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Paso 4. Lista de aquello que necesita hacerse para resolver el problema.

Maltrato hacia la
mujer
Los Estados tienen obligaciones concretas y claras de abordar la cuestión de la violencia
contra la mujer, ya sea que la ejerzan agentes del Estado como otros agentes. Los Estados
tienen que responder ante las propias mujeres, ante todos sus ciudadanos y la comunidad
internacional. Los Estados tienen el deber de prevenir actos de violencia contra la mujer;
investigarlos cuando ocurran y enjuiciar y castigar a los perpetradores; así como de ofrecer
reparación y socorro a las víctimas. Muchos Estados han establecido prácticas acertadas y
prometedoras para prevenir o contrarrestar la violencia contra la mujer. Las estrategias
estatales para hacer frente a la violencia deberían promover la capacidad de acción de la
mujer y basarse en las experiencias y la participación de las mujeres, así como en la
asociación con las ONG y otros agentes de la sociedad civil. Las ONG de mujeres en
muchos países han emprendido proyectos y programas innovadores, en ocasiones en
colaboración con el Estado.
* Los Estados deben adoptar medidas urgentes y concretas para garantizar la igualdad
entre el hombre y la mujer y proteger los derechos humanos de la mujer La violencia contra
la mujer es la causa y, a la vez, la consecuencia de la discriminación contra la mujer. Los
Estados tienen la obligación de respetar, proteger, promover y facilitar el ejercicio de todos
los derechos humanos, incluido el derecho de la mujer a no ser discriminada. Cuando esto
no ocurre se ejerce y se exacerba la violencia contra la mujer. Por ejemplo, si los Estados
permiten que las leyes discriminatorias sigan en vigor, o si en las leyes no se consideran
delito ciertas formas de violencia contra la mujer, estos actos se cometerán con toda
impunidad.
* El ejercicio de la dirección es esencial para poner fin a la violencia contra la mujer Es
fundamental ejercer la dirección a todos los niveles (local, nacional, regional e
internacional) y por todos los sectores (incluidos los políticos y los funcionarios públicos,
los formadores de opinión, los dirigentes empresariales, las organizaciones de la sociedad
civil y los dirigentes comunitarios).
* Los Estados deberán hacer compatibles las normas internacionales y las leyes, políticas y
prácticas nacionales El fin de la impunidad y la exigencia de responsabilidades por la
violencia contra la mujer son fundamentales para prevenir y reducir esa violencia. La
impunidad por el ejercicio de la violencia contra la mujer (tanto por los agentes del Estado
o por otras personas) se produce cuando los Estados no aplican las normas internacionales a
nivel nacional y local. Los Estados tienen la responsabilidad de actuar con la debida
diligencia para prevenir la violencia contra la mujer; investigar esos actos; enjuiciar y
castigar a los perpetradores, sean o no agentes del Estado; y asegurar que se proporcione
reparación para las víctimas
* Los Estados debería crear y mantener estrategias multisectoriales coordinadas a nivel
nacional y local Para poner fin a la violencia contra la mujer no sólo hay que demostrar
compromiso político sino adoptar medidas sistemáticas y sostenidas apoyadas por
mecanismos institucionales poderosos, dedicados y permanentes. Los Estados deberían
apoyarse en la labor que realizan las organizaciones no gubernamentales (ONG),
intensificarla e institucionalizarla y compartir esas experiencias con otros países
* Se debería fortalecer la base de conocimientos sobre todas las formas de violencia contra
la mujer para documentar la formulación de políticas y estrategias Es muy poca la
información que permite determinar y evaluar las políticas y prácticas que son más
eficaces. Los gobiernos deberían asumir la responsabilidad de recopilar y publicar datos
sistemáticamente, incluso de apoyar a las ONG, los círculos académicos y otros que
participan en esas actividades.

Hacer que la justicia sea accesible para las mujeres y las niñas: Brindándoles servicios
jurídicos y especializados gratuitos, y aumentando la cantidad de mujeres en los cuerpos de
policía y en los principales servicios.
Adoptar y cumplir las leyes: Para poner fin a la impunidad, juzgar a los culpables de
violencia contra las mujeres y las niñas, y otorgar reparaciones y soluciones a las mujeres
por las violaciones de que fueron víctimas.
Ratificar los tratados internacionales y regionales: Que protegen los derechos de las
mujeres y de las niñas, y garantizar que las leyes y los servicios nacionales observen las
normas internacionales en materia de derechos humanos.
Poner fin a la impunidad frente a la violencia sexual en los conflictos: Juzgando a los
culpables en contextos de conflicto y de post conflicto y respetando el derecho de las
supervivientes a los programas globales de reparaciones que no creen estigmatización y que
tengan un impacto de transformación sobre la vida de las mujeres y de las niñas.

