AMBIENTE Un público que no colabora con el arte que crece, el arte cuyo lenguaje hay que entender, como veremos más tarde. El artista creador comienza entonces a sentirse aislado porque ya no forma parte de una comunidad, porque esta ya no existe. El artista, que siente intuitivamente todo lo que acontece en el momento mismo en que sucede, tanto en su vida privada como en lo cultural y lo político, refleja todo eso en su obra, y por eso, esta muchas veces es rechazada por «desagradable». Pero este aislamiento no es debido únicamente a la incom- prensión del público, también se debe a su propia falta de responsabilidad al no darse cuenta de que hay un camino para ponerse al servicio de la sociedad en la que vive. A mi modo de ver, el camino para salir del caos muchas veces originado por las «argollas» de los galeristas es el de la integración de las artes plás- ticas en la arquitectura y, con esta integración, la incorporación nuevamente del arte en la sociedad. La aseveración errónea de que un trabajo integrado es menos creativo que uno «libre» se puede rechazar fácilmente al con- templar la mayoría de las obras que encontramos en los museos. La única diferencia entre la llamada obra «libre» y la «integrada» consiste en que la «libre» es movible, puede estar hoy aquí y ser llevada mañana allá, mientras que la «integrada» es inamovible. Los ambientes
Así como la época ejerce una influencia sobre el
artista, también influyen en él los diferentes ambientes. Para evitar estos choques hay que saber y hacer saber a quienes nos rodean que en la vida de un artista creador hay ámbitos donde nadie puede entrar y que el artista debe cuidar celosamente para que su vocación pueda evolucionar, no sea que se ahogue en los menesteres cotidianos. Por eso, estimado señor, ame su soledad y soporte el sufrimiento que le causa, profiriendo su queja con acentos armoniosos. Si, como dice, siente que están lejos de usted los seres más alle- gados, es señal de que ya comienza a ensancharse el ámbito en derredor suyo. Y si lo cercano se halla tan lejos, es que la amplitud de su vida ha crecido mucho y alcanza ya las estrellas. Un algo común, que sea sencillo, modesto, sincero, que no tenga necesidad de alterarse, aunque usted siga transformándose más y más cada día. Ame la vida que en ellos se manifiesta en forma extraña a la suya propia. Y sea indulgente con aquellos que van envejeciendo, y temen la soledad en que usted tanto confía. Evite enconar con nuevos motivos el drama siempre tenso entre padres e hijos, que en los jóvenes consume muchas fuerzas, y en los ancianos corroe ese cariño que siem- pre obra y da su calor, aun cuando no comprenda... No les pida consejo, ni cuente con su comprensión. Pero tenga fe en un amor que le queda reservado como una herencia, y abrigue la certeza de que hay en este amor una fuerza y también una bendición, de cuyo ámbito no necesita usted salirse para llegar muy lejos. 1 Carta IV de Cartas a un joven poeta. El último ámbito del que hablaremos es el que el artista debe crear para proteger su obra en desarrollo. Debe forjarse una vida dedicada continuamente a sus obras, una vida cotidiana que obedece a un ritmo interno creador. Se dice que todos los días trabajaba exactamente a la misma hora en su escritorio. Yo creo que el ritmo de trabajo es lo más importante en la vida de un artista y que este lo llevará a comprender la importancia de la concentración y de la soledad. Volviendo a hablar de la soledad, aparece cada vez más clara- mente que ella no es, en rigor, nada que se pueda tomar o dejar. Y, al igual que en aquel hombre transportado a la cima de una montaña, surgen entonces aprensiones insólitas, sensaciones extrañas, que parecen rebasar todo lo humanamente soportable. El que los hombres hayan sido cobardes en este terreno ha causado infinito daño a la vida. 2 Carta VIII de Cartas a un joven poeta. La soledad y el silencio, al comienzo muy difíciles de soportar, ejercen tal presión sobre el artista que producen en él imágenes a veces incomprensibles incluso para él mismo, y se transfor- man a través de su trabajo continuo en obras de arte creadas por una necesidad interior. En este caso tendríamos que preguntarnos si un arte puede ser moral o inmoral. «Seguramente no son las obras de arte las que son inmorales sino más bien sus ojos que las miran con malicia».
Ahora bien, hay obras de teatro y películas contemporáneas que
tienen un fondo inmoral que no llegan a ser obras de arte, porque a veces describen situaciones familiares, sociales o políti- cas en las que los hombres viven y actúan inmoralmente, y al final de la obra no se llega a ninguna solución, más bien todo queda en una mera descripción de un ambiente morboso. Pero el autor lleva al lector o espectador, al final, a la claridad y a la redención del hombre.