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Tejidos Aymaras

La textilería es la actividad característica de la cultura aymara. Sus técnicas y estilos han sido transmitidas de generación en generación,
especialmente por las mujeres que desde pequeñas crean sus primeras piezas. Comienzan el oficio utilizando el telar de cintura, haciendo fajas y
bolsos, luego pasaran al telar horizontal de cuatro estacas de mayor complejidad. Con una cantidad reducida de herramientas, las artesanas aymaras
generan tejidos de utilidad doméstica y laboral, de una gran prolijidad y calidad.
Hilan los vellones con un pequeño huso de madera, luego pasan a confeccionar los tejidos con el telar. Las lanas de alpaca como las de llama se usan
en su color natural, las de oveja son teñidas. En los diseños representan su cosmovisión y pertenencia comunitaria.
Los hombres fabrican sogas con distintos tipos de torcido y trenzado, son utilizadas para el trabajo con animales y el transporte de mercaderías.
Vestimenta
Antes de la conquista española, mujeres y hombres vestían camisas de lana de camélidos amarradas a la cintura con una faja también tejida. Llevaban unas bolsas
- "chuspas" - donde transportaban hojas de coca y otras hierbas. Calzaban sandalias de cuero; usaban el pelo largo, a veces arreglado con trenzas. Gorros cónicos y collares
completaban su indumentaria.
Hoy, la vestimenta aymara femenina suele ser un vestido largo o asko de color negro o marrón que se sujeta a los hombros con prendedores, también llevan una  wincha (faja)
muy ceñida a la cintura. Los hombros se los cubren con una pañoleta tejida y adicionalmente una manta anudada al pecho para cargar a los niños o alimentos. Se recogen
hacia atrás el largo cabello con dos trenzas unidas en la espalda con bolitas de lana. Llevan un sombrero de paja, aros y coloridos collares. Las que habitan áreas urbanas
visten camisas, mantillas finamente bordadas y varias faldas superpuestas.
Los hombres usan un pantalón sostenido por una faja y una camisa tejida o unku, cubiertos por un poncho de lana en colores vistosos o tonos naturales y marrones. Suelen
llevar gorros tejidos con orejeras en diferentes colores, que sirven como protección del viento y la lluvia durante las labores en el campo. Esta indumentaria se completa con
la ch’uspa, una bolsa trenzada con unas bolitas de lana colgando, usada generalmente para llevar las hojas de coca.
El arte del tejer
Las mujeres aymara aprendían desde pequeñas el oficio del hilado, torcido y tejido de la lana,
heredado de generación en generación. En la adolescencia, ya manejaban las principales
técnicas textiles y de bordado, con el fin de reforzar y adornar las prendas.
Cada pieza textil da cuenta de un largo proceso, que se inicia con el pastoreo de los animales en los bofedales y tierras altas del altiplano. Luego de la esquila, las
mujeres seleccionan la lana de llama o alpaca -a las que se sumó la oveja- según su tipo, color y calidad, que luego hilan con un pequeño huso de madera, actividad
que muchas veces realizan mientras cuidan sus animales. Para el tejido se emplean dos tipos de telares. El más pequeño data de tiempos prehispánicos: es un telar
de cintura y se destina para la confección de prendas pequeñas y elaboradas, como por ejemplo las fajas. El más grande, introducido luego de la conquista española,
se encuentra fijado al suelo por cuatro estacas. Para comprimir la lana en el telar grande, se usa la vichuña, una pequeña herramienta de hueso, similar a un punzón,
con un extremo terminado en punta. Una vez concluida la pieza, se cosen o bordan los detalles.
Cada tejido da cuenta de la rica cosmovisión andina, en la que se entretejieron a lo largo de los
siglos distintas influencias, siendo las más fuertes la de los imperios Tiawanaku e Inka. La forma de
combinar líneas y colores da cuenta de un complejo lenguaje visual que la tejedora trasmite en
cada una de sus piezas.

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