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“JOYAS DE LA ARQUITECTURA DEL LIBERALISMO EN LA AVENIDA DE MAYO”

(DEL ACADEMICISMO HISTORICISTA AL ARTE MODERNO)


“Fue ella la Vía Principal por la que entró el progreso, vestido de pantalón largo, caminando
sobre zancos de gigante para que lo vieran desde los suburbios que comenzaban entonces
en la Plaza 11 de Septiembre y en la de Constitución (…)” 1

Fotografía de la Avenida de Mayo a principios del siglo XX, donde se observan las fachadas y
balcones de sus palacios, sus farolas eléctricas y sus aceras flaqueadas por hermosos
plátanos. Archivo fotográfico AGN.

El crecimiento edilicio y las transformaciones urbanas en el ámbito de la Capital Federal se


fueron incrementado en los primeros tramos del siglo XX a través de la construcción de
suntuosos edificios que emularon los diversos estilos arquitectónicos aplicados en las
principales capitales de Europa occidental- sobre todo en la ciudad de París con el proyecto
modernizador del Barón de Haussmann- a partir de la década de 1850. Podríamos decir, en
cierto sentido, que la arquitectura del liberalismo fue ecléctica, en el sentido que los
arquitectos elegían un estilo y podían distorsionarlo o no, conjugándolo con otros estilos,
según el gusto del profesional que estuviera a cargo de la obra o de su comitente.

1
En Llanes, Ricardo; ídem, p. 307.

1
En este sentido, el eclecticismo predominante en la Ciudad de Buenos Aires fue uno de los
más vastos del mundo, recorriendo las más amplias gamas del repertorio arquitectónico.
Exceptuando los Estados Unidos, ningún país del continente americano pudo exhibir un
muestrario tan diverso y semejante como el que se plasmó en nuestra ciudad capital, lo que le
otorgó una dimensión excepcional a escala global. Esto lo dejaba en claro el propio
Sarmiento, cuando en 1879, reclamaba que “Buenos Aires se colocara a la altura de su misión
de hospedar y recibir al mundo que venia hacia nosotros, transformando su imagen en
francesa y mercantil”2. Así, la Capital Federal adquirió hacia fines del 1800 una imagen mucho
más parisiense, a través de las obras concretadas por arquitectos, ingenieros y decoradores
europeos contratados por el Estado Nacional y Municipal, quienes se destacaron por el
volumen y la alta calidad de los edificios construidos.

LOS MATERIALES DE CONSTRUCCIÓN Y ORNAMENTACIÓN

Según el Censo Municipal de 1904, para abrir la nueva avenida se invirtieron unos 14 millones
de pesos moneda nacional, resultando a razón de 216 pesos el valor del metro cuadrado,
incluyendo los edificios. Dicha suma de dinero se destinó para la compra de los materiales de
construcción y ornamentación. Uno de los materiales utilizados fueron los adoquines de
algarrobo de unos 10 centímetros de espesor como se utilizaban en las ciudades de Paris y
Londres- especialmente en la ciudad de Manchester- sobre todo porque eran más
económicos y durables con respecto a los adoquines de piedra, utilizados frecuentemente
para la construcción de las casas coloniales.

El procedimiento para su colocación consistía en crear primeramente una base de argamasa


compuesta de cemento Portland, arena gruesa y pedregullo a la que se le colocaba un
pavimento formado por abetos. La primera madera seleccionada fue la pinotea y duró solo
dos años. Luego, en 1895, se ensayó con algarrobo de pequeño tamaño, mientras que para
el cordón, granito de Tandil y para las veredas, baldosas nacionales.

La iluminación fue otro aspecto fundamental de la ciudad moderna. A partir de 1886 se


emplearía tanto el alumbrado a gas como eléctrico. La primera con grandes lámparas a gas
sobre columnas de bronce (según la Comisión Central de la Avenida se estima que hacia
1896 habían unos 260 faroles aproximadamente en todo el trazado)- como las que tenían
algunos bulevares parisinos- los cuales eran “poderosos focos de luz que irradiarían gran
claridad, sin perjuicio de la luz eléctrica (…)” 3. En cada cuadra se previó además la
2
Sarmiento, Domingo Faustino; “Arquitectura Domestica”. Revista de Ciencias, Artes y Letras, Buenos Aires, 1879.
Reproducido en Anales del Instituto de Arte Americano Nº 11, Buenos Aires, 1958.
3
“El gran boulevard a través de la ciudad”. En “El Nacional”. 31 de octubre de 1884.

2
construcción de tres refugios de piedra de 1.50 metros de ancho por 3 metros de largo, los
cuales eran de forma ovalada para facilitar el cruce de la calle, provistos de columnas para luz
eléctrica. En algunos planos de la traza, los postes aparecían ubicados también sobre la
vereda, seguramente para beneficiar al comercio que se instalaría allí. La distribución de los
refugios eléctricos (se calcula que había unos 78 faroles, distribuidos cada seis por cuadra) se
decidió en el centro de la calzada, por ser más estética y distribuir mejor la luz.

En enero de 1895 fueron colocadas las primeras columnas, sobre una base de piedra. El uso
pronto demostró que representaban un serio obstáculo ya que entorpecían la circulación
vehicular, por esta razón se aconsejó instalarlas en el borde de las aceras.

En un túnel bajo tierra, situado a 1.50 metros de la línea de edificación, se instalaron las
cañerías de gas, aguas corrientes y teléfonos. El espacio comprendido entre el túnel y el
cimiento de los edificios particulares fue usufructuado por los propietarios, pagando un
arrendamiento anual, ya que se traba de terrenos municipales.

LA OBRA DE ALEJANDRO CHRISTOPHERSEN

Entre las obras más destacadas y atrayentes del periodo de auge de la arquitectura del
Liberalismo se encuentra la del arquitecto noruego Alejandro Christophersen (1866-1946),
quien se hizo conocido en la Ciudad de Buenos Aires por la planificación del edificio del “Café
Tortoni” (ubicado en Avenida de Mayo 825), el cual se situaba en los terrenos que habían
pertenecido a la familia Unzué.

Este arquitecto se gradúo en la Real Academia de Bellas Artes de Amberes (Bélgica) y arribó
a nuestro país en 1887, donde desarrolló una infatigable actividad durante más de cincuenta
años.

