en general personas de vale:

que se mantuvieron en la vida pblica largos anos, mostrando indepen.

dencia y buen criterio. ” Veintids de los treinta y tres convencionales,

recuerda Valencia, renovaron sus mandatos en congresos posteriores y

por un largo perodo cuya caracterstica fue, precisamente, la condena

dei prcer.” 588

La constitucin, en buena medida obra dei ministro Jos Antonio

Rodrguez Aldea, es un texto moderno, que recoge los avances dei de

recho pblico de su poca. Aunque senala inspirarse, en el prembulo,

en los ” mejores modelos” , en especial los dei ” pas clsico de la liberta,

los Estados Unidos” , en muchas disposiciones sigue de cerca la consti-

tucin gaditana de 1812. As, dedica un captulo a la ,Nacin Chilena, ” e’

la cual reside esencialmente la soberana” , dejando atrs la nocin di

soberanas fragmentadas que representaban las provincias. Estas des.

aparecen, ai igual que sus intendentes, los que son reemplazados


Delegados Directoriales, nombrados por el Ejecutivo con acuerdo d

Legislativo (art. 144). Estos Delegados presidirn tambin los cabildo

neutralizando de paso el poder municipal (156). Las provncias ser,

ahora departamentos, siguiendo el modelo francs y su demarcacin

limites quedaba entregado ai Congreso (art. 47 N28). Los diputado, se elegiran a razn de
uno por cada quince mil almas, siguiendo la no

i, Am

LL

ae@

`..

Captulo V Vi jas provincias en una patria nueva

Y a

o
clatura de la carta de Cdiz. Implica una concesin muy amplia

i una re resentacion ms centrada en la poblacin que en e ciudadana Y P

bases terntoniAucb, c3w c3, iiia3 avljuaci.a.

Era imposible que las provincias perifricas, que ya haban organizado sus asambleas,
pudieran conformarse a este nuevo orden de cosas. El cabildo de Concepcin, en sesin
solemne de 15 de noviembre, frente ala iminente instruccin de reconocer la Constitucin,
ofici a todos los partidos, a fim de conformar una asamblea que se pronunciara sobre su
validez y vigencia. Lo que estaba en juego, todos lo saban, era la continuidad del
gobierno y la estructura que deba asumir el que lo reemplazare.589 Segn el agente
norteamericano Jeremas Robinson, Ramn Freire le asegur que sus propsitos eran ” insistir
en la igualdad de derechos para los ciudadanos y Ias provincias y que la capital no goce de
prerrogativas sobre el resto del pas” . Dos afios ms tarde, en la asamblea de diputados de
1825,

Miguel Infante afirm que ” el origen dela revolucin de 1823” fue ” el

ritu de centralismo” de la capital. ” El Senor O’ Higgins quit las inten-

dencias y convirti en delegaciones los gobiernos provinciales.” 590 Aunque hubo otras
razones gravsimas, como la crisis econmica, es indudable que

587 Luis Valencia Avaria, Bernardo O’ Hgin, el buengenio deAmrica, pp. 385-386. 588
Luis Valencia Avaria, Bernardo O’ Hzggins, el buen genio deAmrica, pp. 385-386.

” En sala capitular dei Muy Ilustre Cabildo, Justicia y Regimiento de ia ciudad de


Concepcin, dice el acta de la jornada,.., estando los senores en Cabildo Pleno, presididos
por el senor D. Esteban Manzano, alcaide de primer voto, dijeron unnimes y uniformes
con una sola voz por ante mi ei escribano dei ramo: que segn datos Positivos deba llegar
en el primer correo dei treinta, el Plan de Constitucin que debe regir ia futura felicidad dei
pas y con respecto a saberse positivamente ser ste grande

-,_, , ,, , . T, , . .,

ws’ JUIQ ue un solo nomnre dei ocuaao ministro tcoanguez tuaea) y no por mu-

de probidad, talentos, virtudes conocidas morales y pblicas, y decididos por el

ia dei pas, como se tiene anunciado de muy atrs, es de necesidad anunciar este

1 ai senor Gobernador-Intendente de la Provincia y General en_jefe dei Ejercito

nn Freire) exigindole imperiosamente que conviene oficiar a los cabildos de la

[leia para que en el caso de llegarles a sus Presidentes los indicados documentos,
endan precisamente cn rPrnnnrimiPntn pacta canitri. Pertnnr la

itad general de la provncia, anuncindoles que deben para ello remitir un sujeto

Nmayor confianza con poder bastante para que acompafiado de los dems que

1 nombrar los dems partidos, sancionen el Plan de Constitucin. Vase, Archivo

Tico Nacional, Municipalidad de Concencin. Actas Municinales. 1782-1824: v

rutia Infante, ” Un decenio dei cabildo penquista (1818-1828)” , en Homenaje

grsor Guiller-mo Feli Cruz (Santiago, Editorial Andrs Bello, 1973), p. 985.

1 Valencia Avaria, Bernardo O’ Higgins, el buen genio de Arnrica, p, 379.

304

305
ARMANDO CARTES MONTORY

” Un Gobierno de los

el intento de O’ Higgins de centralizar el Estado pes en el nimc

provincias de levantarse en armas y obtener su deposicin.

. La abdicacin

La historiografia antigua, de corte liberal, centra la cada de O’ Hig

en las luchas politicas y las demandas por mayores libertades pbli

Pesaron enormemente tambin, sin duda, las graves dificultades

nmicas provocadas por la guerra y el dislocamiento de la agrict

el comercio y la administracin. Los sueldos impagos de funciona

y militares generaron una creciente oposicin. Un factor central,

suficientemente apreciado por la historiografia nacional, es la opos

de las provncias perifricas, Concepcin y Coquimbo.59’ Ambas for

ron asambleas, desconocieron al Director Supremo y se dispusierc

marchar a Santiago. Las tropas de Coquimbo, en nmero de quir

tos hombres, segn Domingo Santa Maria, llegaron incluso ante

Ramn Freire a Santiago.592 La oposicin del sur, adems, implic2

divisin del ejrcito, que quedaba mayoritariamente en manos

provincias. Valparaso, en tanto, asolado por un fuerte terremoto

noviembre del afio anterior, se mantuvo en tranquilidad.

La dimisin es apresurada por la oligarquia santiaguina cuando

tropas provinciales ya estn en marcha, a fin de obtener que el Dire

abdique frente a ellos. Se trataba de evitar el fantasma del federa

y que la capital quedase ocupada por el ejrcito del sur. Como ya ha


ocurrido en 1808, al comienzo de la revolucin, con el apresurado nc

bramiento del Regente de la Real Audiencia como Gobernador

evitar que asumiese el brigadier Garcia Carrasco, General del Ejr

591 La presin provincial, sin la cual la cada del Director no habra ocurrido,

reconocida por autores extranjeros. Sefialan, en efecto, los valencianos Manuel

e Ivana Frasquet, que ” los grupos dirigentes de Concepcin y Coquimbo desce

ron la Constitucin e iniciaron unos movimientos insurreccionales para opone

centralismo de Santiago” (Tzempo de revolucin, p. 223).

592 Domingo Santa Maria, Memoria Histrica sobre los Sucesos ocurridos desde la ca

O’ Higgins en 1823 hasta la promuncin de la Constitucin dictada el mismo afio (Santia

Imprenta Nacional, 1868), p. 178.

306
Captulo V Viejas provncias en una patria nueva

de la Frontera, a quien le correspondia por derecho; la oligarquia se apresuraba a destronar


al Director, nombrar una Junta y declarar al general Freire, que marchaba al frente de las
tropas del sur, que su presencia ya era innecesaria. Otra vez, no obstante, las cosas no se
dieron as y Freire asumira el poder, con el beneplcito de las provincias extremas. El
levantamiento de las provincias se vena gestando durante todo el ano 22. Confluyeron
eventos polticos, econmicos y militares que

lo volvieron inevitable. Las malas cosechas y los padecimientos del sur,

por la guerra y la escasez, se tradujeron en una demanda politica, personificada en el


rechazo al ministro Rodriguez Aldea, a la convencin

y la Constitucin propuesta por el Director Supremo. Estos elementos

catalizaron el rechazo de los ultramaulinos y llevaron a la convocatoria de una asamblea


provincial, instalada el nueve de diciembre. La

eunin conden el abandono de la regin, sin trigos ni sueldos para

guarnicin y ” la destructora ley de la divisin de la provincia en de-

Imentos” . La conclusin fue ” la sustraccin de esta provincia de la

.diencia de ese gobierno” . Era la insurreccin.

La asamblea que se rene en Concepcin es notable por varios as-

aos. Convoc a paisanos y militares, propietarios y labriegos y, junto

ellos, jueces territoriales, curas y religiosos. Incluso realistas y an

icianos de Benavides formaban en las filas de los asamblestas, todo

cual acredita la lgica provincial con que se movilizaban. En comn

Dia el sentimiento de que deba resistirse la Constitucin y, con ello, la

sin de su territorio tradicional, pero, al mismo tiempo, cada distrito remitia su


representante dejaba constancia de su pertenencia a la

)blica de Chile, desmintiendo toda sombra de separatismo. Los go-

fiadores de los distritos del norte del Maule fueron Ramados a unirse

rebelin, con bastante xito. ” Hasta los partidos de San Fernando,


, ..

ic y Talca, dice Santa Maria, que estaban comprendidos en el te-

)rio de la provncia de Santiago, se entendian con Freire y elevaban

sus quejas. Los pueblos vean el triunfo de la revolucin en Freire

rendan al vencedor.” 593 A Coquimbo lleg el 19 de diciembre la

lama de Freire. Prontamente el cabildo convoc a los vecinos y se

IO constituir una asamblea, a imitacin de la de Concepcin. Te-

lgo Santa Maria, Memoria Histrica sobre los Sucesos ocurridos desde la cada de

i en 1823 hasta Ia promulgacin de Ia Constitucin dictada el mismo afio, p. 201.

307
ARMANDO CARTES MONTORY

” Un Gobierno de los Puebh

nan sus propias querellas contra el gobierno de O’ Higgins y recha

ban tambin la Constitucin.

El Director Supremo intent una resistencia mayor de la que tra

cionalmente se conoce, pues el relato de los hechos se suele concent

en la tiobleza de su abdicacin. Durante el mes previo a este momer

organiz sus fuerzas del norte y el sur, incluso pidi ayuda a Mendc

La defeccin de los cazadores, que conformaban su vanguardia, no o1

tante, el entendimient con Freire de la fuerza que comandaba Bea

chef en Valdivia; el apresamiento de parte de las tropas en Illapel o

disgregacin de aquellas que comandaba Prieto en Rancagua, entre

otros sintomas de descomposicin, precipitaron su cada.594 Freire,

su parte, dirigi sendas notas a los gobernadores del norte del Mau

pidiendo apoyo, as como a Thomas Cochrane y Jos de San Ma

pero estos, ms cercanos a O’ Higgins y ya en el ocaso de sus dias

lenos, prefirieron marginarse, instando a un acuerdo.595 Conocido

inminente desenlace armado, los grupos santiaguinos se vieron forza

a anticipar sus planes. Aunque la Carta de 1822 le aseguraba un nuevo mandato de

mios, O’ Higgins haba anunciado su voluntad de permanecer en el

der slo dos mios ms. Era el tiempo que estimaba necesario para

solidar la paz interna. As lo contes() a Jose Maria de la Cruz, ariadier

que no queria exponerse, por amor a su pais, ” a recibir por premio

expatriacin.” 596 A la larga, sus palabras resultaran profticas. Enfn


tado al ineluctable fin de su gobierno, confes al mismo de la Cruz,

su deber era ” sostener el cargo con dignidad” y hacer lo posible

evitar una guerra civil. No romperia l el fuego. Envi emisarios al s

para negociar con los sublevados, con miras a la organizacin de

congreso nacional, frente al cual dimitir. Conoca muy bien las

siones interprovinciales y queria precaver una conflagracin. Vale

594 Benjamin Vicui-ia Mackenna, El ostracismo dei Yneral D. Bernardo O’ Higgins Na

so imprenta y Libreria del Mercurio, 1860), p. 430.

595 ” Oficio dirigido nor el iren ra 1 don Ramf-in Freire a T.nrri rnehrane” V ” Co

general don Jos de. San Martn general don Ramn Freire” , en: Domingo

mana, Memorla lizstnca-, pp. 309 y 310.

596 General Jos Maria de la Cruz, Recuerdos de don Bernardo O’ Higgins (Santiago,

nal anares tsello, 19b0), p. 101.


308
Captulo V Vidas provincial en una patria nueva

varia, quien de manera consistente ensalza la figura del Libertador, le

ibuye republicanas intenciones, en la difcil jornada del 28 de enero

el consulado. ” Es evidente, afirma, que no defendi tanto su per-

iencia en el mando como el principio de la unidad nacional por la

icipacin igualitaria de todo el pas en la generacin del poder” .

Temia, por supuesto, a la odiada anarquia.

La oligarquia santiaguina, por su parte, tenia numerosos reclamos

)ntra el Director, que la llevaban a desear su dimisin. En mios tur-

lentos se haban acumulado agravios de toda clase: religiosos, por

trato a ciertas Ordenes y miembros del clero; de familia, acentuados

le la muerte de los Carrera; y econmicos, por las mltiples exac-

rnes que demandaba el financiamiento de la guerra; en fin, mltiples

lerellas que no es del caso reservar. En lo que si haba consenso era en

intencin de concentrar el gobierno, a la cada del Libertador, en la

)ital Santiago. En las palabras del agente norteamericano Jeremias

)binson, quien lleyaba ya dos afios en Chile y conoca el medio, la

L de Freire de formar un congreso sin preeminencia de regin alguna ltaba fatal ” para la
aristocracia adinerada y para los sentimientos

superioridad de la capital... Los ciudadanos ms influyentes de la ciu-

1, previendo que podia triunfar si no se maniobraba con habilidad,

)1vieron deponer al director supremo antes que el ejrcito de Freire

reciera porque calculaban el efecto que su presencia producira, y

;-o se vanagloriaron de su xito. Creyeron que el golpe politico les de-


veria su antigua influencia y quitaran popularidad a Freire. As ellos

ran seguir gobernando a todo el pas.” 597 La misma visin recoge

Maria, escribiendo unas pocas dcadas despus. Con el levanta-

ento de las provncias la cada de O’ Higgins era inevitable y no bab.

que esperar. Una actitud pasiva de Santiago, sin embargo, habria

icado proclamar, de hecho, a Freire ” sucesor de O’ Higgins i dar a

icepcin una importancia crecida capaz de resolver por si sola todo

)lema gubernativo i de dar o quitar a la Repblica el mandatario

quisiese” .

El ascenso de Freire a la primera magistratura importaba, adems,

Avaria, op cit., p. 391. Sobre Robinson, incluyendo la transcripcin de su ” Dia-

sonal” , referido a mayo y junio de 1818, vase, Eugenio Pereira Salas, jeremias

agente norteamericano en Chile (1818-1823).

309
ARMANDO CARTES MONTORY ”Un Gobierno de
los Pueblos..

la continuación del militarismo y el triunfo del espíritu provinciano,

tuación muy lejana del régimen civil y libertario, aunque centralizado

oligárquico, a que aspiraban. De ahí su prisa en derrocar a O’Higgir

constituir una junta y rechazar la presencia militar en la capital.” C(

estas pretensiones, dificilmente compatibles, llegaban el Director Supr

mo y sus adversarios de Santiago y las provincias, a la jornada del de enero.

Las incidencias de aquel dia, en el cabildo abierto al que fue convo-

cado el vecindario noble, fueron fraguadas la noche antes, en la casa

de José Maria Guzmán. Se trata del intendente de Santiago, -”dele-

gado directorial”, según la carta de 1822— personaje supuestamente

de la confianza absoluta del Director. Interpelado a dimitir, O’Higg

cuestiona los poderes de la reunión que lo intenta despojar del manc

supremo:

”Pero hasta ahora, dijo, yo no veo a la nación: si esta desconoce mi autoridad,

e:Cuáles son los poderes que ha dado a la presente reunión? Ejerciendo yo

la suprema autoridad de la República, debo delegaria en comisionados nom-

brados por ella misma. Lo que aqui se hiciera, podría marrana rechazarlo la

Se le retrucó serialando que Concepción y Coquimbo querían lc

mismo que la capital, puesto que estaban con las armas en la mano; de

manera que, quien le reclamaba, era la nación. Por lo demás, la asam-

blea que lo había nombrado no había sido más numerosa que la que ahora pedia su
alejamiento del poder. O’Higgins sabia que nada de esto era verdadero. Las provincias
querían su deposición, es cierto, pero no para entregar el poder a una junta santiaguina, sin
representación suficiente. Su nombramiento, además, aunque obra de una asamblea por
las circunstancias del momento, había sido refrendado en dos ocasiones, por las
convenciones convocadas en 1818,y 1822. Pero no valia la pena resistir; o bien era
imposible sin tentar un choque armado. Entonces

598 Domingo Santa Maria, Memoria Histórica sobre los Sucesos ocurridos desde la caída

O’Higgins en 1823 hasta la promukación de Ia Constitución dictada el mismo afio, p. 190.

599 Domingo Santa Maria, Memoria Histórica sobre los Sucesos ocurridos desde la caída ,

O’Higgins en 1823 hasta la promudgación de la Constitución distada el mismo ano, p.

310
Capítulo V Fujas províncias en una patria nueva

decidió abdicar. El desenlace de las negociaciones refleja la forma cuidadosa en el que


Libertador intentó sostener la dignidad del cargo, como había anunciado y la integridad de
la nación. Abdicó —y no fue depuesto— en uri acta suscrita Unicamente por él y su
ministro Mariano Egafia. Transfirió formalmente el mando, no a un gobierno de facto,
sino a un sucesor legítimo. El nuevo gobierno se sujetaria a un reglamento constitucional
provisorio. En el menor plazo, se convocaria a un congreso. Si pasados seis meses ”no
estuvieren transigidas las dudas que pudieran tener entre si las províncias”,600 se buscaria
todavia otra fórmula. O’Higgins no podia hacer más. El gobierno provisorio, por
decisión —o más bien aclamación— de la asamblea, fue una junta, a la cual el Director
tomó personalmente juramento. Volvían los tiempos de los gobiernos colegiados. ”Un
Director había traído a la República hasta un precipicio, dice Santa Maria, i la babá
obligado a perder su tranquilidad; natural era que se mirase con desconfianza i hasta con
horror este nombre.5,601 Fueron nombrados osé Miguel Infante, Agustín Eyzaguirre y
Fernando Errázuriz, tres paitricios que figuraban desde los inicios de la revolución de 1810.
Terminó asi el gobierno de O’Higgins. Comenzaba ahora, opina Santa Maria, ”el
gobierno de la discusión, del aprendizaje, de la libertad... una nueva era para la
República”; para luego concluir, con un tono más reflexivo pie eufórico: ”La verdad es
que se entraba en una carrera de ensayos”.

El momento provincial

afán de dar continuidad constitucional al gobierno y evitar la anaría, guió la conducta de


O’Higgins al tiempo de la abdicación. Se ocupó, según hemos visto, de tomar juramento a
la junta que haa de sucederle y disponer la dictación de un reglamento provisorio.
elaborado por Juan Egaria, Bernardo Vera y Joaquín Campino. malga a la junta una
duración ”momentánea”, instando a la pronta

L, tomo VII, p. 8.

mingo Santa Maria, Memoria Histórica sobre los Sucesos ocurridos desde la caída de ins
en 1823 hasta la promu4wción de la Constitución dictada el mismo alio, p. 171.

31:
ARMANDO CARTES MONTORY ”Un Gobierno de los
Pueb,

reunión de los delegados provinciales, para organizar un Congre

Pero ni aún esto aceptó Freire, mandatado por Concepción y Coc

bo para organizar de inmediato un gobierno representativo de toc

provincias. Por eso, apenas llegó a Valparaíso con las tropas, descor

la autoridad de la Junta de Santiago, en razón de que represent

una sola. ”No se da una razón, había dicho la asamblea de Concer

a la Junta, para que legitimamente pueda titularse Junta Guberr

del Estado, pues no se halla adornada de los votos de los pueblos’

provincia que Freire representaba.603

Comenzaba, de esta forma, un complejo ciclo de arreglos pol

y constitucionales, erradamente calificado de anarquia. Todavia

duro fue el juicio de Diego Barros Arana, habitualmente tan mode

sobre las aspiraciones de la asamblea de Concepción, las que ce

de antipatrióticas y alejadas de los ”elevados propósitos” de la Junta de Santiago.604 Esta


mirada reduccionista, que califica los conflictos de puros ”celos y rivalidades”, ha
proyectado una larga sombra sobre la historiografia posterior. La cuestión era más
compleja. Su eje fue el intento de organizar un gobierno eficaz, en el marco de una
asignación equilibrada del poder a nivel territorial. El liberalismo descentralizador y
antiautoritario, por una parte, sumado al poder ancestral de los cabildos, devenidos

602 El articulo 3° de este Reglamento Orgánico disponía: ”La duración del actual Gobierno
es momentánea y sólo por el término preciso para que la nación no apareciere en anarquia.
Está, por consiguiente, en las facultades de las províncias enviar sus representantes para
organizar el Gobierno General provisorio, pero debiendo absorber tanto tiempo la elección
de estos como el que se emplearia en la de los diputados para un Congreso General, que es
la aspiración urgentemente manifestada por todos los pueblos, la Junta Gubernativa
excitará a la reunión de dichos diputados en el menor tiempo posible”. Antecedentes del
Congreso de Plenipotenciarios de 1823, documento 4, SCL, VII, p. 9.

6°3Desconociéndole cualquier autoridad nacional, la asarnblea penquista había dirigido


este oficio a la ”Junta gubernativa de la ciudad de Santiago”, coo fecha 8 de febrero de
1823. SCL, tomo VII, pp. 12 y 13.

6°4 Escribe Barros Arana: ”La conducta de la asamblea de Concepción, inspirada por los
celos y rivalidades provinciales, distaba de ser patriótica, y no correspondía a la elevación
de propósitos de la Junta de Santiago”. Historia General de Chile, torno XIV

pp. 19.

312

J.
Capítulo V Vzg’as provincias en una patria nueva

asambleas provinciales, se enfrentó a la voluntad contraria de cen-

izar las potestades públicas de las elites santiaguinas. Errado seria

rmar, en cambio, que se trató, desde el principio, de un conflicto

ltre liberales y conservadores, pues los últimos en diversas ocasiones,

strados en la ola liberal, apoyaron en 1826 casi unánimemente el

leralismo. Sólo bacia fines de la década de 1820, en virtud de la ac-

ión de estanqueros, ohigginistas y otros grupos, puede establecerse una

Drrelación más directa entre conservantismo y gobierno centralizador.

El mismo ímpetu antiautoritario causó la reducción de las atribucio-

de las autoridades ejecutivas, durante los tres afins que siguieron a

caída de O’Higgins. Entre 1823 y 1826, el país estuvo gobernado de

cho por el Senado de 1823, por las asambleas provinciales y por los

uerpos legislativos creados en la Constitución de ese afio.6°5 Aunque

ión Freire pudo gobernar gracias a las facultades discrecionales que

acordaron los Congresos de 1823, 1824 y 1826, en general el propio

eire, Blanco Encalada y Eyzaguirre, apenas podrán ejercer un poder

ativo. Esta sobreposición de facultades entre ejecutivo y legislativo,

áciada ya en 1811 con el Primer Congreso, que designó una débil

ita bajo su control, práctica que se prolonga durante toda la década

iente, tiene una doble causa: la poca claridad doctrinaria sobre la

;anización adecuada de los poderes públicos y el espíritu de fronda,

ie sólo aceptaba un ejecutivo fuerte en tiempos de necesidad militar.

mismo Juan Egaria, a pesar de su mentalidad conservadora, incu-


en la misma confusión en la Carta de 1823, en la que se dibuja un

)ierno débil. La tensión, propia de estos anos, entre una república

stringida, entendida como una especie de ”aristocracia cívica” y un

epublicanismo federalista”, da cuenta de la relación entre federalismo

1 concepción de una participación ciudadana amplia; de ahí que Vas-

Castillo sostenga que el auge del federalismo equivale al ”momen-

democrático” del republicanismo chileno.” A la larga, no obstante,

istocracia se convencerá de que una constitución antiautoritaria y

centralizadora no podría conducir a la organización de un gobierno

lar. El ascenso de Portales y su proyecto de gobierno autoritario,

Fulio Heise González, Anos deformacióny aprendizaje político 1810-1833, p. 152.

Vasco Castillo, La creación de la república. La filosofia pública en Chile, 1810-1830 (San-

LOM, 2009), p. 148.

313
ARMANDO CARTES MONTORY

”Un Gobierno de los ,

resultó en buena parte del agotamiento del ideal liberal.

Al andar en Valparaíso, e16 de febrero de 1823, ala cabeza del

cito del sur, Freire no podría imaginar las dificultades que enfrent

El mandato que traia era de organizar un gobierno con representa

de las.provincias. Se estrelló contra la decisión, con buenos argumer

del grupo santiaguino de concentrar la administración de la emerge

nación chilena en la capital. A su negada, ordenó el arresto de O’l

ggins y exigió a la Junta disponer la misma medida con todos los nistros y ”otros
magistrados públicos de la pasada administración”.

clesconocio igualmente -ia representacion general ctei reino- , que ir

bidamente se babá arrogado. Ya en Santiago, los representantes de 1

provincial exigieron la constitución de un ejecutivo de tres miembr

con la tarea de convocar un congreso. La Junta de Santiago reconc

su propio carácter provisorio, pero propuso que el ejecutivo fuere

personal. La obvia elección de Freire para el cargo, cuya popularic

era extraordinaria, facilitó la decisión. Éste exigió y obtuvo que S2

go también formara su asamblea, para lo cual se convocó a eleccic

Las asambleas de Concepción, Santiago y Coquimbo nombrarían

go sus plenipotenciarios respectivos, con la misión de designar el gol

no provisorio; todo lo cual se desarrolló en medio de graves conflict La Junta protestaba


desconocer la autoridad militar de Freire sc

toda la República; este exigia urgentes ayudas para las tropas y la

blación civil de la provincia de Concepción, asolada por la guerra.


aprovechando la ausencia del ejército, grupos de bandoleros ocupaba las villas y
depredaban los campos. Acusaciones recíprocas amenazaba

con una ruptura irreparable.607 La prensa recogía este clima de oc

dades y las exacerbaba.608 El fantasma de la anarquia y la descomç

”’ La correspondencia intercambiada entre Freire y la Junta gubernativa está puL

da en Domingo Santa Maria, Memoria Histórica, pp. 320-355. 608 Los principales
periódicos de los anos de O’Higgins pueden leerse en:

ca Nacional, Colección de antiguos periódicos chilenos, El censor de la revolución-

Noticias-La miscelánea chilena-El independiente El Mercurio de Chile 1820-1823

Editorial Nascimento, 1960); Biblioteca Nacional (G. Feliú Cruz), Colección de ,


periódicos chilenas 1822-1823 (El Cosmopolita, El Diario de la Convención, El Observa

feno, El Tizón Republicano, EL Clamor de la Patria, Apéndice: correspondencia entre

Gubernativa y el Mariscai de Campo don Ramón Freire) (Santiago, Ediciones de la Bit

Nacional, 1962).

