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INDEPENDENCIA DE CHILE
CIP - Editorial Historia Chilena
Incluye bibliografia
Segunda edicin, marzo 2018 Diseo: Siegfried Obrist C. Impreso en Andros Impresores
Hecho en Chile/Printed in Chile
Ninguna parte de esta publicacin, incluido el diseo de la portada, puede ser reproducida,
almacenada o transmitida por ningn medio sin permiso previo del editor.
SEGUNDA EDICIN
Chile
historia chilena
2018
SANTIAGO
A mi querida hda Elena, en modesta compensacin por tantas horas
12
Un Gobierno de los Pueblos...
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NOTA DEL AUTOR
En los pocos afios transcurridos desde la aparicin de este libro, un fenmeno interesante ha
ocurrido en el campo de la construccin de los Estados americanos, en el siglo XIX, en que
se sita este estudio. La historia de los espacios regionales, tantos afios ensombrecida por la
nacin y su desarrollo, emerge ahora como una temtica importante. As se observa en
publicaciones y congresos. No solo como mera historia regional, sino como parte de una
tensin fundamental a resolver en la conformacin de los nuevos Estados. El gran dilema
del siglo XIX hispanoamericano, en efecto, fue la cuestin de la distribucin regional del
poder. Caudillos y dictadores, disputas entre federales y unitarios, conflictos
interprovinciales y entre capitales y provincias son algunas de las manifestaciones de esta
disyuntiva central de aquel siglo. Contra la opinin generalizada, Chile no fue la excepcin.
Si bien tras una dcada de ensayos, asambleas, leyes federales y confederaciones de hecho,
se impone el centralismo unitario, no por eso el dilema provincial qued resuelto, como lo
demuestran las revoluciones liberalesregionales de 1851 y 1859. La historia y la ciencia
poltica han mostrado que los conflictos relativos a la distribucin del poder y los recursos
entre las ciudades o provincias capitales y las regiones perifricas, marcaron la configuracin
de los Estados modernos. Aunque he procurado evitar hacer lecturas o comparaciones con
el tiempo presente, estas resultan inevitables. Es as porque mi objeto de estudio es un
problema, ms que un momento histrico. La coyuntura en que se definieron las opciones
por el republicanismo, el centralismo y una forzada homogeneidad tnica y cultural. Es la
nacin chilena que, entre rebeliones, cooptaciones y alianzas, se fue conformando desde el
Estado, a lo largo de aquel siglo. Las lecturas actuales se manifiestan en mltiples episodios
contemporneos, en Chile y el extranjero, en que se expresa la problemtica provincial.
Baste pensar en el caso de Catalufia o Escocia, regiones que no ocultan sus propsitos
independentistas. En nuestro pas, no es ni ha sido el separatismo o el desconocimiento de
ia capitalidad de Santiago el eje del debate. Si la demanda recurrente, de las regiones, de
un ma-
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yor autogobierno y participacin en la asignacin de los recursos. Son materias en las que el
pas muestra un atraso deplorable, comparado con sus vecinos o con organizaciones como
la OCDE, de la cual forma parte. Desde 2013 los Consejos Regionales son elegidos
directamente por los ciudadanos, pero la incidencia de este cuerpo en la decisin del gasto
pblico es muy limitada. Por fin en 2017 se ha modificado la Constitucin para elegir
directamente Gobernadores Regionales, pero no operai- hasta varios anos ms. Tampoco se
han definido sus atribuciones y recursos, lo que amenaza con dejarlos inermes. Una
necesaria ley de rentas regionales, ni siquiera ha ingresado como proyecto al Congreso
Nacional. A pesar de los dos siglos republicanos transcurridos, el pas todavia est lejos
del necesario equilibrio politico-administrativo entre la capital y las regiones. Es un tema
permanente en el debate poltico y surgi en forma recurrente en las bases para una nueva
Constitucin, que se construyeron a partir de los cabildos ciudadanos comunales,
provinciales y regionales. As se explican las lecturas actuales de este texto, que enuncian
sus resefiadores. El libro, en el afn de evitar los anacronismos que el mismo denuncia,
asumi una perspectiva a la vez regional e hispanoamericana. Aunque el tema es la
conformacin del Estado chileno, intentamos superar el marco nacional que ha constreffido
los estudios histricos, privndonos de claves explicativas que surgen de la experiencia
comparada y de procesos atlnticos o americanos, de los cuales la experiencia chilena no
fue ms que una manifestacin regional. Asimismo, la participacin de las provincias
chilenas, como escenario de los debates y combates del perodo, impulsando o resistiendo
el avance de la nacin y la repblica, adquiere protagonismo en este libro. Los actores
provinciales, incluidos los pueblos originarios que habitaban al sur del Biobo, se
movilizaron con lgicas propias, que hay que reconocer con una mirada desde dentro, a fin
de entender mejor el proceso a partir de los intereses de sus protagonistas. Es lo que el
libro intenta y forma parte de su originalidad. En esta segunda edicin no hemos
introducido mayores cambios. Tas provechosas discusiones que sostuvimos antes y
despus de su primera aparicin han confirmado nuestra visin, de la cual soy, por supuesto,
el
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Un Gobierno de los Pueblos...
solo responsable. Por compartirme sus miradas debo siempre agradecer a Eduardo
Cavieres, quien gui el trabajo original de tesis doctoral, en la Universidad Catlica de
Valparaiso, mi segunda Alma Mater, en que se basa; tambin a Sergio Gonzlez, Eduardo
Posada-Carb, Hilda Sbato, Annick Lemprire, Jos Carlos Chiaramonte, Jorge Pinto y tantos
otros que, en sus respectivos, campos, me iluminaron con su dilogo inteligente y la luz de
sus propias reflexiones. Un solo cambio, muy notorio, incluye el presente texto: es el
subtitu lo, que ahora alude a La Macin y las provincias en la Independencia de Chile. Es
as pues el libro no trata verdaderamente de las relaciones provinciales, sino de la tensin
fundamental entre la nacin que emergia, en los albores de la repblica y las antiguas
provincias, con su identidad histrica y sus vocaciones productivas, sus redes familiares y su
poder social, sus cabildos y asambleas. Los espacios regionales de la vida colonial
sobrevivieron a las luchas de la independencia y plantearon una forma distinta de
territoriali7ar el poder y configurar el Estado; triunfante en los estados federales y fallida
en los pases como Chile, en que se entroniz el centralismo unitario. La tarea enorme de
construir identidades nacionales y Estados modernos, en pases que carecan siquiera de un
imaginario nacional, con malas comunicaciones y con un gobierno de baja penetracin y
densidad, tomaria un siglo entero. Se trata de cmo organizar Estados soberanos viables, en
un contexto posrevolucionario y basados en el paradigma republicano todavia en
configuracin. En este contexto, la tensin entre la capital, que aspiraba a hegemonizar el
poder y las provincias, fue un desafio principal que debieron abordar los jvenes pases.
Esta es, pues, la perspectiva de anlisis que estructura este libro. Con los riesgos y las
salvedades propias de extrapolar eventos histricos, creemos que, en especial en un pais
joven como Chile, un acercamiento profundo a las decisiones originales que conformaron
la estructura politicoadministrativa del pais, otorga herramientas para comprender mejor
el presente. Favorece tambin su evolucin hacia un modelo que se ajuste mejor a las
necesidades actuales. Nuevos tiempos requieren nuevas respuestas; que la historia ilumine
el camino del fortalecimiento regional.
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PRLOGO A LA PRESENTE EDICIN
La discusin con Julio Pinto y Vernica Valdivia es de naturaleza terica, est ms centrada en
la eleccin del sujeto histrico de referencia. Me recuerda a una antigua disputa entre Sergio
Boisier y Jose Luis Coraggio, donde el primero reconoce una contradiccin territorial y,
por lo mismo, la existencia de un sujeto regional con identidad, en cambio, el segundo,
solo reconoce como principal la contradiccin de clases y el sujeto que de ella emerge,
donde el territorio tiene solo importancia como espacio banal. Obviamente, el profesor
Cartes Montory se apro-
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ARMANDO CARTES MONFORY Un Gobierno de los
Pueblos...
Similar es su discrepancia con Gabriel Salazar, quien contrapone a Santiago con las
provincias no como un conflicto entre el centro y la periferia,,,sino entre grupos sociales,
latifundistas y mercaderes santiaguinos versus artesanos y pequefios comerciantes
provincianos, es decir, es una contradiccin de clases ms que de territorios. Cartes Montory
apela a la importancia de historia y geografias regionales.
Tambin el profesor Cartes Montory reconoce el aporte de historiadores que desde hace
algunas dcadas vienen cuestionando la historia tradicional sobre el amanecer de Chile. Por
ejemplo, los que han discutido la supuesta excepcionalidad chilena en el contexto
latinoamericano sobre el origen del Estadonacin, aquellos que han reivindicado a los
vencidos en este proceso de construccin de la identidad y la sociedad nacionales, y sobre
todo a los que justifican la inminencia y eficiencia de un Estado centralizado. La mayora
son investigadores y ensayistas, que se han atrevido a pensar Chile desde otros ngulos y
perspectivas tericas. Entre elos, Alfredo JocelynHolt, Jos Bengoa, Jorge Pinto, Leonardo
Len, etc.
Lo que ocultan nuestras indagaciones sobre el pasado del pais podra asemejarse al
problema que enfrent Alicia (en el pais de las mara-
hemos alcanzado nuestro tamafio definitivo? Alicia lo logr comiendo diversos trozos de la
seta que le hacan alcanzar tamafios absurdos, hasta Regar a su tamafio normal. Hemos
comido las setas necesarias y justas
para construir una identidad nacional claramente definida y compartida, donde todos se
vean y reconozcan en ella?
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Prlogo
En definitiva, nos plantea que los hechos acaecidos entre el ltimo tercio del siglo
dieciocho y el primer tercio del siglo diecinueve permitieron la construccin de un
Estadonacin en Chile de carcter centralista, porque paralelamente emergi tambin una
ideologia que lo justificaba. Ideologia que impregn las pginas de la historia tradicional,
escrita desde el centro. Autores como Rogerio Haesbaert, sefialan que el territorio est
vinculado siempre con el poder y con el control de procesos sociales mediante el control
del espacio. por ello, no solo al inicio de las repblicas, sino tambin en la actualidad las
transgresiones que cuestionan la territoriali7acin que hace el Estadonacin, especialmente
en zonas de frontera, se relacionan con otros imaginarios y subjetividades, donde es posible
identificar a actores disidentes, como es el caso de grupos tnicos, elites econmicas y
gobiernos subnacionales, quienes propician otras voluntades de desterritorializacin. Por
tanto, esa imagen que critica Armando Cartes homogenizadora de la identidad nacional y
de un Estado unitario delata su fragilidad y perdida de densidad en la medida que nos
alejamos del centro, y tambin en la medida que temporalmente nos distanciamos de 1810.
Sin embargo, y esto es lo que le preocupa al profesor Cartes, esta idea homogenizadora
sigue presente en la historiografia actual. Por ejemplo, la historiadora chilena Isabel
Torres, invitada a contribuir en un Diccionario Poltico y Social del mundo
Iberoamericano, en la era de la revoluciones (1750-1850), sefiala: La voz nacin, la Nacin,
con el articulo definido, femenino del singular, expresa, en los primeros afios despus de
alcanzada la independencia, la idea de unidad. Esto se puede apreciar
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ARMANDO CARTES MONTORY Un Gobierno de los
Pueblos...
la identitlad nacional, es decir, despus de doscientos mios de vida republicana ser chileno
expresa una diversidad cultural notoriamente reco-
nocible a lo largo del territorio, como si las regiones en el largo plazo han
que se ha dado en el espacio de las ideas, las identidades, los valores y la cultura. En
cambio, la estructura administrativa, politica y econmica
Armando Gastes es un transgresor, con pluma suave pero firme cuestiona una gran
cantidad de ideas que han Estado arraigadas en la
fia oficial y, por lo mismo, al servicio del centro ganador: Santiago. Esa
hermana mayor como la calific Jos Miguel Carrera, que termin por imponerse a los otros
dos centros alternativos: Concepcin y La Se-
zando un lenguaje cientfico para evitar, posiblemente, decir crudamente que encontr
mitos, falsedades o falsificaciones en la historiografia tra-
dicional sobre ese perodo. Entre esas anomalias est la notoria invisibilizacin de los
vencidos, sujetos que fueron protagonistas pero que terminaron siendo calificados como
sujetos sin estrategia ni geopolitica propias, actuando a contracorriente del sentido de la
historia, como I los indgenas, realistas y provincianos. Los mapuches, nos dice Cartes, se
llevaron la peor parte, en otras palabras, el peor estigma. En el plano ideolgico, el
liberalismo temprano, antiautoritario y anticentralista, ha-
2 Isabel Torres, Chile. En: Diccionario Poltico y Social del mundo Iberoamericano, en la
eria
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1ff
FPI
Prlogo
En beneficio de esos autores que escribieron en el contexto del primer centenario, como
Nicols Palacios, Enrique Mac Iver o Francisco Encina, debemos decir que un socilogo de
la talla de Hernn Godoy Urza, public en 1976 un libro que fue ampliamente reconocido y
reservado: El carcter del chileno. Estudio preliminar y seleccin de ensayos, donde persiste
esa visin esencialista de la identidad del habitante de nuestro territorio. Este mismo autor,
el afio 1971, compila en un libro titulado La estructura social de Chile, destacando
autores del centenario como Encina, Letelier, Mac Iver, Venegas, Recabarren, Concha,
Orrego Luco, junto a otros ms modernos como Edwards Vives, Gngora, Vial Correa, Jara,
Villalobosjobet, Pinto Santa Cruz, Ahumada, Sunkel, etc. Godoy establece una
periodizacin con un enfoque supuestamente apartado del tradicional, rescatando como eje
explicativo el proceso de urbanizacin. Entonces el periodo entre 1750 y 1850, que
coincide con el estudiado por Armando Cartes, Hernn Godoy lo define como el ciclo de la
transicin ruralurbana. La conclusin es obvia: las fuerzas centrpetas del centro santiaguino,
sede del Estadonacin, concentrarn los flujos de bienes, personas e inversiones,
confirmando la idea del destino manifiesto del centralismo chileno.
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ARMANDO CARTES MONTORY Un Gobierno de los
Pueblos...
obvia seria que otro modelo de organizacin del Estadonacin podra ser catico. Tan
profunda es esta mirada, que un especialista en desarroHo regional, reconocido por su
pensamiento critico y progresista, Carlos de Mattos, afirma que la fragmentacin de las
estructuras decisorias de una entidad nacional puede nevar al agravamiento de situaciones
de ingobernabilidad; esto, si bien puede ser funcional a los procesos de reestructuracin del
capitalismo a escala mundial, tambin podra traducirse en la aparicin de nuevos problemas
desde el punto de vista de los intereses nacionales.4 Cmo podra extrariarnos la actitud
dubitativa y la conducta temerosa de los congresistas chilenos actuales frente a una
pequefla reforma a los gobiernos regionales que posibilitara la eleccin directa de la
primera autoridad regional? Con justa razn, Armando Cartes califica de ideolgica la
posicin centralista, porque est convencido de haber comprobado que Chile no siempre fue
centralizado ni se hizo totalmente desde el centro. Los espacios regionales tuvieron un
desarrollo ms bien paralelo, que luego convergi a partir de 1810. La importancia de este
punto es que rebate la tesis cannica segn la cual cualquier organizacin estatal no
centralizada seria contraria a la tradicin histrica y cultural del pais.
Dos siglos despus de iniciado el proceso de independencia en Chile, y del triunfo de centro
santiaguino, con la emergencia de un Estadonacin unitario, las voces que anuncian como en
estos dias la irremediable y necesaria descentralizacin parecen ecos que resuenan con
fuerza siempre decreciente. Las autoridades centrales y los historiadores tradicionales
esperan tranquilos el silencio. Sin embargo, libros como este seguirn resonando en
bibliotecas y salas de clases.
Es evidente que una vez consolidado el centro poltico y econmico de Chile, a comienzos
del siglo XIX, comenz una expansin de sus reas de influencia hasta abarcar todo el
territorio nacional; entonces las regiones tributaron a dicho centro generando una
estructura social/econmica territorialmente desigual, profundizando ano a ano esa brecha
entre el centro y las periferias, poniendo en riesgo la legitimidad democrtica del
Estadonacin. Por ello, los partidarios del centralismo y del
24
Prlogo
Estado unitario recurren siempre a las vetustas tradiciones y a las identidades esencialistas
para seguir justificando el Estado actual de las cosas.
Visto este desarrollo de los procesos descentra]i7adores en las principales regiones del
planeta, es extrario que la ideologia centralista en Chile persista y lo haga sobre la base de
una ptina cultural construida en las primeras dcadas de la Repblica.
El libro de Armando Cartes es mucho ms que una obra sobre lo acontecido en una poca
determinada en Chile, que podramos situar entre 1750-1850. Igualmente, serialar que es
un estudio sobre un proyecto federalista fallido seria insuficiente, como lo seria si
afirmamos que se trata de una discusin en torno a una nueva historiografia y critica a la
historiografia tradicional. Tampoco es una obra sobre tres centros de poder en pugna, donde
uno se transform en la regin ganadora e impuso sus trminos, incluyendo su interpretacin
de la Historia de Chile. Este libro es todo ello y ms, porque abre lineas de fuga en la
interpretacin sobre Chile y los chilenos.
Un gobierno de los pueblos es un libro que se leer no solo por mucho tiempo, sino que ser
consulta obligada en la comunidad historiogrfica sobre el papel de las provincias en el
surgimiento de Chile, y porque entrega pistas sobre las historias de los otros, de aquellos
que quedaron subsumidos bajo una identidad nacional homogeneizadora y dentro de un
Estado nacional unitario. Armando Cartes no cuestiona la institucionalidad nacional ni la
identidad chilena, solo levanta la voz para sefialar que las antiguas provincias y las
actuales regiones ofrecen una diversidad cultural que enriquece al pais, y nos recuerda que
no siempre Chile fue centralista y unitario.
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ARMANDO CARTES MONTORY Un Gobierno de los
Pueblos...
BIBLIOGRAFIA CITADA:
Coraggio. J.L. (1989), Los trminos de la cuestin regional en Amrica Latina; en Coraggio,
J.L. et. al. (editores) La cuestin regional en Amrica Latina, Ediciones Ciudad, Quito, 9-46.
26
PRLOGO A LA PRIMERA EDICIN
EDUARDO CAVIERES E
27
ARMANDO CARTES MONTOW Un Gobierno de los
Pueblos...
Hubo influencias de las Cortes de Cdiz en Amrica Latina? Por cierto, las hubo, en
diferentes niveles o rangos. En Chile, pareciera que no: en 1816, cuando se restaura el
movimiento de Independencia, lo que se escribe en la poca es muy contrario a las Cortes
de Cdiz, porque en general se le visualiza como un intento ms de engafio a las Colonias
al tratar de reestablecer, con otras disposiciones y principios, la hegemonia tradicional de
los peninsulares sobre sus dominios. Como sea, no hubo procesos independientes, sino
paralelos. No podemos seguir observando fenmenos que transcurren en uno y otro lado
del Atlntico como respuestas propias y originales de cada orilla o en puras relaciones
causaefecto. Es ms cercano hablar sobre la circularidad de las causas y, en esos trminos, lo
que estaba ocurriendo en 1811, y en 1812, en Cdiz, ocurra tambin en Santiago y
viceversa. Lo que sucedia era una transformacin a nivel de la historia de las ideas para
adecuar los grandes ideales de la Ilustracin a un movimiento poltico ms definido. En todo
caso, no tenemos claridad sobre el momento en que el liberalismo puede autodefinirse
desprendindose de su base ilustrada. Para parte importante de la historiografia espafiola,
Cdiz representa el surgimiento del liberalismo europeo y se ha subrayado que, por primera
vez en 1812, se comienza a hablar concretamente sobre liberalismo. Se ha escrito que en
castellano lo que se define como liberalismo es la idea de libertad como soporte de un
movimiento social, poltico y cultural. La palabra liberalismo haba significado tanto el
principio poltico de la libertad como la virtud social de la liberalidad o generosidad.
Concentrar ambas discusiones de libertad y liberalidad en el calificativo de liberal, fue la
aportacin de lo que se conoci entonces como revolucin espafiola. En linea con las otras
revoluciones anteriores, la inglesa del siglo XVII y las americanas y francesas del siglo
XVIII, los protagonistas de la revolucin espafiola se definieron as mismos como liberales
frente a los serviles del absolutismo. La frmula se extendi y as el liberalismo se convirti en
el concepto para definir los cambios polticos que se desarrollaron a lo largo del siglo XIX
en los distintos pases oc-
28
Prlogo
Ver, por ejemplo, Juan Sinisio Prez G., Las Cortes de Cdiz. El nacimiento de la nacin
liberal (1808-1814) (Madrid, Sntesis, 2007), pp. 21-22.
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ARMANDO CARTES MONTORY Un Gobierno de los
Pueblos...
246 volmenes cada una, promedio que despus de una drstica cad slo comenzar a
recuperarse en forma posterior a la dcada de 183
Gobierno. Es muy interesante destacar el trabajo de don Jos Gregori Cabrera, quin en
1771 fue designado para examinar las libreras d
Los jesuitas contaban con una biblioteca de 306 volmenes y 679 toJ
Jos Antonio de Rojas, entre algunos ms, puede ser considerado el caso paradigmtico de la
poca revolucionaria. En 1772 viaj a Espa-
monio con la hija de este, doria Mercedes de Salas. Deseaba obtener, adems, un hbito de
la Orden de Santiago y un puesto digno de su calidad y posicin social. Pasaron algunos
anos, y no obtuvo nada. Se enter de la designacin de su suegro como funcionario de la
Casa de
Contratacin en Cdiz, una expatriacin ms que un cargo honorfico, pero tuvo oportunidad de
conocer las obras de Feijo, de Descartes, de Newton. Conoci la Enciclopedia y supo del
concepto de Progreso. A su
(Tesis Mag., P. Universidad Catlica de Valparaso, Valparaso 2006), Tabla 14, p. 172
y pp. 56-59.
30
Prlogo
regreso a Santiago, traa consigo importantes obras consideradas peligrosas por la cultura
oficia1.4 Se necesitaban muchos? No necesariamente. Rojas y otros connotados vecinos
de la ciudad fueron procesados como conspiradores y escribieron su propia historia, pero, al
mismo tiempo, pusieron sus ideas, y sus libros a disposicin de otros. Entre elos, Jos
Miguel Infante, uno de sus sobrinos, abogado, procurador del Cabildo en 1810, conoci la
filosofia dei siglo XVIII y ello se tradujo en admiracin por Voltaire y Rousseau.5 Las
tertulias en la casa de Rojas y posteriormente la circulacin de ideas a travs de un pequei,
pero connotado grupo de vecinos (miembros de la elite local), contribuyeron a una
verdadera diseminacin que, para algunos, tenan orgenes intelectuales, pero para los ms,
eran simplemente verdades indiscutibles, especialmente si se trataba de derechos naturales
o, por extensin, de derechos civiles. La adecuacin e interpretacin de las bases centrales de
las ideas, tuvieron autoria intelectual slo europea, o slo espafiola? Las ideas tienen sus
orgenes, pero al mismo tiempo su propia historia y sus propias dinmicas. Lo que uni a
Santiago y a Cdiz, en un mismo tiempo, fueron las ideas y, a tal punto que, cuando en
1811 en Santiago se estaba discutiendo acerca de cules deban ser las formas de gobierno a
que haba que llegar, los debates y proyectos coincidan en lo medular con lo que
contemporneamente se comenzaba a debatir en Cdiz para llegar a la Constitucin de 1812.
No es que las ideas hayan ido desde Santiago a Cdiz; tampoco de que tuviesen autoria
intelectual en Cdiz: las ideas estaban; el asunto era cmo acometerias. Poco divulgado en
la historiografia chilena, est el hecho de que, en las Cortes de Cdiz, entre el importante
nmero de diputados americanos, hubo dos diputados chilenos. No eran precisamente
representantes de Chile o de Santiago. Uno de ellos, Fernndez de Leiva, el principal, lleg
a Cdiz en 1810 por la designacin hecha por el Cabildo de San-
4 Ver el interesante trabajo de Alejandra Guerra A., Pensar como no se debe: las ideas en
crisis. Conspiradores e ilustrados en Santiago de Chile, 1780-1810 (Tesis de doctorado, P.
Universidad Catlica de Valparaso, Valparaso 2011), pp. 83-89 y ss.
5 Domingo Santa Maria, Vila de don Jos Miguel Infante (Santiago, Miranda ed., 1902),
pp. 8- 1 2.
31
ARMANDO CARTES MONTOPX Un Gobierno de los
Pueblos...
tiago, del cual haba sido uno de sus secretarios, para representar al Rey las necesidades de
los vecinos locales y de sus disputas con el Goberna-
otro de-los diputados, don Manuel Riesco, hijo de otro interesante co-
merciante santiaguino que bab ido a Espafia, desde Buenos Aires, y que estando alli,
dadas las circunstancias politicas y la necesidad de las Cortes de tener una representacin
amplia, fueron sorteados y elegidos
estos hombres.
ciante que fue a Esparia a estudiar las regias dei comercio. Cuando se
leen sus participaciones, sobre todo las de Fernndez de Leiva, esto a fines de 1811, en las
comisiones sobre la Constitucin, sorprende el contenido de sus argumentos, conjunto de
ideas que siempre se piensan como estantes slo en Europa. Podemos dudar si ellos eran o
no liberales, y tanto, que en 1812, una vez que se promulga la Constitucin, Fernndez pide
se le reenvie a Amrica como Oidor de la Real Audiencia en Lima; era bastante fidelista y
bastante tradicional en trminos de
Todos queremos a Fernando VII como Rey, no como hijo adoptivo de Bo-
reducida a la clase de provincia... La Nacin no debe seguir a un Rey que no este libre en el
ejercicio de sus facultades... Por eso nuestras leyes han dispuesto que en el caso de llegar
el Rey al extremo furioso, se le pongan tutores, porque un loco no es capaz de hablar con
principio de razn... La Amrica, Serior, no quiere nada de los franceses, los despreciamos
todos; Bonaparte alli es tenido por un embustero, a quin nunca se debe dar crdito, an
cuando alguna vez diga verdad... As que, Serior, VM debe hacer con esta ocasin lo que
hizo ya e124 de septiembre; y as como entonces se declar nulo todo lo hecho en
32
Prlogo Agregaba: Cuando (Fernando) se presente entre nosotros, ver VM como Rena de
aplausos a este Congreso por haber sostenido sus derechos y los de la Nacin, pues slo un
Rey es respetable cuando reina sobre un pueblo libre... [Para ello, el establecer la
Constitucin] es una medida que evita las arbitrariedades de los Reyes cuando est formada
por principios liberales, y no suceda que los ecos de nuestra libertad se queden en los
limites de este corto recinto sin que pasen a las provincias. Hgase una Constitucin buena y
que ponga trabas a las voluntariedades del Rey, y entones el ms cruel de los hombres no
podr hacernos infelices.6
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ARMANDO CARTES MONTORY Un Gobierno de
los Pueblos...
el cargo en que se halla constituido de pedir y reclamar los derechos dei. pueblo. Que
infamia no echara sobre si, si un punto se separase de la ley, con detrimento de ese mismo
pueblo? Sobre su parecer de que la
legitimamente, indicaba:
sin que a esto pueda tener derecho el unnime consentimiento de los pueblos:,
se haba observado con la Suprema Junta de Sevilla, uniendo nuestras ideas como entonces
con los dems pueblos de la Nacin, cumpliendo sus encargos y redoblando nuestros
esfuerzos para auxiliarlos con , todo gnero de socorros que demuestren nuestra constante
adhesin a la causa de nuestro adorable Fernando.8 Ante los argumentos dei 1
Procurador, el Cabildo acord, se informase al Superior Gobierno que 1
gencia mientras exista en la Pennsula, del modo que se ha reconocido por las dems
provincias de Espana, sin que se haga juramento, como
El Cabildo acord, vistos los argumentos del Procurador, que la Junta Provisoria de
Gobierno se digne librar sus despachos circulares a todas
9 Jos Miguel Infante, Informe como Procurador sobre Reconocimiento a la Suprema Junta
Cen-
34
Prlogo
nes, hacindoles entender que las providencias libradas no tienen otro objeto que el
reconocimiento y obediencia que se ha ordenado...Que los diputados que se elijan hayan
de ser sujetos de buen juicio, acreditada probidad y patriotismo, para que con el mayor ceio
y desinters, mirando slo el bien comn, cumplan con el delicado e importante cargo que
se les confia. Lo que pensaba y ejecutaba Infante, lo haca en nombre de la defensa de las
libertades bsicas. Pero no slo era Infante, una serie de hombres pensaban en esos trminos
y, ms an, entre otros, don Juan Egafia. Nacido en Lima en octubre de 1768 y all recibi el
grado de Bachiller en Cnones y Leyes en septiembre de 1789. Al mes siguiente viaj a
Chile radicndose definitivamente. Estudi en la Universidad de San Felipe y obtuvo su
ttulo de Abogado en diciembre de 1791. En 1802 se le reconoci como catedrtico de la
misma Universidad y se desempefi como secretario del Tribunal de Minera. Dedicado a la
actividad minera propiamente tal, a la literatura y, por cierto, a la discusin de las nuevas
ideas junto a otros connotados ilustrados catlicos, en 1807, por labios de su hijo Mariano,
ley ante la Universidad el llamado Discurso sobre el amor de Ia patria, segn el cual
demostraba sus preocupaciones por las turbulencias europeas, su conformidad con las
relaciones de Chile con Espafia y algunas ideas sobre los valores ciudadanos. Deca:
Jos Miguel Infante, Informe como Procurador sobre Reconocimiento a la Suprema junta
Central de Gobierno de Esparza, Cabildo de Santiago, sesin 14 agosto 1810.
35
ARMANDO CARTES MONTORY Un Gobierno de los
Pueblos...
contento con desempolar el ministerio que puso la patria a su cargo, no hace crecer
estar contenida en los limites de la jerarquia y de sus luces. Todos estos temas
ridad en agosto de ese afio. Dentro de variados puntos destacables, lo que respecta a la
educacin era de mxima significacin: la obra de Chile debe ser un gran colegio de artes y
ciencias... impartiendo... una educacin civil y moral capaz de damos costumbres y carcter.
3 Propona, adems, una iniciativa chilena para Hamar a una conferencia
que organizara una federacin defensiva de las colonias americanas. Tal idea fue recogida
por Camilo Henrquez, que la expuso vagamente en su sermn de inauguracin del Congreso
de 1811. Segn el plan de Egafia, Chile deba gozar de plena autonomia, y estar
exteriormente asociado con los pueblos espalioles por medio de un congreso nacional.
Juan Egafia fue el autor del primer Proyecto de Constitucin en Chile. Mucho se discute
acerca de la influencia de la Revolucin Francesa. Ms bien, habra que pensar en el
conocimiento de la Constitucin francesa de 1791, no absolutamente revolucionaria y en
donde, ms
2Ivn Jak,sic, 1807: Juan Egarzay el discurso sobre el amor de la patria; Artes y Letras, El
Mercurio de Santiago, 9 septiembre 2007, E-13. Las cursivas en comillas en el texto
original.
3Raill Silva Castro, Egara en Ia Patria Vida, 1810-1814 (Santiago Andrs Bello, 1959), j
pp. 19-54.
36
Prlogo
bien, se trat de disminuir el poder real y hacer frente a situaciones bsicas del orden pblico
que se vena construyendo. Se buscaba que el nuevo sistema social se protegiera en contra
del despotismo real, del privilegio aristcrata y de la licencia popular. Por ello, se
restringan los poderes del Rey, se traspasaba el ejercicio de la soberania a la Asamblea
Nacional, unicameral, se reformaba la administracin y el gobierno local, la justicia y el
sistema judicial y se reorganizaba el sistema de financiamiento del Estado. Debe
recordarse que en 1791 an no haba republicanos declarados y todavia se estimaba una
institucionalidad moderada.4 As como la Constitucin francesa de 1791 estaba precedida
por las ideas centrales de la Declaracin de los derechos del hombre y el ciudadano, Egafia
escribi igualmente una Declaracin de los Derechos del Pueblo de Chile en que haca notar
que el derecho de los chilenos a darse una constitucin se asentaba en tres bases: las
circunstancias del momento, la inhabilidad politica de Fernando VII, y el derecho natural,
e imprescriptible a su felicidad que es dado al hombre. Fue escrita en 1811 o 1812 e
impresa en forma modificada, y ms patritica, en 1813 junto al texto completo del Proyecto
constitucional.
Dicho Proyecto se iniciaba con dos Ttulos preliminares Ramados De los derechos
individuales del ciudadano y Del orden y derechos sociales, tras lo cual se entraba en el
extenso articulado de desarrollo de las Leyes constitucionales reguladas por los
antecedentes principios, cuyo Ttulo 1 estaba referido a De las Supremas Magistraturas de
la Repblica, del gobierno, de la censura, de las juntas cvicas, del Procurador General; el
Ttulo 2, De la armoria de las tres supremas magistraturas en el sistema gubernativo; el
Ttulo 3, De los ciudadanos; Ttulo 4, De las facultades, atenciones, economia y elecciones
del gobierno, censura y juntas cvicas; Ttulo 5, De los Consejos, y Tribunales, y de la
Administracin de Justicia; Ttulo 6, De las contribuciones militares extraordinarias y su
tesorera; Ttulo 8, De las ciudades, villas, cabildos y sus atribuciones y privilegios; Ttulo 9,
De las propuestas para los empleos elegibles en
Ver, por ejemplo, George Rud, La Revolucinfrancesa [1988] (Buenos Aires, Vergara,
2004), pp. 115-128.
37
ARMANDO CARTES MONTORY Un Gobierno de los
Pueblos...
Juntas; Ttulo 10, De los funcionarios pblicos; Ttulo 11, Del Institut
como en los principios que iluminaban la estructura general, salvo el Cap. II de los
franceses, relativa a De la Realeza, de la Regencia y de
que han nacido en Francia de padre trances a lo cual se unan los na-
ses expatriados por causas religiosas, residentes extranjeros en Francia por ms de cinco
alos con inmuebles, matrimonio de francesa, con
y al Rey y defender con todas mis fuerzas la Constitucin del Reino, decretada por la
Asamblea Nacional constituyente en los anos 1789,
Para ser ciudadano activo hace falta nacer o haberse hecho francs Tener
durante el tiempo determinado por la ley; pagar, en cualquier lugar del Reino,
el juramento cvico.
38
Prlogo
En el caso del Proyecto chileno de 1811, El Tit. 3, Seccin 1, Arts. 65 y 66, declaraban ms
doctrinariamente la ciudadana:
La Constitucin declara por Ciudadanos, en cuanto a vivir bajo la proteccin de las leyes,
garantir su libertad, propiedad, seguridad, y disfrutar de los beneficios pblicos y sociales, a
cuantos habitantes contiene la Repblica, con tal que contribuyan con su persona, o bienes,
a las cargas y defensa del estado, se conformen y observen las leyes, costumbres y religin
del Pais, o tengan alguna garantia particular del Gobierno. Aun faltando estos requisitos
conservar toda la hospitalidad, beneficencia y derechos compatibles, a los que, sin un
delito se hallen en su territorio con tcito consentimiento de la Autoridades. Pero los
ciudadanos activos, en quienes la Constitucin reconoce la Soberania, que pueden
Unicamente elegir, o ser elegidos a los destinos que influyen en su Gobierno, Tribunales,
y administraciones que sefialar la Ley; son los que, teniendo, y habiendo cumplido los
requisitos propuestos por la misma ley, y siendo aprobados por la Censura, les declara el
Gobierno en clase de tales ciudadanos.
Todo hombre libre, natural o extranjero, que profese l Religin Catlica, y de razn de su
catecismo; que tenga instruccin en el breve compendio (que formar la Repblica) de las
leyes ms necesarias para la vida social; que sepa leer y escribir; que haya servido a su
Patria cumpliendo el mrito cvico (de que despus de hablar) de un modo aprobado por la
Censura, y cumplido el trmino necesario de disciplina militar; que tenga veinte y un anos;
y de quien informe la Censura que no ha desmerecido con algn delito o profanacin de las
costumbres, i que se haya rehabilitado; tiene derecho, y debe ser declarado Ciudadano
activo, con parte en la Soberania, y apto para todos los ministerios del Estado en que no
exija ms requisitos la ley.
L.
39
ARMANDO CARTES MONTORY Un Gobierno de los
Pueblos...i
(36) Los gobiernos deben cuidar de la educacin, e instruccin pblica, como una de las
primeras condiciones del pacto social. Todos los Estados degeneran, y pereceu a
proporcin que se descuida la educacin, y faltan las costumbres que las sostienen, y dan
firmeza a los principios de cada Gobierno. En fuerza de esta conviccin, la ley se contraer
especialmente a dirigir la educacin, y las costumbres en todas las pocas de la vida del
Ciudadano; y para su ejecucin
(37) Todas las virtudes hacen feliz a un Estado; pero el fisico, y moral de cada
felicidad pblica. Formando sobe todo como un carcter nacional, de la justi- ) cia,
moderacin, buena fue, respeto a la Religin, a las Magistraturas, y a los Padres. La ley
pondr siempre los premios de comodidad, y opinin al inmediato alcance de estas virtudes,
para transformarias en costumbres. Tambien proteger la industria sostenida de la
Agricultura, como principio, y manantial, de la riqueza nacional. En inteligencia que no
hay Ley til sin un principio de actividad, que cuide y sostenga el ejercicio, siendo esto ms
necesario en los
inclinar a la inercia.
fluencias de Rousseau? Probablemente en parte, pero sin citarlo. Para l, la educacin era
instruccin, pero tambin moralidad. En la seccin 1, Del Instituto Nacional, su ensefanzay
pupilaje, art. 215, estableca con pren
Se establecer en la Repblica un gran Instituto nacional para las ciencias, artes, oficios,
instruccin militar, Religin, ejercicios que den actividad, vigor, y salud, y cuanto pueda
formar el carcter fisico, y moral del Ciudadano. Este
truccin de las primeras letras, se hallarn alli clases para todas las ciencias,
40
F
Prlogo
facultades tiles a la razn y a las artes: se hallarn talleres de todos los oficios, cuya industria
sea ventajosa a la Repblica; y an en los que no permita la localidad o capacidad, por lo
menos se aprehendern alli las teorias, y elementos de aquella profesin, pasando despus los
pupilos a las fbricas, donde sern visitados, y cuidados por los Ministros del Instituto. No
solamente los pupilos, sino toda la juventud del territorio sern Ramados a las instrucciones
morales, ejercicios de salubridad, y milicias: a los certmenes, y concursos de emulacin
sobre las ciencias, artes y costumbres. En los Departamentos, Provincias y Ciudades se
establecern Institutos, que siguiendo proporcionalmente los modelos del principal, tengan
por lo menos instruccin para los primeros elementos de educacin fisica, politica, religiosa
y mortal, y para las artes ms tiles y necesarias.
41
ARMANDO CARTES MONTORY Un Gobierno de
los Pueblos...1
cional referida a las Juntas electorales desde la parroquia hasta las insl
Ttulo IV, Del Rey, constitua igualmente otra de las partes importantel
bsicamente en cuanto a las restricciones a la autoridad real, quizs una, de los aportes
esenciales del texto, basicamente en trminos de que elld
tado, en 1813. Por cierto, ya era conocida la Constitucin de 1812, perd tambin el curso
de los acontecimientos relativos a las representaciones polticas de las Amricas y las
desigualdades que en la prctica diferenciaban, ms que acercaban, las posiciones entre la
pennsula y las re-
examinar sus derechos, sino adems se era explicito en serialar que, El nico remedio que
deba esperarse en un congreso general de la Monarquia, se ha frustrado por los agravios
inferidos a la Amrica, que no fue Ramada con una representacin proporcional ala de las
Provincias espariolas, y an, por la falta de representacin legal en muchas de estas que se
hallaban ocupadas de los franceses: convencido igualmente por la experiencia de todos los
siglos y naciones, que jams ha existido un Pueblo, que separado de su Metrpoli por la mitad
de la Tierra y de los Mares, pueda ser justa y oportunamente dirigido por ela en su
gobierno y economia anterior, y que para conseguir una dependencia servil respecto de
semejantes Pueblos, se hace como necesario al sistema adoptado hasta aqui, de aniquilar
todos los medios de su prosperidad, representacin politica y relaciones con los dems
Pueblos: desengariado absolutamente de que por los medios que toma la Esparia no queda
esperanza de una justa y tranquila reunin cie la nacin... y poniendo por Jueces a todos los
Pueblos de la tierra para que examinen si en la Constitucin de Cdiz ven remediado por
alguna ley las privaciones comerciales, industriales, y de proporcional influencia politica...
se persuade y declara este Pueblo, que por la irresistible fuerza de las circunstancias, y por
el derecho natural e imprescriptible que tienen todos los hombres a su felicidad, se halla
en el caso de formar una Constitucin que establezca slida y permanentemente su
Gobierno.
Proyecto de una Constitucin para el Estado de Chile que por disposicin del Alto Congreso
se es-,
42
r_
Prlogo
Las ideas ya eran realidad y, por ello mismo, las lejanas con Espana se acrecentaron. Si
bien es cierto, las discusiones nevadas en las Cortes de Cdiz fueron conocidas y
seguramente miradas con simpatia, la Constitucin de 1812 fue abiertamente soslayada o
mirada con desconfianza. Ahora s, abiertamente, en las mentes de algunos de los patriotas
si bien no resonaron los ecos de la Marsella, s estuvieron presentes, y muy presentes, las
imgenes y lecturas de la Asamblea de 1789 y de su Declaracin de los derechos
universales. Entre esos patriotas, personaje muy destacado fue Fray Camilo Henrquez.
Hombre de dos siglos, entre la revolucin francesa y el proceso poltico europeo. Impulsor y
redactor del primer peridico nacional, La Aurora de Chile, apoyado directamente por la
primera Junta de Gobierno de 1810 para disponer de la ilustracin popular de un modo
seguro, transmitiendo con el mayor escrpulo la verdad que slo decide la suerte de los
gobiernos. Versado en los ideales de la Ilustracin y en las ideas politicas de la revolucin
francesa, pero cuyos pensamientos estaban adornados de principios politicos, de religin,
talento y dems virtudes naturales y civiles.17 El peridico circul entre febrero de 1812 y
abril de 1813 y, entre sus diversos planteamientos, ideas, noticias, destac la redaccin y
publicacin de las nociones fundamentales sobre los derechos de los pueblos en donde no
slo hubo referencias a Aristteles, pero particularmente a Condorcet: Dando por supuesto
que en la alianza o pacto social hay dos actuantes fundamentales: el rey, monarca o
prncipe, y el Pueblo, procede a caracterizarlos, atribuyndoles derechos, obligaciones y
cualidades en su situacin respectiva.8 Las influencias ilustradas y las lecturas del
Contrato Social de Rousseau, parecieran ser fundamentales en el pensamiento de
Henrquez, pero tambin tuvo un sentido prctico que se denota en el conocimiento
cribi en el aio de 1811 y que hoy manda publicar el Supremo Gobierno...; (Santiago,
Imprenta del Gobierno, 1813), pp.4-5.
43
Un Gobierno de los Pueblos...
El documento conclua en que Tales son en compendio los derech del hombre y del
ciudadano. La observancia y conservacin de est
Las ideas anteriores formaron parte y base de los esfuerzos de diversa orientaciones y
objetivos que se extendieron en el tiempo avanzando en la bsqueda de una fisonomia
nacional que respondiera a las bases ins- titucionales de un Estado moderno en que se
armonizaran convenientemente los mbitos del Estado con los derechos de los ciudadanos y
una adecuada representacin poltica, tanto a nivel individual como en trminos sociales.
Sabemos lo sucedido: los resultados fueron orientndose hacia la supremacia del Estado
sobre sus representados y por la supremacia de Santiago sobre las provincias. En este
libro, Armando Cartes subraya la idea que la historiografia liberal decimonnica y
conservadora de corte portaliano, impuso la visin de la no gravitacin regional en la etapa de
conformacin del Estado nacional. Esta situacin, unida a la idea de excepcionalidad
chilena, conformaron un carcter centralista santiaguino de la historia del pas, no si() en el
perodo de Independencia, sino proyectado a travs del tiempo. En oposicin a ello, Cartes
piensa que fueron las provincias entre las
44
Prlogo
Lies cuenta tambin a Santiago los actores fundamentales que protagonizaron el proceso
poltico en la temprana Repblica. En estos trminos, el libro se inscribe en una historiografia
regional que va sumando produccin consistente, pero muy lentamente. Se trata de un
esfuerzo notable para conocer en mejor forma lo acontecido fuera de Santiago, pero que
no ha podido cambiar los parmetros de una historia que sigue siendo fuertemente
condicionada por autoridades e instituciones santiaguinas. Las inquietudes respecto a la
descentralizacin politica y econmica actuales son tambin fruto de este proceso de discusin
que se ha visibilizado a travs de movimientos e intereses regionalistas. Las razones por las
cuales la historiografia regional no ha logrado plasmarse en una nueva forma de entender
la historia nacional tienen que ver con la falta de estudios sobre procesos continuos que
permitan equiparar la presencia de las provincias con el espacio, los tiempos, y la
poblacin santiaguina en la historia de Chile. Salvo la actividad econmica relacionada con la
explotacin cuprfera, en desarrofio progresivo desde mediados del siglo XVIII en adelante,
y con reales y significativos efectos sobre las arcas fiscales, la presencia regional se ha
producido a travs de individuos o a partir de fenmenos locales con repercusin nacional que
una vez extinguidos han posibilitado, una y otra vez, el control poltico e histrico de
Santiago. La razn es simple: el aparato de Estado no slo se construy desde una decisin de
rgimen poltico centra]i7ado, sino adems desde la materiali7acin de esa centralidad en un
control poltico, econmico, social y cultural con sede en Santiago. A lo largo de la
Amrica hispana, una de las discusiones ms importantes que tomaron los constructores de
los nuevos Estados nacionales estuvo relacionada precisamente con las controversias,
oposiciones e incluso enfrentamientos entre partidarios de la centralidad o el federalismo.
Cartes se ubica en esos contextos nacionales y busca partir desde el principio, es decir,
desde los propios debates y acciones respecto a la organizacin original del Estado en la
plena independencia. Obviamente, se trata de una opcin y de un inters que no busca
escribir una historia contraria a la oficial, pero que subraya que en historia, la construccin
de conocimiento es tambin debate y construccin de ideas que no necesariamente tienen un
solo punto de origen.
45
ARMANDO CARTES MONTORY Un Gobierno de los
Pueblos...
lo general, que es necesario visualizar el problema sin provocar rompientes entre las
historias nacionales y la historia de la pennsula e in-
En este pas fracas (se dice que no era aplicable), pero muchas de sus
mismo tiempo, antecedentes muy vlidos para los problemas del presente. Efectivamente,
hubo participacin regional y tambin un proyec-
46
Prlogo
47
INTRODUCCIN ,1
48
Introduccin
49
ARMANDO CARTES MONTORY Un Gobierno de los
Pueblun
posterir del Estado en Chile. Ello a partir de las continuidades colo males de los
territorios y sus identidades y vocaciones productivas; as como de las lgicas regionales del
poder retrovertido a los pueblos,
Trabajos previos sobre la regin centro sur de Chile, cruzados con la historia poltica de la
independencia, nos iluminaron sobre la importancia de las tenciones interprovinciales.
