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EL

ROMANTICISMO:
LOS MISERABLES Y
LAS TRADICIONES
PERUANAS
PROFESOR:
André
Chingay
INTRODUCCIÓN

Se inscribe a fines de 1840 y


siguientes, cuando la situación
política había alcanzado cierta
estabilidad y algún desarrollo
económico. La iniciación de los
románticos peruanos se da cuando
Castilla llega al poder y se produce la
ya citada estabilidad económica, de
carácter parcial, gracias al
pragmatismo y astucia de éste.
ETAPAS
● • Primera etapa o de iniciación (1848-1858). Nuestros románticos se identifican con los
españoles, rechazando la poética clasicista anterior. Aquí aparecen Carlos Augusto Salaverry,
Ricardo Palma, Arnaldo Márquez y Manuel Nicolás Corpancho. En este caso, destaca el ideal
romántico separado de la vida social. En esta etapa aparece la primera novela de la literatura
peruana: El padre Horan (Escenas de la vida del Cuzco) de Narciso Aréstegui, publicada en 1848.
Por su parte, Corpancho monta su obra teatral El poeta cruzado en 1851, la pieza teatral con la
cual se iniciaría el romanticismo en el Perú.
● • Segunda etapa (1858-1860). Se refugian en la intimidad, tocando la superficie del acontecer
humano mediante el artículo de costumbres, la sátira y la ironía. Son representantes de este
período las obras San Martín (1854), Enrique Alvarado (1856) y Alfredo el Sevillano de Luis
Benjamín Cisneros.
● • Tercera etapa (a partir de 1860). El romanticismo peruano se liga al fracaso del proyecto
liberal. La sociedad es vista como un hecho corrupto y primitivo; su producción literaria se orienta
ahora a su interioridad amorosa o a la sátira social y no a la historia, ni a ese horizonte
paradigmático lleno de fe en la juventud que caracterizó su producción anterior. Aparece la novela
Julia (1860) de Luis Benjamín Cisneros.
REPRESENTANTES
 Carlos Augusto Salaverry: Cartas a un angel
 Manuel Nicolás Corpancho: El poeta cruzado
 Ciemente Althaus: Al mar
 Arnaldo Márquez: Pablo o la familia del mendigo
 Benjamin Cisneros: Julia
 Pedro Paz Soldán y Unanue (Juan de Arona): Cuadros Peruanos
 Ricardo Palma: Tradiciones Peruanas

LOS MISERABLES

Género: Narrativo.
Especie: Novela filosófica, social e histórica.
Estructura: 10 tomos.
Tema principal: La redención de un individuo por la expiación voluntaria.
Tipo de narrador: En tercera persona omnisciente.
PERSONAJES:
 Jean Valjean Mathiu: Sr. Magdalena
 Myriel: El Obispo
 Javert: Policía
 Fantine: mujer pobre
 Champmathius
 Cosette: Hija de Fantine
 Marius: Enamorado de Cosette
 La familia Thernadier

