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Teologia Del Cuerpo
Teologia Del Cuerpo
Aproximaciones desde la
teología del cuerpo de San Juan Pablo II.
“Llegará un día en que todo hombre podrá elegir a su gusto su propio sexo o pasar
en el arco de la misma existencia, de uno al otro sexo.
El otro, su cuerpo, es reducido a pura máquina para tener encendido el fuego del
placer. Sobre todo la mujer, en su ser símbolo eminente del Otro, es abolida… El
resultado es un desmoronamiento radical de la esfera del amor y un aturdimiento
del misterio nupcial” (Angelo Scola, 2001).
Lo primero que compete resaltar es que la teología del cuerpo se enmarca dentro
de una visión antropológica bastante amplia, la cual es inabarcable dentro del
presente escrito por lo que se tocaran solo unas ideas de carácter general.
Con respecto a la visión teológica del cuerpo San Juan Pablo II divide al ser
humano en tres tipos: El hombre original, el hombre histórico y el hombre
escatológico. Dicha dinámica da cuenta del ser corporal del ser humano y su
núcleo central es la consideración del otro y de mí mismo como una persona digna
de respeto en cuanto creatura de Dios.
Comienza la explicación con el pasaje de Mateo 19, 3-9 que dice así:
En este texto Jesús quiere explicar que para referirnos al sentido del cuerpo y de
la sexualidad humana nos debemos referenciar al hombre original, a la
“Prehistoria teológica”, a los primeros tiempos antes del pecado original, pues es
lo que se quiere decir cuando el texto sagrado dice “Pero al principio no fue así”. O
sea que existe una demarcación entre este ser humano primitivo y el ser humano
histórico, cuyo lindero es la presencia del pecado original.
Este ser humano original esta sellado en la esencia de cada persona. Todo
humano tiene un “Eco del Paraíso” que le hace buscar una pureza, una cierta
perfección en todas las relaciones humanas; llamado que está enmarcado en el
primer capítulo del Génesis cuando dice:
Creó, pues, al ser humano a imagen suya, a imagen de Dios lo creó, Macho y
Hembra los creó, y los bendijo Dios con estas palabras: Ser fecundos y
multiplicaos y enchid la tierra y someterla”
(Génesis 1, 27-28).
El primer acto de paz que el humano puede hacer con su cuerpo es entender que
su condición sexual es querida por Dios, que nos pensó hombres o mujeres antes
de crearnos y que dicha semejanza se aproxima más al lado de Dios que al lado
del animal. (Somos imagen de una persona, de un “alguien”, no de un “algo”).
“Entonces Yahvé Dios formó al hombre con polvo del suelo, e insufló a sus
narices aliento de vida, y resultó el hombre un ser viviente… Dijo luego Yahvé
Dios: No es bueno que el hombre esté solo, voy a hacerle una ayuda adecuada”
(Génesis 2, 17-18)
Es decir la persona humana está hecha a imagen de Dios con dos dimensiones:
cuerpo y alma (polvo y aliento divino) pero constituidos como una integralidad; a
los demás seres de la naturaleza no se le suministra este espíritu o aliento divino,
solo al ser humano. El problema de este hombre original es que se encuentra solo
y su mismo cuerpo se lo evidencia. Aunque estaban con otros seres de la
naturaleza el humano no se siente en relación con ellos, se siente solo y esta
soledad original le hace verse distinto en su cuerpo de los demás seres por lo que
no puede entrar en comunión con ellos.
La soledad original es una insatisfacción profunda del ser humano, los demás
seres no se preocupaban de su soledad, el hombre sí. En esta situación de
aislamiento primigenio encuentra el humano una necesidad radical de donación
del ser a otra persona semejante a él por el vacío que su soledad original
representa.
