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Cap.

Libro: Crisis, Procesos, sujetos y grupo”

Algunas reflexiones sobre grupo Y GRUPO OPERATIVO

Ana Quiroga

Nuestro hacer cotidiano, con sus desafíos, el diseño de nuevos proyectos y la reflexión acerca de lo
realizado se conjugan para gestar ámbitos de discusión respecto a nuestras modalidades operativas y
los fundamentos teóricos y epistemológicos que las sustentan. En los últimos años nuestro campo
de trabajo ha experimentado profundas transformaciones, emergiendo interrogantes inéditos,
perfilándose otras problemáticas. Esta realidad fue asumida en el desarrollo de nuestro marco
conceptual, elaborándose nuevos conceptos, redefiniéndose otros, abandonándose o
secundarizándose algunos. Podemos preguntarnos, cómo han impactado estos cambios y replanteos
en nuestros recursos, qué modalidades concretas han dado a nuestra práctica. Mi inquietud en este
caso particular se ciñe a la técnica de grupo operativo.
Este material esboza una reflexión sobre la relación entre grupo y grupo operativo. Reflexión que
quisiera compartir como necesaria tarea crítica. Muchos de los conceptos aquí vertidos, particu-
larmente en la temática de grupo, han sido desarrollados y expuestos con mayor sistematización y
profundidad en otros de mis trabajos. Pero una mayor comprensión de la estructura relacional a la
que llamamos grupo, entiendo que requiere hoy nuevos desarrollos en lo que hace a la lectura de lo
grupal y las modalidades de intervención.

Concepto de grupo y concepción de sujeto

Enrique Pichon-Riviére caracteriza el grupo como “conjunto restringido de personas ligadas por
constantes de tiempo y espacio y articuladas por su mutua representación interna, que se proponen
en forma explícita o implícita una tarea que constituye su finalidad. Estas personas interactúan a
través de complejos mecanismos de adjudicación y asunción de roles”.
Esta concepción de grupo lo define como estructura, como un sistema de relaciones a cuya esencia
hace la operatividad. La tarea, en tanto organizador es principio de gestación, desarrollo y con-
figuración de la estructura grupal.
El sentido, por qué y para qué de la interacción, está dado por necesidades y un hacer, tarea, praxis,
relacionados con esas necesidades.
Desde este punto de vista, no hay interacción como modalidad permanente de relación, no hay
vínculos, ni grupo, sin tarea. Por esto afirmamos que la interacción es proceso motivado y eficaz1.
Esta concepción de lo grupal es inseparable de la concepción del sujeto que sustentamos,
concepción que lo define como “ser de necesidades que sólo se satisfacen socialmente”, “sujeto
productor y producido en una praxis”, “sujeto de las necesidades”, “sujeto de la praxis, el hacer, la
tarea”. Necesidad y tarea, que emergen, se definen y despliegan en relación. No podemos pensar
tarea sin relación, ni relación sin tarea. Tarea y relación se implican y remiten recíprocamente. Por
ejemplo: en el protovínculo, las necesidades del bebé surgen y se redefinen en la relación con la
madre. Este vínculo originario está a su vez sostenido en una organización familiar y normatizados
por un orden social. El bebé necesita del cuerpo, el calor, la mirada, el pecho de su madre, y
desarrolla un hacer, una praxis, en busca de satisfacer esas necesidades, de transformar su situación.
En esa praxis se constituye como sujeto. Surgen entonces en él las funciones: esquemas de acción.
La praxis nunca es sólo “actividad física”, sino también psíquica, representacional.

El concepto de praxis remite a una complejidad, a un hacer multidimensional que implica acción,
emoción, actividad ideatoria.

1 1 Pichon-Riviére, E.: “Técnica de los grupos operativos”, en El proceso grupal.


