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Mariana Garzón Rogé

(editora)

HISTORIA PRAGMÁTICA
Una perspectiva sobre la acción, el contexto
y las fuentes
ÍNDICE

Aprendices en un país extranjero.


Notas para una historia pragmática ............................................... 9
Mariana Garzón Rogé

Sobre los artículos seleccionados ................................................. 37

Agradecimientos ........................................................................... 41

Recorridos de la práctica, 1966-1995 ........................................... 43


Angelo Torre

Who is below? E. P. Thompson, historiador


de las sociedades modernas: una relectura................................... 79
Simona Cerutti

Interpretar o describir.
Notas críticas sobre el conocimiento antropológico ................. 105
Jean Bazin

Perspectivas sobre las historias pragmáticas .............................. 125


Francis Chateauraynaud e Yves Cohen
WHO IS BELOW? E. P. THOMPSON, HISTORIADOR
DE LAS SOCIEDADES MODERNAS: UNA RELECTURA1
Simona Cerutti

Costumbres en común, el conjunto de ensayos que el historiador británico


Edward Palmer Thompson consagró a la historia moderna, es decir, una de
las producciones historiográficas más ricas, originales y fecundas del siglo
XX, se ha hecho por fin accesible al público francés2. El libro, publicado en
1991 bajo el título Customs in Common, reúne ensayos escritos a partir de
los años 1960, algunos de los cuales son muy célebres. El artículo consagra-
do a la economía moral de la multitud es reproducido fielmente, pero está
acompañado de una reflexión renovada y de una respuesta a sus críticas (y

1
A propósito de la obra de E. P. THOMPSON, Customs in common: Studies in Traditional Popular
Culture, New Press, New York, 1991, en ocasión de su traducción al francés. Existe traducción
al castellano: E. P. THOMPSON, Costumbres en común, Crítica, Barcelona, 2000. Debo agradecer
a Jacques Revel por la lectura atenta de estas páginas, por sus comentarios y por sus críticas.
2
E. P. THOMPSON, Les usages de la coutume. Traditions et résistances populaires en Angleterre,
XVII e-XIXe siècle, Éd. de l’EHESS/Gallimard/Le Seuil, Paris, 2015. La traducción fue realizada
por J. Boutier y A. Virmani. Es necesario resaltar la difícil acogida reservada a E. P. Thompson
en la historiografía francesa, evidente en la traducción realizada veinticinco años después de
su publicación original: E. P. THOMPSON, La formation de la classe ouvrière anglaise, Gallimard/
Le Seuil, Paris, 1988 (traducida por G. Dauvé, M. Golaszewki y M.-N. Thibault). Sería útil
preguntarse seriamente acerca de las razones de ese retraso, siguiendo los diagnósticos
adelantados en la reseña de P. FRIDESON, “La formation de la classe ouvrière anglaise présenté par
Patrick Fridenson”, Le Débat, 3, 1980, así como los presentados por Jacques Revel en numerosas
ocasiones, entre las que estuvo el encuentro realizado en la Maison Française d’Oxford en
noviembre de 2013 sobre “The French E. P. Thompson”, en donde presenté algunos de los
argumentos expuestos en este trabajo. Para un balance reciente sobre el éxito mitigado de la obra
de E. P. Thompson ver el número especial de M. DAVIS; K. MORGAN, “‘Causes That Were Lost’?
Fifty Years of E. P. Thompson’s The Making of the English Working Class as Contemporary
History”, en Contemporary British History, vol. 28, 4, 2014. Ver también R. MCWILLIAM, “Back
to the future: E. P. Thompson, Eric Hobsbawm and the remaking of nineteenth-century British
history”, en Social History, vol. 39, 2, 2014.

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Simona Cerutti

a sus exégetas)3; otros son reeditados en versiones desarrolladas y aumenta-


das. El conjunto repone una reflexión aguda alrededor de las condiciones de
coexistencia y de conflicto entre grupos sociales en la sociedad inglesa del
siglo XVIII. Se trata de responder a una pregunta que E. P. Thompson tiene
el mérito de formular con una gran claridad: ¿cómo es posible vivir en una
sociedad paternalista? O, dicho de otra manera, ¿qué formas de disenso o de
resistencia pueden elaborarse al interior de relaciones de poder que se apo-
yan sobre semejante lenguaje social? Esta pregunta hace añicos la imagen de
una construcción consensual de la sociedad inglesa y conduce a quien la in-
vestiga a un terreno de búsqueda de fuentes más eficaces para identificar esas
tensiones, pero también de métodos para analizarlas.
La aventura de traducción de Jean Boutier y Arunhati Virmani constitu-
ye una difícil e intimidante confrontación con “la fecundidad de un espíritu
libre y heterodoxo, hostil al establishment, a las instituciones, a las mezquin-
dades universitarias, sobrellevado por una pluma inflamada e infatigable”,
versátil y original que hace del escrito de E. P. Thompson “quizás el más te-
mible de los desafíos” para sus traductores4. Pero, ella nutre una proximidad
con el autor y una sensibilidad particular con las intenciones que son inscri-
tas en cada una de las elecciones lexicales. En su rica introducción, J. Boutier
y A. Virmani evocan ciertas etapas de la biografía del historiador, detenién-
dose especialmente en su compromiso político, un elemento esencial para
la comprensión de un autor para quien pasión cívica y producción científica
fueron siempre inseparables5. Lo esencial del texto es entonces consagrado al
análisis de conceptos clave de su obra, comenzando por esas “costumbres en
común” que funcionan como título original del conjunto de ensayos, y espe-
cialmente al segundo término que, designando “lo que pertenece igualmente
(equally) a más de uno6”, contiene el mayor peso político del argumento.

3
E. P. THOMPSON, “The Moral Economy of the English Crowd in the Eighteenth Century”, en
Past & Present, 50, 1971, fue traducido al francés bajo el título E. P. THOMPSON, “L’économie
morale de la foule dans l’Anglaterre du XVIIIe siècle”, en F. GAUTHIER y G.-R. IKNI (eds.),
La Guerre du blé au XVIIIe siècle: la critique populaire contre le libéralisme économique au XVIIIe
siècle, Éditions de la Passion, Montreuil, 1988.
4
J. BOUTIER y A. VIRMANI, “Présentation”, en Les usages de la coutume. Traditions et résistances
populaires en Angleterre, XVII e-XIXe siècle, Éd. de l’EHESS/Gallimard/Le Seuil, Paris, 2015, p.
34.
5
C. WINSLOW, “Introduction”, en C. WINSLOW (ed.), E.P. Thompson and the making of the new
left: essays and polemics, Monthly Review Press, New York, 2014. Una reseña de este libro es la
de P. PASQUALI, “La politique de l’« histoire par en bas »”, en Genèses, vol. n° 99, 2, 2015. Existe
traducción al castellano: P. PASQUALI, “La política de la «historia desde abajo». E. P. Thompson
historiador, activista y polemista”, en Nueva Sociedad, vol. 265, 2016.
6
S. JOHNSON, Dictionary of the English Language, J. & P. Knapton, Londres, 1755. citado por J.
BOUTIER y A. VIRMANI, “Présentation”, cit., p. 12.

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Who is below?

Las “palabras clave”


J. Boutier y A. Virmani profundizan su propósito aferrándose a lo que
llaman las “palabras clave”7: agency y “economía moral”, o incluso “expe-
riencia” y “costumbres”. Se trata de reconstituir la génesis de cada uno de
esos conceptos en la obra de E. P. Thompson y de evocar los debates que sus-
citó. La operación es útil sobretodo en relación a los dos primeros términos
(agency y economía moral) que no pertenecen exclusivamente al patrimonio
de los historiadores, si no que han sido ampliamente adoptados en el léxico
de una pluralidad de disciplinas (y hasta en el lenguaje de los medios). Con
precisión, los traductores reparan en la experiencia de aprendizaje de E. P.
Thompson con los obreros de Yorkshire y, paralelamente, en su trabajo de ar-
chivo sobre William Morris, momentos de elaboración de una concepción de
la agency que no es idéntica a la de las ciencias sociales. En cuanto al proceso
de construcción de la economía moral, va desde el Libro de los proverbios a la
formalización escolástica de la ética cristiana del precio justo hasta el Book of
Orders que, en 1631, atribuía al gobierno real la asistencia a los pobres; esto
muestra hasta qué punto la economía moral no puede ser leída “en ningún
caso [como] una simple respuesta popular a la experiencia repetida de la
hambruna y del alza de los precios”8.
No se trata aquí de realizar una reseña tardía de un libro publicado hace
más de un cuarto de siglo, sino de proseguir la discusión sobre los concep-
tos introducidos por E. P. Thompson, deteniéndonos en particular en uno
de ellos, la “historia desde abajo”9, que ha influenciado profundamente a
varias generaciones de historiadores (entre las que se encuentra aquella a la
que yo pertenezco), suscitando debates sobre la búsqueda de fuentes así co-
mo sobre la elaboración de métodos necesarios para ponerla en marcha. La

7
J. BOUTIER; A. VIRMANI, “Présentation”, cit., p. 10. Los autores retoman aquí la fórmula de R.
WILLIAMS, Keywords: A Vocabulary of Culture and Society, Oxford University Press, New York,
1986, p. 70. Existe traducción al castellano: R. WILLIAMS, Palabras clave: un vocabulario de la
cultura y la sociedad, Nueva Visión, Buenos Aires, 2008.
8
J. BOUTIER; A. VIRMANI, “Présentation”, cit., p. 30.
9
El origen del término es controvertido. Aparece en un artículo de E. P. THOMPSON, “History
from Below”, en Times Litterary Supplement, 1966. Según S. HINDLE; A. SHEPARD; J. WALTER, “The
Making and Remaking of Early Modern English Social History”, en Remaking English Society:
Social Relations and Social Change in Early Modern England, The Boydell Press, Woodbridge,
2013, p. 8., sus orígenes se remontan a la actividad del grupo de historiadores próximos al
Partido Comunista Británico entre quienes se encontraban George Rudé, Eric Hobsbawm y
Rodney Hilton. Ver entre otros F. KRANTZ (ED.), History from below: studies in popular protest and
popular ideology in honour of George Rudé, Concordia University, Montreal, 1985, que contiene
el ensayo de Eric Hobsbawm, “History from Below – Some Reflections” y la reseña de J. C.
SCOTT, “Review”, en American Journal of Sociology, vol. 93, 3, 1987. El texto de E. Hobsbawm
tiene traducción al castellano en: E. HOBSBAWM, Sobre la historia, Crítica, Barcelona, 2010.

