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Tema 2-5.

4
Los viajes misioneros

Aprendamos a interpretar
Con
Yo So y ”

Bib lia
C o m u n ic a c ió n

nuestra “

correctamente
Tema 2-5.4 Los viajes misioneros
El Libro de los Hechos en su segunda parte tiene
como protagonista principal la figura de Pablo, na-
rrando sus discursos y acontecimientos en el es-
quema de los distintos viajes evangelizadores que
emprendió el Apóstol para llevar adelante el cristia-
nismo tanto en Asia como en Europa.
Por ello, en este apartado, después de una breve
reflexión sobre el ministerio de los apóstoles y de
una presentación sumaria de la obra misionera de
Pablo, seguiremos el itinerario de sus cuatro viajes.
1. El Ministerio de los Apóstoles
La redención y la salvación se les ofrecen a los
hombres en la historia a través de ministerio de los
apóstoles, servidores de Cristo y administradores
de los misterios de Dios (1 Cor 4,1).
La Iglesia está llamada a comunicar a todos los
hombres “la incalculable sabiduría de Dios”, y Pablo
tiene la conciencia de haber sido llamado también
él, el más insignificante de todos los cristianos, a
evangelizar a los paganos..., a declarar el cumpli-
miento de este plan secreto, escondido desde todos
los siglos en Dios, creador de todas las cosas (Ef3,9).
Son múltiples y muy variadas las funciones confia-
das a la Iglesia con esta finalidad.
El (Cristo) a comunicó a unos el don de ser apósto-
les, a otros, profetas, a otros predicadores del Evan-
gelio, a otros pastores o maestros.
Así organizó a los santos para la obra del ministerio,
en orden a la edificación del cuerpo de Cristo, hasta
que todos lleguemos a la unidad de la fe y del cono-
cimiento del Hijo de Dios (Ef 4,11-13).
En el plan de Dios la salvación va ligada a la evange-
lización (cfr. l Tes 2,16), que se sirve de las Escrituras
(Rom 16,25-26) para hacer nacer la fe en todas las
gentes; pero la evangelización supone la actividad
de los misioneros: Por tanto, todo el que invoque el
nombre del Señor se salvará.
Ahora bien:
Rom 10,13 pues todo el que invoque el nombre del
Señor se salvará.
14 Pero, ¿cómo invocarán a aquel en el cual no han
creído? ¿Y cómo creerán en aquel de quien no han
escuchado hablar? ¿Y cómo escucharán hablar de
Él si nadie les anuncia? 15 ¿Y cómo lo anunciarán si
nadie es enviado?
Por eso está escrito: ¡Qué hermosos los pies de los
que proclaman buenas noticias! …
En cuanto a Pablo, se ve acuciado por la urgencia
de anunciar el evangelio: elegido para predicar el
evangelio de Dios (Rom 1,1), poseído e impulsado por
el amor de Cristo (2 Cor 5,14), creyó y por eso habla (2
Cor 4,13) ; la “necesidad” lo empuja: ¡ay de mí si no
evangelizare! (1 Cor 9,16).
De aquí se deduce la importancia fundamental de la
“palabra” del anuncio en orden a la difusión de la
salvación (l Tes 1,5; 2,1-12; 1 Cor 2,1-5).
Depositarios de la “palabra de la reconciliación”
(2 Cor 5,19), los apóstoles ejercen su ministerio en
calidad de “colaboradores” de Dios (2 Cor 5,18; 6,1).
En las cartas pastorales se imparten disposiciones
para que la “palabra” se transmita con fidelidad a
las generaciones venideras hasta la llegada del
Señor.
En la segunda carta a Timoteo se lee: Hijo mío, que
la gracia de Cristo Jesús te haga fuerte; y las cosas
que me oíste a mí ante muchos testigos, confíalas a
hombres leales, capaces de enseñárselas a otros
(2 Tim 2,1-2; cfr. 4,1; Tit 1,9; l Tim 3,2).
En subordinación a la “palabra”, también el bautis-
mo y la cena del Señor anuncian y actualizan la
muerte de Cristo, y los creyentes son llamados a
tomar parte en ella para poder participar también de
su resurrección (1 Cor 11,26; Rom 6,5).
Aunque las cartas de Pablo no ofrecen muchas indi-
caciones en este sentido, no cabe ninguna duda so-
bre la función soteriológica de estos actos sacra-
mentales de la Iglesia primitiva…
2. El más grande misionero cristiano
El Libro de los Hechos ofrece una narración ordena-
da de la obra misionera de Pablo.
Esta se realiza especialmente en esa parte costera
oriental del Mediterráneo en la que va tocando las
ciudades de Damasco, Tarso, Antioquía de Siria,
Chipre y la Anatolia suroriental.
Luego vienen las ciudades de Filipos, Tesalónica,
Berea, Atenas y Corinto en Europa, Éfeso, capital de
la provincia romana de Asia, y Roma, capital del
imperio.
Los datos de las Cartas confirman ese cuadro
aunque no permitan seguir el itinerario lineal, ni
colocarlo en el esquema de la triple expedición,
como viene descrito en Los Hechos.
Intencionalmente elegía los grandes aglomerados
urbanos, sobre todo aquellos a los que el Evangelio
aun no había llegado, donde trataba de fundar al me-
nos una pequeña comunidad cristiana que era ani-
mada y presidida por personas comprometidas y
generosas (cfr. 1 Tes 5,12-13; 1 Cor 16,15-16).
Todo hace pensar que la metodología misionera de
Pablo, a diferencia de los predicadores ambulantes
de su tiempo, se dirige a los pueblos más que a las
personas individualmente: por este motivo llama la
atención que Pablo nunca haya tenido en cuenta
una ciudad populosa y significativa como Alejandría
en Egipto.
Desde el comienzo, Pablo tiene la conciencia de ser
llamado a evangelizar a los gentiles Gál 1,16, voca-
ción confirmada por Pedro y los apóstoles Gál 2,9-10.
Su método de evangelización se compendia en la
palabra, en el ejemplo y el amor.
Una palabra que no es una simple transmisión ver-
bal sino que está impregnada por el Espíritu y por la
potencia de Dios que interpela a los hombres a tra-
vés de sus enviados, como si Dios exhortara por
intermedio nuestro (2 Cor 5, 20).
Escribe a la comunidad de Tesalónica: Cuando reci-
bieron la Palabra que les predicamos, ustedes la
aceptaron no como palabra humana, sino como lo
que es realmente, como Palabra de Dios, que actúa
en ustedes, los que creen (1 Tes 2,13); en efecto, el
Evangelio es el poder de Dios para la salvación de
todos los que creen. (Rom 1,16)
La palabra es corroborada con la fuerza del “modelo
humano que se origina en la humanidad de Cristo, tan
importante para Pablo”, como afirmaba Bonhoeffer en
su Esquema para un sabio, escrito en la cárcel.
Porque el Evangelio no es una teoría sino un modo
de existir, Pablo sabe que debe transmitirlo con su
propia existencia, “en el ejercicio” de lo que eso
implica.
Los dos términos mayores utilizados en este
contexto son “modelo” e “imitador”: Sean imitado-
res míos, como yo lo soy de Cristo (1 Cor 4,16; cfr. 1
Tes 1,6; Fil 4,9; 2 Tes 3,7).
Pero la palabra parte del amor y tiende a la edifica-
ción, es decir a la construcción y al crecimiento es-
piritual de cada persona y de la comunidad.
Pablo lo recuerda repetidas veces a los Tesalonicen-
ses (1 Tes 2, 7-8.12), a los Corintios 2 Cor 4,15; 5,15; 6,12,
a los Gálatas (Gal 4,15).
