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ESCUELA PROFESIONAL - INGENRÍA CIVIL

CURSO: METODOLOGÍA DEL TRABAJO INTELECTUAL UNIVERSITARIO

PROFESOR: TELSI LARISA BUSTAMANTE LOPEZ

ESTUDIANTE: MENDOZA VILLANUEVA, RENE HENRY

TEMA: VIOLENCIA EMOCIONAL

11/04/2023
LA VIOLENCIA EMOCIONAL; UN ARMA MORTAL QUE AZOTA Y
DESTRUYE LA AUTOESTIMA HUMANA
“Tal vez suceda que una vez cada siglo, la alabanza eche a perder a un
hombre o lo haga insufrible, pero es seguro que una vez cada minuto, algo
digno y generoso muere por falta de elogio”

¿QUÉ TE MOTIVO ELIGIR EL TEMA?


El motiva para elegir este tema fue impulsado por los sucesos que se pueden ver en el
entorno social, la bajo autoestima de una persona, la falta de confianza en uno mismo , la
falta de actividad exploratoria , los multiples miedos , sentimientos frustados, los problemas
propios no resueltos que te llavan a la depresión o a la agresión , haciendo un resalte
importante a este último, tenemos un claro evidencia de un jugador de futbol (Vinícius
Júnior)
Vinicius es un jugador como mayor cantidad de ataques de insulto en España todo ello
repercute en su aspecto emocional del jugador y que además de eso la intolerancia y la
violencia no tiene cabida en el deporte.
Un grupo de hinchas del equipo rival se atrevió insultar ( con el objetivo de afectar en su
rendimiento del jugador , para así el jugador se sienta frustrado por todo ello) , las hinchas
violentistas insultaban diciendo :
"Eres un mono. Vinicius eres un mono"
VIOLENCIA EMOCIONAL

La emoción es un estado afectivo, es decir, una reacción subjetiva al ambiente


que viene acompañada de cambios orgánicos de origen innato, influidos por la
experiencia. Las emociones tienen una función adaptativa de nuestro organismo a
lo que nos rodea.
Es un estado que sobreviene súbita y bruscamente en forma de crisis más o
menos violentas y más o menos pasajeras. Las cuales han sido clasificadas en
seis tipos: Miedo, Aversión, Alegría y la ira. El estado emocional sobreviene en el
individuo siempre que entran en juego su vida, sus intereses personales o
morales, los de su familia o los de la especie. Quiere esto decir que la emoción
parece ligada a cuanto contribuye de un modo directo al progreso o perjuicio del
ser humano.
De estas emociones va ser la Ira, la que produce efectos más malvados,
convirtiéndose en una fuente de comisión de delitos.
Todos hemos experimentado la ira alguna vez. ¡Incluso algunos disfrutamos
con ella! La ira es un obstáculo al crecimiento espiritual y puede adoptar muchas
formas: gritos, violencia, respuestas cortantes y tonos hirientes, fumar comprar,
comer en exceso, dejar de comer, beber, drogarse, entre otras muchas cosas.
¿De dónde procede toda nuestra ira? Si examinamos esta poderosa emoción,
hallaremos que gran parte de nuestra ira realmente procede del miedo a no poder
controlar el resultado de una determinada situación o las acciones de los demás.
Surge de nuestra no aceptación de una situación dada o de la manera en que una
persona está actuando, que es diferente de la manera en que nosotros
actuaríamos. La Ira es enojarse sin medida y el tener deseos de venganza. Pecas
de ira cuando eres un energúmeno, te enojas y gritas en casa cuando cada vez
que un hijo tuyo se acerca a ti si eres el padre
o la madre que está de malas, cuando por una cosa sin importancia armas un
drama, te pones rojo de coraje y te peleas con todos.

La virtud a cultivar contra la Ira es la paciencia, ir poco a poco dominando tu


carácter, como dicen en la tele: cuenta hasta diez antes de explotar, no permitirte
gritar, enojarte y hacer corajes, lo cual puede degenerar en una conducta ilícita por
surgimiento de un trastorno mental transitorio.

La Ira puede originar dos clases de trastornos mentales transitorios, VANNINI


expresa que debe distinguirse entre los estados emotivos y pasionales más o
menos normales que desencadenan una reacción violenta pero vencible, y
aquellos estados anímicos que, sin configurar precisan formas clínicas de
anomalía mental, alteran tan profundamente el funcionamiento de la psiquis que
eliminan o afectan sensiblemente las esferas intelectiva, afectiva y volitiva de la
personalidad, particularmente esta última.

