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GACETA CONSTITUCIONAL

SECCIÓN ESPECIAL

La dignidad ante la eutanasia


Notas críticas a la sentencia del caso Ana Estrada
José CHÁVEZ-FERNÁNDEZ POSTIGO*

Este trabajo tiene el objetivo de evidenciar que la respuesta que el juez ofrece a través de la
sentencia del caso Ana Estrada resulta inconsistente tanto con la ratio decidendi del fallo como
con el sustrato axiológico de nuestro orden constitucional. Primero, se esclarece la preten-
sión del artículo y el orden lógico con que se desarrolla. Segundo, se reseña la solución y los
principales argumentos de la sentencia bajo comentario. Tercero, se valora críticamente la
opción del juez de tomar el “derecho a la dignidad” como base para el desarrollo del derecho
a la eutanasia. Cuarto, se problematiza la concepción de la dignidad como autonomía moral
que se defiende en la sentencia. Quinto, se intenta rebatir los dos principales argumentos para
justificar la excepción a la punibilidad del homicidio piadoso para el caso concreto. El trabajo
termina con un breve colofón.

PALABRAS CLAVE: Derecho a la dignidad / Eu- I. INTRODUCCIÓN


tanasia / Caso Ana Estrada / Autonomía moral
En este trabajo no haré un resumen de
Recibido: 09/03/2021 los hechos ni me ocuparé de los aspec-
Aprobado: 10/03/2021 tos adjetivos controvertidos de la sen-
tencia del caso Ana Estrada1, algunos de

* Profesor de Filosofía del Derecho y de Argumentación Jurídica, Universidad Católica San Pablo,
Arequipa, Perú. Doctor en Derecho, Universidad de Zaragoza, España. Investigador Renacyt, Grupo
Carlos Monge Medrano, Nivel III. El autor agradece a los profesores Daniel Ugarte Mostajo, Trilce
Valdivia Aguilar y Percy Vlamiro Bedoya Perales sus comentarios y sugerencias a distintos aspectos
de un primer borrador de este trabajo.
1 Décimo Primer Juzgado Constitucional de la Corte Superior de Justicia de Lima, Expediente N° 00573-
2020-0-1801-JR-DC-11, Defensoría del Pueblo c. Ministerio de Salud, Ministerio de Justicia y Derechos
Humanos, y Seguro Social de Salud, Resolución N° 6, del 22 de febrero de 2021 (en adelante, senten-
cia del caso Ana Estrada). Hubo luego una aclaración que no modificó interpretativamente de manera
sustancial el fallo: Décimo Primer Juzgado Constitucional de la Corte Superior de Justicia de Lima,
Expediente N° 00573-2020-0-1801-JR-DC-11, Defensoría del Pueblo c. Ministerio de Salud, Ministerio
de Justicia y Derechos Humanos, y Seguro Social de Salud, Resolución N° 7, del 8 de marzo de 2021
(aclaración del caso Ana Estrada).

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extrema relevancia. Asumo que los pri- II. LA DECISIÓN DEL JUEZ
meros se conocen suficientemente y que CONSTITUCIONAL Y SUS
los segundos pueden ser abordados bas- RAZONES
tante mejor por otros colegas. Intentaré
más bien evidenciar que la solución que Al igual que la demanda de amparo2, la
ofrece el juez es inconsistente no solo con sentencia gira su argumentación en torno
las principales razones que esboza el fallo, a cierta concepción de la dignidad, pero
sino también con el sustrato iusfunda- no es la misma. En el caso de la primera,
mental de nuestro orden constitucional. la eutanasia vendría a ser una prestación
Para lograrlo, ensayaré el siguiente itine- exigible como derecho fundamental, ya
rario lógico. En primer lugar, reseñaré sea directamente como derecho implícito
muy brevemente la solución del caso y –bajo el nombre de “derecho a la muerte
las razones principales de la misma. En en condiciones dignas”–, ya sea indirecta-
segundo lugar, me detendré críticamente mente, como concreción de los derechos a
en la configuración del “derecho a la dig- la dignidad, al libre desarrollo de la perso-
nidad” en la sentencia y en el ordena- nalidad, a la vida digna y a no ser sometido
miento constitucional peruano. En tercer a tratos inhumanos y humillantes, todos
lugar, discutiré el problema de la digni- ellos interpretados a partir de su funda-
dad como autonomía moral en tanto que mento en la dignidad humana entendida
fundamento de los derechos en gene- como autonomía moral. Esta prestación
ral, y respecto de la pretendida licitud implicaría que la vida sea un bien disponi-
de la eutanasia en particular. En cuarto ble, y la consiguiente inconstitucionalidad
lugar, me ocuparé de los dos caminos del artículo 112 del Código Penal3, y de
que ensaya la sentencia para justificar algunas otras normas conexas del sistema
la excepción legítima de no punibilidad jurídico que, reconoce, resultarían incom-
para la eutanasia: el elemento subjetivo patibles con ella4. Sobre la pretensión de
de la autopercepción respecto de la digni- interpretar la dignidad como mera auto-
dad y del plan de vida, y la relevancia del nomía moral me referiré más adelante5.
principio del acto de doble efecto (PDE). La sentencia, por el contrario, establece
Finalmente, ofreceré una breve conclu- –siguiendo con bastante libertad el cuarto
sión general. de los modelos de encaje constitucional

2 Demanda de amparo ante Juzgado Constitucional de la Corte Superior de Justicia de Lima, inter-
puesta por la Defensoría del Pueblo en contra de normal legal, y del Seguro Social de Salud, Ministe-
rio de Salud, y Ministerio de Justicia y Derechos Humanos, del 31 de enero de 2020 (en adelante, la
demanda).
3 El que señala a la letra: “El que, por piedad, mata a un enfermo incurable que le solicita de manera
expresa y consciente para poner fin a sus intolerables dolores, será reprimido con pena privativa de
libertad no mayor de tres años”.
4 Véase la demanda en el extremo que refiere expresamente, por ejemplo, al artículo 15. 3.e) de la Ley
General de Salud (N° 26842): “Toda persona tiene derecho a lo siguiente (...) A que se respete el pro-
ceso natural de su muerte como consecuencia del estado terminal de la enfermedad. El Código Penal
señala las acciones punibles que vulneren este derecho”.
5 Véase el punto IV de este trabajo.

