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TRES PECADOS

Pecado Sacerdotal

La materia de los Ejercicios Espirituales nos es conocida a todos, sea


por la experiencia de haberlos hecho año tras año, sea por haber
colaborado en la preparación de ellos, o incluso habiendo predicado ya
alguna tanda. Por eso, encomiendo, dentro de la libertad que nos da el
mismo San Ignacio, la fidelidad a cada uno en hacer los ejercicios, es
decir, ocupar la mente en los temas de los ejercicios. Para muchos puede
ser útil el modo de oración que menciona San Ignacio, el hacer resumen.
Para muchos de nosotros el contenido de las meditaciones ya está como
asimilado, por eso puede servir dedicar el tiempo del ejercicio a esos
pensamientos haciendo la oración al modo de resumen, pero no sin dejar
de hacer el coloquio. Incluso usar el tiempo que dura el ejercicio para
hacer exclusivamente un coloquio.

[64] CUARTO EXERCICIO ES RESUMIENDO ESTE MISMO TERCERO.


Dixe resumiendo, porque el entendimiento sin divagar discurra
assiduamente por la reminiscencia de las cosas contempladas en los
exercicios passados, y haciendo los mismos tres coloquios.

En esta meditación de los Tres Pecados, voy a dar alguna materia más
en relación con nuestro estado sacerdotal, pero aun considerándolo como
en otros, no ya viéndolo en mí mismo en cuanto que soy ya constituido de
manera irreversible "sacerdote para siempre".

Ustedes conocen que "Tres Pecados" y "Pecados Propios" son dos


ejercicios distintos, que buscan lo mismo aunque por camino algo
diversos. En Tres Pecados podemos ver la petición, [48]:

[48] 2º preámbulo. El segundo es demandar a Dios nuestro Señor lo


que quiero y deseo... Aquí será demandar vergüenza y confussión de mí
mismo, viendo quántos han sido dañados por un solo pecado mortal y
quántas veces yo merescía ser condenado para siempre por mis tantos
peccados.

En Pecados propios la petición busca en algún modo lo mismo:

[55] El 2 es, demandar lo que quiero: será aquí pedir crescido y


intenso dolor y lágrimas de mis pecados.

Por eso, en los dos próximos ejercicios a realizar, pueden orientar la


materia tanto a la confusión de la inteligencia ante la fealdad del pecado,
como a la contrición del corazón por los pecados cometidos.

0El pecado de los ángeles

Es la primera comparación que nos propone San Ignacio: el gran


número de mis pecados y el único pecado de los ángeles. Si la justicia
divina me hubiera tratado como a los ángeles, estaría yo en el infierno.

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1la realidad del hecho es cierta
Los ángeles, seres espirituales creados por Dios para ser felices a su
lado, al pecar de orgullo contra Dios, fueron castigados por Dios con el
infierno eterno.

La enseñanza apostólica supone este hecho: "... Dios no perdonó a los


Ángeles que pecaron, sino que, precipitándolos en los abismos tenebrosos
del Tártaro, los entregó para ser custodiados hasta el Juicio" (2 Pe 2,4). "a
los ángeles, que no mantuvieron su dignidad, sino que abandonaron su
propia morada, los tiene guardados con ligaduras eternas bajo tinieblas
para el juicio del gran Día" (Judas 6).

Hagamos un acto de fe en la realidad de este pecado y de su castigo.


Los ángeles quisieron ser semejantes a Dios, y al punto fueron
condenados.

El ángel, fuera de toda duda, pecó por apetecer ser como Dios...

De esta manera deseó el demonio el ser como Dios. No lo apeteció en


cuanto querer asimilarse a Dios que esencialmente no subsiste por
nadie, ya que así tampoco creatura alguna apetecería su propio ser, que
es una participación del ser de Dios. Mas bien en esto apeteció el ser
como Dios, ya que deseó como último fin de su bienaventuranza aquello
que podía alcanzar por su virtud natural, apartando su apetito de la
bienaventuranza sobrenatural que viene de la gracia de Dios. O también
de esta otra manera, apeteciendo como último fin aquella similitud
divina que es dada por la gracia, pero queriendo tenerla por virtud de su
propia naturaleza, no por el auxilio divino según disposición de Dios 1.