Nuestro ser persona se revela desde el otro, no desde nuestro ser independiente,
la masculinidad desde la feminidad y esta desde la otra, o sea que el sexo no es
un accidente de la persona sino que es lo que le da su identidad y su esencia,
somos esencialmente masculinos o esencialmente femeninos.
Yves Semen hablando de la significación esponsal del cuerpo afirma: “El cuerpo
tiene una significación esponsal porque está hecho para ser dado en la entrega
esponsal… Solo una persona es capaz de entregarse, y es a través de la entrega
libre de sí misma como la persona lleva a cabo aquello por lo que ha sido hecha.
Estamos llamados así a entregarnos por medio de nuestro cuerpo y con todo lo
que este incluye: la afectividad, la sensibilidad, la psicología, la sexualidad, todo
ello especificado de una manera masculina o femenina… No podemos ser
persona sin entregarnos” (Yves Semen pág 93-94)
“Entonces Yahvé Dios hizo caer un profundo sueño sobre el hombre, que se
durmió y le quitó una costilla, rellenando el vacío con carne. De la costilla que
Yahvé Dios había tomado del hombre formo a una mujer y la llevó ante el
hombre. Entonces éste exclamo: esta vez sí que es hueso de mis huesos y carne
de mi carne. Ésta será llamada mujer, porque del varón ha sido tomada: Por eso
deja el hombre a su padre y a su madre y se une a su mujer, y los dos se hacen
una sola carne”
(Génesis 2, 21-24).
Esto se enmarca muy bien en el versículo que sigue del libro del Génesis con la
mención de la desnudez del hombre original:
(Génesis 2, 25)
“De este modo, y esta dimensión (la corporal) constituye un sacramento primordial
entendido como signo que transmite eficazmente en el mundo visible el misterio
invisible escondido en Dios desde la eternidad… El cuerpo, en efecto, y solamente
él, es capaz de hacer visible lo que es invisible: Lo espiritual y lo divino”.
O sea que el cuerpo es el medio para que se haga presente el elemento espiritual
de la persona humana y la presencia divina en ella, por esto el cuerpo es también
templo del espíritu santo, es decir que el cuerpo conserva una sacralidad que no
puede ser objeto de uso o de consumo y está llamado a ser territorio de paz y no
de usufructo para el egoísmo o el utilitarismo.
“Es que Dios sabe muy bien que el día que comiereis de él (del fruto) seréis como
dioses, conocedores del bien y del mal”
(Génesis 3,4)
“Entonces se les abrieron a entrambos los ojos y se dieron cuenta de que estaban
desnudos; y, cosiendo hojas de higuera, se hicieron unos ceñidores”
(Génesis 3,7)
(Génesis
Por ello los valores de la castidad y de la fidelidad tienden a restituir esta unidad
de cuerpo y alma en el hombre original.
Lo mismo pasa con la fidelidad como expresión de amor. El usar nuestro cuerpo
para la fidelidad mutua genera alto niveles de armonía y seguridad en el otro. El
caso contrario es el detonante generalizado de todo tipo de violencias y
rompimientos.
Con respecto al hombre escatológico dirá San Juan Pablo ll, a propósito del tema
de la resurrección, que “será como el estado del hombre definitivo y perfectamente
integrado, a través de una unión tal del alma con el cuerpo, que califica y asegura
definitivamente esta integridad perfecta” (audiencia 2 de dic, 1981 § 6).
Es decir que el cuerpo adquirirá junto con el alma un grado de divinización tan
pleno que recobrará el significado esponsal de forma definitiva.
A modo de conclusión, queremos dar cuenta del presente texto con las siguientes
frases:
Referencias bibliográficas:
- P. Mario Pezzi. Catequesis sobre la teología del cuerpo en Juan Pablo ll.
Noviazgo, matrimonio y familia cristiana. 2005.
- Yves Semen. La sexualidad según Juan Pablo ll. Tercera edición. Desclée
De Brouwer. 2006.
- Karol Woytila. Amor y responsabilidad.
Webgrafía: