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Génesis 3:7-24
En estos versículos vemos las consecuencias de la desobediencia del hombre, la caída en
el pecado. Dios creo al hombre perfecto, sabio, sin impedimentos, dolor o enfermedad, con una
perfecta comunión con Él, lamentablemente todo esto se perdió cuando este decidió desobedecer
su mandamiento y comer del fruto del árbol de la ciencia del bien y el mal, así sus ojos fueron
abiertos y el pecado había entrado en la vida de los seres humanos.
“Y oyeron la voz de Jehová Dios que se paseaba en el huerto, al aire del día; y el hombre
y su mujer se escondieron de la presencia de Jehová Dios entre los árboles del huerto.
Mas Jehová Dios llamó al hombre, y le dijo: ¿Dónde estás tú?”. Génesis 3:8-9
En segundo lugar, vemos que después de la caída el hombre perdió la comunión que
tenía con Dios. Otra de las razones de la perfección del ser humano radicaba en su perfecta
comunión que tenían con su Creador.
En el capítulo 2 de este libro se ve cómo Adán tenía una estrecha relación con el Señor, su ser
completo estaba conectado con el Espíritu de Dios; pero desde el momento que pierden su
inocencia y el pecado entra, este rompe la comunión y como consecuencia tanto Adán como Eva
deciden esconderse de la presencia del Señor. Dios sabía la
transgresión que su creación había cometido, por eso ellos se sintieron
culpables y se escondieron por lo que el Señor llamó al hombre: Mas
Jehová Dios llamó al hombre, y le dijo: ¿Dónde estás tú? Esto es lo
que provoca el pecado, vergüenza y culpa, provoca que la relación
con Dios no sea perfecta y lo aleja de Él, y desde entonces el Señor
sigue preguntándole a su creación: ¿Dónde estás tú?
“Y Jehová Dios dijo a la serpiente: Por cuanto esto hiciste, maldita serás entre todas las bestias y
entre todos los animales del campo; sobre tu pecho andarás, y polvo comerás todos los días de tu
vida. Y pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya; ésta te herirá
en la cabeza, y tú le herirás en el calcañar”.Génesis 3:14-15
Como consecuencia de la caída del hombre, el Señor dicta una sentencia, tanto sobre la
serpiente que fue el instrumento que Satanás utilizo para engañar a la pareja, como sobre el mismo
Satanás. En primer lugar, Dios le dice a la serpiente: Por cuanto esto hiciste, maldita serás entre
todas las bestias y entre todos los animales del campo; sobre tu pecho andarás, y polvo comerás
todos los días de tu vida. Muchos creen que al principio la serpiente tenía una apariencia muy
diferente a la que hoy conocemos, no tenía el aspecto repulsivo que hoy en día presenta, sino se
cree que era un ser de hermosa apariencia, pero por dejarse controlar por Satanás se dio decreto
que sería maldita entre todos los animales y sobre su pecho se arrastraría todos los días de su
vida: maldita serás entre todas las bestias y entre todos los animales del campo; sobre tu pecho
andarás, y polvo comerás todos los días de tu vida. Hoy en día la serpiente es uno de los animales
más temidos por el ser humano, es capaz de esconderse en lugares pequeños, es casi indetectable
hasta que es demasiado tarde, su mordedura no solo es dolorosa, sino en muchos casos es letal por
su veneno, y su apariencia es aterradora. Esta fue la sentencia que se dictó en contra de la
serpiente, pero también Satanás fue juzgado este día: Y pondré enemistad entre ti y la mujer, y
entre tu simiente y la simiente suya; ésta te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el calcañar. Este
día Dios estableció una enemistad entre la mujer y Satanás, entre su simiente y su de Satanás, y
esto fue así porque de la mujer nacería el libertador del hombre, Jesucristo. Aquel día se dio la
primera promesa mesiánica que arrojaba un rayo de esperanza para el hombre caído, el nacimiento
del Mesías, al cual Satanás lo heriría en el calcañal, un herida menor, pero éste le provocaría una
herida mortal aplastándole la cabeza. Por esta razón el diablo ha estado buscando la forma de
destruir la simiente de la mujer ya que desde el principio sabía que Él lo destruiría. Por ello mató a
Abel, el más justo de los primeros dos hijos de Eva, luego contaminó a la descendencia de Set, el
hijo que Dios le dio como sustituto de Abel a Adán y Eva, luego intento destruir a Israel
sometiéndolo a dura servidumbre en Egipto, por años intento destruir a la descendencia de David
ya que sabía que uno de sus hijos seria el que se sentaría en el trono para siempre, y cuando Jesús
nació intento matarlo a través de Herodes el grande y por ello José siendo avisado en sueños por
un ángel huyo a Egipto hasta que este monarca tirano muriese, y en general el libro de Apocalipsis
describe muy bien la persecución ancestral que se ha desatado en contra de la mujer y su
simiente: (Apocalipsis 12:1-6, 13-17). Aquel día el pecado había entrado en la vida del ser
humano, pecado que rompió su comunión con su Creador y lo condenaba al infierno, pero ese día
Dios proveyó un camino de salvación a través de la venida de su Mesías el cual redimiría a su
pueblo de sus pecados y destruiría el reinado de Satanás.