Su eficacia desbordó el mero ejercicio profesional de la Escuela de Arquitectura y en la


Sociedad Central de Arquitectos, donde desempeñó un rol trascendental en la tarea de
formación y conducción de los egresados de la carrera, en su aspiración de descubrir los
nuevos rumbos y en su propósito de rescatar las formas envilecidas. Además, la labor de
Christophersen se caracterizó por abarcar en sus trabajos los más diversos estilos
arquitectónicos. Pero el tema que desarrolló con reconocida pericia lo constituyeron las
residencias y los palacios destinados a las familias acaudaladas de la elite porteña, como
puede verificarse en el edificio perteneciente a la señora María Carranza de Lawson-
devenido luego en “Hotel Astoria”- inaugurado en 1895 en la Avenida de Mayo 902-916.

3
Edificio de renta que perteneció a María Carranza de Lawson, proyectado por el arquitecto
noruego Alejandro Christophersen en 1901 en Avenida de Mayo 916. Tenía 4 pisos y baños
privados en cada una de sus habitaciones. En 1910, era considerado como el de mayor
capacidad en Sudamérica. Primero fue destinado al alquiler de departamentos y luego
funcionó como anexo del “Gran Hotel España”.

LA INFLUENCIA DEL ACADEMICISMO FRANCÉS

La mayoría de los edificios que se construyeron sobre la Avenida de Mayo entre fines del siglo
XIX y las primeras décadas del siglo XX se ajustan a los preceptos arquitectónicos de la
llamada corriente academicista francesa que, por aquellos años, era extremadamente fuerte
en el mundo occidental, sobre todo porque venía a representar más específicamente la
manera de “ser liberal” y porque fue la corriente que mayor vigencia tuvo en la Ciudad de
Buenos Aires durante su proceso de modernización y embellecimiento. El desenvolvimiento
de esta corriente arquitectónica, derivada de la corriente clasicista francesa, se llevó a cabo
principalmente a través de la famosa Escuela Nacional Superior de Bellas Artes, fundada en
Paris el 20 de abril de 1797. De ella egresaron importantes profesionales argentinos, tales
como los arquitectos Carlos Agote y Alberto Gainza, quienes en 1898 levantaron el lujoso
edificio del diario “La Prensa”, ubicado en Avenida de Mayo 575.

La arquitectura oficial francesa se caracterizaba por sus ajustadas proporciones, cuyo


equilibrio se resolvía en el plano, una arquitectura de columnas y pilastras, de entablamento

4
con arquitrabe, almohadillas, friso y cornisa; de frontis casi siempre triangulares, de grandes
vanos y persianas de hierro, de cúpulas, balaustradas y techos con mansardas.

En los años previos a los festejos del Centenario de la Revolución de Mayo (1910), dicha
arquitectura se plasmó en los nuevos edificios – caracterizados por su asombroso tamaño, la
fineza de sus líneas, sus esbeltos trazos y su mesurada y refinada ornamentación- que se
construían sobre la nueva arteria, imitando el refinamiento del Paris del 1900. Dentro de la
arquitectura francesa, el estilo mas sobresaliente- y cuya tendencia llegó a ser casi epidémica
en nuestra ciudad capital- fue el estilo borbónico, conocido tambien como “Segundo Imperio” o
“Estilo de los Luises”, el cual tuvo su apogeo con la llegada del Emperador Carlos Luis
Bonaparte al gobierno de Francia en 1852. Dicho estilo, dominó la escena de la arquitectura
europea occidental en la segunda mitad del siglo XIX como símbolo del modernismo
cosmopolita, mezclando un fondo clasicista- compuesto por cuerpos salientes en el centro y
en los extremos de las fachadas provistos de los mismos coronamientos, con un marcado
neobarroquismo, lo cual le confirió una gran riqueza exterior e interior, en una exhibición
espectacular y aparatosa.

Dicha arquitectura fue la que gozó precisamente de mayor preferencia entre los miembros de
la elite política e intelectual gobernante de 1880 y fue, además, el “manantial” del cual
bebieron y se fortificaron la mayoría de los académicos decimonónicos en nuestro país. Pero,
a diferencia de otras ciudades latinoamericanas, en la ciudad de Buenos Aires también se
produjo, al mismo tiempo, una mixtura o amalgama excepcional con elementos o
disposiciones concebidos a la manera italiana- pero en versión grandilocuente- que dio como
resultado una hibridación ecléctica denominada “franco-italiana”. La geometría del estilo
italiano era menos barroca que la de su contraparte gálica, al estar más íntimamente
relacionada con la antigüedad clásica- vinculada a ciertas visiones exaltadas del Imperio
Romano- y al movimiento cultural europeo del Renacimiento del siglo XVI.

LA AVENIDA DE MAYO- “UN BOULEVARD PARISIENSE”

5
“Nuestra avenida se marchó a Paris, impaciente por vestirse el ropaje arquitectónico de la
época (…)”.4

En sus orígenes, la Avenida de Mayo tenía el aspecto de un boulevard ancho con aire
parisino, compuesto principalmente por un paseo central, adornado con pequeños plátanos de
igual altura colocados en las veredas y cercados por elegantes armazones de hierro, la
especie arbórea predilecta del Intendente Francisco Seeber (1889-1890), ya que ésta permitía
una mayor forestación de las calles y servía de sombra a los transeúntes, sobre todo en las
tardes del intenso verano porteño.

Al mismo tiempo, a ambos lados del camino, fueron erigiéndose, uno tras otro, los grades
edificios que la caracterizaron y le otorgaron su fisonomía tan peculiar de “avenida europea”,
algo que sin duda enorgullecía a la elite porteña y al propio Alvear. Regidos por un código de
edificación, los palacios alcanzarían unas alturas hasta entonces desconocidas. Cada una de
sus estructuras era un alarde arquitectónico, siguiendo la moda y los estilos franceses que
incluían generalmente tejados de pizarra, mansarda, torrecillas, cúpulas y finas agujas. Así, en
los edificios de corte académico construidos sobre la Avenida de Mayo entre fines del siglo
XIX y las primeras décadas del siglo XX primaron los modelos neo borbónicos, beneficiados a
su vez con los adelantos resultantes del lenguaje de la Revolución Industrial y con la
introducción de nuevas maquinarias y materiales de construcción- como el hierro y el vidrio-
tanto en el interior como en el exterior de las nuevas edificaciones.

LA ARQUITECTURA DE LOS LUISES

Los edificios más tempranos se acercaron a la arquitectura Luis XV, los posteriores lo hicieron
en Luis XVI siguiendo una línea mas ajustada al neoclásico. Estos ambientes caracterizados
por el tono elegante eran frecuentados por la elite local y los estilos ornamentales imitados
inspiraban a los miembros de la clase dominante a convertirse en virtuales “reyes sin corona”.