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de la eutanasia propuesto por Rey Martí- tener límites aceptables” (f. j. 179); sin
nez para el caso español6– que no existe embargo, como “está supeditado al naci-
en el Perú un derecho fundamental de miento de la vida misma, que no es un
carácter implícito a la eutanasia o muerte bien jurídico absolutamente disponi-
digna7, sino que esta sería “una libertad ble”, solo se daría “lugar a que exista una
constitucional legislativamente limitable”8 excepción legítima, de no punibilidad,
que se derivaría de manera “evidente” bajo ciertas condiciones, de la protección
(f. j. 180) del derecho a la dignidad9, en estatal de la vida” (f. j. 180)11. Aparen-
concreto de “la fase interna de autoper- temente, para el juez constitucional, la
cepción de la persona humana, a par- misma solución podría justificarse tam-
tir del uso de su decisión autónoma” bién a partir de la aplicación del princi-
(f. j. 181)10. pio del acto de doble efecto al caso con-
creto (ff. jj. 123-136).
A su juicio, este derecho podría “ante-
ponerse al derecho a la vida inclusive” El juzgado fija las condiciones para
dado que “es un derecho que no debería la inaplicabilidad del artículo 112 del

6 Rey Martínez (2009, p. 19 y ss.) desarrolla su propuesta en un artículo titulado “Eutanasia y derechos
fundamentales” –que comprendía un libro del mismo nombre (2008) que no me ha sido posible con-
sultar–, artículo que ha servido de guía al juez en la solución del caso (sentencia del caso Ana Estrada,
ff. jj. 147 y ss.). Rey Martínez reconstruye cuatro modelos de encaje que llama “de la eutanasia prohi-
bida, de la eutanasia como derecho fundamental, de la eutanasia como libertad constitucional de con-
figuración legislativa y de la eutanasia como excepción legítima, bajo ciertas condiciones de protec-
ción jurídica de la vida (p. 19). El último modelo es el que el autor prefiere y que el juez constitucional
pretende asumir en el caso Estrada, aunque distanciándose del original –un tanto confusamente, hay
que señalar– en varios aspectos. En concreto, en algunos momentos parece confundirlo con el tercero
de los modelos (sentencia del caso Ana Estrada, f. j. 159). Quizá uno de los aspectos más relevantes
en los que toma distancia el juez peruano sea, precisamente, el rol medular que en su ratio decidendi
adquiere la dignidad como autonomía moral, aspecto sobre el que me detendré con particular énfa-
sis en este trabajo.
7 Para el juez constitucional, el estatus de derecho fundamental implicaría que la eutanasia, además de
protegida, debiera ser promovida, y esto último no lo considera oportuno, dado que podría afectar
su libre ejercicio, y generar conflicto con el deber estatal de proteger la vida (sentencia del caso Ana
Estrada, f. j. 181).
8 Véase el fundamento jurídico 159 de la sentencia del caso Ana Estrada destacado en el original. Es la
definición más precisa que ofrece la sentencia, aunque paradójicamente, parece asimilarse más bien
al tercer modelo de encaje constitucional de la eutanasia que ofrece Rey Martínez y no al cuarto que
explícitamente escoge el juez.
9 Aunque en la parte resolutiva de la sentencia considera afectados además –sin argumentación espe-
cífica previa– casi todos los derechos invocados en la demanda, salvo el pretendidamente implícito a
“la muerte en condiciones dignas”, pero añadiendo más bien el de “autonomía”, al que se vuelve a refe-
rir en el fundamento jurídico 7 de la aclaración del caso Ana Estrada.
10 Aunque también de alguna manera no desarrollada por el juez, se derivaría a partir, al menos, del dere-
cho a la vida digna y del derecho a no ser víctima de tratos crueles e inhumanos.
11 Por razones de brevedad, llamaré a este –no obstante los importantes matices señalados– “derecho a
la eutanasia”.

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Código Penal –exclusivamente para el perfectamente el lugar preeminente que


caso de Ana Estrada– en que se garantice tiene en las disposiciones constituciona-
la firme y auténtica solicitud de la titular les12. En el segundo caso, la dignidad se
a través de un protocolo, y de que la euta- configuraría “en un ámbito de tutela y
nasia sea aplicada por profesionales médi- protección autónomo” que obligaría a “su
cos bajo la autoridad y control institucio- exigibilidad y ejecutabilidad en el ordena-
nal, garantizando así la exclusión de algún miento jurídico” (f. j. 10).
móvil egoísta, la minimización del dolor
Sin embargo, no parece sencillo mostrar
físico y psicológico de la titular, y el res-
en qué consistiría dicho contenido jurí-
peto a la dignidad de los sujetos involu-
dico autónomo 13. El principio-funda-
crados en el procedimiento (f. j. 184). Lo
mento de dignidad humana parece más
que materializa en la parte resolutiva de
bien ser portador de un contenido ético-
la sentencia declarando, como es sabido,
jurídico amplio que incluye, de alguna
fundada en parte la demanda.
manera, el de todos los derechos funda-
mentales –explícitos e implícitos– que
III. EN BÚSQUEDA DEL ESQUIVO sustenta y que la expresan en diversos
CONTENIDO DEL DERECHO A débitos de justicia. En ese sentido, sería
LA DIGNIDAD difícil postularlo como derecho sin man-
tener respecto de él cierta preferencia
Dado que el juez deriva el derecho en frente a los demás, configurándolo como
cuestión a partir del derecho a la dig- una suerte de “súper derecho fundamen-
nidad, me referiré muy brevemente a tal”, lo que implicaría admitir algún tipo
cómo se entiende este en la jurispruden- de jerarquías iusfundamentales abstrac-
cia del Tribunal Constitucional peruano. tas, lo que ha sido rechazado –a mi modo
El Alto Tribunal ha distinguido entre la de ver, con razón– por nuestro Tribunal
dignidad como principio-fundamento Constitucional (STC Exp. N° 01797-2002-
de los derechos que reconoce la Consti- HD/TC, f. j. 11).
tución, y la dignidad como derecho autó-
nomo (Chávez-Fernández Postigo, 2012, En ese orden de ideas, no parece que
p. 81 y ss.). En el primer caso, la dignidad pueda resultar “evidente”, como quisiera
sería el valor y el principio motor –obje- el juez, que el derecho a la eutanasia sea
tivo y universal– que justifica al Estado una libertad derivada de un derecho ili-
y el “adecuado soporte direccional” de mitado a la dignidad (ff. jj. 179-180), más
los derechos, por lo que se entiende aún si acepta que este último concepto

12 Mientras que el artículo 1 establece: “La defensa de la persona humana y el respeto de su dignidad
son el fin supremo de la sociedad y del Estado”, el artículo 3 señala: “La enumeración de los derechos
establecidos en este capítulo no excluye los demás que la Constitución garantiza, ni otros de naturaleza
análoga o que se fundan en la dignidad del hombre, o en los principios de soberanía del pueblo, del
Estado democrático de derecho y de la forma republicana de gobierno”.
13 Por ejemplo, Sosa Sacio y Gutiérrez Camacho, comentando el artículo 1 de la Constitución, si bien
se animan a referirlo a la obligación de no instrumentalizar y a la de optimizar la existencia humana,
por otro lado tienen que reconocer que “no es fácil determinar su contenido protegido” (Sosa Sacio y
Gutiérrez Camacho, 2015, pp. 41-43).

