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LA CUESTA DE ENERO,
ETC.  

January 18th, 2024 | 9 Comments  

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Yo antes hacía propósitos de


año nuevo, pero ya no. En este
episodio os cuento por qué.

TRANSCRIPCIÓN

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TRANSCRIPCIÓN

La cuesta de enero, etc.

Chicos, ¿qué tal?

Este es el primer episodio del año nuevo. Espero


que todos (y todas) hayáis empezado el año con
buen pie. Espero que los Reyes Magos os hayan
traído todo lo que les habéis pedido y espero que
todos tengáis un Feliz Año Nuevo. Claro que sí.

En realidad, todos sabemos que será un año de


mierda, como siempre, como todos los años, pero,
en fin, habrá que hacer como hace todo el mundo:
habrá que fingir que el año nuevo será mucho
mejor que el año viejo, que a partir de ahora todo
irá bien, que a partir de ahora todo irá de
:
irá bien, que a partir de ahora todo irá de
maravilla…

En fin, para poder seguir viviendo, a veces hay


que engañarse un poco a uno mismo, ¿no?

A mí la verdad es que no me gustan nada todas


estas las celebraciones que se hacen para festejar
el Año Nuevo. Me parece todo un poco ridículo, la
verdad.

La Navidad me gusta. La fiesta de los Reyes


Magos también. Más que nada porque son fiestas
que me recuerdan mi infancia, los regalos, las
comilonas de Noche Buena, los Villancicos, los
dulces…

La Navidad y los Reyes Magos son fiestas


familiares y, bueno, a veces pueden ser un poco
tristes si has perdido a algún familiar, si ya no está
contigo alguien que solía estar… En fin, sí, la
Navidad puede ser un poco triste, a veces, pero,
de todas formas, a mí me gusta.

Me gustaría más si tuviera hijos. La Navidad y la


fiesta de los Reyes las disfrutan sobre todo los
niños y los padres de lo niños, me imagino. Yo
creo que, si tuviera hijos, las Navidades me
gustarían aún más. Los niños viven estas fiestas
con mucha ilusión.
:
A mí me da mucha ternura ver a los niños que
creen en los Reyes Magos y que les escriben
cartas pidiéndoles regalos porque han sido
buenos…

En el mundo en el que vivimos cada vez quedan


menos cosas mágicas. Los niños crecen y se
hacen adultos cada vez más rápido, ¿no os
parece? Es bueno que haya un tiempo mágico
como la Navidad y los Reyes, al menos una vez al
año; un tiempo para volver a ser niños otra vez.

Pero las fiestas de Año Nuevo… Eso es otra cosa.


Eso no tiene nada de mágico. Eso es simplemente
ridículo. Pensar que el primero de enero todo va a
ser diferente, es, simplemente, ridículo.

Y una de las cosas que me pone más nervioso del


Año Nuevo son los propósitos de Año Nuevo. Los
buenos propósitos de Año Nuevo.

A principios de año hay siempre un montón de


gente que se plantea cambiar de vida, leer más, ir
al gimnasio, comer menos chocolate, comer más
fruta y verdura, dejar de fumar, empezar a estudiar
un idioma, hacer yoga y meditación, ducharse con
agua fría, ser feliz…

Ser feliz. Hay gente que en la lista de cosas que


quiere hacer este año escribe, al lado de ir al
gimnasio, ducharse con agua fría y comer brócoli,
:
gimnasio, ducharse con agua fría y comer brócoli,
escribe ser feliz… Sin darse cuenta de la
contradicción.

¿Pero cómo vas a ser feliz, alma de cántaro,


cómo vas a ser feliz yendo todos los días a
machacarte los huesos en el gimnasio,
duchándote con agua fría y comiendo brócoli?
¿Pero es que nadie se da cuenta de que eso es
imposible?

En fin, cada uno a su rollo. O, como suele decirse,


cada loco con su tema.

