crecen a un alto ritmo Cada vez hay más países del sudeste asiático que buscan imitar a China y aplican su misma receta de crecimiento. Con mejoras en sus infraestructuras, bajos costos laborales y mayor productividad, Vietnam, Myanmar, Camboya y Laos se posicionaron en el último tiempo como los nuevos polos industriales del mundo, y llevan un ritmo de crecimiento sostenido de la mano de las exportaciones de manufacturas y commodities. Pasaron de sistemas centralizados a un modelo basado en el mercado abierto con estímulos al desarrollo de la empresa privada, que se tradujo en inmensas inversiones y llegada de compañías multinacionales.
Por sus altas tasas de crecimiento, algunos
economistas se aventuran a llamarlos los “nuevos tigres asiáticos”, en referencia a Corea del Sur, Singapur, Hong Kong y Taiwán, que entre 1960 y 1990 experimentaron un proceso similar. Tres de estos países pasaron de sistemas socialistas y planificados a economías de libre mercado: Vietnam, Laos y Camboya. En tanto, Myanmar terminó en 2011 con una dictadura militar de 50 años y empezó un camino de liberalismo económico (pese a volver a la dictadura).
El crecimiento de estas economías llevó una serie de
beneficios para sus poblaciones: hay más oportunidades de trabajo, crecen los ingresos, hay una optimización de los empleos y más personas se trasladan a las ciudades, lo que les permite acceder a mayores servicios públicos, como salud y educación. A diferencia de Corea del Sur, Singapur, Hong Kong y Taiwán, en su momento, estos países están todavía muy subdesarrollados y gran parte del crecimiento se explica por la baja base de ingresos.
Vietnam es la excepción, porque tiene una economía
más grande y está en la etapa de maduración de sus ingresos medios. Laos, Camboya y Myanmar aún son economías muy pobres, y tal vez es muy prematuro describirlas como «tigres». Además, el PBI es muy pequeño, aunque Myanmar va a ser una economía grande en algún punto, y es una de las que crece a mayor ritmo. Demanda
El cambio de China de una economía basada en las inversiones a una
basada en el consumo es una buena noticia para los países productores de bienes y servicios que le interesan a China, ya que notarán un aumento en la demanda. Por otro lado, muchos de los países asiáticos que tienen su economía basada en los productos primarios, como el petróleo y los minerales, van a preocuparse, ya que las inversiones que antes se destinaban a ellos se enfocarán en los productos de consumo. Pero, además, el gobierno chino necesita que sus ciudadanos tengan mejores remuneraciones salariales, lo que le quita competitividad a sus fábricas. Los salarios del sector fabril en China aumentaron un 14% al año en la última década. El trabajador industrial promedio gana unos 700 dólares al mes frente a los 250 en Vietnam, 140 en Laos, 130 en Camboya y 110 en Myanmar. Por ese motivo, en términos de producción, China está mudando cada vez más algunas instalaciones a países del sudeste asiático. Sigue los pasos de Japón, que es la nación con nivel más alto de inversión en la región. Camboya, Laos y Myanmar ya se incorporan a las cadenas de producción de las empresas chinas: compran bienes intermedios y venden artículos de consumo, como prendas de vestir y zapatos.
Si bien China es una de las mayores responsables del impulso
económico de los países del sudeste asiático, estas cuatro naciones deberán lograr diversificar su producción y los destinos de sus exportaciones para no caer en la dependencia excesiva de una única economía.