La palabra es pronunciada en fidelidad y lealtad de
espíritu frente a Dios y a los hombres (cfr. 1 Tes 2,1-
12), con la franqueza (2 Cor 3,12; Flp 1,20; Ef 3,12) y la
transparencia cristalina (2 Cor 2,17) propia de los
ministros de la nueva alianza.
Para poder llegar al corazón de sus interlocutores,
Pablo sabe hacerse griego con los griegos, judío
con los judíos, débil con los débiles, todo para to-
dos, para ganar por lo menos a algunos (1Cor 9,12-23).
El contenido esencial de su mensaje es el de la
“tradición” (paradosis) apostólica: Jesús de Nazaret
muerto y resucitado para la salvación de todos los
hombres (1 Cor 15,1-5).
A esta “verdad del Evangelio” no se le puede quitar
nada, así como nada puede reemplazarla: Si noso-
tros mismos o un ángel venido del Cielo les anun-
ciara un Evangelio distinto del que les hemos anun-
ciado, ¡qué sea expulsado! (Gál 1,6-8; 2,5.14).
Pero este mensaje necesitaba ser traducido en un
estilo de vida y está destinado a producir una “cria-
tura nueva” (2 Cor 5,17); por eso Pablo se hace edu-
cador y pastor.
En este sentido, es interesante notar que han sido
recogidas y analizadas las formas verbales que Pa-
blo utiliza para describir su acción misionera: él di-
ce, evangeliza, anuncia, exhorta, reza, desea, anima,
conjura, amonesta, da instrucciones, ordena, dispo-
ne, enseña, hace saber, persuade, conforta, y no du-
da en inculcar la apertura a todos los valores éticos
de la tradición clásica: En fin, mis hermanos, todo lo
que es justo y puro, todo lo que es amable y digno
de honra, todo lo que haya de virtuoso y merecedor
de alabanza, debe ser el objeto de sus pensamien-
tos (Flp 4,8).
Examínenlo todo y quédense con lo bueno 1Tes5,21.  
Así que, ninguno se gloríe en los hombres, porque
todo es de ustedes: sea Pablo, Apolo o Cefas, sea el
mundo, la vida o la muerte, sea lo presente o lo por
venir.
Todo es de ustedes, y ustedes son de Cristo y Cristo
es de Dios. (1 Cor 3,22-23).
3. Primer Viaje: 45-48 d.C. (Hech 13,1-14,28)
Los viajes de san Pablo fueron favorecidos por el
cuadro histórico - político - cultural establecido por
la progresiva penetración de la cultura helénica, y
luego romana en el oriente, Asia Menor y Europa en
la primera mitad del siglo I d.C.
El libro de Los Hechos describe los viajes del após-
tol Pablo siguiendo las vías romanas y deteniéndose
en las ciudades.
Por lo tanto, seguiremos el itinerario de los viajes en
el orden planteado por el libro de Los Hechos, y me-
jor si tenemos ante nuestros ojos los mapas que
traen nuestras biblias para situarnos mejor en esta
travesía evangelizadora.
• 3.1. Misión de Pablo y Bernabé (Hech 13,1-3)
Pablo y Bernabé son elegidos por el mismo Espíritu
para llevar a cabo el anuncio entre los gentiles.
La comunidad antioquena, testigo de esta comuni-
cación divina, orando y ayunando les imponen las
manos y los envían a la misión.
Conviene atender al sumario lucano de Hech 13,1-3
que muestra una comunidad bien organizada donde
había “profetas y maestros”, en una ciudad como
Antioquía, que fundada en tiempos de Seleuco Nica-
nor alrededor del 300 a.C., en tiempos de Pablo, se
había convertido en la tercera ciudad del imperio
romano.
Contaba con una población de cerca de 500.000 habi-
tantes, una verdadera mezcla cosmopolita y sincre-
tista de razas y religiones, provenientes del Asia
Menor, de Palestina, de Grecia y de Roma.
No faltaban los hebreos, que más bien eran muy un-
merosos y activos en el hacer prosélitos.
Los primeros cristianos llegaron allí provenientes de
la persecución que se había desencadenado contra
ellos en Jerusalén (Hech 11,19).
Algunos de ellos, de origen helenístico, comenzaron
de inmediato a anunciar al Señor Jesús y tuvieron
buen resultado entre los prosélitos judíos y los pa-
ganos (Hech 11,20-21)
• 3.2. Chipre (Hech 13,4-12)
Los misioneros bajan desde Antioquía al puerto de
Seleucia, en éste embarcan en dirección a Chipre,
llegando en primer lugar a la ciudad de Salamina,
donde tiene lugar una rápida predicación.
Desde Salamina parten hacia Pafos.
En esta ciudad tienen lugar los principales hechos
de esta escala chipriota del viaje paulino.
Chipre es la más grande de las islas del Mediterrá-
neo oriental.
Habitada desde la antigüedad por gente proveniente
del Asia Menor, y habiendo sufrido sucesivas con-
quistas  por parte de los fenicios, asirios, persas,
griegos, finalmente se convirtió parte del imperio en
el -58 formando parte de la provincia imperial de Cil-
icia primero, para luego ser provincia senatorial a
partir del -22, administrada por un procónsul.
Famosa por su cobre, en el tiempo de la visita de Pa-
blo no estaba muy poblada, no obstante ello, contaba
con 15 centros habitados, de los cuales los más im-
portantes eran Salamina, Citium, Amathus y Pafos.
En Salamina ya se nos señala lo que será una
constante en la predicación paulina: Pablo siempre
comienza su predicación anunciando la Palabra a
los judíos en la sinagoga local.
En Salamina se destaca la ayuda de Juan Marcos en
esta escala. 
En lo tocante a su estancia en Pafos, hay que consi-
derar el episodio sobre el enfrentamiento entre Pa-
blo y el mago Elimas (Bar-Jesús).
Pablo, mediante la demostración práctica de la su-
perioridad del Espíritu frente a las magias de Bar-
Jesús (oscuridad y tinieblas para el mago).
Tal episodio es muy probablemente narrado por el
hecho de que en Chipre había “escuelas de magos”,
según atestigua Plinio el Viejo en su Historia Natural
(XXX, 11).
Por lo tanto, el hecho asume también el sentido de
una victoria del Espíritu sobre las fuerzas del mal,
una victoria que, en aquella ocasión, ha permitido a
Pablo y a Bernabé no solo combatir una plaga del
mundo antiguo, sino también de conquistar al pro-
cónsul romano a la causa del Evangelio.
Hemos de recalcar que el castigo es sólo momen-
táneo, y parece que causó una honda impresión en
el procónsul Sergio Paulo, llegando este a conver-
tirse “impresionado por la doctrina”.
• 3.3. Antioquía de Pisidia (Hech 13,13-52)
La primera etapa de esta predicación en Asia Menor es
Antioquía.
Pablo y su acompañante embarcan en Pafos con di-
rección  al puerto de Atalía, ciudad portuaria distante
15 km de Perge, adentrándose en al región de Galacia
Meridional hasta su escala en Antioquía de Pisidia.
Conviene recordar que Juan que una vez llegados a
Perge se separa de Pablo y Bernabé con dirección a
Jerusalén (cfr. Hech 13,13).
Sobre los motivos de esta separación existen muchas
hipótesis, pero lo cierto es que este incidente luego
desencadenó el apartamiento de Pablo y Vernabé en el
segundo viaje, dado que Pablo no quiso llevar nueva-
mente a Juan Marcos  como compañero de viaje Hech
15,36-41.
Recorriendo aproximadamente 160 km desde Perge,
entre montañas, llegaron a Antioquía de Pisidia,
situada en el altiplano del Tauro.