“A la mujer dijo: Multiplicaré en gran manera los dolores en tus preñeces; con dolor darás a luz
los hijos; y tu deseo será para tu marido, y él se enseñoreará de ti”.
Génesis 3:16
El versículo 16 está dedicado a la sentencia que Dios declaro en contra de la mujer por
la falta cometida. Una de las bendiciones de Dios consistía en el privilegio de multiplicarse y
poblar esta tierra, no obstante, ahora este derecho iba a ser ejercido con muchos dolores, dolores
que hoy en día son catalogados como los peores de todos: Multiplicaré en gran manera los
dolores en tus preñeces; con dolor darás a luz los hijos. Una tremenda y dolorosa experiencia
experimentaría la mujer para traer una vida en este mundo, experiencia que incluso pone su vida
en peligro tal y como le paso a Raquel cuando dio a luz a Benjamín: “Después partieron de
Bet-el; y había aún como media legua de tierra para llegar a Efrata, cuando
dio a luz Raquel, y hubo trabajo en su parto. Y aconteció, como había trabajo
en su parto, que le dijo la partera: No temas, que también tendrás este hijo. Y
aconteció que al salírsele el alma (pues murió), llamó su nombre Benoni; mas
su padre lo llamó Benjamín”, (Genesis 36:16-18).
A parte de eso sujeto la libertad de la mujer a la autoridad del hombre: y tu deseo será para tu
marido, y él se enseñoreará de ti. La palabra hebrea que se traduce aquí como deseo es teshucá (
)ּתׁשּוקָ ה, la
ְ cual sugiere un deseo de usurpar o controlar. Cuando la mujer decidió comer del fruto
lo hizo sin considerar la autoridad de Dios y la de su marido, por ello ahora el Señor establece la
consecuencia de su desobediencia al hacerle ver su subordinación hacia el hombre, a tal punto que
ella tendría una tendencia a dominar a su marido, pero su marido se enseñoreara de ella,
comenzando así la batalla de los sexos. Pablo Hoff nos dice al respecto: “El mal consiste en
que la naturaleza caída del varón ya lo hace propenso a abusar de su
autoridad sobre la mujer, del mismo modo que la autoridad del marido sobre
la mujer puede traer sufrimientos. El deseo femenino respecto de su esposo
puede ser motivo angustia”. En este sentido la mujer debe sujetarse a la autoridad de su
marido pero esta subordinación no tiene que verse como algo tirano, como el hombre la ha mal
interpretado, sino implica una subordinación autoridad divinamente establecida que no dañara la
integridad del sometido, porque todo en el universo tiene un orden de autoridad, así la mujer está
sujeta al hombre, como el hombre se sujetó a Cristo, y este a su Padre: “Pero quiero que
sepáis que Cristo es la cabeza de todo varón, y el varón es la cabeza de la
mujer, y Dios la cabeza de Cristo”, (1 Corintios 11:3).
