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RESEÑA HISTÓRICA

 El lugar actual no formaba parte de la ciudad incaica, por el contrario, se utilizaba como
zona de andenerías de cultivo. En la época de la conquista, el solar perteneció
sucesivamente a Alonso de Toro (secretario de Francisco Pizarro), Tomás Vásquez y
Alonso Quiñones.

 Entre 1535 y 1600, se erigió una casona de estilo mixto (hispano-incaico) antes del
colegio, con sistemas constructivos incaicos.

 El colegio como tal se fundó en 1619 bajo el mando de los jesuitas, realizándose pocas
modificaciones sobre la casa anterior. El cambio más significativo fue la construcción de
la iglesia entre 1620 y 1635. Durante el terremoto de 1650, el edificio sufrió daños,
como la caída de algunos techos, pero para 1652, ya había sido reparado y el colegio
reanudó sus funciones.

 La portada del colegio permaneció casi inalterada desde el último tercio del siglo XVII
hasta 1975. En 1698 se realizaron arreglos en varios retablos de la iglesia,
especialmente en la capilla de Loreto.

 Hacia 1708 se construyeron las bóvedas de la capilla de Loreto y su Sacristía; dicha


capilla se terminó en 1729. Para 1724, el colegio ya contaba con su forma actual, a
excepción de unas casas que se denominaban “la panadería de San Hernardo”

 A partir de 1767, con la expulsión de los jesuitas, se realizaron inventarios detallados


sobre el estado del colegio, que ahora era administrado y dirigido por el clero secular.
Durante el periodo en que Don Martín de la Riva ejerció como rector, se realizaron
modificaciones y refacciones al colegio, que había estado abandonado por 10 años,
destacando el retechado el ala del Segundo claustro.

 El colegio continuó sus actividades educativas y en 1825 se transformó en Colegio de


Ciencias por decreto de Simón Bolívar.

 En 1828, la iglesia y el claustro principal funcionaron como local para la Junta


Departamental, para lo cual se hicieron reconstrucciones y adaptaciones. En ese mismo
año, se instaló la oficina de Correos del Cusco y el Tesoro Público, que funcionaron en el
Segundo Claustro. Durante el resto del siglo XIX, el colegio fue local de la Corte de
Justicia.
 A comienzos del siglo XX, hasta el terremoto de 1950, estuvo en manos del Consejo
Provincial. Dicho sismo produjo daños, como la caída de la cubierta de la Iglesia. Es así
como, a partir de esa fecha, el edificio funcionó como coliseo deportivo hasta que
paulatinamente fue olvidado y convertido en depósito municipal, habiéndose saqueado
las puertas y ventanas de ambos claustros y desaparecido toda la crujía del lado Este.
Debido a su estado de ruina y por petición de los comerciantes de Cusco, quienes
abogaban por un ensanche de la calle San Bernardo, se propuso su demolición.

 En 1970, al crearse el Plan COPESCO, San Bernardo fue elegido como uno de los
monumentos en prioridad para su restauración. En 1972, el edificio es declarado como
monumento mediante R.S. No. 2900-1972-ED, pasando a formar parte del patrimonio
cultural inmueble de la Nación
 En 1973, la Municipalidad del Cusco y el INC firmaron un convenio donde el INC se haría
cargo del local por 25 años y podría usarlo gratuitamente a condición de restaurar el
lugar y ocuparlo; pasado ese periodo retornaría al INC. Acuerdo que no fue cumplido
por el INC, pues según una denuncia del mismo año alega que la negligencia de dicha
institución habría ocasionado severas afectaciones estructurales

 En mayo de 1974 se realizó la exploración arqueológica y prospección inicial.


Seguidamente, los trabajos de restauración iniciaron en mayo de 1975, logrando
recuperar el edificio.

