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Para Isabel y Carlos,
nuestros superabuelos.
Los amamos
eternamente.
Evelyn y Melina
El sol del mediodía hacía que el calor en
Tembleque fuera casi insoportable.
Algunos habitantes del pueblo se refugiaban en
sus casas mientras otros afortunados disfrutaban
de sus piscinas.
Cuando el reloj marcó la una ya todos los
comercios habían cerrado
por la hora del almuerzo y las calles estaban
prácticamente desiertas. Sin embargo, y a pesar
del aplastante calor, dos personas subían la colina
lentamente con su mascota, rumbo a la
Antigua Casona de la abuela Rita.
Uno de los dos era el panadero del
pueblo, un hombre mayor, de unos
setenta años. Era de esa clase de
personas que con solo mirar a alguien
lograba sacarle una sonrisa por
su amabilidad
y dulzura, pero tenía algo muy curioso: si
bien su negocio llevaba mas de cuatro
decadas en el pueblo y todos los habitants
lo conocian, nadie sabia su verdadero
nombre. Incluso du nieto Dani, que
caminaba a su lado parecia ignorarlo, ya
que solo le llamaba”abuelo”.
La abuela y el panadero habían sido
amigos durante años en su juventud, pero
luego sus caminos se habian separado
cuando rita empezo a comprar en la
panaderia rival. Sin embargo, todo habia
cambiado un mes atras, cuandi se
reencontraron en una clase de reggaeton.
Desde ese momento parecian
inseparables —¡Abuela, están
llegando!
—avisó Lyna, que estaba tan aburrida que
no había conseguido mejor
distracción que pasar el rato mirando a
través de la ventana.
chiste.
Estaba tan entusiasmado que con su salto los salpicó a todos. El panadero
en tono de burla.
La tarde
anterior, como casi todas, también habían recibido su
Melina.
Melina se evaba bien con el nieto del panadero, pero su hermana y Dani se
era muy tímido y bastante ca ado, se sentía cómodo con Lyna, quien solía
gustos parecidos.
no quedó ni una miga sobre la mesa, y luego los niños ayudaron a sus abuelos
inmediatamente los niños salieron junto a sus mascotas para disfrutar el día.
—No, ni hablar, a ver si pasa como la última vez que estuvimos dos horas
—recordó Lyna.
—Nadie había dicho que teníamos que escondernos dentro de la casa y tenía
aclaró Dani.
Lyna sonrió, fue hasta la casa y se asomó por la puerta entreabierta. En ese
momento alcanzó a escuchar que Rita hablaba en voz baja con el panadero.
de qué
estaban hablando. Entonces, se acercó un poco más y aguzó el oído.
—Y… hoy, ya
Lyna dio media vuelta, y volvió con su hermana y Dani para que no la
borde de la fuente para acariciar la cabeza del Señor Pato, que seguía
—¿Un secreto? —preguntó Melina en voz baja, como si temiera que los
ancianos la escucharan.
—Sí, los escuché hablar bajito de una noticia que
—No sé, hablaron muy poquito, no pude saber nada más —dijo Lyna mientras
se encogía de hombros.
Desde ese momento los niños no pudieron quedarse tranquilos. Sus cabezas
iban a mil, empezaron a generar las más locas teorías sobre lo que podía estar
pasando e, incluso,egaron a
abuelos se casarían.
—M’ hijitos, ya es hora de merendar —anunció la abuela desde la cocina al
Los tres chicos entraron. Lynaevaba al Señor Pato envuelto en una toa a
apartarlo de él.
emoción.
Hacía mucho no pasaban unas vacaciones en familia y como ahora eran más,
—Em… bueno… el vuelo sale esta noche, así que mejor nos apuramos —
respondió Rita, con toda naturalidad, como si hubiese dicho que faltaba un mes.
apúrense, vayan a preparar las maletas que yo quiero mar, sol y paz; y si no
—Mmm… creo que como en los años sesenta o por ahí —respondió
—Ya se debe haber desintegrado entonces —se burló Melina en voz baja.
aeropuerto.
Al egar, las niñas estaban muy entusiasmadas: ¡era la primera vez que
de viajar tan lejos para unas vacaciones soñadas. Los que no parecían
demasiado contentos eran el Señor Pato y el gato de Dani, que viajaban en sus
cajas transportadoras.
Una vez en el avión, Lyna, Melina y Dani se sentaron juntos en
la yuna
los
—, nos vemos en unas horas, con el panadero nos vamos a echar una siestita.
aterrizar. Mientras volaban, los chicos habían pasado el rato mirando películas
repartían refrescos:
Lyna, sin querer, volcó parte de su bebida en los pantalones de su hermana,
anciana cuando, al bajar del avión, vio la marca que le había dejado Lyna en la
ropa.
