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Universidad Pedagógica Nacional

Licenciatura en Filosofía
Sistemas de representación del conocimiento
Emanuel Romero Baquero

Parcial I

¿Qué implicaciones tiene el hecho de que los símbolos o representaciones sean una
trasformación de información presentada de forma analógica a digital, como lo afirma Dretske,
para el debate entre la teoría computacional de la mente y el problema de la comprensión señalado
por Searle en «Mentes, cerebros y programas»?

Solución

La teoría computacional de la mente postula que en realidad no existe una diferencia


substancial entre los procesos mentales y los procesos computacionales, siendo los primeros, de
alguna manera, computacionales, y teniendo los segundos, igualmente, características mentales.
Esto sería así principalmente por el hecho de que los procesos mentales, al igual que los
computacionales, obedecerían a, como lo menciona Crane con respecto a la teoría computacional
de la mente (2008), una relación causal gobernada por reglas y el seguimiento de un programa. Es
decir, al ser la actividad mental una secuencia bien definida de operaciones sistemáticas, en otras
palabras, una sucesión de relaciones algorítmicas, tanto las mentes naturales como los dispositivos
computacionales estarían provistos de actividades mentales, y entre unas y otros no habría sino
una leve diferencia de funcionamiento: «todas las cualidades mentales —pensamiento,
sentimiento, inteligencia, comprensión, consciencia— deben ser consideradas, según este punto
de vista, simplemente como […] características del algoritmo que ejecuta el cerebro» (Penrose,
1996, p. 24). En este sentido, las máquinas que estén en condiciones de cumplir con las reglas de
determinado programa y, por tanto, ejecutar determinado algoritmo estarían, del mismo modo, en
condiciones de tener inteligencia, representaciones e, incluso, pensamientos: «[p]or supuesto
(insistimos impacientes) que pueden existir máquinas que razonan» (Haugeland, 1998, p. 49). Es
así como los dispositivos computacionales se postulan como sistemas formales capaces de
inteligencia, adentrándose, al igual que la mente, en dinámicas de manipulación y procesamiento
de ciertos elementos, como las representaciones y los símbolos, de acuerdo con las reglas y
propósitos establecidos por un determinado programa u algoritmo.
A esta teoría reacciona vehementemente Searle, arguyendo que, si bien ciertas máquinas
programadas computacionalmente han conseguido desarrollos importantes en materia de
manipulación de símbolos, el atributo mental de la comprensión, que es fundamental para denotar
los procesos mentales, ha estado en éstas totalmente ausente: «[l]a comprensión de la computadora
no es precisamente […] parcial o incompleta; es nula» (Searle, 1983, p. 87). Para esto utiliza el
argumento de la Sala China, por medio del cual señala la fundamental diferencia que existe entre
la manipulación y la interpretación de símbolos, y critica la idea de que las computadoras
programadas algorítmicamente sean capaces de comprensión. Según este, por mucho que se
manipulen los símbolos del idioma relacionado, y por experto que se consiga ser en el seguimiento
de las instrucciones sobre la manipulación de dichos símbolos, esto nunca será suficiente para
alcanzar la adquisición del significado correspondiente ni para romper con el límite de la
realización de una labor meramente operativa: «las manipulaciones de símbolos formales por sí
mimas carecen de intencionalidad: son bastante carentes de sentido […] sólo tienen sintaxis pero
no semántica» (Searle, 1983, p. 99). Es aquí en donde se refleja el principal factor que, según el
filósofo, hace imposible que las computadoras sean capaces de comprensión, a saber: su
imposibilidad semántica. Para Searle, es la semántica lo que posibilita la comprensión, la
adquisición de significado, y las computadoras, al ser dispositivos que, por definición, no
comprenden y únicamente pueden manipular símbolos, estarían reducidas a una simple labor
sintáctica basada en la mera ejecución de algoritmos, cuyos símbolos jamás llegan a interpretar.
Es por este motivo que, a diferencia de las máquinas, la comprensión —y, por tanto, la actividad
mental— sería un atributo especial del despliegue humano, dejando como resultado el lugar pasivo
de las computadoras, cuyos limites residirían en la capacidad e intencionalidad humanas de
programar sobre ellas: «la intencionalidad que parecen tener las computadoras sólo está en las