 Desde que finalizó la restauración, el edificio ha albergado distintas instituciones


relacionadas al ámbito cultural y patrimonial. Por ejemplo, en 1983 era la sede del
Centro Interamericano Sub-Regional de Restauración de Bienes Muebles (CIRBM
Andino). A partir del año 2015 hasta la actualidad, funciona como Casa de Cultura de
Cusco.
LA RESTAURACIÓN

Las acciones de restauración se llevaron a cabo en el marco del proyecto PER-39, gestionado
entre el INC y la UNESCO, y estuvieron guiadas por la Carta de Venecia. La documentación
utilizada remitió a los inventarios de 1772 y 1779, conservados en el Archivo Histórico del
Cusco, así como a otros documentos, algunos de origen privado, como el archivo fotográfico de
Abraham Guillen.

Es relevante destacar que todas las acciones se llevaron a cabo en reuniones técnicas con la
participación de arquitectos y técnicos restauradores de la UEE. En casos más discutibles, se
contó con la participación de la Comisión Técnica Calificadora de Proyectos, asesora del Instituto
Nacional de Cultura en Lima.

Antes de iniciar las obras, se realizó una excavación arqueológica que determinó los estratos
culturales del subsuelo, la presencia de material cerámico y metálico del período incaico, así
como evidencia de la casona de la época de la conquista, anterior al colegio.

La primera tarea de restauración fue la liberación de elementos contemporáneos ajenos al


edificio, como el depósito de herramientas de la municipalidad. En la cimentación de dicho
depósito se hallaron los fustes, basas y capiteles de la gran mayoría de las columnas, que
constituyen los pilares del claustro principal. Debido a la ubicación del edificio en el centro de la
ciudad y a la necesidad de uso, se optó por su restauración y rehabilitación en lugar de
conservarse en estado de ruina.

Para mantener coherencia con las estructuras originales y los sistemas constructivos aún
utilizados en Cusco, se eligió el empleo del mismo material, es decir, adobe. En el caso de la
iglesia, se realizó un refuerzo de hormigón armado para proporcionar mayor estabilidad ante el
esfuerzo lateral de un sismo; este refuerzo solo actuaría en caso de un evento de este tipo.
También se utilizaron llaves de madera.
En las partes aún existentes se adoptó el criterio de restauración, mientras que en las partes
desaparecidas se aplicó una reposición total, siguiendo las pautas originales del edificio. En el
caso de las cubiertas, se conservaron las originales de teja mediante el sistema de par y nudillo
y enchaclado con carrizo, técnicas y materiales que aún se emplean en la zona.

Otro criterio empleado fue la diferenciación entre lo antiguo y lo nuevo, por lo que se fecharon
los materiales que, por necesidad estructural, debieron sustituir a los desaparecidos y en muy
mal estado. Dado que la mayoría de la carpintería había desaparecido, la nueva necesaria para
el funcionamiento del local fue diseñada de forma contemporánea, buscando siempre la
integración con el ambiente y las formas originales del edificio. Se colocaron elementos
arquitectónicos contemporáneos en los sitios faltantes, como la escalera, ya que la original
desapareció y no existía evidencia suficiente para determinar su diseño.

En cuanto a las pinturas y encalados, se respetaron las texturas, pero se utilizaron materiales
modernos que, según palabras del INC, garantizan su duración. De igual modo, se preservaron
todos los elementos de madera contra la humedad y el ataque biológico. Se respetaron las
superposiciones de las diferentes épocas, como los arcos de la Sacristía, la escalera y la portada
de ingreso a la iglesia. Respecto a los vanos, abundantemente modificados durante diversas
épocas, se conservaron en su integridad, clausurando solo los no necesarios para la adaptación
funcional y procurando mantener evidencia clara en el cerramiento.

En general, se buscó dejar los datos necesarios a la vista inmediata o bajo los recubrimientos
para que en futuras intervenciones puedan retirarse, cumpliendo así con el criterio de
reversibilidad
En 2011 debido a una denuncia puesta por la Procuraduría municipal de Cusco en contra de la
Dirección Desconcentrada de Cusco, donde se concluyo que el INC había afectado
estructuralmente y faltado al compromiso de mantenimiento del edificio por negligencia
institucional. Se destino la indemnización resultante para obras de refacción del Colegio San
Bernardo.