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resulta controvertido (f. j. 91). En todo


caso, me referiré brevemente a su esfuerzo El Alto Tribunal ha
por conceptualizarlo (ff. jj. 89 y 105). El
magistrado opina que la dignidad tiene distinguido entre la dignidad
como fundamento la libertad racional como principio-fundamento
en el sentido de la autonomía moral,
pero insiste en que no puede plantearse de los derechos que reconoce
simplemente una sinonimia entre dicha la Constitución, y la dignidad
capacidad racional fáctica y la dignidad como derecho autónomo.
misma, puesto que personas que no tie-
nen esta capacidad –o que, eventual-
mente, podrían perderla, como la propia
Ana Estrada–, mantienen el derecho al
respeto de su dignidad. Más bien, lo que –al menos– en tres problemas de fondo.
le parece decisivo respecto de la dignidad, En primer lugar, confunde la dignidad
en tanto que medida de justicia, sería la como fundamento de los derechos con la
idea de “respeto por el otro” (f. j. 91), la dignidad como derecho autónomo15. En
que se complementaría con la “autoper- segundo lugar, advierte correctamente
cepción” del sujeto acerca de su propia que la dignidad no puede ser mera auto-
dignidad14. A su modo de ver, esta digni- nomía moral, pero no atina a explicar-
dad se expresaría en una libertad de pro- nos qué es ese algo más humanamente
yectar no solo la vida y los propios planes, “inherente” (ff. jj. 97, 98, 99 y 179) en
sino también una muerte digna si el sujeto lo que consistiría la dignidad, y que no
considera que su vida carece de dignidad, depende de capacidad empírica alguna
aunque esta libertad pueda estar sujeta a de la persona. En tercer lugar, observa
límites excepcionales (ff. jj. 99 y 105). que la dignidad tiene una doble faceta,
por un lado, una identificable por terceros
Ahora bien, me parece que las conside- y que expresa un respeto de justicia a un
raciones del juez en el caso Ana Estrada valor objetivo y eminente de la persona,
terminan por darme la razón en los repa- y por otro lado, una faceta estrechamente
ros que expresé al inicio de este acápite ligada al mundo de la autopercepción del
sobre considerar a la dignidad como un sujeto, pero no llega a mostrar satisfacto-
derecho. En todo caso, creo que incurre riamente cómo estas facetas interactúan

14 Véase el fundamento 94 de la sentencia del caso Ana Estrada. Dicho brevemente: “La vida digna, enton-
ces es aquella que tiene un sentido mutuo, aquella, que nos reconoce el derecho y la sociedad y aque-
lla que percibimos cada uno de nosotros, sobre nuestra propia persona. Para que esto último ocurra,
es preciso el uso de la razón y es por eso la mejor referencia de su propia dignidad, sin embargo, esta
dignidad trasciende a la razón porque es inherente a la persona humana, sea cual fuere su condición
o capacidad”. (f. j. 97)
15 Por ejemplo: “(...) la dignidad es un derecho fundamental de primerísimo orden, reconocido también
en casi todos los sistemas jurídicos del mundo y que, puede anteponerse al derecho a la vida inclusiva,
si se considera que el derecho a la vida tiene límites, establecidos en la propia ley, mientras que la dig-
nidad, es un derecho que no debería tener límites aceptables en derecho (...)”. (f. j. 179)

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en general para los derechos fundamenta- trataré de evidenciar, por un lado, que la
les y, en particular, para el supuesto dere- identificación de la dignidad como mera
cho a la eutanasia –en el sentido de excep- autonomía moral no es consistente con
ción legítima de no punibilidad– que cree nuestra comprensión de los derechos fun-
encontrar; tampoco llega a explicar cómo damentales y, por otro lado, que si enten-
el argumento del principio del acto de demos la dignidad como una autono-
doble efecto aporta a la mencionada solu- mía moral referida y sustentada en cierta
ción. Dado que ya me detuve en el pri- ontología que la haga consistente, el plan-
mer problema al inicio de este acápite, me teamiento de un derecho a la eutanasia
ocuparé brevemente de los dos restantes –incluso en el sentido matizado en que lo
en los siguientes. hace la sentencia del caso Ana Estrada–
deviene también en irrazonable.
IV. DIGNIDAD Y AUTONOMÍA: Antes que nada, debo reconocer que viene
SUS CONSECUENCIAS PARA EL extendiéndose en las altas cortes la idea
PRETENDIDO DERECHO A LA que la dignidad que sustenta los derechos
EUTANASIA humanos sería básicamente una autono-
mía moral de raigambre kantiana16. Muy
Como señalé en el acápite anterior, me
brevemente, para dicha concepción –no
parece claro que para el juez constitu-
del todo clara ni uniforme– la dignidad
cional la dignidad es autonomía moral,
que fundamenta los derechos humanos
pero no solo es autonomía, sino algo más,
consistiría en cierta capacidad racional de
sobre lo que no se pronuncia. No obstante
cada sujeto de decidir moralmente sobre
ello, hace depender el derecho a la eutana-
su vida y sus actos, sin más límite que el
sia tanto de esa dignidad entendida como
respeto a la autonomía moral de terce-
autonomía moral que ha de reconocerse
ros17. No obstante tratarse de una tesis
por terceros de manera objetiva, como de
relativamente exitosa, me parece que ten-
la autopercepción por la cual –por decirlo
dría que enfrentarse al menos a dos obje-
de alguna manera– la titular encontra-
ciones, una iusfilosófica, y la otra de her-
ría más dignidad en morir de determi-
menéutica constitucional.
nada forma que en continuar viviendo
en condiciones que considera subjetiva- La primera objeción es que si partimos
mente indignas. En este acápite me ocu- de la idea de que todos los seres huma-
paré solo del primer aspecto, dejando el nos tenemos los mismos derechos a causa
segundo para el siguiente. En concreto de que tenemos una igual dignidad, dicha

16 Algunos afirman sin más que la autonomía de la que se habla y resuelve en materia de derechos huma-
nos sería la kantiana (Delgado Rojas, 2020, pp. 241-271), pero, en lo personal, no estoy de acuerdo con
ello. En Chávez-Fernández Postigo (2012, p. 93 y ss.) justifico por qué pienso que no y ofrezco, ade-
más, argumentos complementarios en contra de la concepción de la dignidad como mera autonomía.
Recientemente, en un artículo aún sin publicar, Moreso ha distinguido la idea kantiana de dignidad
de lo que he llamado aquí “mera autonomía moral”, la que critica a propósito de un reciente fallo del
Tribunal Constitucional Federal alemán. (Moreso, 2021, pp. 8-10).
17 Por ejemplo, puede sintetizarse como la “(...) posibilidad de diseñar un plan vital y de determinarse
según sus características (vivir como quiera)” (Sentencia T-881-02, f. j. 10).