Constatamos entonces que tos dilemas y debates sobre la organizacin del poder comienzan
con la Pa Iria Vieja y fueron tanto o ms significativos que las cuestiones propias
vecinas, que pudimos observar desde el inicio del ciclo de los bicentena-
nos Aires, quien renov el estudio de la nacin, a partir del poder pro-
50
Introduccin
de las diputaciones y las discusiones federales en tiempos dei doceariismo gaditano; todo lo
cual, nuevamente, ensanch nuestra mirada. En el Archivo Nacional Histrico de Chile
revisamos los fondos de las intendencias de Concepcin,. Santiago y Coquimbo y sus
cabildos, el Ministerio dei Interior y el Archivo Fernndez Larran. Fue necesario a pesar de
que, adems de corresponder al perodo ms historiado, la independencia es tambin el que
cuenta con ms fuentes impresas. Es el caso de las Sesiones de los Cuerpos Legislativos,
los Archivos de Bernardo OHiggins y Jos Miguel Carrera, la prensa publicada por
Guillermo Feli Cruz, partes y epistolarios, entre muchos otros materiales. Lemos
prcticamente toda la historiografia dei perodo, con una mirada crtica, de manera que
mucha de ella, sobre todo la antigua, opera como fuente de nuestro trabajo para analizar
perspectivas, ms que para conocer los eventos. Sostuvimos dilogos muy enriquecedores
con numerosos especialistas nacionales, como Patrick Puigmal, Cristin Guerrero L.,
Leonardo Len, Gabriel Cid y, muy especialmente, Eduardo Cavieres. A todos agradezco
y, naturalmente, a ninguno culpo de mis inevitables yerros. A fin de superar las
omisiones que denunciamos, abordamos la
si-
li_
51
ARMANDO CARTES MONTORY
La impol-tancia de este punto es que rebate la tesis cannica segn la cual cualquier
organizacin estatal no centralizada seria contraria a la
tradicin histrica y cultural del pais. En el plano cultural, revisamos el problema de si Chile
tenia una
cambio, su identidad se construye desde el Estado, como parte del proceso de consolidacin
de la repblica. Concluimos que, aunque en Chi-
se consolidar con el tiempo. Esta explica, en buena medida, la rpic organizacin que alcanz
el Estado chileno, anticipndose a sus vec nos, pero tambin la futura centralizacin del poder
poltico y social.
muy profundas en la estructura provincial de Chile, en sus cabildos y partidos. Una idea
muy consistente con la lgica de la poca, en que los
52
1
Introduccin
53
ARMANDO CARTES MONTORY
cuenta de una rpida evolucin, influida por los eventos externos y los escritos que llegan de
los campos abiertos por la revolucin, en muchos lugares de Amrica y Europa. En el
estudio de la organizacin poltica de Chile, sin embargo, estos grandes desarrollos polticos
coetneos suelen estar ausentes. Se alimenta con ello la idea de una supuesta singularidad
chilena, que no es sino consecuencia de un estudio histrico que
mer lugar, en definir sobre quin deba recaer la soberania y cmo de-
des o las provincias los que buscaron participar del poder pblico, ya
tivos, esto es, con base territorial. La lucha, a su vez, entre la nocin de
dias del ensayo federal de 1826, sino que por dos dcadas completas. Como se aprecia,
todas estas cuestiones nacin, representacin, federalismo y ciudadana, tienen en comn, tanto
la complejidad ideo-
54
Introduccin
adems, est presente el inters provincial. Su resolucin determin la forma en que finalmente
se organiz la repblica.21 De ah la utilidad, a nuestro juicio, de un estudio que aborde la
construccin politica de Chile, dando adecuada consideracin a los contextos ideolgicos
internacionales y a los actores regionales. Resulta necesario, en consecuencia, integrar
nuevos eventos y actores, as como descentrar el marco geogrfico, a fin de alcanzar una
visin ms plena y comprensiva. Es lo que intentamos en un trabajo sobre la primera fase de
la Patria Vieja, a nivel nacional, pero con una mirada desde aquende el Maule. Estaba
pendiente una aproximacin a la independencia, que considerara la situacin de zonas como
Coquimbo, Valdivia o la Araucana. Las fuerzas formidables puestas en movimiento por
las revoluciones atlnticas tocaron las bases mismas del imperio hispano, puesto que,
cuestionada la soberania real, quedaba en entredicho la autoridad de sus representantes, a
todo nivel. En definitiva, no hubo rincn al que no llegaran los ecos de la lucha. Los grupos
indgenas, los cabildos y, por supuesto, el clero, fueron atravesados por el conflicto y se
sumaron a los bandos en disputa. El estudio de esta poca de grandes transformaciones, se
ha renovado en las ltimas dcadas, superando las visiones heredadas del primer siglo de
vida independiente. Atrapadas en el proceso de construccin de identidades polticas
nacionales, aquellas abrazaron complacientes la Hamada historia de bronce, promoviendo
la creacin de un panten de hroes patrios y una visin esencialista de una supuesta nacin
preexistente, que realizaba su destino ya trazado, mediante la guerra contra el enemigo
espaliol. Los eventos ajenos al marco geogrfico del naciente Estadonacin eran parte de un
contexto externo, que no alteraba el curso de una historia propia y singular. En la
actualidad, sin desconocer los logros de erudicin de los autores clsicos y su capacidad de
construir una narrativa coherente del pasado, esta
55
ARMANDO CARTES MONTORY Un Gobierno de los
Pueblo
22 Vase, John Lynch, The Spanish American Revolutions 1808-1826, W W Norton &
Company, EE.UU, 1986; y, del mismo autor, John Lynch, Spanish Colonial Administra-
nel
tion, 1782-1810: the Intendant System in the Viceroyalp) of Rio de la Plata (Londres,
1958). 23 Vase, Franois-Xavier Guerra, Modernidade Independencias. Ensayos sobre las
revolucio
25 Vase, Manuel Chust, La cuestin nacional americana en las Cortes de Cdiz (Mxico, III
entre mscaras y rostros, Revista de Adias, Vol. LXVIII, nm. 242 (2008), pp. 39-66; y
56
Introduccin
27 Debates bien resumidos en la obra coordinada por Hilda Sbato, Ciudadania poltica y
formacin de las naciones: perspectivas histricas de Amrica Latina (Mxico, Fondo de
Cultura Econmica, 1999).
57
ARMANDO CARTES MONTORY
bsqueda del bien comn, hasta la ciudadana liberal actual de los de-
rechos individuales, en funcin del inters propio. Segn Rosanvallon, que estudi el caso de
Francia, la ciudadana politica liberal supone
una ruptura completa con las visiones tradicionales del cuerpo polti-
3 Mario Gngora, Ensayo histrico sobre la nocin de Estado en Chile en los siglos XIX y XX,
(Santiago, Editorial Universitaria, 2003, 8 edicin). Esta tesis ha sido matizada por Alfredo
Jocelyn-Holt L., quien sostiene que, ms que el Estado, fue la oligarquia la que
model la nacin. (El peso de la noche, nuestrafrgil fortaleza histrica) (Santiago, Planeta/
Ariel, 1998).
32 scar Oszlak, La formacin del Estado argentino. Orden, progreso y organizacin nacional
(Buenos Aires, Ariel, 2012). Horacio Vzquez-Rial, La formacin del pas de los argentinos
(Buenos Aires, 1999).
34 Pierre Rosanvallon, Por una historia conceptual de lo poltico (Buenos Aires, Fondo de
58
Introduccin
modernas de representacin y soberania y se enfrentaba con las ideas vigentes entre los
liberales espaiioles.35 Correspondia a los reinos no al pueblo abstracto, sino a los pueblos
reasumir la soberania. As fracas el Estado centralizado en Buenos Aires, en la medida que
los pueblos reclamaron su autonomia. El proceso de construccin de los Estados
americanos comienza al cuestionarse la soberania real e iniciarse el camino hacia el
autogobierno.36 Surgen nuevos conceptos o bien se reinterpretan en nuevos sentidos
como soberania, ciudadano o nacin, que deben ser explicados de manera contextualizada,
para comprender correctamente los discursos politicos. En los ltimos anos, la historia
conceptual ha hecho buenos aportes, a partir de los trabajos de Quentin Skinner.37 En
Iberoamrica, ha sido muy provechoso el proyecto Iberconceptos, liderado por Javier
Fernndez Sebastin38, que ha tenido recepcin en Argentina y tambin en Chile.39 En aquel
pais, son tiles los trabajos de Noemi
36 Para una revisin del movimiento juntista en diversas regiones de Amrica: Manuel
Chust (Coordinador), 1808, La eclosin juntera en el mundo hispano (Mxico, Fondo de
Cultura Econmica, 2007).
59
AT~C) CR-TES MONTORY Un Gobierno de los
Pueblos...1
turadas con frecuencia en redes familiares. Su pugna o alianza con el poder central es un
factor clave en la conformacin final de la estructura de Estado. Sobre el rol de redes
familiares y su participacin en la construccin de la historia nacional son tiles los trabajos
de Balmori y Oppenheimer43, que promueven el paso de un enfoque individual a uno
una til recoleccin de fuentes chilenas en el artculo de Rafael Sagredo B., sobre Elites
chilenas del sigla XIX.44 El recurso a experiencias comparadas ayuda en la descripcin dei
contexto general y en la obtencin de una visin ms global de la problemtica. Se evita, as,
caer en las inter pretaciones nacionalistas, centralistas o hegemonizadoras, que han do
minado el debate de la construccin nacional, hasta dcadas recientes.,
las independencias (Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 2004), pp. 27-40. 42Marcela
Ternavasio, La revolucin del voto (Buenos Aires, Siglo XXI, 2002).
44 Rafael Sagredo B., Elites chilenas del siglo XIX. Historiografia, Cuadernos de I
60
Introduccin
45 Por ejemplo, Hctor Enrique Daz Olivares, Coquimbo en el proceso emancipaor, Revista
Libertador Bernardo OHiggins, afio XIV, n 14 (1997); y Gabriel Guarda G., `La
Independencia y los eclesisticos en la periferia de Chile: Valdivia en: Marcial nchez
Gaete, Historia de la Iglesia en Chile. La iglesia en tiempos de la Independencia (Santia-
go, Editorial Universitaria, 2010), tomo II, pp. 87-133. Dicen Manuel Chust y Jos Antonio
Serrano: La nacin, su alumbramiento, ha
dejado de ser el nico referente para los historiadores. A ella se suman los procesos his-
tricos, los sujetos sociales y los grupos regionales ocluidos durante demasiado tiempo
ebates sobre las independencias iberoamericanas (Espana, Editores Ahila, 2007), pp. 18 y
19.
61
ARMANDO CARTES MONTORY Un Gobierno de los
Pueblos...
62
Introduccin
siglo XIX. En las provincias, en tanto, cooptadas socialmente las elites regionales por la
oligarquia santiaguina y derrotadas militarmente, se instala luego el Estado centralizado
sin contrapeso. Desde el nivel central se nombran intendentes y rnunicipios, se divide el
territorio y se controlan los recursos y el presupuesto. Las grandes famlias comienzan su
xodo hacia Santiago, formando redes que les permiten participar, en adelante, del
creciente poder capitalino. La historiografia chilena de la independencia, por su parte, a
pesar de su reconocido desarrollo en el concierto latinoamericano, slo recientemente se ha
hecho cargo de las nuevas perspectivas. Como se sabe, aquella ha sido notable en la
recoleccin de fondos documentales y su publicacin, labor siempre provechosa, que permite
fundamentar adecuadamente trabajos renovadores. En el siglo XIX, la historiografia liberal,
rumada a las memorias histricas publicadas desde 1844 por la Universidad de Chile,
contribuyeron enormemente a plasmar la imagen histrica que el pas tiene de si mismo.47
Una visin panormica de todo el perodo hasta 1830, abundante en datos, aunque poco
interpretativa, es la Historia General de Chile (1884-1902), de Diego Barros Arana
(volmenes VIII a XV). Es una obra escrita con una perspectiva nacional y moderadamente
liberal, en la etapa de la organizacin del Estado y de consolidacin de la nacin chilena. De
ah que no releva ms bien al contrario ni significa la participacin regional, en el perodo que
nos ocupa. Lo mismo puede decirse de los trabajos de Miguel Luis48 y de Domingo
Amuntegui49 y de Benjamin Vicufa Mackenna, sobre la independencia y sobre Diego
Portales y su poca.
Vease, Alamiro de vila Martel, Los estudios histricos en los primeros anos de Chile
Independiente (Santiago, Prensas de la Universidad de Chile, 1947); y Marcela Yentzen,
Construccin de identidad nacional a travs de la narrativa de la Independencia: el caso
chileno (Santiago, Universidad ARCIS, 1996).
lio
63
ARMANDO CARTES MONTORY
como una lucha progresiva para derrotar el monarquismo, consolidar el; orden y la
repblica, superar los provincialismos e incorporar y civilizar a los indigenas.51 En esta
poca, los objetivos de sumar a la plebe al sen.- timiento nacional, subordinar el poder
militar y ocupar efectivamente el territorio declarado -uti possidetis mediante como
propio, se cumplen
en buena medida: una verdadera edad de oro, segn hemos dicho, para
Librera del Mercurio, 1860); y Don Diego Portale Obras Completas de B. Vicuik M. (S_
51 Una lcida reflexin sobre el papel de la historiografia liberal, en especial sobre obra de
Miguel Luis Amuntegui, en:, Gertrude M. Yaeger, Sobrelleyar el pasad espafiol.
liberalismo latinoamericano y la carga de la historia colonial en el siglo XI)
El caso de Chile, en: Gabriel Cid y Alejandro San Francisco, Nacin y Nacionalismo
Chile, siglo XIX, Vol I., pp. 117-136.
(Santiago, Editorial del Pacifico S.A., 1952) (1 ed. 1928). Vase Cristin Gazmu
R., La Historiografia chilena (1920-1970), tomo II (Santiago, Taurus, 2009), pp. 81-84;
Deves, Jayier Pinedo y Rafael Sagredo, El peuenniento chileno en el siglo XX (Mxico D.1
64
i
Introduccin
son tiles Wadicin y Reforma en 181054 y El Comercio y la crisis colonial, ambas obras de
Sergio Villalobos; la primera resume bien los sucesos de aquel afio, equilibrando los
enfoques previos; la segunda describe el contexto econmico de los anos del proceso
emancipatorio, desestimando las visin tradicional del monopolio comercial espafiol como
causa de la independencia. En los aspectos politicos de las Intendencias y el gobierno
borbnico, pueden seguirse los trabajos de Fernando Campos, Historia Constitucional de
Chile,56 y La Intendencia de Concepcin;57 su Historia de Concepcin58 aunque no es una
obra de carcter interpretativo, entrega informacin sobre los clanes familiares y las
filiaciones politicas de las familias patricias y el clero. Las obras de Reinaldo Mufioz O.,
en especial El Seminario de Concepcin durante la Colonia y la Revolucin de la
Independencia (1572-1813), aportan interesantes datos, con base documental. En el siglo
XX, en general, si bien hay intentos renovadores, desde perspectivas diversas, el grueso de
la historiografia se concentra en los eventos y personajes de la independencia, en especial
en la figura del prcer Bernardo OHiggins. Miradas interpretativa distintas se identifican
en las obras de Alfredo JocelynHolt61, Hernn Ramrez
Serrano, Debates sobre las independencias nacionales (Espana, Editores Ahila, 2007), pp.
119-141.
Sergio Villalobos, Tradicin y reforma en 1810 (Santiago, RIL, 200 [1 ed. 1959]).
60 Nos referimos a las biografias debidas a las plumas de Luis Valencia Avaria, Eugenio
Orrego, Sergio Fernndez, Fernando Campos y Alejandro Witker, entre muchas otras. Nos
remitimos a las bibliografias ya referidas.
Alfredo Jocelyn- Holt L., La independencia de Chile. Tradicin, modernizacin y mito (San-
mente.
Ricardo Donoso, Las ideal polticas en Chile (Mxico, Fondo de Cultura Econmica,
1967, 2 ed.).
6 Eduardo Cavieres, Sobre la independencia de Chile. El fin del Antiguo Rgimen y los orge
ricano (Madrid, Marcial Pons, 2012). 70 Jos Bengoa, Historia del pueblo mapuche
(Santiago, Ediciones Sur, 1996).
71 Jorge Pinto Rodriguez, La formacin del Estado y Ia nacin, y el pueblo mapuche (Sa go,
Centro de Investigaciones Barros Arana, 2003, 2 ed.). Vase, adems, Leuc
66
Introduccin
Una reflexin que pretenda apartarse de las miradas edificantes del siglo XIX, necesita
adentrarse en las complejidades de los actores y los intereses en juego. Aunque
tardiamente, as est ocurriendo en Chile con el bajo pueblo72, los militares73, el clero74 y,
segn decamos, con los indgenas. Tambin se ha revisitado la actuacin de los esparioles o,
ms bien, de los absolutistas, el bando vencido en la saga de la independencia.75 En anos
recientes, se han efectuado buenos estudios de historia conceptual, que hemos referido, e
historia de las ideas polificas, los cuales permiten evitar los anacronismos de lenguaje y
facili-
Vase, Santiago Araneda Espinoza, La Patria Viga en el Bo-Bo, hechos militares (Chilln,
Cuadernos dei Biobo, 2011); Luis Valentin Ferrada Walker, La batalla de Maip
(Santiago, Centro de Estudios Bicentenario, 2010), entre otras obras recientes. Trabajos ms
antiguos son de Jorge Allendesalazar Arrau, Ejrcitd y Milicias en el Reino de Chile
(1737-1815), BACH, afio XXIX, n 66 (1962); Guillermo Arroyo, Historia de Chile.
Camparia de 1817-1818 (Santiago, Soc. Imprenta Litografia Barcelona, 1918); y
Fernando Campos Harriet, Los defensres del Rey (Santiago, Editorial Andrs Bello,
lnd
1958), con interesantes datos biogrficos de oficiales del bando realista, como Antonio
areja Jos Ordfiez, Clemente Lantafio Vicente Benavides, Gabino Ganza y Antoo
Quintanilla, entre varios otros.
Vase, Carlos Silva Cotapos, El clero chileno durante las guerras de la Independencia
(Sanago, Imprenta de San Jos, 1911); Fr. Alfonso Morales Ramrez, Los mercedarios en la
ependencia de Chile (Santiago, Universidad Catlica de Chile, 1958); y Lucrecia Enriuez, El
clero secular de Concepcin durante la revolucin e independencia chilena: propuesta de una
revisin historiogrfica del clero en la independencia de Chile, en Estudios sobre clero
iberoamericano, entre la independencia y el estado-nacin, 1 ed. Valentina Ayrolo
(compilador), (Argentina, CEPIHA, Facultad de Humanidades, Universidad Nacional de
Salta in Salta Capital, 2006). Un texto reciente, que rene valiosos trabajos sobre el tema, es
Marcial Snchez Gaete (Director), Historia de la Iglesia en Chile. La iglesia en tiempos de
la Independencia (Santiago, Editorial Universitaria, 2010), tomo II.
le Investigaciones Barros Arana, 2002); y Fernando Campos H., Los defensores del Rey
Santiago, Editorial Andrs Bello, 1958).
67
ARMANDO CARTES MONTORY
tan una mejor comprensin de la mentalidad de la poca. Se basan en una exhaustiva revisin
de documentos y de prensa. Est pendiente, en cambio, si las fuentes lo permiten, la revisin
de las prcticas politicas.
noamericanas8 y, por supuesto, Chile. dad Diego Portales, 2012-2013), vols. I y II.
8 Manuel Chust (ed.), Federalismo y cuestin federal en Esparza (Castelln, Espatia, Publica-
(Mxico, El Colegio de Mxico, 1955) (reed. 1994); y Washington Reyes Abadie, Adigas y el
federalismo en el Rio de la Plata (Buenos Aires, Hyspamerica Ediciones Argentina S.A.,
1986).
ro- junio 1992); El Ensayo Federal chileno, N 192, afio LX (julio-diciembre 1992);
Bases y razones geogrficas e histricas del Federalismo en Chile, N 194, afio
68
r
Introduccin
Para los anos posteriores al perodo en estudio, til en cuanto mirada retrospectiva, que
coincidem con el gobierno de Joaqun Prieto, es til la maciza obra de Ramn Sotomayor
V.,83 y la ms interpretativa de Agustin Edwards. La bibliografia sobre Portales y el
perodo conservador, en todo caso, es amplisima.85 Trabajos modernos de valor
interpretativo son los de Alfredo JocelynHolt88, Ana Maria Stuven87 y Simon Collier.88
El primero resalta el papel de la oligarquia, ms que el de un Estado todavia dbil, en la
conformacin de la sociedad y el desarrollo institucional de Chile, en la primera parte del
siglo XIX; Stuven, por su parte, ha puesto el nfasis en la bsqueda del orden, como
objetivo de las elites; Collier, a su vez, complementa su obra clsica sobre Las ideal y la
poltica de la independencia chilena, con un agudo texto sobre el perodo llamado
conservador, en que muestra, con un enfoque renovado, como en la constante tensin entre
orden y libertad se forja la tradicin poltica nacional. Las fuentes chilenas para el presente
estudio se hallan en las colecciones documentales del perodo. Entre las impresas,
mencionemos las Sesiones de los Cuerpos Legislativos de Chile, la Coleccin de Antiguos
Peridicos, el Archivo Higgins, el Archivo del General Jos Miguel Carrera y la Coleccin
de Historiadores y de Documentos relativos a la Independencia de Chile. Tambin se han
publicado, en ediciones ms completas y recientes, los epistolarios
(julio-diciembre 1993). Ramn Sotomayor Valds, Historia de Chile bajo el gobierno del
General joaquin Prieto (4 tornos) (Santiago, Academia Chilena de la Historia, 1962).
69
ARMANDO CARTES MONTORY
si la soberania deba recaer en un pueblo abstracto la nacin o en los pueblos, es decir en las
provincias representadas por sus ciudades prin-
los dos proyectos en disputa: la concentracin del poder estatal en la capital del reino como
ciudad principal, o bien su distribucin territorial a travs de un ejecutivo colegiado, esto es,
una junta representativa de las provincias y un Congreso integrado por diputados
mandatarios de
..., .
Introduccin
73
ARMANDO CARTES MONTORY
berana, pueblo e identidades, nuestra hiptesis central es que fueron las provincias
principalmente, la de Santiago los actores fundamentales que protagonizaron el proceso
poltico en la temprana repblica. Con ello, pretendemos aportar al debate de las
independencias, desde el caso chileno, considerando los aportes tericos de las nuevas
perspectivas analticas y enfoques de la historia poltica, en materia de conceptos,
74
Captulo I
independencias iberoamericanas.
Proclamacin de la independencia, e128 de julio de 1821, en la Plaza Mayor de lima. leo
de Juan Lepiani, Roma, 1904.
CAPTULO I
Un mundo en revolucin
El tiempo que cubre el ltimo tercio del siglo XVIII y el primero del siguiente, fue testigo
de las ms extraordinarias transformaciones en el mundo hispanoamericano. En el escaso
lapso de dieciocho anos, una vastsima monarquia, mediando guerras y un intenso debate
ideolgico, dio origen a una decena de pases independientes. Los desafios eran enormes.
Haba que sustituir al rey por unpueblo soberano, organizar una representacin nacional y
asegurarse jurisdiccin sobre sus.propios territorios. La conformacin de nuevos Estados,
asociados a una nacionalidad tambin en ciernes, era una tarea indita y muy compleja; de
manera que pasaran dcadas antes de que pudiera reconstituirse un orden relativamente
estable. Las dificultades no eran slo institucionales. Fue necesario construir una
identidad propia, nacional, a la vez cultural y poltica, que permitiera diferenciarse de los
dems reinos y dominios coloniales, que buscaban tambin convertirse en Estadosnacin, a
pesar de compartir una misma lengua y una herencia catlica e hispana.92 Se vivia una
cultura poltica nueva, inspirada en el ejemplo y las ideologias que promovan la Francia
revolucionaria y el federalismo norteamericano. Igualmente influyente fueron las
tradiciones forales de la pennsula, la escolstica y el liberalismo hispano de corte gaditano,
cuya influencia por fin se est reconociendo. Estas ideas, que invaden con fuerza los
territorios americanos, tensionaron la tradicional estructura de castas, corporativa y
oligrquica, que caracterizaba a las sociedades implantadas en Amrica. La monarquia
espafiola y los imperios atlnticos, para fines del siglo XVIII, mostraban ya mltiples
sefiales de agotamiento, en el campo econmico, cultural, poltico y militar. Puede
discutirse el impacto relativo de las causas la opresin imperial de los Borbones, la revolucin
ideolgica o la situacin europea, no as el inevitable avance de las
hl 3 - 22.
77
ARMANDO CARTES MONTORY
autonomias nacionales, gatillado en Espaila por la coyuntura critica de 1808, con la prisin
del rey Fernando VII. El resultado final, esto es, el surgimiento para 1825 de numerosos
Estadosnacin dotados de independencia plena, hoy se estima menos inexorable. Haba
otras opciones. Asi; el modelo gaditano propiciado por los liberales espatioles que
aprobaron la Carta de Cdiz de 1812, imaginaba una confederacin de naciones, espatiolas y
americanas, unidas bajo una monarquia constitucional. Una especie de Commonwealth
hispana. El avance de la insurgencia y la obstinacin absolutista de Fernando VII lo
hicierOn
imposible.
Retrato de Fernando VII con uniforme de capitn general, c.1814-1815, por Vicente Lpez
Portaria, Museo Nacional del Prado, Madrid.
El larvado conflicto que se vive antes de 1808, que se traduce en la difusin de doctrinas
escolsticas subversivas, logias secretas y la
(Madrid, Fundacin Mapfre, 2006); y Manuel Chust e Ivana Frasquet (eds.), La patria
78
Captulo I. El camino de los pueblos a la .1facin
Jos Luis Brey Blanco, Liberalismo, nacin y soberania en la Constitucin espatiola de 1812,
en Maria Isabel lvarez Vlez (Coord.), Las Cortes de Cdizy la Constitucin de 1812: la
primera revolucin liberal espatiola? (Madrid, Coleccin Bicentenario de las Cortes de
Cdiz, Cortes Generales, 2012), pp. 69-108.
79
ARMANDO CARIES MONTORY
95 Eduardo Cavieres, Sobre la independencia de Chile. El fin del Antiguo R,gimen y los
origenes ,
Para una revisin panormica de la evolucin ideolgica y la proyeccin politi; del liberalismo
en Amrica Latina, en diversos momentos del siglo XIX, Vase, Iv
80
Captulo I: El camino de los pueblos a la Nacin
81
ARMANDO CARTES MONTORY
perado como factor ideolgico y politico relevante, en la plasmaci del desarrollo poltico y
el constitucionalismo de las nuevas repblic
americanas.99
duales y divisin de poderes, plasmadas en una constitucin escri Ms all de eso, signific una
visin nueva sobre la libertad individu y la igualdad politica, basada en una concepcin del
ser humano co centro de la vida social. Su corolario natural fue la soberania popula
Indias, Vol. LXVIII, N. 242 (2008), pp. 39-66; La notoria trascendencia del constiti
Manuel Chust Calero y Jos Antonio Serrano, Nueva Espana versus Mxico: historiografia y
propuestas de discusin sobre la Guerra de Independencia y el liberalismo
doceafiista, Revista Complutense de Historia de Amrica, Vol. 33 (2007), pp. 15-33; Manue
Chust y Jos Antonio Serrano, Debates sobre las independencias iberoamericanas (Espana,
ec
tores Ahila, 2007); Manuel Chust (ed.), Federalismo y cuestin federal en Esparza
(CastellOn
82
Captulo I: El camino de los pueblos a la Nacin
As lo plantearon los diputados chilenos ante las Cortes de Cdiz, exigiendo una
representacin equivalente. El rechazo de la mayora europea, dice Jaime Eyzaguirre, activ
el fuego de la revolucin americana, llevndola del terreno constitucional al campo
separatista.102 De esta forma, la tradicin jurdica americana, dice Roberto Breria, abria
las puertas para pasar de la concepcin de la monarqua plural provincialismo, de aqui a
una defensa ms o menos decidida del au-
1 Enrique Matta Vial, El diputado de Chile en las Cortes de Cdiz, don Joaqun Fernndez de
Leiva, Revista Chilena de Historia y Geografia, N 37 (1920), pp. 307-340 y N 38 (1928),
pp. 56-77.
83
ARMANDO CARTES MONTORY
indgena. Por lo mismo, no es fcil identificar un frreo ncleo liberal en los distintos pases.
Ms bien se observa ambigedad y una evolucin en los discursos y prcticas polticas, que
obliga a matizar la filiacin al ideario liberal de los mismos prceres. La guerra primero y
luego la creciente anarquia que caracteriz los anos de la emancipacin, explican los
retrocesos y las vacilaciones. Resulta claro, en todo caso, que las cuestiones que
condicionan el desarrollo poltico latinoamericano y, en particular, el constitucionalismo,
son las disputas tipicamente liberales. Adquiere importancia, como aspiracin pblica, el
aseguramiento de las libertades y las garantias individuales.104 Los debates se desarrollan
en torno al eje centralismoautoritarismo, expresado en las facultades acordadas al
Ejecutivo y al Legislativo y la organizacin unitaria o federal del Estado. Los desenlaces se
explican, a veces, ms por pugnas
to se comienza a desarrollar una semantizacin politica del conceptc Ello fue paralelo con
el avance de las ideas de libertad y de repblica
a partir de 1810, explican Moyano y San Francisco, que han estudiac
na, en Ivn Jalcsic y Eduardo Posada Carb (eds.), Liberalismo y poder, p. 85. 104 Para una
revisin panormica del constitucionalismo en la regin, durante
84
Captulo I: El camino de los pueblos a la Nacin
el trmino. As, la Aurora de Chile declara en su edicin inaugural, que naci para que
anunciase, y difundiese, [y] generalizase las ideas liberales.5
107 Eduardo Cavieres, Sobre la independencia de Chile. El fin del Antiguo Rgimeny los
orgenes de la representacin moderna, p. 107; y, del mismo autor, Independencia,
liberalismo y Estado. Chile y sus contextos. Problemas y perspectivas de anlisis, en Pedro
Prez H. e Inmaculada Simn Ruiz, (coords.), El liberalismo, la creacin de la ciudadana y
los Estados nacionales occidentales en el espacio atlntico, 1787-1880 (Bucaramanga,
Colombia Universidad Industrial de Santander, Coleccin Bicentenario y Espafia, Instituto
de Estudios Latinoamericanos, Universidad de Alcal, 2009).
85
ARMANDO CARTES MONTORY
lado a otro del espectro, estimulados por las circunstancias polticas. El mismo OHiggins,
promotor del primer Congreso y del federalismo, re-
niega luego de ambos conceptos, sin abandonar por ello el campo liberal.
falta de maduracin de los grupos y las ideal polticas explican la plasticidad de las facciones.
del comercio o del agro. Fueron unnimemente autoritarios con OHiggins, dice Heise, hasta
el ano 1820, antiautoritarios con Freire; fede, ralistas con Infante; partidarios de un
gobierno centralizado con Pinto,
108 Julio Heise Gonzlez, Anos de formacin y aprendizaje poltico 1810-1833 (San tia
86
Captulo I: El comino de los pueblos a la Nacin
87
ARMANDO CARTES MONTORY
Juan Egaila, autor de la carta del 23, como para los liberales que promovieron la de 1828.
Las diferencias se sitan en los ejes del centralismo y el
liberal, libre y lleno de ideales, donde tengan parte todos los ciudadanos.
La dificultad de fondo, como bien ha sei-talado Ana Maria Stuven, radica en la paradoja de
la aceptacin de un sistema republicano propio de la modernidad ilustrada, en sociedades
que quieren conservar vnculos sociales tradicionales. Para la clase dirigente la libertad no
era un derecho absoluto, sino una concesin condicionada. La mantencin de un
Un balance del liberalismo temprano en Chile debe ser favorable. Ni como programa
politico ni como ideologia puede estimrsele una imposibilidad histrica. Por el contrario, a
pesar de las dificultades y las derrotas politicas y militares que experiment, su ideario
termin imponindose en los niveles ms amplios. A travs de la prensa, libros y panfletos,
perme a la opinin pblica, alcanzando a sectores sociales que excedieron con mucho a las
lites. La construccin nacional est impregnada de su legado combativo: impuls
constituciones, sistemas electorales, congresos y medios de prensa, al igual que en todo el
continente. Las luchas religiosas, la abolicin de la esclavitud y la lucha por los derechos
individuales llevan
tario, que domin los debates polticos del Chile de 1820. En suma, dej
,.
un legado muy concreto, en trminos de instituciones y de cultura poliu-
Ana Maria Stuven V., Republicanismo y liberalismo en la primera mitad del si!1
XIX: hubo proyecto liberal en Chile?, en Manuel Loyola y Sergio Grez, compli
dores, Los proyectos nacionales en el pensamiento poltico y social chileno del siglo XIX
(Santil
88
Captulo I: El camino de los pueblos a la Nacin
ca. Sin l, concluyen Jaksic y Posada Carb, no hay explicacin para el (icsarrollo de la
democracia en el continente.112
Rumbo a la nacin
hay algo nuevo, que no puede desprenderse si() de fuerzas dormidas, 1propias del
historicismo nacionalista. La nacin moderna, aclara Getllner, es la consecuencia de una
nueva forma de organizacin social, balada en una cultura altamente educada, hondamente
enraizada y
112 T;1..,,..1,....,..., dl
Calistas podemos citar a Walker Connor, Adrian Hastings, Liah Greenfeld, Anthony
). Smith. Entre los modernistas hallamos a Ernest Gellner, Benedict Anderson, Eric
89
ARMANDO CARTES MONTORY
la democracia.15
temente limitada y soberana. Sus miembros no se, conocen entre pero en cada uno vive la
imagen de su comunin.116 La nacin
por su parte, sei-laia la dificultad de definir la nacin, esto es, de descobrir un criterio
satisfactorio que permita decidir cul de las numero-
surge en el siglo XVII. De manera que eran todos vocablos comune en el idioma
castellano mucho antes de las independencias latinoame
17 Eric Hobsbawn, Nacionesy Nacionalismos desde 1789 (Buenos Aires, Ed. Crtica,
p. 13.
90
Captulo I. El camino de los pueblos a la Nacin
1187.
91
ARMANDO CARTES MONTORY
que entre si. Las caractersticas regionales, es decir, elementos geoculturales, influyeron en
la formacin de lo que Eric Hobsbawm llama `protonacionalismo para describir el
antecedente de las naciones. Se refiere a los lazos preexistentes que podran movilizar
sentimientos de pertenericia colectiva y que podran funcionar para armonizar con estados
y naciones modernas. Entre estos, sefiala el territorio, la lengua, la etnicidad, la cultura, la
religin y el ms decisivo la conciencia de pertenecer o de haber pertenecido a una entidad
poltica duradera.120 El protonacionalismo, apoyado por smbolos y liturgias republicanas,
movilizaba los sentimientos existentes de comunidad, hasta encauzarlos en la ruta hacia el
Estado nacin moderno. El caso argentino es muy ilustrativo. Las Provincias del Plata
tempranamente se organizan en juntas y se levantan en armas contra Espana. Hay una
indiscutible identidad criolla, liberal, surgida en los grandes espacios abiertos de las
pampas y el puerto de Buenos Aires, que condicionan a la sociedad que se forma en la
futura repblica federal. La nacin argentina, no obstante, tarda mucho en cuajar y ha dado
lugar a debates, que prueban la polisemia y complejidad de la nacin, en los tiempos de la
organizacin de los Estados. La historiografia tradicional, representada por Bartolom Mitre o
Vicente Fidel Lpez, afirman que la nacin argentina nace con la revolucin (1810) o incluso
es anterior a ese acontecimiento. Dicha interpretacin proyecta su vigencia a lo largo del
siglo )0(.121 En las ltimas dcadas, se ha impuesto una visin distinta, segn la cual las
naciones seran construcciones artificiales. El replanteo de la historiografia argentina
reconoce su origen en dos investigaciones claves: el libro de Oscar Oszlak, La formacin
del Estado argentino. Orden, progreso y organizacin nacional, publicado a mediados de
los anos 80122 y el libro de Jos Carlos Chiaramonte, Ciudades, Pro-
~w
122 Oscar Oszlak, La formacin del Estado argentino. Orden, progreso y organizacin na
(Buenos Aires, Ariel, 2012) y, del mismo autor, Para una historia de la formacin del
argentino (Buenos Aires, Editorial Planeta, 2007). 123 Jos Carlos Chiaramonte, Ciudades,
provincias, Estados: Orgenes de la Nacin ar,
trabajos posteriores, el ltimo autor ha difundido estas ideas. En una obra posterior,
Araciny Estado en Iberoamrica. El lenguaje poltico en tiempos de las Independencias, se
propuso reconstruir lo que significaron aquellos conceptos para las elites que lideraron las
independencias iberoamericanas.125 Historiza las distintas acepciones que tuvo el trmino
nacin, durante el siglo XVIII y la primera mitad del siglo XIX. Concluye que, si bien
aparece en un primer momento en su acepcin tnica y cultural, desvinculada del concepto de
Estado, entendido como comunidad politica, progresivamente se estableci una sinonimia
entre los dos conceptos, prevaleciendo el de Estado. Su fundamento se encontraria en el
iusnaturlismo y el derecho de gentes, como fuente de legitimacin, por tratarse de una
creencia bsica compartida. Sus elementos centrales fueron la indivisibilidad y la
retroversin de la soberania y el contractualismo. Para Chiaramonte, la nacionalidad
argentina es el punto de negada de un proceso basado en identidades articuladas a partir
de las ciudades repartidas por el territorio virreinal; muy en linea con las interpretaciones
del Imperio Espafiol, ms que como un Estado, un conglomerado de culturas, de
jurisdicciones y de regiones. La forma identitaria primaria en que se reconocan los
habitantes de las extensas posesiones de Espafia en Amrica
era aquella que les trazaba un vinculo de pertenen-
1 Por ejemplo, Jos Carlos Chiaramonte, Estado y poder regional: constitucin y naturaleza
de los poderes regionales, cap. V, en Historia General de Amrica Latina, vol. VI, La
construccin de las naciones latinoamericanas (Ediciones Unesco/Editorial Trotta, 1999);
La formacin de los Estados Nacionales en Iberoamrica, Boletn del Instituto de Historia
Argentina y Americana, Tercera Serie, n 15 (1997); Jos C. Chiaramonte, y Nora Souto, De
la ciudad a la Nacin. Organizacin poltica en la Argentina (Buenos Aires, Capital
Intelectual, 2010); y La cuestin regional en el proceso de gestacin del estado nacional
argentino. Algunos problemas de interpretacin, en Marco Palacios (compilador), La
unidad nacional en Amrica Latina. Del regionalismo a la nacionalidad (Mxico, El Colegio
de Mxico, 1983).
de las indeperidencias (Buenos Aires, Ed. Sudamericana, 2004). Una ilustrativa reserva en
J://hc.rediris.es/06/index.html (2011).
c7
93
ARMANDO CARTES MONTORY
as, con los Estados provinciales, una forma de identidad no slo pre
trmino refiere ms bien a una comunidad cultural, que permite tinguir el Chile criollo de
los pueblos originarios. Para el trato con e
dividen en tres naciones pueblos, que son los Araucanos, los Cunchos
los Huillichies y afiade que, en virtud de su lengua comn, parece qu en los primeros
tiempos no se hubiese establecido en Chile ms qu
126 Vease, Jorge Myers, Una cuestin de identidades. La bsqueda de los origer
cervantesvirtual.com/resenias/data/37.pdf (2011), p. 9.
127 Juan Ignacio Mofina, Compendio de la htoria geogrfica, natural) civil del Reyno de I
CONSTITUCIO
POLITICA
DE LA MONARQUI.
ESPANOLA..
512;~
Lia, 2010).
95
ARMANDO CARTES MONTORY
Krebs. Para este, a fines de la Colonia los habitantes cultos estaban cor
ses americanos o europeos, si bien advierte que era un sentimient carente de proyeccin
terica y, por cierto, de todo significado poli
siglo XIX, Gabriel Cid y Isabel Torres Dujisin, en Gabriel Cid y Alejandro
Mario Gngora, Estudio de historia de las ideas y de historia social (Valparaso, Edi
~
r
un sentimiento patrio que iba ms all de los estrechos limites de la patria pequei-ia y que
abarcaba todo el territorio en que hasta entonces se haba desarrollado la historia de Chile,
comprendiendo este espacio geogrfico como una unidad. 134 Una voz disidente, de
mucha influencia, es la afirmacin de Mario Gngora, contenida en su conocido ensayo,
segn la cual el Estado hizo la nacin.1 Aunque se aparta de la visin tradicional, tiene un
punto en comn, en cuanto vincula el anlisis de la identidad y la nacin dentro de la lgica de
la instauracin y consolidacin politica e institucional del Estado. Ms recientemente, se ha
controvertido la idea de una temprana identificacin con el Estado, desde la perspectiva de
los sectores populares. Estos habran participado mayoritariamente, en la guerra de
independencia, en el bando realista o mediante levas obligatorias. La intensidad de la
desercin y la resistencia seran prueba del desafecto a la causa de la emancipacin.137 Es la
tesis de Julio Pinto y Vernica Valdivia.138 Slo para la Guerra con la Confederacin, hacia
1836, habra de germinar un sentido de identidad patritica en el bajo pueblo.39 Es
dudoso, en todo caso, que la resistencia a participar en la lucha armada pruebe la
existencia o inexistencia de un sentimiento nacional, pues la desercin es importante
siempre que se opera con ejrcitos milicianos, en condiciones tan precavias como las que
asolaban las provincial del sur, escenario de la guerra, en la Patria Vieja y la Patria Nueva.
Adems, los que se batan por el rey, en especial en el segundo perodo, crean
134 Ricardo Krebs, Orgenes, p. 21. 1 Mario Gngora, Ensayo histrico.. 13 Gabriel Cid y
Alejandro San Francisco (editores), Nacin y Nacionalismo en Chile, siglo
Julio Pinto Vallejo y Vernica Valdivia Ortiz de Zrate, Chilenos todos? La construccin
) Gabriel Cid y Alejandro San Francisco, Naciny Nacionalismo en Chile, siglo XIX, Vol.
, p. XVIII. Idea que debe ser matizada con aproximaciones ms actuales, como las
;Mario nacionalista y memoria colectiva en el siglo XIX chileno (Santiago, Ediciones Uni-
to1~
4~
estar hacindolo por la patria, frente a un ejrcito insurgente o invaso Si es efectivo que la
incorporacin de la plebe a la comunidad nacional en esta etapa, slo se realiz desde una
dimensin simblica y cultural, no poltica ni ciudadana.140 Queda la duda si podia haberse
obrado de otra forma. En definitiva, en Chile, aunque coexistan identidades mltiples,
como en toda Iberoamrica, haba un ms marcado sentido nacional, que facilit la
construccin estatal. Pronto se habl del pueblo chileno. A finales del siglo XVIII, segn
FranoisXavier Guerra, slo dos reinos americanos podan equipararse con los peninsulares.
Chile era uno y se deba a su aislamiento geogrfico y a Ia cohesin de una poblacin reducida
y homognea.141 A una nacin germinada tempranamente se sum el impulso deliberado de
los idelogos de la revolucin, obrando luego desde el Estado, una vez instalados en el
gobierno.142 La nacin unitaria fue un argumento recurrente en las disputas por la
centralizacin del poder; finalmente se impondra, como nica e indi-
4 Julio Pinto Vallejo y Vernica Valdivia Ortiz de Zrate, Chilenos todos? La construcc,
Gabriel Cid y Alejandro San Francisco (editores), Nacin y Nacionalismo en Chile, XIX,
Vol I, pp. 55-84.
98
~I
Para vastas provincias. Las grandes transformaciones del perodo tardo colonial, como las
reformas borbnicas o las independencias, fueron enfrentadas por los sbditos americanos
desde su particular situacin tnica, regional o social. Por estas razones, un enfoque
provincial de los procesos, en base a la situacin de los espacios regionales, otorga una
perspectiva til de anlisis. Pasemos revista, por ende, a la situacin de los dominios
sudamericanos en la transicin republicana. Resultar evidente que las cuestiones
interprovinciales y la reasignacin del poder entre las capitales y las provincias, revisten
tanta o mayor gravedad que la lucha por la independencia de la metrpoli hispana. Con la
desintegracin del poder espafiol, surge la cuestin de la reconfiguracin del poder estatal. Los
antiguos virreinatos y las audiencias intentan sustituir el poder imperial, en un doble
proceso de fragmentacin y metropolizacin. Otras provincias, en cambio, sintindose
sojuzgadas, vieron la emancipacin como una oportunidad de obtener autonomia o, a lo
menos, una participacin equitativa en el proyecto de construccin de un nuevo Estado
nacional. Las independencias no representaron una verdadera ruptura en la evolucin
socioeconmica de las futuras naciones. Fueron, ms bien, el catalizador de una evolucin
de la cultura politica, compuesta de continuidades coloniales y diferencias provinciales, que
explican la estructura geopolitica que finalmente adoptaron los antiguos dominios. Estas
persistencias y diferencias, sobre las que se fundan los actuales Estados, se proyectan, en
muchos casos, hasta el presente. Durante siglos, las posesiones espafiolas en Amrica
formaron parte de una monarquia universal, es decir, una especie de confederacin de
reinos y territorios dispersos en varios continentes. Si bien la subyugacin era tambin poltica
y militar, la verdad es que, durante la mayor parte del Antiguo Rgimen, la monarquia
espafiola no mantuvo un ejrcito regular en Amrica, ni tuvo los recursos para dominar el
Nuevo Mundo por la fuerza. La lealtad de los pueblos de la regin fue, en buena medida,
producto de una cultura politica compartida y de lazos sociales y econmicos? Los
funcionarios imperiales se involucraban en actividades comerciales y se relacionaban
socialmente con las
99
ARMANDO CARTES MONTORY
100
111
fue una idea introducida por los mismos criollos, para legitimar los gobiernos autnomos
que se instalaron durante la crisis de la monarqua hispnica. Ms tarde fue retomada y
reforzada por las historiografias patrias, durante la segunda mitad del siglo XIX. Hace
algunas dcadas, la tesis de John Lynch sobre el neoimperialismo, a partir de estudios
sobre el caso argentino, llev a retomar este argumento como explicacin de las
independencias.147 ltimamente, no obstante, ha sido cuestionado por estudios empricos,
que demuestran que las reformas carofinas fueron ms permeables de lo que se creia) Las
tesis basadas en la evolucin de la cultura poltica, como la que plantea FranoisXavier
Guerra, parecen haberse impuesto.49 En la misma lnea, Jaime Rodrguez, revisando los
estudios sobre la independencia de Hispanoamrica, concluye que esta no haba sido un
movimiento anticolonialista, sino parte de una revolucin poltica del mundo hispano y de la
disolucin de la monarqua espafiola.15 Para 1808, por lo dems, las reformas borbnicas no
haban sido implementadas por completo; de manera que los dirigentes criollos an
mantenan un grado significativo de autonomia y control sobre sus regiones. El paradigma
absolutista ha sido tambin cuestionado en el plano municipal. Segn Federica Morelli, en la
poca que va de las reformas borbnicas a la crisis de la monarqua espafiola, tiene lugar un
proceso de refuerzo y de consolidacin poltica de los cabildos americanos. Es, dice
Morelli, la victoria de los cuerpos intermedios del Antiguo Rgimen sobre el Estado
moderno.m Es su constitucin histrica colonial
147 John Lynch, Spanish Colonial Administration, 1782-1810: the Intendant System in the
Viceroya10, of Rio de la Plata (Londres, 1958).
148 Manuel Chust y Jos Antonio Serrano, (eds.), Debates sobre las independencias
iberoamericanas (Espana, Ahila, 2007), p. 19. 149 Vase, Franois-Xavier Guerra,
Modernidad e Independencias. Ensayos sobre las revoluciones hispnicas (Mxico, Fondo de
Cultura Econmica, 1992).
101
ARMANDO CARTES MONTORY Un Gobierno de los
Pueblos...
relectura de importantes episodios de la historia americana. As, John Fisher, por ejemplo,
que estudi el establecimiento de las intendencias en el Pedi a finales del siglo XVIII,
interpret los levantamientos dei Cuzco de 1780 y los de inicios del XIX, como rebeliones
anticentralistas que no se oponan al control espariol, sino de Lima.152 El regionalismo
provincial, ms que el nacionalismo peruano, era la fuerza que impulsaba la dinmica poltica
de esos anos. Fisher propona no confundir regionalismo anticentralista con posturas
contrarias al vinculo colonial con Espaiia.153 Aun cuando es evidente que, para la
poblacin, estar contra el poder espaiiol y contra Lima era la misma cosa, puesto que
Lima era a la vez un enclave del imperio espariol y cabeza del virreinato. Hacia 1810, los
sbditos americanos aspiraban a la igualdad y la autonomia, ms que a la independencia. Era
tambin el anhelo de las provincias y regiones. En aquellos lugares en que las capitales del
reino se arrogaron el derecho a representarlo enteramente, hubo enconadas reacciones. As
ocurri en el Reino de Quito, en Venezuela, Nueva Granada, Rio de la Plata o en Chile. Las
capitales de provincia afirmaron su derecho a representar a los pueblos de su zona. En el
actual Ecuador, Popayn, Cuenca, Guayaquil y otras capitales de provincia rechazaron el
movimiento quiterio, tanto en defensa de los derechos del monarca, cuanto en defensa del
principio segn el cual si() la capital de una provincia tena el derecho de representar a toda
la regin. Por las mismas razones, la mayora de las principales capitales de provincia de la
capitania general de Venezuela crearon sus propias juntas, que
152 Vase, John Fisher, El Per borbnico 1750-1824 (Lima, IEP, 2000).
tempornea, en Manuel Chust y Jos Antonio Serrano, (eds.), Debates sobre las
independencias iberoamericanas (Espana, Ahila, 2007), p. 109. Del mismo autor, con
Marcos
Gueto, Vase, Historia del Pedi contemporneo (Lima, IEP, 2009, 4ta ed.).
154 Vase, Jaime E. Rodriguez O., La independencia de la Amrica Espagola, pp. 132-203.
(Mxico, Fondo de Cultura Econmica, 1996), y del mismo autor, La revolucin polti
p. 33.
102
Captulo I: El camino de los pueblos a la Aracin
n 155
rla vista de las numerosas criticas a los libertadores, Maria Luisa Soux stiene, en fin, que
al parecer Bolivia se independiz ms de Argentina de Pedi que de la misma Espaila.156
En muchas regiones ocurri algo similar; veamos algunos ejemos.157 En el Ecuador del
siglo XIX, como en otras partes de Sudamrica, la regionalizacin es una clave principal para
entender su historia. La Real Audiencia de Quito de fines de la Colonia distinguia tres
regiones. Estas tenan por centros neurlgicos a Quito, Cuenca y Guayaquil y presentaban
marcadas diferencias tnicas, geogrficas, econmicas y sociales, las cuales determinaron las
relaciones interprovinciales y con el mundo exterior. Cuando se forma la junta de Quito,
en los albores de la revolucin, la capital fue incapaz de convencer a las otras provincias de
seguir sus pasos. Se inici, as, una guerra civil en el reino, que duraria hasta finales de
1812. Segn hemos visto, Guayaquil no estaba en contra de la revolucin quitefia, sino slo
de la pretensin albergada por la ciudad capital de representar al Reino entero.158 En 1822,
la regin lleg a ser una parte subordinada de la Repblica de Colombia. Ocho anos ms tarde,
los dirigentes del antiguo Reino de Quito se retiraron de la unin y proclamaron la
independencia de la nacin ecuatoriana. Desde el nacimiento del nuevo Estado se
manifestaron los equilibrios y diferencias: en la delimitacin territorial y la organizacin
departamental fijadas por el Congreso Grancolombiano de 1824; en la constitucin de un
Consejo de Gobierno, formado por los Gober-
155 David Bushnell, La independencia de la Amrica del Sur espariola, en Leslie Bethell,
Historia de Amrica Latina, La Independencia, vol. 5, Cambridge University Press
(Barcelona Editorial Critica, 1991), p 15. 156Juan Marchena Fernndez, Los procesos de
independencia en los pases andinos: Ecuador y Bolivia, en: Manuel Chust, y Jos Antonio
Serrano, (eds.), Debates sobre las independencias iberoamericana.s, p. 198.
157 Una exposicin ms detallada de los casos de Guayaquil, Charcas y las provin-
cias argentinas, en: Armando Cartes M., Liberadas o reconquistadas? Guayaquil, Charcas
y las provncias de las pampas, ante el proceso de metropolizacin de Lima,
Colombia y Buenos Aires (1760-1840), Revista Electrnica Alma Histrica, VoI, 2012.
158 Rodriguez, La revolucin poltica, pp. 129, 169 y 191. Sobre la independencia
ecuatoriana, Vase, Demetrio Ramos Prez, Entre el Platay Bogot, cuatro claves de la
emancipacin ecuatoriana (Madrid, Ediciones Cultura hispnica, 1978).
