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L A O F E R TA
ORIGINAL DE LA
GRACIA: EL
« E S TA D O O R I G I N A L »
Y EL PARAÍSO
• desde el primer instante la gracia y el pecado han sido las
coordenadas que han enmarcado el ser del hombre en su relación
con Dios. Naturalmente, siempre bajo el primado de la gracia, que es
la primera y la última palabra de Dios, y sin la cual no podemos en
modo alguno entender lo que es el pecado mismo.
• Estudiamos primero la oferta de la gracia por parte de Dios, la
teología del «estado original», para pasar a ocuparnos después, mucho
más ampliamente, del pecado original.
• Adán es figura de Cristo, está desde el principio destinado a ser
recapitulado en Jesús.
• El pecado es el rechazo de la gracia y, por
consiguiente, sólo puede ser tal si es
precedido por la gracia divina.
BREVE REFERENCIA A LAS
NOCIONES TRADICIONALES
• Se ha considerado normalmente que Dios creó al hombre dándole de
hecho u ofreciéndole tres categorías de bienes o dones.
• En primer lugar los «naturales», los que corresponden a la naturaleza
del hombre en cuanto tal en los términos que en el capítulo anterior
hemos señalado. Se piensa que esta «naturaleza» ha salido de las
manos de Dios como acabada dentro de su orden.
• En segundo lugar hay que situar los bienes «sobrenaturales» en
sentido estricto: la amistad con Dios y la gracia, la llamada a la
divinización y a la visión beatífica; son aquellos bienes a los que la
naturaleza humana no tiene ningún derecho.
• Por último, entre unos y otros, se colocan los llamados
«dones preternaturales», que, por una parte, no son
exigidos por la naturaleza en cuanto tal, pero, por otra, la
perfeccionan en su misma línea, sin que por sí mismos
supongan la comunión íntima con el Creador (que es lo
propio de los dones sobrenaturales).
• El pecado de los primeros padres habría hecho perder al
hombre los bienes sobrenaturales y estos dones
preternaturales. No así los naturales, que, aunque
afectados por el pecado, han quedado sustancialmente
íntegros; la bondad de la criatura de Dios permanece.
EL «ESTADO ORIGINAL» EN EL
ANTIGUO TESTAMENTO. LA
HISTORIA DEL PARAÍSO
• No tenemos que insistir sobre lo que sin duda ya se conoce acerca
del valor histórico de los primeros capítulos del Génesis. El relato de
la fuente J, que habla del paraíso inmediatamente después de la
creación del hombre, tiende a desembocar, con toda probabilidad, en
la narración del pecado y de la caída
• Lo que Dios pensó para el hombre no es la situación que
conocemos, sino algo mejor: precisamente el paraíso.
• Este es el proyecto originario de Dios sobre el hombre.
El paraíso es tal vez una representación que el yahvista ha
recogido de otras culturas orientales, en las que se
encuentran descripciones de un jardín celeste, morada de
Dios y no del hombre.
• Podemos tomar como puntos de referencia para situar la escena del
paraíso los momentos inicial y final de la misma: la creación del
hombre del polvo de la tierra, y su expulsión del jardín con la
consecuencia de la muerte y la vuelta a la tierra de la que fue
tomado.
• La situación actual muestra que el hombre tiene esta vida de Dios en
precario, por un tiempo limitado y breve; el aliento vital se retirará un
día y el hombre morirá. Entre la creación del hombre del polvo y el
anuncio de su vuelta a él se sitúan los acontecimientos del paraíso; se
nos describe la situación en que el Creador ha querido colocar al ser
humano y de la que éste se ha visto excluido por su pecado.
• En medio de la abundancia de árboles y plantas del paraíso destacan el
árbol de la vida, que muestra que ésta en su sentido pleno es don de
Dios, y el del conocimiento del bien y del mal, objeto de la prohibición
divina, porque solamente a Dios corresponde este conocimiento.
• A esta situación del paraíso corresponde la obligación del trabajo; el
hombre ha de cultivar y guardar el jardín. Dios además impone al
hombre un mandato, precisamente el de la prohibición de comer del
fruto del árbol del bien y del mal a que nos referíamos hace un
momento.
• El hecho de la imposición del mandato no es separable en este caso
del contenido concreto del mismo: el hombre ha de vivir en relación
de libre obediencia a Dios, y se destruye a sí mismo en el momento
en que quiere rebelarse y ser como Dios; la prohibición de comer del
árbol de la ciencia del bien y del mal no es pues un precepto
arbitrario.
• En la narración bíblica se quiere poner de relieve sobre todo la
posibilidad que Dios ha ofrecido al hombre de conseguir la plenitud
en la obediencia y el servicio. En el abandono de esta actitud está la
raíz de la perdición.
• Los castigos de Dios al hombre y a la mujer cuando, después del
pecado, los expulsa del paraíso, nos pueden ofrecer indirectamente
más detalles de cómo el autor yahvista ha imaginado la vida del
paraíso: libertad de la fatiga, del dolor y de la muerte; relación
armónica entre el varón y la mujer, etc.
• A partir de estas palabras puestas en boca de Dios se ha desarrollado
la doctrina de los bienes preternaturales de la inmortalidad, ausencia
de dolor o enfermedad, etc.
• En algunos pasajes, sobre todo de los libros proféticos, se da un
cambio de orientación muy significativo: el tema del paraíso, a veces
con la mención de «Edén» (que en Gen 2,8 es un simple nombre
geográfico), se convierte en un elemento de la descripción de los
bienes futuros, sea de los que se poseerán en un momento inmediato,
sea sobre todo de los que se gozarán cuando Dios salve al pueblo de
forma definitiva.
EL NUEVO TESTAMENTO