2La significación del hecho es trágica.


La Justicia Divina fue inexorable. Los ángeles fueron castigados con el
infierno, inmediatamente por Dios mismo. Fueron castigados con el
infierno y privados del cielo. En lugar de Dios poseído, Dios perdido; en
lugar de la felicidad sin sombra y sin fin, la desgracia eterna. Fueron
castigados súbito, inmediatamente. SIn consideración a su número,
dignidad, nobleza de su naturaleza, excelencia de su inteligencia, ni la
gloria que previamente hubiesen tributado a Dios. Sin consideración al
trabajo encomendado en la gobernación del mundo. Tampoco tuvieron
miramiento alguno a las consecuencias de su pecado: la desgracia de la
propia condenación, el odio que concebirían contra Dios, las blasfemias
que vomitarían contra Él, la acechanzas que tramarían contra los
hombres y los males inmensos que infligirían al mundo.

Fueron castigados por Dios: sin esfuerzo, bastándole para castigarlos


con retirarse de los que se habían retirado de Él. Los abandona a la suerte
miserable que se habían buscado por sí mismos.

3La significación del hecho es personal.


Si yo estuviera ahora en el infierno, lo estaría con más justicia que los
ángeles culpables. Ellos no cometieron más que un solo pecado, y yo los
he cometido innumerables, y algunos muy parecidos al de los ángeles:
tales los pecados de orgullo o de irreligión... En vez de haber sido tratado
1
Angelus, absque omni dubio, peccavit appetendo esse ut Deus...Et hoc modo diabolus appetiit esse
ut Deus. Non ut ei assimilaretur quantum ad hoc quod est nulli subesse simplici
.63 a.3.

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con justicia, he sido tratado con misericordia. Mis pecados muestran la
desproporción monstruosa entre los favores de Dios y los desdenes de la
creatura. Vergüenza y confusión.

4El pecado de Adán

Comparar mis muchos pecados contra el único pecado de Adán. Yo


mismo estoy siendo objeto actual de la misericordia divina. No es
necesario detenernos mucho en la realidad del hecho. Las consecuencias
del pecado original son de las más evidentes y primordiales. Sin embargo
no hay mito que logre expresar la fuente de la presencia misteriosa del
mal en el mundo como el relato de la caída de nuestros primeros padres.
Con su afán universalista y exclusivo, los mitos paganos se muestran más
que miopes ante el evento. Adán y Eva desobedecieron haciendo caso
omiso de Dios, para experimentar por sí mismos el bien y el mal y
adquirir al margen de Dios la ciencia que había de hacerles semejantes a
Dios. Fueron arrojados del paraíso terrenal, privados de los dones
sobrenaturales que se les habían otorgado, condenados al trabajo y a la
muerte, ellos con su posteridad.

Aquella inexorable justicia divina mantiene la ejecución de la condena


hasta el día de "los nuevos cielos y la nueva tierra". Priva a todo el linaje
humano de la gracia original. Abruma al hombre con trabajos y pruebas:
la ignorancia, el dolor, la muerte, una corrupción contagiosa: los vástagos
reciben como herencia la certidumbre de la muerte.

De en medio de tantos hombres como yo, Dios me ha sacado y me ha


colocado en condiciones de salvación que ha rehusado a otros. He sido
alejado de la masa damnata por el amor de Dios. ¿No están clamando mis
pecados una desproporción aterradora entre la malicia de ellos y la
bondad divina? Mis pecados ultrajan a un Dios bueno, con su gravedad,
con su multiplicidad, con su continuidad. Deben llenarme de vergüenza y
confusión.

Ver la muerte de Adán, según Castellani.

5El pecado sacerdotal

Conocemos la historia del sacerdote Elí, relatada en el Primer libro de


Samuel. Elí tenía dos hijos que abusaban de su posición ante el pueblo y
los escandalizaban. Dice la Escritura:

17 El pecado de los jóvenes era muy grande ante Yahveh, porque


trataban con desprecio la ofrenda hecha a Yahveh.