314
Capítulo V Vig. as provindas en una patria nueva

ición política aparecia como un horizonte inevitable, lo cual facilitó,

paradójicamente, el acuerdo.

Mariano Egaria ingresa al ministerio, en los dias en que Santiago

elige los diputados para su asamblea provincial. Entre violencias y dificultades finalmente
el cuerpo colegiado inaugura solemnemente sus sesiones e129 de marzo. La Junta depuso
el mando ante ella, resefiando su labor, orientada a mantener la unidad del país y sus
esfuerzos por normalizarlo. Respecto al general Freire, aconseja a la asamblea buscar la
armonía con él, pues ”es el único que puede salvar la patria y contad con su
desprendimiento”. La conminaba a inspirarle. confianza ”y borrar impresiones que suenen a
provincialismo o principios destructores”. Si no dejaba ”abismarse a las provincias en
eternas disputas sobre los derechos o teorias...”, concluía la junta, ”será en todos sentidos
el libertador de su patria”. Procedió, a continuación, la asamblea a designar

representante o plenipotenciario. Éste, junto con los de Coquimbo

Concepción, debía acordar la configuración del nuevo gobierno y sus

bases. Juan Egaila fue el elegido por una asamblea cuyo secretario era

su hijo Mariano, el ministro. Las instrucciones reservadas del plenipo-

enciario lo instaban a obrar a favor de un gobierno unipersonal, ya que

ia era la nación y a excluir ”toda federación”. La asamblea de San-

propiciaba una representación proporcional a la población y no

)r provincias o vil] as, en un congreso que debía reunirse prontamente.

La junta de plenipotenciarios quedó, entonces, conformada por Ma-

nuel Vásquez de Novoa, por Concepción; Manuel Antonio González,

Coquimbo y Juan Egaria, por la provincia de Santiago. El 30 de

rzo alcanzaron un acuerdo que permitia instalar un gobierno nacio-

provisional, que convocaria al próximo congreso constituyente. El

eglamento Orgánico y Acta de Unión del Pueblo de Chile, llamado

ta de unión de las provincias”, sentó algunos principios para la or-


lización del país y organizó las atribuciones del gobierno provisional.

cuando predominaron las aspiraciones unitarias de Santiago, en

into a establecer que ”El Estado de Chile es uno e indivisible, diri-

por un solo gobierno y una sola legislación” (10), había también

)ortantes disposiciones que reconocían el poder provincial. El Se-

lo, compuesto de nueve miembros se integraria con representantes

ibrados por las intendencias. En la época, era estimado una insti-

ión fundamental para moderar los actos del Ejecutivo y cautelar las

315
ARMANDO CARTES MONTORY

”Un Gobierno de los Pueblo,

garantias individuales. Sus miembros interinos serían designados por

los mismos plenipotenciarios de las provincias, en un número equivalente para todas (17°).
El acuerdo de dividir el territorio nacional en seis departamentos, fue una dç las
disposiciones más importantes del Acta de Unión. La medida, ya propuesta de manera
muy impolítica por O’Higgins, en la carta de 1822, tenía ahora mejores fundamentos. Si
bien aparentemente debilitaba a las provincias históricas, respetaba, en la práctica, sus
deslindes tradicionales. El levantamiento de Freire, además, había puesto en evidencia el
regionalismo de otros distritos, como Talca y San Fernando y era necesario darle cauce.
Coquimbo conservaba su superficie y su deslinde sur en el Choapa. Concepción, en
cambio, ahora deslindaria en el Bío—Bío y la antigua Frontera, otrora parte de la
intendencia del sur, posaria a integrar el sexto departamento, compuesto ”de todas las
poblaciones que posee o adquiera el Estado desde el Bío—Bío hasta sus limites en el sur”.
En términos prácticos, en todo caso, la división quedó postergada y sólo se concretará tres
anos después. El mecanismo de elección de los representantes para el Congreso, previsto
en el Acta, refiejaba la emergente lógica de la representación nacional. Se elegiría un
representante por cada quince mil habitantes o fracción que pase de nueve mil, en base a
distritos y estimaciones de población que fijaba el mismo pacto.609 Los departamentos se
dividirían en delegaciones, que elegían asambleas electorales, lo que equivalia a una
divisiónficticia, es decir, no basada en las comunidades o ”pueblos”, sino en la
cartografia. El sistema abria el camino a la influencia del gobierno central, a través de
gobernadores o intendencias, en las elecciones locales. En la práctica, según Gabriel
Salazar, el sistema electoral propues-

to efectivamente hizo ”desahuciar el viejo sistema según el cual para

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Capítulo Vi Vidas provincias en una patria nueva

609 Según disponía el artículo 34, Valdivia y Osorno nombrarían un representante.

la Intendencia de Concepción hasta Maule, se consideraria una base de poblaciór

doscientos cincuenta mil almas. ”Maule por la de veintiocho mil. Cuiicó por la de i

ta y un mil. Colchagua por la de setenta mil. Rancagua por treinta y dos mil. Santi
y el distrito de San José por dento catorce mil. Melipilla por trece mil. Valpara

representante. Quillota, por veinticinco mil. Aconcagua por veintiséis mil. Casabb

un representante. Petorca un representante. La Ligua un representante. Los Andes 1

la base de doce mil. Toda la Intendencia de Coquimbo por noventa mil”.

elecciones de carácter nacional debía votarse por pueblo. Empezaban a quedar atrás los
”cabildos abiertos” y las relaciones más directas propias de una democracia cabildante.
El Director Supremo, según el Acta, debía elegirse por el mismo Congreso. Mientras
tanto, los tres plenipotenciarios, ”por unánime conformidad de votos, y ciertos y seguros de
la voluntad de sus asambleas respectivas”, designaron al mariscal de campo Ramón Freire
y Serrano. ”Inútil era buscarle un antagonista, dice Santa Maria, su popularidad era
inmensa. En el sur no había otra voluntad que la suya, i el norte se había puesto en
movimiento mediante sus influencias.”611 El 4 de abril prestó el juramento religioso y
cívico. Al Congreso le aguardaban tareas fundamentales: la elección de un Director
Supremo en propiedad; la elección del senado, para el caso que no lo hubieren hecho ya
los departamentos; la dictación de una Constitución permanente, que consignara ”la
deferencia que en todo Estado bien reglado debe tener lo militar a lo civil”; los
reglamentos de administración de justicia; y la consolidación de la división del territorio
en seis departamentos, mandados cada uno por un intendente.

A pesar del nombramiento de Freire como Director Supremo y otras

mcesiones a las provincial, el Acta de Unión sólo podia ser grata a los

-itereses capitalinos. Se alejaba el fantasma del rompimiento o la sepa-

ación y, por ahora, del federalismo. Instalado el Congreso y aprobada

Carta de 1823, el antiautoritarismo se llevó a1 extremo, privando al

)irector Supremo de verdaderas facultades ejecutivas. Apenas le corres-

)nclia la dirección de las fuerzas armadas, el mantenimiento del orden

público y el derecho de hacer ciertos nombramientos, pero bajo super-

visión o ratificación del Senado, del Consejo de Estado o de la Cámara

qacional. Era finalmente el Senado, expresión de la oligarquia, quien

ejercer un poder moderador. Había sido Juan Egaila, autor desde

111 de diversos proyectos de constitución, el inspirador de esta idea,


)orque pensaba parodiar así una representación nacional, y alejar la ne-

esidad de un cuerpo de esta clase, en cuya elección tuviese cabida directa

abriel Salazar, Construcción del Estado en Chile, pp. 190-192.

ling° Santa Maria, ”Memoria Histórica”, p. 218.

316

317
ARMANDO CARTES MONTORY

”Un Gobierno de los

el pueblo”.61’ No bacia más, en todo caso, dice Heise, que inter

sentimiento público de la época.613

La división administrativa que planteó la Constitución de 182:E

sultó ixicomprensible e impracticable. Con el nombramiento del gol

nador politico y militar de cada departamento por el Director Suprer

ya comenzaba a entronizarse el centralismo. El Estado, en efecto,

dividia ”en gobiernos departamentales, delegaciones, subdelegacior

prefecturas e inspecciones”. Cada departamento debía tener

gobierno político i militar”, nombrado por el Director de acuerdo

el senado. En las delegaciones ”debía mandar un delegado dependie

del gobierno departamental”, elegido por el Director de una terna.

delegado debía nombrar los subdelegados, prefectos e inspectores cuy

nombramiento podia aprobar o reprobar el gobernador. Un distrito

solo admitia una prefectura, constituía una subdelegación. Diez

habitadas en la población o en los campos formaban una comur

bajo un inspector, y diez comunidades una prefectura.614 La Constitución redactada por


Juan Egaria fue sancionada,

sar de la fuerte oposición de los pipiolos y las provincial. Sus ide

e intereses, en ocasiones, se cruzaban. El ”localismo”, según Heis

manifestó incluso en el orden de las ideas: ”en Santiago predomina

los tradicionalistas; en Concepción, en cambio, el sector progresist2

La autonomia provincial aparecia reducida, al igual que la liber


ligiosa y politica. En varios aspectos, se vulneraba, además, el es

del Acta de Unión de Ias Provincias. La minoria opositora fue desa

de presentar su propio proyecto, en un plazo de doce dias. Así lo

padre Pedro Arce, senador por Concepción, quien elaboró un ser

proyecto en 179 artículos, que Heise califica de ”liberal moderadc

Barros Arana, quien estudió bien el proyecto, sefiala que proponía

6” Domingo Santa Maria, ”Memoria Histórica”, p. 330.

613 Julio Heise González, Mos de formación y aprendizaje político 1810-1833, p. 1.’.

614 Congreso Constituyente, Sesión 104 Extraordinaria, en 25 de diciembre de

SCL, VIII.

615 Julio Heise González, Mos deformacióny aprendizaje político 1810-1833, p. 169

616 Julio Heise González, Anos de forma,ción y aprendizaje político 1810-1833, p.

título es Proyecto de Constitución presentado al Soberano Congreso Constituyente de


Comisión Novisima nombrada a este efecto en el afio de 1823.

318
Capítulo V VIdas provincias en una patria nueva

lización administrativa y política ”mucho menos complicada y,

lo tanto, más práctica” que la ideada por Juan Egafía.617 No pros-

5, sin embargo, aprobándose el proyecto de Egaria, que nunca pudo

• plenamente.

El carácter impracticable del código politico, en buena medida, tenía

líz en la debilidad de la autoridad ejecutiva, en momentos en que

is atravesaba graves circunstancias económicas y varios conflictos

idos. No era la hora de ejecutivos colegiados, asambleas deliberantes

3ngresos ultraempoderados. También la ”locura democrática”, que

inciaba Mariano Eggia en carta a su padre, como ”la mayor plaga

naciones sin expenencia”, esto es, el recurso a autoridades electivas

,Tamente, aparecia como causa de la inalcanzable estabilidad políti-

18 ri

lil ICUCI uv int.aaniNinu apcu culau. ci11UI1CGA 1.VII1U 011W

abres para la interminable ”anarquia”.

Se produjeron encoradas contestaciones entre Juan Egaria y los adver-

ios de la Constitución, a través de debates y opúsculos. El descontento

en aumento, llevando a la suspensión de su vigencia y la concesión de

leres discrecionales al Director Supremo. Ya antes su hijo Mariano ha-

L debido abandonar el ministerio, bajo la presión de los grupos liberales,

eran mayoría entre la aristocracia.619 Poco a poco se abrían paso las

federales, como el camino a una mayor libertad personal y una de-

L ante el autoritarismo. Había que repartir el poder entre los ciudada-


y los pueblos, a fin de garantizar la libertad. Unitarismo y centralismo

ron a ser sinónimo de absolutismo, el pasado que había que superar.

ejemplo de prosperidad de Estados Unidos, además, pesaba más que

lquier doctrina. Por una breve época, el federalismo se igualó a la

id personal y política. Los coquimbanos, en un manifiesto publicado

Lesos dias, expresaban: ”...La libertad nunca es bien pagada, cualquie-

Tile sea su precio, y que hay mucha más en la federación que en la

iiego Barros Arana, Historia General, tomo XIV, p. 129.

iano Egafta, Cartas de Mariano Egafia a su padre 1824-1829 (Santiago, Sociedad

Bibliófilos, 1948), p. 263.

; diatribas contra la ”furia democrática” y ”las federaciones, las puebladas, las se-

L)nes”, que ponia en un mismo saco, le enemistaron con el grupo liberal, que pudo

zarlo temporalmente. Véase, Enrique Brahm Garcia, Mariano Egaria, Derecho y

en laffindación de la república conservadora (Santiago, Editorial Bicentenario, 2007).

319
ARMANDO CARTES MONTORY

”Un Gobierno de los Pueb,

Capítulo V Vidas províncias en una patria nueva

unidad, nadie se atreve a disputarlo. De nada nos sirve un gran caudal,

mientras estamos cargados de cadenas”.62° Así se explica también el obstinado


federalismo de los antiguos realistas de Valdivia, que si no pudieron evitar el triunfo del
Estado—nación, al menos podían intentar menguar su presencia regional, instando por
una descentralización profunda. No hizo falta la entronización formal del federalismo,
para que operara de facto. Coquimbo y Concepción declararon que cualquier Constitución
o ley sancionada por el poder central debía someterse a la aprobación de las asambleas
provinciales. Afirmaron, de esta forma su soberania, al tiempo que expresaban su
adhesión al Jefe de Estado Freire, quien reconocía, por su parte, a las asambleas. Santiago,
a fines de mayo de 1825, convocaba a elecciones para constituir su Asamblea Provincial,
que resultó muy progresista, completando el cuadro. En abril, Concepción babá retirado
sus Diputados del Congreso, acción que imitaron los coquimbanos. Las asambleas locales
asumieron el gobierno y la administración, desconociendo las atribuciones del nivel
central. Era el federalismo de hecho o, más bien, la confederación. Clausurado el
Congreso, por su propia petición al Director Supremo, nuevamente se dispuso el
nombramiento de plenipotenciarios por las asambleas provinciales, con el fin de acordar
las bases de un nuevo Congreso Nacional. Los provincianos se negaron a integrarse a la
asamblea de la capital y optaron por el autogobierno pleno. Una asamblea popular,
celebrada en Santiago a mediados de junio de 1825, da lugar a una junta para la
administración de la provincia, la cual pretendió reservar al Jefe de Estado, apenas, la
comandancia en jefe del ejército y la dirección de las relaciones exteriores. Un nuevo
Congreso acordaba, con fecha 11 de julio de 1826, que ”la República de Chile se
constituye por el sistema federal”, para lo cual se sometería una Constitución a los
pueblos para su aceptación. Sólo dos votos separaron a esta ley de la unanimidad. Lo
anterior refleja el

amplisimo consenso, aunque momentáneo, por el federalismo, que excedió con mucho al
solo pipiolismo. Con todo, el ensayo federal, debe entenderse como una reacción
antiautoritaria y una garantia a las libertades públicas, más que como una demanda
provincial. Los diputados del sur, de hecho, lo rechazaron.

’ SCL, Tomo XII, pp. 30 y ss. doc. N°36.

En los mismos dias en que, con la captura de Chiloé, se consumaba

el proyecto independentista, la ola liberal alcanzaba también su máxima expansión. Pronto


comenzaría a recogerse. Para 1828, sólio cinco

diputados del Congreso Constituyente del mismo afio votarían por la


federación. Sus leves vestigios —como las asambleas provinciales con-

templadas en la Carta de ese afio— serían barridos por la resaca de la

evolución de 1830.

La acción del grupo ohigginista y las tenciones interprovinciales cru-

zan el período y explican sus conflictos, tanto o más que las divisiones

ideológicas o de incipientes partidos.621 Acuerdos políticos posibilitaron la Carta de


1828, la que recogió muchos de los aportes del constitucio-

lalismo gaditano, entre ellos las asambleas provinciales. Para enton-

ces, no obstante, el grupo conservador ya había logrado aglutinarse,

instancias de Diego Portales y sus cercanos. El acuerdo con los ohi-

ginistas, la mayoría del sur, les permitió acumular el poderio militar

lecesario para imponerse en la revolución de 1830. Surge, de esta for-

ia, de la cooperación entre grupos de Santiago y de Concepción, un

gobierno eficaz y autoritario, que logra instaurar un orden republicano.

unque enfrenta una fuerte oposición, el creciente bienestar económico

que provee la minería del norte y la subordinación de la fuerza armada

favorecen su consolidación. La Constitución de 1833, que consolidó el proyecto de los


vencedores de Lircay, consagra juridicamente el Estado ”fuerte, centralizador”, que
preconizaba su mentor Portales. Los cabildos, no sin iniciales resistencias, por el resto del
siglo fueron controlados por el gobierno central. Las intendencias hasta hoy en dia. Es
probable que marrana sea diferente.

- i

320

Et

Vease, Jaime Etchepare Jensen y Mario Valdés Urrutia, ”Bandos y actividad poli-

a en Chile: 1823-1830”, Revista Libertador Bernardo O’Higgins, afio XII, n° 12 (1995).


321
Capítulo VI La Frontera, una cuestión pendiente ”Que ni las provincias, ni los cuerpos,
ni las personas puedan tener privilejios que los separen de la igualdad de derecho. Por eso
echo de menos entre vosotros a los representantes de los cuatro butalmapus.”

Juan Martinez de Rozas, en la Oración Inaugural del Primer Congreso Nacional e14 de
julio de 1811.

”Nótese que desde 1813 hasta este afio las fuerzas indígenas superaban a las realistas de un
modo notable; por cada diez de estos formaban ciento de aquellos. La guerra era de
araucanos más que de espafioles”.

Tomás Guevara, Los araucanos en la revolución de la Independencia, 1911.


jg e Araucano, pintura de John Mix Stanley, Philadelphia, 1835.
CAPÍTULO VI LA FRONTERA, UNA CUESTIÓN PENDIENTE

región situada al sur del Bío-Bío se vio muy tensionada por los con-

ictos asociados al proceso emancipador. Su realidad no se condecía

)ri el proyecto republicano de constituir una nación centralizada. Las

iestiones. sobre territorio, nacionalidad y ciudadana del naciente país, emandaron lecturas
adecuadas a los intereses de los habitantes de la

ra. Sólo recientemente se están estudiando en la diversidad y comple-

10:1 que efectivamente alcanzaron.

C oncluido el ciclo de las independencias americanas, la cuestión in-

;ena atraviesa el proceso de construcción de nuevos Estados—Nación

complejiza el primer siglo republicano. En ámbitos disímiles, como

símbolos y la búsqueda de legitimación histórica, tanto como en la

gelada unidad y homogeneidad de las incipientes naciones, se abre la cusión sobre la


inclusión de los pueblos nativos. Se explicitan discur-

de incorporación cultural, mientras avanza, de manera más velada,

asimilación étnica. Se trata de una cuestión no resuelta, que pone a

leba los valores liberales y republicanos, sobre los cuales se organizan

jóvenes países. En nuestros dias, la renovada vigencia de las polé-

ticas originales de la República, ilustra el cariz particular que revistió

ra los diversos pueblos —etnias, ciudades y territorios— que pretendie-

Dn emancipar, las guerras de independencia.

Sociedad Fronteriza Y proyecto nacional

camparias del sur posteriores a la batalla de Maipú son considera-

según hemos dicho, eventos locales desconectados de la ”historia

cional”, centrada usualmente en torno a las intrigas políticas de la )ital. El salvajismo del
bandolero Benavides o de los hermanos Pin-

eira, atizado por el afán de saqueo y rapitia de los indígenas, que

scribieran Barros Arana, Vicuna M. o Claudio Gay, representaba la

luctable agonia del realismo. Aunque debían pasar mios antes de que

apaciguara la región, panada ya la independencia, se trataba de un

stino ya trazado, que sólo faltaba conocer en sus menudencias fácti-

s. El final del relato debía, necesariamente, coincidir con la reunifica-

1 de la Frontera al país que se estaba constituyendo.

325
ARMANDO CARTES MONTORY

”Un Gobierno de los Puebl(

En este sentido, la perspectiva de Claudio Gay es ilustrativa. Su

tor recorrió ampliamente la Araucanía, entrevistó a los protagonist

acumuló documentos y se relacionó con los mapuches, para escribir

obra.622 La Historia Física y Política de Chile, publicada en Paris, dedica g

volumen final a los sucesos ocurridos entre 1823 y 1830.623 De sus

torce Capítulos, los once primeros se centran en los conflictos politic

”nacionales”, que terminan con la victoria de los conservadores y

ascenso de Portales (Capítulo LXXXX). A continuación, como si se

tara de un país diferente, vuelve el tiempo atrás, hasta octubre de 18’2’

al combate de las Vegas de Saldías, para historiar de manera autónor

622 En sus periplos, Gay Rega hasta Concepción en dos ocasiones. La primera, en 1

con ocasión de su llamado viaje ”a las provincias centrales”. Desde aquela ciudad

internó en la Araucanía, recorriendo Palco, Hualqui, Quilacoya, Los Robles, Sa

Juana, Miltinque, Arauco, Colcura, Lota y Coronel. En la provincia de Arauco,

esa ciudad, Lebu, el rio Tucapel, Licura, el lago Lleu Lleu y Tirúa. Emprende, lue

viaje a la cordillera pasando por Nacimiento, Nahuelbuta, Los Angeles y San Ca

de Purén. Se dirige entonces a la Alta Frontera, donde recorre Santa Bárbara,

y Trapa-Trapa, para regresar a Los Angeles. Tras una estadia de 4 dias, se dirig

Antuco, la Laguna del Laja y el volcán Antuco. Sierra Velluda, Tucapel, La Laja, i

Salto del Laja, Yumbel y Florida, serán parte de su itinerario bacia Concepción.

cuarto de siglo después de su primer viaje, Claudio Gay represa a Concepción y 1

Araucania en 1863. Esta vez recorreria Los Angeles, Angol, Nacimiento, Santa Jua
y Concepción. Así registra su permanencia en esta ciudad el periódico La Tará

”Obrero incansable de las ciencias, se ocupa actualmente con un ardor verdaderamente


juvenil a

edad de 65 anos [sic] en recoger datos para agregar a su último tomo de su famosa
Historia de I

le”. (Véase, ”Claudio Gay en Concepción y la Araucania”, en: Armando Cartes Mo

tory, Franceses en el país del Bío-Bío, Concepción, Trama Impresores, 2004, pp. 219-23

623 La Historia Físicay Política de Chile se concluyó en Paris, en el lapso de 27 mios, en

1844 y 1871. La forman 30 volúmenes, que incluyen los 8 de la Historia, más dos

los documentos justificativos de ella. Para su redacción, Gay reunió laboriosa

documentos públicos y revisó archivos privados; viajó especialmente a Lima y 1

ocho meses en el Archivo de Indias, en Sevilla. Una metodologia novedosa, que 1

forma la Historia Política en un documento indispensable, consistió en la realizacié

numerosas entrevistas. ConversO largamente, en efecto, con O’Higgins en el Perú;

Miguel Benavente, alcaide de Concepción en 1821 y con el Intendente penquista j

de Dios Rivera, entre otros protagonistas de la Independencia. Sus diálogos fue

publicados por Guillermo Feliú Cruz, con ei titulo Conversaciones históricas de Claudio 1

con alguns de los testigos y actores de la Independencia de Chile (1806-1826), precedidas

estudio sobre Gaj historiador (Santiago, Editorial Andrés Belo, 1965).

326
Capítulo VI:• La Frontera, una cuestión pendiente

luchas del sur. Al comenzar su relato, contrasta casi con ironia las

itrigas palaciegas de Santiago con la crudeza de la guerra desatada en

sur:

”Mientras que los partidos se empefiaban en luchas de ambición y de interés, convirtiendo


la capital de la República en uno de sus principales palenques, y los diputados se hallaban
incapacitados no produciendo en las Cámaras otra cosa que Constituciones (...) que a
veces morían antes de nacer, las provincial del Sud, casi totalmente desprovistas de
soldados, eran cruelmente saqueadas por los restos del ejército realista, dispersos aqui y
allá en bandas de salteadores, quienes desde 1819 entraban y talaban a sangre y fuego los
pueblos, nevando por todas partes en las puntas de sus bayonetas la desolación y la
miseria”.624

En el último capítulo, no obstante, convergen los destinos del ”reino de arriba” o Chile
central y del ”reino de abajo”, representados por Concepción y la Frontera, según se les
llamaba hasta mediados del siglo XIX, si seguimos a Vicufia Mackenna. Algunos párrafos
del índice del capítulo final, referido a las campafias contra la montonera de los Pincheira,
son elocuentes:

”En vista de las reiteradas instancias de los habitantes de la provincia de Con-

cepción, el Gobierno se decide a mandar una imponente expedición, mandada

Dr el General Borgoão” (...) ”A la conclusión de la guerra (civil), el Gobierno

)one otra expedición bajo el mando de Don Manuel Bulnes”— ”Con grande

cijo de la Nación chilena, este ilustre general extermina por completo la

perjudicial como ruinosa montonera de Pinheira”.

Así, con la victoria sobre el último foco de resistencia y la reuniOn del

pacificado, termina el libro...y la Historia.

Cabe preguntarse si Ias campanas del sur forman parte del proceso

independencia de Chile. En la periodificación tradicional, que lleva

ilícito un juicio, la respuesta pareciera negativa. Con la batalla de

ipú ya estaria senado el triunfo militar sobre Espalia; con posterioid, la victoria definitiva
debe buscarse en Lima o en las mesetas al-
audio Gay, Historia Físicay Política de Chile (Paris, editado en casa del autor, 1871),

II, p. 265.