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Simona Cerutti

perspectiva adoptada aquí consiste menos en preguntarse cómo realizar una


historia desde abajo que en reflexionar, en palabras de Mark Hailwood10, en
relación a quién es ese “abajo” a quien es necesario restituir la historia: Who
is below? Formulando esta pregunta, M. Hailwood cuestionaba los contornos
y las fronteras de la categoría. ¿Se define por sus criterios socioeconómicos?
(¿“Below” se identifica con la clase obrera o bien con la plebe, con el pueblo o
incluso con los pobres?). ¿Se basa en criterios políticos y jurídicos? (las mu-
jeres son “lo bajo” en una sociedad patriarcal? ¿Qué hay de los marginales, de
los perseguidos o de los “no-conformistas”?). Si toda definición estricta parece
inadecuada, ¿es posible contentarse con una definición por la negativa? ¿“Lo
bajo” sería todo lo que no es de élite?
El debate fue inaugurado por una voz autorizada, la de Tim Hitchcock.
En una reseña de un libro importante de Thomas Sokoll sobre correspon-
dencia de indigentes (Pauper’s Letters), destacó la necesidad de elaborar una
nueva historia desde abajo11. Se trataba de celebrar el regreso de una auténti-
ca historia desde abajo después de una estación historiográfica en la que el
postmodernismo, el postestructuralismo y el “el neoliberalismo de Michel
Foucault y Jürgen Habermas12” nos convencieron de que el lenguaje era el
único objeto de estudio legítimo; lo que, según T. Hitchcock, había tenido
por efecto privilegiar, una vez más, el estudio de los grupos sociales que eran
particularmente familiares con ese recurso13. La nueva historia desde abajo
de la que se saludaba el advenimiento prestaba atención no solamente a las
resistencias frente a los procesos de “disciplinamiento”, sino igualmente a las
capacidades de construcción del orden social que los pobres demostraban
(por ejemplo en el caso de las políticas de asistencia)14. T. Hitchcock insiste
sobre ese punto diez años más tarde; esa nueva historia estaría en condicio-
nes de restituir la capacidad de los individuos a imponer una redistribución

10
Uno de los primeros que se hicieron esta pregunta de manera directa fue M. HAILWOOD, “Who
is below?”, en The many-headed monster.
11
T. HITCHCOCK, “A New History from Below”, en History Workshop Journal, vol. 57, 1, 2004,
da cuenta de T. SOKOLL (ED.), Essex Pauper Letters, 1731-1837, Oxford University Press for the
British Academy, 2001.
12
T. HITCHCOCK, “A New History from Below”, cit., p. 295.
13
Ibid.: “En ese proceso, los pobres, es decir las mujeres y los hombres que no dejaron más que
algunas palabras escritas, perdieron su atractivo”.
14
Ibid., p. 297.: “La creación de la nueva Poor Law era, esencialmente, producto del éxito de los
pobres en la manipulación de la antigua ley”. T. Hitchcock considera que el libro de T. Sokoll,
con la publicación de miles de cartas que los pobres habían mandado a curas para obtener la
asistencia en el marco de las primeras leyes de pobres, tiene el mérito de poner en evidencia la
falsa coartada que consiste en atribuir la dificultad del estudio de los pobres a la ausencia de
fuentes que los conciernan. T. Sokoll muestra que estas son abundantes y explícitas pero, sobre
todo, que tomarlas en cuenta cambia la interpretación de los procesos históricos, comenzando
por la “modernización” que habría conducido al disciplinamiento de los pobres.

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Who is below?

de los recursos y de utilizar para sus propios fines “esa tecnología que es el
lenguaje” (la única concesión del autor al linguistic turn). Las nuevas posibi-
lidades que los recursos digitales ofrecen para la recolección y la difusión de
fuentes constituyen las bases de esta nueva historia desde abajo15. Esta renova-
ción es anunciada también por muchas intervenciones en el foro de 2013, en
el que la historia desde abajo se repone, deslizándose hacia nuevos terrenos
de investigación, si consideramos lo que algunos de sus participantes propo-
nen como una “historia del paisaje desde abajo” o una “historia global desde
abajo”16.
En ese marco, raras son las contribuciones que revienen a la pregunta pro-
puesta por M. Hailwood (pero debe subrayarse que el foro es continuamente
alimentado por nuevas intervenciones): la de David Hitchcock, apoyándose
sobre una lectura del Angelus Novus de Walter Benjamin, abre una discusión
sobre ese trabajo de “rescate” que está en el corazón del proyecto de E. P.
Thompson, sobre el cual volveremos; la de Matt Jackson tiene el mérito de
resaltar los problemas que puede imponer la distancia entre el contenido
de las fuentes y las expectativas de los historiadores17. El descubrimiento
del hecho de que ciertos lugares tradicionalmente identificados con el pue-
blo, los pobres, la plebe, etc., tal como las tabernas y los hoteles, acogían en
realidad a una población mucho más diversificada desde el punto de vista
social, condujo a una interrogación radical: “si los historiadores utilizan las
tabernas para escribir una ‘historia desde abajo’, ¿de quién están escribiendo
la historia?”18.
Vuelta a la pregunta inicial: Who is below? La respuesta no es simple y,
desde los primeros usos del término, las interpretaciones han sido múltiples,
principalmente por una cierta indeterminación que no fue resuelta por E. P.
Thompson. Estas se cristalizaron a través de las traducciones que la history
from below, pero también el conjunto de las “palabras clave” de E. P. Thomp-
son, conoció en diferentes países. Es útil detenerse un momento sobre esas
diferentes interpretaciones antes de volver a la interrogación principal.

15
Ver la intervención de T. HITCHCOCK, “A New History From Below”, en Historyonics. Sobre
esta nueva historia desde debajo de T. Hitchcock, ligada al proyecto de los Old Baily Proceedings
Online, ver M. VAILLANT, “La foule des pauvres à Londres au XVIIIe siècle: une nouvelle histoire
par en bas”, en Revue d’histoire moderne et contemporaine, 60-3, 2013.
16
Ver los textos de Nicola Whyte, “Landscape History from Below” y William Farrell, “Global
History from below?” en el foro coordinado por B. WADDELL, “The future of ‘history from below’:
an online symposium”, en The many-headed monster.
17
Ver los textos de David Hitchcock, “Why History from Below Matters More than Ever” y
Matt Jackson, “Relocating History from Below: Places, Spaces, Databases”, en Ibid.
18
M. JACKSON, “Relocating history from below: places, spaces and databases”, en The many-
headed monster.

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Simona Cerutti

Multitud, plebe, abajo


En 1981 (diez años antes de la publicación de Costumbres en Común),
una recopilación de ensayos de E. P. Thompson fue publicada por la edito-
rial italiana Einaudi bajo el título Società patrizia, cultura plebea, en el marco
de la nueva colección “Microstorie” dirigida por Carlo Ginzburg y Giovanni
Levi19. El editor de la recopilación, Edoardo Grendi20 (el verdadero padre de
la microhistoria según G. Levi21), presentaba al público italiano las investiga-
ciones sobre la historia de la época moderna de E. P. Thompson, subrayando
en una rica introducción su gran coherencia. El tema de la history from below
era presentado como central para comprender la cultura del paternalismo ca-
racterística de esa sociedad y, por lo tanto, las relaciones de interdependencia
que ligaban a “gobernantes y multitudes”. La traducción del ensayo sobre la
economía moral no era fiel al original en inglés: english crowd se convertía en
“clases populares inglesas” y, si el origen de esa decisión parece perdido22, E.
Grendi, quien revisó el conjunto del texto, evidentemente la validó. Pasar de
“multitud” a “clases populares” inscribía a los análisis de E. P. Thompson en
el clima y en las temáticas historiográficas dominantes en esos años que ha-
bían visto afirmarse el tema de la cultura popular, con la aparición de El queso
y los gusanos y las traducciones de las obras de Mijail Bajtin y de Peter Bur-
ke23. Es el mismo momento en el que el libro de Natalie Zemon Davis, Society
and Culture in Early Modern France, era traducido también en la colección
“Microstorie” bajo el título Le culture del popolo, en sintonía con la edición

19
E. P. THOMPSON, Società patrizia, cultura plebea: otto saggi di antropologia storica sull’Inghilterra
del Settecento, Einaudi, Torino, 1981.
20
Sobre Edoardo Grendi, ver la reconstitución biográfica e intelectual en O. RAGGIO; A. TORRE,
“Prefazione”, en O. RAGGIO, A. TORRE (eds.), In altri termini: etnografia e storia di una società
di antico regime, Feltrinelli, Milan, 2004. Sobre la relación entre E. P. Thompson y E. Grendi ver
O. RAGGIO, “E. P. Thompson”, en Studi Classici e Orientali, vol. 58, 2012.
21
G. LEVI, “Microhistory and the Recovery of Complexity”, en S. FELLMAN, M. RAHIKAINEN
(eds.), Historical Knowledge: In Quest of Theory, Method and Evidence, Cambridge Scholars
Publishing, Newcastle, 2012, p. 131.
22
Ni Sabina Loriga, quien tradujo la mayoría de los artículos (entre los que está “English
Crowd”), ni yo misma, entonces encargada del seguimiento editorial de la colección
“Microstorie”, nos acordamos si esta opción fue de la traductora o del editor.
23
C. GINZBURG, Le fromage et les vers: L’univers d’un meunier du xvie siècle, Flammarion, Paris,
1980. Original de 1976 en italiano. Existe traducción al castellano: C. GINZBURG, El queso y
los gusanos: el cosmos segun un molinero del siglo XVI, Muchnik Editores, España, 1986. M.
BAKHTIN, L’opera di Rabelais e la cultura popolare: riso, carnevale e festa nella tradizione medievale
e rinascimentale, Einaudi, Torino, 1979. Original de 1965. Existe traducción al castellano: M.
BAKHTIN, La cultura popular en la Edad Media y Renacimiento: el contexto de François Rabelais,
Barral, Barcelona, 1974. P. BURKE, Cultura popolare nell’Europa moderna, Mondadori, 1980.
Original de 1978. Existe traducción al castellano: P. BURKE, La cultura popular en la Europa
moderna, Alianza, Madrid, 1996.