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idea no sería consistente con que su justi- la Constitución garantiza que quien ve
ficación se encuentre en una autonomía menoscabada su autonomía moral man-
moral contingente y variable –dicho de tiene, sin embargo, el derecho al respeto
otro modo: desigual–, que es la única que de su dignidad21; además –sin que haya,
la experiencia humana nos muestra18. El por cierto, uniformidad– existe jurispru-
problema no se resuelve si acordamos tra- dencia relevante del Tribunal Constitu-
tar a la autonomía como si no fuera varia- cional donde se señala expresamente que
ble a partir de un momento del desarro- la dignidad no puede entenderse mera-
llo humano19, porque entonces sería el mente como autonomía moral (STC Exp.
acuerdo positivo expreso o tácito el que N° 00032-2010-PI/TC, f. j. 50).
pretendería justificar la igual dignidad y
los derechos fundamentales que en ella Las objeciones planteadas no nos obli-
se sustentan, y dejaría de ser la dignidad gan a abandonar la idea de autonomía
misma el fundamento de los derechos20. moral asociada a la dignidad, pero sí a
De esa forma, para resolver el problema replantearla a través de la búsqueda de
planteado habríamos hecho de los dere- lo que Waldron ha llamado –sin pre-
chos fundamentales meros derechos posi- tender haberla encontrado– una “idea
tivos y, por lo tanto, derechos revocables. subyacente”22 a la dignidad, idea que, de
Si eso es así, la sentencia bajo comentario alguna manera, parece intuir también el
no encontraría justificación para declarar propio magistrado del caso Ana Estrada.
no aplicable al caso concreto el artículo 112 Pero ¿cuál podría ser esta idea? Me parece
del Código Penal. que tendría que ser una que haga referen-
cia a algo capaz de justificar consisten-
La segunda objeción contra la idea de temente derechos iguales, universales e
que la dignidad humana sea mera auto- inherentes a todo ser humano, sin impor-
nomía moral es la que advierte el juez tar nuestras diferencias, y que, al mismo
constitucional en el caso Ana Estrada. tiempo, permita orientar y limitar razo-
Aunque este no lo dice expresamente, nablemente la capacidad contingente que

18 No solo no existen dos personas con el mismo grado de autonomía –pensemos, por ejemplo, en los
casos extremos de una persona madura, sana y que controla muy bien sus emociones, comparado con
el de una persona que se encuentra en estado vegetativo–, sino que ni siquiera la misma persona tiene
el mismo grado de autonomía a lo largo de su vida, siendo que su autonomía se ve afectada a cada
momento por un sinnúmero de circunstancias imprevisibles.
19 Algo semejante intenta Atienza (2010, p. 186).
20 El derecho a la igualdad, por ejemplo, no podría justificarse en la decisión positiva de todos o de la
mayoría de los ciudadanos respecto de que debemos tratarnos “como si” fuéramos iguales. Si tras la
dignidad no existe un sustrato ontológico por el cual somos todos realmente iguales, el derecho a la
igualdad sería una mera imposición del poder, por lo demás, injusta.
21 Artículo 7.- “(...) La persona incapacitada para velar por sí misma a causa de una deficiencia física o
mental tiene derecho al respeto de su dignidad (...)”.
22 Para Waldron (2019) “(...) si la dignidad humana es un estatus, entonces debemos decir que comprende
no solo un grupo de derechos humanos, sino una idea subyacente que explica la importancia tanto de
cada uno de estos derechos en relación con nuestra pertenencia a la especie humana como de estar
agrupados en un solo conjunto o paquete (...)” (pp. 220-221).

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hace posible que los seres humanos –lo humana y sus fines perfectivos. Sin
suficientemente maduros y sanos, desde embargo, me parece que para estar de
luego– seamos dueños de nuestras pro- acuerdo con que la eutanasia se confi-
pias decisiones morales y de nuestros pro- gura como un ilícito moral y jurídico que
yectos de vida. Me refiero, en concreto, a no admite excepciones, bastaría con que
algo bastante semejante a lo que en la tra- al menos se acepte –como, me parece,
dición aristotélica se conoce como natu- lo hace la argumentación decisoria de la
raleza humana23. sentencia (ff. jj. 98 y 180)– la tesis de que
la dignidad de cada ser humano es coex-
Por ejemplo, para Finnis si bien es posi- tensiva de un valor eminente e inherente
ble escoger libremente innumerables for- propio de quien es fin en sí mismo –y
mas de florecimiento humano compati- no solo para sí mismo (Spaemann, 1989,
bles con el bien común, cualquier acto p. 101)–, y que por dicha razón no puede
cuyo objeto sea atentar deliberadamente ser tratado como si fuera un mero medio
contra alguno de los bienes, fines o valo- –por otros, pero tampoco por sí mismo–
res humanos básicos –y la vida humana es para alcanzar fines ulteriores, por más que
uno de ellos– se convierte en un acto que puedan ser reputados como satisfactorios
no puede ser realizado razonablemente en más de un sentido26.
en ninguna circunstancia y, por lo tanto,
resulta siempre no solo moralmente inco- La razón por la cual la vida no es un bien
rrecto, sino jurídicamente inadmisible24. disponible es porque ella no es un “bien”
en el mismo sentido en que nos referi-
En todo caso, puede impugnarse –como mos a los bienes que poseemos, por valio-
lo hace Alexy, por ejemplo25– la tesis de sos que sean. La vida del cuerpo humano
que la dignidad para ser fundamento de se identifica con el sujeto mismo: vivir es
los derechos humanos requiera una jus- el modo en el que el titular existe, por lo
tificación ulterior como la naturaleza que no se puede disponer directamente

