Está en la página 1de 224

Contents

Jinetes
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Informe I
Capítulo 10
Capítulo 12
Capítulo 11
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Informe II
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Informe III
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Informe Final
Epílogo
Jinetes
Año 2005
En algún lugar del mundo, bajo cientos de metros
de la superficie.
Las cuatro personas allí presentes se miraban entre sí, no
podían ver sus caras, sus cuerpos o cualquier cosa que los
identificara, ni siquiera si eran hombres o mujeres, no, eso
no podía suceder porque el anonimato era lo más
importante para los Datarati.
Situados en una mesa redonda que abarcaba varios
metros de radio, y separados lo suficiente para que ni el olor
corporal pudiera llegar, esperaron a que la reunión
comenzara.
—Os hemos reunido hoy para contaros lo que va a ser el
principio del fin del mundo tal y como lo conocéis —dijo una
voz profunda desde algún lugar por encima de ellos.
Alzaron la vista hacia la luz cegadora sin saber que, tras
ella, solo había un artefacto que codificaba la voz para que
no supieran el género de la persona que hablaba.
—Llevamos más de un siglo desarrollando la inteligencia
artificial para conseguir nuestro propósito, hemos ganado
millones vendiendo una ínfima parte al resto de mortales
que ahora empiezan a descubrir lo que nosotros llevamos
usando décadas —comenzó la voz a contar—. Hasta el
momento no teníamos la tecnología necesaria para llevar a
cabo nuestro propósito, pero ahora sí, por fin ha llegado el
día en el que podremos acabar con la civilización que existe
y crear una a nuestra imagen y semejanza.
Se hizo el silencio, aquella referencia bíblica flotaba en el
aire mientras nadie se atrevía a pronunciar una sola palabra
más. Del centro de la mesa salió un pequeño haz de luz que
proyectaba una imagen, un vídeo, y la voz sobre ellos
comenzó a hablar de nuevo.
—Hemos conseguido que la inteligencia artificial sea tan
avanzada que pueda decirnos qué es lo que necesitamos
para crear un colapso mundial y que los Datarati lo
gobiernen desde el inicio como dioses venerados y no como
locos en la sombra, como ahora nos llaman los pocos ajenos
a nuestra organización que conocen de nuestra existencia.
El vídeo empieza a mostrar la imagen de un mundo ideal,
sin contaminación, con menos personas, sin hambre ni
guerras. Lo que no muestra es que, para ello, hay esclavos,
control de la vida y abolición del libre albedrío.
—Esta misión será llamada «Apocalipsis», y, como tal,
tendrá a los cuatro jinetes, que no serán otros que quienes
tengan en su mano conseguir acabar con el mundo. Cada
uno de vosotros controla las células durmientes que
tenemos en los cinco continentes, por eso os necesitamos.
La mesa de pronto se dividió en cuatro partes iguales,
cada una de un color, mostrando así qué jinete se les había
asignado.
—Peste, Muerte, Guerra y Hambre. Así los llamaremos, no
podemos obligarles a llevar a cabo lo que necesitamos que
hagan, según nuestra inteligencia artificial debe ser por
decisión propia, por eso tenéis que enviar a vuestros
mejores activos a infiltrarse en sus vidas, si es que no lo
están ya, para conseguir que cometan el acto que llevará al
fin del mundo.
Unos sobres aparecieron frente a ellos, cada uno de un
color. Dentro tenían la información necesaria para comenzar
su misión, debían aprenderla de memoria puesto que nada
saldría de esa sala.
—Debéis saber que esta tarea que se os encomienda os
llevará a ocupar un lugar en la parte más alta de los
Dataratis, seréis Guardianes del Núcleo, pero si falláis,
moriréis sin excepción. Solo tenemos cuatro jinetes para
llevar a cabo nuestro plan. Si estáis de acuerdo, golpead la
mesa.
Las cuatro personas allí presentes levantaron la mano y al
unísono la bajaron, creando un único sonido: el del principio
del fin del mundo.
Capítulo 1
Año 2024
Carter
Camino a través de las amplias y resplandecientes salas
de mi oficina en el piso cincuenta en el centro de
Providence, observando como la luz del atardecer baña la
ciudad con tonos dorados y anaranjados. Estoy al frente de
un holding de negocios que muchos envidiarían, pero desde
hace años no solo disfruto de mi pasión, la tecnología, sino
que la he combinado con la de mi hermano y ahora siento
que estamos más unidos.
Mis pasos resuenan en el mármol, un eco que me
recuerda constantemente a dónde pertenezco. Un mundo
de lujos, de decisiones que afectan a miles de personas, de
reuniones en salas opulentas. Sin embargo, en el fondo,
cada éxito, cada logro lo dedico a una memoria, a un sueño
que se quebró hace años.
Mi hermano gemelo, Alex, siempre fue mi otra mitad, mi
reflejo, mi mejor amigo. Su pérdida en un trágico accidente
de coche cambió mi vida para siempre. Desde ese día, mi
éxito en los negocios, mi riqueza, todo lo que he construido
se ha convertido en un medio para un fin: impulsar la
investigación de enfermedades raras, esas silenciosas
ladronas de vidas y sueños que tanto apasionaban a Alex.
Me detengo frente a la enorme ventana de mi oficina,
mirando hacia el horizonte urbano. A veces, cuando el
crepúsculo tiñe el cielo, puedo sentir a Alex a mi lado,
recordándome por qué estoy aquí. Él siempre fue más
idealista, soñaba con cambiar el mundo. Y, en su memoria,
eso es lo que intento hacer.
Mi vida de lujos, a menudo, se siente vacía, un teatro de
sombras y ecos. Los coches rápidos, las casas grandes, las
fiestas extravagantes…, nada de eso llena el vacío que Alex
dejó. Sin embargo, cuando visito un laboratorio financiado
por mis donaciones o cuando escucho a un investigador
hablar con esperanza sobre un nuevo descubrimiento, algo
en mi interior se enciende. En esos momentos sé que estoy
honrando su legado.
El teléfono suena, sacándome de mis pensamientos. Es
una llamada importante, una de esas que podrían significar
un gran avance en uno de nuestros proyectos de
investigación. Respondo con determinación, recordando que
cada decisión que tomo tiene un propósito más grande.
—¿Qué tienes? —pregunto sin rodeos.
—Carter, creo que esta vez lo hemos conseguido,
tenemos una secuencia genética estable —dice Caroline
entusiasmada.
Sus palabras hacen que algo dentro de mí cobre vida.
—¿Cuánto hemos avanzado?
—Si esto sigue así, es probable que en dos años
tengamos la cura.
Sonrío y asiento feliz, aunque nadie puede verme porque
voy a cumplir uno de los sueños de Alex.
—Si necesitas más dinero solo pídelo, no hay una
cantidad que no esté dispuesto a invertir en esto.
Cuelgo el teléfono con una mezcla de emoción y
responsabilidad. La conversación ha sido prometedora, una
posible cura para tratar una enfermedad rara. Cada paso en
esta dirección lo siento como un tributo a Alex, como si, de
alguna manera, a través de estos esfuerzos él siguiera vivo,
impulsándome.
Me alejo de la ventana y me siento en mi escritorio, un
mueble de madera noble que contrasta con la tecnología
puntera que lo rodea. Mi vida es un reflejo de esta dualidad:
lujo y ciencia; éxito y pérdida; poder y vulnerabilidad. A
veces, en la soledad de mi oficina, me permito sentir
plenamente el peso de esa pérdida, permitiendo que
moldee mis decisiones y mi visión del mundo.
Repaso los informes sobre los últimos avances en
nuestras investigaciones. Cada cifra, cada gráfico es una
esperanza, un paso hacia el alivio de aquellos que sufren en
silencio. Es en estos pequeños detalles donde encuentro
consuelo, una manera de conectar con Alex, de continuar su
legado de bondad y empatía.
De repente, mi asistente toca la puerta y entra con un
informe. Es un momento que rompe mi introspección,
trayéndome de vuelta a la realidad de mi vida diaria. Me
informa sobre la próxima gala benéfica, un evento diseñado
para recaudar fondos para la investigación de
enfermedades raras. Aunque estos eventos son una parte
esencial de mi vida, a menudo me siento como un extraño
en ellos, como si mi verdadero yo estuviera en otro lugar.
—¿Quiere que confirme la asistencia de su acompañante?
—me pregunta, y asiento.
No hace falta que le diga el nombre de quién va a
hacerlo, siempre es ella, es lo que me une a Alex y el motivo
por el cual no estuve con él cuando murió
Al final del día, cuando las luces de la ciudad comienzan a
brillar bajo un cielo estrellado, me quedo un momento a
solas contemplando el paisaje urbano. Siento una conexión
profunda con cada estrella, como si cada una representara
una vida que hemos tocado, un misterio que estamos a
punto de resolver. Y en ese vasto universo mi hermano
sigue siendo mi estrella guía, recordándome que, a pesar de
todo, hay belleza en la lucha, hay luz incluso en la
oscuridad.
Subo a mi coche y marco el número de Ashley. Ella era la
novia de mi hermano, la mujer de la que me enamoré y a
quien le declaraba mi intención de luchar por ella mientras
Alex tenía un accidente mortal en la carretera.
—Hola —saluda alegre, siempre lo hace cuando
descuelga.
—Supongo que te han llamado para confirmar la
asistencia a la gala como mi acompañante.
—Sí, Margot lo hizo antes.
Me quedo en silencio porque lo que tengo que decirle es
algo que le puede dar esperanza o hundirla si no sale bien.
—Carter, ¿qué ocurre? —pregunta inquieta, me conoce
demasiado bien.
—He hablado con Caroline, ha estado trabajando con las
notas que dejó Alex en el diario que encontramos hace unos
meses.
Ahora es ella la que se queda en silencio. Resulta que
alguien con quien hablaba mi hermano por carta murió, si
me preguntas a mí creo que ese sistema es arcaico, pero
Alex veía belleza en no abandonar el estilo de toda la vida y
se escribía con muchas eminencias que estaban encantadas
de que un joven prometedor quisiera seguir ese método.
Uno de ellos tenía en su poder un diario que mi hermano le
mandó con sus anotaciones acerca de la enfermedad que
tratamos de curar, y su viuda me lo envió cuando lo
encontró entre sus cosas.
—¿Y qué te ha dicho Caroline? —susurra con miedo a la
respuesta que le pueda dar.
—Hay esperanza.
—¿Seguro?
—Sí, Ash, si no hay complicaciones podríamos tener la
cura en unos dos años.
—¿Seguro? —insiste.
—Totalmente, vas a salvarte, no vas a morir.
Capítulo 2
Violet
Respiro hondo mientras abro las puertas de la
universidad, sintiendo como el frío aire matutino roza mi
rostro. Para muchos este sitio representa un lugar de
oportunidades y aprendizaje, para mí se ha convertido en
un símbolo de mediocridad.
Al entrar al aula de Biología, el lugar que debería ser mi
santuario, mi refugio, no puedo evitar sentir una ola de
desencanto. Me sitúo en la última fila, tratando de pasar
desapercibida. Los pupitres desgastados, las paredes que
necesitan una mano de pintura y el proyector que siempre
parece tener algún problema me recuerdan constantemente
que estoy atrapada en un lugar que no alcanza mis
expectativas.
Miro alrededor, observando a mis compañeros, que
parecen estar más interesados en sus teléfonos que en la
lección. El profesor, un hombre que una vez admiré por su
conocimiento en Biología, ahora parece repetir la misma
clase año tras año, sin pasión, sin esa chispa que una vez
encendió mi amor por esta ciencia.
Comienzo a garabatear en mi cuaderno, dibujando células
y moléculas, imaginando un mundo donde la biología no
solo es un tema de estudio, sino una aventura apasionante.
Sueño con investigaciones que rompan los límites del
conocimiento actual, con descubrimientos que cambien la
forma en que vemos el mundo.
La voz del profesor se convierte en un zumbido lejano
mientras mi mente vuela lejos de esta aula. Anhelo un lugar
donde mi curiosidad y mi pasión por la Biología sean
alimentadas, no sofocadas. Deseo encontrar ese espacio
donde pueda florecer, donde mi amor por la ciencia no se
sienta como un pájaro enjaulado.
La campana suena, rompiendo mi ensueño. Recojo mis
cosas con lentitud, tratando de no deprimirme por otro día
igual al de ayer y al que será mañana.
—Violet —me llama el profesor, y me acerco a su mesa.
—¿Ocurre algo?
—Hay una oferta que me gustaría comentarte sobre tus
estudios, te espero en mi oficina al acabar las clases.
Asiento y ruego que no sea una propuesta sexual porque
no sería el primero, pero sí el último al que no denuncio.
Meneo la cabeza para quitarme esa idea de la cabeza, el
profesor Milton no es de esos.
Mientras camino hacia la cafetería, siento como los rayos
del sol de la mañana intentan insuflar algo de vida en este
día. Es curioso cómo algo tan simple como el astro rey
puede cambiar mi perspectiva, aunque sea por un
momento. La luz se filtra a través de las hojas de los árboles
del campus, creando un juego de sombras que me recuerda
que, a pesar de todo, hay belleza en lo cotidiano.
En la cafetería hago cola para pedir mi café habitual.
Delante de mí hay un chico que no había visto antes aquí. Él
también estudia Biología, pero en una clase diferente.
Nuestras miradas se cruzan por un instante y algo en sus
ojos me dice que, tal vez, él también comparte esa
sensación de buscar algo más en esta carrera, algo más allá
de los muros de esta universidad.
Con mi café en mano, decido sentarme en una mesa
apartada. Abro mi libro de texto, sin embargo, mis
pensamientos siguen volando. Recuerdo por qué elegí
estudiar Biología en primer lugar. Fue esa fascinación por el
milagro de la vida, ese deseo de entender los secretos más
profundos de la naturaleza. Pero aquí, en estos pasillos y
aulas, esa fascinación se ha ido diluyendo poco a poco.
De repente, el chico de la cafetería se acerca y pregunta
si puede sentarse conmigo. Asiento, intrigada. Comenzamos
a hablar y, para mi sorpresa, descubro que él siente lo
mismo que yo. Hablamos sobre nuestras frustraciones con
la universidad, nuestra sed de conocimiento real y práctico
y nuestro deseo de marcar la diferencia en el mundo.
Este encuentro inesperado enciende una chispa en mi
interior. Por primera vez en mucho tiempo siento una
conexión real, no solo con alguien que comparte mis
intereses, sino con la posibilidad de que todavía puedo
encontrar mi camino en este campo que tanto amo.
La conversación fluye con naturalidad, y antes de darme
cuenta ha pasado una hora. Nos intercambiamos nuestros
números con la promesa de seguir en contacto y, tal vez,
trabajar juntos en algún proyecto independiente, algo que
de verdad encienda nuestra pasión por la Biología.
Me levanto de la mesa sintiéndome renovada. Aunque la
universidad puede parecer mediocre en algunos momentos,
este encuentro me ha recordado que la pasión y la
curiosidad pueden florecer incluso en los lugares más
inesperados. Con una sonrisa en los labios, me dirijo a mi
siguiente clase, no con resignación, sino con una nueva
sensación de esperanza y determinación. Quizás, después
de todo, este lugar tiene algo valioso que ofrecerme.
∞∞∞
—¿Puedo pasar? —pregunto tras tocar la puerta del
despacho del profesor.
—Adelante, Violet.
Entro y veo que no ha cambiado nada. Cuando empecé la
universidad este sitio era mi refugio. Aquí he pasado
muchas horas, le he contado cosas sobre mí que ahora me
arrepiento, no porque sean un secreto, es solo que no soy
de las que abren su corazón y vomitan purpurina; no sé
cómo logró el profesor Milton que hablara tanto.
—Siéntate —me pide, y le hago caso.
—¿Qué necesitas? —le pregunto inquieta.
—Creo que tu talento se desperdicia en esta universidad
—comienza, y algo dentro de mí da un vuelco.
—No entiendo a qué te refieres.
—Sí lo sabes, eres una mente brillante atrapada en una
vida mediocre, como esta universidad. Si pudiera, te
ayudaría con dinero, pero eso no está en mi mano, lo que sí
puedo ofrecerte es algo que ha llegado hace poco a mi
buzón y que creo que es perfecto para ti.
Me habla de una universidad de élite, de las que ni en
sueños he intentado entrar. No puedo permitírmelo
económicamente, ni tampoco creo que encaje en el perfil de
estudiante que prefieren.
—¿De qué hablas?
—Están buscando mujeres jóvenes sin lazos afectivos y
con gran capacidad para comenzar un nuevo curso
experimental en Biología molecular que va a llevarse a cabo
a partir de otoño.
—¿Qué tiene que ver tener lazos afectivos con la
inteligencia?
—No quieren que tengan distracciones.
Por un segundo, recuerdo al chico de la cafetería mientras
asiento.
—No creo que me lo pueda permitir.
—Eso es lo bueno, está todo pagado si pasas las pruebas.
El único problema es que tendrías que mudarte al otro lado
del país.
Sonrío. Para mí eso no es un problema en absoluto.
—¿Dónde está la trampa?
—En tu caso, creo que sería que no vas a poder superar la
prueba de sociabilidad.
—¿De qué?
—Me entrevisté con el tipo que lleva todo este plan. Es
secreto y parece ser que el Estado está metido en esto, pero
los fondos vienen del lado privado. El hombre me dijo por
teléfono que, aunque quieren tener mentes brillantes,
también necesitan que sean socialmente aceptables porque
si lo que van a hacer se lleva a cabo, tendréis que salir en
medios de comunicación.
—¿Y las feas o tímidas no venden? —pregunto ofendida.
En respuesta, el profesor se encoge de hombros.
—Verás, Violet, las pruebas se van a realizar en una
hermandad de la universidad, es solo para mujeres, pero él
me dejó entrever que habría infiltradas para saber quiénes
eran aceptables o no.
—Genial, mi futuro depende de si soy una mujer que
pueda vender en redes sociales.
—No lo tomes así, al final, quien paga es quien manda.
Aprovecha esta oportunidad, y cuando acabe tendrás lo
necesario para emprender por tu cuenta lo que quieras.
Sus palabras me hacen pensar en que tiene razón. No me
gusta la premisa de lo que piden, sin embargo, me acerca a
mis objetivos, y eso es lo que importa.
—Está bien, ¿qué tengo que hacer para apuntarme?
El profesor sonríe y me siento mal por haber pensado un
segundo en que él quisiera algo obsceno de mí. Para ser
justos, es el único que se ha preocupado desde que llegué
aquí y jamás ha mostrado un interés más allá del
meramente académico.
Las siguientes dos semanas son una locura. Tengo que
darme de baja de las clases de otoño y las de verano, aún
sin saber si me cogerán; es uno de los requisitos. Cuando
acabe el semestre iré a la hermandad a hacer las pruebas y
pasar allí el verano. Como todo es secreto no se lo cuento a
nadie; no es que pueda por mi cláusula de confidencialidad,
y tampoco es que tenga a nadie a quien decírselo salvo al
profesor.
Antes de que me dé cuenta estoy en el autobús que me
llevará al otro lado del país y a mi nuevo futuro. Aquí no me
queda nada por lo que preocuparme o echar de menos,
bueno, quizás un poco a mi profesor, le he prometido
mantener el contacto.
Cuando llego a mi destino, una casa en las afueras del
campus que parece una mansión de lujo, no puedo evitar
sentirme nerviosa y decido llamar al profesor. Estoy agotada
de tantas horas de viaje y quiero entrar a descansar, pero
algo dentro de mí, un mal presentimiento, me tiene mirando
la casa desde la acera de enfrente.
Saco el teléfono y marco el número, da cuatro tonos y
descuelga una mujer.
—Perdona, ¿es el teléfono del profesor Milton? —
pregunto, pensando que ha podido haber algún tipo de
desvío de llamada.
—Sí, lo es, siento decirle que no va a poder comunicarse
con él.
—¿Por qué?
—Murió de un paro cardiaco hace cuatro horas.
Capítulo 3
Violet
Me quedo mirando el teléfono después de colgar y no sé
muy bien cómo sentirme. Por un lado, el profesor no era
nadie para mí, por el otro, era la única persona que tenía en
mi vida.
—Hola, eres Violet, ¿verdad?
Me giro y veo a una chica afroamericana con una sonrisa
enorme que cruza desde la acera donde está la casa y se
dirige hacia mí.
—Sí, ¿quién lo pregunta?
—Perdona, soy Shondra, también formo parte del grupo
que va a hacer las pruebas para entrar donde tú y yo
sabemos —contesta de forma enigmática, supongo que lo
de no contar nada es más serio de lo que pensaba.
—¿Ya te has instalado? —pregunto, mirando hacia la
fraternidad, y ella niega, señalando un coche aparcado un
poco más abajo.
—No, te estaba esperando, resulta que hay un cambio de
planes y tenía que recogerte para ir a nuestro nuevo destino
—me explica—. No sé si esto ya es una prueba, la verdad es
que todo eso me tiene un poco estresada.
—¿Con quién has hablado?
—Candance Rubens.
Asiento porque es la misma mujer con la que me he
estado enviando e-mails desde que el profesor me habló de
todo esto. Siento una punzada en el pecho al pensar en él,
es raro saber que no va a estar vivo nunca más; no es que
planeara ir a visitarlo en vacaciones, es solo que, no sé,
supongo que me reconfortaba pensar que al menos estaba
en el mismo mundo que yo.
—¿Y qué cambio de planes hay?
—Resulta que han tenido algún tipo de plaga en la casa —
dice, señalando el majestuoso edificio frente a mí— y la
tienen que desalojar para fumigar. Han redistribuido a las
chicas, me llamaron para avisarme de que había un coche
de alquiler a mi nombre esperándome en la estación de
trenes donde llegaba y que tenía que recogerte.
—¿Y dónde nos alojamos entonces?
—No tengo ni idea, Candance me dijo que la chica que
nos falta tenía la información.
No entiendo nada.
—¿Qué chica?
—Kyle no sé qué —contesta, encogiéndose de hombros—.
Vamos, el lugar de recogida está como a media hora de aquí
y no quiero llegar tarde.
Asiento, no muy segura de estar haciendo lo correcto,
pero cuando veo a Shondra saltar por encima de un charco,
sonriendo como una niña, me doy cuenta de que no hay
peligro alguno.
Llego al coche, y cuando abre el maletero me fijo en que
ella lleva una mochila parecida a la mía; ambas tenemos
poco en la vida por lo que parece.
En el suave murmullo del coche nos deslizamos por las
calles de la ciudad. El cielo está pintado con tonos de un
anaranjado pálido, mezclándose con el crepúsculo. Shondra
conduce con una destreza tranquila, sus manos seguras en
el volante. Yo estoy a su lado, observando como la ciudad se
transforma a medida que nos acercamos a nuestro destino:
recoger a una tercera persona que ninguna de las dos
conoce.
El aire del coche está cargado de una energía nueva, casi
eléctrica, mientras Shondra empieza a abrirse. Su voz es
suave, como si cada palabra fuera un secreto compartido
solo conmigo. Me cuenta sobre su infancia, una niña
huérfana que, contra todo pronóstico, ganó una beca en su
instituto. Esa beca fue su pasaporte a la universidad, un
mundo lleno de oportunidades que nunca había soñado.
A medida que las luces de la calle parpadean a nuestro
paso, habla de su vida. No tiene demasiados amigos,
admite, y en su voz hay un matiz de tristeza. No hay nadie
especial en estos momentos, un hecho que parece pesarle
más de lo que sus palabras pueden expresar.
Entonces, su historia toma un giro. Habla de cómo se
alegra de haber dejado todo atrás, de haberse mudado al
otro lado del país. Su última relación acabó mal, y ese
cambio radical era su forma de curarse, de olvidar. A
medida que las palabras fluyen, me doy cuenta de la
fortaleza oculta en su vulnerabilidad. También de que somos
muy parecidas, al menos en nuestra situación actual.
—Aquí es —dice alegre mientras aparca en una gasolinera
un tanto destartalada.
—¿Aquí va a venir la tal Kyle? —pregunto extrañada, y
ella se encoge de hombros.
—¡Que os jodan a todos! —Se escucha gritar, y ambas
miramos.
Una chica de pelo castaño, mediana estatura y vestida
toda de negro sale de la cafetería levantando el dedo del
medio de ambas manos. Lleva solo una mochila en su
hombro y sonríe. Mira hacia nosotras y se dirige con paso
firme al coche.
—¿Sois las taradas que me vienen a recoger? —pregunta,
y no puedo evitar mirar a Shondra.
—¿Cómo te llamas? —inquiere esta, sin desvelar a quién
estamos esperando nuestros nombres; chica lista.
—Kyle Lambert.
—Supongo que tú eres la tarada a la que venimos a
recoger —responde Shondra, sacándome una sonrisa por su
tono tranquilo.
—Me gustas —contesta la chica, y luego me mira a mí—,
tú de momento no.
Le saco el dedo del medio y ella sonríe, genial, al final sí
que es una tarada.
Shondra abre el maletero y mete la mochila de Kyle, ella
se sube detrás y nos da la dirección que le han indicado.
Llegamos de noche, es un lugar un poco tétrico. Hay
muchas naves cerradas, parece un polígono industrial.
—¿Estás segura de que es aquí? —pregunto un poco
escéptica.
—Sí, es lo que pone en el GPS —confirma Shondra—. ¿Es
correcta la dirección?
Miramos a Kyle y asiente. Nos detenemos enfrente de la
última nave de la calle y las tres nos miramos sin saber qué
hacer. Si fuera una peli, ahora mismo un asesino en serie
nos estaría esperando para despedazarnos.
De pronto, la puerta frente a nosotras se abre y una
mujer de unos cincuenta años, vestida con un traje fucsia y
unos tacones demasiado altos para mi gusto, sale sonriendo
con una carpeta en una mano y un bolígrafo con plumas
moradas en la otra.
—Debéis de ser Violet, Kyle y Shondra, sois las últimas —
suelta, tachando algo en la lista que tiene—. Vamos, las
demás nos esperan.
Desde donde estamos podemos observar por detrás suya
que dentro de la nave parece haber unas cuantas chicas
más, se oyen voces y risas, incluso creo que veo una mesa
con comida.
—Supongo que sí que era este el lugar —dice Kyle antes
de bajarse del coche. Shondra la sigue y yo también lo
hago.
Hay algo en todo esto que no me gusta, creo que es el
miedo a que algo bueno me pueda pasar. Soy de las que se
autoboicotean cuando parece que las cosas van a salir bien.
Entramos y veo que hay como diez chicas más, todas
ellas diferentes, no hay dos iguales. Soy la única morena de
ojos negros, hay otra con el mismo color de mi pelo, sin
embargo, sus ojos son de un verde esmeralda precioso y
está hablando con una que los tiene azul aguamarina.
De pronto, escucho que la puerta por la que hemos
entrado se cierra y se abre una más grande que da paso a
cuatro furgonetas como las de la serie de los ochenta que le
gustaba a mi padre, El Equipo A. Se detienen en fila y de
ellas salen hombres armados. Se hace el silencio.
—Ahora vamos a nombraros y subiréis al vehículo
asignado —dice Candance—. Os vamos a vendar los ojos y
espero que a nadie se le ocurra cometer una tontería.
—¿Qué está pasando? —pregunta una rubia de ojos
verdes.
—Que os estamos secuestrando.
Todas nos reímos pensando que es una broma, pero
cuando vemos que esto va en serio, el silencio generalizado
hace que se me erice la piel. Una chica pelirroja echa a
correr hacia la puerta y el tipo que tengo a mi derecha le
dispara en la pierna.
—Bien, ahora, si alguna más quiere correr, mis hombres
necesitan practicar el tiro —gruñe la psicópata, sonriendo,
mientras la pelirroja en el suelo llora de dolor y el resto
permanecemos en silencio asustadas.
Después de eso, obedecemos sin rechistar y subimos a la
furgoneta que nos asignan.
La oscuridad es total, opresiva, como un velo que cubre
toda esperanza. Estoy aquí, en este furgón sin ventanas,
con los ojos vendados, y el miedo se enrosca en mi pecho
como una serpiente fría. A mi lado siento la presencia de
Shondra y Kyle, sus respiraciones entrecortadas son el único
sonido en este espacio confinado que se mueve y nos
arrastra hacia un destino desconocido.
Cada bache en el camino envía un escalofrío a través de
mi cuerpo. Intento recordar cómo llegamos a esta situación,
cómo un día que comenzó con esperanzas y planes se
convirtió en esta pesadilla. Las imágenes son borrosas,
como capturadas a través de un cristal roto.
El furgón da un giro brusco y nos deslizamos por el suelo
metálico, chocando las unas contra las otras. Un gemido
ahogado escapa de mis labios. Quiero creer que vamos a
estar bien, que alguien nos está buscando, que esto es solo
un mal sueño del que pronto despertaré.
Pero la realidad es más cruda, más fría. Estamos a
merced de nuestros captores, tres almas perdidas en un
mar de incertidumbre y miedo. Cierro los ojos debajo de la
venda, como si eso pudiera protegerme de lo que nos
espera. La angustia se mezcla con la esperanza, un hilo
delgado que se aferra a la posibilidad de un final feliz,
aunque, en este momento, ese final lo siento increíblemente
lejano.
—Abajo —nos ordenan una vez que la furgoneta se ha
detenido y han abierto la puerta.
Me arrastro hacia sus palabras y una mano me quita la
venda de los ojos. Los entrecierro ante la luz que hay, sin
embargo, hubiera preferido permanecer en la absoluta
ignorancia como tenía hasta ahora en vez de lo que veo
frente a mí.
—Bien, ahora desnudaos y poneos estas batas,
comenzaremos el examen médico —nos manda una mujer
que parece una doctora.
Creo que hemos pasado de ser parte de un experimento a
ser el experimento en sí, y eso hace que casi me orine
encima.
Capítulo 4
Carter
Estoy frente al espejo, ajustándome la corbata de seda
negra. Mi reflejo muestra a un hombre con dinero, sin
embargo, y a pesar de lo que mucha gente opina, en mi
caso no es lo importante, daría todo lo que tengo por volver
a pasar un día con Alex.
Hoy es la noche de la gala benéfica anual, un evento que
se organiza a través de una de mis empresas del holding
para recaudar fondos y seguir investigando. Mi mirada se
pierde un momento en el horizonte de la ciudad, pensando
en todo lo que representa esta jornada.
Vuelvo a mi realidad cuando mi teléfono suena. Es Ashley,
mi mejor amiga y compañera en innumerables causas
sociales.
—¿Listo para esta noche, Carter? —pregunta con su voz
melódica.
—Casi —respondo con una sonrisa, como si pudiera
verme—. Te recojo en veinte minutos.
Ashley ha sido un pilar en mi vida, su presencia es
calmante incluso en medio del caos. Ella es la razón que me
dejó Alex para no perderme en mi dolor cuando murió.
Desciendo a la sala de estar, donde mi chófer ya me
espera. La limusina negra brilla bajo los últimos rayos de
sol. Subo, acomodándome en el suave cuero del asiento. La
ciudad pasa a mi lado, un torbellino de luces y sombras
mientras nos dirigimos a casa de Ashley.
Al detenernos en un semáforo, bajo la ventanilla para
tomar aire fresco. De repente, un vagabundo se acerca, sus
ojos desorbitados clavados en mí.
—¡Eres la reencarnación del infierno! —grita con una voz
rasposa y llena de locura—. ¡Tú no deberías estar vivo! ¡Me
aseguré de matarte para que los jinetes no nazcan!
Me quedo helado, sin poder procesar sus palabras. El
chófer interviene, cerrando la ventanilla y alejándonos con
rapidez de la escena. Mi corazón late con fuerza. ¿Qué
significan esas palabras? ¿Quién era ese hombre?
Llegamos a casa de Ashley y trato de dejar atrás el
inquietante encuentro. Ella sale, deslumbrante en su vestido
de gala, y su sonrisa ilumina la noche.
—¿Todo bien, Carter? —pregunta, notando mi expresión.
Decido que solo he sido el objetivo de un vagabundo loco
y que no voy a perturbar la mente de mi amiga con el
recuerdo de la muerte, ya bastante se cierne sobre
nosotros.
—Nada, solo un problema en una de mis empresas, pero
ya están mis abogados con ello.
—¿Algo de lo que preocuparse? —continúa mientras la
ayudo a meterse en la limusina y la acomodo a mi lado.
—No, olvídalo, esta noche es importante, centrémonos en
eso.
Ella me mira, sonríe y asiente.
Mi chófer cierra la puerta y se dispone a continuar hasta
la gala, tenemos una media hora de camino. Sirvo una copa
del champán que le gusta y ella la acepta mientras me
dedica una mirada extraña. Algo ronda por su cabeza, y
cuando aprieta el botón para que el cristal que nos separa
del conductor se suba, me confirma que así es.
—¿Qué ocurre? —pregunto en cuanto estamos aislados.
Ella se muerde el labio, se bebe su copa de golpe y se
abalanza sobre mí. Por un segundo estoy tentado a dejarla
besarme, solo que en el último momento me retiro.
—Lo siento —se disculpa, totalmente avergonzada.
—¡Eh!, oye, que soy yo —susurro, levantando su cara con
mi dedo debajo de su barbilla.
Me mira con lágrimas contenidas y sé que por su mente
pasan mil cosas que no quiere decirme.
—Habla —le pido—, dime qué piensas.
Ashley lo medita unos segundos y al fin decide soltarlo
todo.
—¿Por qué no podemos ser felices juntos? —pregunta, y
me pilla totalmente desprevenido.
—Lo sabes.
—No, no lo sé. Me dijiste que me amabas, que ibas a
luchar por mí, sin embargo, aquí estamos, años después,
siendo solo amigos —me recrimina.
—Lo estaba, te amaba más allá de lo razonable, pero no
debería haberlo hecho, eras la novia de Alex.
—No es tu culpa lo que sucedió. El accidente fue algo que
nunca debió ocurrir. No dejes que una desgracia así marque
tu futuro, nuestro futuro.
—Tienes razón —comienzo, y veo un brillo en sus ojos que
estoy a punto de apagar—, el accidente no fue mi culpa,
pero mientras mi hermano moría yo estaba en su casa,
declarándote mi amor y esperando a que llegara para
romperle el corazón por mi traición, porque es lo que era, fui
un puto traidor al mirarte.
Ella se queda en silencio, sopesando sus siguientes
palabras.
—Hay algo que debes saber y que no te he dicho por
miedo a que te alejaras, pero he hablado con Caroline y en
el diario de Alex no solo había algunas nuevas ideas para
curar mi enfermedad.
Me quedo paralizado ante sus palabras. ¿A qué demonios
se refiere?
—¿De qué hablas?
—No te enfades con Caroline, ella me lo dijo para que
pudiera contártelo con calma, pero estoy segura de que, si
no lo hiciera, te lo hubiera soltado igualmente.
—Deja de dar rodeos —siseo.
—Alex me iba a dejar, solo estaba conmigo porque se
sentía culpable de que me fuera a morir por esta maldita
enfermedad.
—¿Qué? —pregunto en estado de shock.
—Sí, en los diarios que te ha enviado la viuda del
catedrático lo pone claramente, y él me lo dijo poco antes
de morir cuando le confesé que estaba empezando a
enamorarme de ti.
Sus palabras me dejan atónito. No sé si estoy enfadado,
triste o aliviado. Quizás una mezcla de las tres.
—¿Y por qué no me lo dijiste antes?
No lo entiendo, si ella me correspondía y mi hermano no
la quería podríamos haber estado juntos.
—Fui egoísta. Pensé que no me creerías y que me
apartarías de tu lado, que me dejarías a mi suerte.
Las lágrimas que contenía ahora se derraman por su cara,
y le tiendo un pañuelo para que se las seque. Quiero
abrazarla, pero a la vez no puedo. Me cuesta respirar. Y
entonces lo entiendo.
—¿Tenías miedo de que dejara de financiar la
investigación para la cura de tu enfermedad? —le pregunto
de manera directa, y la respuesta que veo en sus ojos no
me deja lugar a dudas de que he acertado.
Decido que es el momento de abrazarla. Estoy cabreado y
ahora no sé lo que siento por lo que me acaba de confesar,
sin embargo, sigue siendo ella, mi amiga, y no quiero que se
sienta mal.
—Lo siento tanto —susurra entre mis brazos.
—Lo hablaremos mañana. Ahora vamos a centrarnos en
la gala —le digo, notando que la limusina se detiene—. Solo
tienes que saber que no estás sola y que no permitiré que
nada te pase.
—¿No estás enfadado? —pregunta esperanzada.
—No lo sé, tengo que procesarlo. Voy a bajar para que
puedas retocarte tranquilamente. Te espero dentro, ¿de
acuerdo?
Ella asiente y yo le beso la frente. Salgo de la limusina y
respiro hondo.
La noche se despliega sobre Providence como un manto
de estrellas, iluminando la fachada majestuosa del hotel
donde se celebra la gala benéfica. Los elegantes invitados
se deslizan hacia el interior, envueltos en sus trajes de
etiqueta, pero yo apenas noto su presencia. Mis
pensamientos están fijos en la discusión que acabo de tener
con mi mejor amiga.
—Deberías haber confiado en mí antes, Ashley —
murmuro para mí mismo mientras ajusto mi pajarita frente a
las escaleras que me llevan a la fiesta.
Respiro hondo de nuevo, intentando disipar la frustración
que aún me invade. No es habitual que Ashley y yo
discutamos, y menos en una noche como esta, donde todo
lo que he planeado y por lo que he trabajado durante meses
está a punto de culminar. Esta gala es más que un evento
social: es una oportunidad para recaudar fondos vitales para
las investigaciones de enfermedades raras como la suya.
Salgo del baño, dirigiéndome hacia el gran salón donde
ya se congregan los invitados. Luces suaves bañan la
estancia y una orquesta toca melodías conocidas al fondo.
La elegancia del lugar me recuerda por qué he organizado
este evento, aunque la ausencia de Ashley a mi lado se
siente como una sombra en la brillantez de la noche.
Me muevo entre los invitados, intercambiando saludos y
sonrisas, pero mi mente sigue distraída. A lo lejos veo a
Ashley conversando de manera animada con un grupo de
invitados. Su vestido azul se ondula con cada movimiento, y
aunque me gustaría acercarme, algo me detiene. Necesito
darme espacio, al menos por el momento.
Me concentro en el objetivo de la noche hablando con
donantes potenciales, presentando los proyectos que
necesitan su apoyo. No solo comentamos de la parte
económica, de esa puedo hacerme cargo, es su influencia o
su tecnología en desarrollo lo que necesito para mis
investigaciones.
La noche avanza, y cuando creo que ya he hecho todo lo
que podía, me dispongo a acercarme a Ashley para avisarle
de que me marcho, pero que le mando al chófer de vuelta
para cuando ella se quiera ir. Es algo que hemos hecho
otras veces ya que a mí la parte social de este trabajo no
me gusta, sin embargo, ella parece moverse como pez
debajo del agua.
—¿El señor Carter Harris? —escucho detrás de mí, y al
girarme veo a dos agentes, un hombre y una mujer,
vestidos de calle, pero con sus placas a la vista.
—Sí, ¿en qué puedo ayudarles?
—Necesitamos hablar con usted en un lugar más íntimo
—me indica la mujer, y asiento.
Noto que la gente a mi alrededor me mira, les encanta el
chisme y yo no suelo darlos muy a menudo. Los dirijo hacia
un despacho que el hotel me deja usar en estos eventos
para hacer transacciones de una forma privada. Cuando
estamos los tres, el hombre cierra la puerta y ambos me
miran de una forma extraña que no me gusta nada.
—¿Qué ocurre? —pregunto, sintiendo ese temor de haber
perdido a alguien sin saberlo.
—Señor Harris, no hay forma sencilla de decir esto, así
que iré al grano —comienza la mujer, y su compañero
asiente de acuerdo—: Acabamos de desmantelar una red de
tráfico de bebés y necesitamos que nos acompañe porque
uno de ellos podría ser de su hermano.
Capítulo 5
Carter
Las palabras de la agente me dejan totalmente
paralizado, ¿un bebé? ¿De Alex? Entonces me doy cuenta de
que eso no es posible, él murió hace unos años. ¿Hasta qué
edad consideran que es un bebé?
—Entiendo que lo que acabamos de decir es algo un tanto
difícil de creer —comenta el hombre—, pero necesitamos
que sea discreto con el asunto ya que la investigación está
en curso.
Asiento, sin saber muy bien qué decir.
—Debido a que el señor Alexander Harris era su gemelo
idéntico podemos hacer unas pruebas para comprobar si lo
que tenemos es cierto, de ser así, habría más cosas de las
que hablar.
Todavía estoy conmocionado y mi mente no para de
elucubrar.
—¿Qué tengo que hacer? —pregunto una vez que mi
cabeza parece que vuelve a funcionar.
—Si es posible, nos gustaría que nos acompañara ahora
mismo a hacerse los análisis genéticos que necesitamos
para confirmar nuestras sospechas, y a partir de ahí…
Lo deja en el aire porque decir que la mierda va a golpear
el ventilador supongo que queda mal cuando eres un
representante de la ley.
Asiento y les pido que me esperen fuera para despedirme
de algunas personas y tratar de convencer a los que han
visto la escena de que solo se trata de una investigación por
una cartera que perdí hace unos meses.
Ash me mira sin terminar de creer lo que estoy contando.
Mis ojos le piden que no diga nada y ella asiente levemente.
Sonrío. Todavía tenemos mucho que aclarar sobre la
conversación de la limusina, sin embargo, sigue pudiendo
leerme la mente.
Una vez que aprecio que todos los allí presentes creen la
historia de la cartera perdida, salgo fuera y me subo a la
camioneta RAM negra en la que los agentes me esperan. En
cuanto llegamos a nuestro destino, me bajo e inspiro hondo.
Necesito un poco de aire fresco antes de que todo esto
comience.
Estoy de pie frente al hospital privado, un edificio
imponente de cristal y acero que se eleva amenazante ante
mí. Los agentes de policía que me acompañan me guían
hacia adentro con una eficiencia silenciosa que no deja
espacio para preguntas. No entiendo del todo por qué estoy
aquí, por qué necesitan mi sangre con tanta urgencia, pero
las circunstancias me obligan a seguir su juego.
Cruzo las puertas automáticas y el contraste entre el
bullicio de la ciudad y la esterilidad del hospital es abrupto.
Los pasillos son largos y blancos, iluminados con una luz fría
que parece despojar a todo de calidez. A cada paso siento
una mezcla de curiosidad y temor, preguntándome qué es
lo que descubrirán estos análisis.
Me llevan a una pequeña sala donde una enfermera
espera con todo preparado. Su sonrisa es profesional, sin
embargo, no alcanza a ocultar una sombra de preocupación
en sus ojos. Me siento en la silla y extiendo el brazo,
tratando de mantener la calma mientras la aguja penetra mi
piel. Hay un breve pinchazo, una sensación de
vulnerabilidad que no puedo evitar.
Mientras la sangre fluye hacia el tubo de ensayo mis
pensamientos se dispersan.
La enfermera retira la aguja y pone un pequeño apósito
en mi brazo. Me dice que los resultados estarán listos pronto
y que alguien vendrá ahora a hablar conmigo. Pasa casi una
hora antes de que eso suceda.
—Señor Harris, acompáñenos —me pide el agente de
antes, y me niego a hacerlo.
—No hasta que alguien me diga qué está pasando
realmente, y si eso no sucede en los próximos treinta
segundos voy a llamar a mi abogado. No debería haberos
dejado sacarme sangre, joder —gruño por haber sido tan
estúpido.
El agente cierra la puerta de la sala y se sienta en el sofá
frente al mío.
—Tiene razón, hemos hecho las cosas mal y le pido
disculpas, pero es que no es fácil esta situación.
—Tic, tac —le recuerdo.
He acabado de jugar a hacer lo que me piden.
—Me voy a presentar formalmente: soy el agente especial
del FBI John Strauss. Junto con mi compañera, la agente
Malone, hemos llevado a cabo la desmantelación de una red
de trata de seres humanos que operaba a nivel nacional,
creemos que también internacional, pero eso está por
confirmar.
—¿Mi sobrino era parte de eso? —pregunto, rogando
porque la respuesta sea no.
—Es más complicado de lo que parece. Durante el
proceso de lectura de los archivos encontrados apareció el
nombre de su hermano, también el de otras personas de un
nivel adquisitivo elevado, millonarios todos. La cuestión es
que ninguno de ellos está vivo en estos momentos y el
único que tenía un hermano era Alexander. El que sean
gemelos nos ayuda aún más.
Mi mente está a punto de explotar. Resulta que tengo un
sobrino o sobrina, de no sé qué edad, que ha sido parte de
una red de trata de personas y que ahora mismo no tengo
idea de dónde se encuentra.
—Quiero verlo —exijo.
—Para eso he venido. Una vez que hemos podido
demostrar que su muestra coincide con la que tenemos,
quería enseñarle la situación para tratar de que sea más
fácil de explicar.
—Vamos —le digo levantándome, y él hace lo mismo.
—No está en este edificio, pero he pedido un transporte
para llegar lo antes posible. Por favor, confíe un poco más
en mí y pronto entenderá todo.
Lo dice de una manera que hace que le crea. Soy muy
bueno descifrando a las personas, y el hombre que tengo
ante mí claramente tiene una confusión mental grande
sobre lo que ha pasado, sin embargo, no parece ser una
amenaza.
Asiento y le señalo la puerta para que lidere el camino.
Me guía con rapidez hacia una puerta lateral y subimos
por una escalera de servicio, ascendiendo con pasos rápidos
hasta llegar a la azotea. El viento me golpea el rostro al
abrir la puerta, y frente a mí, imponente, se encuentra un
helicóptero con las hélices girando, listo para despegar.
Siento el móvil vibrar en mi bolsillo y me doy cuenta de que
vuelvo a tener cobertura. Miro al agente y veo en sus ojos
que hasta ahora habían bloqueado mi señal para evitar que
me comunicara con el exterior, sin embargo, eso no hace
que me detenga. Necesito saber qué demonios está
pasando.
Mi corazón golpea con fuerza, cada latido resonando en
mis oídos con la misma intensidad del rotor del helicóptero.
El agente me indica que suba y obedezco, aún procesando
la irrealidad del momento. Me coloco en el asiento trasero,
abrochándome el cinturón mientras el federal toma asiento
al lado del piloto.
El helicóptero se eleva con un rugido, y la vista de la
ciudad extendiéndose bajo nosotros es impresionante. Sin
embargo, mi mente está en otro lugar, enredada en la
noticia que me han dado: la existencia de un sobrino, el hijo
de mi hermano fallecido, del cual nunca supe nada. La idea
de que una parte él todavía vive en este mundo me llena de
un torbellino de emociones.
El vuelo transcurre en un silencio cargado. El agente se
mantiene callado, concentrado en su misión, y yo estoy
demasiado abrumado para comenzar una conversación. Mis
pensamientos giran en torno a Alex, a los recuerdos que
creía enterrados y a la expectativa de conocer a su hijo.
Cuando el helicóptero comienza a descender, mi corazón
se acelera. Reconozco el edificio al que nos aproximamos:
otro hospital. Un nudo se forma en mi estómago. ¿Por qué
mi sobrino estaría en un hospital? ¿Está enfermo? ¿Herido?
La preocupación me inunda y una sensación de urgencia me
impulsa a saltar de la cabina tan pronto como toque tierra.
Aterrizamos en otra azotea, y el agente me señala el
camino. Bajo las escaleras con pasos apresurados, sintiendo
un peso en el pecho. Tantas preguntas sin respuesta, tantas
emociones entremezcladas. Estoy a punto de descubrir una
parte de mi familia que no sabía que existía, y el miedo a lo
desconocido me atenaza. Sin embargo, hay también una
chispa de esperanza, la posibilidad de un nuevo comienzo,
de una conexión que nunca imaginé. Con cada paso hacia
ese desconocido que lleva mi sangre, siento que una parte
de mi hermano, tal vez, todavía vive a través de él.
—¿Necesita algún tipo de trasplante o algo así? —
pregunto mientras sigo al agente escaleras abajo dentro del
hospital.
—No.
Solo me da esa respuesta, así que no hago más
preguntas hasta ver lo que me quiere enseñar. Vamos por
varios pasillos muy bien iluminados hasta llegar a unas
puertas donde dos agentes custodian la entrada, nos
identificamos y, al acceder al interior, veo que hay un largo
pasillo con enfermeras y doctores yendo y viniendo.
Llegamos a una puerta y la abre, me deja pasar primero y
después entra él, cerrando tras de sí. La habitación está
junto a otra, puedo verla a través de un cristal. En ella hay
una mujer con muchos tubos, la miro bien, pero no logro
reconocerla, y es demasiado mayor para ser mi sobrina, nos
llevaremos unos cinco años como mucho.
—¿Qué hacemos aquí? —pregunto mientras una
enfermera entra en la estancia contigua.
El agente se acerca al cristal y lo golpea, la mujer nos
mira y asiente, después, con mucho cuidado, levanta la
sábana que cubre el cuerpo de la chica y veo que tiene una
tripa redondita, pequeña, con un montón de cables
conectados.
—No entiendo nada —murmuro a nadie en particular.
—La mujer que ve ahí tumbada está embarazada, y el
bebé que lleva dentro es de su hermano.
Capítulo 6
Violet
Abro los ojos lentamente, parpadeando contra la luz
blanca que inunda la habitación. Por un momento, todo
parece borroso y mi mente lucha por poner orden en el caos
de mis pensamientos. Estoy en una cama de hospital, los
sonidos y olores me lo confirman, aunque mi vista aún está
nublada. La confusión y el miedo se entrelazan en mi pecho.
¿Cómo he llegado aquí?
Intento hacer memoria. Mis últimos recuerdos son vagos,
imágenes distorsionadas de una clínica, una aguja, una
sensación de frío invadiendo mi cuerpo… y después nada.
Un vacío.
De repente, un pánico abrumador me invade. Trato de
levantarme, pero mi cuerpo se siente extrañamente pesado,
débil. Varias enfermeras se apresuran a mi lado, sus voces
mezclándose en un coro de advertencias y peticiones de
calma.
—¡Cuidado, Violet, cuidado con el bebé! —una de ellas
me dice con urgencia.
El bebé. Esas palabras resuenan en mi mente, deteniendo
mi lucha. ¿Bebé? Parpadeo, confundida. No tengo idea de
qué bebé hablan. Un millón de preguntas inundan mi
mente, cada una más alarmante que la anterior. ¿Qué ha
pasado?
Las enfermeras me sujetan con suavidad, ayudándome a
recostarme de nuevo. Una de ellas, con una mirada que
intenta ser reconfortante, sostiene mi mano.
—Estás en el hospital St. Mary, estás a salvo —explica—.
Te encontraron en un estado de coma inducido. Has sido
drogada, pero te hemos estabilizado. El bebé y tú estáis a
salvo ahora.
Un bebé. Mi bebé. La noticia me golpea con una mezcla
de asombro y miedo. Mi corazón late con fuerza, no solo por
mí, sino por esta vida que, sin saberlo, he estado llevando
dentro de mí. Miro hacia abajo y veo la pequeña redondez
de mi tripa. Esto es real.
Las lágrimas comienzan a acumularse en mis ojos. La
enfermera me acaricia el brazo son suavidad, tratando de
transmitirme tranquilidad.
—Vamos a cuidar de ti —dice—. Estás segura aquí.
«Segura». La palabra me parece tan ajena en este
momento…
Mi mundo, que ya era un torbellino de incertidumbre,
ahora tiene una nueva dimensión, un nuevo ser que no
tengo ni idea de dónde ha salido.
Mientras las enfermeras continúan hablando, explicando
lo que sigue, me hundo en mis pensamientos, tratando de
envolver mi mente alrededor de esta nueva realidad. Soy
madre. Voy a ser madre. No sé si quiero ser madre.
—¿Lo has entendido? —pregunta una de ellas, y la miro
sin tener la menor idea de lo que me acaba de decir.
—Creo que es mucho que asimilar —escucho a una
enfermera que parece tener la edad para ser mi abuela—.
Querida, no sé por lo que has pasado, pero ahora estás a
salvo. Unos agentes del FBI van a llegar en cualquier
momento para resolver tus dudas.
—¿Saben quién es el padre del bebé? —pregunto, sin
tener muy claro por qué necesito saberlo.
—Creo que sí.
—No quiero tenerlo. ¿Me van a obligar? —inquiero
asustada.
Sé que este bebé no tiene la culpa, pero no me veo capaz
de mirarlo a los ojos y recordar cada vez que lo vea que me
han violado.
—Oh, preciosa niña, nadie puede obligarte a hacer nada.
Es tu cuerpo, tu decisión, ¿de acuerdo?
Asiento con lágrimas en los ojos y les dejo que me
revisen. Todo está bien por lo que les he oído decir, y para
cuando se marchan apenas tengo ya cosas conectadas a mi
cuerpo.
Cuando me dejan sola, me bajo la sábana y subo la
camiseta del pijama. Mi tripa redonda es como algo irreal
para mí. Antes de que me durmieran ahí había una tabla lisa
que siempre me ha acomplejado porque parecía que no
comía, ahora eso ha sido sustituido por algo que respira.
Joder.
No sé el tiempo que pasa antes de que se oigan unos
golpes en la puerta, me tapo con rapidez antes de que se
abra y dos personas aparezcan tras ella.
—Hola, señorita Calvin. Soy el agente Strauss y ella es la
agente Malone. Estamos aquí para hablar con usted, si nos
lo permite.
Asiento porque no tengo muy claro que pueda decir que
no al FBI.
—Comenzaremos por preguntarle si se encuentra bien —
dice la mujer mientras se sitúan junto a mi cama, ambos
con una libreta y un bolígrafo.
—Supongo que físicamente sí, no soy médico —contesto
un poco a la defensiva.
—¿Y mentalmente?
—No lo sé. Acabo de enterarme de que estoy embarazada
y que, por lo tanto, he sido violada, pero no recuerdo nada
de eso.
La mujer me dedica una sonrisa reconfortante mientras
niega con la cabeza.
—No has sido violada, Violet. Estamos seguros de esto.
Sus palabras hacen que un peso que no sabía que me
oprimía el pecho desaparezca.
—¿Y cómo ha acabado este bebé ahí dentro? —pregunto
algo ofuscada.
—Fuiste secuestrada por un grupo de personas que se
dedicaba, entre otras cosas, a la venta de bebés nacidos a
través de la gestación subrogada.
Sus palabras se meten en mi mente. Este bebé no es mío,
solo soy la fábrica. Una especie de alivio recorre mi cuerpo.
—¿Por qué yo? —insisto, tratando de entender la
situación.
—Eres una candidata ideal para desaparecer y que nadie
te eche de menos —suelta el agente Strauss, y sus palabras
me golpean.
Tienen razón, nadie me echaría de menos.
—¿Y cómo dieron conmigo?
—Esta gente está por todo el país, metidos en nuestras
bases de datos de orfanatos y casas de acogida. Te
investigaron y te tantearon al ponerse en contacto contigo.
—Pero no hablé con nadie directamente, al menos no al
principio, todo se llevó a cabo a través de mi profesor de la
universidad.
Ambos se miran y revisan algunas anotaciones.
—¿Cuál es su nombre? Si está involucrado de alguna
manera iremos a por él —asegura la agente.
—El profesor Milton jamás formaría parte de algo tan
retorcido.
—Bueno, danos sus datos y nosotros le haremos una
visita para comprobarlo —continúa la agente.
—No creo que puedan. Murió ayer de un paro cardiaco.
Insisten en que les dé sus señas. Cuando lo hago, el
agente Strauss sale de la habitación con su móvil en la
mano.
—¿Qué ha pasado con las otras? —pregunto, recordando
a Shondra y a Kyle, también a la pelirroja que dispararon y
a, bueno, a todas las que estábamos allí.
—De momento no puedo darte detalles de ninguna otra
persona. Te prometo que más adelante, cuando tengamos
un poco más esclarecido lo que pasó, responderé a todas
tus preguntas.
El agente Strauss vuelve a entrar y me mira con tristeza.
No me gusta.
—¿Has averiguado algo? —inquiere su compañera, y él
asiente antes de contestar.
—Hay dos cosas que debo decirte, Violet, una que no
sabes y otra de la que creo que no eres consciente.
—¿Cuáles?
—El profesor no murió de un paro cardiaco, alguien se lo
provocó, seguramente los mismos que se te llevaron para
evitar cabos sueltos.
Lo miro horrorizada, y con miedo me atrevo a preguntar.
—¿Y de qué no soy consciente?
—De que eso ocurrió hace unos cuatro meses, no ayer.
Capítulo 7
Carter
Miro la carpeta que tengo frente a mí y no puedo evitar
sentirme un poco perdido. Mi investigador ha conseguido
toda la información que ha podido acerca de la mujer que
parece ser la madre de mi sobrino o sobrina y ahora la
tengo delante, pero me da miedo abrirla y descubrir algo
que no me guste.
—Voy a pasar —escucho la voz de Ashley en el pasillo—,
esto se acaba aquí.
Sus palabras terminan a la vez que abre la puerta del
despacho de mi ático. Cierra y se me queda mirando con los
brazos en jarra.
—Hola —saludo en un tono neutro.
—Carter, esto es ridículo, llevamos desde la gala sin
hablar. Tres días en los que no me devuelves los mensajes ni
las llamadas. Sé que hice algo mal, pero no me saques de tu
vida por eso.
Sus palabras me llegan al corazón. Tiene razón. Ella no
puede estar excluida de lo que ocurre porque también fue
parte de la vida de Alex y lo es de la mía. Ni siquiera he
vuelto a pensar en nuestra conversación en la limusina
debido al asunto del bebé.
—Tenemos que hablar —le digo, y ella rueda los ojos.
—¡Aleluya! Eso es lo que he estado tratando de decirte
desde hace tres días.
Se sienta en la silla frente a mí y se cruza de brazos. La
miro un momento antes de empezar. Su pelo castaño tiene
un tono que me encanta, y el corte que lleva, haciendo que
apenas roce sus hombros, le da un aspecto dulce, sin
embargo, no la veo como la mujer de la que estuve
enamorado. Puedo decir que he pasado página en ese
aspecto.
Respiro hondo y decido guardar esto para mí de
momento. Esta conversación va a ser incómoda porque ella
sí siente algo, sin embargo, ahora hay otro asunto más
importante.
—No es sobre la charla pendiente que tenemos, es por lo
que pasó durante la gala.
—¿Lo de tu cartera robada? Ya suponía que no era así.
¿Ha pasado algo grave?
—Podría decirse que sí, es sobre Alex.
Ella se tensa y me mira, esperando una explicación.
—Resulta que hay un bebé que es suyo —suelto sin más.
Ashley me observa unos instantes y después comienza a
reírse, cree que es una broma. Se oyen sus carcajadas
durante varios segundos hasta que se centra de nuevo en
mí y ve que estoy serio.
—¿Qué quieres decir con eso? ¿Alex tuvo un hijo estando
conmigo? —pregunta casi indignada, cosa que no entiendo
si no se amaban.
—Es algo más complicado que todo eso —respondo, y
procedo a explicarle lo que ha pasado en estos días.
Ella escucha atenta, poniendo algunas caras, pero sin
interrumpirme. Incluso cuando acabo se toma varios
minutos para asimilar lo que acaba de oír.
—¿Y qué vas a hacer? —inquiere al fin.
—Aquí tengo la carpeta de Violet Calvin. Mi investigador
se ha metido a fondo con esto e iba a leerla antes de tomar
una decisión.
—¿Quieres que lo leamos juntos? —pregunta, y antes
hubiera dicho que sí sin dudarlo, pero desde la gala algo ha
cambiado entre nosotros.
Además, por lo que me contaron los agentes del FBI, esta
mujer fue secuestrada y obligada a embarazarse sin su
consentimiento. Se supone que iban a mantenerla en coma
inducido durante todo el periodo de gestación y después
pasar al siguiente bebé. Como si fuera una fábrica y no un
ser humano. Mostrarle también las intimidades de su vida a
Ashley se siente mal de algún modo, no sé cómo explicarlo,
es algo que quiero reservarme para mí.
—Prefiero hacerlo solo. Te lo contaré luego todo.
—Está bien —dice, y noto que le ha dolido mi rechazo—.
Estaré en la cocina con Roseanne preparando la comida
para que puedas leerlo a solas. Cuando acabes, llámame y
lo comentamos.
Asiento y ella sale del despacho, no sin antes dedicarme
una mirada triste.
Abro la carpeta que tengo delante de mí y lo primero que
veo es una foto de la chica, solo es la cara, pero no puedo
evitar quedarme fascinado por el negro de sus ojos, que
combinan con el de su pelo.
Dejo la imagen a un lado y comienzo a leer. Su vida ha
sido una auténtica mierda, su madre murió, su padre la
abandonó en el sistema y estuvo en más de diez casas de
acogida hasta que cumplió la mayoría de edad y se largó.
Vuelvo la página y espero encontrarme con una retahíla
de malas decisiones, algo entendible con la vida que le ha
tocado, sin embargo, y para mi sorpresa, lo que leo es una
lista de trabajos que ha tenido para poder pagar sus
estudios. Veo unas notas impecables y recomendaciones de
todos sus jefes. No hay reportes policiales, nunca ha sido
detenida, tampoco hay consumo de drogas en sus análisis.
No parece haber tenido un solo tropiezo en su vida.
Paso una hora leyendo todo, hago anotaciones y le pido a
mi investigador que profundice en algunos temas.
Sinceramente, me siento sorprendido por esta mujer. Si
hubiera tenido que elegir a una para tener a sus hijos, no
dudo que Alex la hubiera escogido a ella.
El teléfono de mi despacho suena, es la línea interna de la
casa, y sé que es Ashley.
—Ya he terminado, ven —le digo cuando descuelgo, y la
comunicación se corta.
No tarda ni dos minutos en aparecer y volver a sentarse
donde estaba.
—¿Y bien? —pregunta curiosa—. ¿Qué vas a hacer
respecto a esa mujer?
Miro la foto de Violet de nuevo y siento algo de conexión
con ella, como si Alex me la hubiera dejado para no
sentirme tan solo sin él.
—Voy a convencerla de que tenga al bebé y lo criaré
como si fuera mío.
Capítulo 8
Violet
Me han dicho que hay alguien relacionado con el bebé
que quiere hablar conmigo. Por lo visto, el padre de la
criatura que llevo dentro está muerto, pero no me han
comentado mucho más. Prefieren que sea esta persona
quien me cuente todo.
Mientras espero, no puedo dejar de pensar en el hecho de
que el profesor haya muerto en parte por mi culpa. Bueno,
no directamente, ya que fue él quien inició todo esto, sin
embargo, si no le hubiera dejado entrar en mi vida, con toda
probabilidad él seguiría respirando.
Supongo que mi padre tenía razón y no soy buena para la
vida de nadie.
—¿Se puede? —escucho una voz masculina tras dos
golpes en la puerta.
—Adelante —contesto mientras recoloco las sábanas
sobre mi cuerpo.
La puerta se abre y un hombre alto y con un traje que
parece hecho a medida entra, cierra y se queda parado
mirándome. No sé qué hacer en estos momentos. Así que lo
invito a sentarse.
—Gracias —murmura mientras coge la silla a mi lado y se
coloca a una distancia prudencial que agradezco.
—Soy Violet.
—Yo soy Carter. Perdona por mis formas, es que
realmente no sé muy bien qué hacer en esta situación.
—Ya somos dos —le reconozco, y me da una tímida
sonrisa.
—Supongo que debe ser raro todo lo que te está pasando
—comienza—. No puedo llegar ni a imaginar lo que debes
sentir al despertar y ver que…
—¿Qué alguien ha decidido usar mi cuerpo sin mi
consentimiento?
—Sí, eso.
—Al menos estamos a tiempo para poder ponerle solución
—suelto, y noto que se tensa.
—Sobre eso te quería hablar.
Lo miro y veo que quiere decirme muchas cosas, solo que
no tiene claro por dónde empezar. Es como un vendedor de
esos de la teletienda, que sabe que solo tiene una
oportunidad para convencerte de que comprar la batamanta
es una buena idea.
—No pareces muy seguro de lo que sea que estás a punto
de contarme —le digo, sin importarme que eso lo incomode
—. Preferiría que fueras directo y sincero. Llevo días
aguantando como todo el mundo anda a mi alrededor de
puntillas por miedo a que me rompa. No lo voy a hacer.
Tengo una meta y no la he cumplido todavía, así que no
tengo tiempo para tirarme en un sofá a llorar porque las
cosas no salieron como deberían o porque es injusto lo que
me ha pasado.
Me mira de una forma un tanto curiosa, como si mi
declaración le hubiera descolocado por completo, y veo un
atisbo de sonrisa que desaparece antes de empezar a
hablar.
—Bien, creo que en eso nos parecemos. Iré al grano:
quiero que tengas al bebé.
Sus palabras me transportan directamente al recuerdo
que hace que mi respuesta sea un rotundo no; apenas tenía
siete años.

