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BAZÁN CAMPOS, D. - El Oficio Del Pedagogo (OCR) (Por Ganz1912)
BAZÁN CAMPOS, D. - El Oficio Del Pedagogo (OCR) (Por Ganz1912)
El oficio
del pedagog
Aportes para la construcción de
una práctica reflexiva en la escuela I
f
g a n z l9 1 2
A g r a d e c im ie n t o s
1SISN N D97K^5-5-Síl6-if)S-9
índice
i)
hlÓLÚGO„ .... 1i
P rimera parte
J,a p e d a g o g ía y s u s f u n d a m e n t o s ........- ....... .............- ......15
C apítulo I
Pedagogía y ttlitc a c l^ i
Domingo Bazári .........„ .............................................. ..................... T7
i¡
y CAPjíULOlí
Ciencia y (ictlngofiíiL Los cambios de la d en lilicklad
ptmingo B atán ......................................... ......... „....... ........ ..........29
C apí™ * ! 51
PtrtaEOj{[a( racionalidad y paradigm as
Domingo Bozán ................................................................................... ............... 4 ¡i
C apítulo LV
La pedagogía desde el ^¡iradlgltlu sncloerítieo
Domingo Bnzfin .......... - ................. -........- .......... .. 55
S egunda parte m
E l d is c u r s o p e d a g ó g ic o e n a c c ió n ................. ................... .65
C af Tíu l o i
Educación y posm odernldatl
Domingo líazán ........ ..... ...... ........... _.....i,.,,..,.......... ................................ íi 7
•V ‘
Capítulo 11
Dimensiones sociales y críticos ilc >fl troitsvci salídnü
educativa
Domingo liarán........-........ ..... , .................... ............... .............. ......... 75
Capitulo III
¿Invertir en educación o educar la inversión?
Domingo B arón.................................................................................... 8$
CAPÍTULOIV
Autonomía profesional y reflexión del docente
Domingo fiosón y Loreio Cionzála............................................. ...........93
Capítulo V
Palabra y educación
Domingo liazóny Cortos Uvada ...... ...................................„............ 119
CapIi u;.o VI
De la diversidad controlada n la diversidad sociocritica
Domingo Ho:ón yStrgio .Mancso'va____ ________ -____— ..........129
CapIi i 'LOVil
Da escuela aprobleninrfa: breve panoram a soclocrífico
de las (endones a (re)conoccr y resolver
Domingo fanón ------ --------___________ ____ ________ 149
TfcSCCRAPAWE
B t m u s T r a c k „ ..... ..................... .............................. ................, ió5
Uno
Consejos prácticos para profesores y
estudiantes nco-normallzndorcs
Domingo B atán-------..................................... ......... ............................... IÓ7
IX»
J as innovaciones en educación:
¿De quósc.trata? ...p ara oponerme
Domingo Baxány Viohla iurga\ ......................... ¡7J
1 ju:s
Innovación y «mancipación: una lectura
desde J. Ilabcrm as
Domingo Satán - PkMlUX .. 175
C uatro
Apreciaciones mctacognitlvas derivadas
de una visita al Musco Interactivo M irador
Domingo Batán ........ ., ......i....... ............. ................................. 179
C inco
¿En qué sentido se puede hablar hoy de una educación
p ara la emancipación?
l^OtfíingO Hiüán 1S /
Bibuóciwía 191
Prólogo
CapDuu> III
¿Invertir en educación o educar la inversión?
Domingo B alón.... .... ....______ _______ _____________ ___ ____ 85
CAPtrJioJV
Autonomía profesional y reflexión del docente
Domingo y ¡¿¡reto (Jonzófez ... ........ ............................. 93
CatIjulo V
Palabra y educación
Domingo Batány Carlos Livactc----------- — .— — ........ ___119
CaHt\ h.o VI
l)c la diversidad controlada a la diversidad sociocritica
Domingo Batán y Sergio Manosaitu.......... ................................ 17.9
CapItuloVII
La escuela aproblcmads: breve panoram a sociocritico
de Jas tensiones a (rc)conoccr y resolver
Domingo ftogán ....,........ ..... ...................... :................ ~~~~— M9
TfRCtnAPARIt
B o itu s T r a c k ...... ......................... ,........................ ................... 165
Uno
Consejos prácticos para profesores y
estudiantes neo-nortnalixadorcs
Domingo Batán— ------- -------------------- - - ----- ;-----------— 167
DOS
Las innovaciones en educación:
¿ D e q u is e trata? ...p u ta oponerm e
I^omtngii Na -l*i v 11.- ..mi 171
Thks
Innovación y emancipación: una lectura
desde J. Habermas
&QZ<1*) —................................ . km......... .. ................ - 1^5
Cuatro
Apreciaciones metacognitivas derivadas
de una visita al Musco Interactivo M irador
Domingo Bozán................... ............................... - ........ ..................... 179
CíKCO
¿Kn qué sentido se puede hablar hoy de vna educación
para la emancipación?
Domingo Dnián............................ _.................... .......................—- 187
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Prólogo
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Pñ'.MEftA PARTE
La pedagogía y
sus fundamentos
¿Qué es la pedagogía?
¿Es científica la pedagogía?
¿Cuál es el sentido de la educación?
¿Qué es la pedagogía crítica?
uArtiux I
Pedagogía y educación1
I?
í*ci currículum hn auge rido una renovación permanente y profunda
ele los fines, contenidos >metodologías a incoiporar en la formaejór de
profesores. Y, por otro Ir do, las múltiples demandas sociales de las últi
mas décadas ejercer. im.t presión considerable en tomo a cuáles deten
.icr las capacidades y ct rnctcrísíicas de los nuevos profesionales que
el sistema escolar raqui ;rc.
En los bcc'fios, la fos ir.aciór, de pedagogos he intentado modificar
reiteradamente su malla cumcular, sin embargo, nos parece que tales
cambios se lian dado sir abandonar ;m conjunto clásico de coordena
dos paradigmáticas3. M is claro aún, Jos cambios curnculatcs implc-
mentados no han hecho; nás que reforjar la naturaleza limitado c insa
tisfactoria que muchos rt conocen en la pedagogía tradicional. Por dio,
es necesario reflexionar sobre algunas cuestiones fundamentales que
radican cu lo que entendí mee por pedagogía, educación y, luego, sobre
li.s cor/ opciones paradigmáticas que están cu juego en el universo
ccnccpluai de !o que sig liftca ser pedagogo.
11. iihttaisiA» cktuifi *»•' referida al uso del método científico para
abordar, explicar • comprender la educación.i,
i , Cc¡:«J ."jo s.ígrrltb hace ia’- >per BtjünusaeadeisiKeii fkauictkkn, véase, por ejem
plo. i»' D.' Ic/ mos, A. (IWtt).
4. Bita doWj iiaiMa'.cis r. pwccw, una comíante i c la t'odoaogia, voiviéiufc,!/.
«•¿ncidiiicnt? üamü'Ciel rada y compleja, Cfí.N«iv:, M.I.. y U'.lt.i'hoff, H.
La pedagogía recurre a! aporte de varias ciencias de la educación
(psicología educacional, antropología educacional, etcétera), pero tam
bién cuenta cen disciplinas y saberes instrumentales propios (currí
culum o evaluación educacional, por ejemplo) (ManganicUo, 1977).
Per su parto, I?, educación se tíos presenta como un fenómeno com
plejo y muP.tdimensional relacionado cott la reproducción social. En
cuanto proceso social • como subsistema social— k» educación posee
varias funciones sociales conocidas: dotar de personalidad social a los
actores, transmitir saberes y conocimientos considerados cuín raímenle
legítimos, preparar para el mundo laboral, formar a los futuros lideres
y ciudadanos, entre otras (Gilberl, 1997). Lo educación existe princi
palmente en la escuela, institución social que ación como la responsa
ble mayor de la formación de los nuevos actores a I» la-go de su desarro
llo (léasejaixfe'o infantil. colegio, universidad. etcétera). Lo importante es
entender que Itny educación (aprendizaje) cr. todos los rincones de la
sociedad, no sólo en la esencia (Romans: Pctr.is y Trilla, 2000),
El curriculum es la disciplina de la pedagogía (pie se preocupa de)
problema de hacer posible :n práctica pedagógica a través de Kt selec
ción y opcracionalización de los saberes y conocimientos - tomados
de la cultura y de la ciencia—-que se va:»» transmitir a uavés del acto
educativo. En este sentido, el curriculum lleva implicada una d*•ter
minada concepción pedagógica, una declaración precisa ríe fines y
objetivos, una estrategia lbrr.utive pertinente y unos procedimientos
tecnológicos de planificación y evaluación.
La didáctica, por su parte, se concibe como una disciplina pedagó
gica que aboceta el [mocoso de enseñanza y aprendizaje en una perspec
tiva critica y técnica cotí el propósito de generar aprendizajes eficientes
y dicaces. Se trata de ana dimensión marcadamente instrumental de la
educación en ln íjuc convergen las complejidades de cada saber o cien
cia a e:isoííar (didácticas especiales) con los principios pedagógicos y
psicosoeialcs del problema de cómo y para que provocar aprendizajes.
b, Pedagogía y valores
2v
CCOM Os CFE
BIBLIOTECA
>«1in.lO(kKMt<CCN«K>UMTC
c. La naturaleza social *le la educación
d. Pedagogía y psicotogla*
77
en las premisas y leyes psicológicas referios al aprendizaje y al dcsa-
trolla humano; milita test que pueden usarse para medir diferencias
individuales de inteligencia, madurez o aptitudes, entre otras; adopta
criterios de diagnóstico, pronóstico, tratamiento y derivación de natu
raleza psicológica para abordar y clasificar las dificultades escolares:
La contribución es larga, sin duda, pero no está agotada. La Peda
gogía debe seguir aprovechado el material intelectual que la psicología
lia puesto a su disposición. Sin embargo, no puede ignorar la preocupa
ción por lu persona humana en cuanto sujeto rclacioru'il-o social, pues
de ello no ha dado cuenta el conjunto de la psicología. En la práctica, no
toda la psicología es necesariamente útil. Una interpretación restrictiva
de la faceta psicológica determina que la intervención pedagógica se
centro exclusivamente en las diferencias de los sujetos y que so con
sidere a éste como única fílente de los problemas, prescindiendo de
estudiar las restantes variables que influyen en el proceso educativo'.
Lo anterior nos obliga a aceptar la necesidad de un planteamiento
multidisciplinar y holístico en c) análisis de los fenómenos educati
vos y » visualizar un desplazamiento desde las áreas temáticas clási
cas —aprendizaje, medidas de las diferencias, crecimiento y desarro
llo humano • hacia las teorías del aprendizaje centradas en el concepto
ile intencionalidad, que concurre » una afirmación personalista y, por
consecuencia, a una consideración de) aprendizaje como acto libre del
sujeto. J:n otras palabras, nos obliga a revalorar la concepción del cono
cimiento como construcción propia del sujeto humano*.
Como lo plantea R. Llórez (1994), el verdadero aprendizaje es una
construcción que logra modificar la estructura mental, que permite
alcanzar un mayor nivel de diversidad, complejidad e intcgi ación, lo
que niega im cuadro dcterminíslico y mocimicista de relaciones esti
mulo-respuesta como modo de elaboración básica del conocimiento.
Se trata de una perspectiva inlcneional-conscicntc-pcmonal que
pone en el tapete la necesidad de considerar los fines que promueven
la actividad del conocimiento ele) sujeto, listo r.o se puede entender
... CfearCoU scM.a que e s» ' icírado'1de la psicología sobre )n pedagogía yn (sene
SUcrista hacia J970, ata laxste la ausencia tk«i:l\x)U«. globales. aAsjx&sido un
carácter unidireccional nue no considera en el r«cos» de cnwflanwi y aprendi
zaje otras variables i»:ervinler,tos censo son tas social*. iwiáicas, oeenénsleas,
irdlUucloaalei y jwdagó&kíi*. Cfr. Coll, C. tía ! (1992).
8. ríwgoí ¿e una psico!r.;j¡;ación desmedida iicr.cn. ir.el.iso, implicancia* ¿í
orden po'.il’co. Viese, por ejemplo, n Várela. J (1992).
desde utta perspectiva puramente cognoscitivisU del set humano ya
que el conocimiento es patuletamente una construcción afectiva y
social. Vygotski afirma que ,!cl aprendizaje humano presupone una
naturaleza social especifica y un proceso mediante el cual el sujeto
accede a la vida intelectual de aquellos que lo rodean. Es la apropia
ción c interrailización do instrumentos y signos en un contexto de inter
acción” (Vygotski, 1979:106).
Por k) anterior, la pedagogía debiera ser una disciplina integrado™
del conocimiento del desarrollo humano; cntcísdido, como lo plantea
Vygocskt, como la síntesis producida por la confluencia de dos órdenes
genéticas diferentes: la maduración orgánica y la historia cultural,
dando énfasis a los “procesos”, entendidos éstos como un movimiento
complejo interior a! organismo, mediados entre ol estímulos externo
y la respuesta final (Flórez, 1994). Así, se espera, de acuerdo a lo plan
teado, optimizar la formación y el dominio psicológico del ]>edagogo,
haciendo j>osible una intervención pedagógica realmente ccnlradu en
potenciar la capacidad do aprender del sujeto*.
! I. Como p.tcde iiot&'M, de bk<5o KieWo >• ido. «is: Síugny, (i. y Doisc. W,
(JW).
‘2. Cfi.(iyurinüi.Ci (¡934).
I
Es esto una discusión que ha cobrado especial significación desde los
años ochenta y que se la denominado "movimiento <k>profesiocaliza-
ciónde ia docencia", lia sido ligado al tema de la calidad de ia educa
ción y se lo trata come una dimensión de política educacional (Pavcz,
J.,2003).
La pedagogía, en su praxis, suele toparse, a veces conflictivamente,
con otros toles profesionales que reaccionan corporativamente en con
tra de ella. La pedagogía, ai parecer, no ha construido todavía un dis
curso legitimado aceren de ella misma, y lo que se ha hecho no lia sido
compartido por todos tus practicantesn . Esto, porque se ha hablado
— en distintos niveles— de un perfil profesional sin haber discernido
adecuadamente la naturaleza del rol profesional.
No se trata de entender el término “profesional” como sinónimo
de ‘‘hacer bien el trabrj a”, pues ello es una visión restringida y de sen
tido común que poco contribuye con la discusión. La p.rofesíonalira-
ciónesun proceso que -úpeme dos dimensiones centrales: conocimien
tos y control; es decir, adquirir una bnsc de conocimientos propios y
acceso a los mecanismos de control democrático que aseguren ia par
ticipación más plena (i or sobre la elitizRcióu de la pedagogía).
Aunque el tema es r tás complejo, lo profesional se va cousftuyctulo
gradualmente en turno a las siguientes variables (Gynrmati, I9S4).
I J. Lo c*e hay. en tí^or, ton distintos IcíIjt.ví cr. la iunítp.«cKHi social de la realidad
<«olai. Según el chitan >Jorge Ojotío, “la pi&ctica educativa puede enterA-ua
coir o m proceso de ‘di -puiai' y de elaboración de sentidos". Cf?. Oíorio, J. y
RuU<\C (20U7-.SJ).
Se trata de que ta pedagogía —en «u canv.no de proísiotial ¡zacuto—
llegue a poseer una adecuada visibilidad y legitimidad social, y ello
supone un importante nivel de antodísecmsmientu de su rol, tarea que
vemos aún incipiente.
En suma, estamos pensando en un pedagogo que asttnta las tareas
que una definición profesional le plantea. Kstá pendiente la conspi
cua tarca de darle un sentido más profunda al quehacer pedagógico
—tanto en ia escuela como ai interior de la sociedad— y de hacer posi
ble una pedagogía ampliamente conectada con los desafío* sociales
y políticos de Otile. Y esc pedagogo debe ser un profesional que pro
mueva el verdadero desarrollo integral (lóase intelectual, volórico, afec
tivo y social de nuestros niños y jóvenes)
««**>
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CAPilUlO II
Ciencia y pedagogía.
Los caminos de la cicniifícidad'
DtRKlifitM(l976:133)
(.Introducción
l. Uimi versión oiígir.al <¡c osi<j texto Apareció ptiblioac» «cato liarán, ü. ( I99S).
I* presente versión es:á ampliado y se ha cortraó: er. la JVtíagcgifc.
más inmediatos. Constituyen dilemas que encierran opciones episte
mológicas básicas, opo* tetones dicotóiiticas que deben ser armoniza*
das si se busca c) crccír tiento de la pedagogía.
Tales dicotomías se enuncian a comir.uación. Kn primer lugar se
señala la opciór. o sitúe ción que aparece al caracterizar a la pcdaec-
gia tradicional (esto es, aquella que ha operado desde los orígenes <!e
esta profesión) y luego se presenta la opción hacia la cual se dirigen
los esfuerzos renovado) es:
t.Seute^M Cid .1 KxRia.ro tnitnúr !:i rirncu Lnplicj. pesk-ion» ¿¡venas es» w».
pcC’oat jxopÓNÍtoy ícct.áv de uoacte.'K->. postVKUsqjCAr.tí-Onizir.yqje <Jcb«i
sor«M:ip!ca»cn:aJ4S, pues, no hay t.u ineje» iyc Ja otra (pese a: primado ik O.
