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Films que hacen filosofía I

Tesis principal y objeciones


Tesis principal
La enseñanza de la filosofía en nuestras escuelas recurre habitualmente, desde hace ya décadas, al uso de
ciertos films con el propósito de ilustrar tesis filosóficas. Afirmar que un film puede ilustrar una tesis de este
tipo constituye, dentro del amplio espectro de posibles modos de comprender la relación entre cine y filosofía,
una afirmación más bien débil. En el otro extremo de dicho espectro se encuentra la afirmación más fuerte que
puede hacerse al respecto, a saber, que un film puede hacer filosofía; o sea, que un film puede argumentar de un
modo estrictamente filosófico, puede proveer contraejemplos de tesis filosóficas, puede así mismo establecer
tesis filosóficas nuevas.
En este curso, pretendemos defender una versión más bien moderada de la versión más fuerte antes mencionada.
O, para ser más precisos, pretendemos comprender algunos problemas filosóficos fundamentales sobre la base
de esta versión moderada. Para decirlo de otro modo, en el análisis concreto de algunos films particulares puede
llevarse a cabo este doble propósito: poner en marcha una defensa de dicha tesis moderada al mismo tiempo que
aprehendemos el problema filosófico fundamental que se encuentra en juego. La posibilidad de alcanzar cabal
comprensión de un problema de esta naturaleza es evidencia inequívoca de que dicha versión es correcta.
Esta versión moderada de la tesis fuerte puede expresarse de un modo distinto: las tesis filosóficas (o problemas
filosóficos portados por estas) pueden ser proyectadas en una pantalla (screened) o son susceptibles de serlo. La
posibilidad de esta proyección, y considerando que dicha proyección supone las características propias de toda
imagen en movimiento (y las propiedades de la dualidad espacio-tiempo así alcanzada), la esencia del cine como arte
independiente, es una demostración de la naturaleza intrínsecamente filosófica de un film o de la inherente
disposición de toda tesis filosófica a llegar a ser proyectada.

Tomando en consideración la imponente existencia de la industria cinematográfica actual, con la concomitante


inscripción forzosa del cine dentro del ámbito de la cultura popular, no debe sorprendernos la no menor cantidad de
investigadores que se resisten a aceptar la tesis aquí defendida. Sin embargo, puesto que la filosofía en cuanto
disciplina orientada desde siempre a la regulación interna de la vida humana concreta (más que a ser el objeto de
estudio abstracto dentro de una organización institucionalizada) se encuentra íntimamente familiarizada con los
aspectos esenciales de la existencia humana, no resulta de ningún modo improbable que un fenómeno emergente e
indudablemente relevante de la cultura popular, como es el cine, pueda asimilar sin dificultad ninguna aquellos
aspectos esenciales de nuestra existencia.
Objeciones
Carácter explícito
Una de las críticas ya usuales a la posibilidad de proyectar tesis filosóficas es aquella que repara en la
ausencia en un film del carácter explícito de la presentación del argumento o demostración que es propio de un
texto genuinamente filosófico. Los textos filosóficos presentan de modo explícito la argumentación respectiva,
pero un film, y en general toda forma de arte, si ha de ser considerado como poseyendo contenido filosófico o
simplemente haciendo filosofía, presenta dicha argumentación de modo implícito. Así, pues, puede decirse que un
film, en lo relativo a la expresión de su contenido, debe ser considerado ambiguo.
El origen de este juicio crítico puede retrotraerse a la filosofía platónica. Platón niega a las artes visuales, a todo
arte que recurra a imágenes, vocación por la verdad; de acuerdo con la metafísica platónica (presentada de modo
sucinto en la alegoría de la caverna (República, libro VII)) lo real no es lo dado a la percepción, sino lo dado al
entendimiento: la carga ontológica la sostienen los conceptos (Paradigmas o Formas), no sus instancias (lo real
es el tipo, no el ejemplar). Toda imagen, por lo tanto, desorienta al sujeto cognoscente respecto de la verdad.
De acuerdo a lo anterior, puede afirmarse que, según la siempre persistente perspectiva platónica, un arte como el cine
(arte cinemático), eminentemente visual, desorienta al observador respecto de la verdad, o sea, un film ha de ser
considerado epistemológicamente inferior a una obra escrita como un texto filosófico. El arte en todas sus formas apela
a las pasiones del hombre y no a su intelecto, con su consecuente degradación moral.
La objeción que estamos discutiendo justamente se inscribe dentro de una perspectiva platónica: las imágenes no son
capaces de, les es intrínsecamente imposible, expresar de modo explícito un argumento filosófico; los textos filosóficos
precisamente son explícitos y no ambiguos.
Ahora bien, las imágenes, de acuerdo con los defensores de esta objeción, si pueden articular una tesis filosófica, lo
hacen implícitamente; el crítico sólo puede interpretar, pero las interpretaciones son múltiples.
Sin embargo, la objeción en cuestión parece estar fundada en prejuicios más que en razones: el uso de imágenes no
necesariamente impide expresar con claridad una tesis; la misma alegoría de la caverna es un relato que apela a la
imaginación y no por esto es incapaz de expresar la teoría metafísica de Platón con claridad. Por otro lado, la historia
de la filosofía ofrece múltiples ejemplos de filósofos que desconfían del pensamiento sistemático: así, la filosofía no
está obligada a expresarse mediante un discurso racional sistemático, un discurso que desprecie el poder de las
imágenes.
Generalidad
Las afirmaciones centrales en un texto filosófico suelen ser de carácter general o universal. Una obra de
este tipo aspira a establecer verdades universales. Este carácter contrasta con el carácter particular de las artes
visuales como el cine. Los relatos (narrativa) que constituyen un film son indudablemente de carácter particular
o describen eventos cuya articulación depende de individuos. Al constatar, pues, este contraste entre filosofía y
cine, parece muy difícil concebir la posibilidad de que una tesis filosófica sea proyectada (screened). Al parecer,
tendremos que contentarnos, si nos aferramos al propósito de lograr que un film haga filosofía, con que el cine
sólo pueda producir obras que se limiten a exhibir sujetos que lleven a cabo una labor filosófica: la grabación y
reproducción de la conferencia de un filósofo profesional, por ejemplo; lo mismo podría hacerse con sujetos que
lleven a cabo una demostración matemática: ¿podríamos entonces afirmar que el cine hace matemáticas? No.