Hay gente que empieza el año engañándose a sí


mismo y pensando que este año todo va a ser
diferente, que todo va a ser mucho mejor que
antes, que el año viejo, que, como por arte de
magia, el nuevo año les traerá la felicidad que
tanto ansían. Empezamos mal, empezamos muy
mal porque eso es engañarse a uno mismo.

Yo confieso que antes también era así, me


planteaba cambiar un montón de cosas en mi vida
y hacía un montón de buenos propósitos para el
Año Nuevo. Ya no. A mí ahora el Año Nuevo me
pone de mala leche porque me recuerda que soy
un año más viejo y nada más.

Para mí, antes, cuando era joven, Noche Vieja, la


noche del 31 de diciembre, era la mejor noche del
año. Comía las uvas en casa, con mi familia y
:
año. Comía las uvas en casa, con mi familia y
luego solía irme de fiesta con mis amigos hasta
las tantas. No volvía a casa hasta las ocho o las
nueve de la mañana. Era increíble.

Pero ahora, con cuarenta años más y con mucho


menos aguante que antes, ¿sabéis lo que hago?
Ahora el 31 de diciembre me voy a la cama a eso
de las nueve y media o las diez de la noche. No
me quedo a esperar a que den las doce y que
cambie el año.

Me da igual. Para mí la noche última del año es


una noche más. No me importa que sea el 2024 o
el 2036. Me da igual.

Y no soporto toda esa gente bailando,


abrazándose, dándose besos, comiendo uvas y
brindando con cava… Lo fuegos artificiales, los
petardos… Las risas, los gritos, la gente
borracha… ¡Feliz Año Nuevo! ¡Felicidades…!

¡Qué falso! ¡Qué falso es todo eso! ¿No os


parece?

Y lo peor… Lo peor es toda esa gente que decide


que a partir del primero de enero su vida será
diferente, que leerán más libros, que irán al
gimnasio cinco veces a la semana, que…

En fin, chorradas. Eso es hacer el ridículo.


:
En fin, chorradas. Eso es hacer el ridículo.

Yo conocía un chico, Roberto, que, en fin, era un


fanático del Año Nuevo. El tío todos los años se
planteaba uno o dos retos. O sea, si había algo
que él quería cambiar en su vida, entonces, el tío,
esperaba hasta el 31 de diciembre y a partir del
primero de enero, pum, empezaba un nuevo reto.
O sea, él, más que propósitos de Año Nuevo, se
planteaba retos, desafíos. Había cosas que él
quería cambiar de su vida y se lo plantaba como
un desafío para el nuevo año, ¿no?

“Pero ¿y eso qué tiene de raro?” Dirás tú. “Todo el


mundo se plantea retos nuevos el 31 de
diciembre, ¿no? “

Pues, mira, sí es verdad. Tienes razón. Eso es


bastante habitual…

Lo que pasa es que la mayoría de la gente


después de dos o tres semanas ya se ha olvidado
de los buenos propósitos que había hecho al
principio del año y poco a poco vuelve a ser como
era antes. O sea, dejas de ir al gimnasio, vuelves
a fumar, vuelves a beber alcohol, vuelves a
quedarte en la casa comiendo pizza y patatas
fritas delante de la tele…

Eso es lo normal. Lo humano. Porque somos


humanos, somos seres humanos y los seres
humanos somos así: perezosos, comodones,
:
humanos somos así: perezosos, comodones,
llenos de contradicciones, con miedos, con
frustraciones… En una palabra, somos
IMPERFECTOS. El ser humano, por definición, no
puede ser perfecto.

Pero Roberto, era diferente. Roberto se tomaba


muy en serio todo esto de los propósitos de Año
Nuevo, como un desafío personal y siempre,
siempre, cumplía todo lo que se planteaba, todo lo
que se proponía, costase lo que costase. Aunque
fuera algo que le costara mucho esfuerzo, él lo
hacía.

