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(TEXTO. RESUMEN Y COMENTARIO DEL ARTÍCULO “RESPUESTA A LA PREGUNTA: ¿QUÉ ES LA ILUSTRACIÓN?”).

La Ilustración es la época que decide dejar atrás la minoría de edad, es decir, aquella en la que el ser humano
no es capaz de pensar por sí mismo. Las causas de que el ser humano permanezca en la minoría de edad son
internas (la pereza y la cobardía) y externas (los tutores que impiden el desarrollo de la voluntad). El ser humano
debe llegar a hacer un uso público de la razón, es decir: manifestar libre y públicamente su criterio e ideales
acerca de los asuntos que rigen la vida. Esto permitirá la maduración de la sociedad y el abandono de la minoría
de edad. El uso privado de la razón será restringido, sin embargo, para garantizar el bien común.

Para que se produzca la Ilustración debe iniciarse un proceso gradual en el cual el monarca ilustrado será
plenamente responsable (su referente es Federico II de Prusia). El desenlace será la llegada de una sociedad
cosmopolita, republicana, constitucional y democrática, donde resplandecerá la dignidad humana.

(ESTA ES LA TEORÍA NECESARIA PARA RESPONDER LA PREGUNTA 2)

1.DEFINICIÓN DE ILUSTRACIÓN

La Ilustración es para Kant la época histórica en la que el hombre se decide por fin a abandonar su minoría de
edad. Es decir, cuando asume su capacidad para pensar por sí mismo y tomar sus propias decisiones en lugar
de dejar que otros lo hagan por él.

Al igual que la ciencia (de la mano de Copérnico, Galileo, Bruno, Kepler y Newton) había conseguido progresar
al dejar atrás dogmatismo religioso y filosófico, la Ilustración aspira a llevar esta emancipación a todos los
ámbitos humanos. Un ejemplo de ello es la Enciclopedia, que pretende liberar al género humano a través de la
difusión del saber.

La minoría de edad resulta inevitable cuando se posee una inteligencia inmadura, como en los niños o en los
adultos con alguna discapacidad intelectual). Pero, fuera de estos casos, la persona es responsable, pues la causa
reside en su voluntad. Por eso el lema de la Ilustración es Sapere Aude!, que literalmente significa “Atrévete a
saber”. Y esto requiere un acto de la voluntad.

2.LA FALTA DE ILUSTRACIÓN: CAUSAS Y CONSECUENCIAS.

2.1. CAUSAS

Desde el momento en que el ser humano alcanza la madurez física, su inteligencia está naturalmente preparada
para pensar por sí sola. Lo mismo ocurre referido a la Humanidad en su conjunto: a partir de un determinado
estadio de desarrollo histórico, los seres humanos están en condiciones de conducirse por sí mismos. ¿Por qué
entonces se empeñan en dejarse guiar por otros? Tenemos dos tipos de factores:

a) Factores internos o subjetivos: PEREZA Y COBARDÍA

Con respecto a la pereza, parece cierto que es más cómodo delegar en otros tareas como el desarrollo del
entendimiento y el cuidado del alma o del cuerpo. Si nos lo dan todo hecho, rehuimos esforzarnos por crecer y
asumir la responsabilidad de guiarnos a nosotros mismos. Esta actitud nos lleva a no cuestionar nada del mundo
que nos rodea. Por todos sitios hallamos una falta de espíritu crítico. Resulta más cómodo creer acríticamente
(“se ha hecho viral en redes sociales”).

Con respecto a la cobardía, está en clara relación con la pereza. Renunciar a los prejuicios y a las consignas es
una tarea que requiere valor, pues implica enfrentarse con un sistema establecido y apoyado por muchas
personas. Por eso, el lema de la Ilustración (atrévete a saber) contiene una invitación al coraje. Si en la Grecia
clásica Pericles afirmó: “La felicidad es hija de la libertad y la libertad es hija del valor”, podemos decir que Kant
diría: “El saber es hijo de la libertad y la libertad es hija del valor”.