327
ARMANDO CARTES MONTOPX

”Un Gobierno de los Pueb

tiplánicas, no en las selvas araucanas. La Hamada ”Patria Nueva”

culmina con la abdicación de O’Higgins, en enero de 1823, es el

do en que se consolida la independencia; a partir de entonces, es

ganización del Estado y no aquella el eje central de la evolución polit

Las perspectivas que conectan, en contraste, las guerras del sL

proceso de conformación nacional, centran la cuestión en ares vectc

la tradicional dicotomia entre patriotas y realistas; los conflictos ent

país del centro y el del sur y, en tercer término, la resistencia regia

al proyecto de pais que se instalaba. Si se sostiene que Ias elites

blicanas santiaguinas pretendían imponer el nuevo orden a la socie

provincial y fronteriza, las tres perspectivas parecen confundirse y

plementarse. La realidad, no obstante, es mucho más compleja, ya 1

fueron las mismas elites provinciales de Concepción las que impulsa

—y, según el mismo Gay, originaron— el proceso separatista que conc

a la Independencia. Fue Bernardo O’Higgins el que intentó atrae

la sociedad fronteriza y, en particular, a los indígenas, a las filas patria. Figurarían luego
Freire, Prieto y Bulnes, todos penquistas,

los principales lideres del Estado—nación; los mismos que combatie

contra las montoneras realistas en la Frontera. No es coincidencia

estos mismos lideres, de estatura nacional, tuviesen todos un gran ,

cliente en la sociedad mapuche. Manuel Bulnes es un buen ejemplc

futuro Presidente de la República personalmente derrota a las hue


de los Pinheira en la cordillera y, dos décadas más tarde, al ejér

provinciano en la Revolución de 1851.625 De manera que deben

tinguirse los intereses de los lideres patriotas regionales, que actua

en general, en connivencia con el proyecto nacional del grupo pat

capitalino, del grueso de la sociedad provincial y de la Araucanía,

especial el bajo pueblo y los indígenas, que se mantuvieron fieles

banderas del rey. Lo anterior justifica que tratemos separadament

situación de la Frontera.

En cuanto a las filiaciones patriotas o realistas del centro y del

no es posible hacer un juicio generalizado. Todos los estamentos

’Dice de él Claudio Gay que era ”un bizarro militar, lleno de honor y de lealtad

El respeto y entusiasmo que le tenían los indios no eran ni menos grandes ni

sinceros; como Ambrosio O’Higgins, babá ganado sus atentas simpatias, y pron

hubieran sacrificado a todas sus voluntades” (Historia, VIII, p. 272).

328
Capítulo VI: Ia Frontera, una cuestión pendiente

ciedad, incluido el clero y la milicia, se dividieron y evolucionaron con

sucesos. Entre las elites, hubo importantes grupos realistas y autono-

listas en ambas regiones. En el sur, las actuaciones de José Miguel Ca-

era y los estragos propios de la guerra, alejaron a muchos, a lo menos

iomentáneamente, de las filas de la patria. Las tempranas diferencias

E interior del grupo patriota, entre larraines —luego o’higginistas— y ca-

’,1-inos, que llevaron al borde de la guerra a ambas facciones, dafiaron

proceso independentista, determinando el fatal desenlace de la Patria

✓iega. rd proyecto umtano y centralizado que tmalmente se impone, es

stido por una importante porción de la sociedad regional. Se mezcla

sentimiento provincial de unos, con la conservación de los privilegios

beneficios del pacto fronterizo, para otros. Unidos estos factores al

lonarquismo tradicional de amplios sectores del pueblo, reafirmado

)r el sentimiento religioso, se constituyeron en una oposición formida-

ele al proyecto de nación que se instalaba. La dislocación de los dispo-

sitivos apaciguadores, las capacidades bélicas y los intereses y rencillas

le los diversos grupos mapuches aportaron lo que faltaba. Se explica,

í, la larga y violenta resistencia que halló, en la región meridional, el

stado nacional que se impulsaba desde la capital de la República.

El texto de Benjamin Vicuria Mackenna, sobre las guerras fronte-

ias, es interesante como reflejo de una percepción contemporánea,

la que se mezclan los elementos reservados. Es él quien instala, des-


la historiografia liberal, la denominación de Guerra a Muerte, para el

5.ríodo transcurrido entre 1819 y 1824, poniendo, así, el acento en la

lesquiciada violencia de los sucesos. La suya, dice, es una ”crónica de

igre, en que cada página es una batalla, o una emboscada, o un supli-

:io”. Como Gay, para prepararia, se desplaza al sur, entrevista sobrevi-

lentes, reúne diarios de camparia y partes militares. La originalidad del

según el mismo autor, es que sus protagonistas no son los grandes

roes patrios, sino individuos oscuros de la plebe, exaltados por la gue-

al nivel de personajes centrales. Si bien el tratamiento es algo nue-

en una historiografia ”de panteón”, el excesivo protagonismo, casi

velesco, de estos personajes, con sus pasiones y excesos, condiciona

eventos. Antes del libro de Vicuria, sólo se había publicado el breve

abajo de Diego Barros Arana sobre Vicente Benavides, al que el pri-

vero hace alusión. Después de La Guerra a Muerte, con su abrumadora

sión y acopio de datos, ya no pareci() haber posibilidad, necesidad

329
ARMANDO CARTES MONTORY ”Un Gobierno de
los Puebb

o interés de estudiar nuevamente el período, salvo en las Historia

Gay o de Barros Arana. El libro de Vicufia proyecta también su sor

sobre el siglo XX, condicionando la Historia de Chile de Encina y va

trabajos menores.626 Recién a partir de los trabajos pioneros de

Góngora627 sobre el bandolerismo social, en los alãos sesenta y el

de la temática en la historiografia social inglesa628, han surgido nue

perspectivas.629

La Guerra a Muerte de Vicufla Mackenna formó parte de la serie

Memorias Históricas, que se escribieron y publicaron, por encargo

Universidad de Chile, a partir de 1842. Como se sabe, estas estudia sistemáticamente


—con excepción del polémico texto de Lastarria-

primeros anos de la independencia y la república. El mismo Vic

Mackenna las reuniria después en una Historia General, con anotacic

y comentarios de su autoría.6” El conjunto de estas obras, contra

decisivamente, desde la historiografia, al proyecto cultural de la Nac

chilena. Son el relato del ascenso de Chile, desde la sujeción colc

626 Incluso versiones literarias de los eventos recogen esta perspectiva, por ejempl(

novela por entregas de Antonio Acevedo Hernández, La guerra a muerte (Santiago,

torial Ercilla, 1936); y La Guerra a Muerte de Alejandro Méndez G. De la H. (Sano

Editorial Nascimento, 1964).

627 Mario Góngora, ”Vagabundaje y sociedad fronteriza en Chile (siglos XVII a XIX)”,
en: Estudios de historia de las ideas y de historia social (Valparaíso, Ediciones
Universitarias de Valparaíso, 1980), pp. 341-390. Corresponde a una versión mejorada de
su artículo homónimo, publicado en los Cuadernos del Centro de Estudios
Socioeconómicos de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Chile,
1966.

”Véase, Eric J. Hobsbawn, Primitive Rebels: Studies in Archaic Forms of Social Movement
in the 19th and 20th Centuries (U.K., W4V Norton, 1959); y, del mismo autor, Bandits
(1969).

629 Véase, por ejemplo, Patricio A. Valenzuela Bascufián y Sandrino A. Vergara Paredes,
”La Guerra a Muerte”, Revista Libertador O’Higgins, afio XXII N° 22 (Santiago, 2005);
Manuel Ramirez E., ”Huasos, frailes y soldados. El último bastión monarquista en la
frontera hispano-mapuche”, en: Revista Fuego y Raya, afio 1 N° 1 (Argentina, abril
2010), pp. 101-115; y Eduardo Téllez, ”Espacios geoétnicos y confederaciones
territoriales en tiempos de la Guerra a Muerte”, Historia Indígena N° 3 (Santiago, 1998),
pp. 53-76.

6” El nombre de la obra es Historia General de la República de Chile desde su


independencia hasta nuestros dias, en cinco volúmenes, cuya publicación se inició en
1866. Véase, Alamiro

de Ávila Martel, Los estudios históricos en los primeros arzos de Chile Independiente
(Santilide

Prensas de la Universidad de Chile, 1947), pp. 67-82.

330
Capítulo VI: La Frontera, una cuestión pendiente

hasta la república unitaria en que devino, no sin dolores ni dificultades, después de dos
décadas de arduas luchas. Son el autorretrato del Chile decimonónico, escrito con
pretensión cientifica y sentido patriótico, propio de una época fundacional. El libro de
Vicufia Mackenna, en particular, se escribe en una época compleja para la relación entre
la república y la Frontera. Cumpliendo el encargo que le confiriera tres anos antes la
Universidad de Chile, redacta el libro en 1865, en pocos meses de febril labor.’” En esos
anos, las antiguas relaciones fronterizas, basadas en el intercambio y en un respeto
relativo a la autonomia territorial de los caciques, se estaban desplomando. Hasta entonces
la Frontera había proporcionado el ganado, traído desde las pampas, ponchos y efectos
diversos, obteniendo metales, vino y otros productos. Ahora comenzaba a interesar la tierra.
Una inmigración espontánea, pero constante, cruzaba de manera creciente la raya del
Bío—Bío y la demanda cerealera del norte y de los mercados capitalistas requerían
mayores terrenos. El Estado, por otro lado, no podia seguir admitiendo la discontinuidad
territorial y la falta de instalación de sus dispositivos de administración en una región tan
vasta. Sucesos como las incursiones del francés Aurélie Antoine, que pretendia formar un
reino en la Araucanía632 o como el de Elisa Bravo, una mujer supuestamente secuestrada
por los ”salvajes” luego de un

631

Ricardo Donoso, Vicufia Mackenna (Santiago, Editorial Francisco de Aguirre, 1977),

p. 235.

632 Sobre este notable episodio, Véase, J. Raspail, Tb, Antoine de Tounens, Rey de la Pata-

nia (Buenos Aires, Emecé Editores S.A., 1982); Armando Braun Menéndez, El reino

e Araucanía y Patagonia (Santiago, Editorial Francisco de Aguirre S.A., 1997); François

epot, El Rey de Araucanía y Patagonia (Buenos Aires, Editorial Corregidor, 2° edición

)5); Orllie Antoine ler (1825-1878), Philippe Descoux (Paris, Imp. Gérant, 1895);

3CeS0 seguido contra el titulado rey de Araucania y Patagonia, Orelie Antonio I de

cens”, Revista Chilena de Historiay Geografia, ts. 50, 51 y 52; Hamish Stewart, ”Alberto

ay el Rey de Araucaniay Patagonia”, Revista de Historia Universidad de Concepción, afio

15, 2005; Enrique Laval, y Sergio Rodriguez, ”Orellie Antoine de Tounens, la Araucania
y Patagonia”, Boletín de la Academia Chilena de la Historia, n° 60,

I, 1959; y José Miguel Barros Franco, ”Orélie-Antoine I y una proyectada


Lición británica a la Araucanía”, Boletín de la Academia Chilena de la Historia, N° 76

itiago, 1967).

331
ARMANDO CARTES MONTORY

”Un Gobierno de los Pueb

naufragio633, influirían fuertemente a la opinión pública. Asimisma

sublevación indígena que siguió a la revolución de 1859, desolandc

haciendas de la Alta Frontera, dio cuenta de una situación que ya

era aceptable. El discurso de la civilización y la barbarie ya se impc

e impregnaba la política en relación a la Araucanía.

Vicufia mismo fue un activo promotor de la ocupación de la regi

en su condición de parlamentario. Dio a la luz el texto Conquista de Ar

co, que reúne sus discursos parlamentarios, en los cuales propicia

abiertamente la incorporación de la Frontera, a sangre y fuego de

necesario, a fin de consolidar la Nación. Apoyaba, así, la solicitud

Gobierno a las Cámaras, de mayores recursos para continuar la camr

fia en el sur.634 Su libro sobre la guerra a muerte se escribe en este est

de ánimo del autor y de la opinión pública; un momento complejo de

relación entre la república y la región fronteriza. La historiografia, sabe, es hija de su


propio tiempo.

A pesar de que el libro de Vicufia se refiere sólo a los cinco anos

les, en la Introducción insinúa su visión de todo el período de la Indepe

dencia, con más lirismo que acopio de datos. Vale como la percepciá

de un cuasicontemporáneo, que recorri() la zona costera de Arauca

y expresa la mirada de un amplio sector del público y la prensa.635

el prolifico historiador, el ’Chile tradicional’, que se extiende desde 1

633 Véase, Rafael Santos, Elisa Bravo o la cautiva de Puancho: legenda histórica (Santia
Imprenta Guillermo Miranda, 1906); Víctor de la Maza Bailados, Naufra,gio y caiai

(Santiago, Salesiano Impresores, 2010); Benjamin Vicuila Mackenna, Elisa Bravo, i

misterio de su vida, de su cautividad y de su muerte: con las consecuencias políticas y


públicas

última turro para Chile (Santiago, Irnprenta Victoria, 1884); y Jorge Mufioz Souga

”El naufragio del Bergantín Joven Daniel, 1849. El indígena en el imaginario 1

de Chile”, Tzempo Histórico (Santiago, Universidad Academia de Humanismo Cr

no, 2010), pp. 133-148.

634 Sus intervenciones en la Cámara sobre la ocupación de Arauco, en: Benj

Vicufia Mackenna, ”Discursos parlamentarios”, Cámara de Diputados, Obra

tas de Vicwia Mackenna, Volumen XII (Santiago, Imp. Dirección General de Pr

1939), pp. 391-442.

”5 Sobre los debates en la prensa y el Congreso, Véase, Fernando Casanueva, ”A

maios en tierras buenas. Visión y concepción dei mapuche según Ias elites chilen

siglo XIX”, en: Jorge Pinto Rodriguez, Modernización, Inmigración y Mundo In,

89-108.

332
Capítulo VI: La Frontera, una cuestión pendiente

piapó a la Frontera, en 1810 eran, en realidad, dos países. El del norte, al que llamaban
”reino de arriba”, o simplemente Chile, era pacífico y aristocrático, un país de ”grandes
claustros” y ”opulentos poltrones”. Al sur del Maule, en cambio, se hallaba Penco, militar
y realista. El primero habría sido cabeza de la revolución patriota, que habría sostenido
casi solo: grito de ¡viva el Rei!, escribe, todo el sur estaba de pie. La Patria no era Chile,
era Santiago”.636 Allende el Maule se levantaban las banderas de Esparia. ”La Península
entre nosotros era el Sur”.637 Apoyadas política y socialmente por los provincianos y
azuzadas por la energia bárbara de los indios y el poder de la religión, estas fuerzas
habrían animado la hoguera. La prolongada contienda, que tuvo a ambas provincias al
borde de la guerra y que explica, luego, la larga resistencia fronteriza, sólo se resuelve con
la derrota de los guerrilleros. Con la muerte del oficial José Manuel Picó, que reemplazó
en el liderazgo realista a Benavides, culmina la emancipación para Vicuria.638
Recordemos que subtitula su obra ”Memoria sobre las últimas campal-tas de la
Independencia”. Claudio Gay, por su parte, sitúa el triunfo final con la rendición de los
Pinheira. Aunque para Vicuria la independencia la hizo el norte y para Gay la inició el
sur, en cualquier caso la historia ”termina” con la derrota de la resistencia y la
consolidación de la República de Chile. La moraleja de la ”guerra a muerte” habría sido,
en consecuencia, el triunfo final de la república, del orden y la civilización sobre la
barbarie y el monarquismo. Esta visión temprana de un país dividido es también
compartida por Barros Arana, en sus primeros escritos. Pronto, no obstante, la Nación y
la identidad única que se promueven desde la politica y la historia dejan atrás estas
miradas, se atenúan las tensiones regionales y la obtención de la independencia de Chile
se presenta como un gran objetivo común. La república debe vencer a sus tres fantasmas:
primero el monarquis-

mo, luego el provincialismo y, finalmente, la barbarie. Todo se logrará en el siglo XIX, no


sin una alta cuota de sangre y varias revoluciones.

En cuanto al supuesto monarquismo del sur, hay bastante verdad en

’Benjamin Vicufla, La Guerra a muerte, p. XVIII. ’Benjamin Vicuiia, La Guerra a


muerte, p. XX.

Iéase, Ramón Isla Sepúlveda, Los últimos dias de Pico. Un episodio de la independencia de

t las Vegas de Coronado el afio 1824 (Mulchén, Imprenta de ”La Araucanía”, 1884).

333
ARMANDO CARTES MONTORY

”Un Gobierno de los Pueblos..,

ello. Si bien trabajos modernos han mostrado la abundancia de elemer

tos patrióticos en el clero regional y en las elites, el realismo era el sent

miento dominante. Dice el norteamericano John E Coffin, quien vivió

la zona y la recorrió intensamente, entre 1817 y 1819, que jamás vio

patriota.639 En el bajo pueblo, merced a una inveterada prédica de siglc

y el influjô de la iglesia, igualmente era así. Entre los indígenas la sit

ción era parecida, pero es necesario hacer algunas precisiones, que lues

abordaremos. El mayoritario realismo de la población del sur, sin er

bargo, lleva a concluir erradamente a Victula que la independencia tu

obra de los capitalinos. Esta, apunta, fue ”una revolución esencialment

santiaguina, porque fue esencialmente aristocrática”. Como en el resto

América, habría sido ”el elemento criollo, es decir, independiente”, el que

levantó ”contra el altanero advenedizo, contra el sucio chapeton”. Santia

se habría salvado a si mismo en 1818.

”Sostuvo con su sola savia, en hombres, en dinero, en heroísmo, esa guerra

diez anos (1813-1823) contra los ejércitos, las guerrillas i las bandas de puria

que brotaban por do quiera mas allá de aquel rio, histórico también, que fue

limítrofe contra el Imperio del Sol, contra Castilla, contra Santiago mismo”.6

El historiador, entonces futuro intendente de Santiago, olvida lc

ingentes aportes políticos, ideológicos y militares del sur a la causa

triota; zona que sufrió, a su vez, las mayores devastaciones. El misr

Coffin que describe una provincia realista, afiade:


”Los gérmenes de la revolución afirman que se sembraron en Concepción,

en verdad puede decirse que esta ciudad ha soportado todo el peso de la

rra. Cinco veces durante esta lucha tenaz y encarnizada, según que uno u ot.

de los contendientes se esperaba que triunfase en la provincia, otras tantas o

”9 ”Durante diez y ocho meses, he vivido sólo con realistas de todas las clases y (

diciones, en diferentes lugares y en diversas situaciones, pero excepto a través rejas de una
prisión o sobre alguna lejana colina declaro que jamás he visto un pa

declarado” (Véase, John F Coffm, Diario de unjoven norteamericano detenido en Chile, Sa

go, Imprenta El7eviriana, 1898). 640 Benjamin Vicufia, La Guerra a muerte, p. XXI.

334
Capítulo VL• La Frontera, una cuestión pendiente

lesgraciado pueblo ha sido abandonado y evacuado por todos sus habitantes,

que cargaban con cuantas riquezas y semovientes contenia.”64’

Según Reinaldo Mufioz, la capital del sur cambió de manos más de 10 veces entre 1813 y
1821, con los consiguientes estragos.642 En relación a las divisiones regionales, los
conceptos de Vicufia son terminantes. Habla metafóricamente de dos ”países”, los que
deben entenderse en un sentido geocultural y no como unidades políticas:

”El Reino de Chile, hallábase ciertamente dividido al acometer la empresa de su


independencia, i por las influencias combinadas de la política i de la milicia, de la
sociabilidad i de la historia, en dos reinos diferentes, apartados, casi hostiles. Uno de esos
reinos era Chile, el nombre tradicional de las comarcas del Maipo al Aconcagua, i se
estendia desde Maule al Paposo. El otro reino era el fuerte Penco, el reino de la espada,
como Santiago lo era de la toga i la cogulla. I tan cierto era esto que los altivos pobladores
de la raya fronteriza, como se observará en todos los documentos oficiales del presente
libro, llamaron siempre Chile Unicamente al primero de aquellos territorios; i así
continUanlo llamando las jentes de aquellos comarcas que obedecen, sin apercibirse de
elo, a una tradición inevitable”6”

+Fr’

La evolución paralela y el semiaislamiento de las provincias, duran-

te el período coloniãl, explican esta percepción. Las distintas conformaciones sociales y


vocaciones productivas del centro y del sur, unidas a la rudeza de la vida fronteriza,
habían dado origen en ambas regiones a identidades particulares. Politicamente, fueron
puestas a prueba, por primera vez, en vísperas de la Independencia, al imponer la
aristocracia

’I John Coffm, Diario de un joven norteamericano detenido en Chile, p. 211. Su


percepción sobre el origen de la revolución es confirmada por Claudio Gay, según el cual
”la pro-

icia de Concepción fue en donde se empezó a notar la agitación de los espíritus, y

i también se produjo el principal fermento simbólico de la libertad, el cual se alzó y

eció a influjo de don Juan Martínez de Rozas, que puede ser mirado como el alma aquefla
grande revolución” (Claudio Gay, Historia Física y Política de Chile, Imprenta

de E. Thunot y Cie., Paris, 1849, tomo V, p. 52).

’2 Reinaldo Mufíoz Olave, El Instituto Literario de Concepción 1823-1853 (Santiago, Im-


enta Chile, 1922), p. 3.

~min Vicuria, La Guerra a muerte, p. XX.

335
ARMANDO CARTES MONTORY

’Un Gobierno de los Puebh

cívico—militar del sur a Manuel Antonio Garcia Carrasco como Got

nador interino de Chile, tras la muerte de Luis Murioz de Guzmán,

conociendo la designación apresurada —e ilegal— del regente de la

Audiencia para el cargo. Con Garcia Carrasco Rega a Santiago Ju

Martínez de Rozas y empieza a tejerse el tinglado que desembocará

la Primera Junta de Gobierno, en septiembre de 1810. Esta etapa,

se extiende desde 1808 hasta agosto de 1811, corresponde a la fase

laborativa entre los grupos patriotas de la zona central y de la provir

de Concepción, con miras a la construcción de un gobierno nacior

autónomo y representativo. Luego de la irrupción de José Miguel

rrera y de la consolidación de una mayoría moderada en, los patriot

del sur se retiran de este y forman su propia Junta Provincial. Desde ;

siguen instando por la independencia y las instituciones republicar

pero en un marco de equitativa participación provincial, lo que les pc

en conflicto con el centralismo caudillista de Carrera.

”Que ni las provincias, ni los cuerpos, ni las personas puedan tener privile.

que los separen de la igualdad de derecho. Por eso echo de menos entre vosotr

los representantes de los cuatro butahnapus...” Juan Martínez de Rozas, Oraciór

apertura del Primer Congreso Nacional, 4 de julio de 1811. Inauguración del Pr

Congreso Nacional, óleo de Nicolás González Méndez y Fernando Laroche, 1

(detalle).

Los conflictos interprovinciales, que se cruzan con las divisiones


ciosas entre carrerinos y larraines, llevan a ambas provincias al bc

336
Capítulo V1 La Frontera, una cuestión pendiente

de la guerra y son bien aprovechados por el Virrey del Pedi. Éste promueve una oportuna
expedición de apaciguamiento que desembarca cerca de Concepción, en marzo de 1813, la
que se nutre del apoyo al rey de criollos e indígenas, en esa región, para conformar sus
huestes. Los mapuches, como hemos visto, habían construido una red de relaciones
politicas y circuitos comerciales, en un marco de relativo respeto a su autonomia territorial
y a sus propios liderazgos, que se veia amenazada por los cambios que anunciaban los
revolucionarios. Había, además, importantes vínculos personales con las autoridades
espatiolas, caciques a sueldo, parlamentos y funcionarios reales, como comisarios y
capitanes de amigos que, en conjunto, aseguraban la vigencia y solidez del pacto
fronterizo. De esta forma, no se equivoca Vicuria cuando cruza los ejes del monarquismo,
el provincialismo y el apoyo indígena, para caracterizar la profunda gravedad del conflicto
que separaba a ambas facciones. Se explica, así, también la larguísima resistencia, sólo
extinguida en 1832, con la derrota de los Pincheira en Epulafquen.6” En cuanto a los
indígenas, como factor politico—militar, fueron fundamentales en la lucha separatista y en
el conflicto interprovincial. La politica de parlamentos, según hemos visto, fue funcional
en la búsqueda de alianzas en el proceso de la independencia y en el apaciguamiento
posterior. La Frontera tradicionalmente se conoce como un aliado de los monárquicos,
pero también lo fue de los hombres del sun Por sus muchos vínculos, los surefíos
esperaban contar con la población de allende el Bío—Bío en sus disputas interregionales.
Así, Martínez de Ro-

&” Sobre los Pincheira, hay una bibliografia diversa y dispareja. Véase, por ejemplo, Ana
Maria Contador, Los Pincheira, un caso de bandidaje social 1817-1832 (Santiago, Bravo y
Allende Editores, 1998); Daniel Villar, ”Ni salvajes, ni aturdidos. La guerra de los

os comarcanos (y extra comarcanos) contra la Vanguardia de Pincheira, a través

Diario del Cantón de Bailia Blanca”, En Relaciones inter-étnicas en el sur Bonaerense,

10-1830, Daniel \riflar (editor) (Bahia Blanca, Universidad Nacional del Sur, 1998),

79-133; Adolfo Márquez Esparza, Los Pincheira (Concepción, Cuadernos del Bio

2001); del mismo autor, Los Pincheira, mito y realidad (Chillán, Imprenta La Discu-

, 2004); Juan Isidro Maza, ”La rebelión de los vencidos de Chacabuco y

ista de Estudios Regionale.s N° 6, Mendoza (1990), pp. 9-67; y Jose Manuel González,

cueca larga de los Pinheira. Un protocarlismo criollo”, en Revista Fuego y Raya,

1 N° 1 (Argentina, abril 2010), pp. 117-139. Los guerrilleros han inspirado, adeuna novela,
con varias reediciones, por Magdalena Petit: Los Pincheira (Santiago, resa Editora
Zig-Zag, 1939).
337
ARMANDO CARTES MONTORY

”Un Gobierno de los Pueb1

. .. • 1 li 1 ,-.1 -NT • 1 1A
1_ • -••

zas, en su alocucion inaugural aei uongreso racionai, et ue Juno de 1811, al rechazar los
privilegios o la discriminación que puedan sufrir los pueblos o las provincial, hace una
alusión a los. Butalmapus, que había recorrido y conocía bien, por sus anos de asesor o
subrogante dei intendente Ambrosio O’Higgins. Deplora su ausencia en la reunión de los
pueblos, pues es consciente que la Tzerra albergaba una importante población, que el día
que tuviera representación podría dar gran peso politico a su provincia. Así lo supone el
cronista Talavera, según el dual los patriotas tenían la intención de enviar al Congreso
diputados de los mapuches, con el propósito de sumarlos a los patriotas penquistas. El
mismo Rozas, O’Higgins, Alcázar y otros oficiales patriotas mantenían estrechos vínculos
con los indígenas, desde los dias de la Intendencia. No es impensable que buscaran su
apoyo, cuando el conflicto amenazó con militarizarse. De esta manera, en el parlamento
realizado en Concepción en octubre de 1811, convocado por la Junta Provincial, que ya
hemos referido, se buscaba consolidar el apoyo de los indígenas a las nuevas instituciones,
pero también a la causa provincial. Lo comunicaba Pedro José Benavente, presidente de la
Junta, al propio O’Higgins:

”...en esta hora misma me voy a la Plaza a recibir más de 400 indios que acompafian a los
grandes caciques y respetados que han vendo a saludarnos v nfrerernos toda la fuerza de
sus armas para emplearla en nuestra defensa y

de la Patria, oferta (falta una palabra) digna de la mayor complacencia, y así

puedo explicar a V el gusto que me resulta de esta unión y disposicion cie

más valientes americanos... ”b4’

Esta alianza estuvo a punto de activarse, cuando arreció el conflict intprrvrrannri 21 F.11
nnar7n de 1212. Setiala en sus cartas el tipógrafo no]

teamericano Samuel Johnston, que el pueblo de la provinda de Con

,•1

cepción amenazaba de marchar en armas hacia bantiago, narneu.,

- -

fileffado ”toda la oficialidad del batallón de intánteria de geai

-
17 lin rnnc-iderahle de.staramento de indios...”646 La misma int

dación se repite en 1823. Esta cercania de los surefios con los inclige

———-

____——

Capítulo VI:• La Frontera, una cuestión pendiente

645 Pedro José Benavente a Bernardo O’Higgins, Concepción, 24 de octubre de

en: Archivo O’Hiains, tomo I, pp. 174 y 175 (el destacado es nuestro).

