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Derecho Canónico

LOS MIEMBROS DE LOS


INSTITUTOS
DE VIDA CONSAGRADA
PBRO. FERNANDO RAMOS TORRES
Tema 4 Elementos esenciales teológico-canónicos
de la vida consagrada

Todo cristiano, por el bautismo, queda consagrado a


Dios, pero enraizada en la consagración bautismal, y
expresándola de manera más plena, tiene lugar una
nueva consagración que es la propia de la vida
consagrada por la profesión de los consejos evangélicos
(PC 5).
Es un don divino por el que la persona, por el ministerio de la
Iglesia, es consagrada por Dios y se consagra o dedica
totalmente al servicio y gloria de Dios por un nuevo y peculiar
título.
Este género de vida puede adoptarse tanto de forma
privada y extracanónica como de forma pública y
canónica, bien sea de manera individual, como sucede con
los eremitas (c.603), o bien en un instituto de vida
consagrada.
El principio fundamental para que se pueda hablar de
vida consagrada es que los rasgos específicos de
cualquier nueva forma de vida en la Iglesia estén
fundados en los elementos esenciales, teológicos y
canónicos, que son característicos de la vida consagrada
tal como se recogen en el c.573
El Código, que como principio no ofrece definiciones,
abre esta temática presentando una definición de vida
consagrada rica y minuciosamente completa, pero por
ello, al tiempo, algo embarullada y confusa, porque
interesaba superar el marco estrecho que el CIC 17
había fijado 3 y poner de manifiesto la rica aportación
conciliar.
El resultado se encuentra en el c.573, que contiene, por
un lado, una descripción teológica de vida consagrada
en general con un denso mosaico de textos del Vaticano
II (§ 1), y, por otro, una definición canónica de la vida
consagrada profesada en un instituto (§ 2).
Los elementos teológicos, doctrinales y espirituales, se condensan en estos cuatro rasgos:

1.°, es un estado o forma de vida de total dedicación a Dios

2.°, caracterizada por un seguimiento cercano de Cristo mediante la práctica de los consejos
evangélicos

3.°, con el fin de conseguir la perfección de la caridad y entregarse a la edificación de la Iglesia


y salvación del mundo

4.°, con una profunda significación escatológica.


Los elementos jurídicos, en cambio, necesarios para que haya vida consagrada en un instituto
son:

1.°, la estabilidad de esa forma de vida


2.°, profesar los consejos evangélicos de pobreza, castidad y obediencia mediante voto u otro
vínculo sagrado

3.°, en un instituto erigido por la autoridad competente


4.°, conforme a las leyes propias de un instituto.
Recogiendo todos los elementos que presenta el c.573 y
ordenándolos, podemos ofrecer esta definición de vida
consagrada: la vida consagrada es una forma estable de
vida, surgida en el Pueblo de Dios por inspiración del
Espíritu y canónicamente erigida por la competente
autoridad de la Iglesia
Algunos fieles siguen más de cerca a Cristo, observando los
consejos evangélicos de castidad, pobreza y obediencia mediante
votos u otros sagrados vínculos, a tenor de las leyes peculiares
de cada instituto, a fin de conseguir la perfección de la caridad y
de entregarse al servicio de la Iglesia y la salvación del mundo,
uniéndose así especialmente a la Iglesia y a su misterio y
prenunciando la vida futura.
Formas de vida consagrada

