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Ensayo de Los Miserables: La Revolución Francesa al Marco del Romanticismo Literario

Juan Pablo Vélez Espinal

Institución Educativa Monseñor Gerardo Valencia Cano

Septiembre 30 del 2019

Nota del autor

Juan Pablo Vélez Espinal, Grado 11, Institución Educativa Monseñor Gerardo Valencia Cano

Sin ánimo de lucro

Profesora: Luz Adiela Osorio Gallego

Grado 11, Institución Educativa Monseñor Gerardo Valencia Cano, Cl. 65c ##74b-273,

Medellín, Antioquia

Contacto: Pablovelez240502@gmail.com
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En el presente ensayo, se realizará un breve análisis ideológico de los sucesos,

perspectivas y predicamentos desarrollados en el magnánimo clásico de la literatura Los

Miserables escrito por el genio dramaturgo, poeta y novelista francés, Víctor Hugo, con fin de

dar una posición sinóptica y al mismo tiempo crítica de esta maravilla del romanticismo literario;

poniéndola en contraste también con el historicismo finamente retratado en la obra con

verosimilitud y corte revelador, digno de analizar y reconsiderar gracias a su sintomáticamente

destemplado punto de vista de testigos, víctimas y protagonistas del heterodoxo evento que fue la

bien conocida revolución francesa.

Los Miserables comienza fuerte, dando detalles de cómo el bondadoso Monseñor Myriel,

después conocido como “Monseñor Bienvenu”, fue, durante esa turbia y violenta década de

1790, menoscabado y obligado a huir por su seguridad en los albores de la revolución, gracias a

su posición clerical en la caducada sociedad francesa, a la que por cierto él desmeritaba gracias

al contraste de su esboza humildad y la altilocuencia petulante de sus congéneres;

afortunadamente, gracias a su benevolencia pasada, Monseñor Myriel logra apelar y refugiarse

en la vanidad del ya emperador Napoleón y este lo asigna a un obispado en el modesto pueblo de

Digne, donde vivirá con su hermana Baptistine y la señora Magloire, una humilde pero altiva

sirvienta de la casa obispal.

Como es bien sabido actualmente, Victor Hugo fue un acérrimo opositor de la pena de

muerte, esto se hace evidente por todo el espectro de subjetividad moral, injusticia y corrupción

sistemática que él bien enmarca, primero, en su poco conocido pero espléndido monólogo El

última de un condenado (1829) donde con manifiesto detalle relata la injusticia encarnada

durante la estadía del protagonista en la lúgubre prisión y el panóptico corredor de la muerte y,

posteriormente, Victor Hugo ejemplifica estos, y muchos más, flagelos sociales usando a cada
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uno de los personajes principales personajes de Los Miserables como perspectivas excepcionales

que evidencian la falta de inclusión, objetividad y efectividad del sistema penitencial y moral de

los incipientes estado y sociedad franceses del siglo XIX; el ya mencionado Monseñor Myriel,

actúa, por ejemplo, como el ente de perdón y enmienda reflexivo, inspirada en este caso por la

devoción en la misericordia divina, los cuales, desde el punto de vista de Victor Hugo y el

nuestro, podría servir como agente educador y desarrollador de la sociedad y el individuo,

representado en nuestro protagonista, el cual se beneficia y reforma gracias a la alternativa de

Monseñor Myriel que plantea el perdón y enmienda en vez del castigo y vigilancia.

Otro valiente logro que Victor Hugo alcanzó polémicamente con Los Miserables, fue el

de humanizar y traslucir con verosimilitud la realidad e implicaciones de la revolución francesa,

común y vulgarmente idealizadas y miméticas; Victor Hugo deja de plantearla como un

“contraste intelectual, puramente paradigmática e idealista” para mostrarla fidedignamente, no

como esa supuesta democratización del poder y liberación del pueblo que guio a Francia a una

utopía social, sino cómo lo que fue, el calamitoso culmen de la desigualdad y la injusticia que

desbordó el pueblo francés hacia un necesario pero bestial espiral de violencia y brutalidad como

pocos se había llegado a ver a lo largo de la historia. Esto lo muestra con la historia del

mismísimo Jean Valjean, el protagonista de la novela. Condenado por robar un pan con el noble

fin de alimentar a los siete pobres hijos de su hermana, que se morían de hambre, es condenado a

cinco años de prisión, pero no sale hasta diecinueve años después (tras cuatro intentos

infructuosos de huir que añadieron doce años a su condena y resistirse durante la segunda fuga

añadió otros dos años extra), nuestro protagonista, a pesar de ser víctima de estas injusticias,

desmiente, para el contexto de la novela, la tesis “Homo homini lupus” (Hobbes, 1642, p.7). Que

fue tan controversial para la época y que devela una naturaleza malvada inherente al hombre
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contra sus congéneres, en cambio, consideramos que este personaje demuestra más bien la tesis

