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3.

- LOS ORÍGENES DEL CONSTITUCIONALISMO1


En la historia del derecho se conoce con la denominación de cons-
titucionalismo inicial a aquel movimiento político-jurídico gestado
desde el siglo XIII hasta parte del siglo XIX; y, que, finalmente logró
consagrar para los estados el sancionamiento de una ley fundamental
llamada Constitución.
Dicho proceso tuvo como égida el paulatino proceso de sacraliza-
ción del ideario liberal-burgués y el secuencial destierro de cualquier
manifestación política o jurídica que emanase del orden caduco del
monarquismo absolutista.
El constitucionalismo inicial aparece como la partida de defunción
de un orden caracterizado por el poder omnímodo, la estamentaliza-
ción de la sociedad, y la cosificación de la persona humana; en cambio
se presenta como el receptáculo normativo de la libertad, la igualdad
ante la ley y la fraternidad como expresión de virtud cívica.
Desde una perspectiva teórica los postulados del constitucio-
nalismo inicial aparecerán a través de una pluralidad de intelec-
tuales, a saber:
Tomás de Aquino (1225-1274) en su obra El régimen del príncipe
consideró que el rey gobernante se encontraba limitado en su accio-
nar por el bien común y el respeto a la ley divina y la ley natural.
John Locke (1632-1704) en su obra Consideraciones sobre el gobierno
civil se ocupó del contrato social y de las divisiones de las funciones
del poder estatal.
Carlos Luis de Secondant, barón de la Brede y Montesquieu (1689-
1755) en su obra El espíritu de las leyes expuso acerca de los frenos y
contrapesos entre los distintos órganos del Estado.
Juan Jacobo Rousseau (1712-1778) en su obra El contrato social
planteó el origen convencional del poder político y el principio de-
mocrático como instrumento de legitimación política.
Emmanuel Sieyès (1748-1836) en sus obras ¿Qué es el tercer Estado?
y Opiniones planteó la estructuración univoca del Parlamento como
expresión de la soberanía popular y se referirá al poder constituyente.
Thomas Paine (1737-1809) en su obra Los derechos del hombre asoció
a la Constitución con la legitimación democrática.