Retomando a la concepción de grupo y sus organizadores, decíamos que toda necesidad requiere
una relación y surge en ella. A la vez genera un hacer, una tarea.
Para Pichon-Rivière, al grupo como estructura interaccional le es esencial la operatividad ya que se
trata de una unidad de acción con direccionalidad.
Pero, ¿qué quiere decir operar? Obrar, ejecutar una obra. Operativo es lo que obra, lo que causa
efectos. Está ligado a la idea de eficacia. En este concepto de operatividad se articulan: acción,
práctica, trabajo, producción.
El sentido del grupo, (y acá utilizaremos el término sentido, como razón de ser), es el hacer, el
obrar, el producir, el trabajar. Es decir, la praxis como actividad dirigida a un fin. Y esto, insistimos,
no sólo en un sentido material, sino comprendiendo la praxis como complejidad, con multiplicidad
de rasgos.
Sartre señala en Crítica de la razón dialéctica', “el grupo no es un sujeto”, con esto significa que es
un sistema de relaciones entre sujetos, y un proceso. Es una estructura en movimiento. El grupo “no
tiene una entidad ontológica”, sostiene. Sin embargo, en nuestra práctica podemos visualizar que
esta estructura es vivida a veces como “sujeto total”, con anulación de la subjetividad individual.
Esto es una fantasía en la que se expresan el temor y el deseo personal. Retomando a Sartre, éste
afirma: “el grupo es un nosotros práctico”. Hace así referencia a la acción conjunta, articulada, de
varios actores, como configurante de la grupalidad.
Este nosotros implica pluralidad y unidad. Queda planteada aquí una contradicción entre individuo
y estructura grupal. Entre el yo y los otros. Contradicción que tiene momentos de agudización, de
intensificación del conflicto y momentos y niveles de resolución en la integración. Integración que
no es nunca —o no debiera serlo— anulación del sujeto.
Al hablar de estos opuestos, estoy planteando una característica esencial de todo proceso, de todo
movimiento. El fundamento de todo proceso, del movimiento, está en sus contradicciones internas.
Y al hablar de necesidad, de tarea, trabajo, relación, transformación, estoy hablando de movimiento
y de contradicciones. Y así abordamos el interrogante al que apunta este trabajo: si todo grupo, en
tanto estructura de acción, transformación, interrelación, es esencialmente operativo, ¿de qué
hablamos hoy cuando nos referimos a grupo operativo'? ¿Cuál fue la búsqueda de Pichon-Riviére
cuando diseñó una modalidad de trabajo en la estructura grupal?
Una técnica de trabajo en el campo grupal
Hablamos de una técnica y la entendemos como conjunto de reglas y procedimientos que ordenan y
dan cierta forma a la acción, a la operación. El concepto de técnica hace alusión a modalidades
operativas.
Al hablar de grupo operativo nos referimos a un dispositivo técnico, a un conjunto de
procedimientos de intervención en el acontecer grupal.
¿A qué apuntan esos procedimientos? A potencializar la eficacia intrínseca al grupo, a potencializar
o recuperar esa operatividad esencial del proceso grupal, esa operatividad que puede haberse
perdido o deteriorado o no alcanzar el desarrollo requerido. Se intenta generar un movimiento hacia
la creación, la innovación, el crecimiento. Nos posicionamos entonces en el campo de trabajo desde
un concepto de grupo, y desde una expectativa acerca de la relación necesidad-objetivo-tarea.
¿Por qué una técnica? Esta intervención técnica, este dispositivo o modalidad de trabajo que es el
grupo operativo, se sustenta en un repertorio teórico metodológico, ECRO2. Vimos que se plantea
desde una concepción del sujeto y de los procesos grupales y se orienta desde un criterio de salud. Y
más aún, desde una concepción del ser y del movimiento. La técnica de grupo operativo remite al
ECRO, tanto en lo que hace a sus contenidos teóricos, como a su método y a sus fundamentos.
Al caracterizar el grupo como “estructura en proceso”, estructura en movimiento, sólo nos hemos
aproximado a la problemática de lo grupal, aunque sean muchas las cuestiones que acerca de ella
hayamos abierto, planteado y experimentado.
Hernán Kesselman habla del “misterio de los grupos”. Para mí esa frase tiene particular resonancia
porque remite a la experiencia de trabajo de coordinación, en la que se registra hasta qué punto ese

2 2 ECRO: Esquema Conceptual Referencial Operativo.


