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HAMARTIOLOGÍA

La Doctrina Del Pecado.


Introducción a la Teología Cristiana.
H. Orton Wiley y Paul T. Culbertson.

Nota. En el siguiente tema “La Doctrina del Pecado” de H. Orton Wiley y Paul T. Culbertson. Se
realizo un resumen del capitulo X de manera sistemática, formulando diez puntos doctrinales de los
autores mencionados, fuimos subrayando y enumerando del uno al diez, dichos puntos se contrastaron
y apoyaron desde las diferentes perspectivas de los siguientes autores. Luis Berkhof- Teología-
Sistemática, , Lewis Sperry Chafer Teología- Sistemática, Wayne Grudem -Teología Sistemática
y Charles C. Ryrie - Teología Básica. A manera de argumento personal se concluyo con una breve
conclusión.

Alumno. Antonio Tejeda R.


HAMARTIOLOGÍA
La Doctrina Del Pecado.

Introducción a la Teología Cristiana.


H. Orton Wiley y Paul T. Culbertson.

La Hamartiología o doctrina del pecado, se considera frecuentemente como una rama de la


Antropología , la ciencia del hombre. Como tal tiene que ver con el hombre en su esta do caído. La
palabra Hamartiología se deriva de uno de los muchos términos griegos que se utilizan para expresar
la idea de pecado: Hamartia. Es aplicable al pecado como un acto y como un estado o condición. La
doctrina del pecado es en la teología lo que el primer eslabón es en una cadena – todo lo demás
depende de ella. Cualquier tendencia a minimizar el pecado tiene sus consecuencias en una visión
menos exaltada de la Persona y obra del Redentor. Hay tres grandes temas centrales que están
interrelacionados de tal modo que los puntos de vista sostenidos con respecto a cualquiera de ellos
afectan profundamente a los otros dos. Estos son: (1) Dios; (2) el pecado; y (3) la redención.

I. LA TENTACIÓN Y CAÍDA DEL HOMBRE

A. El Carácter Histórico del Relato del Génesis. Encontramos el relato de la tentación y la caída del
hombre en Génesis 3:1-24, como una descripción inspirada de un hecho histórico unido a un
simbolismo rico y profundo. Cualquier intento de probar que este relato es una colección de mitos sin
autoridad divina, o de considerarlo como una alegoría, en el sentido de una ilustración divinamente
dada de la verdad, aparte de los hechos históricos, debe sucumbir ante la evidencia, la cual insiste en
que el relato es una porción integral de una narración histórica continua. A lo largo del Antiguo y el
Nuevo Testamentos se asume que el relato es histórico. La mayoría de los padres de la Iglesia
Primitiva lo consideraban histórico y Jesús, indirectamente, incluyó el relato de la caída en Mateo
19:4-5 y Juan 8:44. Pablo hace referencia frecuentemente en sus epístolas al relato del Génesis como
histórico (2 Corintios 11:3 y 1 Timoteo 2:13-14). También hay alusiones innegables a la caída en el
Nuevo Testamento (Job 31:33 y Oseas 6:7).

Mientras que la narrativa es verdadera y cada circunstancia en ella es real, no hay una característica de
la historia paradisíaca del hombre que sea puramente natural, según nuestro entendimiento del término.
El estado probatorio humano, ya fuera largo o corto, fue conducido sobrenaturalmente por símbolos,
cuyo profundo significado conocemos sólo en parte, aunque nuestros primeros padres posiblemente lo
comprendieron por enseñanza expresa. El jardín resguardado; el sacramental Árbol de la Vida,
sustento de la inmortalidad condicional; el místico Árbol del Conocimiento, cuyo fruto revelaría el
profundo secreto de la libertad; el precepto positivo, representando la ley en su totalidad; la simbólica
forma de serpiente del Tentador; el carácter de las amenazas y su cumplimiento en todas las partes
involucradas; la expulsión del jardín y las defensas flameantes del Edén perdido; todos estos son
emblemas al igual que hechos, los cuales reaparecen, casi sin excepción, al final del Apocalipsis, en su
nuevo y más alto significado.

Al estudiar los diversos eventos de la historia paradisíaca es importante mencionar el hecho de que la
interpretación de estos eventos ha sido la fuente de mucha controversia dentro de la Iglesia.

1) El Jardín del Edén (Génesis 2:8). Es evidente que Dios proveyó un ambiente especial para la
primera pareja, como escenario apropiado para su período probatorio.

(2) El Árbol de la Vida. No sólo representa la comunicación de la vida divina al hombre, sino que
también simboliza la constante dependencia del hombre en Dios.

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(3) El Árbol del Conocimiento del Bien y el Mal.

Se debe hacer una distinción entre el conocimiento del mal y el conocimiento del mal como una
realidad en la experiencia personal.

(4) La Serpiente. Esta figura mística ha sido la causa de mucha especulación en la teología. La
posición más ampliamente aceptada es que la serpiente era uno de los animales creados en un plano
más alto, la cual fue usada por Satanás como su instrumento.

B. La Necesidad del Estado Probatorio del Hombre.

Si Dios iba a ser glorificado por el servicio voluntario de sus criaturas, el hombre debía ser puesto en
estado probatorio, sujeto a tentación, con el inevitable costo de la posibilidad del pecado. La tentación,
por lo tanto, fue permitida, porque de ninguna otra forma la obediencia humana podía ser probada y
perfeccionada. La pregunta que surge inmediatamente es: ¿Cómo fue posible que un ser santo
pudiera pecar? El hombre, por su misma constitución, es un ser auto-consciente y de determinación
propia. Es un agente moral libre y por lo tanto, tiene una capacidad para la acción moral. La acción
moral, a su vez, demanda una ley por la cual se determina el carácter – una ley que puede ser
obedecida o desobedecida por el individuo. El poder de obedecer o desobedecer es un elemento
esencial en un agente moral, por lo que Dios podía haber prevenido la caída solamente por medio de la
destrucción del libre albedrío del hombre. El hombre fue creado santo, con una tendencia
espontánea hacia lo recto. Sin embargo, su santidad no era un estado fijo, era posible pecar. Si
bien es cierto que el hombre fue creado santo, no obstante existían en él ciertas susceptibilidades
al pecado.