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Who is below?

francesa aparecida el año anterior24. Traducir english crowd por “clases popu-
lares” fue seguramente menos una elección deliberada que el producto de ese
“clima de época” que se respiraba al menos en Italia y en Francia25. En los he-
chos, esta traducción reproducía la misma ambigüedad que caracterizaba la
proposición de la colección “Microstorie”, cuya contratapa anunciaba pres-
tar atención “también, pero no necesariamente, a la historia de los pequeños
(piccoli) y de los excluidos”.
E. Grendi había mostrado una gran sensibilidad en torno al tema de “who
is below?”, tanto en su introducción a los ensayos de E. P. Thompson co-
mo en escritos posteriores26, intentando reconstituir las intenciones del autor
que, a propósito de la identificación entre historia desde abajo y “pueblo”,
había sido prudente y había dejado márgenes de interpretación en muchos
de sus artículos. Él hablaba más vivamente de multitud (crowd), mientras
que de manera más rara e indefinida se refería a clases populares. Este es un
punto importante, incluso decisivo para la comprensión del trabajo de E. P.
Thompson, a pesar de que haya sido pasado por alto. No ha sido evocado,
incluso, en las discusiones recientes llevadas adelante en el marco del 35°
aniversario de la aparición del artículo “Patrician Society, Plebeian Cultu-
re”; discusiones que han avanzado más bien sobre el carácter extremo de la
oposición entre los dos términos (“patricio” y “plebeyo”) que habría borrado
toda jerarquía y toda diferenciación al interior de cada uno de los campos27.
E. Grendi subrayaba además que la categoría de plebe, en E. P. Thompson,
no describía una condición social, si no que servía para designar la configura-
ción específica de las relaciones que caracterizaban a la sociedad inglesa. La
categoría de la plebe reintroducía los conflictos y las formas de competencia
social en el cuadro idílico y consensual del “largo momento de las paz whig”

24
N. Z. DAVIS, Le culture del popolo. Saperi, rituali e resistenza nella Francia del Cinquecento,
Einaudi, Torino, 1980. Original de 1975. El libro fue traducido al castellano: N. Z. DAVIS,
Sociedad y cultura en la Francia moderna, Crítica, Barcelona, 1993.
25
Para una reflexión crítica sobre este “clima de época”, ver G. STRAUSS, “The Dilemma of
Popular History”, en Past & Present, 132, 1991, con una réplica de W. BEIK, “The Dilemma of
Popular History”, en Past & Present, 141, 1993; en Alemania, el artículo de E. P. Thompson
sobre la economía moral apareció en la compilación E. P. THOMPSON, Plebeische Kultur und
moralische Ökonomie: Aufsätze zur englischen Sozialgeschichte des 18. und 19. Jahrhunderts,
Ullstein, Frankfurt, 1980 (agradezco a Christophe Duhamelle por esta información).
26
E. GRENDI, “E. P. Thompson et la «cultura plebea”, en Quaderni storici, vol. 29, 85, 1994.
27
Ver la reseña del debate que tuvo lugar en la universidad de Warwick en febrero de 2009:
M. HAILWOOD; B. WADDELL, “Plebeian cultures in early modern England: thirty-five years after
E. P. Thompson”, en Social History, vol. 34, 4, 2009. Las intervenciones de Phil Withington
y Keith Wrightson, por ejemplo, subrayaron que esa dicotomía era extraña al lenguaje de los
contemporáneos (volveremos sobre esta crítica a E. P. Thompson más adelante).

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Simona Cerutti

celebrada por la historiografía inglesa28. E. Grendi cita al respecto un pasaje


crucial de Customs in Common:

Estos estudios, espero, mostrarán que el concepto de la cultura plebeya es


más concreto y que es útil. Esta cultura no se sitúa ya en la atmósfera etérea
‘de las significaciones, de las actitudes y de los valores’, sino que se inscribe en
un equilibrio particular de relaciones sociales, un entorno de trabajo hecho de
explotación, de resistencia a la explotación y de la relación de poder que están
enmascaradas por los rituales del paternalismo y la deferencia29.

En otros términos, de acuerdo con E. Grendi, el término “plebeian cultu-


re” no servía, en las intenciones de E. P. Thompson, más que para dibujar los
términos de la oposición y de la interdependencia sociales. E. P. Thompson,
una vez más:

En cierto sentido los gobernantes y la multitud se necesitaban mutuamente,


se miraban uno al otro, jugaban y contra-jugaban sobre el escenario del otro,
cada uno de los protagonistas moderaba el comportamiento práctico del otro.
Se trataba de una relación más activa y recíproca de lo que evoca habitualmente
la fórmula “paternalismo y deferencia”30.

En su introducción a la recopilación italiana, E. Grendi subrayaba además


otro punto esencial: “de hecho, en el único ejemplo de riguroso análisis con-
textual (tanto espacial como temporal) que Thompson nos propone”, el de
Whigs and Hunters, está claro que la history from below no coincide con la his-
toria de las clases populares: “el movimiento de los Negros estaba lejos de ser
plebeyo; y de hecho la oposición propuesta era entre la configuración social
tradicional y la burocracia política: los Whigs vs los oficiales de bosques”31.
El tema de “¿Quién es abajo?” estaba entonces muy presente en el
momento de la publicación de la edición italiana de los ensayos, lo que ha-
ce más sorprendente la opción de asociar la “clase popular” a la “economía
moral”, opción tan poco respetuosa del título original, que remitía sin duda

28
E. GRENDI, “Introduzione”, en Società patrizia, cultura plebea: otto saggi di antropologia storica
sull’Inghilterra del Settecento, Einaudi, Torino, 1981, p. XXVIII.
29
E. P. THOMPSON, Les usages de la coutume. Traditions et résistances populaires en Angleterre, XVII
e-XIXe siècle, cit., pp. 59-60. citado por E. GRENDI, “E. P. Thompson et la «cultura plebea»”, cit.,
pp. 236-237.
30
E. P. THOMPSON, Les usages de la coutume. Traditions et résistances populaires en Angleterre, XVII
e-XIXe siècle, cit., p. 113.
31
E. GRENDI, “Introduzione”, cit., p. XXVIII. Ver E. P. THOMPSON, Whigs and Hunters: The Origin
of the Black Act, Allan Lane, Londres, 1975. Existe traducción al castellano: E. P. THOMPSON,
Los orígenes de la Ley Negra: un episodio de la historia ciminal inglesa, Siglo Veintiuno, Buenos
Aires, 2010.

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Who is below?

a las exigencias de ese “clima de época” y que recibió de manera manifiesta


la excepcional atención crítica de E. Grendi. La asimilación entre below y las
clases populares no fue exclusiva de la historiografía italiana. Si en el caso
de “La economía moral” la traducción francesa más tardía (1988) permane-
ció fiel al original (“L’économie morale de la foule”, título retomado en Les
usages de la coutume), ello no siempre protegió a E. P. Thompson contra una
deformación de sus categorías de análisis. La identificación directa entre his-
toria desde abajo y clases populares se realizó a través de una lectura que no
tomó en serio la complejidad de sus análisis e ignoró las ambigüedades32. De
hecho, no se trata solamente de un problema de traducción: la misma deriva
se puede encontrar en una cantidad de estudios que, en Inglaterra y en Esta-
dos Unidos, se inspiraron en las investigaciones de E. P. Thompson sobre la
época moderna.
El “clima de época”, entonces, pero también y quizás sobre todo los efec-
tos que tuvieron sobre la recepción de los trabajos de historia moderna de E.
P. Thompson los escritos de otros autores directamente inspirados en su obra,
particularmente los de James Scott, cuyo The Moral Economy of the Peasant
no es una réplica de la economía moral thompsoniana33. Como el propio E. P.

32
Y, sin embargo, ya en los años 1970 y 1980, la crítica de la utilización “realista” de la
categoría “popular” produjo reflexiones importantes: ver por ejemplo J. REVEL, “La culture
populaire. Sur les usages et les abus d’un outil historiographique”, en Y. FONQUERNE, E.
FERNÁNDEZ (eds.), Culturas populares: Diferencias, divergencias, conflictos, Universidad
Complutense, Madrid, 1986; R. CHARTIER, “Culture populaire”, en A. BURGUIÈRE (ed.),
Dictionnaire des sciences historiques, PUF, Paris, 1986; C. GRIGNON; J.-C. PASSERON, Le savant et le
populaire: misérabilisme et populisme en sociologie et en littérature, Le Seuil, Paris, 1989. Existen
traducciones en castellano del texto de Revel en Un momento historiográfico. Trece ensayos de
historia social, Manantial, Buenos Aires, 2005, y de C. GRIGNON; J.-C. PASSERON, Lo culto y lo
popular. Miserabilismo y populismo en sociología y en literatura, Nueva Visión, Buenos Aires,
1991.
33
J. C. SCOTT, The Moral Economy of the Peasant: Rebellion and Subsistence in South East Asia,
Yale University Press, New Haven, 1977, y más recientemente J. C. SCOTT, “Afterword to Moral
Economies, State Spaces, and Categorical Violence”, en American Anthropologist, vol. 107, 3,
2005. Sobre esta obra, y cómo fue influenciada no solo por E. P. Thompson, sino también por
Karl Polanyi y Alexander Chayanov ver M. EDELMAN, “Bringing the Moral Economy Back in... to
the Study of 21st-Century Transnational Peasant Movements”, en American Anthropologist, vol.
107, 3, 2005. Una confrontación entre E. P. Thompson y J. Scott fue ideada por M. GRANOVETTER,
“Economic Action and Social Structure: The Problem of Embeddedness”, en American Journal
of Sociology, vol. 91, 3, 1985. La economía moral ha conocido un éxito extraordinario en los
últimos treinta años; una búsqueda (realizada gracias a Google) sobre las ocurrencias de esta
expresión en los títulos de las publicaciones científicas arroja centenas de resultados. Esto
evidencia, además, que la fórmula fue retomada en investigaciones sobre terrenos asiáticos y
latinoamericanos, muchos de ellos citados en D. FASSIN, “Les économies morales revisitées”, en
Annales. Histoire, Sciences Sociales, vol. 64, 6, 2010, pp. 1239-1240. Sobre esta difusión ver D.
FASSIN (ED.), A Companion to Moral Anthropology, Wiley-Blackwell, Hoboken, 2012; D. FASSIN;
J.-S. EIDELIMAN (EDS.), Économies morales contemporaines, La Découverte, Paris, 2012; D. FASSIN;
S. LÉZÉ (EDS.), Moral Anthropology: A Critical Reader, Routledge, Londres, 2014.

87
Simona Cerutti

Thompson lo subraya en Les usages de la coutume, “Scott […] va más lejos en


la descripción de los ‘valores’ y de las ‘actitudes morales’”34, es decir, que hace
de la economía moral una expresión directa de la cultura de un grupo social
(subrayemos nuevamente que este aspecto había sido resaltado de manera
enfática por E. Grendi35).
A propósito de esto, Didier Fassin subraya, en un balance sobre la recep-
ción de la moral economy, que en la obra de J. Scott la economía moral deviene
“un mundo local de valores”36 que remite a relaciones de dependencia. J.
Scott escribe: “El contexto moral consiste en un conjunto de expectativas y
preferencias relativas a las relaciones entre ricos y pobres”37. Ricos y pobres,
pueblo y élites: la economía moral se inscribe en el interior de estas dico-
tomías, además, es convocada –a la fuerza- a formar parte del patrimonio
tradicional y atemporal (“una ‘moral de antemano’”38) de las clases popula-
res. En ese movimiento, se hace desaparecer la genealogía trazada por E. P.
Thompson, quien daba un lugar destacado a la formalización escolástica de
la ética cristiana del precio justo así como a la jurisdicción real de los pobres
y tornaba improbable la lectura exclusiva de la economía moral como una
respuesta popular a la carestía.
Más allá de la versión que daba J. Scott, la amplia adopción, esencialmente
metafórica, de la fórmula de la economía moral en el marco de los análisis de
la resistencia de las culturas locales frente a los procesos impuestos de “mo-
dernización” contribuyó a acentuar su carácter genéricamente “popular”39.