Fundada en alrededor del -280 por Seleuco Nicanor
como ciudad helenística, en el -129 se transformó en
una ciudad libre, y en el -25 fue convertida en colo-
nia romana por Augusto.
Por allí pasaba la Via Sebastea que desde Éfeso
conducía hasta la Puerta de Cilicia.
La Via Sebaste, también conocida como la "Ruta
Imperial", fue construida por orden del emperador
romano Augusto a partir del año -6.
El camino formó un gran arco, comenzando a lo largo
del Mediterráneo en Perge, o quizás Anatolia.
El camino se construyó para permitir que las unida-des
militares romanas se movieran rápidamente por la
región, permitiendo una respuesta rápida a las
continuas depredaciones de las tribus de las monta-ñas,
como los Homonadenses.
En esta etapa del viaje nos encontramos con el mo-
delo estándar de predicación paulina:
primero se anuncia el Kerigma a los judíos (primeros
en el orden de prelación del anuncio), en este caso
mediante un discurso que se convierte en paradig-
ma del modo de anunciar a Jesucristo a los judíos.
Es importante destacar que en este anuncio modé-
lico (Hech 13,16-41) se encuentran los puntos funda-
mentales de la teología lucana, así como algunos de
los ejes esenciales de la teología paulina (justifica-
ción por la fe y no por la ley); en segundo lugar,
apare-ce la envidia de los judíos ante la predicación
pauli-na y el intento consiguiente de hacerla
fracasar;
Por último la conspiración de los judíos provoca la
ira de los gentiles contra Pablo y Bernabé, teniendo
és-tos que salir precipitadamente de la ciudad en la
cual se encuentra predicando.
En esta etapa del viaje Lucas pone la ruptura oficial
con la sinagoga judía y la apertura a los paganos
(cfr. Hech 13,44-49).
También es destacable la mención a las mujeres
influyentes de la ciudad que después de ver con
simpatía el anuncio paulino pasan, incitadas de las
malas artes de los judíos, a convertirse en instru-
mentos de la inquina judía hacia el Apóstol de los
gentiles y su compañero Bernabé (cfr. Hech 13,50).
• 3.4. Iconio (Hech 14,1-7)
De Antioquía de Pisidia siguiendo la Via Sebastea
hacia el sudeste recorriendo aproximadamente 130
km, los misioneros llegan a Iconio, situada en los
límites de las regiones de Pisidia y Licaonia.
Iconio, ciudad de origen antiquísimo, situada en el
centro de la estepa de Anatolia central, en el tiempo
de Pablo formaba parte de la “provincia romana de
Galacia”, llevaba el nombre de Claudiconium en
honor del emperador Claudio que la había elevado a
la dignidad de colonia romana.
En esta ciudad el esquema de los acontecimientos de
la predicación es muy similar a la etapa anterior, pero
debemos destacar que durante las varias semanas
que estuvieron en Iconio se sucedieron episodios de
carácter taumatúrgico, seguramente curaciones.
La gente de la ciudad progresivamente, incitada por
los judíos, va formando bandos a favor de los judíos
y otros a favor de los Apóstoles.
Finalmente, la estancia en esta ciudad termina con
la salida precipitada de los misioneros hacia Licao-
nia, a las ciudades de Listra y Derbe, donde conti-
núan la predicación.
• 3.5. Listra (Hech 14,8-20)
Siguiendo la Via  Sebastea llegaron a Listra, posible-
mente distante 30 km al sud-este de Iconio.
También Listra formaba parte de la “provincia roma-
na de Galacia”, y los romanos la llamaban Colonia
Iulia Felix Gemina Lystra.
Esta ciudad era la patria de Timoteo, a quien Pablo
suma a la tarea misionera en el segundo viaje (cfr.
Hech 16,1-3)
Conviene recordar que durante la estancia de Pablo
en Listra,
Lucas hace alusión a una curación prodigiosa.
Un tullido que escuchaba el anuncio de Pablo es cu-
rado, gracias en parte a su fe y en parte al Espíritu.
Este hecho provoca una reacción inmediata de los
paganos: éstos creen que los Apóstoles son divinida-
des u hombres divinos, ofreciéndoles sacrificios y
ofrendas como era costumbre en los cultos paganos.
Los Apóstoles intentan aclarar este malentendido,
pero aparecen en escena los judíos venidos de An-
tioquía e Iconio que proceden como de costumbre
provocando la reacción violenta de los gentiles.
Esta vez, incluso llegan a la lapidación hasta dar por
muerto al Apóstol.
Más allá de las intenciones redaccionales de Lucas,
de transformar la curación del tullido en una crítica
al politeísmo de los paganos, es curioso el dato de
una antigua tradición local, narrada inclusive por
Ovidio en su Metamorfosis 8,624-720, que cuenta la
legendaria visita de los dioses Zeus y Hermes a los
ancianos Filemón y su esposa Bauci.
Por ello, Hech 14,12 afirma que a Bernabé lo llamaban
Zeus y a Pablo, Hermes.
• 3.6. Derbe (Hech 14,20-21)
Pablo, habiendo salvado milagrosamente su vida, par-
te al día siguiente junto a Bernabé hacia Derbe; aun-
que ha resultado difícil situarla arqueológicamente,
probablemente situada a 90 km al sud-este de Listra.
Lucas de manera sumaria solamente hace notar que
los misioneros evangelizaron haciendo muchos dis-
cípulos (cfr. Hech 14,21).
Resulta notable que en este primer viaje, solo de esta
ciudad no tienen que salir huyendo los dos evangeli-
zadores.
Como también resulta llamativo, que estando tan cer-
ca de Tarso, patria de Pablo, los dos misioneros opten
por desandar el camino recorrido, a fin de afianzar las
comunidades cristianas por ellos fundadas.
• 3.7. Retorno a Antioquía (Hech 14,21-28)
Por lo tanto, desandando sus pasos, se encaminan
hacia las comunidades que ya habían sido fundadas
por ellos (Listra, Iconio y Antioquía de Pisidia), les pre-
dican la perseverancia en la fe y la paciencia en el
sufrimiento, las organizan con presbíteros y las en-
comiendan, mediante la oración, al Señor.
Atraviesan la zona de Pisidia, llegan a Panfilia y pre-
dican en Perge.
Finalmente bajan a Atalía y allí se embarcan para
Antioquía en donde se reencuentran con la comuni-
dad que los había enviado y a la cual le narran la
entrada de los gentiles en la fe cristiana.
4. Segundo Viaje 50-53  d.C. (Hech 15,36-18,22)
Entre el primero y el segundo viaje, el libro de Los
Hechos narra el incidente de Antioquía a causa de
los cristianos judaizantes.
Esta polémica desembocará en el concilio de Jeru-
salén, de capital importancia para defender la nueva
condición de los cristianos, especialmente el estatu-
to de los cristianos provenientes del paganismo en
el seno de la Iglesia naciente.
Seguido a estos eventos,
Los Hechos insertan el segundo viaje misional que
estará dedicado al fortalecimiento y estructuración
de aquellas comunidades que ya habían sido fun-
dadas por Pablo en el anterior viaje.
Este viaje tuvo mayor duración y fue más extenso
que el primero: tocó los mismos lugares de la pro-
vincia de Galacia que había visitado en el viaje ante-
rior, cruzó la provincia romana de Asia y tomó la de-
cisión de ingresar a Europa.
• 4.1. Separación de Pablo y Bernabé (Hech 15,36-40)
Comienza este viaje con una discusión entre Pablo y
Bernabé sobre la conveniencia de la compañía de
Juan Marcos (parecen referirse al mismo Juan que les
había acompañado a partir de Salamina, abandonando
su compañía en Perge).