El tío tenía una fuerza de voluntad de hierro. El 31


de diciembre decía, por ejemplo, a partir de
mañana nada de tabaco, nada de cigarrillos. Y
cuando el reloj tocaba la última campanada del
año, cuando terminaba de tomarse la última uva,
el tío decía “a partir de ahora ya no fumo. Se
acabó el tabaco”. Oye, y lo cumplía, ¿eh? El tío no
volvía a fumar el resto de su vida. Cuando
Roberto tomaba una decisión, ya no se echaba
atrás.

Nosotros, en fin, lo admirábamos mucho. Sus


amigos lo admirábamos y a mí en particular me
daba mucha envidia porque yo, qué queréis que
os diga, yo no he tenido nunca mucha fuerza de
voluntad para hacer nada. Soy un desastre. Tengo
muy poca disciplina, muy poco autocontrol. Por
ejemplo, yo dejaba de fumar cada lunes, el lunes
de cada semana, y el martes o el miércoles volvía
a fumar otra vez. Un desastre. Por eso, Roberto
me daba mucha envidia. El tío era capaz de
:
me daba mucha envidia. El tío era capaz de
mantener sus promesas. Tenía un autocontrol
increíble.

Y bueno, así, cada año Roberto se planteaba


nuevos retos y, sí, en unos cuantos años, dejó de
fumar, dejó de beber alcohol, aprendió inglés,
francés y alemán; iba al gimnasio todos los días,
leía un montón también (leía filosofía, historia,
ciencia…), comía sanísimo, un montón de
verdura, brócoli, fruta, aguacates… Y cuando le
ofrecían un dulce o un helado, el tío, con una
sangre fría increíble, decía, “No, gracias. No me
apetece”.

A mí me ofrecen un helado o un dulce y, vamos,


me pongo morado. Aunque luego me sienta fatal
conmigo mismo, pero me lo como. Yo no sé decir
que no, y menos a un helado o a un dulce. El tío
tenía una fuerza de voluntad de hierro.

Pero, en fin, a lo que iba, que el tío, Roberto, en


poco tiempo, cambiando una cosita cada vez, al
cabo de varios años, se había ido convirtiendo en,
prácticamente, un superhombre.

Estaba sanísimo, se puso superfuerte, tenía un


cuerpazo supermusculoso…

Todas las chicas decían que estaba buenísimo,


que estaba más bueno que el queso manchego…
:
En fin, que era la envidia de todos nosotros, de
todos sus amigos. Mientras nosotros nos
poníamos cada vez más gordos, se nos caía el
pelo, nos salían arrugas y… en fin, mientras
nosotros nos poníamos cada vez más feos y más
viejos, el tío, Roberto, se fue convirtiendo casi casi
en un superhombre. Cada vez más guapo, cada
vez más fuerte…

Y claro, tú dirás, pues seguramente el tío sería la


mar de feliz, ¿no?

Bueno, pues no, mira, no, no era tan feliz como tú


te piensas.

Lo que pasa es que al tío al final se le fue un poco


la olla, ¿sabes?, o sea, que se obsesionó
demasiado con los retos y con los buenos
propósitos del Nuevo Año y…

Bueno, total, a ver si me explico… Lo que pasó


fue que, un año, cuando el tío ya había dejado de
fumar y de beber alcohol, iba al gimnasio todos los
días, leía libros, se lavaba los dientes tres veces al
día (y usaba el hilo dental, además), comía mucha
verdura, se hizo vegetariano-vegano, corría tres
maratones al mes, tío… Consiguió hablar seis
idiomas, dejó el café, el té y todas las bebidas con
cafeína. Solo bebía agua sin gas, se duchaba con
agua fría, hacía meditación, yoga…
:
En fin, llegó un momento en que el tío era casi
perfecto y ya no sabía qué más retos ponerse,
que más cosas cambiar en su vida, a qué más
podía aspirar. El tío, por lo visto, estaba buscando
alcanzar la perfección total, ¿no?