23 Por cuestiones de espacio no podré defender esta tesis aquí, pero lo he hecho antes en varios otros luga-
res. Recientemente en Chávez-Fernández Postigo y Ríos Carrillo (2019, p. 189 y ss.) y Chávez-Fernán-
dez Postigo (2020, pp. 266-271).
24 Véase Finnis (2000, pp. 113-163). Finnis (1992) se está refiriendo a unos pocos –aunque necesarios
para nuestros sistemas jurídicos– principios morales que no admiten excepción, a los que llama “abso-
lutos morales”. (pp. 15 y ss.).
25 Sostiene Alexy (2010), la metafísica de los derechos humanos solo puede ser “constructiva” y no “enfá-
tica” (pp. 90-94). Dworkin (2014) busca directamente un camino distinto a cualquier metafísica, para
él “una concepción razonablemente clara y atractiva de la dignidad” se logra a través de la integración
de dos principios: “autorrespeto” y “autenticidad” (p. 252 y ss.).
26 Recordemos que para Kant “En el supuesto de que hubiese algo cuya existencia en sí misma tuviese un
valor absoluto, que como fin en sí mismo pudiese ser un fundamento de determinadas leyes, entonces,
en eso, y solo en eso únicamente, residiría el fundamento de un posible imperativo categórico, esto es,
de una ley práctica. Pues bien, yo digo: el hombre, y en general todo ser racional, existe como fin en sí
mismo, no meramente como medio para el uso a discreción de esta o aquella voluntad, sino que tiene
que ser considerado en todas sus acciones, tanto en las dirigidas a sí mismo como también en las diri-
gidas a otros seres racionales, siempre a la vez como fin (...)”. (Spaeman, 1989, p. 101).

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de la vida material o biológica del sujeto excepciones, será mejor desarrollarla en el


sin destruirlo, y con él, a su autono- siguiente acápite respondiendo a los dos
mía27. Paradójicamente, matarlo por pie- últimos aspectos de la sentencia que abor-
dad, sería utilizarlo –a su solicitud, desde daré críticamente.
luego– como un mero medio para alcan-
zar un fin ulterior: el cese del sufrimiento V. DIGNIDAD INHERENTE,
que le produce una enfermedad incura- AUTOPERCEPCIÓN Y
ble. El medio escogido sería su aniqui- PRINCIPIO DE ACTO DE
lamiento como sujeto, el que implicaría DOBLE EFECTO
también la destrucción de su dignidad
–en cualquiera de los sentidos compati- Me parece que la sentencia ensaya dos
bles con los derechos humanos que quiera caminos complementarios para justifi-
defenderse28–, y de toda libertad o libre car la excepción a la punibilidad en el
desarrollo de la personalidad posible. caso Ana Estrada. El primero vinculado
Dicho de otro modo: si la vida es dispo- a cómo afecta la autopercepción acerca de
nible, el sujeto lo es, y si el sujeto es dis- la propia dignidad, la disponibilidad del
ponible, lo es también su dignidad. Un derecho a la vida; el segundo, relacionado
derecho a la muerte digna implicaría que con el ensayo de aplicación del principio
el sujeto, paradójicamente en virtud de del acto de doble efecto (PDE) como jus-
su propia dignidad, podría obligar a que tificante de la eutanasia.
el Estado lo trate como si fuera un objeto
disponible. El primer camino consiste en destacar
una doble faceta de la dignidad, una
Se podría alegar contra esta tesis algo externa y objetiva –que se expresa en un
semejante a lo que señala Moreso respeto por el otro en medida de justi-
siguiendo a Kamm: que la eutanasia cia–, y una interna o subjetiva –vincu-
podría justificarse excepcionalmente lada a la autopercepción y al desarro-
cuando “la vida comporta tal sufrimiento llo del propio plan de vida–. En ese
insoportable que la vida entera está absor- sentido, el juez concluye que “el sufri-
bida por el sufrimiento” (Moreso, 2021, p. miento por causa de enfermedad y la
9)29. Pero la respuesta a si el principio de discapacidad puede afectar el derecho
inviolabilidad de la vida humana admite a la dignidad, pero solo en su faz de la

27 Me parece que algo semejante argumenta Finnis (2004, pp. 61-62).


28 Para Dworkin (1994), contrariamente: “(...) una verdadera percepción de la dignidad apunta decisi-
vamente (...) en favor de la libertad individual y no de la coerción, en favor de un régimen jurídico y
de una actitud que nos aliente, a cada uno de nosotros, a adoptar decisiones sobre la muerte indivi-
dualmente. La libertad es el requerimiento cardinal y absoluto del autorrespeto: ninguno trata su vida
como si tuviera un importancia intrínseca y objetiva, a menos que insista en conducirla por sí mismo,
en no ser llevado por otros a lo largo de ella, sin importar la medida en que los ame, respete o tema
(...)”. (p. 284).
29 Las palabras de Kamm (1997) son: “Suppose life involves such unbearable pain that one’s whole life is
focused on that pain. In such circumstances, one could, I believe, decline the honor of being a person”
(p. 20).

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autopercepción, más no en la faz externa;


por consiguiente; debe existir un espacio
de disposición de su titular, en uso de su
Llama la atención que el
libertad fáctica y jurídica” (f. j. 179). A juez confunda el supuesto
su juicio, es precisamente ese espacio de derecho a la eutanasia activa,
disposición el que haría desproporcio-
nada la penalización sin excepciones de que la demanda ha puesto a su
la eutanasia del artículo 112 del Código consideración, con la muerte
Penal (ff. jj. 180 y 181). natural fruto de la enfermedad
Sin embargo, me temo que el juez con- que ocurriría si Ana Estrada
funde dos conceptos análogos de “dig- rechazase legalmente los
nidad”. El primero, inherente e invaria-
ble: la dignidad humana; el segundo, tratamientos y cuidados que
accidental y variable: las cualidades de viene recibiendo, para lo cual
digno o indigno. Es evidente que pode- no habría necesitado que el
mos decir con propiedad que un com-
portamiento humano es digno o indigno, juez declarase fundada en
o que ciertas condiciones biológicas o parte la demanda.
psicológicas de la existencia lo son. Esta
última dignidad/indignidad es distinta
de la dignidad inherente que se asume ser tratado en condiciones incompatibles
como fundamento de los derechos. Pre- con esa dignidad fundamental (STC Exp.
cisamente, el comportamiento moral o N° 0010-2002-AI/TC, f. j. 225)–.
las condiciones de vida pueden perci-
birse objetivamente o autopercibirse sub- Aclarado esto, soy de la opinión de que
jetivamente como “indignas”, pero por- el débito de justicia que exige la digni-
que las reputamos incompatibles con la dad inherente del titular del derecho a la
dignidad radical de todo ser humano vida, no se ve menoscabado por la auto-
como punto de contraste. El concepto percepción respecto de las condiciones
que llamo aquí “accidental” de digni- materiales o psicológicas de su existen-
dad es al que se alude cuando se habla cia, ni de las posibilidades empíricas de
de un “derecho la dignidad” –es decir, realizar el propio plan de vida. En ese
a un trato acorde con la dignidad como sentido, no me parece razonable plan-
fundamento (STC Exp. Nº 00009-2005- tearlo como una justificación para que el
PI/TC Acum., f. j. 46)–; o cuando se Estado deje de custodiar el valor objetivo
habla de que el derecho a la vida implica y radical de la dignidad a través del único
que ella sea “digna” –es decir, que ade- camino posible: la prohibición de la des-
más de su mera existencia biológica se le trucción deliberada de la vida biológica
dote al sujeto de las condiciones de jus- de cada miembro de la especie humana.
ticia más acordes con su dignidad radi- No deja de haber contradicción en plan-
cal (STC Exp. Nº 01429-2002-HC/TC, tear la faceta subjetiva de la dignidad,
f. j. 11)–; o cuando se afirma que existe para exigir que el Estado no solo deje de
el derecho a no ser tratado cruel, degra- aplicar el artículo 112 del Código Penal
dante y humillantemente –es decir, a no que cristaliza dicha protección a la faceta