Me acurruco en mi cama, abrazando mi osito de peluche


favorito. Aunque debería estar dormida, algo me mantiene
despierta. Hay voces que vienen del salón, suenan como
murmullos lejanos, pero puedo reconocerlas: son mamá y
papá. Me levanto sigilosamente, dejando mi refugio de
sábanas y sueños, y me dirijo hacia la puerta entreabierta
de mi habitación.
Mis pies descalzos apenas hacen ruido sobre la madera
fría del pasillo. Me siento como una exploradora en una
misión secreta, aunque una parte de mí siente que no
debería estar haciendo esto. Al llegar cerca de la sala, las
voces se vuelven más claras. Me escondo detrás de la
esquina, mi corazón late rápido, casi tanto como cuando
corro en el parque.
Escucho a mamá decir con voz temblorosa:
—¿Alguna vez te arrepientes de…?
Su voz se apaga, como si las palabras fueran demasiado
difíciles de decir. Hay una pausa, y luego papá responde con
un suspiro profundo:
—A veces pienso en cómo sería nuestra vida si las cosas
hubieran sido diferentes, si ella no hubiera nacido.
Siento como si un cubo de hielo se deslizara por mi
espalda. No entiendo completamente el significado de esas
palabras, pero algo en su tono me hace sentir pequeña y
frágil. Mi osito de peluche parece estar igual de asustado
que yo, sus ojos de botón reflejan la poca luz del pasillo.
Mamá continúa.
—Yo también lo pienso. Nuestra vida sería más fácil, más
libre. No tendríamos tantas preocupaciones, tantas
responsabilidades… No consigo superar el día sin beber, y
todo empezó con ella.
Su voz se quiebra, y puedo escuchar el sonido de un
sollozo contenido.
Me encojo aún más detrás de la pared. ¿Están hablando
de mí? ¿Se arrepienten de que yo exista? Una tristeza
profunda se instala en mi pecho, pesada como una piedra.
Quiero correr hacia ellos, preguntarles por qué dicen esas
cosas, sin embargo, el miedo me mantiene inmóvil.
Papá dice algo más, pero sus palabras se mezclan con el
sonido de mi propio corazón, latiendo fuerte en mis oídos.
No quiero escuchar más. Me alejo despacio, sintiendo cada
paso como si caminara sobre vidrios rotos.
Regreso a mi habitación, me deslizo bajo las sábanas y
abrazo a mi osito más fuerte. Las palabras de mamá y papá
dan vueltas en mi cabeza. No entiendo por qué se sienten
así. ¿No se supone que los padres siempre quieren a sus
hijos?
Las lágrimas empiezan a brotar de mis ojos, calientes y
rápidas. Trato de contenerlas, pero es inútil. Me siento
abandonada, como si un abismo se hubiera abierto bajo mis
pies. No sé cómo actuar mañana, ¿debería preguntarles
sobre lo que escuché? ¿O debería hacer como si nada
hubiera pasado?
Me pregunto si alguna vez podré olvidar sus palabras o si
siempre me perseguirán, recordándome que, para ellos, mi
existencia es una carga.
Mis pensamientos se enredan en la tristeza y el miedo.
Pienso en mis amigos, en la escuela, en las pequeñas
alegrías que hasta ahora llenaban mis días. ¿Cambiará todo
eso ahora? ¿Me mirarán diferente sabiendo lo que sé?
La noche se vuelve más oscura, y con ella mis
pensamientos. Me abrazo a mi osito, buscando consuelo en
su suave pelaje. En algún lugar profundo de mi corazón, una
voz pequeña y temblorosa se pregunta si mamá y papá
alguna vez me abrazarán así, llenos de amor y sin
arrepentimientos. Y sé que la respuesta es que no.

