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V

EL ARTISTA FRENTE A SU ÉpOCA Y A SU


AMBIENTE
Un público que no colabora con el arte que crece, el arte
cuyo lenguaje hay que entender, como veremos más
tarde. El artista creador comienza entonces a sentirse
aislado porque ya no forma parte de una
comunidad, porque esta ya no existe. El artista, que
siente intuitivamente todo lo que acontece en el momento
mismo en que sucede, tanto en su vida privada como en
lo cultural y lo político, refleja todo eso en su obra, y por
eso, esta muchas veces es rechazada por
«desagradable». Pero este aislamiento no es debido
únicamente a la incom- prensión del público, también se
debe a su propia falta de responsabilidad al no darse
cuenta de que hay un camino para ponerse al servicio de
la sociedad en la que vive.
A mi modo de ver, el camino para salir del caos muchas
veces originado por las «argollas» de los galeristas es el
de la integración de las artes plás- ticas en la arquitectura
y, con esta integración, la incorporación nuevamente del
arte en la sociedad. La aseveración errónea de que un
trabajo integrado es menos creativo que uno «libre» se
puede rechazar fácilmente al con- templar la mayoría de
las obras que encontramos en los museos. La única
diferencia entre la llamada obra «libre» y la «integrada»
consiste en que la «libre» es movible, puede estar hoy
aquí y ser llevada mañana allá, mientras que la
«integrada» es inamovible.
Los ambientes

Así como la época ejerce una influencia sobre el


artista, también influyen en él los diferentes
ambientes. Para evitar estos choques hay que saber y
hacer saber a quienes nos rodean que en la vida de un
artista creador hay ámbitos donde nadie puede entrar y
que el artista debe cuidar celosamente para que su
vocación pueda evolucionar, no sea que se ahogue en los
menesteres cotidianos. Por eso, estimado señor, ame su soledad y soporte el
sufrimiento que le causa, profiriendo su queja con
acentos armoniosos. Si, como dice, siente que están lejos
de usted los seres más alle- gados, es señal de que ya
comienza a ensancharse el ámbito en derredor suyo. Y si
lo cercano se halla tan lejos, es que la amplitud de su vida
ha crecido mucho y alcanza ya las estrellas. Un algo
común, que sea sencillo, modesto, sincero, que no tenga
necesidad de alterarse, aunque usted siga
transformándose más y más cada día.
Ame la vida que en ellos se manifiesta en forma extraña a la
suya propia. Y sea indulgente con aquellos que van
envejeciendo, y temen la soledad en que usted tanto
confía. Evite enconar con nuevos motivos el drama siempre
tenso entre padres e hijos, que en los jóvenes consume muchas
fuerzas, y en los ancianos corroe ese cariño que siem- pre obra
y da su calor, aun cuando no comprenda... No les pida
consejo, ni cuente con su comprensión. Pero tenga fe en un
amor que le queda reservado como una herencia, y abrigue la
certeza de que hay en este amor una fuerza y también una
bendición, de cuyo ámbito no necesita usted salirse para llegar
muy lejos.
1 Carta IV de Cartas a un joven poeta. El último ámbito
del que hablaremos es el que el artista debe crear para
proteger su obra en desarrollo. Debe forjarse una vida
dedicada continuamente a sus obras, una vida cotidiana
que obedece a un ritmo interno creador. Se dice que
todos los días trabajaba exactamente a la misma hora en
su escritorio.
Yo creo que el ritmo de trabajo es lo más importante en la
vida de un artista y que este lo llevará a comprender la
importancia de la concentración y de la
soledad. Volviendo a hablar de la soledad, aparece cada
vez más clara- mente que ella no es, en rigor, nada que se
pueda tomar o dejar. Y, al igual que en aquel hombre
transportado a la cima de una montaña, surgen entonces
aprensiones insólitas, sensaciones extrañas, que parecen
rebasar todo lo humanamente soportable. El que los
hombres hayan sido cobardes en este terreno ha causado
infinito daño a la vida.
2 Carta VIII de Cartas a un joven poeta. La soledad y el
silencio, al comienzo muy difíciles de soportar, ejercen tal
presión sobre el artista que producen en él imágenes a veces
incomprensibles incluso para él mismo, y se transfor- man a
través de su trabajo continuo en obras de arte creadas por una
necesidad interior. En este caso tendríamos que preguntarnos si
un arte puede ser moral o inmoral. «Seguramente no son las
obras de arte las que son inmorales sino más bien sus ojos que
las miran con malicia».

Ahora bien, hay obras de teatro y películas contemporáneas que


tienen un fondo inmoral que no llegan a ser obras de
arte, porque a veces describen situaciones familiares, sociales o
políti- cas en las que los hombres viven y actúan
inmoralmente, y al final de la obra no se llega a ninguna
solución, más bien todo queda en una mera descripción de un
ambiente morboso. Pero el autor lleva al lector o espectador, al
final, a la claridad y a la redención del hombre.

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