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objetiva, sino para crear en nuestro sis- El segundo camino que ensaya la sen-
tema jurídico una obligación por parte tencia para justificar la no aplicación del
del Estado de matar a un ciudadano ino- artículo 112 del Código Penal, es el de
cente30. Dicho esto, sin perjuicio de que una muy peculiar utilización del prin-
ya el tipo penal de la eutanasia u homi- cipio del acto de doble efecto (PDE)
cidio piadoso, es un tipo de responsabi- (ff. jj. 123-136). Sorprende que se haga
lidad atenuada respecto del homicidio glosando extensamente argumentos de
simple31, precisamente tras la pondera- Miranda Montecinos en dos trabajos que
ción hecha por el legislador de la impor- la sentencia cita33, pero en los que el autor
tancia del móvil piadoso por parte del justifica más bien lo contrario a lo que
sujeto activo y de la concurrencia de un pretende el juez34.
grave sufrimiento por parte de la víctima,
el que constituye condición objetiva del Explicado muy brevemente, el PDE busca
tipo penal32. dar una respuesta razonable y afirmativa

30 Que la sentencia reconozca el derecho a la objeción de conciencia del personal sanitario a practicarla
(sentencia del caso Ana Estrada, f. j. 139) creo que no merma lo que afirmo. Como se sabe, en el Perú,
la objeción de conciencia es una concreción del derecho a la libertad de conciencia (STC Exp. N° 0895-
2001-AA/TC, f. j. 7), pero eso no deja de hacerla una suerte de anomalía en el sistema. Lo explico del
siguiente modo: esta sentencia pretende convertir a los médicos que encuentren graves reparos éticos
en ejecutarla, en objetores respecto de las que tendrían que entenderse, desde ahora, como funciones
propias de su trabajo en bien de la sociedad. Creo que es perfectamente razonable comprender que lo
que está en juego no es solo la autonomía del peticionario de la legalización de la eutanasia.
31 Artículo 106.- “El que mata a otro será reprimido con pena privativa de libertad no menor de seis ni
mayor de veinte años”.
32 Para Villavicencio (2014): “Si bien el artículo 112 del Código Penal peruano, es un tipo penal ate-
nuado, su fundamento radicaría en el sentimiento de piedad unido a la finalidad de poner fin a inten-
sos dolores” (p. 282). Por su parte, Bramont-Arias y García Cantizano (1998), detallan respecto de la
opción del legislador peruano: “Ante el tema de la eutanasia, el Derecho penal puede ofrecer varias
soluciones: admitir la concurrencia de un estado de necesidad, bien sea como causa de justificación o
de exculpación; conceder primacía a la libertad de la persona, y como consecuencia, dar relevancia al
consentimiento de la persona que padece; o bien, tipificar expresamente este comportamiento. Nues-
tro Código penal ha optado por esta última posición, tipificando tales supuestos como un homicidio
atenuado (...)”. (p. 67)
33 Véase Miranda Montecinos (2008, pp. 485-519 y 2012, pp. 261-265).
34 Cito extensamente una carta que me remitió amablemente el autor, porque es esclarecedora de varios
temas que abordo en el acápite: “(...) la lectura de los números 123 a 136 de la sentencia (...) me ha cau-
sado desconcierto. En esos pasajes la Corte utiliza algunos de mis trabajos sobre el principio del doble
efecto, pero, curiosamente, lo hace para apoyar una tesis directamente opuesta a la que yo defiendo en
ellos. Lo grave es que la conclusión de la Corte de ningún modo puede seguirse lógicamente de mis
trabajos. La razón es sencilla: el principio del doble efecto (PDE) se utiliza para trazar una distinción
moral y jurídicamente relevante entre (a) actos en que se causa intencionalmente un determinado efecto
y (b) actos en que ese mismo efecto solo se produce de manera indirecta o colateral. Según el PDE, res-
pecto de ciertos efectos (como la muerte de una persona enferma), los actos del primer tipo no pueden
justificarse, mientras que los del segundo sí pueden justificarse, siempre que exista una razón propor-
cionalmente grave. Por eso, cuando se invoca el PDE en el contexto de la discusión sobre la eutanasia,