1Este material ha sido tomado del libro de Víctor García Toma, Teoría del Estado y
Derecho Constitucional, Lima, Editoral Adrus, 2010.
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Entre las gestas históricas destacan el proceso político inglés –par-
ticularmente la “Gloriosa” Revolución de 1688– la Revolución Ame-
ricana de 1776 y la Revolución Francesa de 1789.
Dichas gestas señalan que Inglaterra aportará la teoría de la re-
presentación mediante la institucionalización del Parlamento y la
formalización de las garantías a favor de la persona (hábeas corpus).
Francia legará la formulación del concepto de soberanía popular y la
Declaración de los Derechos del Hombre y el Ciudadano. Estados
Unidos entregará la primera Constitución escrita y la formalización
de la independencia de los jueces.
3.1.- Los elementos constitutivos del constitucionalismo inicial
En el período que transcurre entre los siglos XIII y parte del siglo
XIX se irán perfilando una pluralidad de elementos, que, por distintas
vertientes, confluirán en la creación del fenómeno constitucional.
Sobre la materia, son citables los siete siguientes: la limitación del
poder estatal y la distinción entre sus funciones y los órganos de ac-
tuación política; la consagración de la ley como instrumento de se-
guridad frente al poder estatal; la existencia de leyes con carácter de
fundamentales; el reconocimiento consuno de dichas leyes bajo los
criterios de supremacía y rigidez; el establecimiento del poder consti-
tuyente; la protección de los derechos naturales; y la legitimación del
poder estatal por la vía democrática.
Al respecto, veamos lo siguiente:
a) La limitación del poder estatal y la distinción entre sus funciones
y órganos de actuación política
Dicho elemento planteó que todo poder estadual debía necesaria e
inexorablemente ser limitado por el derecho.
Al respecto, no debe olvidarse como refiere Mario A.R. Midón
[Manual de derecho constitucional argentino. Buenos Aires: Plus Ultra,
1997], que el absolutismo “aparecía como una emanación de la divi-
nidad con potestad no solo para la dirección política y administrativa
del Estado, sino también para dictar la ley, juzgar la conducta de sus
súbditos y ejecutar las decisiones”.
Como bien explica Carlos María Bidegain [Curso de derecho consti-
tucional. Buenos Aires: Abeledo Perrot, 2001]:
“En el reino de Dios o en un Estado ideal gobernado por hombres sabios,
virtuosos y justos no es concebible un gobierno limitado por el derecho,
pero en una sociedad regida por hombres imperfectos el derecho cumple
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una función indispensable”.
Dicha limitación se presentaba como una herramienta contra el
despotismo y la arbitrariedad.
En ese mismo contexto, se estableció la distribución de las funcio-
nes del Estado entre varios órganos estaduales; los cuales se encon-
trarían conducidos por una pluralidad de operadores del poder (au-
toridades). Así, el poder detendría al poder y se aseguraría la libertad
mediante una técnica de frenos y contrapesos.
b) La consagración de la ley como instrumento de seguridad frente al
poder estatal
Dicho elemento planteó que la ley –norma escrita– se convertía en
instrumento afirmador de la seguridad jurídica de los individuos y
formalizador de las “conquistas” obtenidas por los grupos sociales
frente al poder de los soberanos.
Al respecto, la Constitución francesa de 1791 solemnemente esta-
bleció: “No hay autoridad en Francia por encima de la ley”.
Esta norma de carácter general por la cual se manda, autoriza,
prohíbe o penaliza una conducta otorgaba certidumbre acerca de lo
que podía o no se podía hacer. Más aún, expresaba la lucha por gene-
rar los espacios de autodeterminación frente a la autoridad.
Dentro del período descrito aparecerán en Inglaterra los siguien-
tes textos escritos: La Carta Magna (Juan sin Tierra, 1215); Las Provisio-
nes de Oxford (Enrique III, 1258); La Confirmatio Cartorum (Eduardo I,
1297); La Petición de Derechos (Carlos I, 1620); y La Declaración de Dere-
chos (Guillermo de Orange, 16898).
En España son citables los siguientes textos escritos: El Fuero de
León (Alfonso V, 1020); El Fuero de Jaca (Sancho Ramírez “El rey ara-
gonés”, 1064); El Fuero de Toledo (Alfonso VII, 1118).
En Alemania (Bohemia) es citable La Bula de Oro (1349).
c) La existencia de leyes con carácter de fundamentales
Dicho elemento planteó que toda relación de mando y obediencia;
así como la organización y funcionamiento de las instituciones del
aparato estatal descansaba en las bases de ciertas leyes que por tales
se consideraban fundamentales. Es decir, reconocía la presencia de un
mínimo preceptivo que servía de principio, base y fundamento de la
relación política y la convivencia social juridizada.
Carlos María Bidegain [ob. cit.] expone que “en las luchas del Par-
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lamento contra las dinastías Tudor y Stuarts, la vieja Carta Magna, la
Confirmatio Cartarum y otras piedras miliares del proceso constitu-
cionalista, embellecidas por la patina del tiempo, sirvieron a los fines
políticos de una de las partes. En ese tumultuoso siglo de la historia
británica (siglo XVII), aquellos documentos quedaron definitivamen-
te premunidos del espíritu de esa comunidad y en la práctica [...], se
convirtieron en leyes fundamentales”.
d) El reconocimiento consuno de dichas leyes bajo los criterios de su-
premacía y rigidez
Dicho elemento planteó el carácter supraordinante de las normas
fundamentales en relación al resto de los demás preceptos jurídicos

vigentes dentro de un Estado.


En ese sentido, debe recordarse la avizora sentencia del juez Ed-
ward Coke en el célebre caso Bonham vs. Atkins y otros (Inglaterra
1610); empero la que establecería dicho elemento de manera defini-
tiva sería la dictada por el juez John Marshall en el caso Madison vs.
Marbury (Estados Unidos 1803).
Igualmente se consideró que dado el carácter de fundamentales y
por ende de supremas, se debía abroquelar dichas normas con el
manto de la rigidez; esto es, protegerlas de la precipitación y mero vo-
luntarismo legislativo en lo relativo a su abrogación o modificación.
De allí que se estableciese un procedimiento agravado para asegurar
una vigencia más o menos perdurable.
e) El establecimiento del poder constituyente
Dicho elemento planteó la necesidad de que fuesen los propios
miembros de la comunidad política –ya sea por la vía directa o repre-
sentativa– quienes estableciesen el conjunto de normas consideradas
como fundamentales; exonerándolos de cualquier otra traba que no
proviniese de la realidad circundante, de la ideología imperante o de
los valores éticos vigentes al momento de efectuarse el proceso de
creación constitucional.
f) La protección de los derechos naturales
Dicho elemento planteó la reivindicación de los derechos insitos a
la naturaleza humana; y por tanto universales en su reconocimiento
y protección.
En ese sentido, son citables la Constitución de Virginia en 1776, la