“misterio” nos desafía, nos promueve a investigarlo, a descifrarlo, y al placer de ese desciframiento
cuando alcanzamos algunos elementos orientadores hacia la resolución del conflicto y un nuevo
avance en el desarrollo de la tarea.
Ese misterio, creo, que es el que muchas veces nos convoca a estudiar Psicología Social, porque en
el misterio de los grupos, de los vínculos, está anudada nuestra historia personal. Somos parte de
ese misterio y ese misterio es parte nuestra.
¿Por qué misterio? Esto tiene algo de licencia poética. Pero ese campo de indagación, ese proceso,
esa estructura grupal, de la que decimos que es el escenario de nuestra experiencia, es de gran
complejidad.
El proceso grupal, ese sistema de relaciones, es multidimensional. En su génesis, su existencia y
desarrollo operan: 1) determinantes sociales, causas y procesos que surgen del orden social e
histórico; 2) el grupo, en tanto instituyente de la subjetividad, locus nascendi del sujeto, escenario y
heredero de la función yoica de sostén, convoca y compromete a sus integrantes en su historicidad
personal, su dimensión intrapsíquica o mundo interno, con sus aspectos conscientes e inconscientes;
3) la interacción con sus vicisitudes gesta al grupo, esto es: esa particular configuración que se da en
el encuentro entre los integrantes, la definición y articulación de necesidades, el desarrollo de una
tarea, con sus rasgos explícitos, conscientes, y sus aspectos implícitos, que no acceden a la
conciencia de los integrantes, ese movimiento da vida y forma a esa estructura; 4) otra dimensión
del proceso grupal está dada por una dialéctica de mundo interno-mundo externo, allí se configura
la mutua representación interna y ese “particular argumento” que surge en la internalización
recíproca y le da forma; la consonancia y disonancia de historias, de circunstancias vitales, de
verticalidades y en consecuencia de interpretar la experiencia, de vivir los vínculos, las
transferencias, las proyecciones, nos remite a otro plano: el del interjuego de mundos internos en la
escena grupal.
Entonces, cuando hablo de esta multidimensionalidad, de esta complejidad, apunto a la necesidad
de incluir esta diversidad de determinantes en nuestro análisis del acontecer grupal. Hoy, desde la
dialéctica, y desde la constatación realizada por la física y la biología, los elementos supuestamente
más simples e irreductibles, revelan su complejidad. Así como una gota de agua, mirada a través de
un microscopio nos muestra una multiplicidad de elementos, en relaciones diversas, aquello que
desde nuestro nivel cotidiano de conocimiento (que es un conocimiento empírico y válido),
llamamos “grupo”, analizado desde un ECRO con un dispositivo adecuado (el encuadre, la técnica,
son dispositivos que forman parte del ECRO) nos pueden aproximar a esa multiplicidad de
dimensiones.
Relación entre ECRO, método y técnica de grupo operativo
El método dialéctico: análisis de contradicciones múltiples, en el acontecer grupal y el proceso
social
Al intervenir sobre un campo grupal, operaremos en un acontecer, que como decía Don Jackson,
refiriéndose al grupo familiar (y esto es válido con diferentes matices para cualquier tipo de grupo),
se constituye “un complejísimo campo de fuerzas en el que se interpenetran funciones tan disímiles
como los procesos intra- psíquicos de los sujetos que los integran y los aspectos más amplios de la
cultura y los intereses sociales”.
Como lo hemos señalado, en esta complejidad y diversidad reside en parte, el “misterio de los
grupos”. Y en ellas también el requerimiento de la técnica. ¿Por qué? Porque estos aspectos
múltiples y diversos están en contradicción y el despliegue de esas contradicciones dará lugar no
sólo al movimiento como desarrollo, sino que en él emergerán conflictos, obstáculos, que se
expresan en diferentes niveles y formas.
A la vez, cuando hablamos de un ECRO, hablamos de un método que está en la base de este ECRO:
el método dialéctico. En ciencia y filosofía se denomina método al camino para alcanzar el cono-
cimiento. Es un ordenamiento sistematizado en leyes o principios generales. Trasciende y determina
técnicas que se subordinan al método.
Pichon-Riviére señala que la dialéctica, el método dialéctico, está en el fundamento del ECRO. De
