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“Tomó, pues, Jehová Dios al

hombre, y lo puso en el huerto


de Edén, para que lo labrara y lo
guardase. Y mandó Jehová Dios
al hombre, diciendo: De todo
árbol del huerto podrás comer;
mas del árbol de la ciencia del
bien y del mal no comerás;
porque el día que de él comieres,
ciertamente morirás”.
Génesis 2: 15, 17
En el relato de Génesis encontramos la

mención de muchos árboles, en el tema

anterior ya hemos hablado de uno muy

importante, el árbol de la vida, y el

propósito de su existencia. Hoy

queremos hablar de otro árbol, también

tenía su importancia y un propósito por

el cual había sido colocado en el Edén.

Este era el árbol del conocimiento del

bien y del mal. ¿Dónde estaba este


Notemos la declaración inspirada: “En

medio del huerto cerca del árbol de la

vida se alzaba el árbol del conocimiento

del bien y del mal, destinado

especialmente por Dios para ser una

prenda de la obediencia, la fe y el amor

de Adán y Eva hacia él. Refiriéndose a

este árbol, el Señor ordenó a nuestros

primeros padres que no comieran de él,

ni lo tocara, porque si lo hacían


I.- Ese árbol señalaba al Dueño de todo.

Dios tenía planes de mayor envergadura con nuestros primeros

padres, planes a largo plazo, y ese árbol era parte de la fórmula para

que ellos demostraran su lealtad.

Notemos: “El árbol del conocimiento, que estaba cerca del árbol de la

vida, en el centro del huerto, había de probar la obediencia, la fe y el

amor de nuestros primeros padres, aunque se le permitía comer

libremente del fruto de todo otro árbol del huerto, se les prohibía

comer de éste, so pena de muerte … pero si soportaban con éxito la

prueba, serían colocados finalmente fuera del alcance de su poder (de

Satanás) , para gozar del perpetuo favor de Dios”. (PP, 30)


Cuando Adán y Eva aparecieron en el escenario, ya todo estaba

hecho, y todo lo que ellos podían necesitar, ese Creador sabio,

poderoso y amoroso había hecho provisión para ellos.

El quinto día, mediante la palabra del Creador, una diversidad de

aves comenzaron a surcar el horizonte, a hacer sus nidos en los

árboles del bosque y desde allí lanzar sus trinos para agradar el

oído del hombre. Ese mismo día, las aguas de los mares se

llenaron de una inmensa diversidad de animales de diferentes

formas y tamaños, demostrando de esa manera, el poder de

Dios sobre el aire y el mar.


El sexto día, ¿te podrías imaginar a

Adán y a Eva, una vez formados,

contemplando a su alrededor la

infinidad de bellos animales, recién

creados por Dios mismo? Diferentes

formas, tamaños y colores. Salmos 50:

10, 11 Dios es el legítimo Dueño de

todo eso.

¿Dios era el dueño y ese árbol se los

debía de recordar. Por eso el salmista,

en su composición poética dice: Salmos


II. Dios decidió hacernos socios.
Todos nosotros hemos sido invitados a trabajar y ser socios en los negocios de nada menos que el Dueño y Creador

del universo.

Al compartir sus bendiciones, Dios desea que tengamos lo necesario, sin olvidar la fórmula divina: Mateo 6: 33 “Más

buscad primeramente el reino de Dios …”.

Dios hizo provisión para Adán y Eva, en el Edén.

Aprendamos a administrar al estilo del reino de Dios. Hechos 20:35 “Más bienaventurado es dar que recibir”.
“Para que el hombre no perdiere los

preciosos frutos de la práctica de la

beneficencia, nuestro Redentor cambió

el plan de hacerle su colaborador. Dios

habría podido salvar a los pecadores sin

la colaboración del hombre; pero sabía

que el hombre no podría ser feliz sin

desempeñar una parte en esta gran

obra”. (CMC, 15)


Para ayudar en su obra y a los más necesitados.

Mateo 25: 40 “…cuanto hicisteis a uno de estos mis hermanos pequeños, a mí me lo hicisteis”.

“En el plan de salvación, la sabiduría divina estableció la ley de la acción y la reacción; de ello resulta que la

obra de beneficencia, en todas sus ramas, es doblemente bendecida. El que ayuda a los menesterosos es una

bendición para ellos y él mismo recibe una bendición mayor aún”. (CMC, 15)
III. Lo que hemos recibido de Él.

Job 1: 21 “Desnudo salí del vientre de mi

madre …”.

Cuando Job experimentó la calamidad de

perder todas sus pertenencias, pronuncio

estas significativas palabras. A diferencia de

muchas personas, nosotros como Job,

reconocemos que, al llegar al escenario de

esta tierra, no tenemos nada, y cuando nos

retiramos de ella, de la misma manera, no

nos llevamos nada que en vida hallamos

conseguido. Todo es un regalo que Dios nos


A esta altura, sería interesante preguntarnos, ¿Qué

hemos recibido de Dios, en el terreno económico?

¿Estamos agradecidos por esta bendición?


¿No estamos agradecidos a Dios por todo ello? ¿No crece en

nuestro corazón un sincero y profundo sentimiento de

gratitud? Y entonces quisiéramos levantar un par de

preguntas ¿Cómo hemos administrado hasta ahora todo lo

que hemos recibido de Dios? ¿Qué cambios necesitamos

hacer en la administración de los recursos de Dios?


“Dios podría haber alcanzado su objeto de salvar a los

pecadores, sin nuestra ayuda; pero a fin de que podamos

desarrollar un carácter como el de Cristo, debemos participar

en su obra”. (DTG, 118)


Conclusión.

Una bendición mayor, que las cosas materiales que recibimos, es la transformación de nuestro

carácter al ser socios con Dios.


Deuteronomio 8: 17, 18 Debemos evitar el riesgo de olvidarnos que solo somos

colaboradores de Dios. Eclesiastés 5: 19 Un don de Dios es gozar de las bendiciones

que él nos da.


“Las Escrituras enseñan que la riqueza es una posesión

peligrosa únicamente cuando se la hace competir con el

tesoro inmortal. Se convierte en una trampa cuando lo

mundano y lo temporal ofuscan los pensamientos, los afectos

y la devoción que Dios reclama para sí”. (CMC, 144)


Llamado.

¿Estas contento con lo que Dios te ha dado?

¿Estas valorando lo que has recibido este añ o?

¿Te has puesto a revisar y a contar tus bendiciones?

¿Estas listo para ser agradecido con él?

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