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Declaración de la Independencia de los Estados Unidos en 1776, la
Declaración Francesa de los Derechos del Hombre y del Ciudadano
en 1789 y las diez primeras enmiendas de la Constitución de los Esta-
dos Unidos en 1791.
Cabe advertir que con anterioridad una serie de documentos ha-
bían reconocido ciertos derechos hoy considerados como fundamen-
tales; pero estos habían sido “concedidos” para satisfacer las aspira-
ciones de ciertos grupos dotados de alguna cohesión y fuerza política
oponibles a los soberanos (nobleza, clero, corporaciones, menestrales,
ciudades, etc.).

g) La legitimación del poder estatal por la vía democrática


Dicho elemento planteó que el origen del poder político emanaba
de la voluntad del pueblo.
Es decir, que el origen del ejercicio del poder radicaba en la pura y
constitutiva voluntad ciudadana.
En ese sentido, es citable el caso de la Constitución de los Estados
Unidos en 1787.
3.2.- Las etapas del constitucionalismo
El sector mayoritario de la doctrina señala que el proceso constitu-
cionalista puede ser dividido en: constitucionalismo clásico o liberal,
constitucionalismo social y constitucionalismo contemporáneo. Di-
chas etapas guardan correspondencia con las “oleadas constituciona-
les”, que fruto del avance de determinadas ideologías y de las guerras
y revoluciones son explicadas en el capítulo octavo.
Al respecto, veamos lo siguiente:
a) El constitucionalismo clásico o liberal (constitucionalismo inicial)
Dicha etapa se gestará laxamente a partir del siglo XIII y se prolon-
gará hasta parte del siglo XIX. Esta expresa en sí misma los orígenes o
inicios del constitucionalismo anteriormente referido.
Forjado para derrotar al absolutismo monárquico, Néstor Pedro
Sagüés [Elementos de derecho constitucional. Buenos Aires: Astrea, 1997]
señala que dicha modalidad se dirigía a “racionalizar el poder polí-
tico creando la imagen de la nomocracia o gobierno de las leyes”. Es
decir, que para considerar cualquier acto del Estado como válido y
legítimo, este debía derivarse de una competencia previamente pre-
vista en la Constitución.

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Norberto Q. Martínez Delfa [Génesis del derecho constitucional. Ro-
sario: Juris, 1995] refiere que “el constitucionalismo clásico o liberal
reconoce su origen en el desarrollo de las primitivas libertades públi-
cas inglesas. No nace espontáneamente ni observa una única fórmu-
la. Por el contrario, se consolida gradualmente a través de sucesivos
avances en los que los sectores cada vez más amplios de la sociedad
civil se benefician con el reconocimiento de sus derechos”.
En ese orden de ideas, la doctrina señala que dicha etapa se ma-
nifiesta como consecuencia de las revoluciones inglesa, americana y