La novedad de las nuevas edificaciones radicaba en que por primera vez se utilizaba el uso
generalizado del hierro estructural en la construcción, como queda reflejado en el Censo
Municipal de 1904, donde se afirmaba que “El hierro es el primer elemento en las casas
modernas de Buenos Aires. Elegantes y sólidas columnas de hierro sustituyen a los grandes
pilares y a los anchos muros de mampostería (…) en los techos, a las vigas gruesas y dura
madera reemplazan los tirantes de hierro, y desde los cimientos hasta las artísticas molduras
que rematan los grandes edificios, es de hierro lo principal (…)” 5.

4
Llanes, Ricardo; ídem, p.68.
5
Censo de la Municipalidad de Buenos Aires, 1904.

6
Gracias a las nuevas técnicas que utilizaban el hormigón armado y las vigas de hierro, las
construcciones eran más altas y macizas; y cambiaron de modo decisivo la apariencia del
centro de la ciudad. Un ejemplo de la aplicación de la arquitectura de los Luises se
encontraba en el edificio de la confitería “La Maison Labourdette”, propiedad de Bartolomé
Labourdette, un reconocido confitero de Burdeos que proveyó los capitales para la instalación
del negocio. Esta confitería, ubicada en la intersección de la calle Perú, contaba con
ambientes modernos y lujosos, que respondían a los criterios que hacían furor en Buenos
Aires, como al confort y la comodidad que debía caracterizar la vida moderna. Los espacios
interiores de sus locales empleaban un lenguaje decorativo de gusto plenamente europeo,
sumamente aristocrático y en consecuencia dirigido a una selecta clientela. El salón de
entrada era de estilo Luis XV, su techo estaba decorado con pinturas, una armonía general
reinaba en su equipamiento compuesto de diversos muebles, espejos, mostradores,
anaqueles y columnillas. El salón de las damas era una pequeña maravilla del “Género
Pompadour”. Las ricas alfombras y las paredes tapizadas de seda resaltaban la presencia de
este salón adornado con un enorme espejo, en tanto que el salón de los caballeros, poseía
unas 50 mesas de madera de cedro con adornos de plata y cristal importados del exterior.

Aunque se dispusieron normas para uniformar las características de los edificios, la


fragmentación de los terrenos ayudó a la aparición de casos singulares como el Palacio de la
Intendencia Municipal y el diario “La Prensa”, obras que supieron descarnar por su gran
calidad arquitectónica y ornamental y que aquí pretendemos caracterizar.

EL PALACIO MUNICIPAL

7
El edificio del Palacio Municipal inaugurado en 1892 y proyectado por el arquitecto italiano
Juan Antonio Buschiazzo, bajo la supervisión del ingeniero y Vicedirector de la Oficina de
Obras Públicas Juan M. Cagnoni. Ubicado en la esquina de Avenida de Mayo, en esta
fotografía puede observarse el remate del edificio con sus torres y el reloj característico,
combinando mansardas de tradición francesa y motivos de ascendencia italiana.

Aunque se dispusieron normas para uniformar las características de los edificios, la


fragmentación de los terrenos ayudó a la aparición de casos singulares como la Intendencia
Municipal y el diario “La Prensa”, obras que supieron descarnar por su gran calidad
arquitectónica y ornamental y que aquí pretendemos caracterizar.

Con respecto al Palacio Municipal 6– que también funcionaba como la sede del Concejo de
Deliberante de la Ciudad de Buenos Aires- fue construido en la esquina de la calle Bolívar
durante el intinerato de Francisco Bollini (el cual se extendió desde el 22 de junio de 1890 al
31 de octubre de 1892)7 basado en un proyecto de Buschiazzo y bajo la supervisión del
Vicedirector de la Oficina de Obras Públicas, el ingeniero Juan Cagnoni, un profesional
italiano de gran trayectoria, quien estuvo a cargo de la confección de los planos, y bajo la
inspección de una comisión encargada de acelerar la obra y controlar los gastos, compuesta
6
El Palacio Municipal se construyó sobre un predio ocupado anteriormente por un edificio colonial, donde se había
establecido en 1856 la Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires. Este edificio había sido casa del obispo y seminario
colonial, y después de la Independencia fue habilitado como sede de la policía y cárcel de encausados. En Melero García,
Ramón, “Breve síntesis de la historia del edificio del Palacio Municipal. Nota Nº 203/76. Instituto Histórico de la Ciudad de
Buenos Aires a la Dirección de Ceremonial de la Municipalidad (trabajo mimeografiado), Buenos Aires, 28 de diciembre de
1976.
7
Francisco Bollini (1845-1921) ejerció importantes cargos públicos. Fue legislador porteño y vicepresidente del Banco de la
Provincia de Buenos Aires. Después de su actuación como Intendente municipal fue elegido diputado nacional. En Llanes,
Ricardo; ídem, p. 313.

8
por los ingenieros Carlos Olivera, Nolasco Ortiz Viola y el doctor Luis Ortiz Basualdo. Pero la
obra se autorizó recién un año mas tarde, el 6 de julio de 1891, decidiéndose invertir en ella
una suma de 150.000 pesos moneda nacional.

Según consta en la Memoria Municipal de 1890, Bollini dispuso emplear para su construcción
los magníficos materiales de la casa expropiada a la familia Zuberbuhler ubicada sobre la
calle Rivadavia, la cual fue demolida con extremo cuidado para conservar los mosaicos y
cristales8. El 31 de diciembre de ese año, estando ya los cimientos a un metro de altura, se
colocó la piedra fundamental, labrándose el acta respectiva que fue firmada por el Presidente
de la Nación Carlos Pellegrini y su gabinete de ministros y los empleados superiores de la
Municipalidad porteña. Aunque su construcción se dio por etapas, la obra se dio por
culminada en 1902. Así, mediante dicha obra, el Intendente recuperaba para las arcas
municipales la suma de 70.000 pesos en conceptos de reescisión de contrato ante el
propietario de la casa donde funcionaban las oficinas de la Intendencia, cuyo alquiler era de
6.000 pesos mensuales9.

En 1899 se hizo necesaria una ampliación para concentrar todas las oficinas municipales
dispersas en diferentes edificios. Por ese motivo, el Congreso Nacional autorizó la
expropiación de los terrenos linderos, con frente a Bolívar y Rivadavia, donde se hallaba la
propiedad de Josefina Riglós de Anchorena.