ARGUMENTO:
CAPÍTULO I: Fantine
En este volumen se entrelazan los destinos de Fantine y Jean Valjean.
El libro se abre con el retrato largo y detallado del obispo Myriel, el obispo de Digne, donde vive
modestamente con su hermana Baptistine y de una criada, la señora Magloire. El religioso vive de sólo lo
que es necesario y distribuye el resto de sus ahorros para los pobres, siempre muestra un gran amor, deja la
puerta abierta y confraterniza con aquellos a quienes la sociedad rechaza.
Su destino se cruza con el personaje central de la obra: Jean Valjean.
La acción comienza en 1815 con la llegada de Jean Valjean, el personaje principal de la obra, después de una
sentencia de diecinueve años de prisión: víctima de un trágico destino, originalmente sentenciado a cinco años
de prisión por robar pan para alimentar a su familia, ve ampliada su sentencia después de varios intentos de
fuga. Su pasado como convicto lo abruma y en cada ciudad que pasa, escucha la negativa por ser un ex convicto
con un pasaporte amarillo, universalmente rechazado; y sólo el obispo Myriel le abre la puerta para ofrecerle
alimento y refugio. Jean Valjean, muestra un odio-amor y resentimiento con la sociedad, y un poco consciente
de sus actos, le roba plata del obispo y huye por la ventana. Cuando es detenido y llevado por la policía ante el
obispo Myriel, éste dice que lo perdona y le ofrece la plata, lo que ahorra el delito de convicción.
Perdido en sus pensamientos, Valjean roba unos 40 sueldos de un saboyano llamado Petit Gervais cubriéndolo
con su pie. El sufrimiento de remordimiento, incapaz de alcanzar a Petit Gervais, se vuelve consciente de sí
mismo y en una epifanía, decide cumplir su promesa al obispo Bienvenue. Cambiando a este otro episodio en
los Alpes, Jean Valjean reaparece en el otro extremo de Francia, bajo el nombre de M. Madeleine y realiza su
autorescate: enriquecido honestamente, se convierte en el benefactor de la ciudad de Montreuil-sur-Mer, y es
nombrado alcalde.
Simétricamente a la ascensión de Jean Valjean, su redención puede decirse, somos testigos de la caída de
Fantine; la criada y madre que para alimentar a su única hija Cosette a quien deja a cuidar, queda poco a poco en
la decadencia, hasta llegar a la prostitución y la muerte. Este volumen es una oportunidad para presentar a los
personajes que siguen a Jean Valjean desde el principio hasta el final de sus aventuras.
La señora Thenardier es una falta de honradez y pura maldad. Sin embargo, también son padres de Gavroche,
cuyo heroísmo se ilustra más adelante.
Javert, quien interpreta a la justicia, implacable y rígido, ha puesto todas sus energías en la ley, su religión. ¿Podemos
creer Valjean se salvó como Magdalena y logró reintegrarse en la sociedad? Víctor Hugo no lo quiere. Para él, la
honestidad es un compromiso. En virtud de una larga noche de vacilación, será compromiso de Madeleine rescatar a un
pobre diablo, Champmathieu, erróneamente reconocidos como Jean Valjean, condenado en su lugar. Todos los
beneficios de su nueva posición ayudan al señor Madeleine, según Víctor Hugo, la injusticia sólo se hace para
Champmathieu. Jean Valjean escapa a la justicia, sin embargo, regresó clandestinamente a cumplir con una última
promesa a Fantine que ayudó en el momento de su muerte: ahora se propone salvar a Cosette, esclava de los residentes
descontentos de Thénardier.

CAPÍTULO II: Cosette


Durante la batalla de Waterloo, Valjean ha decidido fingir su muerte y poder escapar. Saca toda su fortuna de un banco y
la esconde en un bosque cercano a Montfermeil, después, va a la posada de los Thérnardier en busca de Cosette.
Descubriendo como tratan a la hija de la difunta Fantine, Valjean decide llevársela y adoptarla como su hija. Viven en los
barrios parisinos más pobres hasta que son aceptados en un convento. Observan como visten los habitantes del lugar,
qué horarios tienen y cuáles son sus actividades diarias.

CAPÍTULO III: Marius


Por otro lado, Gavroche es un muchacho digno de ejemplo, ya que, aunque ha pasado por situaciones de hambre y
pobreza, es gentil, generoso y con ideas revolucionarias. Y también es un hijo abandonado de los malvados Thénardier,
los posaderos. Y Guillenormand es un señor de 90 años cuya hija se casó con un coronel que es dado por muerto en la
batalla de Waterloo y que ha dejando a su mujer y a su Marius, un joven con una visión totalmente diferente a de su
abuelo y que quiere pertenecer a grupos revolucionarios. Todo cambia cuando se entera que su padre no está muerto,
sino que está viviendo en Normandía y que prefirió renunciar a verlo, para que éste no perdiera una herencia. Cuando
se puede reencontrar con su padre, es demasiado tarde: está muerto y solo le pide que se mantenga fuerte en sus
convicciones y que no renuncie a lo que él quiera.
CAPÍTULO IV: El idilio de la calle Plumet y la epopeya de la calle Saint-Denis
Jean Valjean se marcha del convento para no privar a Cossette de las libertades del mundo exterior y
alquilan una pequeña casa. Un día, Marius ve a Cossette y se enamora perdidamente de ella. Ella, como
buena señorita de la época, se intimida. Cuando el joven habla con su abuelo del tema, éste se burla y le
aconseja que la considere su amante, no su futura mujer.