Este hecho, a la postre, provocará la separación de
los dos Apóstoles, siendo Pablo acompañado en su
nuevo periplo por Silas y Bernabé por Juan Marcos. 
Bernabé asume como compañero a Juan Marcos y,
siguiendo el itinerario del primer viaje,  zarpó para
Chipre (Hech 15,39).
Es la última noticia que Los Hechos nos dan de este
gran apóstol de la Iglesia primitiva.
Bernabé desde este momento desaparece del cua-
dro histórico de los orígenes cristianos y entra en la
legenda.
Los Hechos de Bernabé, del siglo V, después de ha-
ber hablado de su predicación en Chipre, describen
su muerte por obra del mago Bar Jesús que Pablo
había hecho enmudecer durante el primer viaje
misionero (Hech 13,6-11).
• 4.2. Asia Menor: Timoteo (Hech 15,40-16,10)
Los evangelizadores parten de Antioquía, recorrien-
do la península de Anatolia, visitando aquellas co-
munidades que ya habían fundado con anterioridad.
En primer lugar atraviesan Derbe y después encami-
nan sus pasos hacia Listra.
Más tarde siguen recorrido por la región de Galacia
del Sur, atravesando Misia y bajando hasta Tróade; Fi-
nalmente, inquiridos por el Espíritu se dirigen hacia
la región de Macedonia.
En Listra tiene lugar la elección de un cristiano pia-
doso llamado Timoteo como acompañante de las si-
guientes etapas de este segundo viaje.
Esta elección viene enmarcada en el curioso episo-
dio de la circuncisión de Timoteo; suceso de difícil
interpretación teológica, debido a las posiciones
que Pablo mantenía con respecto a la ley y las cos-
tumbres judías (aunque las cartas paulinas pueden
introducir algún criterio de conveniencia con respecto a
esta cuestión de la circuncisión en la actuación paulina).
No obstante estas objeciones, se debe recordar que
Timoteo era hijo de madre judía (Eunice, cfr 2 Tim 1,5) y
padre griego, es decir, judío, por lo cual la circunci-
sión podría servir a los fines evangelizadores en el
acercamiento a los judíos.
El segundo hecho resaltable en este relato es la
insistencia de Lucas en aclarar al lector, de una
manera expresa, la unidad de toda la Iglesia.
Efectivamente, el autor de los Hechos, recuerda que
conforme iban pasando por las ciudades, les iban
entregando... las decisiones tomadas por los Após-
toles y presbíteros en Jerusalén (Hech 16,4).
En tercer lugar, nos encontramos con la interven-
ción del Espíritu, que dirige sus pasos lejos de Asia
con dirección a las ciudades de Macedonia.
Según la Carta a los Gálatas, una enfermedad los
obligó a permanecer un tiempo en esta región (cfr.
Gal 4,13-14), hecho que pareciera confirmado por
Lucas cuando al hablar en el tercer viaje, dice que
Pablo marchó a recorrer una tras otra las regiones
de Galacia y Frigia para fortalecer a todos los
discípulos (Hech 18,23).
Bitinia, la zona más septentrional, tampoco puede ser
visitada por los dos misioneros, motivo por el cual
atravesando Misia, descendieron al puerto de Tróade.
Esta ciudad mencionada varias veces en el Nuevo
Testamento (cfr. Hech 16,8.11; 20,6; 2 Cor 2,12; 2 Tim 4,13)
fue fundada sobre la antigua Sigegia, ciudad de
Antígono uno de los sucesores de Alejandro Magno.
Luego, Lisímaco, rey de Tracia, en el 300 a.C.  le cam-
bió el nombre por el de Alejandría Tróade.
Julio César la convirtió en ciudad romana libre, in-
cluso con la pretensión de convertirla en capital del
imperio, debido a su situación estratégica entre
Europa y Asia (cfr. Suetonio, Vida de Julio César, 79,3).
Finalmente, Augusto la llamó Colonia Augusta
Troas.
• 4.3. Filipos (Hech 16,11-40)
Desde el puerto de Tróade se dirigen en barco a la isla
de Samotracia y, desde ésta, al puerto de Neá-polis en
la costa macedonia; desde allí parten hacia Filipos,
que distaba 17 km del puerto, sobre la Via Ignatia.
En el tiempo de Pablo, esta ciudad era la más impor-
tante de los cuatro distritos de Macedonia y colonia
romana (Hech 16,12). 
En efecto, fundada por Filipos II, padre de Alejandro
Magno, en el -356, sobre la aldea de Krenide (= La
Fuente) a los pies del Monte Pangeo, se convirtió en
colonia romana con una administración como la de
Roma, debido al Ius italicum, del que gozaba des-
pués de la batalla de Filipo en el -42, con el nombre
de Colonia Iulia Augusta Philippensis.
La predicación contiene los elementos típicos del
esquema estándar de la predicación paulina.
En primer lugar hemos de resaltar  que las primeras
personas en escuchar el mensaje salvífico de Pablo
son las mujeres de la ciudad, en especial Lidia.
Ella era oriunda de Tiatira (Hech 16,14), ciudad del Asia
proconsular, entre Pergamo y Sarde, recordada junto
a estas en el Apocalipsis (Ap 1,11; 2,18.24)
En segundo lugar nos encontramos con un relato de
exorcismo, efectuado en la persona de una esclava
que estaba poseída por un espíritu adivino, repor-
taba buena ganancia a sus patrones.
Ante estas acusaciones los habitantes de Filipos se
amotinan contra los misioneros, y éstos son azota-
dos inmediatamente por las autoridades romanas,
quizás con el fin de calmar a la turba.
Después de ser encarcelados nos encontramos con
una historia interesante de liberación: el Espíritu, de
nuevo, interviene a favor de la expansión de la Pala-
bra aunque las dificultades sean enormes.
Siguiendo la interpretación teológica lucana, a tra-
vés de un hecho natural, que es interpretado como
una intervención providencial del Espíritu, Pablo y
Silas son liberados de su cautiverio.
Como no podía ser menos, el autor de Hechos intro-
duce como epílogo de este relato de liberación la
conversión del carcelero y toda su familia.
El final de este relato de liberación insiste en la con-
dición de ciudadano romano del Apóstol y la convic-
ción de las autoridades romanas de la ciudad de ha-
ber violado las garantías procesales que prescribía
el ius gentis en el caso de Pablo.
El Apóstol sabedor de esta circunstancia fuerza una
disculpa pública de las autoridades, de modo que
los pretores les ruegan que salgan de la ciudad.
Para tener una idea aproximada, de lo que significa-
ba poseer la ciudadanía romana, conviene recordar
que el miedo de los magistrados (Hech 16,38) era bien
fundado, ya que habían violado varias leyes roma-
nas.
Habían procedido contra: la Lex Clodia del -696, que
conminaba al exilio a quien condenaba un ciudada-
no romano sin un proceso regular; contra la Lex
Valeria del -509, que prohibía azotar un ciudadano
romano sin un previo y explicito proceso reglamen-
tario; contra la Lex Porcia del -248, que prohibía ab-
solutamente atar y aplicar el flagelo a un ciudadano
romano.
Tales leyes eran tenidas como sagradas por los ro-
manos, al punto que Cicerón sintetizando la jurisdic-
ción y la mentalidad romana pudo escribir: «que un
ciudadano romano sea atado es una fechoría; que
sea azotado es un delito; que sea asesinado es casi
un parricidio» (In Verrem, II,5,66).”
• 4.4. Tesalónica (Hech 17,1-9)
Al salir de la cárcel se fueron a casa de Lidia, volvie-
ron a ver a los hermanos, los animaron y se marcha-
ron (Hech 16,40).
