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C
UANDO comenzaba la última afición al juego de pelota cundió en –tan ajena a cualquier otro tipo edilicio–
década del siglo XIX se esta- Madrid con rapidez enorme, y pobló de abría un campo de experimentación formal
bleció en Madrid una tipología inopinados y, a menudo, sorprendentes y constructivo2. Naturalmente, la ciudad de
arquitectónica procedente del frontones la planta de la ciudad en pleno Madrid –su creciente escala y sus cada vez
norte de España, que, a la vez que hundía crecimiento. más innovadores medios técnicos– supo
raíces en la tradición vernácula, supo aliar- La cuestión fue de relevancia por cuan- sacar adecuado partido de ello.
se con las formas y modos constructivos to el frontón suponía un tipo arquitectóni- El juego de pelota requiere unas caracte-
de la ciudad que en ese momento se trans- co de llamativa singularidad: la esencial asi- rísticas constructivas que varían según las
formaba aceleradamente en metrópoli1. La metría del espacio que requiere ese juego muy diversas modalidades, determinadas
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La introducción de los frontones en Madrid se vio impulsada por el hecho de que, a finales de siglo, la Familia Real, buena parte de la aristocracia madrileña y
miembros del Gobierno, veranearan en San Sebastián; cuando, precisamente en esa ciudad, se estaba transformando en espectáculo urbano el hasta entonces popular y
rural juego de pelota (v. Julián PEÑA, “Frontones”, Arquitectura, 172 (abril 1973), 49-52, p. 50; aquí se refiere a la amistad entre Romero Robledo, a la sazón Ministro
de Ultramar (1891-92), y Lucio González, propietario del Jai Alai, el primer frontón comercial donostiarra, y al hecho decisivo de que el ministro acudiera a los parti-
dos acompañado de su esposa, lo que abría las puertas del Jai Alai a las damas de la aristocracia e incluso a la Reina María Cristina, que acudió en algunas ocasiones).
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Así, en Madrid y en otras ciudades del norte de España, este característico gesto asimétrico (como hoy lo podemos todavía apreciar a vista de pájaro en el Frontón
Beti Jai) hallaba su contrapunto en la forma perfectamente circunferencial (por necesaria eliminación de todo punto singular, de toda querencia) de ese otro espacio
recreativo -si no también deportivo- que es la plaza de Toros.
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Javier ORTEGA URIBE-ECHEVARRÍA, “Comentarios sobre la planificación y construcción de frontones”, Informes de la Construcción, 366 (dic. 1984), 5-6, p. 5.
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Emilio PEREDA, “Construcciones deportivas. Frontones”, Arquitectura, 160 (agosto 1932), 239-251, p. 239.
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Eduardo ALAMINOS y Eduardo SALAS, “Ocio y diversiones madrileños. Del reinado de Isabel II a la Segunda República”, en Virgilio PINTO CRESPO (dir.),
Madrid. Atlas histórico de la ciudad. 1850-1939, Madrid, Lunwerg, 2001, 342-369.
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También entonces empezaron a aparecer nuevos tipos de edificios que incluían uso deportivo, como el Palacio del Hielo (1922), de la calle de Medinaceli, obra
del arquitecto belga Edmon de Lune, o el Círculo de Bellas Artes (1926), de Palacios.
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No mucho después de su inauguración, daba paso al teatro Lírico, según proyecto de Grases Riera (1902).
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J. PEÑA (op. cit., p. 50) hace una relación de los frontones comerciales y de aficionados aparecidos; entre ellos: el de La Navarra (paseo de los Ocho Hilos); el Paraíso
(triángulo formado por Alcalá, Hermosilla y Conde de Peñalver); el Iberia (calle de Sagasta); el de la Casa Vasca (Carrera de San Jerónimo); el del Hogar de la Pelota
(calle de Alcalá); el diminuto trinquete Chiqui Jai (calle de la Aduana); el Barbieri (Lavapiés)… A esta lista añade Eduardo GRAS, en su estudio sobre frontones: el Ariel
(en el paseo de la Castellana, entre Fernando el Santo y Zurbarán, muy próximo al Beti Jai); el Kursaal de la Ciudad Lineal; el de los Pozos de la Nieve (calle de
Churruca); el de la Puerta de Toledo; el de Cuatro Caminos; La Pelota Castellana (en el paseo de la Castellana); el Segovia (cerca de Manuel Becerra); los del barrio de
Tetuán; el Chiqui Alai, en el paseo de Rosales.
El primer Jai Alai, en el paseo de Alfonso XII, tras ser cubierto con una gran marquesina metálica. 1895.
actividades, desde los mítines y conferen- tones populares de cancha abierta–10. Su hispanomusulmana) es bien distinto del
cias a las varietés. enorme aforo (4.000 espectadores) se dis- tratamiento del homólogo Beti Jai de San
tribuía entre el graderío bajo y los tres Sebastián (donde simplemente se continúa
Beti Jai, último gran frontón pisos superiores, mediante una hermosa y el muro del frontis), y establece un claro
de cancha descubierta funcional estructura metálica, con ligeras vínculo con la idea primigenia del frontón
bóvedas tabicadas11. como espacio urbano (recordemos tantos
El juego de pelota moderno tuvo un
Esta configuración del graderío con- casos de las provincias vascongadas donde
máximo representante a finales del XIX en trasta con el tratamiento formal de las el muro del frontón se adosa al del Ayun-
el frontón que el arquitecto cántabro fachadas: la principal –a la calle del Mar- tamiento –Elgoibar, por ejemplo– u otro
Joaquín Rucoba (1844-1919) levantó en el qués de Riscal–, de composición histori- señalado edificio). Es interesante, en efec-
barrio de Chamberí. El esquema del Beti cista y en el estilo de otras significativas to, reparar en esta ilusión de plaza pública,
Jai es paralelo al de su homónimo donos- obras del arquitecto12; e incluso, la fachada reforzada por el hecho de estar descubier-
tiarra9, de la misma empresa (Sociedad curva que cierra ese propio graderío, hoy ta, y que aún hoy sorprende a quien a ella
Arana-Unibaso), estrictamente contempo- oculta desde la calle13. accede.