mentes de quienes las programan y de quienes las usan: los que envían la información de entrada
y los que interpretan la información de salida» (Searle, 1983, p. 99).
Ahora bien, en este punto cabe señalar el posicionamiento filosófico de Dretske, en aras de
fortalecer el debate entre la teoría computacional de la mente y el problema de la comprensión
anteriormente señalado. Según Dretske, la actividad mental como procesado de información
mezcla fenómenos sensoriales y de percepción con fenómenos cognitivos y conceptuales (2003).
Para Dretske, la percepción está relacionada con la recogida de información, mientras que la
cognición con su utilización, lo cual deriva en que los símbolos o representaciones sean una
transformación de información presentada de forma analógica a digital. Es decir, la información
recogida por la percepción es de gran riqueza y vastedad, razón por la cual se puede relacionar con
el modo de codificación analógico, mientras que la información utilizada por la cognición implica
una forma de abstracción y, por lo tanto, una reducción en la cantidad de información procesada,
por lo cual se puede relacionar con el modo de codificación digital. Es así como relaciona la
digitalización cognitiva con la pérdida de información:
Describir un proceso en el que una información es convertida de la forma analógica a la digital
es describir un proceso que necesariamente envuelve una pérdida de información […] La
conversión digital es un proceso en el que las informaciones no pertinentes se dejan de lado
(Dretske, s.f., p. 145).
De este modo, lo que constituye la actividad cogitativa es la codificación exitosa de la
información sensorial, es decir, analógica, en información conceptual, es decir, digital. Este
proceso implica el paso de lo concreto a lo abstracto, de lo particular a lo general, de lo detallado
a lo básico. Ahora bien, es preciso señalar que la información codificada perceptualmente desborda
en gran medida a la codificada conceptualmente, dado que la dimensión de la información
analógica supera a la de la información digital. En otras palabras, no todo lo que pasa por lo
sensorial, perceptual y, por tanto, analógico consigue ser procesado de forma digital; no todo se
utiliza cognitivamente: «[t]ípicamente, los sistemas sensoriales cargan la capacidad de manejo de
información de nuestros mecanismos cognitivos de tal forma que no se puede digerir todo lo que
se nos ofrece en la percepción» (Dretske, s.f., pp. 151-152). Lo anterior da cabida a pensar una
crítica de los dispositivos digitales, pues, en este sentido, al estar éstos atravesados por los sistemas
de digitalización, estarían también atravesados por una gran cantidad de información no procesada,
descartada, ignorada, en todo caso, no digitalizada.
Parece haberse encontrado en este punto un apoyo a lo propuesto por Searle, es decir, una
crítica más a la teoría computacional de la mente. Pues, basándose en lo propuesto por Dretske,
cabe señalar que los dispositivos computacionales ignoran una gran cantidad de información que
no codifican, a saber, la perceptual, la analógica, y, por lo tanto, se mueven entre una gran cantidad
de información que no comprenden. Este filósofo, en Información, computación y cognición
(2010), consigue atisbar un gran riesgo generacional, a propósito de la presencia del problema
mencionado: «a medida que los ordenadores se convierten en la principal herramienta de
investigación, los ítems abandonados en forma no digital corren el peligro de desaparecer de
nuestra memoria colectiva» (p. 120). Además, si la actividad mental, como se expresó
anteriormente, alberga tanto lo sensorial y perceptual como lo cognitivo y conceptual, los
dispositivos computacionales, al ausentar de información codificada perceptualmente, al ser
netamente digitales, estarían, digamos, abordando una sola dimensión de la actividad mental, a
saber, la relacionada con la utilización de la información en modo digital, es decir, con la
cognición, por lo cual no se podría decir en términos estrictos que son poseedores de actividades
mentales —serían, en todo caso, unas actividades mentales incompletas, parciales, partidas a la
mitad—. La información digital no sería más que un trozo de la, hasta el momento, imponderable
cantidad de información analógica que no ha sido procesada. Asimismo, la actividad mental no
podría ser sólo cognición y utilización de símbolos, sino que implicaría necesariamente el percibir.
Entonces, los dispositivos digitales, al carecer de condiciones perceptivas, carecerían igualmente