:r.v»t;g.*Kl4» c\pET:OWir.Ul y po^Wvisla). Artu:cd<-l.-.Oj*i)Hi>/.dcsu«n
Mecía ¿e conecto cplíloruológka—<x>¡i peda^í». o»p«eia<».cr4c— «Lutoqi»
ac¡vcnkb>l awüocclúgíea «a la ¡r.vbtigaeiCjt a ía exi«eacl® d; gi»n-
i!es iridietonta filosóíkas operantes en iiMshuccha» contcüipotAnca “.’adiwi-
ricatí Rtclotoágitaae ikntijacn el «oniexU) de lacorcepclrit (vxadifj.tá'Jva<lo
la ciencia en «| teiMitio kctaiano". véase De Ia Oh!en, A. (I9S5). pSg. XI.
adhesión a modas teóricas (pues, es sabido }ue en educación ahora
somos todos constraclivistas o discípulos d >Humberto Maturar.a),
Una teoría pedagógica fuerte es más que eso, es el elemento dinami-
zador y que hace posible la reflexión integrada y el autocucsíiona-
miemo pedagógico. De momento, tal contenido o teoría es algo que
está en construcción.
Mucho menos claro es la presencia de un campo propio de actúa*
cíón. una parcela de la realidad que sea propia oque, al matos, se defina
por un en foque inequívoco y consensuado. Lo que paroce claro es que
hay algo relacionado con la educación, el aprendizaje y la fonnaciór.
humana. Por mientras, podemos Itablar del hecho pedagógico (la Edu
cación, grosso modo) que existe en la realidad observable, Sa realidad
tic este mundo que vivimos (a lo largo y a lo arclto de la compleja natu
raleza humanu). Es menester, por lo tanto, Imcer esta clausura cognitiva
pues sin objeto de estudio no hay ciencia posible y es algo que debe set
pensado con urgencia,
En suma, se puede afumar que Ib pedagog a posee un nivel de cien*
tilíeidad primario, jnuipieme, casi un camino completo por recorrer.
Es claro que ¡n pedagogía debe ssr considerad; una ciencia en construc
ción que está, al igual que otras de las Cieñe i.is Sociales, cu el umf/rul
de .tu epi${emo¡ogk<tción (como k>diría Mic. id V'oucauh). Esto csjln
pedagogía recién está en aquel momento cu que surge como disci
plina, en el que un sistema más o menos individualizado y ^ut¿ftonv>(te
conocimientos se empieza a destacar sobre el saber quc,tó/odc.i por «I
establecimiento de ciatos reglas de verificación y rigopquc y permiten
autoconstituirsc en modela y patrón critica ck veracidad (rente a! resto
del saber*. No se trata, por cierto, de un cam >tb directd y simple, Sin5
33
embargo, si logre sopor. r dicho umbral de episicmoíogización entrará
cu un terreno cuya ferül dad no $ólo será reconocida por tos cpislemó-
logus sino q w además poseerá el rigor y la potencialidad para conver
tirse en una actividad hi mana autocotrcctiva y capaz de alcanzar ade
cuados niveles de autocjoslionamicitto.
Recapitulando, hoy 10 se cuenta con una pedagogía con status de
ciencia, ni siquiera fren e a una buena pedagogía positivista. Lo que
hay es tina pedagogía et n ganas de ciemifíuidad y con parciales éxi
tos. Hay más bien una c encía por construir, por inventar.
Hay, por otro lado, o xtáctilos serios y fuertemente incrustados en
la mente del pedagogo c<*nvíin, en donde el tema de la psicologi/ación
de la pedagogía alcanza, al parecer, un peso específico alarmante. P,sc
es justamente el punto q te se analizará a continuación.
á. Ce* itjptctoa 'm elercer.to hislór:<w qse ptneüen <k? ü«m’ la enorme fmcr.-
cta ce la Psicología en la Pe- ageg.'s <1asento «*.'i pa.-clcl.-neiwe claro. A«ac«lf de
Tczaroi nos ¿ice: *S: roatn tw.ttnto$ a loa ir.kko de kt introduce»» de- la pateo,
tosía and ámbito do la escui a y k><nutBMioc. I«$.vn;s a onrmcui» do «ate »lg)o.
14
»
Entina articulación asimétrica como la sugerida, la pedagogía apa
rece conto una actividad profesional preocupada por lo educativo pero
sustancialmente sesgad» en cuanto se relega a un segundo o tercer plano
la naturaleza histórica, social, cultural y política del hecho educativo
(y de sus instituciones). ]i! punto es relevante porque la pedagogía en
nuestro país, on su praxis, es básicamente un asunto pcdagógico-doccntc.
Bl pedagogo, que trabaja en la escuela o en forma particular, se mueve
en ti» plano educativo y ello exige la necesaria formación en materias
básicas de las Ciencias Sociales: antropología, sociología c historia,
principalmente. En otras palabras, es legítimo preguntarse: ¿.qué efectos
tiene una formación que deja ai maigcn algunas titeas de las Ciencias
Sociales, anclándose sólo cu una de ellas?
I lay algo más serio aúr.. No existe la certeza suficiente de haber rea
lizado la necesaria reflexión en tomo a los problemas epistemológicos
que la ligazón psicología-pedagogía encierra. Tampoco hay certeza
de haber comprendido los caminos que la psicología ha recorrido para
constituirse en ciencia ni respecto a la disputa de paradigmas que en ella
se han vivido, de modo de poder filtrar y mejorar adecuadamente su
aporte a la pedagogía y la educación.
En loque sigue se busca argumentar brevemente lo que se podría
denominen el Indo oscuro de la dependencia epistemológica que se da
entre pedagogía y psicología.
:2. Oír. t>. y l.avAtn, K. (I,«53). til ttxlo ns-ita un fcmnnlc a*tr¿ajcal tema
¿e ‘.a crcRlivktiJ ¿estabulo Ir* ^recláinciKe a peottovet la '.endaK¡&*tev|WKcU>-
Rízame" «n diveisai nuicrta Hel ímb'io c¿i.c¿i.imat.
; ?.Sf s.guf di» «erun fupií a ], Hs x/ilUi en lo que dice relación cor.ioj ¡tvcrc«$ ce
conixinlentoc. índiteCasMn t, la.» radc-rul tésd:s que ealAti en d en li for
reAción de ¡’rul'esoicí. Cfr. IV, 7, i, (19W).
en una ciencia. El lema es crucial pero escapa largamente a las posi
bilidades de este trabajo
Con todo, vale la pena identificar algunas tensiones 0 dificultades
epistemológicas que caracterizar, a la psicología y que, de uno u otro
modo, implican algún impacto en una muy receptiva pedagogía. R)
tema es relevante en la medida que la pedagogía y la psicología per
manezcan ligadas y no sepamos el efecto que tal vínculo tenga en el
camino de ln cpistemologización ib la pedagogía
(
\
L
G*ftU4 II.
T . K v h x (1975:151)
I. Paradigm as
Anoralia
Psrao’.grra \ Paradigma 2 Paradigma 3
Y
f Cencía ' l crisis / Ciencia \ ciisís
[ Norma! i1 [ Normal )
Objetividad Subjetividad
40
i
c. D efinición de la ret •iidad'. Dependiendo de los objetivos que
persiga la ciencia, nos encontramos con una definición de
realidad diferente j ara cada una de las perspectivas que nna-
H7.arr.0 s. Tras la perspectiva etic subyace una concepción de
realidad independie ate, ubicada “alió afuera”, dividida y frag-
mentada y, por tant >, posible de estudiar a partir de variable*
cue son aislad** pata estos efectos. I'or su parte, Ja perspectiva
etnic nos coloca frente a mui realidad abierta y explicada desde
el sujeto; una reali< ad que se construye día a día, individual*
mente, pero en un t nntexto social. Esta construcción desde lo
individual pero con'- sxtv.alirada desde lo social se posibilita por
el hedió de ser seré:, constituidas desde el lenguaje y ia acción,
aspectos que nos pe imiten contar con la perspectiva del otro y
desde allí comprender los significados que damos a nuestro
actuar (Maestre All anso, 19Í0).
3. Paradigm as y racionalidad
4. No se tn b , por cierta, <k u:ia nonxnclii'.uia pica '.are.rtc le£¡‘.!in¿4*, iíav ie >'x.
materia de conirsversi*. Ofr. I ln k . M. (2030).
$. ttuz, J. y Oiría, D. MU adelante, er. c! jxuiliJo Vtl iti la Stfic-rfa f x te
do este IK»i\ sr dcra'fol'j con nri< pri'tVrüdid «ue tara.
i /
moral; operando según las reglas mínimas de la argumentación y la ;
convivencia democrática. V
Por ello, un marco interésame que permite problcittíitizfif y dotar
de sentido a la educación que se aborda en este texto lo constituye la ’
teoría de los intereses constitutivos del conocimiento propuestos por
¿Urgen Hftbcrmas*.
Recordemos que pata Itabcnuns, la xa?/y.\ y la ciencia so lian con- \
vertido en herramientas de dominación más que de emancipación. E«tc i
autor concita un Ibtttro en el que la razón y el conocimiento trabajen 'i
en pro de una sociedad mejor, en el cual la comunicación humana no
debería estar sujeta a la dominación del Hsludo y los ciudadanos racto- 1
nales deberían poder actuar en la sociedad de forma libre en el ámbito
político. Sostiene que toda doctrina debe someterse a la crítica. Es más,
la (unción de la "leona crítica” era analizar detalladamente los oríge
nes de las teorías en los pioccsos sociales, sin aceptarlas de inmediato
como hecian los positivistas, ya que ello seria noc|>tar implícitamente
procesos y condiciones de los que el hombre ha ¿c emanciparse.
Afii muba, por otro Jarlo, que las ciencias no están Ubres de valores, sino
que conllevan supuestas implícitos cuya condición de valor c.uá oculta
por su evidente obviedad, listos jv.-cíos de valor, como la conveniencia
<1« dominar la naturaleza mediante la tecnología, deben “desenmasca
rarse” y cxpone.sc n la critica (Kítzcr, 1993).
Siguiendo las ideas de este auter, s e )Hiede plantear que lo que está
a la base del aetua' Inxnano son intereses, coma orientaciones funda
mentales hacia la racionalidad. filio, en el sentido que la especio
humana posee en ínteres Jhndamental por preservar la vida, estando
dicho interés enraizado cu una vida organizada mediante el conoci
miento y la acción. Yendo más allá del licciio de <pic existe una rela
ción entre lu orientación fundamental de la especie humana hacia la
prescr/ación de la vida y el conocimiento, Hobennas afirma que la
forma en que opera esta ot icti'ación determina lo <juc se considere cono
cimiento. Con ello quiere decir que la racicnalidixl se manifiesta de
furnias diferentes en las grupos sociales, siendo l.i expresión de esa
52
racionalidad aquello que determina lo que lo ; mistaos distingan y valo
ren como conocimiento. Las uccionos educativas, de acuerdo a estos
planteamientos, pueden ser promovidas y .'emprendidas a través do
diversas racionalidades o, dicho de otra fo rra, a través de una raciona
lidad cuyas pretcnsiones de validez son muy diferentes (Ba/án, 2002).
Tlabcrmas distingue, como se sabe,tres intereses cognitivos bási
cos, en la perspectiva d,c que el eonocim ic.uoporslsolo no es sufi
ciente para preset vur y reproducir la especie. Esto implica, según este
autor, que saber y acción no pueden considerase autosuficientcs y des
ligados para la producción de conocimiento en especial si considere-
iv os que las prácticas pedagógicas son una construcción social, donde
conocimiento y acción intcrac'.úisn determinados par ur¡ iiucrds cogni-
ti .'o particular.
Resulta interesante analizar el conccptc de Ínteres en la perspec
tiva de este autor, en el sentido que no sugi ;re o no debe sugerir una
reducción naluralisln de determinaciones ló};:co-trascer.dcutaie.s. Más
bien se aludo a intereses como a determinad; s condiciones fundamen
tales de la reproducción y la uuloconstituci 6n posibles de la especie
humana, bajo las cuales los seres Imm&nos orientan su actuar. Ai refe-
vi do a ios intereses cognitivos se alude a cricntaciorvcs generales o
estrategias de conocimietuo que guíatt los distintos tipos de investi
gación, esto es, diversos modas de accrcars: a lu realidad pañi co:.o-
ccrla, comprenderla y transformarla.
Distingue el amor, como ya se ha sefli lado, un interés técnico
orientarlo al control, un interés práctico orientado a la comprensión y,
por último, un •ute.-és crítico o emancipador,.. prelir del cual Hnbennas
ha. realizado su contribución más relevante y original, siendo éste ci
propio de aquellas ciencias de orientación crítica (Ciivmly, 1991).
Si nos situuruos, en suma, en las diversr s concepciones de cono-
ci.niemo scftalad.is y las cruzamos con la n tturaleza social y episte
mológica de educación, podemos reconocer 1 1 existencia de, al menos,
ti es pedagogías distintas orieittadas por tros paradigmas distintos,
ampliando las seríes cxtítígoriaíes ya presentadas. Contamos, por con
siguiente, con una rica tipología analítica d >lo que es la educación,
incluyendo un conjunro de argumentos para /atorar y comprender las
aportes teóricos tic distintos autores prcoct paitas <te apenar teorías
educativas y pedagógicas7.
3, C!.\ l'ug, J. y "Iríl.a. J. Jucu ia'i precisar fcu étvdncicnes fortiul. ir.fotr.-.a;
y no r«nw:. estc;,iihc'.i>rc$du muy ¿dccjad» pora ccHtt)uei>dcr el i-ncnac poten
cial ds iMovnctúi', (cm ccftttrkJjj. malcríales y nvétodoi.ftsl <c .ih>er. el «;V:¿o
¿<•1ui?.n formmivo) c,t'c «Mitin la edicatión r.o toma', fieme a hpíopia escueta.
V¿*e tMafoSn Pc.vtlia. M* V. ¡1956).
4, AMMüNto.’f c«juttk-.isosia! 0<h: tc:v;n¿küfiKíi¡raetuerosI*lxlt*:*:t6nS«ia:
s? acrecí, ¿vlns ir<to en el escenario neoliberal do Amírira latina, li crisis del
L<:ado rto.cficto;. Se t:¿u de un ctstsdo cea menea .'ocursos leíalo; y mondes
pora Inleivcn'.i psíiitvAivcaieea el dcwnolto di les ftid>toe, Umnciiki social oue
Quedaexpuesto?. Uis "marKU k-.visiKc ii;-l incrc&.V'. Cfr. M al C.. J. 0999).
5, Un breve yOKMkunitu.Jor ¡tuto íot*e cjt,i mirad* ccav.LnitxU puede balbucen
Kom, Sí . (1’W ). t 'i '¡>abr¿(uioi Socio: en ¡a Acción C om oniiann. I.usr.ee/
l-.uinaV.Ui. BaenovAi;»*.
á. Ill presente marcodexfeica;4 oo pretende dcscMisfiar «toa svneccí, sincm-
bai^o, x tigiK -r.vy de cerca los Imca.T.tcatos conceptuales exjsueMM en Riera.
i.OVw;
Al ínMrior de la pedagogía (y de U pedagogía social) —y siguiendo
los distintos paradigmas conocidos— habría un í orientación más tcc~
nocr&ticft, una nut$ hermenéutica y otra m is emancipadora \ Las dis
tinciones «ttre estas tres miradas son complejas y profundas, pero pue
den ilustrarse con este argumento: si se promueve la Instalación del
profesional de la educación en le realidad extra aula y cxtra-cscucla,
¿lo h.iró regido por la idea de mantener el statu q 10 o por !a convicción
transformadora y derr.ocraiizadorti que hu most -ado la pedagogía so
cial ce corte crítico-social?*
i So trata, eutonces, de reconocer la existencia potencial de una
pedagogía más transformadora* Esto supone, a! parecer, un sello for-
motivo del profesional muy distinto: básicamente jwtador de la condi
ción de "serenidad" que propino I leideggcr, es d xir, la actitud de pon
derar los pro y los contra de cadu acción hunana, articulando la
tradición y el cambio, lo instrumental y lo valoneo. Sobra 'odo, tal sello
fortnativo debe apuntar a formar personas dispt estas a trabajar por el
cambio profundo, esto es, el cambio referido a la modificación de) sen
tido que se atribuye a las cosas. Supone formar j-edagogos preparados
para disertar y evaluar intervenciones de carácter innovador que de
modo intencional modifiquen una reulidad soci íl, acción que es ges
tada desde el diálogo y la participación {y no i-hiio In intromisión de
un oxjxjiio en un grupo social carente de salare ¡ especializados).
Lo anterior implica aspirar también a un pedagogo más eficiente
desde un punto vísta sccial. Sale de su aislamicuo. se inserta en otras
realidades y contribuye con los desafíos qucotiox grupos sociales (y
la sociedad en su conjunto) se han planteado. Se hace más profesional
en la medida que logra una identidad definida y juc posee un discurso
sobre la realidad social (la escuela, como sábeme s, poco dice ¿¡ubre esa
realidad). Bu el espacio cxiracscucla, el persigo 50 debe decir y liaccr,
hacer y decir. Y lo que se dice y se hace en los hogares ce menores, en
los centros hospitalarios, en las fabricas o en lo; proyectos cotmmita-
rios 0$ como nuestra sociedad se moderniza y se democratiza de
muriera liglit.
