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Cuento sobre el secuestro

MIGUEL ÁNGEL ROJAS MOLINA



Historia de un sueño
Se sentó sobresaltada en la cama. Había soñado
con un hombre blanco, de ojos grandes, claros. Su
cabeza rapada, vestía una chaqueta negra y un
gorro negro.
El hombre disparaba al hijo mayor de su amigo, directamente a la
cabeza; quien había muerto años atrás asesinado por un hombre x.

Brenda llamó a Raúl necesitaba que la acompañaran cuando


conducía. Llegó puntual al llamado. Raúl le comentó
que Adriana llegaría al aeropuerto a eso de las ocho de la
noche. Brenda trabajó normalmente en la universidad. A las siete de
la noche se dirigieron al aeropuerto. Todo transcurrió normalmente,
el encuentro fue amistoso. Adriana comentaba sus aciertos con el
negocio que emprendería, el viaje había sido un éxito
• Durante el regreso, Brenda, estaba animada, conducía
cada vez más segura. Hablaban alegremente planeando
los próximos encuentros. Un taxi se acercó a su izquierda,
haciendo señas que ella nunca entendió. “quizás me salí
un poco del carril”- pensaba-, mientras tanto, Raúl,
afanoso le insistía en que acelerara, pero ya dos
hombres armados se subían al carro. Uno de ellos abría
la puerta delantera, mientras el otro abría la de atrás. El
hombre que se acomodó adelante corrió a Brenda del
volante para conducir el carro.
Quedó en medio del asaltante y Raúl. Fueron despojados
de sus pertenencias, no sin antes preguntar: “¿es de oro?,
quítese el reloj, entrégueme los anillos”
El trayecto parecía interminable, Brenda no sabía donde se
encontraban y menos aún hacia donde iban. Sólo se
percató que eran escoltados por el taxi. Rato después los
obligaron a quedarse en un lugar escondido, rodeado de
árboles. Los hicieron sentar en la hierba húmeda, en un
lugar conocido como “la cola del mico” lo supieron más
tarde cuando la odisea terminó
Solo cuando miró hacia arriba para observar al hombre que los
amenazaba, pudo ver cómo estaba vestido: llevaba una chaqueta y
una gorra negras. Le pidió que no lo mirara pero Brenda no pudo
contener el deseo de observar el arma. Era muy grande de color
amarillo.
Adriana y su amiga con quien había llegado del viaje, lloraban
inconsolablemente. El hombre se molestó y les pidió que no
complicaran las cosas, eso sí, amenazando con su arma. Brenda,
quería esconder su miedo hablando de “cómo llovía”, “cuánto frío
hacía “ y mirándolo. Él le repetía que no lo mirara a lo que Brenda le
respondió todas las veces que se lo dijo: “no puedo hablar sin mirar
a las personas”
Se había entablado un diálogo con el secuestrador quien le
preguntaba: “Cuántos hijos tiene”, “ dónde vive”, todas las
respuestas que ella le dio fueron equivocadas. Sin
embargo, Brenda fue más allá, preguntándole si los matarían
o no, él no respondió.
La lluvia cayó sobre ellos todo el tiempo que estuvieron
retenidos. El ruido de los carros los sobresaltaba, el hombre
se quedaba tranquilo como si supiera exactamente cuál sería
el carro que el esperaba. Brenda asustada preguntaba si era
o no ese el carro que estaban esperando y el respondía con
toda seguridad que no, todas las veces que lo interrogó.
Dos horas después el hombre se inquietó, había percibido
la presencia del auto. Acto seguido ordenó que salieran del
hueco, conocido como” la cola del mico”, según supieron
después cuando fueron a poner la denuncia. Agregó: “que
no sea antes de diez minutos”. En ese momento se quitó la
gorra, Brenda estaba tan cerca, que pudo ver claramente,
con asombro, su cabeza rapada, sus ojos grandes y la
misma arma que llevaba el hombre del sueño.
Fin.

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