Paso 5. Redefinir el problema, sólo en caso de ser necesario. Complementar, completar,


especificar si se requiere. Esto sólo si el grupo lo considera necesario.
Hay dos rutas de atención: las comisarías de familia y la Fiscalía. Las mujeres pueden
llegar ahí, poner en conocimiento su caso y pedir medidas de protección que están
reguladas por la Ley 1257 del 2008, que es la ley de no violencia contra las mujeres.

Esta contempla, por ejemplo, solicitar el desalojo del agresor de la vivienda, impedir que se
acerque a la víctima y cualquier otra medida que se considere necesaria para estar
protegidas. Si necesitan trasladarse de barrio o de ciudad, hay otras medidas que las ayudan
a salir de estos ciclos de violencia
En lo laboral, el Ministerio del Trabajo tiene la obligación de ayudar a ubicar a la víctima,
para que pueda ser independiente económicamente. Se debe garantizar que las mujeres
víctimas de violencia y sus hijos no sean desescolarizados y puedan trasladarse fácilmente.
En el ámbito de la salud, tienen derecho a recibir atención por afectaciones físicas,
emocionales, reproductivas y apoyo psicológico. Además, si la mujer llega golpeada a un
centro de salud, la entidad debe avisar a la Fiscalía y la Policía. También pueden acudir al
Centro de Atención a las Víctimas de la Violencia y el Delito (Cavid).
En las comisarías de familia obligan a las mujeres a acudir a terapias de pareja con su
agresor, pese a que desde el 2008 la ley permite a las mujeres no tener que confrontarlo en
ningún espacio. Se van a cumplir 10 años de la ley y aún siguen obligándolas a estar en
espacios comunes con su agresor.

Las comisarías consideran que es más importante la unión familiar por encima de los
derechos fundamentales de los integrantes de esa familia, especialmente cuando son
mujeres. Eso es muy grave; muchas mujeres lo que quieren es separarse del agresor y
cuando las obligan a ir a terapias de pareja, se va enredando el caso.