de actividad mental.
A manera de conclusión, se dirá que especialmente el último texto mencionado de Dretske,
a saber, Información, computación y cognición (2010), ayuda a reforzar la idea de que éste brinda
una crítica sobre la teoría computacional de la mente y de que, en este sentido, va en una dirección
similar a la que elige Searle. Aquí Dretske nos habla acerca de por qué, en la mayoría de los casos,
la computación, al carecer de intencionalidad y de sentido sobre la verdad, carece también de
información. Entonces, según Dretske, «[l]a información tiene lo que los filósofos llaman
intencionalidad», además ésta no solamente dice algo acerca de algún asunto, sino que «lo que
dice sobre tal asunto ha de ser verdadero» (2010, p. 116). Este hablar verdaderamente sobre algo
es lo que haría de la información el pilar fundamental para el conocimiento. La anterior aclaración
es la que permite a Dretske denotar la diferencia entre computación y tecnologías de la
información, pues, mientras que éstas últimas han de procurarse intencionalidad y sentido de la
verdad a la hora de la digitalización, las primeras resultan ser en muchos casos brutas y ausentes
de sentido sobre la realidad:
«[e]l hecho de que la información tenga que ser verdadera para ser información es la razón por
la cual gente cuyo interés principal es la computación […] no estén demasiado interesados en
la información. La computación, por naturaleza, es ciega a la característica (la verdad) que hace
de algo información. […] Las tonterías pueden ser procesadas tan eficientemente como la
información mientras presenten las propiedades formales sobre las cuales trabajan las rutinas
de computación» (2010, p. 117).
He aquí una crítica más a los sistemas computacionales, que, por lo demás, brindaría
razones para pensar sobre por qué la actividad mental no es meramente computacional. Para
Dretske, el hecho de que los ordenadores no puedan distinguir las «tonterías» de la información es
razón suficiente para, cuando menos, poner en duda sus «habilidades cogitativas». Como se
mencionó anteriormente, la actividad mental se alimenta tanto de la información sensorial y
perceptual como de la cognitiva y conceptual, luego, ¿qué tipo de cognición, esto es manipulación
de información de forma digital, pueden llegar a tener los dispositivos digitales como las
«máquinas inteligentes» si, de entrada, carecen de facultades de codificación perceptiva? ¿Qué
cognición presentan si, en todo caso, carecen de información otorgada por los sentidos? Puede
alegarse, pues, que el hecho de que las computadoras no distingan las tonterías de la información
radica en su incapacidad para recibir información de manera perceptual, razón por la cual incluso
en aquello en lo que parecen ser expertas, es decir, en sus habilidades de codificación digital y, por
ende, cogitativas, parecen ser deficientes. Esto cabe pensarlo dado que, según Dretske, la
cognición es también cuestión de captar las cosas de manera correcta (es un tigre o es una cebra lo
que hay en los arbustos, un palo o una serpiente lo que hay sobre la hierba), y captar las cosas de
manera correcta es algo que requiere, aparte de destreza computacional, información (2010), y,
aún más, información perceptual: «es labor de los sentidos proporcionar la información sobre la
cual esas computaciones van a ser ejecutadas de forma que arrojen conclusiones verdaderas sobre
lo que hay allí fuera» (2010, p. 118). Dicha ausencia de canales para acceder a la información
perceptual y, entonces, codificarla sería suficiente para poner en tela de juicio la idea de los
dispositivos computacionales como unos capaces de actividades mentales.

Referentes bibliográficos

Crane, T. (2008). La mente mecánica. Introducción filosófica a mentes, máquinas y representación


mental. México: Fondo de Cultura Económica.
Drestke, F. (s.f). “Sensación y percepción” en Conocimiento e información.
[Véase su versión en inglés en: Gunter, Y. H. (2003). «Sensation an perception» en Enssays
on Nonconceptual Contet. Massachusetts: MIT Press].
Dretske, F. (2010). Información computación y cognición. Durham: Ágora.
Haugeland, J. (1988). Inteligencia artificial (1 ed.). México, D.F.: Siglo Veintiuno Editores.
Penrose, R. (1996). La mente nueva del emperador. México: Fondo de Cultura Económica.
Searle, J. (1983). “Mentes, cerebros y programas” en Boden, M. (ed.), Inteligencia artificial y
hombre natural. Madrid: Tecnos.

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