--

646 Samuel B. Johnston (Santiago, 1° de mayo de 1812), en Cartas de un tipógrafo.

(Santiago, Editorial Francisco de Aguirre, 1997), p. 41.

continuaria varias décadas y alcanzaría, incluso, a las camparias de José maría de la Cruz
en la Revolución de 1851. En clave más contemporánea, se ha planteado que las guerras
fronterizas corresponderían a la resistencia de la sociedad regional a un proyecto nacional.
Proyecto que amenazaba la subsistencia de redes políticas y económicas tan bien
entrelazadas, que lograron sobrevivir al incendio de la revolución. De esta forma se
explica la oposición violenta que enfrentara. Es la perspectiva de autores actuales, como
Jorge Pinto y Leonardo León. El primero sostiene que la sociedad colonial perduró en la
Frontera hasta mediados del siglo XIX, gracias a la resistencia que opuso al movimiento
emancipador. La denominación de ”Guerra a Muerte”, acufiada por la historiografia
liberal del siglo XIX, habría servido ”para descalificar el verdadero carácter de este
movimiento”. Esta resistencia incluyó a parte del ejército realista vencido en Chacabuco y
Maipú, a sectores de la sociedad criolla de Concepción y de la iglesia y a casi todas las
parcialidades mapuches. Todos estos grupos combatieron al ejército ”que la misma
historiografia liberal denominó `patriota.’”647 Leonardo León, por su parte, acentúa el
conflicto interprovincial, para explicar las luchas del sur. ”La inhabilidad política de los
`capitalinos’, que pretendían dominar todo, afirma, dejó una herida abierta, generando las
condiciones para que prosperara el apoyo a los monarquistas, para que cundiera el
caudillismo y para que afloraran las montoneras anti—republicanas. En Concepción, la
República nació identificada con Santiago, negando el protagonismo que se debía a las
regiones.”648 Lo anterior explicaria la eficacia del ”proselitismo monárquico”: las fisuras
y divisiones internas, en lo político y los beneficios del conchavo con los indígenas, en lo
económico, sumaron adeptos en contra de la revolución. La guerra civil huinca, concluye,
amenazó con provocar un quiebre
,

,Lai net trato tronterizo y el desplome de los dispositivos de apacigua-

338

Pinto, Estado, nación v buehlo mame/7p_ n fiq Pintn erifati,za A rw.ers ri& lne

-•-

ntos con los oficiales reales y el alto grado de integración que había logrado el

„„Hiclizo, para jusuncar ia renuencia de los actores fronterizos frente a los ’s políticos, así
como la absoluta comnlementariedad dP lac redes inrlírrrnac

vyy

des capitalistas y la articulación regional con el resto de la economia colonial. °nardo


León, O’Higgins y la cuestión mapuche, p. 26.

339
ARMANDO CARIES MONTORY

”Un Gobi,erno de los Pueblo.

miento que habían sostenido la gobernabilidad a través de la frontera!

durante varias décadas.649 La lucha involucró, indudablemente, a amplios sectores de la


sociedad y se prolongó por largos anos. Hubo varios núcleos de resistencia, distribuidor
entre la costa, los llanos, la cordillera y todavia más lejos. Mientr’as que Vicente
Benavides es considerado un pirata, por sus acciones navales, los Pincheira Revaron su
actividad hasta las puertas de Mendoza.65° Sangrientos combates se desarrollaron en
torno a Concepción y Los Ángeles, se ocuparon pueblos cordilleranos y las montoneras de
Pincheira llegaron a San Fernando. Para vencerlos, no bastaron las acciones militares; se
requirió de ofertas de perdón, condiciones ventajosas y duras campafias por la
precordillera. El apoyo de agricultores y comerciantes de Concepción, ”poco dispuestos a
someterse a la voluntad de las nuevas autoridades del pais”, obligó a Manuel Bulnes a
combatirlos ”politicamente”, tratando de ganarse la simpatia de los hacendados y
sembrando la discordia entre las parcialidades indígenas. Las Ramadas fuerzas patriotas
”que representaban el proyecto fundacional del Chile republicano, conduye Jorge Pinto,
encontraron en la zona una abierta resistencia que involucró a toda la región.”651 Las
perspectivas que fundan la resistencia en consideraciones ideológicas, religiosas y
económicas, están correctamente orientadas. Es efectivo que la subversión ideológica que
promovían los patriotas llevó a amplios sectores del campesinado y del bajo pueblo a
defender el orden hispano. La influencia cultural de la monarquia, avivada por la religión,
había impregnado por siglos a toda la sociedad, en especial al bajo pueblo. Se explica, así,
su resistencia a una revolución que aparecia injustificada y aristocrática. Con todo, estas
miradas parecen insuficientes para explicar la magnitud y duración de la conflagración o
las complejidades políticas de las parcialidades indígenas.

Hay también dimensiones étnicas y sociales del conflicto que resul-

tan innegables. La irrupción de los sujetos populares es tan fuerte, qu,

el mismo Vicuna Mackenna no puede sustraerse a ella. El sujeto de la

1111WP-

s•.

��

Capítulo La Frontera, una cuestión pendiente

”9 Leonardo León, O’Higgins y la cuestión mapuche, p. 43. 6” Juan Isidro Maza, ”La
rebelión de los vencidos de Chacabuco y Maipú”, Revista á

Estudios Regionales, pp. 66-120. 651 Jorge Pinto, Estado, nación y pueblo mapuche, p.
69.

340

iistoria que escribe ya no serán los héroes, pero tampoco es todavia el

pueblo como clase o colectivo. La suya es una historia diferente, cuyos protagonistas son
los sujetos individuales de la plebe.652 La dislocación del orden colonial, causada por la
guerra, provocó el cuestionamiento de la estructura estamental tradicional y de la
distribución de la tierra y el poder social. La rebeldia generalizada es propia de un período
de crisis y miseria. El campesinado, dice Marcelo Segall, vio en Esparia no a sus
enemigos, ”sino a los vengadores de sus miserables destinos”.653 Escribe Ana Maria
Contador: ”La fuerza popular, en un movimiento inorgánico y sin un norte claro, asumió
formas violentas para sobrevivir y puso en peligro la construcción de la nueva
dominación. Sin buscar el poder central, de una manera indirecta, determinaron muchas de
las actuaciones de ese poder, lograron incidir decisivamente sobre la realidad social y
económica, cuanto no permitían el desarrollo normal del proceso productivo”. Sus
consecuencias desbordan, incluso, al campo realista. El mismo Benavides llegó a pedir al
gobernador monarquista de la provincia de Concepción, que alarmasen a la población,
tanto para resguardarse de una invasión, ”como para protegerse de los insultos y robos que
se cometían, pues el ejército no podia atenderlos”.654 La rebeldia alcanzó diferentes
niveles, entre los extremos del vagabundaje y la guerrilla campesina. Su expresión más
habitual fue el bandidaje.655 Sin desconocer el

Soda

JEN”

652 Si bien anuncia que expondrá ”la historia dei pueblo, dei pueblo-soldado, dei pueblo
campesino, dei pueblo- guerrillero”, luego aclara: ”(é) Quién, en efecto, es el ponderado
cuanto horrible protagonista de esta gran trajedia histórica? Un salteador criollo, hijo de
un carcelero, que se aduefia de la mitad de la República i amenaza conquistaria toda
entera. Hemos nombrado a Vicente Benavides”. En términos similares menciona, a
continuación, a los demás personajes principales de la `tragedia’ que relatará: Juan
Manuel de Pico, ”un minero oscuro”, pero a la vez ”el único caudillo, digno a la verdad de
tal nombre”; ”cuatro guanos alzados en las montarias de Chillán”, refiriéndose a los
Pinheira; y otros como Zapata, arriero dei Itata o Neira, el hijo de

balseador del Bío-Bío.

M. Segai], La lucha de clases en las primeras décadas de la República 1810-1846


(Santiago,

962), p. 7, citado. en Ana Maria Contador, Los Pinheira, p. 56. ’AVM, Vol. 44, fjs. 377.
Concepción, 20 de octubre de 1820.

a Maria Contador, Los Pincheira, p. 57. Véase Fernando Marín, Forajidos. Bandidaje
en Chile (Santiago, Ediciones Ideas, 2013).

341
ARMANDO CARTES MONTORY ”Un Gobierno de los
Pueblos...’

carácter centralmente politico del movimiento, estas acciones expresan,

en conjunto, el trastocamiento del orden, en un momento de colapso del poder civil y


grave crisis económica y social. El rol de los indígenas en la guerra, según anticipamos,
tampoco ha recibido un tratamiento historiográfico adecuado. En general, se ha tendido a
tratarlos como un grupo homogeneamente realista, animado por el espíritu de saqueo y
sólo preocupado de la dimensión local del conflicto. La situación en la Frontera era, sin
duda, mucho más compleja. Las parcialidades indígenas se estructuraban en macroalianzas
territoriales, los butalmapus, que aglutinaban, a su vez, una diversidad de rehues y
aillarehues. La mayoría se alineó por uno u otro de los bandos criollos que se enfrentaban
por la independencia. Una minoria intentó mantenerse neutral o mantuvo una posición
vacilante. El butalmapu costero y los huenteches o arribanos fueron firmes aliados de la
administración espafiola. Los nagches o abajinos, en cambio, eran más cercanos al bando
republicano. Los pehuenches del sector cordillerano tuvieron posiciones más cambiantes,
impulsados por sus propios conflictos y las circunstancias de la guerra.656 Al final del
día, según Guevara, los mayores aliados del bando patriota fueron los abajinos, algunas
parcialidades de la parte meridional del valle central cercanas al rio Cautín y ciertos
núcleos pehuenches, principalmente los del Llaima. El alineamiento masivo de los
mapuches por la corona y, más tarde, en las pugnas criollas entre pipiolos y pelucones, los
convierten en un actor politico. Persiguieron sus propios intereses, negociando o
enfrentando a los enemigos de su nación. Esa dinámica, dice Marimán, ”los hizo blanco
de la politica y la reflexión de la clase dirigente chilena, que por esos anos levantaba su
propio Estado—nación.”657 Ahora bien, el argumento de la resistencia fronteriza, en
defensa del status quo y de las redes económicas, si bien aflora como válido en general, no
explica

656 Sobre las parcialidades indígenas y sus filiaciones para esta época, Véase, Eduardo
Téllez, ”Espacios geoétnicos y confederaciones territoriales en tiempos de la Guerra a
Muerte” Historia Indígena N° 3 (1998), pp. 53-76; del mismo autor, ”Las grandes
federaciones geopolíticas de los Unos de Araucanía bacia la época de Independencia”
(Universidad de Concepción, Revista de Historia, 2006), pp. 77-82; y José Bengoa,
Historia del pueblo mapuche (Santiago, Ediciones Sur, 1996), pp. 69-132.

657 Pablo Marimán, ”La República y los Mapuche”, p. 87.

342
Capítulo VI: La Frontera, una cuestión pendiente

el porque porciones significativas del mundo indígena se pronunciaron por la patria. Si la


situación era similar, no se entenderia la lógica de

sumarse a quienes justamente amenazaban el sistema de arreglos coloniales.

Para entender los alineamientos, con una perspectiva más antropoló-

gica, hay que recurrir a las explicaciones de corte endógeno, esto es, basadas en la política
de la Frontera. Para autores como Eduardo Téllez, el factor crítico es ”el equilíbrio de
poderes y los conflictos (potenciales o abiertos) que condicionaban las relaciones entre las
confederaciones etno—territoriales y las dirigencias étnicas más influyentes al interior de

la geografia política de la Frontera en 181 O”658. Esta visión tiene la virtud de aportar
más inteligibilidad a la conducta mapuche, desde el punto de vista historiográfico: habrían
sido las propias expectativas y fricciones de las jefaturas y alianzas indígenas, las que
condicionaron sus opciones políticas. Las causas de sus acciones y alineamientos deben
buscarse, en definitiva, dentro de la propia Araucanía y no fuera de ela.

Para fines del siglo XVIII, los butalmapus habían comprendido que

la autonomia absoluta del mundo hispano era inviable. Las agrupaciones y los loncos
principales fueron desarrollando, entonces, estrategias de negociación que les permitieran
conservar su liderazgo y poderio. En el siglo siguiente, mientras los abajinos optaron por
la integración

social y cultural a la sociedad chilena, dice Bengoa, ”los arribanos exploraban en el


federalismo, reali7aban una gran confederación indígena y pactaban con las autoridades
argentinas federalistas y chilenas de C oncepción.”659

Los abajinos, que habitaban las llanuras al oriente de la cordillera de

Nahuelbuta, eran la parcialidad mapuche más numerosa. Sus linajes principales, los
Colipís y Corioepán, fueron cercanos aliados con los republicanos. Especulando sobre las
causas, José Bengoa plantea que se trata de una estrategia de integración a la sociedad
nacional. Ya que

percibían que ”tarde o temprano deberían unirse al país del Norte”, procuraban una
integración que no mermara su rango y poderio en la

propia sociedad mapuche, a través de la cercania con el ejército fron-

terizo. Bengoa asocia la afiliación patriota de los abajinos a una mayor

’ E. Téllez, ”El arauco patriota y el arauco realista”, p. 127.


irk59 ir.eb 11..nrrna Flicinrin n 7t)

as, ....a.... am.• .

343
ARMANDO CARTES MONTORY

”Un Gobierno de los ,

• •

apertura al cambio cultural y a un aparente proceso ”más pronunc

do de desestructuración social.”66° Estos supuestos han sido rebatidc

sin embargo, en razón la pujanza del butalmapu abajino en la er

ca, que no se condice con una hipotética desarticulación de la regi

En cuaiito a la aculturación como factor, no parece determinante,

considera que ese proceso era todavia más profundo en los aillerehi monarquistas, más
influenciados por los misioneros y la administraci

hispana.661 En sus relaciones con la administración borbónica proN,

cial, las distintas parcialidades y caciques habían obtenido desigua

cuotas de poder o prestigio. Se generaba, así, un potencial desconter

que los criollos supieron manejar hábilmente, para atraerlos al bar

separatista. Aquellos grupos, en cambio, más favorecidos por el pac

fronterizo tomaron partido por la conservación del orden monárquic

Los conflictos intertribales larvados, que estallaban en esporádicas lu-

chas, se radicalizaron con la independencia.

Varios caciques arribanos y costinos tenían trato privilegiado con

autoridades espafiolas. Había caciques gobernadores, una posición

preeminencia social creada para distinguirlos; había otros a sueldo

que militaban en el ejército del rey. No ocurría lo mismo entre los at

jinos, que eran adversarios del butalmapu arribano. Sus linajes más

portantes se declararon por là patria por sus disputas intertribales,


también por la posibilidad de obtener una posición predominante er

nuevo orden que traería un Chile independiente. Su apuesta fue, seg

Téllez, la obtención de nombramientos prestigiosos, sueldos y grac

militares en el ejército, apoyo armado a su propio poder persona

trato preferente a sus linajes. Más que de odiosidades, como apunt

la historiografia clásica, las alineaciones se explican por una cue

de beneficios. Una actitud no muy distinta a la de muchos criollos,

subordinaban su afiliación a los bandos en pugna a sus propios inte

ses. Como aquellos, los indígenas lucharon al lado de quienes pugnaba

por conservar o por reconstituir el orden fronterizo, en términos que 1

resultaren ventajosos.

Su irrupción en la independencia, para los constructores del nue

Estado, es una dificultad más a superar, que culmina con el triunfo

66° José Bengoa, Historia, p. 79. 661 Eduardo Téllez, ”El arauco patriota y el arauco
realista”, p. 135.

344
Capítulo VI• La Frontera, una cuestión pendiente

orden republicano. Claudio Gay sostiene que la victoria sobre la banda de los Pinheira
—”compuesta en su mayor parte de indios Pehuenches” (Guevara)662 —no sólo terminaba
una prolongada guerra, sino que también coincidia ”de un modo admirable con el
restablecimiento del orden y la tranquilidad en la vida pública, dando estabilidad a aquel
gobierno fuerte y respetado que el genio de Portales acababa de inaugurar”.663 Más que de
una nación en ciernes y todavia dividida, era el triunfo de ”aquel gobierno” contra la
barbarie. Terminaba con ello la independencia, ”tercer período de la historia chilena” y
—siempre según Gay— se inauguraba el cuarto: el de ”la libertad y la civilización”. Para
la Frontera, en cambio, la situación era menos gloriosa. Las fisuras previas de la sociedad
indígena habían sido exacerbadas por las partes en pugna, para sus propios fines.
Apaciguada la región, emergia chora dividida y desolada por la guerra. El Estado nacional,
liado en sus propios trances y dificultades, no buscaba todavia incorporar el territorio y
sólo le preocupaba reconstituir una frontera de contención. Lo logrará con regular éxito en
los parlamentos de 1823 y 1825. Concluía con ello la crisis de la independencia y se
avanzaba hacia una nueva fase, marcada por el retorno a los mecanismos de relaciones
fronterizas coloniales. La Frontera había sobrevivido a la emancipación y renacía

ahora en Chile independiente; demorará todavia unas décadas en de-

venir republicana.

Arauco, matriz retórica de Chile

Las independencias nacionales hispanoamericanas, por su alcance continental y su carácter


de fenómeno cultural, tuvieron varias semejanzas. Una de las más significativas es el
temprano rechazo al legado hispánico, acompafíado, paralelamente, de la revalorización
de lo indígena como

uente de legitimación. Esta condición, promovida de manera rápida y

lultánea en los nuevos países, se manifiesta en símbolos, banderas y

:ursos, para luego desvanecerse, en la medida del ascenso del ’pari-

;On” nacional y del avance del liberalismo republicano. Nos referiremos

Lmás Guevara, Los Araucanos, p. 262.

o Gay, Historia, tomo VIII, p. 346.

345
ARMANDO CARTES IVIONTORY

”Un Gobierno de los Pui

al punto, en función del interés creciente en el rol del indigenismo

conformación de una identidad nacional única.

Con los matices propios de su evolución histórica y situación geográfica, las referencias
étnicas infiltran también la simbologia republicana chilena.*E1 empleo de elementos
culturales mapuches— aún resignificados o semiolvidados— refleja de qué manera la
Frontera contribuyó a plasmar nuestra identidad social y política. Su presencia se
manifiesta, también, en la toponimia y la conformación étnica del pueblo chileno. La
examinaremos desde los primeros escritos e impresos de la Patria Vieja hasta su inusual
pervivencia en los emblemas nacionales, como serial de su trascendencia en la
configuración del Estado—nación chileno.

Aún cuando existían signos de descontento, en los anos previos a 1810, para el grueso de
la población y aún para los criollos más ilustrados, resultaba impensable la magnitud de los
cambios que se vendrían. Formada la Primera Junta, con símbolos y gestos dramáticos se
pretendió socavar las bases centenarias de la monarquia. Los discursos de igualdad
remecían a una sociedad estratificada, que buscaba conciliar su estructura estamental con
los nuevos valores republicanos. Los criollos que lideraron el proceso, quienes hasta hacía
poco tiempo se consideraban los herederos orgullosos de los conquistadores, ahora
renegaban de los anos coloniales, calificándolos de ”tres siglos de horror”. Lo opuesto
ocurrió con los indígenas, situados hasta entonces en la despreciada base de la pirámide
social. Los talquinos, por ejemplo, que en 1796 habían pedido que su escudo de armas
mostrase la derrota de Lautaro664, para 1812, movilizados por las nuevas ideas,
convendrían en que dos indios representasen la república, como ocurrió en el primer
escudo nacional. Ocurrió así en toda América. La efimera república de Cartagena, en
Colombia, reemplazó, en noviembre de 1811, los leones de Esparia de su escudo por la
imagen de una indígena665. La ciudad de Salta fue más lejos, en el uso del Indio
alegórico’. Al escudo que representaba a un espariol

��

11`

Capítulo VL La Frontera, wrza cuestión pendiente

664 Nestor Meza Villalobos, La conciencia política chilena durante la monarquia


(Santiago. Univ. de Chile, 1958), pp. 258-59.

665 Así se lo describe: ”Representa una india sentada a la sombra de una palma de coco,
con su carcaj a la espalda, en la mano izquierda una cadena partida, en la mano derecha
una granada abierta de la cual come un turpial” http://www.angelfire.coma
realm/jolle/colombia/colombia-indep.htm (enero 2013).

sistiendo el ataque de un indígena, el cabildo lo reemplazó en 1813 por

disefio exactamente contrario, de manera que el primero apareciera

ndiéndose al segundo.666 Monedas, banderas, estatuas, estampillas y to-

pónimos, todo era un buen lugar para celebrar a los heroicces antepasados. Chile no fue
ajeno a esta tendencia. Los primeros buques fueron bautizados como Galvarino, Tucapel,
Araucano o Lautaro. El último fue, además, el nombre de una importante logia
revolucionaria”’ y, desde 1823, de una Delegación y luego de un Departamento de la
Provinda de Concepción. Es que, para entonces, los mapuches eran ”nuestros padres”,
decía Ramón Freire, pues los chilenos éramos ”hijos de Caupolicáin, Colo—Colo y
Lautaro”, según anunciaba en un brindis el general Francisco Calderón.668

Es ”la idealización de la Araucanía”, que bien ha descrito Simon

Collier.” El republicanismo chileno —tal como se infiere del primer escudo nacional
(1812)— ”percibía en el pasado indígena su época clásica” y en los araucanos, por su
espíritu libertario, el mito patrióitico.670 En esta primera época, el adjetivo ”araucano”
llegó a ser un modo poético de decir ”chileno”. El quiebre con la tradición hispana que
represento la independencia, planteó el problema de identificar un pasado propio,
alternativo, sobre el cual fundar la construcción nacional. Juan Egaria, en sus Cartas
Pehuenches

”6 Rebecca Earle, ”Sobre Héroes y Tumbas: National Symbols in Nirieteenth-Century


Spanish America”, Hispanic American Historical Review 85:3, p. 391. El artículo tiene
versión espafiola: Rebecca Earle, ”Sobre héroes y tumbas: símbolos nacionales en la
hispanoamérica del siglo XIX”, Bicentenario. Revista de Historia de Chile, América, vol. 7,
n° 1, pp. 5-43 (Santiago de Chile, Centro de Estudios Bicentenario, 2008).

667 Jaime Eyzaguirre, La Logia Lautarina y otros estudios sobre la independencia


(Santiago, Editorial Francisco de Aguirre, 1973), pp. 2-17.

sss Aunque para otros, como Francisco Antonio Pinto, no había talparentesco: éramos

sólo ”compatriotas” de los araucanos y ”descendientes” de los espalioles (Citado en


Casanueva, ”Indios malos”, p. 58). A Freire y Calderón se refiereShrnon Collier: Ideas
and politics of Chilean independence 1808-1833 (Cambridge, Cambridge at the University

Press, 1967), pp. 212 y 213. 669 Vease, Simon Colher, Ideas and politics of Chilean
independence 1808-1833, pp. 212-217. 67° Bernardo Subercaseaux, Historia de las ideal
y la cultura en Chik (Santiago, Editorial Universitaria, 2° edición, 2007), tomo I, p. 32.
Ideas que el autordsarrolla mejor en el prólogo a la edición de las Cartas Pehuenches de
Juan Egaria indicado en el número siguiente.
346

347
ARMANDO CARTES MONTORY ”Un Gobierno de los
Pueb

publicadas en 1819, imitando las Cartas Persas de Montesquieu, a través

supuesto diálogo de dos caciques de esa etnia, identificó el propósito

independencia chilena con el de la Guerra de Arauco: ”La actual revolt

de Chile, decia, tiene el objeto más justo y necesario que pueda intere

un puello: es el mismo por el cual nuestra nación sostuvo más de doseie

mios de guerra; su libertad e independencia de la tirania espailola.”671

La tarea no era fácil, sin embargo, pues la revolución era impulsada pc los descendientes
de los mismos conquistadores. ”La revolución de 181(

dice Amunátegui, debe considerarse en rigor mia diferencia promovida por los esparioles,
i ventilada entre ellos.”6” La lengua o la religión, al ser col munes a la región americana,
no podian constituir un factor diferenciador adecuado para los passes en formación. En el
caso de Chile, tampoco podia

serlo el territorio, &continuado en la Araucania y dividido en tres provin-

cias, con identidades sociales y productivas diferentes.673 Así se explica qu

lo autóctono se impusiera en la primera época, alo menos discursivament

El supuesto esplendor de las sociedades precolombinas era el pasado mítico

al cual asirse y su destrucción por los conquistadores la justificación de

erradicación violenta. ”El martirio atroz de la raza indígena de la América

forma uno de los cuadros históricos mas horripilantes de la barbarie huma na”, seliala el
mismo Amunátegui, pero sin dejar de notar, con la ambigiie

dad propia de una época posterior, la paradoja de que los verdugos de

indígenas, en el siglo XIX, eran los espafioles americanos y no los espariole

europeos. La invocación de Montezuma, Atahualpa, Caupolican o Laut concluye, ”era una


pura ilusión retórica”.