CAPÍTULO V: Jean Valjean


El pueblo se levanta contra el general Jean Maximilien Lamarque y todos luchan por la revolución. Valjean
rescata a Marius de unas graves heridas y lo lleva a casa de su abuelo. Le perdona la vida a Javert y éste le
confiesa que lo ha estado persiguiendo y que no le fue sincero cuando lo prometió. Por otro lado, Marius
no quiere que Jean Valjean siga visitando a Cossette, pues éste ya le había dicho que no era su verdadero
padre, y deciden que las visitas serán cada vez más esporádicas con tal de que, con el tiempo, deje de
verla.
La historia acaba un día en el que Cosette y Marius visitan a Valjean y lo encuentran en su lecho de
muerte. Éste los abraza, considerándolos sus hijos y muere abrazado a ellos, feliz.
LAS TRADICIONES
PERUANAS
Género: Narrativo
Especie: Tradición
Estructura: 453 tradiciones, con estructura clásica (inicio, nudo y desenlace)
Tema: “Presentación de diferentes aspectos de la realidad peruana”.

Las Tradiciones Peruanas se conforman por una cantidad invalorable de relatos históricos, cuyos
argumentos concilian la ficción y la realidad. Las Tradiciones Peruanas narran singularmente algún hecho
histórico con menor o mayor relevancia según sea el caso, pero contadas de una manera muy informativa,
y con mucha mesura para dejar entender algún consejo o moraleja en muchos casos.
Los relatos que componen Las Tradiciones Peruanas son variados en temas, referencias históricas y
costumbres, sin embargo se puede resumir las historias en ciertas características que predominan en
cada una de ellas, como por ejemplo el tipo de lenguaje utilizado, es un lenguaje bastante informal,
popular y entre los diálogos se puede encontrar canciones, coplas y una inmensa cantidad de máximas y
proverbios
“AL RINCON QUITA CALZON - TRADICIONES PERUANAS”

El obispo Chávez de la Rosa era rector de un convento en Arequipa. Un día tubo que suplir a un
maestro ausente y se dedico a recordar algo de latín con los alumnos; propuso una pregunta: ¡quid
est oratio!, pero ningún alumno le supo contestar. Molesto el cura ordenó a cada uno que vaya ¡Al
Rincón Quita Calzón!
Así ocurrió hasta que le pregunto al más pequeño de la clase. El niño se burló del cura demorando
una respuesta que no sabia.
El cura iracundo le ordeno también AL RINCÓN QUITA CALZÓN, pero como el niño se retiraba
refunfuñando algo entre dientes, el sacerdote insistió por el que murmuraba.
Entonces el niño le propuso una interrogante al maestro: ¿Cuántas Veces Se Repite En La Misa El
Dominues Vubis Cum? Y por más que el cura trató de recordar no pudo hacerlo; entonces el niño
también lo envió a él ¡al rincón quita calzón! La burla de los estudiantes fue total.
El cura no tuvo más remedio que perdonar a todos el castigo propuesto y se retiro completamente
avergonzado.
Tiempo después el cura retorno a su natal España y se llevo al pequeño travieso como pupilo, haya lo
educo esmeradamente para que años después retornara al Perú convertido en un intelectual
erudito: don Francisco Javier de Luna Pizarro, presidente de la primera asamblea constituyente del
Perú.
“TRADICIONES EN SALSA VERDE”

