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TEMA 9: EL PROCESO DE TRANSICIÓN A LA

DEMOCRACIA Y LA CONSTITUCIÓN DE 1978


INTRODUCCIÓN
La Transición es el proceso histórico por el que España evolucionó desde la
dictadura franquista hacia la democracia. Su comienzo vino marcado por la muerte de
Franco, el 20 de noviembre de 1975; su finalización, según qué opiniones, por la
aprobación de la Constitución en referéndum el 6 de diciembre de 1978; por el intento
fallido de golpe de estado, el 23 de febrero de 1981; o, para otros, por la llegada al
poder del PSOE, Partido Socialista Obrero Español, en octubre de 1982.
I. FACTORES EXPLICATIVOS DE LA TRANSICIÓN
- Un contexto exterior favorable. Pese al adverso escenario económico abierto a nivel
mundial con la crisis del petróleo de 1973, señales positivas para España fueron la caída
del Régimen de los Coroneles, en Grecia, y de la larga dictadura salazarista en Portugal
(Revolución de los Claveles), en 1974.
- Una nueva sociedad alejada de radicalismos. Desde la década de los sesenta del
pasado siglo se abrió paso en España una sociedad más moderna y urbana como
consecuencia del crecimiento económico, la llegada masiva de turistas con estilos de
vida diferentes, la experiencia de los emigrantes en el extranjero, el giro emprendido por
la Iglesia Católica desde el Concilio Vaticano II (1962-65) y el éxodo de casi 6
millones de personas desde el campo a las ciudades, preferentemente a las zonas más
desarrolladas del país (Cataluña, Madrid…). Ello fue positivo para el medio rural, pues
los que se quedaron vieron mejorar sus condiciones de vida. Los gobiernos de la
Transición, por tanto, no tuvieron que hacer frente a una situación social explosiva en el
campo español, al contrario de lo que ocurrió durante la II República (1931-36).
En las ciudades -otra diferencia con lo acaecido durante la II República- la clase
obrera de la época final del franquismo se había alejado de posicionamientos
maximalistas. Poco a poco, el sindicalismo pasó a concebirse más como herramienta de
mejora de las condiciones laborales que como instrumento de revolución social. Por otra
parte, muy destacable también fue el crecimiento de las clases medias urbanas, amantes
del consumismo y cada vez más secularizadas.
Todos estos cambios sociales antedichos fueron muy positivos para el afianzamiento
de la democracia en España. Además, la sociedad española tuvo un comportamiento
ejemplar durante momentos decisivos de la Transición: ratificando, por ejemplo, en
referéndum, el 15 de diciembre de 1976, la decisiva Ley para la Reforma Política; o,
con su prudencia, durante el golpe de Estado del 23-F de 1981, y su rechazo
contundente a una involución histórica una vez superado.
- El papel de la Corona. Para muchos estudiosos del período, la Corona fue el
verdadero motor del cambio. No obstante ello, no debe olvidarse que los poderes
heredados por Juan Carlos I fueron prácticamente los mismos que ejerció Franco
durante sus cerca de cuarenta años de dictadura: si Juan Carlos se hubiera aferrado a
ellos, la democracia no se hubiera implantado en España, al menos de forma inmediata;
pero no fue así, y eligió, por el contrario, desprenderse de todas sus prerrogativas y
convertirse en un rey constitucional al más puro estilo de los reyes de la Europa
occidental. Al margen de esta idea central y definitoria acerca del personaje histórico,
cabría hacer mención a otras dos circunstancias determinantes. En primer lugar, una
vez muerto el dictador, la inmediata proclamación de Juan Carlos como rey de España,
lo que evitó un vacío de poder en la jefatura del Estado que hubiera generado
incertidumbres y temores. En segundo lugar, clave resultó también la apuesta del rey
por la vía reformista, tomando como punto de partida el marco legal del franquismo y
evitando así, en momentos tan difíciles, una ruptura radical con el pasado que habría
alarmado al búnker franquista, especialmente a los militares.
La voluntad democrática del monarca fue ya evidente desde su discurso ante las
Cortes franquistas el día de su coronación, el 22 de noviembre de 1975. En dicho
discurso, pese a que no faltaron alabanzas a la persona de Franco, el rey apeló al
nacimiento de una nueva etapa en la historia de España marcada por la concordia
nacional, la participación de todos en los foros de decisión, el reconocimiento de los
derechos y libertades de los españoles, la aceptación de la diversidad regional de
España, y la necesidad de su definitiva integración en Europa.
Junto a todo lo anterior, no deben aquí ignorarse tres decisiones transcendentales de
Juan Carlos: la designación de Torcuato Fernández-Miranda como presidente de las
Cortes y del Consejo del Reino, su decisión de prescindir de Arias Navarro y, en
sustitución suya, el inmediato nombramiento como nuevo presidente de Gobierno de
Adolfo Suárez: un hombre de pasado franquista, pero que, gracias a su espíritu