En cuanto a su fachada, esta ostentaba una clara imagen afrancesada, con un basamento de
mármol, el notorio corte de piedra y la esquina bien acusada, coronada por una cúpula. El
habitual almohadillado, remarcaba un eje de simetría sobre el cuerpo central, que remataba a
su vez en un domo cuya flecha alcanzaba los 40 metros de altura.

En la esquina de Bolívar, otro eje de simetría era también evidenciado por una cúpula. Por su
parte, sobre la esquina de Rivadavia, una altísima aguja que coronaba su cúpula, señalando
el acceso oficial, fue reemplazada mas tarde por otra concordante con el estilo de las demás.

En el hall central se encontraba una bellísima imagen de la Virgen de Nuestra Señora del
Buen Ayre, obsequiada al gobierno de la ciudad por la Infanta Isabel de Borbón durante su
visita a la Argentina en mayo de 1910.

EL DIARIO “LA PRENSA”

8
Para comprar las fincas del señor Carlos Zuberbulher, ubicada en calle Perú números 21, 23, 25, 27,29 y 31, la
Municipalidad debió desembolsar 1.442.773 Pesos Moneda Nacional. Dichas fincas cubrían una superficie total de 1.273
metros cuadrados. Para mayor información diríjase a Llanes, Ricardo; ídem; p. 241.
9
Llanes, Ricardo, ídem, pp. 314-315.

9
Frente del diario “La Prensa”, con su hermosísima farola rematando en la cúpula del edificio,
símbolo del periodismo en la Argentina. Ubicado en la Avenida de Mayo 575 y propiedad de
José C. Paz, fue construido por los ingenieros Carlos Agote y Alberto Gainza, egresados de “L
´ecole des Arts et manufactures” de Paris a fines del siglo XIX.

En la misma época, a pocos metros del palacio de la Intendencia Municipal, se construyó el


edificio perteneciente al diario “La Prensa”. Por su significación histórica, la nueva sede de
este diario fue sin duda uno de los ejemplos más emblemáticos de la Avenida de Mayo y su
época de esplendor, constituyéndose en una clara muestra de la transculturación técnica y
artística propia de la arquitectura del Liberalismo. Siguiendo las mismas líneas que las de su
edificio vecino, pero con detalles de ornamentación bastante recargados, este palacio le
confería un carácter más definido y acorde con el gusto de la Generación del ´80.

El Dr. José Clemente Paz fundó este diario durante la presidencia de Domingo Faustino
Sarmiento (1868-1874). Comenzó siendo un diario noticioso, político y comercial, cuyo primer
director fue el empresario Cosme Marino, hasta que en 1898 asumió la dirección Ezequiel
Paz, hijo del fundador y artífice de la gran expansión del periódico.

José C. Paz fue quien hizo construir el lujoso edificio de cinco pisos y 55 metros de altura que
ocupa en la Avenida de Mayo 575 desde 1896. Sus constructores fueron los arquitectos Luís
Agote y Alberto Gainza, quienes trabajaron para este proyecto asociados con profesionales
franceses, quienes debieron adaptar las medidas del proyecto original importado por la firma

10
Moisant, Laurent, Savey et Cie de Paris 10 especializada en construcciones metálicas y que
haría presente, tanto en su fachada sobre la nueva arteria como en la calle Rivadavia, el
llamado “Género Garnier”, termino que hacia referencia al arquitecto y constructor del edificio
de la “Opera de París”, fundada el 5 de enero de 1875).

En su decoración intervinieron artistas y artesanos venidos especialmente de Francia e Italia,


quienes supieron con gran habilidad combinar el trabajo del hierro y el vidrio, con los
mosaicos y las tallas doradas. A colación, en un informe de los ingenieros Arturo Canovi y
Eleodoro Damianovich sobre el edificio del diario presentado ante la Sociedad Científica
Argentina, se describe la ingeniosa distribución interior del nuevo edificio, el cual “consiste en
una sólida armazón de hierro, revestida de mampostería, con adornos y decoraciones que
revelan un refinado gusto artístico. Los dos frentes impresionan por su disposición y por sus
líneas, conjuntos estéticos y armoniosos (…)”11

El arquitecto Alberto Martínez describió, en 1904, en su “Baedeker de la República Argentina”,


la distribución de tan soberbio palacio. En el primer piso del edificio, funcionaban la dirección,
los despachos y las salas de recepción, las oficinas técnicas y de administración, algunos
consultorios jurídicos, los salones de conferencias y de exposiciones, de esparcimiento para el
personal y una estación de comunicaciones telegráficas, además de contar con el primer
ascensor estadounidense instalado en la ciudad. El adorno del hall, “sobre ser vistoso y del
mejor gusto, daba la nota alta de lo fantástico, iluminado con mas de nueve mil lamparitas
eléctricas. Aquello era la realidad de los sueños de las Mil y una Noches (…)” 12. Se habilitó
también una biblioteca pública con un patrimonio inicial de 6.000 volúmenes, que llegó a tener
una sede en la capital francesa y en diversos barrios porteños. Más tarde se inauguró una
sala de armas y en sus suntuosas dependencias se alojaron visitantes ilustres como el
famoso compositor italiano Giacomo Puccini y el político francés Georges Clemenceau quien,
mas tarde, escribiendo sobre Buenos Aires, recordaría que “el edificio más suntuoso es, sin
contradicción, el palacio profesional de La prensa (…)” 13. El Salón de Actos o “Salón Dorado”-
ubicado en el primer piso del edificio y presidido por el Ministro de Relaciones Exteriores
Estanislao Zeballos- estaba inspirado en los salones del Palacio de Versalles, adornado con
suntuosos espejos y grandes tapices, donde se realizaron numerosas conferencias y
conciertos.

10
Estos hombres fueron los autores del Bon Marché parisino en colaboración con el ingeniero Gustave Eiffel, la galería de las
máquinas en la Exposición Universal de Paris de 1889 y la cubierta del Gran Palais de 1900.
11
“La nueva casa de La Prensa”. Informe presentado a la Sociedad Científica Argentina por los ingenieros Arturo Canovi y
Eleodoro Damianovich”. En Anales de la Sociedad Científica Argentina. tomo XLVI, Buenos aires, pp. 258-263.
12
Puccia, Enrique; “Breve historia del carnaval porteño”. Municipalidad de la ciudad de Buenos Aires. En Cuadernos de
Buenos Aires, Nº XLVI, 1974, p. 104.
13
Clemenceau, George; “Notas de viaje por América del Sur”, Buenos Aires, 1910.

11
Fotografía donde se observa la grúa colocando en lo alto del edificio la famosa farola, que
sintetiza los ideales del periodismo en Argentina.