Tradiciones en Salsa Verde sigue la misma línea que "Tradiciones Peruanas" pero conformada por relatos de índole
picante que nunca fueron entregados a la imprenta por miedo a escandalizar a una Lima moralista.
Se trata de un conjunto de relatos que el autor escribió para su solaz privado y el de sus amigos íntimos, piezas que
ni siquiera él podía publicar dado el tono escabroso en lo sexual, político y clerical. Textos cargados de picardía que
nadie debe privarse de leer para dar una visión más amplia de la obra del Tradicionista, verdadero testimonio de la
historia, costumbres y alegría de su pueblo.
LA PINGA DEL LIBERTADOR

Tan dado era Don Simón Bolívar a singularizarse, que hasta su interjección de cuartel era distinta de la que
empleaban los demás militares de la época. Donde un español o un americano habrían dicho: !Vaya Ud. al carajo!,
Bolívar decía: !Vaya usted a la pinga!
-
Histórico es que cuando en la batalla de Junín, ganada al principio por la caballería realista que puso en fuga a la
colombiana, se cambió la tortilla, gracias a la oportuna carga de de un regimiento Peruano, varios jinetes pasaron
cerca del General y, acaso por alagar su colombianismo, gritaron:

- ! Vivan los lanceros de Colombia! Bolívar, que había presenciado las peripecias todas del combate, contestó,
dominado por justiciero impulso:
- ! La pinga! Vivan los lanceros del Perú!
Desde entonces fue popular interjección esta frase:
- ! La pinga del libertador!
Este parágrafo lo escribo para lectores del siglo XX, pues tengo por seguro que la obscena interjección
morirá junto con el último nieto de los soldados de la Independencia, como desaparecerá también la
proclama que el general Lara dirigió a su división al romperse los fuegos en el campo de Ayacucho:
- ! Zambos del carajo!
- Al frente están esos puñeteros españoles.
El que aquí manda la batalla es Antonio José de Sucre, que, como saben ustedes, no es ningún pendejo
de junto al culo, con que así, fruncir los cojones y a ellos".

En cierto pueblo del norte existía, allá por los años de 1850, una acaudalada jamona ya con derecho al
goce de cesantía en los altares de Venus, la cual jamona era el non plus ultra de la avaricia;

Llamábase Doña Gila y era, en su conversación, hembra más cócora o fastidiosa que una cama
colonizada por chinches.
Uno de sus vecinos, Don Casimiro Piñateli, joven agricultor, que poseía un pequeño fundo rústico
colindante con terrenos de los que era propietaria Doña Gila, propuso a ésta comprárselos si los
valorizaba en precio módico.
-Esas cinco hectáreas de campo--dijo la jamona--, no puedo vendérselas en menos de dos mil pesos.
-Señora--contestó el proponente--, me asusta usted con esa suma, pues a duras penas puedo disponer de
quinientos pesos para comprarlas.
-Que por eso no se quede--replicó con amabilidad Doña Gila--, pues siendo usted, como me consta, un
hombre de bien, me pagará el resto en especies, cuando y como pueda, que plata es lo que plata vale.
-¿No tiene usted quesos que parecen mantequilla?--Sí, señora.
--Pues recibo.
¿No tiene usted vacas lecheras?
-Sí, señora.--
Pues recibo.
-¿No tiene usted chanchos de ceba?
--Sí, señora.
--Pues recibo.
-¿No tiene usted siquiera un par de buenos caballos?
-Aquí le faltó la paciencia a don Casimiro que, como eximio jinete, vivía muy encariñado con sus bucéfalos,
y mirando con sorna a la vieja, le dijo:
-¿Y no quisiera usted, doña Gila, la pinga del Libertador?

Y la jamona, que como mujer no era ya colchonable (hace falta en el Diccionario la palabrita),
considerando que tal vez se trataba de alguna alhaja u objeto codiciable, contestó sin inmutarse:

--Dándomela a buen precio, también recibo la pinga.

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