34
E. P. THOMPSON, Les usages de la coutume. Traditions et résistances populaires en Angleterre, XVII
e-XIXe siècle, cit., p. 418, citado también por D. FASSIN, “Les économies morales revisitées”,
cit., p. 1249. Según A. WOOD, “Subordination, Solidarity and the Limits of Popular Agency in a
Yorkshire Valley c.1596–1615”, en Past & Present, vol. 193, 1, 2006, los libros que adoptan de
manera más firme la formalización del tema de la agency siguiendo a J. Scott son: M. J. BRADDICK;
J. WALTER (EDS.), Negotiating Power in Early Modern Society: Order, Hierarchy and Subordination
in Britain and Ireland, Cambridge University Press, Cambridge, 2001; P. GRIFFITHS; A. FOX;
S. HINDLE (EDS.), The Experience of Authority in Early Modern England, Palgrave Macmillan,
Londres New York, 1996.
35
Ver nota 29.
36
D. FASSIN, “Les économies morales revisitées”, cit., p. 1249.
37
J. C. SCOTT, Weapons of the Weak: Everyday Forms of Peasant Resistance, Yale University
Press, New Heaven, 1985, p. 184; el pasaje también fue evocado por D. FASSIN, “Les économies
morales revisitées”, cit., p. 1249. Existe traducción al castellano: J. C. SCOTT, Los Dominados y
el Arte de la Resistencia, Ediciones Era, México, 2000.
38
Ibid.
39
Ver las reflexiones sobre la justicia social y el mercado propuestas por W. J. BOOTH, “A Note
on the Idea of the Moral Economy”, en The American Political Science Review, vol. 87, 4, 1993;
W. J. BOOTH, “On the Idea of the Moral Economy”, The American Political Science Review, vol.
88, 3, 1994; S. CADIGAN, “The Moral Economy of the Commons: Ecology and Equity in the
Newfoundland Cod Fishery, 1815-1855”, en Labour / Le Travail, vol. 43, 1999; T. C. ARNOLD,
“Rethinking Moral Economy”, en The American Political Science Review, vol. 95, 1, 2001; P.
TRAWICK, “The Moral Economy of Water: Equity and Antiquity in the Andean Commons”,

88
Who is below?

Al final, y esto constituye un elemento decisivo, la asimilación de below a


“pueblo” y, por lo tanto, la calificación social de la multitud, atestiguan una
actitud persistente de los historiadores: aquella que se propone referirse a fi-
sonomías sociales bien definidas, atribuir culturas e ideologías a individuos
o grupos bien identificados en la escala social, construir sistemas de clasifi-
cación fundados sobre las cualidades individuales o colectivas estables (el
estatus, el nivel de riqueza, el oficio, etc.) más que sobre “condiciones” y
prácticas sociales aparentemente más difíciles de aprehender. Volveremos so-
bre esto.

¿Giro espacial vs agencia?


Hemos hablado de malentendidos. Pero, hemos dicho también que ellos
son justificables, al menos en parte, por la ambigüedad que el propio E. P.
Thompson demostró en relación a términos como “plebe” o a locuciones co-
mo “cultura popular”. ¿La cultura es “popular” en tanto que expresión de un
pueblo o en razón de su carácter subordinado y, finalmente, de su derrota?
Esta ambigüedad se alimenta, además, de la superposición que operó entre
acción de protesta y acción popular. Conviene que nos detengamos sobre
este punto.
El tema con esa superposición concierne al vínculo entre experiencia,
cultura de grupo y acción; la continuidad establecida por E. P. Thompson
entre esos elementos, sobre todo en La formación de la clase obrera en Ingla-
terra, fue objeto de fuertes críticas de parte de historiadores de orientaciones
diferentes. En detrimento de la intención declarada en el libro de no tratar
a los grupos como “cosas” sino más bien de considerarlos como “procesos”,
la noción de experiencia ha sido criticada, con argumentos convincentes,

en American Anthropologist, vol. 103, 2, 2001. Algunos balances, muy útiles, sobre los usos
de la moral economy de E. P. Thompson de parte historiadores y de investigadores en ciencias
sociales se pueden encontrar en A. RANDALL; A. CHARLESWORTH (EDS.), Moral economy and popular
protest: crowds, conflict and authority, Palgrave, Basingstoke, Hampshire, 2000, así como, más
recientemente, en el artículo de R. BATZELL; S. BECKERT; A. GORDON; G. WINANT, “E. P. Thompson,
Politics and History: Writing Social History Fifty Years after The Making of the English Working
Class”, en Journal of Social History, vol. 48, 4, 2015. Sobre la utilización así como sobre la crítica
reciente que proviene de los subaltern studies, ver V. BAHL, What Went Wrong with «history from
Below»: Reinstating Human Agency as Human Creativity, K P Bagchi, Kolkata, 2005. Estimo que
la utilización “desviada” de la fórmula de L. DASTON, “The Moral Economy of Science”, en Osiris,
vol. 10, 1995, contribuyó a hacer de la moral economy un código de valores “corporativo”: el
“sistema equilibrado de fuerzas emocionales, con puntos de equilibrio y de presión” (p. 4) es
efectivamente bastante más impreciso que la moral economy de E. P. Thompson, pero deviene
un reservorio de la cultura de ciertos grupos sociales específicos.

89
Simona Cerutti

como reduccionista. E. P. Thompson tiende a vincular cada aspecto a las re-


laciones de producción. Las acciones populares analizadas son la expresión
directa de las estructuras objetivas de poder y de experiencias compartidas,
determinadas por la estructura social. La acción es un producto de esta es-
tructura y puede ser referida a ella. El contexto que es tomado en cuenta en
el análisis de E. P. Thompson es un contexto social, la cultura es la cultura
popular40. Esta aproximación se rige por la convicción de que los comporta-
mientos emanan de la experiencia de grupos específicos, que son el reflejo de
la estructura social (de clase) y, al mismo tiempo, el vehículo de su cultura.
Es esta conexión la que ha sido más cuestionada. El elemento de discon-
tinuidad ha sido individualizado a nivel del lenguaje y de sus prerrogativas;
ha sido demostrado que aquel no puede ser considerado como una simple
expresión de los intereses de grupos ya existentes, sino como un elemento
de construcción de esos grupos y de configuraciones sociales41. Sabemos,
también, que esa consideración, esencial, frecuentemente se ha empantanado
en la disolución de lo “social” en sus dimensiones discursivas. Frecuente-
mente, pero no siempre: a partir de la nueva atención prestada al lenguaje,
reflexiones importantes han sido desarrolladas en las últimas décadas sobre
las formas de la comunicación social y política. El paradigma de la circula-
ción de las informaciones, desde que se conjuga con una atención específica
a los espacios y a los lugares en los que esa circulación se realiza, es presen-
tado explícitamente como una vía para “problematizar nuestra visión de la
política de la época moderna42” e ir más allá de la oposición entre la políti-

40
H. J. KAYE; K. MCCLELLAN (EDS.), E. P. Thompson: Critical Perspectives, Temple University
Press, Filadelfia, 1990, en particular W. H. SEWELL, “How classes are made: critical reflections
on E.P. Thompson’s theory of working class formation”, en H. J. KAYE, K. MCCLELLAN (eds.), E. P.
Thompson: critical perspectives, Temple University Press, Filadelfia, 1990; R. JOHNSON, “Edward
Thompson, Eugene Genovese and Socialist-Humanist History”, History Workshop Journal, 6,
1978; S. CERUTTI, “Processus et expérience. Individus, groupes et identités à Turin, au XVIIe
siècle”, en J. REVEL (ed.), Jeux d’échelles. La micro-analyse à l’expérience, Gallimard, Paris, 1995.
Existe traducción al castellano en: J. REVEL (ED.), Juegos de escala. Experiencias de microanálisis,
UNSAM, Buenos Aires, 2015.
41
La literatura sobre el linguistic turn es desmesurada: para un paneo ver V. E. BONNELL; L. HUNT
(EDS.), Beyond the cultural turn: new directions in the study of society and culture, University of
California Press, Berkeley, 1999. Sobre la noción de experiencia ver el artículo clásico de J. W.
SCOTT, “The evidence of experience”, en Critical Inquiry, vol. 17, 4, 1991 (existe traducción
al castellano: J. W. SCOTT, “Experiencia”, en La ventana, 13, 2001), así como la crítica de S.
CERUTTI, “Le linguistic turn en Angleterre. Notes sur un débat et ses censures”, en Enquête, 5,
1997.
42
F. DE VIVO, Patrizi, informatori, barbieri. Politica e comunicazione a Venezia, Feltrinelli, Milano,
2012. Este libro es producto de una profunda reelaboración de F. DE VIVO, Information and
communication in Venice: rethinking early modern politics, Oxford University Press, Oxford, 2007.
En los ámbitos anglosajones, esta aproximación abrió también la posibilidad de sobrepasar la
oposición entre historiografía whig y corrientes revisionistas que atravesó las últimas décadas:
P. LAKE; S. PINCUS (EDS.), The Politics of the Public Sphere in Early Modern England, Manchester

90
Who is below?

ca de las élites y la de las clases populares. Algunas de esas tentativas han


sido especialmente logradas. En el caso de la investigación de Filippo De
Vivo de donde se tomó la cita, la consideración de las formas, de los lugares
y los agentes que activaron la circulación de las informaciones revela una
vida política veneciana caracterizada por una extraordinaria polifonía, por
un mestizaje constante de voces que construyen colectivamente los eventos
políticos. Un apego riguroso a las fuentes permite al autor evadir las tram-
pas tendidas por las dos corrientes clásicas alrededor de las que el tema de
la información ha sido frecuentemente abordado: aquel, de inspiración fou-
caultiana, que lo convierte esencialmente en un instrumento de propaganda,
o bien, en las antípodas, aquel (muy transitado en las últimas décadas) inspi-
rado en las proposiciones de Jürgen Habermas sobre la esfera pública signado
por un sospechoso igualitarismo43.
De manera paralela, el terreno más específico de la historia social de ins-
piración thompsoniana también ha sido sitiado en esta nueva corriente. El
carácter relativamente unánime del recorrido que ha conducido a una gran
parte de los historiadores de las “clases populares” (sobretodo, pero no sola-
mente, en el ambiente anglosajón) hacia el estudio de la comunicación, de la
información y de sus espacios es remarcable en este sentido. La intención que
guía a estas investigaciones apunta hacia una contextualización más atenta
a los momentos de encuentros y de conflictos. El prefacio de J. Scott al libro
Political Space in Pre-Industrial Europe editado por Beat Kümin constituye un
caso ejemplar de este recorrido de revisión del carácter por definición subver-
sivo de las culturas populares44. En esa compilación, los espacios clásicos de
la vida colectiva y de las resistencias de las clases populares en los años 1960
y 1970, como las tabernas y los hoteles, son sin embargo leídos como lugares
de control social, de competencia y de conflicto al interior de esos grupos
sociales45. Se trata de un cuestionamiento que movilizó muchas certezas y

University Press, Manchester, 2007.


