Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Programa de Filosofía
lllopez@mail.uniatlantico.edu.co
En este punto, presentaré la pintura que, considero, revela la esencia del pintor, los rasgos
de su personalidad, su visión con respecto a la vida, su aguda observación y la verdad sobre
el ser humano que buscaba develar con ella: La danse au Moulin Rouge de 1890. Se trata
de una pintura alegre y colorida en donde se ve a la joven Louise Weber, la Gouloe, danzar
al lado de Auguste Renaudin en el Moulin Rouge. En estas mismas épocas, nuestro pintor
se enfrenta a la creación de los primeros afiches, y busca inspiración en la Gouloe, a quien
pinta más de una vez y la convierte en protagonista de varios carteles del Moulin Rouge.
La embriaguez dionisiaca vuelve a juntar a los individuos, y los hace sentirse como una
sola cosa, pensaba Nietzsche, y es esto lo que encontramos en La danse… Un tumulto de
personas disfrutando de una noche alegre, mientras dos jóvenes se toman la pista para
bailar y coquetearse sin la menor inhibición, si bien es cierto que el lugar físico hacía que
las personas se reunieran en la fiesta, el goce y la embriaguez de los cuerpos, la pintura es
la que universaliza aquella congregación y nos comparte el instante que, en algún momento
fue efímero, lo vuelve presente para todos aquellos que observamos la pintura, y de esta
manera, nos hace partícipes de la fiesta.
Gadamer consideraba que la fiesta era esa ruptura del presente, la obra de arte se vuelve
una celebración y nos despoja del tiempo. La obra como festividad, implica comunidad en
su forma más completa, y no se trata de una multitud reunida por ninguna razón, sino de
una actividad intencional, en donde las personas buscan integrarse a un colectivo para
olvidar sus vidas personales, o para llenar esta de la energía que recibe de los otros. Tal es
el caso de Toulouse- Lautrec, quien pintaba no como un extraño, mas como parte del
colectivo, era popular, desinhibido, amigable y pintaba a la par que disfrutaba de los
espectáculos y bebía como loco, lo cual le provocó varios problemas de salud que
aparecerían con los años.
La Goulue en las obras de Lautrec, parece que nunca se cansara, siempre hay algo en ella
de flexible y festivo, el solo verla nos invita a demorarnos para participar de su coqueteo, o
para ver las formas de sus pies y su falda al aire. Participamos del amor de Henri por esa
gente y del afecto que esa gente sentía por él, porque esa era su forma de mostrarles respeto
y amor. Sus trazos fugaces, resultan ahora eternos como las ráfagas del recuerdo, el tiempo
festivo de la obra nos articula y nos une como seres humanos, bailamos y nos movemos
como lo hacía el pintor, sin necesidad de mover un solo pie, y es como si él , Toulouse-
Lautrec, siempre hubiera tenido la intención de quitarle la máscara a quienes vieran la
pintura, y hacerles caer en cuenta de que, de alguna manera él nos conoce a nosotros y
nosotros a él.
Para concluir, Henri de Toulouse- Lautrec no solo celebra su vida, sino la de todos los seres
humanos que admiramos su obra, recrea las categorías de Juego y Fiesta que conocemos de
la filosofía de Gadamer; y, puede que no haya nadie que pueda, al menos en la pintura
moderna, retratar con más exactitud a Dionisio vivo, haciendo de cada obra el testimonio de
sus propias experiencias y deseos desenfrenados.