“Yo soy yo y mis circunstancias” (Gasset, 1914, p.18). Ya que se vale de su entorno y conocidos

para prevalecer ante las injusticias que lo atañen desde su robo hasta su paulatina y feliz muerte.

Más tarde en la historia, conocemos a Fantine, una bella grisette (mujer de clase

trabajadora) parisina abandonada por su amante Félix Tholomyès, con su pequeña hija, poco

después, Fantine pierde su empleo en la fábrica de Monsieur Madeleine por lo que Fantine debe

dejar a su hija Cosette al cuidado de los malvados Thénardier, taberneros y yugos de la pequeña

Cosette en el pueblo de Montfermeil. Fantine, que ama a Cosette por encima de todo, vende sus

dientes, cabello y hasta se prostituye con el fin de mandar el suficiente dinero a Thenardier por la

manutención de Cosette, y gracias a ese denigrante y desafortunado estilo de vida, Fantine se

enferma. Cuando Valjean, gracias a que un casual dia éste le evita ser apresada por Javert por

presuntamente injuriar a un hombre en la calle, se entera de la deplorable situación de Fantine y

decide enviarla a un hospital, donde finalmente muere, no sin antes pactar con Vajean que éste

cuidaría de su hija cuando ella estuviese en este mundo. Claramente, la pobre Fantine es victima

frontal del gran escarmio social y de dos de los tres inmensos problemas a los que Victor Hugo

veía como los principales cánceres de la humanidad y su época “La degradación del hombre por

el proletariado, la decadencia de la mujer por el hambre” (Hugo, 1862, p. 4).

En la infancia de la hija de Fantine, la infancia bien llena de menosprecio y crueldad,

Cosette, encontramos el tercer y, para nosotros, el más grave de los 3 inmensos cánceres sociales

“la atrofia del niño por las tinieblas” (Hugo, 1862, p. 4). Interpretando las “tinieblas” sea como

el mal, la falta de educación o incluso la censura y/o indiferencia para con ellos, sería la pieza

faltante en una terna de la cual el individuo y toda la sociedad humana serían confidentes y

confidentes de su propia intransigente destrucción. Pero pesar de que Cosette sirvió para
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enmarcar esa tercera problemática, sería también, más tarde, ejemplo de su solución, ya que al

ser rescatada de los Thenardiér por Jean, éste la cuida, cría y ama como si fuese su propia hija,

luego es educada en un convento convirtiéndose en una joven no sólo hermosa sino también

culta, la cual halla al altruista Marius Pontmercy, el joven altruista que después de renunciar a su

privilegio, dedicarse a la docencia y hace parte de la revolución, se casa felizmente enamorado

con la bella Cosette.

Y ahora analizaremos al enigmático policía, Javert. Nacido en prisión, de un padre

convicto y una madre que dice la buenaventura, renuncia a ambos y empieza a trabajar como

guarda en la prisión, incluyendo un período como supervisor del grupo de encadenados del que

forma parte Valjean (y aquí es testigo directo de la enorme fuerza de Valjean y cuál es su

aspecto). Con el tiempo, se une a la fuerza policial del pequeño y lejano pueblo donde era ya

alcalde Monsieur Madeleine (Valjean), Montreuil-sur-Mer. Arresta a Fantine y entra en conflicto

con Valjean/Madeleine, quien le ordena que la libere. Valjean despide a Javert frente a su

brigada y Javert, buscando venganza, le dice al Inspector de la Policía que ha descubierto a Jean

Valjean. Le dicen que debe estar equivocado, pues acaban de arrestar a un hombre que se cree

que es Jean Valjean, un vagabundo que hallan robando manzanas llamado Champmathieu.