43
F. DE VIVO, Patrizi, informatori, barbieri. Politica e comunicazione a Venezia, cit., pp. 29-33.
Testimonio del gran éxito del paradigma habermasiano son: P. LAKE; S. PINCUS (EDS.), The Politics
of the Public Sphere in Early Modern England, cit.; M. ROSPOCHER (ED.), Beyond the public sphere:
opinions, publics, spaces in early modern Europe, Il Mulino/Dunker und Humboldt, Bologna/
Berlin, 2012; P. BOUCHERON; N. OFFENSTADT (EDS.), L’espace public au Moyen Âge. Débats autour de
Jürgen Habermas, PUF, Paris, 2011.
44
J. C. SCOTT, “Preface”, en B. A. KÜMIN (ed.), Political Space in Pre-industrial Europe, Ashgate
Publishing, Farnham, 2009. El libro reúne algunos de los trabajos presentados en el primer
workshop “Social Sites – Öffentliche Räume - Lieux d’échanges, 1300-1800” que tuvo lugar
en 2005.
45
J. R. BROWN, “Drinking Houses and the Politics of Surveillance in Pre-Industrial
Southampton”, en B. KÜMIN (ed.), Drinking Matters: Public Houses and Social Exchange in
Early Modern Central Europe, Ashgate Publishing, Farnham, 2009; P. CLARCK, “Politics, Clubs
and Social Space in Pre-Industrial Europe”, en B. KÜMIN (ed.), Drinking Matters: Public Houses

91
Simona Cerutti

puso en discusión, según los autores, la existencia de ese hidden transcript,


de “esas afirmaciones y esos gestos hostiles que son también centrales en los
descubrimientos recientes de la ya mítica agency popular”. La historia parece
actualmente “más sombría y pesimista”, “una historia en la que las palabras
intercambiadas en las tabernas pueden ser peligrosas para sus locutores, más
que ser instrumentos del poder popular”46. Se hace cada vez más difícil aislar
los comportamientos y las culturas que pueden ser designadas como “popu-
lares”, mientras que, paralelamente, esos comportamientos y esas culturas
están lejos de expresarse a través de resistencias y de revueltas frente a los
poderes constituidos.
El encuentro entre los estudios sobre la comunicación y el spatial turn
suscita entonces una discusión en profundidad sobre la existencia de for-
mas específicas de acciones populares. Según algunos investigadores, pone
radicalmente en cuestión muchos topoi de la historia social de los años pre-
cedentes (el hidden transcript de J. Scott, entre otros), y en particular aquellos
que son objeto de la investigación de E. P. Thompson, entre los que se en-
cuentra el concepto de agency, considerado como demasiado ligado a una
idea de counter hegemony consciente y deliberada. Por el contrario, haría fal-
ta desplazar la atención hacia las formas –y los lugares- del encuentro y la
negociación:

Más que en términos de agency, vale la pena pensar en cartografías de


relaciones de poder: preguntarse en dónde se encontraban los lugares de nego-
ciación, los teatros de la representación del poder, los espacios de liminalidad,
las redes de comunicación que podían producir formas de alfabetización, liti-
gios judiciales o incluso revueltas47.

and Social Exchange in Early Modern Central Europe, Ashgate Publishing, Farnham, 2009. P.
Clark escribe: “Matizando el carácter subversivo que la historiografía prestó a los albergues,
las tabernas, y sobre todo a los cabarets en tanto que lugares de desorden, este artículo quería
mostrar su centralidad en el marco de prácticas sociales y materiales de vigilancia en el interior
de la comunidad provincial” (p. 80). Ver también P. CLARCK, “The Alehouse and the Alternative
Society”, en D. PENNINGTON, K. THOMAS (eds.), Puritans and Revolutionaries: Essays in Seventeenth-
Century History Presented to Christopher Hill, Clarendon Press, Oxford, 1978; B. KÜMIN, Drinking
Matters: Public Houses and Social Exchange in Early Modern Central Europe, Palgrave Macmillan,
Basingstoke England, New York, 2007; K. WRIGHTSON, “Alehouses, Order and Reformation in
rural England, 1590-1660”, en E. YEO, S. YEO (eds.), Popular Culture and Class Conflict 1590-
1914: Exploration in the History of Labour and Leisure, Harvester Press, Brighton, 1981.
46
J. R. BROWN, “Drinking Houses and the Politics of Surveillance in Pre-Industrial Southampton”,
cit., p. 80.
47
C. H. DAYTON, “Rethinking Agency, Recovering Voices”, en The American Historical Review,
vol. 109, 3, 2004, p. 839. Una de las primeras utilizaciones del término agency por E. P.
Thompson se puede consultar en E. P. Thompson, “Agency and Choice”, en New Reasoner:
A Quaterly Journal of Socialist Humanism, 5, 1958. Una aguda reflexión sobre la agency de
E. P. Thompson se encuentra en P. ANDERSON, Arguments within English Marxism, Verso/NLB,

92
Who is below?

Cartografías de poder, espacios, redes de comunicación; el “manifiesto”


de este movimiento ha sido frecuentemente comprendido como la sustitu-
ción de la lucha de clases por la lucha de los lugares48. La preocupación,
constantemente invocada, de sobrellevar las oposiciones fáciles entre clases
populares y élites disuelve el tema de lo alto y de lo bajo en el paradigma de
la comunicación. La pregunta “Who is below?” deviene poco pertinente: una
vez abandonado el mito de las culturas alternativas y rebeldes, del hidden
transcript producido por la agency, ¿qué queda de la historia desde abajo? ¿La
history from below puede ser todavía parte de las preocupaciones del historia-
dor o no es más que una evocación nostálgica?

Experiencia y fuentes
Volvamos atrás y preguntémonos sobre la pertinencia de esa operación de
crítica de la “cultura popular”. Formulada en los términos evocados, corre-
mos el riesgo de equivocar el objetivo. El problema no es poner en discusión
cada ingrediente de la “cultura popular”, como se ha hecho, debilitando el
carácter alternativo de lo “below”, sino cuestionar, y de manera radical, la
legitimidad de la identificación entre ese “abajo” y las clases populares así
como la superposición tan frecuente entre las culturas de la protesta y las
clases populares. Es, precisamente, esta asociación lo que no sobrevive –para
decirlo con E. P. Thompson- a la inmersión “en la acidez de los datos”49. Se
trata, de hecho, de volver a reflexionar sobre las relaciones entre experiencia,
acción y cultura, sobre esa cadena instituida por E. P. Thompson que muchos
investigadores pensaban que debía ser desarmada y repensada, como hemos

Londres, 1980. Para una crítica de este concepto “saturado […] con categorías del liberalismo
decimonónico” ver W. JOHNSON, “On Agency”, en Journal of Social History, vol. 37, 1, 2003,
p. 114, todo el número de la revista fue consagrado a la discusión de ese concepto. Sobre la
agency en una perspectiva posmoderna ver D. G. SHAW (ed.), “Agency after postmodernism”,
en History and Theory, vol. 40, 4, 2001. Ver, además, A. WOOD, “Subordination, Solidarity and
the Limits of Popular Agency in a Yorkshire Valley c.1596–1615”, cit. Un bello análisis de la
relación que se puede establecer entre agency y análisis emic y etic en antropología se encuentra
en W. KEANE, “Agency, and the Objects of Anthropology: Reflections on a Genealogy”, en Society
for Comparative Studies in Society and History, vol. 45, 2, 2003. Para un balance reciente de la
agency thompsoniana a la luz de los análisis espaciales ver D. FEATHERSTONE; P. GRIFFIN, “Spatial
Relations, Histories from Below and the Makings of Agency: Reflections on the Making of the
English working Class at 50”, en Progress in Human Geography, vol. 40, 3, 2016.
48
M. LUSSAULT, De la lutte des classes à la lutte des places, Grasset & Fasquelle, Paris, 2009.
49
E. P. THOMPSON, Misère de la théorie. Contre Althusser et le marxisme anti-humaniste, Versus,
Paris, 2015, p. 101. Existe traducción al castellano: E. P. THOMPSON, Miseria de la teoría, Crítica,
Barcelona, 1981.

93
Simona Cerutti

visto, y cuyos problemas tanto el linguistic turn como el paradigma de la cir-


culación apenas rozaron.
Desde los años ochenta, algunas investigaciones eligieron confrontar di-
rectamente con los trabajos de E. P. Thompson avanzando sobre temas y
fuentes análogas. El diálogo tuvo lugar sobre el terreno del análisis de fuen-
tes, afectó a la reconstitución de la experiencia de los actores, la toma en
cuenta de las acciones inscriptas en las fuentes y, finalmente, el lenguaje de
los actores sociales. Es sobre este terreno, me parece, que se elaboran los ma-
teriales que permiten discutir, en nuevos términos, sobre la history from below
así como la pregunta por who is below?.
El ejemplo que quisiera introducir se funda en una investigación llevada
a cabo por la historiadora italiana Renata Ago sobre un tema muy cercano al
de la economía moral50. Ella analizó el funcionamiento del mercado de gra-
nos de Roma en el siglo XVIII a partir de una doble interrogación. Por una
parte, ¿la política anonaria puesta en marcha por la autoridad pontificia se
conformaba al modelo de la economía moral de las clases populares? Por la
otra, ¿el liberalismo comercial promovido por el estado pontificio a partir del
siglo XIX puede ser entendido como la adopción de un modelo capitalista?
Para abordar este problema, Renata Ago siguió a los protagonistas de
intercambios comerciales y reconstruyó la fisonomía social así como la ac-
tividad de los comerciantes y de los compradores, lo que le permitió poner
en relación los comportamientos de esos individuos en el mercado con los
intereses y los vínculos sociales que ellos habían tejido en los campos y en
los feudos. En suma, dio cuenta de la experiencia de los protagonistas sobre
los diferentes planos de la vida social. Los resultados de ese análisis son inte-
resantes. R. Ago percibió que, en su terreno de análisis, la mayor parte de la
población podía encontrarse, en momentos diferentes, en los roles vendedor,
de autoconsumidor o bien de comprador; y eran esos roles contingentes los
que sugerían a cada actor una conducta frente al mercado. Desde el momento
en que no había roles predeterminados, no era posible hablar en términos de
adhesión a un sistema ideológico determinado. El rol de comprador o bien
de vendedor suscitaba la reivindicación de un control sobre la definición del
“precio justo” o, al contrario, la reivindicación de un derecho al beneficio. La
misma mezcla de posiciones se puede encontrar en el agricultor del feudo de
Castro o entre los campesinos de Monteromano. En el caso romano, enton-
ces, la economía moral no era la expresión de una cultura social que emanaba
de la experiencia compartida de un grupo, sino una forma de reivindicación

50
R. AGO, “Popolo e papi. La crisi del sistema annonario”, en Subalterni in tempo di
modernizzazione. Nove studi sulla società romana nell’Ottocento, Franco Angeli, Milán, 1985. Ver
la presentación y la discusión de los resultados de esas investigaciones en S. CERUTTI, “Processus
et expérience. Individus, groupes et identités à Turin, au XVIIe siècle”, cit.