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b). Factores externos u objetivos: FALSOS TUTORES QUE EXAGERAN LOS PELIGROS DE LA AUTONOMÍA

Por “falso tutor” tenemos que entender “cualquiera que decide por otro”. Cualquiera que, aprovechándose de
la pereza y de la cobardía de los demás, los maneja (sacerdotes, oficiales del ejército, gobernantes, profesores…).
En un sentido más impersonal, también son “falsos tutores” la ignorancia, la mentira, el poder despótico, el uso
interesado de la religión… En definitiva, todo lo que lleva a la ausencia de libertad.

Los tutores primero atontan a las personas que tienen a sus cargo, y luego las convencen de los riesgos a los
que se exponen si hacen el intento de conducirse por sí mismos. De este modo, se perpetúan como tutores y su
labor nunca es cuestionada.

Algunas personas pueden librarse por sí mismo de la minoría de edad, pero para la mayoría es difícil. Los tutores
exageran los peligros de la autonomía. Kant, sin embargo, ve que esos supuestos peligros son sólo tropiezos
necesarios para crecer y conquistar la libertad (“dolores de crecimiento”). Un niño que empieza a andar se cae
varias veces, pero termina aprendiendo. Sin embargo, la mayoría de la gente se asusta, se desanima y no lo
vuelve a intentar. Pensemos en el caso de padres muy sobreprotectores. Es probable que su hijo adolescente se
acostumbre, por comodidad y pereza, a no ser independiente y que espere que se lo den todo hecho. Si los
padres le transmiten la idea de que la independencia es peligrosa, no desarrollará su personalidad ni su estilo
propio de estar en el mundo. (No confundir autonomía con “obediencia paradójica”).

2.2. CONSECUENCIAS.

La consecuencia es la quedarse anclado en una minoría de edad permanente. La actitud paternalista de los
falsos tutores fomenta la comodidad y el miedo, y, por tanto, la minoría de edad.

Las normas y prescripciones que regulan la vida de las personas son instrumentos que desactivan la capacidad
natural que tenemos los seres humanos para alcanzar la mayoría de edad, pues no nos dicen sólo lo que
debemos hacer, sino lo que debemos pensar y valorar. Pero tendemos a no rebelarnos contra estas normas
excesivas. Las personas que se liberan de ellas experimentan inevitablemente una primera sensación de
inseguridad.

Podemos establecer un paralelismo entre las personas que permanecen en la minoría de edad y los prisioneros
de la caverna de Platón, que están tan acostumbrados a las sombras que la claridad les resulta dolorosa. Así,
Kant nos dice que al individuo le es complicado pensar de manera independiente, ya que toda su vida a
obedecido dogmas incuestionables. Por eso, son tan pocas las personas que hayan logrado por sí mismas dejar
atrás las cadenas de la minoría de edad y hayan decidido caminar por sí mismos. Es necesario que el progreso
hacia la autonomía se afronte de una manera colectiva. Profundizaremos sobre esto en el siguiente apartado.

3. MEDIOS PARA CONSEGUIR LA ILUSTRACIÓN

3.1. LA LIBERTAD PÚBLICA

La tarea que debe abordar el individuo es difícil y va a requerir una determinación y un coraje que no son nada
comunes. Pero será más fácil si se afronta colectivamente. La clave está en la libertad. Basta que los gobernantes
permitan la libertad de expresión para que aquellos que han superado la minoría de edad eduquen al resto y
los liberen. Estos son los verdaderos tutores, que pueden contribuir a la liberación del pensamiento de los
demás.

No obstante, puede ocurrir que la sociedad (en Kant es el término “publico”) se rebele contra la invitación de
los tutores ilustrados a pensar por sí mismos. La sociedad tratará de reconducir a los tutores ilustrados hacia el
estado inicial de ceguera intelectual. Les intentará imponer los prejuicios en los que han sido educados. Cierto

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sector de la sociedad no quiere salir de la minoría de edad ni admite que nadie lo haga. Recordemos a los
prisioneros de la caverna insultando e intentando dar muerte a quien pretende liberarlos. Es posible que nos
encontremos con que el pueblo rechace la libertad que se le ofrece. En la Historia de España encontramos un
caso así: el grito de “vivan las cadenas” con el que el pueblo español saludó el retorno Fernando VII, ignorando
la oportunidad para salir de la minoría de edad que le ofrecían los diputados de las Cortes de Cádiz con la
Constitución de 1812 (incluso un grupo de personas llegó a desenganchar los caballos de la carroza real y tiraron
ellos mismos en su lugar).