Una camioneta que los estaba esperando a la salida del aeropuerto los
trasladó al hotel. A í habían reservado dos habitaciones: una para Rita con sus
comenzaron a reír: ¡era un sueño hecho realidad! Melina pronto fue hacia la
desorden, su ropa estaba tirada por todos lados, pero e a no estaba ahí.
todos lados
—rezongó.
—No, abuela, es que no lo trajiste, ¿no te acordás? —le respondió Lyna, aún
compré uno en la
tienda del hotel. Mirá, m’ hijita, estoy lista para la playa.
de una pieza color rojo. Caminó hasta su cama y se cambió los lentes por las
gafas de sol.
quiero ir al mar.
Las niñas se prepararon al instante. Pusieron dentro de una mochila las
toa as, el protector solar y unos juguetes que la abuela les había comprado
procuró mantenerse lo
del mar.
Rita y el panadero decidieron que se echarían a tomar sol un rato, así que
—Sí, m’ hijitos —les dijo la abuela— pueden ir, pero no muy lejos, eh —
agregó.
Así que Lyna, Melina y Dani, seguidos por el Señor Pato y Gatooo,
sorprendía.
tiempo se les había ido tan rápido que no lo habían notado. Miraron hacia todos
¿Y si Rita se preocupaba por e os? ¿Si pensaba que algo les había pasado por
Lyna y Melina voltearon para ver dónde estaba su amigo y corrieron hacia él.
Era la entrada a una mina abandonada. Si bien parecía que nadie había
podía ver claramente que alguien los había dañado a propósito para acceder a
la mina; seguro eran señal de que la entrada solía estar tapiada para que nadie
pudiera ingresar.
—concluyó.
ausencia en absoluto: ambos estaban acostados boca abajo sobre sus toa as de
—Les dije que podíamos explorar y no pasaría nada —se quejó Dani mientras
abrazaba a su gato.
¿están despiertos?
Era claro que no lo estaban, pero al escuchar los gritos de su nieta, Rita se
despertó sobresaltada.
—¿Qué? ¿Quién es? ¿Qué pasa? —preguntó mientras intentaba darse
vuelta.
—No te asustes, abuela —le dijo Melina muerta de risa al ver su reacción.
—¡Ahhh! —chi
ó mientras se movía sin parar hacia un lado y el otro—. ¡Me
quemé el trasero!
un tomate.
gracia.
le costaba un
poco sentarse, ya podía hacer la mayoría de las actividades que se proponía.
uno de los niños y Rita los obligó a todos a usar protector solar para que no
terminaran como e a.
—Abuela —le dijo Lyna mientras la anciana le pasaba la crema por la espalda
—¡Ni loca, m’ hijita! Si les pasa algo, sus padres me matan —respondió Rita.
—A ver, Lynita, yo vine acá por sol, playa y arena. Las minas abandonadas no
observarlas durante un rato, frustrado. Pero poco después una idea cruzó su
mente: si bien Rita no había permitido que sus nietas se alejaran, nunca lo
—Vamos, Gatooo
— amó muy
entusiasmado
a su mascota.
Dani comenzó a recorrer la mina guiado por la luz de la linterna. Lo hacía
Cuando logró traspasar las rocas encontró unas vías que seguían un
camino recto. Dani y Gatooo las recorrieron sin inconvenientes hasta que
delanteras.
caminata.
Dani estaba maraviado por lo que veía, el lugar parecía sacado de una
encontró un cofre y la curiosidad pudo con él. Se acercó y abrió la tapa. Había
varias herramientas en el fondo del baúl, entre e as, los picos que solían usar
los antiguos mineros para excavar las rocas. También había carbón y algo
dorado reluciente que podrían ser pepitas de oro. Sin embargo, Dani no
alcanzó a sacar nada, porque estaba todo repleto de telarañas. Cerró el cofre
y siguió de largo.
Mientras tanto, en la playa, los abuelos decidieron volver al hotel para el
refrescante. Rita se quedó atrás con sus nietas para ayudarlas a guardar los
juguetes.
estaba el niño.
Rita acomodó sus lentes y entrecerró los ojos para poder enfocar mejor.
Su vista, ya de te rio ra da, le había jugado una mala pasada una vez más.
—¿A quién se le ocurre pintar un tacho de color rojo y marrón? —se quejó.
Sus nietas le explicaron rápidamente dónde creían que podía estar. Rita, al
escuchar el relato de las niñas, decidió que lo mejor era avisar al panadero y
contestó a la puerta.
—Uy, este panadero debe estar durmiendo de nuevo —protestó la abuela.
Como no había tiempo que perder, Rita, Lyna, Melina y el Señor Pato
la playa.
¡vamos A
buScarlo!