hecho, la dialéctica es el eje del pensamiento en Psicología Social que planteara Pichon-Riviére, y
que nosotros desarrollamos hoy.
La concepción dialéctica plantea: 1) complejidad de lo real; 2) movimiento como automovimiento.
Es decir: el movimiento, el desarrollo se da a partir de opuestos, de contradicciones que hacen a la
complejidad intrínseca de cada ser, hecho o relación. El trabajar en el campo grupal desde la técnica
de grupo operativo, sustentada en una concepción dialéctica, define como una de las primeras
tareas, para los integrantes del grupo y la coordinación del mismo, “el análisis de las
contradicciones que se despliegan en el texto y en el contexto de la operación”3.
Esto es: en la especificidad del proceso grupal, y en el orden institucional y social y sus
articulaciones.
¿Por qué? Porque procesos vigentes en el orden social y las instituciones que lo expresan tienen
efectos en el acontecer grupal. Las relaciones sociales y sus formas, en tanto configurantes de la
subjetividad, son “portadas” por cada uno de nosotros en el campo grupal y operan en la
determinación de modalidades de interacción y sus transformaciones, la emergencia o
intensificación de ciertas ansiedades, fantasías, necesidades, en las diversas modalidades de
significarse a sí mismo, al otro, y al espacio grupal.
El acontecer institucional y organizacional a su vez, se manifiesta en el acontecer grupal: esto tiende
a definir a veces hasta las posibilidades materiales del trabajo en grupo. La cultura de la
organización en la que un grupo está inscripto, y la de las instituciones vigentes en esa organización
particular, incide en las significaciones que la situación grupal tiene para sus integrantes. Y ésta
puede ser aceptación, reconocimiento, sospecha, rechazo, etcétera.
La técnica de grupo operativo implica una reflexión, un análisis del hacer de esos integrantes en
relación a sus necesidades, objetivos y tarea. Reflexión que es parte del hacer, y que abarca varios
niveles de esa multidimensionalidad del grupo: hacer, elaboración conceptual, emocionalidad.
Como hemos dicho apunta a la potencialización del aprendizaje (en sentido amplio como salud
mental, creatividad, crecimiento), y a la visualización, trabajo y resolución de obstáculos.
El rasgo esencial de la técnica de grupo operativo es su condición de centrado en la tarea, en el para
qué de esa relación, de ese sistema. En función del para qué analiza el cómo y el porqué, generando
estrategias de acción.
La técnica de grupo operativo implica siempre reflexión, análisis, pero nunca desgajado de un
hacer. Lo rige el concepto de tarea como praxis. Se plantea entonces un intercambio verbal, en un
pensar acerca de, en función de los objetivos y las necesidades de sus integrantes.
La técnica de grupo operativo requiere también la indagación de vínculos, de los procesos
inconscientes, las ansiedades, fantasías, transferencias que emergen en el campo grupal. Investiga
los determinantes psíquicos e históricos de los sujetos articulados en él. Pero no define esta
indagación como su hacer privilegiado ni principal. Esta investigación se realiza si resulta
necesitada y pertinente en función de la tarea explícita de ese grupo. (Claro está, que esta
investigación pasa a primer plano si la tarea explícita es la cura.)
La técnica de grupo operativo no está centrada en el individuo, aunque reconoce su lugar de
instituyente del proceso grupal. Nunca deja de lado el nivel del sujeto, de lo individual, de su
mundo interno, pero lo aborda en función de la estructura relacional organizada en torno a la tarea.
Esta técnica no está centrada tampoco en el análisis del grupo, sus vínculos, ni toma al grupo como
totalidad o entidad que sea otra cosa que el sistema de relaciones en el que se articulan sus
integrantes.
Como hemos dicho más arriba, la técnica de grupo operativo analiza los vínculos en función de la
tarea. Esto es hoy un aspecto que no todos en la práctica demuestran haber comprendido. Pareciera
existir una identificación de la tarea con el análisis de los vínculos en sí mismos. Identificación que
tiende a poner en primer plano la vida emocional del grupo, fomentando la emergencia de los