C. La Caída del Hombre.

El pecado comenzó en la auto-separación de la voluntad del hombre y la voluntad de Dios. El primer


pecado formal se encuentra en el hecho de contemplar la pregunta “¿Conque Dios os ha dicho...?” Con
la inyección de la duda, el deseo de conocimiento legítimo pasó a ser un deseo de conocimiento
ilegítimo – el deseo de ser sabios como dioses. Tal deseo es pecado (Romanos 7:7). Una de las
preguntas que con más frecuencia se plantean con respecto a la caída es: “¿Por qué permitió Dios
que el hombre pecara?” Hay dos factores que se deben tomar en cuenta al considerar la permisividad
de la caída. Primero, el permiso divino no puede en ningún sentido ser considerado como
consentimiento a la caída ni como una licencia para pecar. El único sentido en el que puede
considerarse es que Dios no intervino efectivamente por medio de Su poder soberano para impedirla.
El hombre cayó por su propia y libre determinación de pecar. El hombre pecó contra la santidad de su
propia naturaleza y en un entorno que hacía más fácil no pecar. El pecado es culpa única del hombre,
con lo cual la bondad de Dios resulta reivindicada.

Segundo, si Dios no hubiera puesto el árbol del conocimiento en el jardín, el hombre habría estado
bajo la necesidad de escoger de otras maneras. Un ser personal no puede escapar de la necesidad de
tomar decisiones, sean éstas buenas o malas. Las consecuencias inmediatas del pecado del hombre
se pueden resumir en dos proposiciones generales: Externamente – fue el distanciamiento de Dios y la
esclavitud bajo Satanás.

Internamente, hubo una pérdida de la gracia divina, con lo cual el hombre vino a estar sujeto a la
corrupción física y moral. Esto significa el nacimiento de una conciencia de mal y un sentimiento de
vergüenza y degradación. Privado del Espíritu Santo como el principio organizador de su ser, no podía
tener un orden armonioso de sus facultades, con lo cual sus facultades quedaron desordenadas.

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La consecuencia de esto es la ceguera de corazón, la pérdida de discernimiento espiritual, la
concupiscencia o el deseo carnal sin restricciones, y la incapacidad moral o debilidad en la presencia
del pecado. Sin embargo, la atrocidad de su pecado y la vergüenza de su caída no resultaron en la
destrucción absoluta de su ser. La mano invisible del Redentor prometido lo impidió. Así, el misterio
del pecado y el misterio de la gracia convergen a la puerta del Edén.

II. SATANAS Y EL ORIGEN DEL PECADO.

A. La Doctrina de Satanás.

1. El Origen de Satanás. El hombre fue tentado por un ser sobrehumano, que en las Escrituras es
llamado diablo o Satanás. De modo que el mal debe haber tenido una existencia previa al origen de la
raza humana y externa a ella. Las Escrituras enseñan claramente que en el nivel de lo puramente
espiritual, hubo ángeles que no conservaron su dignidad o sea su primer estado. Así que hubo una
caída en el nivel espiritual anterior a la caída de la raza humana. Esta caída tubo lugar entre los ángeles
debido a que un tentador los llevo por el camino del pecado. La perspectiva cristiana acerca del mal,
tal como se establece en las Escrituras, termina en la idea de Satanás, quien siendo un espíritu
sobrehumano, sin embargo un espíritu creado, era originalmente bueno, pero cayó de su estado
elevado y vino a ser el enemigo de Dios. El mal es, por lo tanto, personal en su origen. (Judas 6 y 2
Pedro 2:4).

2. Satanás como el Anticristo. Juan llamó a Satanás el espíritu del anticristo. El relato de la caída
también revela la presencia de un poder sobrehumano como el tentador de la humanidad. Dios creó al
mundo por medio del Logos, o Verbo, como el intermediario entre Él y el universo creado. Este Logos
era el Hijo eterno, la segunda Persona de la Trinidad. En Él, como la imagen expresa del Padre, se
hallan comprendidos todos los principios de verdad, orden, belleza, bondad y perfección. Mientras la
relación entre lo finito y el Infinito fue mediada por el Logos, se mantuvo la verdadera relación con
Dios. Ahora empezamos a ver la magnitud de Satanás y del pecado. Satanás, en contraste con el
Logos, era un ser creado de tal gloria y poder, como sería digno de un espíritu creado por Dios – un
verdadero “hijo de la mañana”. Este ser contempló su propia belleza como auto-contenida y,
teniendo envidia del Hijo, buscó sentarse en Su trono. Así comenzamos a entender las Escrituras,
que indican que al enaltecerse con orgullo, cayó en la condenación. Sin duda a esto se refería Jesús
cuando dijo: “Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo” (Lucas 10:18).

3. Satanás y la Obra Redentora de Cristo. En la creación el hombre fue constituido de tal modo, que
subjetivamente era una criatura dependiente de su Creador y, consecuentemente, un siervo de Dios. En
el ámbito físico, el hombre era la principal de todas las criaturas y era, por lo tanto, en un sentido
verdadero, el señor de la creación. Cuando el hombre, en esta posición intermedia, miraba a Dios, se
veía a sí mismo como siervo; cuando miraba a la creación se veía a sí mismo como señor. En la
tentación, Satanás hizo que ser señor pareciera más atractivo que ser siervo.