Cristo en su gran amor se convierte no solo en nuestro Salvador, sino en nuestro Señor y dueño, de
tal forma que nosotros pasamos a estar bajo su autoridad, pero esta autoridad no se traduce en
algún tipo de esclavitud que nos sujeta a un señorío de un amo tirano, sino todo lo contrario, es
una autoridad que trae libertad del pecado que nos condena. Este es el principio de autoridad en el
Evangelio, una sujeción que no produce muerte sino verdadera vida. Un buen ejemplo de este tipo
de sujeción a la autoridad divina la encontramos en la ley que Dios estableció en Israel por medio
de Moisés en cuanto a los esclavos. La ley establecía: “Si se vendiere a ti tu hermano
hebreo o hebrea, y te hubiere servido seis años, al séptimo le despedirás
libre. Y cuando lo despidieres libre, no le enviarás con las manos vacías. Le
abastecerás liberalmente de tus ovejas, de tu era y de tu lagar; le darás de
aquello en que Jehová te hubiere bendecido”, (Deuteronomio 15:12-14). Sin embargo,
habían ocasiones en las cuales las personas que tenía la oportunidad de obtener su libertad se
negaban a su derecho, ya que les iba tan bien bajo la autoridad de sus amos que preferían quedarse
sirviéndoles de por vida: “Si él te dijere: No te dejaré; porque te ama a ti y a tu
casa, y porque le va bien contigo; entonces tomarás una lesna, y horadarás
su oreja contra la puerta, y será tu siervo para siempre; así también harás a
tu criada”, (Deuteronomio 15:16-17). Así debe ser la autoridad a la cual se debe someter la
mujer, una autoridad que le sugiera protección y mucho amor, una autoridad que le pueda guiar a
los pies de Cristo. Para que esto ocurra de esta forma es importante que tanto el hombre como la
mujer se sujeten a Cristo: (Efesios 5:21-33).
La sentencia contra el hombre.
“Y al hombre dijo: Por cuanto obedeciste a la voz de tu mujer, y comiste del árbol de que te
mandé diciendo: No comerás de él; maldita será la tierra por tu causa; con dolor comerás de ella
todos los días de tu vida. Espinos y cardos te producirá, y comerás plantas del campo. Con el
sudor de tu rostro comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra, porque de ella fuiste tomado;
pues polvo eres, y al polvo volverás. Y llamó Adán el nombre de su mujer, Eva, por cuanto ella
era madre de todos los vivientes. Y Jehová Dios hizo al hombre y a su mujer túnicas de pieles, y
los vistió”.
Génesis 3:17-21
Finalmente, Dios dicta la sentencia en contra del hombre. Dios establece que por su
desobediencia ahora tendría que trabajar la tierra la cual sería maldita por su causa, esta le
produciría espinos y cardos, con el sudor de su rostro se ganaría la vida y perdería su vigor al
envejecer y morir, volviendo así a la tierra de donde había sido formado. Adán perdió todos sus
derechos, antes vivía en un huerto hermoso y tropical, ahora viviría en una tierra maldita, antes
labraba el huerto y recogía de su fruto con gozo, ahora con el sudor de su rostro lo haría
representando una pesada carga para él; antes la tierra estaba bendecida por toda clase de planta y
árbol frutal, ahora la tierra estaría rodeada de cardos y espinos haciendo más difícil el trabajo del
hombre; antes el hombre era perfecto, sin ningún impedimento, pero ahora conocería la
enfermedad, envejecería hasta morir. Ahora bien, muchos han llegado a mal interpretar la
maldición de la tierra diciendo que Dios había constituido el trabajo como un castigo; pero todo
esto es mentira por las siguientes razones:
Por tanto, el castigo no estaba en si en el trabajo, sino mas bien en lo difícil que ahora seria
hacerlo, ya que su sustento le costaría sudor y esfuerzo, pero aun así el trabajo sigue siendo una
bendición de la cual debemos disfrutar: “He aquí, pues, el bien que yo he visto: que lo
bueno es comer y beber, y gozar uno del bien de todo su trabajo con que se
fatiga debajo del sol, todos los días de su vida que Dios le ha dado; porque
esta es su parte”, (Eclesiastés 5:18). Después de la sentencia de Dios el hombre llamo a su
mujer Eva, la cual se traduce del hebreo hawwa, palabra que se relaciona con la palabra vida: Y
llamó Adán el nombre de su mujer, Eva, por cuanto ella era madre de todos
los vivientes.