francesa respectivamente.
Recibe tal denominación por haber establecido alguna de las prin-
cipales características constitutivas del fenómeno constitucional; así
como haberse procesado al influjo del ideario liberal-burgués.
La Revolución Inglesa aportó el Acuerdo del Pueblo (1647) y el Ins-
trumento de Gobierno (1658); igualmente incorporó la Carta Magna
(1215), la Petición de Derechos (1620), la Declaración de Derechos (1689), y
el Acta de Establecimiento (1701).
La Revolución Norteamericana produjo la Constitución de Virgi-
nia –la primera Constitución propiamente dicha de la historia– (1776),
la Constitución de los Estados Unidos (1787), y las diez primeras en-
miendas constitucionales (1791).
La Revolución Francesa estableció la Declaración de los Dere-
chos del Hombre y del Ciudadano (1789) y las constituciones de
1791, 1793 y 1795.
Como puede observarse dicha etapa concluye con la consagración
de las constituciones escritas de corte liberal. Ellas instituyeron el re-
conocimiento formal de los derechos civiles y políticos, así como tam-
bién un modelo político-jurídico denominado de democracia liberal.
Entre los valores y principios rectores aparecen la libertad, la
igualdad y la legalidad. Esta última aseguró que los gobernantes y
gobernados quedaran sujetos a una sola y misma ley; el que los dere-
chos fundamentales solo pudieran ser limitados, restringidos o supri-
midos por imperio de la ley; así como el que nadie estuviera obligado
a hacer, ni privado de realizar aquello que la ley no prohíbe.
Entre sus principales características destacaron las nueve siguientes:
- Creó los elementos constitutivos del constitucionalismo.
- Reconoció y protegió los denominados derechos individuales de
carácter civil y político bajo la denominación de fundamentales
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para la persona humana; aun cuando solo puso acentuado énfa-
sis en la vida, la libertad, la igualdad ante la ley y la propiedad.
- Estableció que la legitimidad para gobernar se sustentaba en la
soberana decisión del pueblo.
- Estableció el principio de legalidad como base y fundamento
para el ejercicio de las conductas coexistenciales.

- Limitó la actividad política y administrativa del Estado al mane-


jo de las relaciones internacionales, la defensa, la salud, la educa-
ción, y la custodia de la paz y el orden social.
- Estableció la noción del poder constituyente; el cual descansó en
el pueblo como sujeto “propietario” del mismo.
- Estableció la noción de la representación política.
- Formalizó el sistema capitalista como expresión económica que
el Estado debe respetar; absteniéndose, por tanto, de intervenir
en el mercado. Esto es, debía acatar la máxima del fisiocratismo:
“Dejad hacer, dejad pasar, que el mundo va por sí solo”. Más
aún, reconoció y promovió las denominadas libertades económi-
cas (libertad de comercio, libertad de empresa, libertad de indus-
tria, libertad de trabajo).
- Consagró una ciudadanía fragmentaria, en donde tenían dere-
cho a la participación política aquellos que hubieren acreditado
propiedad, renta, profesión u ocupación; amén de haber sido ex-
clusiva para el género masculino.

b) El constitucionalismo social
Dicha etapa embrionariamente aparece con la Segunda Revolu-
ción Republicano Francesa de 1848 y se concreta con la Revolución
Mexicana de 1910-1917, la Revolución Bolchevique de 1917-1918 y la
aparición de la primera experiencia republicana en la Alemania Uni-
ficada de 1919-1933. En puridad, puede afirmarse que dicho proceso
se gesta tras la finalización de la Primera Guerra Mundial.
Como bien expone Norberto Q. Martínez Delfa [ob. cit.]:
“Los acontecimientos políticos y sociales vividos en Occidente durante
el pasado siglo [se refiere al XIX] y las primeras décadas del presente [se
refiere al XX], mostraron la necesidad de recrear la concepción clásica
de los derechos, nutriéndola con el aporte de los aspectos sociales”.
El casi nulo énfasis puesto en las constituciones clásicas sobre las

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cuestiones sociales registra su origen en una maniquea concepción de
la libertad individual. Esta tesis extrema es refutada solidariamente
por la Iglesia Católica y los movimientos políticos y sociales, lo que
provocará una re-creación del ideario liberal.
Como expone José Cossío Díaz [Estado social y derechos de presta-