7. Su siguí aquí Lu¿mi k ¡or.es que pupane J. Habetma: en lomo a los l.'V.crc.tCi de
c<mo;lu:te:uo. Cfr. MeCftr:ty,Th.(l998).
$1. «Se «conde aquí, en sorra, ur.n dieras eptacmel Ó£::r en lomo ijud cr.k'i:<l«r per
" mervercióa scck>o¿.Kai:va". desde k idea de ‘ leen ikigfc. saeiar'ltasi» la ktcn
de*‘|wdei!g.isoc^üuíúa". Cfi.SicíC,, I, (1993).
57
?or eso es que una peda jogla cxire-cscucla (y extra-aula) repré
senla el ocaso de una pedsgo jía *.ight en cuanto el protagonista se con
vierte en un ir.cclccua! trair fermmivo que conjuga el lenguaje <le la
crítica con el de la j'/csibilid; d. Como afirma lb n ry Giroux. “ios ir.te-
Icdun’.os en cuestión tienen que pronunciarse contra algunas injusti
cias ecnnómic.vs políticas \ sociales, tanto dentro como fuera de las
cxc.ieh'. Pam bam ente, ha \ de esforzarse por crear Ins condiciones
que proporcionen a los csh diantes la oportunidad de convertirse en
ciudadanos con el conocimiento y ei valor adecuados para luchar con
ci fin de que la desesperan*/1 resulte poco convincente y !a esperanza
a.go práctico. Por difícil qv.» pueda parecer esta tarca o los educadores
sociales, c« rata lucha en Vi que merece lape na comprometerse. Com
portarse de otro modo equivaldría a negar a los educadores sociales
la oportunidad de asunii: d papel de intelectuales transformativos”
(Oirív.ix, 1099: 17S>.
Con üiro.iv, estamos p óxinios a dibujar claramente el contenido
tic la pedagogía critica (o saciocríüctt). Enefecto, SC sabe que la pe
dagogía crítica (o las pedí gogias vríticas) representa un cuerpo de
satures muy diverso y cor rplcto cuyo propósito central viene darlo
por la necesidad do cotr.pr-mder y transformar la realidad socioesco-
l-u a partir de categorías c 'll’co-snciules*. Esta mirada representa un
enfoque paradigmático que aglutina un conjunto heterogéneo c impor
tante de pensadores y cictv islas sociales de la talla ele J.H.ibcrmuR, R
1‘Vcire. M. Apple y H.A. (¡imnx, entre otros.
En cuanto concepción epistemológica, el enfoque ofltico-socia1.
se v.lxca mAs alió do a mil ida hcimer,duden y en abierta oposición al
, positivismo de la ciencia i .toderna, siendo prnlxibícnicnic sus rasgo;-
■ ;n>s deíír.ilorios tos siguiuiles'4:
9. t-r. ritvj •, l.i ¡.Km do "crll* o**cclar en* (amida de les «portea nconarxims
r<evo»i««;^s Ce ti forje 1; (k focr-kluit. Se es erítko-scviai (o $61» critico}, si
•jfutivaie: ir.uiMto conca toarla* ■i.-ix.anas íicpjr&das orenovAdJí. escccir.
que arrancando de I* filos >fl» de (.arlos Mane hsis sido pucsiss en revisión yo
actualización.
IC. Estos targoi twrcsr^tóc a la partiedar visión <k kw autores de*. presente u¡..
fcfjtc ’.\r . esto Kr.t.dí. lab»1 jcziAfiaí Jgerica si blcr. icfttmn las i-dciwplantead: >
r/'ntoMua paca «Hall (fe i tsponsabilnbd pjrlalrcxocítyAÓe ¡oque aq*JÍse dice.
conocimiento (y el aprendizaje) «c produce por un iiuer¿$ téc
nico {rasgo instnimer.ial), por ur. interés práctico (tic aplicar en
el mundo los conceptos y valores universales) o por un interés
emancípalo:¡o (de liberar las conciencias de la gente y de pro
curar los acuerdos). Con todo, la práctica y la teoría sor. das
dimensiones <lc una misma realidad, una no existe st:i lu otra
(Crandy, 1991).
2. La conciencia es el lugar de construcción de la realidad: No
es Itt conciencia doscoiHcxhializudn de los hermenéuticas, sino
una conciencia histórica que se constituye como tai según la
estructura social existente y según unas relaciones humaras que
viven el conflicto como parte inherente tic la realidad social y
escolar (Muructa, 1990).
3. í.n conciencia dehe emanciparse: Dcco que pam algunas per
sonas !a conciencia se construye sesgada, dctcrior,:ria, domi
nada, es necesario propiciar condiciones adecuadas para la libe
ración de la conciencia oprimida per reglas que pretenden ser
objetivas y legítimas, listas, reglas son impuestas por otros y
tratan de lícrjjetuar sus propios benéficos (Freiré, 19M).
4 ,1,n emancipación implica transformación y democratización
de las prácticas pedagógicas: 1.a emancipación se refiere al
desafio formativo de repensar nuestra propia realidad, dialo
gando sobre nuestros problemas (con argumentos racionales),
cuestionando nuestras propias comprensiones e instalando pro
cesos de cambio que vayan más allá de lo instrumental y lleguen
al orden etico y al orden de lo posiblc.'Pma la Mivr.da crítico-
social, los procesos de cambio aludidos son de n&uimlrca psirti-
cipntiva y consensuada y, por en<lc, son propios tío la democra
cia como estilo de vida y deotgar.izackmsocial.A laew ueU .dc
heclro, se le atribuye como función social la necesidad de ope
rar de modo democrático y democrati/ndor (Aymv.c, 1997).
5. Un lema central de las nuevas prácticas pedagógicas es (a
reftexividnri del docente: Si liemos de ponemos ele acuerdo,
si el diálogo es ineludible, si la piáttica va de la mano con la
teoría, es totalmente necesario un docente cnpaz de reflexionar
permanentemente sol'«re su propia realidad escolar y social (la
“mctacognición” de algunos n u tre s y la ‘'práctica reflexiva”
de otros). Tal docente es reflexivo en 1» medida er. que analiza
críiicumcnle las cosas, cuando discrepa de ios juicios expertos
y cuestiona las normas y reglas impuestas adntircinjr.cittc, cuando
so muestra creativo, propositivo y dispuesto a cambiar paríici-
pativamente lo que oculte en su aula, su escuela o su comunidad.
Reflexión, emancipación y irp.nsfonnacióu coufonnan una triada
' notablemente promisoria para el desarrollo presente y futuro de
. la profesión pedagógica;:.
60
El argumento central del presente trabajo ha sido develar Ih exis-
téstela de una pedagogía cíe naturaleza sociorrítica (ttr.a pedagogía tnás
social que escolar, por cierto). Dicha opción pone Es cosas en un osee»
nario de cambio profundo y emancipador al cual se lo se puede aspirar
desde una concepción de la pedagogía ñe corte olfe ametitc emancipa
dor. Si la pedagogía social opera preferentemente Jesde la educación
no formal a in formal, aspirando a dcsarrollhr ¡nlct venciones cftcicr.-
les y profundas en la realidad sociocdocntiva, ello sólo se puedo lograr
instalando innovaciones de carácter profundo y cualitativo.
En lo que sigue se propone una radiografía del potencial transfor
mada!' de la pedagogía sociocríticn:
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Segunda pato
El discurso pedagógico
en acción
¿Qué significa vivir en k t posmode-rnidad?
¿ Quéfundam entos sociales tiene la idea
de transversalidadeducalivi?
¿Qué im plicancias pedagógicas tiene invertir en educación?
¿ <?«eremos decir con autonomía profes !onal de! docente?
¿Qué lugar tiene ¡apalabra en la larva docente?
¿Qué significa diversidad.'
¿Cuáles son las p rin cip ies tensiones que vívela escueta?
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Educación y posmodernidad1
1>.»»: Rokija*'
69
un rechazo a los grandes meta relatos*,al positivismo científico y, por
supuesto, a la razón. El espíritu posmodemista. además, critica la posi
bilidad real ¿e planificación social y las ideologías emancipadoras de
ln humanidad; en suma, renbga de todo intento unificador y salví-
fico del planeta.
l,a modernidad, por su parte, constituye un proceso do seculari
zación, c) paso de un orden recibido (el mundo, creado por Dios) a un
orden producido (la sociedad, entrada por hombres y mujeres), por ello,
I» modernidad es la ruptura eco esa fundaiticnTación trascendente y la
reivindicación de la realidad &>cial como un orden determinado por el
Homo sapiens. En otras polabr is, en la modernidad se instala un huma
nismo secularizado que prese .nde de todas las referencias cristianas,
tratando a la religión como un objeto de la cultura y no como un prin
cipio explicativo o normativo de la realidad social (Bazán y Larraln,
1997). fin la modernidad, entonce*, la razón toma el espacio de lo
(agrado y su hace fundamento único en la vida humana individual y
social, absolutizando al hombre y su íhtiuid. De ahí que sean productos
de la modernidad el individua lismo, una actitud atui-tcisla (más que
no creer en Dios, es "ponerlo entre paréntesis’*), c'¡ hedonismo |>rofundo,
ln ideología <lcl "cicmismo’’. I: sobrevaloración de la razón ( d famoso
"pienso, luego existo", de De -carrcs).
Entonces, si para la moder >ídad c! inundo pre-modemo de la Edad
Media representaba una forma de vida teocéntriea y p rc-cicntífíca a
sujHrrar. le jKisnmdernidad atusa a la modernidad <le tecnocrática y
v ¡enlista, alejándose aún más d d baño liberador que promulgan las
religiones y ciurio uso del iné odo científico.
Pota d sentimiento posmo* kriústa, que no reemplazo al modernista
sitio que lo absorbe, la realidad se fragmenta debida a la falu de valo
res nlwoluos y hegemómeos ( x testo que se <hida de los sacerdotes, de
leu políticos, de los profesores, de los héroes, de los dioses, de la moral,
entre otros) (lyotard, 1937). Kcsulla asi que no es posible lograr ur.a
represcr.teuón única o unifica'!» del mundo, tampoco interesa, ftl rela
tivismo de la posmodemidad so jcfuci-za con la presencia actual y dolo
res?. de efectos no desearlos do la ciencia, de desequilibrios ecológicos,2
70
de lorlura y guerras. Ya decir, para el pensamiento posmodemo, la
propuesta modernista —orgulloso de su racionalidad, dcicnnimstno
y sentido de progreso histórico— ha generado un sujeto fragmentado y
descentrado en su ser íntimo, con fuertes dificultóles para unificar expe
riencias y dotar de sentido a la vida.
Iv0 que hay aquí es una sensación de crisis moral muy compleja, de
raíz epistemológica'. Recordemos que siempre ha habido a su e to s o
temas de la realidad culture) que resultan importantes para las perso
nas, en un contexto particular del desarrollo de los pueblos. Estos son
los valores sociales que toman cuerpo en pautas de comportamiento,
con sanciones y niveles de universalidad visibles: normas como no
matar, no fumar en clases, son ejemplos evidentes5. Si se (Midiese hacer
una resta (o diferencia) entre la norma y la acción, se |>odrJa establecer
un delta (distancia) que da una luz sobre el nivel de crisis moral de las
personas y los pueblos, En efecto, si el delta es muy alto podemos enten
der que hay crisis moral porque las personas y los pueblos son incon
gruentes, no hacen lo que está definido en )a noitna (que es, después de
todo, el valor social). Y si el delta es igual a cero significaría que esta
mos en un mundo de personas que viven la justicia y el bien común (este
seria el paraíso). Generalmente, la distancia entre la norma ideal y la
acción es grande porque la gente siempre comete fallas, siempre se porta
mal, siempre ha 1tábido gente <pic nvtta, roba, etcétera.
Sin embargo, lo qtic sucede en tiempos de posmodemidad es que
no podemos calcular el delta por la sencilla razón que estamos cu
desacuerdo con respecto a las normas, se ro s dcslegilimó la norma,
es decir, hoy día no sabemos lo <|uc es bueno o lo que es malo (Cortina,
1991). Se ha perdido la claridad sobre el significado de las normas y
dicha norma pasa a ser una definición que merece cuc.st¡or.amien!os,
Tx
siempre tiene dos caras: la perdida de la ihinón y, por lo mismo, una
resigoificación de la realidad. La dimeasió i constructiva del desea*
canto actual radica en el elogio de U heterogeneidad (Ucchner, 1989).
Se tratu, entonces, de mi posinodemidad que implica, por un lado,
un espíritu de loa tiempos que desnhucia unn teleología optimista a la
manera de la modernidad, en donde lo que queda no es más que crl*
sis; y. por otro iado, contiene )a posmoderr idad una huella de espe
r á i s , una sensibilidad llena de desafíos pn/a la especio humana.
Es en este contexto social y espiritual qtic se plantean diversos desa
fíos a la escuela y la educación. Uno de ellos se puede ilustrar con la si
guiente pregunta: ¿cómo hacernos cargo de! desafio dé vivir en una
escuela que opera con códigospremodernos, que atiende estudiantes
posmodentos y que obedece a políticas públicos modernizadoros ?
73
CapItuo H
I!. ClROUX*
!. Presentación
76
2. 'IV an sv crsalid ad y crisis d e p a ra d ig m a
5. Maiñsd* sentido que eq-iv»lc ti “psM ig») 4< ti m" tr. EchovtA'ü,
R.(IWJ).
6. Kr. cale cot.wüo, rcsuüa'J* aj.us cor.rptijtCsd U diiosióc, insut¿ci¿;i y legitima-
cü.i dcdixílusos vakWioos. Un c'enpto di esto es > »u<il<kc«r:;itn(
el .¿sal bolrearmo en An.érisa t.uiiix. Véase ai tot| rcio a llxrín, O vs oí (I9S3).
J 'i
c. tos espacios de intercambio operan en la simple interdepen
dencia funcional (connotación instrumental);
d. lo privado, involucra los valores y lo público, una coordina
ción funcional de toles.
£9
toda vez que no se acompasan de cambios en la íslruclurajorárquioa
y de participación de la escuela tradicional chilena.
El tercer formato escolar de conocimiento es el transversal. Aquí
se apoma a superar la desviiiculación de !a escuela con los problemas
sociales y. de modo especia), a modificar la pretendida neutralidad de
ía escuela a través de la enseñanza abierta c intencional de actitudes
y valores. F*ta es una crítica fuerte a dos supuestos de la ciencia moderna
positivista; existencia de oonr.as objetivas y desconexión de los pro
blemas prácticos de ía convivencia.
La novedad <1: la trtnsversalidad es develar y apoyar la intersub
jetividad, el orden práctico-moral de las relaciones humanas, la exis
tencia de una común realidad social hura-aula, extra- aula y cx u a-
cscucla. De fondo, el fonneto transversal pretende ser una versión
mejorada de los dos formatos precedentes, aunq.ie no supone ncccsa-
ñámente la exclusión de ellas. Sí supone reconocer uno contradicción:
la (rausvcrsn)idud aparece como rr.a critica a la escuela y la garantía
de su éxito como propuesta formativa radica hitam ente en cam biar
radicalmente dicha esencia M.
El optimismo cuc encierra la transversalúla J no puede llevamos
a ignorar que, en principio, las mismas condiciones de la escuela que
gcr.cmrnn su demanda hasta convertirla en política pública, hoy p er
manecen intactas. La escuela sigue con formato marcadamente discipli
nario, permanece inequitativa y cscMancntc partió pativn, no ha logrado,
en suma, modificar sustontív&menic les modos de relación pedagógica.
Si la transversalidad es algo así como un metan-dato, un ¿n fasis, una
gran declaración de principios, no podemos olvidar que; “L r falacia, sin
embargo, radica en creer que. porque cxpHeiir.tr os, des ocultamos, o,
lo que es más grave, neutralizamos sus efectos dinámicos sobro 1»>
enseñanza. Porque enseñemos co.tio contenido educativo transversal
la vida democrática, por ejemplo, no dejan de operar como cuirfculo
oculto ni el discurso explícito de la política educativa y &*_s im posi
ciones, ni la práctica cotidiana de los docentes y sus propia* actitudes
frente al problema” (Odien, 1995: 134).
MI
La escocia, de codos modos, r.o hace más que replicar la sociedad
que la acoge. Y esa mismr, socieda<l no ha sido capaz de conquistar y
amalgamar un sólido proyecto democrático de convivencia.
:i
t
I
1
*1
<
CapIiulo III
¿Invertir en educaciín o
educar la inversión?'
1
“ L a o o la b o n c-ió n so lo « 6 o s ib lo desde e l ra sp ó lo
y cu id a d o p o i c) m u id o p ro p io y e l d e l otro
( . , L a g Jo b a liza ció n n o existe c o m o c o la b o ra c ió n
cuando la e m o ció n fundam ental ce la lu c h a c o m p e titiv a ".
R$
M no se atraviesa por un proceso gradual, permanente y sistemático
de optimización de las condiciones de funcionamiento de las institu
ciones educativas, especialmente de aquellas cu© dependen directa-
nicme del Estado. Tampoct seria factible pensar cr. procesos más
amplios y ambicíase» como son el de ‘'modernización.” y el de “demo
cratización” de la escuela.