También hemos identificado que hay una subvaloración del riesgo. Cuando una mujer dice
‘me van a matar’, le responden ‘eso dicen todas’ y no se la da la transcendencia suficiente a
este tipo de afirmaciones.
Existen muchas formas diferentes de violencia contra la mujer: física, sexual, psicológica y
económica. Algunas cobran más importancia, mientras que otras las van perdiendo a
medida que las sociedades experimentan cambios demográficos, reestructuración
económica y transformaciones sociales y culturales. Por ejemplo, las nuevas tecnologías
pueden generar nuevas formas de violencia, como el acoso por internet o por teléfonos
móviles. Algunas formas, como la trata internacional y la violencia contra las trabajadoras
migratorias, trascienden las fronteras nacionales. Las mujeres son blanco de la violencia en
muy diversos contextos, incluida la familia, la comunidad, la custodia del Estado y el
conflicto armado y sus resultados. La violencia es una constante en la vida de las mujeres,
desde antes de nacer hasta la vejez y afecta a todos los sectores tanto público como privado.
La forma más común de violencia experimentada por la mujer en todo el mundo es la
violencia ejercida por su pareja en la intimidad, que a veces culmina en su muerte. Muy
generalizadas también están las prácticas tradicionales perjudiciales, como el matrimonio
precoz y forzado y la mutilación genital femenina. En el seno de la comunidad, se presta
cada vez más atención al femicidio (asesinato de mujeres por motivos de sexo), la violencia
sexual, el acoso sexual y la trata de mujeres. La violencia ejercida por el Estado, por medio
de sus agentes, por omisión o mediante la política pública, abarca la violencia física, sexual
y psicológica, y puede constituir tortura. Se ha hecho cada vez más evidente el gran número
de casos de violencia contra la mujer en los conflictos armados, en particular la violencia
sexual, incluida la violación. La violencia contra la mujer tiene consecuencias de largo
alcance tanto para ella como para sus hijos y la sociedad en su conjunto. La mujer que es
objeto de violencia padece muy distintos problemas de salud y disminuye su capacidad para
obtener ingresos y participar en la vida pública. Sus hijos corren muchos más riesgos de
tener problemas de salud, bajo rendimiento escolar y trastornos de la conducta. La violencia
contra la mujer empobrece a las mujeres y a sus familias, comunidades y naciones. Reduce
la producción económica, drena recursos de los servicios públicos y los empleadores y
disminuye la formación de capital humano. Pese a que hasta en los estudios más
exhaustivos realizados hasta la fecha se han subestimado los costos, todos indican que son
graves las consecuencias económicas de no abordar el problema de la violencia contra la
mujer.
Paso 6. Identificar la información pertinente
La violencia presente en las interacciones conyugales es una realidad cotidiana que tiende
generalmente a ocultarse, debido a una connotación íntima de la violencia en la pareja, ya
que se desarrolla en el espacio privado de la familia. No cabe duda que la violencia
conyugal es un fenómeno global que se extiende por todos los países y afecta a mujeres de
todos los niveles sociales y económicos, y su impacto en la salud física y mental es tal que
ha sido considerado como un problema de salud pública. (Fischbach y Herbert, 1997).
En América Latina y, en particular en Colombia, este es un problema alarmante tanto por
su origen multicausal como por sus implicaciones sociales y políticas. De acuerdo con el
estudio multicéntrico elaborado por la Organización Mundial de la salud en el año 2010, el
porcentaje de mujeres que habían tenido pareja alguna vez y que habían sufrido violencia
física o sexual, o ambas, por parte de su pareja a lo largo de su vida oscilaba entre el 15% y
71 %. El más reciente estudio llamado tolerancia social e institucional a la violencia basada
en género en Colombia, publicado en el año 2010 por las Naciones Unidas, contribuyó a
develar cifras alarmantes tales como: La justificación de la violencia por el mantenimiento
de los roles rígidos de género está presente en mayor proporción en las mujeres víctimas. El
21% de ellas está de acuerdo con la idea de que los hombres violentos con las mujeres son
así porque tienen que hacerse respetar y demostrar quién manda en la casa, a diferencia de
las mujeres no víctimas quienes están de acuerdo en un 16%. Igualmente el 34% de las
mujeres víctimas se encuentran de acuerdo con la idea que aquellas mujeres que se meten
con hombres violentos no se deben quejar por ser golpeadas
La violencia hacia la mujer en la dinámica familiar no es un fenómeno nuevo, tiene raíces
históricas, no posee barrera cultural ni social y afecta a un gran número de mujeres
alrededor del mundo. En la Cuarta Conferencia Mundial sobre la Mujer, celebrada en
Beijing en 1995, la violencia contra la mujer fue considerada como una de las doce esferas
de especial preocupación que debe ser solucionada por parte de los gobiernos, la
comunidad internacional y la sociedad civil. Por medio de gestiones y acuerdos
internacionales orientados a prevenir y erradicar la violencia hacia la mujer, durante los
últimos años en Colombia se ha formulado leyes y políticas públicas para enfrentarla, tales
como: la ley 575 de 2000 por medio de la cual se reforma parcialmente la ley 294 de 1996,
a través de la cual se dictan normas de sanción y atención a las personas víctimas de
violencia intrafamiliar y la ley 1257 de 2008 por la cual se dictan normas de
sensibilización, prevención y sanción de formas de violencia y discriminación contra las
mujeres. Además, se reforma el Código de Procedimiento Penal. Siendo este un importante
instrumento legislativo que reconoció expresamente los derechos de las mujeres como
derechos humanos, amplió los tipos de violencia sancionados y comprometió a los diversos
actores sociales en la prevención.
Como afirman Castro & Riquer (2003), la investigación en torno a la violencia contra las
mujeres en América Latina enfrenta una paradoja: el número de investigaciones es
sumamente bajo, al mismo tiempo que existe una suerte de agotamiento del tema sin
haberse dado aún respuestas definitivas sobre la naturaleza y las causas del problema. Ello
responde a la orientación predominantemente empírica de las investigaciones, y a su falta
de anclaje en la teoría sociológica más general. Debido a que la investigación que se apoya
en la teoría social suele ignorar las mediaciones existentes entre los arreglos estructurales y
la conducta específica de los individuos, así como el carácter interaccional de la violencia.