conciliador y dialogante desde el principio, supo entender a la perfección la tarea
encomendada por el rey. Con su nombramiento, Juan Carlos I corrió un gran riesgo,
finalmente compensado por la gran labor histórica acometida por Adolfo Suárez.
La última gran contribución de la Corona al proceso de asentamiento de la
democracia vino dada por su actuación durante el golpe de Estado del 23 de febrero de
1981: su defensa de la Constitución y su apuesta clara por la democracia fue crucial
para que la mayoría de los militares de alta graduación no se sumara al golpe.
- La visión de Estado de la clase política. No debemos olvidar tampoco el buen papel
de la clase política en general, que estuvo a la altura de las exigencias históricas del
momento. En primer lugar, y como acabamos de apuntar, Adolfo Suárez. Su proyecto
de gobierno, en medio de inmensas dificultades (terrorismo galopante; amenaza de
involución desde el Ejército…), supuso el difícil desmantelamiento de las instituciones
franquistas mediante la aprobación de una ley puente hacia la democracia (Ley para la
Reforma Política), la concesión de amnistía, la legalización de los partidos políticos, la
convocatoria de elecciones generales y la aprobación de una constitución democrática,
la de 1978; y, todo ello, en un escaso espacio de tiempo. Quizás su gesto más arriesgado
y personal fue la legalización del Partido Comunista de España (PCE), de Santiago
Carrillo, absolutamente necesaria para dar credibilidad al proceso democratizador.
En segundo lugar, junto a Adolfo Suárez, habría que situar a Torcuato Fernández-
Miranda. Desde su puesto como presidente del Consejo del Reino, Fernández-Miranda
logró que, de la terna presentada al Rey para la elección de presidente de Gobierno tras
la caída de Arias Navarro (Federico Silva, Gregorio López Bravo y Adolfo Suárez),
fuese este último el elegido. Además, su labor fue decisiva de cara a la aprobación de la
ya referida Ley para la Reforma Política, primero en las Cortes franquistas y luego
mediante un referéndum en diciembre de 1976. El camino hacia la democracia quedaba,
así, abierto definitivamente.
Los puestos tercero y cuarto en esta relación le corresponderían a Santiago Carrillo,
Secretario General del Partido Comunista de España (PCE), y a Manuel Fraga Iribarne,
fundador de Alianza Popular (AP). Ambos dirigentes representaban los extremos del
espectro político español del momento, pero demostraron, sin embargo, un gran sentido
de la responsabilidad en los años de la Transición. Sirva de ejemplo la aceptación por
Santiago Carrillo, siendo él republicano, de la bandera española (monárquica) y de la
Corona, una vez que fue legalizado su partido; amén de su papel moderado en el
proceso de elaboración de la Constitución de 1978. En cuanto a Fraga Iribarne (antiguo
ministro franquista) hay que reconocer su labor de democratización de la derecha
española, reunida por él en un partido político, Alianza Popular, precedente histórico del
actual Partido Popular; sin olvidar su papel como uno de los llamados siete “padres” de
la Constitución del 78.
- La elección de la vía reformista. Muerto Franco, diversos eran los proyectos políticos
que se planteaban para España. El proyecto inmovilista o continuista, cuyo objetivo era
prolongar el régimen franquista sin Franco; el proyecto pseudo-reformista, que
pretendía la imposible combinación de ciertas instituciones del pasado con las del
sistema democrático; el proyecto reformista, cuya meta era alcanzar la democracia vía
reforma; el proyecto rupturista, que abogaba por un rompimiento total con el
franquismo para llegar a la democracia; y, por último, el proyecto revolucionario, que
ansiaba la implantación de un gobierno de ultraizquierda utilizando para ello, incluso,
métodos violentos. Fracasado el primer gobierno de la Monarquía, el de Arias Navarro,
representante de la línea pseudo-reformista, se eligió con gran acierto (por el éxito final
del proceso) la vía reformista: pilotada, como se ha dicho, por Adolfo Suárez, su
cerebro teórico fue Torcuato Fernández-Miranda, y su plasmación práctica la Ley Para
la Reforma Política, considerada una verdadera obra de ingeniería política.
- La apuesta por el consenso y la reconciliación. Por último, un elemento vital que
vendría a explicar el éxito de nuestra Transición, será la apuesta clara y decidida por el
consenso y la reconciliación entre los españoles. En referencia al espíritu de consenso,
vino propiciado, entre otros, por dos factores o elementos fundamentales: el recuerdo de
la Guerra Civil (1936-39), que hizo que los diversos actores políticos cedieran en sus
posiciones a cambio de evitar a toda costa que en España volviera a producirse un
enfrentamiento fratricida; y el talante particular de Adolfo Suárez y su voluntad de
dialogar con todos y de todo. Ejemplos supremos del consenso en la Transición fueron
los Pactos de la Moncloa, de 1977, y la Constitución española de 1978 (aludiremos a
ambos más adelante).