ción. Madrid: Centro de Estudios Constitucionales, 1989] a través de


esta modalidad se intenta “superar la hasta entonces mítica división
entre Estado y sociedad”. Por ende, se preocupaba de no percibir al
hombre aislado y autista, sino integrado y dentro de la sociedad.
El régimen político que auspicia no se reduce a una estructura ju-
rídica de protección de la libertad y la seguridad personal, sino a un
sistema de vida fundado en el constante mejoramiento económico,
social y cultural del pueblo. De allí que mediante el replanteamiento
de la igualdad como finalidad, todos pueden tener la posibilidad de
satisfacer sus necesidades existenciales mínimas.
Esta etapa es una prolongación de la primera. Ergo, el tratamiento
de lo “social” surge y se expande del propio cogollo de la ideología
liberal.
Se manifiesta como respuesta a la parte negativa del fenómeno de
la revolución industrial y la desmesura en pro del lucro del capitalis-
mo decimonónico. Así, tras la larga fila de los hombres “vendiendo”
su fuerza de trabajo en condiciones indignas a la condición humana;
o tras las muchedumbres desocupadas, el constitucionalismo social
intentara resolver la “cuestión social”.
Como plantea Álvaro Echeverri Uruburu [Teoría constitucional y
ciencia política. Bogotá: Ediciones Librería del Profesional, 2002] “el
orden económico y social, que en el período liberal era una realidad
‘extraconstitucional’, pasa a convertirse en el capítulo capital o pre-
ponderante según los casos de las estructuras constitucionales […]”.
Recibe tal denominación al influjo variopinto y hasta contrapuesto
ideológicamente de la doctrina social de la Iglesia iniciada con la encí-
clica de León XIII conocida como Rerum Novarum o de las Cosas Nue-
vas (1891) en donde se describe a los obreros como seres “entregados
sin defensa a la inhumanidad de los empresarios y a la desenfrenada
codicia de los competidores”; asimismo, aparece en las posturas so-
cial-demócratas, social-cristianas y hasta marxistas-leninistas.
Dicho período percibe el sentido de lo “social”, ya sea bajo valores
democráticos u autoritarios.

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Entre las principales características del constitucionalismo social
de corte democrático destacaron las ocho siguientes:

- Aceptó los elementos constitutivos del constitucionalismo clási-


co en materia de seguridad y libertad.
- Reconoció que los derechos individuales deben ejercerse en ar-
monía con los intereses generales de la sociedad.
- Replanteó la noción de igualdad –prevista en el constituciona-
lismo clásico como de isonomía ante la ley– como paridad en la
oportunidad, a efectos de hacer efectiva la plena libertad de ser
lo que se puede y se quiere ser.
- Amplió la gama de los derechos fundamentales de la persona al
ámbito económico, social y cultural.
- Generalizó el goce de los derechos políticos casi sin restricción
alguna.
- Fomentó la presencia activa del Estado en el ámbito económi- co,
ya sea con carácter promotor, regulador, planificador y hasta
conductor.
- Fomentó la dignificación ética del trabajo.
- Planteó la solidaridad como deber jurídico y la justicia como de-
ber político del Estado.
En su vertiente autoritaria es dable mencionar al constituciona-
lismo corporativo y al marxista-leninista, que entendieron el sentido
de lo “social” de manera subordinada a la estructura, organización y
funcionamiento del Estado.
En relación al constitucionalismo corporativo, dicha etapa aparece
después de la Primera Guerra Mundial del siglo XX y alcanza hasta
casi finales del mismo siglo.
Se manifiesta en el fascismo italiano encarnado por Benito Mus-
solini (1922-1943); el fascismo portugués de Antonio de Oliveira
Salazar (1932-1974); y en el fascismo español de Francisco Franco
Bahamonde (1939-1975).
Recibe tal denominación en virtud de apoyarse en aquella doctri-
na social y política que atribuye presencia estatal a las corporaciones
–agrupaciones de personas unidas por vínculos idénticos de carác-
ter económico, social, cultural, etc.– por ende, rechaza el individua-
lismo personalista y apoya la división y asociación de las personas
en razón a dichos criterios.
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En ese contexto, la representación política de las corporaciones se
engarza dentro de un régimen de Estado-partido con liderazgo cau-
dillesco; y en donde la actividad laboral deviene en un servicio a la
Nación y los medios de producción en instrumentos para la consecu-
ción de los objetivos nacionales.
El fenómeno italiano aportó las leyes del orden dictatorial del 24
de diciembre de 1925 y del 17 de mayo de 1928; así como la Carta del
Lavoro de 1927.
El fascismo portugués produjo la Constitución de 1933.
El fascismo español estableció las Leyes Constitutivas de las Cor-
tes de 1942, el Fuero de los Españoles de 1945, la Ley Orgánica del
Estado de 1967, etc.
Entre sus principales características destacaron las tres siguientes:
- Estableció la inserción de la persona dentro de la Nación. Es de-
cir, no aceptó expresión alguna de individualismo.
- Estableció la existencia de órdenes, decisiones y prescripcio-
nes que se constituyeron en Constitución material. La volun-
tad del gobernante era normativa y prerrogativa en la medida
que tenía expresión político-jurídico per se; y de ser el caso con
atribuciones inaplicativas de las leyes existente que se le
hubieren contrapuesto.
- Estableció la estamentalización político-jurídica de la ciudadanía
en función a categorías profesionales u ocupacionales.
Debe advertirse que el fenómeno del nazismo encaja dentro de
esta vertiente en sus aspectos fundamentales.
En relación al constitucionalismo social de corte marxista-leninis-
ta, dicha etapa aparece tras la victoria de la Revolución Bolchevique
en 1917 y se extiende hasta 1991 fecha de la desaparición del bloque
comunista en Europa.
Recibe tal denominación en razón a que se apoyo en los postu-
lados planteados por Carlos Marx, Federico Engels y Vladimir Ilich
Ulianov “Lenín”.
Se manifiesta en la Declaración de los Derechos del Pueblo Traba-
jador y Explotado de 1918, la Constitución de la Gran Rusia de 1923 y
la Constitución Stalinista de 1936.