94
Who is below?

legitimada por la posición ocupada de manera contingente por el actor en el


mercado.
La diferencia, en relación a la interpretación de E. P. Thompson, pero
sobretodo en relación a la de sus exégetas, es evidentemente mayor: en el
ejemplo inglés, el discurso moral es revelador de la cohesión y de la cons-
ciencia de un grupo; en el ejemplo romano, ilumina la existencia de prácticas
ejercidas por múltiples personas a lo largo de su vida o incluso de una jor-
nada. R. Ago ofrece una perspectiva muy diferente sobre las relaciones entre
estructuras y comportamientos: las “leyes del mercado” no existen por fuera
de la experiencia del mercado. Esas leyes son determinadas por las relaciones
–inestables y cambiantes- entre compradores y vendedores, aunque los efec-
tos de esas relaciones no sean siempre buscados ni previstos51.
Este ejemplo puntualiza, sobre el terreno propio de la economía moral,
un asunto importante: la necesidad de estar alerta frente a toda asimilación
directa (no verificada empíricamente) entre una estructura social, una cul-
tura y unas acciones. Y, esto es más verdadero en las sociedades de la época
moderna, en las que un estatuto particular es atribuido a la acción. No sola-
mente no se la puede considerar como siendo una emanación “natural” de
grupos definidos, sino que el movimiento es más bien el inverso, ya que es
la acción la que está en condiciones de atribuir estatus así como cualidades
individuales o de grupo. Hablar de “prácticas” más que de identidades o de
culturas de grupo no significa entonces sustituir el análisis de grupos sociales
por variables fluidas e imprecisas. Se trata más bien de reconocer el estatus
particular atribuido a la acción en esas sociedades de la época moderna y a
su capacidad de transformar condiciones sociales (no solo de reflejarlas). La
repetición en el tiempo de una acción que se había desarrollado “sin ninguna

51
J. BOHSTEDT, “The Moral Economy and the Discipline of Historical Context”, en Journal of
Social History, vol. 26, 2, 1992, puso en evidencia que la moral economy no era una “impugnación
al capitalismo” si no una “corrección” del intercambio, invitando así a “repensar la economía
moral como un conjunto de tácticas pragmáticas más que como un conjunto de creencias
anticapitalistas”, p. 274. Siguiendo a William Reddy, muestra hasta qué punto, más que ser
expresiones de los intereses consolidados de ciertos grupos sociales, “las revueltas creaban una
comunidad, le daban consistencia (enacted), realizaban una comunidad en potencia”, p. 276.
Reflexiones tempranas sobre el tema se encuentran en A. W. COATS, “Contrary Moralities: Plebs,
Paternalists and Political Economists”, en Past and Present, vol. 54, 1, 1972, y en la respuesta
de E. FOX GENOVESE, “The Many Faces of Moral Economy: A contribution to a Debate”, en Past
and Present, vol. 58, 1, 1973; J. STEVENSON, “The «Moral Economy» in the English Crowd: Myth
and Reality”, en A. FLETCHER, J. STEVENSON (eds.), Order and Disorder in Early Modern England,
Cambridge University Press, Cambridge, 1985.

95
Simona Cerutti

contradicción” estaba en condiciones de atribuir derechos y prerrogativas52.


Más que el título formal de propiedad, era la situación de hecho, la familia-
ridad con el objeto o bien con su utilización continua en el tiempo, lo que
atribuía el estatus de propietario. Más que la atribución formal de un cargo
o de un puesto, era el hecho de “actuar en tanto que” lo que estaba en con-
diciones de modificar el estatus individual. En este sentido, las acciones no
eran expresión de las estructuras prexistentes, si no las vías a través de las
cuales los constructos sociales eran forjados, así como los momentos de su
legitimación53:

El uso crea múltiples estatus […] sin convocar los sujetos y sus voluntades;
se limita a registrar un equilibrio de fuerzas, natural o bien consolidado por el
tiempo, revistiéndolo de juridicidad. Los estatus personales no son un número
limitado de condiciones personales definidas a priori, sino las incontables situa-
ciones socio-económicas en las que se encuentran las personas54.

Acción / agency
La acción de la que estamos hablando es bien diferente de la agency
thompsoniana: mientras esta última es la expresión de las capacidades de un
grupo definido, dotado de consciencia y voluntad, para interpretar el mundo

52
A. TORRE, Il consumo di devozioni. Religione e comunità nelle campagne dell’ancien régime,
Marsilio, Venezia, 1995; O. RAGGIO, “Costruzione delle fonti e prova. Testimoniali, possesso e
giurisdizione”, en Quaderni storici, vol. 31, 91, 1996; S. CERUTTI, Giustizia sommaria. Pratiche
e ideali di giustizia in una società di Ancien Régime: Torino 18 secolo, Feltrinelli Editore, Milan,
2003; “À qui appartiennent les biens qui n’appartiennent à personne?”, en Annales. Histoire,
Sciences Sociales, vol. 62, 2, 2007.
53
A. OGIEN, “Décrire ou expliquer. Notes sur une mauvaise querelle de méthode”, en Décrire,
un impératif? Description, explication, interprétation en sciences sociales, EHESS, Paris, 1985; S.
CERUTTI, “Histoire pragmatique, ou de la rencontre entre histoire sociale et histoire culturelle”,
en Tracés. Revue de Sciences humaines, 15, 2008. Una reflexión reciente desde la filosofía sobre el
carácter performativo de las prácticas es la de R. FREGA, “Les pratiques normatives. Repenser la
normativité entre philosophie et sciences sociales”, en SociologieS, 2015, en https://sociologies.
revues.org/4969.
54
La cita, perfectamente adaptable a un contexto de la época moderna, es de un historiador
medievalista: E. CONTE, “Cose, persone, obbligazioni, consuetudini. Piccole osservazioni su
grandi temi”, en O. FARON, É. HUBERT (eds.), Le sol et l’immeuble: les formes dissociées de propriété
immobilière dans les villes de France et d’Italie (XIIè-XIXè siècle), École Française de Rome,
Roma, 1995, p. 38; E. CONTE, “Dai servi ai sudditi. La realitas dei contratti di status nel diritto
comune”, en F. THEISEN, W. ECKART Voss (eds.), Summe, Glosse, Kommentar. Juristisches und
Rhetorisches in Kanonistik und Legistik, Universitätsverlag Rasch, Osnabrück, 2000.

96
Who is below?

social y actuar sobre él, la primera reenvía a la capacidad de prácticas rea-


lizadas por sujetos múltiples y desparejos para crear fisonomías y grupos
sociales. Por supuesto que estas dos dimensiones no se excluyen y que pue-
den incluso estar estrechamente ligadas. Sin embargo, remiten a dos niveles
diferentes de la lectura de las fuentes, uno y otro enteramente legítimos, pero
que deben permanecer bien disociados: una mirada emic y una mirada etic.
Un reproche pertinente ha sido dirigido a E. P. Thompson en relación a su
vigilancia sobre esta separación. El antropólogo Renato Rosaldo puso de ma-
nifiesto el problema de manera explícita: E. P. Thompson no distinguiría su
propia interpretación de aquella de los sujetos-actores que estudia. Trata su
propia narración como un medio neutro y no como una forma cultural esco-
gida entre una gama de formas posibles. Tomó un idioma cultural del pasado
–el melodrama–, pero –es legítimo preguntarlo– ¿se trata de un idioma de
E. P. Thompson o bien es el idioma de los protagonistas de su estudio55? En
definitiva, R. Rosaldo sugiere que la relación pasado/presente tan viva en E. P.
Thompson lo condujo reprimir la alteridad del pasado56.
La crítica es severa, más aún porque ha sido dirigida a un historiador que
reflexionó de manera muy aguda sobre la lectura de las fuentes (batiéndose
contra el academic game y los anacronismos que produce). Hasta qué punto
esta crítica es fundada es lo que demuestra una vez más una investigación
paralela a la de E. P. Thompson, que aborda temas y se apoya sobre fuentes
comparables. Se trata de cartas anónimas, protagonistas a su vez de “The
Crime of Anonymity”, uno de sus artículos más célebres57, y de Lettere orbe,
una pequeña obra de E. Grendi aparecida en 198958. Es interesante, siguiendo
nuestro propósito, poner en paralelo estas investigaciones.
Las cartas anónimas, objeto de la investigación de E. P. Thompson, son
analizadas como “formas características de la protesta social de toda la socie-
dad en las que las formas de defensa colectiva son débiles”59. La extraordinaria
violencia de los términos y los modos de la comunicación es puesta en valor a
través de una organización de las cartas por temas, que muestra la extensión
de los terrenos sobre los que la protesta se ejercía. Esta violencia, que va a la

55
R. ROSALDO, “Celebrating Thompson’s Heroes: Social Analysis in History and Anthropology”,
en E. P. Thompson: critical perspectives, Temple University Press, Filadelfia, 1990. Existe
traducción al castellano en: R. ROSALDO, Renato Rosaldo: ensayos en antropología crítica, Casa
Juan Pablos, México, 2006.
56
E. GRENDI, “E. P. Thompson et la «cultura plebea»”, cit., p. 244.
57
E. P. THOMPSON, “The Crime of Anonymity”, en Albion’s Fatal Tree: Crime and Society in
Eighteenth-Century England, Pantheon Books, New York, 1975. Existe traducción al castellano
en: E. P. THOMPSON, Tradición, revuelta y conciencia de clase. Estudios sobre la crisis de la sociedad
preindustrial, Crítica, Barcelona, 1989.
58
E. GRENDI, Lettere orbe. Anonimato e poteri nel Seicento genovese, Gelka, Palermo, 1989.
59
E. P. THOMPSON, “The Crime of Anonymity”, cit., p. 257.