Después de eso empecé a darme cuenta de que las


peleas entre ellos aumentaban, el alcoholismo de mi madre
también. Y cuando murió, juré sobre su tumba que jamás
tendría un hijo si no era totalmente deseado. No quiero
joderle la vida a alguien solo por no saber tomar una buena
decisión.
—Lo siento, pero no está en mis planes —contesto una
vez que logro mantener a raya mis recuerdos de la infancia.
Carter me mira con el ceño fruncido.
—¿Puedo preguntarte cuáles son tus planes?
—Quiero terminar mi carrera de Biología y entrar en una
buena empresa para tener un buen puesto y ganar dinero,
poder vivir un día sin pensar si al siguiente tendré qué
comer o acostarme por la noche sintiéndome segura porque
la casa en la que vivo no está en un barrio con más
delincuentes que ratas.
Asiente, como si entendiera la situación, y viendo su reloj
caro dudo que lo haga. Se mete la mano en la americana y
saca una cartera de piel, pero piel buena, no de la que
venden en la esquina de mi antiguo barrio. La abre y de ella
saca una foto; me la entrega.
—Somos Alex y yo —dice, sonriendo con tristeza—, él es
el padre del bebé.
Miro la imagen y veo a dos adolescentes sonriendo
mientras sostienen un stick de hockey.
—Sois iguales —murmuro, asombrada ante tanto
parecido.
—Somos gemelos idénticos, nadie podía distinguirnos —
contesta, sonriendo de nuevo.
Hay algo en la forma en la que lo hace que me llama la
atención.
—Me dijeron que había muerto —le digo, entregándole la
foto—. ¿Puedo preguntar qué pasó?
—Él iba en el coche y un camión lo embistió, el conductor
se distrajo un segundo para cambiar la radio y no lo vio. En
un instante rompió mi mundo, y lo peor es que ni siquiera lo
sabía, no pude despedirme de él.
Su tristeza me embarga. Dicen que los gemelos tienen
una conexión diferente al resto del mundo, y ahora puedo
ver que es real.
—Lo siento —murmuro.
—Alex no tenía hijos, ni siquiera sabíamos que había
hecho una donación hasta que el FBI me contactó para
contarme de tu existencia.
Por instinto pongo la mano en mi tripa, como protegiendo
a ese bebé que está dentro y del que soy ajena porque no
es mío. No sé quién es la madre. Escuché a unas
enfermeras hablar de otra chica que llegó a la vez que yo y
que habían usado los óvulos de una mujer de cincuenta
para fecundarlos con el esperma de su propio hijo. Una
millonaria canadiense. Me da repelús solo de pensarlo.
Prefiero vivir feliz en la ignorancia.
—Mira, Violet, sé que esto que te ha tocado pasar es una
mierda, pero el bebé que llevas ahí dentro es lo único que
me queda de mi hermano. Te pido, por favor, y si es preciso
de rodillas, que lo tengas. No es necesario que te quedes
con él, yo lo criaré y tú podrás seguir con tu vida, pero, por
favor, no lo mates.
Lo miro y está llorando. De verdad se ha puesto de
rodillas y me ha cogido una mano. Mierda.
La película de Juno viene a mi mente, y me doy cuenta de
que quizás pueda hacer algo bueno y sacar partido a esta
situación.
—Levanta, en serio, no es necesario que hagas esto.
—¿Eso es un sí? —pregunta esperanzado.
Lo miro y respiro hondo. Es momento de coger la
situación por los cuernos y decidir que esto es solo un alto
en el camino.
—Sí, supongo que eso es un sí.
Capítulo 9
Carter
—¿Puedes repetir eso, por favor? —le pido, sin creerme
que haya aceptado.
—Lo haré, pero hay condiciones. Escúchalas primero
antes de emocionarte.
—Lo que quieras —la corto.
—Carter, por favor, escucha primero.
Lo dice en un tono que me hace pensar que es una
trampa. Al fin y al cabo, no la conozco más allá de lo que el
investigador me ha dicho. Reconozco que me asombra
hasta dónde ha llegado teniendo en cuenta de donde viene,
pero justo por eso debería estar un poco más alerta.
—Tienes razón, tú dirás.
—Como ya te he dicho, no me gusta andar con rodeos, así
que voy a ir directa: no me interesa que seamos amigos y
no voy a tratar de proteger tus sentimientos porque apenas
llego a hacerlo con los míos.
—Estamos de acuerdo en eso.
—Por como vistes creo que tienes dinero. ¿Es así?
Necesito que seas totalmente sincero. No quiero que te
pavonees de algo que luego es solo fachada.
Sopeso mi respuesta y decido ir con todo. Tampoco es
que sea muy difícil averiguarlo en cuanto tenga acceso a
Google.
—Soy billonario.
—Eso me parecía.
—Bien, pide entonces la cantidad que creas justa por
gestar a mi sobrino o sobrina y será tuya.
Hago lo mismo que ella, hablo sin tapujos. Violet tiene
razón, no somos amigos y no nos debemos a los
formalismos de una relación que no existe. Esto va a ser
una mera transacción en la que ambos vamos a ganar.
Supongo que me pedirá algunos millones y yo estoy
dispuesto a dárselos, por supuesto, firmando un contrato
bien blindado para que no pueda volver a nuestras vidas
jamás.
Ella respira hondo antes de contestar.
—Como te he dicho, mi plan es acabar mi carrera, por lo
que al estar en esta situación tendré que estar unos meses
haciendo mis clases online y sin poder trabajar. Creo que lo
justo es que te hagas cargo de mis gastos de casa, comida y
universidad durante ese tiempo. No quiero conocer al bebé,
así que cuando nazca desapareceré y lo haré con el importe
que cueste el año siguiente de universidad y el alquiler de
un apartamento de una habitación cerca del campus.
Lo suelta de carrerilla, como si tuviera miedo a que
pudiera decir que no antes de terminar de pedir todo, y no
tiene ni idea de que es justo al revés, no entiendo nada.
—Te he dicho que soy billonario. Tengo mi propio avión
privado y poseo uno de los holdings más importantes del
país —le recuerdo.
—Bien por ti. No sé a dónde quieres llegar.
—A que podría darte el dinero suficiente como para que
pudieras vivir sin preocupaciones el resto de tu vida.
Ella me mira ladeando la cabeza, y su pelo negro cae
largo sobre sus hombros hasta llegar a la sábana que la
cubre. Creo que piensa que soy idiota por decirle algo así y,
la verdad, yo también lo creo.
—Hay algo que me parece que no ha quedado claro —
comienza—. No te estoy vendiendo al bebé. Eso es horrible.
Esto no va de eso. Solo te pido que te hagas cargo de mi
vida mientras no pueda usar mi cuerpo como antes del
embarazo.
—¿Como una gestación subrogada?
—Algo así. No quiero basar los éxitos de mi vida en el
dinero de vender a un ser humano. ¿En qué me convierte
eso? Y bueno, ¿en qué te convierte a ti si lo compras? ¿Y al
bebé?
Sus preguntas me abruman y son como un balde de agua
fría. Tiene razón, estoy dispuesto a cualquier cosa por tener
a ese bebé conmigo, pero hay límites que nadie debería
cruzar.
—Lo siento. Creo que las ganas de convencerte fueron
mayores que cualquier razonamiento lógico que pudiera
tener. No quiero comprar al bebé, y me alegro de saber que
tú no eres de las que lo venderían. Y por supuesto que estoy
de acuerdo en que costearé cualquier gasto que tengas
mientras estés embarazada.
—Bien, estamos en la misma página entonces. Solo tengo
una petición más.
—Tú dirás.
—Quiero todo esto por escrito, de forma legal. Sé que
tendrás un arsenal de abogados que encontrarán la forma
de joderme si quieren. Espero que no lo hagas, sin embargo,
quiero que quede constancia de las condiciones para que
ambos tengamos claro que esto es un trámite en el cual no
va a haber nada más allá que yo siendo un vientre de
alquiler y tú el padre de lo que esté por venir.
Ahora no puedo evitar mirarla atónito. Podría haber
dejado la puerta abierta a un futuro chantaje o pedir más
dinero, sin embargo, ella misma ha pedido dejar los
términos claros y hacerlo de manera legal.
—Sin problema —le aseguro, y ella asiente.
La observo y me pregunto de dónde demonios ha salido
una mujer como ella. Es diferente a lo que he conocido
alguna vez en mi vida y me fascina de una manera que no
sabía que existía. Esto es un problema para mí porque hay
algo que no puedo evitar, y es que, cuando algo me intriga,
y ella lo hace sobremanera, necesito llegar hasta el fondo
para quitármelo de la cabeza y pasar de página.
Así que con la imagen de mi hermano Alex sonriéndome
al saber lo que voy a hacer, como tantas otras veces hizo en
mi vida, le suelto la única exigencia que tengo:
—Es mi turno de poner condiciones. A decir verdad, solo
hay una, y creo que es razonable.
—Te escucho.
—Ya que vas a llevar al bebé de mi hermano, quiero
asegurarme de que te cuidas lo suficiente, comes bien y
que todo está correcto.
—Es razonable. Iré a los médicos que me pidas, que
correrán por tu cuenta, y te mantendré al tanto de lo que
quieras.
—No, no es suficiente.
—Entonces, ¿qué es lo que quieres?
—Que te vengas a vivir conmigo.
Informe I
Capítulo 10
Violet
Mientras cruzo las puertas automáticas del hospital, un
escalofrío de realidad recorre mi espalda. Es momento de
volver a enfrentarme al mundo, pero no puedo negar que
me da un poco de miedo salir a la calle. Mis ojos, aún
acostumbrados a la luz artificial, parpadean ante el
resplandor del sol de la tarde. No tengo nada a lo que llamar
mío, no se han encontrado mis pertenencias, lo poco que
llevaba en la mochila se quedó en el coche justo antes de
saber que estábamos siendo secuestradas, y este ha
desaparecido.
Al frente, veo un vehículo estacionado. Es elegante,
mucho más de lo que jamás he montado. El conductor,
vestido impecable, me espera con paciencia. Sé que es para
mí, que es parte del acuerdo para ir al ático de Carter. Aun
así, dudo un instante antes de acercarme, preguntándome
si en realidad es buena idea volver a subirme en un coche
que no conduzco yo hacia un lugar que no sé cuál es.
Me tomo mi tiempo, y cuando me asomo veo que no hay
nadie en la parte trasera, lo cual me hace sentir algo de
alivio. No me encuentro cómoda en espacios pequeños con
personas que no conozco.
«Pues te va a ir genial viviendo con una durante los
próximos meses», pienso con ironía.
Subo al coche y el conductor cierra la puerta con
suavidad detrás de mí. El interior huele a nuevo, a cuero y a
promesas de un futuro incierto.
A medida que el coche se pone en marcha, miro por la
ventana hacia el hospital que se aleja. No hay vuelta atrás
ahora. Este viaje me lleva hacia una vida temporalmente
prestada. En mi regazo, mis manos se entrelazan nerviosas.
Estoy a punto de comenzar un capítulo nuevo, uno lleno de
incertidumbre, pero también de una oportunidad
inesperada. A pesar de mis dudas, siento una chispa de
esperanza. Tal vez, todo lo malo que me ha pasado tenga un
final feliz y pueda conseguir mis metas en la vida gracias a
ello.
—Hemos llegado —me avisa el chófer por el
intercomunicador.
El coche se detiene dentro de un aparcamiento, y cuando
la puerta se abre, me bajo tratando de no caerme.
—Si va a ese ascensor, pase esta tarjeta y le llevará
directamente al ático del señor Harris. Él la está esperando.
Miro al hombre, que me entrega algo que parece una
chapa de perro, de esas redondas, solo que esta es negra,
lleva un llavero y no tiene ninguna letra o dibujo.
—Gracias —susurro.
—Señorita Calvin —me llama el chófer cuando llego al
ascensor—, sé que debe estar asustada, nadie debería
haber pasado por lo que usted. Solo quiero que sepa que
aquí estará a salvo y que estoy disponible para cualquier
cosa que necesite, ¿de acuerdo?
Asiento, y el hombre se mete de nuevo en el coche,
esperando a que entre al ascensor, sin decir nada más. Ni
siquiera le he sonreído porque no puedo, incluso este
hombre, que podría ser mi abuelo, me da un poco de miedo.
No él como tal, solo el no conocerlo y lo que podría hacerme
si quisiera. Mierda, creo que voy a necesitar ayuda para
superar lo del secuestro.
Paso la tarjeta por el escáner y las puertas se cierran. El
ascensor comienza a subir y tengo ganas de gritar y de
correr, sin embargo, no lo hago. La imagen de Carter
arrodillado me viene a la mente y, por alguna razón, siento
que puedo estar tranquila aquí.
Al abrirse la puerta, quedo un momento cegada por la luz
que se filtra a través de las ventanas, iluminando un espacio
que rebosa lujo.
—Bienvenida —me recibe Carter a una distancia
prudencial y sin tratar de acercarse, cosa que agradezco.
—Hola.
—Ven, pasa. ¿Qué tal ha ido el viaje?
—Bien.
Mis respuestas son secas y cortas, pero no porque no me
guste el tipo, parece majo, es solo que lo que veo a mi
alrededor en realidad me abruma.
Nunca antes había estado en un lugar como este, ni
siquiera había estado en Providence, una ciudad tan
diferente a los pueblos en los que he estado viviendo toda
mi vida.
Paso a paso, entro en este mundo desconocido. Cada
detalle, desde los muebles elegantes hasta las obras de arte
que adornan las paredes, gritan riqueza y buen gusto. Me
siento como una intrusa, con mi ropa sencilla y mis zapatos
gastados, en medio de tanta grandeza. La alfombra bajo
mis pies es tan suave que parece acariciar mis pasos, y me
pregunto cómo alguien puede acostumbrarse a vivir
rodeado de tanta belleza sin alucinar cada día por ello.
Estoy aquí por una razón, y no es para formar parte de
este mundo. Mi estancia en el ático de Carter es temporal,
solo hasta que nazca el bebé. No hay ninguna relación entre
nosotros, aparte del acuerdo que nos ha llevado a compartir
este espacio. Aunque él me ha ofrecido su hogar, nuestras
vidas no podrían ser más diferentes. Solo espero que no
pretenda que haga cosas para el bebé porque quiero
distanciarme lo máximo posible de la situación.
Respiro hondo, tratando de asimilar la realidad de mi
entorno. Este lugar es un refugio temporal, un capítulo en
mi vida que nunca imaginé escribir. Mientras camino por el
amplio salón, siento una mezcla de asombro y desubicación,
preguntándome cómo encajaré en este nuevo momento de
mi vida.
—Si te parece bien, te enseñaré la casa para que te
familiarices con ella.
—Gracias.
Debe pensar que soy retrasada porque no logro sacar
muchas más palabras de mi boca, solo que de momento es
como me siento, y no voy a forzarme a hacer nada. Mi
mente está en un lugar frágil y tengo miedo a que se
rompa.
—Este es el salón, tiene varios espacios que, aunque
están juntos, pueden aprovecharse de forma independiente.
Miro y asiento. A lo que se refiere básicamente es a que
es tan grande que tiene una librería con un par de sillones y
una mesita entre ellos justo frente a una chimenea; también
hay una zona de sofás al lado de lo que parece una barra de
servir cócteles. Seguido se ve una pared con una televisión
de al menos 85 pulgadas, un sofá de esos que tienen
aspecto de abrazarte cuando te sientas con una palomitera
a un lado. Una jodida palomitera de verdad, de esas rojas
con patas para apoyarse en el suelo y una rueda en la parte
delantera. Mierda, hay cosas que ni siquiera se me
ocurrirían tener en mi casa, si es que tuviera alguna.
—Por aquí está la cocina —me indica, y lo sigo hasta el
sueño húmedo de cualquier persona a la que le guste
cocinar.
En serio, creo que es la más bonita que he visto jamás. La
nevera me recuerda a la que tenían en El príncipe de Bel
Air, de esas dobles enormes que no podría llenar ni
trabajando un mes entero en Walmart.
—¿Qué tipo de supermercados tenéis por aquí?
—No tengo ni idea —contesta algo confuso—. ¿Por qué lo
preguntas?
—Para saber qué días son las ofertas.
—No, Violet, no tienes que hacerte cargo de eso. Cuando
te dije que cubría tus gastos, incluía la comida.
Frunzo el ceño. Supongo que así es como se vive cuando
no tienes que contar el dinero cada mes.
—Pero alguien tendrá que ir a comprarla, ¿no? —insisto.
—Sí, Roseanne.
—¿Así se llama tu novia?
—No, mi cocinera.
Vale, soy una fracasada, y ahora él también lo sabe.
—Solo dile lo que quieras comer y ella se hará cargo.
También he contratado a un nutricionista que te haga un
menú equilibrado para embarazadas. Si hay algo que no te
guste o a lo que seas alérgica, házmelo saber para que lo
ajuste.
—No, soy demasiado pobre como para tener alergias —
bromeo, y él sonríe; me doy cuenta de que me siento lo
bastante segura como para hacerlo.
—Sígueme, te enseñaré dónde está mi despacho —me
pide, y lo hago.
Vamos por un pasillo lleno de cuadros que tienen pinta de
ser caros y llegamos a una puerta de madera maciza negra
que al abrirse deja un aroma a hombre que me embriaga.
Doy un paso dentro y me percato de que no es
ambientador, es el perfume que debe usar Carter. Olía así
cuando vino al hospital.
—Aquí estoy la mayor parte del tiempo mientras trabajo
en casa, tengo las oficinas en el centro de Providence, pero
a veces me quedo aquí.
—Trataré de no molestarte cuando eso pase.
—Violet, te muestro esto para que sepas dónde
encontrarme en cualquier momento. No será molestia
ninguna de las veces que vengas.
Lo dice en un tono tan amable que me cuesta hasta
respirar. En realidad, no le molesta que esté aquí. Tenía la
sensación de que estar a su alrededor iba a ser una carga.
Al fin y al cabo, no soy solo más que la incubadora, pero
Carter me está demostrando que también soy importante.
—Ahora te voy a enseñar algunas habitaciones de
invitados de esta planta.
—¿Cuál será la mía?
—La tuya está en la planta de arriba, como la mía.
Frunzo el ceño porque no lo entiendo bien.
—Violet, tú no eres una invitada. Ahora mismo eres la
mujer más importante de mi vida.
Capítulo 12
Violet
Es raro tener a una mujer que acabas de conocer
manoseándote la tripa. Aunque no puedo decirle nada, no
cuando en sus ojos hay un brillo tan especial que hace que
mi incomodidad desaparezca.
—¿Seguro que es el bebé? —pregunto un tanto
desconcertada por haber sentido por primera vez que se
movía.
—Oh, querida, solo tú lo sabes —contesta la otra mujer,
Karen, y asiento porque estoy segura de que esto no lo he
sentido antes.
—¿Ya se nota? —interviene Carter, y mira mi tripa con
una fascinación que me abruma. Por acto reflejo me bajo la
camiseta, acabando así con el momento.
—Por ahora solo ella podrá disfrutar del bebé —me aclara
la madre, y por primera vez siento que soy parte de algo
especial.
Miro a la chica que hay parada a unos pies de nosotros.
No ha dicho nada desde que ha llegado. Al contrario que su
madre, que parece una mujer encantadora, Ashley solo me
mira con recelo y una cara muy larga.
—¿Es tu novia? —le pregunto a Carter antes de que mi
cerebro me diga que no es correcto hacerlo.
Ella me mira, luego a Carter y después desaparece por el
pasillo hacia la oficina o una de las habitaciones de
invitados, ¿o por allí también se puede ir a la cocina?
Necesito un mapa de este lugar.
Carter se va tras ella y me quedo algo descolocada con
estas dos mujeres que parece que me quieren adoptar.
—Oh, no te preocupes, Ash es muy sensible —dice Karen.
—Señora Harris, siento si he dicho algo que…
—Llámame Lily, y no, no has dicho nada malo. Es solo
que hay mucha historia entre esos dos —comenta
despreocupada.
Miro hacia la dirección en que ambos se han ido y me
pregunto si hay algo que me quieren ocultar o si esto es
solo un secreto a voces que nadie quiere aceptar.
—Ven —me pide Lily—, háblame más de ti, por favor.
Lo hace con mucha amabilidad y le doy el gusto. Le
cuento un poco por encima que he estado en el sistema de
acogida y después me emociono con mis estudios. También
hablo del profesor Milton y se me hace un nudo en el
estómago al recodar que ya no está en este mundo.
Les dejo que me hagan todas las preguntas que quieran
sobre el secuestro porque en realidad no recuerdo nada más
allá del pinchazo de una jeringa que me hizo dormir. Para
cuando desperté todo había cambiado.
Conozco a Roseanne, la cocinera, ella parece de la familia
y no del servicio. Karen y Lily la tratan como a una más y
ella les asegura que va a cuidar de mí. Es raro tener a
tantas personas preocupadas por que coma, esté cómoda,
haga ejercicio… Y lo más raro es que no siento que lo hagan
solo por el bebé.
Después de casi una hora, y sin que Ashley o Carter
hayan aparecido, me despido de Karen y Lily. Ellas quieren
que me instale. En cuanto se han enterado de que ni
siquiera he terminado de ver la casa, se han puesto sus
abrigos, me han dado un abrazo rápido y se han ido. No sin
antes asegurarme que le pedirán a Carter que meta sus
números en mi móvil. No les he dicho que no tengo, no es
algo que usara demasiado antes, y la verdad es que no lo
he echado de menos hasta que lo han nombrado.
Subo por las escaleras y estoy tentada de abrir las
puertas que hay en la planta de arriba. Solo hay dos más
aparte de la mía, pero decido no hacerlo porque no me
gustaría que alguien metiera las narices sin preguntar si
fuera mi casa. Si Carter cree que necesito saber lo que son,
me lo enseñará.
«¿Desde cuándo tengo tanta confianza en este hombre
que acabo de conocer?».
Entro a mi habitación y decido que es momento de verla
con detenimiento. El lugar es enorme, y me fascina el
inmenso ventanal que hay ocupando toda una pared.
Cuando me despierte, lo primero que voy a ver es
Providence al completo.
Me siento en la cama y veo un mando, así que decido
relajarme viendo un poco la tele. Solo tiene un par de filas
de teclas, es raro, pulso una y veo como el ventanal frente a
mí se convierte en traslúcido como por arte de magia.
¡Madre mía, cómo mola tener dinero!
Me levanto con ganas de curiosear para qué son las otras
teclas y me encuentro jugando a descubrir qué me he
estado perdiendo toda la vida. Cuando una de ellas hace
que la luz de un vestidor se encienda, simplemente salto de
emoción.
Me meto dentro y veo que la mayor parte está vacío, pero
en la zona donde hay ropa encuentro vaqueros, vestidos,
camisetas, chándal y una serie de calzado tan diverso que
no creo que sepa ni cómo se llaman algunos de estos
modelos de zapato.
Cuando se oyen unos golpes en la puerta, me sobresalto
y salgo de allí como si fuera una intrusa. Al abrir, me
encuentro a Carter sonriendo.
—Perdona por haberte abandonado con mi madre y Karen
—se disculpa.
—No hay problema, son dos mujeres muy divertidas.
Siento si he causado algún problema con mi pregunta.
—Para nada, las cosas estaban ya complicadas antes de
que lo hicieras.
—OK —atino a contestar antes de que saque un portátil
de la nada y me lo tienda.
—He supuesto que necesitarías uno para tus estudios.
Mira a ver qué es lo que te hace falta para continuar y me lo
haces saber.
Me lo entrega y nuestros dedos se rozan por un momento
El contacto con su piel envía un hormigueo por mi mano
que, junto con su sonrisa perezosa, provoca que se me agite
la respiración.
—Si necesitas algo más, estaré en el despacho hasta la
hora de la cena.
Antes de que pueda agradecerle o contestar, lo veo
desaparecer por las escaleras mientras yo me quedo parada
con la puerta abierta y el ordenador contra mi pecho.
¿Qué acaba de pasar?
Decido darme una ducha para relajarme, me coloco un
pijama de pantalón largo y manga corta, o como yo los
llamo, de entretiempo, mientras veo si tengo frío de noche o
calor, y me tumbo a ver la tele en la cama más cómoda del
mundo, tanto que ni siquiera me doy cuenta de cuándo me
quedo dormida.
Para cuando me despierto es de noche, miro el reloj y me
doy cuenta de que me he perdido la cena. Gruño. Decido
bajar a la cocina a ver si puedo comer algo porque tengo un
hambre de la muerte.
Llego allí después de perderme dos veces y acabar en un
armario y un baño de invitados. La luz se enciende a mi
paso sin tener que darle a nada, me encantan estas pijadas
tecnológicas. Abro la nevera y veo un plato con un sándwich
y una nota que pone mi nombre. Lo saco y la desdoblo.

Te he ido a buscar para la cena, pero estabas dormida.


Espero que te guste la crema de cacahuete con mermelada.
Carter

Sonrío como una estúpida, nadie ha tenido un detalle así


conmigo. Me como el sándwich con un vaso de agua fría.
Cuando termino, lavo todo y lo guardo en su sitio, lo cual
me lleva a abrir casi todas las puertas de los armarios.
Salgo para volver a mi habitación y veo que hay luz en el
salón. No estaba ahí antes; me fijo bien, y en la parte donde
está la biblioteca tiene dos sofás que me dan la espalda, de
uno de ellos sale una mata de pelo negro.
—Buenas noches —digo, y una cabeza asoma sonriendo.
—Me alegra ver que te ha gustado el sándwich. —Frunzo
el ceño y él señala la comisura de mi boca.
Paso mi mano y veo restos de mermelada.
—Si te soy sincera, tenía serias dudas de que conocieras
esta receta —contesto mientras me acerco y me siento en
el otro sofá. La chimenea está encendida y el calor llega
hasta donde estoy.
—¿Tan inútil te doy la impresión de ser? —pregunta,
fingiendo estar ofendido.
—No es eso, pero tienes tanto dinero que me esperaba
algo así como caviar rebozado en oro —suelto, y él se ríe.
Lo hace mucho, y la verdad es que me gusta oírlo.
—Le pediré a Roseanne que te prepare algo así para
mañana.
—Oh, no, por favor, creo que lo hará. Tu madre, Karen y
ella han creado un grupo de móvil para hablar sobre todo lo
que deben hacer para que esté feliz. No creo que alguien a
su alrededor pudiera no serlo, son todo unicornios y arcoíris.
Carter me mira un instante, como si me estuviera viendo
por primera vez.
—No te das cuenta, ¿verdad? —pregunta, y niego con la
cabeza.
—¿De qué?
—De que es por ti, por la decisión de darnos el mayor
regalo de nuestra vida, por la que están tan felices.
Subo las piernas al sofá y lo miro, ladeando la cabeza.
—Nunca he tenido a nadie en mi vida tan importante
como para sentir su pérdida.
Salvo por el profesor, aunque eso me lo reservo.
—Lo siento por eso —contesta—, aunque se fuera antes
de tiempo, prefiero el dolor de media vida sin Alex que vivir
una vida entera sin él.
—Estabais muy unidos.
—Hasta el punto de no tener que hablar, solo una mirada
bastaba para que supiéramos lo que quería el otro.
—¿Erais tan iguales como me ha dicho Lily?
—Sí, mamá se volvía loca cuando nos vestíamos de la
misma forma porque hasta a ella le costaba distinguirnos. Y
recuerdo que Ash una vez me metió mano pensando que
era mi hermano.
—Ah, entonces ella era su novia, no la tuya —le digo,
atando cabos, y él se pone serio.
—Lo era. Y yo fui un cabrón por querer robársela el día
que murió.
Capítulo 11
Carter
No sé qué me ha llevado a decir eso, pero no me
arrepiento. Es la verdad, ella lleva al bebé de mi hermano y
nunca podré terminar de agradecerle que vaya a tenerlo a
pesar de todo lo que eso implica.
—Vamos, mejor te enseñaré tu habitación —le digo
cuando veo que trata de ocultar un bostezo.
Ella me sigue y observa todo a su paso. Mi investigador
me dijo que siempre ha ido al día en cuanto a sus finanzas.
No tiene ningún tipo de ahorro, ni tampoco pertenencias, lo
perdió todo cuando la secuestraron.
Subimos a la planta de arriba, ahí solo tengo tres
habitaciones. Cada una con su baño. Ashley suele usar la
que ahora es para Violet. Sé que va a entender que es la
adecuada por si necesitara algo en mitad de la noche. La
otra, que está al otro lado de mi habitación, es la del bebé.
—Me he tomado la libertad de comprarte algunos
conjuntos de ropa y cosas básicas de higiene, sé que lo has
perdido todo —le explico mientras abro la puerta.
Camino junto a Violet, entrando en la habitación. La suite
es amplia, un santuario de modernidad y minimalismo con
un toque personal que refleja quién soy. Los muebles son
pocos, pero «seleccionados con cuidado, cada uno contando
una historia de elegancia y simplicidad», al menos eso dijo
la decoradora. Por supuesto, ella puede cambiar cualquiera,
y cuando se vaya haré que se los entreguen donde me
indique. Quiero que sienta que este es su hogar durante los
próximos meses.
Violet, con sus ojos brillantes y llenos de asombro, recorre
la habitación. Viene de un mundo diferente al mío, uno
donde el lujo y el exceso no son la norma. Su fascinación es
palpable, y me encuentro observándola, capturado por su
inocencia y su capacidad de maravillarse por lo que para mí
es cotidiano.
Se detiene frente a los grandes ventanales que ofrecen
una vista panorámica de Providence. La ciudad se extiende
ante nosotros, un tapiz de luces y sombras que cambia con
el pasar de las horas, pero es su reflejo en el cristal lo que
me cautiva: la forma en que sus ojos se agrandan al
absorber la magnitud de la vista, cómo su boca se abre
ligeramente en una mezcla de sorpresa y deleite.
Me acerco con discreción, siguiendo su mirada, sin
embargo, es otro objeto el que captura su atención. Sobre
una pequeña mesa, junto a un joyero abierto repleto de
joyas caras y brillantes, yace un libro: Alicia en el País de las
Maravillas, una edición de coleccionista que encontré en
una librería antigua. Su portada es elaborada, con detalles
intrincados y colores que parecen saltar de la página.
Violet extiende una mano, casi con reverencia, y acaricia
la portada del libro. Al levantar la vista hacia mí, su sonrisa
ilumina la habitación, y en ese momento algo en mi interior
se remueve. Es un gesto de pura alegría, sin una pizca de
envidia por las joyas que yacen olvidadas a su lado. En ella
hay una belleza que trasciende lo físico, una belleza que
veo por primera vez y me descoloca.
—Es mi favorito —murmura, sus ojos todavía fijos en el
libro.
—También era el de Alex, quería pedirte, si no es
demasiado, que se lo leas al bebé mientras dure el
embarazo.
—Por supuesto.
Nos quedamos ahí, en silencio, compartiendo un
momento que parece eterno. Es un instante de conexión, de
entendimiento mutuo, en el que el lujo y la opulencia de mi
mundo palidecen ante la sencillez y la profundidad del suyo.
Ahora mismo comprendo que Violet no es solo la chica que
ha entrado en mi vida por casualidad. Es alguien que va a
marcar la diferencia en ella.
Mi móvil suena y descuelgo sin alejarme.
—Dime —contesto sin apartar la vista de Violet, que
ahora está acariciando el libro por dentro y disfrutando de la
edición que tiene ante sus ojos.
—Estamos llegando. ¿Es un buen momento? —pregunta
mi madre.
—Sí, ¿con quién vienes?
—Con Ashley y su madre.
—Nos vemos ahora entonces.
Cuelgo y observo que Violet no ha cogido ni una sola de
las joyas que había junto al libro. Son cosas sencillas,
algunos anillos, pulseras, pendientes y colgantes, pero todo
en oro blanco con piedras preciosas reales en cada uno de
ellos. La chica de la tienda me dijo que esto también era
imprescindible, tanto como el champú. Ahora que veo a
Violet olerlo y sonreír sin siquiera haber mirado una sola vez
las joyas, creo que la dependienta se equivocaba.
—Mi madre está a punto de llegar —le comento, y ella me
mira por encima del hombro—. Quiere conocerte, si está
bien para ti.
—Sí, claro, no hay problema.
—Si quieres algo diferente a lo que hay no dudes en
pedirlo. Luego te daré una tarjeta para que encargues todo
lo que quieras y te lo traerán a casa, a menos que prefieras
ir tú misma de compras.
—No, gracias, odio eso, si puede ser todo en línea me
parece bien. Tengo cuenta en varias tiendas en las que
puedo encontrar todo lo que necesito con buenos
descuentos. Tendré que ver si tienen sucursal aquí o si
reparten. —Se queda pensativa.
Me quedo mirándola, disfrutando del hecho de que ni
siquiera se ha dado cuenta de que puedo comprarle una de
esas tiendas en las que ella tiene descuentos. Es como si le
diera igual todo lo que poseo. Es algo nuevo y raro para mí.
—Genial, vayamos abajo entonces —consigo decir antes
de que se percate de que me fascina.
Me sigue cuando salimos de su habitación y me callo que
mi cuarto es el contiguo. No sé por qué lo hago, y no es que
quiera colarme en medio de la noche.
Al llegar al salón de nuevo, veo a mi madre junto a Ashley
y la suya, se están quitando los bolsos, y en cuanto notan
nuestra presencia se quedan calladas mirándonos.
Nos detenemos en el último escalón.
—Ellas pueden hablar, ¿no? —susurra Violet, y contengo
una carcajada. Disfruto su tipo de humor.
—Demasiado —contesto, y ahora la que sonríe es ella.
Y me gusta que lo haga.
—Mamá, esta es Violet. Violet, ella es mi madre; Ashley,
mi mejor amiga, y su madre, Karen, que es como una tía
para mí.
—Encantada —dice tímida a mi lado.
—¿Puedo abrazarte? —pregunta mi madre, y cuando voy
a decirle que eso está fuera de lugar, Violet camina hacia
ella con los brazos extendidos—. Muchas gracias, de verdad.
En este momento me doy cuenta de que no soy el único
que va a recuperar una parte de Alex.
—Está claro que el embarazo te sienta bien, eres una
mujer preciosa —dice Karen cuando mi madre la suelta—,
¿verdad, Ash?
—Sí —contesta mi amiga un poco seca.
Ella es muy protectora conmigo y sé que tiene dudas
sobre que Violet viva aquí. Cree que puede ser una
buscavidas que se aproveche de la situación. Si soy sincero,
no me importaría si ese fuera el caso con tal de conseguir
que mi sobrino o sobrina nazca con buena salud.
—¿Qué tal te está tratando Carter? —interroga mi madre.
—Literalmente acabo de llegar, pero de momento ha sido
muy amable. La habitación es preciosa, tiene unas vistas
espectaculares.
—¿Cuál es? —pregunta Ashley, y ahora me arrepiento de
no haberle contado antes que iba a darle la suya.
—La del piso de arriba —respondo.
Las tres me dan una mirada que decido ignorar. Si algo
tengo claro es que, todo lo que haga con respecto a Violet,
va a ser solo decisión mía.
La melodía de mi móvil corta la atmósfera cargada de
emoción que inunda el salón. Esa llamada de Australia, la
que he estado esperando con una mezcla de ansiedad y
anticipación, al fin llega. Me excuso con una sonrisa,
señalando el teléfono a las cuatro mujeres que llenan la
habitación de un calor familiar y acogedor.
Mi madre, siempre atenta, asiente con comprensión. Junto
a ella, la progenitora de mi mejor amiga, una segunda
madre para mí, me mira con una sonrisa cálida. Ash levanta
su vaso en un gesto de ánimo. Y luego está Violet, cuyo
rostro refleja una mezcla de nerviosismo y expectación. Hoy
es un día importante para todos nosotros, el día en que
Violet, embarazada de mi futuro sobrino o sobrina,
comienza su estancia en mi casa.
Salgo del salón llevando conmigo el eco de sus
conversaciones. Al otro lado de la línea, una voz familiar me
saluda desde el otro extremo del mundo. Hablamos de
negocios, de oportunidades y de futuros planes. Sin
embargo, mi mente vaga, no puedo evitar pensar en Violet,
en cómo su vida y la mía se han entrelazado de una manera
tan inesperada.
La conversación con mi socio en Australia llega a su fin
con promesas de futuros éxitos y despedidas cordiales. Al
colgar, tomo un momento para mí, respirando hondo,
sintiendo como la expectación por lo que vendrá llena cada
fibra de mi ser.
Al regresar al salón, la imagen que me recibe me llena el
pecho de emoción: Violet se ha levantado la camiseta y mi
madre está tocando su redondeada tripa.
—Ven, Carter, creo que mi nieto acaba de moverse por
primera vez. Sabe que soy su abuela —me dice con una
lágrima no derramada en sus ojos, y si antes le debía la vida
a Violet por devolverme un poco de mi hermano, ahora le
debo mi alma también por traer la esperanza de nuevo a los
ojos de mi madre.
Capítulo 13
Carter
No sé qué me ha llevado a contarle algo así a Violet.
Simplemente me ha salido, como si a través de ella pudiera
buscar el perdón de mi hermano.
—No creo que sea tan malo como lo pintas —dice,
ladeando su cabeza un poco más.
Es un gesto que hace cuando algo le interesa. Me gusta
ser yo ese «algo» en estos momentos.
—El día que mi hermano tuvo el accidente yo había ido a
su casa, sabiendo que podría llegar en cualquier momento,
para declararle mi amor a Ashley. Así que sí, es tan malo
como parece.
—¿Sabías del accidente cuando estabas con Ashley?
—No, lo supe después, demasiado tarde, no pude hablar
con él ni despedirme.
—Entonces no es malo, no mucho. Sí que eres un poco
gilipollas por declararte a la novia de tu hermano, pero nada
que cualquier hombre no haría —se burla, sacándome la
lengua, y siento cierta ligereza sobre mi pecho.
—Sabes, Alex y tú os habríais llevado muy bien.
—Cuéntame más sobre él. ¿En qué trabajaba?
—En gastarse mi dinero —suelto, y me río ante la
confusión de su cara—. Trataba de curar enfermedades
raras. Hicimos un pacto cuando éramos unos críos.
Un recuerdo acude a mi memoria y me detengo a
disfrutarlo antes de seguir.

Siempre he pensado que compartir rostro con alguien es


como mirar en un espejo que refleja otra alma. Eso es lo
que siento cuando miro a Alex. A pesar de ser idénticos en
apariencia, nuestras pasiones nos distinguen más de lo que
cualquiera podría imaginar.
Hoy, como muchos otros días, estamos sentados en
nuestro rincón favorito del parque, bajo la sombra de un
roble antiguo. Alex tiene esa mirada soñadora en sus ojos,
la que aparece cada vez que habla sobre su pasión.
—¿Sabes, Carter? —comienza, con una seriedad inusual
para su tono de payaso habitual—. Desde que esa chica
nueva falleció por aquella enfermedad rara… no puedo
dejar de pensar en cómo podría haber sido diferente.
—¿A qué te refieres?
—Ella no tenía recursos para que alguien investigara una
cura.
En eso tiene razón. Jane vino a nuestra escuela con una
beca.
—Mamá y papá invertirían hasta el último centavo en
financiar una investigación si alguno de nosotros enfermara.
—Sí —contesta sonriendo, como siempre—, es por eso
que ya sé lo que quiero hacer cuando sea mayor.
—¿El qué?
—Quiero dedicar mi vida a encontrar curas para
enfermedades que nadie más estudia. Quiero ser ese
cambio.
Sus palabras me llenan de admiración. Alex siempre ha
tenido un corazón enorme, capaz de sentir por todo el
mundo.
Por mi parte, yo aspiro a algo distinto.
—Eso suena increíble, Alex. Yo… creo que quiero
sumergirme en el mundo de la tecnología. Imagina poder
desarrollar algo que cambie la forma en que vivimos, que
haga la vida más fácil o más emocionante.
Alex sonríe y asiente, entendiendo mi pasión, aunque no
la comparta.
—Seremos un buen equipo, ¿verdad? Tú creando la
tecnología del futuro y yo salvando vidas.
Su optimismo es contagioso, y no puedo evitar sonreír.
—Sí, seremos un equipo invencible.
En ese momento, una brisa suave sopla a través de las
hojas del roble, y siento que ese viento lleva nuestras
esperanzas y sueños hacia un futuro brillante. Aunque
nuestros caminos sean distintos, sé que siempre estaremos
unidos, dos mitades de un todo buscando dejar nuestra
huella en el mundo.

Respiro hondo y veo a Violet sonreír.