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a la pregunta de si es moralmente lícito efectos colaterales “muerte” ocurridos


realizar acciones que tengan algún efecto tras la acción o la omisión que se realizan
colateral malo35. Pues bien, se podría aplicando el PDE (Rey Martínez, 2009,
ofrecer la siguiente simplificación de los p. 19). En lo personal, dado que consi-
requisitos para realizarlo “(i) que el efecto dero ambos resultados radicalmente dis-
malo no se busque ni como fin ni como tintos en el plano moral y parcialmente
medio; y (ii) que exista una razón pro- distintos en el jurídico, prefiero no lla-
porcionalmente grave para aceptarlo” mar “eutanasia” a estos dos últimos casos
(Miranda Montecinos, 2008, p. 490)36. para evitar confusiones38. En cualquier
Una de las consecuencias de admitir este escenario, el PDE, en tanto que principio
principio puede llevar a confusiones. Si de discernimiento, hace que sea moral-
bien hay más o menos consenso en que mente permitido –y no pasible de repu-
lo que distingue la eutanasia activa de la tarse “eutanasia”, al menos directa– tanto
pasiva, es que en la primera lo que causa omitir tratamientos desproporcionados
deliberadamente la muerte del paciente a la enfermedad39 como ofrecer cuidados
es la acción del agente, y en la segunda, paliativos del dolor –como la sedación
es la omisión37; existe falta de consenso terminal, por ejemplo– cuyo objetivo no
respecto de si es posible llamar euta- sea acelerar la muerte del paciente, aun-
nasia activa y pasiva “indirectas”, a los que ese sea el efecto colateral no deseado

el sentido es precisamente distinguir entre (a) la eutanasia y el suicidio asistido, que son actos en los que
se mata intencionalmente al enfermo, y (b) los tratamientos paliativos que pueden acelerar la muerte
como efecto incidental. En definitiva, si una persona sostiene que se puede justificar una acción de matar
intencionalmente a un enfermo, entonces no tiene sentido para esa persona invocar el PDE. Luego, lo
que hace la Corte es contradictorio: por un lado, apoyándose en uno de mis trabajos, dice: ‘Se distin-
gue la eutanasia voluntaria y el suicidio médicamente asistido, cuyo objeto es matar al enfermo para
poner fin al sufrimiento; de la sedación terminal o los tratamientos paliativos del dolor que pueden
acortar la expectativa de vida, pero que buscan únicamente aliviar su dolor, aunque en ellas el agente
prevea el efecto colateral muerte’ (n. 131); pero, por otro lado, hace caso omiso de esta distinción a la
hora de establecer sus conclusiones” (Miranda Montecinos, 2020).
35 Recordemos que cualquier acción cuyo objeto sea la destrucción deliberada de cualquier bien humano
básico se catalogó como moralmente irrazonable. (Finnis, 1992, p. 15 y ss.).
36 Para la justificación de los requisitos consultar la bibliografía citada por el autor.
37 Una defensa de la tesis de que es posible causar la muerte por omisión se puede encontrar en Zam-
brano (2016, p. 45 y ss.)
38 Para Dworkin (1994), por ejemplo, la eutanasia incluiría en sus diversas formas: “(...) suicidio, asisten-
cia al suicidio o cancelación de tratamientos médicos o soportes vitales (...)” (p. 279). Finnis (2011) le
enrostra esta confusión (p. 253).
39 Sin pretender establecer criterios rígidos, Zambrano (2016) especifica lo que son casos claros de tra-
tamiento desproporcionado: “Un cuidado es económicamente inaccesible cuando su valor monetario
supera ampliamente tanto el patrimonio como la capacidad de endeudamiento de quien debe pagar
por el mismo. Un cuidado es técnicamente inaccesible cuando su prestación no está disponible en el
lugar y en el tiempo relevante. Y un cuidado es físicamente impracticable cuando el riesgo y/o los efec-
tos negativos que genera su aplicación son indiscutiblemente mayores a los riesgos y/o a los efectos de
la enfermedad subyacentes” (p. 50).

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que haya que tolerar (Miranda Monteci- Sin embargo, creo que argumentos de
nos, 2008, p. 508). este tipo tienen dos problemas que paso
a examinar brevemente. En primer lugar,
En el plano jurídico, el legítimo respeto de que en la práctica jurídica no se pueda
por la autonomía del paciente se tra- distinguir empíricamente: a) el ejercicio
duce en la permisión legal para que el del derecho al rechazo de tratamientos
mismo rechace cualquier tratamiento terapéuticos; y b) el ilícito caso de una
que considere subjetivamente inapro- eutanasia pasiva no implica que estemos
piado 40, aunque dicha decisión pueda frente a la misma situación jurídica. Asi-
resultar pasible de reproche moral bajo milar ambas situaciones implicaría con-
los parámetros que he venido manejando vertir una manifestación del derecho a la
en este trabajo. Pero debo señalar que salud (a), en una nueva configuración del
esta permisión legal tiene una natura- derecho irrenunciable a la vida (STC Exp.
leza muy diferente a un derecho –ya sea N° 02333-2004-HC/TC, f. j. 2.1)43, lo que
como libertad, ya sea como prestación– a traería muchas imprevisibles consecuen-
la eutanasia directa pasiva41. Hay quienes cias para la sistemática del ordenamiento
con agudeza no ven una diferencia tal y jurídico, hasta donde alcanzo a ver44.
han diseñado un argumento para con-
siderar que la eutanasia pasiva debería En segundo lugar, me parece que se
ser legalmente permitida, dado que en argumenta de esta manera: a) dado que
la práctica jurídica sería muy difícil dis- matar deliberadamente por omisión en
tinguirla del rechazo autónomo al trata- propuestas como la de este trabajo suele
miento; incluso plantean que por cierta ser considerado moralmente tan malo
analogía también debería considerarse como matar por comisión; y dado que
legal la eutanasia activa42. b) distinguir lo primero del rechazo

40 La Ley General de Salud, Ley Nº 26842 dispone: “Artículo 4.- Ninguna persona puede ser sometida a
tratamiento médico o quirúrgico, sin su consentimiento previo o el de la persona llamada legalmente a
darlo, si correspondiere o estuviere impedida de hacerlo (...). La negativa a recibir tratamiento médico
o quirúrgico exime de responsabilidad al médico tratante y al establecimiento de salud, en su caso (...)”.
Y más adelante: “Artículo 15.- Toda persona tiene derecho (...) 2. g) A ser informada sobre su derecho
a negarse a recibir o continuar el tratamiento y a que se le explique las consecuencias de esa negativa.
La negativa a recibir el tratamiento puede expresarse anticipadamente, una vez conocido el plan tera-
péutico contra la enfermedad”.
41 En un sentido semejante, véase Finnis (2004, pp. 55-56).
42 Por ejemplo, para Moreso (2021): “(...) si el derecho de los pacientes competentes a rechazar los tra-
tamientos médicos es plenamente admisible, entonces también lo han de ser los casos de eutanasia
pasiva, dado que son una especificación del derecho a rechazar los tratamientos y, más aún, dado que
la distinción entre eutanasia pasiva y activa parece carecer de relevancia moral en estas circunstancias,
también los casos de eutanasia activa deben ser aceptados (...)” (pp. 7-8).
43 Sobre las consecuencias de la conversión del derecho a la vida en un derecho también a la muerte,
véase Albert (2016, pp. 204 y ss.).
44 Me parece que un argumento bastante semejante al mío puede encontrarse en Zambrano (2016,
pp. 53-55).