La valoración del pasado indígena en Chile, estuvo muy marcada por l


lectura de La Araucana de Alonso de Ercilla, de manera que el énfasis se

en el arrojo temerario y la tenaz resistencia mapuche, más que en una ine

”’ ”Carta. Primera, Melillanca a Guanalcoa”, en: Juan Egafia, Cartas pehuenches


(Santi go, Ediciones de la Universidad de Chile, 4° edición, 2001), p. 34.

672 Miguel Luis Amunátegui, La Crónica de 1810, tomo I, pp. 5 y 11.

6” Por sus diferencias de intereses, dice Bárbara Silva, ”estos regionalismos


dificilmente podían servir de sustento a una verdadera unidad nacional” y afiade que,
”si bien se reconoce la existencia de un ”Reino de Chile”, confirmado por sus
peculiaridades geográficas, el territorio compartimentado no era criterio suficiente
para que emer-

giera una nación” (Bárbara Silva A., Identidad y nación entre dos siglos, Santiago, LO

• 2008, p. 44).

348

j
Capítulo VI• La Frontera, una cuestión pendiente

tente ”edad de oro” o imperios indígenas, que en el país no hubo. El siglo XIX, dice Juan
Mizón, dio a Alonso de Ercilla ”un reconocimiento pleno de historiador”; lo mismo que a
sus continuadores e imitadores, como Pedro de Ofia o Álvarez de Toledo.674 Como los
textos de los cronistas, LaAraucana fue considerada una fuente principal de conocimiento
histórico de la conquista de Chile.” Surge así lá tradición de épica guerrera y, con ella, el
”mito” de la Guerra de Arauco, según Sergio Villalobos, que ha creado ”una ilusión que
se identifica con un destino nacional”, que se proyecta hasta el presente,” En su época,
marcó a la primera generación de republicanos y se plasma en himnos nacionales677,
proclamas”, piezas de teatro” y en la prensa de

674 Luis Mizón, Claudio Gay y la formación de la identidad cultural chilena (Editorial
Universitaria, 2001), p. 72.

6” Sobre La Araucana la bibliografia es enorme. Sólo consignemos que ha sido estudiada


desde diversas disciplinas, como la etnografia, la historia o la literatura. Por ejemplo,
Tomás Guevara, La etnologia araucana eu el poema de Ercilla (Santiago, Imprenta y
Litografia Universo, 1920); Hugo Montes, Estudios sobre La Araucana (Valparaiso,
Universidad Católica de Valparaiso, 1966); William Mejías López, Las ideal de la guerra
justa en Ercilla la Araucana (Santiago, Editorial Universitaria, 1992); Eduardo Barraza
Jara, ”De La Araucana a Butamalón, el discurso de la conquista y el canon de la literatura
chilena”, Estudios filológicos (Valdivia, Chile, Anejo 17, 2004).

6’6 Sergio Villalobos, Vida fronteriza en la Araucania (Santiago, Editorial Andrés Bello,
1995), p. 209.

677 La versión definitiva del Himno Nacional, encargada al poeta Eusebio Lillo, sefiala
eu su cuarta estrofa: ”Con su sangre el altivo araucano,/ nos legó por herencia el valor;/ y
no tiembla la espada en la mano/defendiendo de Chile el honor”.

6’ Bernardo O’Higgins exhortaba, en una proclama de 28 de enero de 1814, emitida

en el Cuartel general de Concepción, a los habitantes de Penco a jurar que lucharían

nombre de ”los manes del inmortal Lautaro, de Galvarino y de Caupolicán” por

Évivir libres o morir con honor”. (En Academia Chilena de la Historia, Archivo de don

rnardo O’Higgins, Santiago de Chile, Editorial Nascimento, 1947, tomo II, pp. 36-

p7). Ya muchos anos antes, además, sefialaba retóricamente a su mentor Francisco de

randa, al incorporarse a la Logia Lautarina: ”Ned en mi, serior, los melancólicos

stos de mi compatriota Lautaro! iEn mi pecho arde el mismo espíritu que liberó a mi
atria Arauco de sus opresores!” (Rumazo González, Alfonso, Francisco de Miranda, pro-

líder de la independencia americana, Caracas, Venezuela, Monte Ávila eds., 2006, p. 165).

’ Introducción a la tragedia ”El triunfo de la Naturaleza”, de Bernardo de Vera y

uado, representada el 20 de agosto de 1819, en Nicolás Anrique R., Ensayo de una

iografia dramática chilena (Imprenta Cervantes, 1899), pp. 113-21.

349
ARMANDO CARTES MONTORY

”Un Gobierno de los Pueb

la época. La última, especialmente profusa en nombres indigenist

”relacionaba una expresión de la modernidad, como lo es la ct escrita y la prensa, con el


referente antiguo del indígena chileno, tualizado por el patriotismo de la
Independencia.’5681

Más que por su valor literario, que es innegable, era el conter

épico lo que se valoraba. Francisco A. Pinto cuenta en sus memc

”Por primera vez lei en ese tiempo La Araucana de Ercilla, y nos rel

mos en corrillo para saborear su lectura. No era porque gustáramc

las bellezas de su poesia (...) sino por las heroicas hazafias de ara

”682 Su lec

nos y esparioles, que las considerábamos como propias.

alimentada por el romanticismo del siglo XIX, condiciona la

”científica” de los mapuches de Ignacio Domeyko683 o Claudio

ambos naturalistas recorren la Araucanía con un ejemplar del libr

Ercilla en la mano. Seg-án Mizón, antes de llegar a Chile, Gay ”se

pregna en la tradición épica chilena que lee en el puente de la fra

Adoum. Fue siempre un gran admirador de La Araucana y en sus cor

tarios y redacciones históricas tiene presente esta obra que le sir

fuente.”684 Con los anos, aunque la mirada sobre los mapuches fue

”0 Periódicos con nombres indígenas fueron, entre otros, el Monitor Araucano,

del Monitor Universal de Francia, principal diario de la revolución, fundado en 178

Araucano, la Ilustroxión Araucana, Correo de Arauco, Despertar Araucano o el


Insurgente Ar,
681 Bárbara Silva A., Identidad y nación, p. 50. Veamos un ejemplo del tono y

de la prensa, tomado de la Ilustración Araucana, de fecha ”Lunario 6 de Septiemb

1813”: ”Revive entre nosotros Colo Colo, Caupolicán y el inmortal Lautaro,

Americano, que su patriotismo y valor sirve y servirá para la posteridad de

espanto a los tiranos enemigos de nuestra libertad” (Colección de antiguos periodicos c

1813 -1817 , tomo II, Santiago, Imprenta Cultura, 1954, p. 350). 682 Citado en Fernando
Casanueva, ”Indios maios”, p. 58.

683 Entre los trabajos de Domeyko relacionados con la Araucania, pueden menc

se: Diario del viaje al país de los salvajes indios araucanos (Varsovia, Ars Nova, 1992);

da, sus Habitantes (Ars Nova, Varsovia, 1992), y Mis Viajes (Santiago, Ediciones

Universidad de Chile, 1978), tomo II. Véase, Armando Cartes, ”literatura 1

y proyecto civilizatorio: a propósito de Domeyko en la Araucanía”, en Biceu

Revista de Chile y América,Vol. 10, 2° semestre (2011). 684 Luis Mizón, Claudio Gay y
laformación de la identidad cultural chilena, p. 72.

350
Capítulo VI: La Frontera, una cuestión pendiente

,fiando, anunciando la intervención del territorio, la opinión pública eguía influida por la
tradición heroica.685

Producida la consolidación de los Estados nacionales, bacia media-

)s de siglo, los héroes indígenas fueron siendo reemplazados por los

Sceres de la independencia. Curiosamente, Chile habría sido la ex-

epción: tras las camparias de ocupación de la Araucania, en la década

1880, los fuertes recién fundados reciben nombres indígenas e inclu-

uno es bautizado Lautaro. Para Rebecca Earle, sin embargo, el Estado

illeno demostraba con elo ”su soberania, no sói() sobre el territorio de

mapuches, sino también sobre su pasado”.686

La búsqueda de identificación con un mítico origen indigenista para

L configuración de una nación, que permitiera diferenciarse del pasado )1onial, planteaba
dificultades. La identificación de un pasado ”autén-

co”, atrapado en la era precolonial, genera el riesgo, denunciado por

estudios postcoloniales, de una ”calcificación” de la cultura nacio-

.68’ La república y el liberalismo que la inspiraba, en cambio, eran

nuralmente progresistas, ilustrados y miraban a Europa y a Estados

Jnidos como sus referentes. La tensión entre la utopia de la sociedad in-

g-ena y el ascenso politico y cultural a que aspiraban los republicanos

resolvió, al principio, de maneras extrafías. El periódico La Ilustración

mana —nombre bastante decidor— apuntaba que Europa había escla-

nado a ”unos pueblos libres gobernados por un Congreso nacional,

mno la nación araucana;”688 los ”fieros republicanos de Arauco”, los

La memoria del Ministro de Guerra JoséJauier de Bustamante, de 14 de septiembre


1835, así lo muestra: ”Tan extratio modo de discurrir sói() puede explicarse por la apatia
de nuestro corazón hacia un pueblo valiente, cuyas proezas y gloriosas haza-

han sido cantadas aun por sus enemigos; cantos que con razón inflaram nuestras

contra los conquistadores espatioles y que en algunas personas llega a tal grado

les hace olvidar que hoy son nuestros enemigos fieros y encarnizados, como lo

Dn de los espafioles y lo serán de todo el mundo” (Sesiones de la Cámara de Senadores,

35, pp. 447-449.).

t. Earle, ”Sobre héroes y tumbas: National Symbols in Nineteenth-Century Span-

t America”, Hispanic American Historical Review, 85(3), p. 395. Recuperado de:

):/ /search.ebscohost.com/login.aspx?direct=true&db=a9h&AN= 75 1 7091


&lang=es&site=ehost-live

7 R. Earle, ”Sobre héroes y tumbas”, p. 379.

’ección de Antiguos Periódicos Chilenos, tomo II, p. 349.

351
ARMANDO CARTES MONTORY

”Un Gobierno de los Pueb

llama Simón Bolivar.689 Según el periódico Observador Chileno, los

canos seguían regias democráticas infinitamente más avanzadas qt

europeas de la época; ”imaginaron la representación”, según El Mei

de Chik690 Pero fue Jose Miguel Infante, sin duda, el más entusiasta, i

los declaró exitosos ”federalistas”, al punto que gracias a su orgar

ción habían podido resistir a los esparioles, a diferencias de los ”i.

rios” incas y aztecas.69’

Por estas consideraciones, junto à indigenismo abstracto, que

caba el nombre de los antiguos guerreros, coexistió una visión evo

va e integradora, que propiciaba la asimilación progresiva de los

puches a la sociedad chilena. Camilo Henriquez, quien solia firr

como Patricio Cuririacu, la expone en la Aurora de Chile. Bajo el epíg

”Civilización de los Indios”, sostiene, primero, que debe asegurár

”que han de permanecer siempre libres, e independientes, gobernánc

se por sus propios Magistrados, sin disminuir un punto la dignida

sus Caciques”. Sólo podia pedírseles una ”confederación permaner

y una cooperación activa en la necesidad”. A través de la educa

y el honor, agrega, podremos obtener ventajas, pues ”los indios

en estado de considerarse como una nación nueva, y por consig

fácil y dispuesta para ser ilustrada”. Siendo la juventud la esper

del Estado, concluye, bien dirigida viene a ser su gloria. Los inc

debían ser educados fuera de su tierra, ya que ”de retorno a st.


llevaran ideas exactas sobre la religiOn, la moral, la legislaciór

mercio, la industria, la agricultura”. Con estos conocimientos,

narán” su pais y permitirán que todos ”nuestros compatriotas,

Espafioles, formen una sola familia, sujeta a unas mismas leyes,

solo Gobierno”. El lugar adecuado, sostenia Henríquez, era la

y, especificamente, el Instituto Nacional, donde un cuerpo de sa

velaria por sus progresos.692 Sus ideas habían sido ya parcialmente implementadas, pues

mer Congreso Nacional dispuso el ingreso de indígenas en el Cc

689 Simón Bolivar, ”Carta de Jamaica” (septiembre 6 de 1815).

690 El Mercurio de Chile, N° 22, 1823. 691 Valdiviano Federal N° 43, 8 de julio de 1831
y N° 55, de 15 de marzo cie 18 32.

692 Aurora de Chile, Tomo I, N°12 Gueves 30 de Abril de 1812).

352
Capítulo VI: La Frontera, una cuestión pendiente

Aino de Santiago, en términos igualitarios, para lo cual mandó sus-

mder la erogación que hasta entonces se hacía al Colegio de Natura-

que regentaban los franciscanos en Chillán. Los fundamentos del

lerdo son interesantes:

” . . . que, siendo conforme a la sana politica, el que los indios, recibiendo los

mismos beneficios, olviden la chocante distincion que los mantiene en el injusto


abatimiento i en el odio hacia un pueblo de quien deben ser unos individuos, si no
privilejiados, a lo ménos iguales, para ello se les admita i sostenga en este i demas colejios
sin diferencia de los descendientes de espafioles.”693

Como se aprecia, en la primera hora la política de la república bacia

los indígenas promovió el respeto a sus territorios y liderazgos y la asimi-

ación cultural, favoreciendo su incorporación a la ’familia’ chilena. En

estas actitudes se mezcla el idealismo, de corte indigenista, con consideraciones utilitarias.


Se trataba de constituir a los mapuches en un tercer

ctor, diferenciando sus intereses de los esparioles y, además, de poder

..ntualmente reclutarlos para las armas de la patria.694

El indigenismo chileno en tiempos de la independencia, tiene ras-

)s que lo distinguen de lo ocurrido en otras naciones americanas. Fue

itensamente influido, según hemos visto, por el mito épico de los gue-

,ros de La Araucana. La frontera indígena, además, aparecia separada,

stante, de los espacios centrales desde donde se conducía, politica e

eológicamente, el proceso emancipador. Según Bárbara Silva, el com-

)nente indígena tampoco era cuantitativamente tan significativo —lo ie es discutible695


—y su belicosidad se hafiaba reducida. De ahí que,

diferencia de otras naciones, no Regaria a cuestionar las bases de la


Snstrucción nacional de la elite; en otras palabras, ”era posible utilizar

te referente sin arriesgar la identidad de la eventual nación.”696

1 Sesión del 5 de octubre de 1811 del Primer Congreso Nacional, SCL, tomo I, p.

ivardo Cavieres, ”Desplazando el escenario: los araucanos en el proceso de inde-

ndencia de Chile”, p. 78.

La población de la Araucanía, en la época, era cerçana a los 200 mil habitantes,

Jorge Pinto y Tomás Guevara, no muy inferior a la del Valle Central.

bara Silva A., Identidad y nación, p. 52.

353
ARMANDO CARTES MONTORY

”Un Gobierno de los Pueblá:

En países vecinos, en efecto, el factor indígena fue mucho más si

tantivo. Así ocurrió en las provincias del Plata, ya para las invasior

inglesas de 1807. En la oportunidad, los lonkos ofrecieron al cabildoi

Buenos Aires siete mil hombres armados. Se formaron varias ”C(

paffias de Indios” y los mapuches, al decir de Emilio Ravignani,

comportaron esplendidamente durante la defensa de Buenos Aires,

gando con su sangre su encendido ardor patriótico.”697 Con todo,

riesgos y complejidades de incorporar a las huestes de las pampas a ] camparias


independentistas y las posteriores, determinaron finalmer

la renuencia de los republicanos argentinos. Fue expresado con

deza por el controvertido prócer Juan Manuel de Rosas, en medio

las luchas internas entre federales y unitarios, frente a la posibilidad (

contar con el apoyo de los puelches, pampa—mapuche y ranquel y

poderosas caballerias, antes de la batalla de Caseros: ”Si triunfamc

équien contiene a los indios?... si somos derrotados, èquien contiene

los indios?”698 De ahí que, en general, el indigenismo se mantuvo, bien, en el plano


retórico y como un apoyo moral.

En Chile, cuando los mapuches se incorporaron masivamente

lucha, esta se tornó violenta, haciendo tambalear el ánimo de invoca

los como símbolos de la patria. El Ministro de Guerra José Javier

tamante, en su memoria de 1835, se referia a la participación de

mapuches junto a los bandos patriota y realista, a la luz de los pa

de Bulnes. ”Esta división, escribe, ha sido de consecuencias espantos


no sólo para ellos mismos, sino también para nosotros. Desde esa éi

nos han hecho una guerra destructora, dirigidos las más de las veces

caudillos enemigos de nuestra causa.”699 Esta incomprensible `traicié

rumada al discurso de la barbarie y a la consolidación del panteór

publicano, determinará su reemplazo por los arquetipos nacionales:

próceres de la independencia y, a partir de la Guerra contra la Cor

deración (1836-1839), o más bien desde la Guerra del Pacífico, cc

697 Isabel Hernández, Autonomia o ciudadanía incompleta: el pueblo mapuche en Chile y


Ar,

na (Santiago, CEPAL, 2003), p. 84.

698 Isabel Hernández, Autonomia o ciudadanía incompleta: el pueblo mapuche en Chile}

tina, p. 85. 699 Luis Mizón, Claudio Gay y la formación de la identidad cultural chilena,
p. 84.

354
r

Capítulo VL La Frontera, una cuestión pendiente

aclara Gabriel Cid, por el ”roto chileno.”” Establecida la República, la mirada ya no se


fijará en ”el pretérito heroico ni en la utopia igualitaria; el modelo al que se aspiró fue el
europeo.”70’ En el imaginario popular, en todo caso, la imagen estereotipada de los
guerreros araucanos sobrevivirá hasta el presente.702 Se refleja, con eflo, la identidad
ambigua

—casi dual— del país.

—cari

La etnicidad de los símbolos patrios

La búsqueda de legitimación dei separatismo de Espafia condujo, según hemos visto, a una
revalorización dei mundo precolombino y de lo indígena. En Chile, el influjo de La
Araucana y la imagen heroica de la secular Guerra de Arauco llevó a enfatizar la
resistencia mapuche, así como la cosmologia y lo telúrico de la región dei sur. Como en el
resto de América, esta mistificación, de corte más ideológico que de cercania real al
mundo indígena, se fue diluyendo con los anos. Debe reconocerse, no obstante, aún
concediendo la polisemia propia de banderas o escudos, que elementos de aquel mundo
subsisten hasta el presente en los emblemas patrios. Se refleja, así, la gravitación de la
sociedad mapuche en la etapa de organización nacional y el afán de integraria
simbólicamente, junto con su territorio y habitantes, a la república que surgia. Esta no se
concebia, en efecto, sin la participación o la inclusión de los abitantes dei sur: es lo que
manifiestan los símbolos patrios.703 Aunue en las décadas siguientes, la Frontera fue
relegada a la posición de egión periférica, un problema pendiente de la república, sus
símbolos

I’’’’ Véase, Gabriel Cid, La Guerra contra la Confederación. Imaginario nacionalista y


memoria °lectiva en el siglo XIX chileno (Santiago, Ediciones UDP, 2011).

r°1 • £^1 TI CGT T • _1 L. 1_ -L -

v iciona \saltai-CIO rorras, .rieroes moonatos, OallUaLUS y ciuuauauw CHUCHUS. Cl

curso sobre el índio en la construcción de la identidad nacional”, Revista de Historia

gera N° 5, p. 131.

tuestión estudiada por Holdenis Casanova, ”La Araucanía colonial: discursos,

Ienes y estereotipos (1500-1800)”; en Jorge Pinto (Ed.). Del discurso colonial al proin-

lismo. Ensayos de Historia Latinoamericana (Temuco, Ediciones de la Universidad de la


!altera, 1996), pp. 49 y 50.

’Armando Cartes Montory, ”Arauco, matriz retórica de Chile: símbolos, etnia y na-

, Revista Si somos Americanos, Vol. XIII N° 2 (julio-diciembre 2013).

355
ARMANDO CARTES MONTORY

”Un Gobierno de los Pueblos...”.

muestran de que manera lo indígena ideológicamente fue y, sutilmente

sigue siendo parte de la nación. La trayectoria de los escudos patrios, en primer término,
da cuenta, ;

pesar de los cambios, de la pervivencia de la matriz indígena de nuestra

nacionalidad. El primer escudo fue presentado con ocasión de la celebración del


segundo aniversario de la Junta de septiembre, organizada con gran pompa, en la
Casa de Moneda, por José Miguel Carrera, para

el 30 de septiembre de 1812. Iluminaciones generales, salvas y un te-

deum dieron realce a la ocasión. En la animada fiesta que reunió a lo

más granado de la sociedad patriota, relata el cronista Melchor Mar

nez, brillaban las damas chilenas, pero ”en especial se llevaron la ater

ción dos de ellas que para realzar sobre todas su patriotismo asistieror

vestidas con traje de indias bárbaras”, lo que era digno de advertirse

afiade, considerando que la una era natural de la Corte de Madrid

babá. sido dama de la Reina (...) y la otra era esposa de un Madrileric

sin cuya anuencia no debía proceder de ese modo.”’” Irrumpía, de est

forma, el indigenismo romántico en medio de la sociedad criolla, coma

signo de los nuevos tiempos.

En la ocasión, hizo su aparición también el escudo. ”En lo más eles,

do de la portada principal, relata el mismo cronista Martínez, figurai

un alto monte o corclillera, sobre cuya eminencia aparecían muchos r4

yos de luz” y una inscripción alusiva a la aurora de la libertad de Chile”

Bajo esta, había un benzo con un escudo ovalado, en el que figuraba una robusta columna,
un globo, con una lanza y una palma cruzada, sobre las cuales se descubría una radiante
estrella. ”A la siniestra de la

columna estaba un gallardo joven vestido de indio, y a la diestra una

hermosa mujer con ei mismo traje.”705 Aunque no hay representacionek

contemporáneas del emblema, esta descripción es la que siguen la

yoría de los estudiosos de los símbolos patrios, a partir de Vidal Gorr

y su obra sobre Los emblemas nacionales (1883).706 Sobre el autor del esc

no hay mayores datos, aunque las pesquisas inconclusas de José

704 Fray Melchor Martínez, Memoria histórica sobre la Revolución de Chile desde el ca

Fernando VII hasta 1814 (Valparaíso, Imprenta Europea, 1848), pp.150-151

705 Fray Melchor Martínez, Memoria histórica sobre la Revolución de Chile desde el (-a

Fernando VII hczsta 1814, p. 150. 706 Francisco Vidal Gormaz, Anales de la Universidad
de Chile, N° 64 (1883).

356
Capítulo VL• La Frontera, una cuestión pendiente

Barros lo atribuyen al trujillano Isidro Antonio de Castro.707 Tampoco existe un decreto


oficial que lo describa o apruebe. Lo anterior ha nevado a concluir al mismo Barros que la
imagen con los dos indígenas como figuras tutelares no habría tenido el carácter de escudo
nacional. El hallazgo de documentos de los afios inmediatamente siguientes, con el seio
del Estado, en el que figuran dos personajes romanos, le llevan a proponer una descripción
que condene a estos y no a los indígenas en-

sus elementos.’” Para Bárbara Silva, empero, parece poco probable

le los cronistas Talavera y Melchor Martinez hayan descrito un disefio

imitivo que no llegó a adoptarse.709

pipEscudo de la Patria Vieja. Museo Histórico Nacional. as allá de estas disquisiciones,


que se sitúan en el campo de la he-

[ica, lo cierto es que el blasón con la pareja de mapuches reflejó el

ligenismo de la primera hora, aún si no fue oficializado o luego fue

lplazado por figuras clásicas. En los escudos patrios, según Gastón

Miguel Barros Franco, ”Acerca del prirner escudo de Chile”, en Boletín de la

Chilena de la Historia, N° 106 (1997), pp. 26-30.

Miguel Barros Franco, ”Acerca del primer escudo de Chile”, p. 25. Prueba su

afirmando que hasta la fecha no se ha encontrado en la documentación de ese

.`un solo seno que represente la columna acompailada por dos indígenas”.

Silva A., Identidady nación, p. 61.

357
ARMANDO CARTES MONTORY ”Un Gobierno de
los Pueblos...

Soublette, el pueblo araucano ha sido incluido con ”la clara intención de definir el nuevo
orden de Chile como basado en el valor y nobleza de Arauco, cuya sangre corre por
nuestras venas” y no sólo por razones estrategicas.71° Afirmación válida, estimamos, para
el escudo de la transición o el actual, no así respecto del que utilizara Jose Miguel Carrera.
A pesar de que este se refirió a ”la guerra de independencia araucana”, con la retórica de
la época, era un personaje menos cercano al mundo mapuche que O’Higgins o Prieto,
máximas autoridades del país al momento de la oficialización de los escudos posteriores.
Los primeros símbolos patrios, apunta Silva, podrían considerarse ”los símbolos del
personalismo de Carrera y no de la sociedad.”711.Apuntemos que rigieron corto tiempo y
no alcanzaron a ser asimilados. En la Patria Vieja, para los líderes capitalinos, el referente
mapuche distaba de ser real, ya que aunque sobrevivia en regiones del sur, la realidad
cotidiana era la de un país mestizo. La elite criolla no se sentia realmente heredera del
mundo indígena, de manera que, en la práctica, el uso de estos referentes no amenazaba la
estabilidad del proyecto de construcción nacional. Por lo demás, así ocurrió en muchas
regiones de América, donde la iconografia indígena fue desapareciendo en las décadas
siguientes a la independencia. En Colombia, por ejemplo, la ”princesa india” que había
simbolizado la libertad y la república fue reemplazada, en 1821, por un busto feminino
cubierto por una toga. Para entonces, una mujer indígena ya sói() podia representarse a si
misma, dice Rebbeca Earle y jamás a la república.712 Declarada ya la Independencia y
luego de la victoria de Maipú, que la afianzó en Chile central, el gobierno de Bernardo
O’Higgins ()cupé, de crear un nuevo escudo patrio. El Senado Conservador, p

acuerdo del 23 de septiembre de 1819, refrendado por el Director SI

70 Gastón Soublette, La Estrella de Chile (Valparaíso, Ediciones Universitarias de

paraíso, 1984), p. 105. 71 Bárbara Silva A., Identidady nación, p. 65.