Seguidamente, los misioneros pasando por Anfípo-
lis a 48 km de Filipos, luego por Apolonia, a 46 km de
Anfípolis llegaron a Tesalónica, ubicada a 60 km de
Apolonia, por ende, a 150 km de Filipos, también so-
bre la Via Ignatia.
Fundada por Casandro, general y cuñado de Alejan-
dro Magno, en el -315, sobre el antiguo pueblo de Ter-
ma, tiene el nombre de Tesalónica en honor a la es-
posa de este general, convertido en rey de la Mace-
donia en seguida de la muerte de Alejandro.
Después de la batalla de Pidna en el -168, los roma-
nos dividieron la Macedonia en 4 distritos y consti-
tuyeron a Tesalónica en la cabecera del segundo
distrito.
Más tarde -42, después de la batalla de Filipos, Anto-
nio Octaviano la transformó en ciudad libre y sede
de la administración romana de toda la Macedonia.
En Tesalónica, nuevamente nos encontramos con el
primitivo esquema de predicación cristiana.
Pablo se dirige a los judíos en la sinagoga durante
tres sábados, tratando de fundamentar desde las
Escrituras el mesianismo sufriente de Jesús.
Algunos judíos aceptan el mensaje, que tiene una
mejor acogida entre los gentiles.
Los judíos enfadados por el éxito del anuncio a los
gentiles provocan la persecución de Pablo y Silas,
pero el anuncio no puede ser paralizado, ya que está
bajo la protección divina.
Debemos destacar en esta persecución de los judíos
en Tesalónica, la introducción de una táctica que se
convertirá en general en esta persecución contra la
expansión del anuncio: convertir las acusaciones
religiosas en acusaciones políticas (Hech 17,6-7).
Jasón, finalmente paga la fianza para que Pablo y
Silas sean liberados, y junto a los hermanos los
envían hacia Berea.
• 4.5. Berea (Hech 17,10-15)
Situada a 70 km al sud-oeste de Tesalónica, a lo largo
del río Astreo y a los pies del Monte Olimpo, Berea
(actual Veria) era en la antigüedad una ciudad bas-
tante importante y populosa.
Según la legenda habría sido fundada por la ninfa
Berea.
Durante la guerra del Peloponeso fue conquistada
por los atenienses.
Después de la batalla de Pydna del 168, los romanos
la anexaron al tercer distrito de Macedonia.
La población era mixta y entre ella había una nume-
rosa colonia judía.
En esta ciudad se suceden similares acontecimientos.
Los judíos de Tesalónica bajan hasta Berea con las
mismas intenciones, de modo que provocan las iras
contra el Apóstol de los gentiles.
Pablo, Silas, Timoteo son ayudados por algunos
miembros de la comunidad cristiana, así mientras
Pablo debe salir hacia Atenas, Silas y Timoteo per-
manecen en Berea esperando reencontrarse con
Pablo.
4.6. Pablo en Atenas (Hech 17,16-34)                
Pablo se encamina sin sus dos acompañantes hacia
Atenas.
La ciudad famosa por su esplendor político, cultura
y artístico, sin contar ya con la gloria de su pasado,
sin embargo, se conservaba como “ciudad libre” ba-
jo el dominio de los romanos, y como centro de los
estudios filosóficos, pues en ella dominaban las es-
cuelas de los estoicos, epicúreos, cínicos, neopita-
góricos y platónicos medios.
Lucas hace notar, tanto la indignación de Pablo por
la idolatría, como así también la confusión de los
epicúreos y estoicos pensando que Pablo era un
charlatán, o un predicador de divinidades extranje-
ras, de la pareja divina: Jesús y Anastasis (la resu-
rrección), y finalmente señala, la propensión de ate-
nienses y forasteros de Atenas para oír novedades
(Hech 17,16-22).
En Atenas tendrá lugar el valioso discurso a los pa-
ganos en el Areópago.
La importancia de este acontecimiento consiste en
que el Apóstol predica en el centro de la cultura he-
lenística, poniendo en diálogo la cima de la cultura
pagano con el cristianismo. 
Por lo tanto, Pablo se encuentra en la obligación de
ofrecer una predicación sensiblemente distinta a la
ofrecida en las sinagogas judías o las ofrecidas a
los gentiles familiarizados con la religión y las tradi-
ciones hebreas.
De esta manera, la estructura del discurso en el
Areópago es distinta a la estructura de los discur-
sos paulinos precedentes: comienza el discurso
con un afán conciliador hacia la cultura y la
religiosidad pagana, aprovechando la inscripción al
Dios desco-nocido como punto de arranque de su
argumenta-ción.
En 2do lugar el Apóstol plantea la comunicación de
Dios a través de la revelación creacional.
En tercer lugar esta revelación de Dios a través de la
creación ha permitido a los paganos, en una prope-
déutica divina, un conocimiento imperfecto de la
divinidad.
Se nombra a un poeta griego con la intención clara
de fundamentar su argumento en una afirmación
procedente de la propia cultura helena; eso sí, saca-
da de su contexto original.
En 5to lugar afirma el tiempo del anuncio inequívoco
de la palabra de Dios a los paganos.
Finaliza el discurso con la afirmación cristológica
fundamental de la resurrección de Jesús.
Como es lógico los griegos tenían enormes dificulta-
des para conciliar esta afirmación con el atomismo
mecanicista, de cuño epicúreo que constituía la vi-
sión del mundo dominante en la cultura helenística.
A pesar de todo, unos pocos se convierten a la fe.
Al final del relato aparecen los nombres de dos de
los convertidos: Dionisio Areopagita y una mujer de
nombre Damaris.
• 4.7. Corinto (Hech 18,1-17)
Costeando frente al Peloponeso llega Pablo a la
ciudad de Corinto.
Esta es la más importante de todas las etapas de
este segundo viaje paulino.
Corinto, situada en la parte occidental del istmo ho-
mónimo que separa el mar Jonio del mar Egeo, era
una ciudad dorica ya conocida en el I milenio a.C. con
el nombre de Efira.
Alcanzó su máximo esplendor en los siglos VI-V a.C.,
compitiendo en fama, esplendor y riqueza con Ate-
nas, Esparta y Tebas…
Su posición sobre el istmo y sus dos puertos, Cen-
creas al este en el golfo sarónico sobre el mar Egeo
y Lecheo al oeste en el golfo de Corinto sobre el mar
Jonio, convirtieron a Corinto en el centro comercial
más grande de la antigüedad.
Su lujo y su corrupción se volvieron proverbiales,
tanto que los antiguos acuñaron el verbo «corin-
tiar», que indicaba un modo de vivir disoluto y sin
consideración.
Propiamente a causa de esto, Horacio hizo famoso
el dicho:
«no todos pueden acercarse a Corinto» para significar
el alto costo de la vida de placer que allí se exigía.
Centro del culto a Poseidón, en honor del cual en
Corintio se desarrollaban los famosos «juegos ist-
micos», y de Afrodita, de quien en la cima del Acro-
corinto había un templo servido de más de mil pros-
titutas, que ejercitaban la prostitución sagrada.
La Corinto del Nuevo Testamento no es precisamen-
te la misma Corinto dorica de la antigüedad.
En efecto, Lucio Mummio en el 146 derribó comple-
tamente a tierra la antigua Corinto.
Gracias a posición favorable al comercio, Julio César
la reconstruyó de manera grandiosa y le dió el nombre
de Colonia Laus Iulia Corinthiensis: cubría un área de
cerca de 600 hectáreas, el perímetro de sus muros era
de cerca de 15 km y su población contaba con 200.000
hombres libres y 400.000 esclavos.