103
ARMANDO CARTES MONTORY
siglo XIX y explica las permanentes crisis del Estado en constitucir en especial para la
fase 1830-1859. Gener un vaco de capacidad esta
La antigua audiencia andina de Charcas, por su parte, estuvo en tensin permanente con las
cabeceras virreinales, a las que sucesivamente
estuvo adscrita. Pese a la riqueza que le daba ser la dueria del Potos, estuvo siempre
sometida a un poder vecino, vicario del peninsular. Su posicin a horcajadas de los Andes,
con un pie en el Pacfico y otro en el Atlntico, convirti a Charcas en el epicentro de un
forceje() geopoltico
una amenaza permanente a sus seculares prerrogativas.16 Se explica, as, porque, desde el
comienzo del proceso emancipador, las quejas se dirigen contra la jurisdiccin virreinal
antes que contra la metrpolis.1 Las reformas borbnicas haban impactado ms a los
territorios que
160 Para los afins de dependencia peruana de Charcas, Vase, Franklin Pease G. Y., Del
Tawantisuyu a la Historia del Per (Lima, Pontificia Universidad Catlica del Per, 1989).
16 Jos Luis Roca, Ni con Lima ni con Buenos Aires. La formacin de un Estado nacional en
162 As,,
julio de 1809, era no enviar ms numerario a Buenos Aires, a la vez que prodamaba
104
Captulo I: El camino de los pueblos a la Nacin
perial. En las Cortes reunidas en Cdiz, los intereses de las sedes virreinales de Mxico,
Bogot o Lima no fueron los mismos que los de las Reales Audiencias de Quito, Panam o
Charcas. Los representantes americanos de provincias y audiencias, buscaron asegurarse
alguna forma de autogobierno. Charcas, con la desintegracin del imperio espafi ol, optaria
por ser duefla de su destino. Entre la pequefia minoria de los habitantes con consciencia
poltica, predominaba el sentimiento de constituir una repblica separada. Cuando en agosto
de 18251a asamblea altoperuana convocada por Sucre declar la plena independencia,
Bolvar y los rioplatenses aceptaron la decisin. Comienza, as, Bolivia un camino propio,
plagado de graves conflictos y de desafios, muchos todavia pendientes, como la cuestin de
su plurinacionalidad.164 Ms al este, pocas regiones de Amrica sufrieron cambios tan
dramticos, durante el siglo XVIII, como el territorio de la actual Argentina. Para 1700, era
apenas un conjunto de ciudades salpicadas en el desierto: Santiago del Estero, Crdoba,
Salta, Mendoza, Corrientes, Santa Fe, unidas por inciertos caminos, dibujados apenas en
una tierra extensa. Fue la creacin del Virreinato, resuelta en 1776, lo que dio unidad
poltica a una amplia regin. A las gobernaciones de Buenos Aires y el Paraguay se agreg
toda la extensin que caa bajo la jurisdiccin de la Audiencia de Charcas, con el Tucumn,
Potos y Santa Cruz de la Sierra y se hizo cabeza del Virreinato a la ciudad de Buenos
Aires. Se creaba con ello un nuevo mbito poltico, incluyendo a zonas que antes se
orientaban hacia el Per. El virreinato se caracteriz por su heterogeneidad y por un rpido
crecimiento demogrfico y econmico,
163 Eduardo Araya y Maria Luisa Soux, Independencia y formaciones nacionales, en:
Eduardo Cavieres (editor), ChileBolivia, Bolivia Chile: 1820-1930 (Ediciones
Universitarias de Valparaso, 2008), p. 14.
164 Vase, Gonzalo Vargas Rivas, Los desafios dei Estado plurinacional boliviano, http://
www.constituyentesoberana.org.
105
ARMANDO CARTES MONTORY Un Gobierno de los
Pueblos..
Apenas unos pocos anos despus de la creacin del virreinato, la reparticin del territorio en
siete intendencias y una superintendencia
tivo, los ramos de hacienda, guerra, justicia y policia. Las nuevas unidades administrativas
y politicas pronto acuriarian cierto espritu localista. Los habitantes de las provincias, ante
el hecho de su subordinacin a Buenos Aires, forjaron identidad y una incipiente
conciencia politica. El reformismo liberal de los Borbones, a su vez, contribuy a formar
una conciencia emancipadora y revolucionaria. La burguesia criolla se hizo liberal con
fervor, porque el liberalismo ofreca, a la vez, solucin a los problemas ms inmediatos y una
doctrina inspiradora para los espritus ms audaces.167 El comercio se vio estimulado por
la supresin de algunas trabas que pesaban sobre el. Con el Reglamento del Comercio
Libre, de 1778, al que siguieron luego otras medidas parciales, el trfico con los puertos
esparioles y coloniales adquiri mayor intensidad.168 Todas estas circunstancias
contribuyeron notablemente a transformar el Rio de la Plata en una colonia de cierta
importancia. Los criollos crecieron rpidamente en cantidad y constituyeron el compacto
ncleo de la masa colonial y an de la clase acomodada. Los animaba un espritu progresista
y antiaristocrtico, en razn de las peculiares condiciones en las que se desarroll la
colonizacin espaliola en la regin rioplatense: una sociedad
165 Jos Luis Romero, Las ideas polticas en Argentina (Buenos Aires, Fondo de Cultura
166 Fueron Buenos Aires, Asuncin del Paraguay, Salta, Crdoba, Santa Cruz de 1
167 Para una mirada actual del liberalismo argentino en la poca en estudio, Va
siglo XIX argentino, en Ivn Jaksic y Eduardo Posada Carb, (eds.), Liberalismo) j
168 Vase, Miron Burgin, Aspectos econmicos del Federalismo Argentino (Buenos Air
ciones Solar, 1982). Enfatiza el conflicto existente entre los diferentes intereses
106
!r
ms igualitaria, en una zona desprovista de plata u oro; sin una gran poblacin indgena, ni
inicialmente esclavos, lo cual exigi un intenso trabajo de los propios colonos; un puerto
influyente que conectaba el territorio con las potencias europeas y permitia el comercio
directo con ellas; y un espritu democrtico que residia en los cabildos. Son las
caractersticas que atribuye Mitre a la nacin argentina, en su Historia de Belgrano y que
explicaran su actitud en 1810, as como las bases de su identidad como nacin.69 El
gobierno de Buenos Aires, despus de aquel afio, sigui como un rgimen de hecho, como
una continuacin del orden virreinal, como un fruto de la revolucin.17 El resto del pas le
resto cada vez ms su apoyo hasta que, principios de 1820, el ejrcito de las provincias
litorales lo disolvi por las armas. En adelante, dice Romero, las Provincias Unidas, seran
un conjunto de provincias desunidas. Las provincias perifricas, por su parte, Uruguay,
Paraguay y la misma Bolivia, rechazaron cualquier asociacin y buscaron sus propias
soluciones polticas. Su xito en constituirse como Estado fue consecuencia de su
aislamiento detrs de rios, desiertos o montarias y de la incapacidad de Buenos Aires de
subyugarlos militarmente. Pero la razn de fondo, dice John Lynch, es que sus intereses
solo podan resolverse con autodeterminacin.12 En Buenos Aires, tal como haba ocurrido en
Caracas, en Santiago de Chile o en Mxico, en 1808, la legitimidad de la ciudad capital
para formar un gobierno autnomo fue impugnada, al no haber participado suficientemente
los otros pueblos del territorio. Segn la invocada doctrina de la reasuncin de la soberania,
todos los pueblos
Manuel Chust y Jos Antonio Serrano, Debates sobre las independencias iberoamericana.5
pp. 30 y 31. La Historia de Bekrano, cuya cuarta edicin ampliada es de 1887, sumada a
los
10 Jos Luis Romero, Lar ideas polticas, p. 93. 1 Para el caso uruguayo, Vase, Eugenio
Petit Munoz, Migas. Federalismo y soberana
welipcin e historia del Paraguay y del Rio de la Plata (Buenos Aires, 1943) y de Edberto
car Acevedo, La intendencia del Paraguay en el Virreinato del Rio de la Plata (Buenos
Aires,
John Lynch, 77ze Spanish Amaican Revolutions 1808-1826 (EE.UU., W W Norton &
apany, 1986), p. 89.
107
ARMANDO CARTES MONTORY
primera etapa del conflicto qued rapidamente atrs, cuando los dipu-
nal. Las provincias ordenaron sus vidas segn sus tendencias espont-
neas. Buenos Aires intent nevar a la prctica la poltica de progreso y modernizacin, que
alentaban los grupos liberales; las dems provincias, por su parte, salvo excepciones,
perpetuaron sus modos de vida tradicionales. Tras una breve unin frente a la amenaza
externa de la guerra con Brasil, la Constitucin centralista que se proyect en 1826
logra con la Constitucin de 1853.174 Las dos caras del pas, la urba-
federal pero representativa, progresista sin olvido de las tradiciones y equidistante de los
intereses de Buenos Aires y del interior.175 La pre-
173 Jos Carlos Chiaramonte, En torno a los orgenes de la nacin argentina, en Marcello
Carmagnani, Alicia Hernndez Chvez y Ruggiero Romano, coordinado
res, Para una Historia de Amrica H. Los Nudos (Mxico, Fondo de Cultura Econmic
1999), p. 297.
108
Captulo I: El camino de los pueblos a la Nacin
De provncias a pases
176 Para estos anos de la historia argentina, Vase, Tulio Halpern Donghi, Proyecto y
construccin de una Nacin (1846-1880) (Buenos Aires, Emec editores, 2007).
109
ARMANDO CARTES MONTORY
poltica que los que coritaban con poblacin y recursos en esa zona. En este sentido, las
guerras de independencia produjeron impactos econmicos y demogrficos dispares. Junto
con espafioles y criollos realistas, del territorio salieron capitales en metlico; los ganados
se diezmaron y se redujo la agricultura. Se afectaron, tambin, las rentas fiscales, en
forma de impuestos y monopolios. Lo anterior dio lugar a Estados nacionales dbiles, sin
ejrcitos suficientes para controlar a las provncias,
que tenan sus propias milicias, muchas veces manejadas por los terra-
vocabulario chileno del siglo XIX, en: Gabriel Cid y Alejandro San Francisco, Na,
Press, Editorial Critica, 1991), p. 42. En el mismo sentido, Jos del Pozo, segn el
HO
Captulo I: El comino de los pueblos a la Aracin
ah que la centralizacin se acentu sobre todo entre 1826 y 1845.18 En este contexto, la
situacin argentina constituye una excepcin local, que se explica por las peculiaridades que
hemos examinado. Los nuevos pases que surgen de las independencias, an antes de
consolidar la nacin, la paz interior o las fronteras, debieron tomar decisiones claves para la
orientacin de su vida futura. En busca del orden y de la identidad, haba que reconfigurar el
Estado colonial y construir una nacin. A nivel politico, se planteaban muchas
interrogantes: Que
respuestas no deban buscarse en el vaco, pues los nuevos pases no se formaron de manera
arbitraria: reflejaban divisiones territoriales, instituciones, tradiciones y prcticas del pasado.
que atraviesa todo el mundo occidental. Las reformas borbnicas, segn pone de manifiesto la
ms moderna historiografia, rompen un consenso central: la organizacin pactista, negociada,
del poder, entre las elites locales y la monarqua.181 Desintegrado el poder imperial, este
se recompone no a partir de un Estado preexistente, sino de la mano de la nica base
sociopolitica legtima de la poca: la ciudadprovincia. A partir de ellas, se construyen
alianzas y proyectos nacionales y se levanta la organizacin polticoestatal. Esta recoge
mltiples elementos de la
tales, con su natural concentracin de poder poltico, que influye en el desemperio econmico
pblico y privado, tienen una inercia centrpeta, que con los anos cambi el cuadro de los
Estados que estudiamos.
Las capitales nacionales han terminado cooptando socialmente a buena parte de las elites
provinciales, hasta alcanzar una gravitacin mayor a la que proporcionalmente a su
poblacin les corresponde. Para el Centenario de las repblicas, la centralidad de Buenos
Aires, Quito o La Paz se haba acentuado intensamente y no dej de aumentar en las dcadas
siguientes. Es innegable, por lo dems, que la pertenencia a una unidad politica mayor crea
realidades, sobre todo cuando es apoyada por la deliberada voluntad estatal de
homogeneizar y construir identidad nacional. En los ltimos mios, sin embargo, con la
decadencia del Estadonacin y la recuperacin de las identidades regionales, tnicas y
socioculturales, en especial en el caso boliviano, pero tambin en Ecuador, la tendencia
expuesta puede alterarse. Asistimos, en efecto, a una revisin y, quizs, a una reversin, del
camino que conduce de las provincias al Estadonacin. En muchas provincias americanas,
puede sostenerse que, hoy por hoy, conviven la identidad natural o de origen y la
identidad imaginada, que propicia el Estado nacional. Desde el punto de vista de los
actuales Estados que heredaron al imperio espafiol, su tarea integradora qued tambin
incompleta y ya parece que no podr completarse. Transitamos o ms bien regresamos de un
paradigma que valora la integracin y la homogeneidad, bacia otro que reconoce las
singularidades regionales.
Regis Castelli, en el globo y mapa del mundo que realiz famoso cart-
grafo Martin Waldseemller, en 1507.182 En decenas de planos posteriores y en el gran
poema pico de Ercilla Chile como un todo aparece como una provincia. Tambin sus
fracciones: el abate Juan Ignacio Mofina, a fines del perodo colonial, sefialaba que el
Chile propio, o sea el espacio de tierra situado entre el mar y los Andes, se divide
politicamente en dos partes, en el pas que habitan los Espafioles, y en el que poseen
todavia los Indios. El primero, agrega, se divide en trece provincias, que a continuacin
lista, con su extensin aproximada, su capital y principales rios y puertos. La provincia de
Santiago figura como una ms, pero aclara que en ella est la ciudad homnima, que es
capital de todo el Reyno. Finalmente, afiada que la parte de Chile, que se puede llamar
con propiedad Provincia Espagola, es un angosto distrito que se extiende por lo largo de la
costa desde el desierto de Atcama hasta las islas de Chiloe.55184 En el lenguaje
administrativo hispano colonial, la voz se empleaba para designar territorios de variada
naturaleza. El Diccionario de Autoridades (1737), que corresponde a la primera edicin del
Diccionario de la Real Academia Espaiola, intento asociar el territorio a la funcin
administrativa. Consign que Provincia es la parte de un Reino y Estado, que se suele
gobernar en nombre del Prncipe, por un ministro que se llama gobernador; eludiendo, dice
Chiaramonte, precisar que dase de divisin poltica o administrativa le correspondia, ms all
de su pertenencia a un ente superior. La Ordenanza de Intendentes de
182 Beln Rivera Novo y Luisa Martn-Meras, Cuatro siglos de cartografia en Amrica
(Editorial Mapfre, Madrid), p. 107.
I Por ejemplo, el atlas del cartgrafo holands Cornelius Wytfliet (1597), denominado
Descnjttionis Ptolemaicae argumentum, incluye el mapa Chile Provincia Amplissima.
Igualmente, el mapa Desdipcin de la Provincia de Chile figura en la obra Hechos de los
castellanos
en 7ierra Firme e islas del Mar Ocano, publicado por Antonio de Herrera, en 1601.
I 84 T.. T 4 1. _I _7 I I . I L1 n 1719.
Juan ignaciu iviouna, uompenazo ae ta azstona geograiwa, naturaty cum aet neyno ae unue
(Santiago, Biblioteca del Bicentenario, 2000) (edicin facsimilar de la pub. en Madrid, en
1788), Vol. I, pp. 9-15.
L de los poderes regionales, Historia General de Amrica Latina, vol. VI, La construccin
112
113
ARMANDO CARTES MONTORY
1782, para el Rio de La Plata, que tambin se aplic en Chile, intent acotar el concepto,
sefialando que provincia designaba el territorio
114
r
existi, en cambio, una estructura intermedia entre las ciudades y el reino, que fuera
verdaderamente slida. Las gobernaciones tuvieron, en general, un carcter administrativo y
las intendencias, que debieron cumplir ese rol, aparecen muy tardiamente. La inexistencia
de provincias con capacidad de representacin politica explica la ambigedad de su funcin y
del concepto mismo en la Colonia y durante las independencias. En las postrimeras
coloniales, ya en plena crisis imperial, la Constitucin de Cdiz estableci diputaciones
provinciales. Con ello, dice Manuel Chust, no slo cre un ente politicoadministrativo para
gobernar, administrar, explotar y defender el poder territorial sino que comport una
unificacin del territorio en funcin del concepto provincia.,),187 Se procuraba superar, as, la
dispersin territorial caracterstica del Antiguo Rgimen, en virreinatos, intendencias,
provincias o -reinos, complicada an ms por la jurisdiccin eclesistica y la militar. De esta
forma, a partir de sus asambleas y diputaciones, las provincias comen-
115
ARMANDO CARTES MONTORY
aura tilrlar la rviefir-irlarl rld. la crirla -mira] Cl rir. lac f.111CICIPC TY1F.Y1(11PC
192
1.0 C.A AAAA.A.CAA ACA A LAO AA.A. V A ,A.A4 A lAl ALAJ ACAN -A
LAMA.AA.A.,Al A A Al,A. AV A
las provincias exige tomar ciertos resguardos metodolgicos. De par da, es evidente que los
marcos puramente administrativos o geogrfic
del siglo XIX, Gabriel Cid e Isabel Torres Dujisin, en Gabriel Cid y Alejandro :
los poderes regionales, en Historia General de Amrica Latina, vol. V1, La construccin d
vincias y el poder local. Las bases econmicas, sociales y politicas del poder
region
en Historia General de Amrica Latina, vol. VI, La construccin de las naciones latinoame
1820-1870.
116
Captulo I: El camino de los pueblos a la Nacin
http:
Manuel Mitio Grijalva, Existe la historia regional?, Historia Mexicana, vol. LI,
. 4, p. 883.
Eduardo Cavieres E, Prlogo a la obra de Juan Cceres Murioz, Poder rural y es-
7), P. 11.
117
ARMANDO CARTES MONTORY
las naciones.197
cias se le aplican todas las variantes coloniales. El reino completo, desde una perspectiva
politicoadministrativa, era todo una sola provincia; las provincias luego se asociaron a las
regiones histricas, segn su ubicacin geogrfica y su vocacin productiva; ms tarde se
identificai] con las intendencias, divisin que se mantiene en las primeras constituciones
republicanas. Existe, en todo caso, una relacin de mutuo estimulo
El pais entero resulta, finalmente, tanto del agregado de sus provincias, como de los
elementos polticosculturales comunes que han ido fluyendo, desde la creacin de la repblica,
desde y bacia la provincia capital.
196 Pablo Aravena Nufiez, Memorialismo, historiograflay Poltica. El consumo del parado
en 1
197 Armando Cartes M., Bo-Bo, Bibliografia Histrica Regional (Santiago, DIBAM-Ur
versidad de Concepcin, 2014).
118
Captulo II Chile en 1810: e-P.es provincias o una nacin? Las ciudades de Coquimbo y
Concepcin no son muy inferiores en ~afio a Santiago; y se dice que sus vecinos, por su
continuo trato con extranjeros, y mejores fuentes de informacin, son ms entendidos que
los de Santiago.
en el ck 1818.
En realidad, como elementos polticos capaces de cierta accin, slo existan en Chile la
sociedad aristocrtica de Santiago y el Ejrcito, cuyos jefes ms experimentados y
aguerridos estaban vinculados a Concepcin. El resto del pas era materia inerte, ganado
humano.
tgrafo francs Vaugondy, que muestra el territorio del Chile histrico, dividido 1
dos provincias, Chili e Imperial, ms el territorio insular de Chiloe (Coleccin del auto
CAPTULO II CHILE EN 1810: TRES PROVINCIAS O UNA NACIN?
121
ARMANDO CARTES MONTORY Un Gobierno de
los Pueblos..,
someterlas.
El caso de Chile fue aparentemente distinto. El pais no se vio desgarrado por largas guerras
civiles ni fue el poder atomizado entre caudillos regionales. Esta excepcionalidad chilena
ha sido destacada suficiente-
vlida para el perodo posterior a 1830.198 No se ajusta ala realidad, en cambio, para la
independencia y el proceso de construccin de Estado
198 Vase, Maurice Zeitlin, The Civil Wars in Chile (or the bourgeois revolutions that nevo
z
(Estados Unidos, Princeton University Press, 1984).
2011).
122
Captulo 11: Chile en 1810 7-i-es provncias o una nacin?
y militar que desarroll el sur; a la vez diferente de la actividad crecientemente minera del
norte. En un sentido econmico, social y an poltico, la conformacin histrica de las
provincias, fue ms bien paralela que conjunta o derivada de la accin del centro. Iniciado
el proceso de emancipacin, las elites provinciales del sur, orgullosas y militarmente
fuertes, aunque debilitadas econmicamente; y las del norte, estimuladas por un rpido
crecimiento demogrfico y econmico, participaron activamente en los debates sobre la
forma que deba asumir el naciente Estado y la distribucin regional del poder. La capital no
tena, todavia, la fuerza politica, econmica o militar para imponer una alternativa, por lo
que la negociacin y el compromiso se hacan necesarios. Despus de 1810, el proceso de
larga duracin, casi natural, de construccin de una identidad cultural comn, que se vena
desarrollando, es desplazado por la imposicin deliberada de una identidad nacional, de
contenido poltico, desde el Estado. As se explica el porque, a pesar de sus diferencias, las
provincias descartan de plano el separatismo y postulan inicialmente la confederacin. Ms
adelante, el xito del proyecto homogeneizador de la identidad nacional, impulsado desde
la capital, facilita la consolidacin de su propia hegemonia. En el presente captulo
revisaremos los efectos polticos y econmicos de las reformas borbnicas, en relacin a las
provincias en la transicin republicana. Estudiamos, asimismo, la cuestin de las identidades
polticas y culturales, como factor explicativo de los proyectos autonomistas y los
conflictos de la poca en estudio; y analizamos las bases geopoliticas de la conformacin del
Reino de Chile, desde Coquimbo a Chilo, a
de un ordem Las elites y la construccin de Chile en las polmicas culturaks y polticas del
siglo XIX (Santiago, Ediciones Universidad Catlica de Chile, 2000); Luis Valencia Avaria,
Las banderas de Chile, BACH, N 63, 1960, pp. 14-44, y, del mismo autor, Smbolos
Patrios (Santiago, Gabriela Mistral, 1974); Gabriel Cid, La Guerra contra la
Confederacin. Imaginaria nacionalistay memoria colectiva en el siglo XIX chileno, y
Carmen Mc Evoy (editora), Los
Funerales Republicanos en Amrica del Sur: Tradicin, Rituat y Nacin 1832-1896 (Santiago,
123
~DO CARTES MONTORY
zacin del Estado republicano, pues fue desde sus cabildos, partidos y
plantearon frmulas polticas y an se acord el uso de la fuerza militar. Estos elementos nos
permiten comprender la manera en que los espacios regionales enfrentaron la crisis
monrquica y la construccin de una nacin nueva. Los conflictos interprovinciales, en
definitiva, explican en grau me-1 dida, el difcil proceso de organizacin del Estado en
Chile y su desenlace. La historiografia tradicional, sin embargo, al calificarlos de
localismos, o regionalismos, o bien al centrarse en la fallida experiencia del federalismo
de 1826, que no fue una aspiracin generalizada de las provincias, incurre en un error
fundamental. Consiste en estimar que la temprana consolidacin de un Estado viable en
Chile, antes que en los pases vecinos, se debi a la mera superacin de las pretensiones
provinciales. Sostenemos, en cambio, que fue el compromiso entre todas las provincias,
incluida, por supuesto, la de Santiago, lo que permiti crear e imponer un Estado nacional
dotado de un gobierno eficaz, con jurisdiccin sobre todo el territorio.
124
14.
la Nacin, p. 159.
125
ARMANDO CARTES MONTORY
Un reino de ciudades
En Chile, como en pocas regiones de Amrica, resulta notable la mar ra en que las ciudades
y las provincial originales son claves para ente
de Chile. El control del reino se intent mediante la creacin de ciuc des y su poblamiento,
las que eran dotadas de lurisdiccin y trminc en nombre del Rey. Conquistar era fundar y as
lo entendia Pedro Valdivia, quien tena por gran mrito su labor fundadora.23
lguas, desde el valle del rio Copiap hasta el rio Maule, que luego
ticia e Regimiento e repartido solares e los caciques entre vecinos que han de que
de otubre deste presente ano de quinientos e cincuenta (...) haber sido Goberna
en su real nombre, para gobernar sus vasallos..., y Capitn para los animar
204 Maria Teresa Cobos, La divisin poltico administrativa de Chile, 1541-1811 (Valpa
126
Captulo Chile en 1810 ires provincias o una nacin?
el mismo Valdivia bab prolongado la extensin de Santiago hasta el rio Itata, ante un
requerimiento del Cabildo, decisin que pronto se revirti. Unos anos ms tarde, adems, la
intencin de fundar otras poblaciones, como Quillota y Valparaso, fracasaron por la
resistencia del ayuntamiento de Santiago, temeroso de que se redujese su jurisdiccin y se
le sustrajese vecindario. No obstante, las fundaciones de Mendoza, San Juan de la
Frontera y San Luis de la Punta, allende la cordillera, le restaran territorio. Lo mismo
ocurri con la fundacin de Concepcin, a orillas del mar, en 1550, que fij su deslinde norte
en el rio Maule, restando diez leguas a Santiago. Concepcin, a su vez, perdi territorio con
las creaciones de Chilln (1580) y Santa Cruz de Coya (Millapoa, 1595). Como se aprecia,
las ciudades eran celosas de sus trminos y prerrogativas. Surge, de esta manera, en la
forma de ciudades, la divisin del espacio tradicional, el cual, en el caso de la capital y de
Concepcin, por su especializacin econmica y sus respectivas vocaciones administrativas y
militares, va conformando las regiones naturales de Chile. El predominio de una
produccin acendia su identidad, como ocurre con el gran espacio cerealistico tradicional
del valle central chileno, especialmente desde comienzos del siglo XVIII, que ha estudiado
Marcello Carmagnani. La misma especializacin productiva permite distinguir
claramente, junto a aquela, alas regiones de La Serena, con inclinaciones hacia la minera; y
de Concepcin, ms orientada hacia la ganadera.205 Con los afies, se desarroll una mayor
complementariedad interregional, pero sin que las sociedades regionales perdieran del todo
su fisonoma.206 Las ciudades, entonces y luego las divisiones provinciales
Vase, Marcelo Carmagnani, Les mcanismes de la vie conomique dans une socit colonia Le
Chili (1680-1830) (Paris, S.E.V.P.E.N., 1973).
127
ARMANDO CARTES MONTORY Un Gobierno de los
Pueblos...
dan cuenta del origen y la vocacin productiva del territorio, que man-
Las otras ciudades fundadas dentro del mismo siglo XVI, que alcan-
zan a una decena, no obtuvieron grandes extensiones, ya que la tierra haba sido concedida
a los vecinos de las primeras; pero cada fundacin necesariamente implic asignarles, al
menos, su sitio y su entorno. La excepcin la constituyeron los pueblos establecidos al sur
del BoBo, que fueron ms bien enclaves, marcados por accidentes geogrficos.
Mantuvieron una existencia precaria, constantemente acosados por los indgenas y con una
poblacin escasa. Desde los cabildos que hacan de cabeza de la jurisdiccin, a lo menos
tericamente, se atendia el territorio. Esta funcin le correspondia al tenente de gobernador,
inicialmente y, desde que la Real Audiencia de Concepcin entr en funciones (1567), al
corregidor y justicia mayor, originado en los mismos cabildos. Fueron doce las ciudades
chilenas cabeza de corregimiento, entre La Serena y Castro, incluyendo Mendoza. De
estas, nueve se hallaban de Chilln al sur. Santiago ya se titulaba
128
r
Mie de San Jos, 1921); y Marcial Pedrero Leal, Chilln Vido, capital del reino y cuna de
129
ARMANDO CARTES MONTORY Un Gobierno de los
Pueblos1
Provincias e intendencias
reservaron para los europeos y acab la venta de cargos de la audiencia. Fue, entones, slo
en forma tardia, durante el reinado de Carlos III (1759-1788), que la corona intent
centralizar la monarquia. Son las Ramadas reformas borbnicas, a que ya nos hemos
referido, en virtud de las cuales se crearon intendencias, nuevos tributos y una serie de
otras medidas modernizadoras, tendientes a crear un verdadero imprio, con Espaiia como
su metrpoli. Aunque su impacto se ha relativizado en los ltimos anos, ya que las reformas
estuvieron en prctica poco tiempo y sin la severidad que antes se les atribua, se sostiene
que rompen un consenso central: la organizacin pactista, negociada, del poder, entre las
elites locales y la monarquia. La recomposicin del poder imperial, a partir de 1808, no se
aborda desde un supuesto Estado nacional preexistente, sino de la mano de la nica base
sociopolitica legtima de la poca: la ciudad-provincia. Desde esta, se construyen alianzas y
proyectos nacionales y se levanta la organizacin politicoestatal. Estos colectivos recogen
mltiples elementos de la herencia colonial y de la administracin borbnica. En particular, la
descentralizacin de las estructuras polticas de la primera
etapa de la repblica, ha sido relacionada con la introduccin del
130
siste-
Captulo II: Chile en 1810 Tres provincias o una nacin?
Dice Mrner: Es muy dificil evaluar la contribucin del sistema intendentario porque se le
permiti muy poco tiempo. Indudablemente aumentaron los ingresos
Idel Estado, pero se debera quizs esto ms al adelanto econmico que a las mejoras fiscales?
(...) Por otro lado, se ha sefialado que la introduccin del nuevo sistema de
administracin tuvo un efecto corrosivo. El prestigio de los virreyes y de las audiencias fue
el que sali perjudicado. Siendo esto as, el nuevo sistema habra tenido el efecto, lejos de lo
previsto, de preparar el camino de la IRElependencia. Vase, Magnus Mrner, La
reorganizacin imperial en Hispanoamrica. 1760-1810, lberoromanskt (Asociacin
Hispania), Vol. IV, N1 (Estocolmo, Biblioteca e Instituto de estudios Ibe-
131
ARMANDO CARTES MONTORY
21 As, John Fisher, segn ya vimos, quien estudi el establecimiento de las intendencias en el
Per a finales del siglo XVIII, interpret los levantamientos del Cuzco de 1780 y los de
inicios dei XIX, como rebeliones anticentralistas que no se oponan ai control espanol, sino
de Lima (Vase, John Fisher, El Per borbnico 1750-1824, IEP, Lima, 2000). El tema ha
sido estudiado para el caso chileno, por Jacques A. Barbier (Elites and cadres in Bourbon
Chile, Hispanic American Historical Review 52 (agosto 1972; pp. 416-435).
212 Roto el consenso historiogrfico en torno a las independencias, dicen Chust y rrano,
emergen los sujetos sociales y los grupos regionales ocluidos durante de:
siado tiempo por el manto nacional. (Manuel Chust y Jos Antonio Serrano, Deb,
sobre las independencias iberoamericanas, editores Ahila, Espana, 2007. Una revisin de L
nacin, puede leerse en Jorge Gelman, Director, Argentina, Crisis imperial e indep,
(Lima, Taurus, 2010); y en _Julio Pinto Vallejo y Vernica Valdivia Ortiz de Zral
132
raso, _; ,. -
1!!
111
Tareas que aparecen todas muy modernas y propias del ethos ilustrado. Aunque operaron
slo durante veinticuatro anos, en algunos casos, como fue el de la provincia de Concepcin,
generaron un germen de autogobierno e identidad.215 Segn Cobos, contribuyeron a
ahondar las diferencias existentes entre algunas provincias, Ias cuales quedan bajo
lajurisdiccin de un funcionario (intendente) casi con tanto poder como el del gobernador
del Reino, cuyo mejor ejemplo es Concepcin. Sin embargo, la misma autora, mirando los
hechos desde la perspectiva de 1830, afirma que durante los primeros anos de la
organizacin del Estado, la continuidad de estos espacios administrativos colabor a la paz
social. Se pregunta, en efecto, si ano contribuiran Ias intendencias y sus promotores a que
no se produjera un quiebre institucional y social en los perodos iniciales de la
Repblica?.216 Lo nico que resulta indudable es que son Ias provincias, actuando como
colectivos a travs de sus lites y ciudades principales, actores centrales de una larga
transicin, la que conduce desde el Estado borbnico ai Estado en forma de la tercera dcada
republicana.
133
ARMANDO CARTES MONTORY
de Concepcin en lo eclesistico.2
Durante los mios de vigencia de las intendencias coloniales, las nueve subdelegaciones de
Santiago fueron incrementadas a catorce; en Concepcin pasaron de seis a nueve. Su
administracin qued a cargo de subdelegados de gobernador intendente, pero manteniendo
en sus puestos, en forma provisional y con este nuevo ttulo, a los corregidores de los
partidos. Se regan por la Ordenanza de Intendentes del Rio de la Plata. La intendencia de
Coquimbo surge tardiamente, como obra del Primer Congreso Nacional, el 23 de
septiembre de 1811, acogiendo la propuesta de los representantes de La Serena.218 Qued
a cargo de un gobernador poltico y militar, que deba rendir cuenta al Congreso de sus
acciones. Su creacin perseguia fines econmicos y defensivos y se bas en los partidos de
Copiap, Huasco y Coquimbo. Sus limites eran imprecisos. Segn Cobos, por antecedentes
de mediados del siglo XVIII, el deslinde norte del partido de Copiap corria por una lnea
imaginaria de oriente o poniente, situada alrededor de los 25 latitud sur. El deslinde
meridional de la nueva provincia seria el rio Choapa,
217 A partir de 1784 Chilo goz del estatus de Intendencia; en 17891a Corona espa
218Vakntn Letelier, Sesiones de los Cuerpos Legislativos de Chile (en adelante, SCL) (Sa
go, Imp. Cervantes), Vol. I, pp. 92 y 93.
134
Captulo II: Chile en 1810 iTivs provincias o una nacin?
\,
por los mineros del Norte Chico, que hasta entonces no haba tenido una acogida favorable
por parte de la autoridad politica. Una primera iniciativa, que no fructific, planteaba
transformar la circunscripcin de Coquimbo y Copiap en un gobierno poltico militar, como
lo eran Juan Fernndez, Valparaso y Valdivia, con miras a fortificar el litoral nortino.
Posteriormente, en el ano 1800, un conjunto de vecinos de la ciudad de la Serena, propuso
al Gobernador que se le otorgara la calidad de Intendencia y el rango de Obispado a la
zona. Se perseguia con ello estimular la inversin y el desarrollo de las actividades minera
y comercial. La discusin se prolonga por toda la dcada, sin resultados positivos, en razn de
lo cual, en 1808, el Cabildo de la Serena, decidi elevar una solicitud, ya no a una
autoridad en Chile, sino directamente al Rey, con el mismo propsito de que autorizara el
establecimiento de una Intendencia y de un Obispado en Coquimbo, nuevamente sin
1e3
resultados.219 De estas peticiones, Ulises Crcamo desprende que, ya n esta poca, los
habitantes del Norte Chico mantenan una clara ercepcin geogrfica de su espacio as como
una marcada conciencia
Se encuentra transcrita como anexo documental en el trabajo de Cobos y lleva por pgrafe
Solicitud del Cabildo de la Serena al Rey, para que se establezca la Intendencia de
Coquimbo y se erija un Obispado, afio 1808, Maria Teresa Cobos, El rgimen, pp.
127-134.
135
ARMANDO CARTES MONTORY Un Gobierno de los
Pueblos..
y de las intendencias del siglo XVIII, a las que se les suma Coquimbo.22
136
Captulo II: Chile en 1810 ires provncias o una nacin?
raEn el Manifiesto a los pueblos, expone: Para que se convenza el reino entero de justicia
con que Santiago se revolvi en dos de este diciembre hasta suspender el 11 ercicio de la
ltima corporacin de su gobierno, es preciso desnudarse absolutamen-
de todas las ideas halagefias, sorprendedoras que puede sembrar el partido i la cabala. (...)
Un cuerpo nulo desde el plan de su instalacin no podia corresponder en sus obras sino con
vicios intolerables. Los pueblos elijieron diputados antes de contar el nmero de sus
habitantes i antes de saber el de los que les correspondan. As es que un campo de cuatro
ranchos tuvo tanta representacin como el vecindario mas numeroso i estos, en otra parte,
excedieron el coto lejitimo de su aumento respectivo. Cometi Chile los mismos vicios de
que procede la nulidad de las cortes espafiolas...
137
ARMANDO CARTES MONTORY
Hay dos visiones sobre la gnesis de Chile como pueblo, que ilustra
el baluarte de la implantacin cultural hispnica y base de una socieda nueva. Tras algunas
vicisitudes iniciales, la ciudad pronto se asienta co
que fundaron Concepcin y las ciudades del sur, La Serena dos veces
y las cuyanas de Mendoza, San Juan y San Luis. Se sentia Hamada a ser
sur, que huian de las sublevaciones, como ocurri en 1554, 1598 y 1655, por serialar
algunas coyunturas; o con ocasin de desastres naturales. Muchos abandonaban sus
encomiendas, estancias, siembras y panados, en favor de la seguridad que
tempranamente ofreca la capital del reino,
favorecida comercialmente por Lima.226 Como capital, era residencia del gobernador, de
las familias nobles y los oficiales de caballera. Todas las Ordenes religiosas mantenan all
presencia. Era sede, en fin, de la Universidad, el consulado, la Casa de Moneda y otras
importantes
instituciones coloniales.
226Ya en 1594, una real provisin promulgada en Lima liber de derechos de almojarifazgo a
los productos de la tierra enviados desde Chile, con la intencin de asegurar l permanencia
del reino. La directiva intensific el trfico comercial, proporcionando a Santiago una
prosperidad modesta, pero suficiente para afianzarla como centro de la colonizacin. Para
de Ramn, era esta una obvia selai de que las autoridades del Virreinato haban resuelto
apoyar a la ciudad de Santiago y abandonar su suerte a las dems. (Armando de Ramn,
Santiago de Chile. Historia de una sociedad urbana, Santiago, Ed. Catalonia, 2007, p.
41).
138
Capitulo II Chile en 1810 7i-es provincias o una nacin?
ms seguro del Reino.227 Para esta visin, el reino entero era obra de antiago, como si se
hubiese desgranado de el.
cia fronteriza de tres siglos, en torno a la raya del BoBo, tiene lugar n intenso intercambio
tnico, cultural y econmico, que se reconoce como la matriz de un pueblo original. La
Frontera, que era vista desde
139
ARMANDO CARTES MONTORY
Dos Reinos diferentes, apartados, cari hostiles. Uno de esos reinos era Chile, el nombre
tradicional de las Comarcas del Maipo al Aconcagua, y se extenda desde el Maule al
Paposo. El otro reino era el fuerte de Penco, el reino de la espada, como Santiago lo era de
la toga y la cogulla. Y tan cierto era esto que los antiguos pobladores de la raya fronteriza,
como se observar en todos los documentos oficiales del presente libro, llamaron siempre
Chile Unicamente al pri-
9E1 ejrcito de la frontera, prcticamente el nico del reino en la poca, era sostenido, desde
1604, por un situado anual que se pagaba por las reales cajas del Pedi, de 120.000
ducados, que luego se elev a 212.000. Fue la base de la economia de la Frontera.
140
Capitulo 11: Chile en 1810 Tres provincias o una nacin?
Comarcas que obedecen, sin apercibirse de ello, a una tradicin inevitable. La provincia de
Coquimbo, en cambio, haba mantenido una existencia lnguida, hasta avanzado el siglo
XVIII. Es la poca en que la agricultura de autoabastecimiento empieza a ser reemplazada
por la minera, atrayendo una mayor poblacin. Su principal ciudad, La Serena, conservaba
la fisonoma que haba tendo en los siglos coloniales. Semiaislada por la dificultad de las
comunicaciones, sin grandes horizontes agrcolas, comerciales ni mineros, se mantiene
replegada sobre si misma, conservando y desenvolviendo un alma propia.231 Su escaso
desarrollo provoca el juicio crtico del gobernador Ambrosio OHiggins, quien la recorri en
1789:
Desde la primera visita que di a esa ciudad, no pude reconocer sin admiracin que, siendo la
ms antigua despus de la capital del Reino, se bailara tan , atrasada en vecindad y
edificios, que no se encontraban sino muy pocas casas regularmente construirias y las
dems, incluidas las de la plaza, enteramente adas y con solares sin tapiar.232
El auge minero favorecer el desarrollo urbano, aunque en forma limitada, a partir de 1800.
Ya durante el siglo XVIII, el cobre fue uno de los productos ms demandados por la
Corona, para la fundicin de armas de artillera, accesorios y monedas. Asimismo, la
demanda creciente del Virreinato del Pedi impact la produccin, dinamizando la economia
regional, lo que contribuy a la formacin de una sociedad particular.
230 Benjamin Vicuria Mackenna, La Guerra a Muerte (Buenos Aires, Editorial Francisco
de Aguirre, 1972), p. XLIV
232 Ms. Medina, Vol. 257, fjs. 311 y ss., cit. por Eduardo Cavieres y Hernn Corts,
Historia regional y estructuras socio-econmicas tradicionales: la sociedad agrcola minera
de la Serena en el s. XVIII, en: M. Orellana y J. G. Murioz, El agro colonial (Santiago,
1992), p. 98.
141
ARMANDO CARTES MONTORY
Dos Reinos diferentes, apartados, casi hostiles. Uno de esos reinos era Chile, el nombre
tradicional de las Comarcas del Maipo al Aconcagua, y se extendia
desde el Maule al Paposo. El otro reino era el fuerte de Penco, el reino de la es-
pada, como Santiago lo era de la toga y la cogulla. Y tan cierto era esto que los antiguos
pobladores de la raya fronteriza, como se observar en todos los documentos oficiales del
presente libro, llamaron siempre Chile Unicamente al pri-
229 El ejrcito de la frontera, prcticamente el nico del reino en la poca, era soste
nido, desde 1604, por un situado anual que se pagaba por las reales cajas del Pedi,
Frontera.
140
Captulo H: Chile en 1810 iTies provincias o una nacin?
Desde la primera visita que di a esa ciudad, no pude reconocer sin admiracin que, siendo la
ms antigua despus de la capital dei Reino, se bailara tan atrasada en vecindad y edificios,
que no se encontraban sino muy pocas casas regularmente construidas y las dems,
incluidas las de la plaza, enteramente cadas y con solares sin tapiar.232
El auge minero favorecer el desarrollo urbano, aunque en forma limitada, a partir de 1800.
Ya durante el siglo XVIII, el cobre fue uno de los productos ms demandados por la
Corona, para la fundicin de armas de artillera, accesorios y monedas. Asimismo, la
demanda creciente del Virreinato del Per impact la produccin, dinamizando la economia
regional, lo que contribuy a la formacin de una sociedad particular.
230 Benjamin Vicuila Mackenna, La Guerra a Muerte (Buenos Aires, Editorial Francisco
de Aguirre, 1972), p. XLIV 231 Flector Enrique Daz Olivares, Coquimbo en el proceso
emancipador, Revista Libertador Bernardo OHiggins, alio XIV N 14 (1997) p. 91. Sobre
la evolucin colonial de La Serena, Vase, Domingo Amuntegui Solar, El Cabildo de La
Serena 1678-1800 (Santiago, Imprenta Universo, 1928); y Manuel Concha, Crnica de la
Serena. Desde su
22Ms. Medina, Vol. 257, fjs. 311 y ss., cit. por Eduardo Cavieres y Hernn Cortes, Historia
regional y estructuras socio-econmicas tradicionales: la sociedad agrcola minera de la
Serena en el s. XVIII, en: M. raiana y J. G. Mufloz, El agro colonial (Santiago, 1992), p.
98.
141 ...
ARMANDO CARTES MONTORY
A raiz de las distancias y otros factores, Coquimbo, no jug un rol relevante en la gestacin
de la Primera Junta Nacional de Gobierno ni en las pugnas de poder iniciales de la
independencia.233 Su actividad
233 No puede omitirse, sin embargo, que fue Copiap el primer pueblo en pedir una
de 1817, mostrando as sus inclinaciones politicas por la patria. Dice Sayago: Impa
tado chileno. (Carlos Maria Sayago, Historia de Copiap, Buenos Aires, Ed. Francisc
de Aguirre, 1973).
234 Wase, de Benjamin Vicufia Mackenna, El libro de la plata (Santiago, Imprenta Cer
vantes, 1882) y, del mismo autor, El libro del Cobre y el Carbn de piedra en Chile (Santia
142
Capitulo II: Chile en 1810 ires provincias a una nacin?
del siglo XIX, dice Ulises Crcamo, el Norte Chico representaba una verdadera zona de
frontera septentrional debido a sus particulares condiciones geogrficas. Esto condujo a un
desarrollo histrico original y diverso del denominado Chile tradicional, que representaba
la zona comprendida entre Santiago y Concepcin.235 El incremento de la produccin
agrcola, la expansin minera y el creciente comercio con Santiago, estimularon el aumento
de la poblacin, lo que contribuy a consolidar su estructura econmicoespacial y le permiti
financiar la administracin.236 Para fines de la primera dcada republicana, los nortinos ya
no slo elevan peticiones puntuales, sino que elaboran verdaderas estrategias de desarrollo.
Estas incluyen, segn Crcamo, el fortalecimiento de las instituciones pblicas, la discusin
acerca de los beneficios y perjuicios que involucraba la aplicacin de algunas medidas
gubernamentales, la inversin en actividades complementarias, y la bsqueda de mejoras
tecnolgicas. Esta actividad de las elites nortinas anticipa el rol que jugar el empresariado
minero, a pesar de su aislamiento geogrfico, en los debates politicos a partir de 1820.
y se dice que sus vecinos, por su continuo trato con extranjeros, y mejores fuentes de
informacin, son ms entendidos que los de Santiago.237
v case Jorge rimo noariguez, La pootacion aei Jvorte utnco en et s. A via .i..,a. aerena,
)80). .
143
ARMANDO CARTES MONTORY
tradicional, sin perjuicio de las discontinuidades tnicas y lingsticas que persistieron por
largos perodos. Con la excepcin del archipilago chilote, el territorio se identifica con las
tres provincias histricas, que hemos bosquejado. En ellas, se incubaron las identidades
culturales mltiples, de tipo tnico, religioso o estamental, que fueron caractersticas del
Antiguo Rgimen y de la Monarquia hispana. Sostenemos que fueron dos las ms fuertes y
que, en el especial caso de Chile, ayudaron a configurar tempranamente la Nacin. La
primera es de orden institucional y corresponde a la pertenencia al Reino de Chile; la
segunda es territorial, ligada a lo local y a la provincia.238 En cuanto a la primera, se
trata de una lealtad construida a travs de tres siglos, que involucraba a la figura del Rey, a
la religin catlica y a las autoridades que lo representaban. Iba unida a una conciencia
territorial, que aunque imprecisa en sus limites, se radicaba claramente en el espacio
histrico ya resefiado del Chile tradicional. Por este
lo que es Chile los que lo han perdido (carta de 9 de octubre de 1788, editadas 1
ilustrados, como Manuel de Salas240, produjeron textos que grafican este sentirniento. En
sus escritos y otros elementos fundan autores como Ricardo Krebs241 o Gonzalo Via1242
la nocin de una nacionalidad embrionaria, previa o preexistente al surgimiento del Estado
republicano. Si bien las nociones esencialistas de la nacin han sido rechazadas por los
estudiosos actuales de la construccin del Estado y la nacin, por tratarse de una idea propia
del romanticismo europeo, no apficable al tiempo de las independencias ni a los espacios
americanos243, Chile aparece como un caso distinto y ms dudoso. El pas parece
exceptuarse de la idea de una nacin construida artificialmente desde el Estado, una vez
que este se instala, superada la independencia y la etapa primera de la organizacin estatal.
La homogeneidad racial y cultural del pais, con la salvedad de la regin que el Estado
240 Deda Salas: El reino de Chile (es) sin contradiccin el ms frtil de Amrica y el ms
adecuado para la humana felicidad... En el espacio, desde Atacama hasta la Concepcin,
que es la parte ocupada por los espafioles, jams truena ni graniza, con unas estaciones
regladas que rarsima vez se alteran, sembrado de minas de todos los metales conocidos,
con salinas abundantes, pastos copiosos regados de muchos arroyos, manantiales y rios...
(Escritos de don Manuel de Salas y documentos relativos a l y su
dejandro San Francisco, Naciny Nacionalismo en Chile, siglo XIX, vol I, pp. 3-22.
you,
regional, pp. 147 y 148). Vase, adems, del mismo autor, La cuestin regional
enos Aires, Ed. Sudamericana, 2004) y de Pablo A. Chami, Nacin, identidad e inde-
145
ARMANDO CARTES MONTORY
es heredado, con todas sus complejidades, por el Estado de Chile. Este aborda el desafio
de homogeneizar la nacin, dotndola de un contendo
ditos y vecinos pasan a ser ciudadanos de una nacin abstracta y, por un decreto del
Director Supremo OHiggins, todos los habitantes, incluso los araucanos, en adelante
seran chilenos. Si bien se ha impuesto la tesis de Gngora, que plantea la construccin de
nacin desde el Estado, en la
Pruebas al efecto hay varias. Aunque hubo ambigiiedades, antes que en los pases vecinos,
publicistas como Camilo Henrquez hablaron de
244 Guerra lo atribuye a su aislamiento geogrfico y por la cohesin de una poblacin reducida
y homognea (Tas mutaciones de la identiclad, p. 192). Simon Colher, de manera similar,
sostiene que la rpida consolidacin de un poder central, en los anos iniciales de la
Revolucin, se debe a la homogeneidad del grupo social que lider el proceso, con pocas
excepciones, as como al limitado territorio en que se desarroll. (Simon Collier, Ideas and
246 Estribe, Henrquez, en efecto: Est pues escrito, oh pueblo, que fueseis libres y vent
sos por la influencia de una constitucin vigorosa y un cdigo de leyes sabias, que tuvie
un tiempo de esplendor y de grandeza, que ocupaseis un lugar ilustre en la historia
mundo, y que se dijese algn clio la Republica, la potencia de Chile, la majestad del puei
chileno... (cit. por Ricardo Donoso, Las ideal polticas en Chile (Buenos Aires, Eudeba, 197
p. 39). Sobre la nocin de pueblo, Vase, el concepto de pueblo, en Chile, por Marcos ]
nndez Labb, en: Javier Fernndez Sebastin, Director, Diccionario poltico y social del I
247 Sobre la nocin de patria y nacin, para esta poca, Vase el ilustrativo estue
cisco, Naciny Nacionalismo en Chile siglo XIX, Vol 1., pp. 23-51.