Y ahí fue donde empezaron a torcerse las cosas


para él… Roberto deseaba ser tan perfecto, tan
especial, tan diferente del resto de nosotros, de
los simples mortales, que al tío no se le ocurrió
otra cosa que plantearse el reto de dejar de decir
palabrotas, dejar de decir palabras malsonantes,
tacos, palabras feas…

Claro, como tú te puedes imaginar, cuando nos lo


dijo, todos sus amigos nos echamos a reír.
Pensamos que estaba de coña, o sea, que estaba
bromeando, que nos estaba tomando el pelo,
vamos, pero, qué va, el tío hablaba en serio. Muy
en serio. Decía que se había dado cuenta de que
decir palabrotas era de mal gusto, de mala
educación; que proyectaba una imagen
equivocada de él, que él no era así… Que él
quería ser una persona elegante, educada, fina,
sofisticada… En fin, que no quería ser como
nosotros, como sus amigos, que, según él,
éramos todos unos catetos, unos paletos, unos
ordinarios que estábamos siempre hablando de
tonterías, haciendo chistes malos, fumando y
bebiendo, poniéndonos gordos como puercos y
diciendo palabrotas todo el tiempo…

Él, no; él no quería ser así, él no quería acabar


:
Él, no; él no quería ser así, él no quería acabar
como nosotros, nos dijo. Unos fracasados.

Según él, éramos todos una panda de fracasados.

Decía que dejar de decir palabrotas era lo mejor


que podía hacer uno por su propia salud mental y,
además, nos aconsejaba que nosotros hiciéramos
lo mismo. En su opinión, si queríamos tener éxito
en la vida, teníamos que aprender a hablar con
más educación y ser menos catetos, menos
rústicos, menos ordinarios…

Nosotros le dijimos que se había vuelto loco,


claro, que aquello era ridículo. Es que decir
palabrotas es algo natural, es humano; decir una
palabra malsonante en el momento adecuado es
una forma natural y muy humana de desahogarse
cuando uno está frustrado, cuando tienes
ansiedad, estrés o estás enfadado o angustiado
por algo. El decir una palabrota de vez en cuando
puede ser muy liberador porque te desahogas de
toda la ansiedad que llevas dentro. Si no, la
ansiedad, el estrés, las frustraciones del día a día
se van acumulando y eso, en fin, eso puede ser
muy peligroso para tu salud mental.

Pero el tío no nos hacía ni puñetero caso. Decía


que a él no le importaba lo que pensara la gente ni
el qué dirán y que le daba igual nuestra opinión.
:
Aunque no nos lo dijo directamente, yo creo que
Roberto nos veía como un puñado de fracasados,
de ordinarios, de incultos, de brutos y de
ignorantes y seguramente pensaba que nunca
llegaríamos a nada en la vida.

Aunque no lo dijera abiertamente, yo creo que él


estaba convencido de que era mucho mejor que
nosotros en todo. Mucho más elegante, mucho
más educado y refinado que nosotros… Y,
probablemente tenía razón…

Bueno, total, el caso es que el tío estaba


convencido de que dejar de decir palabrotas era lo
mejor que podía hacer y eso hizo. A partir del
primero de enero de aquel año, dejó de decir
palabrotas, así, de forma radical, sin ir poco a
poco gradualmente bajando la intensidad, el
número de palabrotas que decía… No, no, no…
Dejó de decir palabrotas de forma radical, de un
día para otro.

Él era así: o todo o nada.

De la noche a la mañana, sustituyó todas las


palabrotas que decía normalmente (y decía
bastantes) por otras palabras mucho más cúrsiles
e infantiles.

Por ejemplo, en lugar de culo, decía pompis.


:
En lugar de coño, decía caramba o cáspita.

En lugar de joder, decía, jope o jo.

En lugar de hostias, decía ostras.

En lugar de cojones, decía cojines o cogollos.

En lugar de mierda, decía, miércoles.

Y así todo.

Yo le dije que, en mi opinión, al hablar así estaba


haciendo el ridículo. Decir pompis o miércoles o
jope o cogollos era hacer el ridículo, que una
persona seria no podía hablar así.

