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REALIDAD Y DESAFÍOS DE LAS FAMILIAS

Capítulo segundo de la exhortación apostólica “Amoris Lætitia” del Papa Francisco


Ef.5, 21-33; 1 Jn 4, 7-16

“Queridos, amémonos unos a otros, ya que el


amor es de Dios, y todo el que ama ha nacido
de Dios y conoce a Dios. Quien no ama no ha
conocido a Dios, porque Dios es Amor. En esto
se manifestó el amor que Dios nos tiene; en
que Dios envió al mundo a su Hijo único para
que vivamos por medio de él. En esto consiste
el amor: no en que nosotros hayamos amado a
Dios, sino en que él nos amó y nos envió a su
Hijo como propiciación por nuestros pecados”
Situación actual de la
familia
Santo Padre reconoce que son incontables los análisis que se
han hecho sobre el matrimonio y la familia, sobre sus
dificultades y desafíos actuales.
El texto enumera una serie de "desafíos" acerca de la realidad
familiar de hoy. Destaco algunos para tomar conciencia de los
mismos:

Cambio antropológico:
• Más espacios de libertad Reparto equitativo de
cargas, responsabilidades y tareas.
• Comunicación personal entre los esposos.
• Los individuos son menos apoyados que en el
pasado por las estructuras sociales en su vida
afectiva y familiar.
• Un individualismo exasperado que desvirtúa los
vínculos familiares.
• El ritmo de vida actual, el estrés, la
organización social y laboral, ponen en riesgo la
posibilidad de opciones permanentes.
La libertad para elegir: El sentido de
justicia: defensa de los derechos o exigencia
de prestaciones.
- Riesgo de convertir la familia en un lugar de paso
- Cultura de lo provisorio, de pasar de una relación
afectiva a otra
- Una afectividad narcisista, inestable y cambiante que no
ayuda a madurar adecuadamente.
- Descenso demográfico, debido a una mentalidad
antinatalista y promovido por las políticas mundiales
de salud reproductiva. En la cual influye:
Bio-technologias  Industrialización  La revolución
sexual  Miedo de sobrepoblación  Problemas
Económicos.
- Debilitamiento de la fe y de la práctica religiosa
- Falta de una vivienda digna o adecuada posterga
la formalización de una relación
- Muchos niños que nacen fuera del matrimonio
- Las migraciones representan otro signo de los
tiempos
- Familias sumidas en la miseria
La idéntica dignidad entre el varón y la mujer
nos mueve a alegrarnos de que se superen
viejas formas de discriminación, y de que en el
seno de las familias se desarrolle un ejercicio
de reciprocidad

una ideología, genéricamente llamada gender, que


«niega la diferencia y la reciprocidad natural de
hombre y de mujer. Esta presenta una sociedad sin
diferencias de sexo, y vacía el fundamento
antropológico de la familia

Esta ideología lleva a proyectos educativos y


directrices legislativas que promueven una
identidad personal y una intimidad afectiva
radicalmente desvinculadas de la diversidad
biológica entre hombre y mujer”
¿quiénes se ocupan hoy de fortalecer los matrimonios, de ayudarles a superar
los riesgos que los amenazan, de acompañarlos en su rol educativo, de
estimular la estabilidad de la unión conyugal?

Muchas familias, que están lejos de considerarse perfectas, viven en el


amor, realizan su vocación y siguen adelante, aunque caigan muchas veces
a lo largo del camino. Las realidades que nos preocupan son desafíos. No
caigamos en la trampa de desgastarnos en lamentos autodefensivos, en
lugar de despertar una creatividad misionera. Los grandes valores del
matrimonio y de la familia cristiana corresponden a la búsqueda que
impregna la existencia humana. Si constatamos muchas dificultades, ellas
son un llamado a liberar en nosotros las energías de la esperanza
traduciéndolas en sueños proféticos, acciones transformadoras e
imaginación de la caridad.
La fuerza de la familia «reside esencialmente en su capacidad de amar y
enseñar a amar. Por muy herida que pueda estar una familia, esta puede
crecer gracias al amor».

Se invita a los esposos a la “paciencia” recíproca, sin pretender que “las


relaciones sean celestiales o que las personas sean perfectas”, y sin
colocarse siempre a uno mismo “en el centro”. Los invita a ser benévolos y a
“donarse sin medir, sin reclamar pagos, por el solo gusto de dar y de servir”.
Los invita a no ser envidiosos, a no enorgullecerse o “agrandarse”, porque
“quien ama, evita hablar demasiado de sí mismo”, a no volverse “arrogantes
e insoportables”, a ser humildes y a “volverse amables”, a no destacar
“defectos y errores ajenos”.
Acabar el día “sin hacer la paz en familia”, a perdonar sin rencores, a hablar
bien recíprocamente, tratando de “mostrar el lado bueno del cónyuge más
allá de sus debilidades y errores”, a tener confianza en el otro sin
controlarlo, dejando “espacios de autonomía”.

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