El Código canoniza las diferentes formas de


configurarse el estado de quienes profesan los consejos
evangélicos, tanto en institutos canónicamente erigidos
como fuera de ellos en formas individuales —eremitas,
vírgenes consagradas—.
Actualmente existen en la Iglesia dos formas de vida
consagrada de carácter asociativo, los institutos
religiosos y los institutos seculares, cuyas características
y régimen de vida se presentan más adelante.
A estas dos formas se aproximan las sociedades de vida
apostólica, que el legislador ha tratado en sección aparte
porque no se consideran todas ellas en sentido estricto
institutos de vida consagrada.
Junto a estas formas asociadas de consagración, los
ce.603 y 604 reconocen jurídicamente la existencia de
dos formas de vida consagrada de carácter individual:
eremitas y vírgenes.
Finalmente, el c.605 deja abierta la puerta a que en el
futuro aparezcan nuevas formas de vida consagrada a
las que la autoridad deberá dar respuesta institucional.
Las formas asociadas o institutos de vida consagrada pueden
encontrar una primera clasificación más general a partir de la
estructura del Código como sigue:
Institutos religiosos: aquellos en donde los miembros
emiten votos públicos, llevan vida fraterna en común y
dan testimonio público de su consagración con una
separación del mundo según su índole y finalidad propia
(c.607 §§ 2-3).
Institutos seculares: aquellos en donde los miembros,
aunque entran en el estado de la vida consagrada, no
cambian su propia condición canónica laical o clerical
en medio del Pueblo de Dios (c.711) y viven en el
mundo y se comprometen en la santificación del mismo
trabajando sobre todo dentro de él (c.710).
Sociedades de vida apostólica: al menos aquellas cuyos
miembros, buscando el fin apostólico propio y llevando
una vida fraterna en común, profesan los consejos y los
asumen con algún vínculo definido por las
constituciones (c.731 § 2).
El Código recoge además la posibilidad de la profesión
de los consejos evangélicos fuera de institutos
canónicamente erigidos: eremitas o anacoretas y
vírgenes consagradas
Propiamente no se trata de formas nuevas, aunque el CIC 1917
no las recogiese, pues, como se indicó anteriormente, la vida
eremítica más bien fue históricamente la primera forma
consagrada actuada en la Iglesia a partir del siglo ni. Con el
nuevo Código, la vida eremítica y el orden de las vírgenes
reciben un reconocimiento formal
a) La vida eremítica (c.603)

El progresivo aumento de personas que practicaban el


eremitismo hizo ver la necesidad de regular canónicamente esta
primitiva forma de vida, pues en el CIC 17 quedó vinculada a
los institutos religiosos y no era posible fuera de ellos. El c.603
trata de los eremitas como forma individual de vida consagrada,
no de posibles eremitas pertenecientes a institutos religiosos.
La legislación de las Iglesias orientales regula con
detalle el eremitismo religioso o monástico (CCEO,
cc.481-485) y remite al derecho particular la posibilidad
de
eremitas no pertenecientes a institutos religiosos
(CCEO, c.570).
Se trata de una forma de vida en la que algunos fieles se
entregan a Dios por medio de un más riguroso alejamiento del
mundo, de la soledad y de la contemplación y penitencia asiduas
para gloria de Dios y salvación del mundo. Junto a estas
características peculiares se deben dar una serie de requisitos
para su reconocimiento como vida consagrada:
1.° que profese públicamente en las manos del obispo
diocesano de su domicilio los tres consejos evangélicos.
2.° que los confirme mediante voto u otro vínculo
sagrado.
3.° que observe la propia forma de vida bajo la guía del
mismo obispo que podrá emanar un particular estatuto.
b) Orden de las vírgenes (c.604)