—Estabas en un lugar feliz, ¿verdad? —me suelta de la
nada, y asiento.
—Un recuerdo de Alex.
—¿Puedo hacerte una pregunta?
—Claro.
—Verás, sé que tu padre no se ha presentado de
momento porque cree que soy una cazafortunas.
—¿Quién te lo ha dicho? —pregunto escandalizado.
—Tu madre.
—Por supuesto, no podía callarse.
—Prefiero que no lo haga. Le pregunté por qué no había
venido a conocerme y le agradezco que no me mintiera.
Asiento algo confuso, nunca había conocido a nadie que
prefiera una verdad que duela a una mentira piadosa.
—¿Quieres saber si es verdad?
—Ah, no, Karen me lo confirmó. Lo que quiero es saber si
Ashley opina lo mismo.
—¿Por?
—Porque creo que es raro para ella que yo esté aquí. Que
esté embarazada de su exnovio y que ahora viva con su
mejor amigo. Puedo entender que no le caiga demasiado
bien.
—¿Y si ese fuera el caso?
Espero que me dé algún tipo de ultimátum, al fin y al
cabo, tiene la sartén por el mango en toda esta situación.
—Pues trataría de no encontrarme con ella. Tendrías que
decirme cuando fuera a venir para quedarme en la
habitación o simplemente irme de la casa si con eso Ashley
se sintiera más cómoda.
—¿Así de fácil?
—Claro, ella se va a quedar cuando yo me vaya y estaba
antes de que yo llegara. Tiene preferencia desde mi punto
de vista, ¿no?
Miro a Violet y no puedo evitar sentirme fascinado por la
personalidad tan práctica que tiene. Es como si supiera que
no vale la pena pasar malos ratos o herir a otras personas
de forma gratuita, una especie de «vive y deja vivir»
auténtico.
—Por cierto, necesito que le digas a tu madre que no
tengo teléfono. No sé por qué no lo hice cuando ella insistió
en que me dieras su número, supongo que estoy tan
acostumbrada a no tener uno que…
—Mierda, no había caído en eso. Mañana mismo tendrás
un teléfono, el que quieras. Joder, lo siento.
—Eh, calma, no necesito un móvil.
—Sí, lo necesitas. Quiero saber que, si tienes que
llamarme, puedas hacerlo, y lo mismo si tengo que
localizarte —le digo, sin entender este sentimiento de
protección que estoy experimentando.
—Está bien. Supongo que para las citas médicas y la
universidad me irá bien. Pero nada de manzanitas, prefiero
un Android, son más manejables a la hora de trastear con
ellos.
—¿Te gusta la tecnología? —pregunto sorprendido.
El 99% de los estadounidenses no creo que sepan lo que
es un sistema Android.
—Sí, soy un poco friki de las nuevas tecnologías y sus
aplicaciones para la ciencia.
Vaya, eso no me lo esperaba. Y tampoco esperaba
invitarla a mis oficinas, es un lugar al que no llevo a nadie
que no sea estrictamente por trabajo. Es raro incluso que
Ashley venga. Aun así, tengo la imperiosa necesidad de
enseñarle todo. Decido no pensarlo demasiado y me lanzo.
—¿Quieres venir mañana a jugar conmigo?
Capítulo 14
Violet
Estoy un poco nerviosa por ir con Carter a su trabajo. No
tengo muy claro qué es lo que hace, pero anoche me habló
de algunas cosas que están tratando de sacar al mercado, y
he de decir que me emocioné más de la cuenta. Si no me
gustara tanto la Biología hubiera tratado de tirar por la rama
tecnológica.
Bajo a la cocina vestida con unos vaqueros y un jersey
fino ancho que son muy cómodos. Me sorprende lo acertada
que es la talla de toda la ropa que tengo en el armario.
—Buenos días —saludo a Carter cuando entro, y me fijo
en que está cocinando él.
—Buenos días, Roseanne no se encontraba muy bien hoy,
así que le he dado el día libre. ¿Qué te apetece desayunar?
—me pregunta con una encantadora sonrisa.
Voy a contestarle cuando un olor a brócoli se mete en mis
fosas nasales y mi estómago decide que es un buen
momento para salir por mi boca. Corro hasta el cubo de
basura porque dudo que llegue al baño, me tiro de rodillas y
comienzo a vomitar. Mierda, qué vergüenza.
—Lo siento —logro decir entre una arcada y otra mientras
Carter se acerca y me retira el pelo de la cara.
Con una mano lo sujeta y con la otra sostiene mi cabeza
por la frente.
—¿Llamo a un médico? —inquiere preocupado.
—Náuseas matutinas, en el hospital ya las tenía.
Me sobrevienen un par de arcadas más, y cuando mi
estómago decide darme una tregua, me siento en el suelo y
apoyo la espalda contra la isla.
—¿No se puede hacer nada? —pregunta, acomodándose a
mi lado mientras me tiende un papel y un vaso de agua fría.
Me limpio y me lo bebo antes de contestarle.
—Hay algún medicamento, pero no creo que sea bueno
para el bebé. Cuanta menos química haya en mi cuerpo
mucho mejor, a saber lo que me metía esa gente para
mantenerme dormida.
Carter respira hondo y asiente.
—Gracias por cuidarlo.
Me mira de una forma intensa durante unos segundos y
después se levanta, me tiende la mano y me ayuda a
ponerme en pie.
—Creo que mejor comemos algo fuera, ¿te parece?
—Sí —contesto un poco demasiado emocionada, y él se
ríe en respuesta.
Me lleva a una cafetería que hay a un par de manzanas.
Hace un poco de frío, pero nada que un abrigo no solucione.
El tiempo en Providence es algo diferente al que estoy
acostumbrada.
En el desayuno charlamos sobre lo que me sienta mal
oler, no sabía que el brócoli era una de esas cosas, tampoco
que la gente desayuna eso; por lo visto, los sanos sí. Yo soy
más de bizcocho o tortitas.
Una vez terminamos, regresamos a por el coche y
seguimos hablando de todo y de nada. Es raro lo fácil que
me resulta mantener una conversación con él. No le hablo
sobre mi vergonzoso episodio en la cocina, sin embargo, no
puedo quitarme de la cabeza que en ningún momento me
hizo sentir mal, y el que me sostuviera mientras estaba así
ha hecho que lo mire de una manera diferente.
—Es aquí —anuncia con orgullo antes de meter el coche
en un aparcamiento de un edificio enorme.
Tiene su propia plaza, por supuesto, y en cuanto nos
bajamos y entramos, una chica se acerca para tomar nota
del café que queremos. Yo me tengo que conformar con
agua, en mi estado no se me permite la cafeína. Tampoco es
un problema, no me gusta demasiado el café.
—Este es el laboratorio de nanotecnología —me comenta
cuando entramos en una planta que parece una nave
espacial de las películas.
—¿Estás seguro de que puedo estar aquí? —pregunto al
ver el montón de carteles de prohibido el paso a personal
externo.
—Sí, solo no me robes ninguna idea, me ha costado una
fortuna tenerlas —se burla y sonríe, de nuevo, y me
encanta, de nuevo.
Me quedo un poco atrás cuando habla con alguien que
parece estar al cargo, este me mira con un poco de recelo,
sin embargo, Carter me agarra de la mano y tira de mí para
pasar por delante del tipo hacia un área que necesita un
código para entrar.
Es raro ir de su mano y a la vez es natural. No me gusta
el contacto físico, por lo general soy feliz manteniendo las
distancias, pero en el caso de Carter me gusta sentirme así
de cómoda con su toque. Supongo que el embarazo me está
friendo el cerebro.
—Estos son los Pepos —me dice, señalando una mesa con
un montón de miniarañas robóticas.
Sin soltar mi mano, coge un bicho de esos y lo maneja
entre sus dedos.
—¿Ahora vas a decirme que eres Spiderman? —me burlo,
y él sonríe.
—Casi, soy más bien el señor del autobús.
Lo miro confundida y él pone el bicho sobre la mano que
tengo libre.
—¿Son peligrosos? —pregunto al ver que esta cosa se
mueve rápido por mis dedos.
—Nunca te pondría en peligro —suelta mirándome
fijamente con una intensidad que me abruma.
«Es por el bebé, idiota, así que deja de pintarte pajaritos
en el aire».
—Son muy monos —murmuro, viendo al bicho de cerca.
—Dentro de cada una de estas arañas hay cientos de
nanorobots, ellas son solo el transporte. Estamos tratando
de conseguir que entren en el cuerpo humano y reparen
desde dentro sin tener que hacer demasiada cirugía.
Miro a la araña de nuevo, me fascina que pueda hacer
eso.
—Entonces, ¿podría curar un cáncer?
—Sí, es uno de los usos que queremos darle. Los nano
ayudarían a quitar todo el tumor de una forma menos
invasiva y mucho más efectiva en los casos de metástasis.
—Increíble —murmuro, poniendo la palma de mi mano
con el bicho justo frente a mis ojos—. Me parece
impresionante lo que haces aquí, Carter.
Él sonríe y quita la araña de mi mano para llevarme hacia
otro lugar con unas gafas como de esquiar.
—Ese era uno de mis proyectos importantes, ahora te voy
a enseñar mis juguetes —dice en un tono divertido, y
cuando suelta mi mano me siento extraña, como si lo
echara de menos, ¿eso tiene sentido?
—¿Gafas de realidad virtual? —pregunto, y él asiente con
un brillo de orgullo en sus ojos.
—Me gusta que sepas de lo que hablo —suelta, y me
encojo de hombros.
—¿Y qué hacen? ¿Puedo viajar o algo así?
—¿Las quieres probar y lo compruebas? —me reta, y no
dudo en asentir.
La suavidad del tacto de Carter me hace estremecer
cuando coloca con cuidado las gafas de realidad virtual
sobre mis ojos. Siento su presencia detrás de mí, un calor
reconfortante que irradia seguridad y una cercanía que me
hace ser consciente de cada uno de sus movimientos.
—¿Lista? —escucho su voz suave, pero firme, justo en mi
oreja, y se me eriza la piel por el calor de su aliento.
—Cuando quieras —respondo, aunque la mía parece
temblar un poco.
Al activarse las gafas me sumerjo en un mundo diferente,
un universo virtual creado a partir de los últimos avances
tecnológicos. Estas no son unas gafas comunes; incorporan
un sistema que me permite interactuar con mi entorno
como si fuera un ordenador personal. Con un simple
parpadeo accedo a mis datos almacenados en la nube, y
con un ligero movimiento de cabeza navego a través de
menús y aplicaciones.
La escena que se despliega ante mí es un jardín etéreo
donde los árboles parecen bailar con el viento y las flores
emiten una luz suave, casi mágica. Es un mundo que
desafía la realidad, un lugar donde lo imposible parece
tangible.
A pesar de la belleza del paisaje virtual, soy muy
consciente de Carter detrás de mí. Su presencia es una
constante en mi mente, un sentimiento que no puedo
ignorar. Incluso en este mundo digital puedo sentir su calor,
su respiración cerca de mi nuca, enviando escalofríos a
través de mi espina dorsal.
—Sorprendente, ¿verdad? —Su voz rompe el silencio, y
me giro un poco para asentir, aún cautivada por el
espectáculo virtual.
—Sí, es increíble —murmuro.
Hay algo en este momento, en esta conexión entre el
mundo real y el virtual, que me hace sentir más cerca de
Carter que nunca. Es como si, a través de estas gafas, no
solo estuviera explorando un nuevo mundo, sino también
descubriendo nuevas facetas del hombre que tengo tras de
mí.
Carter se mueve y su mano roza la mía por accidente. Es
un contacto fugaz, pero suficiente para enviar una oleada
de emociones a través de mí. A pesar de la maravilla
tecnológica que tengo ante mis ojos, es su cercanía lo que
en realidad captura mi corazón.
—Estamos trabajando en un prototipo para implantar esta
tecnología en gafas de sol —dice de repente—. Imagina
llevar todo esto contigo a donde quiera que vayas.
La idea me emociona, pero en este momento todo lo que
en realidad importa es el aquí y el ahora, la sensación de
estar con él, tanto en el mundo real como en el virtual.
Me muestra varias cosas más que se pueden hacer con
las gafas y no pierdo la capacidad de asombrarme, tampoco
puedo dejar de notar que en todo momento Carter tiene una
mano sobre mí.
Cuando me ayuda a quitarme las gafas y vuelvo al mundo
real, cierro los ojos un instante por el mareo que me
sobreviene.
—Mierda, ¿te encuentras bien? —me pregunta, sujetando
mi cara entre sus manos.
—Sí, solo dame un segundo para que le mundo deje de
girar.
Respiro hondo, y cuando creo que todo ha vuelto a la
normalidad, vuelvo a abrir los ojos y me encuentro los de
Carter, que me observan de una forma demasiado íntima.
—¿Mejor? —susurra casi tocando mis labios con los suyos.
—Sí, es increíble lo que tienes entre manos.
—Me estoy empezando a dar cuenta de ello —murmura,
acariciando con sus pulgares mi cara, que todavía tiene
entre sus manos.
¿Se refería a mí con esta afirmación?
Capítulo 15
Carter
No sé en qué estoy pensando al hacer esa afirmación,
pero desde anoche casi no puedo contener mis ganas de
besarla. El hecho de que esta mañana se haya enfermado y
prefiera seguir haciéndolo a poder dañar al bebé no ha
provocado en mí otra cosa que un salvaje instinto de
protección que ni siquiera sabía que tenía.
—Carter —escucho a mi espalda, y cierro los ojos para
contener el grito de frustración por haber roto este
momento.
—¿Qué necesitas, Parker? —pregunto al jefe de mi
laboratorio tecnológico. Suelto a Violet, pero agarro su mano
de nuevo. Me gusta tenerla ahí y que ella no se aparte.
—Ha llamado Caroline, se ha enterado de que andabas
por aquí y quiere saber si te puedes pasar.
—Si quieres, puedo ir a algún lado a esperarte —se ofrece
Violet.
—Puedo quedarme con ella —suelta a la vez Parker.
Puede que sea un cerebrito, pero físicamente, si lo ves,
parece un atleta universitario. Así que no, ni de coña.
—Violet, vienes conmigo.
Sé que no es correcto lo que hago. Que debería estar
alejándome de ella porque está claro que no es una buena
idea involucrarme de otra forma que no sea transaccional,
solo que no puedo. Tiene algo que me atrae, y no es su
belleza, no es la mujer más hermosa que he conocido, sin
embargo, es a la única que recuerdo haber dejado que me
afecte de esta manera tan rápido. Ni siquiera con Ashley fue
así.
Mientras guío a Violet a través de las puertas del
laboratorio, siento una mezcla de orgullo y nerviosismo.
Este lugar, el epicentro de mis esfuerzos y sueños, es donde
busco curas para enfermedades poco comunes, un
santuario de ciencia e innovación. Pero hoy no es la
investigación lo que acapara mi atención, sino la presencia
de Violet a mi lado.
Observo cómo sus ojos se iluminan al ver los aparatos y
equipos. Hay una curiosidad innata en ella, un deseo de
entender y explorar que me fascina. Aunque intento
concentrarme en explicarle los detalles de nuestro trabajo,
no puedo evitar notar cada gesto, cada expresión de
asombro en su rostro. Violet, con su pasión por el
conocimiento y su compasión, irradia una luz que ilumina
incluso los rincones más oscuros de mi laboratorio.
—Este es nuestro último proyecto —digo, señalando una
serie de tubos de ensayo y microscopios—. Estamos
trabajando en una terapia génica que podría…
Mi voz se desvanece. Violet está absorta, tocando con
suavidad el frío metal de los instrumentos, con una mirada
de pura admiración y respeto. Es en este momento cuando
me doy cuenta de lo mucho que he empezado a sentir por
ella, un sentimiento que crece y se enreda en mi interior
como las intrincadas redes de moléculas que estudiamos
aquí.
Sin embargo, hay una sombra que se cierne sobre este
naciente afecto. Violet está embarazada, lleva en su vientre
al hijo de mi hermano, un hombre que ya no está con
nosotros y cuya historia con Violet es una tragedia que
ninguno de los dos merecía. Ella fue víctima de un horror
inimaginable, y ahora carga con las consecuencias de un
pasado que no eligió. A eso le sumamos que el nacimiento
de ese bebé es una cuenta atrás para que ella se vaya. No
me gusta. Joder.
—Parece que realmente te interesan estos equipos —
logro decir al fin, intentando ocultar la tormenta de
emociones bajo una fachada de profesionalismo.
—Sí, es increíble lo que haces aquí, Carter. Es… es
realmente admirable —responde ella, con una sonrisa que
no alcanza a ocultar una melancolía en sus ojos que me
intriga, como toda ella.
—Aquí estás, Carter. —Escucho a Caroline acercarse—.
Vaya, y no estás solo.
—Esta es Violet —le presento—. Y esta es Caroline, amiga
y jefa del laboratorio en el que estamos.
Caroline era una de las mejores amigas de Alex. Ambos
amaban el trabajo que hacían, y cuando él murió no pude
pensar en nadie más para cubrir el puesto de dirección de
todo el proyecto.
—Encantada —contesta Violet, aún fascinada por lo que
ve a su alrededor—. Es increíble lo que hay aquí, incluso
tenéis aparatos que ni siquiera he visto más allá de las
fotos. En mi universidad no teníamos estos recursos.
—¿Qué estudias? —pregunta Caroline genuinamente
interesada.
Somos amigos, ella sabe quién es Violet y todo lo que ha
pasado, sin embargo, no saca a colación nada de eso
porque parece que mi invitada ha captado su atención tanto
como lo ha hecho con la mía.
—Biología. Aunque quiero especializarme en Genómica y
Bioinformática.
—¿En qué? —pregunto, un poco descolocado con su
respuesta.
No sé, la imaginaba más de bióloga marina o algo así.
—Se centra en el análisis de genomas completos y cómo
la información genética puede ser utilizada para entender
mejor las enfermedades y desarrollar tratamientos
personalizados. La bioinformática es crucial para analizar los
enormes conjuntos de datos genéticos.
Creo que mi cerebro acaba de implosionar.
—Carter, no me habías dicho que la mami es todo un
coco —se burla Caroline, y Violet se ríe—. ¿Quieres ver en lo
que estamos ahora?
La pregunta de mi amiga me sorprende. Es muy recelosa
de sus investigaciones, y me asombra que quiera mostrarle
nada a alguien a quien, de manera literal, acaba de conocer.
—Claro, ¿puedo? —me pregunta ilusionada Violet, y solo
puedo asentir ante estas dos mujeres.
Mientras observo a Caroline explicándole a Violet nuestro
proyecto más reciente, siento una mezcla de orgullo y una
emoción inesperada. Estamos en la vanguardia de la
investigación médica, buscando una cura para una
enfermedad rara que arrebata vidas demasiado jóvenes,
pero en este momento, más allá del avance científico, no
puedo dejar de notar la interacción entre estas dos mujeres
extraordinarias.
Caroline, con su bata blanca y su cabello recogido en un
moño práctico, señala hacia un conjunto de imágenes de
resonancia magnética en la pantalla. Su pasión por la
ciencia siempre ha sido una de sus características más
admirables, y su habilidad para explicar conceptos
complejos de manera sencilla es inigualable.
—Estas imágenes —explica con entusiasmo— nos
muestran las áreas afectadas del cerebro. Estamos
desarrollando un tratamiento que podría, potencialmente,
revertir el daño.
Violet escucha con atención, sus ojos llenos de una
curiosidad y empatía que la hacen aún más hermosa ante
mí. Ella asiente, absorta en cada palabra, y su interés
genuino en nuestro trabajo me hace admirarla aún más.
En un momento, nuestras miradas se encuentran y en sus
ojos veo un reflejo de la pasión y dedicación que Caroline y
yo compartimos por nuestro trabajo. Siento un impulso de
acercarme, de explicarle más, de compartir con ella no solo
los éxitos de nuestro laboratorio, sino también los desafíos y
las esperanzas que nos impulsan.
Pero me contengo. Hay una línea profesional que no debo
cruzar, una barrera invisible impuesta por las circunstancias
y mi propio sentido de responsabilidad. Aun así, no puedo
evitar sentirme conectado con ella de una manera que va
más allá de la colaboración científica.
Caroline continúa, mostrando un gráfico de los avances
en nuestro tratamiento. Violet pregunta, su voz llena de
interés y preocupación por los pacientes que podrían
beneficiarse de nuestra investigación.
No sabe que Ashley es una de ellos. De hecho, es por la
que empezó todo.
—Y esto es lo que llevamos hasta ahora, a grandes
rasgos, todavía tenemos que dar con la respuesta que no
llegó a escribir Alex —dice Caroline mientras Violet la mira
confundida.
—Alex inició esta investigación hace años, recientemente
nos ha llegado un diario en el que podría haber dado con
algo que nos hiciera avanzar más rápido, solo que no llegó a
escribirlo específicamente. Era muy receloso a la hora de
plasmar sus hallazgos —le explico.
—¿Hay algo en lo que pueda ayudar? —pregunta Violet, y
el solo hecho de que lo proponga me saca una sonrisa.
—¿Sabes de algún animal mexicano que pueda ayudarnos
con la regeneración cerebral en humanos? —contesta
Caroline divertida. Esta es la pregunta que le lleva dando
dolor de cabeza desde que llegó el diario a sus manos.
Observo a Violet, y su cara pasa de ser seria a tener una
enorme sonrisa.
—De hecho, sí, creo que sé de qué animal hablas.
Capítulo 16
Violet
Siento la emoción del momento y sé que esto es algo
gordo. Caroline y Carter me observan, esperando que les
explique mi respuesta.
—Creo que Alex podría referirse al Ambystoma
mexicanum, más conocido como ajolote.
Ambos me miran como si me hubieran salido tres
cabezas.
—¿Eso qué es? —pregunta Carter.
—Este anfibio, también conocido como salamandra
mexicana, es famoso por su asombrosa capacidad
regenerativa. No solo puede regenerar extremidades,
órganos vitales y partes de su corazón, sino que también
tiene la habilidad de regenerar partes de su cerebro.
—Creo que he leído algo sobre él en una revista médica,
buscaban una manera de volver a producir partes del
cuerpo que se han perdido, querían hacer pruebas con
militares —interviene Caroline—. Aunque la verdad es que
me pareció un poco loco eso de que te vuelva a crecer un
brazo amputado. ¿Cómo puede volver a salirle algo que se
le ha cortado?
—Esta capacidad de regeneración se debe en gran parte
a su genética. Los ajolotes tienen una alta plasticidad
celular, lo que significa que sus células pueden
transformarse y adaptarse para reparar tejidos dañados,
incluyendo el tejido cerebral. Este fenómeno ha sido objeto
de intensa investigación, ya que comprender los
mecanismos genéticos y moleculares detrás de esta
regeneración podría tener implicaciones significativas para
el tratamiento de lesiones cerebrales en humanos.
—Joder, ¿eso puede hacerlo un bicho? ¿Y por qué nadie lo
ha logrado? —inquiere Carter, alucinando todavía.
—Porque, aunque los ajolotes poseen estas capacidades
regenerativas, su genética y biología son muy diferentes a
las de los humanos, lo que representa un desafío para la
aplicación directa de estos hallazgos en la medicina
humana. Sin embargo, el estudio de su genética ofrece un
valioso modelo para la investigación en regeneración de
tejidos y reparación de lesiones cerebrales.
Carter y Caroline se me quedan mirando con una cara
que me hace reír, están con la boca abierta, como los
dibujos animados.
—Carter, siento decirte que me quedo a tu mami —suelta
Caroline mientras pasa su brazo por mis hombros.
—Solo soy una estudiante —le recuerdo.
—Una que ha logrado descifrar algo que me tenía loca, y
te aseguro que soy muy inteligente, así que me tienes
totalmente asombrada —reconoce Caroline, y me siento
orgullosa de mí misma.
—¿Quieres trabajar aquí? —pregunta Carter de la nada,
sorprendiéndome.
—Eh, bueno, no sé, supongo que algo podría ayudar —
balbuceo, tratando de ver si la propuesta es seria o algo del
momento.
—No lo voy a consentir —escucho a mis espaldas la voz
de un hombre enfadado.
Me giro y veo la versión madura de Carter.
Una versión claramente cabreada que se dirige hacia
donde estamos.
—Papá, hola —suelta Carter, y entiendo que estoy frente
al hombre que no me quiere porque piensa que soy una
cazafortunas—. Ella es Violet.
—¿En qué demonios estáis pensando vosotros dos? —
pregunta, ignorando de forma deliberada la presentación.
Me quedo callada porque no sé cuál es mi posición en
este momento, pero que no vaya a creer nadie de los aquí
presentes que, porque tengan dinero como para limpiarse el
culo con billetes de cien, voy a consentir ni una sola
humillación.
—Papá —gruñe Carter.
—No, hijo, esto es una mala idea. Te dije que le pagaras
un lugar para que viviera mientras se gesta mi nieto o mi
nieta, pero no la quiero cerca de nuestra familia ni de
nuestros negocios.
—Papá —vuelve a gruñir Carter.
—Tu madre está emocionada pensando en ese bebé, ha
sacado algunas cosas de Alex para cuando nazca, ¿te has
parado a pensar en lo destrozada que se va a quedar si esa
criatura no nace? ¿Y si esta mujer decide quedárselo?
Estaría en su derecho, y ambos sabemos que podría
pedirnos mucho dinero el resto de su vida y no tendría por
qué dejarnos verlo.
Su enfado es mayúsculo y quiero decirle que voy a hacer
todo lo que esté en mi mano porque este bebé nazca sano;
que no tengo derechos, soy una incubadora; y que no voy a
venderlo, solo necesito un poco de dinero para poder seguir
con mi vida donde la dejé. Quiero gritarle todo eso, pero no
puedo porque Carter se lo lleva de allí muy enfadado. Con
todas las veces que lo he visto sonreír me extraña que
pueda tener este carácter, y más con su padre, parece muy
apegado a su familia.
—Vaya, siento que te haya tratado así. Todavía no
superan lo de Alex y todas las consecuencias que hubo —
dice Caroline cuando nos quedamos a solas.
—Pero yo no quiero hacer nada de lo que ha dicho.
—No pareces de esas, aunque no nos conocemos lo
suficiente como para afirmarlo —contesta Caroline, y le
agradezco la franqueza—. Solo te diré que esto no es tanto
por ti como por Lily.
—¿La madre de Carter?
—Sí, Darius la ama con locura. Así se llama el padre de
Carter —me explica cuando ve la confusión en mi cara.
—Creo que, al menos, debería darme la oportunidad de
demostrar que no soy todo eso.
—No es por ti, de verdad, es solo que, cuando Alex murió,
Lily lo pasó fatal. Imagínate perder a un hijo y que el que te
queda sea la viva imagen del que se ha ido. Fue muy duro.
Mierda, no lo había pensado de esa manera. Tampoco en
que Carter debe haberse sentido mal cada vez que se
miraba al espejo y viera el vivo retrato de su hermano
muerto.
—Casi la perdemos.
—¿A Lily?
—Sí, por favor, trata de que esto salga bien.
—Por supuesto.
—Es lo único que te pido, creo que, si no lo hicieras, Lily
acabaría lo que empezó cuando una noche se tomó todo el
bote de pastillas tras la muerte de Alex.
Capítulo 17
Carter
Saco a mi padre del laboratorio antes de que suelte
alguna barbaridad más y me encuentro a Ashley fuera del
mismo.
—¿Qué haces aquí? —pregunto al verla.
—Vino conmigo. Ambos estamos de acuerdo en que esa
mujer va a fastidiarlo todo, hijo.
Miro a Ashley y meneo la cabeza. El otro día tuve que
dejarle claro que Violet es solo la persona que va a darnos el
mayor regalo de nuestra vida, pero parece que no le gusta
que otra ocupe un lugar tan importante. El hecho de haberle
dado su habitación hizo que rompiera a llorar, y cuando
quiso besarme de nuevo la aparté sin pensarlo porque no
quiero eso con ella.
—Vamos a mi despacho —les digo a ambos, que me
siguen, uno enfadado y la otra con cara de haber sido
atrapada por la maestra haciendo una fechoría.
En cuanto entramos, doy un grito de frustración. Todo
esto es muy difícil.
—No te enfades con ella. Ash solo está preocupada por lo
que pueda hacer esa mujer.
—Violet no va hacer nada raro —les aseguro, sintiendo en
el fondo de mi alma que es así.
—¿Cómo estás tan seguro? No la conocemos, podría
querer sacarnos dinero cuando el bebé nazca y…
—¿Y te parecería mal? —corto a mi padre—. Violet ha
pasado un jodido infierno. Ella no se acostó con Alex
buscando un embarazo y, con ello, una paga vitalicia. A ella
la secuestraron, le quitaron el poder de decisión sobre su
propio cuerpo. ¿Sabes cómo debe haberse sentido al
despertar y descubrir que estaba embarazada?
Los miro a ambos muy cabreado. Ash baja la mirada
avergonzada, en la de mi padre puedo ver una lucha
interna. No es un mal hombre, tengo claro que todo esto es
por mamá, sin embargo, eso no le da derecho de tratar mal
a Violet, ella no se lo merece.
—Sé que toda esta situación es difícil, y no eres el único
que está preocupado por mamá, pero os pido que le deis
una oportunidad a Violet. Es una mujer increíble.
Ashley levanta la vista y me mira de una forma que nunca
había hecho y que no tengo claro cómo interpretar.
—¿Cómo quieres que le dé una oportunidad si va a
vendernos a mi nieto? —insiste mi padre, y entiendo su
punto.
—Ella no quería tenerlo, yo la convencí. Voy a admitir que
no me costó demasiado porque ella necesita dinero y
nosotros lo tenemos. No veo nada de malo en sacarle
partido a una situación de mierda como la que ha vivido,
sobre todo, porque no ha exigido millones.
—¿No? —preguntan mi padre y Ash al unísono.
—No, podría haberlo hecho y lo único que me ha pedido
es que pague sus estudios y gastos mientras dure el
embarazo. Papá, deberías ver sus notas, es brillante, y no
solo eso, se preocupa por el bebé a pesar de que no lo
quiere para ella. Esta mañana mismo ha vomitado sin parar
por al menos diez minutos, y podría evitarlo tomando
medicación, sin embargo, no quiere por si eso le afecta al
bebé de alguna manera.
La cara de mi padre cambia, dándose cuenta de que la ha
juzgado mal.
—Y, Ashley, cuando papá nos ha interrumpido estábamos
en medio de lo que podría ser la clave para curar tu
enfermedad, y nos la ha dado ella. Sin pedir nada a cambio,
por eso le he ofrecido un puesto.
—¿De verdad? —pregunta conmovida Ash.
—Sí, solo os pido que le deis una oportunidad. Permitíos
conocerla, es una persona muy interesante con un cerebro
impresionante.
—Pareces fascinado, hijo.
—Lo estoy —reconozco en voz alta mientras miro a
Ashley con un sentimiento de culpa que no entiendo.
—Supongo que puedo intentar darle una oportunidad —
murmura mi padre.
—Y yo. Lo siento, Carter, es solo que no quiero que te
hagan daño.
Ashley me abraza, y siento que, de alguna manera, las
cosas entre nosotros han cambiado, aunque no sé hasta qué
punto.
—Voy a volver al laboratorio. Nos vemos en la reunión de
mañana, papá, y a ti te llamo luego.
Ambos asienten y los dejo en mi despacho a solas. Tengo
total confianza en ambos. La forma en que Ash me ha
mirado no deja de rondarme la cabeza. Ella es una gran
mujer, quizás a veces demasiado influenciada por su madre,
aunque en este caso no ha podido ser Karen, ya que mamá
me ha asegurado que está emocionada por la llegada del
bebé.
Al entrar al laboratorio, me quedo parado cuando veo a
Caroline y a Violet debatiendo sobre cómo estudiar el
genoma del ajolote para aplicarlo a la medicina humana. No
entiendo la mayoría de cosas que dicen, pero me fascina la
firmeza con la que Violet habla y la actitud tan segura que
tiene. Joder, se me pone dura cuando se agacha para
recoger el lápiz de la pizarra, que se le ha caído, y sus
vaqueros marcan su perfecto culo.
—Esta tripa empieza a ser molesta —se queja Violet, y
Caroline se ríe.
—Espera a que pasen los meses. Mi hermana no podía ni
atarse los zapatos —se burla, y ambas se ríen.
—Creo que lo que peor llevo es esta sensación de
cansancio constante, como si la vida me pesara —admite, y
veo que se sienta.
Mierda, no debería haberla traído.
—Nos vamos —anuncio mientras entro, sobresaltando a
ambas.
—Joder, Carter, como le des estos sustos se le va a caer
el bebé —suelta Caroline, y ambas se ríen.
—Estás cansada, será mejor que volvamos para que te
acuestes un rato —le digo a Violet.
—¿Puedo volver mañana?
—Creo que es mejor que no trabajes, puedes hacerlo
desde casa, pero venir aquí…
—Carter —me corta Violet—, estoy embarazada, no
enferma. No soy ni la primera ni la última, y no te voy a
negar que estoy cansada, pero eso no es un impedimento
para que venga aquí. Ahora, si lo que pasa es que no
quieres que lo haga, entonces dilo directamente.
—Bravo por la mami —aplaude Caroline, y le doy una
mala mirada.
—Claro que quiero que vengas, pero…
—Pero nada, si el único impedimento es que estoy
fabricando un bebé en mi útero, entonces mañana vendré a
seguir con lo que estábamos, ¿te parece, jefa?
Caroline asiente y me da una sonrisa que conozco muy
bien: va a adoptar a Violet de manera oficial, y eso
convertirá mi existencia un infierno si la hago enfadar.
—Mañana nos vemos, mami —se despide, y salimos de
allí hacia el coche.
Violet se queda en silencio mientras abandonamos el
aparcamiento y durante todo el trayecto a casa. La conozco
de apenas unos días, sin embargo, tengo la sensación de
que le pasa algo. Cuando llegamos a mi edificio aparco, me
quito el cinturón y me giro para mirarla.
—¿Qué ocurre? ¿Es por lo que he dicho antes?
Ella me observa un instante antes de respirar hondo y
contestar.
—Quiero que sepas que lo que dijo tu padre no va a
pasar. Sé que no tengo ningún derecho sobre este bebé. Soy
solo la incubadora, y en cuanto nazca no volveréis a saber
de mí.
Su declaración me pilla por sorpresa y hace que me
enfade un poco la facilidad con la que dice que se va a
marchar.
—Si cuando nazca decides quedarte cerca, no hay
problema. Creo que puedes ser un gran apoyo en nuestra
investigación. Al fin y al cabo, eres la madre, sería lógico.
—No soy la madre, solo la que lo lleva dentro. ¿Sabéis
quién es la dueña del óvulo que fecundaron?
Su pregunta me descoloca y hace que mi cabeza estalle
en mil pedazos.
—¿Cómo que si sabemos quién es la dueña del óvulo?
—Sí, en el hospital escuché que otra de las chicas
rescatadas junto a mí estaba embarazada de un bebé
fecundado a partir del óvulo y esperma de una madre y un
hijo, algo asqueroso, por cierto. Y no sé hasta qué punto
genéticamente adecuado para la salud de dicha criatura.
Oh, mierda, no lo sabe. Joder, ¿cómo es eso posible?
—¿Qué pasa? —pregunta viendo mi cara, que ahora debe
mostrar una mezcla de emociones que ni yo mismo sé cómo
manejar.
—Creo que hay algo que debes saber, y necesito que
estés calmada.
—Nunca le digas a nadie eso si no quieres que tenga un
ataque de ansiedad —me regaña—. Solo suéltalo.
Respiro hondo y le concedo su petición.
—Violet, tú eres la madre biológica del bebé que llevas
dentro.
Capítulo 18
Violet
En cuanto las palabras de Carter se filtran en mi cerebro,
comienzo a ver borroso y mi respiración se acelera. Sé que
me está hablando, pero solo escucho el murmullo de su voz
a mi alrededor. No logro enfocar la mirada. Siento el
movimiento a mi lado, ahora estoy sola en el coche, la
puerta se abre, noto el aire con olor a parking cuando lo
hace. Unos brazos pasan por debajo de mis rodillas y la
ingravidez se apodera de mi cuerpo cuando me alzan. Cierro
los ojos, necesito concentrarme para detener esto. Sé que
es un ataque de pánico, no he tenido uno en años,
«mecanismo de defensa» lo llamó la psicóloga del colegio.
«Está bien, puedo salir de esto. Concéntrate, Violet».
Trato de escuchar a Carter, sé que está hablando. Ahora me
deja sobre algo mullido. ¿Mi cama? ¿El sofá? Respiro hondo
y abro los ojos. Sí, estoy en mi habitación. Bien, reconozco
mi entorno. Paso dos, tratar de calmar la respiración.
«Inspira, retén y suéltalo».
«Inspira, retén y suéltalo».
«Inspira, retén y suéltalo».
—¿Violet? Voy a llamar al médico —logro escuchar que
dice Carter.
—No, dame un momento, por favor.
Asiente y se mantiene a mi lado mientras poco a poco
logro que mi mente vuelva a estar donde debería.
—Creo que ya ha pasado —le informo cuando siento que
todos mis sentidos vuelven a la normalidad.
—¿Segura? Puedo traer a alguien.
—No, por favor.
Mi voz sale como un ruego más que una petición, y
parece que lo convenzo porque guarda el móvil que ahora
veo que tiene en la mano.
—¿Quieres que te deje sola para descansar?
—No, necesito hablar de esto.
Carter asiente, se levanta y cierra la puerta de mi
habitación mientras yo trepo por la cama hasta apoyar mi
espalda en el cabecero con unos almohadones gigantes que
hacen que la postura sea cómoda.
Cuando él se sienta en una silla a mi lado y me mira, no
dice nada, yo tampoco, no sé por dónde empezar ni qué
pensar.
—¿Nadie te dijo que tú eras la madre? —comienza en un
tono que sé que no me juzga, solo hay curiosidad.
—No, supuse que me usaron como vientre de alquiler
nada más, una incubadora sin parentesco alguno con el
bebé.
—Joder, lo siento, debí suponerlo cuando hablamos y te
llamaste así. Solo pensé que era tu forma de distanciarte de
la situación, ¿sabes?
—Oye, tú no tenías que saberlo.
—Aun así, debí haberme preocupado un poco más porque
tuvieras toda la información antes de ofrecerte ningún trato.
Veo que en realidad está agobiado por esta situación. De
verdad se siente mal por no haber hecho las cosas mejor.
No lo culpo, en todo caso, soy yo la que tendría que haber
estado un poco más atenta.
—Entonces, ¿ahora qué? —me pregunta, y no sé qué
decir.
—No tengo la menor idea —contesto con sinceridad.
—Aún estás a tiempo de no tenerlo —me suelta, y lo miro
asombrada.
Este bebé es lo último que queda de su hermano gemelo.
—Me sorprende que siquiera menciones la posibilidad.
—Tener un hijo no es algo que nadie más que tú pueda
decidir. Es tu cuerpo y tu mente. Ya amo a ese bebé, pero no
te puedo pedir que lo tengas si no estás totalmente de
acuerdo en hacerlo.
—Sabes, nunca me he planteado la posibilidad de ser
madre. Vi lo que la maternidad le hizo a la mía y he sufrido
por ello toda mi vida. Es injusto para el bebé.
—Supongo, entonces, que no vas a seguir adelante con el
embarazo —contesta apesadumbrado y triste, puedo verlo
en sus ojos—. Quiero que sepas que vas a recibir el dinero
que te prometí igualmente para que puedas seguir con tu
vida.
Lo miro atónita, como si lo viera por primera vez. No soy
solo una incubadora para él, y eso provoca sentimientos
dentro de mí que empiezan a asustarme.
—¿Y tu madre?
—Estará bien, estaremos junto a ella.
Me gusta ver lo unido que está a su familia, es tan
diferente a lo que yo he conocido que me resulta fascinante.
—¿Puedo pensarlo?
—¿El qué?
—Lo que va a pasar con el bebé.
El brillo de esperanza en los ojos de Carter hace que
sonría.
—Entonces, ¿no está la decisión tomada? —inquiere
ilusionado.
—No.
Ahora es él quien sonríe y mi corazón se acelera.
—¿Te apetece ver una peli? —pregunta de la nada,
cambiando de manera radical de tema, cosa que agradezco.
—¿Aquí?
—Sí.
Su determinación me gusta, y acepto.
—Bien, pero nada con zombis, odio esas cosas que te
quieren comer el cerebro —contesto, y Carter se ríe.
Coge el mando y enciende la televisión, va a un canal de
esos de pelis de pago que puedes comprar o alquilar y
comienza a moverse por el menú de comedia romántica. Le
pido que vaya a por el de sci-fi, y está claro que le gusta mi
idea porque empieza a contarme sobre casi todas las que
hay. Pocas le faltan de ver. Al final nos decidimos por una
nueva sobre inteligencia artificial.
—Puedes subirte a la cama. Hay sitio de sobra para los
dos —comento cuando veo que se intenta acomodar en la
silla.
—Tienes razón. Somos adultos y mi espalda agradecerá
no quedarme aquí sentado.
Se sube a mi lado y le da al play.
La habitación está en penumbra, solo iluminada por la
tenue luz que emana de la pantalla del televisor. A pesar de
la cercanía, mantenemos un respetuoso espacio entre
nosotros; después de todo, somos solo algo así como
¿amigos? Sin embargo, algo en el aire parece diferente esta
noche.
Me doy cuenta de que, aunque llevamos poco tiempo
conociéndonos, me siento sorprendentemente cómoda a su
lado. Esta confianza es algo nuevo para mí. Siempre he sido
desconfiada, prefiriendo la soledad a la posibilidad de salir
lastimada. Pero con Carter todo parece más fácil, más
natural.
De reojo, observo su perfil concentrado en la película.
Hay una calidez en su presencia que me hace sentir segura,
cuidada. Me pregunto si él siente lo mismo, si también
percibe esta conexión que parece crecer entre nosotros.
Bostezo, incapaz de contener el cansancio que se
apodera de mí. La película sigue su curso, pero mis
párpados se vuelven cada vez más pesados. En mi lucha
por mantenerme despierta, bostezo de nuevo, y esta vez
siento como Carter se mueve a mi lado.
Sin decir una palabra, abre sus brazos en una silenciosa
invitación. Dudo un instante, sorprendida por el gesto. Sin
embargo, la calidez en sus ojos me tranquiliza, y con
lentitud me acomodo en su pecho, usando su brazo como
almohada. Él ajusta su posición para acogerme mejor, y un
sentimiento de bienestar me inunda.
Con el suave ritmo de su respiración como música de
fondo, me permito relajarme por completo. Por primera vez
en mucho tiempo no me siento sola. Con Carter siento algo
parecido a pertenecer. Y mientras me dejo llevar por el
sueño, una parte de mí no puede evitar preguntarse qué
significará todo esto cuando despierte.
Capítulo 19
Carter
Mientras los créditos de la película pasan por la televisión,
disfruto de tener a Violet recostada sobre mí. No sé en qué
momento cambió la forma en la que la veía, pero, en
definitiva, ya no es solo la mujer embarazada de mi
hermano.
Me quedo quieto y observo su rostro con detenimiento,
está totalmente relajada y me gusta que sea en mis brazos.
Me da una paz que pensaba que nunca volvería a sentir.
—¿Me he dormido? —pregunta soñolienta, y sonrío
mientras asiento.
—No te has perdido mucho, al final la IA mata a todos y el
mundo vuelve a empezar como si nunca hubiéramos
existido los humanos.
Violet arruga la nariz y estoy tentado a besarla.
—Vaya panda de agoreros.
—¿Has descansado?
—He soñado cosas muy raras, la verdad.
Dejo a regañadientes que se incorpore y encienda la luz.
Su pelo está algo despeinado, y me pregunto si se verá así
de guapa cada día al despertar.
—He soñado que tenía al bebé y que, cuando veíais lo
difícil que es criarlo y los gastos que conlleva, ya no lo
queríais —me suelta de pronto.
—Sabes que el dinero no es un problema.
—No, pero el que este bebé nazca y no le den todo el
amor que cualquier niño o niña deba sentir es algo que me
asusta.
Entiendo a lo que se refiere. Sé lo que tuvo que pasar ella
en su infancia, estaba en su expediente.
—Ven, quiero enseñarte algo —le digo mientras me
levanto y le tiendo la mano.
Ella duda un instante, pero después llega hasta mí y
entrelazamos nuestros dedos. Me gusta esta sensación.
Salimos de la habitación y nos dirijo hacia la que está al
otro lado, junto a la mía. La abro y dejo que entre primero.
—Es la habitación que hemos estado preparando para el
bebé.
Los colores son suaves y neutros, aún falta mucho por
hacer, pero cada detalle está lleno de amor y de ilusión.
Tengo la esperanza de que esto la ayude a sentirse más
conectada con el bebé y que entienda que lo amamos
desde que supimos que existe.
Escucho sus pasos adentrándose y mi corazón se acelera.
No puedo evitar sentir algo especial por Violet a pesar de la
complejidad de nuestra situación.
—Aún falta mucho, pero…
Ella asiente, recorriendo la habitación con la mirada.
Puedo sentir su conflicto interno. Sé que descubrir que es la
madre biológica del bebé, y no solo un vientre de alquiler
como pensaba, ha sido un shock para ella. El hecho de que
el padre biológico sea mi hermano fallecido solo añade más
peso a sus hombros.
Violet se acerca a la cuna, pasando su mano sobre la
suave manta que hemos colocado, era de Alex.
—Es bonito —murmura, y algo en su voz me hace pensar
que está comenzando a ver más allá de sus miedos.
—Quiero que sepas… que este bebé ya es amado —digo
con cuidado, no quiero que se sienta presionada—. Y que
tú… tú eres parte de esto, Violet. Más de lo que crees.
Ella me mira, sus ojos reflejando una mezcla de sorpresa
y algo más que no logro descifrar. Mi corazón late con la
esperanza de que ella pueda sentir, aunque sea, una