Pero lo que Satanás no le dijo al hombre fue que este señorío era un poder delegado, el cual él poseía
en virtud de una mayordomía fiel. De este modo, cuando el hombre cayó, dejó de ser siervo de Dios y
se convirtió en siervo de Satanás. Sin embargo, Dios triunfará por siempre. El Hijo de Dios, quien fue
hecho semejante a los hombres, tomando forma de siervo, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente
hasta la muerte, y muerte de cruz (Filipenses 2:6-8). En virtud de esta verdadera actitud de siervo,
Cristo, en Su propia Persona, trajo al hombre nuevamente a su relación original con Dios. Por eso
podemos decir con todos los redimidos, “Al que está sentado en el trono, y al Cordero, sea la
alabanza, la honra, la gloria y el poder, por los siglos de los siglos” (Apocalipsis 5:13).

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4. El Reino de Satanás. La obra de Satanás consiste en pervertir las cosas de Dios, perversión que se
extiende también al concepto del reino. Así como hay un reino de Dios y de los cielos, también hay un
reino de Satanás y del mal. De ahí las referencias bíblicas a principados, potestades y gobernadores de
las tinieblas, lo cual indica una organización de las fuerzas del mal. Estas fuerzas están bajo el mando
de Satanás, “el príncipe de este mundo”. Jesús dice que él “será echado fuera” (Juan 12:31) y que nada
tiene en Él (Juan 14:30). Pablo también se refiere a Satanás como el “príncipe de la potestad del aire”
(Efesios 2:2), y a las fuerzas del mal como “huestes espirituales de maldad” (Efesios 6:12). Hay un
gran número de espíritus malignos, de los cuales Satanás es el líder. “Legión me llamo” (Marcos 5:9).
Satanás está condenado a la derrota (Mateo 25:41 y Apocalipsis 12:10-11).

III. LA NATURALEZA Y PENA DEL PECADO.

A. Terminología Escritural con Respecto al Pecado.

Nuestro mejor acercamiento será por medio de un breve estudio de los términos utilizados en las
Escrituras para expresar la idea de pecado.

Hamartia – significa una separación de, apartarse del camino correcto o errar. Ni los términos griegos,
ni los términos hebreos del Antiguo Testamento (tal como “alejarse de”, “descarriarse”, vanidad y
culpa) limitan la idea a un simple acto. Ambos sugieren, de modo natural, la idea de pecado como una
disposición o un estado. Parábasis – significa pecado como un acto de transgresión. Esto indica que la
idea del pecado está limitada por la idea de la ley, porque donde no hay ley, tampoco hay transgresión
(Romanos 4:15). En su sentido más amplio, esta ley debe ser interpretada como la existencia de un
orden moral eterno, con sus distinciones entre el bien y el mal. Esto encuentra su manifestación inicial
en las demandas de la conciencia. Cuando las demandas de la ley son desatendidas, en ese instante
nace el pecado. Adikía – “encorvadura” o perversidad de lo que era recto, significa la ausencia de
justicia y, consecuentemente, se traduce por lo general como injusticia, y a veces como iniquidad. Es el
opuesto al amor manifestado en Cristo. Un termino aún más enfático para el pecado, Anomía –
significa una “falta de conformidad a la ley” o “ilegalidad”. Asébeia – significa impiedad. No sólo
denota la separación del alma con respecto a Dios, sino que conlleva la idea de un carácter distinto al
de Dios y un estado o condición caracterizado por la ausencia de Dios.

B. Definiciones del Pecado.

La mayoría de las definiciones de pecado de los teólogos incluyen concepto del pecado tanto como
estado y como acto (o viceversa). Una de las definiciones más familiares es la de Juan Wesley Wesley
– “Una transgresión voluntaria de una ley conocida.” Una de las definiciones más inclusivas y claras
del pecado es la del doctor A. H. Strong – “El pecado es la falta de conformidad a la ley moral de
Dios, ya sea en acto, carácter o estado.” Wiley dice que la definición de Strong es una de las más claras
y comprehensivas. El Catecismo Menor de Westminster dice: “El pecado es toda falta de conformidad
a o transgresión de la ley de Dios.”

C. Las Consecuencias del Pecado.

Las consecuencias del pecado son la culpa y la pena. La culpa es el sentimiento personal de haber
trasgredido una ley que sigue al acto de pecado. Incluye la idea dual de responsabilidad por el acto, así
como la posibilidad de castigo por causa de ello. La pena lleva consigo el pensamiento del castigo que
sigue al pecado este castigo puede venir como resultado de las consecuencias naturales, o puede ser el
resultado de la acción de Dios.

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1. La Naturaleza de la Culpa. La culpa es culpabilidad personal que sigue al acto de pecado.
Involucra tanto la responsabilidad por el acto como la sujeción al castigo. La palabra culpa era
originalmente un término legal, que con el tiempo finalmente llegó a significar “el estado o condición
del que ha transgredido la ley.” La culpa toma la forma de condenación con base en la desaprobación
de Dios. Así, en la conciencia la culpa no es un sentido de transgresión contra la justicia divina o la ley
absoluta, sino contra la Voluntad Divina. La culpa como culpabilidad personal se debe distinguir de la
conciencia de dicha culpa. El pecado endurece el corazón, el cual puede llegar a sentir menos culpa,
pero aún así es culpable y se halla condenado delante de Dios. El pecado también debe ser visto como
sujeción personal al castigo.