Con respecto a la apuesta por la reconciliación, implicó no pasar factura a los
colaboradores del franquismo. Dicha actitud, muy cuestionada hoy desde ciertos
posicionamientos, resultó a la postre, con todo, acertada: de no haber sido así, los
obstáculos al cambio hubieran sido, quizá, insuperables. Desde esta misma óptica,
destacables fueron también los diferentes indultos y amnistías que se aprobaron durante
el proceso, que contribuyeron poderosamente a esa misma voluntad de reconciliación y
al deseo indudable de empezar una nueva etapa en la historia de España.
II. EL PROCESO HACIA LA DEMOCRACIA.
-Hasta la Constitución de 1978. Tras la muerte del dictador, el rey refrendó a Carlos
Arias Navarro como presidente del gobierno (1975-76), quien, pese a las expectativas
creadas por el Espíritu del 12 de Febrero (1974), se acabó demostrando como un lastre
para el avance hacia la democracia. Durante aquellos tensos meses, la efervescencia
política fue en aumento y la respuesta violenta del gobierno provocó acontecimientos
trágicos como los sucesos de Vitoria (marzo de 1976). Todo ello llevó al rey a cesar a
Arias Navarro y a nombrar a Adolfo Suárez nuevo presidente de gobierno (julio de
1976). Suárez llevó a cabo rápidamente una serie de medidas que anunciaban su
voluntad de reforma política: amnistía para los presos políticos y promesa de diálogo
con la oposición, así como de elecciones generales para antes de un año. Sin embargo,
el gran salto adelante de su gobierno fue la aprobación de la Ley para la Reforma
Política (1976), la última de las Leyes Fundamentales del franquismo (muerto ya
Franco), que suponía, curiosamente, su propio suicidio histórico. El cerebro de dicho
milagro -el tránsito pacífico, partiendo del marco legal franquista, hacia la democracia-
fue el catedrático de Derecho Político Torcuato Fernández-Miranda, profesor de Juan
Carlos siendo todavía príncipe. El mismo Torcuato Fernández-Miranda resumió su
proyecto con la fórmula “de la ley a la ley a través de la ley”. Dicha Ley para la
Reforma Política, en la que se afirmaba ya la soberanía popular y la necesidad de unas
nuevas Cortes salidas de unas elecciones libres, obtuvo un apoyo popular mayoritario en
el referéndum de diciembre de 1976. Entró en vigor en enero de 1977.
El proceso de transición a la democracia estuvo dificultado por la escalada
terrorista. Grupos de extrema izquierda (ETA, GRAPO) y de extrema derecha (Matanza
de Atocha, enero de 1977) pretendían con sus acciones terroristas desestabilizar la vida
política española. A otro nivel, escollo que hubo que superar fue la cuestión del PCE
(Partido Comunista de España). Amplios sectores franquistas, con el Ejército al frente,
declararon desde el principio su rechazo visceral a la legalización del mismo. Pese a
todo (incluidas amenazas personales), Suárez, tras intensas negociaciones con Santiago
Carrillo, decidió legalizar por sorpresa el PCE en abril de 1977, en sábado santo.
Las primeras elecciones democráticas después del franquismo se celebraron el 15 de
junio de 1977. Estas fueron ganadas por la Unión de Centro Democrático, UCD (165
diputados), partido formado por Suárez tras la fusión de muchos partidos de centro-
derecha y encuadraba a muchos antiguos franquistas moderados. Por tanto, Suárez
encabezó el primer gobierno de la democracia. El segundo partido más votado fue el
Partido Socialista Obrero Español, PSOE (118 diputados), dirigido por Felipe González
y Alfonso Guerra, que asumió la dirección de la oposición. Estos partidos se
encontraban en el centro del espectro político y sus resultados muestran una moderación
del electorado. Por el contrario, la derecha de pasado franquista, la AP de Manuel Fraga
Iribarne, y el PCE de Dolores Ibárruri y Santiago Carrillo, obtuvieron unos resultados
decepcionantes. A su vez, en el País Vasco y Cataluña vencieron las fuerzas
nacionalistas (con el PNV, Partido Nacionalista Vasco, y la Coalición Pacte
Democratic, con la Convergencia de Pujol al frente). El amplio apoyo electoral que
obtuvieron las fuerzas nacionalistas en el País Vasco y Cataluña puso sobre la mesa la
cuestión de las autonomías. Suárez acabó decidiendo, así, en 1977, el restablecimiento
de la Generalitat catalana (Josep Tarradellas) y del Consejo General Vasco (Leizaola y
después Garaicoechea).
Otra cuestión urgente es que el gobierno acometiera el problema de la crisis
económica, pues el número de parados y la inflación aumentaban año tras año. El
gobierno de Suárez consiguió acordar con el PSOE y otras fuerzas sindicales y
patronales los Pactos de la Moncloa (octubre de 1977), un consenso sobre la política
económica del gobierno que evitara en lo posible la conflictividad laboral hasta que se
consolidara la democracia. Las medidas más importantes fueron la contención salarial y
la devaluación de la peseta que contribuyeron a frenar el déficit exterior y la inflación.
Sin embargo, el paro no dejó de crecer en los años siguientes.