fracción del cariño y la emoción que siento por este
pequeño ser que aún no ha nacido.
—Gracias, Carter —dice al fin, y aunque su voz es suave,
percibo un atisbo de calidez en ella—. Todavía tengo
muchas dudas, pero… esto ayuda.
No espero que su decisión sea fácil, ni que nuestra
relación se defina de un momento a otro, sin embargo, en
este instante, en esta habitación llena de promesas y
sueños, siento que hemos dado un pequeño paso hacia algo
nuevo y hermoso. Y aunque el futuro es incierto, por ahora,
eso es suficiente.
—Quiero pedirte una cosa —le digo, y ella se gira a
mirarme con un peluche en sus manos.
—Claro, dime.
—Hay alguien con quien me gustaría que hablaras, sé que
no habéis empezado bien, pero Ash puede entenderte mejor
de lo que crees.
Cuando Ash entró en nuestras vidas lo hizo con la misma
desconfianza que Violet, ella también viene de un hogar
roto, la diferencia es que su madre luchó por ella y ahora es
una mujer maravillosa.
—¿Estás seguro? —pregunta, dudosa de mis palabras.
—Sí, ella, al igual que tú, pasó por el sistema de acogida
porque su padre la abandonó allí.
Informe II
Capítulo 20
Violet
Hace 14 años
Miro a mi alrededor y me encuentro totalmente sola en la
cocina de nuestra caravana. Mi padre está trabajando y mi
madrastra ha ido a cortarse el pelo. Mis hermanastras se
fueron a la escuela, a ellas las dejan ir.
—Feliz cumpleaños para mí —susurro después de cantar
en mi mente la canción que deberían haber gritado con
alegría todos al despertar, pero creo que ni siquiera se
acuerdan de que hoy es mi día especial.
Cojo la foto de mi madre, que tengo en un cajón, y sonrío,
es de cuando ella era joven, de unos quince. Ojalá yo me
vea así de bonita dentro de cinco años. Aquí aún no conocía
a mi padre, ni tomaba drogas o bebía hasta desmayarse.
Murió el año pasado de cirrosis, no lloré en su entierro, para
mí ella había muerto hacía muchos años, solo que todavía
seguía respirando.
—¡Violet! —escucho el grito de mi padre fuera de nuestra
caravana y me tenso.
No debería estar aquí aún, no al menos en las próximas
tres horas.
Entra y me mira con mucho asco, no es que alguna vez
me haya querido del todo, siempre me dijo que yo no era
suya, que mi madre era una fulana y que mi padre podría
ser cualquiera. No entiendo muchas de las cosas que me
grita la mayoría de veces, pero por el tono sé que no son
buenas.
—Toma —dice cuando entra, entregándome una bolsa de
basura vacía—. Mete aquí todo lo que te quieras llevar que
sea tuyo, mucho cuidado con tratar de robarme.
—¿A dónde vamos? —le pregunto nerviosa.
—Vas, pequeña perra bastarda, hoy cumples diez y el
Estado ya no me va a pagar por ti ni un centavo, así que no
veo el motivo por el que mantenerte cerca.
—Papá —susurro.
—No soy tu padre, te lo he dicho cientos de veces. Soleil y
Moon son más mías que tú —gruñe, nombrando a las hijas
del primer matrimonio de mi madrastra.
No quiero enfadarlo, la última vez que lo hice me arrastró
del pelo y me dolió la cabeza una semana entera. En la
bolsa meto lo poco que puedo considerar mío. La foto de mi
madre, un libro de Biología que encontré en la basura y
algunas prendas de ropa que mis hermanas nunca se
ponen.
—Sube a la camioneta —me ordena tras sacarme del
brazo.
Se coloca detrás del volante y tira mi bolsa en mi regazo
antes de arrancar. Ni siquiera me da tiempo de ponerme el
cinturón. Conduce en silencio durante casi media hora hasta
llegar a un lugar que jamás he visto.
—Abajo —gruñe.
Le obedezco y aprieto la bolsa contra mi pecho. Tengo
miedo. No sé qué está pasando ahora mismo.
Una señora con traje sale de lo que parece una oficina y
me mira con pena, después intercambia un par de palabras
con papá y menea la cabeza en desaprobación.
Espero a que alguien me diga qué debo hacer hasta que
mi padre maldice y se sube a la camioneta, pasando por mi
lado sin tan siquiera mirarme. Veo cómo desaparece por
donde hemos venido y me quedo allí mirando como lo hace.
—Vamos, Violet —dice la señora en un tono amable que
me cuesta reconocer.
—¿Cuándo volverá? —pregunto sin apartar la mirada de
la carretera.
—Nunca. Ahora estás bajo la tutela del Estado.
Bienvenida al sistema de acogida.
Capítulo 21
Violet
Estoy algo nerviosa esperando a Ashley. Sé que no le
gusto, y no sé el motivo; bueno, supongo que el tener al hijo
de su novio muerto en mi vientre puede ser molesto, pero
no lo pedí ni le fue infiel, así que no sé por dónde vienen los
tiros.
Desde que Carter me confirmó hace tres días que el bebé
es mío, no puedo dejar de tocarme la tripa. Como si mi
mente se hubiera dado cuenta de pronto de que estaba ahí.
Hasta ahora no era más que algo teórico. Lo sentí moverse,
pero no hubo algo que me hiciera emocionarme porque en
mi cabeza el bebé era ajeno a mí.
Ahora que sé que soy algo más que una incubadora las
cosas están cambiando demasiado rápido. Incluso creo que
me veo la tripa más abultada. ¿Es eso posible?
—Oh, querida, aquí estás —escucho la voz de Karen y me
levanto del sofá de la biblioteca.
Al girarme, veo a Ashley y a su madre. La primera me
mira con timidez, la segunda viene y me abraza.
—Gracias por venir —les digo antes que nada—. Sé que a
nadie le gusta hablar de cosas tristes del pasado.
—Tonterías, la vida es una serie de vivencias que te llevan
hasta dónde estás, a mí me encanta donde me encuentro
en este momento —contesta feliz Karen—. ¿Verdad, Ash?
Ella solo asiente.
Roseanne aparece en ese momento y nos trae un poco de
té, café y, para mí, agua con gas. Nos avisa de que está
preparando sándwiches por si tenemos hambre y que Carter
ha pedido que si necesitamos algo de él lo avisemos, que
está trabajando en su despacho.
He ido dos días con Caroline al laboratorio, y decir que
estoy emocionada por ser parte de algo tan grande como lo
que intentan lograr es poco. La investigación que hacen es
brutal; Alex debió de ser un genio.
Nos sentamos en la zona de sofás y me quedo callada
tratando de buscar la manera de empezar, aunque no es
necesario cuando Ash suelta la primera frase.
—¿En serio no sabías que tú eras la madre? —pregunta
de pronto y, su madre le da una mala mirada.
—No, creía que solo era el vientre de alquiler de este
bebé, pero sin ningún tipo de parentesco.
Me mira como si estuviera tratando de averiguar si eso le
parece bien o mal, a mí, siendo sincera, me da igual lo que
piense.
—Carter nos puso un poco al día de la situación —
interviene Karen, tan amable como siempre—. Nos pidió que
te contáramos sobre lo que pasamos con el padre de Ash.
La aludida hace un gesto con la cara que me deja claro el
asco que le tiene a su progenitor.
—El donante de esperma era un gilipollas abusador que
pensaba que el mundo le debía algo solo por respirar —
gruñe Ashley, y me gusta que tenga carácter.
—Mi exmarido era un hombre abusivo, un monstruo
disfrazado de caballero. No solo me maltrató física y
emocionalmente, sino que, en su juego perverso, decidió
castigarme de la manera más cruel: robándome a Ashley.
Sus ojos se llenan de lágrimas, pero su voz no flaquea.
—La metió en el sistema de acogida utilizando sus
contactos corruptos. Fue ilegal, inhumano.
Ashley, que ahora se ve que es una mujer joven y segura,
toma la mano de su madre, y casi puedo ver a la niña que
fue. Su mirada refleja una mezcla de tristeza y admiración.
—Yo solo tenía siete años —dice con suavidad—, pero
recuerdo la confusión, el miedo.
Karen aprieta la mano de su hija y continúa.
—Luché con todas mis fuerzas. No había día en que no
pensara en recuperar a mi niña. Fueron semanas de batallas
legales, de noches sin dormir, pero nunca perdí la
esperanza.
Una sonrisa triste se dibuja en su rostro.
—Y finalmente lo conseguí. No solo recuperé a Ashley,
sino que logré que mi exmarido pagara por sus crímenes.
Fue encarcelado.
El ambiente en la habitación cambia cuando Karen
menciona su segundo matrimonio.
—Después de la tormenta llegó la calma. Me volví a
casar, esta vez con un hombre maravilloso de Providence,
alguien que nos ha dado seguridad, amor y estabilidad. —Su
rostro se ilumina al hablar de él—. Nos ha dado un final feliz,
algo que nunca imaginé posible. Y crio a Ash como suya.
Me cuenta que ellas provienen de un sitio parecido al mío.
No era un parque de caravanas, pero sí un lugar igual de
podrido donde la gente no tiene aspiraciones y beber cada
día es lo único que te ayuda a superar la noche. Karen
también me explica que estuvo a punto de perderse en la
bebida, pero no lo hizo por Ash.
Siento una punzada de celos, ojalá alguien me hubiera
querido tanto como para luchar así por mí, sin embargo, no
hubo nadie.
—Lo que te quiero decir —continúa Karen—, es que si ese
bebé viene al mundo va a tener a mucha gente que lo ame,
pero debes pensar en si quieres estar en su vida o no.
Espero que lo estés porque veo que eres una mujer
maravillosa, pero si decides no estarlo también es una
buena elección, ya que no vas a dejar abandonada a la
criatura. No es la misma situación nuestra o la tuya.
Asiento porque sé que tiene razón. Mi bebé va a ser
querido y no va a pasar hambre o penurias como las mías.
Mi bebé. Qué raro se me hace decir eso.
Pasamos la mañana hablando de algunas cosas más, y
para el mediodía me invitan a comer con la madre de
Carter, pero ahora mismo no quiero sentir más presión, así
que le pido a Roseanne que me suba un sándwich de los
que han sobrado a la habitación.
Por un momento estoy tentada de ir al despacho de
Carter. Me gustaría saber su opinión sobre todo esto. Me dijo
que estaba bien fuera cual fuera mi decisión, solo que me
cuesta creerlo.
Una vez que termino de comer, me siento en la cama con
el portátil y busco universidades en línea; la verdad es que
estoy considerando seguir adelante con todo esto del bebé.
Siempre he tenido muy claro que no quería ser madre sin
desearlo, sin tener una forma de mantenernos, pero esta
situación es algo que se escapa a mi control por completo y
me hace replantearme las cosas de otra manera.
Me paso la tarde viendo mis opciones tanto si decido no
tenerlo como si decido hacerlo y en caso de que eso pase, si
estaré cerca o me iré. Mi cabeza me va a explotar.
Escucho la puerta de al lado y me pregunto quién duerme
ahí, creo que es Carter porque dijo que su habitación estaba
aquí arriba, pero no me lo ha dicho abiertamente.
Decido salir e ir a la habitación del bebé. Entro y cierro
tras de mí. Quiero verlo todo bien, sentir lo real que es, y lo
logro en cuanto veo algunas cosas que no terminan de
encajar en este sitio. Son algunos juguetes que parecen
viejos y un par de mantitas azules. No sé si es niño o niña,
así que me acerco a tocarlas y al abrirlas veo los nombres
de Carter y de Alex. Sonrío. Es una herencia preciosa.
Imagino que es la manera de que Alex esté un poco
presente en todo esto.
Me percato de una foto que no estaba ahí antes, es de
Alex, lo sé porque no imagino a Carter con el pelo largo y
surfeando.
—Vaya, parece que tu padre era un tipo divertido —le
digo al bebé, tocando la tripa—. Sabes, no tengo ni idea de
cómo ser una buena madre, no ha habido referencias en mi
vida, no creo que venir al mundo con alguien tan poco
preparado como yo sea una buena idea.
Me dejo caer sobre el sillón mecedora y miro por la
ventana a mi lado.
—Siempre me he sentido muy sola, como que no había
nadie en el mundo que encajara a mi lado. ¿De verdad
quieres tener a alguien así de dañado como madre?
Siento al bebé moverse y me quedo algo confundida.
—¿Me acabas de contestar? —le pregunto mirando a mi
tripa, y sé que eso no es posible, ¿verdad?
Pongo la mano sobre mi estómago y lo froto, y una
sensación reconfortante me embarga, como si me estuviera
consolando la criatura que tengo dentro. Entonces no puedo
evitar pensar que quizás este bebé sea quien me dé una
familia, quien me haga sentir que no estoy sola en el
mundo.
Cierro los ojos e imagino como será. No puedo verlo bien
porque no logro decidir si me gustaría que fuera niño o niña,
solo sé que sonrío mientras veo la imagen de una manita
pequeña sobre la mía.
Una lágrima recorre mi mejilla y el bebé se mueve
mucho, haciéndome saber que es real, que existe y que
está aquí para mí. Y me doy cuenta de que estaba
equivocada porque no es el bebé el que me necesita, soy yo
la que lo quiere porque creo que el mundo tendrá mucho
más sentido.
Y en ese preciso instante lo sé, no es solo que no puedo
deshacerme de él y seguir mi vida como si nunca hubiera
ocurrido nada de esto, es que no imagino no estar a su lado
para verlo crecer. Oh, mierda, creo que acabo de decidir que
voy a ser madre.
Capítulo 22
Carter
Miro la foto de Violet en mi ordenador y no puedo evitar
sonreír. Ha estado trabajando con Caroline en el desarrollo
para curar la enfermedad de Ash y tiene a mi amiga
sorprendida. Y eso es mucho decir, Caroline no es de las
que se impresione con facilidad.
Nunca imaginé la situación en la que me encuentro, pero,
de algún modo, es como si Alex la hubiera enviado.
Mi teléfono suena y descuelgo sin mirar.
—Señor Harris, le hablo de la secretaría de Brown.
Me quedo callado un instante y tengo que mantener la
compostura cuando me dan la buena noticia que he estado
esperando. En cuanto cuelgo, salgo del despacho y voy en
busca de Violet.
Esperaba encontrarla en su habitación, pero la puerta
está abierta y no hay nadie dentro. Escucho un ruido en la
del bebé y cuando me acerco reconozco la melodía de uno
de los juguetes que mi madre le ha comprado. Abro
despacio y la encuentro mirando el techo, hay un montón
de estrellas girando mientras suena la melodía.
—Creo que este es el que más me gusta —dice sin
mirarme, haciéndome saber que ha notado mi presencia.
—Lo compró mi madre.
Violet me mira y sonríe
—No pensé en encontrarte aquí —le confieso.
—Necesitaba pensar y me pareció un buen lugar.
Ambos nos quedamos mirando en silencio. Quiero
preguntarle si ha tomado ya su decisión, pero antes de eso
necesito que sepa cuál es mi postura.
—Quería hablar contigo sobre una cosa que me acaban
de confirmar.
Violet apaga el juguete y se sienta erguida en el sofá.
—¿Pasa algo?
Entro y me acomodo en el reposapiés que hay justo
frente a ella. Es como un taburete acolchado del mismo
color que el sofá y que, al ser más bajito, me deja a su
altura.
—Sé que has llegado aquí por un motivo, pero las cosas
han cambiado. Estos días con Caroline me han demostrado
que tienes una mente prodigiosa. No te voy a mentir, quiero
que ese bebé nazca, pero no a costa de que te pierdas en el
proceso, es por eso que quiero ofrecerte mi apoyo para que
continúes tus estudios y trabajes en mis empresas
investigando.
—Pero…
—No digas nada, déjame terminar —la corto—. Si decides
tener al bebé te ayudaremos todos a adaptarte; si decides
tenerlo, pero no involucrarte, puedo ofrecerte lo mismo, solo
que no te hablaría jamás de la criatura; y, por último, si tu
opción es no tenerlo…
—Carter —trata de interrumpirme, pero no la dejo.
—Si no lo tienes, la oferta será la misma. Te he
conseguido matricular en Brown, es mi alma mater, allí
puedes conseguir unos estudios superiores de calidad y
ayudarme a conseguir curar enfermedades que de otra
manera no se valorarían dada su extraña naturaleza.
Violet me mira un instante callada y mi corazón late a mil
por hora. No puedo negar que siento cosas por ella que se
me escapan de las manos. No debería ser así, pero no
puedo evitarlo, no es solo su belleza, es su personalidad, la
forma en la que es capaz de ver el mundo y el cerebro que
tiene. Nunca imaginé que era tan sapiosexual.
—A ver si me he enterado bien de lo que quieres decir —
comienza Violet—. Da igual si decido tener al bebé; tenerlo,
pero entregarlo; o no tenerlo, en cualquier caso, tengo una
plaza en una universidad de la Ivy League y un puesto en
una de tus empresas, ¿es así?
—Básicamente sí.
—¿Por qué?
—Porque mereces que alguien te dé la oportunidad que
se te ha negado hasta ahora y porque el mundo necesita de
personas como tú para hacerlo un lugar mejor.
Veo que le cuesta respirar y sus ojos se llenan de
lágrimas.
—Ya había tomado la decisión antes de que entraras —
confiesa.
Me acerco y le limpio las mejillas. El miedo a lo que me va
a decir me impide hablar. No voy a mentir, quiero que este
bebé nazca, y sé que si no lo hace va a ser difícil de asimilar
para mi familia, aun así, ella vale la pena.
—Tengo miedo, Carter —su confesión me pilla
desprevenido. Por instinto, me levanto, la atraigo hacia mí
para que haga lo mismo y la abrazo.
—Ya no estás sola, Violet. Cuenta conmigo, por favor.
—Te voy a necesitar. No tengo ni idea de cómo criar a un
bebé sola.
Me separo un poco y la miro con el corazón latiendo
contra mi pecho, a punto de salirse del mismo.
—Eso quiere decir…
—Sí. No sé en qué momento se hizo real, pero lo es.
Cojo su cara entre mis manos y beso su frente, sonriendo.
—Así que parece que vamos a ser padres —murmuro
feliz.
—Eso parece.
Y en ese preciso instante me doy cuenta de que no me
vale solo con ser parte de la vida de ese bebé, también
quiero que Violet lo sea de la mía. Ahora solo tengo que
lograr que ella quiera lo mismo.
Capítulo 23
Carter
Decido dejarme llevar, la levanto en el aire y giro con ella,
haciendo que se ría, pero que se ría de verdad, con ganas,
de una manera que no la había escuchado hasta ahora y
que creo que se va a convertir en uno de mis sonidos
favoritos.
—Carter, para ya o el bebé va a salir centrifugado —se
burla, y me detengo.
La bajo con cuidado y nos quedamos a solo un suspiro de
distancia. La miro, tentado a posar mis labios sobre los
suyos. Estamos cerca, muy cerca. Tan solo tendría que
inclinarme un poco. Y en sus ojos veo que ella quiere que lo
haga. Respiro hondo, voy a dejar de pensar y actuar.
—¿Carter? —escucho la voz de Ash tras de mí y el
momento se rompe.
Mierda.
—Estábamos viendo algunas cosas del bebé —le explico,
sintiendo que me han pillado haciendo algo malo cuando no
es así.
La mirada de Ash es una mezcla de dolor y rabia. Mira a
Violet y esta no aparta la vista. Sonrío. Puede que Violet no
sea muy habladora, pero es una guerrera, sin importar
quién es el enemigo ni el terreno en el que se libra la
batalla.
—Creo que tenemos que hablar —dice Ash, y yo asiento
porque es el momento de dejar las cosas claras.
—Vamos a mi despacho —le pido—. Luego nos vemos,
Violet. Tenemos temas pendientes.
Ella se sonroja un instante y no puedo evitar alzar las
cejas al pensar en los temas que se le han podido ocurrir
que están pendientes entre nosotros.
La puerta del cuarto del bebé cierra con un susurro detrás
de mí, dejando atrás el universo de sonrisas inocentes y
sueños tranquilos. A mi lado, Ashley ajusta su suéter con un
gesto suave, sus ojos todavía fijos en el pequeño universo
que acabamos de dejar. Por un instante me pierdo en su
serenidad, en cómo la luz del pasillo se enreda en su
cabello.
Comienzo a bajar las escaleras, iniciando el breve, pero
significativo viaje hacia mi despacho. Cada paso resuena
con el eco de mis propios pensamientos, reviviendo ese casi
beso con Violet. Ash, con su mirada dulce, representa un
pasado que nunca llegó a florecer, un amor que se
desvaneció antes de tener la oportunidad de echar raíces.
Siento el peso de Ashley a mi lado, una presencia
reconfortante y real. No hay palabras entre nosotros, solo el
entendimiento silencioso de lo que acaba de suceder. Violet
no sabe todo sobre Ash, sobre los viejos sentimientos que
una vez albergué. Ahora siento que son solo sombras, ecos
de un «yo» que ya no existe.
Al bajar las escaleras la luz se va atenuando,
sumergiéndonos en una penumbra acogedora. El sonido de
nuestros pasos sincronizados es un suave recordatorio de
nuestra conexión actual, de cómo nuestras vidas se han
entrelazado de una manera que nunca imaginé con Ash. Ella
me conoce, no solo como era, sino como soy ahora, con
todas mis imperfecciones y dudas.
Al llegar al despacho, la puerta está entreabierta, como
esperándonos. Ashley se detiene y me mira con esos ojos
que parecen ver a través de mi alma.
Empujo la puerta, dejándola entrar primero. El despacho
es mi santuario, un lugar donde mis pensamientos y sueños
toman forma.
Nos sentamos en los sofás para estar más cómodos
porque esto no es una conversación de negocios, no, esto
va a ser lo que defina nuestra relación el resto de nuestras
vidas.
—Quiero que sepas que no ha sido planeado lo que has
visto allí arriba —comienzo.
—¿Y qué he visto?
—Como casi beso a Violet.
Se remueve en su sitio y entrelaza sus manos. Está
nerviosa.
—¿La amas?
—No, nos conocemos desde hace muy poco como para
llamarlo amor, pero sí que siento lo suficiente como para
que esto acabe de esa manera.
Quiero ser sincero, ella es mi mejor amiga después de
todo.
—¿Te puedo pedir algo? —pregunta, mirándome con esos
tiernos ojos que tiene, y asiento porque no puedo negarle
nada, nunca he podido—. Bésame.
Me quedo unos segundos pensando en si he oído bien, y
cuando ella no se retracta creo que lo he hecho a la
perfección.
—No creo que sea buena idea, Ash.
Se levanta y se coloca a mi lado, muy cerca, tanto que
puedo oler el perfume de su champú. Usa el mismo desde
que la conozco.
—Carter, por favor, solo te pido esto, lo necesito.
Suplica de una manera que me convence. Nunca nos
hemos besado, ha habido situaciones en las que casi
sucede, pero algo siempre nos ha detenido.
Ella se inclina con lentitud, dándome tiempo para
alejarme, aunque esta vez no lo hago. Sus labios se posan
sobre los míos y, cuando los abro, su lengua se mete en mi
boca para jugar con la mía. Deja su peso caer un poco más
sobre el mío, y si quisiera sé que podría tumbarme y
colocarla sobre mí, pero no es lo que hago porque ella ya no
me interesa de esta manera.
—Dime que no has sentido nada —susurra contra mis
labios cuando al fin se separa.
Su respiración es agitada, y por un momento me gustaría
que la mía también lo fuera. Todo sería más sencillo, sin
embargo, no es así.
—Claro que he sentido. Eres una mujer hermosa, solo que
no es sexo lo que buscaría tener contigo.
—¿Tan poco te duró el amor por mí? —pregunta, ahora
dolida.
—Ash, te he amado mucho, de una forma intensa, pero
fue unilateral, y eso lo acabó matando.
—Pero yo sí que te amaba.
—Que lo hicieras y no lo dijeras es lo mismo que no
amarme. Tomaste la decisión de callarte, de no confiar en
que nuestro amor podría funcionar o en que estaría a tu
lado a pesar de todo.
—¿Ella sí cree que lo estarás? —insiste casi con cinismo, y
en este momento me recuerda a su madre.
Karen es como una tía para mí, pero es una mujer
peligrosa si se lo propone. La he visto mangonear a Ash
demasiadas veces, y temo que ella acabe convirtiéndose en
una persona igual de manipuladora.
—No lo sé, ni siquiera sé si le gusto —reconozco
abiertamente—. Solo puedo decir que me atrae de una
manera que me fascina, y no quiero hacerte daño, Ash, pero
ella me gusta como mujer.
—¿Y yo?
—Solo como amiga.
Veo en sus ojos que le he hecho daño, sin embargo, es
mejor ser sinceros para tratar de salvar nuestra amistad.
—Está bien, Carter. Gracias por haberme dicho las cosas
como son. Voy a arrepentirme el resto de mi vida por no
haber sido más valiente, pero al menos no quiero perderte
como amigo.
La abrazo y dejo que se quede así un rato. Ambos lo
necesitamos. Permanecemos de esa manera hasta que
empieza a toser y me preocupo.
—¿Estás bien? —pregunto mientras me levanto y cojo una
botella de agua fría de la nevera que tengo instalada bajo
mi mesa.
—Sí, es solo que este clima a veces me juega malas
pasadas.
—¿Ya tienes los resultados de tus últimos estudios?
—Sí, me los han dado esta mañana, por eso he venido.
Saca unos papeles de su bolso y me los entrega.
—Parece que mi enfermedad continúa su trayecto. La
degeneración interna está comenzando.
Mierda.
—¿No hay nada que se pueda hacer para retrasarlo? —
inquiero, revisando los papeles, aunque no tengo mucha
idea de lo que ponen.
—No, estoy probando algunos fármacos experimentales,
pero me dejan adormecida, Carter, si voy a morir no quiero
pasar mis últimos años con la mente entumecida.
—No vas a morir, no digas tonterías. Caroline está
trabajando en la cura y tiene un nuevo hilo del que tirar
gracias a Violet.
—¿A qué te refieres?
—Ella tiene una mente brillante y ha logrado descifrar
uno de los apuntes de Alex, fue algo por casualidad, pero
parece que es una vía más rápida para lograr tu
recuperación total.
Me mira con los ojos llenos de esperanza y sonríe.
—Supongo que, después de todo, es mejor que ella haya
aparecido.
La miro y asiento.
—Dale una oportunidad, es lo único que te pido, verás
que es una mujer maravillosa.
—¿Y si resulta que no congeniamos? —pregunta sin
rodeos, y sonrío. Está sí es mi amiga.
—Entonces buscaremos la manera de que nada cambie
porque para mí eres muy importante.
—Está bien, Carter. Voy a tratar de hacerme su amiga, de
alguna forma seremos familia por el bebé, así que haré que
se sienta como en casa.
Llego hasta ella y la abrazo.
—Gracias, Ash.
—No me las des, aunque trate de que seamos amigas,
quiero que sepas que, si lo vuestro no funciona, voy a estar
esperando por ti el resto de mi vida.
Capítulo 24
Violet
Miro el reloj por quinta vez y Caroline se da cuenta. Me
sonríe y niega con la cabeza. Deja unas muestras en la
centrifugadora y llega hasta donde estoy.
—A ver, mami, te voy a explicar algo que, por muy
brillante que seas, pareces no entender: por más que mires
el reloj, no puedes pararlo o hacer que vaya más rápido —se
burla, y le saco el dedo del medio.
—Tengo un nombre, ¿sabes? —suelto, aunque la verdad
es que no me importa que me llame de esa manera porque
desde el primer momento me ha sonado a algo cariñoso.
—El mío es más bonito y lo sabes —refuta, y me saca la
lengua—. ¿Vas a decirme qué pasa? Llevas toda la mañana
mirando el puñetero reloj y sé que no es por Carter, ya que
está hasta mañana fuera de la ciudad.
Lo sé, y me jode decir que echo de menos las tres noches
que no he podido hablar con él mientras cenamos o
después en el salón, cuando debatimos sobre novelas
clásicas que nos parecen un poco como Milhouse, sosainas.
—Ashley me escribió, después de que Carter casi me
besara y ella nos pillara, porque quería hablar conmigo y yo
acepté porque el embarazo se está comiendo mis neuronas.
Como ha estado de viaje pensé que se le olvidaría, pero
ayer me recordó nuestra cita.
—Espera, espera, espera —me pide alucinando Caroline
—. Un poco más despacio, mami. ¿Qué es eso de que casi te
besa Carter?
—¿Tan raro te parecería que él se fijara en alguien como
yo? —inquiero casi ofendida.
—No seas idiota. Lo que me sorprende es que no te haya
besado ya. Si es como un perrito de esos tamaño mini que
no para de revolotear a tu alrededor.
Sus palabras me hacen soltar una carcajada.
—Las cosas no son así entre nosotros —me trato de
excusar.
—Oh, vamos. Llevas ya un mes viniendo aquí y he visto a
Carter más que en los diez años que he estado trabajando
en este lugar —argumenta, y hace que se me escape una
sonrisa—. Y mírate, tienes cara de tonta cada vez que lo
nombro.
—Caroline.
—No, lo digo en serio. Desde lo de Alex, Carter ha estado
sobreviviendo. No lo he visto disfrutar con nadie de verdad,
pero desde que llegaste es otro.
—Es por el bebé —matizo.
—¿Tú te lo crees? Porque yo estoy segura de que si ese
bebé no existiera las cosas no cambiarían ni un ápice. Si
incluso ha logrado que accedas a Brown, que igual no lo
sabes, pero nunca jamás ha intercedido por nadie para ello.
Eso dice mucho de lo que opina de ti.
Sus palabras me dejan un poco paralizada. El hecho de
que Carter haya intercedido a mi favor para poder hacer
clases en línea mientras dure el embarazo ha sido lo más
bonito que nadie ha hecho por mí.
—Volviendo al tema de la cita con Ash, ¿te ha dicho ella
algo que te haya hecho sentir incómoda? —pregunta cual
mamá gallina.
Nos llevamos unos pocos años, podría haber sido mi
hermana mayor, sin embargo, se comporta como si fuera su
niña pequeña y tuviera que protegerme del mundo. Y no
voy a mentir, me gusta que lo haga porque la respeto, tiene
un cerebro que es una obra de arte.
—No me ha dicho nada, es solo que creo que hay algo
entre esos dos y nadie quiere contarme nada —admito.
—Yo sé cosas, no te lo voy a negar, pero creo que
deberías primero hablar con Ashley, y si tienes dudas
resolverlas con ella o con Carter. Solo te diré que si alguien
tiene que estar celosa en esta situación no eres tú.
Dicho esto, veo en mi móvil un mensaje de Ash, que ya
está en la cafetería. Le escribo para que sepa que estoy de
camino y después leo lo que Karen me ha escrito:
«Gracias por hablar con ella. Lo necesita».
Supongo que la mejor manera de resolver las dudas es
yendo a la fuente. Así que recojo mis cosas y me despido de
Caroline hasta mañana. Me gusta venir aquí a trabajar con
ella, estoy aprendiendo muchísimo y el poder hacer clases
desde casa es genial. Aunque este bebé cada vez exige más
de mí y acabo agotada al final del día, pero es un
agotamiento feliz.
Cierro la puerta del laboratorio con un clic suave, dejando
atrás el mundo de microscopios y probetas donde Caroline y
yo hemos pasado la mañana. El aire fresco de la calle me
golpea al salir del edificio, dispersando los efluvios de
desinfectante y muestras de laboratorio que parecen
haberse adherido a mi ropa.
Caminando por la acera, mi mente vaga hacia la cafetería
a unas manzanas de aquí, donde Ashley me espera. No
tengo ni idea de por qué quiere verme. Nuestra relación es
prácticamente inexistente, salvo por los encuentros
casuales a través de su madre, Karen, quien ha mostrado un
interés sorprendente en mí desde que nos conocimos. Su
amabilidad es abrumadora, casi como si me viera como una
hija más.
El sol de la tarde baña las calles, dándoles un brillo
dorado, mientras observo a la gente a mi alrededor, cada
uno sumergido en su propio mundo. Mis pasos son
automáticos, llevándome hacia ese encuentro desconocido,
impulsada por una mezcla de curiosidad y una obligación
inexplicable hacia Karen.
Al llegar a la cafetería, la veo a través del cristal: Ashley,
sentada sola en una mesa junto a la ventana, jugueteando
con su teléfono. Respiro hondo, intentando calmar el aleteo
nervioso en mi estómago. ¿Por qué me siento así? No hay
nada entre Ashley y yo, nada que justifique esta inquietud.
Empujo la puerta y el tintineo del cascabel me anuncia.
Ashley levanta la vista, y por un instante nuestros ojos se
encuentran. Hay una profundidad inesperada en su mirada,
algo que no había notado antes. Me dirijo hacia ella,
sintiendo cada paso como si estuviera caminando hacia lo
desconocido.
—Violet, gracias por venir —dice con una sonrisa suave,
pero hay una seriedad en sus ojos que me desconcierta.
Me siento frente a ella, aún aferrada a mi bolso como un
salvavidas.
—No hay problema —respondo, intentando sonar más
segura de lo que me siento—. ¿De qué querías hablar?
Ashley toma una respiración profunda, sus manos
entrelazadas sobre la mesa.
—Es sobre… bueno, es algo importante.
Sus palabras cuelgan en el aire entre nosotras, llenas de
significado, pero aún sin forma.
—Un agua con gas, por favor —le digo a la camarera
cuando se acerca y, al instante me la sirve, haciendo que ya
no haya más interrupciones previstas.
—No voy a andarme por las ramas, quería hablar contigo
sobre Carter.
—Bien, tú dirás —contesto, bebiendo un poco de mi vaso
lleno de burbujas y un limón.
—Yo era la novia de Alex, su hermano gemelo. Estuvimos
juntos unos años, yendo y viniendo en nuestra relación
como dos adolescentes estúpidos. Sabes, creo que al final
era más rutina que amor, al menos por mi parte, por la de
Alex era fascinación por mi enfermedad.
—¿Estás enferma? —interrumpo curiosa.
—Sí, de algo que te sonará, tengo una deficiencia en el
gen 23+.
En cuanto lo dice, todo encaja en su lugar. Lo que hemos
estado buscando Caroline y yo no es una cura para una
enfermedad rara aleatoria, es una investigación para
salvarle la vida a Ashley.
—Lo siento —atino a decir.
—No es algo que eligiera, pero es lo que me llevó a estar
en la vida de los hermanos Harris. Alex no pudo dejarme
cuando se enteró de mi enfermedad, se convirtió casi en su
obsesión encontrar la cura. Supongo que eso mató el amor
que nos podíamos tener.
—Siempre es difícil cuando hay algo así en tu vida.
—Te cuento esto porque, al final, antes de que Alex
muriera, Carter se me declaró, y yo le hubiera dicho que
también lo amaba si no hubiera sido por la muerte de Alex.
Su confesión me pilla desprevenida y solo atino a beber
de mi vaso.
—Supongo que ahora pensarás que soy una perra.
—No, en el corazón no se manda y no es como que tú
desearas que Alex muriera para estar con Carter. Esto no es
una peli medieval.
Ella sonríe y asiente.
—La cuestión es que ese debió haber sido nuestro
momento, pero mi cobardía me lo arrebató. Y ahora Carter
parece que ya no está interesado en mí, sino en ti.
—¿Por qué estamos hablando de todo esto? —inquiero,
incómoda con la situación—. Él y yo no somos nada, amigos
si quieres poner un nombre, pero ya está.
—Eso no es lo que vi hace un mes.
—No sé a qué te refieres —miento.
—Mira, Violet, cuando entré en esa habitación Carter iba a
besarte y, por la cara que tenías, tú ibas a dejarlo. Si no os
llego a interrumpir hubiera pasado, y lo sabes.
—¿Por qué sacar todo esto después de un mes?
—Hubiera preferido hacerlo antes, pero tuve algunos
nuevos síntomas de la enfermedad y he estado fuera,
haciéndome pruebas en Houston.
—¿Todo bien? —me intereso de manera genuina.
—Sí, bueno, todo sigue su curso.
Así que supongo que «bien» no es la palabra que usaría si
estuviera en su lugar. Me siento idiota.
—No quiero demorarme más porque esto está siendo
incómodo para ambas —suelta al fin—. Solo quiero que
sepas que, cuando me fui con Carter a su despacho, le pedí
que me besara.
Mi corazón se acelera cuando mi cerebro registra sus
palabras.
—¿Y? —pregunto porque necesito saberlo.
—Y lo hizo.
Capítulo 25
Carter
En el momento en el que cuelgo, estoy tentado de subirle
el sueldo a Caroline por avisarme de que Ash y Violet han
quedado ahora mismo.
Le mando un mensaje a mi amiga y le pido que me llame
cuando se quede a solas. No es que no puedan hablar, sin
embargo, por lo que me ha dicho Caroline, las cosas no eran
muy claras y no quiero malos entendidos con Violet.
Llevamos un mes que ha sido simplemente perfecto. Hemos
entrado en una rutina en la que la llevo al laboratorio, la
bajo a ver las veces que creo convenientes sin parecer un
psicópata y después volvemos a comer al ático. Ella se
conecta a sus clases hasta la cena y después disfrutamos
de hablar de libros o de cualquier tontería que se nos
ocurra. Es tan normal que es extraño que hayamos
encajado tan bien sin apenas conocernos.
Pasa casi una hora hasta que Ash me llama y descuelgo
en el primer tono.
—¿De qué habéis hablado? —pregunto en el primer
segundo.
—Oh, hola también a ti. ¿Qué tal tu viaje? Muy bien
gracias —contesta como si hubiera tenido una conversación
consigo misma.
—No seas dramática, sé cómo te ha ido, hemos hablado a
diario —le recuerdo—. Ahora me gustaría saber por qué,
nada más bajar del avión, has decidido quedar con Violet.
—Para ser exactos, ya había quedado con ella antes.
—Ash —gruño.
—Sí, sí, ya voy. Hemos quedado para hablar sobre nuestra
relación y la vuestra.
—Perdona, ¿puedes repetirme? —insisto, esperando
haber oído mal.
—No te agobies, Carter, es solo que si queremos tener
una amistad no podemos empezar sin ser sinceras la una
con la otra.
—¿A qué le llamas tú sinceridad? —tanteo.
—Le he contado que estuvimos enamorados, pero que no
llegó a pasar nada porque fui cobarde —suelta mientras la
escucho caminar por la calle.
Bueno, eso no es malo, es la verdad.
—También que te pedí un beso aquel día y que me lo
diste.
—No me jodas, Ash —siseo cabreado.
—Es la verdad, y, para ser sinceros, me ha gustado su
reacción. Ha sido un poco pasota, quizás tenga una
oportunidad después de todo.
—No tenías derecho a hacerlo.
—El mismo que tienes tú para pedirme que sea amiga de
la mujer que me ha robado tu amor.
Sus palabras mezquinas me dejan un poco
desconcertado. No reconozco a mi dulce amiga ahora
mismo.
—Has traspasado un límite, Ash, uno que…
La escucho reírse y me callo.
—Carter, relájate. He aclarado con ella que fui yo quien te
lo pidió en un intento desesperado de que te dieras cuenta
de que me querías a mí. Así que tranquilo, la he dejado
sabiendo que la eliges sobre mí, y ahora que todo está
aclarado podemos ser amigas, incluso hablar de ser familia
cuando el bebé nazca. Quiero estar en la vida del pequeño.
Respiro aliviado, aunque tengo una enorme necesidad de
hablar con Violet en este instante para saber si lo que me
dice Ash es cierto. Mierda, hasta mañana no vuelvo a casa.
—Hablamos en otro momento —le digo antes de colgar
porque ahora mismo no sé si estoy enfadado o no con ella.
Miro el reloj y gruño. Tengo que entrar ahora mismo a una
reunión con los de Australia y necesito concentrarme.
Tras tres horas de junta, logramos llegar a un acuerdo y lo
celebramos tomando algo, por lo que para cuando llego al
hotel son casi las ocho de la tarde. Me debato entre llamarla
o no, debe estar a punto de cenar, pero necesito hablar con
ella, es una compulsión recientemente adquirida que va a
más.
No lo pienso demasiado y pulso la tecla de la llamada.
Espero tres tonos antes de ponerme nervioso, al quinto creo
que se me va a salir el corazón del pecho, y justo cuando va
a acabar la llamada se oye que ha descolgado.
—Lo tenía en silencio —se justifica cuando la saludo.
—¿Estás en la habitación?
—Sí, estoy estudiando un poco. Le he pedido a Roseanne
que me suba algo de cena para ponerme al día con algunas
cosas que nos han comentado en una de las clases. ¿Y tú
qué tal?
—La reunión con los australianos ha ido mejor de lo que
esperaba, era la última, y mañana regreso.
—¿Es raro decirte que he echado de menos nuestras
charlas de cena y poscena? —pregunta tímida, y sonrío
como un idiota.
—No, porque yo estoy igual. ¿Quieres que hagamos
videollamada mientras cenamos? Ambos estamos solos en
nuestras habitaciones.
—Me parece genial. Deja que me duche y hablamos en
cuanto tenga la comida. Avísame.
—Dalo por hecho.
Cuelgo con una sonrisa de idiota en la cara y llamo al
servicio de habitaciones para que me traigan algo de cenar.
Me ducho, le escribo para que sepa que tengo mi cena y
espero junto al móvil a que me diga que ya está para poder
verla. ¿Es demasiado patético que a mi edad esté haciendo
estas tonterías? Nah, por primera vez en mucho tiempo me
siento vivo de verdad, y pienso disfrutarlo.
Cuando el sonido del móvil me indica que ya está
preparada, pulso el botón de videollamada y espero.
Cuando descuelga, el corazón me da un vuelco, está
preciosa, pelo recogido en un moño despeinado, cara
lavada, pijama que no conjunta y sonrisa que me hace
querer estar allí para besarla.
—Hola —comienza algo tímida.
—¿Qué vas a cenar? —le pregunto para romper un poco
el hielo de la situación.
—Unos huevos revueltos con setas. ¿Y tú?
—Ensalada César.
—Chico sano.
—Siempre.
Nos embarcamos en una conversación sobre todo y nada
a la vez mientras cenamos. Apuntamos varias series que
nos han recomendado y me habla sobre los avances con
Caroline. Cuando nombra a Ash me quedo callado, supongo
que es otra de las cosas de las que han conversado más
temprano.
—Te ha cambiado la cara —dice como si me conociera.
Bueno, lo hace, como nadie desde Alex.
—No.
Alza las cejas y me da una mirada que hace que me ría.
Me encantan sus expresiones, puede decir tanto sin hablar
que es casi como un arte.
—¿Es porque he hablado con Ashley?
—Me preocupa más lo que ella ha hablado contigo.
—¿Lo dices por lo del beso?
Lo suelta de una forma tan casual que me hace darme
cuenta de lo especial que es. No hay reproche en su tono, ni
parece enfadada. Lo cual no sé si me gusta.
—Espero que te haya quedado claro que fue solo porque
necesitaba hacerle entender que nuestro momento ya pasó.
—No te enfades con ella. No me ha dado a entender nada
que me haya hecho pensar que hay algo entre vosotros. Me
ha dejado claro que la cosa es unilateral por su parte y que
quería ser sincera para que podamos ser amigas.
Respiro aliviado y me apunto agradecérselo a Ash.
Veo que se remueve y se toca la tripa. La miro
preocupado y ella sonríe.
—¿Todo bien?
—El bebé suele estar más juguetón después de comer.
—Tengo ganas de poder sentirlo —le confieso.
—Va a ser raro verlo, como que de momento no es real.
—¿Cuándo tienes la ecografía 5D?
Ella se queda callada un instante antes de contestar.
—La tenía la semana que viene, pero la chica me ha
llamado hace un rato que mañana tiene un hueco. Te iba a
preguntar si te apetecía venir, pero entiendo que estarás de
viaje, o recién llegado y cansado y…
—Violet —la corto, y me mira con sus preciosos ojos
negros—. Dime a qué hora es. No hay nada que me
apetezca más que ir contigo a la cita.
Ambos nos quedamos callados, mirándonos a través de la
pantalla, y no puedo evitar querer saber si hay algo por
parte de ella o solo soy yo el que parece que ha empezado
a enamorarse de una mujer a la que apenas llevo un mes
conociendo.
—¿Quieres que esté allí contigo?
Ella respira hondo y parece que está pensando su
respuesta antes de contestar.
—Sí, quiero que entres conmigo porque, de algún modo,
todo parece más fácil cuando estás cerca.
Sonrío.
—¿Puedo preguntarte algo?
—Claro, lo que no sé es si te contestaré.
Sonrío de nuevo. Me encanta esta mujer.
—Ash me ha dicho antes que te has tomado bien lo del
beso, más como una actitud pasota.
—Sí, ¿y?
—Violet, siento cosas por ti que no sabía que podía sentir
y necesito saber si esto entre nosotros está solo en mi
imaginación.
Lo suelto como lo siento y ella me mira con sus ojos
negros, haciendo que quiera perderme en la intensidad de
su oscuridad.
—No, no es solo parte de tu imaginación. Yo también te
veo de una forma diferente, pero me da miedo que, si pasa
algo entre nosotros, esto se estropee. No solo estamos tú y
yo —contesta, frotándose su tripa.
—Hagamos una cosa, esperaremos a que el bebé nazca,
nos daremos ese tiempo para conocernos y después
decidimos qué queremos.
—¿Estás seguro? Eres un billonario guapo que seguro
tiene una fila de mujeres en la puerta esperando.
—Puede que haya una fila, que no será mayor que la de
hombres que tienes tú porque eres fascinante, pero ¿sabes
lo que pasa?
—¿Qué?
—Que todas esas mujeres están al otro lado de la puerta
y tú tienes la llave de toda mi casa.
Capítulo 26
Violet
Estoy recostada en la camilla de la sala de ecografías, con
la vista fija en la pantalla mientras la doctora prepara el
equipo. A mi lado, Carter sostiene mi mano. Su presencia es
un pilar de apoyo y calidez. Aunque él no es el padre, su
emoción es palpable, tan real y profunda como la mía. La
conversación de ayer a través de una pantalla es lo que
necesitaba para terminar de convencerme de que quizás