En el primer supuesto, el agente ha realizado comportamiento típico,


antijurídico y culpable, del cual debe penalmente responder, aunque su estado
anímico determine disminución punitiva como la que se establece en el segundo
supuesto, la honda perturbación síquica puede dar lugar a situación de
inculpabilidad por ausencia transitoria de los mecanismos sicológicos que
determinan el actuar doloso o culposo del agente, para los que piensan que la
emoción no puede generar trastorno mental transitorio, el delito emocional sólo es
una circunstancia atenuante de la culpabilidad fundamentada en el
comportamiento de un tercero, en nuestra opinión, la ira como emoción, constituye
uno de los factores más idóneos para la gestación de violencia, y en consecuencia
generador de delitos. Siendo uno de los factores básicos de la violencia
intrafamiliar.

EMOCIONAL
La violencia emocional, también conocida como abuso mental o psicológico, puede darse en una
multitud de formas, como por ejemplo: atemorizar, aterrorizar, amenazar, explotar, rechazar,
aislar, ignorar, insultar, humillar o ridiculizar a un niño. Puede tratarse asimismo de no prestarle
apoyo emocional, desatender sus necesidades educacionales o médicas, exponerle a violencia
doméstica y acoso psicológico o someterle a novatadas. Tampoco podemos olvidar las prácticas
extremas de violencia emocional, como el aislamiento y otras formas degradantes de reclusión. Si
bien la angustia o el daño emocional son, a menudo, consecuencia de haber sufrido violencia física
o sexual, los niños también son blanco de actos de agresión psicológica o verbal.

La violencia emocional contra los niños


Es habitualmente perpetrada por personas con las que éstos tienen una relación o vínculo
personal estrecho. En efecto, varias investigaciones han identificado a los padres y tutores como
los infractores más comunes. De acuerdo con el cuarto estudio nacional de Estados Unidos sobre
la incidencia del maltrato y descuido al niño el 73% de todos los casos de abuso emocional a niños
en el periodo 2005-2006 apuntaban a uno de los padres biológicos como perpetradores.

A pesar de que en algunos países como Canadá, Portugal, Suecia, Reino Unido, Zimbabue o
Botsuana se ha comenzado a explorar la violencia emocional de profesores, compañeros o parejas,
todavía escasean los estudios sobre los actos de violencia emocional perpetrada por actores que
no sean los padres. Así, la violencia emocional sigue siendo una realidad escondida, con muy
pocas estadísticas relevantes, algo que puede atribuirse a la dificultad de conceptualizar todas las
posibles manifestaciones de violencia emocional y de cuantificar sus innumerables ramificaciones.
Consecuencias a corto y largo plazo
A diferencia del abuso físico, que causa heridas visibles en el cuerpo del niño, la violencia
emocional es más sutil y puede ser más difícil de identificar, tanto para las víctimas como para
terceros. Sin embargo, sus consecuencias pueden ser igual de devastadoras. Los niños que sufren
episodios recurrentes de violencia emocional crecen a menudo pensando que tienen algún tipo de
deficiencia. Lo que es más, pueden culparse a sí mismos por el abuso sufrido, internalizando las
agresiones físicas y verbales. Además, los estudios han mostrado que la exposición al abuso
emocional en la infancia tiene una serie de efectos a largo plazo, que pueden durar hasta la edad
adulta, entre los que destacan la depresión, ansiedad, estrés post traumático, baja autoestima,
aislamiento y distanciamiento de otras personas, apego inseguro y dificultad para relacionarse.
Por otro lado, una investigación muestra que las consecuencias de la violencia emocional varían
dependiendo de la forma que ésta adopte. Los niños que fueron aterrorizados repetidamente por
sus cuidadores tienden a desarrollar ansiedad y trastornos somáticos en la edad adulta, mientras
que aquellos que son ignorados y degradados pueden desarrollar trastorno límite de la
personalidad (TLP) o borderline.
Análisis de casos en África
Metodología
Entre 2007 y 2011 se llevaron a cabo una serie de Encuestas sobre violencia contra los niños en
cuatro países africanos −Kenia, Suazilandia, Tanzania y Zimbabue− dirigidas a jóvenes, de entre 13
y 24 años, que habían sufrido violencia emocional antes de los 18. Si bien tanto la manera de
registrar la violencia, como las muestras de población, varían entre los países, podemos presentar
algunos hallazgos comunes, que pueden ser reveladores a la hora de entender las tendencias
generales del problema para los niños.