146
r
Entendemos por notables, siguiendo a Norberto Bobbio, a grupos que detentaban el poder
poltico e influencia en el medio en que vivan, no tanto por sus cualidades carismticas,
morales e intelectuales, sino ms bien como resultado de su slida base econmico-social la
que, a la vez, se reforzaba politicaMente por apoyos interesados y clientelares. (Diccionario
de Poltica, Mxico, Siglo XXI, 1991, p. 1065 y siguientes, citado por Juan Cceres, Poder
ruraly estructura social, p. 27).
147
ARMANDO CARTES MONTORY Gobierno de los Pueblos...
25 Sei-laia, sobre este punto, Chiaramonte: en caso alguno existia una economia nacional ni
un mercado interno unificado entre lo que seran las futuras naciones iberoamericanas. Lo
caracterstico era la existencia de espacios econmicos reducidos, ni siquiera lo que hoy
podramos Hamar regionales, generalmente compuestos por una ciudad dominante, sede de
un grupo de mercaderes que controlaban el comercio y la produccin, y su hinterland rural,
y una vida social de similares dimensiones. (...) los lazos de dominacin econmica y social
se tejan en el mbito local, y esto se correspondera con la emergencia de las autonomias
locales que produjo el proceso de las
148
Captulo II: Chile en 1810 iWes provincias o una nacin?
251 Vase H. M. Brackenridge, Viaje a Amrica del Sur (Buenos Aires, Hyspamrica
Ediciones Argentina, 2006).
252 Vase, aime Etchepare Jensen y Mario E. Valds Urrutia, Bandos y actividad politica en
Chile: 1823-1830, Revista Libertador Bernardo OHiggins, afio XII, n 12 (1995).
149
ARMANDO CARTES MONTORY
monarca de derecho divino, por la soberania del pueblo. Pero Chile si()
podia constituir un solo pueblo si el poder emanaba de la representacin nacional con base
territorial. He ah la razn de un Congreso, con las
150
Captulo IL Chile en 1810 Ti-es provncias o una nacin?
profundidad de la brecha que separaba estas regiones entre s, para los contemporneos,
bacia fines del perodo colonial. Esta diferencia, material y cultural, marc un desarrollo
paralelo, que slo se ve forzado a converger en virtud de los eventos dramticos de 1810.
Derivacin de lo expuesto es la impresin extendida, ms andada en la historiografia que en
la historia, de la poca participacin de las provincias en la independencia nacional. Entre
sus mltiples causas hay que mencionar, en primer trmino, el sentido politico con que
escribieron los historiadores liberales del siglo XIX. En su afn de negar valor al pasado
colonial, definieron la independencia como un momento fundacional y, luego, relataron el
progreso y los desencuentros de los republicanos capitalinos, en su gesta por constituir a
Chile en una sola Nacin. No es sorprendente, entonces, que, para varios de elos, la
historia prcticamente termine con el triunfo de Portales. Ocurre con Diego Barros Arana
y, segn veremos, tambin con Claudio Gay. Los eventos del resto del pas aparecen como
perifricos, desligados del acontecer nacional y con poca capacidad de definirlo. Los
actores regionales no comprenden la pica lucha en que est empefada la patria y la resisten
intilmente. Luego de Maip, la historia ya est concluida, en sentido hegeliano y slo falta
pacificar a los que no se conforman con su inevitable desenlace. Las dimensiones de la
resistencia al proyecto independentista, en trminos geogrficos, demogrficos y temporales,
no bastan para alterar el destino manifiesto de la nacin chilena. Esta visin, quizs
justificable en la poca en que la historiografia jug el rol de un dispositivo politico, junto a
smbolos, constituciones y ritos, para configurar un ethos republicano compartido, con el
advenimiento del siglo XX deba devenir obsoleta. Por desgracia, ocurri todo lo contrario.
Alberto Edwards, en La Fronda Aristocrtica, uno de los ensayos ms influyentes del
imaginario intelectual chileno, sostiene lo siguiente: Al iniciarse la revolucin de la
Independencia, el Reino de Chile era de todas las colorias espaflolas, la de ms compacta
unidad geogrfica y social.253 Expresin que descarta, de plano, la diversidad tnica y
regional del pas, lo que finalmente se traduce en que las dife-
zss Alberto Edwards Vives, La Fronda aristocrtica (Santiago, Editorial del Pacfico S.A.,
1952 [1928] ), pp. 21-23.
151
ARMANDO CARTES MONTORY
monarca de derecho divino, por la soberania del pueblo. Pero Chile slc
el nuevo Estado que se organiza. En definitiva, durante los anos de transicin de la Colonia
a la
blica, coexisten las identidades provinciales y una incipiente identidad nacional. Tras las
dos dcadas siguientes a 1810, el Estado central logra monopolizar la identidad poltica,
encarnada en la ciudadana abstracta y en el gobierno representativo de todos los chilenos.
Se consolida, de esta forma, la nacin chilena. Subsisten, sin embargo, las identidades
naturales y originales, que nos vinculan a sociedades regionales, cuya diversidad y riqueza
excede el estrecho mbito de la ciudadana politica.
150
Captulo II: Chile en 1810 Ti-es provincial o una nacin?
profundidad de la brecha que separaba estas regiones entre si, para los contemporneos,
hacia fines del perodo colonial. Esta diferencia, material y cultural, =m un desarrollo
paralelo, que slo se ve forzado a converger en virtud de los eventos dramticos de 1810.
Derivacin de lo expuesto es la impresin extendida, ms andada en la historiografia que en
la historia, de la poca participacin de las provincias en la independencia nacional. Entre
sus mltiples causas hay que mencionar, en primer trmino, el sentido poltico con que
escribieron los historiadores liberales del siglo XIX. En su afn de negar valor al pasado
colonial, definieron la independencia como un momento fundacional y, luego, relataron el
progreso y los desencuentros de los republicanos capitalinos, en su gesta por constituir a
Chile en una sola Nacin. No es sorprendente, entonces, que, para varios de elos, la
historia prcticamente termine con el triunfo de Portales. Ocurre con Diego Barros Arana
y, segUn veremos, tambin con Claudio Gay. Los eventos del resto del pas aparecen como
perifricos, desligados del acontecer nacional y con poca capacidad de defmirlo. Los
actores regionales no comprenden la pica lucha en que est empefiada la patria y la resisten
intilmente. Luego de Maip, la historia ya est concluida, en sentido hegeliano y si() falta
pacificar a los que no se conforman con su inevitable desenlace. Las dimensiones de la
resistencia al proyecto independentista, en trminos geogrficos, demogrficos
y temporales, no bastan para alterar el destino manifiesto de la nacin chilena. Esta visin,
quizs justificable en la poca en que la historiografia jug el rol de un dispositivo politico,
junto a smbolos, constituciones y ritos, para configurar un ethos republicano compartido,
con el advenimiento del siglo XX deba devenir obsoleta. Por desgracia, ocurri todo lo
contrario. Alberto Edwards, en La Fronda Aristocrtica, uno de los ensayos ms influyentes
del imaginario intelectual chileno, sostiene lo siguiente: Al iniciarse la revolucin de la
Independencia, el Reino de Chile era de todas las colonias espafiolas, la de ms compacta
unidad geogrfica y social.253 Expresin que descarta, de plano, la diversidad tnica y
regional del pas, lo que finalmente se traduce en que las dife-
253 Alberto Edwards Vives, La Fronda aristocrtica (Santiago, Editorial del Pacfico S.A.,
1952 [1928]), pp. 21-23.
151
ARMANDO CARTES MONTORY
rencias seran anomalias a corregir, sin trascendencia politica. Menciona, a continuacin, las
tres provincias histricas Santiago, Concepcin y Coquimbo y su situacin demogrfica, pero
advierte, refirindose a la segunda, que su inferioridad social y econmica respecto de
Santiago era mucho ms acentuada todavia. Con Valdivia y Chilo es todavia ms duro,
sentenciando que nada podian significar politicamente. Santiago, en cambio, era la nica
poblacin de Chile, digna de Ilamarse ciudad. Reunia Santiago, afiade, en su seno casi todo
lo que podia significar influencia social, tradiciones de cultura y experiencia
administrativa; expresiones que slo podian halagar a la elite capitalima desde la cual y para
la cual escriba. Para Edwards, Concepcin y La Serena eran poco ms que aldeas, an cuando
reconoca una cierta influencia a la primera, como metrpoli militar de Chile. Con La
Serena, en cambio, fue menos generoso. Realista en la independencia, dice, su liberalismo
posterior estuvo marcado por la soberbia lugarefa. En definitiva, slo la sociedad aristocrtica
de Santiago y el
254 As, con total distanciamento de los hechos, plantea el conflicto entre Santiago y
Concepcin, en 1812, como la lucha ente el civilismo y la espada, entre la aristocracia y la
dictadura; en circunstancias de que fue el sur, liderado por Martnez de Rozas, el que
asumi la defensa del Congreso y las instituciones, cuando aquel fue clausurado, en un
ambiente de creciente militarizacin y caudillismo, encabezado por Jos Miguel Carrera.
Sobre Edwards y su obra, vase, Cristin Gazmuri, Edwards y la Fronda Aristocrtica,
Historia n 37, Vol. I (2004), pp. 61-95; Perspectiva de Alberto Edwards, que rene trabajos
de Ignacia Alamos, Mariana Aylwin, Sofia Correa, Cristian Gazmuri y Juan Carlos
Gonzlez (Santiago, Editorial Aconcagua, 1976); y Ral Silva
255 Vase Francisco A. Encina, Portales (Santiago, Editorial Nascimento, 1964, 2 ed.).
Tomo I, p. 13.
152
Captulo II: Chile en 1810 ires provindas o una nacin?
Rancagua, los penquistas organizaron su propia Junta y los mapuches se sumaron a los
bandos en disputa se trata de que no habran sido parte de la conduccin global del proceso,
ni decisivos en su desenlace. Una visin reduccionista que relega a la historia lugarefia,
esto es, sin significacin nacional, a los eventos provincianos. En esta mirada y usando los
mismos ejemplos, los valdivianos y chilotes eran soldados que integraban el ejrcito realista,
no provincias en armas que celebraban cada derrota patriota como un triunfo propio.
Personajes como Ramn Freire o Joaqun Prieto venan de Concepcin y no representaban a
estas provincias, desconociendo que haban sido elegidos intendente por su Asamblea
Provincial. Y los indgenas, que pelearon en intrincadas alianzas basadas en la geopolitica
de su sociedad tribal, aparecen como motivados slo por el afn de pillaje y saqueo, sin
lgica politica ni consecuencia en su actuar. Esta es la perspectiva que debe ser superada, ms
all del mero enriquecimiento de la relacin documental de los hechos. Ya lo denunciaba
Gabriel Guarda, en 1953, sin que hasta la fecha se corrija: A1 tratar la historia de la
independencia de Chile ha sido comn en nuestros historiadores, centrar la actividad del
movimiento exclusivamente en Santiago y Concepcin. Junto con negar la participacin de
las dems provincias y con restarle consecuencias a los hechos ocurridos en ellas, se ha
negado a afirmar como norma consagrada que mal podan influir en el desarrollo de los
sucesos estando pobladas por un mnimo de habitantes, sumidos en una total ignorancia,
carentes de un concepto definido acerca de lo que era emancipacin y, en fin, de medios
efectivos para hacer trascender sus ideas.256
Se refiere luego a los eventos valdivianos y a sus oficiales, que seran el terror de las armas
de la patria y llegaran a denotar el propio en Rancagua, en su intento de situarlos,
revalorizndolos, en el contexto
153
ARMANDO CARTES MONTORY
bra terminado mejor para las armas de la patria. No fue as. En vez de habrsele permitido
intervenir en el desarrollo de los sucesos, dada
la adhesin de Valdivia en los principios del proceso emancipador, como una solucin
utilitaria a los particulares problemas de la capital y as, en vez de socorrer y alentar a los
que lo haban hecho posible, se les ofici un proyecto desatinado que exigia todo de ellos sin
ningn aliciente en recompensa, haciendo despertar, desde el nacimiento de nuestra
Repblica el descontento entre la capital y las provincias, provocado por el excesivo
centralismo de la primera, que como veremos, desde entonces empez a ejercitarse con
grave perjuicio de la nacin.258
Valdivia, que la prdida de esta ciudad con todos sus equipos fue en gran parte obra de los
gobernantes de Chile y mientras ms adelante se cuidan de resaltar y culpar al realismo de
la plaza, olvidan que ella fue entregada con sus militares, de fervientes convicciones
patriotas y duerios de un cuantioso armamento estratgico, directamente a las manos
realistas por medio de un plan organizado y fomentado por el propio don Jos Miguel
Carrera, que gobernaba en Santiago, transformndola desde entonces y hasta 1820 en el
principal arsenal realista y el ms fuerte baluarte de la reaccin antipatriota.
8 Gabriel Guarda, Historia de Valdivia, p. 214.
154
Captulo II: Chile en 1810 iTi-es provncias o una nacin?
F La consideracin de las provincias como sujetos y las historias regionales, escritas con
mtodo moderno, aportar una comprensin nueva. La regin se est constituyendo, en si misma,
en una categoria histrica dotada de una gran potencialidad explicativa. Sin la carga
ideolgica o poltica de la nacin, sin misin trascendente o limites estrictos, la caracteriza la
plasticidad que resulta de su constante interaccin con el entorno, a partir de conexiones
geogrficas, econmicas, culturales o histricas. Su estudio nos aporta, en palabras de
Guillermo Feli C., la otra faz que no consideran las historias generales y cuyas
conclusiones posibles son insospechadas. La historia de la centrali7acin de la capital, dice,
se desvirtuaria en lo econmico y comercial por lo menos hasta mediados del siglo XIX. Se
veria que las ciudades tuvieron vida propia en su existencia esencialmente agrcola, en las
que prosper una ingente riqueza que el sistema colonial dej florecer libre y
espontneamente, mientras que durante la Repblica el centralismo poltico, por una y otra
causa, y la motivacin de impuestos en lo econmico, principalmente, fue estragando
aquella riqueza. En fin, diversos fenmenos demogrficos, econmicos o culturales se
explicaran mejor, concluye Feli, si se abre el campo cada vez ms nuevo a una
interpretacin de lo que fue la realidad chilena en el pasado, que no es la que arrojan las
historias generales.259 El estudio de la situacin de las provincias y su participacin en
tiempos de la independencia exige el desarrollo de una historiografia regional menos
localista, que dialogue mejor con los eventos generales. Al mismo tiempo, se hace
necesaria una historiografia que considere, pero, sobre todo, valorice adecuadamente los
eventos regionales, a fin de constituir una historia verdaderamente nacional.
155
Capitulo III Las provincias chilenas entre el reino y la repblica
Las ciudades tuvieron vida propia en su existencia esencialmente agrcola, en las que
prosper una ingente riqueza que el sistema colonial dej florecer libre y espontneamente,
mientras que durante la Repblica el centralismo politico, por una y otra causa, y la
motivacin de impuestos en lo econmico, principalmente, fue estragando aquella riqueza.
~~114.,1
Escudo nacional de 1M9. La columna representa el rbol de la libertad y las lias las
provincial de Santiago, Coquimbo y Concepcin. Estuvo vigente hasta Peta& del retrato de
Bernardo OHiggins Director Supremo, por Jos Gil de ( 1821).
CAPITULO III LAS PROVINCIAS CHILENAS ENTRE EL REINO Y LA REPBLICA
159
ARMANDO CARTES MONTORY
administr el pas, lgica que, una vez reinstaurada, permiti reponer orden colonial, ahora en
clave republicana. Fue la misin, autoatrib da y no controvertida, de la provincia capital.
NEIN
w,
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La provincia de Santiago, que se extendia desde Choapa ai Maule, para mediados del siglo
XVII temia algo ms de tres mil vecinos.
La mitad residia en la ciudad capital, que tena entonces unos cinco] mil habitantes, de
todas las condiciones raciales. Estos antecedentes
parte de la zona central o de paz.262 Lo anterior representa una clara diferencia con la
composicin tnica de la regin sur. A principios del siglo XVIII la poblacin urbana de
Santiago haba aumentado a unos 12 mil habitantes. En esa centuria se instala su
preeminencia socioeconmica sobre el resto del reino. Merced a una importante inmigracin
espafrola, se consolida una comunidad de mercaderes enriquecidos, que adquieren ttulos
de Castilla y fundan mayorazgos para legitimar su posicin econmica. Al mismo tiempo,
surge una sociedad burguesa, en sus usos y costumbres, que asoma lentamente a la
modernidad. El bajo pueblo, en tanto, se amontonaba en las barriadas de la Chimba y la
Cafiada.263 Muy crtico de sus costumbres, Vicuria Mackenna sefiala que se dedicaban
casi exclusivamente a la triste exhibicin de sus vicios, la ebriedad de las chinganas, las
juegos de naipes de los garitos (...) El San Lunes naci en la colonia, y de esa suerte qued
consagrada la vagancia despires de la disipacin.264 Consideraba, no obstante, que haba
habido progreso en el disciplinamiento social durante el primer medio siglo republicano.
Durante el siglo XVIII, la capital resultaba cada vez ms atractiva para los habitantes del
reino. Para Gmez de Vidaurre, jesuita exilado nacido en Concepcin, se deba a la
concentracin de caudales y de
262 La poblacin, segn los libros del Sagrario de Santiago, entre 1681-1695, era de raza
espaiiola en un 56% y slo un 14% indgena; el resto era de origen africano (negros, mulatos,
zambos y pardos).
264 Criticaba tambin la ociosidad del pueblo y los largos feriados, hasta completar la
mitad del afio: Adems de los cien dias de descanso que representaban los cincuenta y dos
domingos del afio y sus san lunes, que eran de precepto por el vicio, no se contaban menos
de diecisiete dias de rigorosa guarda, fuera de los siete de semana santa, de los ocho del
octavario de corpus, de los tres de carnaval y pascua chalilones y sancochados, y, por ltimo,
de los cinco que corran desde la Natividad al dia de afio nuevo, que hacan cincuenta dias
ms de inevitable vagancia y ociosidad. Benjamin Vicuila Mackenna, Historia critica,
social de la ciudad de Santiago, tomo II, pp. 532, 533 y 535.
161
ARMANDO CARTES MONTORY
Dificilmente se encontrar ciudad que sea ms abundante de todas las cosas necesarias para
pasar la vida cmoda como la Ciudad de Santiago, concluye,
porque a ms de lo que ofrecen sus campirias, e todas partes concurren a traer lo mejor para
venderlos en ella.265
Para 1800, la ciudad haba alcanzado un tamario muy superior a cualquiera otra del reino,
si bien era bastante modesto, para los estndares europeos. Si en 1748, cuando la visitaron
Jorge Juan y Antonio de Ulloa, media 15,5 cuadras de este a oeste y 7 3/4 cuadras de norte
a sur; sin considerar las barriadas al sur de la Cariada, que conformaban un vasto
suburbio266, a fines de siglo, segn Thaddaeus Haenke, la ciudad haba triplicado sus
anteriores limites, en razn de los grandes arrabales de la Cariada y la Chimba.267 La
poblacin, naturalmente, tambin haba crecido, alcanzando unos cuarenta mil habitantes.268
De esta cifra, de Ramn estima a unos 30 mil como poblacin urbana. Unificando la
poblacin mestiza con la blanca y la de mulatos con negros, podra estimarse, segn el censo
referido, que alrededor de un 80% de la poblacin tiende bacia el grupo blanco, un 10%
bacia el indgena y una magnitud similar bacia el negroide. Estas cifras ilustran el
resultado de
265 Felipe Gmez de Vidaurre, Historia geogrfica, naturaly civil del Reino de Chile
(Santiag
266 Vase, Antonio de Ulloa, y Jorge Juan, Viaje a la Amrica meridional (Madrid, Edicio-
267 Vase Thaddaeus Peregrinus Haenke, Descripcin del Reyno de Chile (Santiago,
Editorial Nascimento, 1942). Ya est establecido, en todo caso, que el texto no fue escrito
por Haenke, sino que por los miembros cientficos de la expedicin Malaspina Jos Espinoza
y Felipe Bauz. As lo aclar en 1944 Gualterio Looser, en un trabajo publicado en la Revista
Chilena de Historia Geografia.
268 Datos precisos slo existen a partir del censo de 1779, que comprendi a todo el
Obispado de Santiago. Para el corregimiento homnimo, se estim en 40.607 habitantes, de
los cuales un 52,49% eran espafioles, un 15,43% mestizos, un 13,43%, indios y un
18,64%, mulatos y negros.
162
Captulo III: Las provncias chilenas entre el reino y la repblica
n proceso de larga duracin, desde mediados del siglo XVII, segn el ual la poblacin chilena
inicia un movimiento al alza, pero que en la rctica significa que la poblacin mestizoblanca
aumenta y la indgena se estagna.269 Hacia fines de la dcada de 1810, la poblacin de
Santiago nuevamente se duplica.27 En un siglo, la poblacin urbana se habra cua-
1 1 1 1 !`I
ca, Vase, Feli Cruz, Guillermo, Santiago a comienzos del siglo XIX Crnicas de los viajeros,
Ed. Santiago Andrs Belo, 2001; Jotabeche, El provinciano en Santiago (Santiago de Chile,
Editora Santiago, 1966); Jos Zapiola, Recuerdos de treinta Mios (1810-1840). Primera
Parte: Santiago, Imprenta de El Independiente, 1872, Segunda Parte: Imprenta de El
Independiente, 1874; Carlos Stuardo Ortiz y Juan Eyzaguirre, Santiago, Contribuyentes,
autoridade.5 etc. 1817-1819 (Santiago, Ed. de la Academia Chilena de la Historia, 1952);
y Jos Toribio Medina, Actas del Cabildo de Santiago durante el perodo llamado de la
Patria Vida (Buenos Aires, Fondo Histrico y Bibliogrfico Jos Toribio Medina, 1960).
272 Vase, Leonardo Len, La otra Guerra de la Independencia: el xodo patriota de Penco,
1817-1818, Estudios Coloniales 3 (Santiago, Universidad Nacional Andrs Belo, 2004),
pp. 349-368.
273 V, Vicente Carvallo Goyeneche, Descripcin histrico-geogrfica del reino de Chile
(Santiago, Imprenta de la Libreria del Mercurio, 1875).
163
ARMANDO CARTES MONTORY
cio imposible de interrumpir y que ha durado hasta nuestros dias.274 Las vicisitudes de la
independencia, finalmente fortalecieron la posicin
Cuando.se anuncian los eventos dramticos de 1810, los vecinos notables se distribuyen
entre los bandos en conflicto: absolutistas o realistas y partidarios de la autonomia o la
emancipacin. Otra disputa se insina muy tempranamente, consistente en la divisin regional
del podei; en torno a la cual se alinean los patricios de las familias principales. En las
diversas etapas del largo camino a la independencia plena, lucharn por imponer la primada
de la ciudad principal sobre el Estadonacin en ciernes. Para afirmar la opcin de un
gobierno autnomo, se fortalece el cabildo, duplicando el nmero de sus regidores y se
promueven conflictos entre el gobernador y la Audiencia, mientras se instalan las redes
conspirativas en las principales villas. Cuando llega el 18 de septiembre de 1810, que
constituye un verdadero golpe blanco o incruento, emisarios de la Junta parten nimbo a
los pueblos, donde sus aliados, tomando por sorpresa o copando a los realistas, consiguen
la lealtad de las villas y ciudades del reino. La Junta deba formarse en Santiago, pues su
misin era suplantar la legitimidad del monarca, representado por el gobernador, por la de
la Junta, que reunia tambin la del pueblo, encarnado por el cabildo y los principales
vecinos. Para todos resultaba evidente, sin embargo, que n haba legitimidad posible sin la
participacin de los pueblos de las provincias, de ah que la Junta se estableciera como
provisoria. La misma Junta, presionada por las provincias, decide luego convocar a un
Congreso Nacional, dotado de mayor representacin territorial. La formacin, ms tarde, de
juntas representativas, esto es, con participacin de Coquimbo y Concepcin, refleja la lgica
provincial que anim las primeras tentativas de formar un gobierno nacional. El grupo
santiaguino trabaj intensamente por consolidar en la capital el poder que abandonaba el
Gobernador. Duplic el nmero de sus regidores, segn dijimos y, luego, duplic ilegalmente
su representacin en el Congreso, llevndola de 6 a 12 diputados. Esta circunstancia,
sumado al carcter mayoritariamente moderado o, derechamente, realis-
164
Capitulo III: Las provincias chilenas entre el reino y la repblica
Cien leguas ms al sur, Concepcin, la capital militar del reino, a comienzos de 1800 podia
dar cuenta de una existencia mucho ms azarosa. Desde su fundacin, debi soportar
constantes embates, en su funcin de cabeza de la penetracin hispana hacia allende el BoBo.
Sede eclesistica y domicilio de los gobernadores durante largas temporadas; un feraz y
extenso territorio y la presencia de importantes familias la haca sentirse acreedora de un
gran destino. La guerra y los cataclismos entorpecieron, sin embargo su desarrollo. El siglo
XVII todavia fue complejo para la provincia entera, en razn de la guerra y la inseguridad.
El siguiente, ms pacfico, fue mucho ms favorable, en virtud de la creacin de la Intendencia
y la fundacin de varios pueblos, como Los Angeles, Quirihue, Rere, La Florida, San
Carlos, Parral, Linares y Cauquenes; al punto de que un historiador eclesistico lo llam de
resurreccin y nueva vida.276 En el ltimo tercio de este siglo, la economia
275 Vase, Paulina Peralta, /Chile tiene festa!, el origen del 18 de septiembre (18101837)
(Santiago, LOM, 2007).
165
ARMANDO CARTES MONTORY
~iill~
ffil
La suspensin del situado, en la segunda mitad del XVIII, oblig a la regin a reducir sus
importaciones y la estimul a exportar. Asume, entonces, el rol de proveedora subsidiaria
de bienes agrcolas para el
278 Marcelo Carmagnani, Les mcanismes de la vie conomique dans une socit coloniale:
Chili (1680- 183 O) (Paris, S.E.V.P.E.N., 1973), pp. 117 y 181.
166
r
causa del tratamiento privilegiado acordado a (Santiago) por la demanda peruana, que
termina por privar a la economia de Concepcin de toda posibilidad de competir.279 Esto
se observa a nivel de circuitos de comercializacin y tambin de fletes y agentes econmicos.
En definitiva, se vuelve una economia complementaria. En el espacio fronterizo, que
representaba el difuso limite sur de la Intendencia de Concepcin, se desarrollaron
interesantes circuitos comerciales entre la economia indgena y la hispanocriolla. La
renovacin historiogrfica de las ltimas dcadas ha revelado la existencia de un nivel de
produccin e intercambio relevante.280 Se han identificado un mbito de comercio a nivel
local, alrededor de las comunidades indgenas y las haciendas fronterizas; otro que involucr
a la Araucana y a las Pampas y un tercero que conect a toda la Frontera con el resto del
Imperio.28 Este intercambio, sin iluda, impact la magnitud del comercio regional, el cual se
cuadruplic durante el siglo XVIII. El desarrollo de la economia regional, que hemos
bosquejado, es importante no slo desde una perspectiva material. Constituye tambin el
sustento de la pretensin autonmica de la provincia y explica el op-
2 Entre los trabajos que reflejan una nueva comprensin de la economia fronteriza, que
favoreci a Concepcin, pueden mencionarse: Leonardo Len, Patricio Herrera, Luis Carlos
Parentini, y Sergio Villalobos, Araucana: La fiontera mestiza, siglo XIX (Santiago, LOM,
2004); de Sergio Villalobos, Vida fronteriza en la Araucana (Santiago, Editorial Andrs
Bello, 1995); Villalobos, Zapater, Aldunate, Mndez, Bascufin, Relaciones fronterizas en la
Araucana (Santiago, Ediciones UC, 1982); Patricia Cerda-Hegerl, Fronteras del Sun La
Regin del Bio Bio y la Araucana chilena 1604-1883 (Temuco, Ediciones Universidad de
la Frontera); Jorge Pinto Rodriguez, Modernizacin, Inmigracin y Mundo Indgena (Temuco,
Universidad de la Frontera, 1998); Leonardo Len, Maloqueros y conchavadores en
Araucana y las Pampas 1700-1800 (Temuco, Ediciones Universidad de la Frontera,
1991).
281 Jorge Pinto Rodriguez, Modernizacin, p. 157. Segn el informe de Ojeda, de 1793, el
comercio activo de los pehuenches con los espafioles consistia en sal, ponchos, plumajes,
bateas, canastos, pellejos, anil, abalorios y alguna mercera (Juan de Ojeda, Descripcin de
la Frontera de Chile, Revista Chilena de Historia y Geografia, N 136, (Santiago, 1968),
pp. 38-72).
167
ARMANDO CARTES MONTORY
timismo con que enfrent los eventos de 1810, que a la postre se mostrl
rrollo cultural que permiti preparar a sus elites, tanto patriotas como monarquistas, para
los debates politicoideolgicos que caracterizaron la emancipacin. Operaron, en efecto,
mltiples centros de ensefianza, repartidos por la provincia. Los conventos regulares
sostuvieron varios establecimientos, donde educaron a novicios y a alumnos seglares, al
punto que puede afirmarse que el siglo XVIII sefiala un auge de la educacin secundaria en
Concepcin,283 afirmacin que es vlida para otras localidades de la provincia.284 Los ms
notables fueron el Seminario de Concepcin;285 la Universidad Pencopolitana, que funcion
en Penco desde 1724, otorgando grados acadmicos, hasta que la devast
nas y las familias de Chilln, pues tuvo una seccin especial para hijc
282 Vase, Armando Cartes M., Auge econmico y autonomia provincial. El caso ,
283 Fernando Campos Harriet, La cultura y la educacin en la Regin del Bio Bio
1990), p. 31. As, los agustinos, establecieron en 1710 una casa de estudios para
los franciscanos abrieron escuda desde principios del siglo y colegio desde 1772; 1
284 De hecho, los jesuitas mantuvieron estudios en Chilln, Rere, Arauco, Valdiv
Castro y Achao. Algunos clrigos seculares fundaron escuelas en Parral, Los ngele
Concepcin y Linares.
286 Vase, Roberto Lagos, Historia de las misiones del Colegio de Chilln (Barcelona,
Herede
ros de Juan Gill, 1908); Misioneros del Colegio de Chilln, Colegio Propaganda Fade
(Santia
168
Captulo III. Las provincias chilenas entre el reino y la repblica
carrera militar, a la que se unan desde muy jvenes numerosas personas [ de distintas
condiciones sociales. Hubo famlias vinculadas por varias generaciones al ejrcito real,
lo que constituye tambin, evidentemente, un factor identitario.287 A principios del
siglo XIX, la regin era consciente de su valer. Confiaba en su potencial econmico y
buscaba estimular el intercambio directo con Buenos Aires, por Antuco y con Lima,
por Talcahuano. Lo conseguiria con la libertad de comercio decretada por la
Primera junta de Gobierno. Su numerosa poblacin indgena y mestiza, definia en
gran medida el carcter fronterizo de la existencia cotidiana. La condicin martima, que
daba lugar a la visita frecuente de decenas de naves inglesas, francesas y
norteamericanas, promovia una sociedad ms abierta e informada y, en vsperas de la
revolucin, la introduccin de las ideas subversivas. La dominaba una elite diversa,
compuesta por miembros del estamento militar, comerciante y terrateniente, pero
unida por vnculos de familia. El sentimiento realista era mayoritario, en especial en
el bajo pueblo; existia, sin embargo, un ncleo fuertemente comprometido con los
proyectos autonmicos, agrupado en clanes familiares.288 Haba desarrollado un
cierta identidad poltica, con ms fuerza a partir del establecimiento de la Intendencia,
en 1786, tan bien servida por hombres como Ambrosio OHiggins, Francisco de Mata
Linares y, aunque en calidad de suplente, el mismo Juan Martnez de Rozas. El
separatismo era la consigna de unos pocos, como Bernardo OHiggins, quien se
desplazaba entre Chilln y Concepcin y su hacienda de Las Canteras, captando
adherentes y esperando el momento para actuar. Cuando se produce la coyuntura de
1810, el grupo patriota brega por la construccin de un gobierno nacional, en el cual la
provincia participe y goce, a su vez, de una cierta autonomia. La emancipacin y la
organizacin dei Estado chileno fueron siempre vistos, por los republicanos del sur, cdmo
una oportunidad de construir un gobierno
87 Sergio Vergara Quiroz, Historia Social del Ejrcito de Chile (Santiago, Universidad de
Jrrutia Infante a la obra de Gustavo Opazo Maturana. Familias del Antiguo Obispado de
169
ARMANDO CARTES MONTORY
La regin del Norte. Chico tuvo un desarrollo ms tardio, a pesar de la temprana fundacin de
su ciudad principal, La Serena (1544). Para mediados del siglo XVIII sus pobladores
eran mineros y agricultores y practicaban, en general, una agricultura de subsistencia, en
los valles frtiles regados por los ros.289 La produccin no superaba las 40 mil fanegas de
trigo, el mismo nmero de arrobas de vino y cantidades menores de aguardiente y cebada. La
produccin agrcola y los animales que se mataban unas 3 mil cabezas de ganado mayor y
unas 20 mil cabras se destinaban al consumo en el partido y en el colindante de El
Huasco.29 Las exportaciones eran reducidas. Se destinaban a Lima unas 2 mil arrobas de
vino y alguns quintales de congrio seco. El gobierno se ejerca por el Subdelegado,
nombrado por el Gobernador del Reino. Sus 23 diputaciones estaban a cargo de un
Teniente o Diputado.
170
&tones
Sobre este partido, Vase de Luis Joaqun Morales Ocaranza, Historia del Huasco
(La Serena, Universidad de Chile, 1981); y de Oriel Alvarez Hidalgo, Huasco de cobre
iap, Universidad de Atacama, Talleres Grficos de la Universidad de Atacama,
; del mismo autor, Freirina, una historia (Copiap, Miranda y Compariia Impre-
1992).
171
ARMANDO CARTES MONTORY
Se trataba de una provincia ms bien ruralizada. Las villas ms importantes eran Copiap,
Vallenar e Illapel.291 La Serena, la principal ciudad, tuvo una existencia modesta. Le cost
mucho recuperarse del impacto que le provoc su destruccin por el ingls Sharp, en 1680.
no del Norte Chico. En la primera mitad de ese siglo, segn deduce Mario Gngora,
estudiando el padrn de 1738, La Serena se distin-
291 Sobre Copiap, vase el libro de J. Broll C., y J. Pinto R., Copiap en el s.
292 Wase Mario Gngora, Urban Social Stratification in Colonial Chile, The Hispan-
172
Captulo 1H Lis provincias chilenas entre el reino y la repblica
294 Eduardo Cavieres, La Serena en el siglo XVIII, las dimensiones del poder local en una
sociedad regional (Valparaso, Ediciones Universidad Catlica de Valparaso, 1993), p. 204.
Luz Maria Mndez, exportacin minera en la macrorregin minera del norte de Chile en la
transicin de la colonia a la Repblica. 1800-1840, en Resmenes de Ponencias (Argentina, V
Congreso argentino-chileno de Estudios Histricos e Integracin Cultural, Universidad
Nacional de San Juan, abril de 2003) y, de la misma autora, La exportacin minera en
Chile, 1800-1840. Un estudio de historia econmica y social en la transicin de la Colonia
a la Repblica (Santiago, Editorial Universitaria, 2004).
jui gc 1 any out. ucL, iras ia 1111C1121. UC IUS parasos anule iiues, M111CTUS y
campe-
+-a IVIIICIILU Lie ia al,UVILlaU Ne IlallalJa C11 uiaitw lie ia 1tca1 twaurustracion ae
1
173
ARMANDO CARTES MONTORY
de San Juan de Dios. Socialmente, sin embargo, no era posible romper la hegemonia
social, econmica y jurdica implantada por los grandes propietarios. El grupo aristocrtico
se mantenia en base a mecanismos de dominacin social tradicionales, tales como la
propiedad de la tierra y las vinculaciones matrimoniales; la proliferacin de pequefios
predios no
174
Captulo 1H Las provindas chilenas entre el reino y la repblica
La poblacin en toda la provincia, para 1810, no superaba las 50 mil personas; no obstante,
se haba duplicado en 40 mios, dando cuenta del auge minero.302 El aumento se explica,
en buena medida, por la inmigracin, lo que explica la masculinidad elevada que aparece en
el censo de 1813.303 La evolucin de la villa de La Serena, en particular, fue lenta y se
caracteriz por la pobreza material y el predominio de funciones econmicas tradicionales
en su entorno. A pesar de ia precariedad, se anticipaba el auge que la caracterizaria en el
siglo siguiente. Para comienzos dei siglo XIX, ya la regin contaba con alrededor de 165
minas en explotacin, de las cuales 67 eran aurferas, 35 argentferas, 61 cuprferas y las
restantes de azogue.304 La riqueza minera trajo el desarrollo urbano. As, el mineral de
Agua Amarga, en virtud del flujo de capital y de poblacin que promovi, hizo posible la
consolidacin territorial de Vallenar. El 20 de octubre de 1812, el Gobierno decret la
creacin de su cabildo, el que se instal en abril del afio siguiente. El autogobierno favoreci
el fomento de la minera y del comercio local. En esos aflos, una coyuntura crtica lleva a
incrementar los vnculos econmicos con la provincia de Santiago. El fuerte estancamiento
de los precios de los minerales provoc una recesin, que se extendi a la actividad
agropecuaria. La situacin caus una descapitalizacin ace-
Sobre el punto, vase el Censo de 1813, levantado por don Juan Egafia de orden de la junta
studiado La poblacin del ,Norte Chico en el s. XVIII (La Serena, 1980), as como la del siglo
ecedente, en La poblacin del Norte Chico en el siglo XVII (Coquimbo, Talleres Grficos
los Keller, si se estiman los riesgos propios de la actividad en la pesca y las minas,
lado al hecho de que muchos jvenes se incorporaron a las fuerzas militares que
aban al sur del Maule. Carlos Keller, El norte chico en la poca de la formacin
l de Chile, Tesis para optar al Grado de Magister en Historia, 2004), p. 11. Para
, Universidad de Chile, 2001). Vase, de Jorge Pinto, Las minas de azogue de Punitaqui
crena, 1981).
175
ARMANDO CARTES MONTORY
lerada, poniendo en peligro, incluso, segn Crcamo, la consolidacin territorial del Norte
Chico.305 Se busc, entonces, como una solucin a la falta de capital, la creacin en Santiago
de sociedades por acciones, de manera de atraer a sujetos acaudalados y de arrogante
espritu a invertir en la.minera de la zona. Esta medida tuvo el doble efecto de promover
un aumento de las relaciones comerciales del norte con la capital del Reino, pero tambin
la subordinacin econmica de la produccin minera. La libertad de comercio, decretada con
presin de los mineros por la primera Junta de Gobierno306, habra favorecido sus
intereses, ya que les permitia ampliar su mercado externo y disminuir sus costos de
insumos importados. El individualismo inicial de los mineros, haba impedido cualquier
forma de organizacin ajena a las comunidades productivas. Con los anos, sin embargo,
fueron adquiriendo conciencia de su peso econmico y comenzaron a cohesionarse en torno
a sus intereses colectivos. Enunciaron planteamientos de orden ms poltico, como la
solicitud de una intendencia, para estimular la actividad extractiva y proveer a la defensa
del territorio costero. El ciclo de auge minero, que tiene lugar de manera coetnea con la
independencia, tiene gran trascendencia poltica. A nivel nacional, contribuye a financiar las
primeras camparias del bando patriota, as como eventos especficos, como la segunda
expedicin de Freire a Chilo. Ms tarde, el mineral de Chariarcillo, descubierto en 1832,
soport en gran parte el peso de la economia nacional y fue clave en la estabilidad de los
gobiernos decenales. A nivel local, la nueva riqueza impulsa el poblamiento de la
provincia norteria y la complejizacin de su sociedad y sus pretensiones polticas. En 1812,
el cabildo de La Serena rechaza el proyecto de Reglamento Provisorio que propone
Carrera, por considerar que no resguarda suficientemente los intereses de la provincia. En
1817, fueron los primeros en pedir que se declarara la indepen-
306 Vase, Carmen Cariola, y Osvaldo Sunkel, Un siglo de historia econmica de Chile,
1830-1930 (Santiago, Editorial Universitaria, 1991).
176
F
dencia.308 Durante los afios siguientes a 1818, los riortefos resintieron la pesada carga
que significaron las guerras de inclependencia sobre la economia local y cuestionaron, en
alianza con Cor-Icepcin, las pretensiones centralizadoras de la provincia central.
Constituida ya su Asamblea Provincial, la provincia devendr un importante actor politico
en las contiendas relativas a la organizacin de la repblica. Haban salido indemnes y en
buen pie econmico del proceso de emancipacin. Se haba configurado una identidad
regional, en un territorio ms poblado y mejor administrado que otrora. Se hallaban
preparados y dispuestos a integrarse a un proyecto republicano, con una ins1vable
condicin: que se respetasen sus pretensiones de autonomia y participacin en el nuevo
Estado nacional.
Al igual que ocurra en otros espacios regionales, la provincia de Valdivia en los siglos
coloniales se caracterizo por el aislamiento del centro del pas. Se afiaden, en su caso, dos
elementos adicionales: el marcado carcter militar de la plaza y sus intensas relaciones con
lima, la capital del virreinato. Desde su repoblamiento, en efecto, en 1645, que da lugar a
la creacin del Gobierno de Valdivia, queda sujeta en todo al Virrey del Per. La reposicin
de la plaza haba sido hechura de los virreyes, segn el padre Diego de Rosales, lo que
explica los fuertes y continuados vnculos. Aunque en breves perodos es cedida su
administracin a los Capitanes Generales de Chile, como ocurri en tiempo del Gobernador
Amat, sigue siendo el gobernador de Valdivia de designacin real, limitndose, de esta
forma, las intervenciones del Gobernador del Reino. No puede olvidarse que las defensas
de la plaza, Ultimamente, tenan una importancia estratgica de alcance continental. La
dependencia virreinal no fue slo politica y militar. Tambin se manifiesta en el plano
econmico, expresado en el Situado, que finan-
309 Vase, Juan Luis Ossa Santa Cruz, La actividad politica de Francisco Antonio Pinto
1823-1828: notas para una revisin biogrfica, Historia, N 40. Vol. I (2007), pp. 91-128.
177
ARMANDO CARTES MONTORY
con Lima, a donde se dirigen los hijos de las familias principales para
fidelista que luego adoptar la provincia ante los eventos de 1810. Est
Hasta avanzado el siglo XIX, fueron Valdivia y Chilo los ncleos de colonizacin ms
australes. El primero se situaba, ms o menos entre los 38 y 41 grados de latitud y limitaba
al norte con el rio Imperial y al sur con el Maipu, el cual lo separaba de Chilo, antes de la
creacin de la provincia de Llanquihue. Su jurisdiccin, que comenzaba en el mar, bacia el
este cruzaba la cordillera y se extendia al lago Nahuelhuapi. Osorno, recordemos, habia
sido despoblado y slo se reinstaura a fines dei siglo XVIII, de manera que Valdivia
constituy el principal ncleo urbano. Basado en mltiples documentos, el arquitecto e
historiador Gabriel Guarda ha podido reconstituiria como una ciudad de doble recinto
murado, flanqueado de baluartes, fosos y puentes levadizos, coro-
nado desde 1774 por dos torreones de cal y ladrillo, obra del finge
Garland, levantndose, intramuros, la sede de los gobernadores o palacio, cuarteles para 700
hombres, hospital y crcel. Contaba tambin con Cajas Reales, Veeduria y Contadura;
Cabildo, almacenes y oficinas pblicas y recoba. Cinco iglesias, a lo menos, se hallaban en
pie para 1790: la Mayor; la Compaffia, heredada en 1767 por los franciscanos; San Juan
de Dios, Santa Teresa y la de la Casa de Ejercicios.m Haba
ejrcito. En la ciudad, operaban hacia 1790 veinticuatro tiendas de comercio. Durante todo el
siglo XVIII mantuvo Valdivia una industria
adems, las fbricas de ladrillo y teja.311 Todo lo cual, contrariamente a lo que se piensa,
dio cierta holgura a la ciudad, mucho antes de los dias de la inmigracin alemana. Durante
los siglos coloniales la poblacin se mantuvo relativamente estable. Era de dos mil almas
en 1712; diezmada por la viruela, no superaria las tres mil personas durante todo ese siglo.
La refundacin de Osorno con vecinos valdivianos represent una sangria. La mayora
residia en el campo, dedicada a las labores agrcolas; en la ciudad, la guarnicin constitua el
grueso de los habitantes. El vecindario lo componan 200 familias. La provincia comprenda
una numerosa poblacin Originaria, la que para 1770 se estimaba en unos 15.000 indgenas,
dis-
Vase, Gabriel Guarda, Cuatro siglos de evolucin urbana. Valdivia 1552-1910 (Valdivia,
Castillo de Niebla bab una fbrica de ladrillos. Vase, Fernando Guarda, His-
, pp. 205-342.
178
179
ARMANDO CARTES MONTORY
fortificaciones, destinadas a repeler ataques de fuerzas europeas, regue ria muclia mano de
obra, la que se remiti de presidios de Lima, Quit
recrea, en 1647, pero tiene muy corta vida. Recin en 1794, en tiempc
registrado a1 afio siguiente. 1.761 individuos habran vendo entre 1645 y 1820, de
cuales 313 fueronespafoles nacidos en la pennsula, las islas Baleares, las Canarias
catlica de Chile, 2006), pp. 38 y 40. Vase, Alejandroj. Wagner Seguei, Fortifica,cio,
314 V, Gabriel Guarda, El gobierno de Valdivia: (1645 1820) (Santiago, BACH, 1974),
Na 88, pp. 117 162.
180
Captulo III: Las provindas chilenas entre el reino y la repblica
316 Gabriel Guarda, En torno ala eleccin de un obispado en Valdivia a mediados del siglo
XVIII, BACH, N 60 (Santiago, 1959), pp. 154 157.
318 Gabriel Guarda, La sociedad en Chile austral, p. 30. Vase, Guillermo Bravo Acevedo,
Setores de la tierra... Los empresarios jesuitas en la sociedad colonial (Santiago, Coleccin
Diumce 5, 2005).
181
ARMANDO CARTES MONTORY
IIIP
los eventos, lo que determina sus lealtades y afiliaciones, en particular durante los anos de
organizacin de la repblica. As, en octubre de 1810, el Gobernador Eagar indicaba al
Virrey Abascal, que slo tena tres consejeros, sin poder contar con otros, atendidas las
relaciones de sangre y afinidad que hay entre los oficiales de este Batalln, Cabildo y
paisanaje.32 Unos meses despus, valientemente, un grupo de vecinos cercanos a Fray
Camilo Henrquez, quien, desde Santiago informaba y motivaba a sus parientes y allegados
en el sur, decidi pasar a la accin. El primero de noviembre de 1811 apresan al gobernador
Eagar y toman el poder para las armas de la patria. La permanencia de Valdivia en el
bando patriota, no obstante, no duraria mucho, en parte consecuencia de dos iniciativas
surgidas en la capital. El plan de defensa del reino elaborado por Juan Mackenna, en
primer trmino, que fue entregado al cabildo de Santiago el 14 de diciembre de 1810,
consideraba la supresin de la dotacin militar y su traslado.322 Esta medida importaba, en
la prctica, la runa de la ciudad y sus vecinos, cuya economia y existencia misma giraba
en torno al ejrcito. Una profunda decepcin, nefasta para la causa patriota, recorri la
provincia al conocerse la noticia. Hasta los ms enardecidos patriotas, dice Guarda:
323
320 Min. Int. Intend. Vald. Tomo I, fjs. 37 v. y 27, cit. en Guarda, G., Historia de Valdiz
p. 214.
Entre los patriotas, por ejemplo, los parientes de Camilo Henrquez lideran el ncleo
independentista. Son figuras principales su tio Gregorio Henrquez y Santilln; su cufiado.
Vicente Gmez: Diego Prez de Arce. marido de su hermana Melchora:
3).
182
183
ARMANDO CARTES MONTORY
Carrera y los penquistas, liderados por Juan Martnez de Rozas. Valdivia formaba parte de
la jurisdiccin de Concepcin y Carrera estaba decidido a privar, a cualquier precio, a aquella
provincia del apoyo de la plaza. Cuando alent alli un movimiento a favor de Santiago, los
partidarios del antigu-o rgimen aprovecharon la circunstancia para retomar el poder.
Carrera, en efecto, envi como agente a un connotado vecino, Pedro Asenjo y Pinuer, quien
soliviant los nimos indecisos. Ofreci recursos que no podia enviar Concepcin, como el
situado remitido e12 de marzo de 1812 a bordo de la fragata Nu,eva Limefria;325 y
obtuvo el apoyo de la oficialidad. El 16 de marzo se consum la contrarrevolucin, pasando
la plaza a manos de los realistas. El acta oficial de las ceremonias, redactada por el
mismo Asenjo, sefialaba que, formada la tropa en la plaza y reunido el pueblo, ste grit lleno
de alegria: Viva el Rey Fernando Sptimo; Viva la Suprema Regencia Espafiola; Viva el
Excelentsimo Sefior Presidente de la Capital don Jose Miguel Carrera; y mueran los
desleales. Muy pronto el Consejo de Guerra percibira el error. El 26 de junio de 1812
acord separarse de la dependencia del reino de Chile hasta que ste reconociera al Supremo
Consejo de Regencia y a las dems autoridades que designaren las Cortes Soberanas. Ms
grave an, declar someterse y agregarse sin excepcin ni reserva alguna, al reino del Pedi, con
entera dependencia a su Excmo. Sefior Virrey y dems superiores Tribunales de Justicia,
Hacienda y Guerra.327 A continuacin reconoci como autoridad inmediata la del
Comandante de Chilo y procedi a nombrar una junta. Los eventos de aquel dia, en
definitiva, dafiaron irremediablemente la causa independentista, entregando las fuerzas y
armamentos de
324 Carlos Guarda, Evolucin social) poltica de la provincia de Valdivia durante la Indepen
(Osorno, Universidad de los Lagos, 2008), p. 58. 325 Archivo dei general Jos Miguel
Carrera, Volumen III, p. 403. 326 Aurora de Chile N 21, jueves 2 de julio de 1812. El
destacado es nuestro. 327 Gabriel Guarda, Historia de Valdivia, p. 235. 328 Diego
Barros Arana, Historia General de Chile, Volumen VIII, p. 548.