El canon restaura y regula el antiquísimo orden de las vírgenes que llevan


un modo de vida secular, es decir, de mujeres que nunca han estado
casadas y que, conservando el estado canónico laical y viviendo en medio
del mundo, formulan el santo propósito de seguir más de cerca a Cristo,
desposándose místicamente con Él y entregándose al servicio de la
Iglesia.
Para que una mujer que quiera seguir a Cristo más de
cerca pueda formar parte del orden de las vírgenes
reconocido por la Iglesia, es necesario que sea
consagrada por el obispo diocesano conforme al rito
litúrgico aprobado.
Él orden de las vírgenes, en sentido estricto, no es una forma
de vida consagrada por la profesión de los consejos
evangélicos, pues el compromiso que asumen directamente
comprende sólo el consejo de castidad. Sin embargo es una
forma de vida que se asemeja a las formas de vida
consagrada porque:
a) supone estabilidad, pues el propósito ha de ser de castidad
perpetua.
b) son consagradas a Dios y al servicio de la Iglesia por el obispo
diocesano, según un especial rito litúrgico.
c) el santo propósito sitúa a la virgen en un estado público en la
Iglesia.
El ritual de consagración ofrece tres condiciones para formar parte del orden de las
vírgenes que continuarán viviendo en el mundo:
1que no hayan nunca contraído matrimonio y que no hayan vivido pública o abiertamente
en un estado o condición contraria a la castidad

2.que por su edad, prudencia y costumbres den garantía de perseverancia en el propósito


de una vida casta, dedicada al servicio de la Iglesia y el prójimo

3.que vengan admitidas a la consagración por el obispo ordinario.


Sus principales tareas son: amar más ardientemente a Cristo y
servir con mayor libertad a los hermanos a través de la dedicación a
la penitencia, las obras de caridad, el apostolado y la asidua oración
según el propio carisma.
Se les recomienda el rezo cotidiano del Ofició divino. Pueden vivir
solas o en forma asociada. Una asociación de vírgenes puede
formar una persona jurídica mediante un decreto del obispo
diocesano que aprueba sus estatutos.
c) Nuevas formas de vida consagrada

Finalmente, el c.605 deja abierto el camino para que surjan nuevas formas
de vida consagrada. Su aprobación es competencia exclusiva de la Sede
Apostólica, en cuanto que implica un pronunciamiento de tipo magisterial,
mientras que a los obispos diocesanos les incumbe la obligación de discernir
los nuevos carismas que el Espíritu confía a la Iglesia y de fomentar su
genuino desarrollo en la expresión de sus finalidades.
Con esta norma la Iglesia reconoce que las actuales normas que
configuran la vida consagrada están abiertas siempre a la acción
del Espíritu Santo, que en el futuro puede inspirar otras formas que
no encuentren acomodo en el sistema vigente por faltarles alguno
de los elementos que ahora se consideran esenciales.
Así ha sido a lo largo de la historia, que nos ha mostrado las
dificultades de las sociedades de vida apostólica y los institutos
seculares para ver reconocida su identidad y peculiaridad o la vida
femenina apostólica.
No se trata de aprobar simplemente nuevos institutos, sino nuevas
formas de vida consagrada no contempladas en el actual
ordenamiento canónico.
En esta perspectiva pueden considerarse los movimientos
eclesiales, en donde se van abriendo camino nuevas formas de
consagración a Dios en el servicio eclesial.
Previa a la aprobación definitiva por parte del Romano Pontífice, el
legislador encomienda a los obispos diocesanos una gran responsabilidad en
esta tarea, pues a ellos corresponde: saber discernir los nuevos dones de vida
consagrada que el Espíritu suscite en la Iglesia; sostener y ayudar a los
promotores de estas nuevas formas; y tutelar sus propósitos con estatutos
adecuados aplicando sobre todo las normas generales contenidas en esta parte
del Código.
Se trata de una cuestión de indudable trascendencia para el futuro
de la vida consagrada, como puso de relieve el Sínodo de Obispos
sobre la vida consagrada de 1994.
En muchos casos se trata de institutos semejantes a los ya
existentes pero nacidos de nuevos impulsos espirituales y
apostólicos. En otros casos se trata de experiencias originales que
buscan una identidad propia en la Iglesia y esperan ser reconocidas
oficialmente por la Sede Apostólica.
La originalidad de estas nuevas comunidades consiste, con
frecuencia, en el hecho de que se trata de grupos compuestos por
hombres y mujeres, clérigos y laicos, casados y célibes que siguen
un estilo particular de vida.

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