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Dicha vertiente objetó la noción Estado de Derecho y la reemplazó
por el concepto de legalidad socialista que es la expresión jurídica de
un tipo de constitucionalismo en donde supuestamente se tiene por
objeto la protección de los derechos de los trabajadores;
proscribiendo para alcanzar ello, los intereses y expectativas de la
denominada clase burguesa.
Entre sus principales características destacaron las cuatro siguientes:
- Fomentó los derechos de carácter económico, social y cultural.
- Excluyó de la participación política a vastos sectores de la
población, en función a la falta de identidad con los postulados
ideológicos del Estado; y enervó los derechos de
autodeterminación en los aspectos de conciencia y organización
de la sociedad civil.
- Estableció el centralismo democrático; lo que conllevó a la
atención y resolución de todos los asuntos que atañían al Estado
des- de el núcleo o centro del poder político.
- Estableció el papel directivo del Partido Comunista en la vida
social y política.
Como bien dijera Karl Loewenstein [ob. cit.] entre los vicios más
despreciables del constitucionalismo autoritario “destaca” aquel que
intentó “modelar la vida privada, el alma, el espíritu y las costumbres de los
gobernados”.
c) El constitucionalismo contemporáneo
Dicha etapa se gesta a mediados del siglo XX.
Se manifiesta como consecuencia de las secuelas dejadas por la
Segunda Guerra Mundial, los procesos de integración interestatales y
la caída del “Muro de Berlín”.
En ese sentido, la humanidad queda advertida de la necesidad
de contrarrestar con más democracia los peligros de los totalita-
rismos transpersonalistas; así como, extender el reconocimiento,
protección y promoción de los derechos a sectores más amplios y
otrora desprotegidos.
La Constitución supraordina al principio de legalidad y con-
sagra a la jurisdicción coexistencial como origen contralor de la
constitucionalidad.
En ese orden de ideas aparecen la humanidad, los pueblos y las

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minorías como nuevos sujetos de derecho.
En la etapa presente se acredita una actividad constitucional tendente a
acrecentar la división de funciones y a la creación de órganos extra-poder; a la
traslación de competencias otrora pertenecientes al Estado-Nación hacia
organismos supranacionales; y al reconocimiento de derechos “descubiertos”
en la doctrina y la jurisprudencia constitucional.
Entre sus principales características destacan las seis siguientes:
- Establecimiento del carácter normativo de la Constitución; por
ende, de aplicación inmediata, directa e imperativamente.
- Fomento masivo de los principios, valores, instituciones y categorías de
naturaleza democrática.
- Proceso de autolimitación de la soberanía estatal y la transferencia de
ciertas potestades a organismos internacionales supranacionales, a efectos
de asegurar en mayor medida la vigencia de los derechos humanos y la
promoción social y el desarrollo eco- nómico.
- Extensión de las técnicas de frenos y contrapesos a favor de órganos no
políticos (Defensoría del Pueblo, etc.).
- Auspicio del control de la constitucionalidad por medio de entes con
jurisdicción concentrada.
- Ampliación creciente del catálogo de los derechos fundamenta- les de la
persona y creación de nuevos instrumentos de garantía para su protección
y goce.

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