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El Movimiento Inquilinario de 1925 es uno de los sucesos más estudiados

de la historia panameña. De él se desprenden varios aspectos de interés,


pues no solo fue la primera gran demostración del poder insurreccional de
las masas citadinas sino, un claro ejemplo de cómo la falta de comprensión
y mal manejo de los problemas puede terminar en derramamientos de
sangre y avergonzar a las futuras generaciones. Cuando las clases populares
clamaban por poner un alto al alza indiscriminada de los precios del alquiler
de las viviendas, las autoridades desestimaron sus reclamos, poniendo al
movimiento la etiqueta de “subversivo”. En lugar de resolver el problema,
quisieron sofocarlo, ocasionando la pérdida de vidas y la segunda gran
intervención de las tropas estadounidenses desde el incidente de la Tajada de
Sandía, en 1856.
Cabe señalar que, las casas que se arrendaban estaban en completo
abandono por sus dueños.
Causas
Movimientos inquilinarios similares al de Panamá se dieron en las primeras décadas del siglo XX en
Inglaterra, Estados Unidos, España, México y Chile. En la mayoría de los casos, fueron impulsados
por dirigentes socialistas y anarquistas, en torno a conflictos de clase que surgían en el nuevo tejido
social generado en el crecimiento acelerado de las ciudades.
El gobierno de Rodolfo Chiari, que había heredado una situación económica difícil, producto de las
grandes inversiones realizadas por Belisario Porras y la inflación posterior a la I Guerra Mundial,
impuso un cambio en el gravamen de la propiedad urbana.
En Panamá, hasta principios de la década del 20, los gobiernos oligárquicos que se sucedían en el
poder no se inmutaban por expedir leyes que protegieran a los inquilinos. El 11 de febrero de 1925,
mediante la ley 29, se dispuso gravar la propiedad inmueble con un impuesto sobre su valor. Esta alza
hizo que los dueños de casas aumentaran entre 25% y 50% el precio de los alquileres en Panamá y
Colón.
Como era previsible, los propietarios no quedaron satisfechos con este cambio que gravaba por igual
las propiedades comerciales y no comerciales y que, en palabras del empresario y exsecretario de
Gobierno Tomás Arias, hacía imposible que ‘fuera negocio tener propiedades en Panamá’. Así pues, la
mayoría de los propietarios decidió traspasar el aumento fiscal a los inquilinos, afectando, sobre todo,
a las grandes masas de trabajadores y personas de pocos ingresos que habitaban caserones alquilados.
Fue en esa circunstancias que se creó la Liga de Inquilinos y Subsistencia,
como parte del Sindicato General de Trabajadores, movimiento que de junio
a octubre de 1925 asumiría una poderosa organización de seis mil
miembros. La liga recibió el apoyo de numerosos exiliados residentes en el
país, entre ellos el anarquista español José María Blásquez de Pedro, los
socialistas peruanos Luis Francisco Bustamante, Nicolás Terreros y Esteban
Patlevitch, el socialista colombiano Carlos Manuel Céspedes y la anarquista
polaca Sara Gratz, quienes prestaron su experiencia para organizar a las
masas. Pero el movimiento también tenía figuras panameñas, como los
socialistas Domingo Turner, Diógenes de la Rosa, Gabino Sierra Gutiérrez,
Manuel Lucio Rodríguez, Carlos Sucre, Samuel Casis, Manuel Garrido y
Eugenio Cossani. En un principio, cuando la Liga Inquilinaria inició una
serie de mítines de protesta, muchos, como el encargado de Negocios de
Estados Unidos en Panamá, Dana Munro, adujeron que no se trataba ‘de
una aflicción real, sino más bien esfuerzos de agitadores comunistas
extranjeros'.
“Liga Inquilinaria”
Uno de los movimientos de protestas mas conocidos que se dieron en la Ciudad de Panamá,
durante la década de 1920, es el convocado por la denominada “Liga Inquilinaria”.
Agrupaba a un gran número de trabajadores y a cierto sector de la clase media panameña.
Todo comenzó a inicios del mes de octubre de 1925, cuando los integrantes de esta liga