184
Captulo III: Las provincias chilenas entre el reino y la repblica
Valdivia deviene, a partir de entonces, un potente foco de resistencia, apoyado por Chilo y
las huestes de Arauco. As, el Cabildo de Santiago alude, en abril de 1813, a las
circunstancias tan crticas y peligrosas en que se halla amenazada la patria y el Reino por
los enemigos invasores de Valdivia y Chilo. Estos resultarn triunfadores en la Patria
Vieja. Slo con la participacin masiva de las tropas extranjeras del Ejrcito de los Andes
pudo consolidarse la independencia, despus de 1817. El ejrcito de la capital, solo, sostiene
Gabriel Guarda, habra sido incapaz de detener en 1818 al del sur, como no haba sido
capaz de hacerlo cuatro anos antes, cuando aguei consum la citada restauracin.329 Las
guerras de independencia, como ocurri en todo el sur, empobrecieron a Valdivia y
dislocaron la economia y la sociedad entera.33 La recaudacin tributaria se redujo a un
tercio de la correspondiente al perodo espao1; algo similar ocurre con la cultura y la
educacin pblica. El largo conflicto fue sostenido con las tropas y el patrimonio de los
habitantes de las provincias australes, ms algunos auxilios del Peru. La sangria de recursos
se vuelve un torrente en 1820, cuando la ciudad es saqueada tras la toma de sus fortalezas.
Con el rtulo de presas de guerra, son vaciados los establecimientos pblicos, particulares y
eclesisticos, de todo aquello que pudiese parecer de algn valor. La incertidumbre se
prolonga por una dcada ms, lapso en el que se suceden cinco revoluciones y dieciocho
cambios en el mando de la provincia, entre ellos, cuatro Juntas, surgidas de tumultos
populares o de la multiforme Asamblea Provincial.332 Puede concluirse, con toda
propiedad, que al igual que Concepcin y Chilo, Valdivia pag un altisimo precio, en trminos
materiales y humanos, por la independencia de Chile. Poco de lo cual ha sido reconocido,
por hallarse en el lado
33 Vase, Carrerio L., La regin austral en la primera mitad del siglo XIX, Revista Lder
(Departamento de Ciencias Sociales, Universidad de Los Lagos, 1996), Afio 2, N 2 y 3.
31 t_ /- r T7 I l 1 ,7 1 nrn\
185
ARMANDO CARTES MONTORY
Como pocas regiones, Chilo refleja la forma compleja y diversa en que la crisis de la
monarquia fue enfrentada en los dominios americanos. Aunque adquiri mayor centralidad
cuando la amenaza de invasiones inglesas por el Cabo de Hornos se hizo inminente, fue
siempre un extremo recndito del imperio. Pobre y desamparado, se pens incluso en
deshabitarlo, trasladando su poblacin a las ruivas de Osorno. Su situacin estratgica oblig a
fortificarlo, a un alto costo, para evitar que se transformara en base de operacin de
escuadras enemigas. A la postre, sin embargo, a pesar de la pobreza y el aislamiento,
Chilo se transformaria en el ms fiero defensor de la corona, cuya cada en 1826, posterior
incluso a Ayacucho, marca el fin del dominio espariol en Sudamrica.
Hoy es un lugar comn sostener que las independencias americana fueron, en buena
medida, guerras civiles. Pues bien, en Chile, las pri- ,
186
Capitulo Ilk Las provincial chilenas entre el reino y la repblica
mil pesos en dinero y 50 soldados veteranos que deban hacer el papel de instructores; antes
de dos meses sali de ah acompailado de un ejrcito. Dos batallones de infantera, con ms
de mil hombres y una brigada de ocho piezas de artillera con 120 soldados para su
servicio, salieron de la isla, decir de Barros Arana.333 Si bien la cifra puede discutirse,
es evidente que la contribucin de Chilo a las armas reales fue importantsima, en varias
fases de la contienda. COmo se conform la provincia chilota? Que explica la lealtad
irreductible de aguei espacio insular a la metrpolis lejana? Segn el abate Juan Ignacio
Mofina, fueron los huilliches, antiguos habitantes de la regin, quienes dieron su nombre a
Chilo, el cual significaria provincia de Chile. Tan dudosa como esta etimologia que
Barros Arana califica de antojadiza334 es su pertenencia efectiva al pas, al menos en el
ltimo siglo colonial. En 1767 pasci a depender juridicamente del virreinato del Pedi y as
continuaba, de hecho, en 1810. No fue incorporada a la repblica hasta 1826, tras varias
expediciones de conquista falida. Hubo incluso un intendente de la isla, Francisco
Hurtado, quien pretendi() que se le reconociera como una provincia ultramarina, no sujeta
al virreinato ni al reino de Chile, sin otra dependencia que la del rey mismo. La autonomia
que pretendi el intendente Hurtado fue apoyada por la poblacin, a pesar de su precariedad
o, ms bien, a causa de ella. El archipielago vivia del comercio de la madera, la salazn de
carne de cerdo y la fabricacin de jamones; ponchos comunes y tejidos de lana, que se
intercambiaban malamente por efectos trados del Per.335 Con Tino cultivado en la isla se
fabricaban telas, que tambin se exportaban. El cultivo de tabaco, en cambio, fue prohibido
en 1781. Segn el navegante Moraleda, el producto se daba muy bien, hasta que por
187
ARMANDO CARTES MONTORY
en los meses de verano, poca en la que llegaban unas pocas naves des-
intercambio era muy desigual, en perjuicio de los chilotes. Hasta el siglo XIX, el
poblamiento y la agricultura se reducan
minos en la Isla Grande, salvo el de tablones que comunic a Castro con San Carlos de
Ancud. La comunicacin terrestre con Valdivia recin se inaugura en 1788, aunque de
manera muy precaria, por las dificul-
tades geogrficas, como las quebradas y los rios y la resistencia de los indgenas a permitir
el trnsito. Con el concurso del gobernador de la plaza de Valdivia, Mariano Pusterla y de
Chilo, Francisco Caros, se intent la compleja obra de unir por tierra las dos localidades. A
fines
de octubre de ese afio, Pusterla envi desde Valdivia al tenente Pablo Asenjo con unos
doce hombres de tropa y algunos indgenas. Abriendo caminos, bordeando la costa y
atravesando los rios en balsa pudieron
llegar a su destino.338
3 Sobre Chilo en el siglo XVIII, vase Vicente Carvallo Goyeneche, Descripcin his-
trico-geogrfica del reino de Chile, en Coleccin de Historiadores y documentos relativos a
la Historia Nacional, tomo X (Santiago, Imprenta de la Libreria del Mercurio, 1876),
siglo XVIII (Valparaiso, Ediciones Universitarias de Valparaiso, 1983), pp. 39-47. 340
Segn Francisco Cavada, la poblacin de Chilo en 1779 era de 23.447 hombres;
188
Capitulo III: Las provindos chilenas entre el reino y la repblica
San Carlos de Ancud, que en 1774 tena 462 habitantes, los triplic
para 1786, negando a contar con 1.245, que vivan en 200 casas. En
y 11.617 indgenas, que habitaban en Chilo, islas adyacentes y tierra firmes. Se cree que al
concluir la primera dcada del siglo XIX, el ar-
prctica, sin embargo, no haba comunicacin martima ni terrestre entre ambas regiones, de
manera que todo deba hacerse a travs de Lima. As, en el afio de 1767, los oficiales de
Concepcin se quejaron ante el capitn general del reino por cuanto haca 27 anos que no se
les remitia cuenta alguna.342 Ello conduca a que los gobernadores de Chilo y las
autoridades locales, como el cabildo de Castro y los corregidores, desarrollaran una gran
autonomia. El ejrcito, las ayudas a las misiones y los oficiales reales se financiaban con el
situado, que vena de Lima y cuyo monto alcanzaba a cuarenta mil pesos, cifra que luego
se acrecent. Sola venir convertido en efectos por los comerciantes de esa ciudad, lo que
perjudicaba a los islefios. En la realidad, no obstante, como tambin ocurri en el resto de la
Capitania, no llegaba con regularidad. Era anual, pero sola arribar con dos o tres anos de
retraso. En 1736 naufrag la nave que traa el situado correspondiente a varios anos. Otro
ingreso de la real hacienda era la media anata, esto es, el derecho que deban pagar los
encomenderos, el cual se mantuvo hasta 1782, ano en que se extinguieron las
encomiendas. Sola pagarse tambin en efectos, como tablas de alerce, por la escasez de
numerario en la provincia, hasta que en 1749 se empez a exigir en dinero. Los indgenas
tributaban 5 pesos por persona, enterados en efectos de su industria, como jamones o
tejidos de lana, aunque costaba mucho cobrarles y la recaudacin era escasa. En 1767,
cuando se cumplian doscientos anos de la fundacin de Castro, es nombrado gobernador de
la isla al capitn de dragones Carlos de Beranger. El nombramiento de un militar
experimentado en las
12 mil eran espatioles (Chiloy los chiloks Santiago, 1914, p. 27). 341n; rha.s f1ft9n_
/.124F1
189
ARMANDO CARTES MONTORY
una descripcin que resulta muy til para conocer el estado de la isla, en 1773, en que la
denomina el antemural de la Amrica Meridional,
seminada por las costas, no hay ms caminos que las mismas orillas
del mar, que slo se pueden utilizar en vaciante, porque la plena mar
coletos con 15 sacerdotes y dos legos.3 Las iglesias, los conventos y los
colegios, el edificio del cabildo y las casas particulares eran de madera, la mayor parte
cubiertas con paja. El vecindario de la ciudad de Castro era numeroso, aunque repartido y
disperso. Los ms distinguidos de sus habitantes, segn Beranger, eran los encomenderos
descendientes de
343 Nicols Anrique R., Relacin geogrfica de la provincia de Chilo por don Carlos de
Beranger
190
Capitulo III: Las provindas chilenas entre el reino y la repblica
La fuerza militar de la provincia de Chilo, por su parte, por el afio de 1782, era de apenas
393 hombres346, pero debe considerarse que siempre fue importante la organizacin de
milicias.
Durante los anos de la dependencia del virreinato dei Per, hubo constantes quejas de los
comerciantes y los indgenas, sobre las dificultades de obtener justicia de la Real Audiencia
de Lima, debido a su lejana. Se acord entonces, por real orden de 1 de octubre de 1780,
solicitar al virrey dei Per el reintegro dei gobierno de Chilo al de Chile. Aunque la orden se
envi incluso a Santiago y a Concepcin, la isla sigui de hecho dependiendo dei virrey hasta
la independencia. La autoridad mxima de la isla era el gobernador, quien tema a su
cargo las fuerzas armadas de la provincia, administraba las cajas reales, perseguia los
tributos que deban pagar indgenas y encomenderos y ejerca el real patronato. Su autoridad
se extendia a todos los aspectos dei gobierno y la administracin de la provincia. La lejana
incrementaba, de hecho, sus facultades: podia ejecutar cualquier acto (y) realizar
nombramientos con la certeza de que no habra un pronunciamiento sobre ello sino a la
vuelta de un par de afos.347 El gobernador como tal, adems, tuvo frecuentes querellas con
el cabildo de Castro, que reunia a los vecinos y encomenderos ms importantes. Aguei
residia en Chacao y luego en Ancud, por lo que sus visitas a la principal ciudad eran
infrecuentes. Dice Olgun que el gobernador era tenido por un forastero, que consideraba a
la provincia como el primer escalafn de su carrera. Si intentaba evitar los abusos con los
indgenas o regular el comercio encontraba la resistencia de los encomenderos y podia ser
acusado a Lima.348 El cabildo de Castro, en cambio, integrado por los vecinos
principales, tuvo fuerte influencia en los asuntos del archipilago. Lo componan dos
alcaides ordinarios y seis regidores, entre quienes haba dos con el ttulo de alcaides de la
santa hermandad. Junto a los primeros, estaban encargados de la admi-
347 Carlos Olgun, Instituciones polticas y administrativas de Chilo en el siglo XVIII, p. 68.
348 Carlos Olgun, Instituciones polticas y administrativas de Chilo en el siglo XVIII, 74.
191
ARMANDO CARIES MONTORY Un Gobierno de los
Pueblos..
349 Diego Barros Arana, Las Campanas de Chilo (1820-1826), p. 34 350 Rodolfo Urbina
Burgos, La periferia meridional Indiana. Chilo en el siglo XVIII, p. 35.
351RepresentaciOn del virrey Croix al Rey. Lima, 16-Mayo-1789. AGI. Lima, 11j
cit. en Rodolfo Urbina Burgos, La periferia meridional Indiana. Chilo en el siglo XVIII, p.
192
ii
V CAJU, rci vetem rranceses en et mar aet our nununiu lig-Zag, 1964); y Armando
Cartes M., Franceses en el pas del Bio-Bio (Concepcin,
193
ARMANDO CARTES MONTORY
sas de la isla. El gobernador compartia la visin del virrey, pues sefial en su informe
de 1773, que toda nacin que poseyere esta provincia le resultaria ventajosa,
conquistaria el comercio de este continente (...) y se liaria duefio de toda Amrica.
Los afio; coloniales pasaron, sin embargo, y, como en Valdivia, jamas ocurri el
temido ataque. Cuando Rega 1810, los islefios poca noticia tuvieron de los eventos de
Chile, la provincia central del reino. Las autoridades de la pennsula y del Per
trataron, con bastante xito, de mantener en reserva los movimientos revolucionarios.
Por eso cuando, en el verano de 1813, una flotilla de cinco naves arrib a la isla, las
fuerzas locales se aprestaron a la defensa contra los enemigos de la corona. Pero no
haca falta. Se trataba de la escuadra al mando dei brigadier Antonio Pareja, que por
encargo del virrey del Per Fernando Abascal deba someter al gobierno
revolucionario. Traa 50 mil en dinero, unos pocos oficiales y 50 soldados veteranos
que deban hacer el papel de instructores del ejrcito que se formaria en Chlo. Logr
plenamente el objetivo de levantar un contingente numeroso, de ms de 1.300
hombres, con el cual se hizo a la vela.356 Aquela provincia pobre, mal poblada,
dice Barros Arana, sustrada al calor y a las pasiones del movimiento revolucionario
de la poca, hizo entonces mucho ms que lo que se podia esperar de ella. Reuni ms de
200 mil pesos y en menos de un afio puso sobre las armas la vigsima parte de su
poblacin.357 El mismo gobernador Ignacio Justis se sumaba a la expedicin, que
zarpara el 1 de marzo. Iba rombo a Valdivia, a culminar sus aprestos militares, para
dirigirse en seguida a San Vicente, donde lega el 26 de marzo de 1813, dando
comienzo a la guerra. La provincia qued agotada tras la partida de la expedicin y las
familias de los soldados en total desamparo. Los chilotes se batieron lealmente y
con valor, pero afioraban volver a su isla, para socorrer a sus ta/ninas y velar por las
cosechas. Se les
356 Las cifras, en todo caso, parecen haber sido menores, ascendiendo a 761 soldados
(Archivo Nacional de Chile, Fondo de Guerra Vol. 8). Los cuadros con el contingente
salido de Chilo, con distincin de batallones veteranos y de milicias fueron publicados por
Alejandro Orellana C., en El desembarco de los chilotes en Chile. San Vicente, 1813
(agosto 2013).
194
Captulo III: Las provncias chilenas entre el reino y la repblica
359 Representacin del Cabildo de Castro Rey. Castro, 19 de noviembre de 1719 (sic)
AGI, Chile, 468; en Rodolfo Urbina Burgos, La periferia meridional Indiana. Chilo en el
siglo XVIII, p. 46.
3 Antonio Quintanilla es autor de unos Apuntes sobre la Guerra de Chile, referidos a las
campafias de la Patria Vieja (Coleccin de Historiadores y Documentos relativos a la
Independencia de Chile, Vol. IV, Santiago, 1857, pp. 161-236) y de una autobiografia,
publicada recin en 1952, en que aborda tambin las camparias de Chilo: Mariscal de
Campo Antonio de Quintanilla, autobiografia (Santiago, Ediciones AUC, 1952). Una breve
biografia de Quintanilla en Campos Harriet, Fernando, Los defensores del Re.); Santiago,
Editorial Andrs Belo, 1958. Otros antecedentes en Jos Toribio Medina, Para la biografia
de don Antonio de Quintanilla, en Estudios histricos, biogrficos, crticos, bibliogrficos
sobre
195
ARMANDO CARTES MONTORY Un Gobierno de los
Pueblos..,
relatar las incursiones infructuosas de Cochrane y Miller y luego las dos camparias que
encabezara Ramn Freire, siendo Director Supremo, en 1824 y 1826, hasta lograr la
sumisin de la isla. Consignemos, si, que en esta larga resistencia es siempre notable la
proverbial fidelidad de la isla al rey, a pesar de la ingratitud de la corona y contra toda
esperanza. La importancia de Chilo, para el Estado naciente y los separatistas
americanos, es ms bien estratgica que politica. Por su posicin geogrfica, podia ahora
constituir una base de aprovisionamiento para una eventual expedicin de reconquista.
Diversas expediciones armadas en corso por Quintanilla, adems, como la del buque Puig,
de 18 cartones, tripulado por oficiales realistas fugados de Buenos Aires, amenazaban
las costas chilenas.361 El propio Director Supremo Ramn Freire debi abandonar
temporalmente el mando para encabezar la expedicin. Simn Bolivar, en fin, elevado a
Protector del Pedi, advierte que recobrar la isla para el antiguo virreinato, si Chile no la
somete prontamente. El monarquismo chilote admite varias lecturas y observaciones.
Desde ya ilustra los diferentes ritmos, niveles de informacin y actitudes frente a las nuevas
ideal y los eventos, que adoptaron los espacios regionales del naciente Estadonacin chileno.
La existencia del archipilago haba transcurrido cari al margen de los nexos sociales y
econmicos que vinculaban a las provincias perifricas con el Chile central. Politicamente,
segn hemos visto, dependi del virreinato, en el medio siglo previo a la emancipacin.
Aunque la hacienda pblica y las cuestiones eclesisticas dependan de los oficiales y el
obispado de Concepcin, las malas comunicaciones prcticamente lo impedan. Todo lo
anterior fue configurando un cuadro de aislamiento que impuls la autonomia. As se
manifiesta tanto en la relacin del cabildo de Castro con el gobernador, como en la relacin de
este con las autoridades virreinales y de la Capitania General de Chile. Como en otras
regiones americanas, el establecimiento de intendencias, con autoridades ms empoderadas y
designadas directamente por el monarca lejano, favoreci la formacin de una
autoconciencia local y una identidad politica. En Chilo, el sentimiento fue compartido por
vecinos, soldados y an por los eclesisticos y una porcin de indgenas
196
Captulo IIL Las provincial chilenas entre el reino y la repblica
y mestizos. Cuando las ideas separatistas formaron gobierno y trataron de tomar el control
del pas, mediante el juramento de fidelidad a la Primera Junta, los chilotes claramente se
situaron en la vereda contraria. Es indudable que el aislamiento, la relacin ms directa con
Lima y la pennsula y el influjo de los eclesisticos influyeron en la opcin poltica de los
islefos. Hay otro factor, comn a otros espacios regionales, que explica su resistencia al
proyecto republicano. La monarquia aseguraba un orden legitimante y la designacin de
algunas autoridades, que frecuentemente eran cooptadas por las elites locales. No seria el
caso si se imponia el separatismo. La centralizacin del poder que, con toda probabilidad
intentaran los revolucionarios triunfantes, atentaria contra el kalbedro que se ejerca en los
espacios subnacionales. As lo presintieron
1850).
197
ARMANDO CARTES MONTORY
todavia registran ias dificultades que implicaba para el proyecto de una na1 cin
homognea y centralizada la resistencia de una porcin tan importante del pas. Cuestiones
como la incorporacin del espacio fronterizo a Chile y de sus habitantes a la ciudadana y la
nacin chilena, provocaron arduos debates. Estos se mezclan, curiosamente, con el uso
simblico y retrico de referentes indgenas en los emblemas y discursos republicanos.
Parece necesario, en consecuencia, mirar la independencia desde allende el BoBo, en
relacin a Ires puntos: la manera en que la Araucana influy poltica, militar y discursivamente
en la conformacin republicana; la percepcin de los sucesos por sus habitantes y su
participacin en elos; y, finalmente, de que
Que papel jug la Frontera en este proyecto? Tradicionalmente se repite que los araucanos
estuvieron con el rey, como se sostena respec-
198
Captulo III: Las provincias chilenas entre el reino y la repblica
En las ltimas dcadas, los estudios sobre la Araucana asumen la lgica de que el deslinde
que separ el mundo mapuche del hispano criollo, durante los dos ltimos siglos coloniales,
fue ms una zona de intercambio econmico y asimilacin cultural, que un limite
infranqueable. La Hamada antropologia de las fronteras contradice la idea de un pueblo
y una guerra salvaje e inmutable.364 Aunque el concepto adolece todavia de una
polisemia que requiere esclarecimiento, resulta til para sustentar estudios antropolgicos y
etnohistricos. Los estudios de frontera tienen larga data; a partir del trabajo pionero de
Frederick Jackson Turner, The Significance of the Frontier in American History (1893),
sobre la expansin norteamericana hacia el Oeste y su impacto en la formacin del carcter
nacional.365 En el caso chileno, han ocurrido interacciones fronterizas, de larga data, en
diversos espacios subnacionales: primero en la zona central, luego en el norte y la
Patagonia. La ms caracterstica, sin duda, es la que se extendi entre el Maule y el
Reloncav. Se trata de una dimensin central de la historia chilena, que explica mentalidades
y diferencias regionales, pero que no ha sido explorada suficientemente. Las
consecuencias del silencio historiogrfico de los espacios fronterizos internos han sido
denunciadas por Sergio Villalobos, con tajante claridad:
364 Vase, Rolf Foerster G., y Jorge Vergara, Relaciones intertnicas o relaciones
fronterizas? Revista de Historia Indkena, N 1 (1996); Sergio Villalobos, Los pehuenches en
la vidafronteriza (Santiago, Ediciones Universidad Catlica de Chile, 1989) y, del mismo
autor, El avance de la historia fronteriza, Revista de Historia Indgena, N 2 (1997).
365 Sobre Turner y los estudios fronterizos, v. de L. Douglas Taylor, El desarrollo histrico
del concepto de frontera, en De historia e historiografia de las fronteras (Mxico, Colegio
de la Frontera Norte, 1996), y Richard Hofstadter, Los historiadores progresistas (Turner,
Bearc4 Parrington) (Buenos Aires, Paids, 1970).
199
ARMANDO CARTES MONTORY
El rasgo fronterizo ha tenido en Chile una influencia muy marcada, que no hemos
percibido porque hemos vivido preocupados de una historia capitalina, oficial y
aristocrtica. Pero desde el momento en que fijamos la atencin en las regiones histricas, se
capta la intensidad del quehacer fronterizo, sus orienta-
ble, en el encuentro de larga duracin entre dos pueblos con grandes diferencias culturales.
Al enfrentamiento blico le sigue una compenetracin progresiva, que da origen a un
mestizaje tnico y cultural muy profundo. El espacio fronterizo que surge se caracteriza por
la violencia y la cjesorganizacin social y su resultado es la formacin de una
institucionalidad y una mentalidad propias, que no se adapta de manera fcil al orden
homogneo que promueve el Estado y el gobierno central. A medida que se instalan en el
territorio mapuche las instituciones republicanas, se producen transformaciones
socioculturales, que se explican mejor con la perspectiva de la alteridad propia de una
relacin fronteri-
za.367 As, escribiendo sobre la Alta Frontera y desde ella el angelino Ral Morris, expresa:
Debemos asumir este pasado y conocer este especial estilo de vida que imper en la
frontera, lo que a nuestro juicio hace ms fuerte el sentimiento de chilenidad y regionalidad.
Los ancestros tnicos de la poblacin, espafiolesindigenas, el sentimiento de hidalgua de los
espalioles, el amor a la libertad de los araucanos, el sincretismo cultural, todo elo nos
identifica y nos hace diferentes por nuestro particular entorno, por la interrelacin tnica, por
contar con una historia propia aunque poco conocida y por vivir por muchos anos lejos del
poder central, contando en cierto modo con una libertad de accin que otras provincias no
tuvieron. Estamos en ventaja frente a la cultura mimtica que amenaza el mundo368.
366 Sergio
367 Una mirada moderna de la frontera sur, desde la etnografia, en Jos Manuel Zavala
Cepeda, Los mapuches del siglo XVIII (Temuco, Ediciones Universidad Catlica de
Temuco, 2011, 2 ed.), pp. 95-106. 368 Ral Morris von Bennewitz, Notas sobre la Alta
Frontera del Bo-Bo (Los ngeles, Impresos Helvetia, 2001), p. 11.
200
Captulo III: Las provincias chilenas entre el reino y la repblica
Sobre estos sucesos, Vase, Crescente Errzuriz, Pedro de Valdivia (Santiago, Imprenta
Cervantes, 1911); Mario Valds Urrutia, El patrimonio de Pedro de Valdivia en Chile,
Ediciones de la Revista del Libertador Bernardo OHiggins (1993); Gerardo Larrain Valds,
Pedro de Valdivia. Biografia (Santiago, Editorial Luxemburgo, 2001); Jaime Eyzaguirre,
Ventura de Pedro de Valdivia (Santiago, Ministerio de Educacin Pblica, 1953); Cartas de
don Pedro de Valdivia que tratan del descublirniento y Conquista de la Nueva
Extremadura (Editorial Andrs Belo, 1991); y de Jernimo Vivar, Crnica de los Reinos de
Chile, Edicin de Angel Barral Gmez (Espana, Editorial Dastin, 2001).
371 Jos Bengoa, El tratado de Quilln (Santiago, Catalonia, 2007). Esta obra, publicada
como apndice del libro Historia de los antiguos mapuches del sur, del mismo autor (San-
201
ARMANDO CARTES MONTORY
la regin con las escasas fuerzas que conformaban las huestes hispaw
caso, no era inferior a 200 mil personas;372 demasiada para el ejrcito hispano criollo,
distribuido en precarios fuertes y pueblos a lo largo de la
Una victoria militar decisiva resultaba ilusoria. Comenzando el siglo XVI, el oro se
agotaba y el frtil Valle Cen-
trai era mirado ahora con inters. La inmensa produccin de plata que
nes. El reino podia articularse con la metrpolis ya no a travs del oro, sino de estos
productos. Era posible, pues, dice Jorge Pinto, abandonar la conquista de la Araucana, sin
poner en peligro la estabilidad de la
tiago, Catalonia, 2007), plantea la tesis de que aquel tratado dividi el territorio
del futuro Chile en dos partes, estableciendo la frontera en el Bo-Bo. En virtud de esto,
llega a la conclusin, a nuestro juicio forzada, de que los mapuche pudieron vivir
independientes durante doscientos cuarenta anos, hasta 1881; en tanto que, sin esta divisin
los indgenas habran durado apenas unas dcadas ms y posiblemente
habran sido liquidados fisicamente.
372 Jorge Pinto apunta que la poblacin de la Frontera pudo oscilar entre los 130 mil
habitantes hacia 1720 y 220 mil en 1800, una poblacin no muy inferior ala del Valle
Central (Jorge Pinto Rodriguez, Produccin e intercambio en un espacio fronterizo.
Araucania y pampas en el siglo XVIII, en Jorge Silva R. y Antonio Escobar O. (eds.),
dios Superiores en Antropologia Social, 2000), p. 160. Toms Guevara, por su parte, para
1800, la estima en unos 230 mil habitantes, desde el Bo-Bo al Reloncav y desde
373 EMGE, Historia del Ejrcito de Chile (Santiago, EMGE, 1980), Tomo I, p. 83. Vase,
adems, Juan Eduardo Vargas, Financiamiento del Ejrcito de Chile en el siglo XVII, Aparta-
202
Capitulo Las provincias chilenas entre el reino y la repblica
374 Jorge Pinto R., La Araucana, 1750-1850. Un mundo fronterizo en Chile a fines de la
Colonia y comienzos de la Repblica, en Jorge Pinto Rodrguez, Modernizacin, Inmigracin
y Mundo Indgena (Temuco, Ediciones Universidad de la Frontera, 1998), p. 13.
375 Sergio Villalobos, Vida fronteriza en la Araucana (Santiago, Editorial Andrs Bello,
1995), p. 209. Es importante, en esta mirada, el texto pionero de Sergio Villalobos, Carlos
Aldunate, Horacio Zapater, Luz Maria Mndez y Carlos Bascufian, Relaciones Fronterizas
en la Araucana (Santiago, Ediciones UC, 1982). 376 Vctor Daz Gajardo,
Disciplinamiento, Miedo y Control Social,
disciplinamiento-miedo-control-social/disciplinamiento-miedo-control-social.shtml (mayo
2011)
377 Para esta perspectiva, es relevante el estudio de fenmenos tales como la araucanizacin
de las pampas, los espacios de sociabilidad, el comercio o la guerra y los tipos
203
ARMANDO CARTES MONTORY
Regar a plantear la desaparicin del pueblo mapuche a travs del mesti zaje, ha recibido
fuertes crticas.378
La Alta Frontera, en particular, cuya capital era Los Angeles, es u buen ejemplo de una
sociedad fronteriza. Ha sido estudiada por el an gelino Ral Morris, quien afirma: durante
el siglo XIX. fue muy dific. lograr que los habitantes de la Alta Frontera, pudieran
obedecer I
leyes del Gobierno Central; para ellos la nica autoridad que acatab o le reconocan valor
era allefe Militar, Gobernador de la Provincia, resto no contaba. La zona se encontraba
conectada con el oriente la Argentina actual, al igual que con los indgenas. La identidad
del hombre fronterizo se consolida en el siglo XIX, no existan fronteras que nos separaran
de la regin trasandina, nuestro pasado regional estuvo estrechamente relacionado con el
Neuqun y con el sur de la Provincia de Mendoza. Siempre existi una relacin comercial con
los Pehuenches que habitualmente reciban sueldo del Gobierno de Chile.379
378 Buenos aportes se han efectuado desde el campo de disciplinas como la ant
vencedores. Historia del pueblo mapuche en la poca colonial (Santiago, Ocho Libros Edito
2009), Tom D. Dillehay, Monumentos, imperios y resistencia en los Andes (Santiago, Ocho
1
bros, 2011); y Margarita Alvarado, Pedro Mege, y Christian Bez, Mapuche. Fotogrq,
204
Captulo IIL Las provincial chilenas entre el reino y la repblica
Po Ricardo Donoso, Un letrado del sigla XVIII, el doctor Jos Penfecto de Salas (Buenos
Aires,
1 Vase, Leonardo Len, Patricio Herrera, Luis Carlos Parentini y Sergio Villalobos,
4 Tema muy bien estudiado por Leonardo Len, ai su obra Maloqueros y conchavadores
)1).
205
ARMANDO CARTES MONTORY
resistencia posterior a los cambios que amenazaba la independencia. Cmo era la sociedad
mapuche, que enfrentaba la penetracin his-
entre los rios BoBo y Bueno, ms uno al norte y otro al sur de esos rios. Siguiendo una
direccin de mar a cordillera, se denominaban La-
385 Segn Jos Bengoa, bacia el siglo XVIII, en la sociedad indgena de la Fronter;
cuenta el comercio fronterizo, pues ste no paga los tributos que sirven de ba
clculos (Marcelo Carmagnani, Les mcanismes de la vie conomique dans une socit c
387 El visitador Juan de Ojeda, quien recorri la frontera en 1793, por encargo (
con los espatioles consistia en sal, ponchos, plumajes, bateas, canastos, pellejc
Revista Chilena de Historiay Geografia, N 136 (Santiago. 1968), pp. 38-72). Ojeda
388 Vase, Jos Manuel Zavala Cepeda, Los mapuches del siglo XVIII, y 1\ilio
206
1-1111.1.1.1.11Captulo HL- Las provincial chilenas entre el reino y la repblica
Ms all de la lengua y de un acervo cultural comn, haba entre los grupos indgenas
profundas diferencias. El Walmapu o territorio mapuche, que inclua porciones de los
actuales Chile y Argentina, ha dicho un autor, a pesar de sus rasgos de homogeneidad y de
continuidad, no constitua una identidad nacional nica, sino que era, ms bien, el territorio
de varios pueblosnaciones.389 Se trataba de comunidades dispersas que habitaban un
amplio espacio. Uno de los factores principales de su diferenciacin, estribaba en la relacin
con la sociedad hispanocriolla y las autoridades del reino. Por centrarse nuestro trabajo en
la situacin de esta etnia frente a la constitucin del Estadonacin, hemos optado por hablar
genericamente de pueblo mapuche, haciendo
las distinciones necesarias cuando resulte indispensable. Los diversos lof procuraban
mantener su autonomia, en el marco de los grandes butalmapus. Los lonkos regan sobre
sus familias extendidas y establecan alianzas polticas o militares, que les permitieran
extender su poder. Estaban sujetos a los consejos de caciques, encabezados por el
Nidollonko, cuya influencia se extenda a nivel regional. Esta estructura no se acomoda a la
forma piramidal de un Estado tradicional, pero tampoco corresponde a unidades separadas
como tribus; ms bien se presenta, dice el historiador mapuche Pablo Mariman, como con-
unirse como un cuerpo, aunque sin presentar una cabeza aparente. Los mios de paz
permitieron a diversas zonas de la Frontera alcanzar
y Fernando Torrejn, La Regin del Bo- Bo, un espacio, una historia (Universidad de
3ncepcin, Eula, 1993), pp. 8 y 10.
Winka. .! Cuatro ensayos de historia nacional mapuchey un eplogo sobre elfitturo (San-
Cualquier viajero que se limite a observar el trato interior del indio chileno, su bienestar
fisico y Ias comodidades de que goza, su juicio y su buen sentido, su cordura y su
hospitalidad afable, no lo tomar por cierto por un salvaje ni brbaro; antes, por el contrario,
lo consideraria aventajado a algunos pueblos del mundo cristiano.393
Es evidente que lenta, pero inevitablemente, los mapuches haban abandonado su condicin
de recolectores, por una economa basada en la carne y los textiles, interdependiente del
mundo espanol. Haban incorporado animales domsticos, trigo y otros cereales.
Desarrollaron,
312 Pablo Mariman, Sergio Caniuqueo, Jos Milaln y Rodrigo Levil, Escucha, Winka...!
Cuatro ensayos de historia nacional mapuchey un eplogo sobre elfuturo , p. 55.
and W Burnside. 18411 v Edmond Reuel Smith (Los araucanos o notas sobre una gira je
tuada entre las tribus indgenas de Chile Meridional, Santiago, Imprenta Universitaria,
1914
Una relacin comentada de viajeros dei siglo XVIII y XIX, en: Armando (-
Valparaso, 2010 y en el libro, dei mismo autor, Viajeros en tierras mapuches (Tome tonal
AI Aire Libro, 2013).
sss Luego que una disciplina bien ordenada en nuestras fronteras, -dice Aleia
Malaspina, quien recorri la rezin, durante su viaje por la Amrica dei Sul, rc
entre 1789y1 794- les ha asegurado (...) dei pacfico sistema que eu el dia se ha
Y _ - u11
Ii
han dado todas las senales de sumisin y de amistad que pudiesen combinar
roco; nos han hechos repetidas veces jueces de sus pequenas desaveniencias; fi.ente,
abandonando casi de un todo su vida militar, se han inclinado ms y ms
politico del pas comprendido entre Chilo y Coquimbo, en Rafael Sagredo Baeza Y Jos
Ignacio Gonzlez Leiva, La Expedicin Malaspina en la frontera austral del Imperio
&panol Santiago, Editorial Universitaria, 2004, p. 557).
Sobre los parlamentos, su funcin y organizacin, puede verse: Luz Maria Mn-
ncepcin, Ediciones Escaparate, 2002); yJos Manuel Zavala Cepeda, Los mapuches
?o x VIR, pp. 141-167. cardo Donoso, El Marqus de Osorno don Ambrosio OHiggins
1720-1801 (Santiago,
209
ARMANDO CARTES MONTORY
claro para Ias autoridades. Los circuitos comerciales intertnicos eran un instrumento idneo
para mantener la paz y favorecer los intereses imperiales. Al punto de que Jorge Pinto
llega a sostener que fueron el mecanismo de que se valian las autoridades hispanocriollas
y los agentes no indgenas de la vida econmica para extraer del mundo indgena los
excedentes, que en el Per y en Mxico obtenan corregidores y alcaides mayores.399
Constituyeron, por lo mismo, una estrategia propiciada por Ambrosio Higgins, desde ias
diversas posiciones que ocupara en la administracin dei reino. Emulando el decreto de
Libre Comercio de 1778, promulg en Concepcin el 14 de marzo de 1796, siendo ya
gobernador, el Reglamento de Libre Comercio con los Indios, que dispona amplia libertad
para comerciar por ias distintas plazas fronterizas. Previa autorizacin del Rey, se daba con
ello cumplimiento a los acuerdos dei Parlamento de Negrete, celebrado tres anos antes.40
La misma eficacia de la articulacin de la economia fronteriza a los circuitos no indgenas
favoreci su supervivencia, cuando ias reformas
informe dei fiscal Salas, a que nos hemos referido.402 E1 espritu de los tiempos,
representado por informes y misiones cientficas, por la crea-
398 Ricardo Donoso, El Marqus de Osorno don Ambrosio OHiggins 1720-1801. pp. 238
239. 399 Jorge Pinto R., Laformacin dei Estado, p. 59. 400 Ricardo Donoso, El Marqus
de Osorno, p. 240.
402 Incluso los parlamentos servan a los propsitos de este ingente comercio
ponchos, con los que salen muy ufanos (Ricardo Donoso, Un letrados, 1
1:1
cepcin, alcanz, pero sin trastocar todava el espacio fronterizo, que lleg casi intacto a 1810.
La ausencia de un mercado propiamente tal
cales.
;iene, en efecto, Juan Mackenna: Inmediato a Concepcin entra a la mar el )bo, que forma
la lnea divisoria o frontera de los indios brbaros (...) los exprecuerpos de milicias han dicho
repetidas ocasiones que slo necesitan licencia,
el pas habitado por dichos naturales. No dudamos que bien dirigidos la ve-
estamos lejos de insinuar se admita semejante propuesta: demasiado han los infelices
indgenas; se deben reducir s, pero segn los preceptos de
), tomo I, p. 158.
210
211
ARMANDO CARTES MONTORY
con las redes indgenas del sur, representada por el comercio de cuer
405 El afn por anexar las tierras meridionales, a fin de consolidar el Estado centi
do, generalmente se sita a mediados del siglo. Para Paulina Peralta, sin emba
actitud es posible de identificar desde los albores del proyecto nacional repu
ni por la fuerza. El fallido intento del Estado nacional por incorporar a los
XIII, Vol. I, 2009, p. 59). En cualquier caso, para mediados de siglo, sur
se dirijan bacia esa parte (el sur), la ms rica y extensa del territorio. (Cit. por
ria Gallardo P., Hroes indmitos, brbaros y ciudadanos chilenos: el discL
212
Captulo III: Las provincial chilenas entre el reino y la repblica
xcepciones, como aliados de los realistas; situacin que a los patriotas e la primera hora les
resultaba incomprensible y que ms tarde traera
rido Casanueva, no olvidarn jams esa alianza, a su juicio contra natura, argumen-
recurrente que ser esgrimido a lo largo del siglo XIX en contra de los mapuche
natos en tierras buenas. Visin y concepcin del mapuche segn las elites
cribe Benjamin Vicuila Mackenna: Aringuna diplomacia, excepto la del boi-irl., impera
lnimo (La Guerra a Muerte). Para 6, los araucanos fueron realistas por el afn de
nservadora y prohispnica del siglo XX -Encina, Eyzaguirre, Campos Harriet, han reiterado
la interpretacin reducida al pillaje y las venganzas de sangre
91S_
ARMANDO CARTES MONTORY
entre la raza espailola i la indiana, entre los vencedores i los vencidos, sino i
tre dos porciones de la raza conquistadora, entre los individuos de una misr
familia (...) Los que alzaron la bandera de esa justisima i gloriosa rebelin 1
cluye, debe considerarse en rigor una diferencia promovida por los esparic
de Concepcin, 2012).
214
Capitulo IIL Las provincias chilenas entre el reino y la repblica
critica sobre la participacin de las huestes mapuches en la guerra. Sus intereses y el bando
que adoptaron eran condicionados por el botn y los codiciados regalos que se les
prometan. Reconoce, eso si, que su adhesin era de importancia suma en esta guerra; y que
su involucramiento fue fundamental para el desenlace de ciertos episodios, como la cada
de los fuertes de Santa Juana y Nacimiento, despus de 1813 y con elo la perdida para los
patriotas de toda la porcin del territorio que stuvo sometida a su dominacin al otro lado del
BoBo.413 En una
Labriel Salazar, Construccin del Estado en Chile (1800-1837) (Santiago, Editorial Sud-
rericana, 2005).
Cotizai Vial Correa, Chile, cinco sigla de Historia (Santiago, Editorial Zig-Zag, 2009),
tomo I.
1 el Colegio Propaganda Fide de Chilln, a los 24 mios. Entr luego territorio arauca-
ii donde permaneci casi dos dcadas al servicio de las misiones. Ali tuvo oportunidad
cer las costumbres y la lengua mapuche. Escribi una pequeria obra titulada La
s. creencias y costumbres de los araucanos en Chile. Fue publicada en Buenos Aires, con
opologa, 1944).
215
ARMANDO CARTES MONTORY
obra temprana sobre Vicente Benavides valora la adhesin a la patria de los angolinos
como decisiva, al punto que gracias a ella y a las divisio-
nes entre los indgenas, es que aquella guerra se pudo concluir con tan
en la violencia y en el carcter local de los eventos, han sido rectifi cadas, en anos
recientes, con la incorporacin de perspectivas nuevas
de C hacabuco.
414 Diego Barros Arana, Estudios histricos sobre Vicente Benavidesy las camparias del
sur 1818-11
p. 19. Se trata del primer trabajo de Barros, escrito a los veiaste alos de edad.
416 ...Los mapuches haban sido los genuinos arquitectos de la poltica de parla
tos, escribe Leonardo Len, modalidad institucional que tiene sus races ms pr
tante esfuerzo por forjar la paz (Leonardo Len, OHigginsy la cuestin mapuche,
216
Captulo III Las provincias chilenas entre el reino y la repblica
de convergencia por los grupos cuyos intereses se cruzaban en aquella hora: patriotas,
provincianos y realistas. De esta forma, se sucedieron,
entre 1811 y 1825, varias parlas, que concluyeron con la reconstitucin de las relaciones
fronterizas, una vez superada la coyuntura ms critica de la emancipacin.
t17r
(Bogot, 2006), pp. 83-114; Luz Maria Mndez, La organizacin de los par-
217
ARMANDO CARTES MONTORY
causa del cambio de gobierno. Los indgenas declararon que celebraba las irmoNTaciones
y que deseando cooperar a su sostenimiento, estaba prontos a enviar un contingente de
seis mil guerreros para defender
nuevo gobierno, sin ms pago que los vveres necesarios para su mante
nimiento.42
Aurora de Chile:
cooperacin activa y enrgica. Se prest juramento ante el Ser Supremo de cumplir fielmente
las promesas; y despus de proclamar todos Viva la unin:
Vivan los Araucanos: mueran los enemigos, se disolvi la Junta con la salva
acostumbrada.421
tera. A las cuales se sumaban prcticas tradicionales, como los caciques a sueldo del erario
real, la accin de comisarios y lenguaraces y los beneficios propios del comercio fronterizo.
Tampoco bastaba el ascendiente sobre los indgenas de hombres como Luis de la Cruz,
Gaspar Ruiz, Manuel Bulnes, Andrs de Alczar o del mismo Bernardo OHiggins. Estos
lideres de la revolucin, dice Guevara, cometieron un grave error descuidando desde el
principio la propaganda entre los araucanos, el trato amistoso i cordial con ellos, en
especial al dejar a sus espaldas una poderosa mquina de guerra que perteneca a los
realistas. La
desatencin de los pagos y del orden fronterizo, que origin el proceso revolucionario,
convenci a los indgenas de que el sistema patriota se derrumbara y sus sostenedores
sufriran consecuencias i represalias terribles.423
que dejaran traficar sin dificultad por sus tierras a los partidarios del ey, los que
dispondran de pasaportes. Reuniones menos concurridas
mteriza.
Para las autoridades virreinales, resultaba evidente la importancia contar con sus aliados
indgenas. Apenas desembarca en Arauco la
es de esa poca.
219
ARMANDO CARTES MONTORY
los realistas reconstituyeron sus redes fronterizas y reclutaron a varios caciques para
reforzar sus apoyos. El jefe espafiolJos Ordfiez, entonces intendnte de Concepcin, celebr,
en 1816, un nuevo parlamento, para precaver la presencia de agentes patriotas en el
espacio surefio. El encuentro tuvo lugar en Los Angeles, en diciembre de aquel ano y a l
concurrieron miles de mapuches de las diferentes regiones dei Gulumapu. Durante toda la
Mamada Patria Nueva, a partir de 1817, los patriotas intentaron fortalecer sus vnculos con
los caciques. Curiosamente, en los planes continentales para liberar Sudamrica,
propiciados por Francisco de Miranda, con apoyo ingls, ya estaban considerados.42 La
tarea no era fcil, pues los mapuches y gran parte de la sociedad regional no miraron con
simpatia el proceso emancipador. Mientras que los lideres politicos queran incorporarlos a
un proyecto de nacin, la gran famlia chilena que se estaba formando, los comandantes
republicanos buscaban el apoyo militar de los butalmapus para engrosar sus fuerzas. Para
los realistas, en cambio, se trataba de revitalizar los lazos previos, garantizando las
cuestiones que eran claves para los mapuches: el reconocimiento de la autoridad de los
lonkos sobre sus respectivas comunidades, la autonomia territorial y las ventajas tributarias
que otorg la monarquia ai Gulumapu.426 De esa forma, podran afianzar su antigua
alianza politica y militar, contra los enemigos de la corona. Los lonkos,
425 Entre los diversos planes trazados por los revolucionarios, se halla el Plan Maitland,
recin descubierto en 1981 en Escocia. Su objeto era la captura de Buenos Aires y Chile,
para luego cruzar los Andes y emancipar Per y Quito. Fue propuesto en
1800 por Thomas Maitland ai gobierno ingls de Wiffiam Pitt el joven y guarda gra
des semejanzas con el seguido por Jos de San Martn, a partir de 1817, por lo que
una etapa chilena: en su versin definitiva, propona que una fuerza deba partir 1
comunicacin con Ias fuerzas de Buenos Aires. Para ejecutar el plan, era neces
nal de Quilmes Ediciones, tercera edicin, 2001). 426 Leonardo Len, OHigginsy la cuestin
mapuche, p. 39.
220
- Uem
1.
ca,
por su parte, perseguan restaurar la vigencia del protocolo fronterizo, a travs de los
parlamentos y, de acuerdo a los prcticas del admapu, asegurar su supremaca en los
conflictos intertribales. Para ello, deban elegir con cuidado sus aliados winkas, frente al
cambiante escenario de la guerra. Como se ve, sus dilemas eran tanto militares como
polticos. Despus de la batalla de Chacabuco, en febrero de 1817, los espafoles se
atrincheran en Talcahuano, a esperar refuerzos de Lima y con el fin de aprovechar los
recursos y apoyos de la regin sur.427 Bernardo OHiggins, siendo ya Director ,Supremo,
encabeza la campana e instala en Perales, frente al Morro, su campamento para el largo
sitio. De esta poca, la historiografia tradicionalmente destaca ciertas medidas de
gobierno del Libertador, como la eliminacin de los ttulos de nobleza, la creacin de la Orden
al Mrito y, sobre todo, la proclamacin de la independencia, sobre un tambor, en aquel
precario campamento. Ese lluvioso invierno del 17, sin embargo, fue tambin uno de
intensa actividad militar. Hubo dursimas incursiones hacia la regin costera de los
lafkenches y acciones de inteligencia y sabotaje; OHiggins hizo, incluso, desocupar toda la
costa, desde Tom a la Boca del Itata, hasta diez leguas tierra adentro, para evitar que se
remitieran auxilios a los realistas, para impedir el apoyo a los sitiados.428 Hacia el sur, la
actividad militar y poltica se orientaba naturalmente hacia los mapuches. Desde
Concepcin, OHiggins, gran conocedor de las lgicas fronterizas, remiti una proclama, en
mayo del 17 y luego, en agosto, Ias bases de un posible acuerdo. Estos documentos
buscaban atraer a los indgenas a las filas de la patria, poniendo fin a su colaboracin con
los realistas; olvidar las rencillas e incorporarlos como hermanos al pro-
221
ARMANDO CARTES MONTORY
Un Gobierno de los
bir de Arauco y del sur del BoBo. As, la proclama, signada el 19 mayo en el Cuartel
General de Concepcin, expone en parte:
Habitantes de Arauco:
Vosotros formis una preciosa porcin de Chile, y estoy seguro que no abana
naris vuestro suelo por fugar en pos de unos hombres que nada tienen soI
Animado del justo deseo de atajar las calamidades de una guerra destruc
mente con aquellos que seducidos por los esdavos de Esparia, han
Habr una paz eterna y duradera entre este Gobierno y sus sbditos
las Naciones que habitan desde la otra Banda del Bobo hasta los cor
la Tierra.