Hallazgos
En primer lugar, los datos sugieren que los varones son algo más proclives que las mujeres de
sufrir violencia emocional. En Zimbabue, por ejemplo, el 38% de los hombres jóvenes denunció
incidentes de abuso emocional en la infancia, contra un 29% entre las mujeres. En Suazilandia,
fueron 30% las mujeres que indicaron haber estado sometidas a abuso emocional. Por otro lado,
los datos nos permiten identificar unos patrones que se repiten en todos los países, en cuanto a
las formas de violencia emocional sufrida. La más común, tanto en Kenia como en Zimbabue,
resultó ser la humillación por parte de un adulto. No obstante, se registró una diferencia notable
entre sexos. Mientras el 25% de los hombres en ambos países había sido humillado, la cifra era
menor entre mujeres: del 18% en Kenia y 13% en Zimbabue. En Tanzania, sin embargo, la forma
más común de abuso emocional fue el insulto, sufrido por 1 de cada 5 jóvenes. Muchos de los
encuestados también admitieron haberse sentido rechazados por un adulto u otro cuidador: un
17% en Zimbabue, 15% en Kenia y 8% en Tanzania. En cuanto a la

manifestación de violencia emocional menos recurrente, en todos los países estudiados se apuntó
al abandono. Aun así, el 12% de los encuestados en Zimbabue fue amenazado con ser
abandonado, junto con el 6% de mujeres y el 9% de varones de Kenia. En Tanzania, la proporción
era algo menor: 5% en hombres y 4% en mujeres.

Si bien los jóvenes encuestados en los cuatro países habían sido abusados por una diversidad de
cuidadores u otros adultos con autoridad, queda claro que muchos niños están expuestos a la
violencia emocional en el ámbito familiar. Por ejemplo, en Tanzania, en la inmensa mayoría de los
casos −80% entre las mujeres y 65% entre los hombres− el acosador era un familiar. En
Suazilandia, los infractores más citados fueron otros familiares diferentes a los padres. Así pues, el
29% de las mujeres admitió ser abusada por una familiar de su mismo sexo pero que no era ni su
madre ni madrastra; por ejemplo, una tía o abuela. Otro 24% de estas jóvenes había sufrido abuso
emocional de un familiar, pero esta vez de un hombre, que tampoco era ni su padre, padrastro ni
marido. Más allá de la violencia dentro de la familia, muchos jóvenes han sufrido abuso emocional
fuera del hogar. Por ejemplo, en Tanzania, aunque la mayoría de los encuestados había sido
abusado por un familiar, muchos también contaron haberlo sufrido por parte de un vecino, pareja
o figura de autoridad. En el caso de los vecinos, hasta un 34% de los varones y 19% de las mujeres
admitió haber sido abusado emocionalmente por éstos. Los infractores también varían
dependiendo del tipo de acto violento cometido. En Kenia, por ejemplo, los jóvenes casi siempre
manifestaron haber sido humillados por profesores y vecinos. Similarmente, en Zimbabue, la
humillación por parte de un profesor o tío fue la más citada por los hombres, mientras que las tías
o las madres fueron las más nombradas por las mujeres. Entre los naturales de Zimbabue que
declararon haberse sentido rechazados, la mayoría (cerca de una tercera parte, tanto de hombres
como mujeres) señalaron a una tía o tío de su mismo sexo como culpables. En Kenia, en la mayoría
de casos (31% para los hombres y 24% para las mujeres), los jóvenes culparon a sus padres por
hacerles sentir rechazados. En cuanto a las amenazas de abandono, los responsables suelen ser los
padres, madres o las tías. Los varones de Kenia fueron especialmente vulnerables a amenazas de
abandono por parte de sus padres, y, efectivamente, más de la mitad denunció haberlo sufrido.
Mientras que las jóvenes acusaron, en la mayoría de casos, a sus madres, abuelos o tíos por
abandono, en el caso de los varones, los acusados fueron otros: los padres, tíos y finalmente, las
madres.

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