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creativa
La técnica
El narrador
Nuestro primer personaje
El narrador es un personaje creado por el autor, que tiene la misión
de contar la historia. Hay diferentes tipos de narrador según el punto
de vista que adopta y la información de que dispone para contar.
Su punto de vista es el ángulo de visión que adopta para contarnos
su historia. Por eso se habla también de focalización: el foco desde
el que se irradia la acción.
El narrador es la voz de la historia
Ya desde el “érase una vez” de nuestra infancia podemos ver claramente que para contar
una historia oral o escrita hace falta un narrador, un nexo entre dicha historia y el receptor
de la misma. Todos los textos, incluso los informes o los reportajes, tienen un narrador
porque están contados desde un punto de vista concreto, con un enfoque, un ángulo y un
tono de voz determinados.
El narrador nos ayuda a construir nuestra historia y a través de él describimos personajes,
ambientes y situaciones, transmitimos emociones, comentamos y anunciamos los diálogos,
creamos opiniones y dosificamos la información para crear el suspense o la intriga.
El Narrador y su punto de vista espacial
La diferencia principal para clasificar los tipos de narradores proviene de su relación con el
espacio. Es decir, si éstos estén o no dentro de la acción que narran: si está dentro de la
narración, entonces el narrador es un personaje de la historia; si por el contrario está fuera
de la acción, no aparecerá en ningún caso como personaje.
El Yo: dentro de la historia
El protagonista nos cuenta con sus propias palabras lo que siente, piensa, hace u observa.
La acción del relato es la historia de ese personaje y todos los personajes menores existen a
través de ese narrador-protagonista. Si se dedica a contar sólo lo que ve y hace, la
narración será objetiva; si además emite sus pensamientos, sentimientos y elucubraciones,
la narración será interna y subjetiva.
En este caso, el narrador es un personaje secundario que nos cuenta las andanzas de ese
protagonista. Un caso claro de narrador-testigo es el del Doctor Watson que nos refiere las
andanzas de Sherlock Holmes, en las que él, aunque esté mezclado, no es el personaje
principal.
La mayoría de la novela negra americana ha sido narrada utilizando este punto de vista de
narrador-testigo: el detective es testigo de la trama que comienza a investigar y no sabe más
que el lector acerca de ella. Así el lector va descubriendo e intrigándose con las mismas cosas
que el detective.
Esta forma de narrar no nos da acceso a la vida interior del protagonista más que de forma
limitada. El narrador testigo no puede referirnos lo que piensa o siente sino a través de las
imágenes, y nunca a través del flujo mental del protagonista, puesto que no está dentro de él.
A veces este testigo no participa siquiera en la acción, sino que la cuenta o la lee en cartas.
“Quisiera no haberle visto más que las manos, me hubiera bastado verlas cuando le di el
cambio de los cien pesos y los dedos apretaron los billetes, trataron de acomodarlos y, en
seguida, resolviéndose, hicieron una pelota achatada y la escondieron con pudor en un
bolsillo del saco; me hubieran bastado aquellos movimientos sobre la madera llena de tajos
rellenados con grasa y mugre para saber que no iba a curarse, que no conocía nada de
donde sacar voluntad para curarse" .
Aporta credibilidad al personaje. El personaje que narra en primera persona se hace real
para el lector, se convierte en una voz, en una persona que le habla directamente.
Un personaje tiene una forma de expresarse concreta, acorde con su carácter, su edad, su
procedencia, su estrato social, su formación, etc. Como narrador, se expresará de la misma
manera.
El punto de vista es subjetivo. El narrador, como personaje que es, tiene un punto de vista de
los hechos limitado y subjetivo. El lector vivirá la historia a través de los ojos, opiniones,
pensamientos y emociones de dicho personaje.
Ojo: se trata siempre del punto de vista del personaje, no del autor. Hay que procurar que el
personaje tenga vida propia y sea coherente si queremos que el lector se lo crea.