222
r
()
En fe de lo cual firmo los presentes artculos, signados con el Sello del Estado y
refrendados por mi Secretario de la Guerra, en la Plaza de Concepcin, a 3 de agosto de
1817, Bernardo OHiggins.43
Irecan como un tercer actor, que no deba confundir sus intereses con
Se insina, de esta forma, la politica del naciente pas hacia los ma-
rdo OHiggins, Artculos de Paz pecha por el Director Supremo a los mapuches, signados
223
ARMANDO CARTES MONTORY
siana, 1980).
fue acompariado por dos flanas pehuenches, del linaje del toqui Leviant de ] gran aliado
de su padre (Leonardo Len, Los OHiggins y la cuestin
Arana. Estudios histricos sobre Vicente Benavides v las cambafas del sur 1818-1822
Julio Belin, 1850); y Fernando Campos Harriet, Los defensores del Rey (S
rial Andrs Bello, 1958), pp. 121-127. Incluso existe una novela, por,,
denominada Gaspar Ruiz (Santiago, Editorial LOM, 2005), inspirada
cheira luchaban en la cordillera y pasaban con frecuencia al otro lado, alcanzando hasta
Mendoza. En la costa, el cura de Rere Antonio Ferreb encabezaba las montoneras. Algunos
hacendados, una fraccin del pueblo y la mayora del clero y de los indgenas apoyaban
todavia la causa realista, que se mezclaba con el bandolerismo social y las montoneras; de
ah la enorme dificultad de derrotar esta generalizada resistencia.435 La situacin se
agravaba por la hambruna que asolaba al sur y el enorme esfuerzo que haca el gobierno
central para sostener la camparia en el Pedi. Luego de la abdicacin de OHiggins, la
administracin del pas se disloca an ms, bajo el mando de Ramn Freire, atenazado por los
conflictos interprovinciales y las dificultades financieras. En ese contexto,
parecia necesario llegar a un acuerdo con los butalmapus, que suspendiera las
hostilidades.
rito de Yumbel, Tratados de Unin, formado por Pedro Barnechea, teriel, comandante del
tercer escuadrn de dragones de la plaza de Los nde la Alta Frontera. Yumbel 12.12.1823.
(Archivo Nacional, Ministerio
, Vol. 136.
y solidar en comercio, y hacer cesar del todo los males que han afligido a
luan como autorizado por todos los Caciques en unirse en opinin y derecho
los acuerdos con los indgenas eran puramente tcticos. Habran perseg
ganar tiempo y restar aliados a los realistas, hasta que fuere posible la de
tacin que los dems Diputados. (Isabel Hernndez, Autonomia o pueblo mapuche en Chile y
Argentina, Santiago, CEPAL, 2003, p. 91)
226
ciud,
Captulo III: Las provincias chilenas entre el reino y la repblica
una forma de ganar tiempo, pero tambin como un reconocimiento profundo y sincero a una
nacin. gor que no pensar, concluye, en el caso de
227
ARMANDO CARTES MONTORY
228
Captulo IV
Veja
`La voluntad general de los pueblos es el nico sostn de n sistema nuevo. No puede sin
tirania obligarse a su adopin, y esta no se consigue si los mismos pueblos y cada dividuo
no tienen una confianza entera e inmediata en os directores de su obra. Para or de Chile a
favor de quien a confiesa, el mejor medio es que tenga un gobierno repre-
ombrados acepta, es preciso proceder a nueva eleccin. El 4ue envie V.S. es el que debe
mandar, y el gobierno le tiene
rada su silla.
perodo de la Patria Vieja se le asocia con la Junta de septiembre de 1810, como primer
gobierno nacional y al Congreso de 1811 como primer ejercicio, semifallido, de
representacin territorial. Es tambin la poca de los debates y la promocin de los valores
republicanos, a travs de la naciente prensa. Las cuestiones sobre la estructura que deba
asumir el incipiente Estado parecen reservadas a una poca posterior, al tiempo de los
ensayos constitucional es, en la expresin de Julio Heise, que comenzara luego de la
abdicacin de OHiggins. En la Patria Vieja, en cambio, la reconfiguracin del Estado habria
sido una cuestin poco considerada. La excepcin seria el Reglamento Constitucional de
1812, hecho aprobar por Jos Miguel Carrera, en un intento por institu-
ron debates muy intensos sobre el punto, que fueron luego silenciados
231
ARMANDO CARTES MONTORY
imponer temporalmente.
pueblos, como herederos del dominio de los cabildos sobre sus trr
blicanos, los separa una visin distinta sobre el reparto del poder, en el
conflictos de la poca.
suficientemente.
232
r
fuerza que permea a muchos actores del perodo y que se proyectar, con matices y
circunstancias diversas, por varias dcadas. Estimamos que la revisin de este proyecto
fallido, entendido como un fenmeno histrico en Chile y no como la simple transferencia
de una doctrina extranjera, contribuye a explicar la evolucin poltica en la Patria Vieja.
La das persin regional del poder en los albores del siglo XIX
nos situamos en los albores del siglo XIX, se nos aparece un cuadro
Rafael Pedemonte, Los acordes de la patria. Msica y nacin en el sido XIX chileno
, Globo Editores, 2008); Luis Valencia Avaria, Las banderas de Chile BACH 63
4); y Paulina Peralta, /Chile tiene fiesta!, el origen dei 18 de septiembre (1810-
, LOM, 2007).
233
ARMANDO CARTES MONTORY
el BoBo y ms al sur, por su parte, una sociedad fronteriza, mestiza militarizada, lindaba
con regiones en que la presencia hispanocriolla er
escasa.
445
f!1 S 1
Mapa de 1820, que ilustra el llamado Chile histrico, por Henry Charle
tacin file insuficiente para alterar la situacin en las provincias p cas. En Coquimbo, a pesar
de las peticiones del cabildo ala COT
445 Vase, Patricia Cerda-Hegerl, Fronteras del Sur. La Regin del Bio Bio y la Ar
cipales, con sus zonas de influencia, por otra. Aunque con frecuencia
coincidieron, como ocurri con Buenos Aires, Lima o Caracas, no fue este siempre el caso.
As, la antigua Audiencia de Charcas, por ejemplo, pugnaba ms por liberarse de Lima o
Buenos Aires, que de la corona
Valentn Letelier, Seciones de los Cuerpos Legislativos de Chile (en adelante, SCL) (Santia-
eres regionales, cap. V en Historia General de Amrica Latina, vol. VI, La cons-
1 y 149.
Jos Luis Roca, Ni con Lima ni con Buenos Aires. Laformacin de un Estado nacional
E Gobierno de Cdiz: que se han dado muchos combates en las filias del
centros regionales de poder, encabezados por las ciudades principales, cuyos vecinos
notables dominaban el territorio circundante, a travs de encomiendas, haciendas y sus
inquilinos. La economia regional, el poder social y el control poltico seguan esta
estructura radial, en que el Estado tema una muy dbil presencia. Este fenmeno, que
resulta evidente para el caso de las provncias Unidas o de la Gran Colombia, fue
transversal a toda Amrica. Chile no fue ajeno a este fenmeno de dispersin regional del
poder. El poder econmico y social y, en buena medida, la autoridad poltica, se estructur
en torno a tres centros urbanos, desde los orgenes colonia-
les. A la ciudad de Santiago se le fijaron trminos desde el rio Copi hasta el Maule, que
luego se restringieron al Choapa, con la creaci La Serena; al sur del Maule, a la ciudad de
Concepcin y sus vecin le asign el territorio que iba desde aquel rio hasta la difusa Fronte
Durante dos siglos y medio, a partir de estos centros urbanos con poca conexin entre s,
se desenvolvi la vida colonial. Cada cual
452 Maria Teresa Cobos, La divisin poltico administrativa de Chile, 1541-1811 (y~
236
Capitulo IV junta o triunvirato: La lucha por la representacin en la Patria Vida
legitimidad del poder, que deba pasar del monarca al pueblo y del
e, Marcello Carmagnani, Les mcanismes de la vie conomique dans une socit colonia-
pp. 13 y 14.
237
ARMANDO CARTES MONTORY
su abandono por las elites, lo recuperan con fuerza durante la crisis im-
convulsin politica.
Los eventos y debates del perodo dejan huellas indelebles en los patriotas. Desde la Aurora
de Chile y otros peridicos se promueve la soberania del pueblo y las virtudes de la
ciudadana. La imprenta, la biblioteca y el Instituto Nacional, establecidos en esos mios
febriles, encarnan el afn educativo y moralizador propio de los ilustrados. En fin, una
bandera y una escarapela patriota anuncian un sentimiento incipiente de identidad poltica.
Aunque aparentemente vencidos en Rancagua, algo cambia en los nuevos republicanos de
forma irreversible. La autonomia provisoria de la primera poca se trocar pronto en
aspiracin a la independencia plena. El desafio, en esta fase de la revolucin, era construir
una nacin, dando soberania al pueblo, con las complejidades propias de la inex-
ninsulares, entre las elites regionales y las centrales y, sobre todo, en-
Ge podia predecir.
, don juan Martnez de Rocas (Imp. Ercilla, 1894); Manuel Martinez Lavn, Biogra-
inditas sobre don Juan Martinez de Rozas, Imprenta Cervantes, 1910; Ar-
43-63; Moore, M., Vida del Dr. D. Juan Martnez de Rozas, Revista de
lo dAccurzio, 1940).
U2CI
ARMANDO CARTES MONTORY
era cruzada por todos los debates del perodo. De ah que surgieran ejecutivos colegiados y
provisorios, fuertes conflictos regionales y cues-
De federaciones y confederaciones
, 1 1 c,
pases latinoamericanos.459
458 Vase, Jos C. Chiaramonte, y Nora Souto, De la ciudad a la Nacin. Organiza tica en
la Argentina (Buenos Aires, Capital Intelectual, 2010 y, del mismo autor,
argentino, I, 1997).
Vase, Daniel A. Farber, Wiliam Eskridge Jr., y Philip P. Frickey, Cases and
1 on Constitutional Lazer Themes and materiais for the Constitutions third centug) (St.
Paul,
, p. 773.
Encina, obra que ha alcanzado una gran difusin y mltiples edic El autor, sin entrar en
mayores consideraciones de tipo cultural
nmico, descarta las diferencias provinciales como simples ma
Aniceto Padilla.
XVII, p. 171.
242
r
Ledos desde el presente chileno, relativamente homogneo e integrado, estos textos parecen
justificados, a lo que ciertamente contribuye la pluma desenfadada y la poderosa
capacidad de evocacin de Encina. No reflejan, sin embargo, los diversos ethos
provinciales que se haban incubado en Coquimbo, Concepcin y Santiago. Lo que si es
efectivo es que, para 1820, slo estas regiones del pas reunan las condiciones econmicas,
polticas y culturales necesarias para sostener una adrninis-
tracin propia.
cc 1 1 ,
ismo haban luchado por imponerse. Ambos eran hijos del pri-
dos nacionales en el pensamiento poltico y social chileno del sido XIX (Santiago,
ita Maria, Don Jos Miguel Infante, Biblioteca de Autores Chilenos, Edit. iranda, Santiago,
1902). Fragmentos de aquel peridico han sido pu-
Bolivariana, 2008).
243
Un Gobierno de los Pueblos
narqua; no as en cuanto a quc jetada por OHiggins, Egaria o Portales, entre otras
importantes figuras
polticas e intelectuales, por no ajustarse al estado evolutivo del pueblo chileno..De manera
que los republicanos chilenos fueron liberales, en cuanto aspiraban a un Estado con
instituciones que garantizaran un control del poder, pero pocos crean en la concesin de
amplios derechos, a una poblacin no preparada a ejercerlos. Por eso abogaron por la
mantencin del poder social en manos del grupo aristocrtico que lo haba detentado
tradicionalmente. Todos crean en un fuerte componente moral en la vida pblica (las
virtudes) y en el efecto moralizador de la religin que compartan. As fue hasta mediados
del siglo XIX, momento en que estos consensos comienzan a resquebrajarse. La
centralizaciOn se estim necesaria para organizar un Estado viable. Deba reconstruirse la
administracin indiana, ya no realista e hispnica, sino que republicana y centralizada en la
capital. Por oposicin, el regionalismo es considerado parte de un falido proyecto liberal.
As,
la lucha provincial por ei _ historiografia progresista del siglo XX, como un conflicto
social. Luis
- 1 artesanos y pequerios
V tifundistas que
nor onosicin a los granaes
-omitaasoCia
en Santiago. Si bien hay algo de ver aaa cii ,. pntrahan ,^mnva de-
la reabiaaG Lu...- I
4Y-,
_- de 4
1810.
roximac
Egnidios Bicentenario, 2C
tensiones
y89.
33lir ...
20d
histricas y geogrficas en que se funda el regionalismo, as como una lectura ms atenta del
influjo del liberalismo en la poca en estudio, nos llaman a promover una mirada ms
amplia y comprensiva.
rninn .
uui porativamente y tambin, a partir de 1820, las
la provincia AP
ienomeno que se proyectara con fuerza rante buena n2rte (IA ei NI-TV
11LA.
os mla definicin
1,1,:a_
ro v aguimuar
argaen till
:in
(11e C:ar
244
245
ARMANDO CARTES MONTORY
en los inicios del proceso, con los actores y sus recursos intactc
Junta queremos?
Los meses previos a septiembre de 1810 estuvieron marcados por el debate sobre la
instalacin de una Junta. El ejemplo espatiol y el ms cercano del Rio de la Plata, que
organiza la suya en mayo, impulsaban al grupo republicano.472 En un contexto tan
convulso, se mezclan motivaciones y justificaciones diversas, sujetas luego a la dinmica de
los
...,
A, 1960).
247
ARMANDO CARTES MONTORY
La reasuncin del poder por el pueblo, planteaba el problema de definir quin seria este
nuevo depositario de la soberania. En la lgica del Antiguo Rgimen que todavia imperaba,
se le entendia como un conjunto orgnico con estructura corporativa. En las ciudades y los
cabildos se hallaban los actores del poder estatal; por lo mismo, no haba un solo pueblo,
sino tantos como jurisdicciones municipales dominaban el territorio. Recordemos que los
trminos de las ciudades se extendan radialmente en forma extensa. No se impona, todavia,
el concepto de Rousseau de un pueblo abstracto encarnado en la nacin, segn la concepcin
democrtica moderna. En trminos prcticos, significaba que no habra gobierno legtimo si no
se consideraba la voluntad de los pueblos. Los patriotas de la primera hora operaron
desde Santiago y su cabildo, aprovechando la posicin de Martnez de Rozas como asesor del
gobernador. La junta que organizan, siguiendo la lgica corporativa, considera los intereses
militares, religiosos y de familia. Constituida la Junta, obtienen de manera casi forzada el
apoyo de la Audiencia y, mediante emisarios y agentes locales, se aseguran el
reconocimiento en todo el territorio. La Junta fue un indudable avance para los patriotas, en
cuanto favoreci su lucha por el control del reino, obrando ahora desde dentro del
gobierno. Sent las bases, adems, para la construccin de un pueblo soberano, como cuerpo
poltico sobre el cual organizar la naciente repblica. Su establecimiento, sin embargo,
produjo tambin dificultades.
poder real, representado por un gobernador muy impopular. Ahora se separaban en dos
cuerpos, el cabildo de Santiago y la Junta, cuyos inte-
disolucin de los cabildos.474 En Chile, el cabildo maniobr para controlar la Junta y luego el
Congreso, con resultados desiguales, pero que
XIX.
la legitimidad del poder real, representada por el bastn de mando que entregara el
Gobernador Toro y Zambrano, al asumir la presidencia
simblica del mismo cuerpo, ello ya no era suficiente. La doctrina de la retroversin del
poder al pueblo o, ms bien, a los pueblos exigia el consentimiento del mismo, algo que la
Junta, constituida entre cuatrocientos vecinos de Santiago especialmente invitados, no
podia acreditar. De ah su carcter doblemente provisoria, en cuanto a los derechos del
monarca temporalmente ausente y a la anuencia de los vecinos del reino, que integraban la
nacin.475 El carcter colegiado de la Junta refleja, a su vez, las lgicas propias del Antiguo
Rgimen, que subsistieron largo tiempo. Cuando se busc encarnar el poder poltico de los
criollos, resultaba natural recurrir al ejemplo de los cabildos, que representan el poder
social de los vecinos de una urbe proyectada sobre sus trminos. As bab ocurrido en
Espana y tambin en Quito o Buenos Aires.4 Ejecutivos colegiados fueron una figura
recurrente en Chile hasta avanzada la dcada de los veinte. El primer Director Supremo,
Francisco de la Lastra, asume en 1814, al modo romano, por las necesidades de la guerra.
Si bien Bernardo OHiggins gobern con poderes ilimitados durante los primeros tres anos,
tambin se explica por las circunstancias blicas. No habr presidente de Chile hasta 1826.
En esta forma, la Primera Junta de Gobierno, ingente logro de los patriotas, al cabo de
unos meses queda superada y se disuelve sin que voz alguna se levante para lamentarlo.
La opcin de un ejecutivo
colegiado, con todo, se mantiene vital, pero unida en adelante a la demanda de
representacin provincial.
vgase seis vocales que fitesen interinos mientras se convocavany llegavan los Diputados de
todas
, Oscar Oszlak, Para una historia de lafirmacin del Estado argentino (Buenos Aires,.
Planeta, 2007) y Jos Luis Romero, Len ideal polticas en Argentina (Buenos Ai-
249
ARMANDO CARTES MONTORY
Un Congreso prematuro 11
Las lites patriotas del sur, reunidas en clanes familiares, sostenan avanzado ideario. Como
muchos criollos, vean en los eventos de 1
triota, con relativo xito. Su mayor lder en esta poca, Juan Mar
pensaban abrir rutas por Antuco y las pampas hasta Buenos Air
250
Captulo IV Junta o triunvirato: La lucha por la representacin en la Patria Vi4a
Martinez, los beneficios del rgimen republicano y federa1.478 Seria l quien luego
impusiera a Rozas la misin de obtener de la Junta la con-
cometeran.479
P. 13 y 14.
10 I. p. 68.
251
ARMANDO CARTES MONTORY
etapa, aunque se sentia vivamente la necesidad de legitimar el poder pblico a travs de una
representacin territorial, haba tambin reparos. La dispersin dei poder y la formacin de
facciones, en mitad de la guerr, aparecia como inconveniente e impracticable.
A las pocas semanas de funcionamiento dei Congreso, ste encarga a una comisin la
preparacin de un proyecto de Constitucin para el Estado de Chile. Quien efectivamente
persevera y ejecuta la tarea es Juan Egana. El documento, aunque recin se publica dos
anos despus, da cuenta de la ambigedad de la cuestin de los ciudadanos y la nacin
abstracta, versus la participacin de las provncias, en la radicacin de la soberana y el poder
en el Estado que se organizaba. Las dos ideas fuerza que hemos identificado y que marcan
los debates dei perodo.480 Afirma, en efecto, que La repblica de Chile es una e
indivisible. Luego anade, cruzando la lgica individualista dei ciudadano con la soberana de
Ias provncias: En ninguna ciudad, provincia o lugar, hay ciuda-
Comisin nombrada con este objeto por el congreso de 1811, y publicado en 1813 por
252
nnItft ftt
T f.
usanza de las antiguas intendencias, en tanto que Santiago seria dei gobierno soberano,
secundado por su propio intendente de
253
ARMANDO CATES MONTORY ” Un Gobierno de los
Pueblos...’
fuerza que hemos identificado y que marcan los debates del perodo.
podr hacer peticiones a las magistraturas a nombre del pueblo general, si no tiene
esta facultad por la Constitucin” (art. 28). La soberania se hace residir ” plenaria y
radicalmente” , en el cuerpo de ciudadanos, una aparente nacin abstracta, pero que
para representar la repblica se organiza en cuerpos colegiados, las ” juntas cvicas” .
Estas son ” el
tantes de la repblica) por evitar las demoras que seran precisas con
nn\
4” Proyecto de Constitucin para el Estado de Chile, compuesto por don Juan Egala,
miembro de la
Comisin nombrada con este objeto por el migres() de 1811, y publicado en 1813 por orden
de
252
Captulo IV junta o triunvirato: La lucha por la representacin en la Patria Vida
lkr
Para que los que no residieran en la capital o sus inmediaciones no quedaran privados dei
derecho de sufragio en las juntas, podan dar P su poder a otros consultores que all
vivieran o en sus cercanias. Los cabildos de las provincias deban proponer al gobierno los
sujetos que, ya sea en su provincia o en otras, reputen por dignos de ser ciudadanos
consultores. Curiosamente, la mitad, a lo menos, de estos propuestos deban ser de otras
provincias. Lo anterior denota un intento ingenuo de evitar la formacin de partidos
provinciales, que se perciban como perjudiciales. El ” estado poltico de la repblica” se
dividia ” por ahora” en tres departamentos, dependientes dei gobierno soberano,
conservando, eso si, ” la ms estrecha dependencia de las delegaciones provinciales con
la soberania” , sin perjuicio dei buen orden (art. 173). En otras palabras, deba considerarse
a los representantes provinciales, pero no hasta el punto de arriesgar el poder soberano dei
gobierno central. Los tres departamentos seran Santiago, Concepcin y Coquimbo, ” por
ahora” , repite el texto, insistiendo en el carcter provisorio de la divisin territorial. En los
dos ltimos habra ” un gobierno poltico, militar” , a la usanza de las antiguas intendencias,
en tanto que Santiago seria sede dei gobierno soberano, secundado por su propio
intendente de provincia, sin perjuicio de las facultades de los cabildos. Anticipando el
mecanismo de las juntas provinciales, que Concepcin establecer en septiembre de 1811, la
Constitucin prevea su formacin en la cabecera de cada provincia. Deba integraria el jefe de
la provincia, el cura de la cabecera, o el obispo si lo hubiese, los dos alcaides y otros
funcionarios. As se procuraba el control poltico dei territorio, en consonancia con la
tradicional dispersin geogrfica dei poder.
253
ARMANDO CARTES MONTORY
1111~. ” mai
(Santiago, 2003).
254
una ocasin estuvo a punto de caer preso por sus actividades. Cuando lleg la hora de la
revolucin, era natural que asumiera un liderazgo. Ya haba sido subdelegado del Laja,
alcaide de Chilln y regidor en Los Angeles, sin aceptar jams nombramiento de los
espafioles, segn deca, cuando fue elegido unnimemente y por adamacin diputado por la
ltima vila, para el Primer Congreso Nacional. A estos cargos de connotacin local, debe
afiadirse el de intendente de Concepcin, conferido por la Junta Gubernativa, en marzo de
1814. Como representante angelino ante el Congreso, en la lgica del Antiguo Rgimen del
mandato imperativo, elabor ingenuamente una lista de peticiones locales, que el Congreso
jams discutiria.482 En fin, por sus amistades con los Prieto y con Luis de la Cruz, quienes
viajaron a Buenos Aires por Antuco en 1806, buscando potenciar el desarrollo econmico
de la provincia, podemos presumir en el, inicialmente, una lgica regional. Esta siempre
debi convivir, en todo caso, con su visin americanista, que le comprometia a llevar
adelante
un plan continental. En esta temprana poca, ve en el federalismo el camino para Chile.
Personalmente tradujo y luego distribuy la Constitucin norteamericana.483 La experiencia
exitosa de prosperidad de la repblica del norte lo seduce. Parece, adems, una buena forma
de dar salda a las tensiones provinciales y de distribuir justamente el poder. En las clusulas
del convenio de 1812, a que nos referiremos, que personalmente negoci, ha quedado
plasmado su pensamiento a1 respecto. Con los anos, va matizando su visin, pero todavia
en 1819 parece adherir al modelo federal. Consultado por W.G.D. Worthington, el
representante de Estados Unidos, si pensaba instalar una especie de monarquia, contesta,
sin vacilar, que Chile se proponia un sistema republicano federar” ,
(r,
dil~h
482 E1 documento est publicado en el tomo I del Archivo O’ Higgins, pp. 149 y 150;
proviene de la Coleccin de manuscritos de don Diego Barros Arana, vol. 3. Vase, Fernando
Arrau Corominas, El diputado Bernardo O’ Higgins en el Congreso de 1811 (Santiago,
Ediciones Biblioteca del Congreso Nacional de Chile, 2009).
255
7
9~
pero eso si, evitando copiar el sistema federal de Estados Unidos.” ’ En los anos
siguientes, el espectculo de la descomposicin politica y las guerras intestinas de las
provincial trasandinas, le lleva a revisar su juicio.486 As, propondr en la Constitucin de
1822, siguiendo el modelo trances, la divisin del pas en departamentos, para asegurar un
mayor control politica” ’ Luego de su abdicacin, con un criterio a la vez progresista y
autoritario, propio de su formacin ilustrada, se persuade de
En aquel tiempo y en una sociedad estratificada como la chilena de la poca, era difcil
pensar en establecer autoridades elegidas popularmente. De ah que la institucin de
ejecutivos colegiados lleva a la cuestin de la lgica de su integracin, esto es, cmo se
designaban y a quin representaban. Lo mismo ocurra con la incorporacin orgnica del
poder regional al gobierno central. En el antiguo reino de Chile, la autoridad se
centralizaba, tradicionalmente, en los oficiales reales. Estos, encabezados por el
Gobernador y la Audiencia, solan ser cooptados por las principales familias santiaguinas,
en especial antes de las reformas borbnicas.488 A partir de 1811, la incorporacin de la
incipiente burguesia minera del norte y de la aristocracia militar del sur
4 Trimestre, Afio IV, Establecimientos Grficos ” Balcells & Co.” , Santiago de Chile,
1926.
posible que se hayan vuelto locos esos hombres? Tengo entendido que si ese fana
’ 256
Captulo IV junta o triunvirato: La lucha por la representacin en la Patria Vida
ya no podia esquivarse. Este es uno de los descalabros que provoca la repblica y que
tomar dos dcadas superar. En la primera junta, constituida en septiembre de 1810,
operaron las lgicas corporativas tradicionales, cuidndose slo de excluir al grupo realista.
Los surefios staban implicitamente representados por Juan Martnez de Rozas, quien tema
diversos ttulos para asumir una vocalia. Luego de asumir en la prctica la presidencia, logra
eficazmente y ” contra la oposicin violenta de la mayora de la junta” , segn anota
O’ Higgins489 los objetivos de los surefios, esto es, la libertad de comercio y la
convocatoria a un Congreso. El tercio de diputados que correspondera al sur, se ve
disminuido, segn hemos visto, por la duplicacin por Santiago del nmero de sus
representantes; situacin que tensiona enormemente a ese primer parlamento y genera
protestas constantes. Pronto la cuestin provincial se hace explicita. Surge, en agosto de
1811, la idea de generar una Junta Ejecutiva, compuesta de tres miembros, para el despacho
ms eficiente de los asuntos administrativos. El Congreso, desconociendo la lgica de la
separacin de poderes, asigna a este ente muy pocas facultades.499 Ello se comprende, en
todo caso, pues se ha desprendido del mismo Congreso y debe a este su poder y
Manuel de Salas, diputado por Itata, plante que al estar Chile ” dividi-
vo. Propona que dos vocales fueran elegidos por los treinta diputados
pcin y Santiago.
257
ARMANDO CARTES MONTORY ” Un Gobierno de
los Pueblos..
En el golpe de estado del 15 de noviembre de 1811, Jos Miguel Carrera obtuvo del
Congreso la concesin de sendos grados militares para sus hermanos, as como el mando de
los principales cuerpos armados de la capital.49’ Tena ya la fuerza para asumir la
dictadura en Santiago. Sabia, sin embargo, que su poder no duraria si no neutralizaba a los
surefios, que apoyaban al Congreso que l planeaba clausurar. De ah que constituyera una
nueva Junta, con l a la cabeza, pero que consideraba sendos representantes por las
provincias del norte y del sur. El acuerdo del Cabildo Abierto reunido en Santiago el 16
de noviembre, a instancias de Carrera, reconoce la necesidad de la representacin regional
como base de la legitimidad del poder. Expresa, en efecto, el acta respectiva: ” 1 Que
debiendo ser el poder ejecutivo representativo, se nombren por vocales, de la parte
meridional, a don Juan Martnez de Rozas; por la del centro, a don Jos Miguel Carrera; por
la parte septentrional, a don Jos Gaspar Marn.” 492 Rozas rechaz la designacin, por temor
a ser aprehendido en cuanto negara a Santiago y porque ya veia
491 SCL, tomo I, pp. 187 y 190. 492 SCL, tomo I, p. 187.
258
Captulo IV Junta o triunvirato: La lucha por la representacin en la Patria Vija
” Fue extraordinaria la generalidad de los vivas, i sin excepcin el contento pblico. Tuvo
ventaja notable el partido del buen sistema. Santiago reposa
provincias del reino, para que, como hermanas, le ayuden en esta empresa y lleguen juntas
al cabo de la obra.” 494
Dbre el particular al Congreso” (Diario del Brigadier General Jos Miguel Carrera
Verdugo
259
ARMANDO CARTES MONTORY
tensiones civiles.
dirigido por la Junta Provincial de Concepcin a la Junta de Gobiernc que preside Carrera.
Oponen la capital a los habitantes de las provinci
” Se ha credo acaso en esa capital que los habitantes de las provincias son hom-
bres sin derechos que deben ceder ciegamente a la rabia de sus facciones i a lc
Los pueblos ya piensan; los pueblos saben medir, pesar i estimar la tendencia
con desinteres. Es verdad que ellos sufren los males de la patria mientras que
495 La Junta qued formada por cinco vocales, presididos por Pedro Jos Benavente, e
integrada adems por Luis de la Cruz, Rozas, Bernardo Vergara y Manuel Vsquez de
Novoa. ’ Acta de los acuerdos del vecindario de Concepcin, reunido en Cabildo Abierto en
5 de septiembre de 1811” , SCL, tomo I, p. 79.
496
260
Captulo IV junta o triunvirato: La lucha por la representacin en la Patria Vieja De la
misma manera, resultaba imprescindible la subordinacin de
y cierra la frontera del Maule. Simultneamente, para panar tiempo, despliega una
estrategia de negociacin, nombrando a O’ Higgins como su representante. La buena fe del
angelino y sus relaciones en el sur le permiten Regar a un buen entendimiento con la
provincia de Concepcin, representada por el abogado Manuel Vsquez de Novoa. Alcan-
para el estudio de la evolucin de las ideas polticas, en la temprana repblica, pero que no ha
trascendido por el fracaso de la negociacin interprovincial en que se gestara.498 Es una
especie de constitucin provisoria, pues se pronuncia sobre el origen del poder y su ejercicio,
asignando a las provncias el carcter de sujetos de la construccin estatal. Consignemos que,
de manera notable, la libertad de imprenta, una de las ms ardientes aspiraciones de la
poca, figura por primera vez en esta convencin.499 Conviene conocer su contendo, pues
manifiesta un avanzado ideario, propio de los dos surefios que lo redactaron y de su
icleo de apoyo.
mechas de los cafiones? Poda haberla en las deliberaciones que emanaban de peticiones
de la fuerza armada? Las tropas son esencialmente obedientes, i no
deliberan sino en union de la masa jeneral de los ciudadanos. Desde que se separan un
> provincias que representan” (...) ” La capital, sin la unin i fuerza de las provincias,
enero de ese afio, puede leerse en Melchor Martnez, Memoria histrica sobre la Revo-
261
ARMANDO CARTES MONTORY ” Un Gobierno de los
Puebb
La Convencin de 1812
Hallndose el ejrcito del sur y el ejrcito ” de observacin” que levantl Carrera en la frontera
del Maule, durante el verano de 1812, se produjo
ggins, segn dijimos, como ” Vocal del Poder Ejecutivo” , acept representar a Carrera. En
los mismos dias, este remitia a su padre Ignacio
Carrera, a quien nombrara Comandante del Ejrcito de Observacin situado en Talca, 20 mil
pesos, ” dos pitos, dos tambores” , seis mil balas, dos quintales de plvora y ” mil lanzas y
dos mil machetones” . Se ve que
tena poca confianza en el resultado pacfico de las negociaciones. Las dos partes
coincidian en los objetivos del acuerdo, que eran res-
rotundo es que ninguna Provincia ” tiene derecho para exigir de la otra sumisiones y
deferencias perjudiciales, hijas de la tirania” . He aqui la
soberania de los pueblos.
262
Captulo IV Junta o triunvirato: La lucha por la representacin en la Patria Vida
263
ARMANDO CARTES MONTORY ” Un Gobierno de
los Pueblos..
El Reglamento Provisorio
A mediados del afio doce, producida la cada de Rozas, Jos Miguel Carrera se convenci de
la necesidad de avanzar hacia la institucionalizacin de su poder, mediante la dictacin de un
texto poltico. Fue el Reglamento Constitucional Provisorio, vigente desde octubre de 1812
hasta e16 de octubre del afio siguiente. Fue elaborado por una comisin especial, designada
por la Junta Provisional de Gobierno, a partir de un proyecto presentado por Agustn
viaLso2
264
Captulo IV Junta o triunvirato: La lucha por la representacin en la Patria Vida
no Joel R. Poinsett, que haba desarrollado una fuerte cercania con Carrera,
yecto. Aquel mostr, no obstante, la asimilacin de los ideales republicanos con los
federales, idea que seguiria gravitando en los meses siguientes. Para Silva Castro, la
influencia de Poinsett en la historia constitucional de Chile, ms bien consiste ” en haber
convencido a Carrera. de que jurar una constitucin equivalia a mostrar a Chile
independiente de la corona de Espafia ante las dems nadones.” ”
503
`504
El proyecto fue dado a conocer recin en 1926, en la obra La primera misin de los
Estado s Unidos de Norte Amrica en Chile, del William Miller Collier, entones Embajador
de los Estados Unidos ante la Moneda,y Guillermo.FeliU Cruz (Santiago, Imprenta
Cervantes, 1926).
265
ARMANDO CARIES MONTORY ” Un Gobierno de los
Pueblos.
El ejecutivo estaria a cargo de una, junta de Ires miembros, elegidos por Ires mios, para la
cual desde ya se reconocan por ” el pueblo de Chile” los entones gobernantes, con
Carrera ala cabeza, en razn de su ” patriotismo y virtudes” . Tas provincias no estarian
orgnicamente representadas en la junta, pero si en el senado que se formaria. Compuesto
de siete miembros, ” el Senado, dice el Reglamerito, ser representativo, correspondiendo
dos a cada una de las provincias de Concepcin y Coquimbo, y Ires ala de Santiago” . Su
dictamen era obligatorio slo en ” los grandes negocios que interesen a la seguridad de la
patria” , expresin vaga cuya interpretacin quedaba entregada al arbitrio del lder de la
junta. Para su aprobacin, se levant una suscripcin en la capital, que dio lugar a
reprochables violencias contra los reacios a apoyarla. Luego se remitiria a las provincias y
partidos para su firma y sancin. La Circular de la Junta conminaba a las autoridades
provinciales a convocar a todas las personas dignas de consideracin de la provincia, a
exponer ” con plena libertad, cuanto crean convenir a solidar la igualdad de los otros, la
unidad indivisible de los pueblos, y la felicidad pblica e individual.” ” El texto anunciaba
que no se observaria ” hasta que los pueblos hayan manifestado sus ulteriores
resoluciones de un modo ms solemne” . En la prctica, sin embargo, ni la aprobacin o
siquiera la opinin de los pueblos se consultaron seriamente, pues el Reglamento dice
Melchor Martnez, se jur en Santiago cuando recin se reciba en Concepcin, ” sin esperar el
consentimiento ni parecer de la mitad dei Reino.’ 507 En efecto, el Reglamento fue
suscrito en la capital por 315 individuos, segn la lista que aparece entre los documentos de
Jos Miguel Carrera. Fueron luego comunicados a las provncias para que aprobaran o
modificaran este, el nombramiento del Senado, de la Junta Gubernativa y
507Melchor Martnez, tomo II, pp. 98-101. Se pregunta el cronista: ” Que libertad dejis a
los pueblos para que lo modifiquen, o no lo adopten cuando ya les intimis que lo ha jurado
el Supremo Gobierno con las corporaciones, funcionarios, y que los militares han jurado
sostenerlo? Supongamos que la provincia de Concepcin no lo quiera recibir ni jurar en la
forma que lo proporias; en este caso, le amenazis con las armas que han jurado sostenerlo
y declaris la guerra civil, o consentis en que aquella
dictorio choque con que se quita la libertad a los pueblos, el valor a la Constitucir, el velo
oscuro a la hipocresa de los gobernantes” .
266
r-
mentos” , p.136.
510 Fueron elegidos senadores, en la subscripcin que se abri en el Tribunal del Consulado,
Pedro Vivar y Avim., que fue su primer presidente, fray Camilo Henrquez, secretario,
Juan Egatia, Francisco Ruiz Taglejose Nicols de la Cerda, Manuel Araos
`Gaspar Marn.
267
ARMANDO CARTES MONTORY
sicin para el Senado se nombra desde luego senadores y por esta provinc
que contesta e15 de enero de 1814, en estos trminos: ” El Senado responc a la consulta
sobre elecciones de Concepcin, que rigurosamente es nula 1
eleccin, pero que no conviene desairar los votos de aquella pmvincia, y c se admitan el
vocal y los senadores, hasta la convocatoria del Congreso.”
sin del 13 de abril siguiente le toc resolver sobre una cuestin central: la
133. 512 Ral Silva Castro, Egaria en la Patria Vida, p. 68. 513Ral Silva Castro, Egaiia
en la Patria Vida, pp. 65 y 66.
268
Captulo IV junta o triunvirato: La lucha por la representacin en la Pair Via
El cierre del Congreso de 1811 haba inaugurado un perodo de fuerte tensin con la
Junta de Concepcin, la que fue conjurada, temporalmente, por las negociaciones de
la Convencin entre las provindas. Carrera finalmente se impone, mediante un golpe
contra Rozas, precedido del sofocamiento econmico de Concepdn. La invasin
encabezada por Antonio Pareja, en marzo de 1813, suspende las tensiones
interprovinciales y agudiza las diferencias entre monarquistas y republicanos. La
guerra, que se pelea casi totalmente entre el Maule y la Frontera, causa graves
estragos, postergando las disensiones provindales. A medida que avanza la guerra,
crece la figura de Bernardo O’ Higgins, como jefe militar y en la opinin de la Junta.
Luego de El Roble, en octubre de 1813, se resuelve nombrarlo Comandante en Jefe
del Ejrcito. A fin de reforzar su liderazgo, en marzo siguiente la Junta tambin lo
designa Intendente de Concepcin. La derrota patriota en Rancagua, en octubre del
afio siguiente, a la que sigue la restauradn temporal de la monarquia, pone trmino
ala Ramada Patria Vieja. Las diferencias de partido se vuelven ya irreconciliables. Se
reproducen ms all de la cordillera, cuando llegan los dias de la derrota, el exibo y la
restauradn monrquica. Como es sabido, en el campamento de El Plumerillo, en
Mendoza y en su viaje a Buenos Aires, O’ Higgins estrecha sus vnculos con los
lideres de la revolucin trasandina. Se compromete con el plan de invadir Chile y
luego continuar por mar al Pedi, que cumplir porfiadamente. Organiz una
Escuaclra, al prelo de postergar la camparia del sur, lo que finalmente traera
su ruma, ai quedar la regin abandonada a la hambruna y a una guerra cruel. Sus coterrneos
y sus antiguos aliados terminaran precipitando su abdicacin.
Para entonces, las ideas politicas y la opinin o el sentir del pueblo ilus-
trado han evolucionado en un doble sentido. Por una parte, comienza a consolidarse la
idea, impulsada por el centro, de la nacin chilena como un
269
ARMANDO CARTES MONTORY
Con el fin de esta poca, quedar atrs los primeros intentos de const
lace final del perodo, la gravitacin histrica de la capital del reino. Por ] circunstancias
reservadas, pudo reconstituir y an profundizar la hegemor
Glvez,
CAPTULO V VIEJAS PROVINCIAS EN UNA PATRIA NUEVA
En estos tiempos se conmemora la camparia del Ejrcito de los Andes, ligue culmina en la
batalla de Chacabuco, en febrero de 1817. Se reconstituye la ruta, se celebra su prolija
preparacin y la brillante victoria que la corona. La magnitud de la proeza blica suele
opacar la reflexin ’ sobre la complejidad politica del momento y las definiciones que
dermandaba la inminente formacin de un gobierno independiente.
La invasin por el centro del pas abri a los vencederos de Chacabuco el camino a Santiago.
El desafio del Ejrcito de los Andes consistia en asumir el control militar y poltico del
territorio, para continuar luego la camparia en el Pedi. Contrariaba, no obstante, el plan de
Bernardo O’ Higgins de atacar por los extremos, a finde controlar la zona sur, la que se
mantuvo, durante todo su gobierno y an despus, a merced del monarquismo. Aunque
estaba aparentemente resuelto, desde Buenos Aires, que
da por las provincias, como sensatamente propuso el general San Martini sino solo por un
cabildo abierto de doscientos vecinos de Santiago. Este vicio de origen le pesaria durante
su gobierno y en la hora de la
) puede sin tirania obligarse a su adopcin, y sta no se’ consigue si los mismos pue-
; y cada individuo no tienen una confianza entera e inmediata en los directores de
bra. Para c de Chile a favor de quien la confiesa, el mejor medio es que tenga un
273
ARMANDO CARTES MONTORY ” Un Gobierno de los
Pueblos.
11111 gobierno representativo. Para ello se ha dividido el reino en tres provincias, y cada
una debe nom-
de los nombrados acepta, es preciso proceder a nueva eleccin. El que envie V.S. es (
que debe mandar, y el gobierno le tiene preparada su silla. Dios guarde a V.S. muchos
alos. Santiago, diciembre 4 de 1811. Jos Miguel Carrera. Manuel Javier Rodrguez,
pp. 256-93.
516 La visin tradicional del perodo, inaugurada por los hermanos Miguel Luis y Gre
ffl
-~111Pelenn
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1
narios leales a la Corona. Durante este tiempo, las provincias fueron bernadas por
intendentes, que procuraron restituir el antiguo orden, que no era fcil, pues las ideas
insurgentes ya se haban infiltrado. Los cipales patriotas fueron desterrados. En el centro
del pas, muy didido es el episodio del destierro a Juan Fernndez de los principales eres de
la revolucin.5” Menos conocidas son las incidencias ocurri* en Concepcin, donde ms de
300 patriotas fueron confinados a isla Quiriquina, en condiciones misrrimas; la misma
Catedral de la dad sirvi de prisin. Coquimbo, por su parte, que no fue escenario la guerra,
tuvo mejor suerte.518 Reconstituido el orden monrquico, los patriotas principales deben
’ grar, son relegados o se sustraen de la vida pblica. La revolucin sumerge, pero no se
detiene. En casas y clubes privados de las prinales ciudades chilenas; en Mendoza y en
Buenos Aires, se discuten s pasos a seguir, una vez consumada la aflorada incursin
militar. Berdo O’ Higgins, incorporado a la Logia, cercano a las autoridades la futura
capital argentina, participa en los debates, afirmado en la ’ stad sincera que le une al
general San Martn. Aunque los prepativos blicos ocupan los mayores desvelos, todos estn
conscientes de que la forma en que se desarrolle la camparia determinar el rgimen de
control politico que se establezca en el pas. O’ Higgins, segn serialamos, es partidario de
atacar por el norte y el sur. Haba que ocupar primero las provincias de Concepcin y
Coquimbo, para luego, en un movimiento de tenazas, caer sobre Santiago. En el ” Plan de
camparia para atacar, destruir y exterminar a los enemigos usurpadores de Chile” , escrito
por su propia mano, seriala en trminos casi profticos:
1851, tomo VIII) y seguida por muchos autores posteriores, sefia1a que la dura represin
espaflola habra masificado el sentimiento emancipador. Ha sido cuestionada, ms
modernamente, con buenos fundamentos, por Cristin Guerrero L. (La contrarrevolucin de
la independencia de Chile (Santiago, Centro de Investigaciones Barros Arana, 2002), pp.
13-19.
517 Vase, Benjamin Vicufia M., Juan Fernndez (Santiago, Rafael Jover, 1883); y Juan
Egafia, El chileno consolado en los presidios (Londres, Imprenta Espafiola de M. Calero,
1826). 518 Vase, Flector Enrique Daz Olivares, ” Coquimbo en el proceso
emancipador” , Revista Libertador Bernardo O’ Higgins.
275
1ONTORY
y por esta razn no puede estar muy sobrada de recursos, pero las fronter
llera, capaces de empresa cuando bien guiados, y puede ella contar con m
de seis mil indios que son aficionados a la guerra. En segundo lugar, porque corta la
retirada del ejrcito de Santiago a Valdivia y Chilo siendo innegable que si se tomase a
Santiago primero (...) el ejrcito enemigo se retiraria a los ltimos puntos referidos, de donde
seria muy dificil arrojado, abriran su correspondencia con Lima y en el invierno, que no
pueden con facilidad ser bloqueados los puertos, seran socorridos adems de los arbitrios
que presenta Chilo, tanto de viveres como de reclutas...” 519
El Plan sefialaba, con todo detalle, las acciones a seguir, mostrando gran conocimiento del
terreno y sentido tctico. La invasin, como se sabe, se realiz finalmente por el centro, como
parte de un plan mayor, que implicaba continuar por mar bacia Lima. Ya en el gobierno,
O’ Higgins lo sigui fielmente y con tozudez extrema, a pesar del escaso apoyo material que
obtuvo de las Provncias Unidas, sumidas por entonces en la anarquia.52 La estrategia de
tomar primero Santiago y seguir, tan pronto fuera posible, al Per, ha sido cuestionada.
” Por que O’ Higgins y San Martn, se pregunta Julio Alemparte, no enviaron a Freire los
recursos, tantas veces pedidos, para concluir la guerra del Sur y apoderarse de Chilo,
asuntos de evidente inters patrio, siendo que hubo medios para organizar la Expedicin
Libertadora del Per?” Haber terminado primero la guerra de la independencia de Chile le
parece lo justo, sin que el argumento de acabar con el foco realista del Per lo convenza,
pues la experiencia de las sucesivas expediciones de Pareja,
519” Plan de camparia para atacar, destruir y exterminar a los enemigos usurpador
520 Sobre los planes de Francisco de Miranda, los ingleses y los rioplatenses, para g
derarse de Chile y el Pedi, Vase, Rodolfo H. Terragno, Maillandy San Martn (Buer
Aires, Universidad Nacional de Quilmes Ediciones, tercera edicin, 2001).ccccc
276
Captulo V Vidas provncias en una patria nueva
’ Segn Gonzalo Bulnes, implic la prdida de tres mil hombres, de los tres mil cua-
trocientos que integraban la Expedicin Libertadora y una enorme deuda al Estado, cercana
a los 460.000 pesos.
523 Guillermo Feli Cruz, ” La Eleccin de O’ Higgins para Director Supremo de Chile” ,
Revista Chilena de Historia y Geografia, tomo XXIII, N 27 (Santiago, 1917).
524 Archivo O’ Higgins, tomo VII, p. 159. 525 Archivo O’ Higgins, p. 160.
277
ARMANDO CARTES MONTORY
pueblo” por la renuncia del general en jefe de los Andes, aclam por
el cargo de ” Director Supremo interino del pueblo libre chileno.” 5” El Director tom
rpidas medidas para consolidar su posicin.
5” La copia impreca que se conserva del acta no condene las firmas y dice que ” hay
doscientas diez firmas de vecinos patriotas” . En la copia de la toma de razn constan 187,
incluyendo nombres repetidos y otros de personas que no se hallaban en Santia-
527 Luis Valencia A., O’ Higgins, el buen gertio de Amrica (Santiago, Editorial
Universitaria,
1980), P. 222.
ro de 1817: ” Mi caro y antiguo amigo, acabo de firmar la orden capitn general (San
Martn) para que luego que pise el territorio de Chile sea usted nombrado Presidente de l,
con entera y absoluta independencia de este gobierno.” , vase, Coleccin de Historiadores
y documentos relativos a la Independencia de Chile, tomo XII, p. 218.
278
Captulo V Vielas provindas en una patria nueva
retirando.529 Fue O’ Higgins impuesto por una potencia extranjera, o bien su eleccin
reflej el sentir mayoritario dei pueblo chileno? Esta no es, curiosamente, la cuestin de
fondo, pues, siendo indudable que su nombre fue sugerido por los rioplatenses, su amplio
prestigio hubiera conducido igualmente a su eleccin. El problema radica en la legitimidad
dei proceso. Consciente de la situacin, San Martn haba pedido la designacin de electores
provinciales, probablemente, para llegar al mismo resultado. Pero no se cumpli su
predicamento, lo que terminaria siendo muy perjudicial. ” La opinin de doscientos diez
padres de familia, dice Amuntegui, no es la opinin de un pueblo” . Aunque se recibieron
numerosas notas de parabienes, de cabildos y particulares, todo fue insuficiente para
suplir la carencia de ratificacin por las provincias o sus delegados. La elevacin dei director
se deba ” al apoyo de un ejrcito perteneciente a una nacin extranjera, aunque hermana, ms
bien que a un acto espontneo de sus conciudadanos” . Situacin que los adversarios polticos,
” desde los primeros tiempos, hicieron servir en provecho suyo” .53 O’ Higgins,
durante todo su gobierno, intent superaria, mediante la convocatoria a un congreso y la
dictacin de dos constituciones, con xito relativo. Las provincias que no lo ratificaron
terminaran por hacerlo abdicar. El 28 de enero de 1823, en efecto, los vecinos de Santiago
slo apuraron un inevitable derrocamiento, en el afn de no entregar el poder a un
representante de las provincias, que adems comandaba un ejrcito. Escribe Amuntegui:
279
ARMANDO CARTES MONTORY
tiva, sea que el Director haya asumido el poder en virtud del acuerdo de
adoptad meses antes en Buenos Aires, como serialan sus detractores, este origen ilegtimo
le pesaria al tiempo de su abdicacin. En esa hora
de Guzmn, le espet:
que aqui no se encuentra sino el pueblo de Santiago; pero yo tuve la honra de concurrir a
la reunin popular que nombr a Vuestra Excelencia supremo
director, y esa reunin se hizo solo del pueblo de Santiago y con un nmero de
Transcurridos casi seis mios exactos desde su nombramiento, enfrentado ahora a una
asamblea ms numerosa que la que le entreg el po-
der, aquel vicio de origen se le presentaba nuevamente. Por una dcada exacta, desde que la
guerra comenzar a azotar el pas, con la campafia de Antonio Pareja de 1813, las disputas
provinciales haban quedado
contuvo, durante buen tiempo, a las elites civiles y militares del sur,
con mayor fuerza, animadas por los aires liberales y la influencia fede-
provinciales.
