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I.E.

Nº86001 Santa Rosa de Viterbo SUB DIRECCIÓN DE


Grado: 4º secciones: E, F, G y H EDUCACIÓN SECUNDARIA

“Vivimos por él y en él y nuestras acciones giran en torno a nuestra salvación”


(Muéstranos Señor tu misericordia en medio de nuestra nada y pobreza, sin ti no soy nada)

Veamos algunas definiciones tratando de comprender su contenido:

“Es un juicio de la razón mediante el cual la persona examina la bondad o malicia de una acción en
razón de la relación de ésta con la norma moral universal, de suerte que todo hombre esté en situación
de realizar en el modo singular e irrepetible que le es propio, las exigencias de la verdad objetiva de
su ser personal como tal” (C. Caffarra en Vida en Cristo. EUNSA. Pamplona. 1988 p. 114).

“Es el núcleo más secreto y el sagrario del hombre, en el que se siente a solas con Dios, cuya voz
resuena en el recinto más íntimo de aquélla” (Documentos del Vaticano II, Const. Pastoral sobre la
Iglesia en el mundo actual, GS, n. 16).

“Es la capacidad de percibir el bien y el mal y de inclinar nuestra voluntad a hacer el bien y evitar el
mal”. “Es la “anamnesis” (memoria) del Creador (Card. J. Ratzinger, Verdad, valores, poder. Rialp.
2ª ed. Madrid 1998. Págs 64-71).

“La conciencia es un juicio de la razón por el que la persona humana reconoce la cualidad moral de
un acto concreto que piensa hacer, está haciendo o ha hecho”) (Catecismo de la Iglesia Católica, Asc.
Editores del Catecismo, España, 1992, n. 1778, p. 404).

La conciencia formada rectamente garantizará la realización personal. En cambio, una conciencia


deformada donde se anidan la doblez, la insinceridad y la hipocresía, se convertirá en fuente de división
interior, de tinieblas, de zozobra y de fracaso.

A) Percibir el bien y el mal como algo por hacerse o evitarse. Por ejemplo, un joven invitado a ver una
película pornográfica, si tiene una conciencia formada se dará cuenta que “no está bien hacerlo”; pero
si no la tiene formada dirá “no hay nada de malo, todo el mundo las ve”.

B) Impeler a hacer el bien y evitar el mal (fuerza que lleva a la acción). En el primer caso sentirá la
fuerza para elegir «no voy», mientras que en el segundo dirá «voy».

C) Emitir juicios sobre la bondad o maldad de lo hecho; en la conciencia bien formada habrá
aprobación y paz subsecuentes al hecho de haber elegido objetivamente el bien, o sobrevendrá el
remordimiento y la desaprobación si no eligió conforme al juicio de su conciencia.

En la conciencia se dan dos tipos de juicios: el juicio de discernimiento (juzgo la bondad o malicia del
acto: «ver una película pornográfica está mal porque no presenta la verdad sobre la sexualidad humana
rebajándola y fomentando en mí la impureza») y el juicio de elección (puesto que está mal, opto: «no

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veré la película pornográfica, aunque mis amigos me ridiculicen»). En el juicio de discernimiento


interviene y se pone en juego la razón iluminada por principios de la ley natural o de la ley positiva;
en el juicio de elección, la voluntad movida por valores, ideales. La razón queda iluminada por la
virtud de la fe; la voluntad se mueve por la virtud de la caridad: el amor.

Como hemos podido constatar, la conciencia no es una facultad diversa de la razón y la voluntad; por
lo tanto, formando éstas como indicábamos en el apartado correspondiente, formaremos la conciencia.
Resumiendo, diríamos:

A) Buscar que la fe y la verdad objetiva guíen la razón: verdad del ser, del pensar, del actuar.
B) Formar la voluntad en el amor al bien objetivo por encima del bien egoísta; el bien moral por
encima del bien útil o placentero de las pasiones, de los sentimientos y de los afectos desordenados.
C) Hacer de Jesucristo el criterio, centro y motor de la conciencia.
D) Atender a las inspiraciones del Espíritu Santo.
E) Y puesto que la vocación a la vida religiosa es un llamado para una misión, aquí entra de lleno,
como preocupación esencial en la formación de la conciencia, el cumplimiento de la misión. "Es bueno
cuanto me ayuda a cumplir la misión y es malo cuanto me aparta de ella”.

Como algo más práctico, podemos enseñar a hacer bien los exámenes de conciencia, preparar bien las
direcciones espirituales, hacer buenas confesiones, seguir los programas de vida y ayudar siempre a
tener presente la invitación de Jesucristo: “vigilad y orad”.