2. La Naturaleza de la Pena. El principal castigo del pecado es la muerte. No obstante, puesto que
Dios ama a todos los hombres y procura su salvación, el castigo del pecado y la obra redentora de
Cristo están íntimamente relacionados entre sí y no se pueden comprender separados el uno del otro.
Las Escrituras enseñan que el castigo del pecado es la muerte (Génesis 2:17), pero la naturaleza de este
castigo ha sido interpretada de diferentes maneras. Los teólogos Arminianos por lo general han
interpretado que esto significa lo que comúnmente se conoce como la “plenitud de muerte”, es decir,
muerte física, temporal y eterna. La muerte física está incluida en el castigo del pecado. Algunos
autores parecen hacer de la muerte física el factor principal en el castigo. Es necesario enfatizar el
hecho de que la muerte física es un castigo, pero la muerte espiritual es el factor principal que
necesitamos tener constantemente presente. La muerte física es la consecuencia de la ausencia del
Espíritu Santo, por lo tanto, se relaciona inmediatamente con la muerte espiritual. La muerte espiritual
se debe a la ausencia del Espíritu Santo como el vínculo de unión entre el alma y Dios. Al retirarse el
Espíritu Santo el hombre perdió inmediatamente su comunión con Dios.

IV. PECADO ORIGINAL O DEPRAVACIÓN HEREDADA

Hemos visto que el castigo del pecado es la muerte. También hemos visto que los efectos del pecado
no pueden ser limitados al individuo, sino que deben incluir en su alcance las consecuencias sociales y
raciales. Es a estas consecuencias que la teología aplica los términos Pecado Original o Depravación
Heredada.

B. El Hecho del Pecado Original. Las Escrituras enseñan que la presencia de la muerte en el mundo,
con todos sus males consiguientes, se debe al pecado del hombre. Quizá el pasaje escritural más
importante con respecto al asunto sea el de San Pablo: (Romanos 5:12-14, 17-18). Se enseña
claramente que antes de la caída de Adán, no había pecado ni muerte; después de su caída
resultaron ambos, y son considerados como la consecuencia directa del pecado. Queda claro que
el mal natural es la consecuencia del mal moral – porque la muerte es por el pecado. La muerte como
consecuencia del pecado pasó a todos los hombres por medio de la propagación racial. La propagación
de la raza a partir de Adán no fue únicamente en su semejanza física, sino también en su imagen moral
caída. Como anticipando que el pecado de Adán constituyó a todos los hombres en transgresores, el
apóstol Pablo agregó las palabras “por cuanto todos pecaron”. Si el castigo de la muerte fue impuesto
a todos los hombres, por cuanto todos pecaron, entonces este pecado debe haber sido un estado del
corazón, es decir, una naturaleza depravada.

c. El Hecho de la Depravación Heredada. Todos los hombres han nacido bajo el castigo de la
muerte, como consecuencia del pecado de Adán, pero además nacen con una naturaleza depravada, la
cual, a diferencia del aspecto legal del castigo, por lo general se denomina pecado innato o
depravación heredada.

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Los siguientes pasajes escriturales revelan esta condición. “¿Quién hará limpio a lo inmundo? Nadie”
(Job 14:4). Otros pasajes relacionados incluyen Salmos 14:2-3; Salmos 51:5; Jeremías 17:9; Marcos
7:20-23 y Juan 3:5-6. Son numerosas las referencias del Nuevo Testamento al carácter moralmente
depravado de la raza humana. El uso que hace Pablo del término “carne” hace referencia a la
naturaleza depravada del hombre, especialmente a la propagación de una naturaleza corrupta.
Romanos 8:5 dice: “Porque los que son de la carne piensan en las cosas de la carne”. Otros pasajes
incluyen Romanos 8:8-9, 13 y Gálatas 5:24. El término “carne” tal como se utiliza aquí, es
representativo del estado caído de la humanidad en general – no la destrucción de ninguno de sus
elementos esenciales, sino la depravación de su vida espiritual original, y por ende, la depravación de
su tendencia.

D. La Naturaleza de la Depravación Heredada. El termino “depravación heredada” se aplica al estado


o condición del hombre por nacimiento. Expresa la depravación moral del hombre en su estado
natural. Esta condición pertenece a toda la persona individual; no simplemente a un aspecto de su ser,
como por ejemplo, su voluntad. Es un estado desordenado en el fundamento mismo del ser humano
desde donde salen las malas tendencias , los afectos desordenados, y los impulsos viciosos. Cuando el
hombre peco perdió la imagen moral de Dios con la que había sido creado. Al hablar de la
depravación total del hombre no queremos decir que él sea de tal manera depravado que no
haya grados de mayor maldad en él. Al contrario, el termino se usa en el sentido amplio e implica la
idea de que el contagio del pecado se extiende a través del ser total del hombre.

E. La transmisión del Pecado Original. Reconociendo que el pecado original o depravación


heredada tuvo su origen en el pecado de Adán, debemos ahora considerar la manera en la que
éste es transmitido a los miembros individuales de la raza, y el carácter que se le atribuye. Se han
dado varios puntos de vista con respecto a este asunto, siendo el más aceptable “El modo Genético” o
de transmisión, Este consiste simplemente en aplicación de la ley natural de la herencia. Es la ley de la
vida orgánica, en el sentido de que todo se reproduce según su propia especie, no sólo en lo que
respecta a la estructura anatómica y las características físicas, sino también en lo que respecta a la vida
mental y al carácter. La ley de la transmisión genética determina la semejanza de los descendientes
hacia los padres. Esto es suficiente para explicar al vulgo la naturaleza depravada del hombre. El
hombre no es responsable de la naturaleza depravada con la que nace. De aquí que no tenga
culpa. El hombre no es culpable del pecado innato con el que viene a este mundo. viene a ser
responsable solo después de que ha rechazado el remedio provisto por la sangre expiatoria. De
esta manera ratifica el pecado como suyo.

