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Caso: Clínica Miranda

La Clínica Miranda está ubicada en el distrito de La Molina. Para muchos vecinos es


muy ventajoso atenderse en ella por su ubicación, además de sus buenos servicios
de seguros familiares. Hace tres años, el doctor Juan Miranda, director de la clínica,
debió cubrir la vacante de dos médicos con relativa urgencia. Después de considerar
una serie de candidatos, conoció a Benjamín Sainz y a su esposa Gabriela de Sainz,
a quienes contrató como pediatra y ginecóloga, respectivamente. Ambos tenían
buenos antecedentes y no pareció muy importante el hecho que fueran marido y
mujer.
 
A la clínica le interesaba que sus profesionales estuvieran contentos y desearan
quedarse trabajando en ella, por lo que pagaba buenos sueldos por el trabajo
realizado con los pacientes. La clínica también era muy consciente de la necesidad
de mantener satisfechos a sus clientes y no tener una cartera pesada de cuentas sin
pagar, y exigía a cada doctor que se incorporaba al staff firmar un contrato por
cinco años indicando lo que debía pagársele y qué normas se aplicarían si cualquiera
de la partes se negaba a cumplir el contrato. Una de las condiciones era una
cláusula que señalaba que si un médico decidía abandonar la clínica antes de la
terminación del contrato, se comprometía a no abrir un consultorio privado en La
Molina ni en un radio de cinco kilómetros alrededor del distrito. En caso de que esto
sucediera, el contrato estipulaba el pago de una multa superior a los veinte mil
dólares. La cláusula estaba destinada a proteger a la clínica de la competencia y a
impedir que un médico se incorporase al staff, formara una clientela y después se
retirase con sus pacientes, para iniciar una práctica privada.
 
Cuando Benjamín y Gabriela se incorporaron al staff de la clínica Miranda, los dos
firmaron el contrato y aceptaron todas las cláusulas. Los dos se desempeñaban bien
en sus puestos en la clínica, y eran respetados por sus colegas y pacientes. Por
desgracia, su vida personal no se desarrolló del mismo modo. El matrimonio de los
Sainz inició un proceso de declinación constante unos meses después de empezar a
trabajar en la Clínica Miranda. De pronto, un lunes, los que entraban en el
consultorio de Gabriela pudieron ver todas sus fotos de familia cortadas por la mitad
y algunas en las que de Benjamín sólo quedaba un agujero en forma de silueta,
recortado meticulosamente. Una semana después iniciaron los trámites de divorcio.
Como ambos deseaban estar cerca de sus dos hijos, convinieron en que
continuarían viviendo cerca de la clínica, ella en una casa a la que el matrimonio se
había mudado un año antes y él en un departamento alquilado a diez cuadras.
Como los médicos de la clínica se organizaban por especialidad, todos dependían de
la consulta con sus colegas. Así, cierto grado de interacción entre los dos cónyuges
distanciados era inevitable. Para empeorar las cosas, Benjamín empezó a salir con
una mujer al poco tiempo de mudarse y el estado de ánimo de Gabriela empeoró
sensiblemente. La hostilidad entre ambos llegó a tal punto que finalmente los Sainz
llegaron a la conclusión que uno de los dos debía abandonar la clínica, por su propio
bien y por el bien de los restantes miembros de la misma. Como creían que
Benjamín, el pediatra, podía conseguir pacientes más fácilmente, coincidieron en
que era él el que debía alejarse.
 
Benjamín explicó la situación al doctor Miranda y observó que como se retiraba en
pro del buen clima al interior de la clínica, esperaba que no se le impondría ningún
castigo porque se retiraba dos años y medio antes de la expiración del contrato, y
además no se le aplicaría la cláusula que prohibía la competencia.
 
El doctor Miranda estaba sorprendido y perturbado ante el hecho que su staff
organizado con tanto cuidado perdía a uno de sus miembros más respetados, y le
chocaba el anuncio del doctor Sainz acerca de su intención de abrir un consultorio
en La Molina. El profesional se retiraría de la clínica y emprendería una práctica
competidora, y muchos de sus clientes abandonarían la clínica Miranda para
seguirlo. Perdería los ingresos correspondientes al trabajo del médico, perdería
pacientes, soportaría el costo inherente al reclutamiento de otro pediatra, y si no se
aplicaba la cláusula relacionada con la prohibición de la competencia, se crearía un
mal precedente con respecto a la relación con los otros médicos de la clínica.
Miranda respondió que la cláusula que prohibía la competencia sería aplicada si
Sainz decidía abrir su consultorio en la zona estipulada, y que la clínica tendría que
aplicar un castigo por la violación del contrato. Calculó que la demanda judicial
podría elevarse al cien por ciento de los ingresos que Sainz podría obtener durante
los dos años que le faltaban para terminar el compromiso.
 
La respuesta del doctor Miranda irritó al doctor Sainz. La juzgó irrazonable e
irresponsable. Dijo que si el juego debía jugarse de ese modo, él se retiraría de
inmediato de la clínica y pondría su consultorio, y que Miranda podía llevarlo ante el
juez para tratar de obtener su dinero. Miranda respondió que obtendría un mandato
judicial contra el funcionamiento del consultorio; Sainz replicó que presentaría una
acción de hábeas corpus. Miranda perdió la paciencia y le dijo que entonces
presentaría la máxima demanda posible para que vea que Juan Miranda “sabía
poner en vereda a cualquier pretencioso”. Sainz no dijo más, dio media vuelta y salió
del despacho del dueño de la clínica mascullando, mientras atravesaba el vestíbulo,
en un tono audible para otras personas, que “ya le enseñaría a ese bastardo
miserable”.
Análisis del caso:

1- Identificar qué tipos de personas difíciles están presentes y cómo podrían


manejarse en el caso. (Estilos comportamiento)
2- ¿Cómo resuelve la situación si usted es el Sr. Miranda.

Dr. Miranda: Influyente y Seguro para conseguir sus


objetivos y Dominante cuando tiene que discutir.

Gabriela de Sainz: Cooperativa con sus pacientes e


Influyente para hacer que su esposo se vaya del hospital.

Benjamín Sainz: Dominante con el Dr. Miranda para pelear


por sus derechos y Cooperativo para irse del hospital.

Lo llevo a juicio.

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