La violencia es una constante en la vida de gran número de personas en todo el mundo, y
nos afecta a todos de una u otra manera. Para algunas personas permanecer a salvo consiste
en cerrar puertas y ventanas, y evitar los lugares peligrosos. Para otros simplemente no hay
escapatoria, porque la amenaza de la violencia está siempre presente. En esta medida
existen sufrimientos colectivos e individuales, siendo éste último el menos visible. El
padecimiento individual y cotidiano; el dolor de las mujeres heridas o humilladas por
parejas violentas, el dolor de niños maltratados por sus cuidadores y padres, jóvenes
intimidados y maltratados por otros jóvenes y miles de personas de todas las clases sociales
y edades que actúan violentamente contra sí mismas y contra los otros. Este sufrimiento, se
reproduce a sí mismo a medida que las nuevas generaciones aprenden de la violencia de las
anteriores, las víctimas aprenden de sus agresores y se permite que perduren las
condiciones sociales que favorecen la violencia. El informe realizado en 2002 por la
Organización Mundial de la Salud acerca de la violencia y la salud asegura que existe un
problema al hablar de violencia, debido a la falta de una definición clara de este. La
violencia es un fenómeno sumamente difuso y complejo cuya definición no puede tener
exactitud científica, ya que es una cuestión de apreciación. La noción de lo que son
comportamientos aceptables e inaceptables, o de lo que constituye un daño, está influida
por la cultura y sometida a una continua revisión a medida que los valores y las normas
sociales evolucionan
El término violencia familiar, hace referencia a cualquier forma de conducta abusiva o
comportamientos que ocasionan diversos tipos de daño entre los integrantes de una familia.
En esta conducta existe una direccionalidad reiterada desde los más fuertes hacia los más
débiles, reproduciendo un desequilibrio de poder que es culturalmente impuesto e
internalizado por los sujetos en sus procesos de socialización. Klevens (2001).
Desde la perspectiva ecológica, teniendo como referente autores como Corsi y Ferreira
quienes realizan una conceptualización de la violencia intrafamiliar de tipo ecosistémico, es
posible obtener una comprensión más completa del fenómeno. Ferreira (1992) asegura que
a lo largo de la historia la violencia intrafamiliar fue considerada como un problema
interno, por tal razón la sociedad civil y el Estado ha justificado y naturalizado distintos
tipos de maltrato hacia niños, mujeres y ancianos. La visibilización de la violencia
intrafamiliar resulta entonces, impedida debido a la consideración de la familia como un
espacio privado e intocable, en el cual se supone únicamente existe entre sus miembros
amor y solidaridad, lo que posibilita ocultar las relaciones violentas que se dan al interior
del grupo familiar. Sin embargo, debido al incremento de víctimas de violencia en las
familias, fue posible otorgarle carácter público a la problemática. A partir de aquí, diversas
investigaciones comenzaron a denunciar esta situación, demostrando la gravedad y
dimensión del problema. Ferreira (1992) asegura que ante esta realidad, el Estado y los
organismos internacionales comenzaron a intervenir, surgiendo así las primeras
reglamentaciones, leyes y convenciones que protegen y amparan a los miembros indefensos
de las familias.
El modelo de Corsi (2006), basado en la premisa que la reproducción social de la violencia
está determinada por múltiples factores, explica tanto la existencia de agresores como la
respuesta de las víctimas. En el macrosistema estarían inmersas las características
patriarcales, la aceptación social de la violencia, las nociones de familia y los roles
socialmente asignados a sus integrantes; en el exosistema se encuentran los roles de la
legitimación social de la violencia ejercidos por la familia, escuela, medios de
comunicación y los pares; en el microsistema se encuentran las relaciones de los integrantes
de la familia y sus historias personales y en el nivel individual las características de
personalidad y aislamiento. Posteriormente Corsi (2006) identificó la existencia de tres
tipos de factores de riesgo para la ocurrencia de la violencia en contextos domésticos: los
de causalidad primaria (pautas culturales que mantienen la desigualdad entre los géneros);
los que incrementan la probabilidad (factores estresantes: económicos, laborales, sociales)
uso de alcohol y drogas; y los que contribuyen a la perpetuación (ausencia de legislación
adecuada, falta de capacitación del personal de salud y policial para atender los casos,
ausencia de redes de apoyo). Para Corsi (2006) la convergencia de estos factores explica la
aparición de la violencia y obliga a intervenir desde los escenarios culturales, familiares,
comunitarios e institucionales para su eliminación. La posible respuesta aquí implicaría
preguntarse por la posición comunitaria frente a estos tres factores, pero sobre todo por una
modificación de la estructura patriarcal anclada a la historia cultural de los pueblos.
https://repository.javeriana.edu.co/bitstream/handle/10554/3284/
PradaOlivaresAndreaCarolina2012.pdf;sequence=1
http://www.un.org/womenwatch/daw/vaw/publications/Spanish%20study.pdf

Cordial Saludo Tutora y Compañeras


Adjunto introducción para el trabajo final

Introducción
Abordar la violencia contra la mujer es un primer paso en la lucha contra esta violencia. Sin
embargo, para poner fin a la violencia contra la mujer, es también de fundamental
importancia prescribir la aplicación de las leyes y elaborar estrategias que faciliten dicha
aplicación. Las personas e instituciones a las que se asigne el cometido de aplicar la
legislación relativa a la violencia contra la mujer, como la policía, el ministerio público, los
jueces, las profesiones de ayuda y los dirigentes comunitarios, deben conocer a fondo esa
legislación y deben poder aplicarla de manera adecuada y teniendo en cuenta la perspectiva
de género. Además, es importante que la sociedad en su conjunto conozca la violencia
contra la mujer y se conciencie sobre ella. Las leyes y estrategias deben consignar las
responsabilidades de las personas y organizaciones tanto del sector público como del
privado en los ámbitos local, nacional e internacional. El modelo ideal para poner fin a la
violencia contra la mujer es una comunidad en la que todos los sectores, organismos y
grupos de la sociedad civil se unen para desarrollar el compromiso de apoyar a las víctimas
y exigir responsabilidades a los agresores.
Quedo atenta a sus comentarios!

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