F. La Depravación y la Flaqueza. Hay un punto más que se debe considerar. Hemos visto que la
“carne”, según la manera en que el apóstol Pablo usa el término, incluye tanto la naturaleza física
como la naturaleza espiritual del hombre bajo el reino del pecado. La corrupción se extiende tanto al
cuerpo como al alma. La depravación de la naturaleza espiritual puede ser removida por medio del
bautismo del Espíritu Santo, pero las debilidades de la carne serán removidas solamente en la
resurrección y glorificación del cuerpo. En sentido general, el hombre no tiene dificultad para
distinguir entre el alma y el cuerpo; pero la fina línea de la demarcación, el punto exacto que separa lo
espiritual de lo físico, no se puede determinar. Si tan sólo supiéramos dónde se halla esta línea de
demarcación, podríamos con facilidad distinguir entre las manifestaciones carnales que tienen su
origen por completo en el alma, y las debilidades físicas derivadas de la constitución física del hombre,
la cual se encuentra aún bajo el dominio del pecado. Se dice que el cuerpo está muerto a causa del
pecado, pero el espíritu es vida a causa de la justicia. Puesto que el esfuerzo mental con frecuencia
debilita la constitución física, y la debilidad física, a su vez, nubla la mente y el espíritu del hombre,
siempre es necesario un espíritu de caridad hacia todos los hombres.

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Conceptos de la Doctrina del Pecado comparada, con la Bibliografía siguiente.

Luis Berkhof- Teología- Sistemática, , Lewis Sperry Chafer Teología- Sistemática, Wayne Grudem -
Teología Sistemática y Charles C. Ryrie - Teología Básica.

1. ¿Cómo fue posible que un ser santo pudiera pecar?

Luis Berkhof. Es imposible para nosotros decir cómo pudo encontrar la tentación su punto de contacto
en una persona santa. Y todavía es más difícil explicar el origen del pecado en el mundo angelical.
Lewis Sperry Chafer. la santidad del primer hombre, antes de la caída, era pasiva en el sentido de que
era inocente y de que su carácter no estaba probado.
 Wayne Grudem. La definición de pecado
antes dada especifica que pecado es no ajustarse a la ley moral de Dios no sólo en acción y en actitud,
sino también en naturaleza moral. Nuestra naturaleza, el carácter interno que es la esencia de lo que
somos como personas, también puede ser pecadora. Charles C. Ryrie. Yo prefiero una descripción
así: Adán poseyó santidad (porque era más que “inocente”) de criatura (porque su santidad no era igual
a la de su Creador) no confirmada (porque aún no había sido probado). Adán tenía libre albedrío y una
mente capaz de pesar sus opciones. “Adán, por lo tanto, pudiera haber resistido si hubiera querido,
puesto que cayó meramente por su propia voluntad; pero debido a que su voluntad era flexible hacia
cualquiera de los dos lados, y él no estaba dotado de la constancia para perseverar, cayó fácilmente.
Sin embargo, su elección del bien y el mal fue libre; y no sólo así, sino que su mente y voluntad
estaban poseídas de una rectitud consumada, y todas sus partes orgánicas estaban correctamente
dispuestas hacia la obediencia.

2. El hombre fue creado santo, con una tendencia espontánea hacia lo recto. Sin embargo, su
santidad no era un estado fijo, era posible pecar. Si bien es cierto que el hombre fue creado
santo, no obstante existían en él ciertas susceptibilidades al pecado.

Luis Berkhof. Sin embargo, nada seguro puede decirse sobre este punto. Porque cualquiera que sea en
ese sentido el significado de la tentación, en verdad no basta para explicar cómo un ser santo como
Adán pudo caer en el pecado. Lewis Sperry Chafer. Puesto que la santidad puede ser activa o pasiva
(virtud positiva o ausencia del mal) las cualidades morales del primer hombre tuvieron que ser pasivas.
El era inocente con respecto al pecado. No había tenido la oportunidad de desarrollar un carácter moral
probado; sin embargo, no hay ningún documento para probar que él no entendía la diferencia entre el
bien y el mal. Wayne Grudem. Por consiguiente, aunque nunca debemos decir que Dios pecó ni que
hay que echarle la culpa del pecado, debemos afirmar que el Dios que «hace todas las cosas conforme
al designio de su voluntad» (Ef 1:11) ordenó que el pecado entrara en el mundo —aunque no se deleita
en él— y que surgiera por decisión voluntaria de criaturas morales. Charles C. Ryrie. Adán no sólo
fue un ser unitario, viviente, inteligente y determinante, sino también uno que podía tener comunión
ininterrumpida con Dios. ¿Cómo podemos expresar la condición original de Adán? Algunos usan la
palabra inocente, pero Adán era más que inocente, lo cual parece connotar sólo la ausencia del mal. La
santidad original de Adán era positiva; pero no era igual a la de Dios, sino de criatura. Por estar sujeta
a prueba, no era confirmada.

3. “¿Por qué permitió Dios que el hombre pecara?”

Luis Berkhof comenta. Es verdad que el decreto eterno de Dios hizo segura la entrada del pecado en
el mundo, pero esto no debe interpretarse de manera que Dios resulte la causa del pecado en el sentido
de ser su autor responsable. Esta idea está excluida de la Biblia con toda claridad. "Lejos esté de Dios
la impiedad, y del Omnipotente la iniquidad", Job 34: 10.

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Lewis Sperry Chafer. El asunto puede quedar sin modificación de que Dios, quien es activa e
infinitamente santo y quien es absolutamente libre en todas sus empresas, siendo libre para crear o no
crear y para excluir el mal de lo que El había creado, no obstante, ha permitido que aparezca el mal y
que siga su curso en esferas humanas y angélicas. Wayne Grudem. ¿De dónde surgió el pecado?
¿Cómo entró en el universo? Primero, debemos aclarar enfáticamente que Dios no pecó, y no hay que
echarle a Él la culpa del pecado. Fue el hombre el que pecó, y fueron ángeles los que pecaron, y en
ambos casos lo hicieron por decisión propia y libre. Echarle la culpa del pecado a Dios sería blasfemar
contra el carácter de Dios. «Sus obras son perfectas, y todos sus caminos son justos. Charles C. Ryrie.
De cualquier manera que describamos la naturaleza moral de Adán antes de la Caída, es claro que
estaba sin pecado. Algunos dicen que esto significa una clase de santidad pasiva en que Adán era
inocente de haber hecho algún mal. Su santidad era tal que lo capacitaba para disfrutar de perfecta
comunión con Dios. Posiblemente es muy fuerte hablar de una santidad positiva, puesto que Adán
tenía la posibilidad de escoger pecar.