Reconquistó fama, riqueza, lujo y corrupción, tanto
que Pablo frecuentemente debió reclamar a sus fieles
corintios sobre este punto.
En Corinto no faltaban los judíos, que, aún no siendo
numerosos, sin embargo poseían una sinagoga.
Pablo conoce en la ciudad a un matrimonio de curtido-
res Aquila y Priscila (Rom 16,3; 1 Cor 16,19; 2Tim 4,19),
con los cuales entablará amistad y convivirá trabajan-
do en el mismo oficio, durante un considerable perio-
do de tiempo.
Estos habían arribado a Corinto provenientes de Ro-
ma, de donde habían salido por el decreto de expul-
sión de los judío emitido por el emperador Claudio. 
Silas y Timoteo se vuelven a reencontrar con Pablo
después de su peregrinaje por Macedonia (no sabemos
los motivos que impidieron su encuentro en Atenas), per-
mitiéndole dedicarse por completo al anuncio de la
Palabra. 
A pesar de ser rechazado el anuncio en la sinagoga es
digna de mención la conversión del jefe de la sinago-
ga local Crispo y de su familia.
En esta tesitura, Pablo tiene una comunicación del Es-
píritu que le advierte sobre la posibilidad tranquila del
anuncio de la Palabra, al menos durante un tiempo
prolongado en esta ciudad, aproximadamente un año
y medio.
Como era de esperar, al final las malas artes de los
perseguidores judíos entran en acción, llevando a
Pablo ante las autoridades romanas.
Aquí nos encontramos con la actitud lucana resaltan-
do la actitud neutral de las autoridades civiles, que só-
lo entendían de delitos tipificados en la ley romana.
La referencia a la agresión a Sostenes parece ser
una reacción antisemita de la población pagana más
que un ataque de los contrariados judíos.
La referencia a Galión procónsul de Acaya (Hech
18,12), gracias a carta una del emperador Claudio,
descubierta en Delfos en 1905, que confirma los da-
tos de la historia, permite situar estos eventos entre
la primavera del 51 y la del 52,
debido a que en esa época regenteó la provincia
senatorial de Acaya por mandato del emperador
Claudio, quien lo considera-ba su amigo.
• 4.8. Vuelta a Antioquía (Hech 18,18-22)
Pablo parte por mar en dirección a Éfeso; desde aquí,
también por mar se dirige hacia Cesarea; desde esta
ciudad continúa, presumiblemente costeando hasta
el punto de partida de este segundo viaje: la ciudad
de Antioquía.
Los Hechos narran la partida de Pablo de Corinto
después de un tiempo considerable.
En esta partida le acompañan el matrimonio de Aquila
y Priscila durante un trecho; éstos se separan de Pa-
blo en la escala de Éfeso.
En esta ciudad el Apóstol predicó con cierta brevedad
en la sinagoga, prometiendo su próxima vuelta. En
Ce-sarea su estancia también es muy breve, partiendo,
después de una rápida visita hacia Antioquía.
Era ya el otoño del 52 y, cuando llego a Antioquía,
después de haber hecho escala en Cesarea, era ya
el invierno.
El «segundo viaje misionero» había durado poco
más de dos años y el apóstol podía sentirse más
que satisfecho de su obra misionera.
Había reforzado las antiguas iglesias, había abierto
un nuevo campo de trabajo apostólico en Macedo-
nia y en Acaya, y nuevos espacios apostólicos se
abrían continuamente delante de él.
5. Tercer Viaje: 53-60 d.C (Hech 18,23-21,15)
En el libro de Los Hechos no aparece clara la distin-
ción entre el segundo y el tercer viaje, lo cual permi-
te suponer que la estadía en Antioquía fue solo por
un breve tiempo, quizá sólo por el período invernal,
de tal manera que en la primavera del 53, Pablo em-
prendió su nuevo viaje apostólico.
En este viaje a las provincias romanas de Galacia y
Asia, Pablo realizará un cambio significativo, pues
dejando su residencia de Antioquía, pondrá su sede
en la ciudad de Éfeso.
Aquila y Priscila habían fijado su nueva residencia
en esta ciudad (Hech 18,18-19) y una comunidad cris-
tiana se reunía en su casa (1 Cor 16,19).
Alimentando un plan de extender sus actividades
hacia el occidente, Pablo buscó como lugar de resi-
dencia un lugar en el que estuviera en mejores con-
diciones de comunicación tanto con las Iglesias de
Asia como con las de Macedonia y Acaya.
En su actividad pastoral, san Pablo nunca descuidó
el aspecto de las comunicaciones, por eso buscó
siempre los puertos y las carreteras romanas.
El Apóstol en vez de elegir la vía marítima que era la
más corta, eligió el camino terrestre, es decir, atra-
vesar la Siria y la Cilicia para visitar las regiones de
Galacia y Frigia, a fin de visitar las comunidades
fundadas en el segundo viaje (Hech 16,8; Gal 4,13-15)
para fortalecer a todos los discípulos (Hech 18,23).
• 5.1. Asia Menor: Apolo (Hech 18,23-28)
Lucas nos cuenta un episodio sobre un tal Apolo (1
Cor 1,12; 3,6.22, 16,12; Tit 3,13).
Éste pudiera ser un predicador ambulante de los mu-
chos existentes en los primeros tiempos de cristia-
nismo.
El matrimonio de Priscila y Aquila, curtidores ami-
gos de Pablo, toman bajo su protección al predica-
dor itinerante, ayudándole a completar su corta for-
mación doctrinal.
Una vez instruido Apolo se dirige a Acaya, donde
servirá de gran ayuda en la defensa y mantenimien-
to del anuncio salvífico.
• 5.2. Éfeso (Hech 19,1-40)
Éfeso era la ciudad más importante del Asia Menor,
situada en el valle del Caistro, en el tiempo de Pablo
se extendía en forma de un arco, entre el monte Pion
y el monte Astyages, rodeada de una muralla de 10 m
de alto y 9 km de largo; con una población de aproxi-
madamente 250.000 habitantes.
En el -133 los romanos la habían convertido en el cen-
tro administrativo y religioso del Asia proconsular.
El Apóstol una vez llegado a la gran ciudad, en primer
lugar nos encontramos con el episodio del bautismo
en el Espíritu de unos discípulos de Juan Bautista.
Este episodio bautismal se cierra con unos hechos
semejantes a los de Pentecostés (Hech 19,1-7).
En segundo lugar aparece un sumario sobre la activi-
dad de Pablo en Éfeso, es decir, la enseñanza en la
sinagoga por espacio de tres meses, y luego por la
obstinación de algunos el cambio de lugar, la enseña-
za durante dos años en la escuela de Tirano, que algu-
nos códices del texto occidental precisan incluso que
se llevaba a cabo de 11 hs de la mañana hasta las 16
hs de la tarde (Hech 19,8-10).
En tercer lugar, Lucas ha introducido el curioso episo-
dio del  intento de exorcismo fallido en nombre de
Jesús por parte de unos exorcistas judíos.
En este incidente Lucas intenta resaltar como el nom-
bre de Cristo puede ser ensalzado incluso por aque-
llos que no lo conocen del todo, al mismo tiempo que
hace ver la incompatibilidad entre cristianismo y
magia (Hech 19,11-20).
En cuarto orden se sitúa un breve texto sobre las
intenciones paulinas de cara a las próximas etapas
de su viaje.
La noticia de Hech 19,21-22, según la cual Pablo tenía
en mente ir a Jerusalén, pasando por Macedonia y
Acaya, y de Jerusalén partir hacia Roma nos es
confirmada por el mismo apóstol en 1 Cor 16,5-9 y Rom
1,10-15 y 16,22-32.