-La Constitución de 1978. A las pocas semanas de su elección, las Cortes iniciaron
los trabajos para elaborar la Constitución (Cortes Constituyentes). Se eligió una
Comisión Constitucional y esta designó a siete diputados para elaborar el proyecto
constitucional. Estos siete diputados, los "padres de la constitución", fueron: Gabriel
Cisneros, Miguel Herrero de Miñón y José Pedro Pérez Llorca, de UCD; Gregorio
Peces-Barba del PSOE; Jordi Solé Turá del PCE; Miquel Roca, de Minoría Catalana; y
Manuel Fraga de AP.

La palabra que más se utilizó durante el proceso de redacción de la constitución fue


la de "consenso". Se trataba de evitar la triste tradición española de "constituciones de
partido" que habían jalonado especialmente nuestro siglo XIX. Aquellas cuestiones que
suscitaban mayores diferencias fueron redactadas de tal forma que pudieran ser
aceptadas por las diversas fuerzas políticas. Esta es la razón de la ambigüedad que se
puede encontrar en algunos artículos de la Constitución.

Tras ser aprobado en el Pleno del Congreso de los Diputados, el Proyecto de


Constitución fue sometido a referéndum el 6 de diciembre de 1978. La Constitución
quedó así aprobada con un 87,87% de votos afirmativos.

En cuanto a su contenido, veamos sus aspectos más importantes.


Se define a España como un Estado social y democrático de Derecho, se proclama
que la soberanía nacional reside en el pueblo español y se define la forma política del
Estado como una Monarquía parlamentaria. Igualmente, se hace compatible la unidad
de España con el derecho a la autonomía de sus nacionalidades y regiones.