97
Simona Cerutti

par de la manifiesta legitimidad atribuida a las cartas –publicadas en la Lon-


don Gazette entre 1750 y 1820-, le sirve para desmantelar la imagen pacífica
y consensual del gobierno whig. Somos confrontados a una manifestación
revoltosa de la protesta social, un testimonio “from below” de la manera en la
que las relaciones, en el seno de una sociedad muy jerárquica, embebida de
una ideología paternalista, pueden ser vividas.
Las cartas anónimas dirigidas un siglo antes al Estado genovés por sujetos
de las villas y del campo, que gozaban dicho sea de paso de una legitimidad
parecida (fueron solicitadas por el gobierno de la ciudad), son objeto de un
análisis muy diferente. Ante todo, fueron organizadas según un criterio terri-
torial más que sociológico, es decir, a partir de la proximidad o la distancia
en relación al gobierno central. Son, entonces, las propias fuentes las que
dictan su clasificación. Además, la investigación se focaliza en dos polos que
son mantenidos en una tensión constante: por una parte, la preocupación
por dar cuenta de la complejidad de “la espera de cara a la autoridad60”, que
varía especialmente en función de la localización de las cartas; y, por otra
parte, la individualización de los interlocutores locales de esos documentos.
El historiador apunta a reconstituir no solamente las relaciones de los sujetos
con el Estado, sino también los aspectos de la vida local que revela un análisis
atento de los escritos.
El partido está ganado, me parece, en los dos terrenos. El análisis de las
esperas frente al Estado ilumina la competencia jurídica de los actores que
recurren a esas cartas para intervenir directamente en los procedimientos en
curso –un punto señalado por E. P. Thompson, pero que desafortunadamen-
te no desarrolló–, o para expresar visiones particulares de la justicia (civil
para los ricos, criminal para los pobres). Pero, sobretodo, lo que emerge de
las cartas es la crónica densa de la vida local dominada por una endémica
conflictividad nobiliaria y por la corrupción de los oficiales locales. Estas
son imágenes muy particulares de las comunidades en el seno del Estado,
profundamente diferentes de aquellas que emergen de otras fuentes bastante
más familiares a los historiadores (súplicas, pedidos de gracia, procesos). Nos
encontramos, entonces, muy lejos de la oposición exclusiva entre los pobres
y sus amos que E. P. Thompson extrae de las cartas anónimas inglesas. Nos
encontramos sumergidos en un mundo social que conoce, evidentemente,
conflictos con la autoridad, pero que está al mismo tiempo muy estratifi-
cado y atravesado por una pluralidad de otras tensiones, otros intereses y
otros asuntos. Es posible que estas diferencias estén ligadas a la diversidad
de contextos, períodos y fuentes analizadas. Sin embargo, es la confrontación
con una historiografía whig, con la imagen de una sociedad dominada por el

60
E. GRENDI, Lettere orbe, cit., p. 8.

98
Who is below?

paternalismo y la deferencia que ella difunde, lo que dictó a E. P. Thompson


su agenda rígida: retomando la dicotomía entre alto y bajo, entre los pobres,
el pueblo y los poderosos, el historiador adoptó el lenguaje de sus propias
fuentes, sin oponerles resistencia crítica.
¿Qué resistencia y qué crítica? El lenguaje de la pobreza, tal como aparece
en las fuentes judiciales y en las súplicas, impone al historiador un esfuerzo
de extrañamiento en relación a las categorías contemporáneas61. Al inte-
rior de la compleja historia de los “pobres” a lo largo de los siglos, hay una
constante que siempre debemos tener en cuenta: el amor y la protección en
relación a ellos se manifiesta directamente como actos de gobierno político.
Este carácter marca la categoría, desde su genial invención realizada por los
obispos durante el siglo IV de la era cristiana62 hasta el pasaje de su tutela a
manos del soberano y, en particular, de los reyes de Francia entre los siglos
XIII y XIV63. La capacidad legitimadora de la protección hacia los pobres los
convierte en interlocutores privilegiados de los gobiernos centrales, y hace de
la reivindicación de la pobreza un instrumento de presión, individual o co-
lectivo. De tal suerte, la categoría, tal como emerge de las fuentes, no puede
ser leída e interpretada si no es a la luz de la jurisdicción a la que se refería
y a los derechos que le eran atribuidos. Los “pobres” de las súplicas y de las
quejas no son el “pueblo”. Los pobres son todos aquellos que, a partir de una
condición de debilidad que puede ser económica o no, reivindican esa pro-
tección que, tradicionalmente, el derecho les atribuía64. Encontramos aquí las

61
Durante toda la Edad Media y una parte larga de la época moderna, la palabra pauper remitió
a una noción de ausencia, de insuficiencia, de falta, de “minoridad”, de acuerdo a la palabra
latina paulus (“poco de”), mientras que la idea de deprivación económica se asocia mejor a los
términos indigens, inops y egenus: G. TODESCHINI, Au pays des sans-nom: gens de mauvaise vie,
personnes suspectes ou ordinaires du Moyen Age à l’époque moderne, Verdier, Paris, 2015.
62
Los pobres son la gloria de los obispos, según san Jerónimo, quien ofrecía así una formulación
a ese proceso particular de “creación” así como de apropiación de la categoría de parte de los
obispos durante los primeros años de la cristiandad. La tutela de los pobres devino un asunto
político capital en la competencia que oponía a las élites urbanas en el curso del siglo IV y es
seguramente en este proceso que se insertó la invención del carácter popular de la cristiandad.
Ver P. BROWN, Pouvoir et persuasion dans l’Antiquité tardive. Vers un empire chrétien, Seuil, Paris,
1998; P. BROWN, Poverty and Leadership in the Later Roman Empire, University Press of New
England, Hanover, 2002. Ver, también, P. ALADJIDI, Le roi, père des pauvres: France, XIIIe-XVe
siècle, Presses Universitaires de Rennes, Rennes, 2008.
63
P. ALADJIDI, Le roi, père des pauvres, cit.
64
S. CERUTTI, Étrangers. Étude d’une condition d’incertitude dans une société d’Ancien régime,
Bayard, Paris, 2012. Para un análisis del lenguaje de la pobreza utilizado en las súplicas y en las
fuentes judiciales ver las investigaciones (siempre atentas a las precauciones que venimos de
evocar) de A. SHEPARD, “Poverty, labour and the language of social description in early modern
England”, en Past and Present, vol. 201, 1, 2008; A. SHEPARD, Accounting for Oneself: Worth,
Status and the Social Order in Early Modern England, Oxford University Press, Oxford, 2015.
Ver también A. WOOD, “«Poore men woll speke one daye»: plebeian languages of deference
and defiance in England, c. 1520-1640”, en T. HARRIS (ed.), Politics of the Excluded, c.1500-

99
Simona Cerutti

ideas de interdependencia y de reciprocidad que caracterizan a la economía


moral, habiendo disipado al pasar algunos equívocos. Esta constante impo-
ne desconfiar de toda asimilación del término a su significación actual. Esto
puede parecer trivial y, sin embargo, las investigaciones que se apoyan en las
súplicas de los “pobres” para mesurar la deprivación económica de una so-
ciedad son todavía muy numerosas. Si bien E. P. Thompson frecuentemente
dio pruebas de prudencia, la crítica de R. Rosaldo es fundada: el historiador,
a veces, se fía de las apariencias así como del lenguaje de los actores, sin guar-
dar una buena distancia.
Intentemos extraer las consecuencias de estos argumentos. La economía
moral no era el patrimonio específico del pueblo, como tampoco las cartas
anónimas eran una forma de comunicación con la autoridad propia de la ple-
be. Sin embargo, la history from below es la historia de la economía moral así
como de las cartas anónimas: es la historia de los principios económicos, de
las concepciones de justicia y de redistribución, de los vínculos con la auto-
ridad que gozaron, en un momento histórico, de una legitimidad total, pero
a los que esa legitimidad le fue sustraída.
La history from below es la historia de lo que habría podido pasar de la que
habla E. P. Thompson; es una historia “en otros términos”, que se esfuerza
por restituir las vías que no fueron recorridas y que perdieron la batalla por
su legitimidad. El carácter popular de las culturas “alternativas” es frecuen-
temente el producto de un desplazamiento indebido y el resultado de un
círculo vicioso. Es el hecho de que hayan sido derrotadas, en la versión de sus
antagonistas contemporáneos, luego de los historiadores, lo que transformó
a ciertas culturas en “populares” y no al revés. Más que describir las condi-
ciones patrimoniales de un grupo social, el adjetivo designa una etapa en la
deslegitimación de su cultura.
Eso es lo que pude verificar en el terreno caro a E. P. Thompson de la
justicia, terreno que ha estado, como es sabido, profundamente marcado por
batallas de legitimidad. Los historiadores, frecuentemente, reconstituyeron
competencias entre una justicia popular (informal, poco costosa, etc.) y una
justicia más formalizada. Mi propia experiencia de investigación me ha suge-
rido una veta diferente. Trabajando sobre numerosos tribunales de Turín, la

1850, Palgrave, Basingstoke, 2001. Para la época medieval ver S. MCDONOUGH, “Impoverished
mothers and poor widows: negotiating images of poverty in Marseille’s courts”, en Journal
of Medieval History, vol. 34, 1, 2008; G. VERMEESCH, “Access to Justice: Legal Aid to the Poor
at Civil Law Courts in the Eighteenth-Century Low Countries”, en Law and History Review,
vol. 32, 3, 2014. Una crítica de una lectura economicista en S. CERUTTI, “Travail, mobilité
et légitimité. Suppliques au roi dans une société d’Ancien Régime (Turin, XVIII siècle)”, en
Annales. Histoire, Sciences Sociales, 3, 2010; M. VALLERANI, “La pauvreté et la citoyenneté dans
les suppliques du XIVe siècle”, en L’Atelier du Centre de recherches historiques, 13, 2015, editado
por Simona Cerutti y Massimo Vallerani.

100
Who is below?

capital del estado saboyano a lo largo del siglo XVII, encontré efectivamen-
te una pluralidad de procedimientos65. Cada uno de ellos estaba regido por
una “gramática” del derecho específica, por diferentes ideas de lo que es una
prueba o de lo que es un juicio justo. En particular, los rasgos de la justicia
sumaria que estaban en vigor en esos tribunales la convertían en un ejemplo
especialmente significativo de justicia popular. La presencia de abogados y
de su “razonamiento” estaba prohibida, en tanto que el debate consistía en
la confrontación entre las partes. Estas presentaban el caso a través de deta-
lladas descripciones de sus propias acciones –las condiciones de las ventas,
las deudas, los préstamos, etc.- cuya legitimidad no estaba establecida en
función de la conformidad a una norma, sino de su inscripción en un con-
texto de consenso general. Se trataba de prácticas que eran desarrolladas “sin
contradicción”. El procedimiento sumario legitimaba estos procedimientos
sociales en tanto que fuentes del derecho.
Prácticas sociales vs normas jurídicas: eso podría ser suficiente para hacer
de la justicia sumaria una justicia “popular”, más aún cuando fue reempla-
zada, en los años 1730, por procedimientos más formalizados. Sin embargo,
al mirar con más detenimiento, es decir, una vez analizada la gramática de
este procedimiento, individualizados los partidarios y los antagonistas, una
imagen bien diferente se impuso. Este procedimiento correspondía a una
concepción particular de la justicia cuyos principios se reivindicaban del
derecho natural más que del derecho positivo. Eran cualquier cosa salvo in-
formales, anclados en tradiciones jurídicas antiguas y legítimas. Se trataba de
una forma de justicia supralocal, que permitía a los comerciantes y a otras
figuras sociales itinerantes (aunque también a figuras socialmente débiles co-
mo las viudas y los menores) tener acceso a un juicio justo, fundado en la
legitimidad reconocida de las acciones más que en la adhesión a las leyes.
Esta justicia estaba entonces concebida por sujetos que, en razón de una
debilidad jurídica o bien de la movilidad en el territorio, compartían una
“incompetencia” ante las normas locales. La justicia sumaria da cuenta de un
pluralismo jurídico específico de esa sociedad y su derrota es el resultado de
una muy áspera competencia entre diferentes actores sociales que no pueden
ser reducidos a una oposición entre el pueblo y las élites. El derecho natural
no era un lenguaje del pueblo, sino la expresión de todos aquellos que, per-
teneciendo o no al pueblo, se oponían a la idea de una justicia monopolizada
por los profesionales del derecho, de todos aquellos que reivindicaban la dig-
nidad de las prácticas para ser fuentes de derecho.
La derrota del procedimiento sumario fue la derrota de un ideal de equi-
dad más “laico” pero ciertamente no popular. El calificativo de popular que