Hombre, es que tú imagina que te das un


martillazo en un dedo mientras estás poniendo un
cuadro en la pared... O sea, estás poniendo un
cuadro, colgándolo, en la pared, ¿no? Y vas y te
das un martillazo en el dedo gordo de la mano. Y
te haces mucho daño, ¿no?

En ese caso, ¿qué dices? ¿Dices “jope” o


“caramba”? No, hombre, en casos como ese
tienes que desahogarte, gritar y lanzar un taco,
una palabrota: joder, coño, cojones, mierda…
:
una palabrota: joder, coño, cojones, mierda…

¿Pero cómo te vas a desahogar si no? ¿Cómo te


vas a desahogar diciendo cáspita o caramba?
¿Cómo vas a descargar la frustración, el dolor, la
ansiedad, la ira, el enfado o el estrés que vas
acumulando cada día diciendo pompis en lugar de
culo o jope en lugar de joder?

¡Hombre, por Dios! ¡Hombre!

Pero el tío, Roberto, nada, ni caso. El tío estaba


determinado a dejar de decir palabrotas aquel
año, empezando el primero de enero, como hacía
siempre con todos los buenos propósitos que se
planteaba cada Año Nuevo.

Y bueno, lo que pasó fue que, al poco tiempo,


prácticamente una semana después de Año
Nuevo, el día ocho o nueve de enero, nosotros,
sus amigos, ya empezamos a notar cambios en su
personalidad. Estaba casi siempre de mal humor,
todo le irritaba, se ponía nervioso con nada, por
cualquier tontería… No soportaba la menor
frustración, gritaba y se echaba a llorar sin
motivo…

En fin, se veía que no estaba bien. Roberto había


sido siempre un tío muy jovial, muy alegre, muy
bromista y simpático… Pero ahora estaba siempre
de mala leche, todo le ponía de mal humor…
Estaba siempre estresado y parecía muy triste,
:
Estaba siempre estresado y parecía muy triste,
deprimido.

Nosotros estábamos bastante preocupados por él


y le dijimos que lo que estaba haciendo era una
locura, que se estaba poniendo cada vez peor,
pero el tío decía que le daba igual nuestra opinión,
que él se encontraba mejor que nunca, que no
pensaba volver a decir tacos nunca más y que
cuando él tomaba una decisión nunca se echaba
atrás. Llegaba hasta el fondo, con todas las
consecuencias.

Y, bueno, al final lo que pasó fue que…

Veréis, Roberto era dependiente en unos grandes


almacenes, en la sección de ropa de caballero de
unos grandes almacenes.

Y, como supongo que sabéis, en enero, en las


primeras semanas de enero, las tiendas en
España hacen las Rebajas, las Rebajas de enero.

Yo odio las rebajas, de verdad, las de enero, las


de febrero y las de todo el año. Odio las Rebajas.
Yo nunca voy a comprar nada en las rebajas
porque es una locura, es muy estresante. Hay un
montón de gente por todas partes buscando
gangas, buscando cosas rebajadas, y a veces la
gente se pone nerviosa y se pelean y, en fin,
aunque no se peleen, pero esos días hay mucha
gente rebuscando cosas, prendas de ropa,
:
gente rebuscando cosas, prendas de ropa,
normalmente, a mitad de precio, muy baratas,
pero… es un agobio. A mí me agobian mucho los
lugares donde hay mucha gente.

Yo prefiero pagar un poco más, pero estar


tranquilo; a mí me gusta ir de compras cuando no
hay nadie en las tiendas y puedo ver las cosas
tranquilamente, si no es un agobio…

“Pues, serás rico”, dirás tú, ¿no?

Pues no, no soy rico. Yo estoy siempre tieso y sin


un duro, como todo el mundo. A mí, como a todos,
cada vez me cuesta más llegar a fin de mes y la
cuesta de enero la veo cada vez más empinada y
más difícil de subir.

Yo no sé si a vosotros os pasa, pero para mí la


cuesta de enero no acaba al final de este mes, no;
acaba en febrero o en marzo, por lo menos… Yo
creo que cada vez la alargan más… Deberían
cambiarle el nombre y llamarla la Cuesta de
enero, febrero, marzo, etc.