El narrador ambiguo
Al narrar desde la segunda persona, mantiene un lugar ambiguo con relación a su punto de
vista. No sabemos si está dentro o fuera de la historia.
Al narrar la historia en segunda persona crea un efecto especial: Parece estar contándose la
historia a sí mismo o a un yo desdoblado. El lector asume un curioso protagonismo.
El narrador ambiguo describe e intuye: La carga psicológica al escribir con este tipo de
narrador es muy importante. Como si de un buen máster de rol se tratase, el narrador tiene
que describir bien lo que ocurre para que el lector se visualice a sí mismo en medio de la
escena. Además, ha de intuir las reacciones del lector para poder adaptarse a sus emociones
y pensamientos. De otra manera, el lector se sentirá estafado. Esto es, si quieres que se
emocione, el narrador tendrá que lograr que el lector se emocione a través de la
descripción y de los acontecimientos. De poco servirá que le digas: “Ahora estás
emocionado” si no logras que llegue a ese punto por su propio pie.
De cualquier forma, piénsatelo bien antes de ponerte a escribir un texto en segunda persona. Tiene que ser
algo muy específico que de verdad lo requiera y además hay que saber hacerlo bien, porque si no es muy
posible que los lectores se sientan confusos con este narrador.
Si a pesar de las dificultades que implica tienes ganas de aventurarte con este tipo de narrador, te
recomiendo que te leas antes algunos libros escritos con dicha técnica, para ver dónde funcionan y dónde
fallan, para analizar sus mecanismos.
“Piensas que nunca te va a pasar, imposible que te suceda a ti, que eres la única persona del mundo a quien
jamás ocurrirán esas cosas, y entonces, una por una, empiezan a pasarte todas, igual que le suceden a
cualquier otro”.
Este tipo de narrador es dios en el microcosmos de la acción que se cuenta. Lo sabe todo:
el principio y el final de la historia, lo que los personajes sienten, piensan y hacen, lo que
deberían haber hecho y no hicieron, lo que soñaron, lo que recuerdan, lo que olvidaron y lo
que desean y odian. Es un dios que penetra en la conciencia de los personajes y desvela los
escondites de su personalidad.
Dentro de este tipo de narradores está el alter ego. Que sólo sabe lo que piensa y siente el/
la protagonista. De los demás sólo sabe lo que el protagonista ve, escucha o piensa de
ellos. Un ejemplo de esta narración es La aventura de un lector de Ítalo Calvino
Este narrador era el más frecuente en las novelas del siglo XIX y, como todos los demás, tiene
una serie de características que tendremos que valorar antes de elegirlo para nuestra historia:
1. Lo sabe todo: Tal y como os comentaba antes, el narrador omnisciente lo conoce todos los
datos de la historia, así que puede contar cómo se sienten los personajes, de manera que el lector
tiene una mayor información de la escena que aquellos que la protagonizan.
2. Explica, no sugiere: El narrador omnisciente no sugiere, sino que se encarga de explicar lo que
ocurre, juzga y desmenuza las causas y comportamientos de los personajes. El margen que se
deja al lector para imaginar y deducir por su cuenta no es tan grande como con otros narradores.
5. Permite los saltos en el tiempo y el espacio: Con este narrador resulta mucho más sencillo
cambiar de una escena a otra, aunque cambien en ellas los personajes y los escenarios. Ocurre
lo mismo con los flashbacks (cosas que han ocurrido en el pasado) y las elipsis (omisión de
escenas innecesarias, saltos de varios años en el tiempo de la historia…).
Imaginemos una cámara de cine: con ella podemos seguir a los personajes donde vayan,
observar sus gestos y sus reacciones, saber de sus lágrimas, gritos, palideces y rubores,
pero será el lector quien interprete las emociones de los personajes y no el narrador.
Podemos tener conocimiento de sus actos, de lo que dice, pero nunca penetrar en su mente
o saber lo que han soñado esa noche.