Para poder dejar atrás esta objeción de generalidad, tenemos que encontrar un rasgo que sea común al cine y a la
filosofía. Este rasgo o factor común entre estas dos actividades es el rol que en ambas juegan los relatos; téngase
presente que un relato apela a imágenes, a entidades de naturaleza eminentemente sensorial, sobre todo visual.
Examinando con atención la historia de la filosofía, resulta fácil constatar el uso filosófico frecuente de cierto
tipo de relatos, a saber, los experimentos mentales. Este tipo de relato describe una situación hipotética
particular que pretende articular algún principio o afirmación teórica de carácter universal: el símil de la caverna
opera de este modo; así mismo los experimentos mentales diseñados por Putnam, Wittgenstein, Parfit,…etc.
En consecuencia, las tesis filosóficas son susceptibles de proyección cinemática debido a que exhiben capacidad
natural para albergar en su estructura interna relatos del tipo de los experimentos mentales. Más abajo
tendremos que volver sobre este tema.

Imposición
Esta objeción a la posibilidad de que una tesis filosófica sea susceptible de proyección cinemática es la
siguiente: toda interpretación de un film particular que ponga a la vista un cierto contenido filosófico como un
elemento articulatorio esencial de dicho film, o sea, que muestre al film filosofando es atribuible al intérprete; el
film es usado por este para poner en marcha una reflexión filosófica, pero el film mismo no hace filosofía. Así,
pues, afirmar que un film hace filosofía es más bien fruto de una imposición que el intérprete hace sobre el film.
Si usamos en la escuela un cierto film para enseñar alguna tesis filosófica (Blade Runner para enseñar la tesis
funcionalista en filosofía de la mente, por ejemplo), no afirmamos que el film ha hecho una contribución a la
filosofía, sino que es útil para inspirar en los alumnos el interés en la naturaleza de la mente. Así, entonces, la
contribución filosófica ha sido hecha por el filósofo que se sirve del film, pero no por el film mismo.
Seguramente podemos considerar que esta objeción resulta en cierta medida atendible desde el punto de vista de
la evaluación de una interpretación, esto es, de una consideración de las condiciones bajo las cuales una cierta
interpretación debe ser juzgada como correcta o incorrecta. De acuerdo con esto último, la objeción en cuestión,
más que un argumento en contra de la posibilidad del film como filosofía, expresa un principio regulativo como
el siguiente:
Cuando se hace una interpretación de algún film, téngase el cuidado de no imponer sobre dicho film
una interpretación inapropiada.
Ahora bien, ¿cómo sabemos cuando una interpretación de un film es una imposición inapropiada sobre este?
Hay dos tipos de interpretación: la interpretación orientada según el autor del film y aquella orientada según la
audiencia. Sin duda, la más relevante es la primera, la cual es gobernada por la siguiente regla:
No atribuir a una obra de arte, un film en nuestro caso, un significado que el creador de dicha obra no
podría haber pretendido (no podría haber tenido la intención de) darle.
Así, entonces, ya tenemos un método para decidir cuándo una interpretación es o no una imposición inapropiada
sobre el film respectivo. Con seguridad hay interpretaciones orientadas según la audiencia que resulten buenas
contribuciones filosóficas, pero estas contribuciones no pueden ser atribuidas al film. Las únicas
interpretaciones que son relevantes en este nuestro caso son aquellas orientadas según las intenciones y
concepciones propias del autor o creador del film.
Vale la pena hacer una advertencia: prácticamente desde siempre los distintos investigadores pertenecientes al
campo de la filosofía del cine han intentado formular una teoría general que elucide la naturaleza del cine como
arte (con identidad propia); sin duda, las teorías de investigadores como Cavell, Bazin, Kracauer, etc. han de ser
consideradas valiosas dentro del ámbito de un dominio teórico joven y emergente. Sin embargo, no es insensato
intentar una aproximación empírica a dicho campo de investigación que se despliegue mediante análisis de
films particulares.

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