Sin embargo, no se tiene la certeza de estar frente a mía propuesta
de cambio que evidencie tod.i la complejidad que el problema encie
rra. Parece necesario reflexionar más a fondo en las aspectos menos
ciaros o definitivamente subyacentes ¿el complejo tema de la educa
ción. Es por eso también que es una necesidad el acoger cabalmente
el concepto de “diálogo pedagógico”, no sólo porque somos pedago
gos y porque valoramos la democracia, sitio porque es un espacio y
i:nn actitud que en la pedagogía—como reflexión del hecho educa
tivo— se ha descuidado de n .atiera preocupante.
En esta perspectiva, es necesario hacer algunos alcances previos con
respecto al tema de la inversión en educación. Más que coincidir en-la
precariedad de recursos existimes o en la dificultad do volver a tener
similares niveles de inversión a los de los tutos setenta, interesa expan
dir este tana, es decir, abordar algunas de las ¡nlcnogautcs que son pníc-
licamente inevitables atando se recuire a una mirada más global, quizás
más social, facilitando, en definitiva, un» mejor comprensión de tos
desafios implicados. Tres son las interrogantes que aparecen asociadas
n la inversión cr. educación y «juc se exponen a continuación.
X6
de técnica* o infraestructura nueva, que el asunto involucra una modi
ficación del pensamiento y de las actitudes de los profesores y eso
conduce al asunto de la formación de profesores.
En la experiencia doccr.ic, se percibe que en algunas escudas publi
cas la Ilegada del “nuevo material" (computadores, retroproyectores,
etcétera) significa más bien un problema: no se usan adecuadamente, se
guardan para "grandes eventos”, sesubutilizan o se los usa de “relleno”
dentro de las prácticas habituales. En ningún caso so potencia la ortopra-
xis pedagógica (una práctica que es conecta porque es pensada).
Es común, por otro luco, observar profesores que no son capaces
de formular n¡ valuar algún proyecto social —sea de investigación,
de innovación o simplemente un plan más de acuerdo a las técnicas
de administración—, lo que se traduce en un potencial desaprovecha
miento de los escasos recursos disponibles. Si algunos críticos actua
les han visto en el profesorado un rasgo eminentemente “tccoicista”,
es depir, desprofesionalizado, se puede sospechar que en muchos casos
ni siquiera el manejo de la técnica es convincente ni conveniente. Se
trata, )x>r supuesto, de un fenómeno no gcncmlizablc, aunque los ejem
plos sobran. Hay aquí una tarca pendiente.
No se puede pensar sólo en la necesidad <le una capacitación ojior-
tuna o paralela, sino er. la urgencia de re-profesionalizar el rol peda
gógico. Puesto que la inversión supone nueva tecnología y nuevos
saberes, es menester formar un profesional de la pedagogía que con
jugue, al menos, los siguientes dos aspectos:
Una inversión que pase por alto estos puntos, no es una inversión
asociada al desarrollo oi a) proceso de democratización del país. Y
su impacto quizás sea exitoso desde un punto de vista netamente eco
nómico, de crecimiento medido en algún» variable, pero seria muy
pobre desdo una mirada sociopcdagógica.
SS
naturaleza de la educación y dejarla a) dc$cub>wto las apetencias no
democráticas y de inequidad de algunos chiten»ra.
El problema, por lo tanto, se trastada a la fui dan-.cntsción que dan
aquellos actores que contestan afirmativamente a esta interrogante.
Aquí, la respuesta difiere si se trata do un pedagogo o si se trata de un
economista; y osto tiene cite ver con la lógica o la racionalidad con Ja
que so está abordando ol asunto.
La racionalidad económica es la que prima y es básicamente una
racionalidad instrumental, donde la noción do productividad y de efi-
ciencia es preponderante4. N o es casualidad que vivamos una cierta
hegemonía de lo económico paralelo con un desencantamiento del
mundo o una modernidad en crisis, que distintos estudiosos hablen de
"evangelizar la economía”, de “economía a caerla humana” o, senci
llamente. de “darle un aire de solidaridad al mcrcudo”’.
Hay aquí une visión de las cosas cuacterizada cpistcmolóí?ico:ncutc,
por un paradigma positivista, cuantitativo o individualista, que deja do
lado otras categorías de análisis. Se está tratando de fundamentar que,
por ejemplo, no poique se Iw demostrarlo estadísticamente que no hay
diferencias de rendimiento entre grupos escolares de .10,40 o más alum
nos, podemos concluir que el tamaño de las curses es un tactor menor o
secundario en la explicación de los problemas encolares. Algunos pen
sadora ya han sugerido que una míra<ia cuilitntii a daría cuenta de otros
i'cnómcuos octillos como es la nutoridad docente, sus motivaciones o
todo lo que se ignora del aula y su dinámica más intersubjeliva**.
El punto más grave es que la educación dependa de tas deman
das que el sistema económico le hace, y no al reves. 1.a capacidad crítica
y profesional del pedagogo —como yn se ha sugerido — lo pone en des
ventan frente a! discurso cconomkásta. lx> tacen ir u la zaga, puesto que
>x>maneja el lenguaje económica y se lia formado a i una lógica valóríca.
Esta interrogante nos pone frente al conflictivo tema del rol riel
listado (con su escasez de remisos) y al de la articulación entre éste
y el mercado*1. Se discute apeu ior.adi jmmtc en Ciencias Políticas sobre9
92
Q n trxs W
Autonomía profesional y
reflexión del doccr.te1
“ L a n u e va p e d a g o g ía o o nació
ilc Jas lo m in u n e s co n v u lsio n e s ilc v n in te le c to de gabinete.
sino de los movimientos vivos de los Iwmbru.
de tas tradiciones y reacciones de una creatividad cea!,
de las nueva» formas de amistan y disciplina”.
A. M akarkmco1
01
;iígn a ser la sociedad, más ¿ersenas se sumarían al "carro de la vic-
*ori.V\ accediendo a los beneficios de una creciente cscolarización y a
la obtención de una profesión (preferentemente en universidades y
centros de educación superior).
Sin embargo, hoy se acepta que haya profesiones que, como un
colectivo, no sor. tan profesio tes como otras, generándose una demanda
social de profesionaliración que implica proceso; complejos y situa
dos de legitimación social as ociados a las distintas tensiones epistemo
lógicas, políticas y pedagógicas que la imitación modemidod-posroo-
demidad nos ha venido planteando3.
Ti» este contexto, especial Tiente en el marco de la educación pública,
diversos diagnósticos social -*sy pedagógicos han dado cuenta de una
formación y desempeño profesional de los profesores y educadores
que los ubica, lamentablemente, en el grupo de tas profesiones menos
profesionales (Messína, 2000). Esto es, como semi-profcsioncR o, dicho
con más optimismo, en proceso (foraado) de profesionaliración*. En
la reforma educacional chilena se ha hablado exactamente do profesto-
nalizecióu docente*.
<V.
Algunos estudios recientes dar. cuenta, lamentablemente, de ur.rt
uuea pendiente en esta materia, )>ese a los importante» esfuerzos desple
gados en la última década*.
Con todo, si queremos comprender la raí/, de la demanda de pro-
fesioualización, es necesario situarnos en la perspectiva de lu moder
nidad como paradigma de base, escenario a partir del cual se define y
legitima el trabajo y las profesiones modernas. Fm efecto, en el mundo
moderno el ejercicio de una actividad laboral n oficio supone niveles
altos de especialjzación y preparación. Matamos hablando de una socie
dad moderna, altamente dinámica y compleja, caracterizada por la divi
sión del trabajo y lu diferenciación de toles y funciones, distante de un
mundo premodcrr.o donde le. familia era central y donde todos hadan
de lodo. Hoy d(« no todos podemos hacer de lodo, no se puede ser pro
fesor, medico y abogado, a ta vez. De hecho, nos prejjaramos y capaci
tamos en instituciones reconocidas formalmente de modo de quedar
habilitados para incorporamos cu un ámbito laboral definido por la
división social del trabajo y por la exigencia de contar con papelean
documentos que avalen dicha espccialización.
Tener una profesión, por lo tanto, implica ocupar tui determinado
lugar en la sociedad, implica jxisecr un status que depende de loque la
sociedad valora. Asi, {jodemos sef.alar que uttn profesión constituye la
manera moderna de ejercer una actividad legitimada, legitimidad que
es Mipruindividual, prc-cxislcive y simbólica, es decir, icsponde al con
junto de valoraciones y creencias que definen lo importante al interior
de la modernidad: racionalidad, experticia, universalidad, objetividad
científica, emancipación, control del enromo, prestigio social, etcétera.
Tnl como la Reforma Educacional Chilena declara, el desafio de
profesióní.'.iznción docente es uno do los mayores temas a abordar para
lograr una transformación social y educacional profunda7; estoca así,
pues, el profesorado se encuentra ubicado en alguna parle intermedia
ó. Algunos díagn&t'.eos, kíc'.uío, han cmisrulo -jn gim (Irsifrtímo en Chile eme lai
listitueianes fwiraiioms de ¡-cdajjogo». Cfr. OCOl: (2004).
7. En los recleniei prccew» de refoiir.* educacional sí ha «JltciW» n.i co:i:i,iilo
¡i^jvornirKe de aeciur.ei oi-ltxtad.is |n>resta Mea de piofttlona'.lzaeldn, desiacandc.
titee puos, a) tos ¡xogiamcj do perfeecioRunienio ÍJitdzmci.m del pnjfcvjradc,
b) las becas y [war.tfns a: cxlwjeio, c) el {tre^anu di foicdecimit.no ele la for
mación inicia'.dótente (ene-, cmoc‘.i',lcr.o. t!Ilwr.aáo: FMD)>• il)l.icomtr.we.kw,
lie eiiándarei de desorr.j-eftn doccr4e en el nu-oo de I.»'raen* erj-eflan»., Par» nex
mirada mis gtohat, ve?.«e; Rive.-o,,\ (2000).
it<
del largo y sinuoso camino de construcción de 1?. profesión docente, >
en níngC:n caso goza de plena legitimidad en cuanto profesional.
rio este contexto, el profesional no es quien simplemente ejerce
una actividad, porque eso es más bien cumplir o desarrollar un oficio
o actividad cualquiera. Y ser profesional no es sólo ser eficiente porque,
como lientos insinuado, también es eficiente quien vende plantas, per*
fumes o alfombras. De este modo, no es autoir.áúcamcnte profesional
el profesor que Ilusa el libro «le clases cuaudo hay que completarlo o
el profesor que llega responsablemente a la hora, que tiene cero fal-
tf.s en su hoja de vida o que suele vestir de corbata y chaqueta. No hay
aquí necesariamente un profesional que es tal debido a la legítima con
gruencia que muestra con los valeres más conspicuos de la moderni
dad (Imbcmón, 1996).
Si queremos opcracionalizor de mejor modo lu que significa ser
profesional podemos recurrir a los siguiente» parámetros de protesto*
utilización (o rasgos básicos de la constitución de un profesional)*:
96
respectivos acciones laborales, en el ejercicio de su rol profe*
sioiutl. Pasa lo misino en orquiteciur i> psicología, pedagogía:
las profesiones tienen o deben tener un código de ótica cono
cido, vigente y respetado.
4 9S
lingüístico —cargado de significados, símbolos y signos de carácter
social— el que permite una dialéctica entre representaciones y acción
práctica. Abordar la práctica pedagógica en una dimensión reflexiva
implica necesariamente asumir el hecho educativo ir. toda su com
plejidad, esto es, su dinamismo, su singularidad, su naturaleza con-
lextualizada y donde necesariamente se conjugan elementos valón
eos e instrumentales.
De esto modo, si volvemos a la consideración de que la profesión»-
lizaeión docente se constituye sobre la base do ciertas características
valoradas en la modernidad, la primera de ellas alude a la capacidad de
los docentes para ir construyendo su propia reflexión epistemológica
sobre el hecho educativo, es decir, su capacidad para consta;ir su pro
pio saber pedngógico. Hila, insistimos, sin desconocer que la educación
es un fenómeno complejo y multidimcnsional que convoca a distintos
profesionales y que, en este sentido, no es un hecho acabado sino en
pcimanentc elaboración (Ducoing, 198$*).
Se ha ido comprendiendo, además, a jxartir de una mirada problc-
matizadom de orden socio-crítica, que la práctica pedagógica es un esce
nario donde se reconocen las complejas mtcrrolactonesy contradiccio
nes entro los sujetos educativos, la institución, los procesos de formación
y la sociedad (Bazán, 1996). Reconocer la práctica reflexiva como un
fenómeno de construcción social relacionado con aspectos óticos y día*
lógicos del sujeto, en un contexto social particular, implica ir descu
briendo gradualmente ciertos supuestos teóricos qtte subyacen en esta
imerrelación y prob'.emati/ar las postulas existentes sobre el quehacer
formativo y profesional do los educadores, a la luz de concepciones
emancipadoras del saber prcngógicor .
En este sentido, para alcanzar c s x desalió de profesinnalizac.ón se
tema neccstirío revisar las diversos formas cuc han prevalecido en tema
a la formación docente y la práctica profesional, llegando n visualizar
la racionalidad que subyaee a sus planteamientos* en el entendido q;tc
son óseas las que informan y conforman diferentes maneras de visuali
zar y concretar en la formación un doccnlc con cnn.ctcrív.icas determi
nadas de profesión»jzacxjn.
De ahí que sea necesario plantear que, en lo referente a la forma
ción, desempeño y desarrollo profesional de los profesionales de la12
C9
I
educación, lia prevalecido una preocupación en tomo a la profesiona-
libación docente que lia invisihilizado la pregunta por la racionalidad
subyacente en este proceso, suponiendo que el interés cognitivo para
demandar profesioiialización es una constante y no una variable com
pleja para entender qué estamos comprendiendo por profesionaliza-
cién cuando queremos mejorar 1» función social y educativa de los
profesores.
lista omisión no es menor dzdoquc, si se define la profesión ali/a-
ción cotr.o racionalidad t¿ática, como cicntificidad explicativa o como
un mero dominio de un saber disciplinario experto, la reflexión y la
autonomía del docente cuedait relegadas a un segundo plano y la pro
pia profcsionalizacióu del pedagogo se convierte en frustración o en
simulacro do desarrollo profesional. De paso, se distrae la atención en
lomo ai diserto de políticas públicas que doten de mayor reflcxivjdad
y autonomía ni profesorado, problema que posee dimensiones tanto
políticas como epistemológicas y pedagógicas.
Por ello, In pregunta por la profcsioitalizoctón docente debe ser
leída ahora como la pregante por la naturaleza y sentido de la auto
nomía profesional, siendo éste un concepto complejo, atravesado tam
bién por la disputa entre las rucionalidudes instrumental y valórica,
con vistos a promover una autonomía profesional que hoce rcfcrcnciu
a un sujeto critico (reflexivo) y crcmivo, capaz de transformar su ino
pia realidad sociocscolar.
Realizar este análisis resulta ;nás adorador si se siguen fas ideas
de .l-rgcn llabermnx0 . Según esta mirada, la racionalidad se mani
fiesta de formas diferentes un los grupo* sociales, siendo la expresión
<k ésta aquello que determina lo que los grupos sociales distingan
como conocimiento. Por esto, las acciuncs educativa* pueden ser (wo-
movidas y comprendidas a paitir de diversas racionalidades, liste autor
distingue tres intereses cogdtivos b ásica, enfatizando que el cono
cimiento por sf solo no es suficiente para preservar y reproducir la
especie; un interés técnico «neniado al control, un interés práctico
orientado a la comprensión y por último, un interés emancipador, a
100
partir de) cual Habermus realiza su contribución más relevante y ori
ginal, siendo éste el propio de aquellas ciencias de orientación critica
(González, 2002).
En este derrotero, mirado desde la concepción de conocimiento
que se tiene y on función do) peso de la rae tonalidad axiológica, es
posible distinguir:
108
compromisos momios que guian su actúa-y, luego, desde slií, el desafío
de formar sujetos críticos, reflexivos, cor altas capacidades creativas que
a la base tienen la ¡dea de transformación, tanto personal como social.
D e allí la idea de recurrir a la teoría de los intereses com fituth'os
del conocimiento propuesta jx>r Jtlrgen Haberroas, asumiendo que lo
que está a la base del actuar humano son intereses, como orícntacioues
fundamentales hacia la racionalidad. Ello, en el sentido que la especie
humana posee un interés fundamental por preservar la vida, estando
dicho interés enraizado en una vida organizada mediante el conocí*
miento y la acción. Habermas, como ya hemos señalado, distingue tres
intereses cognilivos básicos, en la perspectiva de que el conocimiento
por si solo no es suficiente para preservar y reproducir la csjxjcíc15. Esto
implica, según este autor, que saber y aceito no pueden considerarse
autosufícicnlcs y desligados |»ura la producción de conocimiento, en
especial si consideramos que las prácticas pedagógicas son una cons
trucción social, donde conocimiento y acción internetóan determinados
por un interés cognilivo particular.