72 R. Earle, ”Sobre héroes y tumbas”, 394. Para la segunda mitad del siglo XIX, i

forma, las imágenes de indígenas habían sido virtualmente erradicadas de moned

estampillas o símbolos patrios. Ya no podían representar al Estado. Sólo se repon&

avanzado el siglo XX, como expresión, en general, de un indigenismo oficial (Slig.

pp. 406, 407, 410 y 411).

358
Capítulo VL La Frontera, una cuestión pendiente

premo, fijó el nuevo emblema. Este conservó la columna y la estrella, pero suprimi() los
lemas latinos, la palma y la lanza cruzadas y las dos figuras indígenas.”’ Por orden del
gobierno, el escultor chileno Ignacio Andía y Varela grabó este escudo en madera. Este
era sostenido, según la descripción de Benjamin Vicufia Mackenna, por un ”bizarro
bárbaro americano”, a cabano de un caimán, que simbolizaba a América y que devoraba
al león de Castilla.714 Es el escudo que aparece en el retrato de Bernardo O’Higgins,
pintado en 1821 por el mulato José Gil de Castro. La columna, según Soublette,
representa el Árbol de la Libertad, asociándolo así al ”sentido libertario del pueblo
araucano”, de la misma forma como el indígena, en la base del símbolo, adquiere el
carácter de fundamento.715 Significaciones que, en nuestro concepto, resultan forzadas,
atendida la recurrencia de la imagen del indígena y la cornucopia en la heráldica
americana y el sentido clásico de la columna —de orden Bórico, según el decreto
constitutivo—, alegoria ampliamente utilizada en las representaciones republicanas
francesas.716

n’Seriala el acuerdo: ”1. Que la colocacion de las armas nacionales en el Palacio del
gobierno se ejecute en honor de la patria, con la ceremonia que tal acto merece, i que se
tengan por tales un escudo formado en campo azul oscuro, con una columna, en el centro,
de orden clórico, sobre un pedestal de mármol blanco, encima del mundo americano i con
un letrero que diga: Libertad. Sobre este una nueva estrella de cinco picos, representante
de la provincia de Santiago, i a los lados de la columna otras dos estrellas, representantes
de Concepción i Coquimbo; adornado todo de dos ramas de laurel atadas con una cinta i
rosa tricolor, apareciendo en circuito toda carmesí por el orden de caballería, infantería,
dragones, artillería i bombarderia con los demás jeroglificos alusivos a la cadena de
esclavitud que la América supo romper. (Anexo número 371. V. sesion del 28 de Julio de
1826.)” (Sesión 123, Ordinaria, del Senado Conservador de 23 de septiembre de 1819,
SCL, tomo II, p. 229).

714 Benjamin Vicufia Mackenna, ”Ia Estrela de Chile y el Tricolor nacional”, Serie de
artículos publicados en la Unión de Valparaíso, recopilados en Akunos proverbig refivmes
motes

y dichos nacionales (Santiago, Ta1leres Gráficos Salesianos, 1931) (cit. en Gastón


Soublette, La

Estrepa de Chile p. 102).

715 Gastón Soublette, La Estrella de Chile, p. 105.

716 Trinidad Zaldivar, y Macarena Sánchez, ”Símbolos, emblemas y ritos en la cons-

trucción de la nación. La fiesta cívica republicana: Chile 1810-1830”, en Gabriel Cid y


Alejandro San Francisco, Nación y Nacionalismo en Chile, siglo XIX (Santiago, Centro de

studios Bicentenario, 2010,) dos volúmenes, p. 61.


359
ARMANDO CARTES MONTORY

”Un Gobierno de los Pueblos...”

Consolidada la república, pareci() oportunar avanzar hacia la instau-

ración de un escudo más definitivo, que reflejase la anhelada grandeza del país. Con el
triunfo de las fuerzas conservadoras en Lircay, comenzaba a instalarse el Estado ”fuerte,
centralizador”, a que aspiraba el grupo pelucón, en la conocida expresión de Diego
Portales. No servia, a este prOpósito, un escudo con tres estrellas, que representaban a las
provincias históricas de Santiago, Concepción o Coquimbo. En adelante, una única estrella
bastaria para representar el triunfo del unitarismo sobre las aspiraciones federalistas y
provinciales. Afirmando, pues, ”el Gobierno, que no debiéndose tolerar por más tiempo
ese escudo insignificante y abortivo”, resultaba necesario sancionar uno más adecuado,
según sefiala el mensaje del proyecto de ley de junio de 1834, que firmaran el Presidente
Prieto y el Ministro Tocornal, se convocó a un concurso público para el nuevo escudo
nacional. El diseão ganador, propuesto por el artista Carlos C. Wood Taylor, es el escudo
actual, con ligeras modificaciones. Fue aprobado por el Congreso Nacional el 24 de junio
de 1834.7’7

Escudo de Chile, representado en una pieza de ocho escudos,

de oro acurado, 1835.

El mensaje del proyecto de ley, redactado por José Ignacio Zenter

refiere en tres ocasiones a Arauco y los indígenas, mostrando mil ellc

7” Una relación detallada de estos sucesos puede leerse en Miguel Luis Amunái egui.

Los precursores de la Independencia (Santiago, Imprenta, Litografia y Encuadernacióii Ba

celona, 1910), Tomo III, pp. 587-592.

360
Capítulo VL La Frontero, una cuestier5n pendiente

importancia simbólica que todavia conservaba, en 1834, la regic-Sn y sus habitantes.


Sefialaba, en efecto, en parte, la descripción del emtzslema:

”(• • .) En dl observará el Congreso un campo de dos esmaltes, cuyos bien cono-

idos atributos cuadran perfèctamente con la naturaleza del pais y el qr-a rácter

sus habitantes. Alude también al antiguo distrito colonial de Chile y a1 terri-

?rio de Arauco, importante adquisición de la República. La estrella cle plata

el blasón que nuestros aborígenes ostentaron siempre en sus pendoames y el ismo que
presenta ese caro pabellón, a cuya sombra se ha ceflido la p.a.tria de

atos y tan gloriosos laureles; puede también referirse a nuestra posiciiión geo-

’.fica, la más austral del orbe conocido. La insígnia que se ve por timbre es la

adorna el sombrero del Presidente de la República, como caractenlistica de

dignidad suprema.

)s soportes representan un huemul y un cóndor, este, el ave más fuerte ani-

rosa y corpulenta que puebla nuestros aires, y aguei, el cuadrúpedo milás raro

’ singular de nuestras sierras, de que no hay noticia que no habite otra. región

hacen rituestros

el globo y de cuya notable por su elasticidad y resistencia,

lientes naturales sus coseletes y botas de guerra...”718.

Es revelador conocer la significación que dio al Escudo Nacional el

)ropio Presidente que lo propuso al Congreso, a pesar de que, con los

los, las interpretaciones puedan variar o, simplemente, caer en gel. olvi-

). Observamos que se divide en dos campos, que representan al Chile

adicional — ”el antiguo distrito colonial” —y a la región de Arauco,

abitada por ”los indómitos y libres araucanos, vecinos y compatrio-


del Reino de Çhile, al decir de Simón Bolivar, cuyo territorio, en

lo caso, aclara el mensaje, era ya una ”adquisición” republicara. Los

smaltes azul y rojo, en su proximidad, significarían la polaridacl espí-

i—vida, homologadas, ”en la integración de dos naclones que clieron

igen a la sociedad chilena: el Chile colonial y la nación araucarxa.”7”

La estrella, por su parte, es uno de los elementos más ambivalentes

la heráldica. Se ha dicho, en efecto, que evoca el carácter ur-tjtario

718 ”k/Ti rrl ,=.1 1- 11;c A rvIllt-..51-.enli I- no ivrorsprrnror do In 1”ndellemán.r;n


/11,

.1.1,18 1_4,1 l_4µ..3 X.1111..1.1.....k.,..5.1, .LAJJ /GO ”G LUGFLI VEJ.

Gastón Soublette, La Estrella de Chile, p. 114.

9 y 590.

361
ARMANDO CARTES MONTORY

”Un Gobierno de los Pueblos...

del Estado,72° la tradición católica mariana como Stella Maris”1, un símbolo

de la ilustración,722 o la estrella araucana, GwieN, esto es, el planeta Venu

la estrala de la marrana. Para el escudo de 1834, no obstante, no existe ;

bigüedad: representa, según el mensaje, ”el blasón que nuestros aborígene

ostentaron siempre en sus pendones”. A pesar de que, como elemento mági-

co o simbólico, puede adscribirse a muchas tradiciones, la estrella ocupa 1

rol indudable en la cosmogonia mapuche. Según declaró el mismo O’I

ggins, a propósito de la bandera, la estrela de la bandera era la estrella de

Arauco.723 Así se entendia en la época, incluso en celebraciones públicas.72’

720 A diferencia de la bandera de Estados Unidos, cuyas múltiples estrellas representa-

rían el federalismo de esa nación, la única estrella chilena referiria al Estado unitario, que
se impone juridicamente con la Constitución de 1833, motivando el cambio del

emblema; el cual se refleja, simbólicamente, en la eliminación de las estrellas que

representaban, en el escudo de 1819, a las provincias de Concepción y Coquimbo.

721 La estrella de Arauco, como lucero del alba, corresponde a uno de los apelativos de la
Virgen Maria como Stella Matutina. Así lo aclararon las hermanas Pineda, quienes
confeccionaron el primer ejemplar de la bandera utilizada en Concepción para la fiesta de
la Virgen del Carmen, en noviembre de 1817. (Gastón Soublette, La Estrepa

de Chile, p. 97).

722 La estrella puede también representar las ”luces”, es decir, ”el triunfo de la razón
frente al oscurantismo de los sentidos y las concepciones míticas del poder y del
mundo”. Véase, Trinidad Zaldivar, y Macarena Sánchez, ”Símbolos, emblemas y ritos
en la construcción de la nación. La fiesta cívica republicana: Chile 1810-1830”, p. 96.

723 La intención de O’Higgins de identificar la estrella de la bandera con la Gurielve


d4 Arauco, dice Gastón Soublette, que ha estudiado profundamepte la significaciOn
de la estrella, se advierte en la presencia de un enigmático asterisco de ocho brazos
en los
primeros ejemplares de la bandera actual. La razón de su posterior reemplazo por lai

estrella pentagonal, habría sido la búsqueda de una síntesis del significado hermetil

europeo con el indigenista, esto es, el encuentro de dos tradiciones (Véase Gastól

Soublette, La estrella de Chile pp. 89). ”’Para la celebración del 18 de septiernbre de


1827, por ejemplo, El Mercaria de

paraíso daba cuenta de que en la aurora los ciudadanos se reunieron en la bateria 4

San Antonio, ”para escuchar la lectura del acta de Independencia que fue saluda

con cafionazos y la canción nacional y que al pie del asta flameaba ”la gloriosa est

lia araucana”. (El Mercurio de Valparaíso, 22 de septiembre de 1827, citado en Ja

Eyzaguirre, La logia lautarinay otros estudios sobre la Independencia (Buenos Aires,


Editoriá

Francisco de Aguirre, 1973). Como curiosidad, anotemos la existencia del libro

stella dell’Araucania (La estrella de la Araucanía), novela de aventuras surgida de la imag

tiva pluma de Emilio Salgari, en 1906.

362
Capítulo VL La Frontera, una cuestión pendiente

En la iconografia mapuche, Wünelfè, castellanizado es el lucero o Venus, que se


representa con una estrella octogonal o una cruz foliada. Figura de esta forma en
testimonios del siglo XVIII y textos posteriores, como el del escritor y diplomático
francés César Famin;725 es la imagen que reproduce la conocida representación del
cacique Lautaro por el pintor Fray Pedro Subercaseaux. Aunque la estrela adoptada
finalmente fue la de cinco puntas, el disefío del gwielve se insertó inicialmente, en la
bandera, como un asterisco de ocho brazos inserto en el centro de la estrella,
”representando la combinación de las tradiciones europea e indígena”. En definitiva, la
estrela araucana, como el sol inca que San Martín incorporó a las banderas argen-

tina y peruana, son símbolos que permanecen hasta hoy, aunque, como en estos casos, su
significación se haya desdibujado con el tiempo. Los proyectos nacionales, decía Ernest
Renán, requieren de memorias comunes, pero también de olvidos.

1!

’iroquis de la Isla de la Laja, 1757. Muestra los volcanes activos que cifien la región

el Laja, de la cual Bernardo O’Higgins fue subdelegado y luego diputado al Primer

jongreso Nacional

”El estandarte de los araucanos contiene una estrella en fondo azul” (César Famin,

Poragug Uruglia); Buenos- Ayres, Firmin Didot Fréres, Éditeurs, Paris, 1840, p. 14.)

363
ARMANDO CARTES MONTORY

”Un Gobierno de los Pueblos...

En tercer término, los animales elegidos también refieren a la trac

ción aborigen. El cóndor, aún antes de la Conquista, ”los naturales

Arauco se complacían en tomarlo como símbolo.”726 El huemul, por

parte, escaso y venerado por el elogio que de el hiciera el abate Ju2

Ignacio IVIalma, era tambien notabie el mensaje presidencial— pç

el uso que daban a su piel los indígenas. Finalmente, aunque no lo sig

fica el mensaje, el ”plumaje tricolor de azul, blanco y encarnado”, ql

tiene por timbre el escudo, también ha sido relacionado a la épica

La Araucana. Unos conocidos versos, referidos al cacique Talcahuanc

hacen alusión a los colores patrios.727 Dieron ”sin duda la base, afirr

Soublette, para la composición del pabellón” conforme a la tendenc

indigenista.728 Nuevamente, sin embargo, lo anterior parece a lo menc

ambiguo, pues son también los colores de la Revolución Francesa y

la bandera norteamericana, de manera que resulta imposible vincula

el origen de los colores patrios a una única influencia.

La bandera nacional de Chile también da cuenta de la influencia

lo indígena. La actual fue adoptada oficialmente el 18 de octubre 1817. La estrella


pentagonal tienen muchas interpretaciones, que

hemos referido. Sobre los colores, además de la alusión a La Araucana,

han insinuado muchas otras, relativas a valores, como la justicia o la

zón, o bien de orden telúrico, asociando el azul a los ciclos y el océar Pacífico y el blanco
a las cumbres nevadas de los Andes. En cuanto

rojo, comenzó simbolizando la sangre araucana y luego también la los héroes de la


independencia.

La bandera original fue presentada oficialmente durante la ceremc

nia de juramento de la independencia, el 12 de febrero de 1818.

estrela, ligeramente inclinada hacia la zona del mástil, tenía la espe

cial característica de portar, en su centro, un asterisco de ocho brazc

zurcido con perlas de pequeão tamari. Corresponderia a Gutielfe,

estrela de la marrana mapuche a que hemos aludido. Sintetiza, de est

forma, la tradición pitagórica europea, mediante la estrella de ocho

726 Miguel Luis Amunátegui, Los Precursores, tomo III, p. 591. ^~~11
727 ”Pasci tras éste luego Talcaguano, [...]/cubierto de altas plumas, muy lozano,/

guiéndole su gente de pelea,/ por los pechos al sesgo atravesadas/ bandas azul

blancas y encarnadas.” (Canto XXI). 728 Gastón Soublette, La Estrella de Chile, p. 72.

364
Capítulo VI: La Frontera, una cuestión pendiente

los pentagonal y la tradición incliena.729 Estos disefios, que incluían

lin escudo bordado, se simplificaroman más tarde, probablemente por la

ificultad en la construcción de la libandera. Recién en 1854 se fijaron

o proporciones de los colores y, en 1912, el diámetro de la estrella y la

brecedencia de los colores.’”

El escudo bordado muestra a unem costado el árbol de la libertad, un

ehue con sus respectivas banderas ele nguillatun, según interpreta Sou-

pette, forzando los conceptos, a paxrtir del indigenismo que atribuye a

)’Higgins. En el reverso figura un vikolcán en erupción, con la expresión

libreviada ”Chile independiente”. 1s una figura muy interesante, que

iuede representar la corclillera andizena, tras la cual amanecía, haciendo ionor al lema
del primer escudo carme-erino, ”post tenebras lux” , presentado

Fn la fiesta de 30 de septiembre de 1E312. Lo más probable, sin embargo, s que el volcán


haya sido incorporaGdo por Bernardo O’Higgins, urgido

por desterrar la figura del rey de rriekonedas y emblemas y motivado, a

vez, por la imponente presencia &e los volcanes de su región nata1.731

Por Orden del Director Suprema, que se hallaba a la sazón en el sitio

le Talcahuano, Hilarión dela Quintitana promulgó un bando e19 de ju-

io de 1817 relativo a la nueva monda de plata que se fundiria. El seio

lel Gobierno reemplazaría al busto.. de Fernando VII y, en el reverso, leda el decreto,


”presentará un volcán y encima una corona de laurel,

en cuyo centro se pondrá el valor.’’732 Desde el mismo campamento,

Esta bandera, fue hurtada por un comendo del Frente Patriótico Manuel Rodrí-

uez, en 1980 y recién recuperada en 2003 — Sometida a una cuidadosa restauración,


con ocasión del Bicentenario, hoy se custodia en el Museo Histórico Nacional. (Varios

tutores, Doscientos anos, una bandera. Proceso c restauración Bandera de la Jura de la


Indepen-

ncia (Santiago, Comisión Bicentenario, 20 10).

Disposiciones luego refundidas en el decreto N° 1.534 del 12 de diciem-

âre de 1967, del Ministerio del Interior.

El volcanismo es un fenómeno caracter tico de los Andes en Bío. Entre las

umbres que corresponden a conos volcárujcos pueden mencionarse los Nevados de

-.’.hillán, los volcanes Callaqui, Chillán, Anitucoy Copahue. Todos, salvo el Antuco,

de más de 3 mil metros de altura y visibles ,en los frecuentes viajes que el libertador

acía, en la primera década del siglo XIX, entre su casa de Chillán y su hacienda de

Ganteras.

José Toribio Medina, Mondas Chilenas, irri,

preso y grabado en casa del Autor (San-

de Chile, 1902), pp. 140-150.

365
ARMANDO CARTES MONTORY

”Un Gobierno de los ,

dispuso O’Higgins la creación de la Legión del Mérito de Chile, ,

medallas, de oro labrado y esmaltado en Francia, tenían tambien anverso la figura del
volcán.733 Su propio retrato, confeccionado pc

de Castro en 1821, que ya hemos comentado, contenía en el fone

escudo, situado en la base, la imagen de cuatro volcanes en erur

Según Ia mitologia mapuche, explica Soublette, corresponden a

pillan,es o espíritos seriores de la guerra.’” De manera que, en la bar

de la jura, el volcán en erupción simbolizaria la fuerza telúrica

rebeliOn patriota, emanada de la herencia araucana representada ,

pillán de la guerra.

Primera bandera nacional (detalle)

Con todos estos antecedentes, no puede sino concluirse, con Luis

zón, que en la concepción simbólica de la bandera, lo que es

733 Jaime Eyzaguirre Gutierrez, ”Historia de la orden ”al mérito” de Chile”

(1933), p. 87-117. 734 Según Soublette, ”estos aparecen en ciertas invocaciones bajo el
nombre

hueichán huentru (cuatro valientes guerreros) o meli hueichafe huentru (cuatro hombr

chadores). Estos dioses constituyen un cuaternario celestial menor frente al nid

supremo. Su simbolización por medio de volcanes en erupción proviene de la miti

gía de los volcanes” (Gastón Soublette, Ia Estrella de Chile, p. 107).

366
Capítulo V1 La Frontera, una cucsión ~ente

también al escudo, se habría producido ”un verdadero mestizaje de

mentos indígenas y occidentales religiosos y esotéricos”.735Aunque

ou dificil desprender significaciones unívocas en una cuestión polis&

a y evolutiva, resulta evidente que los elementos indígenas, ya sea en

)nedas, escudos y banderas, fueron fundamentales para la iftcorpora-

Sn simbólica de la Araucanía a la República. Si bien con el tiempo se

reducido su significación, no por ello, según hemos demostoo, nan

lido presencia.

Arauco y los republicanos

La Araucanía planteó muchas cuestiones a resolver, durante la Inde-

pendencia. En el orden político—militar, según hemos visto, era necesario sumar a los
indígenas al campo patriota y reclutarlos militarmente, o a lo menos neutralizarios. Con
este fin, se aplicaron estrategias complementarias, tales como el azuzamiento de los
conflictos inerétnicos, el recurso a lideres indígenas o mestizos de prestigio .y el
ofrecimiento de beneficios diversos en el nuevo régimen que se impouía, a fim de
contrapesar el ascendiente secular de la monarquia y sus redes en el mundo indígena. Un
buen ejemplo de estas prácticas combinadas, es la arenga del cacique Venancio Cofluepán
a los pehuenches, invitándolos a incorporarse al proyecto de los republicanos, que
reprod-uce Claudio Gay: ”...Unámonos a nuestro benigno gobierno y pasemos a gozar de
la casa grande que está fabricando; en ella descansando disf0taremos

Y refresde los manjares que nos tienen preparados para nuestro regalo

carnos con sus bebidas.”736

En el plano ideológico, la tradición heroica de los guerres’c’s mapu-

el. sustento Eles, promovida por la lectura de lia Araucana, proporcionó

nicial a una identidad que debía construirse renegando de 10 herencia

cusspana. Fue muy prevalente durante la Patria Vieja, expresaga en

• ,
dep Itrsos, símbolos y muchos otros elementos. Esta actitud, ommaaa

raucanista” por. José Bengoa, aunque disminuida y parciallnente re-

.14

Luis Mizón, Claudio Gay y laformación de la identidad cultural chilena, p. 74-

Llaudio Gay, Historia Física), Política de Chile, tomo VIII, pp. 288-289.

367
ARMANDO CARTES MONTORY ”Un Gobierno de los
Pueblc

significada, se mantiene hasta hoy, como parte integrante del disct

patriótico nacional.”’

Para el proceso de organización nacional, que se inicia con la inde-

pendencia y se proyecta, a lo menos, hasta 1830, los desafios eran todavia más complejos.
Se refieren a la soberania y el control efectivo del territorio situado al sur del Bío—Bío y
a la situación jurídico—politica de sus habitantes indígenas. Para la Corona espanola,
superados los debates iniciales sobre la esclavitud —y el alma— de los aborígenes o sobre
un eventual abandono de las Indias, en general no hubo dudas de la pertenencia de la
región sur chilena a su vasto imperio. A partir de la donación del papa Alejandro VI, el
descubrimiento, la conquista y la ocupación de los territorios americanos habían reafirmado
los títulos hispanos. Para el siglo XVIII en la Araucanía, no obstante, se había consolidado
una situación peculiar. Se debía a factores como la resistencia indígena a la aculturación
plena, el desinterés de la sociedad hispanocriolla por la región y la existencia de circuitos
comerciales que conectaban la Araucanía y las pampas con la economia colonial, en los
cuales los mapuches participaban activamente. A fines de la Colonia, además, en una
politica que expresa muy bien el Gobernador Ambrosio O’Higgins, la prioridad imperial
era la defensa de las costas contra ingleses u holandeses, no la ocupación del territorio.
Esto elementos habían conducido a la conformación de una sociedad regional con tipos
humanos, mecanismos de control y ámbitos autonómicos propios de un espacio fronterizo.
El lenguaje de ”naciones”, ”tratados” y ”embajadores”, que utilizan los documentos de la
época, cuya lectura debe reali7arse evitando los anacronismos y los errores conceptuales,
no debe Hamar a engano sobre las pretensiones soberanas irrenunciables de la Corona,
que luego heredará la república chilena. Así ocurrió, por lo demás, en muchas regiones de
Hispanoamérica y, en general, en los múltiples territorios fronterizos que subsistían en el
siglo XIX: superado el desinterés o la incapacidad inicial de los nuevos países, que
condujo a una pragmática y transitoria reconstitución de la frontera colonial, los Estados
nacionales impusieron su soberania y promovieron la incorporación efectiva, política y
cultural, de la población autóctona.

7 José Bengoa, Historia del pueblo mapuche (Santiago, Ediciones Sur, 1996), p. 139.

368
Capítulo VI• La Frontera, una cuestión perzdiente

Para la naciente República, dos cuestiones dificultaban la definición de una política frente
al mundo indígena. En primer lugar, era necesario precisar el status jurídico del territorio
nacional, a la luz de los títulos hispanos, esquivando la escabrosa cuestión de las tierras
indígenas, que se hallaban en una situación de semiautonomía. En segundo término, los
principios igualitarios que promovia el primer liberalismo republicano obligaban a suprimir
el sistema de castas que imperaba, en contraposición a la tradición colonial. Si
consideramos que la revoluciOn de la independencia tuvo un alcance político y cultural,
pero social en mucha menor medida, se comprenderá las dificultades que planteaba el
igualitarismo forzado. La participación política, en particular, ponía a prueba el ethos de
los primeros republicanos èDebía, la numerosa poblaciOn situada al sur del Bío—Bío,
incorporarse a la ciudadanía activa, con las consecuencias políticas y electorales que
aquello conlleva? Los debates y el constitucionalismo dei período reflejan estas
disyuntivas, evidenciando su interés para el Estado nacional que se organizaba.