El narrador deficiente deja de ser un dios, es paralelo al narrador-testigo pero, a diferencia
de él, no es un personaje y por tanto, no está presente en la acción.
“Luego se habían metido poco a poco las dos y se iban riendo, conforme el agua les subía
por las piernas y el vientre y la cintura. Se detenían, mirándose, y las risas les crecían y se
les contagiaban como un cosquilleo nervioso. Se salpicaron y se agarraron dando gritos,
hasta que ambas estuvieron del todo mojadas, jadeantes de risa”.
2. Tiene una visión limitada. Nos lo cuenta desde su punto de vista y está limitado por sus
percepciones. No puede estar en todas partes ni verlo todo, así como tampoco puede saber lo que
piensan los demás personajes.
3. Describe y sugiere. Como consecuencia de los dos puntos anteriores, el narrador observador no
puede explicarnos los porqués de las acciones de otros personajes y rara vez realiza juicios de valor.
Se limita a describir lo que ve o vio y, en todo caso, nos sugiere en alguna ocasión lo que cree que
pasa, siempre desde su punto de vista.
4. Aporta credibilidad. Aporta el realismo de que realmente están sucediendo esos hechos, es
como cuando alguien te cuenta de primera mano lo que ha visto. Se crea una conexión directa
entre el lector y el narrador, casi como si éste se estuviese confesando con el primero.
5. Emplea el lenguaje del personaje. El narrador testigo siempre ha de expresarse como lo haría
el personaje que está relatando los hechos. Si se trata de un niño que nos cuenta la historia que
ha presenciado, no puede hablar como un adulto; si un policía escribe un informe sobre un
altercado, lo contará con el lenguaje con el que redacta sus informes…
6. El narrador no es el autor. Y la voz del narrador no debe usarse como una forma de
introducirse en la propia historia, sino que debe tener vida propia y estar justificada dentro del
desarrollo del cuento o de la novela. Cuando se usa un narrador testigo, debe ser porque es la
mejor manera de contar esa historia
Los límites del narrador
Aunque en el género del cuento, por su brevedad, suela usarse un sólo narrador, la novela
actual ha tendido a romper todos los corsés a los que estaba sujeta y ahora es frecuente leer
novelas que poseen más de un tipo de narrador.
Los narradores en primera persona han sido considerados más verosímiles que los de
tercera porque siempre se tiende a creer más los informes directos que los indirectos; sin
embargo, estos narradores son esencialmente subjetivos y nos presentarán sólo una parte
de la acción o bien un único aspecto de los personajes y crean muchos problemas porque a
veces el escritor salta de la primera persona al narrador omnisciente (nunca el narrador en
primera persona puede saber lo que piensa otro personaje).
En lo que a narradores en tercera persona concierne, el narrador omnisciente, por ejemplo,
es propio de la novela del siglo XIX, pero en la novela actual se le considera desfasado
porque construye una narración demasiado forzada y poco humana. Es el más sencillo de
utilizar porque no tiende a dar problemas formales.
El narrador observador crea frialdad, recuerda el lenguaje cinematográfico y puede
quedársenos demasiado en la superficie. Requiere una trama argumental muy interesante
porque no puede esconderse en sentimientos ni en percepciones subjetivas del autor.
Aunque estos cuatro tipos de narradores sean los "formales", ha estallado un universo de
combinaciones y variaciones incontables entre ellos. Otras opciones utilizadas son: el yo
en primera persona que a veces se transforma en nosotros, o bien el yo que no es una sola
persona sino varias, o cuando aparece el narrador en segunda persona.
¿Cómo dosifica la información el narrador?
La mala noticia es que no hay una respuesta correcta a esta pregunta o, mejor dicho, no
hay una única respuesta correcta. La buena es que a medida que se van conociendo las
características de cada narrador, resulta más sencillo reflexionar sobre ello y decidirse por
una de las opciones.