280
Captulo V Fujas provncias en una patria nueva
Nada de esto se conoca seis anos antes, cuando, en febrero de 1817, en medio de vtores y
aclamaciones, el Libertador asuma el poder. Naturalmente, no escapaba a su mente
reflexiva la magnitud de los desafios que enfrentaria. Para dimensionarlos, hay que ampliar
la mirada ms all de la pequena urbe que lo proclamaba Director Supremo y contemplar
los tumultosos eventos de la pennsula o el Ro de la Plata. Anos dificiles, por lo dems,
haban transcurrido desde los inicios de la revolucin y sus convicciones haban
evolucionado. Lo marcaba, tambin, su propia biografia. Revisemos, para comprender sus
opciones, el escenario que se desplegaba ms all de las fronteras del incipiente Estado
chileno.
La sombra de Cdiz
narqua constitucional, que reuniese a las provincias americanas y las peninsulares, oblig a
optar por las vias extremas de la restauracin del
281
ARMANDO CARTES MONTORY
533 Vase, Jaime E. Rodriguez O., La independencia de la Amrica Esparzola, pp. 132
(Mxico, Fondo de Cultura Econmica, 1996). 534 Antonio Annino, Historia de las
elecciones en Iberoamrica, Siglo XIX (Mxico, Fon
nicas (Mxico, Fondo de Cultura Econmica, 1992); y, del mismo, como autor y t
ra Econmica, 1986).
538 Por ejemplo, Manuel Chust Calero, ” La notoria trascendencia del constitucio
lismo doceatlista en Las Amricas” , Corts. Anuario de Derecho Parlamentario N
Manuel Chust Calero }Jos Antonio Serrano, ” Nueva Espaiia versus Mxico: histo
doceariista” , Revista Complutense de Historia de Amrica 2007, vol. 33, pp. 15-33, p. 27
282
Pr-
fuerza, sobre la distribucin del poder estatal y la estructura de las nuevas instituciones.
Separacin de poderes, elecciones, diputaciones y garantias individuales alcanzaron un
temprano consenso discursivo, pero evidenciaron, a la vez, una creciente renuencia
prctica. Son los temas que debieron enfrentar los organizadores del Chile independiente
de 1818.
A principios de la dcada, la idea del poder retrovertido a los pueblos surgia con fuerza,
como una derivacin natural de la ausencia del rey. En todas las ciudades donde se
reunieron los vecinos y formaron juntas de gobiernos, la doctrina invocada fue la
misma.539 Tambin en Santiago, donde el procurador del Cabildo, Jos Miguel Infante,
efectu una representacin, que el Cabildo hizo suya, elevndola a la Junta por acuerdo del
14 de diciembre de 1810, en la que expone:
” Es constante que, devuelto a los pueblos el derecho de soberania por la muerte civil del
monarca, deben estos, usando del arbitrio generalmente recibido, elegir sus representantes
para que, unidos en un congreso general, determinen la clase de gobierno que haya de
regir mientras el soberano se restituya al trono...5,540
pueblos” y ” en nombre de ellos” . Para esta poca, no obstante, las dificultades de una
representacin corporativa, de Antiguo Rgimen, con
los poderes regionales” , cap. V, en Historia General de Amrica Latina, vol. VI, ” La
tomo I, p. 7.
283
ARMANDO CARTES MONTORY
541 Vease, Paula Caffarena B, ” Las cortes de Cdiz y Chile: encuentros y desencuentros
a partid de sus diputados Joaquin Fernndez de Leiva y Miguel Riesco” , Historia 396,
Vol. 2 (Viria del Mar, 2012); Enrique Mata Vial, El diputado de Chile en las cortes de Cdiz
(Santiago, Imprenta Universitaria, 1920); y Eduardo Cavieres, Sobre la independencia de
Chile. El fin del Antiguo Rgimeny los orgenes de la representacin moderna (Valparaso,
Programa de Estudios Iberoamericanos de la Pontificia Universidad Catlica de Valparaso,
Ediciones Universitarias de Valparaso y el Instituto de Estudios Latinoamericanos de la
UAH, 2012), pp. 68 a 81.
284
Captulo ” V Vidas provincias en una patria nueva
con el Director Supremo y, al despedirse, este le manifest que su plan era instaurar en
Chile ” una Repblica Confederada con Buenos Aires y el Per, una vez que este ltimo
estuviese emancipado.” 542 Para entonces, ya haba abandonado sus ideas federales. As lo
consigna otro representante norteamericanojeremas Robinson, en Chile de 1818 a 1823:
” Se Rama libertad en estos pueblos Unicamente a la independencia de Espafia, y a
todos lo que quieren un gobierno representativo y liberal se los tilda de anarquistas y
federalistas, palabras que son oprobiosas en Amrica.” 543 O’ Higgins, descorazonado por
la desastrosa situacin trasandina?” , entendia ya que el federalismo era sinnimo de anarquia,
de atomizacin del poder y de debilidad frente a los enemigos externos. Era una visin muy
extendida en el perodo de la organizacin de los Estados.545 Fue compartida por muchos
lideres americanosm, como Simn Bolivar, quien, en la Carta de Jamaica, Rama al
federalismo, de manera eufemstica, un rgimen ” demasiado perfecto” , queriendo
significar que no era apto para el estado de desarrollo de los pueblos hispanoamericanos.
5” Vase, Ricardo Levene, La anarquia del ano 20, Unin de editores latinos S.R.L.
546 Chiaramonte lo ilustra con el caso del movimiento confederacionista liderado por
argentina (1800-1846), Biblioteca del Pensamiento argentino, I, 1997, pp. 157 y 158).
dirigido por un solo Gobierno y una sola legislacin” , a pesar de hallarse las provincias
extremas reunidas en sendas asambleas representativas, a un paso de establecer la
confederacin.5” Vinculado al tema del federalismo y de la retroversin del poder a los
pueblos, que ya hemos anali7ado, se sita el tema del poder municipal. Los cabildos, por su
carcter colegiado, eran base de una representacin corporativa criolla, que favorecia la
deliberacin. Jugaron, por lo mismo, un importante papel en las disputas previas a la
emancipacin. Producida esta, devinieron en un problema, para quienes pretendan
construir un poder nacional abstracto y centralizado. Los cabildos encarnaban una politica
asamblearia, jerrquicamente estructurada, con fueros y privilegios.549 Defendan, adems,
el mandato imperativo, esto es, el derecho de mandar instrucciones a sus diputados, contra
la nocin moderna de la representacin. An en ausencia de asambleas territoriales o
diputaciones, los cabildos de las ciudades principales se arrogaban la representacin virtual
de una provincia.55
547 El ’ Acta de los acverdos del vecindario de Concepcin, reunido en Cabildo Abier
pechosos de la patria y a la sagrada causa que sostiene a los que intenten o promue
la divisin o independencia de las provincial del reino, las unas respecto de las ot
Los considera igualmente como reos de lesa nacin y de lesa sociedad, y encarga a 1
junta que promueva por todos los medios posibles la unin i fraternidad de todos 1
habitantes de esta sociedad i partidos” . (SCL, tomo I, p. 79). 548 Reglamento Orgdnico y
Acta de Unin del Pueblo de Chile, 30 de marzo de 1823. 549 Antonio Annino,
” Soberanias en lucha” , p. 170. 550 Antonio Annino, ” Soberanias en lucha” , p. 159.
286
Captulo V Vid as provincias en una patria nueva
” ui ui._ - .4
ras y rostros” , Revista de Indias, Vol. LXVIII, nm. 242 (2008), p. 52.
del estado chileno” . (Carlos Maria Sayago Moreno, Historia de Copiap, Santiago, Edi-
287
ARMANDO CARTES MONTORY
556 Extremando el anlisis, dice Chiaramonte que, en este punto, ” Ias provincia
288
Captulo V. Varjas provncias en una patria nueva
que era a la vez general del ejrcito del sur, encabez la oposicin que puso trmino a su
gobierno. La estructura provincial del pas planteaba una nueva interrogante al Director
Supremo O’ Higgins. En un tiempo de profundas transformaciones, las subdivisiones de
los territorios de los nuevos Estados, sus limites y capitales, fueron tambin una cuestin
conflictiva. En Cdiz se acord que el futuro Estadonacin se compondra de provincias,
como unidades administrativas. Para evitar la proliferacin de provincias en el espacio
americano y, con ello, el peligro del federalismo y las reivindicaciones locales, se opt por
el centralismo y la definicin de mbitos territoriales enormes. La duda quedaba planteada
en torno a qu territorios se consideraban provincias y con qu criterios. Los americanos
protestaron fuertemente, levando a que el tema quedara
divisin ms conveniente del territorio espariol, por una ley constitucional, ” luego que las
circunstancias politicas de la Nacin lo permitan.” 558 Posteriormente a la aprobacin de la
Constitucin, el 23 de junio de
le las provincias. En todo caso, dada la dificultad politica del tema, Ias
tear una nueva divisin, que evitara los males e insuficiencias del Anti . -
; todo deba modificarse para dar paso a un fraccionamiento ms forme, que favoreciera la
administracin y la unidad nacional. Un
lia, 2010).
289
ARMANDO CARTES MONTORY ” Un Gobierno de los
Puebb
con los nacionales, a fin de que el poder central opere como un factc
prosperidad de la nacin. Una nueva divisin administrativa del pais, que deba intentarse
L4.1.1 1111 J
ciembre 2008), p. 449. 560 Archivo Nacional, Censo de 1813 (Santiago, Imprenta Chile,
1953).
290
Captulo V V.z. as provncias en una patria nueva
dividido por ahora en tres provincias: la capital, Concepcin y Coquimbo” (Captulo IV, art.
10). No sefial las capitales provinciales ni los limites, gero era evidente que continuaban
vigentes las provincias histricas. Ya ganado para la causa de la nacin y renegando de su
opcin original por el gobierno regionalmente representativo, en la carta de 1822
O’ Higgins plantea una centralizacin profunda. El articulo 142 declara abolidas las
intendencias y las reemplaza por departamentos, a la manera francesa. Aunque su nmero es
indeterminado y la reforma nunca llega a operar, refleja su voluntad centralizadora. Los
intendentes, en efecto, son ahora reemplazados por Delegados Directoriales, nombrados
” por el Poder Ejecutivo de acuerdo con el Legislativo” , en cuya conformacin, en todo
caso, el Director Supremo haba intervenido directamente. Los Delegados ” de fuera”
tendran tratamiento de &Pioria, en tanto que el de la capital de Seitora Ilustre, sefialando
una jerarquia, que por ahora no tena otras consecuencias. Les corresponderia presidir
sobre los cabildos, sefialando con ello el fin de la autonomia de esos cuerpos intermedios;
en trminos muy similares a lo que ocurrir, una dcada ms tarde, con la Carta de 1833.
Recin en 1823, con la suscripcin del Acta de Unin de las Provincias, se plantea el
compromiso de una divisin del pas en seis provincias, asegurando la representacin de las
regiones.561 Tardaria bastante en concretarse, a pesar de la conciencia que existia sobre la
necesidad administrativa de una divisin ms prctica del territorio. Los conflictos
provinciales, que dieron lugar a diversos congresos y proyectos constitucionales,
dificultaban el acuerdo en torno a una fragmentacin mayor. Se buscaba asegurar la
equidad y proporcionalidad de los territorios,
291
ARMANDO CARTES MONTORY
.~`
uu,- I
292
:;
293
ARMANDO CARTES MONTORY
sitaria, 1980).
569 Sefialaba, en efecto, que Chile pasaba a formar ” un Estado libre, independient
soberano (...) con plena aptitud de adoptar la forma de Gobierno que ms conver
294
.
a sus intereses” .
lependencia de Chile 1776-1824 (Santiago, Estado Mayor General del Ejrcito, 1984).
295
ARMANDO CARTES MONTORY
interior.
571 Eugenio Pereira Salas, Ia misin Bland en Chile (Santiago, Imprenta Universit,
VIII, p. X).
296
Captulo Viejas provncias en una patria nueva
575 En febrero de 1819, el Senado Conservador acuerda decretar una amnistia para los
habitantes de la provincia de Concepcin, a fui de reparar en lo posible los pasados males
de la guerra: ” El Supremo Gobierno, con acuerdo del Senado, declara a todas las
provincias i habitantes que comprende la Intendencia de Concepcin restituidos a la unin
poltica i moral del Estado chileno i, por consiguiente, que existe la mas completa i sincera
amnistia i olvido general de cuando haya precedido sobre opiniones polticas hasta la poca
de la restitucin de estas provincias” . (Senado Conservador, sesin 21, ordinaria, en 5 de
febrero de 1819), Sesiones de los Cuerpos Legislativos (Santia-
297
ARMANDO CARTES MONTORY
eller
2c, _.:
`:’ -,
Sus miembros fueron Manuel de Salas, Francisco Antonio Perez, Joaquin Ganda
llas, Jos Ignacio Cienfuegos, Jos Maria Villarreal y Lorenzo Jos de Villaln.
576
fundarnentales reparos contra las asambleas, que expres por boca de su ministro
Irisarri.579 Mientras tanto, propondra una carta provisional, lo que efectivamente cumpli.
La Carta de 1818 mantuvo provisoriamente la divisin territorial histrica en tres provincias,
sefialando a Santiago como la capital. Probablemente, contrariaba el nimo del Director
Supremo, quien de seguro ya preferia la figura de intendentes designados. En la prctica, en
todo caso, los intendentes en servicio, como Juan de Dios Rivera en Concepcin, contaban
con su confianza.
A partir de ahora, por su participacin en la designacin de asesores y secretarios de los
tenentes de gobernador, no sujetos a la jurisdiccin del intendente, podra ejercer una
autoridad adicional en los espacios provinciales, realizando su ideal de gobierno
centrali7ado. El Director Supremo, segn la Carta, ejercera el Poder Ejecutivo en todo el
territorio y ya estaba elegido. En lo sucesivo, la eleccin deba hacerse ” sobre el libre
consentimiento de las provincias” (Ttulo IV, Art.
siera ver en lugar de este decreto la convocatoria del congreso para que marrana
io se empezasen a formar las leyes que deben reg-ir eternamente a todas nuestras
1 confianza pblica por dar Busto a los imprudentes. No deben haberse borrado de
aemoria de los chilenos los males que nos trajo aquel cuerpo que en 1811 con el
ibre de congreso slo sirvi para introducir la discordia entre los particulares, para er nacer
la guerra civil entre las provncias y para producir de su mismo exterminio
aespotismo ms cruel que jams sufri otra nacin de la tierra. El congreso fue la
cOrinesr,
litacin y
(Cit. Dor pico, Rarrnc Arana Flictnrin nonarn1 rio Chao tryrnrh YT n 37Q1
- - -..., r
298
299
ARMANDO CARIES MONTORY ” Un Gobierno de los
Pueblos..
piente nacin. La capital y todas las ciudades y villas del Estado, ” lueg
elegirlos por votacin popular, con excepcin de los gobernadores de las plazas militares de
Talcahuano, Valparaso y Valdivia. Sugeria, en razn de las dificultades polticas del
momento, que los cabildos, como ” padres de los pueblos” , propusieran ” tres individuos
americanos chilenos, arraigados y vecinos del lugar” , para que entre ellos designare uno a
su arbitrio el Director.581 Concepcin deba exceptuarse de la eleccin de intendente
285 y 286.
300
,AM
Captulo V Vidas provincial en una patria nueva
por las circunstancias de la guerra. Pasaron seis meses sin que el Director se pronunciara
sobre estas propuestas. En marzo siguiente, el Senado decidi dar un paso ms audaz. Declar
cumplidos los plazos de los intendentes y gobernadores que excedan los tres anos y negada
la hora de proceder a la eleccin popular de los mismos. ” Hallndose felizmente todas las
provincias y pueblos libres de enemigos interiores y exteriores” , representaba el Senado
al Director, era negada la hora de comenzar a gustar ” el dulce fruto de la libertad” . Dos
veces ms insisti, con respetuosa energia, el senado en sus representaciones.582 El Director
Supremo, convencido de que las elecciones excitaran las pasiones locales, provocando la
anarquia, no dio respuesta. La convocatoria por el Director a una convencin constituyente,
en mayo de 1822, sin participacin del Senado, determin su disolucin, poniendo trmino a
sus contestaciones con el Ejecutivo. En relacin a los cabildos, el Gobierno les manifest su
respeto, pero procur evitar que se involucraran en la politica nacional. Sus funciones
deberan concentrarse en el fomento del ” adelantamiento de la poblacin, industria,
educacin de la juventud, hospicios, hospitales y cuanto sea interesante al beneficio pblico” ;
para lo cual les correspondia la recaudacin y depsito de los propios de las ciudades y
villas. Concentrada la suma del poder en el Ejecutivo y sus representantes, la idea es que
los cabildos, poco a poco, abandonaran su rol poltico en procura de una representacin
nacional de las provincias en cuanto tales, para reducirse a las tareas propias de la
administracin comunal. En las provincias del Rio de la Plata, recordemos, se lleg a suprimir
a los cabildos, a fin de sustraerlos de la vida politica. Los eventos, para desgracia del
Director, marcharon en el sentido inverso. Los cabildos de las ciudades principales, La
Serena y Concepcin, conformaron asambleas provinciales, segn el modelo gaditano,
reforzando la representacin orgnica de las elites regionales. A su tiempo, incluso
301
ARMANDO CARTES MONTORY ” Un Gobierno de los
Puebh
un fondo azul. Sobre un letrero que dice ” Libertad” , aparece ” una estrell
quimbo, orlado todo de ramas de laurel... ” .583 Bajo ese escudo se luch 1
constituir el poder real en la capital, como ciudad principal del reino y sede
del gobernador; las otras dos, por su parte, queran construir un gobiernc
este escudo por el actual, en 1834, con su estrella solitaria, que represent
583 Senado Conservador, Sesin 123, de 23 de septiembre de 1819, SCL, tomo III,
228.
584 Miguel Luis Amuntegui, Los precursores de la Independencia de Chile, Vol.111 ( Sai
1tia
302
Captulo V Fujas provincias en una patria nueva
Rodriguez Aldea, muy odiado en la poca por amplios sectores, lo que contribuy a su
desprestigio. Siguiendo el modelo gaditano, declaraba la nacin como ” la unin de todos
los chilenos” , poniendo el nfasis en una definicin amplia e incluyente de chilenos, ms
que en el territorio. Propona la divisin del territorio en ocho departamentos, segn hemos
visto, utilizando la nomenclatura impuesta en Francia por la revolucin. La divisin buscaba
racionalizar la administracin, evitando la superposicin de jurisdicciones y, por la via de
atomizar el territorio, reducir los ” provincialismos” de las regiones perifricas. Las
nuevas unidades territoriales, ” de ficcin cartogrfica, dice Gabriel Salazar, despertaron
de inmediato la sospecha de los pueblos, cuya autonomia no tena que ver con una figura
cartogrfica, sino con una comunidad viviente.” 585 Barros Arana, en cambio, reflejando
la visin contraria al provincialismo, califica la divisin en departamentos de ” razonable y
conveniente” . La segmentacin tradicional en tres provincias, por el contrario, generaba
” celos y rivalidades” y ” tendia a mantener cierta separacin entre los hijos de la familia
chilena.” 586 Como la Constitucin finalmente no pudo regir, tampoco oper la divisin, la
que seria, sin embargo, propuesta nuevamente en varias ocasiones: en el Acta de Unin de
las Provincias, luego por el Congreso de 1825 y, finalmente, por la ley federal de 30 de
agosto de 1826, la que fue aprobada y sobrevivi cuando ese rgimen perdi su escasa
vigencia. Con todo, hay que tener presente que, an dividido en ms provincias, estas
todavia reflejaban la divisin histrica tripartita del Chile tradicional. El proceso
constituyente provoc el descontento de las elites santiaguinas y provincianas. En vez de
elegir el Congreso Nacional, que de-
)ia suplantar la Carta del 18 por una definitiva, segn aquella haba
Gabriel Salazar, Construccin del Estado en Chile (1800-1837) (Santiago, Editorial Sud-
303
AxL DO CARTEs MowroRY
cabildo elegira un diputado, el cual deba ser oriundo o vecino dei lugar que les elega. De
esta forma, comenta Valencia Avaria, ” la exclusin de la dirigencia santiaguina fue
apabullante” y, ai equipararse a los demo pueblos, ” la prepotencia metropolitana fue as
desbaratada.” 587 Lo an. tenor, provoc un fuerte rechazo en los afectados, pero, por accin
de la propaganda y otros eventos, no logr tampoco la simpatia de los provia. cianos. El
Director hizo nombrar, en cada partido, a sus candidatos, por lo que en la prctica, la
eleccin de convencionales no fue ms que un simulacro. Freire, quien, como intendente de
Concepcin aval el procedimiento, lo denunciaria ms tarde como una de las justificaciones
de su levantamiento en armas. Hay que tener presente, sin embargo, que la
intervencin electoral era una prctica habitual yio fue por varias dca.
limites quedaba entregado ai Congreso (art. 47 N28). Los diputado, se elegiran a razn de
uno por cada quince mil almas, siguiendo la no
i, Am
LL
ae@
`..
Y a
o
clatura de la carta de Cdiz. Implica una concesin muy amplia
Era imposible que las provincias perifricas, que ya haban organizado sus asambleas,
pudieran conformarse a este nuevo orden de cosas. El cabildo de Concepcin, en sesin
solemne de 15 de noviembre, frente ala iminente instruccin de reconocer la Constitucin,
ofici a todos los partidos, a fim de conformar una asamblea que se pronunciara sobre su
validez y vigencia. Lo que estaba en juego, todos lo saban, era la continuidad del
gobierno y la estructura que deba asumir el que lo reemplazare.589 Segn el agente
norteamericano Jeremas Robinson, Ramn Freire le asegur que sus propsitos eran ” insistir
en la igualdad de derechos para los ciudadanos y Ias provincias y que la capital no goce de
prerrogativas sobre el resto del pas” . Dos afios ms tarde, en la asamblea de diputados de
1825,
dencias y convirti en delegaciones los gobiernos provinciales.” 590 Aunque hubo otras
razones gravsimas, como la crisis econmica, es indudable que
587 Luis Valencia Avaria, Bernardo O’ Hgin, el buengenio deAmrica, pp. 385-386. 588
Luis Valencia Avaria, Bernardo O’ Hzggins, el buen genio deAmrica, pp. 385-386.
-,_, , ,, , . T, , . .,
ws’ JUIQ ue un solo nomnre dei ocuaao ministro tcoanguez tuaea) y no por mu-
ia dei pas, como se tiene anunciado de muy atrs, es de necesidad anunciar este
[leia para que en el caso de llegarles a sus Presidentes los indicados documentos,
endan precisamente cn rPrnnnrimiPntn pacta canitri. Pertnnr la
itad general de la provncia, anuncindoles que deben para ello remitir un sujeto
Nmayor confianza con poder bastante para que acompafiado de los dems que
grsor Guiller-mo Feli Cruz (Santiago, Editorial Andrs Bello, 1973), p. 985.
304
305
ARMANDO CARTES MONTORY
” Un Gobierno de los
. La abdicacin
591 La presin provincial, sin la cual la cada del Director no habra ocurrido,
592 Domingo Santa Maria, Memoria Histrica sobre los Sucesos ocurridos desde la ca
306
Captulo V Viejas provncias en una patria nueva
fiadores de los distritos del norte del Maule fueron Ramados a unirse
lgo Santa Maria, Memoria Histrica sobre los Sucesos ocurridos desde la cada de
307
ARMANDO CARTES MONTORY
organiz sus fuerzas del norte y el sur, incluso pidi ayuda a Mendc
su parte, dirigi sendas notas a los gobernadores del norte del Mau
der slo dos mios ms. Era el tiempo que estimaba necesario para
595 ” Oficio dirigido nor el iren ra 1 don Ramf-in Freire a T.nrri rnehrane” V ” Co
general don Jos de. San Martn general don Ramn Freire” , en: Domingo
596 General Jos Maria de la Cruz, Recuerdos de don Bernardo O’ Higgins (Santiago,
L de Freire de formar un congreso sin preeminencia de regin alguna ltaba fatal ” para la
aristocracia adinerada y para los sentimientos
quisiese” .
sonal” , referido a mayo y junio de 1818, vase, Eugenio Pereira Salas, jeremias
309
ARMANDO CARTES MONTORY ”Un Gobierno de
los Pueblos..
supremo:
brados por ella misma. Lo que aqui se hiciera, podría marrana rechazarlo la
mismo que la capital, puesto que estaban con las armas en la mano; de
blea que lo había nombrado no había sido más numerosa que la que ahora pedia su
alejamiento del poder. O’Higgins sabia que nada de esto era verdadero. Las provincias
querían su deposición, es cierto, pero no para entregar el poder a una junta santiaguina, sin
representación suficiente. Su nombramiento, además, aunque obra de una asamblea por
las circunstancias del momento, había sido refrendado en dos ocasiones, por las
convenciones convocadas en 1818,y 1822. Pero no valia la pena resistir; o bien era
imposible sin tentar un choque armado. Entonces
598 Domingo Santa Maria, Memoria Histórica sobre los Sucesos ocurridos desde la caída
599 Domingo Santa Maria, Memoria Histórica sobre los Sucesos ocurridos desde la caída ,
310
Capítulo V Fujas províncias en una patria nueva
El momento provincial
L, tomo VII, p. 8.
mingo Santa Maria, Memoria Histórica sobre los Sucesos ocurridos desde la caída de ins
en 1823 hasta la promu4wción de la Constitución dictada el mismo alio, p. 171.
31:
ARMANDO CARTES MONTORY ”Un Gobierno de los
Pueb,
provincias. Por eso, apenas llegó a Valparaíso con las tropas, descor
602 El articulo 3° de este Reglamento Orgánico disponía: ”La duración del actual Gobierno
es momentánea y sólo por el término preciso para que la nación no apareciere en anarquia.
Está, por consiguiente, en las facultades de las províncias enviar sus representantes para
organizar el Gobierno General provisorio, pero debiendo absorber tanto tiempo la elección
de estos como el que se emplearia en la de los diputados para un Congreso General, que es
la aspiración urgentemente manifestada por todos los pueblos, la Junta Gubernativa
excitará a la reunión de dichos diputados en el menor tiempo posible”. Antecedentes del
Congreso de Plenipotenciarios de 1823, documento 4, SCL, VII, p. 9.
6°4 Escribe Barros Arana: ”La conducta de la asamblea de Concepción, inspirada por los
celos y rivalidades provinciales, distaba de ser patriótica, y no correspondía a la elevación
de propósitos de la Junta de Santiago”. Historia General de Chile, torno XIV
pp. 19.
312
J.
Capítulo V Vzg’as provincias en una patria nueva
cho por el Senado de 1823, por las asambleas provinciales y por los
313
ARMANDO CARTES MONTORY
cito del sur, Freire no podría imaginar las dificultades que enfrent
ggins y exigió a la Junta disponer la misma medida con todos los nistros y ”otros
magistrados públicos de la pasada administración”.
da en Domingo Santa Maria, Memoria Histórica, pp. 320-355. 608 Los principales
periódicos de los anos de O’Higgins pueden leerse en:
Nacional, 1962).
314
Capítulo V Vig. as provindas en una patria nueva
paradójicamente, el acuerdo.
elige los diputados para su asamblea provincial. Entre violencias y dificultades finalmente
el cuerpo colegiado inaugura solemnemente sus sesiones e129 de marzo. La Junta depuso
el mando ante ella, resefiando su labor, orientada a mantener la unidad del país y sus
esfuerzos por normalizarlo. Respecto al general Freire, aconseja a la asamblea buscar la
armonía con él, pues ”es el único que puede salvar la patria y contad con su
desprendimiento”. La conminaba a inspirarle. confianza ”y borrar impresiones que suenen a
provincialismo o principios destructores”. Si no dejaba ”abismarse a las provincias en
eternas disputas sobre los derechos o teorias...”, concluía la junta, ”será en todos sentidos
el libertador de su patria”. Procedió, a continuación, la asamblea a designar
bases. Juan Egaila fue el elegido por una asamblea cuyo secretario era
ión fundamental para moderar los actos del Ejecutivo y cautelar las
315
ARMANDO CARTES MONTORY
los mismos plenipotenciarios de las provincias, en un número equivalente para todas (17°).
El acuerdo de dividir el territorio nacional en seis departamentos, fue una dç las
disposiciones más importantes del Acta de Unión. La medida, ya propuesta de manera
muy impolítica por O’Higgins, en la carta de 1822, tenía ahora mejores fundamentos. Si
bien aparentemente debilitaba a las provincias históricas, respetaba, en la práctica, sus
deslindes tradicionales. El levantamiento de Freire, además, había puesto en evidencia el
regionalismo de otros distritos, como Talca y San Fernando y era necesario darle cauce.
Coquimbo conservaba su superficie y su deslinde sur en el Choapa. Concepción, en
cambio, ahora deslindaria en el Bío—Bío y la antigua Frontera, otrora parte de la
intendencia del sur, posaria a integrar el sexto departamento, compuesto ”de todas las
poblaciones que posee o adquiera el Estado desde el Bío—Bío hasta sus limites en el sur”.
En términos prácticos, en todo caso, la división quedó postergada y sólo se concretará tres
anos después. El mecanismo de elección de los representantes para el Congreso, previsto
en el Acta, refiejaba la emergente lógica de la representación nacional. Se elegiría un
representante por cada quince mil habitantes o fracción que pase de nueve mil, en base a
distritos y estimaciones de población que fijaba el mismo pacto.609 Los departamentos se
dividirían en delegaciones, que elegían asambleas electorales, lo que equivalia a una
divisiónficticia, es decir, no basada en las comunidades o ”pueblos”, sino en la
cartografia. El sistema abria el camino a la influencia del gobierno central, a través de
gobernadores o intendencias, en las elecciones locales. En la práctica, según Gabriel
Salazar, el sistema electoral propues-
.” -7!N
MEV
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——- i
doscientos cincuenta mil almas. ”Maule por la de veintiocho mil. Cuiicó por la de i
ta y un mil. Colchagua por la de setenta mil. Rancagua por treinta y dos mil. Santi
y el distrito de San José por dento catorce mil. Melipilla por trece mil. Valpara
representante. Quillota, por veinticinco mil. Aconcagua por veintiséis mil. Casabb
elecciones de carácter nacional debía votarse por pueblo. Empezaban a quedar atrás los
”cabildos abiertos” y las relaciones más directas propias de una democracia cabildante.
El Director Supremo, según el Acta, debía elegirse por el mismo Congreso. Mientras
tanto, los tres plenipotenciarios, ”por unánime conformidad de votos, y ciertos y seguros de
la voluntad de sus asambleas respectivas”, designaron al mariscal de campo Ramón Freire
y Serrano. ”Inútil era buscarle un antagonista, dice Santa Maria, su popularidad era
inmensa. En el sur no había otra voluntad que la suya, i el norte se había puesto en
movimiento mediante sus influencias.”611 El 4 de abril prestó el juramento religioso y
cívico. Al Congreso le aguardaban tareas fundamentales: la elección de un Director
Supremo en propiedad; la elección del senado, para el caso que no lo hubieren hecho ya
los departamentos; la dictación de una Constitución permanente, que consignara ”la
deferencia que en todo Estado bien reglado debe tener lo militar a lo civil”; los
reglamentos de administración de justicia; y la consolidación de la división del territorio
en seis departamentos, mandados cada uno por un intendente.
mcesiones a las provincial, el Acta de Unión sólo podia ser grata a los
316
317
ARMANDO CARTES MONTORY
613 Julio Heise González, Mos de formación y aprendizaje político 1810-1833, p. 1.’.
SCL, VIII.
615 Julio Heise González, Mos deformacióny aprendizaje político 1810-1833, p. 169
318
Capítulo V VIdas provincias en una patria nueva
• plenamente.
18 ri
; diatribas contra la ”furia democrática” y ”las federaciones, las puebladas, las se-
L)nes”, que ponia en un mismo saco, le enemistaron con el grupo liberal, que pudo
319
ARMANDO CARTES MONTORY
amplisimo consenso, aunque momentáneo, por el federalismo, que excedió con mucho al
solo pipiolismo. Con todo, el ensayo federal, debe entenderse como una reacción
antiautoritaria y una garantia a las libertades públicas, más que como una demanda
provincial. Los diputados del sur, de hecho, lo rechazaron.
evolución de 1830.
zan el período y explican sus conflictos, tanto o más que las divisiones
- i
320
Et
Vease, Jaime Etchepare Jensen y Mario Valdés Urrutia, ”Bandos y actividad poli-
Juan Martinez de Rozas, en la Oración Inaugural del Primer Congreso Nacional e14 de
julio de 1811.
”Nótese que desde 1813 hasta este afio las fuerzas indígenas superaban a las realistas de un
modo notable; por cada diez de estos formaban ciento de aquellos. La guerra era de
araucanos más que de espafioles”.
región situada al sur del Bío-Bío se vio muy tensionada por los con-
iestiones. sobre territorio, nacionalidad y ciudadana del naciente país, emandaron lecturas
adecuadas a los intereses de los habitantes de la
cional”, centrada usualmente en torno a las intrigas políticas de la )ital. El salvajismo del
bandolero Benavides o de los hermanos Pin-
luctable agonia del realismo. Aunque debían pasar mios antes de que
325
ARMANDO CARTES MONTORY
622 En sus periplos, Gay Rega hasta Concepción en dos ocasiones. La primera, en 1
con ocasión de su llamado viaje ”a las provincias centrales”. Desde aquela ciudad
esa ciudad, Lebu, el rio Tucapel, Licura, el lago Lleu Lleu y Tirúa. Emprende, lue
y Trapa-Trapa, para regresar a Los Angeles. Tras una estadia de 4 dias, se dirig
Antuco, la Laguna del Laja y el volcán Antuco. Sierra Velluda, Tucapel, La Laja, i
Salto del Laja, Yumbel y Florida, serán parte de su itinerario bacia Concepción.
Araucania en 1863. Esta vez recorreria Los Angeles, Angol, Nacimiento, Santa Jua
y Concepción. Así registra su permanencia en esta ciudad el periódico La Tará
edad de 65 anos [sic] en recoger datos para agregar a su último tomo de su famosa
Historia de I
tory, Franceses en el país del Bío-Bío, Concepción, Trama Impresores, 2004, pp. 219-23
1844 y 1871. La forman 30 volúmenes, que incluyen los 8 de la Historia, más dos
publicados por Guillermo Feliú Cruz, con ei titulo Conversaciones históricas de Claudio 1
326
Capítulo VI:• La Frontera, una cuestión pendiente
luchas del sur. Al comenzar su relato, contrasta casi con ironia las
sur:
En el último capítulo, no obstante, convergen los destinos del ”reino de arriba” o Chile
central y del ”reino de abajo”, representados por Concepción y la Frontera, según se les
llamaba hasta mediados del siglo XIX, si seguimos a Vicufia Mackenna. Algunos párrafos
del índice del capítulo final, referido a las campafias contra la montonera de los Pincheira,
son elocuentes:
)one otra expedición bajo el mando de Don Manuel Bulnes”— ”Con grande
Cabe preguntarse si Ias campanas del sur forman parte del proceso
ipú ya estaria senado el triunfo militar sobre Espalia; con posterioid, la victoria definitiva
debe buscarse en Lima o en las mesetas al-
audio Gay, Historia Físicay Política de Chile (Paris, editado en casa del autor, 1871),
II, p. 265.
327
ARMANDO CARTES MONTOPX
la sociedad fronteriza y, en particular, a los indígenas, a las filas patria. Figurarían luego
Freire, Prieto y Bulnes, todos penquistas,
situación de la Frontera.
’Dice de él Claudio Gay que era ”un bizarro militar, lleno de honor y de lealtad
sinceros; como Ambrosio O’Higgins, babá ganado sus atentas simpatias, y pron
328
Capítulo VI: Ia Frontera, una cuestión pendiente
329
ARMANDO CARTES MONTORY ”Un Gobierno de
los Puebb
perspectivas.629
626 Incluso versiones literarias de los eventos recogen esta perspectiva, por ejempl(
627 Mario Góngora, ”Vagabundaje y sociedad fronteriza en Chile (siglos XVII a XIX)”,
en: Estudios de historia de las ideas y de historia social (Valparaíso, Ediciones
Universitarias de Valparaíso, 1980), pp. 341-390. Corresponde a una versión mejorada de
su artículo homónimo, publicado en los Cuadernos del Centro de Estudios
Socioeconómicos de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Chile,
1966.
”Véase, Eric J. Hobsbawn, Primitive Rebels: Studies in Archaic Forms of Social Movement
in the 19th and 20th Centuries (U.K., W4V Norton, 1959); y, del mismo autor, Bandits
(1969).
629 Véase, por ejemplo, Patricio A. Valenzuela Bascufián y Sandrino A. Vergara Paredes,
”La Guerra a Muerte”, Revista Libertador O’Higgins, afio XXII N° 22 (Santiago, 2005);
Manuel Ramirez E., ”Huasos, frailes y soldados. El último bastión monarquista en la
frontera hispano-mapuche”, en: Revista Fuego y Raya, afio 1 N° 1 (Argentina, abril
2010), pp. 101-115; y Eduardo Téllez, ”Espacios geoétnicos y confederaciones
territoriales en tiempos de la Guerra a Muerte”, Historia Indígena N° 3 (Santiago, 1998),
pp. 53-76.
de Ávila Martel, Los estudios históricos en los primeros arzos de Chile Independiente
(Santilide
330
Capítulo VI: La Frontera, una cuestión pendiente
hasta la república unitaria en que devino, no sin dolores ni dificultades, después de dos
décadas de arduas luchas. Son el autorretrato del Chile decimonónico, escrito con
pretensión cientifica y sentido patriótico, propio de una época fundacional. El libro de
Vicufia Mackenna, en particular, se escribe en una época compleja para la relación entre
la república y la Frontera. Cumpliendo el encargo que le confiriera tres anos antes la
Universidad de Chile, redacta el libro en 1865, en pocos meses de febril labor.’” En esos
anos, las antiguas relaciones fronterizas, basadas en el intercambio y en un respeto
relativo a la autonomia territorial de los caciques, se estaban desplomando. Hasta entonces
la Frontera había proporcionado el ganado, traído desde las pampas, ponchos y efectos
diversos, obteniendo metales, vino y otros productos. Ahora comenzaba a interesar la tierra.
Una inmigración espontánea, pero constante, cruzaba de manera creciente la raya del
Bío—Bío y la demanda cerealera del norte y de los mercados capitalistas requerían
mayores terrenos. El Estado, por otro lado, no podia seguir admitiendo la discontinuidad
territorial y la falta de instalación de sus dispositivos de administración en una región tan
vasta. Sucesos como las incursiones del francés Aurélie Antoine, que pretendia formar un
reino en la Araucanía632 o como el de Elisa Bravo, una mujer supuestamente secuestrada
por los ”salvajes” luego de un
631
p. 235.
632 Sobre este notable episodio, Véase, J. Raspail, Tb, Antoine de Tounens, Rey de la Pata-
nia (Buenos Aires, Emecé Editores S.A., 1982); Armando Braun Menéndez, El reino
)5); Orllie Antoine ler (1825-1878), Philippe Descoux (Paris, Imp. Gérant, 1895);
cens”, Revista Chilena de Historiay Geografia, ts. 50, 51 y 52; Hamish Stewart, ”Alberto
15, 2005; Enrique Laval, y Sergio Rodriguez, ”Orellie Antoine de Tounens, la Araucania
y Patagonia”, Boletín de la Academia Chilena de la Historia, n° 60,
itiago, 1967).
331
ARMANDO CARTES MONTORY
dencia, con más lirismo que acopio de datos. Vale como la percepciá
633 Véase, Rafael Santos, Elisa Bravo o la cautiva de Puancho: legenda histórica (Santia
Imprenta Guillermo Miranda, 1906); Víctor de la Maza Bailados, Naufra,gio y caiai
última turro para Chile (Santiago, Irnprenta Victoria, 1884); y Jorge Mufioz Souga
maios en tierras buenas. Visión y concepción dei mapuche según Ias elites chilen
siglo XIX”, en: Jorge Pinto Rodriguez, Modernización, Inmigración y Mundo In,
89-108.
332
Capítulo VI: La Frontera, una cuestión pendiente
piapó a la Frontera, en 1810 eran, en realidad, dos países. El del norte, al que llamaban
”reino de arriba”, o simplemente Chile, era pacífico y aristocrático, un país de ”grandes
claustros” y ”opulentos poltrones”. Al sur del Maule, en cambio, se hallaba Penco, militar
y realista. El primero habría sido cabeza de la revolución patriota, que habría sostenido
casi solo: grito de ¡viva el Rei!, escribe, todo el sur estaba de pie. La Patria no era Chile,
era Santiago”.636 Allende el Maule se levantaban las banderas de Esparia. ”La Península
entre nosotros era el Sur”.637 Apoyadas política y socialmente por los provincianos y
azuzadas por la energia bárbara de los indios y el poder de la religión, estas fuerzas
habrían animado la hoguera. La prolongada contienda, que tuvo a ambas provincias al
borde de la guerra y que explica, luego, la larga resistencia fronteriza, sólo se resuelve con
la derrota de los guerrilleros. Con la muerte del oficial José Manuel Picó, que reemplazó
en el liderazgo realista a Benavides, culmina la emancipación para Vicuria.638
Recordemos que subtitula su obra ”Memoria sobre las últimas campal-tas de la
Independencia”. Claudio Gay, por su parte, sitúa el triunfo final con la rendición de los
Pinheira. Aunque para Vicuria la independencia la hizo el norte y para Gay la inició el
sur, en cualquier caso la historia ”termina” con la derrota de la resistencia y la
consolidación de la República de Chile. La moraleja de la ”guerra a muerte” habría sido,
en consecuencia, el triunfo final de la república, del orden y la civilización sobre la
barbarie y el monarquismo. Esta visión temprana de un país dividido es también
compartida por Barros Arana, en sus primeros escritos. Pronto, no obstante, la Nación y
la identidad única que se promueven desde la politica y la historia dejan atrás estas
miradas, se atenúan las tensiones regionales y la obtención de la independencia de Chile
se presenta como un gran objetivo común. La república debe vencer a sus tres fantasmas:
primero el monarquis-
Iéase, Ramón Isla Sepúlveda, Los últimos dias de Pico. Un episodio de la independencia de
t las Vegas de Coronado el afio 1824 (Mulchén, Imprenta de ”La Araucanía”, 1884).
333
ARMANDO CARTES MONTORY
ción era parecida, pero es necesario hacer algunas precisiones, que lues
diez anos (1813-1823) contra los ejércitos, las guerrillas i las bandas de puria
que brotaban por do quiera mas allá de aquel rio, histórico también, que fue
limítrofe contra el Imperio del Sol, contra Castilla, contra Santiago mismo”.6
rra. Cinco veces durante esta lucha tenaz y encarnizada, según que uno u ot.
”9 ”Durante diez y ocho meses, he vivido sólo con realistas de todas las clases y (
diciones, en diferentes lugares y en diversas situaciones, pero excepto a través rejas de una
prisión o sobre alguna lejana colina declaro que jamás he visto un pa
go, Imprenta El7eviriana, 1898). 640 Benjamin Vicufia, La Guerra a muerte, p. XXI.
334
Capítulo VL• La Frontera, una cuestión pendiente
Según Reinaldo Mufioz, la capital del sur cambió de manos más de 10 veces entre 1813 y
1821, con los consiguientes estragos.642 En relación a las divisiones regionales, los
conceptos de Vicufia son terminantes. Habla metafóricamente de dos ”países”, los que
deben entenderse en un sentido geocultural y no como unidades políticas:
+Fr’
eció a influjo de don Juan Martínez de Rozas, que puede ser mirado como el alma aquefla
grande revolución” (Claudio Gay, Historia Física y Política de Chile, Imprenta
335
ARMANDO CARTES MONTORY
”Que ni las provincias, ni los cuerpos, ni las personas puedan tener privile.
que los separen de la igualdad de derecho. Por eso echo de menos entre vosotr
(detalle).
336
Capítulo V1 La Frontera, una cuestión pendiente
de la guerra y son bien aprovechados por el Virrey del Pedi. Éste promueve una oportuna
expedición de apaciguamiento que desembarca cerca de Concepción, en marzo de 1813, la
que se nutre del apoyo al rey de criollos e indígenas, en esa región, para conformar sus
huestes. Los mapuches, como hemos visto, habían construido una red de relaciones
politicas y circuitos comerciales, en un marco de relativo respeto a su autonomia territorial
y a sus propios liderazgos, que se veia amenazada por los cambios que anunciaban los
revolucionarios. Había, además, importantes vínculos personales con las autoridades
espatiolas, caciques a sueldo, parlamentos y funcionarios reales, como comisarios y
capitanes de amigos que, en conjunto, aseguraban la vigencia y solidez del pacto
fronterizo. De esta forma, no se equivoca Vicuria cuando cruza los ejes del monarquismo,
el provincialismo y el apoyo indígena, para caracterizar la profunda gravedad del conflicto
que separaba a ambas facciones. Se explica, así, también la larguísima resistencia, sólo
extinguida en 1832, con la derrota de los Pincheira en Epulafquen.6” En cuanto a los
indígenas, como factor politico—militar, fueron fundamentales en la lucha separatista y en
el conflicto interprovincial. La politica de parlamentos, según hemos visto, fue funcional
en la búsqueda de alianzas en el proceso de la independencia y en el apaciguamiento
posterior. La Frontera tradicionalmente se conoce como un aliado de los monárquicos,
pero también lo fue de los hombres del sun Por sus muchos vínculos, los surefíos
esperaban contar con la población de allende el Bío—Bío en sus disputas interregionales.
Así, Martínez de Ro-
&” Sobre los Pincheira, hay una bibliografia diversa y dispareja. Véase, por ejemplo, Ana
Maria Contador, Los Pincheira, un caso de bandidaje social 1817-1832 (Santiago, Bravo y
Allende Editores, 1998); Daniel Villar, ”Ni salvajes, ni aturdidos. La guerra de los
10-1830, Daniel \riflar (editor) (Bahia Blanca, Universidad Nacional del Sur, 1998),
79-133; Adolfo Márquez Esparza, Los Pincheira (Concepción, Cuadernos del Bio
2001); del mismo autor, Los Pincheira, mito y realidad (Chillán, Imprenta La Discu-
ista de Estudios Regionale.s N° 6, Mendoza (1990), pp. 9-67; y Jose Manuel González,
1 N° 1 (Argentina, abril 2010), pp. 117-139. Los guerrilleros han inspirado, adeuna novela,
con varias reediciones, por Magdalena Petit: Los Pincheira (Santiago, resa Editora
Zig-Zag, 1939).
337
ARMANDO CARTES MONTORY
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1_ • -••
zas, en su alocucion inaugural aei uongreso racionai, et ue Juno de 1811, al rechazar los
privilegios o la discriminación que puedan sufrir los pueblos o las provincial, hace una
alusión a los. Butalmapus, que había recorrido y conocía bien, por sus anos de asesor o
subrogante dei intendente Ambrosio O’Higgins. Deplora su ausencia en la reunión de los
pueblos, pues es consciente que la Tzerra albergaba una importante población, que el día
que tuviera representación podría dar gran peso politico a su provincia. Así lo supone el
cronista Talavera, según el dual los patriotas tenían la intención de enviar al Congreso
diputados de los mapuches, con el propósito de sumarlos a los patriotas penquistas. El
mismo Rozas, O’Higgins, Alcázar y otros oficiales patriotas mantenían estrechos vínculos
con los indígenas, desde los dias de la Intendencia. No es impensable que buscaran su
apoyo, cuando el conflicto amenazó con militarizarse. De esta manera, en el parlamento
realizado en Concepción en octubre de 1811, convocado por la Junta Provincial, que ya
hemos referido, se buscaba consolidar el apoyo de los indígenas a las nuevas instituciones,
pero también a la causa provincial. Lo comunicaba Pedro José Benavente, presidente de la
Junta, al propio O’Higgins:
”...en esta hora misma me voy a la Plaza a recibir más de 400 indios que acompafian a los
grandes caciques y respetados que han vendo a saludarnos v nfrerernos toda la fuerza de
sus armas para emplearla en nuestra defensa y
Esta alianza estuvo a punto de activarse, cuando arreció el conflict intprrvrrannri 21 F.11
nnar7n de 1212. Setiala en sus cartas el tipógrafo no]
,•1
- -
-
17 lin rnnc-iderahle de.staramento de indios...”646 La misma int
dación se repite en 1823. Esta cercania de los surefios con los inclige
———-
____——
en: Archivo O’Hiains, tomo I, pp. 174 y 175 (el destacado es nuestro).
--
continuaria varias décadas y alcanzaría, incluso, a las camparias de José maría de la Cruz
en la Revolución de 1851. En clave más contemporánea, se ha planteado que las guerras
fronterizas corresponderían a la resistencia de la sociedad regional a un proyecto nacional.
Proyecto que amenazaba la subsistencia de redes políticas y económicas tan bien
entrelazadas, que lograron sobrevivir al incendio de la revolución. De esta forma se
explica la oposición violenta que enfrentara. Es la perspectiva de autores actuales, como
Jorge Pinto y Leonardo León. El primero sostiene que la sociedad colonial perduró en la
Frontera hasta mediados del siglo XIX, gracias a la resistencia que opuso al movimiento
emancipador. La denominación de ”Guerra a Muerte”, acufiada por la historiografia
liberal del siglo XIX, habría servido ”para descalificar el verdadero carácter de este
movimiento”. Esta resistencia incluyó a parte del ejército realista vencido en Chacabuco y
Maipú, a sectores de la sociedad criolla de Concepción y de la iglesia y a casi todas las
parcialidades mapuches. Todos estos grupos combatieron al ejército ”que la misma
historiografia liberal denominó `patriota.’”647 Leonardo León, por su parte, acentúa el
conflicto interprovincial, para explicar las luchas del sur. ”La inhabilidad política de los
`capitalinos’, que pretendían dominar todo, afirma, dejó una herida abierta, generando las
condiciones para que prosperara el apoyo a los monarquistas, para que cundiera el
caudillismo y para que afloraran las montoneras anti—republicanas. En Concepción, la
República nació identificada con Santiago, negando el protagonismo que se debía a las
regiones.”648 Lo anterior explicaria la eficacia del ”proselitismo monárquico”: las fisuras
y divisiones internas, en lo político y los beneficios del conchavo con los indígenas, en lo
económico, sumaron adeptos en contra de la revolución. La guerra civil huinca, concluye,
amenazó con provocar un quiebre
,
338
Pinto, Estado, nación v buehlo mame/7p_ n fiq Pintn erifati,za A rw.ers ri& lne
-•-
ntos con los oficiales reales y el alto grado de integración que había logrado el
„„Hiclizo, para jusuncar ia renuencia de los actores fronterizos frente a los ’s políticos, así
como la absoluta comnlementariedad dP lac redes inrlírrrnac
vyy
339
ARMANDO CARIES MONTORY
1111WP-
s•.