hacen un llamado a realizar manifestaciones y a una huelga general de inquilinos, debido al
alto costo de los cuartos de arrendamiento para los miles de trabajadores de aquella época.
“La huelga del no pago”
Al no conseguir resultados de sus exigencias, la Liga pidió, a partir del 1 de octubre, una
huelga de no-pago. El 6 de octubre se prohibió las reuniones de protesta, luego que ya se
habían celebrado muchas de ellas. Se argumentó que estos actos atentaban contra el orden
público.
El problema hizo crisis en el año 1932 debido a que los gobernantes que se sucedieron no
realizaron ningún esfuerzo para solucionar la situación. Se realizó una protesta pacífica de
los inquilinos en la capital. Pero nada detenía a los dueños de las casas. Cada vez que se
realizaban reuniones de comité, llegaba la policía los disolvía y arrestaba a sus dirigentes.
“Mitin en el Parque de Santa Ana”
Se realiza el 10 de octubre pese a la prohibición del Alcalde Mario Galindo. El gobierno reprimió
violentamente. Las fuerzas de la Policía Nacional se enfrentaron a la multitud, dejando como
resultado a varios heridos por bando y la muerte de Mariano Mirones por los inquilinos. También
murieron días después Emilio Olivardía, Ferdín Jaén y Lorenzo Brownn.
Los fuertes enfrentamientos se extendieron por las calles aledañas de los barrios que componen
Santa Ana y otros corregimientos cercanos.
“Intervención de Tropas Norteamericanas”
El presidente Rodolfo Chiari, ante la situación, previa decisión del Consejo de Gabinete y de acuerdo
al Tratado de 1903, pidió la intervención de las tropas norteamericanas.
El 12 de octubre, aproximadamente 600 soldados gringos con bayonetas caladas ocuparon la ciudad
de Panamá, instalándose en los Parque de Santa Ana y de Lesseps. Luego del allanamiento en las
oficinas de la liga, se dieron choques entre inquilinos y las tropas, se dio una fuerte represión que
provocó varios muertos, heridos y muchos detenidos. Las tropas norteamericanas se retiraron entre
el 15 y 23 de octubre.
La mencionada oficina estaba ubicada en la calle 12 de octubre, del barrio de Marañón, la cual era
propiedad de Pedro Regalado Castillo, obrero con tendencias comunistas. Los trabajadores
extranjeros fueron detenidos y deportados, acusados de alterar la paz en Panamá e influir
pensamientos con ideología y revolucionaria.
Consecuencias
El mismo presidente Chiari asumió la defensa de los inquilinos, exigiendo a los
propietarios que rebajaran el alquiler a hasta un 10% menos que la tarifa vigente en enero
de 1925. Sin embargo, durante los años siguientes, continuaron aumentando hasta un 50%
y 75% sobre los precios de entre 1920 y 1924, hasta que en 1932, coincidiendo con la
crisis económica mundial, el problema volvería a estallar.
La huelga continuó hasta que el Presidente Alfaro suspendió las garantías constitucionales
y rebajó los alquileres hasta un 30%.
Se realizó una Segunda asamblea general para conseguir una ley más justa que protegiera
a los inquilinos. Esta ley fue promulgada el 15 de noviembre de 1932, la que redujo el
alquiler a un 50% y muchos otros beneficios para los inquilinos de Panamá y Colón.
En esta lucha sobresalieron personajes como: Diógenes de La Rosa, Juan De Dios Lamela
y Demetrio Porras.
Sembraron las semillas para movimientos reivindicativos que ocurrieron posteriormente.
Las casas de inquilinato
Estas viviendas fueron construidas desde
finales de siglo XIX para albergar a los
trabajadores que llegaban para la
construcción del Canal, estaban ubicadas
principalmente en los barrios de El
Chorrillo, San Miguel, El Marañón, en la
ciudad de Panamá, Rainbow City y Folk
River, en Colón. Eran casas de propiedad
privada, formadas por unos setenta o más
cuartos, separados por delgadas paredes y
una rejilla para la ventilación, con un par
de excusados y baños comunes. Las
mayoría de las viviendas era de madera y
techo de zinc, insalubre e incómoda, estas
no eran aptas para que la gente pobre
viviera.

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