Además, en espera de realizar este viaje, buscó de
organizar las comunidades de la zona, enviando a
ellas algunos de sus colaboradores.
En quinto puesto el autor de Los Hechos narra el
episodio de la revuelta de los orfebres que labraban
en plata templetes para Artemisa.
Esto se produce como consecuencia del malestar
por la merma económica producida por la predica-
ción paulina.
Pues conviene recordar que Éfeso fue el centro del
culto de la diosa Artemisa, identificada sea con la
Gran Madre de los cultos asiáticos, sea con la Diana
del culto greco-helenístico.
A ella estaba dedicado un grandioso y maravilloso
templo, considerado como una de las «siete mara-
villas del mundo».
Destruido y reedificado, en el tiempo de Pablo debía
estar verdaderamente espléndido: medía cerca de
115 m de largo y  55 m de ancho, con 127 columnas del
diámetro de 1,8 en la base y cerca de 17,65 m de altas; el
altar se apoyaba sobre una base de alrededor de 6 m2…
El culto de la diosa Artemisa reclutaba fieles del Asia
Menor y de todo el mundo pagano antiguo: a ella esta-
ba dedicado el mes Artemision (marzo-abril), en el cual
se desarrollaban particulares festividades en su honor.
Los orfebres invocan razones para provocar la
adhesión del pueblo.
Finalmente ante el tumulto debe intervenir la autori-
dad romana, en este caso el magistrado Alejandro,
el cuál advierte a los reunidos de las consecuencias
legales de su conducta, y de la existencia de institu-
ciones legales para tomar en consideración cual-
quier acusación legítima que se hiciese Hech 19,23-40.
El libro de Los Hechos no registra ninguna prisión
prolongada de san Pablo durante su permanencia en
Éfeso.
Sin embargo, la Carta a los filipenses, que según la
opinión de la mayoría de los estudiosos ha sido es-
crita en esta ciudad, atestigua que el Apóstol ha es-
tado preso durante un tiempo prolongado.
Es posible que incidentes provocados por la predi-
cación de Pablo contra la idolatría, como el mencio-
nado con los orfebres, hayan llevado al Apóstol a la
cárcel.
• 5.3. De Éfeso a Corinto, pasando por Macedonia
(Hech 20,1-5)
Pablo se marcha de Éfeso para continuar la misión en
Macedonia.
Sobre el itinerario concreto del viaje a Macedonia exis-
ten distintas versiones, lo más probable es que el viaje
de Éfeso a Corinto se realizase mediante un rodeo por
Illia, en dirección oeste hasta Durazzo, y desde aquí
hacia el sur, pasando por Nicópolis (Rom 15,19; Tit 3,12).
Se encamina hacia Grecia donde permanece tres me-
ses, seguramente los meses de invierno en Corinto.
Pablo piensa reemprender la navegación rumbo a
Siria, pero los acontecimientos cambian su itinerario
dirigiéndose a Tróade.
Pablo se hace acompañar en su camino hacia
Tróade de numerosos discípulos; éstos llegan con
anterioridad al Apóstol, mientras Pablo con algunos
acompañantes embarca en el puerto de Filipos hacia
Tróade.
• 5.4. Tróade (Hech 20,6-12)
Pablo encamina sus pasos hacia Asia Menor, ha-
ciendo escala en Tróade, permaneciendo allí siete
días.
En este lugar sobresale la única indicación en el
libro de los Hechos de la eucaristía dominical que
aparece en todo el libro.
Esta celebración consiste en una fracción nocturna
del pan.
En este marco se introduce la historia de Eutico, con
su consiguiente resurrección por mediación de
Pablo.
• 5.5. Mileto (Hech 20,13-38)
El Apóstol decide continuar el viaje por tierra hasta
Aso.
Esta ciudad al sur de Tróade, dista de ésta unos 40
km, siendo el trayecto por tierra considerablemente
más corto que por mar.
Pablo y sus compañeros realizan un recorrido por
diversos lugares de Asia Menor en dirección hacia
Antioquía y Jerusalén.
La estancia más importante es en Mileto y algunas
comunidades cercanas del valle de Lico: Hierápolis,
Sardes etc.
Mileto, situada sobre el río Menandro a 60 km de
Éfeso, era una de las ciudades más antiguas de la
Anatolia oriental, con la invasión de los jonios se
convirtió en una ciudad importante, al punto de ser
recordada por Homero.
Su ubicación estratégica con los cuatro puertos, le
dio una gran importancia política y estratégica, de
tal manera que para los romanos era una de las
ciudades más espléndidas de la provincia imperial
del Asia.
En Mileto, Pablo para no perder tiempo, a fin de
llegar el día de Pentecostés a Jerusalén, manda
llamar a los presbíteros de Éfeso para encontrarse
con ellos en ese lugar.
El Apóstol tiene la intención de darles un discurso
de despedida, en el cual comienza resumiendo su
actividad misional, para hablarles posteriormente
sobre el presente, es decir, el incierto viaje a
Jerusalén.
Continúa platicando sobre el futuro, ya que su mi-
sión en estos lugares ha sido cumplida, le resta en-
comendar  la comunidad al cuidado vigilante de los
presbíteros, investidos por el Espíritu con la gracia
necesaria para el desempeño de sus funciones.
• 5.6. Viaje hacia Jerusalén  (Hech 21,1-14)
Desde Mileto Pablo parte, pasando por Cos y Rodas
en el Egeo, hasta hacer escala en el puerto de Páta-
ra donde cambia de embarcación.
Este carguero le llevará a Tiro, donde debía dejar su
cargamento.
Desde Tiro Pablo se dirige a Tolemaida, y desde
aquí hasta Cesarea por tierra.
Después de una abigarrada travesía, Pablo se en-
cuentra con algunos discípulos en Tiro, permane-
ciendo una semana en la ciudad.
En esta comunidad existen varios miembros dota-
dos del carisma de la profecía que avisan a Pablo de
los peligros que le aguardaban en Jerusalén; Pablo
haciendo caso omiso a sus advertencias, se dirige
hacia Tolemaida donde permanece apenas una
jornada.
Desde esta ciudad se encamina hacia Cesarea, rea-
lizando una parada de varios días en casa del diáco-
no Felipe (cfr. 6,5; 8,5-40), miembro prominente de la
comunidad cristiana de la ciudad, quien tenía cuatro
hijas vírgenes que poseían el don de la profecía.
El profeta Ágabo, natural de Jerusalén baja hasta
Cesarea
Éste, en parecidos términos a los ya acontecidos en
Tiro, profetiza el destino que le espera en Jerusalén.
Son destacables los gestos simbólicos que acompa-
ñan a la profecía de Ágabo, semejantes a los profe-
tas del Antiguo Testamento.
Pablo, resuelto a enfrentar el destino que le
reserva- su misión, y sabedor que el destino que le
aguarda es la voluntad de Dios, desoye las
advertencias de Ágabo.
• 5.7. Llegada a Jerusalén  (Hech 21,15-26)
Acompañados de algunos discípulos de Cesarea,
llegaron a Jerusalén y fueron a hospedarse a casa
de Mnasón, antiguo discípulo oriundo de Chipre,
quizás porque este cristiano helenista podía alojar
cristianos provenientes del paganismo, y por lo mis-
mo incircuncisos que acompañaban a Pablo.  
Sin embargo, el Apóstol con sus acompañantes se
apresuraron en visitar a Santiago y los presbíteros
para narrarle toda la obra de Dios en los gentiles.
Aquellos por su parte, le aconsejaron realizar una
visita al templo para realizar allí unos ritos judaicos
a fin de acallar las murmuraciones de antijudaísmo
que circulaban contra Pablo.