Sí, yo creo que la cuesta de enero, etc. sería un


nombre más apropiado para los tiempos que
corren… En fin…

No, o sea, lo que decía, no es que yo sea rico, no,


lo que pasa es que valoro más mi salud mental
:
lo que pasa es que valoro más mi salud mental
que ahorrar un poco de dinero en el agobio de las
rebajas.

Y, además, que yo no creo que se ahorre tanto


comprando en las rebajas… Yo soy de la opinión
de que las cosas baratas, al final, terminan
saliendo caras. Lo barato, sale caro.

Mira, a mí me parece que, en el fondo, es mejor


comprar algo caro, pero de buena calidad, que
comprar algo muy barato que a los tres días lo
tengas que tirar porque se ha roto, se ha
estropeado o porque deje de funcionar. Es que las
cosas que rebajan en las tiendas suelen ser, la
verdad, de muy mala calidad… ¿No?

En fin, no me enrollo, esa es una manía personal


mía: a mí no me gustan las rebajas. Punto.

Pero a Roberto le encantaban porque a él,


normalmente, le gustaba vender, le gustaba su
trabajo de dependiente, le gustaba tratar con la
gente…

Decía que las Rebajas de enero, aunque era un


periodo muy estresante, a él le encantaban, se lo
pasaba muy bien, porque se divertía viendo como
la gente se peleaba por comprar unos calcetines o
por una camiseta a mitad de precio…
:
En fin, total, que lo que pasó fue que aquel año,
cuando llegaron las Rebajas de enero, Roberto
estaba fatal. Llevaba ya varios días, más de una
semana, sin decir palabrotas, sin decir tacos y se
sentía muy mal. El tío estaba muy nervioso, muy
irritable… Todo le irritaba, todo le ponía de mal
humor… Se veía que su salud mental se estaba
resintiendo porque estaba acumulando dentro un
montón de estrés, de ansiedad…

Y eso acabó por afectarle a su trabajo.

Resulta que, un día, lo que pasó fue que se


presentó en la tienda un señor con una gorra
diciendo que la quería descambiar porque se la
habían regalado en Reyes, pero no le estaba bien;
que le quedaba pequeña, decía. Y la quería
descambiar por un gorro. Decía que hacía mucho
frío y que no quería ponerse enfermo, que no
quería coger la gripe y, en fin, que quería un
gorro… Quería devolver la gorra y llevarse un
gorro.

El problema es que el señor, el cliente, no tenía el


tique de compra. Le habían regalado la gorra en
Reyes, pero la persona que se la había regalado
no le había dado el tique.

Entonces, Roberto, le dijo que las normas de la


compañía eran muy claras al respecto: que solo
se podían descambiar prendas de ropa con el
tique de compra; si no, no había nada que hacer.
:
tique de compra; si no, no había nada que hacer.
El tique era imprescindible.

El cliente insistió en que quería descambiar la


gorra, que lo del tique era una excusa, una
formalidad sin importancia, que él siempre había
devuelto productos sin tique de compra en
aquellos grandes almacenes, que él era muy buen
cliente y que, en fin, el señor insistió un poco en
que quería descambiar la gorra y llevarse un
gorro… Aunque no tuviera el tique de compra.

Roberto le repitió otra vez que no podía hacer


nada, que sin el tique no había nada que hacer.

Y entonces el cliente empezó a decir que era la


Cuesta de enero, que no tenía un duro, que
estaba tieso porque se lo había gastado todo en
las fiestas… Y, en fin, que quería que Roberto le
hiciera ese favor, que le dejase descambiar la
gorra por el gorro.

Y Roberto, que normalmente es una persona


agradable y bastante comprensible, que sabe muy
bien tratar con la gente y resolver este tipo de
situaciones de forma adecuada, pues, esta vez,
perdió los nervios por completo y explotó. Llevaba
tantos días ya sin decir palabrotas, acumulando
dentro de sí la ansiedad y el estrés de las Rebajas
de enero, que se ve que se le cruzaron los cables.
Se ve que llevaba mucha ansiedad y mucho
estrés dentro y aquel día explotó.
:
Hizo lo peor que podía hacer: empezó a insultar y
a gritarle al señor, al cliente.