La patria soberana y las tierras mapuches

La incorporación de las tierras situadas allende el Bío—Bío a la soberania

chilena se planteó prontamente. Las ambigüedades de la administración colonial,


expresadas en parlamentos y ”tratados”, reconocimientos a la autoridad de caciques y
autonomias territoriales, produjeron vacilaciones y arduas controversias entre sus
continuadores republicanos. Hasta hoy persistem visiones contrapuestas sobre la
naturaleza de la ”frontera”

que acordaron, en diversos momentos, las autoridades espariolas y los

mapuches. Para Sergio Villalobos, las divisiones coloniales no son argumento para litigar
históricamente territorios y fronteras. Se trataria de

ima rlicrlicinn ritr. tino ”curial P hictnrien” v nn rlp nrrlvn ;ire-Mien interna-

cional.738 Para José Bengoa, en cambio, la cuestión, más que jurídica, es Táctica y se
expresa en una práctica arraigada. La frontera del Bío—Bío, dice, ”era real, en la medida
que los colonos ”civilizados” no la podían transponer y los mapuches vivían en forma
independiente de acuerdo a

Véase, Sergio Villalobos, Tres Siglos y Medio de Vida Fronteriza.

369
ARMANDO CARTES MONTORY

”Un Gobierno de los PeblºS_’

Capítulo VI.• La Frontera, una cuestión pendiente

sus costumbres y leyes.”739 Chile se emancipa, en todo caso, rmandó su soberana sobre
la región sur. La Proclamación de la IndePendencia de Chile, en efecto, fechada en
Concepción el 10 de enero de 1818, sefiala explicitamente que ”el territorio continental de
Chile Y sus islas adyacentes forman, de hecho y por derecho,, un Estado libre,
independiente y soberano”. Unos anos después, la Constitución de 1822 fija el limite sur
en el Cabo de Hornos y declara pertenecer ai país, entre otras, Ias islas de la Mocha, Santa
María y demás adyacentes, situadas en el territorio araucano (art. 30). Por limite oriente
sefiala la Cordillera,

lesionando, de esta forma, los derechos históricos dei antiguo reino de

Chile sobre las tierras patagónicas. Contradice, de paso, la Uonstitu.

ción las propias expresiones de Bernardo O’Higgins, quien atirmaba e:

carta a Joaquín Prieto: ”...convengo con (el abate) Mofina, que todo;

los habitantes de los valles del Este, así como del Oeste de los Ande:

son chilenos. Yo considero a los pehuenches, puelches y patagones po:

tan paisanos nuestros como los demás nacidos ai norte dei l3ío—Bío;

después de la Independencia de nuestra patria ningún acontecimiento favorable podria


darme mayor satisfacción que presenciar la civilización de todos los hijos de Chile de
ambas bandas de la gran cordillera y su unión en una gran família... ”740 Eran el Chile
Nuevo y el Chile Vejo, que se extendían entre ambos océanos. La Constitución de 1828
ratifica los deslindes aprobados en 1822 y ubica el territorio araucano entre los
imprecisos limites de Ias provincial de Concepción y Valdi’ (art. 2°). El gobierno de
Freire, afectado por una profunda crísis política y económica, en circunstancias que el sur
era asolado por bandas realistas, promueve los parlamentos de Yumbel, en diciembre dei
ano 1823 v Tapihue, en enero de 1825, suscritos con el cacique Maríluán y los re-

presentantes de los cuatro butalmapus. Aunque en ambos documentos

se arai rda reinstanrar ”li línea rlivisnrii Pn Pl Rin—Rin”_ lnantemen

”en orden los fuertes v fortificadas las niazas existentes” ai sur de

río, los mismos reconocen que ”El Estado se compone desde el


739 X70,...o r,a,.1 ..,,,,hl„ ,..,,...,,,.x„ r� i 2Q ., 120 vóase, taml

v caac, Jwc ”3 11suva, iiw6V! tu ucc 11U66/6U neuJruoiac, Fli. 1.3v y 1.3.3. Vi

mismo autor, El Tratado de Quillín (Santiago, Catalonia, 2007).

746 T Cnsl

• la arca ut D. V I11ggins aj. rr1 w, tuna, L`Y UC Uctuurc uc ’

anl rrero Lira, y Nancy Mino Thoma editores, Cartas de Bernardo O’s (S

Higgi�

toria Chilena, 2011), tomo 2, p. 286.

370

_ � _.,.

m ’lã

pr

blado de Atacama hasta los últimos limites de la província de Chiloé” (art. 2°), es decir,
incluyendo expresamente el país mapuche. Afiade que ”Todos los que existen entre ambas
lineas —esto es, mapuches y chilenos— serán tratados como a ciudadanos chilenos con
goce de todas las prerrogativas, gracias y privilegios que les corresponden”. Para Pablo
Mariman, las cláusulas alusivas a territorialidad y soberania ”seguían

conociendo la independencia territorial y política de la nación mapu-

”, como décadas atrás lo habían hecho los propios espanoles, ahora

orno ”aliados hermanos.”741 Según Jorge Pinto, en cambio, cayendo

Araucanía ”dentro de los limites de Chile y como chilenos eran los

acidos en este territorio, era obvio que tanto la Araucanía como los

apuche formaban parte dei país y la nación.”742 En nuestro concepto,

s acuerdos reconocen la soberania de Chile sobre el territorio y ia con-

ción de ciudadanos chilenos, con los derechos y deberes consiguien-


s, de todos los habitantes. La aparente contradicción se resuelve con el

tablecimiento de una autonomía de jurisdicción limitada, en materia

justicia y circulación de personas, para los caciques mapuches. Los

uerdos, además, no afirman ni niegan la existencia de una nación

apuche diferente; sólo se asegura de reunir a todos en la ”nueva her-

.andad” que surgia. Es un punto abierto si los documentos expresan

na política que el Estado pretendia impulsar hacia el futuro, en sus

relaciones con el mundo indígena, o bien se trataba, simplemente, de una cuestión táctica,
que le permitiera ganar tiempo ante la angustiosa situación del país y la violencia de la
Frontera. La incorporación del territorio ai país no respondía solamente a consideraciones
materiales. La continuidad geográfica era también vista como un factor de unidad, ante la
imposibilidad de apelar a factores étnicos, lingüísticos o culturales. ”En la práctica, sin
embargo, dice Pautina Peralta, la nación definida en términos territoriales no pasaba de ser
una idea imaginada por los independentistas”. Un territorio todavia

eXo1nradn_ de frnntPras amhimiac nn nnrlía rPnresentar lin criterin de

hesión nacional.741 De ahí, concluye, que e1 Estado en ciernes haya

Pablo Mariman, Los mapuche, p. 82. Jorge Pinto, La formación dei Estado, p. 122.

ulina Peralta Cabello, ”Ni por la razón ni por la fuerza. El fallido intento dei

nacional por incorporar a los pueblos mapuche y pehuenche (1810-1835)”,

371
ARMANDO CARTES MONTORY ”Un Gobierno de
los Puebb

debido autoimponerse la tarea, que le tomaria varias décadas, ”de

componer el territorio que se había autoadjudicado, para luego ejecl

en su interior el proyecto nacional”.

La continuidad territorial, que debía necesariamente incluir ai espa. cio fronterizo, se


enmarca en el proyecto —mayoritario entre los prime_ ros republicanos— de organizar un
Estado unitario y, más tarde, ”centralizador”, en términos portalianos. De esta forma, la
anexión de la Araucanía se conecta con la nación imaginada, que surge en los albores
mismos de la independencia. Camilo Henríquez, recordemos, soí% la Frontera como
”...un espacio de cuatro mil leguas cuadradas, belo y prodigiosamente fecundo,
poblándose de hombres útiles bajo los auspicios de la razón y de un Gobierno justo e
iluminado... ”744 Así se explica que la intención de incorporar las tierras meridionales y
sus habitantes, mediante la oferta de una ciudadanía parcelada y otros dispositivos,
aparezca muy tempranamente. Consolidada la independencia, diversos factores llevaron,
por el contrario, a la reconstitución temporal de los mecanismos fronterizos y al abandono
de la estrategia de incorporación plena del territorio y sus habitantes al Estado y la
ciudadanía. Para alguns, como Jorge Pinto, ello se habría debido a la decisión de los
grupos dirigentes de fijar su atención en el centro y en el norte del país, procurando la
vinculación de la agricultura y la minería de esas regiones a las dinámicas economias
europeas.745 Por lo demás, no parecia necesaria la incorporación física de la Araucanía
para aprovechar los beneficios económicos del contrabando ganadero trasandino y de la
producción textil mapuche.’

Revista de Historia Socialy de las Mentalidade,.5 N° XIII, Vol. I (2009), pp. 56-57. 744
Fray Melchor Martínez, Memoria histórica sobre la revolución de Chile desde el cautiverio
de

Fernando VII hasta 1814 (Santiago de Chile, Ediciones de la Biblioteca Nacional, 1964),

tomo I, p. 158. 745 Jorge Pinto, La formación del Estado, p. 87.

746 Numerosos antecedentes y expedientes judiciales hablan del involucramiento de 1

autoridades fronterizas con el comercio de ganado. Así, se lee en uri expediente qu

el Gobernador de Los Angeles M. Riquelme ”habilita a los indios que van a roi]

ganado a Argentina”...”Uno de los que sirve de agente es enfiado del Comandante

Domingo Salvo, un tal Pablo Gallardo y una infinidad de personas participa en

sistema, que por ser tan crecido su número omite nombrarlas”. (Declaración de juan l
Dios Benítez, Mendoza 1850, Arch. Fernández Larraín, Vol. 72, pieza 20, BNCH).

372
Capítulo VL Ia Frontera, una cuestión pendiente

Para otros, como Paulina Peralta, la sostenida autonomia de los mapuches no se explicaria
por el desinterés del incipiente Estado chileno en el territorio de la Araucanía, sino que
más bien ”expresa la incapacidad institucional de los diversos gobiernos constituidos
durante las décadas de 1820 y 1830 por imponer su proyecto nacional más allá de la
frontera”.747 El interés, en verdad, fue constante, como lo expresa, en 1835, la memoria
del Ministro de Guerra José Javier Bustamante, quien propiciaba la ocupación de Arauco:
”Siendo la agricultura el principal negocio de Chile, y muy pocos los capitales para
verificar la división de terrenos ocupados por grandes propietarios, nos
proporcionaríamos aquellos de que tomásemos posesión, para repartirlos entre un gran
número de hombres que carecen de propiedad y de giro.”’” El creciente interés material
por el territorio convivió con las persistentes dudas sobre la legitimidad de la incorporación
al Estado de las tierras mapuches. Implicaba aplicar, contrariando las doctrinas pactistas
en boga, las leyes de la república a sujetos que no habían consentido en unirse a ella. Ya
lo había anticipado Camilo Henríquez, en la Aurora de Chile: puesto que ”estos hombres
anteponen todos los males posibles a la perdida de sus tierras, y de su libertad”, sostenía,
rehusarían cualquier acuerdo si no les aseguraba que permanecerían ”siempre libres, e
independientes, gobernándose por sus propios Magistrados, sin disminuir un punto la
dignidad de sus Caciques”. Concluía sefialando que sói() podia pedírseles una
”confederación permanente” y cooperación activa en la necesidad.749 Hasta mediados del
siglo XIX prevaleció la

idea de que los mapuches eran una nación diferente, ”compatriotas” y

tal Pablo Tapia es el que actualmente les construye en Los Angeles las lanzas a los
indios”. Los habitantes de Los Angeles se coludían con los mapuches para obtener reses y
cabanos, que trocaban por diversos productos, incluso lanzas y coligües, los que
potenciaban la capacidad ofensiva de los pampas maloneros. Algunos vecinos de esa
ciudad se introducían en el territorio indio trasandino a comerciar ellos mismos con los
indígenas. ”Animismo aparece comprometido Juan Tagle, socio del Presidente de Chile
M. Bulnes, guiei-1 está encargado de comprar a los indios maloneros ganado

para su hacienda de Canteras, aunque tengan marcas de hacendados argentinos”

(Morris, Rad., Notas sobre la Alta Frontera, pp. 29 y 30). 747 Paulina Peralta C., ”Ni por
la razón ni por la fuerza”, p. 59.

748 C, e;rv.ae do 1, rw4.1nr, Çon.winro c (1 512F1

41..1.1./ 1.4.4 LU. ’,a...U.1M j, re. J. J. —

79 Aurora de Chile, Tomo 1, N°12 (Neves 30 de Abril de 1812).

373
ARMANDO CARTES MONTORY

”Un Gobierno de los Pueblos...

no ancestros de los criollos, que sói() podían asimilarse por la educaciC

y la convivencia con colonos. Así podrían finalmente, como había oc

rrido con los indígenas de Coquimbo y el Norte Chico, pasar a forr

parte de la nación chilena.

Las dudas sobre la pertenencia de los mapuches a la nación se con-

tradecían con la soberania que la república se atribuía sobre la región

del sur. La revisión de los diversos proyectos de Constituciones y regla-

mentos constitucionales del período arroja algunas luces. Sorprende, sin

embargo, la escasa alusión a la Araucania y a la especial condición de

sus habitantes nativos, en los textos. En los primeros, puede explicarse por el apuro de su
dictación y la imperfecta técnica constitucional. En los más elaborados, tales como las
Cartas de 1823, 1828 y 1833, por un deliberado deseo de establecer una nación única y
plasmar en el texto el ideal imaginado de un territorio continuo y un pueblo homogéneo.
Se trasunta, con ello, el igualitarismo formal del liberalismo republicano y el carácter
normativo del positivismo que los inspiraba. Sólo la Constitución de 1822, de breve
vigencia, menciona éxpresamente a los indígenas, a propósito de las Facultades del
Congreso, incluyendo la de ”Cuidar de la civilización de los indios del territorio” (art. 47
N°6).75° Para 1833, la cuestión de la nación seguia sin solución, por lo cual

Ma-

riano Egafla, autor del proyecto original, obrando pragmáticamente optó por rebautizar el
texto como Constitución Política de la República Chilena, sustituyendo la conflictiva
expresión ”Nación” que primitivamente

contenía.’’’ Es en la discusión del proyecto de Constitución de 1828 donde se ex-

plicitan las diversas visiones de la elite ilustrada de la época. Corno ocu-

rre en los documentos de esta clase, la brevedad del texto final oculta la riqueza y
agitación del debate previo. En particular, silencia la reveladora referencia a los indígenas
en las discusiones sobre nación, ciudadania

Capítulo La Frontera, una cuestión pendiente


75° Anotemos, de paro, que una disposición muy parecida contendrá, tres décadas más
tarde, la Constitución argentina de 1853. Entre las ”Atribuciones del Congreso”,
estableció:

”Proveer ala seguridad de las fronteras, conservar el trato pacífico con los indios y promo
la conversión de elos al catolicismo” (artículo 67, inciso 15, del Capítulo IV).

”’ En ediciones posteriores, se transformó en Constitución Política de la República de Chã,

Véase., Luis Valencia Avaria, Anales de la República (Santiago, Editorial Andrés Bello,

1986), p. 344. Véase, Ramón Sotomayor Va1dés, Historia de Chile bajo el gobierno

ral D. Joaquín Prieto (Santiago, Imprenta Esmeralda, 1900), tomo I, p. 224.

y territorio. Los argumentos esgrimidos reflejan el reconocimiento a la otredad del pueblo


mapuche y a la posesión de sus tierras, así como las vacilaciones sobre el derecho a
someterlos, de manera inconsulta, a Ias leyes de la república. Manifiestan, finalmente,
además, la aspiración a

incorporarlos, paulatinamente, a la nación chilena, mediante prácticas

”civilizatorias”.

Los limites del territorio del Estado se fijaron entre Atacama y el

;abo de Hornos y de Corelillera a mar; el que se dividiria en ocho proincias752, sin


distinguir las tierras ocupadas por indígenas no sometidos.

Jn compromiso provisorio se alcanzó en cuanto a separar la soberania

del suelo de la cuestión de la población, de manera de asegurar los derechos históricos de


Chile sobre los dominios heredados de Esparia, frente a potencias extranjeras, pero sin
innovar o resolver la cuestión de la población nativa. Las provincial del sur —Maule,
Concepción, Valdivia y Chiloe— en principio no comprendían los terrenos patagónicos ni
los situados al sur de la Frontera. Hay que tener presente que la Intendencia de
Concepción sólo abarcaba hasta los fuertes de la Frontera; es pro-

ible que scan los deslindes que tenían en mente los constituyentes. De

mera que los indígenas quedaban habitando el territorio de Chile,

)or lo que serían, indudablemente chilenos, pero sin integrar la nación,

entendida como cuerpo político sujeto a representación. Así lo expresa


diputado Melchor de Santiago Concha: ...la nación de que habla es la que se va a
constituir, que se ha declarado

epública y se ha representado en Congreso, y todos saben que los indígenas

)ertenecen a nuestra asociación; no pueden, pues obligarles nuestras leyes,

stán representados; en fin, que la Constitución no alcanza a ellos ni hace el

ior mérito de tales hombres el proyecto”.753

Done el artículo segundo: ”Su territorio comprende de Norte a Sur, desde el

to de Atacama hasta el Cabo de Hornos, y de Oriente a Occidente, desde las

leras de los Andes hasta el mar Pacífico, con las islas de Juan Fernández y demás

entes. Se divide en ocho provincias, que son: Coquimbo, Aconcagua, Santiago,

agua, Maule, Concepción, Valdivia y Chiloé”. .

ngreso Constituyente, Sesión 42, 9 de junio de 1828; en Sesiones de los Cuerpos Le-

de la República de Chile (Imprenta Cervantes, 1893), tomo XVI, p. 74.

374

375
ARMANDO CARTES MONTORY

”Un Gobierno de los Pueblos...

Se procuraba resolver, de esta forma, la paradoja de una norma qu

los incluye, pero que de inmediato los excluye, al serialar las provincie

La idea es que, con el tiempo, se fuesen incorporando a la ciudadar

en virtud de la educación y la convivencia en pueblos. El campo

quedaba expedito ”para ponerse bajo la protección de nuestras ley

el dia que quieran hacerio”, ariadia el diputado Recabarren. Lo qu

resultaba, en cambio, incuestionable, aclara el diputado Navarro, es qu

”jamás podrán pertenecer a otra nación que no sea la chilena”.

mación que incluía tanto la afiliación a una potencia extranjera cor

la formación de una nación propia. Sus palabras suenan muy actuale

”Es de necesidad convencerse que el establecimiento de cualquiera otra naciá

dentro del territorio de la República por su situación geográfica amenazaria 1

independencia del país; en consecuencia, debe considerarse por la Carta cr

nos todos los nacidos desde el desierto de Atacama hasta el Cabo de Hornc

Aunque el debate no fue concluyente, el artículo fue aprobado, afia

zando sin dudas la soberania del Estado sobre laTrontera y aseguranc

al menos juridicamente, la continuidad territorial. Al margen de las definiciones


constitucionales, restablecidas las

dicionales relaciones fronterizas, después de 1825, pasarían décadas

tes que el Estado avanzara en la instalación de la administración y,

general, de sus dispositivos institucionales de control. Recién en 185

por ley de 2 de julio, se crea la Provincia de Arauco, con capital en Los Angeles, la que
debía administrarse como territorio fronterizo, de acuerdo a las normas que juzgara más
convenientes el Presidente de la

República, ”para ei mejor gobierno de las fronteras, la eficaz protecciór

de los indígenas, la promoción más pronta de su civilización y par

arreglar contratos y relaciones de comercio con ellos”. El Presidente

Manuel Montt, quien sói() el afio anterior derrotara a los sureãos, en

sangrienta Revolución de 1851. Con la creación de la nueva provinc

Concepción perdia influencia sobre los territorios indígenas situac

entre el Bío—Bío y el norte de la provincia de Valdivia, que quedaba

ahora sujetos a las autoridades y régimen que determinara el President

de la República. En 1869, se establecieron los departamentos de Aln

Lebu e Imperial y se determinó considerarlos como territorios de colc

nización, sujetos a la autoridad ejecutiva establecida en Angol, conver

376
Capítulo VI• La Frontera, una cuestión pendiente

da ahora en cabecera de la provincia.754 Aunque sometida todavia a un régimen especial,


con autoridades designadas por el gobierno central, comenzaba ya a desintegrarse la
antigua frontera.755 En esta forma, soslayando hábilmente la cuestión de la ciudadania,
los constituyentes de 1828 y los dirigentes posteriores aseguraron la continuidad de la
soberania territorial del pais. Completaba, así, el Estado— nación la primera fase de su
programa centralizador, base material de su proyecto nacional.

Chilenos libres e iguales

La Independencia de Chile, proclamada en 1818, planteó el problema de definir quienes


eran chilenos. La Constitución de ese afio, atendido su carácter provisorio, por hallarse la
”provincia de Penco, que tiene la mitad de la población de Chile, bajo el influjo de los
enemigos”, no se

)ronunció sobre el punto.756 La Constitución de 1822, por su parte, de-

inió a la Nación Chilena como ”la unión de todos los chilenos”, sela-

lando que en ella residia la soberania (art. 2°). A continuación, dispone que el territorio de
Chile se extiende desde el despoblado de Atacama

Cabo de Hornos y de los Andes al Oceano Pacífico, más las islas ad-

yacentes. Son chilenos, entre otras categorias, sefiala el articulo cuarto,

nacidos en el territorio de Chile”. Interpretando sistemáticamente

is normas de esta Carta, resulta que los mapuches y otras etnias for-

iaban parte de la Nación Chilena. Queda claro que, para entonces, su

iclusión al proyecto nacional no merecia dudas.

Ya antes, el 4 de marzo de 1819, el mismo Director O’Higgins habia cretado, en


conformidad con su ideario y el liberalismo de los tiem-

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bile Central, Véase, Jorge Pinto, ”Integración y desintegración de un espado fron-

erizo. Araucanía y las Pampas, 1550-1900”, en Jorge Pinto (ed.), Araucanía y Pampas

mundo fronterizo en América del Sur (Temuco, Ediciones Universidad de la Frontera,

1996), pp. 11-46.

’ Así lo sefíala el Director Supremo Bernardo O’Hiágins, en el mensaje que precede

texto del Projecto de Constitución provisoria para el Estado de Chile, publicado en 10 de

gosto de 1818, sancionado y jurado solemnemente el 23 de octubre del mismo afia

377
ARMANDO CARTES MONTORY

”Un Gobierno de los Pueblos.

pos, que los indígenas debían ser Ramados ”ciudadanos chilenos y libres como los demás
habitantes del Estado”. El decreto les ofrecía, además,

igual voto y representación y la posibilidad de concurrir a celebrar toda clase de contratos,


concurriendo por sí mismos a la defensa de sus causas, a contraer matrimonio, a comerciar,
a elegir las artes que tengan inclinación, y a ejercer la carrera de las letras y de las armas,
para obtener los empleos políticos y militares correspondientes a su aptitud. Para Holdenis
Casanova, esta fue ”la máxima prescripción legislativa” de una ”visión alegórica del
indígena”, la que, a su juicio, no tuvo aplicación práctica.757 Estas disposiciones, según
Mariman, en especial la relativas a la constitución de su propiedad, sí tuvieron repercusión
en los pueblos de indios, al liberar las tierras comunitarias a la propiedad individual y al
mercado controlado por los latifundistas.758 En verdad, las normas tuvieron más
aplicación al norte del Bio—Bio, en razón de la parcial autonomia en que se vivia al sur
del grau rio.

La aparente igualdad conllevaba, también, obligaciones. Convertidos en ciudadanos, los


indígenas quedaban obligados, como todos los chilenos, a defender la patria y a prestar
servicios militares. Así lo declaró el Senado Conservador de 1819, frente a una solicitud del
Director Supremo;759 si bien, por el momento, esta resolución se referia más bien a los
antiguos indios de encomienda del Norte Chico y el Valle Central que a los indígenas de
la Frontera.76°

Capítulo La Frontera, una cuestión pendiente

757 Holdenis Casanova, ”Entre la ideologia y la realidad: la inciusión de los mapuches en


la nación chilena (1810-1830)”, Revista de Historia Indígena, N°4 (Santiago, 2000), pp.
29 y 38.

758 Pablo Mariman, Los mapuche, p. 82.

759 En comunicación al Director Supremo, de febrero 26 de 1819, sostenía el Senado


Conservador: ”Estos naturales son ya unos ciudadanos como los demás; han salido del
estado abyecto i miserable de tributarios o esclavos. Ninguna lei que, como a tales, les
ligaba a gravámenes i reconocimientos degradantes puede tener lugar, ni tampoco las que
les privilegiaban, separándoles del resto de los demás hombres y manteniéndolos siempre
en la clase de pupilos. Los que de esta servidumbre i abatimiento han salido a representar
en su pais, tiene voz i voto como ciudadanos libres, i se han igualado a los mismos que
reconocían como amos. Es justo que ayuden con sus personas i bienes a sostenerse en ese
rango i dignidad, defendiendo a la madre Patria, de que son una

parte integrante”. (Sesiones de los Cuerpos Legislativos, tomo II, Núm. 428, p. 309). 760
Jorge Pinto, Laformación del Estado, p. 87.
378

La cuestión de la nacionalidad surge, naturalmente, con la indepen-

[ dencia dei nuevo Estado; el discurso de la igualdad, en cambio, se inicia en la Patria


Vieja. Junto al recurso simbólico al indigenismo, se imponía también la ideologia
igualitaria francesa. Uno de sus principales expoE nentes, Camilo Henríquez, sostenía:
”Conviene que los araucanos se persuadan que los reconocemos por iguales a nosotros;
que nada hay en nosotros que nos haga superiores a ellos (...), serán entre nosotros
elevados a todas las dignidades, se estrecharán nuestras famílias con las suyas por los
vínculos de la sangre...” La igualdad plena que proponía, incluso en el plano social y de
familia, estaba condicionada, eso si, a la asimilación cultural, esto es, escribe, ”siempre
que no haya disonancia en la educación, religión, modales y costumbres”. Para lograria, la
educación era el camino; y el lugar, idealmente, planteaba, Santiago y el Instituto
Nacional:761 Para entonces, ya el Prirner Congreso había dispuesto su admisión gratuita a
las escuelas públicas y, transcurridos tres lustros, se ratificará la oferta de educación
gratuita en el Parlamento de Tapihue. 762 La instrucción de los indígenas era un
argumento más para ocupar su territorio. Se suponía que a través de la cercania y el
ejemplo, dei comercio y el trato con pueblos cultos, mejorarían su conducta. Era
necesaria, en consecuencia, la colonización de las tierras mapuches. Así lo entendia
Camilo Henríquez y muchos contemporáneos. El discurso sobre los indios se resume,
según Gallardo, en que pueden existir ”en tanto que ciudadanos integrados cultural tanto
como territorialmente.”763 La nación implicaba la convergencia de las identidades
heterogéneas que coexistían en el país. Aunque la distinción entre blancos e indígenas

~Er

ZE

1 Aurora de Chile, Tomo I, N°12 (Jueves 30 de Abril de 1812).

2Dispone, en efecto, el articulo 6° del documento firmado por Mariluán y Barnechea: ”A


consecuencia de la unión de que habla el art. 4°, el Gobierno Supremo admitirá a todos los
individuos de esta nueva hermandad que quieran libremente salir a mstruirse en las
escuelas públicas del Estado, cuyos gastos corren de cuenta del Erario de la Nación”.