Lo importante a la hora de elegir un narrador determinado es tener claro qué se quiere
contar y cómo, así como las sensaciones que pretendéis crear en el lector. Sabiendo esto,
tendremos a nuestro narrador. A veces la decisión puede ser más intuitiva que racional. Lo
importante es que nos sintamos cómodos con el narrador escogido.
El tiempo
El tiempo en el que se escriben cuentos y novelas está más relacionado con el tiempo
psicológico que el tiempo cronológico. El tiempo real o cronológico que es el que viven
tanto el autor como el lector no está presente en la novela, sino que esta se desliga del
tiempo real y pasa a situarse en un tiempo psicológico, aquel que nuestra percepción de la
realidad no puede describir, pero sabemos que existe en nuestra psiquis (ejemplo: el tiempo
que parece pasar instantáneamente cuando estamos disfrutando, y el tiempo que se hace
largo cuando estamos sufriendo, aunque realmente es el mismo tiempo cronológico, pero
nuestra mente nos hace alargar o acortar su duración de acuerdo a la situación que estemos
viviendo).
El tiempo del narrador
El punto de vista temporal es la relación que existe en toda novela entre el tiempo del
narrador y el tiempo de lo narrado, reduciéndose a tres posibilidades que pueden ampliarse
en las variaciones de las mismas, a saber:
a)El tiempo del narrador y el tiempo de lo narrado pueden coincidir en uno solo, en este caso
el narrador narra desde el presente gramatical
b)El narrador puede narrar desde un pasado hechos que ocurren en el presente o en el futuro
c)El narrador puede situarse en el presente o en el futuro para narrar hechos que han
ocurrido en el pasado (mediato o inmediato).
Lo normal a lo largo de una novela es que se produzcan estos saltos o mudas de tiempo, y
deberían pasar inadvertidas al lector. Cuanto más inadvertidas pasen al lector y menos
llamativas sean podrán ser más eficaces en cuanto al poder de persuasión
Vamos a romper el tiempo
PROLEPSIS
ANALEPSIS
SUMARIO
ELIPSIS
ACRONÍA
UCRONÍA
Prolepsis
Es una especie de resumen. Este recurso se utiliza para comprimir hechos y acciones. No
se especifican detalles, lo hace es comprimir las acciones.
Elipsis
Esta ruptura temporal, se utiliza para eliminar líneas argumentales y conseguir que la
historia de saltos hacia adelante, cuando le convenga al autor, dinamizándola, o bien,
ocultando información que se irá descubriendo a medida que transcurre la historia. La
Elipsis sólo apunta un hecho, indica algo sin dar información. Los datos y detalles los pasa
por alto, no se explican los motivos.
Acronía
Este recurso consiste en que dos líneas temporales se van entrelazando a lo largo del relato.
Ucronía
Situarse en un momento histórico concreto, en el que el lector sabe lo que pasó, y a partir
de ahí, decir que eso no ocurrió. Se trata de imaginar que hubiera pasado si las cosas no
hubiesen sucedido como lo han hecho, sino de otra forma.
El narrador y el nivel de realidad
El nivel de realidad en una novela se refiere al nivel o plano de realidad en el que se sitúa
el narrador y el nivel o plano de de realidad en que transcurre lo narrado. Pueden coincidir
o ser diferentes, lo que va generando ficciones distintas. Se pueden identificar dos planos
en cuanto al mundo que relatan las novelas: el mundo real (perfectamente verificable por el
lector) y el mundo fantástico (el mundo de lo mitológico, mágico, milagroso, legendario,
etcétera).
En el narrador de una obra se pueden observar fácilmente en que plano de realidad se
encuentran, y muchas de ellas juegan con recursos diferentes al utilizar distintos puntos de
vista en donde un narrador-omnisciente o narrador-personaje narre la historia desde un
punto de vista realista, y otro narrador-personaje o narrador-omnisciente comience a
narrarla desde un punto de vista fantástico.