65
S. CERUTTI, Giustizia sommaria, cit.

101
Simona Cerutti

le fue atribuido a esa justicia tenía que ver con su fracaso pero no lo expli-
caba. Este punto merece mayor insistencia en tanto que la asimilación entre
exclusión y “pueblo” constituye de manera frecuente un atajo abusivo. La
derrota o la exclusión de la cultura popular del campo de la visibilidad son
asiduamente presentadas como procesos obvios, resultados necesarios de la
afirmación del poder, mientras que nada puede darse por hecho en la compe-
tencia por la legitimidad.
La history from below es fruto de ese trabajo de salvataje de lo que habría
podido pasar; un trabajo de readquisición de otros sistemas de significacio-
nes que, habiendo perdido su batalla por la legitimidad, fueron “olvidados”.
Es entonces un trabajo sobre la memoria y sobre el poder, sobre todo lo que
hemos olvidado o que nos han hecho olvidar. Es sobre este aspecto que reposa
su dimensión profundamente política, más bien, creo yo, que sobre la atri-
bución de ciertas culturas a grupos específicos. La history from below es un
trabajo de reconstitución de configuraciones sociales a menudo compuestas
(al interior de las que las clases populares pueden haber estado asociadas a
otros grupos sociales), que han concebido, utilizado, modificado estos siste-
mas de sentidos66.
El hecho de liberar a la history from below del estudio de la cultura popular
tiene por efecto expandir su campo de acción. Sin poder profundizarlo, me
gustaría proponer un ejemplo –de hecho, apenas una sugerencia- que con-
cierne a un terreno aparentemente distante de la historia social y que me es
poco familiar: la historia de un concepto, el adiaphoron. Las adiaphora son las
“cosas indiferentes” que, según la filosofía de los estoicos, se sitúan por fuera
de la ley moral o, para decirlo mejor, acciones que la ley moral no prescribe
ni prohíbe. Retomado por Pablo en la Primera Carta a los Corintios (8-10),
el concepto devino un instrumento de reflexión sobre la posibilidad para los
cristianos de practicar ritos paganos; la cuestión es entonces saber cuáles son
y en dónde se sitúan las cosas indiferentes, las cosas a propósito de las que no
es necesario pedir permiso a la autoridad67.

66
D. HITCHCOCK, “Why history from below matters more than ever”, en The many-headed
monster, también habla de “salvataje”, pero en una acepción diferente, ligada a la percepción
de la alteridad: “Para mí, la historia desde abajo es todavía un proyecto de salvataje, no sólo
de ‘condescendencia’, desde la superioridad de nuestra mirada moderna en relación a la de
nuestros ancestros, sino también de la manera en la que elegimos tratar a las personas que no
comprendemos. La historia desde abajo consiste en rescatar historias que la memoria colectiva
así como la historia nacional han marginalizado”.
67
Sobre este punto, ver el controvertido libro de J. JAQUETTE, Discerning What Counts: The
Function of the Adiaphora Topos in Paul’s Letters, Scholars Press, Atlanta, 1995, que contiene
una rica bibliografía. También J. JAQUETTE, “Life and Death, Adiaphora and Paul’s Rhetorical
Strategies”, en Novum Testamentum, vol. 38, 1, 1996.

102
Who is below?

En el siglo XVI, la adiáfora conoce un nuevo éxito, todavía en relación a


la cuestión de los ritos, bajo el impulso de la reflexión de las doctrinas refor-
madas. El debate alrededor de las cosas indiferentes está muy presente en los
escritos de Calvino así como de otros reformadores68. En Inglaterra, además,
la nueva Iglesia se construyó a partir de “vacíos” constituidos por las adia-
phora69. Paralelamente, el debate se invirtió y laicizó ante la definición de
esferas de la obediencia a las autoridades civiles70. Asimismo, el tema tocó el
ámbito familiar con una reflexión sobre las relaciones entre padres e hijos y
entre cónyuges71.
Es sobre este terreno “laico” que se produjo mi encuentro con las adiapho-
ra, a través de un tratado de François Grimaudet, jurista francés de religión
reformada, intitulado Des causes qui excusent le dol, publicado en 158572. Se
trata de un escrito que apunta a definir las modulaciones de la responsabi-
lidad en justicia que un juicio justo debe tomar en cuenta. En el caso de los
menores, de las mujeres casadas y de los sirvientes, el problema es la defi-
nición de los terrenos sobre los que la obediencia es debida (y el dolo debe,
por lo tanto, ser excusado). Para F. Grimaudet, los delitos que reenvían a los
“derechos naturales” deben ser siempre aborrecidos, incluso en la ausencia

68
Para una buena introducción al tema ver W. R. J. STEVENSON, Sovereign Grace: The Place and
Significance of Christian Freedom in John Calvin’s Political Thought, Oxford University Press,
New York, 1999. Ver, también, T. W. STREET, “John Calvin on adiaphora: an exposition and
appraisal of his theory and practice”, Union Theological Seminary, New York, 1995. Sobre las
posiciones de Philippe Melanchton y Thomas Starkey ver W. G. ZEEVELD, Foundations of Tudor
policy, Harvard University Press, Cambridge, 1948; y la reseña crítica de T. F. MAYER, “Starkey
and Melanchthon on Adiaphora: A Critique of W. Gordon Zeeveld”, en The Sixteenth Century
Journal, vol. 11, 1, 1980.
69
W. BRADSHAW, Treatise of the Nature and Use of Things Indifferent: Tending to Prove, That the
Ceremonies in Present Controversie amongst the Minister of the Gospell in the Realme of England,
are Neither in Nature nor Use Indifferent, W. Jones’ Secret Press, Londres, 1605; R. L. GREAVES,
“Concepts of Political Obedience in Late Tudor England: Conflicting Perspectives”, Journal of
British Studies, vol. 22, 1, 1982; B. J. VERKAMP, The indifferent mean: Adiaphorism in the English
Reformation to 1554, Ohio University Press, Athens, 1977.
70
Los argumentos fueron presentados en J. LOCKE, Tratado del Gobierno civil, Minerva española,
Madrid, 1821; Carta sobre la tolerancia, Tecnos, 2008 (originales en inglés de 1689 y 1690,
respectivamente), en respuesta a los propósitos de E. BAGSHAW, The Great Question Concerning
Things Indifferent in Religious Worship, Londres, 1660. Sobre este debate, ver I. CREPPELL, “Locke
on Toleration: The Transformation of Constraint”, en Political Theory, vol. 24, 2, 1996; y.
sobre. todo J. ROSE, “John Locke, «Matters Indifferent», and the Restoration of the Church of
England”, en The Historical Journal, vol. 48, 3, 2005, con una nutrida bibliografía.
71
Se encuentra un buen ejemplo en J.-A. FERRIÈRE, Traité des tutelles, divisé en quatre parties...,
A. Birosse, Toulouse, 1766.
72
F. GRIMAUDET, Des causes qui excusent de dol, livre unique, Marnef/Vve Cavellat, Paris, 1585. El
original es de 1569. Agradezco a Françoise Briegel por haber llamado mi atención en relación a
este tratado, en el marco de nuestro trabajo común sobre la responsabilidad en justicia durante
la época moderna.

103
Simona Cerutti

de una prohibición por parte de la autoridad73. Otros delitos deben suscitar


una oposición, ciertamente “modesta”, por ejemplo, frente a un padre o a un
marido que lo han obligado74. Y, finalmente, están las adiaphora, que son las
cosas indiferentes, que “no son crímenes prohibidos por la ley”75. Se trata de
espacios “francos” de la autoridad, lugares neutros en los que el problema
de la obediencia no se impone y en los que la injerencia de los superiores no
tiene razón de ser. Según Grimaudet, las leyes civiles son entonces “cosas
indiferentes”, moralmente neutras ya que prohibidas “solamente” por la ley.
La posición de Grimaudet está lejos de ser aislada. Alrededor de la defini-
ción de las adiaphora, la discusión permaneció viva durante una gran parte
de la época moderna y reapareció discreta pero constantemente en una plu-
ralidad de contextos76. El asunto era evidentemente importante: se trataba
de definir los espacios sustraídos a la autoridad, de localizar los lugares en
los que ni la prohibición ni el consentimiento debían ser tenidos en cuenta.
El debate alrededor de las adiaphora todavía debe ser repuesto. Constitu-
ye una etapa en la reflexión alrededor de la autoridad, de la obediencia, de
sus límites, así como de las resistencias que es legítimo oponer a los dichos
de las autoridades, que conoció un momento de aceleración en los ámbitos
reformados para dispersarse enseguida de modos que en la actualidad difí-
cilmente alcanzamos a identificar. Con la historia de los escrúpulos y de la
melancolía77, este debate nos introduce en una historia de la obediencia y de
sus límites en el tiempo que, más allá de la pertenencia o no a las clases po-
pulares de los actores sociales involucrados, bien puede considerarse como
una posible history from below.

73
Dice F. Grimaudet : «ceux lesquels par cognoissance et instinct naturel l’homme juge estre
malefices, et qu’il ne les faut commettre, comme meurtre, parricides, empoisonnemen, et autres
semblables actes, lesquels sans aucune prohibition il ne faut commetre, et convient les fuir».
Ibid., pp. 33-34.
74
Otra vez F. Grimaudet : «comme s’il commandoit mettre le feu en la ville, trahir le pays,
ou faire aucun vilain cas. Mais toutesfois le refus d’obéir, doit estre avec response modeste, et
reverence à eux deüe». Ibid., p. 33.
75
Grimaudet aún: «et ne sont crimes fors par la prohibition de la loy: comme s’ascrire dans des
biens d’un testateur en son testament, de soy est acte indifferent, et est delict seulement pour
la prohibition de la loy». Ibid.
76
Se trata de una posición compartida, por ejemplo, con Robert Barnes, según quien “las leyes
humanas no comprometen la consciencia”, citado en B. J. VERKAMP, The indifferent mean, cit.,
p. 42.
77
A. GOWLAND, “The Problem of Early Modern Melancholy”, Past and Present, vol. 191, 1, 2006
subraya el vínculo existente entre difusión del protestantismo y difusión de la melancolía, sin
inscribir el fenómeno en el debate contemporáneos sobre los límites de la obediencia y sobre
las formas de resistencia a la autoridad.

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