4. Un ser personal no puede escapar de la necesidad de tomar decisiones, sean éstas buenas o
malas.

Luis Berkhof. Con respecto al origen del pecado en la historia de la humanidad la Biblia enseña que
comenzó con la transgresión de Adán en el paraíso y que fue, por lo tanto, un acto perfectamente
voluntario de parte del hombre. El tentador vino del mundo espiritual con la sugestión de que el
hombre, colocándose en oposición a Dios, se convertiría en igual a Dios. Adán sucumbió a la tentación
y cometió el primer pecado, comiendo del fruto prohibido. Lewis Sperry Chaf. En lo que respecta a la
transgresión, Dios trató al hombre como si fuera completamente responsable. Este solo hecho certifica
el desarrollo moral que había logrado. Dios hizo un hombre maduro. Es cierto que él no podía recordar
ninguna clase de historia, ni podía poner en orden los valores acumulados por la experiencia; pero sí
poseía estos valores hasta el grado requerido para la madurez de la acción. Wayne Grudem. Somos
criaturas moralmente responsables ante Dios por nuestras acciones. Correspondiendo a esta
responsabilidad tenemos un sentido interno del bien y del mal que nos separa de los animales. Cuando
actuamos según las normas morales de Dios, nuestra semejanza a Dios se refleja en conducta santa y
justa delante de él, pero, en contraste, nuestra desemejanza a Dios se refleja cada vez que pecamos.
Charles C. Ryrie. Un creyente puede decidir hacer lo bueno o lo malo (Romanos 7:15–25; 1 Timoteo
6:9; Santiago 4:4). Voluntad puede ser más una expresión de uno mismo por medio de las otras facetas
de la personalidad, en vez de una facultad en y de sí misma. Estas son las facetas de la parte inmaterial
del hombre por las cuales él puede glorificarse a sí mismo o glorificar y servir a su Señor.

5. Este ser (Satanás) contempló su propia belleza como auto-contenida y, teniendo envidia del
Hijo, buscó sentarse en Su trono.

Luis Berkhof. dice, tenemos que concluir que, con toda probabilidad, el pecado que hizo caer al
diablo fue el del orgullo, el de aspirar a ser igual a Dios en poder y autoridad. Y esta idea parece
encontrar corroboración en Judas 6; en donde se dice que los ángeles caídos "no guardaron su
dignidad, sino que abandonaron su propia morada". Lewis Sperry Chafer. Satanás, sin embargo, se
envaneció (1 Ti. 3: 6), y llegó a ser víctima de una ambición impía, pues deseó salirse de la esfera en la
cual Dios lo había colocado por creación, la cual estaba determinada por la sabiduría infinita. Wayne
Grudem. es posible que haya una referencia a la caída de Satanás, el príncipe de los demonios, en
Isaías 14. Al describir Isaías el juicio de Dios sobre el rey de Babilonia (un rey terrenal humano), llega
a una sección en donde empieza a usar un lenguaje que parece ser demasiado fuerte para referirse a un
rey meramente humano.

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Este vocabulario de subir hasta los cielos y establecer su trono en lo alto y decir: «Voy a hacerme yo
mismo semejante al Altísimo» fuertemente sugiere una rebelión de parte de una criatura angélica de
gran poder y dignidad. No sería raro en el discurso profético he- breo pasar de descripciones de
acontecimientos humanos a descripciones de eventos celestiales paralelos que los acontecimientos
terrenales pintan de una manera limitada. Si esto es así, el pecado de Satanás se describe como un
pecado de orgullo y de intentar ser igual a Dios en estatus y autoridad. Charles C. Ryrie. El Nuevo
Testamento destaca el pecado específico de Satanás como arrogancia, engreimiento, el estar hinchado
(1 Timoteo 3:6). Se le compara al engreimiento que un nuevo converso puede tener cuando se le
confieren cargos de dirección espiritual o se le ensalza demasiado pronto y comienza a tomar para sí
mismo la gloria que le pertenece a Dios. Ezequiel 28:16 le atribuye la causa de la caída de Satanás a la
abundancia de su contratación. En otras palabras, Satanás usó su posición para ganancia personal, para
traficar en la exaltación de sí mismo.

6. Es necesario enfatizar el hecho de que la muerte física es un castigo, pero la muerte espiritual
es el factor principal que necesitamos tener constantemente presente.