3 3 Pichon-Riviére, E.: “Técnica de los grupos operativos”, en El proceso grupal.


aspectos regresivos y de autocentramiento, e induce a trabajar centrando a los integrantes en el
grupo como objeto. La situación grupal, como experiencia, se convierte en un fin en sí mismo.
Esta emergencia —siempre posible, ya que en el proceso grupal se juega una dialéctica regresión-
progresión, autocentramien- to-descentramiento— puede convertirse en hegemonía, en aspecto
principal, lo que dudosamente promueve la tarea en sus aspectos elaborativos, de simbolización, de
praxis. La “fascinación” por el análisis de los vínculos, que se expresa como invitación a mostrar el
“sentir”, a “poner el cuerpo”, muchas veces es indicador de lo que Enrique Pichon-Riviére intentó
superar con la creación de este dispositivo: una disociación entre el pensamiento y la emoción. Los
sentimientos no están vacíos de ideas y las ideas nos implican emocionalmente. Esta fragmentación
del sujeto y de su hacer es la que Pichon-Riviére quiso dejar atrás cuando propuso a la técnica de
grupo operativo como un instrumento para “aprender a pensar”. Cuando afirmamos: el Grupo
Operativo “no está centrado en”, queremos decir que ese aspecto mencionado no es el eje, el rasgo
específico, lo que se prioriza. Sin embargo, esa problemática se aborda —y situacionalmente podrá
estar en primer plano— si se transforma en contradicción principal, en génesis de un obstáculo.
Concepto de obstáculo y técnica de grupo operativo
Al hablar de necesidades, al hablar de proponerse objetivos y acciones en función de esas
necesidades, de satisfacerlas, estamos planteando un movimiento, que implica a su vez
contradicción. ¿Entre qué? Entre el presente y el futuro, entre la organización previa del sujeto o los
sujetos articulados en un vínculo, en una red grupal, y la nueva organización que surge.
La relación sujeto-mundo implica un equilibrio lábil, provisorio, entre estructuraciones previas, que
se desorganizan, y estructuraciones nuevas que hay que construir transitando por momentos de
inestructuración. Por ejemplo, en el aprendizaje: gatear es un modo de movilizarse, de relacionarse,
de ver el mundo; caminar es otro.