22 Elí era muy anciano; oyó todo cuanto sus hijos hacían a todo
Israel, [y que yacían con mujeres que servían a la entrada de la Tienda
del Encuentro (una glosa)]

23 y les dijo: "?Porqué os portáis de ese modo que yo mismo he oído


comentar a todo el pueblo?

24 No, hijos míos, los rumores que oigo no son buenos... [haciendo
pecar al pueblo de Yahveh]

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25 Si un hombre peca contra otro hombre, Dios será el árbitro; pero
si el hombre peca contra Yahveh ?quién intercederá por él?" Pero ellos
no escucharon la voz de su padre, porque Yahveh deseaba hacerles
morir.

Elí se sirve de cuatro motivos para persuadir a sus hijos de abandonar


el pecado:

1º Les dice: vuestro pecado es enorme: Facitis res pessimas. Aunque no


mencione cuáles eran los pecados que cometían estos “sacerdotes”, dice
de ellos algo que es común a todo pecado sacerdotal: su enormidad.

2º Les dice que su pecado escandaliza a todo el pueblo. Non est bona
fama. El pecado sacerdotal muchas veces es también pecado de
escándalo:

-porque el sacerdote es una ciudad puesta sobre un monte, como


dice Nuestro Señor en el Evangelio; no puede impedirse que sea visto;

-porque es la luz de la tierra (vosotros sois la luz del mundo: Mt


5,14), y cuando él se entenebrece se entenebrece la tierra entera;
-porque son la cabeza de los fieles, y cuando la cabeza anda mal, todo
el cuerpo flaquea; -porque son el corazón de los fieles; y el corazón
enfermo, enferma el cuerpo.

3º Les dice que están haciendo transgredir al mismo pueblo de Dios: ut


transgredi faciatis populum Dei. El sacerdote siempre es conductor, y
cuando conduce mal, extravía a los demás. Como decían algunas
etimologías antiguas: sacerdos: sacer dux, conductor sagrado; presbyter:
praebens iter, el que va abriendo o mostrando el camino.

4º ¿Quién podrá interceder por ti? El sacerdote está para interceder por
los demás, pero ¿quién intercederá por él?

Lo más grave es que el corazón del sacerdote pecador fácilmente se


vuelve obstinado, y por eso: non audierunt vocem patris, no escucharon la
voz de su padre, porque Yahveh deseaba hacerles morir. En el sacerdote
pecador, el mayor peligro es la obstinación, o lo que es lo mismo, que Dios
no quiera otorgar ya la gracia de la justificación, a la que no está obligado.

Debemos ser valientes y reconocer nuestros pecados. Éste es el


comienzo de la misericordia de Dios sobre nosotros. Lo dice el Apóstol
San Juan: “Si decimos que estamos sin pecado, nos engañamos a nosotros
mismos y la verdad no está en nosotros. Si reconocemos nuestros
pecados, él que es fiel y justo nos perdonará los pecados” (1 Jn 1,8-9). Y
más adelante: “Si nuestro corazón nos reprocha algo, Dios es más grande
que nuestro corazón” (1 Jn 3,20).

Dice Juan Pablo II: “Reconocer el propio pecado, es más -yendo aún
más a fondo en la consideración de la propia personalidad-, reconocerse
pecador, capaz de pecado e inclinado al pecado, es el principio
indispensable para volver a Dios. Es la experiencia de David, quien ‘tras
haber cometido el mal a los ojos del Señor’, al ser reprendido por el
profeta Natán (2 Sam 11-12) exclama: ‘Reconozco mi culpa, mi pecado
está siempre ante mí. Contra ti, contra ti sólo pequé, cometí la maldad

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que aborreces’ (Sal 51,5s)... En realidad, reconciliarse con Dios
presupone e incluye desasirse con lucidez y determinación del pecado en
que se ha caído. Presupone e incluye, por consiguiente, hacer penitencia
en el sentido más completo del término: arrepentirse, mostrar
arrepentimiento, tomar la actitud concreta de arrepentido, que es la de
quien se pone en el camino del retorno al Padre” (RP,13).@

XXXXXXX FALTA AÑADIR ALGUNAS CITAS BÍBLICAS ÚTILES DE


SAN ALFONSO, CAP. IV.

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