3.2. REFORMA Y NO REVOLUCIÓN

La Ilustración sólo se obtiene de manera gradual y paulatina. Los avances deben realizarse lentamente. Kant no
es partidario de la revolución, sino de la reforma. Considera que la revolución no es constructiva, y que en
muchas ocasiones sólo sirve para cambiar de amos y desembocan en nuevos despotismos. Es más conveniente
un avance lento y seguro. Sin embargo, cinco años después de escribir esto, se produjo la Revolución Francesa
y Kant la celebró como una gran conquista y una prueba de que el género humano progresa hacia mejor. Por
tanto, observamos aquí una cierta ambivalencia en su pensamiento político: por un lado, estimula el
librepensamiento sin restricciones; por otro, se muestra conservador al defender el despotismo ilustrado de su
admirado Federico II, confiando en que va a ir introduciendo reformas paulatinas para que la sociedad progrese
hacia un sistema republicano constitucional.

3.3. USO PÚBLICO Y USO PRIVADO DE LA RAZÓN

Es necesario que la sociedad ejerza la libertad de hacer uso público de la propia razón. En términos actuales,
esto lo traduciríamos por “libertad de expresión”, que permite el debate de ideas y fomenta el pensamiento
crítico. No hay ningún motivo legítimo para impedir que las personas ejerzan libremente su derecho a expresar
su pensamiento. Los falsos tutores no cesan de dar órdenes y prohíben razonar, pues ven en el libre pensamiento
una amenaza para el sistema establecido en el que ellos son los dirigentes. Kant vuelve a referirse a su amado
Federico II, y dice que tan sólo este monarca ha instituido una completa libertad de expresión, aunque no de
acción, pues exige obediencia.
El uso público de la razón ha se ser siempre libre y no restringido. Con uso público de la razón Kant se refiere al
ejercicio público (ante el conjunto de la sociedad) del pensamiento crítico por parte de una persona entendida
en una determinada materia (en un artículo de prensa, un libro, una conferencia…)

Frente al uso público de la razón, Kant establece otro tipo de libertad: el uso privado de la razón, y éste sí debe
tener limitaciones. El uso privado hacer referencia la que corresponde a la hora de cumplir una determinada
función que le ha sido asignada. Todo el que forma parte de la maquinaria del Estado debe obedecer las
consignas que recibe. Al desempeñar una labor en un determinado ámbito (la Administración, el ejército, una
comunidad religiosa…) no se puede usar la razón como a cada uno le parezca, sino que debe acatar las órdenes
que recibe. De lo contrario, no podríamos perseguir objetivos comunes (imaginemos un ejército en el que cada
soldado fuera por libre, o inspectores de Hacienda con criterios diferentes). Ahora bien, esto no quiere decir
que cualquier persona pueda cuestionar lo que quiera en una ámbito público.

Limitar el uso privado de la razón es imprescindible para alcanzar los fines públicos. Para mantener el orden y
para desarrollar políticas concretas es necesaria esa limitación del uso privado. Ahora bien, esa limitación nunca
puede ir en detrimento de la posibilidad de hacer públicas sus críticas con posterioridad. Es necesario para el
buen gobierno que el uso privado se limite. Pero también es necesario para el progreso que el uso público no
tenga ninguna restricción. Veamos un ejemplo con mi propia profesión. Como profesora debo ajustarme a la
programación de mi asignatura y tengo que cumplir horario y normas. Tengo que obedecer. Este sería el uso
privado de mi razón. Ahora bien, en cuanto persona con experiencia en la enseñanza tengo derecho a criticar

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públicamente los contenidos seleccionados para selectividad o las condiciones de mi trabajo. Aquí estoy
ejerciendo el uso público de mi razón. Y Kant considera que es estimulante y positivo que se ejerza sin restricción.
La libertad de expresión, dice, nos lleva a la ilustración, porque hace posible que se conozcan diferentes puntos
de vista sobre un mismo asunto, lo cual nos llevar a comparar, deliberar y decidir qué opinión nos parece mejor.
Con ello nuestro intelecto se estimula y crece, propiciando la mayoría de edad, es decir, la ilustración.