Luis Berkhof. La idea fundamental de la muerte en la Escritura no es la extinción del ser, sino el
quedar separado de la fuente de la vida, con la resultante disolución, o miseria y dolor.
Fundamentalmente, la muerte consiste en que el alma sea separada de Dios, lo que se manifiesta en la
miseria espiritual, y termina por fin en la muerte eterna. Pero también incluye la separación del cuerpo
y del alma con la consiguiente disolución del cuerpo. Lewis Sperry Chafer. Nuestros primeros padres
murieron espiritualmente el día cuando desobedecieron a Dios. Ese mismo día llegaron a ser mortales,
con lo cual comenzaron a morir físicamente; y de una vez quedaron sujetos a la muerte eterna, a menos
que fueran redimidos de esta parte de la sentencia. Wayne Grudem. Pablo explica los efectos del
pecado de Adán de la siguiente manera: «Por medio de un solo hombre el pecado entró en el mundo, y
por medio del pecado entró la muerte; fue así como la muerte pasó a toda la humanidad, porque todos
pecaron» (Ro 5:12). El contexto muestra que Pablo no está hablando de los pecados que la gente
comete todos los días de la vida, porque el párrafo entero (Ro 5:12-21) se refiere a la comparación
entre Adán y Cristo. Cuando Pablo dice: «así [gr. joutos, “así, de esta manera, de este modo”, o sea,
mediante el pecado de Adán] la muerte pasó a toda la humanidad, porque todos pecaron», está
diciendo que a través del pecado de Adán «todos los hombres pecaron». Charles C. Ryrie. La
penalidad que está particularmente relacionada con el pecado heredado es la muerte espiritual. Ahora
bien, la muerte siempre indica alguna clase de separación, así que, la muerte espiritual significa una
separación de la vida de Dios en esta vida presente (Efesios 2:1–3). Si esta condición continúa sin
cambiar a través de la vida, entonces lo que sigue es la muerte eterna, o la segunda muerte
(Apocalipsis 20:11–15).

7. Se enseña claramente que antes de la caída de Adán, no había pecado ni muerte; después de su
caída resultaron ambos, y son considerados como la consecuencia directa del pecado.

Luis Berkhof No solamente la muerte espiritual sino también la física fueron resultado del primer
pecado del hombre. De un estado de posse non mori descendió el estado de non posse non mori.
Habiendo pecado, quedó condenado a volver al polvo de donde había sido tomado, Gen 3: 19. 

Lewis Sperry Chafer. Dios les había advertido a nuestros primeros padres que el día que comieran
del fruto que les había prohibido, ciertamente morirían. La sentencia que estaba prevista se dictó, y se
les impuso la condena de muerte en sus tres formas: ( 1) Muerte espiritual, que es el acto mediante el
cual alma y espíritu del hombre quedaron separados de Dios; ésta cayó sobre ellos en el momento que
pecaron;

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(2) muerte física, que comenzó de inmediato su inevitable proceso de desintegración, el cual habría de
culminar algún día en una separación mediante la cual alma y espíritu se separarían del cuerpo; y
(3) muerte eterna, que es la muerte segunda, según la cual ellos quedaron sujetos al lago de fuego,
donde alma y cuerpo estarán separados eternamente de Dios. Wayne Grudem. La asombrosa promesa
del Nuevo Testamento es que tal como hemos sido como Adán (sujetos a muerte y pecado), así
seremos semejantes a Cristo (moralmente puros, nunca sujetos de nuevo a la muerte): «Y así como
hemos llevado la imagen de aquel hombre terrenal, llevaremos también la imagen del celestial» (1 Co
15:49). Charles C. Ryrie. Esto también trajo muerte tanto espiritual como física a la raza. La muerte
siempre es separación; Adán y Eva experimentaron la separación espiritual inmediatamente, e
inmediatamente empezaron a experimentar el proceso de decadencia en sus cuerpos que finalmente
resultaría en la muerte física (Romanos 5:12).

8. Al hablar de la depravación total del hombre no queremos decir que él sea de tal manera
depravado que no haya grados de mayor maldad en él.

Luis Berkhof. La depravación total no significa aquí que la naturaleza humana, al momento, se haya
depravado tan completamente como posiblemente lo pueda hacer. En la voluntad, esta depravación se
manifestó como incapacidad espiritual. Lewis Sperry Chafer. Cuando Adán cometió el primer
pecado experimentó una conversión al revés. Llegó a ser degenerado y depravado. Dentro de él se
desarrolló una naturaleza caída, que es contraria a Dios y siempre inclinada hacia el mal. Su
constitución se alteró fundamentalmente y así llegó a ser un ente enteramente diferente del que Dios
había creado. Wayne Grudem. Esta heredada tendencia a pecar no quiere decir que los seres humanos
son todo lo malo que pueden ser, ni tampoco quiere decir que no podemos hacer el bien en ningún
sentido de la palabra. No obstante, nuestra corrupción heredada, la tendencia a pecar que recibimos de
Adán, quiere decir que en lo que a Dios respecta, no somos capaces de nada que le agrade. Charles C.
Ryrie. El concepto de la depravación total no significa (a) que cada persona haya exhibido su
depravación al máximo de lo que es capaz; (b) que los pecadores no tengan una conciencia o una
“inducción innata” concerniente a Dios; (c) que los pecadores incurrirán en toda forma de Pecado; o
(d) que las personas depravadas no hacen acciones que son buenas a la vista de otros y aun a la vista de
Dios.

9. Reconociendo que el pecado original o depravación heredada tuvo su origen en el pecado de


Adán, debemos ahora considerar la manera en la que éste es transmitido a los miembros
individuales de la raza, y el carácter que se le atribuye.

Luis Berkhof. La Escritura enseñan que el pecado es la herencia del hombre desde el momento de su
nacimiento, y está presente, por tanto, en la naturaleza humana desde tan al principio que no es posible
considerarlo como resultado de la imitación, Sal 51 : 5 ; Job 14 : 4; Juan 3: 6. En Ef. 2: 3.
Lewis Sperry Chafer. La Biblia enseña, con completa unidad, que toda la raza se ha depravado y está
depravada a menos que eche mano a la gracia salvadora de Dios; y también es igualmente evidente que
no se puede señalar algún tiempo cuando sucedió esa depravación que no sea el día de la caída en el
huerto de Edén. Wayne Grudem. Cuando Adán pecó, Dios consideró pecadores a todos los que
descenderían de Adán. Aunque todavía no existíamos, Dios, mirando al futuro y sabiendo que
existiríamos, empezó a considerarnos culpables como Adán. Esto también encaja con la afirmación de
Pablo de que «cuando todavía éramos pecadores, Cristo murió por nosotros» (Ro 5:8). Charles C.
Ryrie. La Biblia claramente afirma que todos los aspectos del ser del hombre son corruptos. “Por
naturaleza” somos hijos de ira, es decir, los objetos de la ira (Efesios 2:3).