esto tenga un final feliz.
Siento el frío del gel sobre mi vientre y me estremezco un
poco. Carter aprieta mi mano, transmitiéndome
tranquilidad. A pesar de las circunstancias únicas que nos
han unido, en este momento siento una conexión profunda
con él, una complicidad que va más allá de lo convencional.
—Ahora vamos a ver a tu bebé —anuncia la doctora con
una sonrisa amable.
El aparato se desliza sobre mi piel y la pantalla empieza a
mostrar imágenes borrosas. Mi corazón palpita acelerado,
anticipando ese primer vistazo a la nueva vida dentro de mí.
De repente, un sonido llena la habitación: el latido rápido
y fuerte del corazón del bebé. Es un sonido que me llena de
una emoción indescriptible, una mezcla de alegría, asombro
y un amor instantáneo. Miro a Carter y veo reflejadas esas
mismas emociones en sus ojos. En ese latido siento que
algo especial nos une a él, al bebé y a mí en un lazo
invisible, pero indestructible.
—Es increíble —susurro, mi voz temblando por la
emoción.
Carter asiente, su mirada todavía fija en la pantalla,
donde ahora se ve una imagen más clara del bebé.
La doctora nos deja solos por un momento, y el mundo
exterior parece desvanecerse. Solo existimos nosotros tres
en este espacio sagrado. Siento una oleada de gratitud
hacia Carter por su presencia incondicional y su apoyo. Él
está aquí, a mi lado, compartiendo este momento mágico y
prometedor.
Me giro hacia él, mis ojos llenos de lágrimas de felicidad.
—Gracias por estar aquí —le digo con voz suave.
—No hay otro lugar en el mundo donde preferiría estar —
responde él con sinceridad.
Sus palabras me envuelven como un abrazo cálido, y en
ese instante, con el sonido del corazón de mi bebé aún
resonando en la habitación, siento que todo va a estar bien.
—¿Queréis saber el sexo del bebé? —pregunta la doctora
al entrar de nuevo.
Miro a Carter y, como si me leyera, contesta por los dos.
—No, preferimos sorpresa.
—Vaya, creo que sois de los pocos que no quieren hacer
una fiesta de revelación del sexo.
—¿Una qué? —contesto desconcertada.
—Esas fiestas en las que invitas a todo el mundo y puede
ir desde explotar un globo y que el confeti salga del color
rosa o azul, hasta avionetas volando por encima echando
humo del color adecuado.
Mi cara debe ser todo un poema porque no tenía ni idea
de que eso se hacía.
—¿Quieres hacer eso? —le pregunto a Carter, ya que es el
único que tiene a gente a quien invitar.
—Sí, pero solo si dos helicópteros sobrevuelan el ático y
echan patitos de goma de colores sobre nosotros.
Lo dice serio un instante antes de echarse a reír, y le doy
un puñetazo en el brazo por gastarme esa broma.
—Oye, que me lo había creído —me quejo.
—¿En serio?
—Bueno, no es muy tú, pero los millonarios hacéis cosas
muy raras.
Vuelve a reírse y me besa la parte superior de la cabeza
con tanta naturalidad que parece algo habitual entre
nosotros. Solo que no lo es y ahora mismo mi corazón va
más rápido que el del bebé.
—Le diré a mi secretaria que te envíe la cita para la
siguiente eco, pero de momento todo va genial, tanto con el
bebé como con la mamá —dice la doctora mientras me
limpio y me recoloco la ropa.
Carter me ayuda a bajar de la camilla, y cuando no suelta
mi mano sonrío. Me gusta el contacto entre nosotros.
Al salir vamos a la secretaria para indicarle las fechas en
las que Carter no puede, quiero que venga a todas las citas
con el médico. Sé que no es el padre, pero para ser justos
tampoco yo sabía que era la madre, así que más o menos
estamos a la par en cuanto a esta situación, y eso hace que
me sienta unida a él.
—Señor Harris, señorita Calvin —escucho a mi espalda, y
al girarme veo a los dos policías que me vinieron a visitar al
hospital.
Hasta ahora todo ha sido tramitado a través de los
abogados de Carter y no he vuelto a prestar declaración, así
que el que me hayan venido a buscar a este lugar no debe
ser por algo bueno.
—¿Qué hacen aquí? —pregunta Carter a la defensiva, y
entrelaza sus dedos con los míos.
—La noticia ha saltado a los medios —dice la mujer—. No
sabemos cómo se ha filtrado, pero la historia lleva publicada
desde anoche en redes sociales. Se ha hecho viral.
—Genial —murmuro.
—La cuestión es que ahora mismo hay unos cuantos
periodistas en la puerta que no dudarán en tratar de ser los
primeros en tener la noticia. Hemos venido para escoltarlos
—aclara el hombre.
—Llamaré a mi seguridad privada, estarán aquí
enseguida —asegura Carter mientras marca un número y
habla con alguien.
—No voy a dejar que un puñado de paparazis
sensacionalistas me mantengan retenida en ningún lado —
aclaro mientras me coloco el abrigo.
—Esto puede ponerse un poco loco, señorita Calvin. El
señor Harris es muy conocido, y que algo así lo involucre a
él y a su hermano…
—Creo que esperar será peor, les dará tiempo a otros a
llegar —trato de convencerlos—. Si nos vamos ahora será
más fácil.
Miro a Carter y asiente.
—El chófer está en la puerta esperando —me dice, y
señala el camino hacia la puerta sin soltarme la mano.
—Está bien, como ustedes quieran —murmuran los
agentes, y nos siguen de cerca.
Respiro hondo al salir de la clínica, preparándome para
enfrentar el mar de cámaras y micrófonos que sé que nos
esperan. Carter, firme a mi lado, me ofrece una mirada de
apoyo. Apenas cruzamos las puertas, los flashes inundan
mis ojos y las voces de los periodistas se elevan en un caos
de preguntas.
Me asaltan desde todas direcciones, cada una más
intrusiva que la anterior. Intento mantener la compostura,
aunque por dentro estoy agitada, abrumada por la invasión
a mi privacidad.
Carter se acerca más, intentando protegerme con su
presencia. Siento su mano en mi espalda, un gesto
reconfortante en medio del caos. Avanzamos con lentitud
entre la multitud, pero las preguntas siguen lloviendo sobre
nosotros, implacables.
De repente, un micrófono se acerca demasiado, me
sobresalto y pierdo el equilibrio. Mis pies tropiezan, y en un
instante me encuentro cayendo hacia el suelo. El corazón
me late con fuerza, una mezcla de miedo y sorpresa
inundándome.
Pero antes de que pueda tocar el suelo, siento los brazos
de Carter rodeándome, sujetándome con firmeza. Él me
levanta con cuidado, asegurándose de que estoy bien antes
de mirar a los periodistas con una mezcla de ira y
preocupación.
—¡Basta ya! ¿No ven que podríais haberla lastimado?
Su voz es un trueno entre la multitud y, por un momento,
los periodistas retroceden, silenciados por su reprensión.
Carter me mira, sus ojos llenos de preocupación.
—¿Estás bien, Violet? —pregunta en tono suave. Asiento,
todavía temblando por la caída y la adrenalina—. Vamos a
sacarte de aquí —dice, y siento la determinación en su voz.
Me toma del brazo, guiándome con cuidado a través de la
multitud que ahora nos mira con una mezcla de sorpresa y
respeto.
Una vez que estamos en el coche y arranca, siento que
me he quitado un enorme peso de encima.
—Eso ha sido un poco loco, ¿verdad? —suelto, tratando
de aligerar el ambiente.
—Vas a llevar escolta —me asegura—. No vas a salir sin
una hasta que toda esta mierda pase. Y pienso encontrar a
quien ha filtrado la noticia y a asegurarme que los cien mil
que pago al mes al bufete de abogados sirvan para algo.
La amenaza que suelta casi me hace sentir pena por la
persona que se ha ido de la lengua. Solo «casi».
Al llegar a casa decidimos olvidarlo todo mientras
colocamos la eco en la nevera. Si alguien nos viera en este
momento, pareceríamos una pareja normal a punto de ser
padres.
—Dame un momento —me pide cuando su teléfono suena
y sale para contestar.
El mío también lo hace, solo que son mensajes. Lo abro y
veo que es el padre de Carter. ¿Qué querrá este hombre
ahora?
Capítulo 27
Violet
Desde el asiento trasero del lujoso coche de Carter,
observo la suave sucesión de paisajes urbanos que se
funden unos con otros. Carter no está conmigo, tenía una
reunión; en su lugar, su chófer, un hombre que siempre
tiene una sonrisa dulce para mí, maneja con una precisión
que roza lo mecánico. Me siento inquieta, con un nudo en el
estómago que no consigo deshacer. El padre de Carter me
ha convocado y no puedo evitar preguntarme por qué.
Desde el primer momento no ha estado de acuerdo con mi
existencia en la vida de su hijo. Hasta cierto punto lo
entiendo, protege a su familia, pero me gustaría que al
menos me hubiera dado la oportunidad de demostrar que
no he venido a joder nada y que estoy agradecida de todo lo
que estoy encontrando; y no hablo de dinero.
El sonido de mi móvil me saca de mis pensamientos y
sonrío al ver el nombre de Carter en él.
—Hola —contesto, relajándome por hablar con él.
—¿Ya has llegado?
Miro al chófer y él asiente. A los pocos segundos para el
coche y siento un nudo en el estómago.
—Sí, acabamos de aparcar.
—¿Estás segura de querer ir sola?
—¿Tan malo es tu padre que te da miedo que nos
encontremos sin alguien delante?
—No es eso. Mi padre jamás te haría daño, de eso no
tengo ninguna duda, pero cuando se trata de defender a su
familia puede decir cosas que…
—Carter, tranquilo. Aún no sabemos de qué va todo esto.
De todas formas, ¿tú no estabas en una reunión?
—Me he escapado al baño —confiesa, y me río al
imaginarlo sentado en la taza hablándome.
—Estaré bien, y después te cuento todo.
—Si me das media hora podría estar ahí contigo.
—No, esto es algo que tengo que resolver con él. Al fin y
al cabo, es el abuelo del bebé, así que tenemos que
aprender a llevarnos bien solo por eso.
La línea se queda un momento en silencio y miro la
pantalla porque parece que se ha cortado, solo que no es
así.
—Está bien, pero, por favor, no te tomes a mal lo que
pueda decir mi padre. Y no te alejes de los guardaespaldas.
No quiero que se repita lo de ayer en la clínica.
—Pareces mi padre —me burlo.
—Créeme, no sería legal lo que pienso sobre ti si lo fuera
—me suelta.
—Bueno, te dejo, que al final llegaré tarde por tu culpa.
Le cuelgo antes de que pueda decir algo más.
Hemos llegado a un punto en el que ambos sabemos que
nos gustamos, que disfrutamos de estar el uno con el otro,
pero que de momento no puede ser. No, no es que me
gusten las telenovelas, es solo que creo que sus
sentimientos pueden estar confusos porque, al fin y al cabo,
le voy a devolver un poco de su hermano, y no quiero
enamorarme hasta el fondo, ser feliz y después que él se dé
cuenta de que solo era por el bebé y me pase el resto de mi
vida viéndolo con otras mujeres mientras yo no puedo
olvidarlo. Porque lo sé, Carter es del tipo de hombre que se
te mete en el alma y cuando tratas de sacarlo se lleva una
parte de ella para siempre.
Salgo del coche y dos tipos enormes me acompañan a la
puerta. Por suerte, no hay ningún periodista a la vista, lo
que quiere decir que nadie de nuestro entorno cercano filtra
información sobre lo que hacemos.
—El señor Harris le está esperando en su despacho —me
dice con mucha amabilidad una mujer de unos cincuenta
que me acompaña hasta la puerta.
Llama dos veces y abre sin esperar respuesta. Supongo
que sabe que puede hacer eso. La mujer no entra, solo me
indica que lo haga, y cuando accedo al despacho me quedo
impresionada por el enorme espacio que hay aquí dentro.
Tiene una mesa de esas de madera que valen como una
casa, también unos sofás de cuero del mismo color negro
que el resto de muebles y unos ventanales enormes que
dejan ver la ciudad. Y en medio de todo, el señor Harris me
mira sentado desde su butaca de empresario.
Me pongo recta. No me voy a dejar amedrentar. Lo que le
he dicho a Carter es verdad, necesitamos aprender a
llevarnos bien por el bebé.
—Señorita Calvin —me saluda en un tono educado, pero
serio—, tome asiento.
Me lo pide señalando al otro lado de la mesa y hago lo
que me ordena.
—Señor Harris, ¿para qué me ha llamado? —pregunto sin
dar ningún rodeo.
—Directa, eso es bueno. Bien, ayer, cuando salió la
noticia, alguien se puso en contacto conmigo y creo que se
le ha olvidado contarnos que tiene familia.
Lo miro sin entender a qué se refiere.
—No tengo familia —le aseguro.
Alza las cejas como si me hubiera pillado una mentira y
pulsa un botón en su teléfono. Se oye a una mujer al otro
lado y le pide que haga entrar a alguien. Un minuto
después, uno muy largo en el que nos mantenemos en
silencio, la puerta tras de mí se abre y aparece una persona
a quien no creí que volvería a ver jamás.
—Hija mía, Vi, cuanto tiempo —suelta mientras se acerca
a mí con los brazos abiertos.
Me levanto de mi silla y retrocedo un paso. No pienso
dejar que este tipo me toque.
—¿Qué hace él aquí? —le pregunto al señor Harris.
—En cuanto supe que iba a ser abuelo, cogí el primer bus
y vine a verlo —contesta mi padre, señalando al de Carter
—. Ya que vamos a compartir nieto quería conocerlo.
Miro al señor Harris un momento y lo hago muy enfadada,
tanto que él se encoge ligeramente. Mi cabreo es
monumental en este instante.
—Ni se te ocurra acercarte a mí. Eres una puta basura y
no serás el abuelo del bebé —le gruño—. Y más vale que
salgas ahora mismo de aquí antes de que yo misma te
saque.
—Violet, pastelito, por favor.
Me suplica usando el mote que les dio a mis medio
hermanas.
—Esas eran Soleil y Moon. Acuérdate, para ti yo era la
que estorbaba, la que limpiaba tus vómitos, la que no podía
ir a la escuela porque alguien tenía que limpiar la casa. ¿Te
suena, padre?
Se lo recrimino mientras la niña que fui quiere tirarle algo
a la cabeza.
—Eso fueron cosas del pasado. Ahora podemos ser una
familia. Esas niñas no son tan buenas como tú. Su madre y
ellas me dejaron hace unos años.
—Qué suerte, yo no pude hacerlo. En mi caso, tú mismo
me llevaste a la asistenta para darme en adopción porque
ya no ibas a recibir el cheque que el Estado te daba.
—¿Cómo? —susurra el señor Harris tras de mí, y, al
girarme, en sus ojos veo que se da cuenta de que la ha
cagado.
—Me equivoqué. Debí haberme quedado contigo —trata
de disculparse mi padre.
—Ah, no, eso es lo único bueno que hiciste por mí,
abandonarme. A pesar de haber estado en varias casas de
acogida, que nunca nadie me hiciera sentir que tenía una
familia o que me robaran el dinero que ahorraba para
estudiar, todo eso fue mejor que haber pasado un día más
contigo como padre.
Los ojos del hombre que puso su esperma para crearme
arden de ira frente a mí, y me importa una mierda. Ya no
soy esa niña asustadiza que no hacía ruido para que no le
pegaran.
—Si es lo que quieres, Violet, entonces prepárate para
pagar, porque si no voy a ir a los medios a hablar de ti y de
toda esta gente.
—Y ahí está el hombre que me crio —digo con amargura.
—Os voy a sacar tanto dinero como para poder dormir
encima de billetes de cien cada noche —me amenaza,
acercándose hasta mí y poniendo un dedo sobre mi nariz, y
eso me lleva al límite.
Le cojo el dedo acusador y se lo retuerzo hasta llevarlo a
su espalda, haciendo que grite de dolor. No es que sea una
luchadora ni nada así, pero toda chica inteligente que vive
sola donde yo lo hacía toma un par de clases de defensa
personal.
—No te muevas o te lo rompo. —Ahora soy yo la que lo
amenaza—. Te voy a acompañar a la puerta, vas a salir de
aquí y no voy a volver a saber de ti porque, de lo contrario,
te meteré en la cárcel por hacer que bailara desnuda
delante de tus amigos cuando apenas tenía nueve años.
Comenzamos a andar hacia la salida del despacho y no
me paro hasta que lo llevo al ascensor. El señor Harris me
sigue junto a los dos de seguridad, pero nadie interviene.
—Voy a darte una paliza y haré que ese bebé tuyo no
nazca, pedazo de zorra —gruñe mi padre mientras se abren
las puertas del ascensor—. Vas a querer estar muerta.
Antes de que pueda darme cuenta, Carter aparece y
empuja a mi padre contra el suelo, le coloca un pie en el
cuello y lo mira con un odio que hasta a mí me asusta.
—Vuelve a hablarle así a mi mujer y te juro que no
encontrarán tu cadáver.
Capítulo 28
Carter
Ahora mismo, en lo único que pienso es en aplastar el
cuello del tipo que acaba de amenazar a Violet. Si no
hubiera estado en ese ascensor, podría haberle pasado algo
a ella, al bebé o a ambos. Gruño.
—Carter —me llama Violet desde mi lado, y la miro sin
quitar ni un poco de presión del cuello del tipo del suelo—.
Déjalo, no merece la pena.
—¿Quién es? —pregunto, y para mi sorpresa es mi padre
quien contesta.
—El padre de Violet.
—Donante de esperma, la palabra «padre» le queda
grande —me aclara ella.
Por mi investigador sé que este tipo es basura de la peor
calaña, de la clase de persona que daría asco en mitad de
un vertedero. Retiro mi pie y miro a los dos de seguridad
que le puse a Violet.
—Lleváoslo fuera, luego hablaré con vosotros.
Dejar que haya llegado a amenazarla no es algo que
piense permitir que suceda de aquí en adelante.
—Os voy a denunciar —sisea el tipo mientras tose y se
levanta.
—Inténtalo —le reto—, y vas a ver cómo te aplasto sin
siquiera despeinarme.
Y mis palabras no son amenazas vacías. De hecho, es
justo lo que va a pasar. Este tipo de personas son
cucarachas que si no las aplastas se reproducen y antes de
darte cuenta tienes una plaga. Así que, mientras veo cómo
los de seguridad se lo llevan, le escribo a mi bufete de
abogados para que hagan que este hombre jamás pueda
acercarse, ni siquiera estar en el mismo Estado que Violet o
el bebé.
—Violet —escucho a mi padre—, siento lo que ha pasado,
él me dijo que tú lo repudiaste y que…
—¿Tú has traído a este hombre? —le pregunto muy
cabreado.
—Hijo.
—No pasa nada. Mi padre hubiera logrado llegar hasta mí
de alguna manera. El que esté vinculada a personas de
dinero le hace creer que yo también lo tengo.
—Sí pasa. Puede que tu padre hubiera logrado llegar
hasta ti, pero si lo ha hecho tan rápido es porque el mío ha
preferido ponerte en peligro a entender que eres una
persona que ha venido para quedarse —le contesto,
tratando de mantener mi enfado a raya—. Y tú, papá, no me
esperaba esto de ti, de verdad, has cruzado un límite.
Dicho esto, agarro a Violet de la mano y nos meto dentro
del ascensor cuando las puertas se abren. No me separo de
ella en ningún momento hasta que no llegamos al parking y
tengo que soltarla para abrirle la puerta del coche.
Mientras conduzco de regreso a casa, el silencio entre
Violet y yo es casi palpable. El altercado con su padre aún
resuena en mi mente, una tormenta de palabras y
emociones que dejó un sabor amargo en el aire. Observo de
reojo a Violet, su rostro refleja una mezcla de tristeza y
determinación que me parte el corazón.
No hay palabras adecuadas para llenar el vacío que nos
rodea, así que me concentro en la carretera, dejando que el
ruido suave del motor llene el espacio entre ambos. La
tensión se desliza sobre nosotros como una manta pesada,
sofocante. Quiero decir algo, cualquier cosa, pero no sé
cómo disculparme por lo que ha hecho mi padre, por lo que
podría haber pasado, por lo que ha soportado…
Al llegar a casa, el silencio se rompe con el sonido de la
puerta del coche cerrándose con suavidad detrás de
nosotros. Cojo su mano de nuevo y siento el calor de su piel,
nos dirigimos directamente a la habitación del bebé, un
santuario de esperanza y amor en medio de nuestro
pequeño mundo turbulento. El cuarto, pintado de suaves
tonos pastel, está lleno de pequeños detalles y juguetes,
cada uno una promesa silenciosa de los días felices por
venir.
Violet se acerca a la cuna y pasa sus dedos con ternura
sobre las sábanas suaves. La veo, la mujer que tengo
delante de mí, enfrentando sus miedos y desafíos con una
fortaleza que me inspira. Me uno a ella, colocando mi mano
sobre la suya, un gesto simple, pero lleno de significado. En
ese toque hay una promesa no dicha, una promesa de
apoyo, amor y unidad, no importa lo que venga.
—No sé cómo empezar a disculparme por lo que ha
ocurrido —comienzo a decir.
—No es necesario. Entiendo que mi padre ha engañado al
tuyo.
—Pero no debería haberlo hecho. Mi padre es un hombre
inteligente, es su afán por demostrar que tiene razón sobre
ti lo que os ha puesto en peligro.
Violet se gira y me mira, estamos muy cerca, y cuando
pone una mano sobre mi mejilla no puedo evitar cerrar los
ojos y disfrutar del momento.
—Carter, mírame —me pide, y lo hago. Ella se separa y
da unos pasos hacia la ventana, alejándose de mí—. No
quiero que discutas con él. Sé que no está bien lo que ha
hecho, pero ha sido porque te ama. Para él también es difícil
toda esta situación, perdió un hijo y casi al amor de su vida.
—¿Cómo puedes justificarlo después de todo?
—No soy una santa, ni pretendo llegar a ello, es solo que,
si yo tuviera lo que él, también lo defendería con uñas y
dientes.
La miro y no puedo evitar que se me acelere el corazón,
no, es el alma el que se altera cuando está cerca.
—Sabes, tu padre se perdió a una mujer maravillosa.
—Lo sé —contesta divertida, tratando de quitarle
importancia a mis palabras.
—Lo digo en serio, Violet. No solo eres preciosa, también
tienes empatía por los que te rodean, eres capaz de ver lo
bueno incluso en las personas que solo te hacen daño. Eres
una mujer fascinante.
—Siento decirte que tu padre no me ha hecho daño. Me
molesta que no me dé una oportunidad, pero solo yo decido
quién tiene el poder de joderme.
—A esto me refiero. Nunca había conocido a nadie como
tú. Eres fascinante.
—Rara es el término que normalmente usan —se burla, y
yo niego con la cabeza.
—No, eres fascinante, inteligente, preciosa y ya me he
cansado.
—¿De qué?
—De esperar a que seas mía —contesto mientras llego a
ella en dos zancadas y bajo mi boca sobre la suya,
reclamándola como debería haber hecho desde hace días.
Capítulo 29
Violet
Su beso me pilla totalmente desprevenida, hasta tal
punto que tardo unos segundos en reaccionar y
devolvérselo porque quiero, porque lo necesito y porque por
una vez no voy a pensar y solo me dejaré llevar.
Carter baja sus manos, acariciando el costado de mi
cuerpo, y no puedo evitar apretar mis piernas por la
pulsación que su tacto ha enviado directo a mi centro. Mete
sus manos debajo de mi camiseta y el calor de su piel hace
que se erice la mía. Me atrae contra su cuerpo y sigue
besándome como si yo fuera su mundo y nada más que
nosotros importara.
—Necesito parar —jadea, separándose de mí y apoyando
su frente sobre la mía—, o voy a hacerte mía en este mismo
momento.
Es ahí cuando mi poca cordura regresa. Quiero que
continúe, por supuesto, pero todavía tengo en mi cabeza la
idea de que esto es solo por el bebé y que es mejor
mantener las distancias.
—Sí, yo tengo una reunión con mi tutora en Brown. Vamos
a hablar de algunas cosas de clase.
—¿A qué hora es? —pregunta, dándome pequeños besos
por toda mi cara.
—Después de comer.
—Bien. Te llevo, comemos juntos y te espero después
para que vayamos a ver un par de tiendas de bebé. ¿Te
parece bien?
Asiento porque tenerlo besándome mientras me habla
hace que mi mente se bloquee por completo.
Se separa y tira de mí hasta que estamos fuera de la
habitación, cierra la puerta y luego me apoya contra la
misma y me besa de nuevo. Joder, creo que ahora entiendo
la expresión «explotarte los sesos».
—Voy a hacer un par de llamadas mientras te preparas.
Ven a buscarme al despacho cuando acabes.
—OK —atino a decir antes de que me dé un rápido beso y
baje las escaleras, dejándome con las piernas como
gelatinas de hospital.
Preparo todo lo que necesito y acudo a su encuentro.
Comemos en un restaurante de comida chipriota. No sabía
ni que eso existía, pero creo que ahora es uno de mis
favoritos. Al acabar, Carter me enseña la cafetería en la que
él pasaba horas mientras estudiaba aquí y, para su
sorpresa, se encuentra con un viejo conocido, así que le
digo que se quede, que puedo ir sola. Literalmente estoy
cruzando la calle.
Miro antes de salir porque, aunque no hay paparazis, la
verdad es que me dan un poco de miedo. Carter me
aseguró que estaba controlado, pero este es un país libre y
no sé hasta qué punto se puede contener a la prensa.
Cruzo la calle y veo a mis dos gorilas privados seguirme
más o menos en la distancia. Sonrío, es raro tener
guardaespaldas cuando en mi día a día, y por mis pintas, no
me dejaban entrar a tiendas caras por si robaba.
Paso bajo la sombra de los altos robles que custodian el
campus de Brown, sintiendo cómo el sol se filtra a través de
sus hojas y baila sobre los senderos de ladrillo. Me detengo
un momento, abrochándome el abrigo sobre mi vientre, que
crece día a día, y no puedo evitar quedar impresionada por
la majestuosidad del lugar. Es mi primera vez aquí desde
que me matriculé, y todo parece aún más hermoso en
persona.
A pesar de la emoción, un nerviosismo sutil me recorre.
Mi embarazo ha cambiado todos mis planes y ahora me
dirijo a hablar con mi tutora, la Dra. Simmons, sobre cómo
continuar mis clases de manera virtual mientras colaboro en
el laboratorio.
Al entrar en el edificio de la facultad me envuelve el
bullicio académico. Estudiantes y profesores se mueven
alrededor mío, y por un instante me siento abrumada, sin
embargo, respiro hondo y sigo adelante. Me siento inspirada
y, por primera vez en mucho tiempo, que estoy en el lugar
correcto.
Pronto me encuentro frente a la puerta del despacho de
la Dra. Simmons. Después de una pausa, toco con suavidad.
—Adelante —oigo su voz firme desde el interior.
Abro la puerta y allí está ella, rodeada de libros y papeles,
con una mirada aguda y una sonrisa acogedora.
—¡Violet! Qué alegría verte. Por favor, siéntate —me
invita, señalando una silla frente a su escritorio.
—Gracias, Dra. Simmons —digo, tomando asiento—.
Quería hablar con usted sobre mi embarazo y cómo puedo
seguir asistiendo a clases online, además de mi
colaboración en el laboratorio...
La Dra. Simmons me escucha con atención, asintiendo en
alguna ocasión.
—Violet, es importante que encuentres un balance. Tu
salud y la del bebé son lo primero, pero también entiendo tu
compromiso con tus estudios y la investigación. Caroline es
exalumna y he podido hablar con ella sobre los avances en
los que has ayudado en su laboratorio.
Su comprensión me alivia. Temía que mi situación pudiera
ser un obstáculo, sin embargo, su respuesta es todo lo
contrario.
—Haremos un horario flexible para tus clases —sigue
explicando—. Y en cuanto al laboratorio, asignaremos tareas
que puedas realizar desde casa. No todo requiere tu
presencia física. Puedes recuperar esa parte cuando te
repongas de tu maternidad.
Me lleno de esperanza y gratitud.
—Eso sería maravilloso, Dra. Simmons. Estoy muy
agradecida por su apoyo y comprensión.
—En Brown nos importa cada estudiante y sus
circunstancias. Estamos aquí para apoyarte —dice con una
sonrisa.
Continuamos hablando de los detalles prácticos y tomo
notas minuciosas. Con cada palabra de apoyo, siento cómo
se disipa el peso de la incertidumbre.
Al final, la Dra. Simmons me ofrece su mano.
—Cuenta conmigo para lo que necesites, Violet. Estoy
aquí para ayudarte.
—Gracias, de verdad —respondo, estrechando su mano
con firmeza.
Salgo del despacho sintiéndome realizada y aliviada.
Cruzando la puerta, no puedo evitar sonreír. Me siento
afortunada y emocionada por lo que viene. A pesar de los
desafíos, sé que tengo el apoyo necesario para seguir
adelante. Le mando un mensaje a Carter para que sepa que
estoy ya fuera, pero que espero a que él acabe si no lo ha
hecho aún, no tengo prisa.
Mientras camino de vuelta por los senderos de ladrillo,
con el sol acariciando mi rostro, me permito soñar con las
posibilidades. Por primera vez en semanas me siento
completamente feliz y segura de que puedo manejar todo lo
que está por venir.
—¿Violet? —escucho a mi espalda, y al girarme me
encuentro una cara conocida.
—¿Ryan?
—Menuda casualidad, ¿qué haces por aquí? —me
pregunta mientras se acerca.
No había vuelto a pensar en Ryan desde que me fui de mi
antigua universidad, estudiaba lo mismo que yo, aunque en
otras clases, y una vez tomamos un café juntos. Me gustó
mucho, solo que ese mismo día el profesor me habló de
entrar en el programa especial y ya nunca más volví a saber
de él. Cuando perdí mi móvil lo hice con todos los números.
—Te escribí, pero no contestaste —me dice sonriendo.
—Mi móvil murió y no pude recuperar ningún dato —le
explico un poco por encima.
Supongo que no es del tipo que lee noticias
sensacionalistas porque no me pregunta por lo que me
pasó, o quizás es solo alguien educado que no quiere
recordármelo.
—Supongo que el destino nos ha puesto en el mismo
lugar por algo —coquetea, y por un momento me olvido de
toda mi situación y me atrevo a sonreírle como si yo solo
fuera una chica y mi mundo no estuviese patas arriba.
De pronto, siento unos brazos rodearme desde atrás,
colocando sus manos sobre mi redondeada tripa. Sé quién
es sin mirarlo, el único al que permito que meta su nariz en
el hueco de mi cuello sin rompérsela.
—Hola, cielo. Veo que has terminado —dice Carter en un
tono muy sugerente.
—¿Cielo? —pregunto extrañada por el apodo.
—Hola, soy Ryan —se presenta el chico frente a mí
extendiendo su mano—, ¿y tú eres?
Carter sonríe e ignora su mano tendida.
—Su destino.
Informe III
Capítulo 30
Carter
La cara de Violet es todo un poema. Bueno, más bien un
grito de guerra. Creo que no le ha gustado nada que le
meara encima. Aunque, viendo cómo le sonreía a este
imbécil, me da igual que se enfade, tengo claro que no voy
a dejar que ningún gilipollas se piense que tiene una
mínima oportunidad con ella.
—Entonces, ¿sois pareja? —pregunta el tipo.
En respuesta le señalo la tripa de Violet y sonrío.
—Algo más —suelto, y Violet de manera literal me gruñe.
—Oh, vaya, supongo que nos veremos por el campus —le
dice a ella, ignorándome.
—Claro, ahora estoy en clases en línea por mi situación,
pero quiero retomar las presenciales en cuanto pueda.
«Sí, puede que eso pase, pero no vas a tener ni una
mínima oportunidad de acercarte a ella, idiota».
—Genial. Me voy ya que tengo una clase. Me alegra
haberte visto, Violet.
—Y a mí, Ryan.
En cuanto el tipo está lo bastante lejos, siento un
empujón que casi me tira al suelo de culo.
—¿Qué cojones crees que estás haciendo? —me increpa
una muy cabreada y sexy Violet.
—Vaya, pensaba que no podías esta más guapa, pero
enfadada tienes un punto que me pone —le suelto para
descolocarla, y lo logro.
Ella rueda los ojos y se encamina hacia el coche
farfullando. La cojo de la mano y me deja, así que no debe
estar demasiado cabreada.
Nos metemos y no me mira, no puedo evitar sonreír, me
gusta su carácter y sé con exactitud qué hacer para que
deje de estar cabreada.
—¿No me hablas? —pregunto juguetón.
Ella me mira y entrecierra los ojos, pero no suelta ni una
sola palabra.
—Bueno, supongo que no querrás saber de lo que he
hablado antes con Caroline.
—¿Qué te ha dicho? ¿Ha logrado generar el par que
necesitamos para unir ambos genomas? ―contesta
entusiasmada, olvidándose de su cabreo, y me río.
—No, me ha dicho que soy un hombre maravilloso y que
deberías dejar que te compre una camiseta con mi nombre
en grande.
—Eres idiota —gruñe—. Ella nunca diría que eres un
hombre maravilloso, uno terco y que sobrepasa los límites
sí, maravilloso, no.
—¿Y la camiseta con mi nombre? —insisto.
—Puedes hacerla, y justo después te la meteré por el
culo.
No puedo evitar soltar una carcajada y veo que ella se
gira para que no la vea sonreír. Me aventuro y le pongo la
mano en la pierna. Me gusta el contacto con ella, y como no
la quita disfruto del camino faltante de esta manera.
—¿Qué vas a hacer el resto de la tarde? —le pregunto en
cuanto entramos a casa.
—Tu madre y Karen vendrán a hablar de algunas cosas
que puedo necesitar para el parto y después.
—Vaya, parece que habéis congeniado muy bien.
—Sí, tu madre es una mujer a la que se la quiere desde el
primer momento. Y Karen, bueno, ella me ha pedido que la
llame tía Karen, y creo que me gustaría hacerlo.
—Hazlo, tenerla de familia es genial. Es un poco
manipuladora, con Ash alguna vez se pasa, pero nada
terrible que cualquier madre no haría.
Me mira en silencio y sé que quiere decir algo, pero se
está callando. Es increíble lo mucho que la conozco con el
poco tiempo que hace que está en mi vida.
—Dilo ya —la insto para que lo suelte.
—¿Cómo están las cosas con Ashley?
—Bien. Somos amigos y ella entiende eso.
—Genial, no quería meterme en medio de nada. Voy a
ducharme para estar lista cuando llegue tu madre.
—Yo me voy al despacho para terminar unos papeles que
necesito que estén listos para hoy —le miento.
Le doy un rápido beso y la veo desaparecer por las
escaleras. No voy a mi despacho, sino al bufete de
abogados. Necesito tener claro que el padre de Violet no se
va a acercar a ella o al bebé. También tengo que pasar por
la Policía para contestar algunas preguntas sobre Alex que
quieren hacerme.
Por lo visto, no hubo una donación de esperma al uso ni
voluntaria. Según me ha contado el agente Strauss,
contactaron con mi hermano a través de su seguro médico
haciéndole creer que podría haber algún tipo de problema
en su próstata. Lo cual, siendo tan joven, es raro. Le hicieron
pruebas y todo salió bien, una de ellas era el recuento de
esperma, cosa que no es habitual en este tipo de estudios.
Creen que alguien del seguro estaba involucrado en la red
que han desmantelado y les proporcionó el esperma de mi
hermano para fecundar a Violet.
He preferido no decirle nada de momento. Ella estuvo de
acuerdo en que me hiciera cargo de todo lo referente a la
investigación, y hasta que no sea totalmente necesario no
voy a involucrarla.
Para cuando vuelvo a casa ya es casi la hora de la cena.
No esperaba tardar tanto, pero al menos he conseguido lo
que quería con el padre de Violet. Ha firmado un contrato en
el que le entrego cien mil dólares y él no puede acercarse a
ella o al bebé en un radio de dos Estados. El muy idiota cree
que ha ganado, lo que no sabe es que, dentro de una
semana, el tipo al que le he puesto para que lo siga, lo
emborrachará en un bar y le robará todo el dinero. Puede
que sea un hombre respetable y que me guste ir de la mano
de la ley, pero cuando se meten con mi familia me olvido de
todo y bajo al inframundo si es necesario para mantener las
cosas como deben estar.
—¿Ya se han ido mi madre y tía Karen? —le pregunto a
Roseanne cuando entro en la cocina.
Huele de maravilla, está haciendo salmón al horno con
patatas.
—Sí, hace como media hora, Violet está en su habitación,
me ha pedido que la avise cuando llegue para cenar juntos.
Sonrío.
—¿Cuánto le queda?
—Una media hora para poder servirlo.
—Bien, yo aviso a Violet.
Me dirijo escaleras arriba para hablar con ella cuando
escucho su voz. Al principio pienso que está al teléfono,
charlando bastante animada con alguien y, con la intención
de no interrumpirla, abro despacio la puerta de la habitación
para avisarle de que la cena estará lista en media hora. Sin
embargo, lo que encuentro al otro lado me detiene en seco.
Allí está Violet, no hablando por teléfono, sino leyendo en
voz alta. Su atención está centrada por completo en su
vientre abultado, tocándose la tripa con una ternura infinita.
Sostiene el ejemplar de Alicia en el País de las Maravillas y,
con una sonrisa luminosa, lee cada palabra con amor y
cuidado. La escena es tan pura, tan llena de amor, que me
quedo sin aliento.
Me apoyo en el marco de la puerta, observándola en
silencio. La manera en que sus ojos brillan con cada frase,
cómo su sonrisa se ensancha al imaginar los mundos
mágicos que está describiendo, todo eso me llena de una
emoción indescriptible. Es un momento íntimo, un lazo
invisible que ya está formándose entre ella y nuestro futuro
hijo. Porque, aunque no soy el padre biológico, me siento
así.
El tiempo parece detenerse mientras estoy aquí, de pie,
siendo testigo de este acto tan sencillo y a la vez tan
significativo. Este momento encapsula todo lo que siento
por Violet y lo que vendrá en nuestro futuro juntos. En
silencio, decido no interrumpir, simplemente me quedo
aquí, apreciando la belleza del vínculo que se está formando
delante de mis ojos.
—¿Y cuánto es para siempre? Pregunta Alicia. Y el conejo
blanco le responde: a veces, solo un segundo. ¿Y cuánto es
un segundo? Insiste Alicia, a lo que le conejo le contesta:
cuando amas, una eternidad.
Sus palabras hacen que no pueda evitar llegar hasta ella,
quitarle el libro y besarla mientras me subo a la cama a su
lado.
—Carter, ¿qué haces? —me pregunta en un susurro
mientras beso su cuello.
—Darte un segundo.
Mis palabras, una clara referencia a su última frase,
hacen que se paralice. Sigo besando su piel mientras ella
me da acceso girando el cuello.
—No sé si estoy segura de esto —susurra, y me detengo.
Levanto la cara y la miro.
—Si quieres parar, paro.
—Lo que no quiero es que me hagas daño —confiesa en
un tono tan vulnerable que hace que se me encoja el alma.
—Nunca te lo haría.
Y en este momento me viene a la mente la pregunta de
antes sobre mi amiga.
—¿Esto es por Ash?
El desvío de su mirada me da la respuesta.
—Oye, mírame —le pido, y lo hace—. Ella y yo solo somos
amigos, nada más.
—¿Y si todo esto entre nosotros es por el bebé? ¿Y si
cuando nazca ya no sientes nada por mí? No es solo por
Ashley, está claro que ella encaja mejor contigo de lo que yo
lo hago, pero…
—Violet, no lo entiendes, ¿verdad? No es por el bebé. Él
solo nos ha hecho conocernos, pero lo que siento, lo que me
haces sentir, eso es solo por ti. Eres una mujer que me
fascina a niveles que ni siquiera sabía que existían.
—¿Y cuando se acabe esa fascinación, Carter?
Niego con la cabeza.
—No creo que lo haga, esto va a más. Con cada minuto
que paso a tu lado descubro algo que hace que me enamore
un poco más de ti. Sí, enamore, no te voy a andar con
rodeos, y tampoco voy a negar que estoy acojonado porque
tú no sientas lo mismo, pero mereces tanto la pena que he
decidido saltar al vacío esperando no estrellarme.
Su cara seria cambia por una dulce sonrisa.
—Si tú saltas, yo salto —dice, y asiento.
—Bien, entonces caigamos juntos y veamos hasta dónde
nos lleva todo esto.
Capítulo 31
Violet
Sus palabras logran hacerme sentir segura y alzo la cara
buscando sus labios de nuevo. Nos miramos en silencio,
hablando con los ojos, esos momentos preciosos antes de
que los labios se encuentren.
Su mano se desliza con suavidad por mi brazo,
provocando un rastro de escalofríos que recorre mi piel.
Cierro los ojos, saboreando cada caricia, cada suave roce.
Cuando abro los ojos de nuevo, Carter está más cerca, su
aliento mezclándose con el mío. El mundo se reduce a este
instante, a este contacto.
Levanta su mano para acariciar mi mejilla y me
estremezco bajo su tacto gentil. Hay una ternura en sus
movimientos que me hace sentir amada, valorada. Inclino
mi rostro hacia su mano, besando su palma, y veo en sus
ojos un destello de emoción.
Luego, con una lentitud que aumenta mi anticipación, se
inclina hacia mí y nuestros labios se encuentran en un beso
tierno y profundo. Es un beso que dice más de lo que las
palabras podrían expresar, lleno de promesas y
entendimientos mudos. Su boca se mueve contra la mía en
una danza perfectamente sincronizada, llevándome a un
mundo donde solo existimos él y yo.
Mientras nos besamos, su mano se desliza por mi cabello,
acariciándolo con mimo. Cada gesto suyo, cada roce
aumenta la conexión que siento, tejiendo un lazo invisible,
pero indestructible entre nosotros. En este momento, en
esta cama, siento que Carter y yo somos más que dos
personas; somos una fusión de almas explorando el amor en
su forma más pura y sincera.
En un momento, él se pone con la espalda en el colchón y
me sube sobre su cuerpo como si no pesara nada. Mis
piernas se quedan a cada lado de sus caderas y siento su
dureza en los pantalones.
—No te imaginas lo jodidamente sexy que estás en este
momento —susurra mientras le desabrocho los botones del
vaquero y cojo con mi mano su polla.
El jadeo que suelta me hace sentir poderosa, y subo y
bajo mis dedos, apretando a intervalos, mientras él me mira
con una intensidad que me abruma.
—Necesito sentirte —me suplica, y sé lo que me está
pidiendo.
Con cuidado, me quito mis pantalones de yoga junto con
mis bragas y me vuelvo a sentar sobre él. Su punta rozando
mi centro hacen que ahora sea yo la que gima por el
contacto.
—Quítate la camiseta —me ordena, su tono ronco me
enciende y la humedad entre mis piernas se derrama sobre
su polla.
Cuando estoy desnuda sobre él, sonríe, me levanta un
poco y se sitúa en mi entrada. Me deslizo poco a poco hasta
que lo siento muy dentro de mí. Hace demasiado que no
tengo sexo, y supongo que el embarazo me hace estar más
apretada.
—¿Estás bien? —me pregunta, y asiento.
—Sí, es solo que ha pasado tiempo desde que hice esto, y
la tripa enorme que ahora tengo no ayuda.
—Violet, tu tripa es perfecta, la única queja que tengo es
que haya un bebé y por eso no te voy a poder follar como
jodidamente quiero, pero todo llegará. Te tomaré de todas
las maneras posibles para que entiendas que eres perfecta
para mí. Ahora muévete, porque tenerte apretando mi polla
con tu interior me está volviendo loco.
Sonrío y comienzo a mecerme, ni veinte segundos
después siento el orgasmo estrellarse contra mí. Joder,
jamás había sido tan rápido, al revés, suele costarme
alcanzarlo, pero Carter llega tan hondo que lo logra en unos
pocos movimientos.
—Bien, ahora que sé lo que se siente cuando te corres
sobre mi polla, vamos a ir a por el siguiente, y esta vez lo
haremos juntos porque me está costando la vida no venirme
solo con mirarte, y que estés ordeñándome ahora mismo no
ayuda.
Sonrío ante sus sucias palabras, que me encienden, y
comienzo a moverme. Esta vez Carter pone sus manos en
mi culo y me guía para que los movimientos sean cortos y
rápidos, cada vez un poco más, haciendo que se construya
de nuevo dentro de mí otro orgasmo. Sus dedos se clavan
en mi piel y veo que está tratando de contenerse.
—Carter, fóllame —le pido mientras apoyo mis manos en
su pecho, y cuando un brillo oscuro se apodera de su
mirada sé que es justo lo que va a hacer.
Comienza a empalarse dentro de mí. Movimientos
precisos que me llevan a jadear mientras él me mantiene
firme estocada tras estocada. Puedo sentir como se hincha
dentro de mí con cada una de ellas y no puedo evitar
apretar mi interior, eso lo lleva a un nuevo nivel que lo hace
gruñir a la vez que busca con su boca mis tetas y lame mis
pezones. Joder, nunca creí que eso me gustara tanto.
—Córrete para mí, preciosa —me ordena, y cuando
muerde uno de mis pezones simplemente no puedo
aguantar más y con un grito de placer mi orgasmo me
invade mientras él se libera dentro de mí, haciéndome
sentir su semen caliente invadiendo todo mi interior.
Me dejo caer a un lado y él acaricia todo mi cuerpo
mientras me recupero a la vez que me da ligeros besos en
el hombro.
—¿Todo bien? —pregunta cuando lo miro durante un
minuto sin decir nada.
—Entonces, ¿estamos haciendo esto?
—Eso parece. —Sonríe—. Ahora que sé lo que es tenerte
no pienso dejarte ir.