Al referirlo a los intereses cognilivos se alude a orientaciones gene
rales o estrategias de conocimiento que guian los distintos tipos de
investigación, esto es. diversos modos de acercarse a la realidad para
conocerla, comprenderla y transformarla. Si nos situamos cu las diver
sas concesiones de conocimiento podemos señalar que la auconotnía
profesional docente ha sido determinada a su vez por diversos mode
los de fonnación que han derivado de sus formas diferentes ele enten
derla. En este sentido, se puede distinguir tres orientaciones que serán
descritas en lo que sigue.
15. Cfr. Grundy, Sh. ( W l) . Cen todo, l«« aipcclcs ceñíosle» de la toe-ría» del eeooci-
miento esltn desarrollados en <u lib io “ Conecta lento c k tcid s" d«íd« describe
k>j interese;, que ¡mbyeccn a todo lip » tecon och'.lem . CiV. Kabemvns, ¿(1962).
ir.>
Los f,rocosos do formación —y la noción de autonomía profesio
nal, en la dimensión que aquí quieren ser abordados— requieren ser
analizados, revisando las principales tendencias que han sido defen
didas y fundamentadas, tanto epistemológica, teórica como pedagó
gicamente, a lo largo de la historia. Cada una de estas tendencias, como
yn se scftaló, supone diversas formas do entender la formación docente
y de eonceptualizor la autonomía de los profesores.
Desde esta perspectiva, se puede plantear que la práctica profe
sional que ha propiciado tnidicionalmeutc la fomuición de profesores
ha sido concebida desde una racionalidad cuyas pretensiones de vali
dez han estado orientadas por un interés técnico o instrumental, basado
en la necesidad de sobrevivencia, control y reproducción, tanto de la
especie misma como de ciertos valores considerados relevantes para
la sociedad.
lista racionalidad ha implicado la configuración de una formación
docente que ha hecho del oficio de enseñar algo dependiente, que ha
repararlo la concepción de la educación (tarca de ir.iclcctuales que ela
boran el conocimiento pedagógico) de su ejecución (labor asignada a
loa educadores como aplicadorcs do ese conocimiento). Todo ello con
la consiguiente fragmentación, reducciónistr.o y tccniííeaoión de las
tarcas1*.
Cohejentónente con lo anterior, ei papel dei docente se lia visto redu
cido al de un ejecutor de programas a i tos que no ha tenido ninguna par
ticipación. Su compcteucin profesional se restringe de esta m anan al
dominio técnico de tutos métodos para alcanzar unos resultarlos previs
tos, implicando ella una jerarquía entre conocimiento y práctica.
1-a práctica —como aquella dimensión esencia*, de) conocimiento
profesional— l»a latid o una consideración de segundo orden, que
dando la autonomía del pedagogo reducida a un atributo o cualidad
persona) dependiente de directrices técnicas, que fajadas <lcsdc afuera,
imposibilitan toda propuesta creativa y transformadora ame las situa
ciones emergentes, particulares y contcxtutdizadas que caracterizan
toda prúsica educativa.14*
)0-l
n&e modelo de autonomía profesional ha oslado marcado por su
carácter cficientisui, don<lc el compromiso m oni no tiene espacio para
los docentes, en tanto los valores no aparecen cemo problema pues son
universales c indiscutibles.
La consideración de la práctica pedagógica profesional como la
aplicación de ciertos procedimientos y técnica: para conseguir deter
minados irnos deja, de esta forma, reducida la autonomía del profe
sor n una acción sobre los objetos para obtcnci de ellos unos resulta
dos deseados. Hay aquí utt concepto de auton unía ligado a status o
atributo, donde para nada se visualiza para el educador la posibilidad
de orientar su acción según unos valores que dcr. sentido a su labor y le
permitan respuestas creativas frente a situaciones de ioccrtidumbre
propias de toda práctica educativa.
Un proceso de formación innovador, üe acuerdo u estos plantea*
míenlos, requiere dar pasos importantes en fruición de deja: atrás una-
racionalidad que ha restado la posibilidad de otorgar a los pedagogus
espacios de participación, reflexión, creatividad c innovación en su
quehacer pedagógico'*,
IOS
interpretados por las personas propician o no la elaboración de juicios
respecto a cómo actuar de manera racional y moral.
Se traía, por lanío, de un a miar inxrsubjctivo, aspecto que nos sitúa
ci: el ámbito de la interacción, que desde una mciocaÜdad comunicativa
nos conecta con el diálogo, la deliberación, la reflexión y el consenso,
aspectos que no han tenido espacio en la perspectiva técnica c instrumen
tal ene ha impertido en la formación y que. por tamo, se busca alcanzar.
I I logro de lo anterior supone focalizar nuestra mirada en la utili
zación de un lipo de lenguaje que r.o se reduzca a ‘.os limites impues
tos por la manipulación tóente i. Se hace necesario, entonces, compren
der a los seres humanos capaces de lenguaje y acción en constante
interpretación recíproca y en función del entendimiento mutuo en las
situaciones prácticas de la vida.
t a consideración actual da que la práctica educativa y pedagógica
posee por naturaleza características que tienen que ver con lo impre
visto, lo emergente, con la incenidutr.brc y cí conflicto, nos revela la
necesidad de ti ansitar en los procesos <le formación hacia acciones que
estén orientadas por un ínteres con pretensiones prácticas, en el sen
tido de favorecer y propiciar dextrem s actitudes y capacidades que
está:: estrechamente ligadas con la reflexión, el diálogo y los juicios
autónomos en un contexto social particular.
El encuentro con la base rcítexiv» del queltaccr pedagógico —desde
la formación inicial- ■*permite la recuperación de aquellas competen
cias que desde una racionalidad instrumental quedaban subordinadas
al conocimiento científico, o excluidas de su análisis y consideración.
Una formación que se orienta por un interés práctico supone un
profesional reflexivo11, que investiga en el contexto de su práctica11.
L i práctica educativa, desde esta perspectiva, se constituye en un 1*9
1S. 1.a pmpeciiva út\ inoftslenal reflexivo túmido l\i«rienwnhi desarrollada y ¿efe»-
cwlj, e«r.u 10 sabe, por Pwftld SehUn, quien titila de nrgotnenur la fwnt;i en que
> 1 pmlésionMe» se enfrentan 1. aquello» situaciones que 110 quedan resueltas »
partirde lasdlspwxíiMWJ tdcnku. Del nim io modo es válido reconocer que c«e
cr-ftq'K1l*t sido B’.uemJo desde ¡m>sHh&s crilleas que lo han ¿cftrklo cono «nú>i-
£uo, retkKckn'.m y estrecho en c) sentido de promover una ¡nvplkaeián indivi-
d j?l de les prot'wwrutlcs en pr¿eticas reflexivas desconociendo el componedle
institucional de toda práctka educativa.
19. Ls idea tíd profesional que ir.vs ócutTolUrfupor I.. Sienhcuse, se origina a
pstilr de la critica qoc el autor h.«c al modelo de cb]*t¡vw en el curricu'um, en ei
sentido q jc la capacidad dejóle! >profesión*'. del pedagogo se ve reducida al igual
q .e s'.is r.iplraclenc* educativas Cfr. Stenhotise, L. ( 1993>.
106
proceso abierto a la reflexión sobre cuáles dclxm ser los fines y su sig
nificado concreto en situaciones que son complejas y conflictivas,
dotando con ello de un especial valor n) conocimiento en su dimensión
práctica. De esta manera, la reflexión viene a ser el modo de conexión
entre el conocimiento y la acción en contextos particulares,
La autonomía del profesorado es concebida en esta perspectiva
como una responsabilidad moral propia, que intenta armonizar la inde
pendencia de juicio con la responsabilidad y el compromiso frente a la
sociedad. Bn otras palabras, se promueve el conocimiento pero también
la acción correcta.
Estas ideas permiten plantear que la práctica reflexiva, asi como va
quedando delineada, difícilmente puede vcr.ir decidida por alguna ins
tancia ajena a los profesores implicados en la situación. Sin embargo,
la idea de autonomía implícita en estas afirmaciones ha sido entendida
como aquel espacio profesional en el que nadie se debe ivjuiscuir, impli
cando con ello una concepción rígida y estática de la profesión y por
tanto de la autonomía profesional. Ello porque, pese a que las valora
ciones en este modelo adquieren mayor peso, sólo son (ales a partir de
In conciencia de cada persona.
Esta concepción rígida y estática de la profesión —y por tanto de
la autonomía profesional—, orientada desde una racionalidad prác
tica en los procesos de formación, he quedado determinada por el des
conocimiento del componente ideológico institucional, presente y pro
pio de toda práctica educativa. Dicho en otros términos, no se ha
propiciado una actitud de distaiKÍr.mÍcnto crítico y reflexivo en tomo
a ciertas necesidades, interese* y valores sociales consensuados que
surgen de determinados contextos históricos que resultan enajenan
tes para la conciencia humana (Coniferas, 1997).
107
por tanto una autonomía profesional concebida desde otra perspec
tiva. Aquí es donde cobran especia) sentido las ideas propuestas por
Habermas en relación a un interés socio-critico o emancipador.
F.) camino adoptado por « te autor posibilita una comprensión más
profunda de la reflexión en tomo a los intereses y representa la baso
de su teoría social crítica quo, como se planteó previamente, consti
tuye el aporte original y relevan» que él nos ha entregado. lis desde
aq.ij que el autor plantea que sólo a partir de la autorreflexión es posi
ble la com&ión entre conocimiento c interés; y también desde estos
planteamientos es que Habermas propone como una salida su teoría
de la acción comunicativa.
La idea central referida a un interés emancipador se hace n partir del
reconocimiento que so trata de aquel interés fundamental que se expresa
cotito aquella “independencia de todo lo que está afuera del individuo"19,
encontrándose allí la iden de “autonomía con responsabilidad".
Es preciso reconocer que en esta perspectiva la autonomía-eman
cipación, aunque en último término sen individual, se concrciH n jxir-
lirdcla naturaleza interactiva de la sociedad humana, basada ésta en la
posibilidad de relaciones humanas enraizadas en una comunicación
libre de distorsiones.
Planteado de otro modo, la autonomía profesional —en la perspec
tiva quo se asume-—obedece a un ixxxeso colectivo, de consliucción social
permanente, que si bien está orientada por principios y valores individua
les, sólo es posible en un contexto do relaciones (fie implica una coustmc-
ción colectiva y consensuada de atpicllos valores sociales acordados.
Una acción comunicativa libre de distorsiones exige aceptar lu jdu-
ralidad, la diversidad y la tolerancia como única forma de acercarse a
taia comprensión ccrnjxutida. En esta mirada, resulta imposible enten
der los vulores y las pretensiones educativos como '‘algo" eosificad» y
unificado, siendo necesario concebirlos como búsquedas permanentes
y parciales o incompletas.
De acuerdo a las ideas expuestas, se puede señalar que la construc-
ción de la autonomía profesional docente tiene que ver con el desplie
gue circular de ciertos principios tales como el compromiso social, la
obligación inora! y la competencia profesional, los cuales se van en
trelazando, llegando a constituir una identidad profesional. Una autono
mía construida en un proceso colectivo que supone la configuración20
IOS
discursiva de una voluntad común, dirigida a la transformación do
cieitas condiciones institucionales y sociales referidas a la enseñanza.
Siguiendo a José Contrerns Domingo (1937), 2a autonomía profe
sional docente, desde una concepción dinámica, quedaría resumida
por seis momentos quo implican:
21. líate capítulo recoce, |*r un lado, el apone de Domingo B.izdn c:> el grupo ¿e
$t/r,inano do Cw<vw/ÍO titl PfManñenio tío U Un.vüjkkré Ccntl*: (20DL2CC2);
y, por pire pone, los ¿nuciros inve»ri¿ai¡ves de Lcrccc- C¡cn? £ « 2 y Dcciiiiigo Du/Sn
en el terna ce', jw.iMiníer.'.o crítico y !a «wto.iMíúa pj»>f«':or.¿l docente si interior
de Ja Usencia do fíüixasián de U LVr.crsM&il AejUuriiade Mjinar.lsnw CristiMic.
22. Reía pieucupociár. ve Jtixteniacn laconsídeiv.már. ícl eludíante <ie pe<UfcC£U
como ur. futuro profesión»; docer.tc. capaz ¿ t deter tunar el enfogue y aIím kcj
'rio
Básicamente, este anhelo foimativo se refiere a coro|>etencÍas,
situaciones y procedimientos del pensamiento cuc debieran expresar
tos estudiantes de pedagogía •/ los profesionales en servicio, de modo
de ir generando procesos de comprensión profundos sobre los temas
que ie son propios a !a profesión y a la práctica pedagógica. Los estu
dios empíricos y las propuestas pedagógicas que propician esta demanda
han dado cuenta» en el mateo le la dcsprofcsionali?ación del docente,
de un proceso histórico de “•iKir.ízación de) intelecto” ocasionado
tanto por una cultura escolar conformista y autoritaria, como por una
cierta dcsíntelcctualización y crolefcmzación de los actores que se in
corporan al profesorado.
En este sentido, la falta de reflexividad es un problema sustantivo
y complejo. La reflexividad t desarrollar implica, por parte del estu
diante, la posibilidad de obse -var c interpretar la experiencia socicc-
dueativa en función de totalidades mayores, de contextos complejos
y diversos, rebasando su sin; ularidad y proyectándolos problemáti-
.--itiente hacia el pasado, el futuro y en (odas las direcciones del pre
sente. En esta reflexividad, se suscitan procesos en los cuales es pre
ciso formular juicios de m arera fundada, razonar coherentemente,
pensar críticamente, elaborar argumentos consistentes y, por supuesto,
razonar y actuar con creativioad.
Se ha planteado qnc el pcmamicbto reflexivo —o la reflexividad-—
se caracteriza por poseer buena parle de las siguientes habilidades5
11}
términos generales, se ha planteado que la labor docente ss puede defi
nir a partir del aporte t la construcción ce sociedad que hace el peda
gogo til cumplir las funciones sociales de la educación.
Dicha tarea implica ur. rol profesional no restringido en cuanto so
concibe y aborda la educación come el proceso reproductivo social
—Canto adapiutivo como generativo— que hace posible la acción
social dotada <1= sentido y legitimidad (este sentido tiene que ver
incluso con la pregunta ótica sobre !a conducta humana). Para ubicar
la profesión docente en este escenario, es necesario exigir y contar
con un pedagogo capaz de cuestionar la realidad que lo rodea, asi como
los propios procesos de pensamiento y reflexión que debe llevar a
cabo pare sortear con ifxito estas demandas de profcsionalización y
de vigilancia epistemológica.
De acuerdo a lo anterior, el tema del pensamiento reflexivo (del)
docente es un tema clave para el desarrollo de la profesión y el cum
plimiento de sus funciones sociales. Bn principio, este pensamiento
parece adecuado abordarlo desde algunas do sus dimensiones psico
lógicas, referidas, cu primer lugar, al conocimiento del propio cono
cimiento de) docente y, luego, de) control ejecutivo que es capaz de
desarrollar el sujeto sobre su propio conocimiento (estrategias de con
trol ejecutivo).
lista aspiración de lograr un funcionamiento intelectual autorre-
guhvdo es lo que hoy en tila se dcr.oinúvr mctacognición. Si bien la
mctacogmción no agota la complejidad temática del desarrollo riel
pensamiento, representa una dimensión altamente apetecida de este,
por lo que $n.s avalares como objeto de estudio representan usualmcme
al conjunto de la problemática del pensamiento.
Sabemos que todo ocio mciacognUívo es una reflexión y puede
ser entendido de dos modos:
J 12
y plástico par» enfrentar la complejidad y plurisignitícación de la
práctica pedagógica.
Sin embargo, debemos previamente ser caxtces de'discriminar
qué profundidad de refiexividad es esa, qué tipo de autorregulación
de) pensamiento es requerida y factible para la escuela chilena, res
guardando claramente la condición de sujeto metacognjtivo para quie
nes realmente lo sean. Podemos responder, en principio, diciendo:
"mientras más motacognitivo, mejor". Pero esla lógica incrementa]
no ha sido del lodo exitosa en otros ámbitos de Ir vida humana, sobre
todo cuando —a partir de la epistemología, la mayor mctacognición
conocida- -liemos ida descubriendo que no hablamos todos de tomismo
aunque usemos los mismos significantes.
u?
e! pensamiento del docente í egím la racionalidad que defute a la meta*
cognición. Ese pnrcc'c ser el lugar y la relevancia, con la que debemos
dotar ul desarrollo del pens.dnUaUo refloxivo en la formación inicial
docente: otorgándole un sello distintivo y pedagógico en el cual el
componente comunicaciow.l, crítico y dialógico sea parte sustantiva
de una actitud formativs suíicicn'.etr.emc instrumental y visiblemente
orientada por valores. linio tees, ¿qué niveles de refexividad pode
mos encontrar?25
IK
En términos de ios intereses del conocimiento propuestos
por ilab e rmas. este nivel de rcflexividad equivale ai interés
técnico.
115
La idea de cambio está asociada a la lógica valórica, por
lo que innovar equivale n experienciar en la práctica pedagó
gica, de uno u olro modo, aquello que la teoría o la ¿tica ya
anticipó como dcseublc. Hn este sentido, todavía en estas com
prensiones, de moderada vigilancia epistemológica, no inte
resa negociar valores o transformar las estructuras sociales que
definen la acción educativa.