Vargas Llosa añade en estas relaciones es que sin salir del plano de la realidad, las obras se
pueden sumergir en dos mundos perfectamente comprobables por los lectores, a saber, el
mundo objetivo (un mundo de hechos, cosas, personas, que existen de por sí) y un mundo
subjetivo (el mundo de la interioridad o psiquis humana, un mundo de emociones,
pensamientos, pasiones, fantasías, sueños, entre otros), y sin embargo la novela escrita en
cualquiera de los dos mundos no escapa del plano real al que pertenecen el autor y el
lector.
La mirada del escritor
Enrique Planas
Degas: Ensayo de danza
Pastel sobre lienzo (1874)
Visión fugaz y secreta de un estudio de ensayo
Movimiento fluido, graciles cuerpos
Trazos enérgicos y rápidos del pastel.
El verdadero interés de Degas no eran las bailarinas ni la danza: le fascinaba era el
movimiento de formas y siluetas abstractas y las gráciles armonías de los colores.
Fra Angélico: La Anunciación
La anunciación (1441)
Descripción: María se arrodilla e inclina la cabeza aceptando
humildemente el mensaje de Gabriel. Al lado, San Pedro alienta
al espectador a contemplar con recogimiento.
Características: calma, orden, sencillez
Las formas rígidas y simplificadas y su sensible tratamiento de
la luz y el color revelan los últimos avances del arte florentino.
Artemisia Gentileschi: Judih y Holofernes (1620)
(Roma 1593-Napoles 1652)
Momento brutal: Judith separa la cabeza de Holofernes de su cuerpo. La sangre mancha
todo el lecho. La luz intensa realza la tensión.
Dramatismo, la luz y el colorido, típicos de la pintura barroca.
Jean Auguste Ingres: La bañista de Valpincon
(Montauban 1790-París 1867) (1808)
Belleza clásica. Erotismo frío y lánguido que se torna ambiguo por su negativa a afrontar
la mirada del espectador.
El único movimiento: el pequeño surtidor de agua (abajo).
Ingres fue una de las figuras punteras de la tradición clásica en la Francia del siglo XIX.
Pintó numerosas escenas orientales idealizadas y exóticas con voluptuosaso desnudos, sin
salir de Europa.
René Magritte: La traición de las imágenes (1929)
(Lessines 1898, Bruselas 1967)
Llevar la contraria a la realidad.
Títulos sin sentido a cosas que no necesitan título, negando lo evidente.
Pero la frase advierte que no se debe confundir la imagen de un objeto con el
objeto tangible y real.
En crisis: los conceptos de definición y representación. Las cosas no son lo que
parecen.
Desafío al orden establecido y un ataque a la manera habitual de ser y pensar.
Lorenzo Bernini: El éxtasis de santa Teresa
(Napoles 1598-Roma 1680)
La santa tuvo una visión: un ángel le clava un dardo de oro en el
corazón.
Desvanecida en el abandono físico y espiritual (simbolo de su amor
a Dios) la santa expresa la intensidad de la experiencia mística.
Este mármol es ejemplo del espíritu barroco: dramatismo, emoción
y movimiento.
Lucian Freud: Muchacha con perro blanco (1952)
(Berlín 1922)
Kathleen, primera esposa del artista y un bull terrier inglés,
reclinados en el sofá.
Tonos pálidos. Escena fría, sencilla.
Complicidad entre mujer y perro, observandonos con mirada serena
pero intensa.
Descripción magistral y obsesiva de la carne humana, con
imperfecciones exhibidas con descaro.
Caravaggio: Las dudas de santo Tomás
(Caravaggio 1571-Porto Ercole 1610)
La cabeza de Cristo y los tres apóstoles son el foco de la composición.
Tensión dramática. Fuerza y proximidad. Realismo intenso producido por la luz severa y
las oscuras sombras (claro oscuro) no existe fondo.
Rechazo a la idealización.
La incredulidad de Santo Tomás
(Sobre el cuadro de Matthias Stom)
(José Ovejero)