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Por las acciones también somos los objetos de la ira de Dios, pero este versículo se refiere a algo
innato. El Salmo 51:5 indica que esto es algo que tenemos desde la concepción, no adquirido por
nuestras acciones durante nuestra vida.

10. El hombre no es responsable de la naturaleza depravada con la que nace. De aquí que no
tenga culpa. El hombre no es culpable del pecado innato con el que viene a este mundo. viene a
ser responsable solo después de que ha rechazado el remedio provisto por la sangre expiatoria.
De esta manera ratifica el pecado como suyo.

Luis Berkhof. Los semipelagianos y los antiguos arminianos u objetantes niegan que el pecado
original envuelva culpa. La culpa del pecado de Adán cometida por él, como cabeza representativa de
la raza humana, se imputa a todos sus descendientes. Esto es evidente por el hecho de que, según la
Biblia lo enseña, la muerte como castigo del pecado pasó de Adán a todos sus descendientes, Rom. 5:
12-19; Ef. 2: 3; I Cor. 15: 22. Lewis Sperry Chafer. No se les puede decir una palabra más
desorientadora e injuriosa a los que no son salvos que manifestarles que ellos están perdidos solo por
causa de sus pecados personales. Si esto fuera verdad, ellos estuvieran perdidos solamente hasta el
grado en que ellos han pecado. Los hombres están perdidos por naturaleza -"por naturaleza hijos de
ira" (Ef.2:3). Wayne Grudem. Además de la culpa legal que Dios nos imputa debido al pecado de
Adán, también heredamos una naturaleza de pecado debido al pecado de Adán. A esta naturaleza
heredada a veces simplemente se le llama «pecado original» y a veces con más precisión se le llama
«contaminación original». Yo he usado más bien el término «corrupción heredada» porque parece
expresar más claramente la idea que se tiene en mente. Charles C. Ryrie. La depravación total
siempre tiene que medirse por la santidad de Dios. La bondad relativa existe en las personas. Es- tas
pueden hacer buenas obras que otros puedan apreciar. Pero nada que alguien pueda hacer pondrá a su
favor mérito para la salvación a los ojos de Dios.

Una definición personal del pecado como conclusión.

Filosóficamente hablando, el pecado por lo común se define como una subdivisión del problema del
mal. Existe en nuestra cultura general la idea del bien o un sentido del deber. Comúnmente este
sentido se encuentra como un dato en la conciencia individual cuando llega, por contraste, un sentido
de algo que no debe ser. La palabra «mal» en el uso de una persona cualquiera es todo lo que él siente
que no debe ser. Muchos filósofos dividen el tema del mal en mal natural y mal moral. Lo primero
incluye calamidades en la naturaleza en las cuales los valores personales temporales que sentimos que
no deben ser destruidos son destruidos pero de los cuales las personas finitas no pueden ser
consideradas culpables o responsables como lo considera Wiley cuando se refiere ha “El modo
Genético” o de transmisión.

El mal moral se limita a los acontecimientos o actitudes en que los valores personales sufren daño y
sentimos que no deben ser, y sufren en tal manera que sentimos que hay personas culpables o
responsables. Algunos limitarían la palabra pecado a los males morales en los cuales hay la idea de una
ofensa contra Dios, mas bien que contra el hombre, pero probablemente el uso corriente identificaría el
pecado con el daño a valores personales al que se le puede fijar culpa. Hay una amplia divergencia de
opiniones entre los filósofos en cuanto al criterio de lo que debe, o no debe, ser. Hay varias
importantes escuelas de pensamiento tocante a la cuestión de lo que es bueno y lo que es malo. La
respuesta cristiana es que Dios nos ha dado el sentido del deber, y que él ha revelado el criterio y la
sustancia de lo que es bueno y de lo que es malo. El mero hecho de que tenemos un criterio de lo que
debemos, o no debemos, ser, un sentido bien diferente del sentido del placer o deseo, es inexplicable
sobre una base meramente naturalista.
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Viéndolo desde el punto de vista cristiano.

«Pecado es la falta de conformidad a la ley de Dios, o la transgresión de ella». 1 Juan 3:4: «Pues el
pecado es infracción a la ley». El punto de vista bíblico del pecado, sin embargo, no depende
enteramente del concepto de ley, porque los escritores bíblicos apelan al carácter santo de Dios como
base de la ley. «Santos seréis, porque santo soy yo, Jehová vuestro Dios» (Lv 19:2) es la presuposición
constante. Fue la revelación del carácter santo de Dios (Is 6:1–6) lo que hizo a Isaías reconocer su
corrupción pecaminosa. Así el pecado no es solamente la violación de la ley divina, que es una
expresión de la voluntad de Dios; más profundamente, es la violación de la expresión del carácter
santo de Dios. Es la corrupción de la bondad que Dios impartió originalmente a sus criaturas,
especialmente es la corrupción de la santidad con que Dios dotó al hombre originalmente cuando lo
creó a su imagen.

El carácter divino es expresado por la voluntad divina en la ley divina. Los cristianos generalmente
entienden que los Diez Mandamientos y la ley del amor (cf. Éx 20:1–17 y Lc 10:27) constituyen un
breve resumen de la santa ley moral de Dios para el hombre. Y todo esto se basa en el carácter santo de
Dios. Podemos definir el pecado como cualquier cosa en la criatura que no exprese o sea contraria al
carácter santo del Creador.

Bibliografía: Luis Berkhof- Teología- Sistemática, , Lewis Sperry Chafer Teología- Sistemática,
Wayne Grudem -Teología Sistemática y Charles C. Ryrie - Teología Básica.

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