Un terminas d« los intereses del conocimiento propuestos
por Habennas, este nivel de reílcxividad equivale al interés
práctico.
117
9
l U l U U u n i v u m i l U i m i i 1 1
.'í-
i
Cartujo V
Palabra y educación1
lió
por la respuesta primaria y estandarizada a tos estímulos, por el con
tacto elemental no claboratlo ni articulado, el género humano hace a su
entonto el apone de la variedad, del siempre tierno renovóme de U vida
a través de expresiones singulares, de la puesui en acción y In fructi
ficación de talentos misteriosamente disüSInridos, del ir haciéndose caca
uno en interneción con los semejantes, Bs en este derrotero de diferen
ciación y especificación <iue se va construyendo la persona humana. De
este modo, por su dignidad espiritual, por su inteligencia, por su liber
tad, el ser humano no está condenado a la rutina sino invitado a la con
quista <lc un proyecto personal.
Persona, bien lo sabemos, denota algo diferente de individuo. No
consiste meramente en ser un ejemplar difcwnciahte de otros dentro de
una misma especie, sino en establecer complicidades, en la posibilidad
siempre misteriosa de crear intenelaciones, vínculos, lazos, solidari
dades, que no son posteriores o complementarias a la propia construc
ción individual, sino elementos constitutivos del hacerse, inherentes
al crecimiento y a la realización de cada cual, en d intercambio d= la en
trega y de lu recepción. Por ello se sostiene que somos seres sociales,
que no ¡legamos a ser sin o al margen de los demás, sino junto con ellos,
en alta medida por ellos (Sr.lman y L ívrcíc, ! 99-1).
Palabra y educación, por ser atributos estrictamente humanos, son
también, pues, cualidades sociales, y ello parece encerrar muchas di-
mensiones entrelazadas que las convoctm a servir » la humanización y
a la personalización <lc sus tínicos protagonistas.
I-a educación, como so sabe, puede ser entendida como un proceso
de contunicnción. Kstríctamer.tc hablando, nadie es educado }>or otro
—ya que cada cual es sujeto libre c intencionado de su propia forma
ción- , pero tampoco nadie se educa solo. ha educación es 00 proceso
rdackcial, eso es, tina taren esencialmente de carácter inta personal. ha
educación es un diálogo, un encuentro de dos logas, dos razones, un
cuctientro de dos personas abiertas y sensibles a la presencia del otro’.
Un diálogo tiene muchas formas posibles y las modalidades de co
municación entre los seres humanos son también plurales, diversas.
2 lüii rl ptj.K» ¿c .'a cdccaclóit moral boy i ©sesdeac «pe el diálogo mpKicma j ^o
¿ J los :v;;;on-$ fond&incr.lo» de la tnotti, no sót© corto concepción de to que es
bjccut o joak. sinoír. cuanto definición de los meóos de Intervenir en el sujeto y
la cotk.i ú M puii<l«»wJ1af wia persona con <i¡«cerrilv.inttc mota:. Véase Pclf.
J.M .yM snín.X.(lfc>8).
:zo
$¡r. duda, pero uo puede obviarse que este encuentro de logos se hace
con y en )n palabra, esc don exclusivamente humano, nuestro; a ella
ha do competer un papel de particular import meia en el procoso de
hacerse en y con otros, Sin desechar, pues, ota s vías factibles de for
mación y de comunicación, está vigente la idea Je considerar la impor
tancia de la palabra en la latea formativa,
ha educación, deben aprender los estudiantes de pedagogía, es
una actividad del orden de la cultura, mediata: ella se hace el sujeto
participe activo de una comunidad. Los educadores debemos reco
nocer que la educación no comienza en la escuela, que no es cierto
que el nifto llegue a nuestras manos como una t \bufo rasa o en blanco
sobre )a cual no hay nada escrito. Ese pequeño y esa pequeña de pocos
años son ya portadores - •-aunque de modo iix ipier.tc y parcial— do
un patrimonio particular de normas y valoraciones en cuya corriente
se ha insertado desde el instante mismo de nacer (aún antes de nacer,
dirán otros). Y en esa inserción, en esc proceso creciente y significa
tivo de socialización, tiene mucho que ver la pt labro, que no por sim
ple casualidad está sistematizada en lenguas o diomas diversos, pro
pios de cada comunidad, de la cual refleja un n o d o de pensar, de ver
el mundo, de sentir, de valorar.
Desde el rezo aprendido del labio materno, pasando por las cari
cias de la abuela y las brumas de los amigos y I ennanos, el nuevo ser
humano, que se empina en Ij existencia, empi-za a compartir la his
toria de un pueblo, su cultura, sus temores y i legrías. No es exage
ración afirmar que ci educando que recibimos i rae, por lo menos gsr-
minalmcntc, toda una cosmología y toda un» uxioíogía, que pueden
o no coincidir con las nuestras, pero que r.o oes es dudo desconocer.
Su hogar y su medio, paia hicn o para mal, se mfiejan en él (ViJUlón,
19!>6).
Con ese sujeto portador potencial de culturi entraremos en el diá
logo educativo formalizado, lis allí donde se juega la taica fonnativa,
en el largo proceso corpóreo y lingüístico de los años de escolaridad,
traduciendo e inventando un mundo para los cd icandos, coqueteando
con Ia3 rimas y los textos ce la literatura clásica, provocando asom
bro con una hipótesis científica, nombrando el universo mayor o los
universos locales posibles de recordar c imag ttar. Se trata de com
prender. qué duda cabe, que la relación pedagógica es esencialmente
uu acto conversacional, un encuentro en la pa! abra. No una palabra
entendida corno el medio para expresar el pensamiento, sino más bien
191
Iíi palabra entendida como el pensamiento mismo, la palabra como el
gran proceso humur-o do construcción de realidad’.
Si ta! es la relevancia d ; la palabra, seria-interesante —acaso
wgciue— plantearse si siempre nuestro quehacer formaiivo se arraiga
efectivamente en c'. diálogo. Al diálogo se le opone el silencio, la dis
tancia y la intolerancia, tres opresiones vitales de la falta de democra
cia de ios pueblos.
l*n efecto, entre educador y educando corresponde que se esta-
I'Iczca una estrecha cwr.uticaúón, que <lc [X>r si es necesariamente una
intercomunicación, en que los papeles de emisor y de receptor se com
binan. se alientan, operan como mediadores, se alimentan reciproca
mente. Y allí, por cierto, de i uevo la pujanza de la palabra. Con ella
transmitimos. dccomtraitv.es v reconstruimos el saber. Con ella, acaso,
ik >s constituimos en anunciadores y mediadores d d pensamiento eman
'.22
es su ingrediente constitutivo c inseparable. Por lo mismo, el divorcio
entre la palabra y el pensamiento, bajo premisas de neutralidad y «uto*
ridad, es la muerte de ambos. Por ello surgen las preguntas: ¿respeta
mos a nticstros educandos su derecho a preguntar?, ¿los convocamos
a extraer las consecuencias de lo que proponemos?, ¿es, en nuestro
proceso educativo, la palabra un verdadero modo‘‘instrjmcnt»> de inter
comunicación?
Solemos lamentarnos de la pobreza de vocabulario de nuestros
educandos, sin embargo, ignoramos que su precariedad es correlativa
a la falta de ejercicio de la facultad do pensar, que tal vez no siempre
promovemos suficientemente. El que no tiene claridad y precisión
para decir, normalmente no tiene claridad y precisión en lo que no
decir. Además, al no decir se refuerza lo que la sociedad no quiere que
se diga (ni se piense), de modo que la falta de palabra es también pre
sencia de opresión. Por k» tanto, hay aqu( una twrmosa y fundamenta)
tarca fomtativa pma todos los educadores (no sólo para los profesores
do lenguaje).
lili el contexto de una educación personalizada—hacia la cual nos
permitimos dar por supuesto que muchos queremos encaminamos—
esta dialogicidad, ciertamente, no puede reducirse a la Intercomunica'
ción veibul entre el educador y esc interlocutor colectivo que es el creso.
i la de tender a hacerse más original y especifica, binaria, con el tú de
cada educando. ¿Estamos disponibles para ello, invitamos a acercátsc-
U05, nos acercamos nosotros, ponemos b s condiciones para hacer Huir
la conversación?
Se lüibrá advertido que estamos pensando, sobre todo, en la jxila-
bst dinxta, en la palabra oral, sin desmerecer del valor que (Hiedan tener
las pr.bhra* escritas: el texto, los apuntes, la bibliografía, el informe que
se redacta. Pero son mediaciones que no alcanzan la calidez del diálogo
vivo, cara a cara. Ixw grandes maestros son los de la palabra directa.
¿Que escribió Sócrates? Su palabra, empero, sigue vigente.
Con frecuencia nuestros maestros experimentan mayor necesidad
de la palabra que los ayude a ser que de JÁpalabra que tos ayude a
saber. I.os profesores, con el paso del tiempo, tienen la experiencia de
encontrarse con un ex alumno, más crecido y serio con los altos, que
suele demostrar benevolencia a nuestras caitas y olvidos pero que agra
dece los conocimientos entregados, que agradece —eso fue lo que asi
milaron, porque eso era loque requerían— las iluminaciones pru a con
vertirse en mejores pcrsor.as, y esas nominaciones les llegaron por las
17
I
m
como “jreraonas de jwlabra", que es uno de losn tayoics reconocimien
tos y elogios que de la integridad del ser huma x> se puede formular.
Los educadores Iracemas, a diario, mometue a momento, uso ce la
palabra. Podrá estar en insólita vigencia la tituben, hallarse de moda
otras tecnologías, ser insu&iiiuibleel poder del gcí-to o de la mirada, pero
nuestra gran lierratnicnta sigue siendo la palnbtt. El ed.tcador sin voz,
difícilmente puede proseguir educando. La ntayitr frecuencia de .enfer
medades profesionales en el educador, como « hemos, continúa aso
ciada a los órganos por los cuales se emite la palabra. Pero no se nece
sita explicar que hay un plano m is piofuitdo y ir. & trascendente en que
se da la salud o la enfermedad de nuestra palabra como educadores: en
c. plano en que se miden cJ servicio al hombre, a su pensamiento y a
su iluminación, a los valeres coherentes que puele extraer de ella para
el¡sellar su propia ruta de ser y de hacer.
Si algún sentido pueden tener esos planteamientos, ellos estarán
dados por la convocatoria a dignificar y a potenciar la palabra cotnn
herramienta de una educación humanizado:» y personalizarla. Una
palabra que sea sangre del espíritu, oonra quería Unamuno: sangre que
dé vida, que transmita vida. Una pa’abm que se cuide, que se cultive,
que proponga con madurez, con convicción, con fuerza animadora, quo
sea atractiva.
Una palabra que no distancie, que no separe, sino, a la inversa, que
comunique, que suscite, que provoque, que uní nc el crecimiento del
otro. Mí palabra mucre si no se hace semilla c» aquel a quien va diri
gida. Una palabra que se haga fecunda no tanto (» r su autoridad o por
su brillo, cuanto por la respuesta activa que despiole, por la dialo^i-
cidad que genero, por la mcracognicióu que gatillo en el o :io \
l. na palubra que contribuya a que la cultura -.o sea tanto una cate
goría de) saber sino mía categoría del ser. Una palabra que sea vida y
luz, afirmando que nuestra palubra cuando sea recibida, a quien ella
llegue, le haga sentirse acogido, transformado, enviado.
La palabra debiera acr la gitralca* del oficio del docente y la concien
cia de nuestras personales limitaciones, que s,c resuelve en ¡a esperanza.
La esperanza de que nos anime quién tras llamó s ponemos te mejor de
nosotros por eorrcsporalcrlc. La esperanza yn> la autosmisfacción
i-><
lograda. Pero ella nos abre o] camino hacia la plenitud que por nos
otros mismos no podríamos generar er. nosotros ni en otros.
Teniendo présenle iodo lo señalado anteriormente, hay qu© admi
tir que habrá ur. momento en que se acabará tísicamente nuestra capa
cidad de emitir la palabra. Por eso, si nuestra palabra ha sido portadora
y animadora de vida, ella pet vivirá en nuestros educandos. De alguna
manera compartiremos asi la misión ds! verbo encamado, que al hacerse
hombre r.os elevó misteriosamente a creadores, a pequeños dioses; quo
reflejan en su hablar y su hacer, las expresiones de vida que algunos
habrán de continuar y recordar.
lis por la palabrería que nuestra educación puede caer en el ver
balismo, que enrexen de sustancia y en ocasiones de principios,
dejando de lado la real acción de educur. Al parecer, este hedió se ha
venida repitiendo y en muchas ocasiones continúa ocurriendo. Por
esto, se debe pensar la palabra como una fuente vitaliznilora del pro
ceso educativo, del sor humano y del sujeto. Nuestra palabra de edu
cadores del>c ser la consecuencia de nuestras acciones, loa lincamien
tos trazados sobre la base d i los valores esenciales del ser humano,
valores que se manifestarán cu la retina y mente de nuestros futuros
ciudadanos, hoy educandos, que tendrán la responsabilidad de culti
var todas nuestras excusiones y pensamientos, y desde su realidad
ponerlas al servicio de otros.
Así, la palabra debe tender a que las personas se hagan responsa
bles de su emisión, como de todo lo que cstn acción implique. La rela
ción de acción y fonética teñ irla que ser una sola cosa y una sola ¡den,
que no se prestara pata interpretaciones equívocas y que, además, no
indujera a velaciones parciales en la acción de educar. La palabra y la
educación debieran tener el sentido de sociedad común, de escuela
democrática, para que ia |» r kipación y conocimiento de ellas no sea
excluyeme, r.i tampoco doler nutación de acceso desigual a las diferen
tes acciones que se presentan en tos diferentes aspectos y campos de
nuestra sociedad*.
De esto modo, ia palabra y ia educación debiéramos transmitirla
y recreada como la opción más equitativa a la que todo educando
9. U»« «ifticís q-jc'aa j'jfrtóo i* « ¡cuela, <«r.oc$p¿dú educativo crni&nw, son pAc-
ticamente innummbles. Can tofo, en les tiUirr.w 20 altos «stwciítioa» chuceen
haberse acenUido y corcent'ido en tomo a su falla de democracia y equidad.
Cfr.Hm4n,T.<l9lt).
UÓ
puede acceder, para que a través de este conocimiento y partw*oa-
ción, al motílenlo de compartirla, podemos pensar y a la vez creer,
que su sola incorporación nos permitirAsuponer una idea de ciuda
dano más integro y social, un sujeto verdaderamente ético. No deja
de ser cierto, finalmente, que "el verdadero contenido de ia educa
ción es la educación moral” (Saniuc, 2000:143>. Agregamos: (Palabra
de educador!...
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•1
CvftuioVi
De la diversidad contrdada a
la diversidad sociocritica'
P. P ititm c (1 9 6 8 :3 0 )
1. Presentación
132
Xístos cuatro componentes estructurales de los sistemas escolares
podemos caracterizarlos a su vez por lo que Uadicíor.almentc y por
sepatado se ha estudiado iransdisciplinnrismer.tc:
m
lo«!n la enseñanza para <lar respuestas a las diferencias individuales de
aprendizaje de los y las estudiantes que muestran las carencias <lc sis-
temas escolares que no resp mden a la diversidad de manifestáronos
de los seres humanos.
Cuando se nos muestra que las adaptaciones curriculares respon
den a las necesidades educa* ¡vas especiales de los estudiantes (que el
mismo sistema ¿enera): se enmascara la verdadera intención de con
servación de los sistemasescolares como reguladores de la división'
social de) trabajo, puesto qus se mantienen modelos de intervención
centrados en el individuo y con ello, se desfoc&Uza la atención de
modelos de intervención que transformen las instituciones, es decir, el
sistema educacional total que opera dentro de una racionalidad instru
mental, tecnológica, de corttol y sometimiento. Esto que sostenemos
no es tan visible cuando se cot strirte el concepto de respuesta a Ja “diver
sidad normalizada” de estudiantes ya presentes en las instituciones
i alares, sino cuando se inu-nta incluir estudiantes que el mismo sis-
tciru: a excluido Cn razón d< sus diferencias lejanas de lo aceptado
iradicionalmente; es decir, aquellos que han sido ''etiquetados'' como
‘los wictmalca'1, "los excepc únales”, “los diferentes", “los discapnci-
lados”. Más visible aun co n ; quellos y en aquellos que hemos conno
tado con el adjetivo de "dcfic entes mentales”, que son los que mayor
mente provocan una tensión >ios sistemas escolares (Boggino y de la
Vega. 2007).
Como se lia expresado c» variados textos, las adaptaciones enrrí*
eulares se las Iki agrupado en adaptaciones de los objetivos, de los con-
*suidos, de !a metodología, ¿s la evaluación y de I» tcmporalización.
«anservando, con ello, una rtctonaltdad de tipo ¡nslrumcolal-iccno-
'•'•¿jico que en nada cuestiona i el operar de los elementos de los siste
mas que los constituyen.
Asi, sólo Ja irirnsfomiació i completa de los elementos y relaciones
de clónenlos del sistema se c mivierte en un verdadero motor de inno
vación escolar, que deviene cr transformación del sistema educacional.