Entre los elementos que componían el frente del edificio se destacaba el balcón unificado,
sobre los que se apoyaban los faroles eléctricos y el reloj. Otra característica particular del
palacio era su famosa “farola”- con su figura femenina de pie sobre un globo terráqueo-
realizada por el escultor francés Maurice Bouval en bronce macizo, izado y colocado en su
pedestal el 4 de noviembre de 1898, la cual coronaba la cúpula del edificio. Se trataba de una
estatua de bronce de 4.100 Kg. y 5 metros de altura, realizada por la casa Thiebaut Freres,
que se alzaba en la cúspide del edificio. Representaba a una mujer que levantaba con su
mano derecha una antorcha, símbolo de la libertad de prensa, y en la mano izquierda
mostraba una lamina semejante a una hoja de papel escrita- en tanto representación alegórica
del periodismo argentino- que culminaba con un foco eléctrico cuyos rayos luminosos eran
visibles a gran distancia, como símbolo de la transmisión del conocimiento y la verdad, cuyos
haces eran visibles a gran distancia. Como queda reflejado en un pasaje de los arquitectos
Justo Solsona y Carlos Hunter: “La trascendencia del periódico estaba simbolizada por la
potencia de la luz que emanaba de su estatua, cuyos haces eran visibles a gran distancia, así
como por su sirena, que sonara por primera vez el 29 de julio de 1900 al conocerse la noticia
de la muerte de Humberto I de Italia y que ha repetido su particular zumbido en cada
acontecimiento de importancia (…)”.14 El prolongado y peculiar zumbido de la sirena se repitió
desde entonces para anunciar grandes acontecimientos mundiales y nacionales, sustituyendo

14
Solsona, Justo y Hunter, Carlos; ídem, p.124.

12
en parte el alboroto pueblero de las bombas de estruendo que hasta entonces se usaban para
los festejos patrios en la ciudad.

HOTELES Y GASTRONOMÍA

“Montserrat es un barrio étnico en el cual se agrupan las tiendas, los hoteles y restaurantes de
los españoles y donde tienen su sede la mayoría de las asociaciones que los representan
(…)”15.

Edificio del Gran Hotel España. Ex edificio de renta,propiedad de la señora María Carranza de
Lawson (1901). Tenía 4 pisos y baños privados. En 1910 era considerado como el de mayor
capacidad en Sudamérica.
Numerosos hoteles fueron construidos sobre la Avenida de Mayo a partir de la década de
1890, desde los pequeños y medianos hasta los más grandes y lujosos, estimulando
exponencialmente la corriente turística hacia nuestro país a fines del siglo XX. Se calcula que
entre 1897 y 1910 se abrieron cerca de 18 hoteles sobre la nueva arteria. Según Elisa
Radovanovic, “el hotel surgió como una forma de habitar, es decir, la idea de residir en él
como en la propia casa se hacia irresistible y tentadora”, especialmente para las clases
dirigentes pertenecientes a las clases sociales acomodadas, o para las delegaciones de
extranjeros o visitantes ilustres provenientes de Europa que llegaban al país en los años que
antecedieron a los festejos del Centenario.
15
Fernández, Alejandro; “Los Españoles de Buenos Aires y sus Asociaciones en la época de la inmigración masiva”. En
“Inmigración española en la Argentina” (Seminario 1990). Compilador: Clementi, Hebe. Buenos Aires. Oficina Cultural de
la Embajada de España, 1991. p. 69.

13
Entre los pequeños y medianos hoteles cabe destacar el “Hotel Windsor”, fundado en 1885 en
la avenida de mayo 802- 838; el “Hotel Novel”, construido ese mismo año por el suizo
Christian Schindler y el “Hotel Alcazar”, ubicado en el solar del 963, con una bella y original
fachada de paños de vidrio; el “Hotel Astoria”- ubicado en Avenida de Mayo 916 obra del
arquitecto Christophersen, como el caso del anexo del “Gran Hotel España”, inaugurado en
1895.

En estos hermosos y lujosos hoteles se alojaban desde los capitalistas y hombres de


negocios que venían del Viejo Mundo, hasta los pasajeros provenientes del Interior del país y
aquellos que deseaban refugiarse en estos nuevos ambientes siguiendo los modos de vida
europeos. Pero, sin duda, los hoteles también tuvieron una relación estrecha con el mundo de
la política, debido a que siempre se alojaban ellos un variopinto que iba desde los
gobernadores jaqueados por la oposición que venían a Buenos Aires a pedir auxilio al poder
central, dirigentes que querían derrocar al gobierno de turno y llegaban a la capital para
expresar sus agravios, delegaciones que acudían a las reuniones partidarias, hasta
legisladores que se resistían a tener una casa en la ciudad masificada y preferían alojarse en
un hotel durante el periodo de sesiones legislativas en el Congreso Nacional.

LOS GRANDES Y LUJOSOS HOTELES

14
Fotografía del Hotel Metropole. Inaugurado en el año 1900, se ubicaba en la esquina de la
calle Salta y fue diseñado por el arquitecto Augusto Plou. Se trata de un edificio de estilo
academicista francés y pertenece a la corriente de la Ecole des Beaux de París. Construido en
mampostería con vigas de hierro y bovedilla catalana. La cúpula de la esquina estaba
rematada por una estatua femenina hecha en bronce, símbolo de La Previsora, nombre de la
compañía de seguros que se instaló allí. La mansarda tenía una serie de miradores con
techos metálicos.

En cuanto a los grades hoteles, se trataba de verdaderos y hermosos palacios donde se


verificaba “el modo de vida yankee”16, la elegancia y el buen gusto, pues la disposición de
algunos de ellos como el “Hotel Metropole”, construido entre 1899 y 1900 por el arquitecto
Augusto Plou en la esquina de la calle Salta, continuándose hasta la calle Rivadavia- cuya
propiedad pertenecía a la firma Loisy y Roget- permitió en su momento brindar el estilo
propiciado por los grandes hoteles norteamericanos. Sus amplios espacios, como el vestíbulo
de entrada, le daba el tono de una “casa de grandes”. La escalera de honor resultaba “una
verdadera obra de arte”17. Este hotel contaba, además, con cuatro pisos que le aseguraban
los preciados dones del aire y la luz. Un detalle en la composición de sus ambientes le
otorgaba el rasgo moderno de adecuación, ya que estos se podían transformar en
departamentos independientes de cuatro o cinco habitaciones. Según el “Baedeker de la
16
El arquitecto Pablo Hary consideraba que si bien, como modelo estético, se buscaba imitar la arquitectura francesa, como
modo de vida se aspiraba a seguir otras pautas. En este sentido nos advierte que “familias y caballeros solos, siguiendo el
ejemplo yankee, han renunciado a los fastidios de tener casa”. Ortiz, Federico; “La arquietectura del liberalismo en la
Argentina”. Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 1968, p. 35.
17
“Comercio e industria”. “La vida moderna”. “El hogar vencido por el Hotel Metropole”. “Nueva York en Buenos Aires”.
“Un palacio público”. Recuerdo de Brillat Savarin. En “La Nación”, 18 de diciembre de 1899, p. 6.