��
”9 Leonardo León, O’Higgins y la cuestión mapuche, p. 43. 6” Juan Isidro Maza, ”La
rebelión de los vencidos de Chacabuco y Maipú”, Revista á
Estudios Regionales, pp. 66-120. 651 Jorge Pinto, Estado, nación y pueblo mapuche, p.
69.
340
pueblo como clase o colectivo. La suya es una historia diferente, cuyos protagonistas son
los sujetos individuales de la plebe.652 La dislocación del orden colonial, causada por la
guerra, provocó el cuestionamiento de la estructura estamental tradicional y de la
distribución de la tierra y el poder social. La rebeldia generalizada es propia de un período
de crisis y miseria. El campesinado, dice Marcelo Segall, vio en Esparia no a sus
enemigos, ”sino a los vengadores de sus miserables destinos”.653 Escribe Ana Maria
Contador: ”La fuerza popular, en un movimiento inorgánico y sin un norte claro, asumió
formas violentas para sobrevivir y puso en peligro la construcción de la nueva
dominación. Sin buscar el poder central, de una manera indirecta, determinaron muchas de
las actuaciones de ese poder, lograron incidir decisivamente sobre la realidad social y
económica, cuanto no permitían el desarrollo normal del proceso productivo”. Sus
consecuencias desbordan, incluso, al campo realista. El mismo Benavides llegó a pedir al
gobernador monarquista de la provincia de Concepción, que alarmasen a la población,
tanto para resguardarse de una invasión, ”como para protegerse de los insultos y robos que
se cometían, pues el ejército no podia atenderlos”.654 La rebeldia alcanzó diferentes
niveles, entre los extremos del vagabundaje y la guerrilla campesina. Su expresión más
habitual fue el bandidaje.655 Sin desconocer el
Soda
JEN”
652 Si bien anuncia que expondrá ”la historia dei pueblo, dei pueblo-soldado, dei pueblo
campesino, dei pueblo- guerrillero”, luego aclara: ”(é) Quién, en efecto, es el ponderado
cuanto horrible protagonista de esta gran trajedia histórica? Un salteador criollo, hijo de
un carcelero, que se aduefia de la mitad de la República i amenaza conquistaria toda
entera. Hemos nombrado a Vicente Benavides”. En términos similares menciona, a
continuación, a los demás personajes principales de la `tragedia’ que relatará: Juan
Manuel de Pico, ”un minero oscuro”, pero a la vez ”el único caudillo, digno a la verdad de
tal nombre”; ”cuatro guanos alzados en las montarias de Chillán”, refiriéndose a los
Pinheira; y otros como Zapata, arriero dei Itata o Neira, el hijo de
962), p. 7, citado. en Ana Maria Contador, Los Pinheira, p. 56. ’AVM, Vol. 44, fjs. 377.
Concepción, 20 de octubre de 1820.
a Maria Contador, Los Pincheira, p. 57. Véase Fernando Marín, Forajidos. Bandidaje
en Chile (Santiago, Ediciones Ideas, 2013).
341
ARMANDO CARTES MONTORY ”Un Gobierno de los
Pueblos...’
656 Sobre las parcialidades indígenas y sus filiaciones para esta época, Véase, Eduardo
Téllez, ”Espacios geoétnicos y confederaciones territoriales en tiempos de la Guerra a
Muerte” Historia Indígena N° 3 (1998), pp. 53-76; del mismo autor, ”Las grandes
federaciones geopolíticas de los Unos de Araucanía bacia la época de Independencia”
(Universidad de Concepción, Revista de Historia, 2006), pp. 77-82; y José Bengoa,
Historia del pueblo mapuche (Santiago, Ediciones Sur, 1996), pp. 69-132.
342
Capítulo VI: La Frontera, una cuestión pendiente
gica, hay que recurrir a las explicaciones de corte endógeno, esto es, basadas en la política
de la Frontera. Para autores como Eduardo Téllez, el factor crítico es ”el equilíbrio de
poderes y los conflictos (potenciales o abiertos) que condicionaban las relaciones entre las
confederaciones etno—territoriales y las dirigencias étnicas más influyentes al interior de
la geografia política de la Frontera en 181 O”658. Esta visión tiene la virtud de aportar
más inteligibilidad a la conducta mapuche, desde el punto de vista historiográfico: habrían
sido las propias expectativas y fricciones de las jefaturas y alianzas indígenas, las que
condicionaron sus opciones políticas. Las causas de sus acciones y alineamientos deben
buscarse, en definitiva, dentro de la propia Araucanía y no fuera de ela.
Para fines del siglo XVIII, los butalmapus habían comprendido que
la autonomia absoluta del mundo hispano era inviable. Las agrupaciones y los loncos
principales fueron desarrollando, entonces, estrategias de negociación que les permitieran
conservar su liderazgo y poderio. En el siglo siguiente, mientras los abajinos optaron por
la integración
Nahuelbuta, eran la parcialidad mapuche más numerosa. Sus linajes principales, los
Colipís y Corioepán, fueron cercanos aliados con los republicanos. Especulando sobre las
causas, José Bengoa plantea que se trata de una estrategia de integración a la sociedad
nacional. Ya que
percibían que ”tarde o temprano deberían unirse al país del Norte”, procuraban una
integración que no mermara su rango y poderio en la
343
ARMANDO CARTES MONTORY
• •
considera que ese proceso era todavia más profundo en los aillerehi monarquistas, más
influenciados por los misioneros y la administraci
jinos, que eran adversarios del butalmapu arribano. Sus linajes más
resultaren ventajosos.
66° José Bengoa, Historia, p. 79. 661 Eduardo Téllez, ”El arauco patriota y el arauco
realista”, p. 135.
344
Capítulo VI• La Frontera, una cuestión pendiente
orden republicano. Claudio Gay sostiene que la victoria sobre la banda de los Pinheira
—”compuesta en su mayor parte de indios Pehuenches” (Guevara)662 —no sólo terminaba
una prolongada guerra, sino que también coincidia ”de un modo admirable con el
restablecimiento del orden y la tranquilidad en la vida pública, dando estabilidad a aquel
gobierno fuerte y respetado que el genio de Portales acababa de inaugurar”.663 Más que de
una nación en ciernes y todavia dividida, era el triunfo de ”aquel gobierno” contra la
barbarie. Terminaba con ello la independencia, ”tercer período de la historia chilena” y
—siempre según Gay— se inauguraba el cuarto: el de ”la libertad y la civilización”. Para
la Frontera, en cambio, la situación era menos gloriosa. Las fisuras previas de la sociedad
indígena habían sido exacerbadas por las partes en pugna, para sus propios fines.
Apaciguada la región, emergia chora dividida y desolada por la guerra. El Estado nacional,
liado en sus propios trances y dificultades, no buscaba todavia incorporar el territorio y
sólo le preocupaba reconstituir una frontera de contención. Lo logrará con regular éxito en
los parlamentos de 1823 y 1825. Concluía con ello la crisis de la independencia y se
avanzaba hacia una nueva fase, marcada por el retorno a los mecanismos de relaciones
fronterizas coloniales. La Frontera había sobrevivido a la emancipación y renacía
venir republicana.
345
ARMANDO CARTES IVIONTORY
Con los matices propios de su evolución histórica y situación geográfica, las referencias
étnicas infiltran también la simbologia republicana chilena.*E1 empleo de elementos
culturales mapuches— aún resignificados o semiolvidados— refleja de qué manera la
Frontera contribuyó a plasmar nuestra identidad social y política. Su presencia se
manifiesta, también, en la toponimia y la conformación étnica del pueblo chileno. La
examinaremos desde los primeros escritos e impresos de la Patria Vieja hasta su inusual
pervivencia en los emblemas nacionales, como serial de su trascendencia en la
configuración del Estado—nación chileno.
Aún cuando existían signos de descontento, en los anos previos a 1810, para el grueso de
la población y aún para los criollos más ilustrados, resultaba impensable la magnitud de los
cambios que se vendrían. Formada la Primera Junta, con símbolos y gestos dramáticos se
pretendió socavar las bases centenarias de la monarquia. Los discursos de igualdad
remecían a una sociedad estratificada, que buscaba conciliar su estructura estamental con
los nuevos valores republicanos. Los criollos que lideraron el proceso, quienes hasta hacía
poco tiempo se consideraban los herederos orgullosos de los conquistadores, ahora
renegaban de los anos coloniales, calificándolos de ”tres siglos de horror”. Lo opuesto
ocurrió con los indígenas, situados hasta entonces en la despreciada base de la pirámide
social. Los talquinos, por ejemplo, que en 1796 habían pedido que su escudo de armas
mostrase la derrota de Lautaro664, para 1812, movilizados por las nuevas ideas,
convendrían en que dos indios representasen la república, como ocurrió en el primer
escudo nacional. Ocurrió así en toda América. La efimera república de Cartagena, en
Colombia, reemplazó, en noviembre de 1811, los leones de Esparia de su escudo por la
imagen de una indígena665. La ciudad de Salta fue más lejos, en el uso del Indio
alegórico’. Al escudo que representaba a un espariol
��
11`
665 Así se lo describe: ”Representa una india sentada a la sombra de una palma de coco,
con su carcaj a la espalda, en la mano izquierda una cadena partida, en la mano derecha
una granada abierta de la cual come un turpial” http://www.angelfire.coma
realm/jolle/colombia/colombia-indep.htm (enero 2013).
pónimos, todo era un buen lugar para celebrar a los heroicces antepasados. Chile no fue
ajeno a esta tendencia. Los primeros buques fueron bautizados como Galvarino, Tucapel,
Araucano o Lautaro. El último fue, además, el nombre de una importante logia
revolucionaria”’ y, desde 1823, de una Delegación y luego de un Departamento de la
Provinda de Concepción. Es que, para entonces, los mapuches eran ”nuestros padres”,
decía Ramón Freire, pues los chilenos éramos ”hijos de Caupolicáin, Colo—Colo y
Lautaro”, según anunciaba en un brindis el general Francisco Calderón.668
Collier.” El republicanismo chileno —tal como se infiere del primer escudo nacional
(1812)— ”percibía en el pasado indígena su época clásica” y en los araucanos, por su
espíritu libertario, el mito patrióitico.670 En esta primera época, el adjetivo ”araucano”
llegó a ser un modo poético de decir ”chileno”. El quiebre con la tradición hispana que
represento la independencia, planteó el problema de identificar un pasado propio,
alternativo, sobre el cual fundar la construcción nacional. Juan Egaria, en sus Cartas
Pehuenches
sss Aunque para otros, como Francisco Antonio Pinto, no había talparentesco: éramos
Press, 1967), pp. 212 y 213. 669 Vease, Simon Colher, Ideas and politics of Chilean
independence 1808-1833, pp. 212-217. 67° Bernardo Subercaseaux, Historia de las ideal
y la cultura en Chik (Santiago, Editorial Universitaria, 2° edición, 2007), tomo I, p. 32.
Ideas que el autordsarrolla mejor en el prólogo a la edición de las Cartas Pehuenches de
Juan Egaria indicado en el número siguiente.
346
347
ARMANDO CARTES MONTORY ”Un Gobierno de los
Pueb
de Chile, decia, tiene el objeto más justo y necesario que pueda intere
La tarea no era fácil, sin embargo, pues la revolución era impulsada pc los descendientes
de los mismos conquistadores. ”La revolución de 181(
dice Amunátegui, debe considerarse en rigor mia diferencia promovida por los esparioles,
i ventilada entre ellos.”6” La lengua o la religión, al ser col munes a la región americana,
no podian constituir un factor diferenciador adecuado para los passes en formación. En el
caso de Chile, tampoco podia
forma uno de los cuadros históricos mas horripilantes de la barbarie huma na”, seliala el
mismo Amunátegui, pero sin dejar de notar, con la ambigiie
giera una nación” (Bárbara Silva A., Identidad y nación entre dos siglos, Santiago, LO
• 2008, p. 44).
348
j
Capítulo VI• La Frontera, una cuestión pendiente
tente ”edad de oro” o imperios indígenas, que en el país no hubo. El siglo XIX, dice Juan
Mizón, dio a Alonso de Ercilla ”un reconocimiento pleno de historiador”; lo mismo que a
sus continuadores e imitadores, como Pedro de Ofia o Álvarez de Toledo.674 Como los
textos de los cronistas, LaAraucana fue considerada una fuente principal de conocimiento
histórico de la conquista de Chile.” Surge así lá tradición de épica guerrera y, con ella, el
”mito” de la Guerra de Arauco, según Sergio Villalobos, que ha creado ”una ilusión que
se identifica con un destino nacional”, que se proyecta hasta el presente,” En su época,
marcó a la primera generación de republicanos y se plasma en himnos nacionales677,
proclamas”, piezas de teatro” y en la prensa de
674 Luis Mizón, Claudio Gay y la formación de la identidad cultural chilena (Editorial
Universitaria, 2001), p. 72.
6’6 Sergio Villalobos, Vida fronteriza en la Araucania (Santiago, Editorial Andrés Bello,
1995), p. 209.
677 La versión definitiva del Himno Nacional, encargada al poeta Eusebio Lillo, sefiala
eu su cuarta estrofa: ”Con su sangre el altivo araucano,/ nos legó por herencia el valor;/ y
no tiembla la espada en la mano/defendiendo de Chile el honor”.
Évivir libres o morir con honor”. (En Academia Chilena de la Historia, Archivo de don
rnardo O’Higgins, Santiago de Chile, Editorial Nascimento, 1947, tomo II, pp. 36-
stos de mi compatriota Lautaro! iEn mi pecho arde el mismo espíritu que liberó a mi
atria Arauco de sus opresores!” (Rumazo González, Alfonso, Francisco de Miranda, pro-
líder de la independencia americana, Caracas, Venezuela, Monte Ávila eds., 2006, p. 165).
349
ARMANDO CARTES MONTORY
”Por primera vez lei en ese tiempo La Araucana de Ercilla, y nos rel
las bellezas de su poesia (...) sino por las heroicas hazafias de ara
”682 Su lec
fuente.”684 Con los anos, aunque la mirada sobre los mapuches fue
1813 -1817 , tomo II, Santiago, Imprenta Cultura, 1954, p. 350). 682 Citado en Fernando
Casanueva, ”Indios maios”, p. 58.
683 Entre los trabajos de Domeyko relacionados con la Araucania, pueden menc
se: Diario del viaje al país de los salvajes indios araucanos (Varsovia, Ars Nova, 1992);
da, sus Habitantes (Ars Nova, Varsovia, 1992), y Mis Viajes (Santiago, Ediciones
Revista de Chile y América,Vol. 10, 2° semestre (2011). 684 Luis Mizón, Claudio Gay y
laformación de la identidad cultural chilena, p. 72.
350
Capítulo VI: La Frontera, una cuestión pendiente
,fiando, anunciando la intervención del territorio, la opinión pública eguía influida por la
tradición heroica.685
L configuración de una nación, que permitiera diferenciarse del pasado )1onial, planteaba
dificultades. La identificación de un pasado ”autén-
han sido cantadas aun por sus enemigos; cantos que con razón inflaram nuestras
contra los conquistadores espatioles y que en algunas personas llega a tal grado
les hace olvidar que hoy son nuestros enemigos fieros y encarnizados, como lo
351
ARMANDO CARTES MONTORY
de Chik690 Pero fue Jose Miguel Infante, sin duda, el más entusiasta, i
del Estado, concluye, bien dirigida viene a ser su gloria. Los inc
velaria por sus progresos.692 Sus ideas habían sido ya parcialmente implementadas, pues
690 El Mercurio de Chile, N° 22, 1823. 691 Valdiviano Federal N° 43, 8 de julio de 1831
y N° 55, de 15 de marzo cie 18 32.
352
Capítulo VI: La Frontera, una cuestión pendiente
” . . . que, siendo conforme a la sana politica, el que los indios, recibiendo los
itensamente influido, según hemos visto, por el mito épico de los gue-
1 Sesión del 5 de octubre de 1811 del Primer Congreso Nacional, SCL, tomo I, p.
353
ARMANDO CARTES MONTORY
tantivo. Así ocurrió en las provincias del Plata, ya para las invasior
nos han hecho una guerra destructora, dirigidos las más de las veces
tina, p. 85. 699 Luis Mizón, Claudio Gay y la formación de la identidad cultural chilena,
p. 84.
354
r
—cari
La búsqueda de legitimación dei separatismo de Espafia condujo, según hemos visto, a una
revalorización dei mundo precolombino y de lo indígena. En Chile, el influjo de La
Araucana y la imagen heroica de la secular Guerra de Arauco llevó a enfatizar la
resistencia mapuche, así como la cosmologia y lo telúrico de la región dei sur. Como en el
resto de América, esta mistificación, de corte más ideológico que de cercania real al
mundo indígena, se fue diluyendo con los anos. Debe reconocerse, no obstante, aún
concediendo la polisemia propia de banderas o escudos, que elementos de aquel mundo
subsisten hasta el presente en los emblemas patrios. Se refleja, así, la gravitación de la
sociedad mapuche en la etapa de organización nacional y el afán de integraria
simbólicamente, junto con su territorio y habitantes, a la república que surgia. Esta no se
concebia, en efecto, sin la participación o la inclusión de los abitantes dei sur: es lo que
manifiestan los símbolos patrios.703 Aunue en las décadas siguientes, la Frontera fue
relegada a la posición de egión periférica, un problema pendiente de la república, sus
símbolos
gera N° 5, p. 131.
Ienes y estereotipos (1500-1800)”; en Jorge Pinto (Ed.). Del discurso colonial al proin-
’Armando Cartes Montory, ”Arauco, matriz retórica de Chile: símbolos, etnia y na-
355
ARMANDO CARTES MONTORY
sigue siendo parte de la nación. La trayectoria de los escudos patrios, en primer término,
da cuenta, ;
nez, brillaban las damas chilenas, pero ”en especial se llevaron la ater
ción dos de ellas que para realzar sobre todas su patriotismo asistieror
Bajo esta, había un benzo con un escudo ovalado, en el que figuraba una robusta columna,
un globo, con una lanza y una palma cruzada, sobre las cuales se descubría una radiante
estrella. ”A la siniestra de la
y su obra sobre Los emblemas nacionales (1883).706 Sobre el autor del esc
704 Fray Melchor Martínez, Memoria histórica sobre la Revolución de Chile desde el ca
705 Fray Melchor Martínez, Memoria histórica sobre la Revolución de Chile desde el (-a
Fernando VII hczsta 1814, p. 150. 706 Francisco Vidal Gormaz, Anales de la Universidad
de Chile, N° 64 (1883).
356
Capítulo VL• La Frontera, una cuestión pendiente
Miguel Barros Franco, ”Acerca del primer escudo de Chile”, p. 25. Prueba su
.`un solo seno que represente la columna acompailada por dos indígenas”.
357
ARMANDO CARTES MONTORY ”Un Gobierno de
los Pueblos...
Soublette, el pueblo araucano ha sido incluido con ”la clara intención de definir el nuevo
orden de Chile como basado en el valor y nobleza de Arauco, cuya sangre corre por
nuestras venas” y no sólo por razones estrategicas.71° Afirmación válida, estimamos, para
el escudo de la transición o el actual, no así respecto del que utilizara Jose Miguel Carrera.
A pesar de que este se refirió a ”la guerra de independencia araucana”, con la retórica de
la época, era un personaje menos cercano al mundo mapuche que O’Higgins o Prieto,
máximas autoridades del país al momento de la oficialización de los escudos posteriores.
Los primeros símbolos patrios, apunta Silva, podrían considerarse ”los símbolos del
personalismo de Carrera y no de la sociedad.”711.Apuntemos que rigieron corto tiempo y
no alcanzaron a ser asimilados. En la Patria Vieja, para los líderes capitalinos, el referente
mapuche distaba de ser real, ya que aunque sobrevivia en regiones del sur, la realidad
cotidiana era la de un país mestizo. La elite criolla no se sentia realmente heredera del
mundo indígena, de manera que, en la práctica, el uso de estos referentes no amenazaba la
estabilidad del proyecto de construcción nacional. Por lo demás, así ocurrió en muchas
regiones de América, donde la iconografia indígena fue desapareciendo en las décadas
siguientes a la independencia. En Colombia, por ejemplo, la ”princesa india” que había
simbolizado la libertad y la república fue reemplazada, en 1821, por un busto feminino
cubierto por una toga. Para entonces, una mujer indígena ya sói() podia representarse a si
misma, dice Rebbeca Earle y jamás a la república.712 Declarada ya la Independencia y
luego de la victoria de Maipú, que la afianzó en Chile central, el gobierno de Bernardo
O’Higgins ()cupé, de crear un nuevo escudo patrio. El Senado Conservador, p
72 R. Earle, ”Sobre héroes y tumbas”, 394. Para la segunda mitad del siglo XIX, i
358
Capítulo VL La Frontera, una cuestión pendiente
premo, fijó el nuevo emblema. Este conservó la columna y la estrella, pero suprimi() los
lemas latinos, la palma y la lanza cruzadas y las dos figuras indígenas.”’ Por orden del
gobierno, el escultor chileno Ignacio Andía y Varela grabó este escudo en madera. Este
era sostenido, según la descripción de Benjamin Vicufia Mackenna, por un ”bizarro
bárbaro americano”, a cabano de un caimán, que simbolizaba a América y que devoraba
al león de Castilla.714 Es el escudo que aparece en el retrato de Bernardo O’Higgins,
pintado en 1821 por el mulato José Gil de Castro. La columna, según Soublette,
representa el Árbol de la Libertad, asociándolo así al ”sentido libertario del pueblo
araucano”, de la misma forma como el indígena, en la base del símbolo, adquiere el
carácter de fundamento.715 Significaciones que, en nuestro concepto, resultan forzadas,
atendida la recurrencia de la imagen del indígena y la cornucopia en la heráldica
americana y el sentido clásico de la columna —de orden Bórico, según el decreto
constitutivo—, alegoria ampliamente utilizada en las representaciones republicanas
francesas.716
n’Seriala el acuerdo: ”1. Que la colocacion de las armas nacionales en el Palacio del
gobierno se ejecute en honor de la patria, con la ceremonia que tal acto merece, i que se
tengan por tales un escudo formado en campo azul oscuro, con una columna, en el centro,
de orden clórico, sobre un pedestal de mármol blanco, encima del mundo americano i con
un letrero que diga: Libertad. Sobre este una nueva estrella de cinco picos, representante
de la provincia de Santiago, i a los lados de la columna otras dos estrellas, representantes
de Concepción i Coquimbo; adornado todo de dos ramas de laurel atadas con una cinta i
rosa tricolor, apareciendo en circuito toda carmesí por el orden de caballería, infantería,
dragones, artillería i bombarderia con los demás jeroglificos alusivos a la cadena de
esclavitud que la América supo romper. (Anexo número 371. V. sesion del 28 de Julio de
1826.)” (Sesión 123, Ordinaria, del Senado Conservador de 23 de septiembre de 1819,
SCL, tomo II, p. 229).
714 Benjamin Vicufia Mackenna, ”Ia Estrela de Chile y el Tricolor nacional”, Serie de
artículos publicados en la Unión de Valparaíso, recopilados en Akunos proverbig refivmes
motes
ración de un escudo más definitivo, que reflejase la anhelada grandeza del país. Con el
triunfo de las fuerzas conservadoras en Lircay, comenzaba a instalarse el Estado ”fuerte,
centralizador”, a que aspiraba el grupo pelucón, en la conocida expresión de Diego
Portales. No servia, a este prOpósito, un escudo con tres estrellas, que representaban a las
provincias históricas de Santiago, Concepción o Coquimbo. En adelante, una única estrella
bastaria para representar el triunfo del unitarismo sobre las aspiraciones federalistas y
provinciales. Afirmando, pues, ”el Gobierno, que no debiéndose tolerar por más tiempo
ese escudo insignificante y abortivo”, resultaba necesario sancionar uno más adecuado,
según sefiala el mensaje del proyecto de ley de junio de 1834, que firmaran el Presidente
Prieto y el Ministro Tocornal, se convocó a un concurso público para el nuevo escudo
nacional. El diseão ganador, propuesto por el artista Carlos C. Wood Taylor, es el escudo
actual, con ligeras modificaciones. Fue aprobado por el Congreso Nacional el 24 de junio
de 1834.7’7
7” Una relación detallada de estos sucesos puede leerse en Miguel Luis Amunái egui.
360
Capítulo VL La Frontero, una cuestier5n pendiente
idos atributos cuadran perfèctamente con la naturaleza del pais y el qr-a rácter
el blasón que nuestros aborígenes ostentaron siempre en sus pendoames y el ismo que
presenta ese caro pabellón, a cuya sombra se ha ceflido la p.a.tria de
atos y tan gloriosos laureles; puede también referirse a nuestra posiciiión geo-
’.fica, la más austral del orbe conocido. La insígnia que se ve por timbre es la
dignidad suprema.
rosa y corpulenta que puebla nuestros aires, y aguei, el cuadrúpedo milás raro
’ singular de nuestras sierras, de que no hay noticia que no habite otra. región
hacen rituestros
9 y 590.
361
ARMANDO CARTES MONTORY
rían el federalismo de esa nación, la única estrella chilena referiria al Estado unitario, que
se impone juridicamente con la Constitución de 1833, motivando el cambio del
721 La estrella de Arauco, como lucero del alba, corresponde a uno de los apelativos de la
Virgen Maria como Stella Matutina. Así lo aclararon las hermanas Pineda, quienes
confeccionaron el primer ejemplar de la bandera utilizada en Concepción para la fiesta de
la Virgen del Carmen, en noviembre de 1817. (Gastón Soublette, La Estrepa
de Chile, p. 97).
722 La estrella puede también representar las ”luces”, es decir, ”el triunfo de la razón
frente al oscurantismo de los sentidos y las concepciones míticas del poder y del
mundo”. Véase, Trinidad Zaldivar, y Macarena Sánchez, ”Símbolos, emblemas y ritos
en la construcción de la nación. La fiesta cívica republicana: Chile 1810-1830”, p. 96.
estrella pentagonal, habría sido la búsqueda de una síntesis del significado hermetil
europeo con el indigenista, esto es, el encuentro de dos tradiciones (Véase Gastól
San Antonio, ”para escuchar la lectura del acta de Independencia que fue saluda
con cafionazos y la canción nacional y que al pie del asta flameaba ”la gloriosa est
362
Capítulo VL La Frontera, una cuestión pendiente
tina y peruana, son símbolos que permanecen hasta hoy, aunque, como en estos casos, su
significación se haya desdibujado con el tiempo. Los proyectos nacionales, decía Ernest
Renán, requieren de memorias comunes, pero también de olvidos.
1!
’iroquis de la Isla de la Laja, 1757. Muestra los volcanes activos que cifien la región
jongreso Nacional
”El estandarte de los araucanos contiene una estrella en fondo azul” (César Famin,
Poragug Uruglia); Buenos- Ayres, Firmin Didot Fréres, Éditeurs, Paris, 1840, p. 14.)
363
ARMANDO CARTES MONTORY
hacen alusión a los colores patrios.727 Dieron ”sin duda la base, afirr
zón, o bien de orden telúrico, asociando el azul a los ciclos y el océar Pacífico y el blanco
a las cumbres nevadas de los Andes. En cuanto
726 Miguel Luis Amunátegui, Los Precursores, tomo III, p. 591. ^~~11
727 ”Pasci tras éste luego Talcaguano, [...]/cubierto de altas plumas, muy lozano,/
guiéndole su gente de pelea,/ por los pechos al sesgo atravesadas/ bandas azul
blancas y encarnadas.” (Canto XXI). 728 Gastón Soublette, La Estrella de Chile, p. 72.
364
Capítulo VI: La Frontera, una cuestión pendiente
ehue con sus respectivas banderas ele nguillatun, según interpreta Sou-
iuede representar la corclillera andizena, tras la cual amanecía, haciendo ionor al lema
del primer escudo carme-erino, ”post tenebras lux” , presentado
Esta bandera, fue hurtada por un comendo del Frente Patriótico Manuel Rodrí-
-.’.hillán, los volcanes Callaqui, Chillán, Anitucoy Copahue. Todos, salvo el Antuco,
de más de 3 mil metros de altura y visibles ,en los frecuentes viajes que el libertador
acía, en la primera década del siglo XIX, entre su casa de Chillán y su hacienda de
Ganteras.
365
ARMANDO CARTES MONTORY
medallas, de oro labrado y esmaltado en Francia, tenían tambien anverso la figura del
volcán.733 Su propio retrato, confeccionado pc
pillán de la guerra.
(1933), p. 87-117. 734 Según Soublette, ”estos aparecen en ciertas invocaciones bajo el
nombre
hueichán huentru (cuatro valientes guerreros) o meli hueichafe huentru (cuatro hombr
366
Capítulo V1 La Frontera, una cucsión ~ente
lido presencia.
pendencia. En el orden político—militar, según hemos visto, era necesario sumar a los
indígenas al campo patriota y reclutarlos militarmente, o a lo menos neutralizarios. Con
este fin, se aplicaron estrategias complementarias, tales como el azuzamiento de los
conflictos inerétnicos, el recurso a lideres indígenas o mestizos de prestigio .y el
ofrecimiento de beneficios diversos en el nuevo régimen que se impouía, a fim de
contrapesar el ascendiente secular de la monarquia y sus redes en el mundo indígena. Un
buen ejemplo de estas prácticas combinadas, es la arenga del cacique Venancio Cofluepán
a los pehuenches, invitándolos a incorporarse al proyecto de los republicanos, que
reprod-uce Claudio Gay: ”...Unámonos a nuestro benigno gobierno y pasemos a gozar de
la casa grande que está fabricando; en ella descansando disf0taremos
Y refresde los manjares que nos tienen preparados para nuestro regalo
• ,
dep Itrsos, símbolos y muchos otros elementos. Esta actitud, ommaaa
.14
Llaudio Gay, Historia Física), Política de Chile, tomo VIII, pp. 288-289.
367
ARMANDO CARTES MONTORY ”Un Gobierno de los
Pueblc
patriótico nacional.”’
pendencia y se proyecta, a lo menos, hasta 1830, los desafios eran todavia más complejos.
Se refieren a la soberania y el control efectivo del territorio situado al sur del Bío—Bío y
a la situación jurídico—politica de sus habitantes indígenas. Para la Corona espanola,
superados los debates iniciales sobre la esclavitud —y el alma— de los aborígenes o sobre
un eventual abandono de las Indias, en general no hubo dudas de la pertenencia de la
región sur chilena a su vasto imperio. A partir de la donación del papa Alejandro VI, el
descubrimiento, la conquista y la ocupación de los territorios americanos habían reafirmado
los títulos hispanos. Para el siglo XVIII en la Araucanía, no obstante, se había consolidado
una situación peculiar. Se debía a factores como la resistencia indígena a la aculturación
plena, el desinterés de la sociedad hispanocriolla por la región y la existencia de circuitos
comerciales que conectaban la Araucanía y las pampas con la economia colonial, en los
cuales los mapuches participaban activamente. A fines de la Colonia, además, en una
politica que expresa muy bien el Gobernador Ambrosio O’Higgins, la prioridad imperial
era la defensa de las costas contra ingleses u holandeses, no la ocupación del territorio.
Esto elementos habían conducido a la conformación de una sociedad regional con tipos
humanos, mecanismos de control y ámbitos autonómicos propios de un espacio fronterizo.
El lenguaje de ”naciones”, ”tratados” y ”embajadores”, que utilizan los documentos de la
época, cuya lectura debe reali7arse evitando los anacronismos y los errores conceptuales,
no debe Hamar a engano sobre las pretensiones soberanas irrenunciables de la Corona,
que luego heredará la república chilena. Así ocurrió, por lo demás, en muchas regiones de
Hispanoamérica y, en general, en los múltiples territorios fronterizos que subsistían en el
siglo XIX: superado el desinterés o la incapacidad inicial de los nuevos países, que
condujo a una pragmática y transitoria reconstitución de la frontera colonial, los Estados
nacionales impusieron su soberania y promovieron la incorporación efectiva, política y
cultural, de la población autóctona.
7 José Bengoa, Historia del pueblo mapuche (Santiago, Ediciones Sur, 1996), p. 139.
368
Capítulo VI• La Frontera, una cuestión perzdiente
Para la naciente República, dos cuestiones dificultaban la definición de una política frente
al mundo indígena. En primer lugar, era necesario precisar el status jurídico del territorio
nacional, a la luz de los títulos hispanos, esquivando la escabrosa cuestión de las tierras
indígenas, que se hallaban en una situación de semiautonomía. En segundo término, los
principios igualitarios que promovia el primer liberalismo republicano obligaban a suprimir
el sistema de castas que imperaba, en contraposición a la tradición colonial. Si
consideramos que la revoluciOn de la independencia tuvo un alcance político y cultural,
pero social en mucha menor medida, se comprenderá las dificultades que planteaba el
igualitarismo forzado. La participación política, en particular, ponía a prueba el ethos de
los primeros republicanos èDebía, la numerosa poblaciOn situada al sur del Bío—Bío,
incorporarse a la ciudadanía activa, con las consecuencias políticas y electorales que
aquello conlleva? Los debates y el constitucionalismo dei período reflejan estas
disyuntivas, evidenciando su interés para el Estado nacional que se organizaba.
mapuches. Para Sergio Villalobos, las divisiones coloniales no son argumento para litigar
históricamente territorios y fronteras. Se trataria de
ima rlicrlicinn ritr. tino ”curial P hictnrien” v nn rlp nrrlvn ;ire-Mien interna-
cional.738 Para José Bengoa, en cambio, la cuestión, más que jurídica, es Táctica y se
expresa en una práctica arraigada. La frontera del Bío—Bío, dice, ”era real, en la medida
que los colonos ”civilizados” no la podían transponer y los mapuches vivían en forma
independiente de acuerdo a
369
ARMANDO CARTES MONTORY
sus costumbres y leyes.”739 Chile se emancipa, en todo caso, rmandó su soberana sobre
la región sur. La Proclamación de la IndePendencia de Chile, en efecto, fechada en
Concepción el 10 de enero de 1818, sefiala explicitamente que ”el territorio continental de
Chile Y sus islas adyacentes forman, de hecho y por derecho,, un Estado libre,
independiente y soberano”. Unos anos después, la Constitución de 1822 fija el limite sur
en el Cabo de Hornos y declara pertenecer ai país, entre otras, Ias islas de la Mocha, Santa
María y demás adyacentes, situadas en el territorio araucano (art. 30). Por limite oriente
sefiala la Cordillera,
carta a Joaquín Prieto: ”...convengo con (el abate) Mofina, que todo;
los habitantes de los valles del Este, así como del Oeste de los Ande:
tan paisanos nuestros como los demás nacidos ai norte dei l3ío—Bío;
v caac, Jwc ”3 11suva, iiw6V! tu ucc 11U66/6U neuJruoiac, Fli. 1.3v y 1.3.3. Vi
746 T Cnsl
anl rrero Lira, y Nancy Mino Thoma editores, Cartas de Bernardo O’s (S
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370
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blado de Atacama hasta los últimos limites de la província de Chiloé” (art. 2°), es decir,
incluyendo expresamente el país mapuche. Afiade que ”Todos los que existen entre ambas
lineas —esto es, mapuches y chilenos— serán tratados como a ciudadanos chilenos con
goce de todas las prerrogativas, gracias y privilegios que les corresponden”. Para Pablo
Mariman, las cláusulas alusivas a territorialidad y soberania ”seguían
acidos en este territorio, era obvio que tanto la Araucanía como los
relaciones con el mundo indígena, o bien se trataba, simplemente, de una cuestión táctica,
que le permitiera ganar tiempo ante la angustiosa situación del país y la violencia de la
Frontera. La incorporación del territorio ai país no respondía solamente a consideraciones
materiales. La continuidad geográfica era también vista como un factor de unidad, ante la
imposibilidad de apelar a factores étnicos, lingüísticos o culturales. ”En la práctica, sin
embargo, dice Pautina Peralta, la nación definida en términos territoriales no pasaba de ser
una idea imaginada por los independentistas”. Un territorio todavia
Pablo Mariman, Los mapuche, p. 82. Jorge Pinto, La formación dei Estado, p. 122.
ulina Peralta Cabello, ”Ni por la razón ni por la fuerza. El fallido intento dei
371
ARMANDO CARTES MONTORY ”Un Gobierno de
los Puebb
Revista de Historia Socialy de las Mentalidade,.5 N° XIII, Vol. I (2009), pp. 56-57. 744
Fray Melchor Martínez, Memoria histórica sobre la revolución de Chile desde el cautiverio
de
Fernando VII hasta 1814 (Santiago de Chile, Ediciones de la Biblioteca Nacional, 1964),
el Gobernador de Los Angeles M. Riquelme ”habilita a los indios que van a roi]
sistema, que por ser tan crecido su número omite nombrarlas”. (Declaración de juan l
Dios Benítez, Mendoza 1850, Arch. Fernández Larraín, Vol. 72, pieza 20, BNCH).
372
Capítulo VL Ia Frontera, una cuestión pendiente
Para otros, como Paulina Peralta, la sostenida autonomia de los mapuches no se explicaria
por el desinterés del incipiente Estado chileno en el territorio de la Araucanía, sino que
más bien ”expresa la incapacidad institucional de los diversos gobiernos constituidos
durante las décadas de 1820 y 1830 por imponer su proyecto nacional más allá de la
frontera”.747 El interés, en verdad, fue constante, como lo expresa, en 1835, la memoria
del Ministro de Guerra José Javier Bustamante, quien propiciaba la ocupación de Arauco:
”Siendo la agricultura el principal negocio de Chile, y muy pocos los capitales para
verificar la división de terrenos ocupados por grandes propietarios, nos
proporcionaríamos aquellos de que tomásemos posesión, para repartirlos entre un gran
número de hombres que carecen de propiedad y de giro.”’” El creciente interés material
por el territorio convivió con las persistentes dudas sobre la legitimidad de la incorporación
al Estado de las tierras mapuches. Implicaba aplicar, contrariando las doctrinas pactistas
en boga, las leyes de la república a sujetos que no habían consentido en unirse a ella. Ya
lo había anticipado Camilo Henríquez, en la Aurora de Chile: puesto que ”estos hombres
anteponen todos los males posibles a la perdida de sus tierras, y de su libertad”, sostenía,
rehusarían cualquier acuerdo si no les aseguraba que permanecerían ”siempre libres, e
independientes, gobernándose por sus propios Magistrados, sin disminuir un punto la
dignidad de sus Caciques”. Concluía sefialando que sói() podia pedírseles una
”confederación permanente” y cooperación activa en la necesidad.749 Hasta mediados del
siglo XIX prevaleció la
tal Pablo Tapia es el que actualmente les construye en Los Angeles las lanzas a los
indios”. Los habitantes de Los Angeles se coludían con los mapuches para obtener reses y
cabanos, que trocaban por diversos productos, incluso lanzas y coligües, los que
potenciaban la capacidad ofensiva de los pampas maloneros. Algunos vecinos de esa
ciudad se introducían en el territorio indio trasandino a comerciar ellos mismos con los
indígenas. ”Animismo aparece comprometido Juan Tagle, socio del Presidente de Chile
M. Bulnes, guiei-1 está encargado de comprar a los indios maloneros ganado
(Morris, Rad., Notas sobre la Alta Frontera, pp. 29 y 30). 747 Paulina Peralta C., ”Ni por
la razón ni por la fuerza”, p. 59.
373
ARMANDO CARTES MONTORY
sus habitantes nativos, en los textos. En los primeros, puede explicarse por el apuro de su
dictación y la imperfecta técnica constitucional. En los más elaborados, tales como las
Cartas de 1823, 1828 y 1833, por un deliberado deseo de establecer una nación única y
plasmar en el texto el ideal imaginado de un territorio continuo y un pueblo homogéneo.
Se trasunta, con ello, el igualitarismo formal del liberalismo republicano y el carácter
normativo del positivismo que los inspiraba. Sólo la Constitución de 1822, de breve
vigencia, menciona éxpresamente a los indígenas, a propósito de las Facultades del
Congreso, incluyendo la de ”Cuidar de la civilización de los indios del territorio” (art. 47
N°6).75° Para 1833, la cuestión de la nación seguia sin solución, por lo cual
Ma-
riano Egafla, autor del proyecto original, obrando pragmáticamente optó por rebautizar el
texto como Constitución Política de la República Chilena, sustituyendo la conflictiva
expresión ”Nación” que primitivamente
rre en los documentos de esta clase, la brevedad del texto final oculta la riqueza y
agitación del debate previo. En particular, silencia la reveladora referencia a los indígenas
en las discusiones sobre nación, ciudadania
”Proveer ala seguridad de las fronteras, conservar el trato pacífico con los indios y promo
la conversión de elos al catolicismo” (artículo 67, inciso 15, del Capítulo IV).
Véase., Luis Valencia Avaria, Anales de la República (Santiago, Editorial Andrés Bello,
1986), p. 344. Véase, Ramón Sotomayor Va1dés, Historia de Chile bajo el gobierno
”civilizatorias”.
ible que scan los deslindes que tenían en mente los constituyentes. De
leras de los Andes hasta el mar Pacífico, con las islas de Juan Fernández y demás
ngreso Constituyente, Sesión 42, 9 de junio de 1828; en Sesiones de los Cuerpos Le-
374
375
ARMANDO CARTES MONTORY
los incluye, pero que de inmediato los excluye, al serialar las provincie
nos todos los nacidos desde el desierto de Atacama hasta el Cabo de Hornc
por ley de 2 de julio, se crea la Provincia de Arauco, con capital en Los Angeles, la que
debía administrarse como territorio fronterizo, de acuerdo a las normas que juzgara más
convenientes el Presidente de la
376
Capítulo VI• La Frontera, una cuestión pendiente
inió a la Nación Chilena como ”la unión de todos los chilenos”, sela-
lando que en ella residia la soberania (art. 2°). A continuación, dispone que el territorio de
Chile se extiende desde el despoblado de Atacama
Cabo de Hornos y de los Andes al Oceano Pacífico, más las islas ad-
is normas de esta Carta, resulta que los mapuches y otras etnias for-
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755 C,-A-. 1- -1- -1:- - -:”— .]..1 — - -1 - r—-,—-:— C.—.- 1,- —,-.....a-^,.
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erizo. Araucanía y las Pampas, 1550-1900”, en Jorge Pinto (ed.), Araucanía y Pampas
377
ARMANDO CARTES MONTORY
pos, que los indígenas debían ser Ramados ”ciudadanos chilenos y libres como los demás
habitantes del Estado”. El decreto les ofrecía, además,
parte integrante”. (Sesiones de los Cuerpos Legislativos, tomo II, Núm. 428, p. 309). 760
Jorge Pinto, Laformación del Estado, p. 87.
378
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ZE
379
ARMANDO CARTES MONTORY
”éQué ha sido el indio sino un vil esclavo, a quien miraban con desr
cio, y altanería hasta los negros, y como una bestia de carga, que dei
sufrir hasta morir el peso, con que se le queria gravar?”764 Por justic
desde ahora...”
Era la forma en que los indígenas pudieran gozar ”de los mismos der
764 ”Articulo de una carta remitida al editor por una sociedad de patriotas”, Aurora
de Ia probidad y celo que exigen los padecimientos que se anuncian de esos infelice
(Armando Moreno Martín, Archivo del General José Miguel Carrera, Santiago, 1994, t.
111i
p. 83).
380
Conclusiones
”6 Por el decreto aludido se mandaba que en todos los oficios judiciales, civiles y
religiosos, se reemplazase la cláusula ”Espafiol natural de tal parte, que hasta hoy se ha
usado” por la de ”Chileno natural de tal parte” y agregaba que ”respecto de los indios, no
debe hacerse diferencia alguna, sino denominarlos chilenos, según lo prevenido”.
(Decreto de 3 junio de 1818, en Boletín de las Leyes y Decretos del Gobierno, 1898, tomo
1817-1818, p. 313).
768 En las discusiones que precedieron ala aprobación de la Carta de 1828, el canónigo
Casimiro Albano Pereira, diputado por Talca, para salvar la situación, propuso considerar
como ciudadanos a todos los nacidos en el territorio chileno, admitiendo que no todos
ejercen sus derechos, pero que no por eso dejan de ser chilenos.
381
ARMANDO CARTES MONTORY
que todos los habitantes conformaban una sola nación. ”Confesemos, sostuvo, que el
nombre de chileno o araucano es sinónimo”; el mismo Ercilla había hablado de araucanos,
maulenses y mapochinos. Los mapuches habían luchado por la independencia de Chile y
protestaron, en el parlamento suscrito con Barnechea en 1825, someterse a las leyes dei
Congreso. De manera que eran ”chilenos naturales”, sólo les faltaba ”el
de las leyes y los derechos políticos propios dei orden republicano. No obstante, formaban
parte de ia ”gran familia chilena”, desde tiempos coloniales, por lo cual su incorporación
era el único destino posible. ”Es un error craso, sefialó el diputado por Linares Ignacio
Molina, nacido
como otra nación separada dei Estado de Chile a una porción de indi, domiciliados en su
mismo seno’. Como conocedor de la situación, s
opiniones, menos románticas o ideológicas, fueron escuchadas:
”Los indios de Valdivia y Concepción siempre han sido una parte integrante
federación, aunque sin sistema fijo, y estoy persuadido que igual conducta
382
Lii
__, L _:
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Conclusiones
MUCO
laciones se ha mantenido con los naturales desde el río Tolten hasta Osorno
on la provincia de Valdivia”.
En esos territorios, relata, los indígenas recurren a las autoridades de Arauco para sus
cuestiones judiciales, comercian con privilegios y, ”en la parte civilizada”, pagan diezmos
y contribuciones y han adoptado los ritos religiosos cristianos: No habría, tampoco,
discontinuidad territorial, pues el limite entre las provincias de Concepción y Valdivia seria
el rio Toltén. Por lo expuesto, termina afirmando tajantemente que ”no pueden ser otra
cosa los indios que ciudadanos chilenos.”769 Pareció imponerse la idea de que se trataban
de una nación distinta, sobre la cual la república no podia regular; condición que debería ir
cambiando con el tiempo, o quizás prontamente, poria propia voluntad de los indígenas.
”Cuando hacemos la división de las provincias, dice el diputado Concha, sólo legislamos
sobre ellas. Mas, si alguns pueblos de indios quisieren pertenecernos, entonces sus
naturales serían de esos chilenos que entran a formar nuestra nación.”70 Establecida la
chilenidad de la Araucanía y de sus habitantes indígenas, la Constitución debía hacerse
cargo dei problema de la Nación. El artículo 1 ° de la Carta de 1828 define la Nación
Chilena como ”la reunión política de todos los chilenos naturales y legales”. El adjetivo
indica ”la reunión de hombres que pertenecen a un Estado civilizado”, senaló el diputado
Navarro; la sola palabra reunión, en tanto, puede aplicarse a un Estado salvaje y quedar
sujeta a interpretaciones. Había consenso, empero, en que los aborígenes no podían
afiliarse a una nación extranjera, arriesgando la integridad territorial de Chile; y en la
convicción de que su integración a la sociedad chilena se produciría de manera progresiva.
ongreso Constituyente, Sesión 44, 11 de junio de 1828; eu: SCL, tomo XVI, p. 89.
383
ARMANDO CARTES MONTORY
Conclusiones
te, tenían sus propios receios. Era una cuestión que debieron enfreni
nas, de•manera simbólica y por razones prácticas e ideológicas. En los primeros anos,
primaron las nociones de igualdad y las ofertas de ciudadaniia, las que se fueron atenuando
con el tiempo. AI igual que en Chile,
mayo de 1810, reclamando la creación dela Primerajunta Patria, figura. ban las trabajosas
firmas de varios lonkos.”’ Algunos de elos habían par. ticipado en la defensa de la ciudad,
durante la ocupación británica y ha.
bía jefes pampas y mapuches que mantenían vínculos, desde hacía anos,
que ”se les tenga a los mencionados indios de todas las Provincias Uni,
tivamente, Simón Bolivar extendía la ciudadanía a todos los pueblos dígenas, reiterando
que ”serán sus prerrogativas y deberes iguales a
ros, por el Paso de Los Patos y Uspallata, durante el cruce de los Andes.
384
nornía k
, por ello, su ausencia en la asamblea. Dijo Rozas, en la jornada meorable dei dejulio de
1811: ”Que ni ias provincias, ni los cuerpos, ni
mo los demás habitantes dei Estado, con quienes tendrán igual voz y
entín Letelier, Sesiones de los Cuerpos Legislativos de Chile, (Santiago, Imp. Cervantes,
sacado dei estado de esclavitud, y que no tiene la más remota noción de lo que
ón (Buenos Aires, Editorial F.V.D., 1950), p. 366, citado por Isabel Hernández,
o ciudadanía, p. 96).
385
ARMANDO CARTES MONTORY ”Un Gobierno de
los Pueb
si, por mucho tiempo, fuere parcialmente irreal o impracticable. El tema resurge en 1823,
en relación a la situación de Chiloé
tado José Gregorio Argomedo, ”no hay derecho para darles represer
386
Capítulo VI: La Frontera, una cuestión pendiente
buscó definir sus limites y sus integrantes, los mapuches, aunque velados
)uches. En cuanto a la ciudadania activa, como ocurrió con el resto del )ueblo, pronto
sucumbi() al ”cerco aristocrático” (V Gallardo) del voto
387
ARMANDO CARTES MONTORY
cultura del Valle Central, orientadas ambas bacia los mercados inte
nacionales.
ble”, que proclamaba la Constitución de 1833. A dias, como sefialaba el Escudo de 1812
donde figuraban, serían los mapuches convocados a
integrarse aut concilio aut ense, esto es, ’por razón o por espada’.
r)ë
Conclusiones
en el primer siglo republicano, de manera casi contemporánea con los eventos. Son obra
de una historiografia comprometida con la tarea de
historia política.
389
ARMANDO CARTES MONTORY ”Un Gobierno de los
Pueblos.
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