Victoria Gallardo E, ”Héroes indómitos, bárbaros y ciudadanos chilenos: el discur-

sobre el indio en la construcción de la identidad nacional”, Revista de Historia Indígena

5 (Universidad de Chile), p. 126.

379
ARMANDO CARTES MONTORY

”Un Gobierno de los Piteblos’.

se consideraba injusta, no se concebia otra solución, sin embalso, la homologación de


estos a la sociedad criolla.

Había conciencia, además, de la conveniencia politica de sumar

al grupo patriota. Un artículo remitido en 1812 a la Aurora de Chile,

blaba de nuestros ”hermanos los indios” y se lamentaba de su situacié

”éQué ha sido el indio sino un vil esclavo, a quien miraban con desr

cio, y altanería hasta los negros, y como una bestia de carga, que dei

sufrir hasta morir el peso, con que se le queria gravar?”764 Por justic

o, por lo menos, por politica, sugeria el articulista, había que ”capt

la voluntad de unos hombres, que en las actuales circunstancias sor

serán siempre útiles en la obra de nuestra regeneración politica”. Cor

cluía, con el mayor ardor, proponiendo: ”Llamemosnos todos inc

desde ahora...”

Al ano siguiente, en 1813, la junta que sucedió albsé Miguel Car

ra, decretó el ”Reglamento a favor de los ciudadanos indios”. En és

se declaraba el propósito del Gobierno de dar eficacia a los principi,

proclamados de fraternidad, igualdad y prosperidad de los indígena

buscando superar ”la miseria, inercia, incivilidad, falta de moral y

educación en que viven abandonados”. La manera de ir concretando 1

convergencia social era destruyendo, ”por todos los medios la diferenc

de castas en un pueblo de hermanos”. Los ”pueblos de indios” seria

rematados y sus habitantes ubicados en villas formales, dotadas de


escuda de primeras letras, iglesia o capina, casa consistorial y cárc

Era la forma en que los indígenas pudieran gozar ”de los mismos der

chos sociales de ciudadanía que corresponde al resto de los chilenos. Producida la


independencia y con una evolución ideológica mayor,

de esperarse que se avanzara más activamente en este campo. No oc

rrió así, sin embargo. Las circunstancias de la guerra, que reempla

ron la ebullición intelectual de la Patria Vieja por los apremios belicc

764 ”Articulo de una carta remitida al editor por una sociedad de patriotas”, Aurora

Chile N° 23 (Jueves 16 de Julio de 1812), Tomo I.

765 Holdenis Casanova, ”Entre la ideologia y la realidad”, p. 26. En consonancia cc

la larga concepción colonial de tratar a los indígenas como ”hermanos menores”,

embargo, el Gobierno de Carrera restableció para Osorno, en enero 8 de 1812,

antiguo cargo de Protector de Naturales, bajo la responsabilidad de un cura dota

de Ia probidad y celo que exigen los padecimientos que se anuncian de esos infelice

(Armando Moreno Martín, Archivo del General José Miguel Carrera, Santiago, 1994, t.
111i

p. 83).

380
Conclusiones

sumado a la actitud de los indígenas de resistencia y apoyo mayoritario

a los monarquistas, quitó impulso al igualitarismo. Se consolidó la noción de reconocer a


los nativos el carácter de chilenos. Así lo decretó el Director Supremo O’Higgins, en
junio de 1818766 y lo establecieron las Constituciones, de 1822 en adelante. La
nacionalidad, común y compartida por todos, era una forma de generar vínculos con la
república naciente en los antiguos súbditos. La educación y el trabajo, como las fiestas y
los ritos, apuntaban a promover el compromiso de los chilenos con el proyecto nacional.
El caso de los indígenas no era distinto, per° necesitaba de dispositivos adicionales, como
la reducción a villas y la colonización. Si bien, como sefíala Peralta, ”no se puede hablar
de un programa claramente articulado por la elite dirigente”, se distingue un interés
marcado por occidentalizar sus comunidades y de homogeneizar desde arriba la cultura
nacional.767 Tampoco hubo vacilaciones en reconocerles formales derechos civiles, en
pactos y constituciones.768 Así, en el Parlamento de Tapihue, en 1825, se acordó que
”todos los que existen entre ambas líneas serán tratados como a ciudadanos chilenos con
goce de todas las prerrogativas, gracias y privilegios que les corresponden” (cláusula 3°).
Para esta época, en síntesis, los indígenas eran teóricamente chilenos, libres e iguales.

Una `nación de indios’ en tierras chilenas

La discusión relativa a si los mapuches constituían verdaderamente una nación, todavia


ambiguamente entendida como un cuerpo político, provocaba opiniones encontradas. En
la revisión del proyecto constitu-

”6 Por el decreto aludido se mandaba que en todos los oficios judiciales, civiles y
religiosos, se reemplazase la cláusula ”Espafiol natural de tal parte, que hasta hoy se ha
usado” por la de ”Chileno natural de tal parte” y agregaba que ”respecto de los indios, no
debe hacerse diferencia alguna, sino denominarlos chilenos, según lo prevenido”.
(Decreto de 3 junio de 1818, en Boletín de las Leyes y Decretos del Gobierno, 1898, tomo
1817-1818, p. 313).

767 Paulina Peralta, ”Ni por la razón”, p. 67.

768 En las discusiones que precedieron ala aprobación de la Carta de 1828, el canónigo
Casimiro Albano Pereira, diputado por Talca, para salvar la situación, propuso considerar
como ciudadanos a todos los nacidos en el territorio chileno, admitiendo que no todos
ejercen sus derechos, pero que no por eso dejan de ser chilenos.

381
ARMANDO CARTES MONTORY

”Un Gobierno de los Pueblos...

cional de 1828, los criterios se dividían entre las opciones extremas di

tratarlos como a cualquier chileno, en su ca idad de antiguos súbditos de la Corona


espanola, o por el contrario, como a una nación extranjera. Para algunos, no lo eran ni lo
serían nunca. Cuando abandonaran

su ”estado de barbarie” y se radicasen en villas y ciudades, ocurriría lo mismo que pasó


entre Coquimbo y Concepción, con las masas de indígenas: formarían poblaciones que
”disfrutan hoy de todos los derechos de ciudadanía y componen una sola familia y nación”.
Eu abierto contraste, el diputado José Gaspar Marín sefialaba que los araucanos habían
sido tratados como naciones extranjeras, firmándose con ellos tratados y fijado límites,
”cosas que no se practican sino entre naciones

distintas y reconocidas”. Parecia incomprensible, concluía, en conse.

cuencia, que se pretendiera darle leyes sin explorar su voluntad ni re:

petar su condición de nación.

El Presidente de la Cámara, en la misma ocasión, planteó la idea de

que todos los habitantes conformaban una sola nación. ”Confesemos, sostuvo, que el
nombre de chileno o araucano es sinónimo”; el mismo Ercilla había hablado de araucanos,
maulenses y mapochinos. Los mapuches habían luchado por la independencia de Chile y
protestaron, en el parlamento suscrito con Barnechea en 1825, someterse a las leyes dei
Congreso. De manera que eran ”chilenos naturales”, sólo les faltaba ”el

tiempo de desarrollar las ideas que infunde la civilización”.

Se sostuvo que ”los araucanos y otros pueblos” eran distintos y

podia sometérseles, de manera inmediata e inconsulta, a la plenitu,

de las leyes y los derechos políticos propios dei orden republicano. No obstante, formaban
parte de ia ”gran familia chilena”, desde tiempos coloniales, por lo cual su incorporación
era el único destino posible. ”Es un error craso, sefialó el diputado por Linares Ignacio
Molina, nacido

en la Frontera y veterano de las campanas dei sur, querer considerar

como otra nación separada dei Estado de Chile a una porción de indi, domiciliados en su
mismo seno’. Como conocedor de la situación, s
opiniones, menos románticas o ideológicas, fueron escuchadas:

”Los indios de Valdivia y Concepción siempre han sido una parte integrante

de la República. En la costa de Arauco desde el río Carampangue hasta Paicaví se ha


mantendo entre los indígenas y nuestro Gobierno una especie de

federación, aunque sin sistema fijo, y estoy persuadido que igual conducta

382

Lii

__, L _:

,, t.. ,

Conclusiones

MUCO

laciones se ha mantenido con los naturales desde el río Tolten hasta Osorno

on la provincia de Valdivia”.

En esos territorios, relata, los indígenas recurren a las autoridades de Arauco para sus
cuestiones judiciales, comercian con privilegios y, ”en la parte civilizada”, pagan diezmos
y contribuciones y han adoptado los ritos religiosos cristianos: No habría, tampoco,
discontinuidad territorial, pues el limite entre las provincias de Concepción y Valdivia seria
el rio Toltén. Por lo expuesto, termina afirmando tajantemente que ”no pueden ser otra
cosa los indios que ciudadanos chilenos.”769 Pareció imponerse la idea de que se trataban
de una nación distinta, sobre la cual la república no podia regular; condición que debería ir
cambiando con el tiempo, o quizás prontamente, poria propia voluntad de los indígenas.
”Cuando hacemos la división de las provincias, dice el diputado Concha, sólo legislamos
sobre ellas. Mas, si alguns pueblos de indios quisieren pertenecernos, entonces sus
naturales serían de esos chilenos que entran a formar nuestra nación.”70 Establecida la
chilenidad de la Araucanía y de sus habitantes indígenas, la Constitución debía hacerse
cargo dei problema de la Nación. El artículo 1 ° de la Carta de 1828 define la Nación
Chilena como ”la reunión política de todos los chilenos naturales y legales”. El adjetivo
indica ”la reunión de hombres que pertenecen a un Estado civilizado”, senaló el diputado
Navarro; la sola palabra reunión, en tanto, puede aplicarse a un Estado salvaje y quedar
sujeta a interpretaciones. Había consenso, empero, en que los aborígenes no podían
afiliarse a una nación extranjera, arriesgando la integridad territorial de Chile; y en la
convicción de que su integración a la sociedad chilena se produciría de manera progresiva.

éBárbaros o ciudadanos? complejo que el reconocimiento de la nacionalidad a los


indígenas
otorgarles derechos políticos. La Frontera se mostraba renuente a in-

tegrarse a la nación que se proyectaba y los republicanos, por su par-

ongreso Constituyente, Sesión 44, 11 de junio de 1828; eu: SCL, tomo XVI, p. 89.

Ingreso Constituyente, Sesión 44, 11 de junio de 1828; SCL, XVI, p. 90.

383
ARMANDO CARTES MONTORY

”Un Gobierno de los

Conclusiones

te, tenían sus propios receios. Era una cuestión que debieron enfreni

también los países vecinos. Los Estados en formación, en efecto, aunqu,

vivieron procesos diferentes, también se cuidaron de incluir a los indíge.

nas, de•manera simbólica y por razones prácticas e ideológicas. En los primeros anos,
primaron las nociones de igualdad y las ofertas de ciudadaniia, las que se fueron atenuando
con el tiempo. AI igual que en Chile,

se esperaba su apoyo contra las armas hispanas.

En el caso dei Rio de la Plata, la participación indígena fue intensa

y significativa. Así, en el petitorio que circuló en Buenos Aires, el 25 de

mayo de 1810, reclamando la creación dela Primerajunta Patria, figura. ban las trabajosas
firmas de varios lonkos.”’ Algunos de elos habían par. ticipado en la defensa de la ciudad,
durante la ocupación británica y ha.

bía jefes pampas y mapuches que mantenían vínculos, desde hacía anos,

con criollos patriotas, como Bernardo de Monteagudo, Juan José Gastei

o Manuel Belgrano. Lo anterior condujo a la Asamblea General Consti

tuyente de 1813 a disponer, ratificando las determinaciones de 1811 de

llamada Junta Grande, la extinción dei tributo, la mita, las encomiend;

el yanaconazgo y el servicio personal de los indios. Acordó, asimism,

que ”se les tenga a los mencionados indios de todas las Provincias Uni,

por hombres perfectamente libres y en igualdad de derecho a los demá

ciudadanos que las pueblan”. Se habría, de esta forma, un camino do

integración política y social a la nación argentina en formación.

Posteriormente, los sucesivos gobiernos chilenos y argentinos y


expediciones libertadoras enrolaron, en las campanas militares, a 1,

pueblos indígenas. Así ocurrió en las batallas de Chacabuco y Maipi

donde muchos mapuches pelearon contra los ejércitos espanoles.7i1

Perú y Bolivia, en tanto, por decretos supremos de 1824 y 1825, res

tivamente, Simón Bolivar extendía la ciudadanía a todos los pueblos dígenas, reiterando
que ”serán sus prerrogativas y deberes iguales a

de cualauier ciudadano de la República.”73 Se trató, en consecue

de un fenómeno latinoamericano, impulsado por los vientos que acompanaron a las


independencias.

’ Isabel Hernández, Autonomía o ciudadanía, p. 91. 72 El lonko mapuche Huentekura fue


Buía dei General de San Martín y sus

ros, por el Paso de Los Patos y Uspallata, durante el cruce de los Andes.

73 Isabel Hernández, Autonomía o ciudadanía, p. 94.

384

nornía k

En Chile, desde los albores de la emancipación ya se vislumbraban

roblemas propios de dar representación a los mapuches. No sólo en

ón de su escasa preparación para ejercer derechos politicos —como

gran mayoría dei pueblo— sino también en cuanto a los desequilibrios

nales. Sumados a la población de la provincia de Concepción,

rían incrementar la representación territorial en ei Congreso y, en

eral, su peso en las luchas políticas. En la inauguración dei Primer

eso, Juan Martínez de Rozas plantea la igualdad de derechos, in-

con los indígenas, que debía traducirse en participación. Lamen-

, por ello, su ausencia en la asamblea. Dijo Rozas, en la jornada meorable dei dejulio de
1811: ”Que ni ias provincias, ni los cuerpos, ni

personas puedan tener privilejios que los separen de la igualdad de

recho. Por eso echo de menos entre vosotros a los representantes de

s cuatro butalmapus.”74 El cronista Talavera, según referimos, sostu-

que los patriotas tenían en mira enviar ai Congreso diputados de los

apuches, para sumarlos a sus filas.

Proclamada ya la Independencia, el Bando Supremo que dictara

rnardo O’Higgins e14 de marzo de 1819, estableció que los indígenas

.para lo sucesivo deberán ser llamados ciudadanos chilenos y libres

mo los demás habitantes dei Estado, con quienes tendrán igual voz y

presentación”, así como capacidad civil y comercial, acceso a lá carre-

de las armas y a toda clase de empleos. Esta integración igualitaria,

su rotundidad, sólo podia ser teórica. ”éQué racionalidad existía, se

gunta Isabel Hernández, detrás de la equiparación jurídico—formal

pueblos distintos, de culturas diversas, de unidades étnicas diferentes

asta ese momento, antagónicas?”75 Una mezcla, sin duda, de consi-

raciones prácticas, como el alineamiento político militar y el eventual

entín Letelier, Sesiones de los Cuerpos Legislativos de Chile, (Santiago, Imp. Cervantes,

1), tomo I, pp. 38-41.

el historiador Julio Lefont, ”esta transformación súbita dei indio en ciudadano

reparos desde el punto de vista político-institucional, pues no se puede, sin pe-

Convertir en ciudadano elector y elegible de una democracia que se organiza, a

sacado dei estado de esclavitud, y que no tiene la más remota noción de lo que

ización constitucional, vida independiente y conciencia cívica”. Q. Lafont,


de la Constitución Argentina: Período Hispánico-Revolución-Independencia”, Tomo L,

ón (Buenos Aires, Editorial F.V.D., 1950), p. 366, citado por Isabel Hernández,

o ciudadanía, p. 96).

385
ARMANDO CARTES MONTORY ”Un Gobierno de
los Pueb

reclutamiento de los indígenas, sumado a la convicción de que el ma

bien a estos ”compatriotas” debía provenir de un trato igualitario,

si, por mucho tiempo, fuere parcialmente irreal o impracticable. El tema resurge en 1823,
en relación a la situación de Chiloé

Araucanát. Para algunos, esas regiones no habían pertenecido a

desde la emancipación, por lo cual debía estimarse que sus habit

no estaban en pacto con los congresales. De ahí que, concluía el

tado José Gregorio Argomedo, ”no hay derecho para darles represer

ción”. Su planteamiento fue rebatido y el punto no pudo resolverse

esboza, nuevamente, en 1828, con ocasión del nuevo proceso cons

yente. Para la mayoría de los parlamentarios, la Araucanía era cl

al igual que sus habitantes; no había consenso, en cambio, en dar

representación, como lo pedia el diputado Mofina:

ӎCOmo no son representados estos hombres en el Congreso general si son chilenos? Y


esto es lo mismo que yo digo y digo más, que es la más notable injusticia que no se de
representación a 50.000 chilenos en Arauco y acaso o sin acaso más chilenos que
nosotros.”76

A partir de la Constitución de 1822, comienza a distinguirse entre chilenos y ciudadanos,


reservando a los segundos la participación política. Para estos, se exigen 25 anos o estar
casados; también saber leer y escribir, pero sói() desde 18337”, exigencia que la Carta de
1823 posterga a 1840. En las Cartas de 1823, 1828 y 1833, aunque se considera reducir a
21 anos, para los casados, la edad necesaria para ejercer la ciudadania, se incorporan
exigencias tales como un capital, propiedad, empleo o haber servido en la milicia.”8 La
restricción de la participación a los criollos con algún capital o empleo, en consonancia
con el creciente abandono de la llamada ”utopia igualitaria”, incompatible con una
población heterogénea y escasamente educada, excluyó en general aliai

76 Congreso Constituyente, Sesión 44, 11 de junio de 1828; SCL, t. XVI, p. 8 ”7 Articulo


14 de la Constitución de 1822. 778 Arts. 11, 17 y 8, respectivamente, de las Cartas de
1823, 1828 y 1833. No consi deramos las exigencias adicionales de la Carta de 1823, en
atención a su casi nula
vigencia, las que en todo caso se referían al cumplimiento del mérito cívico, profesar

la religión católica, ”estar instruidos en la Constitución del Estado; hallarse ir

en el gran libro nacional, y en posesión de su boledn de ciudadania”.

386
Capítulo VI: La Frontera, una cuestión pendiente

mapuches, atendidas las características de su economia y sociedad.79 De manera que el


carácter censitario impuesto al voto tendió a relegar a los indígenas de la ciudadanía
activa, contrariando las proclamas de O’Higgins y las promesas de los primeros
republicanos. Durante la época de la organización de la República de Chile, entre 1810 y
1830, los mapuches fueron vistos como héroes épicos, contribuyendo a dar identidad y
legitimidad de origen a la revolución chilena. Envueltos en la primera ola del liberalismo,
se promovió un trato igualitario, de ”hermanos”, a los miembros de esa etnia, sujeto, eso sí,
a una creciente homogeneización con la sociedad chilena, mediante la educación y la
colonización de sus tierras. Las ofertas de asimilación fueron sinceras, aunque también las
impulsaba una estrategia de seducción y de neutralización bélica, frente a las últimas
camparias de la independencia. La constatación de las innegables diferencias, sumado al
apoyo mapuche a la causa monarquista, fue enfriando el igualitarismo romántico y
forzado de la primera hora.

Cuando el Estado, mediante diversos proyectos constitucionales,

buscó definir sus limites y sus integrantes, los mapuches, aunque velados

en el texto, estuvieron al centro de ardorosos debates. Fueron incluidos

Dentro del territorio soberano del país, a pesar de que se reconocía la

ha de control —o aún conocimiento— fisico del admapu. Tampoco fue

iscutida su condición de chilenos, por haber nacido dentro de los limi-

es del Estado, pero si su pertenencia a la Nación Chilena. Esta aparecia

sociada a la participación política y a la representación— la Hamada

”reunión política”—, de manera que sólios podia completarse mediante

”civilización” progresiva o la adhesión voluntaria de los mismos ma-

)uches. En cuanto a la ciudadania activa, como ocurrió con el resto del )ueblo, pronto
sucumbi() al ”cerco aristocrático” (V Gallardo) del voto

estrictivo y censitario. Se explica pues el igualitarismo extremo de los

¡meros discursos republicanos, de corte ideológico, era inviable en

ia sociedad estratificada como la chilena, cuya gesta emancipadora no

Ibia afectado mayormente la estructura social.


Calmadas las aguas de la revolución, en la vieja Frontera se reconsti-

lyeron los mecanismos coloniales de relación, ahora con los agentes de

República. En sus primeras décadas, quien pretendiera un liderazgo

LVictoria Gallardo E, ”Héroes indómitos”, p. 129.

387
ARMANDO CARTES MONTORY

”Un Gobierno de los Pueblos..,

nacional debía mostrar capacidad de controlar la región meridior

De allí la sucesión de Directores y Presidentes militares y surerios.

Nación, en tanto, pareció encontrar su destino en la minería y la ag

cultura del Valle Central, orientadas ambas bacia los mercados inte

nacionales.

La I’rontera se volvió periférica. Para mediados de siglo, las voc

”araucano” y ”chileno” habían dejado de ser sinónimas, como una vez

lo proclamara el presidente de la Cámara de Diputados, Francisco món Vicuna. La


Araucania era ya un lejano problema a resolver,

tierra a conquistar. Sus habitantes eran ahora ”bárbaros”, que la Rer

blica debía redimir, a fin de realizar un destino nacional de progreso.

Este sói() se concebia en un Estado politicamente unitario y socialmente

homogéneo. Eran la República y la Nación chilena, ”una e indivisi-

ble”, que proclamaba la Constitución de 1833. A dias, como sefialaba el Escudo de 1812
donde figuraban, serían los mapuches convocados a

integrarse aut concilio aut ense, esto es, ’por razón o por espada’.

r)ë
Conclusiones

El proceso de independencia y organización de la república se inicia en las postrimerías


coloniales y se extiende por varias décadas. Sus des-

lindes temporales y periodificaciones tradicionales fueron establecidos

en el primer siglo republicano, de manera casi contemporánea con los eventos. Son obra
de una historiografia comprometida con la tarea de

construir una identidad política compartida y un relato fundacional de

nación. Por lo mismo, han enmarcado las aproximaciones posterio-

es a esta época, dejando poco espacio para las miradas renovadoras.

A partir del arquetipo de la nación única y unitaria, se ha visto la in-

lependencia como una progresión constante, que culmina en la Consitución Politica de


1833. Desde entonces, dice Claudio Gay, al concluir

Historia Física y Política de Chile, se abre el ”cuarto período” de la his-

mia chilena, ”el período de la libertad y la civilización”. Los consensos

torno a los cuales se instaló finalmente la república, en temas como

ciudadanía, etnicidad y estructura estatal, definieron la visión ex

st del primer medio siglo independiente. Pueden sintetizarse en una

Êrzada unidad y homogeneidad, que se tradujo en centralismo y su-

,sión de las diferencias étnicas y regionales. Los anos transcurridos

sde entonces, justificaban, sin duda, una revisión, desde el campo de

historia política.

Los consensos reservados, que definieron la nación chilena en el siglo

:, al igual que la errada idea de una independencia concluida en

demoraron mucho tiempo en instalarse. El sentimiento regio-

en primer término, opuesto a la hegemonia de la provincia capital,


avo presente o fue central en las guerras civiles de 1830, 1851 y 1859,

io lo había sido en la misma independencia. La cuestión de la estruc-

estatal, resuelta otrora a favor de municipios e intendencias sujetos

Livel central, ha devenido en una demanda latente por, a lo menos, descentralización


profunda del pais. Finalmente, no por eso menos

mte, la politica de asimilación cultural y reducción territorial del

lo indígena, pasó del cuestionamiento al evidente anacronismo.

bien la organización temprana y centralizada del pais explica, en

medida, el progreso y desarrollo que alcanzó durante el siglo

hoy parece ya no dar respuestas suficiente a las demandas de des-

389
ARMANDO CARTES MONTORY ”Un Gobierno de los
Pueblos.

ten inútilmente. En las páginas de la historiografia decimonónica, nj

totalmente superada, habitan indígenas veleidosos, animados sólo por el espíritu de


rapifía; provincias recalcitrantemente realistas por mero arcaísmo o continuidad colonial;
`ganado humano’, movido por la `en1 vidia’, como impávidamente les califican,
respectivamente, Alberto Edwards y Prancisco Encina, en celebrados textos. Una mirada
más atenta a estos actores postergados, que recupere su voz, afiade complejidad y
contradicción, pero también luz y justicia a los procesos y sus protagonistas. Nos ha
parecido, por lo mismo, un camino que la historiografi debe recorrer. Nuestra mirada de
la independencia y la transición republicana es la del enfrentamiento de dos visiones de
cómo organizar un país, a parti de tradiciones políticas competitivas. Los eventos eran
conocidos, pero la desdefiosa atribución de la conducta provincial al puro localismo o a
la influencia extranjerizante de ideas foráneas, ha lesionado su justa valoración. El
aforismo según el cual la escritura de la historia —o más bien de la historiografia— es
atributo de los vencedores, no está ausente en el caso chileno. Para atenuar esta omisión,
planteamos la idea de Chile como un proyecto fallido de confederación, dentro del marco
de la ola liberal que sacudió el continente en el primer tercio de siglo de vida
independiente, a fin de visibilizar una idea fuerza de gran capacidad explicativa. No
estimamos ese desarrollo frustrado como más deseable o conveniente; juzgar no es tarea
propia del historiador. En estos tiempos de bicentenarios, sólo cabe consignar que, así
como la independencia pudo haber tenido un desenlace distinto —la continuidad del
absolutismo o la monarquia constitucional plurinacional—, también la república pudo
organizarse de otra manera. Son las lecciones del pasado, que nunca puede repetirse ni
anticipar el futuro. Nos recuerdan, no

obstante, que tal corno el porvenir que no está escrito, la historiografia

también puede siempre reescribirse.

392
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