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El árbol del conocimiento del bien y del mal y su fruto prohibido nos sitúan en el límite
existencial: el reconocimiento de la soberanía divina o el descubrimiento de nuestra
desnudez.
El primer relato de la Creación, al comienzo del libro del Génesis, muestra la bondad de
Dios y de su obra en el eje del tiempo, reflejando la santidad de Dios en la sucesión de
los días y el descanso. Un segundo relato se centra en la acción de Dios en el plano
espacial, disponiendo en esta tierra un jardín, un reflejo de su Presencia eterna, en el que
el hombre colaboraría con su Creador mediante el cultivo y el culto, la labranza y la
alabanza. Pero en todo momento, el hombre puede reconocer a Dios o rivalizar con él,
elegir el bien o el mal, o lo que es lo mismo, la vida o la muerte.
El fruto prohibido
¿Y qué decir del fruto en sí mismo?, ¿se trataba realmente de una manzana? Se han
propuesto o representado muchos posibles frutos, como la granada, la manzana, el higo,
la uva, etc. Uno de los comentarios judíos más importantes del Génesis –Génesis
Rabbah (edición y traducción española de L.Vegas Montaner)– recoge las principales
respuestas de los antiguos rabinos a la pregunta de: «¿Qué era aquel árbol del que
comieron Adán y Eva? R. Meir decía: Era trigo, pues cuando una persona carece de
conocimiento, la gente dice: “Ese hombre no ha comido pan de trigo en su vida”». A la
objeción de que el texto bíblico habla de árbol y el trigo carece de ese porte, Rabbí
Meier replica que entonces «crecía como los cedros del Líbano». Otro rabino dijo:
«Eran uvas, pues se dice: “Sus uvas son uvas venenosas, racimos amargos tienen” (Dt
32,32): esos racimos trajeron amargura al mundo». El maestro Abba de Akko se
decantaba por una especie de cidro o naranjo. Por su parte, «R. Yosé decía: Eran higos.
Deriva lo que no es explícito a partir de lo que ha sido explícitamente dicho, y lo
explícito a partir de su contexto»; en efecto, ¿qué dice el libro del Génesis? que apenas
comieron del fruto, «descubrieron que estaban desnudos; y entrelazaron hojas de
higuera y se las ciñeron» (Gén 3,7).
Tras haber pasado revista a estas soluciones, el comentario concluye: «¡Déjalo en paz!
El Santo, bendito sea, ni ha revelado al hombre qué árbol era, ni lo va a revelar», por
consideración a un árbol inocente que no debe cargar con el desprecio y la culpa de los
que pecaron con él.
La dichosa manzana
En occidente, el fruto prohibido ha ido asimilándose con la manzana. En esta
identificación puede haber influido la mitología grecolatina de la manzana de oro, o
manzana de la discordia, que está en el origen de la guerra de Troya. También se recurre
a la explicación de una confusión entre dos palabras latinas similares: «malum» puede
significar “mal” o “malo”, pero también puede ser un sustantivo neutro que se traduce
como “fruto”, “poma” o sencillamente “manzana”. Cuando se comienza a estudiar latín
es posible que el profesor o algún alumno aventajado nos sorprenda con la expresión
«mater tua mala burra est»; la indignación o sorpresa ante lo que parece un insulto –«tu
madre es una mala burra»–, cede cuando nos explican que en este caso “mala” es
acusativo plural y que “est” no es del verbo “ser”, sino de “comer”: «tu madre come
manzanas rojas». La traducción latina de la Biblia hace que el fruto del árbol del bien y
del mal nos suene a manzana.