Dentro de la mina, Dani había caminado durante más de una hora. Si bien el
camino había sido largo, no tenía demasiados desvíos, por lo que consideraba que
con la luz in ter mi ten te hacia el piso húmedo, las paredes cu bier tas de moho y el
Dani notó que un cable recorría el techo en toda su longitud. Parecía una
que no se usaba desde hacía mucho tiempo, tuvo la loca idea de que podría
luz. El techo no estaba demasiado alto y había visto en una película de esas
Un poco más lejos encontró unos cajones de madera y los acomodo uno
encima del otro para poder acercarse al techo. Se trepó como pudo, y en
muro que lo separó de Gatooo. La mascota quería ayudarlo, pero solo podía
mina abandonada.
—De nitivamente está ahí adentro —con rmó Melina al encontrar el
La abuela asomó su cabeza a través del gran agujero oscuro por el que se
¡DAnii iiiiiiiiiiii
A n ii i i iiiiiii iii
¡D
Meli repartió las linternas que había empacado para explorar la playa de
noche. Se adentraron en la mina cuidando mucho sus pasos, pero sin perder el
—Puede haber ido por cualquier lado —se lamentó Meli mientras apuntaba
—sugirió Lyna.
retomaron la marcha.
Las tres estaban muy preocupadas por Dani, pero también estaban muertas
cueva cubiertos solo por trozos de madera. Además, las vías estaban rotas en
Pero mientras hablaba, Lyna pisó una tabla, que crujió, se quebró y la hizo
caer al vacío.
En la caída, perdió su linterna y de pronto se encontró rodeada por agua en
rápido. Intentaba nadar para salir a la super cie, pero se hundía cada vez
más.
—¡Lynita! — amó la abuela muy angustiada, pero solo podía ver agua cuando
se asomó.
movía de un lado a otro tratando de iluminar el hueco para ver dónde estaba
su nieta.
abuela angustiada.
Por n el Señor Pato la encontró debajo del agua. Tomó con su pico el bretel
por salir con la poca fuerza que le quedaba. Lo sujetó por el lomo y comenzó a
Cayó al piso, tomó una gran bocanada de aire y comenzó a toser. El Señor
—Todavía hay Lyna para rato —dijo e a recostada en el suelo—. Yerba mala
Pato. Apenas estuvo lista para caminar, sugirió que volvieran a ponerse en
evó.
Durante el trayecto, trataba de no distraerse para que no le ocurriera lo
mismo que a su hermana, pero la curiosidad pudo más. Por eso, se quedó un
buena caligrafía describiendo su tarea. Pero a medida que las hojas avanzaban,
que contradecirla.
Melina comenzó a pasar rápidamente las páginas del diario hasta que
´
—¿Y qué pasó después? —preguntó Lyna, curiosa.
—Según lo que dice acá —continuó Melina mientras pasaba página tras
página del antiguo cuaderno— en cuatro meses desaparecieron casi todos los
trabajadores. El dueño del diario cuenta que la mina no te deja salir, que te
Las tres se miraron jamente sin saber qué decir. Lo más razonable era
pensar que el minero estaba loco y escribía cosas sin sentido, pero después de
haber visto a Rita convertida en bebé hacía un tiempo atrás, todo era posible.
Retomaron el camino, esta vez con más miedo que antes. Si lo que habían
leído era cierto, tanto e as como Dani, Gatooo y el Señor Pato corrían un
—comentó Melina.
—¿Creen que Dani vino por acá? —preguntó Lyna.
—No lo sé, Lynita, pero si no vamos con cuidado podemos explotar —observó
Rita.
Lyna alzó al Señor Pato y con mucha cautela evitaron el detonador y siguieron
muros.
—Hagamos una cosa, m’ hijitas —dijo Rita pre o cu pa da—, caminemos un poquito
más y si Dani no está vamos a buscar por el otro camino, ¿les parece?
En ese momento, Lyna recordó la bifurcación: ¡era cierto, podría haber ido
inscripciones.
Lyna retrocedió para ver qué quería mostrarle su abuela. Melina, sin
piedra.
siquiera lo notó porque mientras caminaba entre las sombras había detectado
—Abuela, Lyna — amó casi con un susurro mientras daba lentos pasos hacia
camino. Tal vez eran los trabajadores extraviados, los otros mineros entre los
que podía estar el dueño del diario o visitantes que, al igual que e as, habían
tropezarse. Lyna, por su parte, sujetó a Rita para que no perdiera el equilibro.
—¡Vámonos! —chi
ó Melina desesperada.
Sintió que una mano la tomaba por el pie y tiraba fuerte. Presa del miedo,
estaba agarrando!
No podían creer lo que veían. Poco a poco, todos los cuerpos del lugar
comenzaron a moverse.