1.x» anterior sólo es posible si los elementos y relaciones de ele
mentes que caracterizan a los sistemas escolares se transforman en su
totalidad pura constituir un n ievo sistema educacional. Esto, a nues
tro enteiKlcr, es posible (inicamcnx si consideramos las estrategias de
adaptación cwricular como ur proceso de transición en la consecución
de una verdadera transformación de la educación fomtnl (Manosalva,
2002 ).
134
Es decir, cuando se conciba la profesión docente como la de un
verdadero intelectual crítico que ejerce una labor política transforma
dora en una institución centrada en el diálogo y la democracia, ccn
concepciones de) aprendizaje constntetivistas y críticas, liberadoras
y confiadas en la relación profesor-estudiante, con un proyecto curri
cula? institucional que reconozca y valore la diversidad individual y
el enriquecimiento de la heterogeneidad cultural en los procesos de
desarrollo psieosocial, estaremos frente a otro sistema educacional.
Para ello creemos que:
no
cor. ocimicntos que se denomina clásico o dominante en c) mundo
moderno, entendiéndose que habría también un modo de generar sabe*
res no-clásico o iio-docn:»ante.
Estas formas antagónicas de construcciór y validación del cono
cimiento son vividas como ¡entes que nos hacen recortar la realidad
desde un punto de vista particular, en desmedí o de los otros “recortes
posibles” dado que se trata de lentes que opee an con la misma lógica
de los paradigmas, es decir, omn;coniprensi\ a e inconscientemente
(Kuhn, 1962).
Una manera de entender esta lectura epist ¿mica, social y política
<le la diversidad es aprovechar las nociones de epistemología mono-
culturaUsta y muldcidiurallsta que sugiere Fjccl Molina (1992). Para
este autor argentino, en el marco de sus preocupaciones sobre los fun
damentos epistemológicos y pedagógicos que h;m recorrido la histe
ria de la educación intercultural, !a educación puede ser entendida
desde dos epistemologías, una monocutlwal > otra nmlticnlmral.
6 ¡AladwdkWdei«Íraé»<«iwtiek>n6cor.etmiipMiaztsnesrsWvantesifeenicc
epi-.v i.toMg¡<x>. V ía«. por c>eripio. I» disibe iones etíc y c«5c ipc proponeJesús
íbár ~ V.ft. IMOez, i- (t 991).
T '.O
Aspecto Epistemología monocultuiíl Epistemología tnullkuir.uu!
(dVersldai restringida) (üivsrs’dad amplia)
7. GmiMo, 1.0959:13.»).
HO
de cucsiionaimeiuo ce h educación especial dominante, preponiendo
una cieña filosofía de la diversidad de orden dcconstructivista*.
En este contexto, para SkUar(2005):
s cn.s¿:r«f.c.(2o&J).
6. La preocupación por 1» diferencias se ha transformado, asi, en
una obsesión por b s diferentes. La escuela no se preocupa de )a
“cuestión del otro1’ sir ó que se ha vuelto obsesiva frente a todo
resquicio de altertdad, ante cada fragmento de diferencia en
relación a la misn'.idad.
-■ • . iiiivn.M C (203^).
1
2. Norm a os toda regla que se debe seguir o a las que se deben
ajustar las conductas, tareas, actividades... Asi. normalizar es
regularizar o poner en orden '.o que no lo estaba; liacer que una
cosa sea norma), tipificar, ajustar a un tipo, modelo o norma.
1-54
3. Esia mirada restringida es tributaria de U.ra concepción etic de
le realidad social, orientada por un interés técnico, desde una
racionalidad instrumental.
14 »
considerar los sistemas h e n ares corno sistemas psíquicos; la segunda,
ni considerar los sistemas esc olares como sistemas de comunicacio
nes, Por lo tanto, In respuesta a la diversidad se centra en una proble
mática psicosocial que conduce a entender la convivencia como una
realidad contcxtunlizada.
Kl siguiente esquema sinc rtira esta lectura integrada, complcjiza-
dora y socio-crítica de la dive rsidad, mostrándola en su relación con
In construcción de la convive icia.
interés Eplstf-’n c to j;
SOCIOCItilICC Mjlfcultu-slisa
tkVMoHar
Cwrvcnda p ie « $ « t<
aurores» dPerencíattti
en la f-tcuí a
Ifceexlí/s
I4A
Desde ahí nos vamos a la escuela, al proyecto educativo y la cul
tura escolar, que hacen do la diferenciación un sentido pedagógico
mayor, más justo y equitativo (con Oliver).
Luego, entrando al aula, en la relación pedagógica que pone frente
a frente a unos y otros, asoma la actitud inédita de eslar/ser en las
diferencias (con Skliar), acogiendo ampliamente a los otros, emocio
nando en/con la a’tcridad, sin racionalizar quién es el otro que está
allí, sin nombrar ni etiquetar con fines solapados de control.
Finalmente, allí, dispuesta, fértil c inevitable: la posibilidad de una
convivencia armoniosa y democrática viniendo de una autentica edu
cación en y p ara la diversidad11.
1 )e acuerdo a la doble lectura de la diversidad presentada, es con
veniente advertir de la inconveniencia de tomarlas dicotómicamente,
esto es, como dos concepciones totalmente incompatibles. Si bien son
epistemes mutuamente excluyamos desde un punto de vista filosó
fico, se trata de una tcasión dinámica que se desplaza históricamente
de un lado al otro, dando a un grupo humano la posibilidad de resol
ver ecléctica y dialécticamente los problemas emergentes. lín este sen
tido, más que tomar posturas por uno u otro enfoque de la diversidad,
el desafío implícito para los pedagogos es interrogarlos, armonizar
los y exponerlos en toda su complejidad al interior del sistema social
y de la escuela (Cuilcn, 200-1).
Este es un desafío de marca mayor para la educación, terreno en
el cual todavía educar corresponde al proceso en que un sujeto traca
de formar a otro sujeto desde los parámetros incuestionables de lo
establecido, es decir, de adaptarlo a la norma y de cambiar — en la
medida de lo posible— esas diferencias que le resultan disfunciona
les a las condiciones psicosocialcs donde se desenvuelve el sujeto-
aprendiz. En este contexto, la diversidad auténtica, mejor dicho, la
valoración |>rofundn ce la diversidad, al ir más allá de la mirada mono
cultura!, entrando en los territorios significativos de una comprensión
multicultural, empieza a ser vivida como una opción ¿tica y política,
todo lo contrarío d e la neutralidad qucilialútu&lmente se proclama
desde las aulas universitarias o desde fe política pública (Arribas;
Boivin y Rosato, 2004).12
147
Ca ’ ít u c v il
La escuela aproblemada:
breve panorama sociocritico de
las tensiones a (re)conocer y resolver1
Presentación
I U n a pl m era v ertió » d e c ite texto fue d?,da a cor >cer co m e p an e «Sel tu tícela
eSc A dsW gui.K ^ Bu& n, D . y erro* ( 2C05). Luego n i» versión CKiiqcccida fue
p resentada com o B&záa, D . ( 2( 26). E.& p tticn i» e s una v e rtió » a m p ia d a y
enriquecida.
auliKTcguIada (o metacogt'iííva) capay.de discernir moral y política
mente sobre los flujos de ord ;n cultural y curricula.' que vive.
En csx derrotero, un ilesa lo mayor de 'a escuela tiene que ver con
ser capaz de construir su prop a permeabilidad crítica escuc’a/cntomo,
de modo de desarrollar los ftr. -s sociales y educativos que la definen a
parlirde la incorporación resp msablc en su agenda vital de las siguien
tes tensiones5:
I I
S en Pdo O r'en ta co A~ ip ja r la C c n p 'c n s 'ó n
2
(S ¡sn 'fic c ió ''l $ va'ores e-fx sujetas
152
de la calidad de la educación nos muestran <]t:c las instituciones educa
tivas uo lian sido capaces de producir alumnos qu i entiendan lo que leer.,
que jesuclvan cálculos simples de porcentaje o pie redacten una carta
paiu encontrar tralxyo, todas ellas son competen jias básicas requeridas
p2ta insertarse adecuadamente en el mundo lateral o de \z educación
superior, provocando para el sistema ecottómicc y político una desven
taja Importante a la hora d» contar con los recursos humanos preparados
para competir en los mercados internacionales. E: «.te sentirlo, la escuela
aparece frente o la sociedad como improductiva y presionada a hacerse
cargo de estas demandas de eficiencia y product.vidad.
Sin embargo, siguiendo los lincamientos lanados por la UNESCO,
podemos señalar que también Uay otras tareas pendientes de la
escuela, tarcas fonnativas que tienen otra raci ínalidad y que entran
en pugna con la exigencia de productividal. En efecto, para la
UNESCO la escuela debe procurar que los nitl.)* y jóvenes aprendan
a saber, aprendan a hacer, aprendan a ser, apremian a aprender y, final
mente, aprendan a convivir. Si nos fijamos bit r’., en los pilares de la
educación que propone Ja UNESCO se encierra uno doble natura-
ÍC2ü. Por un lado, una expectativa de orden iusirimtonui) (aprender a
sabe»; aprender a hacer, aprender a aprender' y, por ulro lado, una
demanda de orden valórica (aprender a ser. i prender a convivir y
aprender a aprender)1.
I .o anterior implica que es necesario revisar as políticas educativas
asumiendo que el aprendizaje humano es básicai rente un proceso ínter*
subjetivo y de vínculo entre sus actores, por tix'uc exige las condicio
nes o.'gajiL'acionnlcs y la capacidad de las pcrso.ras para vivir juntos,
para convivir, respetando y consensuando las nr msas básicas de la cul
tura escolar (Girneno Sacristán, 2006). En esta perspectiva, la convi
vencia en la escuela constituye tm propósito pedagógico en si mismo y
representa un factor incidente clave de la ealkh ó tis la educación que
queremos.
De esto se concluye que la escuela está interpelada a realizar una
articulación de las racionalidades instrumental y valórica. de modo
de integrar coherentemente los complejos dcst fies d e productividad
y de convivencia. La productividad y la convivencia corresponden a
ni
dos modos.de estar en el mondo, dos formas c.c leer la realidad que
hemos cíe integrar y de asem-r responsablemente en y desdo te escuela.
Claramente, esta no es una tarca simple. Hace falta que los alum
nos aprendan bien, que nos e cvcmos cr. las mediciones ds nmóimiíntc
y productividad en la cscuel t,pc:o esul pendiente también el mejora
miento de la calidad rio !n experiencia formativa, «beldando lo que
ocane en la sala de ciases,« i los patios, en jos laboratorios y talleres,
centrando te mirada en la dii tensión socicafectivn de la relación entre
n*.«estíos y estudiantes, en el mamo de un cunículo renovado y abierto
a la comunidad y en contc.xt.« culturales específicos (Aldana, 2006).
; 5<
perdida eii objetos fetiche. Peto en realidad no se consumen objetos
sir.o metáforas de identidad para obtener ele los otros "efectos espejo",
reacciones que nos proporcionen [a identidad buscada (Kstulino, 2004),
Los jóvenes (y tos adultos) consumen metáforas (en cuanto los obje
tes no valen por su realidad sino por lo que expresan y sugieren) que
operan como información o mensajes, y metonimias (esto es, modos
de manejo do los contextos metafori/.ados, la capacidad que tenernos
de ocupar nuestras posibilidades, nuestra libertad o nuestra indepen
dencia emocional, por ejemplo).
Dicho de otra matteru, fundar la vida en las alegrías do! consumo
conduce incluccahlemcjKc a la tristeza ya que lo propio del comprar no
se agotn en el objeto comprado (efímero yio rfcscohftblc) sino en el pro
ceso de compra {permanente (o sea, una constante insatisfacción}1.
Así, la "vida mcrc&milizada” frustra, pues todo lo que consigamos
[«reccrá o insulana seiá reemplazado por algo mejor. No podencos com
prar objetos finalistas, trascendentes <1 valiosos un sí, ellos se deben
alcanzar de otra forma. De ahí que la promesa de la publicidad: "goza
rte'’, '*te satisfarás”, es al final (a frustración de quien la creyó: “no gocó
ni me satisfice".
150
la diversidad y do potenciar ia nnt:.>a comprensión entro los miembros
de )a comunidad educativa4.
l a inserción en las NTICs es, después de todo, en problema asociado
a la convivencia en la escuela (Hopcnliayn, 2002). Recontemos qtio h
aceleración de tn vida ¡>or el incremento do las tecnologías disponibles
Cl'V, fono, fax, automóvil, máquinas para el toga •, etcétera), una urba
nización explosiva con c) consiguiente alargan'.itnio de las distancias,
entre otras razones, modificó la imagen de In idílica felicidad cotidiana
al punto que la <(u:etud y el silencio Hugnron a ser despreciables. La tec
nología médica lia alargarlo la vida: todos queremos conservar la juven
tud y ajustamos al ideal de “buena presencia” demandado en el mundo
laboral. Pero, si atendemos al factor tiempo, ”ln ju zentud real” es aque
lla que ficno a i gran futuro. N o es raro q’.tc muchos adultos ss “juvcr.í-
ccn” y compitan, con más experiencia, con sus hijos adolescentes, lin
ofecto. para algunos, la vida buena es aquella que llega a ser una vorá
gine de luces y colores, sonidos y ruidos, movimiento y velocidad, fin
suma, una constante sobreexcitación de los sentidos, tal como ocurro,
por ejemplo, en el afín de |>osecr el último aparato celular de moda: cc:i
despertador, con juegos, cámara fotográfica, con acceso a Internet, con
sistema do chatón, agenda, linterna, etcétera, etcéle a, etcétera, haciendo
olvidar el valor esencia: de la comunicación entre ,xrso«a$.
fin este sonido, d acceso y utilización de nuevas tecnologías arras
tra consigo la pregunta permanente por su uso pertinente desde un
punto de vísta de ia cultura escotar y desde una a m prensión pedagó
gica crítica y hmnanixadora de la experiencia edurativa*. lista es ur.a
tensión do complejidad creciente.
iw
la globf.lización como princpal via de desarrollo, la tensión local-glo
bal obliga a la escuela a pensar la pregunta ético-política de qué es
aquello que la educación oí.-.uv.e de modo responsable y crítico, per-
meando selectivamente los efectos r.o deseados de una lectura exce
sivamente localista o pretenciosamente globalizadora de la cultura y
la realidad social.
Desde distintos lugares de halda se viene advirtiendo de las ven
tajas de formar parte de ur. mundo aventajado y superior, especial
mente en temas de cnabílkl id económica y de desarrollo social, posi
bilitando la oportunidad de compartir los éxitos del paradigma de la
modernidad (éxito que algtnos países han sabido aquilatar de mejor
manera, por cierto). Sin embargo, ai este proceso gira sólo en tomo
a los mecanismos de intercambio de bienes y servicios, es decir, deri
vados de intereses de productividad y <le eficiencia del merendó, cla
ramente esta globaUr.acián puede tener efectos negativos para el desarro
llo local y particular de algi nos pueblos o de algunas culturas que no
ven c:i la economía la ccfin'ción sustancial de la vida humane. Por lo
demás, estos últimos pueblos suelen valorar más el tema de la diver
sidad cultural y el equilibrio ecológico que los temas asociados al de la
generación de tratados do II )rc comercio o de integración instrumen
tal de mercados. lista globalización, lian dicho algunos, puede ser
perjudicial para la mirada ¿xal. 1
Frcr.tc a esta globa’.ización se opone una suerte de mundiaüzacián,
es decir, un proceso necesat io de acercamiento y diálogo entre países
diversos, entre culturas dis .intas, que empiezan a construir un hori
zonte de sentido crecientemente compartido, lista integración tiene que
ver, por lo demás, con una ••alornclón impórtame de lo local y cultu
ral, es decir, la de la irlciuidad cultural, para abrirse a un inundo cada
vez más comv-nicado y multicultural (Molina, 1992).
Li escuela, en consecuencia, debe asumírosle tensión y tratar de
tinnonizar su preocupación por lo local tanto como por lo global.
t?8
Se trata de una íifumacióit que nos Heve a preguntarnos: ¿que
viabilidad tiene una integración asi cor.ccptunlizada? Sí contesta
mos a partir de! ideario de Simón Bolívar, quizás mucha (incluso
hoy, si fuéramos poetas, pedagogos o quijotes, en general), pero
hoy, con la llegada cada vez más impactauto dé la modernidad, a!
parecer tiene poca viabilidad. Sucede entonces que Una integración
definida en línea bolivariana obvia el dato histórico de un mundo abso
lutamente diferente al que le locó vjvir al próccr (Bazán; Julio y Na
varro, 1993).
Bn efecto, ia modernidad — llegada exógonamento— ha impac
tado de tal manera que exige una redefiniejón del desarrollo y del sen
tido de la vida Social. l,a modernidad impone desafíos y la integra
ción no es la excepción.
Si pensamos en los cambios que acarrea la modernidad, existe
acuerdo, entre diversos pensadores, cu que ella ha condicionado nues
tra vivencia y el sentido ds la solidaridad y de I?. integración. Conlleva
un doble proceso: ¡ndtvtduación/divisió» d d trabajo social y diferen
ciación social. Aunque ul lema es complejo, baste con sefinlnr algu
nos aspectos que atontan contra la noción axiológicn de ia integración
(Hnzán; Julio y Navarro, 1993):
i fft
a lo meramente económico*2. Empero, si la utopía ha de sobrevivir,
debe repensarse, debe rcccnccpuiaüzarse la integración social como
im proyecto dependiente de múltiples factores.