Del gateo al caminar se atraviesa una crisis y se la elabora. Algo de lo previo se desestructura, algo
nuevo se va gestando y adquiriendo forma. Y nosotros, en tanto sujetos de ese movimiento, nos
impactamos y reestructuramos.
Creo importante rescatar la idea de aprendizaje como crisis-cambio y la relación de este acontecer
con situaciones de obstáculo.
Este proceso de crisis y cambio se plantea ante cualquier tarea no mecánica, ante cualquier
aprendizaje sistemático o vital. Hay un momento contradictorio, en que lo nuevo se opone a lo
previo. Son polos de un conflicto, aunque luego esa contradicción pueda ser superada. Esa
superación hace a la operatividad.
El registro de necesidades, las acciones destinadas a satisfacerlas, la contradicción entre pasado-
presente-futuro, lo previo, lo nuevo, la estructuración previa, la desestructuración, nueva estruc-
turación, implican para cada uno de nosotros, ansiedades. Estas podrán alcanzar mayor o menor
intensidad.
Y esas ansiedades se escenifican. Pueden surgir vivencias de excitación, de intranquilidad, de
displacer y sus respectivas defensas. Por ejemplo, negación, disociación, inhibición, regresión,
transformación en contrario, proyección, etcétera.
Tras estos estados psíquicos, estas vivencias y operaciones psíquicas, algunas conscientes (a veces
hay registro de cierto monto de angustia, a veces no), el análisis muestra que subyace una
dramática, un argumento, escenas que no acceden a la conciencia, y que se movilizan en la
situación. Por ejemplo, quedar vaciado, descalificado, excluido, transgredir un mandato, dañar algo
querido. Estos argumentos o escenas, esta dramática subyacente al aprender, y por extensión a toda
tarea, es uno de los grandes hallazgos de Pichon-Riviére, en tanto le permite comprenderlos y
definirlos como posibles generadores de obstáculos, fuentes de ansiedades y en consecuencia
resistencia. Importa señalar que no necesariamente esa dramática genera obstáculo. Esto depende de
sus características, de su posibilidad de acercar o distanciar al sujeto con el objeto de la tarea.
Estos argumentos, dramáticas individuales, personales, contribuyen en un proceso complejo —que
hoy investigamos— a la constitución de la dramática grupal o argumento grupal.
Para abordar esta dramática, para visualizar, trabajar y comprender estos obstáculos epistemofílicos,
Pichon-Riviére crea un dispositivo: la técnica de grupo operativo.
Esas fantasías y ansiedades relacionadas con el objeto de trabajo, de aprendizaje, o de creación,
fueron descubiertas e indagadas por Pichon-Riviére, inicialmente en el análisis individual de artistas
y terapeutas. Más tarde las reencuentra sistemáticamente en el proceso de formación de
psicoterapeutas. Podemos preguntarnos: ¿por qué propone un instrumento grupal como potenciador
del aprendizaje, la creación, la intervención en un campo social? Porque entiende que el grupo
ofrece sostén y continencia para una elaboración compartida de ansiedades, para una elaboración
fundada en las identificaciones, en las diferencias, en consonancias y resonancias. Este es un nivel
de comprensión de la función grupal en el proceso de creación y aprendizaje. Pero esta dimensión
de sostén no excluye, por el contrario, aporta a la comprensión del carácter del grupo como
instrumento de producción, de construcción social de saberes, de su capacidad de análisis y de
síntesis integradora y multiplicadora. Esclarece acerca de su potencialidad en términos de creación,
innovación, gestación de nuevas formas de hacer y conocimiento, de su carácter de analizador de
modelos de aprendizaje y vínculo.
La dramática subyacente, lo temido, las ansiedades, se modifican en el espacio transicional o
intermediario del grupo. (Grupo interno <-» grupo externo, retorno modificado a grupo interno =
aprendizaje). Como lo señala Kesselman: se rompe la visión monocular. Las escenas se juegan,
pueden llevarse a la conciencia, se opera sobre ellas.
Nuestra experiencia nos muestra que en el campo grupal, en el intercambio, estas escenas
subyacentes —ligadas a la historia del sujeto, a su modalidad de interpretar su experiencia— se
resigni- fican. La ansiedad desciende.
Más tarde comprendimos e investigamos en profundidad las ansiedades que la situación de grupo
moviliza, las fantasías que surgen de la co-presencia, y la significación inconsciente del grupo. A la
vez que pudimos darle continuidad a una indagación sobre representaciones sociales de lo vincular
y la grupalidad, y sus efectos en la constitución y desarrollo del sujeto y del grupo.

