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La tentación y el

Pecado
«El pecado, en general, puede definirse con
San Agustín: “una palabra, obra o deseo
contra la ley eterna”. O, como dicen otros,
“una transgresión voluntaria de la ley de
Dios”».
Cuatro rupturas

Este primer pecado trajo grandes y graves


consecuencias para la humanidad, que no se
quedaron en el pasado, sino que día a día se
siguen repitiendo. Estas cuatro rupturas que se
dieron en el pecado de Adán y Eva se siguen
repitiendo en cada pecado que comete el
hombre:
Con Dios: Antes del pecado original, Adán y Eva se paseaban
con Dios por el Edén, gozaban de su amor y de su presencia, lo
experimentaban como un Padre amoroso y bondadoso en
quien se sentían confiados. Una vez pecaron, esto cambió:
“una vez sintieron los pasos de Yahvé se ocultaron a su vista
porque sintieron  miedo” (Gén 3, 8-10). Así es como el pecado
nos desfigura el rostro de Dios y nos hace verlo como un
legislador o como un opresor, y no como el Padre amoroso
que quiere lo mejor para nosotros; y termina así por alejarnos 
totalmente de Él.
Con el prójimo: Antes del pecado, Adán al contemplar a Eva
exclamó: “esta sí que es carne de mi carne y hueso de mis
huesos” (Gén 2, 23); es decir, la sentía como suya, como un
regalo de Dios y como alguien semejante a él. Después de la
caída ya no se refiere a ella con la misma familiarida: “la mujer
que me diste por compañera me dio del árbol y comí” (Gén
3,12), ahora la acusa. «La unión entre el hombre y la mujer es
sometida a tensiones (cf. Gén 3,11-13); sus relaciones estarán
marcadas por el deseo y el dominio (cf. Gén 3,16)» (Catecismo,
400).
Con la naturaleza: Dios le concedió al hombre el jardín del Edén
para que habitase en él y le dio gobierno sobre todos los animales
y las plantas para que los cuidara y se beneficiara de sus frutos.
Después del pecado, la creación se vuelve adversa al hombre:
“maldito sea el suelo por tu causa: sacarás de él el alimento con
fatiga todos los días de tu vida. Te producirá espinas y abrojos, y
comerás la hierba del campo” (Gén 3, 17-18). El hombre se ve
amenazado por la naturaleza que antes dominaba (sequías,
infertilidad, desastres naturales, plagas, fieras, etc). «La armonía
con la creación se rompe; la creación visible se hace para el
hombre extraña y hostil (cf. Gén 3,17.19)» (Catecismo, 400).
Consigo mismo: El hombre, a partir del pecado, pierde
el pleno dominio de sí mismo; ahora experimenta la
rebelión de sus instintos y pasiones que quieren
esclavizarle y someterle. Experimenta una profunda
inclinación a hacer el mal y una gran aversión al bien.
Muchas veces lo que quiere no corresponde con lo que
hace: “puesto que no hago el bien que quiero, sino que
obro el mal que no quiero” (Rom 7,19). «El dominio de
las facultades espirituales del alma sobre el cuerpo se
quiebra (cf. Gén 3,7)» (Catecismo, 400
.

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