I6U
ciudadano comprometido con la tnmsforma.'ión do la sociedad y la
coinstrucción de una comunidad democrática y plural14.
Se trata, en consecuencia, de una tensión r ¿levante que pone fíente
a Trente las distintas miradas sobre las dímc.tsiones reproductivas o
transformadoras do las instituciones educativas (Schujman, 2004).
A lgunas p a la b ra s fínnlsa
t 5. I'sta ttnc«iKÍn está a la tase de la Jtigkc coi: qo; se ftrm » fwttáiMfcncnte hictpe-
en educación ¿Ubiencía! y e r cteiwmir.aUas “problemas de aarerxli-
?.n¡e". CP. Rnstín. D. y N rci <19W).
*'.2
I
Sin perjuicio »lc lo antcnm, Mrtrnenw* aquí que la tensión mayor,
la que está tlctrAs, de todn* las tensiones que hemoa sugerido para este
milpeo, radica en !a presencio de una institución educativa —y de
reproducción social— fuertemente proclive a rncioríalidades ;mti-
emaneSpatorias y poscctlorn de tina cultura escolar marcadamente con
servadora, nontializadorfl y honiogcncizadoia. Esto significa que la
escuela r.o logra conformar sujetos críticos sino estudiantes pasivos;
no logra fomentar prácticas autónomas en sus docentes sino desem
peños docentes fragmentarios y aislados; no incentiva aprendizajes
situados sino desconiextuali/ados e intrascendentes.
Todo lo anterior se enmarca en la existencia de una hegemonía de
la racionalidad instrum ental, la de los primeros modernos, la de la
sobrevaloración del orden, del progreso o del cambio de orden lineal.
Todo esto en desmedro, no cabe duda, de una racionalidad valónen
y comunicativa cuyo centro está en la construcción imersuhjctiva del
mundo por parte de los actores bajo la pregunta eminentemente pedagó
gica sobre el sentido o las rabones de educar. Ciertamente, la vida
moderna es ejercicio instrumenta' d d pensamiento humano, pero clara
mente es también recuperación y resignificacíón del mundo de las emo
ciones, del cuerpo, del lenguaje, de la subjetividad y de !a coexistencia.
Fj i suma, lo que está pendiente al final —o al inicio - del camino
del cambio educativo es la tensión entre ambas racionalUlades como
ejercicio reflexivo permanente que caracteriza a la mirada pedagógica.
En otros términos, el status de una pedagogía transformadora y libe
radora está estrechamente asociado al desafio formativo mayor que es
articular timbas racionalidades por parte de las instituciones educati
vas, no sólo por la aparente novedad y complejidad que esto implica,
sino más bien por las fuertes demandas de coherencia ético-política y
de sentido pedagógico que demanda.
Con todo, se trata die caminos educativos y epistemológicos que
recién comenzamos a recorrer.
)
»«•
Tercera parte
Bonus Track
¿ Cómo ser un profesor narmalaador?
¿Qué tipos de innovadores / ay?
¿Existen innovaciones que inhiben <¡Í cambio?
¿Qué es la metacogniciór?
¿Qué es una educación emancipadora?
Uno
2. Pie^unvu tcntcitos.
3. Str miiarillo s¡gnifK¿, o : Chite. ser indelVñdu poikiciMKnie, de cei'.Uo.
dudas sobro eso'* o "este colegio tiene un proyecto vatórico claro,
que se discutió por artos*1.
10. finalmente, seria Inicuo que usted se de* obra y devele una dife-
icncia personal, nada mayor, por cieno, d : modo de mostrar que,
de uno u otro modo, estamos torios en l i misma: avanzar en la
construcción de una escuela y una «ocie Jad más democrática y
W)
tolerante. Por ejemplo, muéstrese como un intelectual progre
sista, pero, a la vez, f mfaico del Colo-Colo (con púlsenla albi-
negra y todo). Recuerde que un buen normalizados-, un neo-nor-
malizador, es diferente del resto de las personas.
Dos
171
I-star atemos a estas actitudes anti-hmovación constituye un desalío
de suma relevancia para una institución de educación superior que
enfrenta procesos más o menos profundos de cambio en la formación
do pedagogos. Ivn este sentido, en c) camino emprendido por las insti
tuciones que han asumido la responsabilidad de generar a', nuevo peda,
gago para la reforma educacional chilena» se ha conocido, se conoce
y - lamentablemente— se seguirá conociendo un alto número de stg-
nos que obstaculizan ta marcha del proyecto de innovación. I¿ lslineas
siguientes buscan caracterizar algunas de tales actitudes anti-iimova.
cion con el propósito man;(testo de identificar y neutralizar su impacto
en Ies desafíos planteados.
172
obtiene información parcializada y provisoria y U convierte en deci
sión definitiva. De su creatividad emana la ¡dos da que la iimov&ció:-.
va a dejannás do algán cesante, que la innovación pone en riesgo ia esta'
bilidad institucional» que el cambie se hace porque se privilegian ur.os
pocos» que ol proceso de innovación es mera cspi culnción divagato-
ria y que finalmente el producto —si es que alguno se obtiene--- está
destinado a satisfacer demandas externas y no m u ñ a s.
Innovación y emancipación:
una lectura desde J. Habermas1
175
do:»dc se buscó analizar y evaluar el «uáeter b.insfcmiador de tas pro
puestas do innovación pedagógica disedada y llevada a cabo por los
maestros colombianos (Moreno, 1994).
I.a autora cicada se apoya preferentemente en B. Bemstein, H.
Gircux y J. ilabemias para fundamentar una mirada crítico-social de
las innovaciones pedagógicas. A pattir de la teoría de la acción comu
nicativa propuesta per Habermas nos recuerda que el conocimiento
no es ni un mero instrumento de adaptación ni el acto de un ser racio
nal puro dcscotttoxtuaUzado en la contemplación, el conocimiento es
orientado por intereses, bajo condiciones culturales especificas, en
donde la razón emancipada juega un rol primordial.
Al respecto, las innovaciones — como un fenómeno do perma
nente modificación del conocimiento de la realidad- - se constituya»
en innovaciones criticas cuando hacen posible superar la pasividad
del docente y el adaprneíonísmo cultural y apuntan a un doble propó
sito: “u cutctulcriina práctica social bajo la orientación teórica peda
gógica y develar los intereses y gama de valores inherentes a la rela
ción intcractuunte er. el proceso do formación o de instrucción según
el caso para la transformación de las condiciones" (Moreno, 1994-
19).
Poniéndose a resguardo de posibles detractores. Moreno Santa-
enloma advierte sobre la dificultad de elaborar una tipología de las
innovaciones pedagógicas dado que en la acción concreta de las inno
vaciones se dan rasgos comunicativos entre las unas y las otras. Con
todo, siguiendo ¡a noción de “intereses de conocimiento" de H aba mas,
propone las itxovacior.es de primer grado (empírico-analíticas), las de
segundo grado (histórico-práctlcas) y las de tercer grado (crítico-socia
les). Sus rasgos más sobresalientes son los siguientes:i.
176
de bqja participación, tuso de estadística y fichas de registro de datos
cuantitativos y psicométricos. Un ejemplo de esta innovación seria
"Elaboración de un vocabulario técnico para Ist enseñanza de la psico
logía del ccsarroUo”, es decir, un cambio pañi no cambiar nada.
1. Texto li*edko.
2 .I.A literao** sobre rcctesvgr.ición CJ co«J<l vtz soto eapectallreda y n«meerosa. Un
texto qtse presenta uca scerte <tc “estado dei »rtc“ ca mít*cognk'»Sn «>d de
Motvwco, C. (Coced.) (1W ).
3. PodtiKm toconocer iacluio qi.e etunos frtaít z an n'Jevo mode de decir y
de hacer cr. Educad ir., loooe ■ desde un pr.rto ée viste. cj)is:cr.tal¿gi«i—
4*lA
Recordemos <pc un objetivo relevante de toda educación moderna con
siste en desarrollar la capacidad de pensar de modo crítico y reflexivo,
implicando esta opción el diseño de situaciones educativas que tienden
mtcnciomilmentc o generar procesos de comprensión y de cucsíiona-
mienio en ios estudiarles, lis <lccir, la mctacognición implica observar
la experiencia y los hechos en función de totalidades mayores, con
textos, rebasando su singularidad y proyectándolos hacia e) pasarlo, ti
-í'nturo y en tedas las direcciones del presente. Se trota de procesos men
tales en los cuales es preciso formularjuicios de manera fundad», razo
nar coherentemente, pensar críticamente, elaborar argumentos consis
tentes y actuar con creatividad, Todo lo cual plantea como obligatorio
tm tipo de educación en donde Un aspecto sustantivo de la práctica
docente esté caracterizado por el intercambio, la reflexión y el diálogo4.
}>Cacuerdo n !o anterior, el lema de la mcuicognición es hoy un terna
clave para el desarrollo de la educación y el cumplimiento do las fun
ciones sociales del pedagogo. Según lo dicho hasta ehore, ninguno de
nosotros podría sentirse desvinculado de la metacogniciór., duda su tele*
vancia y su potencial de desatrollo en el dyoikIo moderno. Empero, como
sucede muchas veces, id construí to de la mctacognición jo estamos
recicn conociendo, apctiuje comentamos u reconocerlo en nuestra coli-
dianetdnd, y pareciera que su existencia en d ámbito profesional debe
quedar relegada sólo el irnbajo invesUgutivo de punía o 11 determinadas
dimensiones del saber más docto. Por otro iado. l»s intentos de fomento
de la mctacogmckui en estudiantes <le pedagogía dejan más fhtstrnción
que sensación de éxito-''.
En otras palabras, la meiacogníción nos complica la vidn, nos
"quema las manos", Por ello, en lo que sigue, deseo compartir una expe
riencia personal de mctftcogr.iciñn, una experiencia simple pero signi
ficativa, provocada por mi primero visita a uno de los espacios educa
tivos más innoviKlorcs que se ha abierto en Chile: el Musco interactivo
Mirador (M1M).
ISO
2. Un» experiencia mctacognltlva sim ple...
183
una suerte de '‘máquina-cine" que permite visualizar y discriminar
instrumentos musicales, la posibilidad de hacer burbuja* gigantes
(cubriendo totalmente a ur. compañero de visita), la invitación a reco
rrer una fábrica de sombreros o los distintos experimentos físicos a
medio terminar: una palanca gigante, juegos de imanes y metales, ¡a
silla que gira pura hacemos comprender que operan fuerzas de todo Upo
sobre nosotros, la bola con electricidad, etcétera.
En cierto sentido, el MIM continúa la experiencia pedagógica del
Museo Tecnológico de la Quinta Normal, pero denota más profundi
dad y más ambición. La propuesta del MIM constituye una versión
adaptada de muscos internacionales a nuestra propia cultura; de hecho,
al momento de partir, sólo un tercio de las exhibiciones eran impor
tadas y dos tercios se fabricaron en el taller que posee el propio musco.
F.l museo consta de \m área llamada “ciudndcla" destinada n niños de
3 n 8 años y diseñada para satisfacer ,’ns necesidades de este ciclo evo
lutivo. El resto del musco está dirigido a niños y niñas 9 a 100 años,
por lo que es necesario dejar en la entrada los modelos mortales con
duelistas que hemos atesorado |>or años c integrarnos activamente en
la experiencia ivulica de aprendizaje de la que seremos pane por algu
nas horas. Se trata, en suma, de unespacio innovador que ofrece todas
Ins condiciones de seguridad |Mtra que niños y adulto* puedan reali
zar aprendizajes significativos, contando además con una tienda y
cómodas dependencias tic cafetería y guardarropa.
Hsla experiencia debiera constituirse para los niños en sus futuros
recuerdos, los más nostálgicos, esas que tienen que ver con ¿qui recuerdo
de mi infancia?, ¿que nprendi y no olvidó matea? Los mismos que para
nosotros representan, según la educación que nos tocó vivir por allá
por los sesenta y los setenta, los ruidosos monos de) Zoológico o m
momia del Ceno El Piorno*... '"Ah, ludo tiempo pasado Ate mejor...".
$ La jncctisdd Cetro S P X hbocí -jn lúíto inca sacrificado en honor «.'dios inca
.'.r i, qo: encontrado congelado m 1954.
tS4
t
t . l.o mctacogmción, querámoslo o no, está &H. Es una exigencia
y un desafio lormalivo que no podemos eludir. I-a calidad de la
educación actual se basa, entre otros criterio*, er. la capacidad de
generar sujetos críticos y creativos. Ello só! >es posible a partir
de unos mínimos de metacognición en la población escolar.
<». Lisio se refiere e. Id (Kidbüklüd de Hwiar necstra i~ci‘.<c d Modos Amelios i:ikc\s o
creencia* que hemos adquirida en una suciedad rieuctierio opresora o ;woks-
rente. El caiácler dialogal y emancipador ¿c lo y<d»gÓ£.«ti tu «Ido ex^uwto er.
Razón, D .y tJvacíc.C.<2fl02J.
10 . txigiñea la escuela que sea “cr.beter.ida" es una crides^ (tesquis de lodo, al¿o
lecerau. Segúr. Hmanl ttinlücr, !a cttuek no In iide a p n de piefuoi; uiu*
diales que posean ene ccmprensiónaui¿nikRdo Iw priae jales dheipláai y iia s
de conocimiento que t'oiinan parte dstcun(ei.b escolar. J:*ta ■'conprenvión autár.-
lW,V incluye, crlre Mro* factores, un fixnc componente de mcla<>3¿nicl6n. Cfr.
(inrdner, H. (1996).
185
1 I
Cwco
¿En qué sentido se puede hablar hoy
de una educación para la emancipación?1
1$#
insatisfactoria racionalidad jjvstiuniftr.tal que caracteriza buena parte
de los actuales proceso* modcrnizado-rcs. líe este modo, presentada
la E.PJ?. como una propuesto de cambio con se trido nxiológico, se reco
noce en ello un conjunto de principios articoladorcs que lu organizan
y dan coherencia. Se trata, en suma, de una t onccpción do la educa
ción que centraliza y revalora la persona del educador y del educando,
el ambiente afectivo, reflexivo y comunitario del hecho pedagógico,
su carácter contexto-dcpcncicnic, el valor fonnativo del conocimicnlo
y la búsqueda de transformación socírI y cd\ c-ativa.
La emancipación es un tipo de pensamiento reflexivo, profundo
y aulocuestionador qtie implica un esfuerzo sostenido y fucile de revi
sión del propio pensamiento y sus supuestos epistemológicos o históri
cos. yendo más allá de la aceptación de un corjumo de saberes y valo
raciones universales c íncucstionadas provememes ds la teoría previa
o de la cuitara dominante. Todo es potencialmcnlc objeto de cuestiona-
miento pues todo es una construcción social i enerada por sujetos his
tóricos, pertenecientes a una delenninada estructura social, con valo
raciones subjelivadas del mundo. Por ello, la cgiliir.ación de ;m w.lwr
pedagógico propio pasa a ser posible a través de procesas de pensa
miento caracterizados nítidamente por el diálogo, la intersubjetividad,
la convivencia democrática, la negociación re la realidad, la dccons-
troceión y reconsirucciixj de la realidad.
1.a emancipación es ur. fin pedagógico ci, cuanto despliega en los
niños y jóvenes una capacidad de pensamiento autónomo que se hace
cargo de las complejidades, conflictos y con.radiceiones de la expe
riencia educativa. La idea de cambio en este rival de reflexividndestá
asociada a la lógica de h transformación social, a la idea de crisis de
paradigmas, esto es, a la búsqueda parliripaLva y deliberad?, de nue
vos sentidos para la convivencia humana, Propósito qua aspira, Anal
mente, a la dignificación de la persona lumuma, entendiendo, per Jo
tanta, que innovar equivale a liberar a las personas de sus atacaras,
opresiones o esiigir,ax. Kn este sentido, estas ¡omprcnskmes alcanza?»
elevada vigilancia epistemológica, própicir ndo negociar valores o
transformar las estructuras sociales que definen la acción educativa.
A partir de lo planteado interesa concluir q; c el valor de la propuesta
de li.P.B. se relaciona con dos ideas básicas: ,t:«tido y fuerza, lhimcro,
sentido para contar con u?ia pedagogía cohert r.ic. cor, una visión inte
grada y reflexionada c.e la educación y de si $ posibilidades de cam
bio. Los cambios en educación demandan un i participación activa de
Jos profesores y tal participación exige un fundamento teórico y con
ceptual suficientemente potente como para convencer, argumentar y
orientar la acción transformadora de la realidad. Por otro lado, cuando
se habla de fuerza se liase referencia a la insistencia y convicción que
debe poseer la E.P.E. recuenda y cada una de las actividades que allí
se generen. Se (rata, de hecho, de un planteamiento que se basca neiie-
rarpermanentemente en as tareas educativas y de formación que ma
tiza un país, fortalecidos, sin duda, por la participación activa que
hocen los propios profes tres.
Bia’JOGPAfÍA
14
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A
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