Algunos pensadores de la época fueron muy críticos con esta distinción kantiana entre uso privado y uso público.
Hamman, por ejemplo, se preguntaba “¿Para qué me sirve el traje de fiesta de la libertad si en casa tengo que
llevar el delantal de la esclavitud?”

No obstante, no debemos perder de vista que aunque Kant defienda la obediencia al soberano de su Prusia
natal, ese tipo de gobierno es un estadio transitorio para alcanzar una sistema republicano constitucional, que
es el régimen verdaderamente acorde con la dignidad humana.

En su artículo, Kant ofrece tres ejemplos para aclarar la distinción que ha establecido entre uso público y uso
privado de la razón: un militar, un ciudadano y un sacerdote. Los tres deben cumplir órdenes. Pero
posteriormente pueden reflexionar y exponer ante el gran público sus discrepancias, así como sus propuestas
de cambio.

Un militar debe obedecer la orden de un superior en el momento en que la recibe sin discutirla. Ahora bien,
posteriormente, puede expresar públicamente su desacuerdo en todo aquello que estime oportuno.

Un ciudadano tiene la obligación de pagar impuestos, pero puede manifestar las críticas que considere
oportunas al respecto.

Un sacerdote está obligado a seguir las liturgias de la religión que profese, pero es libre de trasladar al gran
público sus pensamientos sobre cualquier aspecto que considere mejorable. Si sus desacuerdos se refieren a
aspectos cruciales de su religión, deberá dimitir. (está en la línea protestante de la libre conciencia: un sacerdote
dispone de libertad de crítica sin más límite que el respeto a las verdades centrales de su religión). Kant se
explaya especialmente en el ejemplo del sacerdote. Con ello se muestra tanto la importancia que concede a la
religión como su convicción de que no hay ningún ámbito en el que no deba penetrar la Ilustración. Todo ha de
ser sometido al imperio de la razón. Además, sería un sinsentido que los sacerdotes tuvieran que renunciar a su
libertad pública, pues ello los condenaría a la minoría de edad, incompatible con la labor de guía espiritual que
asumen. Implicaría, por otra parte, un lastre para el progreso social.

Aquí hallamos una clara conexión entre su ética y su política. En su ética establece que cada persona ha de
cumplir con su deber, pero sin Ilustración no sabría cuál es su deber o no podrían cumplirlo, pues otros hombres
se lo impedirían al imponer lo que tienen que hacer. Por tanto, cumplir con las exigencias éticas requiere vivir
en una contexto público de Ilustración.

4. ÉPOCA DE TRÁNSITO HACIA LA ILUSTRACIÓN: EL SIGLO DE FEDERICO

Kant no considera que la suya fuese una época ilustrada, sino una época en tránsito hacia la ilustración. El
proceso aún no había culminado, pues la mayoría de las personas están lejos de pensar por sí mismos
(especialmente en asuntos religiosos). No obstante, se ha puesto en marcha el proceso para lograr que todos
los seres humanos se valgan de su propio entendimiento.

El progreso de la sociedad está en íntima dependencia de la libertad de expresión. Kant habla del reinado de
Federico II como el camino idóneo para la Ilustración. Federico encarna la vocación de iluminar con la razón
todos los ámbitos de la vida humana.

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Federico II instituyó la libertad religiosa y la libertad de expresión. Además, renuncia a usar la palabra
“tolerancia”, que implica una actitud de prepotencia: se tolera aquello que se considera inferior. La actitud
ilustrada es más abierta y positiva: admite la posibilidad de que haya otras verdades de tanto valor como las
propias e incluso mejores. Como expresión de esa mentalidad, cabe mencionar Cartas persas de Montesquieu.
En esta obra se describe a un persa que viaja por Europa y, a través de su mirada, se muestran los anacronismos
y absurdos del mundo occidental de su tiempo. El mensaje es que aquello que asumimos como obvio deja de
serlo cuando nos liberamos de los prejuicios.

Kant expone abiertamente su entusiasmo por Federico II. En su opinión, es el primero que fomenta la mayoría
de edad desde el gobierno.