***

Carter me trae el desayuno a la cama. Después del sexo


antes de la cena hubo otro antes de dormir. Se ha quedado
en mi cama toda la noche, abrazándome, y he dormido
mejor que nunca.
El teléfono interno de la habitación suena, Carter
descuelga sin pensar en que Roseanne puede darse cuenta
de que hemos pasado la noche juntos, o quizás
simplemente no le importe que lo descubra.
—Bien, bajamos en diez minutos —contesta y cuelga.
—¿Qué ocurre? —le pregunto al ver la cara seria que
ahora tiene.
—Abajo están el agente Strauss y su compañera, la
agente Malone. Quieren hablar con nosotros.
—¿Ha pasado algo?
Se encoge de hombros y un mal presentimiento me
recorre todo el cuerpo.
—Voy a ir a mi cuarto a darme una ducha rápida y
bajamos juntos, ¿bien?
Asiento y hago lo mismo que él. Cuando entramos al
salón, veo a ambos policías sentados en el sofá.
—Buenos días —los saludamos, y ellos se levantan al
vernos.
Nos dan la mano y vuelven a tomar el mismo sitio cuando
nosotros nos sentamos en el sofá que hay enfrente.
—Queríamos decirles que la investigación se ha cerrado.
—¿Cómo? —pregunto sobresaltada.
—Se ha cerrado porque ya hemos dado con todos los
culpables y hemos conseguido encarcelarlos a todos.
Gracias a lo que nos contó ayer el señor Harris pudimos
atrapar a los últimos que nos quedaban.
Lo miro y veo en sus ojos que me ha estado ocultando
cosas.
—Entonces, ¿ya ha acabado todo esto? —insisto para
estar segura de que he entendido lo que me dicen, y ambos
asienten.
—Sí, hemos venido porque ahora que ya está el caso
concluido podemos darle las respuestas que nos pedía.
Asiento y dejo que me expliquen todo lo que ocurrió. Esto
no era una red de poca monta, no, esto era una operación a
nivel nacional en la que más de cien chicas estaban
involucradas.
Me cuentan todo, y Carter permanece a mi lado dándome
la mano en todo momento. Me entran escalofríos de pensar
en lo que me hubiera ocurrido si no llegan a encontrarnos
cuando lo hicieron. Hubo un chivatazo que dio la voz de
alerta sobre lo que ocurría. Tuve suerte, esto llevaba cinco
años en marcha y algunas habían tenido ya tres bebés
estando en un coma inducido.
—Joder, eso es horrible —susurro, sintiéndome mal por
ellas a pesar de que no las conocía.
—Sí, hay auténticos psicópatas en nuestra sociedad —
dice la agente Malone.
—¿Y qué va a pasar con todos los bebés que estaban por
nacer? —pregunto mientras froto mi tripa.
—La mayoría serán adoptados por la familia y las chicas
serán atendidas como es debido en el proceso —me explica
Strauss.
—¿Puedo preguntar por dos mujeres que conocí? —
tanteo, incapaz de quedarme con la duda.
Quiero poder hablar con ellas y saber qué han decidido
hacer, de alguna forma me siento unida a ambas.
—Claro, es lo menos que podemos ofrecerle después de
lo ocurrido —me asegura Malone—. ¿Cómo se llamaban?
—Kyle y Shondra.
Sacan sus teléfonos y revisan lo que imagino son los
informes. Ambos tardan menos de un minuto en volver a
guardarlos.
—Kyle llegó en un estado mental muy malo. Las drogas
que le dieron hicieron que su mente se desconectara. Perdió
al bebé y tuvo un brote psicótico —me explica la agente, y
Carter aprieta mi mano.
—Perdió completamente la cabeza —sigue su compañero
—, decía que ella era parte de algo importante y que se
había ganado un sitio en el nuevo mundo.
Se me forma un nudo en el estómago. Puede que no la
conociera, pero, de alguna manera, saber que ha acabado
así hace que se me encoja el alma.
—¿Y Shondra? —pregunto, esperando que su destino
haya sido diferente.
Ambos se miran y sé que su respuesta no me va a gustar.
—Lo siento —comienza la agente Malone—, ella murió un
mes después de ser secuestrada.
Capítulo 32
Carter
Noto que Violet respira de una forma extraña y creo que
se va a desmayar. Cojo su cara entre mis manos, y cuando
veo que sus ojos me enfocan y se llenan de lágrimas, la
abrazo contra mi pecho. Ella se sube a mi regazo, sin
importar que los agentes estén delante de nosotros, y eso
me hace sentir poderoso y protector de una manera que
casi me asusta.
—Los dejaremos a solas para que puedan asimilarlo todo.
Siento haber dado malas noticias —se excusa, y se
despiden.
Roseanne aparece y los acompaña a la puerta mientras
yo me reclino en el sofá y dejo que Violet llore todo lo que
necesita.
Permanecemos de esta manera hasta que noto que ella
se ha quedado dormida. No lo está mucho rato, apenas
media hora, pero no me muevo, saboreando ser yo a quien
ha elegido para consolarla.
—Lo siento, no me he dado cuenta de cuándo me he
dormido —murmura mientras se despereza.
—No te disculpes. Lo he disfrutado —le aseguro, y le
sonrío—. ¿Cómo te encuentras?
—Rara, estoy bien y eso, es solo que no puedo evitar
pensar en Shondra y en Kyle. No las conocía, sin embargo,
algo me unía a ellas de alguna manera.
—Las tres habéis pasado por lo mismo.
—Pero yo estoy bien —casi se lamenta.
—Eh, no te sientas culpable —le pido mientras cojo su
cara entre mis manos.
Después del 11S hubo muchas personas que se sentían
culpables por sobrevivir mientras que cientos murieron, eso
llevó a algunas a una depresión profunda y en unos cuantos
casos al suicidio. Vi un documental sobre ello estremecedor.
Mi teléfono suena, interrumpiendo el silencio que se ha
formado entre nosotros. Al ver el nombre de Karen en la
pantalla, el corazón me da un vuelco, un mal
presentimiento. Respondo de inmediato, intuyendo que algo
no va bien.
—Carter, es Ashley... ha tenido una recaída por su
enfermedad. Está en el hospital —dice su voz, tensa y
cargada de preocupación.
Siento como si el suelo se desvaneciera bajo mis pies.
—Voy para allí —le aseguro, y cuelgo.
Violet se ha levantado de mi regazo, y por un momento
me debato entre irme o quedarme.
—Ve con ella. Yo estoy bien —me pide, y me doy cuenta
de la maravillosa mujer que tengo la suerte de tener a mi
lado.
Sin pensarlo, tomo las llaves y salgo corriendo hacia mi
coche. Las calles pasan en un borrón mientras conduzco
hacia el hospital, mi mente inundada de recuerdos y
temores.
¿Y si es algo grave? ¿Y si...? No, no puedo permitirme
pensar en lo peor. Ashley es fuerte, siempre lo ha sido, pero
el miedo se enreda en mi garganta, haciendo difícil respirar.
Llego al hospital, mi corazón latiendo a un ritmo frenético.
Corro por los pasillos buscando la habitación de Ashley. Al
encontrarla, veo a Karen sentada fuera, su rostro marcado
por la preocupación. Me acerco a ella y nuestras miradas se
cruzan. En sus ojos leo el mismo miedo que siento.
—Ashley está estable, pero ha sido un susto grande —
dice Karen, su voz temblorosa.
Respiro aliviado, aunque solo sea un poco. Estable. Esa
palabra resuena en mi cabeza mientras entro a la
habitación de Ashley. Allí está ella, más pálida y frágil de lo
que recuerdo, pero viva. Su presencia llena la habitación,
incluso en su vulnerabilidad.
Me acerco a su cama, tomando su mano con cuidado.
Siento su débil apretón y las lágrimas amenazan con brotar.
Ashley, mi amiga, mi cómplice de aventuras y desventuras.
No puedo perderla, no ahora que estamos tan cerca de
encontrar una cura.
—Ashley, soy yo, Carter. Estoy aquí —susurro, aunque sé
que probablemente no pueda oírme.
Permanezco a su lado, sosteniendo su mano, prometiendo
en silencio estar ahí para ella, como siempre lo ha estado
para mí.
Paso la noche allí, soy incapaz de alejarme. El médico nos
ha dicho que ha sido solo un paso más en la evolución de su
enfermedad, que no es nada grave, pero hay que tenerlo en
cuenta. Le escribo a Violet para contarle lo que pasa y ella
me asegura que todo va a ir bien. Sé que no son palabras
vacías porque, a pesar de todo, mi mujer está tratando de
buscar la cura de Ash.
Estoy sentado al lado de la cama de hospital de Ashley,
sosteniendo su mano entre las mías. De repente, con una
fuerza que no esperaba, Ashley se despierta y se inclina
hacia mí. Sus ojos están fijos en los míos, y por un momento
el tiempo parece detenerse. Mi corazón late con fuerza,
sorprendido, pero no por completo ajeno a la tensión que
siempre ha existido entre nosotros, una que no siento desde
que Violet apareció en mi vida. Justo cuando nuestros labios
están a punto de encontrarse, ella se detiene. Una
expresión de miedo y confusión cruza su rostro.
—Lo siento, Carter, no debería haber hecho eso —susurra
con voz temblorosa, retirándose con rapidez.
La habitación se llena de un silencio incómodo.
Experimento un torbellino de emociones, no quiero hacerle
daño, por eso no me he apartado, pero sé que no siento lo
que ella quiere y me da miedo perderla por eso.
—No tienes que disculparte —respondo con suavidad,
apretando su mano para ofrecerle consuelo—. Sé que esto
es complicado. Estamos bajo mucho estrés y...
Ella me interrumpe con una mirada triste.
—No es solo el estrés, Carter. Es solo que... a veces, no sé
qué sentir. Tú siempre has estado aquí y... Tengo miedo a no
encontrar a alguien que me quiera antes de morir.
La emoción se quiebra en su voz, y por un momento
puedo ver la vulnerabilidad en sus ojos. En este instante
comprendo la profundidad de nuestros sentimientos,
enredados en años de amistad y cuidado mutuo. Ella no me
ama, no como a un hombre, solo es el miedo a no poder
sentir lo que es ser el mundo para otra persona.
—Ashley, no importa lo que pase, siempre estaré aquí
para ti —digo con firmeza—. Nuestra amistad es lo más
importante para mí, y no dejaré que nada cambie eso.
Ella asiente, una pequeña sonrisa apareciendo en sus
labios. Nos quedamos en silencio, simplemente sosteniendo
nuestras manos, dejando que la tranquilidad del momento
nos envuelva. En mi corazón sé que este es solo el
comienzo de una conversación más larga y, con toda
probabilidad, más complicada, pero por ahora estoy
contento con solo estar a su lado, siendo su apoyo
incondicional.
Cuando la enfermera entra para asearla, salgo fuera,
encontrando a Karen, que llega por el pasillo con un café en
la mano.
—Ha pasado buena noche —le informo—. Se ha
despertado hace un rato.
—Lo sé.
—¿A qué te refieres?
—Vine antes y vi a Violet asomada a la puerta. No sé lo
que vio o escuchó, pero se giró para irse con lágrimas en los
ojos.
Mi corazón comienza a latir frenético.
—¿Dónde está? —pregunto mientras saco el teléfono para
llamarla.
—Tranquilo, se ha quedado en la cafetería esperándote.
He hablado con ella y le he dicho que vendría a buscarte.
—Gracias, tía Karen.
—Mira, Carter, te quiero como a un hijo, pero no quiero
que Ash sufra. ¿Estás seguro sobre tus sentimientos hacia
Violet?
—Totalmente, y he sido sincero con Ash en todo
momento.
—Lo sé. Ella me lo ha contado, al igual que sé que no te
ama, aunque ella crea que sí. Se lo he dicho a Violet. No
quiero que odie a mi hija. En realidad, Ash solo busca ser
amada, pero sé que no está enamorada de ti.
—Gracias, tía Karen —me reitero antes de darle un beso e
ir a buscar a Violet.
Cuando llego a la cafetería, la encuentro mirando por la
ventana al lado de su mesa. Está observando a una anciana
con una niña que juega a su alrededor. La sonrisa de sus
labios la hacen lucir preciosa.
—Hola —murmuro cuando llego a su lado—. ¿Puedo
sentarme?
—Sí.
—Me he encontrado a Karen y me ha contado que…
—Que he visto como casi Ash te besa y tú la dejas —
acaba por mí.
—No es lo que parece. Déjame que te lo explique, por
favor.
Violet me mira y asiente.
—Solo te pido que seas sincero conmigo.
—Siempre —le aseguro—. Ash es mi mejor amiga y está
confundida. Puede que hubiera un tiempo en el que
estuviera enamorado de ella y ella de mí, pero ya no es así.
Violet se muerde el labio inferior y juega con el bajo de su
camiseta mientras espera en silencio a que continúe mi
explicación.
—Lo que has visto antes… Te prometo que no la hubiera
dejado besarme. No te haría eso jamás. De verdad, Violet,
te amo a ti y no haría nada que pudiera joder esto. Es solo
que las cosas son complicadas con Ash. Me necesita como
su amigo.
Ella me mira y respira hondo antes de contestar.
—Cuando te dije que saltaría contigo lo dije de verdad.
Karen me ha dicho que Ash no te ama, que ama la idea de
que la quieran, y la entiendo. Sé lo que es, y no espero que
dejes de estar a su lado. Es tu amiga ante todo y le espera
un camino difícil. Va a necesitarte.
Sus palabras serenas me asustan.
—Dicho esto, quiero dejar claro que la decisión que he
tomado no es por celos, ni espero que nada cambie, pero
creo que lo mejor para mí, para los dos, es que pongamos lo
que sea que está pasando entre nosotros en una pausa.
—¿Estás rompiendo conmigo? —le pregunto, con ganas
de vomitar por los nervios.
—Estoy dejando claro que no voy a dejar que nadie me
haga daño, ni siquiera tú. Y si para eso hay que darnos un
tiempo, es lo que va a pasar.
—No quiero ese tiempo.
—No es tu decisión. Si quieres me mudaré y podemos
conocernos hasta que el bebé nazca y decidir después qué
pasará con nosotros.
—¿Esto es un adiós?
—No, esta soy yo tratando de protegerme —me asegura.
Y aunque sus palabras son firmes, su vulnerabilidad
puede verse reflejada en sus ojos.
—Muy bien, nos daremos un tiempo, pero no te vas a
mudar y tampoco vas a estar con otros hombres.
Ella rueda los ojos y se ríe triste.
—¿De verdad crees que algún hombre se fijaría en mí? —
pregunta señalando su tripa, como si eso fuera un
impedimento.
—Violet, cualquier hombre se enamoraría de ti al minuto
de conocerte.
—¿Cómo estás tan seguro?
—Porque es lo que me pasó a mí. Y dicho esto, y también
voy a hacer una declaración de intenciones. Voy a hacerte
entender que somos perfectos juntos, que te amo y que
necesites el tiempo que necesites voy a esperar porque si
de algo me he dado cuenta es de que eres el amor de mi
vida y no pienso renunciar a ti.
Capítulo 33
Violet
Estos últimos meses han pasado volando. Mientras llego
hasta el edificio donde viven los padres de Carter, toco mi
enorme tripa y siento como el bebé me da algunas patadas.
—Sí, lo sé, pero no vamos a ver a tu abuela. Hoy venimos
a lidiar con tu abuelo —le digo en voz alta, como si
estuviera frente a mí.
Es algo que me sale de forma natural, se ha convertido en
parte de mi día a día y me encanta. Todavía no sé si es niño
o niña. Carter y yo decidimos que sería una sorpresa.
Carter.
Desde aquella conversación en la cafetería del hospital no
se ha separado de mí. Respeta la decisión de no estar
juntos, al menos por el momento, sin embargo, no hay día
que no me demuestre lo importante que soy.
Mi teléfono suena y veo el mensaje de Ash.
Las pruebas han ido genial 😊
Sonrío y le contesto. Es curioso, pero nos hemos hecho
amigas, aunque sigue siéndolo de Carter y, cada vez que
puede, trata de convencerme de que le dé una oportunidad.
Ella aún cree que fue su culpa que nos separáramos. No es
así, todo es demasiado complicado, y si las cosas no
salieran bien es el bebé quien pagaría las consecuencias.
Dejo de pensar cuando me encuentro frente al imponente
edificio donde vive el señor Harris, el padre de Carter. Mis
manos tiemblan un poco, una mezcla de nerviosismo y
determinación recorriendo mis venas. Sé que nuestra
relación ha sido tensa en el pasado, pero con el bebé en
camino quiero hacer un esfuerzo por limar asperezas.
Respiro hondo, tratando de calmar los nervios que
amenazan con apoderarse de mí. «Por ti, bebé», me repito a
mí misma, intentando reunir el valor para entrar. Al fin, con
una decisión renovada, cruzo la entrada y me dirijo al
portero.
—Buenas tardes, vengo a ver al señor Harris —digo con
una voz más firme de lo que en realidad siento.
El portero, un hombre de aspecto amable, asiente y
marca el número del apartamento.
—Un momento, por favor —me pide mientras espera
respuesta. Mi corazón late con fuerza, cada segundo de
espera se siente como una eternidad.
Finalmente, el portero asiente.
—Puede subir, señora. El señor Harris la espera.
Tomo el ascensor, sintiendo como mi estómago se
retuerce con cada piso que subo. Cuando las puertas se
abren, me encuentro frente a la puerta del apartamento del
señor Harris. Respiro hondo una vez más y toco el timbre.
La puerta se abre, y allí está él, con una expresión que no
logro descifrar.
—Violet —dice, haciéndose a un lado para dejarme entrar.
—Gracias por recibirme —comienzo, cruzando el umbral
de su hogar.
—Lily no está —me confirma, algo que ya sé.
—No es con ella con quien quiero hablar.
Me mira un instante y después se gira para cerrar la
puerta.
Camino hasta un salón enorme de aspecto un poco
recargado, con muebles de madera antiguos y lacados,
llenos de fotos de Carter y su hermano. Dice que eran
idénticos, pero al menos en las fotos he aprendido a
diferenciarlos a la perfección.
—¿Quieres algo de beber? —me pregunta mientras toma
asiento, y yo hago lo mismo frente a él.
—No, gracias.
—Bien, entonces, tú dirás.
—Como ves, estoy a menos de un mes de dar a luz a tu
nieto. Creo que es momento de hablar.
Lo suelto sin rodeos. Nadie sabe que estoy aquí, y si esto
no sale bien nadie lo sabrá, pero al menos tenía que
intentarlo.
—Tienes razón, solo que no eres tú quien va a hablar, sino
yo —dice en un tono serio.
Frunzo el ceño porque no entiendo nada, pero dejo que lo
haga. Al fin y al cabo, esta es su casa y yo solo una invitada.
—No te voy a engañar, Violet, no me gustaste desde el
principio. Siento lo que te pasó, pero en el fondo pensaba
que ibas a aprovechar tu situación para…
—Para sacaros hasta la entretela, ¿no?
—Algo así.
Al menos es sincero, eso debe ser bueno. Supongo.
—La cuestión es que durante estos meses he podido
conocerte a través de Lily, de Karen, de Ash y Carter,
incluso de Roseanne. Todos me han contado cómo estudias
y ayudas en el laboratorio. La forma en la que Caroline ha
podido avanzar en las investigaciones de la enfermedad de
Ash gracias a tus ideas. Y en ningún momento has pedido
que se te trate de una manera especial.
—No te entiendo.
—Lavas tus platos cuando Roseanne no te ve —me
explica, y sonrío. No logro acostumbrarme a tener a alguien
que haga todo por mí—. Has dejado a mi mujer y a Karen
volverte loca con el tema del bebé, y créeme, sé cómo son
cuando ambas se juntan. Y con Carter. Bueno, él está
enamorado de ti y te mira como yo a Lily.
Me remuevo incómoda ante su comentario. Sé que me
ama, yo también a él, y el hecho de que durante estos
meses nos hayamos conocido a niveles que no he dejado
que nadie me conozca no hace las cosas más fáciles.
—¿A dónde quieres llegar? —le pregunto directa, y él
respira hondo antes de contestar.
—A que quiero que me perdones. He sido un idiota por la
forma en la que te he tratado. Sé que no tengo excusa, pero
trataba de proteger a mi familia. No pude hacer nada por
Alexander y…
Sus ojos se llenan de lágrimas y yo me levanto para
sentarme a su lado.
—¿Quieres sentir al bebé? —le pregunto, y él asiente.
Coloco sus manos sobre mi vientre y, como si supiera que
su abuelo está aquí, comienza a moverse.
—¿Eso ha sido él?
—O ella, y sí, se mueve mucho.
—Es increíble. Alexander era muy movido también, Carter
era el tranquilo.
—Me lo dijo Lily. Está claro que este bebé va a salir a su
papá.
Me mira y siento que algo entre los dos ha cambiado para
mejor.
—Gracias —murmura cuando se da cuenta de que, para
mí, es como si acabáramos de conocernos.
—No me des las gracias, abuelo. Vas a tener que correr
detrás de esta criatura, y pinta a que no va a ser de los
tranquilos.
Ambos nos reímos y me quito un peso de encima. Darius
es un hombre encantador, tal y como me dijeron Lily y
Carter, es solo que sabe disimularlo bien cuando es
necesario.
Pasamos una hora hablando de Alexander y Carter. Para
cuando me quiero dar cuenta es hora de irme, he quedado
con Ashley en un parque cercano a tomar algo para celebrar
que sus pruebas han salido bien. Estoy deseando contarle
que se han arreglado las cosas con Darius, y le pido a este
que no le diga nada a su hijo para darles ambos una
sorpresa juntos.
Salgo del edificio con energía renovada y me pongo en
camino hacia la cafetería del parque que queda a unas
manzanas de aquí. Hace unos meses esto no lo podría
haber hecho, cuando saltó la noticia de todo lo que ocurrió
con mi caso y el de las demás, pero como todo ya ha
pasado. Hay nuevas cosas sobre las que cotillear y personas
más interesantes a las que perseguir. Lo siento por ellas,
aunque me alegro por mí.
Veo a Ash sentada mientras escribe en su móvil con una
sonrisa idiota en su cara. No me lo ha confirmado, pero creo
que hay alguien en su vida, y yo apostaría por el enfermero
que ha visto varias veces en los últimos meses.
—Espero que haya más tarta de chocolate o vas a
enfadar al bebé —la saludo, viendo que ha empezado la
merienda sin mí.
—Voy a ser tu tía favorita, por supuesto que no se va a
enfadar conmigo. Lo voy a malcriar.
Se levanta, sonríe y me abraza.
—Pues acabo de ver al padre de Carter —le suelto, y me
mira seria.
—¿Te ha dicho algo?
—Sí, mucho, tanto que hemos acabado abrazados.
Ella se queda paralizada por mis palabras, y cuando le
explico todo salta de alegría, de manera literal, haciendo
que todo el mundo se fije en nosotras. Incluso el vagabundo
que está rebuscando en la papelera nos mira ahora.
—Relájate —le pido riéndome, y ella se sienta como si no
hubiera pasado nada.
—Carter va a estar feliz, estos últimos meses apenas ha
hablado con Darius debido a esto —comenta, y asiento
porque lo sé.
Y es algo que no me gustaba. Por mucho que Carter me
haya dicho que no era mi culpa, me he sentido en todo
momento la causa de su distanciamiento.
—¡Tú! —se escucha gritar a un hombre, y cuando me giro
un poco veo al vagabundo mirar en nuestra dirección con un
dedo acusatorio—. ¡Tú eres el jinete, y por tu culpa el
mundo entero morirá!
Viene hacia nosotras sin dejar de mirarme, y por instinto
abrazo mi vientre. Ash se pone delante y un par de
camareros lo detienen. El tipo parece un loco y no para de
decir cosas muy raras. Estoy asustada, mi corazón late a mil
por hora.
—¿Estás bien? Tienes mala cara—pregunta Ash mientras
el vagabundo grita a nuestras espaldas.
—Sí, es solo que me ha dado un poco de miedo. Parecía
que nos iba a atacar.
—Van a llamar a la Policía. Estamos a salvo, pero voy a
avisar a Carter para que nos venga a recoger, ¿de acuerdo?
Me lo dice calmada, pero sin soltarme la mano. Estoy
temblando y puede que me haya asustado un poco más de
lo que he pensado en un primer momento. Siento que algo
dentro de mí cambia, no es el bebé moviéndose, es
diferente, como si un globo de agua gigante se rajara en mi
interior; diez segundos después, un reguero de agua baja
por mis pantalones.
—Oh, mierda, creo que me he puesto de parto.
Capítulo 34
Carter
Mi teléfono suena de forma abrupta, rompiendo la calma
de mi despacho. Al ver el nombre de Ashley en la pantalla,
siento una oleada de preocupación. Hoy le daban los
resultados de unas pruebas y tengo miedo de que no haya
ido bien la cosa. Respondo de inmediato, mi corazón
latiendo con fuerza.
—Carter, Violet ha entrado en labor de parto. La están
llevando al hospital en ambulancia ahora mismo —dice con
voz apresurada.
Siento como si el suelo se moviera bajo mis pies. Aún
falta un mes para la fecha de parto.
—¿Está bien? ¿Cómo...? —balbuceo, mi mente luchando
por asimilar la información.
—Está bien, pero tienes que venir ahora. Nos vemos allí
—responde Ash antes de colgar.
En un instante estoy fuera de la puerta, corriendo hacia
mi coche. Conduzco lo más rápido que puedo, cada
semáforo en rojo me parece una eternidad. Pensamientos
de Violet y el bebé en camino llenan mi mente, una mezcla
de emoción y miedo abrumador.
Al llegar al hospital, me dirijo a la recepción casi sin
aliento.
—Violet Calvin, por favor. Ella está de parto. Soy Carter, el
padre —digo con urgencia.
La enfermera me mira con una mezcla de sorpresa y
comprensión antes de darme indicaciones. Corro por los
pasillos, siguiendo sus instrucciones, hasta que al fin llego a
la sala de maternidad.
Al entrar en la habitación, encuentro a Violet en la cama,
rodeada de médicos y enfermeras. Su rostro refleja dolor y
esfuerzo, sin embargo, al verme, una ola de alivio parece
cruzar su expresión.
—Carter... —dice con voz débil.
Me acerco a ella, tomando su mano.
—Estoy aquí, Violet. No me voy a separar de ti, no
importa qué pase. Estamos juntos en esto —le aseguro,
sintiendo una oleada de amor y determinación.
Ella aprieta mi mano, y en este momento sé que no
importa lo que venga, enfrentaremos todo juntos. Como
pareja, como familia. La sala de parto se llena de una
tensión expectante y me mantengo firme al lado de Violet,
listo para dar la bienvenida a nuestro bebé al mundo.
La cosa va rápido, tanto que apenas me da tiempo a
pensar en lo que ocurre cuando lo oigo, el llanto de un bebé,
mi bebé.
—Enhorabuena, tienen una niña preciosa —dice la
matrona, colocando a la criatura sobre Violet, que la mira
fascinada y cansada a partes iguales.
No puedo evitar llorar al ver la imagen más perfecta que
jamás haya tenido ante mí.
—Ahora necesitamos sacar la placenta, así que papá,
coge a la niña mientras terminamos con tu mujer.
No corrijo a la enfermera, ni tampoco Violet porque,
aunque hayamos estado estos meses dándonos un tiempo,
no era real. Ella siempre ha sido mía al igual que yo lo he
sido suyo.
Cuando ponen a la bebé en mis brazos por primera vez
estoy aterrorizado. Es tan pequeña que me da miedo que se
me caiga, o que la estruje demasiado y le haga daño.
—Bien, ya está todo. Vamos a devolverle a la mamá el
bebé antes de que al padre le dé un infarto —se burla la
matrona, y con suavidad coloco a la niña sobre el pecho de
Violet.
Beso a ambas y siento que soy el hombre más afortunado
del mundo.
Cuando mi madre y Karen llegan, entran junto a Ashley,
mi padre se queda fuera y salgo con él, quiero darles un
poco de privacidad femenina. En serio, no sé de qué están
hechas las mujeres, pero si algo tengo claro es que son un
ser superior porque yo no hubiera resistido todo el dolor que
ha aguantado Violet sin al menos llorar.
—Enhorabuena —dice mi padre en cuanto nos quedamos
a solas, y sonrío.
En estos últimos meses nos hemos distanciado debido a
su animadversión por Violet. Odio esta situación, sin
embargo, no voy a renunciar a ella.
—Gracias. Ha sido una niña. Cuando la veas te vas a
enamorar.
—No lo dudo, voy a tener que empezar a encargar
escopetas y balas porque, si es tan guapa como su madre,
vamos a estar en problemas pronto.
Sus palabras de cariño hacia Violet me dejan un poco
desconcertado.
—Supongo que no ha habido tiempo para decirlo, pero
hemos hablado —me explica mi padre—. Justo hoy ha
venido a casa, sabiendo que estaba solo, y he podido
disculparme con ella por todo.
—¿Lo dices en serio?
—Totalmente. Soy consciente de que he sido un idiota, y
no sabía cómo acercarme a ella para arreglarlo, pero ha sido
Violet la que me ha brindado la oportunidad y estamos bien.
Abrazo a mi padre porque es la mejor noticia que podría
darme en estos momentos.
—¿Mamá lo sabe?
—Sí, se lo he contado de camino, y del grito de alegría
casi pierdo el control del coche.
Me río porque puedo imaginarlo; creo que me va a
explotar el alma de tanta felicidad.
—¿Ya sabéis el nombre? —me pregunta, sacándome de
mi mundo de colores, y niego con la cabeza.
—Solo teníamos claro que no queríamos que se llamara
Alexander si fuera chico. El bebé merece su propia historia.
—Estoy de acuerdo.
—La verdad es que a mí me da igual el nombre que se le
ponga, ya la amo.
—Una rosa con otro nombre sigue siendo una rosa.
—Exacto —contesto, y miro hacia la puerta de la
habitación.
Hace unas semanas le dije a Violet que ella era la que
debía elegir el nombre, que era su derecho. Por supuesto,
todos le han dado sugerencias, algunas me alegro de que
no las haya aceptado, sin embargo, la decisión final es suya.
Como siempre, mi fascinante chica contestó que tenía
que verle la cara para decidirlo, así que, de momento, solo
ella sabe cómo se llama.
—Hay algo que he querido darte desde hace meses, hijo,
pero no estábamos en los mejores términos, ahora creo que
es el momento adecuado.
Frunzo el ceño sin entender a qué se refiere y veo como
mete la mano en su chaqueta y saca una cajita de
terciopelo verde. La abre, y dentro hay un anillo increíble,
antiguo y que significa una vida para él.
—Es el anillo de la abuela —murmuro.
—Así es. Lleva cinco generaciones en nuestra familia, y
espero que contigo y Violet sea la sexta.
Miro el anillo y sonrío. Sí, por fin voy a poder decir delante
del mundo entero que ella es mía. Ahora solo espero que
diga «sí».
Capítulo 35
Violet
Estoy sola en la habitación. El suave murmullo del
hospital se filtra a través de las paredes, pero aquí, en mi
pequeño santuario, todo es tranquilidad. Acaban de salir los
médicos con sonrisas en sus rostros y noticias que inundan
mi corazón de alegría: estamos bien mi bebé y yo.
La miro, tan pequeña y perfecta en su cuna, envuelta en
una manta suave que parece abrazarla con la misma
ternura con la que yo deseo hacerlo. No puedo evitarlo, mis
ojos se llenan de lágrimas, pero son de felicidad, de un
amor que ya no sé cómo contener. Es un sentimiento
abrumador, este amor inmediato, feroz, incondicional.
Siento que toda mi vida ha estado conduciendo a este
preciso momento, a esta conexión profunda e inexplicable
que nos une.
La tomo en mis brazos con cuidado, sintiendo su calor
contra mi pecho, su pequeña vida latiendo junto a la mía. Le
hablo en susurros, palabras de amor y promesas de
protección, maravillándome de cómo algo tan pequeño
puede hacerme sentir tan poderosa y a la vez tan
vulnerable.
—Mamá está aquí, mi amor —le digo, acariciando con
suavidad su cabecita—. Siempre voy a estar aquí para ti.
Aunque ya te aviso de que la voy a cagar a lo grande. No
tengo ni idea de lo que estoy haciendo.
Y en ese momento, con mi bebé en mis brazos, siento
que todo está bien en el mundo. Nada importa más que este
vínculo, esta pequeña vida que depende de mí. Me siento
completa de una manera que nunca antes había
experimentado, enamorada de esta perfecta criatura que
acabo de conocer. Todo mi ser se compromete a cuidarla,
amarla y guiarla a través de la vida.
—¿Se puede? —escucho la voz de Carter desde la puerta,
me giro y asiento.
—No me gusta dejarla lejos de mí —le explico mientras
trato de volver a subirme a la cama sin caerme en el
proceso.
—Déjame que te ayude —me pide, y se acerca.
Me coge en brazos con cuidado y me deposita mientras
no deja de sonreírle a la niña. Este momento es lo que no
sabía que quería y que ahora amo tener.
—Los médicos han dicho que ambas estamos bien. Ha
cogido bien el pecho y parece que lo que le doy la alimenta,
así que no necesita suplementación —le cuento,
acomodándome con su ayuda—. Si todo va bien, mañana
podremos irnos a casa.
—Me alegro de que mis dos mujeres estén bien. Ya tengo
ganas de teneros a solas para mí. Mi familia no nos deja ni
un minuto —se queja como un niño pequeño, y me río.
—Coge esos papeles de allí, por favor. —Le señalo la
mesita que hay junto al baño, y él lo hace.
Cuando me los va a entregar, niego con la cabeza y le
pido que los lea.
—Aunque me dijiste que eligiera el nombre, quiero saber
si estás de acuerdo antes de firmar.
—¿Quieres llamarla Amelia? —pregunta, sorprendido por
mi elección.
—Sí.
—¿Por qué? —insiste, pero él ya sabe la respuesta.
—En estos meses me he dedicado a conocer más a tu
hermano a través de todos vosotros. Lily me dejó ver sus
cosas y Caroline me mostró sus diarios de trabajo. Él
nombraba a Amelia Earhart como una heroína a la que
admiraba y respetaba.
—Sí, siempre dijo que, si alguna vez se casaba, debería
ser con una como ella —reconoce con una sonrisa triste
Carter mientras se sienta en la cama y me tiende los
papeles.
—Entonces, creo que ya tienes nombre, pequeña, serás
Amelia Harris.
Firmo y dejo la documentación a un lado. No sé cómo soy
capaz de hacer tantas cosas con ella encima, pero no me
molesta, como si mi mente ya supiera que es parte de mi
mundo ahora, y no quiero dejarla ni un minuto lejos de mí.
—Muchas gracias por pensar en él, te hubiera amado
tanto como yo —murmura, y saca algo de su bolsillo—. Sé
que me pediste tiempo, que necesitabas que esto fuera
real, y ahora que Amelia ha nacido, no quiero esperar más
para que estemos juntos. Y no como novios, para mí ya no
es suficiente porque sé que tú eres mi «felices para
siempre», así que, Violet, ¿me harías el honor de casarte
conmigo?
Lo pregunta mientras sostiene un anillo enorme y antiguo
frente a mí. No ha hincado la rodilla, no le hace falta hacerlo
porque lo amo, y puede que sean las hormonas, pero no
puedo imaginar a nadie más con quien criar a mi hija.
—Sí, Carter, acepto —digo mientras rompo a llorar y él
me coloca el anillo.
Después se inclina y me besa con cuidado de no aplastar
al bebé.
Amelia se pone a llorar y se separa sonriendo.
—Vale, princesa, vamos a tener que hablar tú y yo.
Cuando beso a mamá no hay que llorar —le dice serio, y
después besa su cabeza.