En el segundo semestre de 2018, se llevaron a cabo trabajos de mejoramiento y puesta en valor


del edificio, encabezados por el Arq. José Luis Matto Leiva, respetando estrictamente los
parámetros arqueológicos supervisados por el Ministerio de la Cultura. Durante esta
intervención, se reconstruyeron muros, se recuperaron frescos y líticos, y se restauraron altares
También, las luminarias, integradas como parte del ornato de la casona, fueron
estratégicamente colocadas después de un análisis detallado de los niveles de luz y la altura de
los focos en balcones y pasadizos. La obra se entregó el 2021.
ENSAYO PERSONAL

Durante este recorrido, se ha evidenciado que el colegio San Bernardo, al igual que otros
monumentos de su tipo, ha experimentado cambios en su uso y funciones a lo largo de las
distintas épocas de la historia del país. Este hecho implica que, al abordar su restauración, nos
enfrentamos a una realidad no uniforme desde el punto de vista estilístico, sino a distintos
estratos culturales que han contribuido de manera significativa a la historia del edificio,
convirtiéndolo en un elemento importante y digno de preservación.

Frente a la complejidad y diversidad de estilos y materiales presentes, es crucial definir los


criterios que guiarán un proyecto de restauración. La experiencia de Copesco proporciona una
alternativa, adoptando la Carta de Venecia como base. Según el artículo 9 de dicha carta, la
eliminación de agregados modernos solo se justifica excepcionalmente, siempre y cuando los
elementos eliminados carezcan de interés o la composición arquitectónica recuperada sea de
un valor histórico, arqueológico o estético significativo, y que su estado de conservación se
considere suficiente.

En el caso de la restauración en San Bernardo, la supresión del depósito permitió descubrir


fustes, basas y capiteles de la mayoría de las columnas originales, elementos de gran interés
para realzar la importancia del edificio y prepararlo para su futuro como un sitio cultural.

El proyecto de restauración ofrece un modelo de protocolos a seguir, enfatizando un estudio


exhaustivo con documentación y exploraciones arqueológicas antes de llevar a cabo cualquier
intervención directa en el inmueble, tal como lo recomienda la Carta de Venecia. Además,
destaca la importancia del trabajo multidisciplinario tanto en la ejecución como en la toma de
decisiones.

A pesar de que el equipo tuvo la precaución de fechar todos los materiales restaurados y
sustituidos, hubiera sido conveniente ofrecer también una diferenciación visual mediante
texturas y reintegraciones cromáticas sutilmente diferenciadas. Esto no solo facilitaría a los
profesionales en patrimonio la identificación de estos elementos, sino también a los visitantes,
quienes a veces pueden tener la percepción equivocada de que el monumento se presenta
exactamente como es. Una diferenciación cromática realizada de manera adecuada no debería
perturbar la experiencia visual del visitante, sino enriquecer su comprensión del valor histórico
del monumento.

Del mismo modo, la experiencia retrata algo que también suele suceder en nuestro país, que es
el abandono o desinterés del edificio una vez restaurado. Es cierto que las restauraciones
arquitectónicas no tienen como fin ser eternas, pero no se puede negar la responsabilidad – o
en este caso irresponsabilidad- que tienen los propietarios o intendentes al generar daños que
podrían evitarse con una buena política de mantenimiento y conservación preventiva.
Asimismo, si bien la restauración de 1975 fue meticulosa, la de 2018 logró continuar el trabajo,
poniendo énfasis en los elementos mobiliarios y decorativos de la casa, necesario ya que la de
Copesco estuvo enfocada en la restauración de los elementos arquitectónicos

De manera similar, la experiencia refleja una realidad común en nuestro país, que es el
abandono o desinterés posterior a la restauración de un edificio. Aunque es cierto que las
restauraciones arquitectónicas no pretenden ser eternas, resulta innegable la responsabilidad,
o en este caso irresponsabilidad, de los propietarios o gestores al permitir daños que podrían
evitarse mediante
una adecuada política de mantenimiento y conservación preventiva. A pesar de la
meticulosidad de la restauración de 1975, la intervención de 2018 logró dar continuidad a este
esfuerzo, destacando la importancia de enfocarse en los elementos mobiliarios y decorativos de
la casa, aspectos que la restauración de Copesco no abordó con la misma profundidad al
centrarse principalmente en los elementos arquitectónicos.

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