El grupo operativo es fundamentalmente una técnica de interpretación o comprensión psicológica,


en la que se trata de realizar un análisis dialéctico de un juego de sentidos opuestos: uno manifiesto,
que es válido; otro latente, que se muestra y oculta en lo explícito y que expresa un nivel de
significación de la situación. Análisis cuya finalidad es el desarrollo de los sujetos y del grupo en
términos de tarea.
Por la existencia de esta dramática inconsciente, de estas ansiedades , al proyecto que un sujeto o
que los integrantes de un
grupo o una institución elaboran a nivel consciente, se puede dar en ellos mismos por
intensificación de ansiedades, una resistencia al proyecto, al movimiento. Esto tiene una lógica
profunda, que nunca debe ser analizada desde el “deber ser” ya que entre nosotros y en cada uno de
nosotros, hay contradicción de necesidades.
Por ejemplo, tenemos necesidad de crecer, de vinculamos, de aprender, de innovar, y eso se expresa
en proyectos. También tenemos necesidad de sentimos fortalecidos en la identidad, de no sufrir. Y
por eso a veces tememos “poner en cuestión” lo que somos, lo que sabemos, nuestra visión del
mundo. Tememos las crisis de crecimiento, aún cuando a veces las gozamos.
Hablamos de contradicciones: el proyecto, lo nuevo, lo inestructurado versus resistencia, ansiedades
por pérdida de lo previo, temor a la desinstrumentación, desamparo. En el interior de esas con-
tradicciones, que implican al mundo interno y al mundo externo, lo racional y lo irracional, se
despliegan las vicisitudes de la tarea y de la pre-tarea. Nos encontramos ante otra contradicción.
¿Qué son la tarea y la pre-tarea, además de los polos de una contradicción? Son formas del proceso
grupal. Configuran momentos de ese proceso. Estas modalidades, complejas y multidimen-
sionales, se constituyen como síntesis de múltiples aspectos. Por esto me interesa aquí señalar que
tarea y pre-tarea son también modalidades del funcionamiento psíquico de los integrantes, en re-
lación a sus necesidades, su proyecto, su hacer, su objeto de trabajo, sus vínculos.
Estas dos modalidades del funcionamiento grupal, tarea y pre- tarea, están para Pichon-Riviére
marcadas por las situaciones de ansiedad y la calidad de las técnicas del yo. Hablamos de calidad en
el sentido de lo instrumental, lo adaptativo, lo plástico. Analizamos estas técnicas en su carácter de
recurso del yo en su relación con el mundo, y con los objetos internos en función del aprendizaje.
También hacen a una calidad de esas técnicas del yo, lo estereotipado, lo inhabilitante de su forma
de funcionamiento para el crecimiento, para la resolución de los conflictos.
Técnicas del yo y conceptos de tarea y pre-tarea en grupo operativo
Por lo tanto, no podemos hablar de tarea y pre-tarea, en el sujeto y en el grupo, y del dispositivo o
técnica de grupo operativo para potenciar la operatividad, desarrollar recursos, elaborar resistencias,
ansiedades, obstáculos, desarticular estereotipos, sin referimos a lo que Pichon-Riviére denomina
“técnicas del yo”.
¿Qué son para Pichon-Riviére las “técnicas del yo”? Se trata de una concepción sustentada en la
fundamentación psicoanalítica de su pensamiento. En particular en la hipótesis de la existencia de
ciertos mecanismos de defensa ante la ansiedad. Si bien dicha hipótesis es de Freud, se despliega
con posterioridad en forma particular dentro del pensamiento de la Escuela Psicoanalítica Inglesa.
A estas operaciones psíquicas, Pichon-Riviére las llama “técnicas del yo”. Las analiza desde su
concepción del psiquismo como “sistema abierto”, constituyéndose en y por su relación con el
mundo. Y desvinculado de los modelos cuantitativos de la física mecanicista (quantum de energía,
principio de constancia, descenso de los niveles de excitación, etcétera) a los que apela Freud en
algunas de esas hipótesis, redefine el sentido dominante de esas operaciones psíquicas. Si bien,
junto a lo instrumental de aprehensión y penetración de la realidad, cumplen también una función
defensiva.
La concepción de “mecanismos de defensa”, como tales, están vinculados a la hipótesis del
psiquismo como sistema cerrado, en el que es preciso mantener lo más estable y lo más bajo posible
el quantum de excitación en el aparato psíquico. (Defensa contra la perturbación del estímulo).
Para Pichon-Riviére, al ser el psiquismo del sujeto una “organización en el mundo”, “en sistema
con el mundo” (sistema abierto), el carácter instrumental de los recursos del yo, de esas operaciones
psíquicas, como hemos dicho, apuntan a la aprehensión de la realidad. Tienen como eje esa relación
y si bien cumplen una función respecto de las ansiedades, su sentido final es la apropiación del
objeto. Operan para que pueda desplegarse esa relación fundante sujeto-mundo, siempre lábil,
precaria, sometida a modificaciones, a exigencias adaptativas, a la complejidad de lo real, a la
complejidad del sujeto. Juegan en el interior de la contradicción sujeto-mundo, mundo interno-
mundo externo.
Estas operaciones psíquicas o técnicas del yo son (y aquí Pichon- Riviére sigue la concepción
psicoanalítica), disociación, fragmentación, introyección, proyección, control omnipotente,
idealización, inhibición, integración, regresión, negación, transformación en lo contrario.
Hemos dicho que no podemos hablar de tarea y pre-tarea sin mencionar las técnicas del yo. ¿Por
qué? Porque la pre-tarea implica la estereotipia en las técnicas del yo (rigidización). Estereotipia
que surge a partir de ansiedades que no pueden, por la intensidad alcanzada en esa situación, ser
elaboradas. La disociación del vínculo, por ejemplo, se rigidiza, se congela en la ruptura de la
totalidad contradictoria. El descubrimiento de esa unidad contradictoria genera el conflicto de
ambivalencia, fuente de sufrimiento. Se construyen entonces dos objetos monovalentes. Uno
totalmente bueno, otro totalmente malo. Emerge una situación dilemática.
La proyección, la puesta en el otro de los aspectos rechazados o no, de sí mismo, tiende a
inmovilizarse. Se detiene o deteriora el aprendizaje de la realidad, en términos de relación consigo