Federico favoreció la entrada de las ideas ilustradas en Alemania, promocionando la cultura y reformando la
educación. En esto consiste el sistema denominado despotismo ilustrado: el monarca utiliza el poder para llevar
a cabo el programa de la Ilustración. Como el pueblo no está preparado para ella, las reformas han de realizarse
desde arriba, sin con contar con él (“todo para el pueblo pero sin el pueblo”).

El gobierno de Federico no es democrático, sino que adscribe en el despotismo ilustrado. Esto es así porque aún
no se ha alcanzado una plena época ilustrada. Sería peligroso dejar el gobierno en manos del pueblo, pues la
mayoría de las personas aún no han alcanzado la mayoría de edad y se guían por prejuicios. Desde el poder se
fomentará la mayoría de edad, terminará esta época de transición y se alcanzará un gobierno realmente acorde
con la dignidad humana: republicano y democrático.

Según Kant, en la medida en que se extienda la libertad y las personas hagan uso público de su razón, el progreso
aumentará. Como todo ser humano tiene por naturaleza capacidad de decisión (libertad) y capacidad de
aprendizaje (racionalidad), acabará por imponerse en los seres humanos la autonomía y la libre elección
conjunta de las normas de convivencia. Federico II es un modelo a seguir porque demuestra que las personas
libres no son peligrosas. Al contrario, en un ambiente donde reine el espíritu de la libertad, se refuerza la
responsabilidad y se elimina la estupidez, el miedo, la barbarie.

El espíritu de la libertad se extenderá a otros países, que verán como el conceder libertad a los ciudadanos no
van contra la seguridad ni el orden. Kant tiene una gran confianza en el ser humano. Piensa que si nadie pone
empeño en mantenerlo en la minoría de edad, caminará irremediablemente hacia la Ilustración. El ser humano
va progresando desde la barbarie hacia la sociedad cosmopolita través del ejercicio de su libertad de expresión.
Y esto se desarrolla de manera natural. El espíritu de la Ilustración se extenderá de un país a otro.

Sin embrago, poco después de escribir este artículo se produce la Revolución Francesa, y, de forma generalizada,
los reyes de Europa rechazaron el espíritu ilustrado por considerar que había provocado graves excesos. No
obstante, no hay marcha atrás en la Historia, y poco a poco se irá a avanzando hacia el constitucionalismo
democrático que Kant defiende.

Kant dedica una especial atención a la libertad de crítica aplicada a la religión y a las leyes.

La religión es un ámbito problemático por dos motivos. En primer lugar, porque es el ámbito donde más empeño
ponen los gobernantes en tutelar a sus súbditos. Y, en segundo lugar. Porque es la más perjudicial, la que
condena más radicalmente a las personas a la minoría de edad.

La libertad debe extenderse las cuestiones legislativas. Federico II fue para Kant modelo de ello, pues no sólo
permite la libertad religiosa, sino que permite que se opine libremente sobre las leyes, si bien se tiene la
obligación de cumplirlas. Federico II es un príncipe ilustrado que reconoce que debe conceder a sus súbditos la
libertad de expresión. Una sociedad en la que todo pueda ser cuestionado desde la razón es una sociedad que
camina hacia la Ilustración.

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Kant finaliza su escrito planteando una paradoja: a simple vista parece que conceder libertad ilimitada favorece
el desarrollo del potencial humano, pero esto no es así. Ocurre igual que a un niño al que no le fijan ningún
límite: termina desaprovechando sus talentos y no desarrolla una personalidad rica. Sin embargo, si se restringe
adecuadamente esa libertad, luego se produce un desarrollo más armónico y completo. Únicamente después
de haber aprendido a obedecer a los demás, podemos obedecernos a nos mismos, es decir, ser libres y
autónomos.

La paradoja es, pues, que la contención es una herramienta para la libertad. Limitar la libertad (el uso privado
de la razón) posibilita posteriormente una mejor disposición más reflexiva y libre para la acción. Esto termina,
además, afectando a la actuación del gobierno. Al encontrarse el gobernante ante personas que actúan de forma
responsable y juiciosa, comenzará a tratarlas como adultos, como ciudadanos y no como súbditos.

Por último, hace una referencia a la importancia de tratar a los seres humanos dignamente. No somos máquinas,
como defendía la corriente mecanicista y materialista a la que Kant se opuso.

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