Porque Dios la ha dado al hombre como medio para conocer y realizar su voluntad santísima,
alcanzando así su último fin. Porque, como decíamos en la definición, en la conciencia el hombre
escucha la voz de Dios y se abre a ella o se cierra. Por tanto, la conciencia diferencia al hombre de los
seres inferiores, y lo constituye en persona humana libre y responsable de sus actos. En consecuencia,
alcanza una importancia vital el formarla recta, delicada e insobornable.
"Cuando un hombre forma una conciencia recta y alcanza un buen grado de madurez,
automáticamente tenemos al hombre justo, responsable, trabajador, exigente consigo mismo. Podrá
tener, como creatura débil que es por naturaleza, caídas y momentos de debilidad, pero su misma
conciencia le ayudará a rectificar rápidamente y a seguir su camino con nuevos bríos. No permite la
corrupción del principio, señal inequívoca de la corrupción de la conciencia, ni se hace su ascética y
su moral personal. El hombre recto sabe dar a Dios lo que es de Dios y al prójimo lo que es del
prójimo, ama la verdad y vive en ella; ama la justicia y detesta la iniquidad; es fiel en sus compromisos
con Dios y con los hombres; guarda y mantiene la palabra dada; es auténtico y vive la propia
identidad...

Ocupando las veces del divino Maestro, el orientador moral nos escucha en un clima de fe: analiza
junto con nosotros nuestra situación personal, con sus logros y proyectos, con sus conflictos y
posibilidades; repasa con nosotros el plan de Dios, el Evangelio, colaborando con el Espíritu Santo
a modelar nuestra conciencia. Supone, por parte nuestra, una actitud de fe sobrenatural, de madurez
humana, de honestidad, de rectitud, sin buscar paliativos o sofismas - de edad, saber o santidad
propias- de confianza, de claridad y de responsabilidad".

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Pero para formar la conciencia en la dirección espiritual se considera como algo imprescindible la
apertura y la sinceridad del dirigido. Ordinariamente existe una resistencia natural a manifestar la
propia conciencia y el propio estado de ánimo. Con quien asiste a la dirección espiritual sólo por
cumplir con un compromiso o buscando una compensación afectiva o sentimental, tendremos
necesidad de mucha paciencia; deberemos tratarle con prudencia, sin presionarla, pero motivándola y
haciéndole ver los beneficios de la dirección espiritual en su vida, dando el tiempo necesario para que
logre formar su conciencia de acuerdo con las exigencias del Evangelio.
También deberemos evitar el infantilismo. Este consiste en actuar solamente bajo las indicaciones del
orientador espiritual sin ninguna convicción personal. La orientadora espiritual ha de propiciar la
madurez humana de su dirigida, de formar rectamente su conciencia y hacerle interiorizar los
principios cristianos y de concretizados en las Constituciones y reglamentos; de que adquiera
autonomía, seguridad personal e independencia frente a los ambientes favorables o adversos, y así
puedan sacar de la propia interioridad el sentido, la motivación y la dirección de sus acciones y
comportamientos.

Según el objeto
Verdadera: que es la que juzga la acción en conformidad con los principios objetivos de la moralidad.
Por ejemplo: sé que estoy en pecado mortal, por lo tanto, no puedo comulgar.
Errónea: que es la que juzga la acción equivocadamente, es decir, confunde lo malo con lo bueno.
Juzga sin bases y sin prudencia. Un ejemplo de esto, es cuando se piensa que, si alguien fue violada,
es lícito que aborte.
Esta conciencia se divide en dos formas:
-- Venciblemente errónea: cuando no se desea o no se ponen los medios para salir de su equivocación.
--Invenciblemente errónea. cuando la persona no puede dejar el error, o porque no sabe que está en
él, o porque ha hecho todo lo posible por salir de él, sin conseguirlo.

Por razón del modo de juzgar


Conciencia recta: este tipo de conciencia siempre juzga con fundamentos y prudencia.
Falsa: en este caso se juzga sin bases, sin prudencia y puede ser:
Conciencia estrecha: es la que actúa con ligereza y sin razones serias, afirma que hay pecado donde
no lo hay o lo aumenta. Este tipo de conciencia juzga a una persona por un simple comentario.
Conciencia escrupulosa. para este tipo de conciencia todo es malo. Es opresiva y angustiante pues
recrimina hasta la falta más pequeña, exagerándola como si fuera una falta horrible. Siempre piensa
que hay obligaciones morales donde no las hay.
Conciencia laxa. es lo contrario de la escrupulosa. Este tipo de conciencia minimiza las faltas graves
haciéndolas aparecer como pequeños errores sin importancia. En este caso, se actúa con ligereza, se
niega el pecado cuando lo hay o lo disminuye.
Conciencia perpleja. es la que ve pecado tanto en el hacer algo o en el no hacerlo. Es muy común
ante las decisiones económicas o políticas. Es la que piensa quiero ayudar a los damnificados, pero si
lo hago voy a quitarle algo a mi familia.
Conciencia farisaica. es la que se preocupa por aparentar bondad ante los demás, mientras en su
interior hay pecados de orgullo y soberbia. Es hipócrita, quiere que todos piensen que es buena y eso
es lo único que le importa.

Según la firmeza del juicio


Cierta: siempre juzga sin temor a equivocarse.
Dudosa: juzga con temor a equivocarse, o simplemente, ni se atreve a juzgar.

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