mismo y con el mundo. Esto implica un nivel de alienación, de pérdida de sí.
Lo mismo ocurre con otros mecanismos. Por ejemplo: la introyección, la estereotipia de un férreo
control, para que nada suceda, nada cambie. Está al servicio de liberarse de amenazas internas o
externas al yo.
La tarea es el libre juego de esas técnicas, de esos recursos del yo, operaciones psíquicas
inconscientes para que se dé la conexión, apropiación y transformación del sujeto y del objeto-
mundo. Esto implica que las ansiedades no son intolerables para el sujeto. Como operación, la tarea
en esta dimensión interna implica el libre juego de la fragmentación, disociación e integración. La
disociación como recurso del yo, no es en sí ni sana ni patológica. Podríamos pensar que, en la
relación con el objeto, por su complejidad, por su impacto en el sujeto, la disociación permite en
ciertos momentos de esa relación, alcanzar una distancia óptima, que abre paso a sucesivas
aproximaciones y procesos de integración. Esto se da en un movimiento espiralado.
Así, en relación al sujeto-objeto, el sujeto no se siente confundido por y con el objeto. Si se vivencia
amenazado, esta vivencia no tendrá una dimensión masiva, sino tolerable.
Por ejemplo, en la situación de aprendizaje, en que se trata de articular e integrar, lo previo
conocido, y lo nuevo desconocido, es factible una disociación que implica una valoración
emocional de los polos de la contradicción. Se adjudica a lo nuevo un valor positivo, o se le
adjudica una carga exigente, persecutoria. O se disocia lo nuevo en aspectos positivos y negativos.
Este es un paso a veces necesario para reconocer los aspectos positivos y negativos de lo ya
conocido, y lo negativo y positivo de lo que se incorpora.
Si en una relación afectiva emerge el conflicto de la ambivalencia, (sabemos cuánto sufrimiento
psíquico implica aceptar los aspectos negativos propios y los del otro, tan amado) ante este conflicto
surge una disociación que suele estar acompañada de proyecciones múltiples. Eso dibuja una
calidad al lugar del tercero. Pero no habría tarea, sino pre-tarea en ese vínculo, si nos congelamos en
la disociación-proyección. Y hay elaboración-tarea si, en un proceso, es factible la integración de
los aspectos disociados (positivo-negativo, bueno-malo) y la reintroyección de lo proyectado
(liderazgos, chivatos). En un proceso grupal de integración es frecuente e instrumental
situacionalmente la disociación y la proyección de lo persecutorio por fuera de una fantaseada
frontera del territorio grupal. Territorio que es metáfora del nosotros. Este movimiento tiende a
darse ya que el reconocimiento de lo negativo en ese frágil nosotros obstaculizaría la integración. Es
un indicador del crecimiento en el proceso grupal, la integración de lo disociado y la reintroyección
de lo proyectado. Implica una nueva posibilidad grupal de tratamiento de las contradicciones y
abordaje de conflictos, en un vínculo vivido como un sostén más confiable.
En cambio la instalación en la disociación es una forma alienada de la vida grupal ya sea que esta
instalación nos ubique en la ilusión o en la autodenigración.
La técnica de grupo operativo, que como dispositivo incluye un encuadre (tiempo y espacio, roles),
es un instrumento que apunta a la elaboración y disminución de ansiedades, en función del objetivo-
tarea. Y desde allí, a la evitación o la ruptura de los estereotipos. Estos son rígidas estructuraciones
en que las técnicas del yo pierden su instrumentalidad, y cambian de calidad. No articulan ya sujeto-
mundo, o distorsionan esa articulación, perturbando una relación que tiende a ser mutuamente
transformante.
Hemos hecho hasta aquí algunas aproximaciones a la complejidad del campo grupal, lo que nos
habla de la necesidad de un análisis, una lectura también compleja, coherente con la
multidimensionalidad de los procesos operantes en ese campo. Pero ese plano de comprensión nos
plantea más que nunca interrogantes acerca de La intervención. En primer lugar, nos habla de la
tarea como hilo conductor. Podemos preguntamos ¿qué dimensión de tarea? Aquélla en la que los
integrantes puedan reconocerse, reconocer sus necesidades más explícitas, sin crear una cultura de
la “fascinación de lo oculto” que es una deformación de la función interpretante. Pichon-Riviére
hablaba y practicaba un trabajo “en la vecindad de lo explícito y lo implícito”, y esto
particularmente cuando lo implícito gestaba situaciones de obstáculo.
En ese mismo plano de cercanía, vecindad, debería instalarse habitualmente el lenguaje del
coordinador, como co-pensor, conjugando su comprensión del proceso con el lenguaje de los
integrantes del grupo. Fundamentalmente cuando la explicitación de dimensiones que no acceden a
la conciencia de esos integrantes, pero de las que son productores y sujetos, puedan ayudarlos a
apropiarse de ellas y resolver dificultades. Si no, saber de estos múltiples sentidos, y desde ese
supuesto saber, enunciarlos, carece de sentido.
En este pasaje de la comprensión del análisis de un proceso a la intervención, hay un punto de
urgencia. Quizá, porque para muchos se ha redefinido el concepto de operatividad y el sentido de la
tarea. Ideales hegemónicos tienden a oscurecer el carácter esencial del sujeto social como productor
de su vida material y de su universo simbólico. El irracionalismo creciente desvaloriza el hacer
y el pensamiento. A la vez el deterioro del tejido social, las vivencias de vulnerabilidad y
aislamiento tienden a poner en primer plano la problemática de las relaciones. Constatamos, desde
una comprensión más abarcativa, la creciente complejización de nuestro campo, la multiplicidad de
requerimientos que en él emergen.
Los cambios en el orden social, sus formas de expresión en las distintas instancias de nuestra
cotidianidad y su impacto en la subjetividad de quienes hoy nos articulamos y trabajamos en y con
los grupos, requieren repensar y recrear formas de intervención en los mismos. Formas que
otorguen sostén y continencia, en función del hacer, del pensar, del transformar.

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