Lo llamó de todo. Le dijo que era un imbécil, un


chulo, un creído, un muerto de hambre; que se
fuera a tomar por saco, que lo dejara en paz; que
si estaba tieso y no tenía un duro, que ese era su
problema, que lo dejara en paz, que se fuera a la
mierda…

Que la cuesta de enero era difícil para todo el


mundo, no solo para él… Que a él también le
costaba llegar a fin de mes…

O sea, fatal. Una situación horrible, como os


podéis imaginar.

Roberto se puso a gritar y a soltar las palabrotas


más feas y más horribles que hay en el
diccionario. No solo palabrotas, el tío se puso a
decir blasfemias, delante de todo el mundo, allí,
en la tienda…

Yo no las voy a repetir aquí, claro, pero, en fin, me


imagino que ya me entendéis…

El cliente se quedó, como os podéis imaginar, de


piedra, estupefacto. Le dijo a Roberto, “tiene usted
una boca muy sucia, caballero” y entonces
:
una boca muy sucia, caballero” y entonces
Roberto se puso aún más de mala leche y
empezó a amenazar al cliente, a empujarle, a
decirle que se fuera de la tienda…

En fin, un escándalo. Tuvieron que llegar dos


guardias de seguridad de los almacenes porque,
si no, si no yo no sé cómo habría terminado todo
aquello… O Roberto o el cliente habrían acabado
en el hospital y, seguramente, también en la
cárcel.

Luego resultó que aquel señor, el cliente que


quería descambiar la gorra, conocía bastante bien
a uno de los dueños de los grandes almacenes y,
nada, al día siguiente pusieron a Roberto de
patitas en la calle, como suele decirse, es decir,
que lo echaron del trabajo, lo despidieron.

A mí me parce normal, ¿no? ¿Qué queréis que os


diga? No vas a mantener como dependiente en
una tienda de ropa, en unos grandes almacenes
de prestigio, a un tipo que trata así a los clientes.

En fin, yo ya se lo había advertido a Roberto, que


lo de no decir palabrotas no podía acabar bien;
que soltar alguna palabrota de vez en cuando es
natural; que es algo que te hace bien, que te libera
de la tensión acumulada, que te desahoga de las
frustraciones, del estrés…

Pero él ni caso…
:
Pero él ni caso…

Y tú dirás, “muy bien, pero bueno, ¿y qué tiene


que ver lo que le pasó a Roberto con los
propósitos de Año Nuevo?”.

Pues tiene mucho que ver. Tiene mucho que ver.


¿Por qué hacemos propósitos de Año Nuevo, que
luego, la mayoría de las veces, no cumplimos?

Pues porque estamos demasiado obsesionados


con ser perfectos, con mejorarnos a nosotros
mismos, con hacer siempre las cosas mejor y más
rápido, con ser más productivos, más eficaces… Y
al final nos estresamos y nos volvemos locos con
tantos proyectos y tantos planes para cambiar de
vida, para mejorar…

Y si, encima, ni siquiera dices palabrotas para


desahogarte y al culo lo llamas pompis, entonces,
qué quieres que te diga, entonces te puede pasar
lo que le pasó a Roberto, que al final se le fue la
olla y perdió los nervios en el trabajo.

Hay que relajarse, tío. Hay que tomarse la vida


con más calma, como viene. Hay que hacer
menos planes para el futuro y vivir más en el
presente, en el aquí y en el ahora. Y no tomarse
las cosas demasiado en serio porque, de verdad,
no vale la pena.
:
Ya lo decía John Lennon: “La vida es lo que te
sucede mientras estás ocupado haciendo otros
planes”.