6. Cuarto Viaje: 60 d.C. (Hech 21,27-28,28)
En el Templo se produce un tumulto, provocado por
los judíos que termina en la prisión de Pablo.
Pasando por el juicio del Sanedrín, rescatado de un
linchamiento y tentativa de homicidio, finalmente
Pablo termina en Cesarea, desde donde apela al
Cesar (cfr. Hech 21-26).
• 6.1. Arresto en Jerusalén y prisión en Cesarea
(Hech 21,27-26,32)
Los acontecimientos que motivaron el último viaje
que narran Los Hechos se desencadenaron del
modo siguiente: los romanos llevaron a san Pablo
ante el Sanedrín para que fuera juzgado y de esta
manera se supiera de qué lo acusaban.
Como no se aclaró nada, quedó encarcelado en
Jerusalén.
Cuando se conoció que se había hecho un plan para
matarlo (Hech 23,12), lo trasladaron a Cesarea, resi-
dencia del gobernador romano.
Pocos días después de su llegada a Cesarea, Pablo
fue acusado formalmente de provocar altercados
entre los judíos y de intentar profanar el Templo
(Hech 24,5-6).
Pablo presentó su defensa ante el gobernador Félix,
pero continuó en la cárcel y allí debió permanecer
prisionero varios años.
El autor del libro de los Hechos explica esta prolon-
gación de la prisión de san Pablo como una manio-
bra tendiente a conseguir que el Apóstol le diera di-
nero al gobernador para conseguir su libertad Hc24,26.
Dos años después se produjo un cambio de gober-
nador: Porcio Festo sucedió a Félix (Hech 24,27).
Se sabe que este cambio se dio entre los años 59 y 60.
Con este dato se obtiene una nueva fecha para fijar
una cronología en la historia de san Pablo.
Poco tiempo después del cambio de gobernador,
san Pablo debió comparecer ante Porcio Festo.
En  vista de que la prisión se prolongaba, que sus
adversarios seguían acusándolo y los gobernadores
se sucedían sin dictar una sentencia definitiva, san
Pablo apeló al César (Hech 25,11).
Esto implicaba que se suspendiera el juicio y él de-
biera ser trasladado a Roma.
Mientras esperaba partir hacia la capital del Imperio,
Agripa II, un bisnieto de Herodes el Grande que rei-
naba sobre Galilea, Perea y otras regiones, fue a
Cesarea a visitar a Porcio Festo y pidió escuchar a
Pablo.
Agripa, junto con el gobernador y todos los nota-
bles, escucharon al Apóstol, y aunque estaban con-
vencidos de su inocencia no lo dejaron en libertad
porque había apelado al César (Hech 25-26).
• 6.2. De Cesárea a Creta (Hech 27,1-13)
En el otoño del año 60, Pablo es embarcado junto a
otros prisioneros rumbo a Italia.
El viaje parte desde del puerto de Cesarea Marítima,
arribando en una jornada al puerto de Sidón.
En esta ciudad, se le permite visitar a sus amigos y
ser atendido por ellos.
Luego de permanecer varios días en Sidón, se diri-
gen costeando entre Chipre y Cilicia hasta Mira, en
una travesía que dura aproximadamente quince días.
Desde Mira reemprenden viaje hacia Creta, arriban-
do al puerto llamado Puertos Buenos cercano a la
ciudad de Lasea.
Presuntamente, debido a las condiciones meteoroló-
gicas, los viajeros se disponían a pasar el invierno
en este enclave, pero alrededor del 6 de octubre reem-
prenden viaje con la intención de llegar al puerto de
Fénica, pensando que éste sería mejor lugar para la
invernada.
• 6.3. La tempestad (Hech 27,14-38)
El barco que lleva a Pablo, costeando frente a Creta
es sorprendido por un viento huracanado proceden-
te de la isla, que los empuja frente a un islote llama-
do Sirte.
A la deriva, fuera de su ruta intentan no chocar con-
tra las rocas de la costa por medio de distintos pro-
cedimientos.
La tempestad provoca la deriva del barco durante
varios días.
La tripulación del navío intenta por todos los medios
mantenerlo a flote, pero al prolongarse el temporal,
con el paso de los días cunde el desánimo.
Pablo en todo momento intenta que sus acompa-
ñantes mantengan la calma  y coman, ya que estu-
vieron varios días sin comer.
De este modo, el Apóstol exhorta a la tripulación
que ha intercedido por ellos ante el  Espíritu, y por
lo tanto no deben temer nada, ya que ninguno de
ellos perderá la vida en este lance.
• 6.4. El naufragio (Hech 27,39-44)
Posteriormente, divisan una ensenada con una playa
frente a las costas de Malta.
Al divisar la ensenada, deciden lanzar la nave hacia
ella.
Entre dos bancos de tierra la nave naufraga, siendo
desmembrada por la fuerza del oleaje.
Los soldados deciden matar a los prisioneros, pero
el centurión, queriendo salvar la vida de Pablo sé lo
prohíbe.
Julio da órdenes para que el abandono del barco se
realice de una manera ordenada: primero los que
sepan nadar y después los que no sepan ayudados
de tablas.
Al final todos logran ponerse a salvo, tal y como les
había prometido el Apóstol.
• 6.5. En la isla de Malta (Hech 28,1-10)
Los náufragos habían llegado a la isla de Malta. Si-
tuada entre Sicilia y África, Malta es una isla de una
superficie de 255 Km2  con una longitud de 28 km de
largo por 16 km de ancho.
Habitada desde la prehistoria, a partir del -500, estuvo
bajo el dominio de los cartaginenses hasta  que en el
-218 pasó a pertenecer al imperio romano.
En la isla de Malta nos encontramos con el episodio
de la mordedura de la víbora.
El Apóstol es mordido por una víbora que se en-
cuentra entre las ramas.
De inmediato los nativos de la isla interpretan el hecho
como un signo desfavorable para Pablo, pero al no
sufrir daño alguno los nativos cambian de opinión.
Los náufragos son atendidos por el principal de la
isla de nombre Publio, a quien Pablo lo favorecerá
con la curación de su padre enfermo.
En este marco se introduce un relato de curaciones
mediante la oración y la imposición de manos.
Finalmente, después de tres meses de estadía, par-
ten de la isla bien provistos por la generosidad de
sus habitantes.
• 6.6. Llegada a Roma (Hech 28,11-16)
La navegación se reanuda, embarcando en una nave
alejandrina.
Llegan a Siracusa, capital de la provincia senatorial
de Sicilia.
Desde allí costeando llegan al puerto de Pozzuoli y,
desde este lugar por tierra hasta Roma.
En Siracusa permanecen tres días, en Pozzuoli una
semana en compañía de hermanos.
Finalmente, luego de ser recibidos en Foro Apio (66
km de Roma), y en Tres Tabernas (49 km de Roma) por
los hermanos cristianos, Pablo llega a Roma.
El autor de los Hechos, hace ver como la Palabra de
Dios no está encadenada, y el Apóstol por excelencia,
siguiendo el mandato del Señor, ha llegado al centro
del imperio a evangelizar.
Tema 2-5.4
Los viajes misioneros

Bendiciones
Inicio
Dietrich Bonhoeffer 1906-1945
Pastor protestante y teólogo luterano, fue arrestado
y encarcelado. Mientras estaba preso fue acusado
de pretendidamente haber formado parte en los
complots planeados por miembros de la Abwehr
(Oficina de Inteligencia Militar) para asesinar a Adolf
Hitler y por esa razón fue finalmente ahorcado el 9
de abril de 1945.

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