15
Republica Argentina”, escrito por Alberto Martínez en 1904, “la tarifa por persona y por pieza,
exclusivamente, era de tres pesos, como mínimo, subiendo en relación con el lujo y
dimensiones del local. La comida podía calcularse en cuatro pesos, por persona. El baño
simple, caliente, entre cincuenta centavos y ochenta centavos” 18.

El tercer piso contaba con un mobiliario muy suntuoso estilo Luís XIV. El ornamento
armonizaba en todos los detalles: “desde las mesas escritorio, que pueden convertirse en
mesas de juego o de comedor, hasta las mesitas de luz, sólidas, elegantes y ligeras; desde
las pesadas colgaduras de los saloncitos de cada departamento, hasta los bien dibujados
artefactos de la luz eléctrica (…)”. Nada desentonaba en el hotel, donde predominaban el
buen gusto y, sobre todo, la tranquilidad que representaba poder descansar en los pisos mas
altos; hecho que puso de manifiesto el cronista Pablo Hary, cuando argumentaba que “se está
y no se está en la ciudad, se tienen todas las ventajas y ninguno de sus inconvenientes, y los
nervios exasperados por la vida intensa de las calles se tranquiliza allí, como un retiro
campestre (…)”19. Otro detalle que llama la atención el periodista fue el confort que brindaba el
moderno equipamiento, puesto que “los lavatorios todos tienen aguas corrientes y desagües
propios, comodidad que no poseen aun ni los mejores establecimientos del genero en Europa,
pues hay que pensar en ella antes de comenzar a construir el edificio (…)” 20. En este sentido,
el hotel, al trasformar sus diferentes espacios en departamentos independientes, ofrecía todas
las comodidades de una vivienda familiar dando la sensación de habitar en un verdadero
palacio.

EL “HOTEL MAJESTIC”

18
Martínez, Alberto; “Baedeker de la República Argentina”, Edición Peuser, 1904.
19
En Ortiz, F; ibídem, p. 35.
20
En Ortiz, F; ibídem, p. 35.

16
El edificio del Hotel Majestic, construido por los arquitectos Federico Collivadino e Italo
Benedetti con los fondos de la cooperativa Caja Internacional Mutua de Pensiones. Se trata
de un edificio de estilo ecléctico y con una estructura de mampostería y hierro. Allí se alojó la
Infanta Isabel de Borbón durante su estadía en Buenos Aires.

El “Hotel Majestic”, obra de los arquitectos Federico Collavadino e Italo Benedetti y ubicado en
la Avenida de Mayo 1317, fue inaugurado el 14 de mayo de 1910. De sus 150 habitaciones,
se destacaban particularmente las que ocupaban las ochavas donde se dispusieron
departamentos para diplomáticos- con sus dormitorios, salas y escritorios- quienes arribaban
con gran entusiasmo a la argentina para conmemorar los 100 años del nacimiento de la
Patria.

En su entrada había una gran escalinata de mármol, mientras que el primer piso pasó a
albergar un salón de estar y otro de música, en tanto que los comedores y la cocina se
situaron en el 6º y 7º pisos, donde también estaba la terraza y el famoso “roof garden”, una
hermosa galería de cristal con piezas de acero laminado y fundición, que incluía una
hermosísima confitería desde donde se tenia una esplendida vista de la avenida. En el
exterior, entre la galería y la balaustrada, se ubicó el comedor de verano; mientras que en su
frente se puede apreciar una muestra de diversos estilos: academicismo, art nouveau y
fundamentalmente “Art Decó”, un estilo arquitectónico totalmente novedoso que buscaba
romper con los cánones de construcción a la francesa y que comenzó aplicarse en la
arquitectura porteña a partir de la década de 1920.

17
En el hotel Majestic se hospedaron todos los miembros de la comitiva chilena a los actos del
Centenario, haciéndolo también el coronel español José Cavalcanti (1871-1937), quien
pertenecía además al sequito de compañía de la Infanta Isabel de Borbón. Igualmente
vivieron en este hotel Marcel Paillette(1884-1965), el primer aviador francés que voló sobre
Buenos aires y el francés Charles Edonard Jaeanneret (1887-1965)– más conocido como “Le
Corbusier”- el renombrado arquitecto , urbanista y uno de los mayores exponentes de la
llamada corriente de la “arquitectura moderna”, que se desarrolló en el mundo entre 1925 y
1965, aproximadamente; y quien nos dejo una muestra de su genio en los jardines de La
Recoleta, y que, entre sus originales concepciones, proyectaría en la India una nueva capital
para el Punjab. El ingeniero electrónico italiano Guglielmo Marconi (1874-1937), uno de los
más destacados impulsores de la radio transmisión a larga distancia también estuvo presente
en el hotel. Pero, sin dudas, una de las figuras estelares que se alojó en él fue el genial
bailarín de ballet y coreógrafo de origen polaco Vaslav Nijinsky (1889-1950), quien llegó a
Buenos Aires en la primavera de 1913 y ocupó un departamento de cinco habitaciones en el
tercer piso del edificio, al ser invitado como primera figura en el Teatro Colón y, luego, para
casarse con la actriz húngara Rómola de Pulszky en la Iglesia de San Miguel, ubicada en la
intersección de las calles Salta y Bartolomé Mitre.

EL “GRAN HOTEL ESPAÑA” Y SU CALIDAD GASTRONÓMICA

Este hermoso hotel fue creado por el arquitecto José Arnovot en 1897 para la razón social del
empresario Javier Lorenz- fundador y “alma” de uno de los establecimientos mas acreditados
de la ciudad”21- ubicado en la Avenida de Mayo 916. Tenía 315 habitaciones, repartidas entre
la avenida y su frente, sobre la actual calle Hipólito Yrigoyen. Además de contar con sus salas
de visita, sus salas de lectura y su lujoso hall, el hotel poseía un restaurante donde se
preparaban “comidas con arreglo a los más puros preceptos de todas las cocinas”, donde se
servia la tradicional leche merengada, la horchata de chufas y el ajenjo que, por un tiempo,
llegó a constituirse en el aperitivo obligado y cuyo expendio debió prohibirse por el excesivo
consumo que se hacía de él.