ráneo y, como él, concebido como frontón Muy notable, así mismo, es la fachada La vida del Beti Jai fue breve. Definiti-
de largo y de cancha descubierta. de ingreso a la cancha, directa y coplana- vamente concluido en 1899, cesó en su
La extrema longitud de cancha (67 riamente yuxtapuesta al muro del frontis. función original en 1919 (el mismo año en
metros) posibilita un amplio desarrollo del Este tratamiento, como verdadera fachada que moría Rucoba), transformándose en
graderío, en expresivo gesto curvo que se urbana (de marcado eclecticismo, donde se garaje y talleres de chapista. Sobre la can-
opone al diedro del frontón –como de articulan elementos clasicistas con otros cha fueron levantadas naves (cuya huella,
modo natural hace el público en los fron- que beben directamente en la tradición hoy demolidas, se observan en el frontis) y
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Hoy desaparecido, se situaba frente al Kursaal.
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Y como más adelante materializaría también el frontón Recoletos.
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“El frontón Beti Jai (Madrid)”, Arquitectura, 206-207 (2º cuatrim. 1977), 66-69.
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En Madrid, a la vez, llevó a cabo el asilo de las Hermanitas de los Pobres (Argüelles); en Bilbao construyó la Casa Consistorial y el Teatro Arriaga; en Málaga,
la plaza de Toros (la Malagueta) y el mercado de las Atarazanas (v. Isabel ORDIERES, Joaquín Rucoba. Arquitecto (1844-1919), Santander, Tantín, 1986).
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La ligera estructura metálica que se trasdosa por la neomudéjar pared curva, de esmerado aparejo de ladrillo visto, remite al sistema establecido por Rodríguez
Ayuso para la plaza de Toros (1874).
El Central, superviviente
de la primera etapa
A la vez que el Beti Jai, entró en la
escena madrileña otro gran frontón para
juego de largo o de herramienta: el Cen-
tral (1899); pero éste, de importante aforo La Construcción Moderna
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Sobre la debida tutela que las administraciones públicas han de ejercer sobre este edificio, v. José María ABAD LICERAS, “El frontón Beti-Jai de Madrid.
Reflexiones en torno a la conservación del patrimonio histórico español”, R&R. Restauración y Rehabilitación, 26 (marzo 1999), 38-43.
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Su gran capacidad propició también el relevante papel del Central como lugar apto para diversidad de actos en la vida cultural madrileña.
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Hoy acortada por el ensanche de la calle de la Salud (1950), que también recortó la nave de la iglesia.
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César de la TORRE DE TRASSIERRA, “Teatro Madrid”, Revista Nacional de Arquitectura, 27 (marzo 1944), 115-126. En 1979 se llevó a cabo una reforma para
convertirlo en minicines.
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“El nuevo frontón Jai Alai”, La construcción moderna, 2 (30 enero 1923), 23-24, p. 23.
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Este frontón se levantó en el solar que ocupaba uno anterior descubierto, el Ideal (cuyo nombre sobrevive en las actuales salas de cine vecinas al frontón).
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Entre ellos: el Palacio de los Recreos -hoy Teatro Alcázar- (1921-24), en la calle de Alcalá; el desaparecido Cine-Teatro Infanta Beatriz -hoy restaurante Teatriz-
(1925), en el barrio de Salamanca; y el art-déco cine San Carlos (1928) de la calle de Atocha.
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Eduardo TORROJA, “Frontón Recoletos”, Informes de la Construcción, 137 (enero-febrero 1962).
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Zuazo realizaría posteriormente otros proyectos de frontones fuera de Madrid, pero ninguno de ellos –veamos, por ejemplo, el frontón Jai Alai que construye-
ra en Guernica (1961)- llegaría a acercarse a la altísima cota que, junto con Torroja, marcó en el frontón madrileño.
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Zuazo, que había sido depurado tras la Guerra Civil, estuvo confinado en Las Palmas de Gran Canaria hasta 1943. Torroja presentó en 1942 (publicado por la
Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales) su estudio sobre las lesiones del edificio; v. E. TORROJA, “El comportamiento resistente de una cubierta lami-
nar”, Revista de Obras Públicas (feb. 1942).
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Las obras de restauración fueron dirigidas por el arquitecto Felipe Heredero Igarza (v. Frontón Recoletos, Madrid, Huarte, s.f.)
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El Colegio Oficial de Arquitectos de Madrid, siendo su decano Fernando Chueca Goitia, eligió este edificio como representativo para la exposición
Arquitecturas ausentes del siglo XX (v. Lilia MAURE, Secundino Zuazo/Eduardo Torroja. Frontón Recoletos, Madrid. 1935, p. 52.