En otras palabras, hay que dejar de hacer


proyectos para el futuro y vivir en el aquí y en el
ahora, en el presente. Y si te estresas, pues por lo
menos, suelta una palabrota de vez en cuando y
libera un poco de frustración, de ansiedad, porque
si no… Si no te puede pasar como a Roberto.

Yo, por eso, el año pasado, en Noche Vieja, mira,


me acosté a las nueve y media de la noche y sin
tomar las uvas. Ni siquiera tomé las uvas. ¿Qué
te parece?

Y encima no tengo ningún propósito para el Año


Nuevo… Ninguno.

Bueno, miento, miento… Tengo un propósito. Solo


tengo un propósito para este año: contar de una
vez, contar de una puta vez, el chiste del perro
gorilero. El mejor chiste que he escuchado en toda
mi vida, el chiste más gracioso del mundo. Y este
año, de verdad, este año lo voy a contar.

Un abrazo y feliz Año Nuevo a todos.


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ABOUT THE AUTHOR: JUAN


FERNÁNDEZ

Former Spanish teacher at


University College London and
creator of 1001 Reasons To
Learn Spanish, a website with games,
videos and podcasts to help you learn
Spanish in a pleasant way and have fun at
the same time. // Exprofesor de español en
University College London y creador de
1001 Reasons To Learn Spanish, una
página con juegos, vídeos y podcasts para
aprender español de una forma amena y
pasarlo bien al mismo tiempo.

9 COMMENTS
:
Georg Schwark January 18, 2024 at 9:23 pm - Reply

Juan, para mi eres un genio!!!!!

Sandra SMith January 19, 2024 at 11:08 am - Reply

Si, definitivamente, eres fantastico.


Tan divertido, me gusta mucho
escuchar tus podcasts. Que
entretinido…..tienes un talento
increible.

Fabrizio Malvezzi January 19, 2024 at 1:13 pm - Reply

Hola Juan ,quiero lo que dice y lo


que escribe , tu eres fantástico y
sobre todo realista.
He leído todos tus libros , ….por
favor escribes otros .
Yo no conozco el ciste del perro
gorillero ?…tengo que esperar
mucho más ?

Vera January 19, 2024 at 1:40 pm - Reply

Es un podcast maravilloso Como


siempre con bien humor/ Gracias

Nina January 19, 2024 at 2:27 pm - Reply

Hola Juan,
:
¡Estoy muy feliz de conocerte a
Usted y a Ustedes grandiosos
proyectos para aprender español
en contexto!
Así quiero aprender a hablar
español, teniendo ya conocimientos
básicos de italiano como mi cuarta
lengua extranjera.
¡MUCHAS GRACIAS por todos los
materiales que nos ayudan a
aprender un idioma extranjero de la
forma más natural!
¡Usted deseo salud y felicidad!

Saludos desde Nina desde


Alemania.

Angela Vega January 20, 2024 at 2:33 pm - Reply

Juan eres increíble! Lingüista mucho


escucharte cuando llamo mis platos
o estoy cocinando! Estoy
aprendiendo mucho contigo!
Gracias por todo! Besitos!

Nicolas Majdalani January 20, 2024 at 5:46 pm - Reply

Hola , Juan. Gracias por tus


esfuerzos y por ayudar a los que
quieren mejorar su español. Me
:
encanta escuchar a tus podcasts y
ver tus videos.

A mí me encanta la historia , y me
gustaría eschuchar un podcast para
saber porqué España no tomó
parte en las guerras mundiales , y
especialmente la segunda. Sé que
hay un montones de videos
historicos sobre éste tema , pero
me gusta escuchar español contigo
!

Gracias por todo!

Howard January 21, 2024 at 3:52 pm - Reply

¡Esta historia fue tan divertida que


me partí de pompis!

Hélène January 26, 2024 at 3:33 pm - Reply

Hola Juan !!!! Qué placer escucharte


en tus podcasts ! Cada vez tengo
más ganas de escuchar estes
nuevos temas de reflexión que
combinan humor y profundidad. Es
como una conversación que
compartemos con ti. Hasta pronto
!!!!!!
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