Por su parte, un extenso apartado de la Constitución se refiere a los derechos,


libertades y deberes de los españoles. Aquí se recogen los derechos individuales como
el derecho a la vida, a la integridad física, a la libertad de expresión, a la educación,
además de la libertad ideológica y religiosa. También se incluyen algunos derechos
sociales como la protección a la familia, disponer de una vivienda digna, disfrutar del
medio ambiente, derecho al trabajo, a la protección de la salud, etc.

En lo que se refiere a la Corona se establece que el Rey es el Jefe del Estado y se


fijan sus funciones, atribuciones y prerrogativas. Su poder es formal.

La Constitución establece la separación de poderes: 1) Las Cortes están formadas por


dos Cámaras: el Congreso de los Diputados y el Senado. Ambas son elegidas por
sufragio universal y ejercen el poder legislativo. 2) El Gobierno, que ejerce el poder
ejecutivo, dirige la política interior y exterior de España. También tiene potestad
legislativa ya que puede presentar proyectos de leyes a las Cortes. El Presidente del
Gobierno es investido por el poder legislativo. 3) Los Jueces y magistrados ejercen el
poder judicial. Se crea el Tribunal Constitucional cuya función es evitar cualquier
transgresión de la Constitución.

Finalmente, la Constitución abordó uno de los problemas históricos de España, el de


su organización territorial, contemplando el establecimiento de Comunidades
Autónomas dotadas de competencias e instituciones propias. Aprobada la Constitución,
y hasta 1983, se fueron conformando las 17 Comunidades Autónomas y, más tarde,
también, dos Ciudades Autónomas (Ceuta y Melilla, constituidas en 1995).

-Los gobiernos democráticos hasta la victoria electoral del PSOE en 1982. Entre 1979
y 1982 transcurrieron los gobiernos de la UCD, gobiernos que entraron en una crisis
creciente debido en gran medida (además de la gravedad en sí de los enormes problemas
de fondo: terrorismo, amenaza golpista, crisis económica…) a las divisiones internas en
el seno de la UCD. Este partido era fruto de la difícil alianza entre grupos políticos
heterogéneos cuya cohesión se tornó imposible cuando se pusieron sobre la mesa
cuestiones de amplio calado político como la ley del divorcio, la política educativa o la
concesión del derecho de autonomía a las diversas regiones (especialmente polémico
fue el estatuto andaluz).

Ante esta suma de problemas, Adolfo Suárez -consciente además de que ya no


contaba con el apoyo del rey- dimitió en enero de 1981. En la votación de investidura
de su sucesor, Leopoldo Calvo Sotelo, se produjo el intento de golpe de Estado del 23-F
(23 de febrero) de 1981. El Coronel Tejero ocupó el Congreso y retuvo a los diputados
durante varias horas, mientras el general Milans del Bosch decretaba el estado de
excepción en Valencia. En dicha crisis fue decisiva la actitud del rey Juan Carlos I que,
como jefe del Ejército y del Estado, desautorizó el golpe.

El efecto inmediato del fracasado golpe de estado fue una imponente respuesta
popular en respaldo a la democracia. Con todo, el gobierno Calvo Sotelo tuvo breve
recorrido histórico. La desintegración de UCD se produjo en 1982 por la paulatina
escisión de los grupos políticos que la formaban (incluso Suárez se separó al fundar el
CDS, Centro Democrático Social).Todo ello obligó a Calvo Sotelo a convocar
elecciones (octubre de 1982). En ellas, el PSOE consiguió la mayoría absoluta y se
mantuvo en el poder hasta 1996 bajo el liderazgo de Felipe González.

CONCLUSIÓN

Una serie de factores favorables -los que indicábamos atrás-, pese a las no pocas
adversidades del proceso -apuntadas también-, permitieron finalmente el éxito de la
Transición española en la medida en que, tras casi cuarenta años de dictadura, acabó
desembocando en la democracia. Sin embargo, no podemos ignorar las voces de quienes
consideran que dicho proceso histórico adoleció de graves deficiencias al haber hurtado
a la ciudadanía debates de profundidad como, por ejemplo, el de la forma de Estado
(Monarquía/República).

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