Ante el intento de querer cubrir su vergüenza el hombre hizo un intento fallido e ineficaz
de cubrirse con hojas del huerto; pero Dios decido cubrirlos eficazmente con pieles de animales y
así les hizo túnicas: Y Jehová Dios hizo al hombre y a su mujer túnicas de pieles, y
los vistió. Para poder cubrir eficazmente la vergüenza del hombre Dios tuvo que sacrificar a
unos animales, lo cual es una figura del sacrificio que Cristo, el Cordero de Dios tendría que hacer
en el futuro para perdón de nuestros pecados.
“Y dijo Jehová Dios: He aquí el hombre es como uno de nosotros, sabiendo el bien y el mal;
ahora, pues, que no alargue su mano, y tome también del árbol de la vida, y coma, y viva para
siempre. Y lo sacó Jehová del huerto del Edén, para que labrase la tierra de que fue tomado.
Echó, pues, fuera al hombre, y puso al oriente del huerto de Edén querubines, y una espada
encendida que se revolvía por todos lados, para guardar el camino del árbol de la vida”.
Génesis 3:22-24
Finalmente, la desobediencia del hombre provoca que este sea echado del huerto de
Edén: He aquí el hombre es como uno de nosotros, sabiendo el bien y el mal; ahora, pues, que no
alargue su mano, y tome también del árbol de la vida, y coma, y viva para siempre. Y lo sacó
Jehová del huerto del Edén, para que labrase la tierra de que fue tomado. El hombre había
perdido su inocencia inicial, conocía el bien y el mal, pero Dios no quería que este comiera el
fruto del árbol de la vida, porque de hacerlo se volvería inmortal y completamente degenerado por
el pecado, por ello lo echo y puso dos querubines para que custodiasen el árbol: Echó, pues, fuera
al hombre, y puso al oriente del huerto de Edén querubines, y una espada encendida que se
revolvía por todos lados, para guardar el camino del árbol de la vida. Hoy en día este árbol se
perdió y no vuelve a aparecer en toda la Biblia sino haya en el libro de Apocalipsis donde se les
promete a los vencedores en Cristo que se les dará de comer del árbol de la vida y disfrutaran de
una eternidad de verdadero gozo donde todas las cosas serán restauradas: “Después me
mostró un río limpio de agua de vida, resplandeciente como cristal, que salía
del trono de Dios y del Cordero. En medio de la calle de la ciudad, y a uno y
otro lado del río, estaba el árbol de la vida, que produce doce frutos, dando
cada mes su fruto; y las hojas del árbol eran para la sanidad de las naciones.
Y no habrá más maldición; y el trono de Dios y del Cordero estará en ella, y
sus siervos le servirán, y verán su rostro, y su nombre estará en sus frentes.
No habrá allí más noche; y no tienen necesidad de luz de lámpara, ni de luz
del sol, porque Dios el Señor los iluminará; y reinarán por los siglos de los
siglos”, (Apocalipsis 22:1-5).
De esta forma termina el capitulo tres del libro de Génesis describiéndose la triste historia
de como el hombre cae de su estado de perfección y el pecado entra en el mundo. Considerar este
capitulo es clave para entender porque hay tanta maldad y sufrimiento en este mundo, no obstante,
esta no fue la voluntad de Dios y por ello hoy en día Cristo busca restaurar la imagen original a
través de que el hombre crea en El y se salvó: “Porque, así como en Adán todos
mueren, también en Cristo todos serán vivificados”, (1 Corintios 15:22). Hoy en día
Cristo constituye la esperanza de nuestra vida ya que sabemos que por causa de Adán todos somos
pecadores y estamos condenados al infierno, pero gracias al sacrificio de Cristo hoy se nos ofrece
una esperanza de vida eterna: “Así que, como por la transgresión de uno vino la
condenación a todos los hombres, de la misma manera por la justicia de uno
vino a todos los hombres la justificación de vida”, (Romanos 5:18).
Introducción:
“Porque sabemos que toda la creación gime a una, dice san Pablo… Porque la
Todo esto es debido a que padecen una parte del castigo que mereció
La maldición
Así, pues, si la maldición de Dios lo llenó todo de arriba abajo y se
derramó por todas las partes del mundo a causa del pecado de Adán,
posteridad.