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ACADEMIA COR INMACULATUM MARIAE

Curso del Catecismo de la Iglesia Católica


Tercera Parte
CAPÍTULO I
LA DIGNIDAD DE LA PERSONA HUMANA

ART. 5 LA MORALIDAD DE LAS PASIONES.

Las pasiones son los impulsos de la sensibilidad que nos inclinan a obrar o a no obrar
en razón de lo que es sentido o imaginado como bueno o malo.
Las pasiones nacen de nuestra sensibilidad y son muy numerosas. La más fundamental es
el amor..

En sí mismas las pasiones no son ni buenas ni malas. Sólo reciben una califcación
moral cuando entran de por medio la razón y la voluntad. De ahí la importancia de ordenar
nuestras pasiones según la razón iluminada por la fe.

Nuestros sentimientos no definen la moralidad de nuestros actos ni tampoco la santi-


dad de las personas. La bondad de la persona y su santidad estarán definidas por sus actos.
Las pasiones son buenas cuando nos ayudan a realizar actos buenos y son malas cuando nos
ayudan a realizar actos malos. Una buena voluntad fomentará las pasiones que le ayudan a
los actos buenos y una mala voluntad buscará y fomentará las pasiones que le llevan a actos
malos.

Un acto bueno fomentado y repetido muchas veces es lo que llamamos virtud.

Un acto malo fomentado y repetido muchas veces es lo que llamamos un vicio.

ART. 6 LA CONCIENCIA MORAL

La conciencia moral es la ley de Dios escrita en el corazón del hombre. Es el núcleo


más secreto y sagrario del hombre, donde Dios habita y donde Dios nos hace escuchar su
voz.

Nuestra conciencia nos manda practicar el bien y evitar el mal. También nos ayuda a
determinar la moralidad de un acto en situaciones muy concretas y considerar las circuns-
tancias. También es el testigo oculto de la Verdad. Es decir, reconoce en nuestro interior
aquella Verdad que proviene de Dios. En nuestra conciencia oímos la voz de Dios que nos
habla.

Es por esto muy necesario prestar atención a la voz de nuestra conciencia y acostum-
brarnos a seguir su dictamen.

La conciencia es también nuestro primer Juez pues nos ayuda a juzgar qué tan bien o
mal hemos obrado en un determinado acto.

La voz de la conciencia es de tal autoridad que el hombre tiene derecho a actuar en


conciencia y en libertad en sus decisiones morales. No se le debe obligar a actuar en contra
de su conciencia, sobre todo en materia religiosa..

Sin embargo, es necesario formar la conciencia. Esta tarea dura toda la vida.
La formación de la conciencia empieza desde la niñez. De ahí la importancia de en-
señar al niño a obrar el bien aunque sea costoso y evitar el mal aunque sea placentero.
También es neceario formarse para evitar sentimientos de culpablilidad que no vienen de
Dios, preservarnos del egoísmo o del orgullo, etc.

Para la formación de nuestra conciencia encontramos la luz en la Palabra de Dios,


especialmente la palabra y los ejemplos de Nuestro Señor Jesucristo, la opinión autorizada
de la Igleaia, especialmente como la han vivido y entendido los Santos.

A veces es difícil determinar si un acto es bueno o malo, pero estos cristerios nos dan
luz para discernir:

-No se puede hacer un mal para obtener un bien.


-Buscar el bien del prójimo. La ley del amor vivida como Nuestro Señor lo vivió.

También es necesario conocer que podemos tener un juicio erróneo. La conciencia


errónea se puede dar por ignorancia. Por desconocimiento del Nuestro Señor Jesucristo y
de su Evangelio. Por el hábito de pecar que oscurece y hasta ciega la conciencia.

Cuanto más obramos el bien, más se ilumina nuestra conciencia.

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