Melina sintió un nuevo tirón. Esta vez fue tan fuerte que perdió el equilibrio
y cayó. Lyna dejó el pato en manos de su abuela, le gritó que escapara y corrió
pierna que tenía atrapada para pegarle una patada en el cráneo al esqueleto y
pudo librarse de él. Sin embargo, no tenían tiempo que perder: los demás
—¡Abuela! —gritó Lyna al ver a la anciana trotando tan rápido como podía
las vías.
—chió Melina.
Un gran temblor volvió a sacudir la mina y las tres cayeron al suelo. Miraron
había imaginado.
El miedo que tenían era tanto que nadie había notado que el brazo aún
Meli había sentido cómo se desprendía del resto del esqueleto. Intentó
contra la pared.
Una vez que cayó al suelo, la abuela tomó el cucharón y comenzó a
intentaron tranquilizarla.
Lyna tiró lo que quedaba del brazo esquelético en un pozo parecido al que
había caído e a y las tres se sentaron un momento. Luego de los golpes que
De repente notaron que se iba colando agua por las grietas. Sin que se
sendero estaba bas tan te mejor conservado que el otro. Parecía que, de las dos
atención.
Miró a su hermana y esta asintió con la cabeza. Algo sonaba muy débilmente en la
distancia. La abuela metió un dedo en su oreja con la esperanza de que este gesto la
—concluyó la anciana.
Su nieta sonrió: hasta en los peores momentos Rita se las arreglaba para
dónde provenía.
MIA
Auuu
u
mi au
—¡Es Gatooo! —exclamó Melina y junto con su hermana comenzaron a
correr.
rascando las piedras sin parar, con la esperanza de volver con su dueño.
i a uuuuu
m
—¿Dani? ¿Estás ahí? —gritó Lyna.
saber que Dani estaba bien, pero a la vez preocupada por la marea creciente y
asustado.
u
u
u
—¡Te estuvimos buscando por horas! —se quejó Melina.
seguía subiendo. Tomó una vieja viga que se había desprendido del techo y
comenzó a golpear
cediera.
—¿Y si empezamos a tirar las rocas desde arriba hacia abajo? —preguntó
Melina.
tiempo.
El agua ya les cubría la mitad inferior de las piernas, lo que hacía incluso
rocas.
—¡Hay picos! —advirtió Dani.
entrar.
refería.
—Yo ahí no meto la mano ni aunque me paguen —dijo Melina aterrada al ver
las telarañas.
sin mirar.
Rita les entregó las herramientas y las tres juntas regresaron al muro que
las separaba de Dani y comenzaron a picar las piedras con todas sus fuerzas.
Todas golpeaban en puntos cercanos para hacer que una zona especí
ca
colapse y tirar la pared, pero no era tarea fácil. Picaron por alrededor de
media hora sin descanso, hasta que Melina logró que una piedra cayera.
los rozaron, pero eso no les importó, tenían problemas más serios. Para ese
—dijo Rita.
—confesó la anciana.
Meli lideraba el camino nadando con un solo brazo, el otro lo mantenía tan
alto como podía para impedir que la linterna se estropeara con el agua.
Gatooo
aferrado a su cue o.
Llegaron a la bifurcación y comenzaron a sentir cómo las olas chocaban con
Pero pronto las olas crecieron más y más, y hacían muy difícil mantener el
constantemente.
—¡La mina no te deja salir! —chi
ó Melina mientras luchaba contra las olas.
Lyna recordó lo que su hermana había leído en el diario del minero. Quizás
era cierto que la mina estaba intentando evitar que salieran, pero daba igual
De pronto un grito la sorprendió: era su abuela. Una ola los había embestido
tan fuerte que Rita no pudo mantenerse agarrada a Dani. Sus brazos se
abuela. El lugar no era muy grande, así que debía estar cerca. Retrocedió un
la arena para alejarse del agua tanto como pudieron y se dejaron caer.
fuerzas. Gatooo mau aba muy enojado por haberse mojado tanto. El único que
estaba feliz con el accidentado paseo era el Señor Pato que se había dado el
—preguntó Melina, que apenas podía moverse por el dolor de los músculos.
—Ah, no, de eso nada m’ hijita, que a mí ya me está rugiendo la tripa —le respondió
—reparó Lyna.
Al escuchar la voz del chico, la anciana giró rápidamente y enfocó tanto como pudo
su vista en él.
alarmado en absoluto.
—Sí, muy lindo —respondió Rita con una sonrisa algo forzada en su rostro
Le parecía increíble que hubieran arriesgado sus vidas para poder sacarlo de
esa cueva y sintió por primera vez que esa era realmente su familia. También
último día, pero Rita cumplió su promesa y no dejó que Dani se separara de
e a ni un segundo.
Vallejos, Evelyn
Una familia anormal: Y unas vacaciones muy extrañas / Evelyn Vallejos. - 1a ed . - Ciudad
Autónoma de Buenos Aires : Altea, 2020.
Libro digital, EPUB
ISBN: 978-987-736-296-1
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