∞∞∞
Se siente raro estar de vuelta en casa con Amelia. Carter
ha trasladado todas mis cosas a su habitación con la excusa
de cuidar de ambas a la vez. La cuna está justo a mi lado,
aunque de momento creo que dormirá con nosotros. Me
asusta que la podamos aplastar, pero he leído en un montón
de blogs que el instinto hace que ella esté a salvo. No sé,
creo que, por si acaso, pondré el cojín de lactancia a su
alrededor a modo de barrera hasta que me asegure de que
la niña no va a morir asfixiada por mi cuerpo.
—¿Qué tal llevas los puntos? —pregunta Carter cuando
salgo de la ducha.
Tiene a Amelia en brazos, como siempre, y ella duerme
plácidamente en ellos, como siempre también.
—No es divertido, pero es llevable —contesto.
Me daba miedo tener ahí abajo una herida que me doliera
cada vez que meo, para mi alivio no es así. Molesta, aunque
me lo esperaba bastante peor. Me visto con ropa cómoda y
dejo mi pelo en una coleta. Nadie valora tanto una ducha
como una recién parida.
—Tengo que hablar contigo —me dice, y su tono ya
advierte que no me va a gustar.
—¿Qué ocurre?
—Es sobre el vagabundo.
Asiento porque sé que se refiere al tipo que nos quiso
atacar a Ash y a mí cuando rompí aguas.
—¿Qué pasa con él?
—La Policía cree que podría ser el causante de la muerte
de Alex.
—¿Perdona?
—Siéntate —me pide, palmeando el sitio en la cama junto
a él, y lo hago—. Lo que te voy a contar es una auténtica
locura, y siento que te atacara, podría haberlo evitado.
—A ver, Carter, habla porque no entiendo nada.
—Hace unos meses, la noche en la que fui a la gala a la
que los agente Strauss y Malone me fueron a buscar para
contarme de tu existencia, me topé con ese mismo
vagabundo. Yo iba en la limusina a buscar a Ash y bajé la
ventanilla un segundo, entonces el tipo comenzó a decir
estupideces y, aunque me dejó algo agitado, no le di mayor
importancia.
—¿Qué te dijo?
—Que yo era la reencarnación del infierno o algo así.
Cosas sin sentido sobre los jinetes y una sarta de tonterías
más.
—¿Jinetes?
—Sí, no tenía sentido, así que no lo tomé en serio.
—Normal.
—La cosa es que, después de que dieras a luz, la Policía
vino para tomar declaración a Ash y a ti, les dije que no
estabas en condiciones y como Ash estuvo presente no
hubo necesidad. Mientras oía el relato hilé ambas
situaciones y se lo comenté a los agentes. Ellos han
investigado, ya que el camarero pudo retener al vagabundo,
y comprobaron que era el mismo.
—Pero no lo entiendo, Carter, ¿qué tiene que ver ese
hombre con la muerte de tu hermano?
—Antes de ser vagabundo era un reputado investigador y
periodista. En algún momento perdió la cabeza y él mismo
ha confesado que conducía el camión que se llevó la vida de
Alex. Él es su asesino.
Capítulo 36
Carter
Decirlo en voz alta provoca que el nudo en mi estómago
se afloje, como si ahora todo tuviera más sentido. Alex sigue
muerto, pero por algún motivo saber que no fue algo
aleatorio se siente mejor, como si el mundo volviera a
recobrar algo de sentido.
—Oh, Dios mío —susurra Violet, poniendo su mano sobre
mi pierna.
Amelia sigue dormida en mis brazos, ajena a todo lo que
hablamos sobre su padre y dándome consuelo sin ni
siquiera ser consciente de ello.
—¿Y por qué lo asesinó? —pregunta Violet con la misma
confusión que yo cuando lo descubrimos.
—Está loco. Según me contó la Policía, estaba
obsesionado con las sectas secretas. Escribía un libro sobre
una cuyo fin es destruir el mundo tal y como lo conocemos
para volver a reconstruirlo bajo un nuevo orden mundial
—Eso es una locura.
—Sí, él creía que Alex tenía algo que ver y por eso lo
mató. No debía saber que tenía un gemelo y, por eso, al
verme vivo pensó que había regresado de entre los
muertos.
—¿Y cómo es que no estaba en la cárcel?
—Mis padres me ocultaron la verdad de la muerte de
Alex. Creyeron que sería más fácil para mí. Siempre pensé
que fue un despiste, pero en realidad este hombre conducía
y fue catalogado como demente. Se le envió a una
institución de la que se escapó, y al ser vagabundo nadie lo
encontró.
—¿Y su familia?
—Tiene dos hijas de once y catorce, y una mujer que se
volvió a casar. Según los agentes, para cuando cometió el
crimen ya había perdido la cabeza y se estaban divorciando.
—Joder —atina a decir Violet, conmocionada.
—Esta vez ha sido internado en un centro psiquiátrico
para personas peligrosas y pasará el resto de su vida atado
a una cama y medicado, así que no debemos temer nada.
—¿Crees que le hubiera hecho daño a Amelia?
—Iba a por ti; la Policía pudo sacarle en el interrogatorio
que su intención aquel día era matarte porque había visto
en las noticias que estabas embarazada de mi hermano.
Estuvo meses buscándote, por suerte, cuando te encontró
no estabas sola, no sé lo que hubiera hecho si os hubiera
perdido a alguna de vosotras, o a ambas.
Violet me abraza, con nuestra niña entre nosotros, y nos
quedamos en silencio durante un largo rato.
Capítulo 37
Carter
Cojo a Amelia en brazos para dejar que Violet descanse
un poco. Hace tres semanas que volvimos del hospital y
parece no remontar. Le han dado suplementos vitamínicos
tratando de ver una mejoría, y no hay nada. Al revés, cada
día la veo más cansada y demacrada, le cuesta comer y
parece triste.
—¿Sigue dormida? —pregunta mi madre mientras coge a
Amelia en sus brazos.
—Sí, ha pasado la noche dando vueltas.
—Estoy preocupada por ella —agrega la tía Karen—, me
da miedo que pueda ser depresión posparto.
—He hablado con Violet y me jura que no se siente de esa
manera —le aseguro.
—Hijo, la depresión no es fácil de detectar y hay veces
que…
—No, ella está bien, es feliz, es su cuerpo el que parece
que no entiende eso —gruño enfadado.
Mi madre se pasea por el salón con Amelia mientras le
hace carantoñas y trata de que se ría. Según mi padre, es
igual a Alex. Yo también lo creo, aunque parece que los ojos
serán los de Violet, y amo que sea de esa manera.
Roseanne aparece con el biberón de Amelia y se lo tiende
a mi madre. Violet está preocupada de que lo que le pase se
lo pueda trasmitir a la niña a través de su leche materna.
—¿No quiere darle el pecho? —pregunta tía Karen al ver
como el bebé se agarra a la tetina con hambre.
—Es por precaución. No sabemos lo que tiene Violet. Hoy
mismo le han sacado sangre y Caroline va a analizarla en
nuestros laboratorios. Dice que si hay algo que encontrar
ella lo hará.
Karen me mira de una forma extraña. Realmente cree que
Violet tiene depresión, y me parece que está preocupada
por si le hace algo a la niña. Estoy seguro de que jamás lo
haría, la ama por encima de todas las cosas. Soy consciente
de que la depresión es un asesino silencioso, pero conozco a
Violet, su espíritu, y sé que debe haber algo más.
Mi teléfono suena y veo que es Caroline. Lo descuelgo
mientras observo como tía Karen y mi madre le cantan a la
niña. Sonrío porque estoy feliz de que mi hija tenga a tanta
gente que la quiera cerca.
—¿Estás solo?
—No, un momento.
Voy hasta mi despacho y cierro la puerta.
—Ya. Estaba con tía Karen y mi madre. ¿Qué sucede?
—He encontrado algo, Carter, en la sangre de Violet.
—¿Qué?
—Xerantina, es una toxina que se une a enzimas
específicas involucradas en el metabolismo celular,
inhibiéndolas de forma que interrumpa la producción de ATP
sin dejar rastros evidentes hasta que es demasiado tarde, y
los síntomas aparentan ser de una enfermedad natural o un
desorden metabólico.
—¡Han intentado envenenar a Violet! —grito
sobresaltado.
—Peor, a Amelia. Esa toxina se transmite por la leche
materna y normalmente no afecta a los adultos en las
cantidades que he encontrado porque se metaboliza muy
bien, pero en el caso de Violet hay una pequeña alteración
en su cuerpo que impide que eso pase, y por eso se ha
acumulado y ha enfermado.
—Caroline, mierda, me va a estallar el puto cerebro.
Explícamelo como para tontos —le ruego porque no soy
capaz de entender nada.
—Carter, ¿hay algo que haya tomado Violet de forma
continua desde que dio a luz?
Me quedo pensando y no hallo nada.
—La medicación que le han dado ha ido cambiando, la
comida no es siempre la misma y yo también la como.
—No, debe ser algo como un té de hierbas, esta sustancia
actúa cuando se mezcla con una serie de elementos que
solo hay en las plantas.
—La tisana de Roseanne —murmuro.
—¿Qué dices?
—Roseanne le da desde que llegó una tisana que está
hecha con plantas naturales, dice que ayuda a que el
cuerpo de una mujer que acaba de parir recupere su
vitalidad.
—Joder, ¿Roseanne? Me parece increíble, si esa mujer te
ha criado, y a Alex, ¿por qué querría hacerle daño a Amelia?
—No lo sé, pero si es la culpable te aseguro que va a
morir en la cárcel —gruño.
—Carter, piensa las cosas. Violet no necesita que la
alteren. ¿Puedes hacer que Roseanne te acompañe a algún
lado para sacarla de casa?
—Sí.
—Me has dicho que tu madre y Karen están allí, ellas
pueden quedarse a cuidar de la niña y de Violet.
—Tienes razón. Hay que mantener la calma. No sabemos
si Roseanne se puede poner violenta si se ve acorralada.
Quedo con Caroline en la estación de Policía más cercana
a mi casa. Hay una a solo unos veinte minutos en coche.
Ella llevará las evidencias y yo voy a coger la tisana antes
de pedirle a Roseanne que me acompañe a buscar algo para
el bebé.
Voy a la cocina y encuentro allí a la mujer en la que he
confiado desde hace décadas, y se me encoge el alma al
pensar en que estaba envenenando a mi mujer y mi hija.
—Roseanne, necesito que vengas conmigo a un par de
recados —le pido, y ella sonríe, como siempre, y asiente.
—Déjame que coja el bolso.
—Perfecto, voy a decirle a mi madre y a tía Karen para
que se queden hasta que volvamos.
Espero a que Roseanne salga de la cocina y cojo la botella
de cristal donde tiene el preparado. Sé que lo hace con unas
hierbas, pero no sé dónde están y no tengo tiempo de
buscarlas. Voy al salón y encuentro a Karen riéndose con mi
madre porque no quiere devolverle a la niña.
—Mamá, tengo que salir un momento. Por favor, quedaos
aquí y cuidad de Violet y de Amelia.
—¿Pasa algo, hijo? —pregunta al ver la expresión de mi
cara y el tono de mi voz.
—Voy a llevar a Roseanne a la Policía por tratar de matar
a la niña.
Capítulo 38
Carter
Caroline y yo nos encontramos en la fría y estéril sala de
espera de la comisaría, sentados en sillas de metal que
parecen diseñadas para disuadir cualquier intento de
comodidad. El aire está impregnado de una tensión
palpable, una mezcla de desinfectante y preocupación que
no hace más que aumentar mi ansiedad. Caroline, con su
habitual compostura, hojea una revista sin prestarle
verdadera atención, sus ojos perdidos en algún punto
distante, reflejo de su inquietud.
—No puedo creer que estemos aquí por esto —rompo el
silencio, mi voz suena más aguda de lo que pretendía—.
¿Roseanne envenenando a Violet? Es absurdo.
Caroline levanta la vista, sus ojos se encuentran con los
míos, y en ellos leo el mismo torbellino de dudas y temores
que me asolan.
—Lo sé, Carter. Roseanne ha estado contigo desde...
¿cuánto? ¿Desde que naciste? Y a Violet la quiere desde el
día que la conoció. No tiene sentido.
—Ninguno —respondo con un suspiro, pasando una mano
por mi cabello en un gesto de frustración.
—Pero las pruebas —murmura Caroline, dejando la revista
a un lado—. Los análisis de Violet, los restos de tisana con
toxina Xerantina. Es difícil ignorar las evidencias.
Un escalofrío me recorre. La mención de la toxina
Xerantina, esa sustancia que se ha vuelto dolorosamente
real en nuestras vidas, me hace temblar.
—Pero ¿por qué? ¿Qué motivo tendría?
Esa es la pregunta que ha estado martillando mi cabeza
desde que la pesadilla comenzó. Violet, mi prometida, mi
futuro, casi hospitalizada por un envenenamiento lento y
tortuoso. Y ahora, Roseanne, la mujer que ha cuidado de mí
y mi hogar durante años, acusada de ser la responsable.
—No lo sé, Carter. A lo mejor hay algo que no estamos
viendo —propone Caroline, siempre la voz de la razón,
incluso en medio del caos.
En ese momento, la puerta se abre y un oficial se asoma.
—Señor Carter, puede pasar. La señora Roseanne está
lista para ser interrogada. Puede estar presente si lo desea.
Asiento, sintiendo un nudo en el estómago, y me levanto.
Caroline me aprieta el hombro en un gesto de apoyo antes
de que me dirija hacia la sala de interrogatorios. Al entrar,
veo a Roseanne sentada al otro lado de la mesa, con
aspecto cansado, pero resuelto. Su mirada se cruza con la
mía y en sus ojos encuentro miedo, aunque también una
firmeza que me desconcierta.
—Carter —me saluda con voz temblorosa—. Yo no hice
nada de lo que me acusan. Tienes que creerme.
Me siento frente a ella, el corazón pesado.
—Quiero creerte, Roseanne. Dios, cómo quiero. Pero todo
apunta hacia ti.
—Yo no sé qué es eso de la Xerant…
—Xerantina —termina el agente por ella—. Esa sustancia
es la que estaba suministrándole a la señorita Calvin. El
señor Harris nos ha entregado la botella y el laboratorio
ahora mismo está investigando las sustancias que contiene.
—No tengo nada que ver con eso, lo juro, ni siquiera son
mías las hierbas con las que se prepara —llora.
—¿De quién son? —presiona el agente, y Roseanne me
mira.
—Lo siento, Carter, me las dio tu madre.
—¡Mientes! —grito, y me levanto—. Ella no me haría algo
así, ni mucho menos a la hija de Alex.
—Claro que no lo haría —me apoya Roseanne—, tiene que
haber una explicación, pero te juro que no son mías.
—Señor Harris, ¿sabe dónde se encuentra su madre en
estos momentos? —pregunta el agente encargado del
interrogatorio.
—Está en mi casa con mi hija.
—¿Hay alguien que pudiera quedarse con el bebé? Creo
que necesitamos que ella venga a declarar.
—¿De verdad piensa que podría ser la culpable? —suelto
horrorizado.
—No estoy aquí para pensar, sino para demostrar, y si lo
que dice la señora aquí presente es cierto, la niña puede
estar en peligro ahora mismo. Mandaré a unos agentes a
buscarla.
—No, yo iré, la niña puede quedarse con mi tía Karen, ella
también está en casa en estos momentos.
Todo esto es una jodida locura. De camino a casa llamo a
mi padre y le explico toda la situación, él sabe que mi
madre no ha sido, pero de todas formas se va a encargar de
que nuestros mejores abogados la defiendan.
Cuando recojo a mi madre, ella no tiene ni idea y siento
que la estoy traicionando, pero le he prometido al agente
que no le contaría nada para poder ver la reacción al
enterarse de la acusación de Roseanne. Esa ha sido la
condición para dejarme ir a buscarla en vez de mandar una
patrulla.
—¿Es por lo de Roseanne? —pregunta mi madre cuando
entramos a la comisaría.
—Sí, pero no puedo decirte nada más. Solo quiero que
sepas que te quiero y que papá está de camino.
Ella frunce el ceño, confundida por mis palabras, y
cuando la meten en una sala de interrogatorio diferente a la
de Roseanne se da cuenta de que no está ahí como testigo,
sino como acusada.
Esta vez no me dejan estar presente dado el parentesco,
así que vuelvo a la salita con Caroline a esperar.
—¿Dónde está tu madre? —pregunta mi padre en cuanto
llega.
Con él vienen cinco abogados que son como pitbulls.
—La van a interrogar ahora.
—Ella sería incapaz de hacer algo así —gruñe—, y
Roseanne tampoco.
—Lo sé, papá, esto es una locura.
—Darius, sabemos que esto es muy raro, pero alguien ha
tratado de hacer daño a Amelia —interviene Caroline—, hay
que averiguar qué está pasando.
Mi padre asiente y se sienta a nuestro lado. Ni veinte
minutos después el agente que estaba interrogando a
Roseanne la lleva a la sala en la que está mi madre, la
vemos pasar, con los ojos rojos de llorar, y se me parte el
alma. Mi teléfono suena y veo el nombre de Ash iluminar la
pantalla.
—Oye, ¿cómo vais? —pregunta en cuanto descuelgo.
—Ahora están interrogando a mi madre.
—Joder, estaba con tu padre cuando salía hacia allí, le he
dicho que vendría a tu casa a ayudar a mi madre. ¿Se sabe
ya algo? ¿Cómo estaban envenenando a Violet?
—Roseanne le daba una tisana para recuperarse que
contenía una toxina, pero ella asegura que fue mi madre
quien se la entregó.
—No —murmura—, no puede ser.
—Ya lo sé, debe haber un error.
—No digo eso, me refiero a la tisana, ¿estás seguro de
que es la culpable de todo?
—Sí, he traído la botella para que lo comprueben.
—¿Una con un raro color morado? —pregunta.
—Sí.
—No, no, no.
—¿Qué pasa? —pregunto sin entender nada.
—Tiene que haber una explicación. Estoy ya en la puerta
de tu edificio, voy a averiguarlo ahora mismo.
—Ash, ¿de qué estás hablando? —insisto sin entender de
qué demonios habla.
Mi padre y Caroline me miran confusos ante mi forma de
actuar.
—Carter, fue mi madre la que le dio las hierbas a Lily para
preparar la tisana.
Capítulo 39
Violet
La oscuridad de la habitación se siente más densa esta
mañana, un velo pesado que parece querer mantenerme
atrapada en mis sueños, pero un llanto pequeño y
desesperado corta a través de la quietud, arrancándome del
abismo del sueño. Mi corazón se acelera, por instinto
reconociendo ese sonido: el llanto de mi hija.
Intento incorporarme, y una oleada de mareo me golpea
de inmediato. Llevo semanas sintiéndome débil, cada día
más agotada que el anterior sin saber por qué, sin embargo,
ahora no es momento de ceder ante la debilidad. Mi bebé
me necesita.
El sonido del agua corriendo me llega desde el baño
adjunto a mi habitación mezclándose con los sollozos de mi
hija. Eso no está bien. No debería estar allí, y mucho menos
debería estar llorando de esa manera. Algo anda mal, muy
mal.
Reúno cada gramo de fuerza que me queda y me deslizo
fuera de la cama, apoyándome en la mesita de noche para
no caer. El suelo parece moverse bajo mis pies, pero la
urgencia del llanto de mi hija me empuja hacia adelante.
—Voy, cariño, mamá ya va —susurro, aunque mi voz
parece perdida en el torbellino de sonidos que llenan la
habitación.
Al acercarme a la puerta del baño, el miedo me envuelve.
¿Qué me voy a encontrar al otro lado? Sacudo la cabeza,
intentando despejarla del mareo y del terror que amenaza
con paralizarme. No importa lo que sea, tengo que estar ahí
para mi hija.
Empujo la puerta con más fuerza de la que creía tener y
el vapor del agua caliente me golpea el rostro, haciéndome
parpadear. Por un momento, todo lo que puedo ver es la
niebla que llena el espacio, pero luego, a través del vapor,
la veo. Mi bebé, llorando a pleno pulmón, en los brazos de
Karen.
—¿Qué haces? —le pregunto, y cuando me mira veo que
está llorando.
—Lo siento, tengo que hacer esto. No debería haber sido
así.
—¿De qué demonios hablas? Dame a la niña.
—El jinete debe morir —murmura, y el recuerdo del
vagabundo viene a mi mente.
—¿De qué jinete hablas?
—Supongo que ya da igual que lo sepas, puesto que vas a
morir.
Lo dice en un tono tan sereno que me da escalofríos. Mi
mente se concentra en encontrar la manera de recuperar a
la niña sin que le haga daño.
—Dame a Amelia —le pido.
—Primero entra en la bañera.
La miro sin entender sus intenciones hasta que veo un
cuchillo en el lavabo.
—No.
—Hazlo o verás morir a tu hija.
El miedo me hace actuar, camino como puedo hasta la
bañera y me meto dentro. El agua está caliente, aunque no
quema. No me quito la ropa, tampoco me lo pide, y una vez
que estoy dentro, me entrega a la niña y la abrazo contra mi
pecho para que deje de llorar.
Ella alcanza su bolso, que no había visto en el suelo, y
coge un arma.
—Córtate —me ordena mientras me entrega el cuchillo,
manteniéndose a distancia para que no pueda hacer nada.
—No lo haré.
—No tienes alternativa. Ellos lo harán si no lo haces tú.
—¿Ellos? ¿Qué ellos?
—Nuestros dueños, los que van a lograr que Ashley se
salve, y para eso el jinete tiene que morir. Peste, ha llegado
tu hora.
Creo que se ha vuelto loca, no entiendo absolutamente
nada.
—Nuestro ser superior lo dijo, cuando uno de los jinetes
muera, provocará una reacción en cadena que dará pie al
fin del mundo —me explica como si supiera de qué
demonios habla—. Entonces, y solo entonces, los fieles
recibiremos nuestra recompensa en el nuevo orden
mundial.
—No entiendo de qué hablas, Karen, aquí no hay ningún
jinete.
—Sí, lo hay, delante de mí. El jinete del Apocalipsis, el de
la Peste, el que provocará que no se descubra la cura para
la pandemia que estallará y por el que morirá el 90% de la
población mundial.
Me estremezco solo de pensar en que sus palabras
puedan ser un poco ciertas. Si es real lo que cuenta, si
alguien va a soltar un virus que yo podré detener…
—No puedes dejar que toda esa gente muera —contesto,
dando por real lo que me dice. Tanto si está en su mente
como si no, necesito llegar a ella, a la Karen que conozco.
—Es necesario para que el equilibrio vuelva.
Sus ojos están llenos de locura y fanatismo. Estoy
aterrorizada, sé que no voy a salir viva de esta.
—Si tienes que matarme, hazlo, mata al Jinete de la
peste, pero deja a Amelia —le suplico todo lo calmada que
puedo.
—No lo entiendes, ¿verdad? Tú no eres el jinete, ella lo es.
Señala a Amelia y la aprieto contra mí, tratando de
protegerla hasta de su mirada. Mi hija, ajena a todo, se
acurruca contra mi cuerpo como si esto solo fuera tiempo
juntas y no una posible despedida.
—¿Cómo puede ser un bebé tan pequeño un jinete? Debe
haber un error.
—Porque cuando muera provocará que Carter entre en
una depresión que hará que deje de interesarse por salvar
la vida de las demás personas porque no pudo salvar la de
su hija. Esto es muy grande, Violet. Lleva años gestándose.
—¿Años?
—Sí, tu secuestro, el montar la operación de los bebés
para encubrir tu inseminación, el acercamiento para que
Carter quisiera al bebé. Todo ha sido orquestado por los
Supremos.
Madre mía, está completamente loca y, si lo que dice es
cierto, no debe ser la única.
—¿Y vas a ser capaz de matarla? —le pregunto sin poder
entender cómo alguien puede hacer daño a un bebé, y
menos habiéndola tratado como a una sobrina como ha
hecho ella.
—No, nadie puede intervenir en su muerte. Tú la vas a
sostener mientras te desangras, y cuando ya no tengas
fuerzas, la niña caerá al agua y se ahogará. Carter
descubrirá vuestros cuerpos, también una nota en la que
explicas que ya no puedes vivir más, que tú trataste de
matar a la niña con la tisana agregando la toxina,
exonerándome a mí de todo esto.
Su plan tan calculado me asusta.
—Ahora, córtate —me ordena mientras sigue
apuntándome con el arma.
—No lo haré.
—Si no lo haces, te pegaré un tiro en la cabeza y ocurrirá
lo mismo, será más trabajo para mí ya que tendré que
poner pruebas de la compra del arma y limpiar todo rastro
de mí, pero…
—¿Mamá? —escucho la voz de Ash y grito.
—¡Socorro!
Ashley entra al baño y encuentra la escena ante ella, que
es espeluznante, y se queda paralizada sin saber qué hacer.
—¿Qué está ocurriendo?
—Tu madre quiere matarnos. Se ha vuelto loca —me
apresuro a explicar, y Karen me apunta dispuesta a
disparar, pero Ash se pone en medio.
—Apártate —le ordena Karen, y ella niega con la cabeza.
—No sé qué está pasando, pero lo podemos solucionar,
mamá. Suelta el arma.
—No, no podemos, ellos me reclutaron. Te van a salvar,
por favor, quítate —le suplica.
—¿Quiénes te reclutaron?
—Los que van a dominar el mundo y tienen la cura para
tu enfermedad.
—Karen —trato de llamar su atención—. Caroline y yo
estamos haciendo buenos progresos. Ash se va a salvar.
—Ellos me han asegurado que no.
—Te han mentido.
—Sí, mamá. Voy a estar bien, tienes que bajar el arma y
juntas solucionaremos esto.
Karen mira de su hija a mí y de vuelta a Ash. Sus ojos se
llenan de lágrimas mientras niega con la cabeza.
Se oye un golpe y escucho como Carter grita mi nombre
mientras sube las escaleras, veo a Karen pasar de la tristeza
a la determinación, y antes de que pueda hacer nada,
coloca el arma en su sien y dispara.
Informe Final
Epílogo
Carter
Miro a Violet y no puedo evitar sonreír, sigo enamorado
como el primer día, no, mucho más porque a lo largo de
estos veinte años juntos me ha deslumbrado con su
inteligencia y belleza cada día.
—Papá, dile a Alex que deje mis cosas en paz —se queja
mi hija mientras su hermano le saca la lengua.
—Amelia, mi amor, trata de ser paciente, es su forma de
decirte que te va a echar de menos ahora que te vas a la
universidad.
Mi hija entorna los ojos y asiente.
—Ven, hermanito, que mi puño quiere devolverte el amor
que no voy a darte en los próximos meses.
Me río mientras veo como ambos corretean por el salón
mientras el amor de mi vida entra por la puerta.
—Dejad de pelear —les pide, pero como no le hacen caso,
les lanza a cada uno una zapatilla a la cabeza, acertando en
ambos.
—¡Mamá! —se quejan a la vez mientras suelto una
carcajada.
—Ha llamado vuestra abuela, mañana tiene una sorpresa
para vosotros, portaos bien o le digo que no, sea lo que sea.
—Mamá, no puedes tratarme como a una cría, en otoño
entraré en la universidad.
—Amelia, si crees por un momento que el cumplir años te
va a librar de que como te portes mal te ponga sobre mis
rodillas y te azote, es que no te he educado bien.
Ambas se miran y sonríen. Aunque sé que Violet va en
serio.
Cuando nuestros hijos van a la cocina a atacar la nevera,
estiro el brazo y cojo la mano de mi mujer, empujándola
hasta que cae sobre mi regazo.
—¿Te he dicho hoy lo guapa que estás? —le pregunto,
besando su cuello.
—Sigue así y les daremos un hermanito a esas dos
bestias —susurra, y me detengo.
Amo a mis hijos, pero son un anticonceptivo excepcional.
—¿Sabes qué es la sorpresa de mis padres? —le
pregunto, y sonríe asintiendo.
—Se los van a llevar en un vuelo privado a Japón. Sabes
que ambos están deseando ir, y será bueno que pasen
tiempo juntos antes del otoño.
—Vamos a echar de menos nuestra niña —le confieso.
—No mucho, pienso presentarme allí un número
vergonzoso de veces —contesta sonriendo, y le beso la
punta de la nariz.
—¿Alguna vez piensas en tu padre? —le pregunto de la
nada, y ella niega con la cabeza.
—No, desde aquel día en la oficina no lo he vuelto a ver.
Realmente pensaba que nos chantajearía el resto de su
vida, puede que al final se convirtiera en un buen tipo.
—¿Quieres buscarlo?
—No, no le deseo nada malo, pero no lo quiero cerca de
nuestra familia.
La abrazo y doy gracias al cielo porque, tal y como sabía,
su padre murió de sobredosis unos meses después de que
ella lo viera por última vez. Y no me arrepiento de no haber
hecho nada para evitarlo.
—Por cierto, me ha dicho Ash que vendrá con Cath esta
noche. Por lo visto, su hija y nuestro Alex son algo más que
amigos y su marido está preocupado. —Se ríe Violet.
—Lo sé —le contesto—, mañana le llegará a su casa una
camiseta de: Mi hija tiene un padre que sabe cómo usar un
arma.
Violet suelta una carcajada porque es la misma que él me
regaló cuando Amelia comenzó a tener citas.
—¿Has hablado con Caroline? —me pregunta mi mujer, y
niego con la cabeza.
—Hasta donde sé, está en un hotel de vacaciones de esos
que no dejan tener móviles, nos tiene de contacto en caso
de que decida asesinar a su pareja porque no le deja
apuntar notas sobre lo que investiga ahora.
—Es increíble la de enfermedades que hemos logrado
curar a lo largo de los años.
—Empezando por la de Ash —agrego.
—Sabes, todavía pienso en Karen algunas veces. Puede
que no estuviera bien de la cabeza, pero amaba a Ash con
locura.
—De eso no hay duda.
Recibo un mensaje, y cuando veo lo que es sonrío.
—Ve a prepararte —le pido—, nos vamos en una hora.
—Aún no me has dicho a dónde.
—Y va a seguir así.
Ella hace un mohín, pero no continúa interrogándome,
sabe que va a ser en vano. Tampoco sabe que esta noche le
voy a dar el sobre en el que pone que es la ganadora del
Premio Breakthrough en Ciencias de la Vida, que reconoce
descubrimientos en Biología y Medicina con el potencial de
contribuir a la prolongación de la vida humana y a la
comprensión de enfermedades. Es una de sus metas en la
vida y la ha cumplido, no puedo sentirme más orgullosa de
ella.
Aprovecho para confirmar con mi padre que está todo
preparado, le tenemos una fiesta sorpresa.
—Papá —me llama Amelia desde las escaleras—, ¿te
suena de algo la palabra Datarati?
—No, ¿qué es? ¿Una nueva app?
—No, es algo que he oído a uno de los que me hicieron la
entrevista esta mañana para ir a la universidad.
Si te ha gustado esta novela y quieres leer alguna más
mía puedes ver todas las que tengo publicadas en este
enlace :)

También podría gustarte