Allí el huésped se sentía cómodo, bien atendido, “siendo objeto de ese servicio diligente y
cortés que no se paga con nada”. Se trataba de una gran casa habilitada con todos los
adelantos europeos de la época, donde se hospedaban “señores de campanillas y señoras de
significación”22, entre quienes se contaban las prestigiosas personalidades y
grandes empresarios españoles que llegaban a la Argentina movidos por la bonanza

21
Llanes, R; ídem, p.173.
22
Llanes, R; ídem, p. 166

18
económica y el futuro prometedor que vivía el país a principios del siglo XX, y otras tantas
eminencias extranjeras pertenecientes al mundo de las ciencias, las letras y las artes 23, entre
quienes puede mencionarse al filosofo y ensayista español de amplia y sólida cultura: José
Ortega y Gasset; y el admirable gallego de la lira multicorte, Ramón del Valle Inclán; además
de ser el ateneo y el baluarte de renombrados dirigentes del radicalismo, como el joven
Lendro N. Alem, fundador del partido de la Unión Cívica radical (UCR) en 1891.

Este hotel contó con la presencia de un destacado artífice y arquitecto de la repostería


profesional europea de aquellos días, el chef y jefe de cocina piamontés Carlos Spriano
(director de la “verdadera escuela del arte de hacer bien de comer”, según Ricardo LLanes24).
Ningún hotel ubicado sobre la Avenida de Mayo, y sin duda de todo Buenos Aires, contó con
otro chef de tal calidad profesional. Fue lo que se dice “un pozo de sabiduría gastronómica y
todo un consumadísimo artista batido en amor propio con pasta de antigua devoción” 25. Este
maestro del arte culinario fue quien inauguró la primera gran academia de gastronomía dentro
del hotel, espacio desde el cual impartía también sus lecciones y conferencias. Su ilustrada
versación de la cocina universal, sus acabados conocimientos en excelencias de
combinaciones para los diferentes menús, hicieron del “Gran Hotel España” la mesa recurrida
de abundantes comilonas, de las opulentas cenas y los resonantes banquetes. En ellos,
Spriano solía decorar la mesa principal con alguna obra artística de su creación, lo que
provocaba la consiguiente admiración por la belleza y perfectibilidad del objeto presentado.
Uno de los banquetes que, por la celebridad del homenajeado, alcanzó resonante
significación fue el que se ofreció al compositor de opera Giacomo Puccini- autor de la pieza
dramática “Tosca”- quien se había hospedado en el hotel en uno de las habitaciones en 1903,
donde el chef patissiere elaboró un delicioso bizcocho de almendra en forma de álbum
musical abierto, relleno con mermelada de damasco, fundente blanco perfumado al
marrasquino y una exquisita cobertura a base de caramelo estirado y chocolate. Al presentarlo
en la mesa en el momento oportuno, el pastel fue colocado de frente al ilustre huésped,
mientras en un salón contiguo la orquesta entonaba el vals “Mimí” perteneciente a la opera
“Boheme”, estrenada en el Teatro Regio de Turín el 1º de febrero de 1896.

En la semana de de 1910, en el contexto de los festejos del Centenario y de la visita de la


Infanta Isabel de Borbón, el chef Spriano elaboró una bellísima obra de repostería con la
figura al natural de su tío, el rey Alfonso XIII de España, la cual estuvo expuesta detrás del
vidrio, provocando la admiración del público por la notable fidelidad del parecido. Sus recetas
fueron compiladas posteriormente en el libro titulado “El Arte Culinario”, publicados en 1905 y
23
Llanes, R; ídem, p. 167.
24
Llanes, R; ídem, p. 173.
25
Llanes, R; ídem, p. 175.

19
reeditado por segunda vez en 1931. Se trataba de un tratado de cocina universal de 1.606
páginas, compuesto por más de 5.500 recetas que se convirtieron en el “Codex Alimentario” y
en el vademecum principal para la consulta de otros cocineros y camareros del mundo.

EL “HOTEL CHILE”

Hotel Chile. Suntuosa edificación de la Avenida de Mayo y uno de los mejores exponentes del
“Art Noveau” en Buenos Aires. Fue proyectado por el arquitecto francés Luis Dubois y se
terminó de construir en 1907.

El “Hotel Chile”, ubicado en el Nº 1297 de la misma avenida- en la intersección con la calle


Santiago del Estero- y construido en 1908 por el arquitecto francés Luis Dubois, donde ya se
avizoraban las primeras sublimaciones geométricas de la arquitectura “art decó” a la porteña.
Su ubicación en esquina permite un juego mas libre de volúmenes según se observa en la
ochava y especialmente en la cúpula bulbosa, única en su tipo en toda la ciudad. Sus meritos
continúan en los mosaicos que ornamentan las ventanas y la herrería de los balcones, así
como sucedió con la puerta de entrada que desgraciadamente desapareció al paso de una
degradante refacción. En su restaurante trabajaban renombrados chefs que satisfacían la gula
de los porteños y de las estacadas figuras extranjeras que allí se agasajaban, motivo que
contribuyó a hacer y sostener su creciente prestigio.

LA LLEGADA DE LA VERTIENTE “ART NOVEAU”

20
El llamado “movimiento arquitectónico modernista”- que se opuso fuertemente al
academicismo, aunque no destruyó la armonía del conjunto de los edificios que se
encontraban sobre la Avenida de Mayo- apareció en la Ciudad de Buenos Aires alrededor de
1895 y se extendió, por lo menos, hasta 1925, siendo una moda muy discutida, aceptada por
ciertos sectores de clase media culta y, en general, rechazada por la alta oligarquía. En este
sentido, el “art noveau” se caracterizó por su tentativa de abandonar la disciplina de las
academias y de plantear desde sus orígenes los problemas del diseño. Apartándose del uso
estrictamente estilístico, el nuevo arte se caracterizó por incorporar motivos de la naturaleza,
particularmente vegetales. En ellas se observaba una gran libertad de composición,
movimientos, una ágil articulación de sus plantas y en la espontánea energía de tantos
detalles. Así, las figuras oníricas, las sirenas, los ángeles, las flores, los firuletes de hierro y de
mampostería se esparcieron por los balcones, las fachadas, los portones, los techos de
pizarra y las cúpulas suntuosas, mezclados con algunos elementos del estilo de los Luises y
ornamentación de carácter italiano, como ocurrió con el “Club del Progreso” -sito en la
Avenida de Mayo 633- y el edificio de “La Inmobiliaria”- ubicada a la altura del 1400/1500- a
escasos pasos de la Plaza del Congreso Nacional.