Cuando se entera, firme a sus convecciones y obsesión deontológica, le pide a Monsieur

Madeline que le despida con deshonor, ya que no puede ser más benévolo con él que con otros y

considera que ha traicionado al señor alcalde, Monsieur Madeleine, su inmediato superior.

Cuando el auténtico Jean Valjean se entrega, Javert es promocionado a la fuerza policial de París

donde él arresta a Valjean y lo devuelve a prisión. Después de que Valjean se vuelva a escapar,

Javert intenta, en vano pero vehementemente, un nuevo arresto. Después casi lo vuelve a

capturar en la casa de Gorbeau cuando arresta a los Thénardier y a Patron-Minette, pero Valjean
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logra evadirlo para volver con Cosette. Más tarde, mientras trabaja encubierto detrás de la

barricada, se descubre su identidad. Valjean finge ejecutar a Javert, pero lo libera. Cuando Javert

se encuentre otra vez con Valjean emergiendo de las alcantarillas, le permite hacer una breve

visita a su casa y luego se marcha andando, en lugar de arrestarlo. Javert no puede reconciliar su

devoción a la ley con su reconocimiento de que el cumplimiento de la ley es inmoral. Después de

escribirle una carta al prefefcto de policía resumiendo las sórdidas condiciones de las prisiones y

los abusos a los que son sometidos los prisioneros, se suicida lanzándose al Sena. Javert es

muestra de que el enfermo sistema penitencial y moral del naciente estado “democrático y libre”

que había defendido desde que podía recordar, podía no ser dañino únicamente para quienes

incumplían las leyes y para quienes estaban sujetos a cumplirlas, sino también para quienes debía

hacerlas cumplir, ya que, en su unidimensionalidad, las leyes de su época y contexto no

abarcaban el gran trasfondo y matices de las acciones humanas y los intereses que estas podían

tener y que él por primera vez recién había atestiguado y vivido en carne propia.

Concluyendo, queremos dar el último llamativo caso que puede dar solución a los

temores que Victor Hugo ejemplifica durante toda esta magnífica novela, y es Éponine, la hija

mayor de los Thénardier. De niña, fue muy mimada y siempre consentida en sus caprichos por

sus padres, pero, desafortunadamente, termina siendo una cortesana andariega y criminal cuando

llega a la adolescencia y sus padres entran en quiebra. Participa en los crímenes de su padre y

comienza a idear timos para hacerse con dinero. Sin embargo, Éponine está enamorada de

Marius. Y a súplica de éste, encuentra la casa de Valjean y Cosette, y entristecida lo guía ella a

encontrarse con quien irónicamente sí sería su verdadero amor. Movida por su devoción a

Marius, Éponine también evita que su padre, Patron-Minette, y Brujon roben la casa durante una

de las visitas de Marius para ver a Cosette. Ésta enamorada y atrevida dama, disfrazada de varón
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y arrebatada por el despecho amoroso no correspondido, manipula a Marius para que vaya a las

barricadas, confiando en que Marius y ella mueran allí juntos. Queriendo morir antes que

Marius, alza la mano para impedir que un soldado le pegue un tiro a él; la hieren mortalmente

cuando la bala atraviesa su mano y su espalda. Mientras está moribunda, confiesa todo a Marius,

y le entrega una carta de Cosette, con la que podría hallarla después, y movida por el amor puro,

deseando que Marius sea feliz con ella o sin ella, le pide como su voluntad un beso, aquel beso

que después de ser recibido la despide al más allá. Éponine es ejemplo de la solución de los ya

mentados temores porque todo aquello bueno que hace, es movido siempre por el amor, sea en la

discordia personal o caos externo el amor siempre será aquel noble deseo que haga que el ser

humano reivindique su camino al buen acto, y sin más que agregar, esperamos que “En tanto que

en ciertas regiones sea posible la asfixia social; en otros términos y bajo un punto de vista más

dilatado todavía, mientras haya sobre la tierra ignorancia y miseria, los escritos de la naturaleza

del presente podrán no ser inútiles” (Hugo, 1862, p.4).

Referencias
Gasset, J. O. (1914). Meditaciones del Quijote. Madrid: Residencia de estudiantes de la Universidad de

Madrid.

Hobbes, T. (1642). Elementa Philosophica de Cive. Londres: Oxford University Press.

Hugo, V. (1862). Los Miserables. Bruselas: A. Lacroix, Verboeckhoven & Ce.


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