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autónomo al tratamiento médico sería


pragmáticamente imposible; entonces Pretender que el derecho a
debería concluirse que, c) habría de per-
mitirse legalmente también la eutanasia la vida sea un bien disponible
activa, aunque con ciertas restricciones. y que la prohibición de la
Creo que en este argumento se plantea
una analogía no del todo consistente: per- eutanasia del artículo 112 del
mitir al paciente decidir qué tratamiento Código Penal sea una regla
rechazar no implica aceptar que tiene un que puede dejarse de aplicar
derecho a decidir sobre su muerte, sino
que puede deberse a que el discernimiento –incluso hasta el punto de
de los medios realmente proporcionados hacer necesario el diseño de
para su tratamiento resulta tan complejo un procedimiento estatal
y de tan poca certeza práctica que la auto-
ridad deja enteramente en sus manos la para matar–, compromete
decisión, aceptando que casos de eutana- seriamente la dignidad como
sia pasiva puedan ocurrir de hecho bajo la
forma jurídica de rechazo al tratamiento. sustrato iusfundamental
Pero en el caso de la eutanasia activa ocu- de nuestro ordenamiento
rre algo completamente distinto, dado constitucional.
que es posible distinguir externamente
–aunque no infaliblemente, desde luego–
si el tratamiento que se ofrece al paciente
–una sedación terminal, por ejemplo– de ello me referiré a dos. En primer lugar,
está normalmente recomendado por la llama la atención que el juez confunda el
práctica médica en cuanto a cuidados supuesto derecho a la eutanasia activa, que
paliativos se refiere en los casos como la demanda ha puesto a su consideración,
el que se tenga bajo examen. Dicho de con la muerte natural fruto de la enferme-
otro modo: la eutanasia activa directa y dad que ocurriría si Ana Estrada recha-
la indirecta no presentan el mismo grado zase legalmente los tratamientos y cui-
externo de similitud o semejanza esencial dados que viene recibiendo, para lo cual
que el que se da entre la eutanasia pasiva no habría necesitado que el juez decla-
directa y la indirecta, por lo que debería rase fundada en parte la demanda, como
rechazarse la analogía. lo hizo (f. j. 121). En segundo lugar, el juez
parece confundir en varios fundamentos
Para finalizar este acápite debo decir que de la sentencia la diferencia entre homi-
en la sentencia bajo comentario existen cidio piadoso y suicidio asistido, aunque
otras varias confusiones que no he podido deja claro que no los asimila en la poste-
abordar aquí. Solo para dejar constancia rior aclaración a la sentencia45.

45 Destaca las diferencias en el momento de las definiciones (f. j. 114), pero luego se refiere a ambas indis-
tintamente (ff. jj. 132, 136, 149, 153 y 157), por lo que no llama la atención que el juez haya tenido que
aclararlo luego de emitida la sentencia (aclaración del caso Ana Estrada, f. j. 6).

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VI. COLOFÓN –incluso hasta el punto de hacer necesa-


Quiero terminar recordando una frase rio el diseño de un procedimiento esta-
que Dworkin ha hecho célebre y que tal para matar–, compromete seriamente
tiene una fuerza retórica indiscutible: la dignidad como sustrato iusfundamen-
“Hacer que alguien muera en una forma tal de nuestro ordenamiento constitucio-
que otros aprueban, pero que él cree que nal, y que, por lo tanto, la eutanasia no
es una contradicción horrorosa con su puede ser argumentada razonablemente
propia vida, constituye una devastadora como un derecho en ninguno de los sen-
y odiosa forma de tiranía” (Dworkin, tidos posibles. Desde luego, el lector dirá
1994, p. 284). Pero ¿realmente se trata si las razones ofrecidas a lo largo de este
de que alguien –digamos, el Estado– trabajo han sido suficientes.
“haga que alguien muera” de determi-
nada forma? ¿Acaso más bien no se ha REFERENCIAS
pretendido lograr a través de esta sen- Albert, M. (2016). Privacidad y derecho a morir.
tencia que el Estado tenga, al menos bajo En: Santos, J.A., Albert, M. M. y Hermida, C.
ciertas circunstancias, la obligación de (editores). Bioética y nuevos derechos. Gra-
matar a un ciudadano inocente de deter- nada: Comares.
minada manera?
Alexy, R. (2010). ¿Derechos humanos sin meta-
Creo que conviene recordar algo más o física? En: La institucionalización de la jus-
menos evidente y es que el Estado a tra- ticia. 2ª ed. Granada: Comares.
vés del Derecho ni puede ahorrarnos todo Atienza, M. (2010). Sobre el concepto de digni-
el sufrimiento ni puede garantizarnos la dad humana. En: Bioética, Derecho y argu-
felicidad y en ello no hay tiranía alguna. mentación. 2ª ed. Lima: Palestra.
El Estado logra más bien –solo a veces, y a
duras penas– regular la convivencia pací- Bramont-Arias Torres, L. y García Cantizano, M.
(1998). Manual de Derecho Penal. Parte Espe-
fica a través de la tutela de las deudas de cial. 4ª ed. Lima: San Marcos.
justicia que reconoce o que establece para
que sea posible alcanzar el bien común, Chávez-Fernández Postigo, J. (2012). La dignidad
como comunidad política. como fundamento de los derechos humanos
en las sentencias del Tribunal Constitucional
En la sentencia bajo comentario, el juez peruano. La tensión entre la mera autono-
ha creído encontrar a través de la pon- mía y la libertad ontológica. Lima: Palestra.
deración la mejor solución para el caso Chávez-Fernández Postigo, J. (2020). Waldron y
concreto una mejor que la que hallaron la dignidad: el problema del fundamento de
tanto el constituyente como el legisla- los derechos humanos. En: Derecho PUCP,
dor ordinario, en su momento. Si bien (85), pp. 247-276.
se podría haber argumentado aquí que
no es esa su función, creo que esto no Chávez-Fernández Postigo, J. y Ríos Carrillo,
P. (2019). De la tesis de la doble naturaleza
ha sido necesario. Espero haber podido de Alexy a un “iusnaturalismo moderado”:
evidenciar al menos que pretender que una propuesta de comprensión de los dere-
el derecho a la vida sea un bien dispo- chos fundamentales implícitos a partir de
nible y que la prohibición de la eutana- la jurisprudencia constitucional de Perú y
sia del artículo 112 del Código Penal sea Chile. En: Revista Chilena de Derecho, 1(46),
una regla que puede dejarse de aplicar pp.177-201.

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