EL “CLUB DEL PROGRESO”

Fundado el 1º de mayo de 1852 por su presidente Diego de Alvear en la finca ubicada en la


intersección de las calles Perú y Victoria (hoy Rivadavia), el “Club del Progreso” fue desde sus
inicios la sala donde la elite porteña forjó “una escuela de finezas y delicadas manifestaciones
propias de las damas y caballeros que ilustraron con sus maneras mas cultas los días de
aquella sociedad (…)”26. Entre sus miembros más conspicuos se encontraban su
vicepresidente Felipe Llavallol, su secretario Delfín Huergo, y los vocales Francisco Chas,
Juan Martín Estrada, Francisco Moreno y Gervasio Posadas. Pero, además, se convirtió en la
casa de reunión de los “grande hombres” de la patria, donde se agasajó, entre otros, al
general Justo José de Urquiza, al General Bartolomé Mitre y donde resonaron los recuerdos
“parisienses” de Lucio V. Mansilla.

En 1900 el Club dejó su primera casona para ocupar el palacio que se levantó por iniciativa de
su dueño, José Clemente Paz, en la Avenida de Mayo 633. Su primer presidente fue el Dr.
Roque Sáenz Peña, uno de los principales representantes de la Generación de 1880 y quien
accedería a la jefatura del Estado Nacional en octubre de 1910 en reemplazo de su
predecesor José Figueroa Alcorta. Este palacio se convirtió en las primeras décadas del siglo

26
Llanes, Ricardo; ídem, p. 266.

21
XX en el excelentísimo recinto donde se llevaban a cabo las brillantes recepciones, los
banquetes opulentos27 y los bailes de resonancia organizados por la sociedad de rancio cuño
porteño ( entre las familias de alta alcurnia que frecuentaban el club se encontraban las
familias Atucha, Pereyra Iraola, Ocampo, Ortiz Basualto, Martínez de Hoz, Roca y los Alzaga,
entre otros) para homenajear a las personalidades extranjeras que llegaban a la Argentina en
los años previos al Centenario de la Revolución de Mayo, “porque si constituyó en lo político la
casa de los prestigiosos eminentes, en lo social continúa representando la máxima
autoridad”28: demostración del progreso alcanzado por “el espíritu de asociación en las clases
elevadas”29

En cuanto a sus características arquitectónicas, la fachada respondía al gusto propio de la


época y estaba expresada en su puro estilo Luis XVI, “tallada en símil piedra, cuyo aspecto
iguala a la arenisca de Córdoba y la sobrepasa en dureza” 30. El frente acusaba una altura de
veinticuatro metros sobre la vereda, al nivel del cornisón, y un total de treinta y cuatro metros
sobre el piso del último sótano. Tenía dos subsuelos y cuatro pisos, en los que estaban
distribuidas las numerosas dependencias. Las salas de armas, de descanso, baños y
guardarropas se ubicaron en el primer subsuelo. En el piso bajo se hallaban los comedores y
el restaurante. En el primer piso, el “hall estaba cubierto a la altura de la azotea con un techo
de vidrio corredizo, en comunicación directa con los salones para que ocupara todo el piso en
caso de fiesta, bailes o conciertos (…)”31. A las salas de billares, juego y reposo del segundo
piso se sumaban las bibliotecas, la cual contenía una de las colecciones más importantes de
la Buenos Aires moderna.

27
En 1904, el escritor Antonio Reynal O’connor fue agasajado con un significativo banquete por su libro “Los poetas
argentinos”. Dicha demostración fue ofrecida por el doctor Pedro Boruel y en ella se lucieron, como oradores en alto grado,
los doctores Gabriel Carrasco y Alberto Palomeque. En Llanes, Ricardo; ídem, p. 268.
28
Llanes, Ricardo; ídem, p. 267.
29
“Club del Progreso”. Datos históricos sobre su origen y desenvolvimiento. Apuntes coleccionados por la Comisión
Directiva de este centro con motivo del 50º aniversario de su fundación. Buenos Aires. 1º de Mayo de 1902, pp.99.
30
ibídem, p.99.
31
Ibídem, p. 101.

22
Fachada del majestuoso edificio del Club del Progreso, ubicado en Avenida de Mayo 633.
Fue inaugurado en el año 1900. Este edificio era frecuentado por lo “más granado” de la
política, la cultura y la sociedad porteña a principios del siglo XX.

“LA INMOBILIARIA”

El edificio de la compañía de seguros “La inmobiliaria”, obra del arquitecto italiano Luigi
Broggi, fue inaugurado en mayo de 1910. Ubicado en la vereda sur de la Avenida de Mayo
entre las calles Luis Sáenz Peña y San José, y a pasos de la plaza del Congreso Nacional,
este edificio de estilo italianizante presentaba una situación muy atípica en los tiempos del
Centenario, ya que su frente ocupaba el largo de toda una cuadra con un balcón ornamentado
en mampostería de hierro forjado ubicado en el segundo piso, representando el tipo de
vivienda multifamiliar de renta, en boga entre las clases sociales porteñas mas o menos
acomodadas; mientras que en su interior, resaltaban las grandes columnas con arcadas y
galerías; y su exterior, remataba con dos esbeltas cúpulas en cada esquina y el coronamiento
con dos torrecillas de 68 metros de altura. Finalmente, en el último piso, aparecen estatuas
que reproducen esculturas de la diosa romana “Venus” y del dios griego “Apolo”, agregándolo
ciertos toques propios del Clasicismo a una obra ecléctica en la que las nuevas tendencias
arquitectónicas del “arte moderno” dejaron su sello notorio a principios del siglo XX.

23
Fotografía del Palacio de “La Inmobiliaria”. Fue fundada en 1883 por el empresario Antonio
Devoto, quien le encargó al arquitecto italiano Luigi Broggi su construcción. Fue inaugurado el
25 de Mayo de 1910 en ocasión de los festejos por el Centenario de la Revolución. Se trata de
un edificio neo-renacentista con crestería en el tejado, molduras y dos copones en el extremo
de sus torres. Fue la primera compañía de seguros generales, a la que luego se adosaron
locales comerciales, renta y artefactos sanitarios.

24

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